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EL MUNDO DE LOS “TROPIEZOS”

Por: M Dinorah Rivera, líder Ministerio Infantil, División Interamericana


Himno de apertura – Cuando leo en la Biblia, #601
Himno de clausura – Bellas las manitas son, #604
Lectura bíblica: “Y el que recibe a un niño como éste en mi Nombre, me recibe a mí.
Mirad no tengáis en poco a alguno de estos pequeños; porque os digo que sus ángeles
en los cielos ven siempre la faz de mi Padre que está en los cielos” (Mateo 18: 5 y 10).
Música especial: “Dejad a los niños que vengan a mi” (Canto tema de Ministerio Infantil-
https://www.youtube.com/watch?v=7Map__lP8LA)

I. INTRODUCCIÓN
Hace aproximadamente un año que un amigo y compañero me recomendó y regaló un
libro titulado “¡Sí, podemos conservarlos en la iglesia!” Me llamó la atención su título
y las letras rojas que enfatizaban el poder y la iglesia. De más está decirles que soy una
persona visual y que los colores y las frases cortas, pero que dicen mucho, me llaman la
atención. Este libro impreso por nuestras casas publicadoras es una recopilación bien
escogida de escritos de hombres y mujeres de nuestra iglesia que se han convertido en
gigantes espirituales a través de la experiencia vivida. Precisamente es un tópico que le
da peso a mi convicción de que para retener a niños y jóvenes en la iglesia debemos ser
muy intencionales en nuestro trato con ellos, algo que deja mucho que desear en
algunos medios.
Quiero decirles que mi cabeza todavía está dando vueltas en busca de una respuesta
práctica y permanente para lo que ya estoy viendo desarrollarse en mi nieto de apenas
4 años de edad. Pasando unos días en casa despertaba cada día con su propio plan de
seguimiento, que incluía mi iPad, sus juguetes, la TV y su imaginación. Al llegar las horas
del sábado le explicaba ante varias de sus inquisiciones que podíamos dejar lo que me
pedía hacer para el domingo porque el sábado es un día muy especial para hablar con
Jesús, hablar de Jesús y de disfrutar de tantas cosas que ha hecho por nosotros. ¿Acaso
no todo lo que tenemos es resultado de lo que Jesús nos ha dado? – podía casi leer en
su frente. A la mañana siguiente, al despertar, lo primero que
preguntó fue ¿qué día es hoy? a lo que le contesté: “domingo”. Un grito de alegría salió
de su boca: “Yess”. Su grito de alegría me golpeó, pues mi mayor deseo es que él ame el
sábado, que su grito de alegría fuera el saber que el sábado había llegado.
Esto me llevó a una auto evaluación. ¿Cómo puedo lograr que el sábado sea, como dice
el versículo de Isaías 58:13, delicia, santa, glorioso de jehová”? El siguiente fin de
semana, viendo ya los indicios de preparación, llegó el momento cuando preguntó ¿ya
es sábado? … y su cara, no importando las explicaciones, mostraba un poco de
desencanto. Ya se imaginan lo que sucedió el día siguiente. Pero esta vez su ¡Yesss! fue
más enfático.
Podemos tener la noción de que es que no se le ha explicado bien, que está muy
secularizado, que está falto de una disciplina, pero ¿saben una cosa? No siempre la
respuesta es tan simple como nos gustaría que fuera, no siempre lo que trabaja en un
niño trabaja en el otro, y mientras tanto estoy con esa espina en el corazón pensando en
lo que debo agregar, ya sea en actividad o en palabras para lograr que ese niño que ya
empezó a desencantarse del sábado, pueda cambiar de parecido.
Y eso, mis amigos es lo que cada uno de nosotros enfrenta en el hogar y en la iglesia. No
nos conformemos con el hecho de que no todos los niños son tan vocales con lo que
sienten o que nosotros no seamos tan agudos para escuchar lo que no se oye. El
conservarlos en la iglesia comienza desde la niñez y la niñez temprana.
II. ADVERTENCIA DIVINA
En el libro de Mateo leemos palabras propias de nuestro Señor Jesucristo en relación a
los niños. Pero hoy nos detendremos especialmente en el capítulo 18. Nuestra lectura
contiene algunas de las palabras más serias que he escuchado de boca de nuestro
Salvador. Leamos juntos este pasaje.
Mateo 18

En aquel tiempo los discípulos vinieron a Jesús, diciendo: ¿Quién es el mayor en el reino
de los cielos? 2 Y llamando Jesús a un niño, lo puso en medio de ellos, 3 y dijo: De cierto
os digo, que si no os volvéis y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los
cielos. 4 Así que, cualquiera que se humille como este niño, ese es el mayor en el reino
de los cielos. 5 Y cualquiera que reciba en mi nombre a un niño como este, a mí me
recibe. 6 Y cualquiera que haga tropezar a alguno de estos pequeños que creen en mí,
mejor le fuera que se le colgase al cuello una piedra de molino de asno, y que se le
hundiese en lo profundo del mar. 7 ¡Ay del mundo por los tropiezos!, porque es
necesario que vengan tropiezos, pero ¡ay de aquel hombre por quien viene el
tropiezo! 8 Por tanto, si tu mano o tu pie te es ocasión de caer, córtalo y échalo de ti;
mejor te es entrar en la vida cojo o manco, que teniendo dos manos o dos pies ser
echado en el fuego eterno. 9 Y si tu ojo te es ocasión de caer, sácalo y échalo de ti; mejor
te es entrar con un solo ojo en la vida, que teniendo dos ojos ser echado en el infierno
de fuego. 10 Mirad que no menospreciéis a uno de estos pequeños; porque os digo que
sus ángeles en los cielos ven siempre el rostro de mi Padre que está en los cielos.

Quisiera que juntos examinásemos algunas de las formas como nosotros abiertamente
y a veces hasta con aire de autoridad, violamos y pisoteamos las palabras de Dios, como
si fueran cualquier cosa, cuando se trata de los niños.
III. EL MUNDO DE LOS TROPIEZOS
Conozco madres que se jactan de la “rectitud” de sus niños. “En mi casa hay adornos por
todas partes – dicen – mis niños se acostumbraron a no tocar nada. ¡Le pegué en las
manitas hasta que aprendió a no tocar!”. Y digo ¡bravo! Pero yo opté por tener una casa
acondicionada para niños. Es en el hogar donde los niños aprenden a explorar, a
desarrollar sus sentidos, y mientras más crecemos más aprendemos de la importancia
de los sentidos en el aprendizaje, viendo los resultados que nuestras limitaciones
ocasionaron en su desarrollo. En mi caso, yo los llevaba al museo, no vivía con ellos en
un museo. El hogar era su lugar de exploración y aprendizaje, el lugar especial para ellos,
con zonas especiales donde no se exploraba. Ya crecidos pude poner las cosas que yo
quería porque era mi tiempo. Aunque ya como abuela el ciclo se repite y con más gusto
y sabiduría. Cuántos cambios he tenido que hacer para asegurarnos de que nuestro
hogar se convierta en un lugar seguro y agradable para los nietos. Mientras están,
alteramos nuestras actividades y nuestro ambiente, no con el fin de satisfacer nuestra
necesidad sino la de ellos. Cuando salen hay que redistribuir, arreglar, y todo se hace con
gusto porque ellos son prioridad. La clave está en el amor, y para asegurarnos de que
tenga lo mejor para su desarrollo creamos un ambiente en el cual lo más importante es
él.
Muchos niños viven esperando el momento de pasar un tiempo en casa de los abuelos,
porque allí se les trata con amor y se les trata como que no hay nada más importante
que ellos.
¿Esperamos ansiosos el momento de ir a la casa de Dios? ¿Por qué o por qué no? Cuando
los niños van a la casa de Dios, ¿encuentran amor? ¿Encuentran un trato tan especial
como el que menciona Jesús?
La gran noticia es que, en el cielo, la niñez es lo más importante. Jesucristo nos dio una
vislumbre de la atmósfera celestial. “Miren que no menosprecien a uno de estos
pequeños.
Porque les digo que en el cielo los ángeles de ellos contemplan siempre el rostro de mi
Padre celestial”. En estos versículos podemos encontrar dos mensajes:
1. Dios y los ángeles participan en una comunicación activa, concentrada en cada
niño que vive en la tierra.
2. En el cielo se da el 100% de atención a los niños.

Si en el cielo los niños son los más importantes, y Dios y los ángeles se concentran en el
ministerio infantil, ¿por qué nuestras iglesias dudan en adoptar este modelo celestial?
(pág. 72)
“No tengáis en poco a alguno de estos pequeños”
Cada pequeño debe ser considerado como parte del cuerpo de Cristo, y como tal es
merecedor de la misma consideración que se da a cada adulto. Nuestra generación de
niños rebosa de dones y talentos que Dios les ha dado para que su mensaje y el servicio
a la humanidad sea completa. La permanencia de ellos en el temor de Jehová depende
de cuán parte se sientan de las actividades de la iglesia. No tengamos a poco los dones
que Dios les ha dado. Una palabra y acción de un niño puede llegar más allá de lo que
puede hacer un adulto.
Además de las palabras pronunciadas por el Maestro, la Biblia está llena de ejemplos
claros donde los niños protagonizaron un papel decisivo y de importancia en el pueblo
de Dios. Sin embargo, algunos de nosotros parecemos tener la capacidad de leer, pero
no de entender, provocando sobre nosotros el cargo del tropiezo de muchos.
IV. NUESTRA META
Nuestra meta es salvar a cada habitante de esta tierra. Cada uno de nosotros comenzó
como niño y si no aprendemos como dirigentes y como adultos a valorar genuinamente
la presencia de cada niño por la manera en que los incluimos, los tratamos y los
enseñamos, nuestra meta estará tronchada. Nosotros somos los únicos que nos
engañamos cuando pensamos que podemos engañar a los niños. Una iglesia donde los
niños son felices porque se sienten importantes es una iglesia que prospera.
Estoy segura que cada uno de nosotros quiere ver a los niños de nuestro hogar, de
nuestra iglesia y comunidad salvos para Cristo. Lo que a veces sucede es que, debido a
nuestra misma enseñanza y niñez, no hemos aprendido a desenmascarar las costumbres
que impiden que los niños lleguen a Jesús y seguimos perpetuando lo contrario a las
enseñanzas de Dios. Pero nunca es tarde, y la Palabra de Dios es viva y nueva cada día.
Me gustaría que tomásemos un momento para auto examinarnos con un sentido de
urgencia y de compromiso:
1. ¿Cuál es nuestra responsabilidad o qué debemos hacer para abrir el camino para
que los niños lleguen a Jesús?
2. ¿Qué está deteniendo el que los niños amen a Jesús o que Jesús sea algo tan poco
atractivo para ellos?
3. ¿Qué será lo poco atractivo: el Jesús que estamos presentándoles o el Jesús real
el cual no conocemos?
4. ¿Qué es aquello que contribuye a una relación que desde su inicio se convierta
en una relación permanente y de por vida entre el niño y Jesús?

Como padres y maestros a veces sentimos la urgencia de enseñar sobre Jesús. En nuestro
intento ¿decimos lo correcto? Existen algunas barreras que debemos sobrepasar
tomados de la mano de Cristo: Temor y culpabilidad.
Que Dios nos ayude a que nuestra propia experiencia de temor y sentido de culpabilidad
no sea lo que provoque una conversación sobre Dios con los niños.
Oportunidades eternas. Muchas veces perdemos oportunidades valiosas de afianzar la
fe en los niños en el diario vivir, pensando que el único lugar para hacerlo es durante el
culto familiar o en la iglesia, o con cierta persona en particular. Muchas relaciones
permanentes ocurren durante un juego de muñecas, durante una conversación casual,
durante una visita con los abuelos, etc. Los niños observan y escuchan, y no siempre
responden en el momento, sino cuando lo que ha quedado en su cabeza sale a relucir
por algo que los hace relacionar o recordar lo visto o escuchado.
Padres, nuestra forma de amar a Dios, nuestra religión y nuestra vida de fe es observada
por nuestros niños. No seamos piedra de tropiezo al representar a un Dios falso en
nuestra vida, al no educarlos en el amor de Jesús, al no hacer el culto con ellos y para
ellos y al no tratarlos e involucrarlos en nuestra vida. No nos conformemos con pensar
que el llevarlos a la iglesia les proporcionará toda la armadura que necesitan para
convertirse en seguidores de Jesús.
Enseñemos los valores correctos a nuestros hijos con nuestro ejemplo y vida. A los pies
de Jesús es donde encontraremos la sabiduría necesaria para ser los padres que él
espera que seamos.
Maestros, administradores, hermanos de iglesia. Nosotros somos los segundos modelos
de fe para nuestros niños. Debemos asumir nuestra responsabilidad con amor y gozo.
Pidamos a Dios que nos llene el corazón de amor y sabiduría para no ser piedras de
tropiezo para nuestros niños. Para que los tratemos con el respeto y el amor que se
merecen porque Dios les dio ese derecho.

IV. CONCLUSIÓN
¿Qué sucedería si cada administrador, cada pastor, cada anciano, diácono, diaconisa y
cada miembro se comprometiera con hacer de la iglesia un lugar feliz, seguro y que gire
alrededor de los menores? ¿Es éste un deseo realista? ¿Es práctico?
¿Cómo se vería, sentiría y sonaría la iglesia si nos tomáramos en serio la enseñanza de
Cristo, que el reino del cielo pertenece a los niños? ¿Será que Dios nos pide que
permitamos que en la iglesia los niños sean tan importantes, que cuando ellos se
presenten, experimenten una probada del gozo y la libertad del cielo?” (pág. 73)
Yo les aseguro que, de ser así, esta iglesia brillaría en toda su comunidad, y que crecería
de tal forma que no hubiera como contenerla. Cuando hacemos lo que Dios nos pide,
los resultados van más allá de nuestra imaginación.
¿Cuántos nos comprometemos a convertir esta iglesia en un pedacito de cielo donde los
niños y los adultos en común puedan cumplir con el mandato divino de amarnos los unos
a los otros para ir a morar con Jesús por la eternidad?
Amén. Que Dios nos ayude a todos a cumplir su Palabra y a comenzar una nueva etapa
con Jesús en la tierra y continuando la misma en el cielo para siempre.

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