Está en la página 1de 13

Ensayo académico

Alumno: Jaime González Martín. DNI: 03140966V.

En este trabajo presentaremos un resumen de los argumentos que sustenta las teorías
del realismo interno de Hilary Putnam y del realismo directo de John Searle, que aparecen
en sus obras Las mil caras del realismo y Ver las cosas tal y como son. Además,
compararemos los dos tipos de realismo y mostraremos que en ciertas ideas son
compatibles. Así, expondremos como estos dos enfoques apoyan una concepción
metafísica realista gradual, que acepta las ideas de la existencia de mundo independiente
del sujeto que sistémico y emergentista, el contacto directo perceptual, y la existencia de
representaciones lingüísticas y conceptuales de la realidad que no implican el relativismo
epistemológico. En concreto, explicaremos la teoría intencional del significado y de la
percepción de John Searle en la que se basa su enfoque del realismo directo.
El realismo interno de Putnam es una síntesis de las conclusiones alcanzadas por el
realismo científico (Sellars), el realismo de sentido común y el idealismo transcendental
de Kant. Por un lado, acepta que existen los objetos descubiertos por el método científico
como los electrones, y que existen los objetos conocidos por el sentido común como las
sillas. Por otro lado, sostiene que existe una relatividad conceptual, es decir, admite que
la mente humana construye estructuras que explican la realidad a partir de los elementos
a priori de la estructura de la mente, como las intuiciones puras (espacio- tiempo) y las
categorías puras del entendimiento según Kant. En consecuencia, niega el realismo
ingenuo y metafísico porque el mundo real no es independiente de la representaciones
conceptuales y lingüísticas que realiza el sujeto; pero tampoco acepta el relativismo
conceptual y el escepticismo radical por los que las representaciones no son correctas ni
incorrectas, y que hay tantos mundos como sujetos de conocimiento.
En otras palabras, Putnam no acepta el realismo ontológico ingenuo de la antigüedad
(Aristóteles) y de la filosofía medieval tras la crítica moderna del ideal trascendental
kantiano; pero tampoco admite la radicalización del dicho idealismo en otras corrientes
posteriores como el perspectivismo, el postmodernismo y el estructuralismo, que deducen
un relativismo y escepticismo radicales.
Putnam critica el reduccionismo del realismo científico, que es denominado por
Putnam como realismo metafísico y que asocia a la filosofía de Sellars. Concretamente
lo critica debido a que solo admite la existencia de los objetos observados y explicados
por la ciencia, y no explica la existencia de otros objetos como las mesas que también
pueden ser sometidos a la observación, experimentación y medición típicos del método
científico.
Asimismo, Putnam crítica del realismo ingenuo del sentido común que sostiene que el
mundo es independiente de las representaciones conceptuales y lingüísticas que realiza el
sujeto de conocimiento.
Putnam argumenta que la relatividad conceptual es compatible con el realismo porque
pueden existir distintas versiones válidas de la realidad, es decir, representaciones
conceptuales de la realidad legítimas. Así, la versión de sentido común que afirma que
existen objetos como las mesas es tan legítima como la versión que sostiene que en
realidad no existe la mesa si no que existen entidades de la física. Las dos versiones son
válidas y representan una misma realidad desde planos conceptuales distintos que
responden a convenciones previas. Por lo tanto, Putnam acepta que las dos versiones son
válidas y a partir de esta idea deriva la de que existen mesas y electrones dependiendo del
marco conceptual con el que se explique la realidad. A mi juicio, este argumento de
Putnam no justifica realmente que existan realmente estas entidades, ya que lo que él dice
que existen son objetos ontológicamente subjetivos, pero no objetivos. La afirmación de
la existencia de entidades como las mesas y las partículas solo es aceptable desde una
concepción realista emergentista y sistematista como han defendido M. Bunge o John
Searle. Esos dos tipos de entidades existentes pero en diferentes niveles de emergencia
dentro de los sistemas que constituyen la realidad externa, por lo que serían objetos
ontológicamente objetivos y no subjetivos como parece pensar Putnam. Dicho en otras
palabras las mesas y las partículas son objetos distintos en la realidad, no son dos formas
subjetivas de ver una misma realidad. Los objetos como las partículas se encuentran en
lo que podría denominarse un micronivel de la realidad a partir del cual emergen o
supervienen otras realidades como las mesas en un macronivel. De esta forma es
aceptable la síntesis del realismo del sentido común que afirma que existen mesas y del
realismo científico que sostiene que existen solo realidades de la física, y se evitan los
reduccionismos que ambos realismos suponen, siempre desde una concepción del
realismo emergentista y sistematista. Comentado [J1]:
En definitiva, el realismo interno sintetiza ideas de los distintos realismos y del
idealismo trascendental kantiano, para desarrollar una concepción ontológica y
epistemológica que sustenta la racionalidad humana y el progreso de todos sus productos
como la ciencia, la filosofía, la ética y la política. Por lo tanto, crítica las corrientes
filosóficas positivistas y las postmodernas, porque son reduccionistas, ya que las primeras
solo admiten la existencia de un mundo externo real independiente; y las segundas solo
afirman que existan distintos mundos en la mente de cada sujeto.
También Putnam reflexiona sobre la existencia de la cualidades primarias y
secundarias que se han distinguido desde Galileo hasta la actualidad. Este es un tema que
Searle desarrolla como explicaremos más abajo. Las concepciones de los dos autores
sobre estas entidades son semejantes. Putnam usa el concepto de disposición para explicar
la existencia y naturaleza de las cualidades secundarias. De este modo define disposición
como formas de afectar de las cosas de un modo determinado en los sujetos. Las
cualidades o propiedades secundarias no son intrínsecas a las cosas externas, sino que son
entidades subjetivas ontológicamente causadas por las cosas externas cuando entran en
contacto con la mente humana. Así, las cualidades secundarias son objetos
ontológicamente subjetivos dispuestos por las cosas externas. Además Putnam afirma que
las disposiciones no están en las cosas externas, no son propiedades intrínsecas de estas,
sino que son provocadas por estas en el sujeto generando proyecciones en los sujetos
sobre las cosas externas. Por lo tanto, entidades como la rojez, la solidez o las mesas son
proyecciones dispuestas en la mente humana por las cosas externas y que no se pueden
someter a los medios del método científico como la matematización y la medición.
Además, identifica e incluye en el mismo conjunto de las cosas del sentido común a la
rojez, la solidez y las mesas. Pero de la lectura de Putnam, de su relativismo conceptual
y de su aceptación de que existen entidades como las mesas y las partículas parece
deducirse que las entidades de la física son proyecciones de la mente dispuestas por las
cosas externas. Así, no tendría sentido aceptar la distinción entre cualidades o propiedades
primarias y secundarias. Todo serían proyecciones de la mente sobre la realidad externa
dispuestas por esta última. Desde mi punto de vista, es aceptable la distinción entre
cualidades primarias y secundarias, y cada una tiene un estatus ontológico distinto. Las
cualidades secundarias como la rojez existen como entidades ontológicamente subjetivas,
mientras que las cualidades primarias son entidades ontológicamente objetivas. Tampoco
es aceptable que se incluyan en el mismo conjunto realidades como las mesas o la rojez,
debido a que las mesas son entidades ontológicamente objetivas que han emergido de
otras cosas de un micronivel de la realidad externa sistémica. Sin embargo, la rojez es una
entidad ontológicamente subjetiva que no emerge en la realidad externa sistémica, sino
que superviene en la realidad interna de la mente humana por la intencionalidad, por la
disposición que generan las cosas externas al entrar en contacto perceptual con el sujeto
de conocimiento.
El realismo interno que Putnam acepta en Las mil caras del realismo implica, según
Putnam, la teoría de la verdad como correspondencia entre una representación única del
sujeto y como las cosas externas son en sí mismas. El realismo interno se complementa
con una concepción pragmatista de la verdad por la que ésta consiste en el éxito que tiene
una representación en su uso en un contexto determinado. De esta forma, tanto las
representaciones del sentido común como las científicas de las partículas son verdaderas
porque tienen éxito en distintos usos y contextos, aunque hagan referencia o representen
la misma realidad externa. El error de Putnam está en asumir que las dos representaciones
hablan sobre algo de la realidad externa que es lo mismo, y en realidad cada
representación habla sobre realidades cosas externas diferentes que pertenecen a nivel
emergentes diferentes. Por lo tanto, la teoría de la correspondencia no sería superada, ya
que seguiría siendo aceptable que existen diferentes representaciones para distintas
partes, niveles emergentes o entidades de la realidad externa, y no distintas
representaciones para una misma parte de la realidad como supone Putnam. La verdad es
una propiedad de las teorías, las palabras y de sus proposiciones que la adquieren o se
puede predicar de ellas cuando se corresponden sus significados con los objetos y estados
de las cosas del mundo externo. Desde la teoría de la verdad como correspondencia las
teorías físicas y las del sentido común serían verdaderas en tanto que explican diferentes
parcelas de la realidad, sin que sean aceptable cualquier reduccionismo de una teoría a la
otra. El mismo Putnam acabo rechazando el realismo interno en el desarrollo fuertemente
incoherente y autocrítico de su pensamiento; y asumió las ideas del realismo directo
cercanas a la de Searle u otros filósofos como M. Bunge, aunque siguió aceptando el
pragmatismo e intento hacerlo razonable y compatible con dicho realismo directo.
A continuación explicaremos la teoría intencional del significado de J. Searle y su
realismo directo esbozados en su obra Ver las cosas tales como son. Searle (2018) define
la intencionalidad como “esa característica de la mente por la cual se dirige a, versa sobre,
o acerca de objetos y estados cosas del mundo”(p. 44). En otros término, la mente tiene
una tendencia natural a enfocarse en un sentido sobre la realidad. Searle parte de un
naturalismo por el que se sostiene que la intencionalidad es un fenómeno biológico y que
no es exclusivo de los seres humanos, sino que también la poseen otros animales. Algunos
ejemplos que pone para apoyar esta idea son el hambre, la sed y la ira, que son observables
en diferentes especies de animales y que consisten en acciones orientadas hacia un fin. Si
bien Searle no aclara en que tipos de animales se produce concretamente estos
comportamientos. Además, el concepto de intencionalidad se puede identificar con cierta
concepción teleológica de las funciones de los animales y de sus comportamientos, ya
que sostiene que los animales tienden hacia algo en sus acciones, pensamientos,
percepciones y emociones. Esta concepción ha sido refutada por la teoría de la evolución,
que ha explicado que las los caracteres biológicos no responden a ningún fin, sino que se
forman por diferentes factores como la selección natural. En consecuencia, solo podría
ser aceptable la identificación de la intencionalidad como un fenómeno biológico en el
sentido de que es una forma de adaptación de los animales al entorno, en el sentido de
que los animales tienden a ajustar su acciones, pensamientos, percepciones o emociones
al entorno al que se tienen que adaptar. Searle diferencia en los estados intencionales dos
partes, esto es, el modo psicológico del estado mental y el contenido intencional. Los
estados intencionales subyacen a los actos de habla, y por lo tanto es el elemento que hace
posible la formación del significado. Searle acepta las teorías lingüísticas de que
ontológicamente y epistemológicamente se da primero el pensamiento y posteriormente
el lenguaje que es una forma de codificar y comunicar el pensamiento. Esta idea puede
encontrarse en conceptos como el de mentalés desarrollado por S. Pinker en su obra El
Instintito del lenguaje, que explica la existencia de una especie de lenguaje o código del
pensamiento que puede ser traducido o codificado en el lenguaje natural. Así, tanto Searle
como Pinker han mostrado que el lenguaje natural depende del pensamiento, y como el
pensamiento, los estados mentales, están constituidos por la intencionalidad, por lo tanto
el lenguaje natural también posee esa propiedad que es la intencionalidad derivada de la
naturaleza o estructura del pensamiento. De este modo, se explica que los actos de habla
tienen significado si se ajustan a las condiciones de satisfacción determinadas
previamente por la intencionalidad del pensamiento y del lenguaje natural. Por ejemplo,
si yo afirmo que la puerta está cerrada, esa proposición solo tendrá significado si se ajusta
a las condiciones de satisfacción determinadas por la intención de los estados mentales
que conciben lo que se espera que algo sea una puerta cerrada. Los estados mentales
intencionales del pensamiento determinan las condiciones para que se lleven a cabo los
actos de habla y que estos sean válidos, que tengan significado. Por lo tanto, las
condiciones de satisfacción de los actos de habla y las de los estados intencionales se
identifican, y en consecuencia, son una especie de puente o de conexión entre los estados
mentales que son representaciones y los actos de habla. El significado de las
proposiciones emitidas por un emisor es una forma de intencionalidad derivada de la
intencionalidad del pensamiento y de sus estados. En el plano de la comunicación que es
intrínseca al lenguaje, el significado de un acto de habla emitido por un emisor no se
genera porque un receptor consiga descodificar la información y reconocer las
intenciones comunicativas del lenguaje. Este fenómeno es posterior a la representación
intencional del emisor, y el significado se forma anteriormente por la mente del emisor
que impone por la intencionalidad determinadas condiciones de satisfacción a las
expresiones lingüísticas.
Con el fin de comprender mejor la teoría del significado intencionalidad y el realismo
directo de Searle es necesario explicar una serie de conceptos que él utiliza para explicar
distintos elementos de la producción del significado y del conocimiento. También, son
necesarios para comprender el realismo directo en el caso de la percepción que
explicaremos más abajo, y su crítica a lo que denomina el Mal argumento, que han
apoyado distintas corrientes filosóficas desde los idealismos de Berkeley, Descartes,
Kant; hasta el relativismos y escepticismo radical de pensadores postmodernos como
Derrida, Rorty o Foucault.
En primer lugar, Searle distingue entre contenido representacional o intencional y los
objetos intencionales. El contenido intencional es la representación estructurada por la
intencionalidad que pueden contener los estados mentales y las expresiones lingüísticas.
Sin embargo, el objeto intencional es un objeto que existe realmente en el mundo externo,
y no se trata de una entidad mental ontológicamente subjetiva, sino que lo es
objetivamente. Así, el significado se produce cuando se da un ajuste entre el contenido
intencional de acto de habla y el objeto intencional del mundo externo. En otros términos,
el significado se genera en el momento en el que los objetos intencionales del mundo
externo satisfacen las condiciones determinadas por la intención del contenido de un acto
de habla. Por ejemplo, en una proposición enunciada como “la manzana es roja”, el objeto
intencional de este acto de habla será un objeto externo y la proposición tendrá significado
si su contenido intencional, la representación sobre la realidad, se ajusta a lo que
realmente es el objeto intencional externo, es decir, si hay un ajuste entre el contenido
intencional y el objeto intencional entonces se produce el significado. Por consiguiente,
distintos actos de habla pueden tener un mismo contenido intencional y un mismo objeto
intencional. Asimismo, existen actos de habla con contenido intencional, pero sin objeto
intencional. Este último caso se presenta en el momento en que alguien produce un acto
de habla y no tiene un ajuste con un objeto intencional de mundo externo, esto es, no se
satisfacen las condiciones determinadas por la intencionalidad del contenido intencional.
Pongamos por caso que un emisor emite como acto de habla la afirmación de que “Dios
existe”, aquí existe un contenido intencional del acto de habla y de una creencia religiosa,
pero no se da un objeto intencional de la creencia y del acto de habla, porque no se ajusta
a ningún objeto intencional externo que sea realmente Dios, obviando que se trataría de
un objeto personal y no natural como en la metafísica panteísta de Spinoza.
También, Searle diferencia entre intencionalidad independiente del observador y
relativa al observador. La primera explica que el ser humano y otros animales tienen
estados mentales intencionales y pueden realizar actos de habla con contenido intencional
de forma independiente a un observador u agente externo. Yo puedo pensar y hablar sin
necesidad de hacerlo con alguien, pero en otros casos se puede hacer en contacto con
otros. Dicho en otras palabras los estados mentales y los actos de habla son
ontológicamente subjetivos en un primer momento, y si se comparten con otros seres
humanos, se comunican, entonces son epistemológicamente objetivos, pero siguen siendo
ontológicamente subjetivos.
Otra idea es la de causación intencional, que explica que el contenido intencional de
un estado mental, de un acto de habla o de una percepción es la causa o el efecto en una
relación causal. Searle no acepta la crítica a la idea de causalidad que Hume argumentó.
A diferencia de él, Searle asume que la causalidad es algo real y para justificarlo afirma
que las cuatro fuerzas básicas, es decir, la fuerza nuclear débil, fuerte, la gravedad y el
electromagnetismo, son generales y constantes en la realidad. Igualmente, afirma que en
los propios procesos lingüísticos y epistemológicos se presenta la causalidad como algo
ontológicamente objetivo, porque los estados mentales, las percepciones, las creencias,
los actos de habla u otras acciones son causas o efectos en distintos casos de los que
tenemos un conocimiento directo, sin estar mediado por ninguna representación mental o
lingüística.
Por otro lado, Searle distingue entre la existencia de lo que denomina una red
intencional y un trasfondo preintencional. Así, la red intencional es un conjunto que
incluye todos los estados intencionales, y por lo tanto todos los estados intencionales
funcionan dentro de esa red y en contacto e influencia de otros estados intencionales.
Subyaciendo a esta red intencional existe el trasfondo preintencional que está formado
por un conjunto de competencias, habilidades y destrezas de naturaleza biológica y
psicológica que posibilitan la realización de actividades físicas y sociales. Searle no
establece ningún principio o propiedades que permitan distinguir entre trasfondo
preintencional y red intencional, pero afirma que el trasfondo de capacidades
preintencional es la condición de posibilidad de que lo estados intencionales determinen
sus condiciones de satisfacción. En consecuencia, estos conceptos están explicados de
forma insuficiente y débil, de tal forma que pudieran identificarse o asemejarse a otros
conceptos filosóficos propuestos por autores o corrientes filosóficas que Searle rechaza
en muchos puntos como es el caso del concepto del de mundo de la vida de Husserl, o el
de estructura del estructuralismo.
Aunque ya hemos hecho referencia a ellas, es necesario exponer las nociones de
dirección de ajuste y de condiciones de satisfacción. La dirección de ajuste es el sentido
en el que se produce la satisfacción de las condiciones de un acto de habla, de un estado
mental, de una percepción, etc., con el mundo externo. Searle distingue diferentes tipos
de direcciones de ajustes dependiendo de la cosa que se tenga que ajustar al mundo
externo. Concretamente, en el caso de los actos de habla como las descripciones la
dirección es de palabras-a-mundo; en las órdenes, ruegos o promesas es mundo-a-
palabras; y existe un tercer grupo de actos de habla que no tiene dirección. Respecto a los
procesos cognitivos como la percepción, la memoria o la creencia, estos tienen una
dirección de ajuste mente-a-mundo. En último lugar, las voliciones como la intención en
la acción, la intención previa y el deseo tienen una dirección de mundo-a-mente.
Por otro lado, las condiciones de satisfacción son el conjunto de cosas en el que se
debe producir una correspondencia entre la mente o el acto de habla con el mundo externo
en la dirección de ajuste adecuada y determinada por la intencionalidad que subyace a
todo estado mental y acto de habla. Así, es el contenido intencional representa sus
condiciones de satisfacción.
En último lugar, Searle distingue entre representación y presentación. La
representación es un estado intencional que figura la realidad por parte del sujeto, y puede
ser tanto mental como lingüística. Es un medio a través del que podemos conocer parte
de la realidad. En el conjunto de la representación se incluyen desde las teorías científicas,
las creencias, los actos de habla, la memoria, pero no la percepción. Por lo tanto el
conocimiento que es producto de una representación supone un conocimiento mediado e
indirecto, esto es, no posibilita un conocimiento directo de la realidad externa (objetos y
estados de cosas intencionales). Sin embargo, la presentación es un estado intencional
que tiene el sujeto sobre el mundo externo, es decir, el tipo de conocimiento perceptual
es inmediato, no está mediado por ningún tipo de representación mental o lingüística. La
percepción es, según Searle, el caso paradigmático de presentación, y es en lo que se basa
como argumento más sólido para justificar su realismo directo (ingenuo).
Realizadas estas aclaraciones conceptuales, pasamos a exponer la teoría intencional
del significado de Searle. El significado de los actos de habla se produce cuando se
cumplen las condiciones de satisfacción determinadas por el contenido intencional, el
cual está causado por el y constituido por el contenido intencional previo de los estados
mentales. Esto presupone que las condiciones de satisfacción de los estados mentales se
identifican con las de los actos de habla, pero es la mente la que impone las condiciones
de satisfacción sobre el lenguaje. En consecuencia, la validez de los actos de habla, que
tengan significado, que no sean sinsentidos, depende de la intencionalidad de la mente
del individuo que establece lo que son las condiciones de satisfacción de los actos de
habla. Dicho en otras palabras es la intención de significado de la mente del individuo la
que determina que es lo que es la verdad de un enunciado. Por el contrario, el desajuste
entre en la causación intencional entre los actos de habla y sus condiciones de satisfacción
hace que estos no tengan significado, que sean sinsentidos y que no sean válidos.
Como hemos explicado la teoría de la intencionalidad no ha sido aplicada solo a la
naturaleza del lenguaje y del significado por Searle. Además, Searle ha explicado con ella
la percepción con el objetivo ulterior de fundamentar su concepción metafísica del
realismo directo (ingenuo), frente a otros realismos como el interno de Putnam o
diferentes idealismos como el trascendental de Kant. Así, en la percepción las
experiencias perceptuales son ontológicamente subjetivas, y los objetos y estados de
cosas son ontológicamente objetivos del mundo externo percibido. La percepción como
explicamos arriba es una presentación intencional directa e inmediata. La percepción
tiene contenido intencional, dirección de ajuste y condiciones de satisfacción como las
creencias, los actos de habla o los deseos, pero son de diferente tipo. El contenido
intencional de las percepciones no está determinado por el contenido intencional de los
estados mentales como es el caso de los estados lingüísticos (actos de habla). Searle
(2018) afirma que la percepción es el paradigma de la intencionalidad, y a partir de ella
se forman otros tipos de intencionalidad como la de las creencias. La percepción es un
fenómeno biológico que tiene un tipo de intencionalidad básica como otros del mismo
tipo como el hambre, la sed y la acción intencional. En este sentido, se entiende de lo
afirmado por Searle que la intencionalidad es un fenómeno biológico que surge de
procesos biológicos básicos como la percepción que ayudan a formar otros estados
intencionales como los estados mentales, y estos últimos a su vez imponen su
intencionalidad a otros estados intencionales que son los estados lingüísticos como los
actos de habla. La dirección de ajuste de la percepción es mente-a-mundo. Las
experiencias perceptuales no están dirigidas a transformar el mundo externo como las
voliciones y por lo que el mundo se ajusta a la mente. En la percepción la intencionalidad
es previa y esta debe ajustarse al mundo para que sea verídica. Como todo tipo de
intencionalidad, la percepción tiene condiciones de satisfacción. Las condiciones de
satisfacción son los objetos y los estados de cosas del mundo externo. Si el mundo externo
es como se presenta a la percepción, entonces se satisface la percepción. Por el contrario,
cuando el mundo externo no es de la misma manera a como se presenta a la percepción,
entonces no se satisface la percepción. Un ejemplo del último proceso serían las
alucinaciones. Estos procesos son los que posibilitan atribuir a la percepción
autorreflexividad causal. Asimismo, la percepción es consciente siempre, esto quiere
decir que la percepción no es un simple registro de datos, sino que presenta al sujeto una
experiencia determinada. De esta forma, Searle intenta evitar el contraargumento de que
el ser humano percibe de forma inconsciente cosas del mundo externo, como pudiera ser
el caso de la publicidad subliminal. La percepción se produce por una causación directa
de mundo-a-mente. Además, ésta no es separable del contacto con el mundo externo como
las creencias y por lo tanto no se pueden mezclar experiencias perceptuales. De ahí que
la percepción tenga la propiedad de la indexicalidad, es decir, que siempre es indéxica
porque siempre trata sobre algo presente espacial y temporalmente. Por la misma razón,
la percepción es continua y determinada, es decir, la experiencia perceptual no se puede
interrumpir, ni dividir como las creencias, ni puede determinarse de otra forma a como se
presenta. Tanto en el caso de la experiencia perceptual cuando se observa por un
telescopio o un microscopio, como en la experiencia perceptual básica sin apoyos
tecnológicos, la percepción es determinada. La tecnología mejora los defectos o
limitaciones innatos biológicamente del ser humano, pero no los distorsiona.
La teoría de la intencionalidad aplicada a la percepción es la razón en que se base
Searle para fundamentar el realismo directo. Este es un enfoque epistemológico y
ontológico (metafísico) que se denomina realista debido a que sostiene la tesis de que el
sujeto (ser humano) tiene acceso al mundo externo y real, el cual existe independiente del
sujeto y las representaciones o presentaciones que tiene sobre dicho mundo. Asimismo,
se llama directo ya que el contacto con el mundo externo es inmediato, y por lo tanto no
percibimos otra cosa previamente que él como cualquier tipo de representación mental o
lingüística.
El realismo directo se diferencia del realismo representacional e interno de Putnam,
porque este último afirma que solo conocemos de forma indirecta el mundo externo por
medio de presentaciones conceptuales (mentales, lingüísticas, perceptuales), aunque esto
no implique un relativismo y un escepticismo radical, sino que dichas representaciones
pueden ser falsas o verdaderas en base a unos concretos criterios epistemológicos. Searle
acepta la existencia de las representaciones mentales y lingüísticas, las cuales son estados
intencionales, pero las diferencias de las presentaciones que son perceptuales. Asimismo,
Searle diferencia entre la presentación del mundo y la representación de una presentación
del mundo externo. Para este filósofo, tanto el realismo representacional e interno, como
el idealismo incurren en el error de identificar la presentación perceptual del mundo y la
representación de la percepción perceptual del mundo, concluyendo que no existen
presentaciones perceptuales directas, sino únicamente distintas formas de representación.
Además, el realismo representacional e intencional piensa que los elementos de la
estructura de la mente a priori imponen una forma determinada de representar la realidad.
Dicho en otras palabras la experiencia está determinada por la estructura previa y
predeterminada de la mente, de tal forma que no podemos conocer las cosas en sí mismas,
o los noúmenos como lo denominaba Kant. En oposición, el emergentismo, el
naturalismo y la teoría de la intencionalidad perceptual explican que las propiedades de
la mente y del lenguaje están determinadas por las de la percepción que es un carácter
biológico más primitivo que la mente o el lenguaje, que han emergido evolutivamente
más tarde. Lo hemos explicado arriba, cuando hemos expuesto que la intencionalidad es
biológica, que superviene de caracteres biológicos primitivos como el hambre o la
percepción, y que estas formas de intencionalidad como la perceptual han determinado
posteriormente la forma de intencionalidad de los estados mentales y lingüísticos (actos
de habla).
Searle denomina con la expresión el Mal argumento al conjunto de argumentos que se
han dado en la historia de la filosofía en contra del realismo directo. Concretamente,
incluye al idealismo trascendental de Kant, el fenomenismo de Hume, el idealismo de
Descartes y Berkeley, el realismo interno y representacional, y el realismo cientificista
como el de Sellars. Searle crítica que estos argumentos incurren en el error de que
identifican la consciencia de un objeto por percepción, es decir, por contacto sensitivo
directo, su presentación; con la representación de esa misma percepción, De esto
concluyen que solo hay representaciones del mundo externo y por lo tanto queda refutado
el realismo directo. Searle analiza muchos tipos de argumentos que se han ofrecido, pero
hace hincapié en el argumento de la alucinación. Este razonamiento parte de la premisa
de que la percepción verídica (buena) y la alucinación tienen un elemento común que es
una entidad mental ontológicamente subjetiva, lo que en la tradición filosófica más
contemporánea se ha denominado datos sensoriales. Así, se deduce la conclusión de que
el sujeto solo conoce datos sensoriales del mundo externo, y no puede tiene percepción
directa, presentación, de objetos y estados de cosas ontológicamente objetivos. Searle
critica que en este argumento se produce una falacia de ambigüedad y que identifican dos
estados que realmente son diferentes. Se trata de una falacia de ambigüedad que se comete
cuando se identifican el significado de las expresiones ser consciente de algo y tomar
consciencia de algo. Searle dice que hay que aclarar la ambigüedad y mostrar que ser
consciente de algo se produce cuando se da una percepción, una presentación de un
objeto; y tomar consciencia de algo se corresponde con una representación de algo como
puede ser una percepción. Asimismo, Searle dice que el caso verídico de la percepción y
la alucinación no son estados intencionales idénticos, porque los dos tienen contenido
intencional, pero en la alucinación no hay objeto intencional, y por lo tanto la causación
intencional tiene su origen en causas internas al sujeto, a diferencia del caso verídico que
tiene objeto intencional y este es la causa que provoca la percepción. Esta crítica es
aplicable a otros argumentos como el del palo doblado, la moneda elíptica y la visión
doble. También en estos casos se dan dos tipos de percepciones, dos presentaciones, pero
se diferencian en que cuando veo por ejemplo el dedo doble, la causa de esa percepción
es interna al sujeto y no externa. Mientras el otro caso es el ejemplo de que tenemos
acceso directo y no mediado al mundo externo en condiciones normales, y que el mundo
externo es el objeto intencional de la presentación que determina las condiciones que se
deben satisfacer cuando se corresponde la intención de la percepción con lo que existe
realmente en el mundo externo.
En definitiva, hemos presentado el realismo interno de H. Putnam y el realismo directo
de J. Searle. Hemos mostrado como el realismo directo consigue superar las
ambigüedades y confusiones del realismo interno y del idealismo en cualquiera de sus
formas. Existe un mundo externo independiente y los podemos conocer directamente por
la percepción. Además, hemos reflexionado que el realismo directo y la teoría de la
intencionalidad aplicada al significado y a la percepción, son compatibles con el
emergentismo y el sistemismo, y con las investigaciones lingüísticas y biológicas más
actualizadas. El emergentismo explicaría como la evolución ha causado caracteres
biológicos y habilidades primitivas a partir de las cuales han emergido o supervenido
otras. La percepción sería un carácter biológico primitivo que ya tiene como propiedad la
intencionalidad. Otros caracteres biológicos que han emergido por evolución, otras
habilidades como la mente y el lenguaje han heredado esta propiedad que es la
intencionalidad y que ya estaba previamente en la percepción o en el hambre. De tal forma
que el lingüista Steven Pinker ha usado el término de instinto para referirse a ellos, en el
sentido de que los seres humanos piensan, hablan y escriben de la misma manera en la
que las arañas saben elaborar sus telas.
Bibliografía

1. Putnam, H. (1994). Las mil caras del realismo. Paidós.


2. Searle, J. (2018). Ver las cosas tal como son. Una teoría de la percepción.
Cátedra.
3. Pinker, S. (2019). El instinto del lenguaje. (3ª). Alianza Editorial.

También podría gustarte