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República Bolivariana de Venezuela

Ministerio Del Poder Popular Para La Educación


U.E Colegio Rioclaro

TRASTORNO DE LA PERSONALIDAD DEPRESIVA

Sebastián Roberti
José Traboulsi

Barquisimeto, julio de 2019


Introducción
El trastorno de la personalidad depresiva es usualmente pasado por alto debido a ciertos
factores que pueden hacer a los sujetos depresivos poco abiertos a las relaciones
sociales, además de presentar ciertos elementos que se asemejan con otros trastornos,
además de ser poco tratada por la escuela americana, llegando al punto de no aparecer
en las ediciones recientes del DSM, como lo es la quinta edición.
En el presente informe se presentarán elementos importantes que contribuyan a la
adquisición de conocimientos completos acerca del trastorno de personalidad depresiva,
así como una breve reseña de la personalidad predepresiva, que sirve de antecedente al
trastorno en sí. Se tomarán en consideración los siguientes aspectos para facilitar el
aprendizaje del lector: definición, características, sintomatología, diagnóstico y
tratamiento.
Además de esto se incluyó la lectura de un caso clínico en el que se presentan diversas
características que sirven para el diagnóstico eficaz del trastorno de la personalidad
depresivo. Este trabajo fue asignado para la materia de psicología como elemento
suplementario a la evaluación trimestral del III lapso.
Personalidad predepresiva

Para hablar de manera adecuada del trastorno de personalidad depresiva, se tiene que
tomar en consideración la personalidad depresiva, concepto que se remonta hacia
pensadores y científicos de la antigua Grecia, en la que se trataba como una alteración
de los elementos de la sangre y un desequilibrio de los humores. Empédocles estableció
que una persona sana se encuentra en un equilibrio de los cuatro elementos básicos: la
sangre, la flema, la bilis amarilla y la bilis negra, que a su vez poseían un lugar
específico en el cuerpo, siendo estos el corazón para la sangre, la flema en el cerebro, la
bilis amarilla en el hígado y la bilis negra en el bazo.

En este sentido, Karl Abraham menciona la semejanza entre los pacientes con
personalidad predepresiva y los neuróticos-obsesivos en cuanto a que existe una
relación amor-odio hacia una persona, además de la necesidad rendimiento asociada a
una, según Abraham, “hipertrofia de la conciencia moral”. Siguiendo a la corriente del
psicoanálisis, Freud indica que la personalidad depresiva presenta elementos similares
con la esfera obsesiva, agregando la proyección en la represión del odio característicos
de los neuróticos-obsesivos.

En 1966 H. J. Weitbrecht señala que la personalidad depresiva es una forma de vida


angustiosa, en la que el individuo se somete a grandes cargas de actividades contínuas,
sin dejar lugar a descansos, similar a la sintomatología que presentan los workaholics,
personas que pierden su individualidad y su valor ante la búsqueda de la realización de
actividades profesionales de manera compulsiva. En el caso de los predepresivos, las
vertientes de acción no deben ser necesariamente profesionales.

Por parte del japonés M. Shimoda (1932, 1960), se tienen rasgos característicos de los
predepresivos de Japón, entre los que está la hipersensibilidad del aparato emocional,
resultando en pensamiento insistente y tenaz, lo que termina constantemente en el
padecimiento de depresión. De este rasgo se considera su origen un gen específico.
Añadido a esta característica, se suma la escrupulosidad, la ejemplaridad social y la
obsesión de los sujetos por la realización de todo con una perfección exagerada.

Esto se asemeja al concepto de depresión por agotamiento establecido por P.Kielholz,


quien propone un modelo de depresión presenil, caracterizado por “una tendencia a
permanecer fijado o adherido a pensamientos o emociones” por lo que el sujeto no
puede quedar aliviado sino hasta que su empresa que completada hasta el fondo. La
satisfacción depende de la realización de la tarea, incluyendo su factor de
responsabilidad y deber. Con esto se concluye que la personalidad predepresiva consta
de aplicación excesiva al trabajo, escrupulosidad terrible, honradez patológica y
ausencia de pereza, todos estos rasgos siendo llevados hasta lo patológico.

Sumado a esto tenemos dos factores que destacan de la personalidad predepresiva, los
cuales son la includencia y la remanencia. La includencia se presenta como vivir el
orden y el espacio de forma excesiva, desproporcionada, enfermiza y la remanencia,
como entirse atrapado por el pasado, siendo incapaz de superarlo.

Trastorno de la personalidad depresiva

El trastorno de personalidad se muestra como una personalidad con humor triste y


pesimista. Destacan rasgos principalmente melancólicos, y posee una visión negativa y
pesimista de sí mismo y de los demás. Consiste en una mezcla de apatía y aburrimiento
con las características ya descritas antes. Este trastorno de la personalidad tiene como
antecedentes a E. Kraeplin, quien describió unos estados afectivos de la personalidad,
que tenían un tono emocional por debajo de lo normal y que eran persistentes; una
disposición temperamental a la tristeza: si alguien se encuentra bien en un momento
determinado, enseguida vienen recuerdos negativos, sentimientos de culpa o
autorreproches que impiden saborear los aspectos positivos

E. Kretschmer describió un grupo de tipos de personalidad hereditarios, entre los que


incluyó el temperamento depresivo, caracterizado por el pesimismo y la melancolía.
Kurt Schneider, en 1950 describió la psicopatía depresiva, instalada en la falta de
confort y en la queja, con serias dificultades para encarar el futuro. Y Tellenbach
sistematizó el typus melancholicus a partir de un estudio de 119.

Los psicoanalistas, por su parte, hablaron del carácter depresivo, que se expresa como
una predisposición a estar abatido, decaído, con baja autoestima, sentimientos de culpa
crónicos y tendencia a la autocrítica. En 1969, Klein y Davis describieron el carácter
disfórico, cuyas principales características eran la tendencia crónica a quejarse y la
sensación de infelicidad permanente. Se trata de personas siempre insatisfechas,
apáticas, con pocos ánimos para hacer cualquier tipo de trabajo o actividad.

En 1971, L.Rojas Ballesteros habló de personalidad triste. F. Llavero habló de


personalidad con tendencia a la depresión, y en 1975 J.J. Schildkraut y W. L. Klein
propusieron la denominación síndrome depresivo caracterológico encronizado como
equivalente de la personalidad depresiva. Más tarde, Spitzer y colaboradres
establecieron tres categorías: trastornos depresivos unipolares, trastornos depresivos
menores y trastornos depresivos crónicos; en este último se incluye la personalidad
depresiva.

Según T. Millon, el trastorno de la personalidad depresiva pertenece a las


personalidades con dificultades para el placer, y se puede englobar en los siguientes
niveles:

1. Nivel comportamental

Expresivamente abatido, el aspecto y el estado transmiten desamparo irremediable.


Interpersonalmente indefenso: debido al sentimiento de vulnerabilidad y desprotección,
suplicará a los demás que lo cuiden y lo protejan, temiendo el abandono. Buscará o
exigirá garantías de afecto, constancia y dedicación. Suelen ser introvertidos, por lo que
pueden tener problemas para encontrar pareja. Cuando encuentran, se vuelven muy
dependientes de ella.

2. Nivel fenomenológico

Son cognitivamente pesimistas: muestran actitudes derrotistas, fatalistas y negativas en


casi todo. Esperan siempre lo peor. Interpreta los hechos de la vida de la manera más
desoladora posible, y se siente desesperado porque las cosas nunca van a mejorar en el
futuro.

Su autoimagen es de “inútil”. Se autojuzgan como insignificantes, inútiles, incapaces,


sin valor ni para ellos mismos ni para los demás. Se sienten culpables por no tener
rasgos positivos. Representaciones objetales abandonadas: las experiencias tempranas
de la vida se viven vacías, sin riqueza, sin elementos alegres.

3. Nivel intrapsíquico
Mecanismo de ascetismo: cree que debe hacer penitencia y privarse de los placeres de la
vida. Rechaza el disfrute, y además se autocritica mucho, lo que le puede llevar a actos
autodestructivos.

Organización disminuida: métodos de afrontamiento empobrecidos.

4. Nivel biofísico
Estado de ánimo melancólico: de llanto fácil, triste, apenado, arisco, preocupado y con
tendencia a rumiar ideas. Se tienden a sentir malhumorados. Se enfadan con aquellos
que pretenden exagerar lo bueno a expensas de lo realista.

Este trastorno de la personalidad cuenta con características sobresalientes. La persona


depresiva es negativista, con tendencia a oponerse; atiende más a lo malo que a lo
bueno, como si su mirada psicológica se inclinase a lo negativo, algo que va fijando en
estos sujetos un fondo, distante, frío, como sin alma. Otra característica viene por parte
del punto de vista sentimental, en la que el sujeto se muestra melancólico, con falta de
ilusiones, esto es que la persona posea descontento y desilusión, la cual parece contagiar
a otras personas su desmoralización. Debido a esto, las personas que se encuentran
alrededor de estos individuos huyen de ellos.

A nivel de la mentalidad, tenemos que las personalidades depresivas son incapaces de


embarcarse en ninguna empresa, ya que piensan que todo va a salir mal; prefieren la
pasividad, el no hacer nada- Su afectividad lánguida y derrotista les lleva a adelantarse
en negativo, por lo que suelen abstenerse y participar poco. Ejercen un fuerte
autocontrol y han aprendido a quedarse en el margen: no dicen nada, expresan lo justo y
muestran un escaso interés por lo que pasa a su alrededor. Todo esto se profundiza en su
interior dando lugar a una serie de videncias subjetivas: bajo nivel de autoestima, cierto
complejo de inferioridad, inseguridad, entre otros. Son usuales los monólogos
interiores, generalmente autocríticos.

En cuanto al comportamiento, se observa que uno de los síntomas externos más


frecuentes de la conducta de la personalidad depresiva es la anhedonia, que consta de la
dificultad grave o incapacidad para sentir y buscar placer; es la consecuencia de la
visión derrotista y escéptica de la vida, el derrotismo y la actitud seria ante la existencia.
A ella se suma un cansancio exagerado, incluso anterior al esfuerzo
En la sintomatología de este trastorno de la personalidad se encentra en el DSM-IV dos
criterios de evaluación: A) Patrón permanente de comportamiento y funciones
cognoscitivos-depresivos que se inicia al principio de la edad adulta y se refleja en una
amplia variedad de contextos. Se caracteriza por cinco o más de los siguientes síntomas:

1. El estado de ánimo habitual está presidido por sentimientos de abatimiento,


tristeza, desánimo, desilusión e infelicidad.
2. La concepción que el sujeto tiene de sí mismo se centra principalmente en
sentimientos de impotencia, inutilidad y baja autoestima.
3. Se critica, se acusa o se autodescalifica.
4. Cavila y tiende a preocuparse de todo.
5. Critica, juzga y lleva la contraria a los otros-
6. Se muestra pesimista.
7. Tiende a sentirse culpable o arrepentido

B) Los síntomas no aparecen exclusivamente en el transcurso de episodios depresivos


mayores y no se explican mejor por la presencia de un trastorno distímico.

Cabe destacar que hace años se incluía en esta categoría psicológica a los neurasténicos,
quienes evitan abrirse a otras personas, no buscan recompensas, ya que existe un déficit
intrínseco por falta de esperanza, y valoran muy poco las propias posibilidades. A ello
se suman a hipersensibilidad psicológica: sufren por todo en demasía y es fácil que se
sientan heridos por los demás; cualquier pequeño fallo se vive de forma terrible,
dramática, sobre todo hacia el interior, ya que su capacidad de expresión hacia fuera es
muy escasa. Tienen problemas para relacionarse desde pequeños.

Sobre el diagnóstico, considera McWilliams necesario hacer un diagnóstico diferencial


de los pacientes depresivos respecto de los pacientes de corte masoquista y narcisista.
Cree que se diagnostica inadecuadamente como depresivo a las mencionadas patologías
porque el terapeuta con rasgos depresivos proyecta su propia dinámica en el paciente, y,
además, porque es frecuente que estas patologías cursen con síntomas depresivos,
especialmente distimia.

Puede haber un solapamiento entre el narcisismo de tipo depresivo-empobrecido-frágil


y la depresión de dinámica anaclítica. Cuanto más narcisista del tipo grandioso es la
persona, se siente menos necesitada, da menos valor a las relaciones y se defiende mejor
de la vergüenza que el depresivo anaclítico, además este puede sentirse vació y falto de
sentido. Así mismo, el sentimiento subjetivo de vacío del anaclítico, es diferente del
sentimiento nuclear de vacío del narcisista. Estos, tienden a tener una transferencia de
objeto del self, mientras que el anaclítico tiene transferencias de objeto. La
contratransferencia con el primero es vaga, irritante y vacía emocionalmente, mientras
que con el segundo es más clara, cálida, potente y suele incluir fantasías de rescate.

Las conductas de apoyo pueden ser tranquilizadoras para una narcisista, pero ya dijimos
que para el depresivo, y más para el de corte introyectivo, son desmoralizantes. Las
interpretaciones que redefinen la experiencia afectiva hacia el enfado caen en saco roto
con el narcisista, pero pueden aliviar y animar a los pacientes introyectivos.
Reconstrucciones interpretativas señalando unos padres críticos y las separaciones
nocivas, no tienen efecto con los pacientes narcisistas, aunque estén muy deprimidos,
porque el rechazo y el trauma no encajan con la narrativa interna de estos pacientes, y
sin embargo son útiles para un paciente depresivo acostumbrado a atribuir cualquier
sufrimiento a sus defectos. Es muy útil trabajar la transferencia con un paciente
depresivo, sin embargo, con un paciente narcisista puede reaccionar descalificándonos,
incluyéndonos en su idealización generalizada o simplemente no haciéndonos caso. La
diferencia fundamental entre un paciente narcisista y un paciente depresivo de corte
introyectivo es, que al primero lo consideramos patológicamente vacío, mientras que en
el segundo vemos una patología hecha de introyectos hostiles.

Finalmente, la autora considera que existe un patrón similar en la adaptación a la culpa


inconsciente en los pacientes masoquistas-auto-derrotados y en los depresivos, de
hecho, coexisten frecuentemente.

Para el tratamiento, el error frecuente es pensar que se trata de una depresión. El primer
paso debe ser hacerle ver al sujeto o que le pasa, para que tome conciencia de que su
forma de ser y funcionar es enfermiza, inadecuada y perjudicial. Si no se logra esto, el
resto tendrá poco valor.

La psicoterapia permite diseñar pautas de conductas sanas para que estos sujetos vayan
modificando y corrigiendo su patrón “extraviado”. Se actúa sobre los sentimientos, la
forma de pensar y las manifestaciones de la conducta. El establecimiento de un rapport
positivo entre el médico y el paciente es esencial; una alianza en la que la figura del
terapeuta tenga la suficiente fuerza como para diseñar nuevos esquemas mentales
(pensar en positivo, no distorsionar la realidad, ser más lógicos en la elaboración de
ideas y conceptos tanto personales como del entorno). No obstante, en uchos casos es
preciso administrar fármacos antidepresivos, ya que se combinan el trastorno de la
personalidad y una depresión añadida-

Caso clínico

Raquel tiene 26 años, trabaja en una agencia de viajes y, desde hace 4 años, se ha
independizado. Actualmente vive sola, no está casada y nunca ha tenido un novio
estable. No tiene amigos, ella dice que es por el hecho de que cuando no trabaja le gusta
estar en silencio, mientras que si está con alguien se ve obligada a conversar y esto la
cansa. En el pasado, sus amigos eran principalmente los compañeros de la escuela, con
los que actualmente no se relaciona. Después del bachillerato cursó el primer año de
Filosofía con óptimos resultados. A los 19 años decidió abandonar la Universidad
porque estaba desmotivada: se sentía inadecuada y poco capaz de seguir. Tampoco
quería cambiar de facultad y no se consideraba en realidad tan buena estudiante como
creían los demás. Empezó a trabajar en la agencia de viajes donde sigue en la actualidad
y donde se la aprecia muchísimo por su inteligencia y capacidad de trato con los
clientes. A los 23 años salió de una historia amorosa que duró año y medio con un
hombre de 45 años, casado. No tiene amigos y se pasa el tiempo libre sola, andando por
la calle o sentada en casa triste y desconsolada, con una sensación de pesimismo que
dice haber tenido siempre, desde que era pequeña. Son pocas las veces que no sale de
trabajar muy tarde, y no desempeña ninguna actividad de ocio o deportiva. En el último
período dedica su tiempo libre a ir de compras, y ha acumulado muchísimos vestidos y
zapatos. Cuando puede va también a rezar sola a la iglesia porque, según dice, se siente
culpable de haber tenido una relación con un hombre casado. Su tono del humor es a
menudo bajo (cuando no está trabajando). Desde el mes pasado empieza a tener
dificultades para despertarse por la mañana y al intentar dormirse por la noche. A
menudo se lleva trabajo a casa para no pensar y también responde a llamadas de clientes
en sus pocos momentos de descanso. Estas características de Raquel hacen pensar que
puede presentar un Trastorno de Personalidad Depresivo.
Anexos
Conclusiones

 En estas épocas tan industrializadas, las personas que sufren de una personalidad
depresiva pueden mostrar un afán de realizar una actividad laboral patológica,
aumentando el riesgo de sufrir de un cuadro mayor de depresión.
 La pérdida de sentido en la vida conduce generalmente a las personas a sufrir de
depresión, y esta pérdida está presente en la personalidad depresiva, por lo que
es un caldo de cultivo para la aparición de una distimia y posteriormente un
cuadro depresivo mayor.
 Es importante que las personas se mantengan equilibradas de modo que puedan
vivir una vida normal, y en caso de sentirse solos e inútiles, recordar quienes son
y que son necesarios para la sociedad.

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