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DEMASÍA AGRARIA

Rama del Derecho: Derecho Procesal Agrario. Descriptor: Procedimiento Agrario.

Palabras Claves: Procedimiento Agrario Especial, Ley de la Jurisdicción Agraria, Demasía


Agraria. Sala Primera Sentencia 9-1997; Tribunal de Apelación de Sentencia Penal de Cartago
Sentencia 340-2012.

Fuentes de Información: Normativa, Doctrina y Jurisprudencia. Fecha: 28/03/2016.

Contenido

RESUMEN ...................................................................................................................................1

NORMATIVA ............................................................................................................................. 2
La Demasía en la Ley de la Jurisdicción Agraria ...................................................... 2

DOCTRINA .................................................................................................................................3
Demasía .................................................................................................................................3

JURISPRUDENCIA .................................................................................................................... 3
1. El Concepto de Demasía ........................................................................................... 3
2. Demasía en Bien Inmueble Sujeto a Proceso Sucesorio ............................ 13

RESUMEN

El presente informe de investigación recopila doctrina y jurisprudencia sobre la


Demasía Agraria, considerando los supuestos normativos del artículo 78 de la Ley de la
Jurisdicción Agraria.

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NORMATIVA

La Demasía en la Ley de la Jurisdicción Agraria


[Ley de la Jurisdicción Agraria]i

Artículo 78. De las demasías. En el caso de que el instituto encargado del


ordenamiento agrario y del desarrollo rural comprobara, en una finca de más de mil
hectáreas, la existencia de áreas poseídas, que excedan el área inscrita, se observarán
los siguientes procedimientos:

a) Si la totalidad del terreno estuviera cultivada o dedicada a la explotación ganadera,


una vez localizada debidamente el área de exceso, el instituto dictará resolución
declarando la existencia de tal demasía y previniendo al propietario que nombre un
perito, dentro del término de ocho días hábiles, para que, en asocio del perito que en
el mismo acto se designará, valore las mejoras ejecutadas por el propietario en la
tierra indebidamente apropiada, dentro del término perentorio de treinta días
naturales. La resolución deberá ser notificada al interesado personalmente, o por
medio de carta certificada, y se inscribirá provisionalmente, por medio de
mandamiento, en el Registro Público, al margen de la finca respectiva.

Una vez que el instituto haya cubierto el monto del avalúo asignado por los peritos a
las mejoras, o depositado este monto ante la autoridad competente, a la orden de su
dueño, se procederá, por medio de mandamiento, a solicitar al Registro Público la
inscripción, a nombre del instituto, del área de demasía. Será de elección del
propietario la localización de la demasía.

En el caso de que los peritos no llegaran a un acuerdo en cuanto al valor de las


mejoras, se procederá a determinar el valor y a liquidar la respectiva indemnización,
mediante los trámites de expropiación previstos en esta ley.

b) Si el exceso del terreno localizado se encontrara sin cultivar o no fuera objeto de


explotación ganadera, una vez notificada y firme la resolución del instituto, que
declare la existencia de las demasías, y una vez localizada el área correspondiente por
el propietario, se procederá a levantar e inscribir el plano en la Oficina de Catastro, y a
solicitar al Registro Público, por mandamiento, la inscripción respectiva a nombre del
instituto.

En el primer caso, si el propietario no designara el perito dentro del término de la ley,


se entenderá que la indemnización de las mejoras podrá fijarse de acuerdo con el
avalúo del perito designado por el instituto. Igualmente, si el propietario, debidamente
prevenido y notificado al efecto, no concurriera a la comparecencia para la localización
de la demasía, el instituto quedará facultado para localizarla, conforme a su propio
criterio.

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La inscripción a favor del instituto, de las demasías a que se refiere el presente
artículo, se mantendrá hasta tanto no se decida en sentencia definitiva, basada en
autoridad de cosa juzgada -en caso de contención- sobre tal inscripción.

DOCTRINA

Demasía
[Procuraduría Agraria de los Estados Unidos Mexicanos]ii

[P. 55] Demasías. En términos de la abrogada Ley de Terrenos Baldíos, Nacionales y


Demasías, eran los terrenos poseídos por particulares con título y en extensión mayor
de la que este determinaba, encontrándose el exceso dentro de los linderos

[P. 56] demarcados por el documento de propiedad y, por lo mismo, confundido en su


totalidad con la superficie que el mismo amparaba. De conformidad con dicho
ordenamiento los poseedores de demasías tenían preferencia para su adquisición por
composición. La ley de la materia no contempla este tipo de superficie y sólo se refiere
a los terrenos baldíos y nacionales, los cuales, en su caso, son regularizados mediante
el procedimiento establecido en dicha ley y su reglamento en materia de
ordenamiento de la propiedad rural. (Véase Ley de Terrenos Nacionales y Demasías
DOF 07-02-51, arts. 6º y 15, LA arts. 157-162, “Baldío” y “Terrenos nacionales”.)

JURISPRUDENCIA

1. El Concepto de Demasía

[Tribunal de Apelación de Sentencia Penal de Cartago]iii


Voto de mayoría:

“I. Los licenciados Gonzalo Castellón Vargas y Agustín Atmetlla Cruz, representantes de
la querellante y actora civil T Sociedad Anónima, con fundamento en los artículos 22,
43 de la Constitución Política; 163 del Código Procesal Civil; 216 del Código Penal; 40,
142, 369 inciso d), 450, 451 bis del Código Procesal Penal, interponen recurso de
apelación contra la sentencia Nº 280-2011 de las 16:30 horas del 9 de noviembre de
2011, dictada por el Tribunal de Juicio del Primer Circuito Judicial de la Zona Sur, sede
Pérez Zeledón, fallo que declaró sin lugar la acción civil resarcitoria incoada por T
Sociedad Anónima contra C y D, condenando a la actora civil T Sociedad Anónima al
pago de las costas procesales y personales de la acción civil resarcitoria. Como primer

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motivo de impugnación, se alega ineficacia de la sentencia por quebranto de normas
esenciales. La premisa del motivo es que existe en el fallo, una confusión en cuanto a
la identidad de las partes y la igualdad de los procesos, lo que llevó al a quo a declarar
con lugar la excepción de cosa juzgada material. En criterio de quienes recurren, el
yerro del Tribunal consiste en que se confunde una pretensión externada en sede
penal (declarativa por naturaleza) con una pretensión fijada en sede agraria. Se
argumenta que los hechos sobre los cuales versan ambas litis son radicalmente
diferentes, en uno se reclama la declaración de un derecho y en el segundo,
el thema probandum es la existencia de un ardid desplegado en la primera sede
(agraria), que afectó la comprensión y determinación de los Jueces en dicha instancia.
Según los reclamantes, se trata de dos escenarios radicalmente distintos. Se acusa el
carácter accesorio que posee la acción civil resarcitoria con relación al proceso penal,
quebrantando el Tribunal el numeral 40 in fine del Código Procesal Penal, y se alega
que el hecho de que la acción penal haya precluido por razones formales, no significa
que la acción civil tenga que correr la misma suerte, sino que por el contrario, la
circunstancia de que la Sala Tercera confirmara la absolutoria y haya mantenido con
vida la acción civil resarcitoria evidencia lo que se afirma. Los recurrentes califican de
"peregrina" la tesis del Tribunal al declarar con lugar la excepción de cosa juzgada
material y estiman que no leyeron lo resuelto por la Sala Tercera. Se solicita la
ineficacia de la sentencia y el reenvío correspondiente. Audiencia oral: En la vista
celebrada a partir de las 9:00 horas del 26 de marzo de 2012, el licenciado
Agustín Atmetlla Cruz, representante de la querellante y actora civil T Sociedad
Anónima, expuso que si bien la sentencia afirma que hay cosa juzgada, el objeto y la
causa son distintos: el derecho de propiedad en el juicio agrario, mientras que acá se
discutió si las partes hicieron incurrir en error a los Jueces. El objeto difiere, se pidió
declarar la ineficacia de una sentencia agraria en virtud de la representación de hechos
falsos y acreditación de hechos verdaderos. Se alega que no existe cosa juzgada
material, ya que si bien hubo un acuerdo conciliatorio entre C y F, quien le vendió a su
cliente, no se trata del mismo bien, y doña D dijo que el terreno no le pertenecía.
Aunque, para evitar hacer una información posesoria, denominaron la gestión como
un exceso de cabida, F estuvo de acuerdo con el traspaso ante la sociedad que le
vendió a su cliente. Menciona que doña D tenía un plano a su nombre y engañó al
inspector del IDA, lo inscribió sin tener posesión e intentó hacer un rancho. Ellos
fueron al juicio agrario en calidad de confesantes, faltaron a la verdad e hicieron
incurrir en error a los Jueces agrarios, lo que origina que la sentencia declarara dueña a
quien no es, por lo que pide se declare ineficaz por ello el fallo. El licenciado
Federico Torrealba Navas, defensor particular de los querellados C y D, manifestó en la
vista que: Si se compara las pretensiones civiles son las mismas, ya el asunto fue
dirimido por el Tribunal Agrario. Cuando T Sociedad Anónima compró un latifundio, y F
vende una parcela que compró en forma verbal a doña D, ella defendió su propiedad y
T Sociedad Anónima tomó posesión por la fuerza, meten (sic) el juicio agrario y el

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Tribunal Agrario le ordenó poner en posesión a D; ellos sembraron teca, por lo que ella
no puede pagar las mejoras para recuperar lo que le pertenece y además se le acusó
penalmente. El profesional agregó que el objeto del acuerdo conciliatorio no era de un
terreno continuo, no es el lote 28, este tema ya fue discutido amplísimamente por el
Tribunal Agrario. El reclamo no es de recibo: El tema en discusión se centra en si
estuvo bien acogida o no, por parte del a quo, la excepción de cosa juzgada material.
La parte recurrente estima que no, pero, lo cierto es que nuestra Constitución Política
indica que: "ARTÍCULO 42.- Un mismo juez no puede serlo en diversas instancias para la
decisión de un mismo punto. Nadie podrá ser juzgado más de una vez por el mismo
hecho punible. Se prohíbe reabrir causas penales fenecidas y juicios fallados con
autoridad de cosa juzgada, salvo cuando proceda el recurso de revisión. (Interpretado
por Resolución de la Sala Constitucional No.353-91 de las 16:30 horas del 12 de febrero
de 1991)." Para desentrañar el sentido y alcance de la garantía constitucional
contenida en el artículo 42, in fine, resulta necesario citar la resolución Nº 93-1991 de
las 15:00 horas del 26 de junio de 1991, dictada por la Sala Primera de la Corte
Suprema de Justicia, que en conducente indica: " ... Al resolver en forma definitiva de
las controversias sometidas a su conocimiento, el Estado, a través del Poder Judicial,
asume y pone en operación una de las más importantes funciones en él recaídas: la
jurisdiccional. Para que tal función pueda efectuarse en forma eficaz, las decisiones
inherentes a la potestad paralelamente otorgada, revisten dos características
fundamentales: inmutabilidad y definitividad absolutas. Solamente en casos de
excepción, contemplados por ley, tales características pueden ser relativas. A esta
particularidad de la función jurisdiccional, se le ha denominado en doctrina y en
jurisprudencia, COSA JUZGADA. Por medio de ella se establece que la voluntad del
Estado, contenida en la ley, es definitiva e inmutable para el caso concreto, lo cual es
básico para la certeza y seguridad jurídicas. Esa voluntad es declarada por el Juez en
sentencia. De esa manera se busca ponerle fin a los asuntos decididos en fallo judicial,
impedir sucesivo replanteamiento del conflicto, evitar la incertidumbre jurídica, todo lo
cual propende a la eficacia de la función jurisdiccional del Estado. En nuestro medio los
fallos emitidos en proceso ordinario o abreviado, así como aquellas otras resoluciones
señaladas en forma taxativa, producen la autoridad de la cosa juzgada material, la
cual está limitada --con la salvedad que adelante se consignará-- a la parte resolutiva
del fallo; sea, no comprende sus fundamentos. Para que la sentencia incida en otro
proceso mediante la cosa juzgada, es imprescindible que en ambos procesos exista
identidad de partes, causa y objeto. Esta figura estaba regulada por los artículos 721
a 726 del Código Civil; ahora lo está en los ordinales 162 a 165 del Código Procesal Civil
vigente. VII.- Tiene la cosa juzgada naturaleza estrictamente procesal, porque es una
consecuencia del proceso y de la voluntad manifestada en la ley de rito. Pero sus
efectos transcienden indirectamente el proceso, para recaer sobre las relaciones
jurídicas sustanciales, como consecuencia de la inmutabilidad de la decisión, que es su
efecto directo, con lo cual se garantiza la certeza jurídica de aquéllas. Ambos

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elementos, a saber, la inmutabilidad de la decisión y la definitividad del derecho
declarado o de su rechazo o denegación, constituyen efectos jurídicos de la cosa
juzgada: el primero directo y procesal; el segundo indirecto y sustancial. El primero
impone la prohibición a los jueces de entrar a resolver sobre el fondo de las
pretensiones objeto del debate y les confiere la facultad de detener la acción
ejercitada, ya sea a gestión de parte o de oficio; y a las partes, el derecho de obtener la
suspensión definitiva del proceso en forma total o parcial. A estas últimas les implica
además la obligación de abstenerse de revivir, mediante otros procesos, esas
pretensiones resueltas positiva o negativamente. El segundo de los elementos, sea,
la definitividad, busca que la declaración de certeza contenida en la sentencia sea
indiscutible en otros procesos, para lo cual otorga a las partes los mismos derechos y
obligaciones que concede el efecto procesal o inmutabilidad. Por esa razón, la cosa
juzgada tiene una función o eficacia negativa al prohibir a los jueces decidir de nuevo
sobre lo ya resuelto, y otra positiva, representada por la seguridad jurídica conferida a
las relaciones jurídicas sustanciales decididas. El fundamento de la cosa juzgada está,
entonces, en la potestad jurisdiccional del Estado, de la cual emana el poder suficiente
para asegurar la eficacia y los efectos de la sentencia ...". No se puede, ni se debe
ignorar el hecho de que el tópico de la cosa juzgada evidencia el conflicto y la tensión
siempre latente entre los valores justicia y seguridad. En un momento dado, resulta
necesario poner fin a la posibilidad de impugnación y revisión de las decisiones
judiciales: "Sin ese límite se correría el riesgo de que la existencia jurídica fuera una
sucesión continua de procesos y de fallos contradictorios sobre un mismo asunto..."
(Pérez Luño, Antonio-Enrique. La seguridad jurídica, Barcelona, Ariel, 1991, pp. 82-83).
Previendo la posibilidad de una solución injusta a través de este instituto, además de la
posibilidad de la revisión, el otro instrumento para lograr conciliar los imperativos de la
seguridad y los de la justicia, es otorgarle autoridad de cosa juzgada (material) sólo a
determinadas sentencias, solución del legislador que tiene respaldo constitucional. Por
ambas vías se ha limitado el alcance de la cosa juzgada (material) en orden a que, en el
afán de garantizar la seguridad jurídica, no se sacrifique innecesariamente el acceso a
la justicia cumplida. Esta Cámara estima importante diferenciar semánticamente -al
igual que lo hace la inmensa mayoría de la doctrina procesalista- la distinción entre
cosa juzgada formal y cosa juzgada material. La primera, que es propia de toda
sentencia firme, consiste en la inimpugnabilidad o irrecurribilidad de la resolución, sea,
la imposibilidad de reabrir el debate dentro del mismo proceso (por haberse
consentido la decisión o agotado los recursos procedentes contra ella), pero sin que
ello obste a su revisión en juicio declarativo posterior. La cosa juzgada material
supone, además de la inimpugnabilidad, la inmutabilidad del fallo por no ser posible
variar lo decidido ni siquiera en ulterior proceso. Esta última, que sólo es propia de la
sentencia dictada en cierto tipo de procesos, generalmente se reserva al
pronunciamiento definitivo en vía ordinaria. También existe consenso en la doctrina en
cuanto a que la sentencia dictada en vía sumaria sólo cuenta con autoridad de cosa

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juzgada formal, de suerte que resulta plenamente aceptable revertir lo resuelto
acudiendo a la vía declarativa, tal y como es la regla en el Derecho comparado, al
menos en Latinoamérica (véase, por ejemplo, Alsina, Hugo. Tratado teórico práctico de
Derecho Procesal Civil y Comercial Buenos Aires, Ediar, tomo IV, 1961, p. 124-125).
También así lo admite el mismo Eduardo Couture: " En el juicio ejecutivo o en el juicio
posesorio, llega un momento en que la decisión no admite más recurso, quedando así
cerrada toda forma de revisión en la vía ejecutiva o sumaria. Pero es principio general
en el derecho de nuestros países, que el agotamiento de los recursos en la vía ejecutiva
o sumaria no obsta a la promoción de un juicio ordinario posterior tendiente a
modificar los efectos de la cosa juzgada" (Fundamentos del Derecho Procesal
Civil. Buenos Aires, Depalma, 1958, p. 417). Ahora bien, pese a que la distinción entre
cosa juzgada formal y cosa juzgada material se encuentra plenamente consolidada en
doctrina y que la misma ha sido recogida por la jurisprudencia nacional desde hace
mucho tiempo, antes de la promulgación del Código Procesal vigente la legislación
costarricense -sustancial y procesal- no hacía expresamente tal distinción. En este
contexto, cuando se menciona la "cosa juzgada" se aludía "sólo a la sustancial y
cuando doctrinaria o jurisprudencialmente podría hablarse de una cosa juzgada
formal, la ley se refiere a una no producción de cosa juzgada" (MasísOlivas, Sergio
Arnoldo. La cosa juzgada formal en el Derecho costarricense. Tesis de grado para optar
al título de Licenciado en Derecho, San José, Facultad de Derecho de la Universidad de
Costa Rica, 1986, p. 196). La disposición más relevante, expresiva de la situación
descrita, aparecía contenida en el numeral 722 del Código Civil (artículo que resultó
derogado en 1989, con la promulgación del Código Procesal Civil): "Solamente las
sentencias definitivas dadas en materia de jurisdicción contenciosa y en vía ordinaria,
pasan en autoridad de cosa juzgada". Alberto Brenes Córdoba dijo en su momento
que: "Se denomina cosa juzgada, lo resuelto definitivamente en juicio contradictorio.
La cosa juzgada pone término al punto controvertido, pues la ley da a lo fallado
carácter irrevocable con el fin de no hacer interminables los litigios ... No todas las
sentencias que dictan los tribunales son aptas para originar la cosa juzgada: las dadas
en juicios sumarios, como los ejecutivos e interdictales, carecen de esa calidad; «no
causan instancia», como se dice en términos forenses, y por lo mismo es discutible en
juicio declarativo, llamado «ordinario», lo que en la vía sumaria fue objeto de
controversia entre los mismos interesados. Las sentencias pronunciadas en juicio
ordinario, son las que la ley especialmente tiene como condicionadas para producir tal
efecto, porque en ellas se juzga de modo definitivo el derecho disputado, después de
amplia discusión y de haberse traído a los autos todas las pruebas que se creyeron
pertinentes " (Brenes Córdoba, Alberto. Derecho Civil Obligaciones. San José, Facultad
de Derecho, 1972, p. 110-113). De lo anteriormente expuesto, se extraen dos
importantes conclusiones: (i) que al momento de promulgarse la Constitución de 1949
la legislación y doctrina costarricense entendían como "cosa juzgada" únicamente lo
que en la actualidad designamos como "cosa juzgada material"; y, (ii) que en tal época

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era pacíficamente admitido que el legislador restringiera dicha autoridad a un
particular género de sentencias: las dictadas en juicio ordinario. Hoy en día, debe
entenderse de que no necesariamente todas las sentencias son inmutables; de suerte
que el legislador está tácitamente autorizado para determinar cuáles juicios culminan
con una resolución con autoridad de cosa juzgada (material) y cuáles, por el contrario,
deciden asuntos que pueden ser plenamente revisados mediante el establecimiento
de un proceso posterior (cosa juzgada meramente formal). El análisis gramatical y
semántico del ordinal 42 de la Constitución Política vigente, autoriza a concluir que en
primer término, la norma no establece que todo juicio deba concluir con una
resolución inmutable. Tampoco se limita a prohibir la reapertura de juicios, sino una
particular categoría: aquéllos "fallados con autoridad de cosa juzgada" (entendida ésta
última, según lo analizado anteriormente, en su sentido material). A contrario sensu,
pueden existir juicios que no se fallan con tal autoridad, sea, que arriben a una
sentencia de naturaleza condicional o provisional. Además, distingue dos supuestos
diversos: las "causas penales" y los "juicios" en general. Dicha distinción sólo puede ser
razonable si presuponemos que se les está sometiendo a un régimen jurídico distinto:
en el ámbito penal, donde la cosa juzgada es una garantía absoluta para el individuo;
en los restantes juicios, dicha garantía puede ser objeto de limitaciones y matizaciones,
al reservarse la cosa juzgada (material) sólo a determinadas hipótesis. Por ello, en sede
punitiva la prohibición es aplicable a toda "causa fenecida", mientras que en materia
distinta se limita a procesos especiales: aquellos -que no son todos- que culminen en
una sentencia a la que el legislador le reconozca precisamente ese carácter inmutable
y absolutamente definitivo. Lo anterior no implica que en las distintas jurisdicciones no
pueda oponerse la excepción de cosa juzgada material si se cumple con los requisitos,
dado que nada impide a las partes litigar en varias vías un mismo asunto. Recurriendo
a criterios hermenéuticos de corte histórico, intentando así reconstruir la voluntad
constituyente, se refuerza la tesis que suscribimos. En efecto, el párrafo segundo del
artículo 42 de la Constitución Política de 1949 introduce un principio que no aparecía
contemplado en la Constitución de 1871, en virtud de una moción presentada durante
el iter constituyente; lo cual, sin embargo, no suscitó debate alguno en aquella
oportunidad (consúltense las actas Nº 111, 170 y 179 de las sesiones de la Asamblea
Constituyente). Ello nos autoriza a presumir que no se pretendía hacer innovación
normativa alguna, sino simplemente elevar a rango constitucional un principio que ya
consagraba la legislación ordinaria y que resultaba doctrinalmente pacífico en nuestro
medio; es decir, recoger en el texto fundamental una institución, de conformidad con
el sentido que la misma presentaba en tal época, dentro y fuera de Costa Rica. Desde
el siglo XIX, el Código Civil estatuía que -en principio- sólo producía cosa juzgada
(entendida en su sentido material) lo resuelto en juicio contencioso y en vía ordinaria,
como es la regla en el Derecho comparado. De lo anteriormente expuesto, se colige
claramente, que a diferencia de un proceso sumario, cuyos efectos puedan revertirse
(cosa juzgada formal); cuando en un proceso ordinario de naturaleza no penal y donde

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además ha mediado el principio de contradicción, se dicta la decisión judicial, una vez
firme, adquiere el carácter de cosa juzgada material y por ende tiene la condición de
inmutabilidad ydefinitividad absolutas, siendo su único correctivo procesal posible
frente a una eventual injusticia o error, la revisión del fallo (cuando procede y de forma
excepcional). En la causa bajo estudio, es evidente que la sentencia dictada en el
proceso ordinario agrario donde resultó vencida la empresa T Sociedad Anónima y los
demandados son precisamente C y D, quedó firme, y con ello, jurídicamente tiene la
capacidad de generar cosa juzgada material. Verificando los tres requisitos para
determinar si la resolución impugnada declaró correctamente la excepción apuntada,
se advierte diáfanamente que se trata de las mismas partes, y existe identidad de
causa y objeto (artículos 162 a 165 del Código Procesal Civil vigente), lo que sucede es
que la parte impugnante denomina de otra manera lo que ya fue dirimido, siendo en
realidad que se trata del mismo thema probandum planteado en otra sede. En efecto,
tal y como se resuelve en la resolución impugnada, ela quo reconoce que la sentencia
del proceso ordinario agrario produjo un efecto de cosa juzgada material dentro del
proceso penal, afirmando que: "Ha quedado claro para este Tribunal que la discusión
traída a juicio por la parte actora civil tenía la finalidad de destruir el carácter de cosa
juzgada de la sentencia que se dictó en un proceso ordinario agrario. Al resultar
vencida la empresa T S.A. en aquel proceso, en el cual demandó precisamente a los
aquí demandados civiles D y C, proceso finalizado con una sentencia del Tribunal
Agrario que adquirió firmeza, toda vez que no fue oportunamente impugnada en
Casación – sentencia que declaró sin lugar en todos sus extremos la demanda de T
SOCIEDAD ANÓNIMA, en tanto que acogió la contrademanda de D, y en la cual se
ordenó a la sociedad T S.A. restituir a lareconventora D el pleno goce de sus derechos
como propietaria sobre la finca Folio Real […] del partido de San José-; intentó la
sociedad perdidosa prolongar por algunos años más el litigio." (Ver folios 1143 vuelto);
Los Jueces del reenvío, fundamentaron intelectivamente la relación que existe entre el
proceso ordinario agrario y el presente proceso penal, lo que brinda identidad de
objeto e identidad de persecución (causa), a ambos litigios, por lo que establecida la
simetría entre ambos, es que acertadamente declararon con lugar la excepción de cosa
juzgada material en el proceso que nos ocupa y condenan en costas a la parte vencida.
De tal manera que no es cierto, que de manera trivial y antojadiza se resolvió el punto,
todo lo contrario, este Tribunal avala el análisis efectuado por el a quo, quien explica la
génesis del proceso penal, y las razones de las cuales se deduce que -como se indicó
antes- en esta impugnación, en realidad, se está cuestionando una vez más, lo ya
dirimido en los procesos anteriores y que constituye cosa juzgada material, es así como
los Juzgadores ponderan que: "Fue así como al resultar vencidos en el proceso
ordinario y habiendo quedado firme la sentencia por no haber recurrido
oportunamente en Casación, la empresa T S.A. formuló denuncia penal contra los
imputados alegando la existencia de una supuesta Estafa procesal con el fin de lograr
una declaratoria en el sentido de que lo resuelto por el Tribunal Agrario obedecía a un

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error, al que habrían sido inducidos los jueces CARMEN MARÍA ESCOTO FERNÁNDEZ,
LIGIA MARÍA MESÉN MADRIGAL y CARLOS BOLAÑOS CÉSPEDES por parte de dos
vecinos de Barú de Pérez Zeledón mediante la utilización de prueba espuria, falsedades
y ardides realizados con el fin de defraudar a la actora civil. ¿En qué consistió el
supuesto engaño? En la relación de hechos de la acción civil resarcitoria, que no por
extensa brilla por su claridad, se insiste hasta la saciedad en la tesis según la cual Pedro
Lezcano le vendió un lote a C, quien luego se lo vendió a su hermano F a través de un
acuerdo conciliatorio celebrado en otro proceso, el cual a su vez F a través de su
sociedad Ganadera La Novia del Barú le vendió a T S.A., terreno que es el mismo, según
ésta tesis, que fraudulentamente D inscribió a su nombre con el Folio Real número […].
Es la misma hipótesis fáctica que mantuvo la actora civil en el proceso ordinario
agrario, pero justamente en aquel no se llegó a demostrar que la finca que doña D
inscribió a su nombre mediante el procedimiento de titulación realizado ante el
INSTITUTO DE DESARROLLO AGRARIO, con una medida de una hectárea cuatro mil
seiscientos noventa y seis metros cuadrados, con plano catastrado […], fuera la misma
finca de “dos manzanas” que C le vendió a F (o a su sociedad Ganadera La Novia del
Barú S.A.) como parte de su finca [...], de quien la habría adquirido T S.A. Y esa
hipótesis tampoco fue demostrada en esta sede. Ciertamente existe prueba de que C
compró a un tal P un terreno sin inscribir sito en Dominical, distrito primero del cantón
quinto de la provincia de Puntarenas, el cual lindaba al norte con río Barú, al sur y al
oeste con F, al este en parte con F y en parte con el comprador C. Esto lo sabemos
porque la venta se hizo constar en documento privado al cual se le puso fecha cierta el
26 de febrero de 1966 por medio de escritura número 31 del tomo 3 del protocolo del
Notario Arnoldo Campos Brizuela, copia de ésta se aportó al presente proceso. En dicha
escritura se habla de un terreno sin inscribir de “una hectárea cuatrocientos noventa y
seis metros cuadrados” sito en Dominical. El comprador C procedió a levantar plano de
este terreno, el cual fue registrado en el Catastro con el número […] de la Sección
Puntarenas el 23 de enero de 1963 y se hizo constar que medía 1 hectárea 496,90
metros cuadrados, como prueba de esto se tiene la Certificación de la escritura número
31 del tomo 3 del Notario Campos Brizuela, así como las copias del Expediente 111-73
del Juzgado Civil de Pérez Zeledón y copia del plano [...] de la Sección Puntarenas de 23
de enero de 1963. Años después, el 13 de noviembre de 1976, en escritura pública
número […] del protocolo del Notario V realizan un contrato C y F, procediendo el
primero a vender al segundo, quien compareció en su condición de presidente de
Ganadera La Novia del Barú S.A. su finca inscrita en el Registro Público Partido de San
José tomo […] sita en el cantón de Pérez Zeledón, provincia de San José, con los
siguientes linderos: [...]. El vendedor C manifestó en el mismo acto de la venta que
cedía también “la posesión ejercida sobre un terreno de dos manzanas sin inscribir que
está comprendido dentro de los linderos indicados, así como el exceso de cabida que
por tal razón tiene dicho inmueble”, queda claro que las dos manzanas sin inscribir
estaban situadas dentro de la finca […] y explicaban así la demasía o “exceso” en la

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medida de dicha finca, en relación con los datos registrales de la misma, pero no se
describen como un lote independiente y mucho menos se hace mención a un plano
catastrado donde se representaran esas dos manzanas, esto es relevante porque el
plano catastrado por C número […] de un terreno que mide una hectárea cuatrocientos
noventa y seis metros con noventa decímetros cuadrados (no dos manzanas), ya
estaba inscrito en el Catastro para la fecha en que C le vendió a F su finca, inscripción
que data del 23 de enero de 1963 como se aprecia en el plano incorporado como
Evidencia 8. Y la venta que hace C a F o a la sociedad por él representada se efectúa el
13 de noviembre de 1976, de modo que si esas “dos manzanas” correspondían al
mismo lote descrito en dicho plano lo lógico era indicarlo, no sólo no se menciona el
plano sino que la medida no coincide y por el contrario, claramente se manifiesta que
esas dos manzanas son un exceso en la cabida, comprendidas dentro de los linderos del
mismo inmueble y no se identifican materialmente como un lote con determinados
linderos, ni se manifiesta que es una posesión adquirida por C, ni algún otro dato para
estimar que esas dos manzanas sean las descritas en el plano […]. La prueba de lo
anterior es la Copia certificada de la escritura número dieciséis del tomo 7 del protocolo
de V (Evidencia 6) así como el plano catastrado […] (Evidencia 8). Dijo el apoderado de
la actora civil que, en algún momento, don C tuvo intención de traspasar esas dos
manzanas a su esposa pero no lo hizo, sino más bien le vendió a F la finca, incluyendo
las dos manzanas que quedaban enclavadas, siendo que F (a través de su sociedad
Ganadera La Novia del Barú) las vendió a la actora civil T S.A., pero al conocer que
había inversionistas interesados en esas fincas, doña D acude a un procedimiento de
titulación, para inscribir ese mismo lote a su nombre, poniendo a don C y a su hijo M
como colindantes y testigos de su posesión. En primer lugar, fue el ITCO el que catastró
el plano de doña D, parcela número 28, plano presentado al Catastro desde el 17 de
diciembre de 1973 (ver Evidencia 9, plano […]), no se ha demostrado que el
procedimiento de titulación realizado por ella ante el IDA se hiciera por motivos ilícitos,
por el contrario, era lógico que una vez que se iniciaron los procedimientos de titulación
en la zona doña D al igual que muchos otros parceleros realizara la inscripción registral
de su lote y para ello usó un plano levantado muchos años antes, sin que conste prueba
alguna de que la titulación la efectuó al enterarse de que había inversionistas
interesados en las fincas de F o de su sociedad La Novia del Barú S.A., una sola prueba
de ello no escuchó este Tribunal. Tampoco se demostró que las dos manzanas que se
describen como un exceso en la cabida de la finca vendida por C a F el 13 de noviembre
de 1976, correspondieran a la propiedad que D, a través de un procedimiento de
titulación legal y que nadie impugnó en su momento, inscribió a su nombre. De modo
que aún determinado que el plano […] levantado en 1962 e inscrito en el Catastro el 23
de enero de 1963, coincide en parte con el mismo terreno catastrado en el plano de
doña D número […] que corresponde a la parcela número 28 y que fue inscrito el 8 de
enero de 1974, ese lote no es el mismo de “dos manzanas” vendido a Floriberto o a su
sociedad La Novia del Barú S.A. en la escritura número 16 del tomo 7 del protocolo de

11
V. El Informe pericial rendido por FM de folios 131 a 139 concluye que ambos planos
corresponden al mismo terreno, siendo el primero el [...], el cual fue modificado por el
plano [...], sin embargo ambos quedaron inscritos, es posible que por la antigüedad del
primer plano y el procedimiento muy básico de su levantamiento (se trata de un
croquis sin escala) se haya desechado u olvidado (véase copia del plano al folio 137 del
expediente principal, como parte de los anexos de peritaje de FM, copia certificada
también se tuvo a la vista y es la Evidencia 8 que se ha mencionado). Lo cierto es que
once años después doña D inscribe el plano de su parcela número 28 (ver copia del
plano a folio 138, anexos del Peritaje, mismo cuya copia certificada se aportó como
Evidencia 9). Según se aprecia en el montaje realizado por el perito visible a folio 135,
el lote de doña D es más grande y no sigue la misma línea que el inscrito con el número
de plano […] pero se ubica en el mismo terreno (ver Informe Pericial de folio 131 y
croquis de folios 134 y 135), esto lo confirma el Dictamen Criminalístico de Planimetría
de folios 165 a 175 donde se estudian ambos planos y se concluye que los planos […]
corresponden a una misma propiedad, siendo que las diferencias entre ambos se deben
a los métodos de levantamiento utilizados y los cambios habidos en el sitio. Pero lo que
no se ha demostrado ni pericialmente ni documentalmente ni por ningún otro medio,
es que esa propiedad que corresponde a la parcela número 28 inscrita a nombre de D,
sea el mismo terreno de “dos manzanas” que C le vendió a F como representante de La
Novia del Barú S.A. y que se describió como ubicado dentro de los linderos de la finca
[…]. No hay ningún documento donde se venda a F o a su sociedad la parcela 28, o el
lote catastrado en el plano […], de modo que cuando F en la escritura Número […]
otorgada ante los notarios Olman Vargas Cubero, Randall Rubén Sánchez Mora y V, en
el protocolo del primero, vendió el 4 de diciembre de 1992 a la empresa T S.A. la finca
de la cual dijo ser poseedor, con plano catastrado […], manifestando que la había
comprado a D pero sin que se hiciera nunca un traspaso formal, lo que estaba
vendiendo era un bien que nunca demostró haber comprado y cuya propietaria es D sin
ninguna duda. La estafa procesal consistente en el supuesto engaño al Tribunal Agrario
nunca se demostró, los imputados fueron absueltos y al conocerse en este juicio de
reenvío únicamente la cuestión civil no se ha acreditado ante este Tribunal que los
demandados hayan desplegado actos con dolo o culpa en perjuicio de la empresa
actora civil. El abogado de la actora señaló que no se pretendía discutir lo mismo que
se discutió en el juicio agrario y que no interesa si hay o no cosa juzgada respecto a
dicho proceso, porque éste que nos ocupa es por estafa procesal y en toda estafa
procesal cuando se lleva a error al juez precisamente se culmina con una sentencia
firme, dictada por error, por lo que los tribunales penales pueden ordenar que se
anulen los efectos de una sentencia dictada por un tribunal víctima de error. Pero es
que el punto central de su reclamo es la supuesta existencia de tal error, provocado por
los demandados, y eso no se demostró. Por una parte, se absolvió a los imputados del
delito de Estafa procesal, absolutoria que está firme." (ver folios 1144 vuelto a 1164
vuelto). Por lo expuesto, no se verifican los vicios denunciados por los reclamantes, ni

12
en forma alguna el a quo ha resuelto contra la normativa citada, ni lo dispuesto en su
momento por la Sala Tercera de la Corte Suprema de Justicia, toda vez que la
resolución se encuentra debidamente fundamentada en lo que fue el objeto del
reenvío. Lo correspondiente a la condenatoria en costas por la acción civil resarcitoria
se dirimirá en un Considerando posterior de esta resolución.”

2. Demasía en Bien Inmueble Sujeto a Proceso Sucesorio

[Sala Primera]iv
Voto de mayoría

"VI. Un último reclamo del recurrente, tiene que ver con una suerte de falta de
legitimación del actor. Según aquél este último no reúne los requisitos objetivos y
subjetivos que deben concurrir para que pueda darse la usucapión agraria. Arguye que
siendo el actor empleado del Instituto Nacional de Acueductos y Alcantarillados, no
viviendo, además, en el inmueble objeto de la usucapión y no dándose en su caso los
presupuestos de un estado de necesidad, al acceder a la pretensión los juzgadores
violaron, por aplicación indebida, los artículos 92 y 101 de la Ley de Tierras y
Colonización, que precisamente establecen aquellos requisitos. El reclamo supone la
actuación de esas normas en el caso bajo examen. Empero debe advertirse que el
Tribunal se pronuncia sobre una usucapión agraria común, que tiene un régimen
jurídico diverso a la usucapión agraria especial regulada por aquella ley.
La agraria común se rige por la normativa general del Código Civil. Por eso debió el
accionante demostrar el justo título y la buena fe, lo que a juicio de esta Sala pudo
cumplir. Mas para entender como se cumplieron estos requisitos, lo más apropiado es
citar algunas consideraciones pertinentes a este caso, contenidas en la sentencia de
esta Sala Nº 92 de las 10 horas del 21 de junio de 1991, donde se dijo lo siguiente:
"...IX...La doctrina y la jurisprudencia refieren al título como "negocio jurídico" y como
"causa". En primer lugar debe destacarse que lo importante del título en la usucapión
es su ubicación como requisito o condición (Artículo 853 del Código Civil) junto con la
buena fe y la posesión. Al punto que quien la alegue está obligado a probarlo (Artículo
853 ibídem), salvo que se trate de servidumbres, de muebles o del derecho de poseer,
pues el hecho de la posesión hace presumir el título mientras no se pruebe lo
contrario. Entonces, lo reflejado por estas normas -aun cuando como requisito lo
refiere como "traslativo de dominio" y luego para la prueba como "justo"- es que
tratándose de derecho de posesión el título no es necesario. Parafraseando incluso el
mismo artículo del cual se ha extraído la máxima "entratándose de muebles la
posesión vale por título", también debe agregarse otra máxima que diga
"entratándose del derecho de posesión la posesión vale por título". Esta es una
conclusión elemental y coincide con el espíritu de la naturaleza del instituto, pues
siendo la usucapión un modo de adquirir los derechos reales (Artículos 480 y 484 del

13
Código Civil), dentro del nudo consenso seguido por nuestro ordenamiento jurídico, no
podría ni debe pedirse título a quien adquiere originalmente como producto de una
toma de posesión que no tiene ningún transmitente y en que su causa de adquisición
tiene la tutela del ordenamiento...".- En el asunto que aquí nos ocupa quedó
demostrado que el actor entró en posesión sobre un inmueble que se encontraba en
estado de abandono, lo que lo identifica como poseedor originario, de donde resulta
que su posesión constituye el título idóneo para usucapir. En relación a la buena fe,
ésta se deriva de la creencia del actor de que el inmueble no tenía dueño por hallarse
en estado de abandono. De toda suerte el artículo 286 del Código Civil presume la
buena fe en caso de duda. Precisamente, respecto a este punto, la jurisprudencia de
esta Sala es reiterada, en aplicación de aquél principio, de que la mala fe debe ser
demostrada por quien la alega. Así, pueden consultarse entre otras, las sentencias
números 230 de 1990, 92 de 1991 y 68 de 1994.- En resumen, cabe concluir que no
lleva razón alguna el recurrente al acusar la violación de los artículos 92 y 101 de la Ley
de Tierras y Colonización, porque, como se expresó, la situación bajo examen es ajena
a sus previsiones. VII.- Manifiesta, finalmente, el casacionista, que el Tribunal no tuvo
en cuenta que el sujeto de la posesión agraria ad usucapionem debe ser
necesariamente un agricultor, o sea una persona que tenga por ocupación prioritaria
esta actividad sumada a la capacidad técnica que racionalmente se exige para el
ejercicio de ella, condiciones que, según agrega, no se daban en el actor. En punto a tal
censura, cabe destacar que lo trascendente para los fines que aquí interesan, es el
ejercicio de una empresa agraria, sencilla o compleja, pequeña o grande, en cuyo
propósito el sujeto o los sujetos al frente de la misma, pueden dedicarle el tiempo que
ella requiera, sin que obviamente sea indispensable que se ocupen exclusivamente de
ese menester, como tampoco que éste sea el más importante de su actividad personal.
Esta Sala, en varios pronunciamientos, ha sostenido que lo que caracteriza a la
empresaagraria es, precisamente, la existencia de una producción agrícola, que dé
lugar a beneficios económicos apreciables, tema que ha sido desarrollado por la
doctrina italiana. La autora Paola Ercoli, señala al respecto: "...Finalmente, no está
completo el cuadro de las figuras de sujetos empresarios agrícolas de tipo individual,
sin recordar, siquiera brevemente, dos ejemplos menores, que son el empresario a
tiempo parcial y los llamados "productores agrícolas". El primero, el "part time", es un
agricultor bien estudiado por los economistas agrarios europeos, que se ha estimulado
lo mismo que reducido. El legislador no lo ha regulado hasta hoy, por lo que no debe
encuadrarse dentro del modelo tradicional definido por el Código Civil Italiano. Según
Carroza la práctica de la empresa part time no se debe considerar como una
degeneración de la empresa agrícola; por el contrario producirá enormes ventajas
sobre todo por las inversiones fundiarias en las zonas desfavorecidas, aparte de ser
muy positivo que estos agricultores utilicen capitales provenientes de otros sectores
en la agricultura..." (Ercoli, Paola, síntesis de Derecho Agrario, San José, Editorial
Sapiencia, 1991, pág. 179).- En el sub júdice, si bien se demostró que el actor es

14
empleado de una empresa pública, donde labora como guarda de unos tanques
ubicados contiguo al inmueble que aquí interesa, también se demostró que de manera
sistemática y continua, ha realizado una actividad agraria en dicho inmueble en forma
personal, en ocasiones con ayuda de familiares y en otras pagando peones sobre todo
en el mantenimiento de cultivos y cercas. Es perfectamente factible que el actor, no
obstante ser empleado regular de una empresa pública, pudiere ejercer también una
actividad agraria, la cual realizada en forma continua y durante muchos años, es clara
demostración de la existencia de una pequeña empresa agraria. Por lo que respecta a
la capacidad técnica del actor, en el informe pericial de folios 63 y 64, se afirma que el
señor H., según lo evidencia la obra realizada, si contaba con los conocimientos
propios de un pequeño agricultor, por lo menos los necesarios para explotar esa
pequeña finca. VIII.- A mayor abundamiento resulta pertinente transcribir opiniones
vertidas por esta Sala reiteradas en varios fallos, que han tratado tanto el tema de la
posesión como el de la legitimación agraria y que han servido para orientar la decisión
que aquí se pronuncia. En primer lugar, la sentencia Nº 230, de 16 horas del 20 de julio
de 1990, que en su parte considerativa y en lo que interesa, señaló: "...VII.- El
fundamento de la acción reivindicatoria es la tutela del ejercicio de la propiedad. En la
síntesis filosófica del concepto se tutela no solo la titularidad, sino fundamentalmente
su ejercicio. El reconocimiento y tutela de la propiedad necesariamente implica la
existencia de un mecanismo necesario para que el propietario reúna nuevamente, bajo
una misma titularidad, todos los atributos del dominio, garantizándole el pleno
ejercicio de la posesión que constituye el atributo o derecho más importante de los
que forman la propiedad, en los términos del artículo 264 de nuestro Código Civil. En
este sentido Ennecerus, Kipp y Wolff en Alemania sostienen que "La acción de
reivindicación supone que el derecho de propiedad es negado; por hipótesis el bien
está detentado por un tercero que se pretende dueño; es ahora cuando el propietario
puede ejercer la reivindicación y éste se funda en la existencia del derecho de
propiedad y se dirige a la obtención de la posesión. La reivindicación es un efecto
necesariamente dirigido contra un poseedor que se prevalece de esa cualidad, jamás la
reivindicación será ejercida contra un detentador precario" (Obra citada, p. 453)... X.-
En cuanto a la legitimación activa, el propietario para estar legitimado debe ser el
dueño. Conforme al artículo 316 del Código Civil a todo propietario le asiste la facultad
de reclamar en juicio la cosa objeto de su propiedad, así como el libre goce de todos y
cada uno de los derechos que dicha propiedad comprende; el 320 -referido
específicamente a la acción reivindicatoria- señala que puede dirigirse contra todo el
que posea como dueño, salvo que otro la hubiere adquirido por usucapión; el 321
señala que procede incluso contra el que poseía de mala fe y ha dejado de poseer, aún
cuando el reivindicador prefiera dirigirse contra el actual poseedor. Esto quiere decir
que única y exclusivamente se encuentra legitimado en forma activa aquél que tenga
una titularidad preferente sobre el bien, de ahí que debe exigirse necesariamente al
propietario el carácter de dueño para que pueda reclamar con éxito el bien que se

15
persigue. En otras palabras para ejercer la acción reivindicatoria con éxito no basta ser
propietario con base en el Registro Público de la Propiedad, pues ello implica una mera
titularidad. Ser dueño significa haber ejercido en el bien reclamado los atributos del
dominio, y en particular haber sido poseedor, demostrando la existencia de actos
posesorios efectivos y estables conducentes a demostrar ser propietario en la realidad,
sea por sí o por sus anteriores transmitentes. Ser dueño no significa solamente serlo
conforme a un documento sino haber realizado además actos de ejercicio y de goce.
En cuanto al ejercicio a través de actos de disposición y concretamente a través de una
posesión, suficientes para demostrar que la protección judicial se da respecto de quien
en un momento determinado tuvo completos todos los atributos del dominio, en
forma plena. Sobre el particular Casación ha sostenido reiteradamente este criterio
como en la sentencia Nº 24 de 9 horas 30 minutos del 27 de marzo de 1952... XII.- En
cuando a la prueba de la legitimación activa no basta la mera presentación del título,
sino una serie de elementos por los cuales quede absolutamente clara la cualidad de
dueño, es decir se requiere la presentación de títulos y planos catastrados, la
demostración a través de testigos del ejercicio de la propiedad por parte del titular, de
donde la prueba no es solo registral sino también catastral, testimonial e incluso
pericial. Sobre el particular desde hace mucho tiempo Casación exigió la demostración
documental y pericial (Sala de Casación No. 43 de 4 horas 40 minutos del 30 de abril de
1958); estimándose también que juega un papel muy importante la posesión misma
ejercida por el propietario, de donde puede estar legitimado aún cuando su propiedad
no coincida con la medida registral y catastral. En esta forma Casación declaró con
lugar una reivindicación en que la finca fue medida "a ojo de buen cubero" sin recurrir
a un práctico (Sala de Casación, Nº 3 de las 15 horas del 10 de enero de 1962); criterios
como el anterior han generado principios como aquel de que priva el Registro Público
sobre los planos (Sala de Casación Nº 33 de las 9 horas 15 minutos del 24 de marzo de
1972); la prueba en consecuencia no puede entenderse ni mecánica, ni sencilla, y
mucho menos debe colegirse de otro tipo de actos intrascendentes. En un voto de
minoría se estableció que los recibos de la municipalidad no pueden probar la
propiedad de un inmueble (Sala de Casación Nº 88 de las 15 horas 45 minutos del 7 de
agosto 1959); y en otras de la Sala Primera civil se negó que la propiedad se pudiera
probar en virtud de cheques girados al propietario como forma de pago, y en el otro
caso con una constancia del propietario anterior (Sala Primera Civil, Nº 280 de las 8
horas 5 minutos del 11 de agosto de 1978 y Nº 154 de las 9 horas 20 minutos del 2 de
mayo de 1980). Este requisito de validez de la acción reivindicatoria, referido a la
legitimación activa, por lo señalado en doctrina, e incluso mejor concebido por la
jurisprudencia, merecen un análisis más cuidadoso tratándose del Derecho Agrario. Tal
es el caso en examen, conocido por esta Sala en aplicación del inciso a) del artículo 2)
de la Ley de Jurisdicción Agraria. Esto es así porque la propiedad sobre la cual existe
discusión ahora es la propiedad agraria, y no la meramente civil... XVII.- No existe
ilegitimidad de la posesión en muchos casos, pero para efectos de interés del caso en

16
examen, pueden citarse los más salientes como son la usucapión, el hecho de que el
demandado cuente con un título, o bien porque el ordenamiento jurídico le brinda
algún tipo de tutela al poseedor: A) Si media usucapión, o prescripción adquisitiva, la
acción reivindicatoria no puede tener éxito; ello es así según se desprende del mismo
numeral 320 del Código Civil, pues al adquirirse la propiedad por un tercero la
propiedad del anterior propietario se extingue (y en consecuencia se pierde), ello con
fundamento en los artículos 853 y siguientes del Código Civil que tutela al nuevo
propietario, y en este sentido incluso cuando existan dos títulos sobre el mismo bien la
jurisprudencia patria a partir de 1974 ha dado tutela al que además del título también
tenga la posesión: el problema de títulos repetidos sobre un mismo inmueble, aún los
convalidados por la prescripción, no puede menos de resolverse dando la preferencia a
quien ostenta completos los atributos del dominio en el caso de la posesión. (Sala de
Casación Nº 132, de las 15 horas 30 minutos del 25 de setiembre) variando el criterio
de otorgarle la reivindicación al del título más antiguo según la máxima primero en
tiempo primero en derecho (Véase al respecto PEREZ VARGAS, Víctor, Propiedad y
reivindicación de bienes inmuebles, en el libro La Propiedad, citado, p. 435-451,
especialmente p. 449-451). B) Si el demandado cuenta con título tampoco puede
prosperar la reivindicación por no configurarse el requisito de validez, y esto es lógico
porque si el demandado se ampara en un título jurídicamente válido no puede ser
calificada su posesión como ilegítima. C) También pueden darse otros casos donde no
opera la posesión ilegítima -aún cuando no se haya usucapido o no se tenga título- tal
es el caso de la tutela que le brinda el ordenamiento jurídico a los poseedores en
precario (artículos 92 y siguientes de la Ley de Tierras y Colonización Nº 2825 del 14 de
octubre de 1961 y sus reformas), pues a quien tiene la calificación del artículo 92 de la
Ley de Tierras y Colonización se le protege en cuanto se parte del criterio de que se
trata de proteger a un productor no propietario frente a un propietario no productor,
(SALAS, Oscar y BARAHONA, Rodrigo, Derecho Agrario, San José, 1980, p. 52): sobre el
particular, incluso, en función de la Ley de Poseedores en Precario Nº 88 del 13 de julio
de 1942 (origen de la Ley de Tierras y Colonización), la jurisprudencia negó la
posibilidad del ejercicio de la acción reivindicatoria (Sala de Casación, Nº 100 de las 10
horas del 6 de setiembre de 1961)... XXV.- En el presente caso los actores no
demostraron haber sido los verdaderos dueños del inmueble reclamado cuya
restitución se pedía. Solo demostraron su titularidad registral, pero no el haber
configurado su derecho como una propiedad con el ejercicio de la posesión, de donde
no se configura la propiedadagraria que requiere precisamente ser una propiedad
posesiva, una propiedad donde el trabajo humano hubiera sido expresado a través de
actos posesorios, pues solo así podía estar en presencia de una propiedad empresarial
característica del Derecho Agrario. Esta exigencia resulta fundamental porque la
propiedad se concibe como soporte de la empresa, y no importa para la solución de
este caso tanto el "tener" propio del derecho civil como el "actuar" para el fin de la
producción, y en consecuencia no existía la legitimación activa requerida para la

17
reivindicación agraria. Si bien tanto la finca reclamada por los actores, como la del
codemandado J. V. S. e incluso la que actualmente es de la Sucesión de M. S. A. (por su
orden números 37903, 98549 y 37901, del partido de Alajuela) tiene un origen común,
y muy remoto, en la finca inscrita en 1882 a nombre de J. F. S. V. (Tomo 208, folio 249,
número 14167, asiento del partido de Alajuela), con una superficie de 12 manzanas,
ello en nada hace cambiar el criterio respecto de las exigencias para la
propiedad agraria. Si aquella vieja finca Nº 14167 fue dividida en 1912 en 8 fincas cada
una con una medida de 1 hectárea 483,44 metros cuadrados, teniendo los actores una
de ellas, la Sucesión codemandada otra, y el codemandado J. V. S. 3 y media de ellas, y
por los planos catastrados se observa que en realidad no corresponden las medidas
registrales con las reales, tiene que hacer dudar bastante al juzgador sobre la realidad
misma de la finca 37903, o de sudemasía, máxime en cuanto a la petitoria marcada 13)
por la que incluso se reclama demasía sobre el área poseída... XXVIII.- La ausencia de
título que también atacan los recurrentes como fundamento para demostrar la
inexistencia de la usucapión carece igualmente de sustento pues si bien pare ello el
artículo 853 del Código Civil exige título, posesión y buena fe, acto seguido el numeral
854 aclara que se requiere "justo título", es decir como causa de adquisición, pero
excluyéndolo para tales efectos en tres situación cuando se trata de: bienes muebles
servidumbres y el derecho de posesión. Caso este último en el cual nos encontramos,
porque para estos efectos el justo título ha de entenderse que se encuentra
constituido por la posesión misma, es decir en la posesión se resumen tanto el título
como la posesión. No puede entenderse el título como documento, sino como causa
de adquisición. A mayor abundamiento, y aún cuando la norma del artículo 854 del
Código Civil es muy clara, el artículo 101 de la Ley de Tierras y Colonización Nº 2825 del
14 de octubre de 1961 y sus reformas reitera este principio señalando que cuando
medie usucapión no se requiere el título exigido por el Código Civil."; y en segundo
lugar la Nº 92 de 10 horas del 21 de junio de 1991, que en su considerando IX sostuvo
lo siguiente: ..." IX.- El recurrente, en el transcurso de todo su alegato refiere al título
para identificarlo unas veces a la posesión, otras al documento traslativo de dominio, e
incluso lo vincula con la mala fe del titulante, según se ha resumido en el Considerando
III. En cuanto al título nuestra legislación no es uniforme en relación con su
nomenclatura. Se dice "título", "título traslativo de dominio", "justo título", se
distingue entre "título inscribible" del "no inscribible", algunos son "idóneos" o
"hábiles" en contraposición con los "nulos" o "ineficaces". Puede ser que el sujeto
"tenga" o "no tenga" título, e incluso hasta se distingue el título "del poseedor" de
aquél "título supletorio" o el "posesorio". La doctrina y la jurisprudencia refieren al
título "como documento", y "como negocio jurídico" y "como causa". En primer lugar
debe destacarse que lo importante del título en la usucapión es su ubicación como
requisito o condición (artículo 853 del Código civil) junto con la buena fe y la posesión.
Al punto que quien la alegue está obligado a probarlo (artículo 853 ibídem), salvo que
se trate de servidumbres, de muebles o del derecho de poseer, pues el hecho de la

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posesión hace presumir el título mientras no se pruebe lo contrario (artículo 854).
Entonces, lo reflejado claramente por estas normas -aún cuando como requisito lo
refiere como "traslativo de dominio" y luego para la prueba como "justo"- es que
tratándose del derecho de posesión el título no es necesario. Parafraseando incluso el
mismo artículo del cual se ha extraído la máxima "entratándose de muebles la
posesión vale por título", también debe agregarse otra máxima que diga
"entratándose del derecho de posesión la posesión vale por título". Esta es una
conclusión elemental y coincide con el espíritu de la naturaleza jurídica del instituto,
pues siendo la usucapión un modo de adquirir los derechos reales (artículos 480 y 484
del Código civil), dentro del sistema del nudo consenso seguido por nuestro
ordenamiento jurídico, no podría, ni debe, pedirse título a quien adquiere
originalmente como producto de una toma de posesión en que no tiene ningún
transmitente, y en que su causa de adquisición tiene la tutela del ordenamiento. Para
este caso el título se confunde con la posesión en cuanto el título es la posesión
misma. Su carácter de "justo" radica en tener el carácter de ser lícito y para el caso ad
usucapionem, es decir reunir la posesión los requisitos de ser continua, pública y
pacífica, comportándose quien la ostenta como su verdadero titular (artículo 856 del
Código civil). Por eso cuando el Código exige "título traslativo de dominio" (artículo
853 ibídem) o cuando la Ley de Informaciones Posesorias hace referencia a su
presentación junto con otros documentos necesarios para la tramitación del
expediente, se refiere, única y exclusivamente, al caso en el cual el usucapiente
efectivamente no hubiere sido el poseedor originario sino que adquirió de otro
poseedor. En este caso sí es preciso demostrar "documentalmente" pues el
fundamento de la usucapión es proteger al poseedor original en la mayoría de los
casos pero también dar al juez la posibilidad de constatar sumando la posesión del
transmitente (artículo 863 del Código civil). Cuando en un Tribunal le exige al titulante
poseedor originario la presentación del título traslativo de dominio aún cuando
manifieste en su gestión el carácter de la adquisición, u obliguen a ese mismo titulante
a "simular" una venta con un tercero de su confianza para que haga la gestión a su
nombre, no solo se está violentando el principio de la innecesariedad del título
traslativo del poseedor originario sino que se está creando una práctica viciada. Por
esto debe bastar con que el titulante señale su "causa" de adquisición por la posesión -
no la ocupación, como erróneamente se dice pues este término es solo para muebles
(artículos 485-504 del Código de repetida cita)- y lo pruebe a través de testigos quienes
deberán declarar sobre el tiempo y los requisitos establecidos en la Ley.". IX.- De todo
lo anteriormente expuesto se sigue, que el fallo censurado no tiene los vicios que el
recurrente le achaca, lo que motiva para desestimar el recurso y confirmar por lo
mismo dicho pronunciamiento. Las costas del recurso se deben imponer a su
promovente."

19
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Universidad de Costa Rica como un proyecto de acción social, cuya actividad es de extensión docente y en
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de utilizar el material indicado.

i
ASAMBLEA LEGISLATIVA. Ley 6734 del 29/03/1982. Ley de Jurisdicción Agraria. Fecha de
vigencia desde 29/03/1982. Versión de la norma 3 de 3 del 11/05/2012. Datos de la
Publicación: Colección de leyes y decretos: Año: 1982, Semestre: 1, Tomo: 1, Página: 163.

ii
PROCURADURÍA AGRARIA. (2006). Glosario De Términos Jurídico-Agrarios. México D.F.,
Estados Unidos Mexicanos. Disponible en la Web de la Procuraduría Agraria:
http://www.pa.gob.mx/publica/glosario/glosario_2006.pdf

iii
TRIBUNAL DE APELACIÓN DE SENTENCIA PENAL DE CARTAGO. Sentencia 340 de las diez
horas con cincuenta y cinco minutos del veintinueve de junio de dos mil doce. Expediente: 00-
000841-0219-PE.

iv
SALA PRIMERA DE LA CORTE SUPREMA DE JUSTICIA. Sentencia 9 de las quince horas del
veintinueve de enero de mil novecientos noventa y siete. Expediente: 97-000009-0004-AG.

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