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Vino de puntillas por las escaleras un poco demasiado temprano hace unas
mañanas, con el sueño aún en sus ojos. Tropezando, encontró el camino a mi
cuarto de baño.
Así es como mis días transcurren en medio de este concierto de crianza. Un paso
adelante y dos pasos atrás. Constantemente estoy celebrando, y luego pongo mi
orgullo y humildad a los pies de la cruz. Vamos a ser honestos, lo haría mejor si
permanentemente estableciera un campamento allí.
Son seres humanos. Seres humanos reales, seres vivos que, de alguna manera,
Dios imaginó que estaría bien que fueran con ados a mi cuidado por este corto
tiempo en la tierra. Y la mayoría de los días esto me hace comenzar a sudar.
Literalmente. Son enérgicos y viven la vida con más volumen que la mayoría de
los niños de mis amigos, y yo sólo sé que van a canalizar su pasión interior en
grandes cualidades de liderazgo un día (por favor, Jesús, que así sea). Pero hasta
entonces, estos cuatro me tienen de rodillas.
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3/1/2018 {Nuestros hijos}… ¿Se lo diremos? – Ama a Dios Grandemente
{Mi dulce mamá y nosotros cuatro ~ cabello esponjado a los ‘80 y todo…}
¿Qué recuerdo?
Una voz suave, suave, que rara vez se alzó. Esperanza hablando en tiempos de
incertidumbre. Su Biblia marcada y leída a menudo. Oraciones desesperadas en
los rincones. Notas de aliento, picnics en la entrada, himnos cantados fuera de
tono, dedos trabajando hasta el hueso a altas horas de la noche, y un rostro que
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¿Mis hijos van a escuchar la verdad de quién es Jesús, día tras día, incluso cuando
la niña está en una llave de cabeza y la cena se está quemando en la cocina?
¿Van a oírme hablar de Vida y Luz en el refugio seguro de nuestra casa, o voy a
ceder a este mundo lleno de gente que me está haciendo simplemente estar
sudorosa y cansada?
“Yo no he sido llamada a una aldea en África, pero se me ha llamado a ser misionera en mi
propia casa para esta crítica y fugaz temporada. Y por la gracia de Dios, esta misionera
levantará otro misionero, y entonces él va a elevar a otros, y esto – ESTO, mamá cansada
– es el Reino de Dios, y vale la pena cada sencillo sacri cio sudoroso.”
Hay tantas cosas que decirles, y tan poco tiempo. ¿El mayor regalo que podemos
dar a nuestros hijos?
Decirles. Y entonces, decirles de nuevo.
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A sus pies,
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deborah pampillon
27 FEBRERO, 2014 EN 2:20 PM
amen!
Carolina de Santos
27 FEBRERO, 2014 EN 10:53 PM
He llorado leyendo este precioso artículo. Gracias a Dios por haberlo puesto ante
mis ojos y valorar la labor de mi madre y esforzar mi rol de madre. Gracias por
compartir.
Ana Esther
28 FEBRERO, 2014 EN 9:50 PM
mi Madre me enseñó el amor a Dios y ahora deseo tanto que mis hijos amen a
nuestro Señor como he aprendido a amarlo,. deseo tanto que ellos sirvan al Señor
porque sé que esto seriá una gran bendición para sus vidas. he llorado leyendo este
articulo. Gracias y Dios los bendiga.
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