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EL SECRETO DE LA INFANCIA
REFLEJOS SOBRE
LA VIDA FÍSICA
CAPITULO 41
En la actualidad gracias al psicoanálisis, se ha llegado a la
conclusión de que numerosas perturbaciones físicas
tienen una causa psíquica, y muchos defectos que parecen
claramente dependientes del cuerpo, tienen su origen más
lejos, en el campo psíquico. Algunos de ellos corresponden
particularmente a los niños y son los desarreglos
nutritivos.
Desde la más remota antigüedad se ha reconocido como
un vicio moral la tendencia del cuerpo a ingerir alimentos
en cantidad superior a las necesidades, inútilmente, de
manera perjudicial.
Esta tendencia parece que depende de una sensibilidad
normal hacia la busca de los alimentos, pero que debería
limitarlos a los necesarios, como ocurre entre todos los
animales, cuya salud se fía del instinto de conservación.
Solamente el hombre presenta “el vicio de la gula”
que no sólo hace acumular insensatamente una
cantidad excesiva de alimentos, sino que también la
impulsa a ingerir substancia que son verdaderos
tóxicos.
La aparición de desviaciones
psíquicas ha hecho perder la desequilibrios de la alimentación
sensibilidad protectora que le
guía hacia la salud.
Los alimentos invitan exteriormente con sus apariencias
apetitosas, estimuladas por el sentido exterior del gusto;
pero la sensibilidad de conservación, el hecho vital
interior se ha atenuado o ha desaparecido.
Los niños reintegrados a su
estado normal por desaparición de sus
desviaciones psíquicas, perdieron el
gusto por las golosinas, cesando su
voracidad. Lo que les interesaba, era
efectuar sus acciones con exactitud y
comer con corrección.
Los niños empleaban su tiempo en colocarse correctamente la
servilleta, miraban los cubiertos para recordar la forma precisa
de servirse de ellos o aconsejaban a un niño más pequeño y
algunas veces eran tan meticulosos en estos cuidados, que se
enfriaba la comida. Otros niños se ponían tristes porque habían
esperado ser designados para servir la mesa y fueron
condenados a efectuar un trabajo más fácil: el de comer
Q silencio
El negarse a tomar alimentos no debe
confundirse con la dispepsia, es decir,
con un verdadero estado anormal de los
órganos digestivos, que engendra la falta
de apetito