Emprender todo un cuento

A grandes ideas grandes acciones

José Velas 1
De competencias, gestiones,
emprendimientos y planes de vida.
© Universidad de Antioquia
ISBN:
Primera edición: [25 de enero de
2015]
Ministerio de Cultura
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Cultural
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Departamento Administrativo
de Ciencia, Tecnología e
Innovación, Colciencias
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Directora General
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Directora Fomento a la
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Asesora Programa Nacional de
Ciencias Sociales y Humanas
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Consultor Innovación Social
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Empresarial - Programa Gestión
Tecnológica - Vicerrectoría de
Extensión
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Coordinadora General
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Contenidos generales
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Braulio Andrés Angulo Martínez
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Gildardo Antonio Bueno Romero
Expertos temáticos
Mario Ochoa Zapata
Comunicador
Julián Andrés Rojas Álvarez
Corrector de estilo
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Ilustrador
Luis Alfredo Vázquez Elorza
Diseño y diagramación
El presente libro orienta y
motiva el uso de los contenidos
de publicaciones previas de la
Universidad de Antioquia:
“Emprendimiento cultural
e innovación social para el
desarrollo local” 2014”.
“Emprendimiento cultural para el
Emprender todo un cuento
desarrollo local” 2013.
“Gestión y emprendimiento para
el desarrollo local a través de la
cultura” 2012.
A grandes ideas grandes acciones
José Velas 1
Proyecto apoyado por:
Departamento para la
Prosperidad Social -DPS-
Agencia Nacional para la
Superación de la Pobreza
Extrema -ANSPE-
Servicio Nacional de Aprendizaje De competencias, gestiones,
-SENA-
Unidad para la Atención y emprendimientos y planes de vida.
Reparación Integral a las Víctimas
Xxxx Xxxxxx Xxxxx.
Impresión
Ninguna parte de esta publicación
puede ser reproducida,
almacenada o transmitida en
manera alguna por ningún medio,
ya sea electrónico, mecánico de
grabación o de fotocopia, sin
permiso escrito por la Universidad
de Antioquia.
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Empresarial
Programa Gestión Tecnológica
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6 7

José Velas
Corrales es un municipio que a José Velas le ha costado
enraizado en una de las determinar. Sus libros de
vertientes de la Cordillera registros se convirtieron en una
Oriental, al noreste de mancha de borrones, números
El contenido de la obra corresponde al derecho de expresión de los autores y no compromete el pensamiento institucional Colombia. Cuenta con unos y nombres escritos unos sobre
de la Universidad de Antioquia ni desata su responsabilidad frente a terceros. Los autores asumen la responsabilidad por
los derechos de autor contenidos en la obra, así como la eventual información sensible publicada en ella. miles de habitantes, cantidad otros, porque con tanta gente
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que en los últimos a la comunidad

años ha entrado en su hacer de
y salido de la “razonero”, como él
población, la tarea lo llama. “Porque
se le ha vuelto no se trata solo de
imposible. No es dar una razón, no”,
que José tenga que eso lo hace
como oficio llevar cualquiera, hay que
estos registros, agregarle algo más y
que para eso están ese “más” debe venir
los notarios, lo hace de él, del encargado,
porque saber es su así que a cada razón
trabajo. Afirma, con le suma una vela y a
mucha seguridad, la vela una historia que
que conoce a todos la mayoría de las veces,
sus habitantes; puede hablar quienes la escuchan, la reciben
de familias completas desde tres con agrado, cuando no es que
generaciones atrás, sabe de nacimientos y de lo buscan por el placer de oírlo
muertes, de casamientos, de familias que se disminuyen porque los hablar bajo la llama sencilla de
hijos se van a las ciudades a estudiar y de otros que simplemente se una vela encendida, no importa llama y se consume la esperma,
escabullen en andanzas, sin retorno, por todo el país. si es de día o de noche. como para agregarle más. Mire,
solo mírela y verá.
Pero José ya duda de esos saberes. “Que las dudas se lo están —A usted le llegan las historias
comiendo”, dice. Primero fue lo de las velas, ya nadie las necesita como sacadas de esas velas. Así que ya no reparte velas,
en Corrales porque hasta el último rincón, sea empinado o plano, Diga la verdad, ¿usted las reza? pero siempre lleva una dentro
llega la luz eléctrica. “Con lo romántica que es la luz de la vela”, se de su mochila arhuaca (regalo
—¡Cómo se le ocurre! Suficiente de algún turista que pasó por
lamenta. Repartir velas ha sido uno de los tantos servicios que presta
magia hay en ver como baila la Corrales) para encenderla y
10
sentarse en cualquier esquina
o en un café, la mayoría de
las veces en las escalas que
conducen al atrio de la iglesia
principal, donde se reúnen a
escucharlo luego de terminar
su jornada laboral. Porque ése
es su trabajo: dar razones, y a
cada razón le tiene un precio
que depende de la distancia que
debe recorrer y de si va cargado
con alguna encomienda. A
veces hace caridad, “es que no
todos pueden pagar, así sea
poquito lo que yo cobro, pero
eso sí, yo recibo lo que me den;
si tiene arroz, arroz recibo;
si tiene carne, carne recibo,
y si no tiene ahora, deme
11
después, porque el Pecoso está
creciendo y tiene que comer,
usted sabe, un viudo solo y con
hijo… ¿Me entiende?”.
Y es también por causa del
Pecoso que a José Velas se le
están enconando las dudas. Eso
piensa esta mañana, mientras
sentado en el banquito forrado
en cuero de vaca parda y al
son de los siete campanazos
del reloj de la iglesia, espera
a Mercedes, la directora
El Centro de Artesanos de donde se congregan artesanos
del Centro de Artesanos de
Corrales, que le ha pedido que Corrales queda en una casa de y artistas para dar testimonio de
la visite por un encargo que le estilo colonial, como todas las la tradición de sus habitantes.
tiene. que rodean el parque principal. Todos los que saben algo de
Con sus altos arcos y amplios Corrales, de alguna forma,
corredores, de paredes dejan allí su huella para que
gruesas, blancas, con puertas otros lo conozcan. Sí, todos,
de madera tallada, impecable menos José que siempre se
a pesar del tiempo, el Centro ha negado a quedarse en un
de Artesanos se ha convertido solo sitio a pesar de que tenga
en el lugar de paso obligatorio auditorio para sus historias.
para los turistas que visitan No ha cedido a la invitación
a Corrales atraídos por los de Mercedes para hacer parte
trabajos en cuero. Y es allá del Centro, “si me quedo aquí,
12
¿cómo voy a saber qué es lo
que pasa por allá?, ¿no ve doña
Mercedes que caminando es
como uno recoge historias? Lo
mío es contar, pero primero
debo saber, ¿me entiende?”.
La verdad es que Mercedes lo
entiende, sabe del valor de lo
que hace José, quizá más que
él mismo.
Sentado, mirando el vuelo de
las palomas que llegan y salen
del techo de la iglesia, al otro
lado del parque, Mercedes lo
sorprende hablando solo:
—¿Qué pasa José, ya no tiene
con quién hablar que lo hace
solo?
—No, ni más faltaba doña
Merce, es qué… usted sabe,
hay cosas que a veces es mejor
discutirlas uno con uno mismo.
—¿Cómo así José?
—Preocupaciones, ¿me entiende?
—Yo sí lo entiendo. ¿Y qué es lo
que le preocupa?
—Cosas del Pecoso, doña
Merce.
13
—¿Y qué pasa con el Pecoso?, preocupación, doña Merce?
¿acaso se está manejando mal?
Y cuando termina de decir
—No, ni más faltaba. Mejor esto, José se para del banquito
muchacho no ha dado la tierra. como recordando que le habla
a Mercedes sin ponerse de pie:
—Eso yo lo sé. Entonces, ¿está
enfermo? —¡Ay!, qué pena con usted.
¡Cómo estaré! que ni siquiera
—¡No!, ¡qué tal! Hasta muy
le he dado la mano.
fuerte y saludable que es.
A Mercedes el salto súbito de
—Entonces, ¿cuál es la
José le causa risa.
preocupación?
—Pues un embeleco que le
nació.
—¡Una novia! Eso no es para
preocuparse.
—No, ojalá fuera eso. Usted
sabe que él ya está grandecito,
próximo a terminar de estudiar
y se le ha ocurrido que cuando
acabe quiere dedicarse a
dar razones como yo. ¿No le
parece suficiente motivo de
14
La verdad es que a ella la
sonrisa le llega fácil. Esta mujer,
proveniente de tierras más
calientes, supo con su sonrisa
abandonar rápidamente la
idea de ser forastera para
convertirse en un miembro más
de la comunidad de Corrales.
Con su voz fuerte, decidida, que
hace juego con esa estructura
de mujer
gruesa, de piel canela y cabello
oscuro, llegó pisando fuerte,
pero sin violencia, con la certeza
de quedarse allí; para eso tenía
las ganas y la necesidad de
ser útil, “porque yo no vine
a quitarle nada a nadie, que
trabajar sí sé y en lo que pueda
ayudar, ayudaré”. En los casi
siete años que lleva en Corrales,
nunca ha abandonado sus
vestidos largos de flores
pintadas, no estampadas,
ni las pulseras en las manos
hechas con pequeñas piedras
que, en número, no bajan
de cinco y que a cualquier
movimiento de su brazo
suenan como avisando
que ella anda por ahí.
Y esta vez también
suenan, mientras se
cubre la boca por la
risa que le produce
ver a José pararse
como si algo lo
hubiera picado.
Al parecer no es solo esto lo
que le causa risa, quizá sea
la preocupación que ve en
él, o quizá el origen de esa
preocupación.
En Corrales ocurre un
fenómeno diferente al que
plantea José, parece que
ningún hijo quiere seguir los
pasos de sus padres y mucho
menos sus labores. Cuando
terminan sus estudios se
van a otras ciudades, y si no
pueden hacerlo, prefieren
vagar por las calles antes que
15
meterse en alguna curtiembre,
a untarse de sales o a coger
una cortadora; a otros, la sola
idea de sentarse frente a un
telar o a una máquina de coser
les produce alergia, de eso se
quejan las mujeres y hombres
del pueblo que por años han
percibido el sustento gracias
a sus manos y al ingenio
heredado de sus ancestros.
Pero éste no es el caso de José
Velas, al contrario, es él quien
se opone a las aspiraciones
del Pecoso.
16
—¿Y por qué le preocupa tanto
que se haga “razonero”?
—¿Cómo que por qué, doña
Merce?, ¿no ve que de eso no vive
uno?
—¡Pero yo a usted lo estoy viendo
vivo! ¿O es que se murió y no me
he dado cuenta? Un fantasma
no es, ¿o sí?
—No se burle doña Merce, vea
que esto es muy serio. Puede
que uno de dar razones sí viva,
pero más bien regular. Es mucho
lo que hay que andar y hablar
para hacerse alguna cosita, ¿me
entiende? La plata no sobra en
este oficio, es más lo que escasea,
y yo no quiero que él pase por
estas penas.
—¿Y es que eso es propio de su
oficio? Todos los oficios requieren
esfuerzo, José, y es igual, a veces
dan mucho y a
veces poco.
Ese no es motivo para negarse.
¿Qué es lo que de verdad le
preocupa?
José, tan rápido e ingenioso
en sus respuestas, se queda
callado, como si las palabras le
faltaran. De pie, con las manos
en los bolsillos del pantalón
y la cabeza agachada, bajo la
sombra de la gorra que siempre
lleva puesta, apenas si muestra
los ojos cuando, tan solo para
responder, levanta la mirada.
Quizá por eso, por la evidencia
de las dudas, o quizá porque
Mercedes es buena oyendo,
decide posponer el encargo
que tiene para él y, como
17
conocedora del poder que una
vela encendida ejerce sobre José
para hacerlo hablar, lo invita a
que se quede. Lo hace entrar en
el Centro y, atravesando pasillos
hechos con espejos, muebles,
lámparas, mesas, colgandejos,
floreros y otros accesorios,
todos elaborados con apliques
en cuero, lo lleva hasta el salón
que queda en el último rincón
de la gran casona. Es allá
donde se imparten los talleres
para los iniciados y es el punto
18
de reunión de los asociados.
Cuatro tablones del ancho
del salón sirven de escritorios
y mesas de trabajo, las sillas
recogidas en fila contra la
pared suman unas 8 docenas,
un tablero y un escaparate,
más una sala de tres puestos
en uno de los extremos, son los
elementos que lo componen, y
es precisamente en esa sala y a
esa hora que pueden hablar sin
ser interrumpidos.
Ante la preocupación de José
por el tiempo que corre sin que
ella le diga cuál es la tarea que
le tiene, Mercedes le pide que
no se preocupe, ya verán cómo
lo recuperan después, en ese
momento el tema es otro, la
ocupación, otra. Y al parecer es
eso lo que José espera, alguien
con quien pueda compartir
esas dudas que por falta de
hablarlas se enconan en su
cabeza.
—Venga,
José, prenda esa vela
para que hablemos —le dice
Mercedes, mientras sale en
busca de café.
En la soledad del salón y ya
con la vela encendida, José
recuerda a un Pecoso decidido,
que con apenas 17 años ya cree
saber cuál será su ocupación
para toda la vida y que por razón
de esa certeza se ha negado a
trabajar en una finca, así sea de
mayordomo,
o en una tienda, o
de ayudante del cura, quizá
hasta en la Policía, oficios que
José considera más dignos,
porque por lo menos “ingresos
fijos sí tiene”, le dijo. Y el
pecoso, que todavía conserva
algunos rasgos de un cabello
que durante la niñez fue rojo
y ahora se ha tornado de un
castaño raro, parece saber
más de dignidad que el propio
José, al hacerle las preguntas
19
que definen lo digno de ser
“razonero”: “¿qué de indigno
tiene lo que usted hace, papá?
Honesto sí es, además, es
usted el que me va a enseñar y
cuando uno aprende, aprende
todo, ¿me entiende?”.
Cuando Mercedes entra en el
salón de talleres, trayendo la
bandeja con dos tazas de café,
encuentra a José sonriendo.
La muletilla: “¿me entiende?”,
que él mismo usa, ahora se le
devuelve en la voz del Pecoso,
que parece su propia voz y esto
lo hace sonreír.
Como si la conversación no se
hubiera interrumpido, José
continúa diciendo:
—Ese no es un oficio, doña
Merce. Eso es hacer lo que uno
sabe hacer, porque no sabe
hacer más.
—¿Está seguro? Hasta donde yo
sé, usted pudo hacer otra cosa.
20
¿No le estuvieron coqueteando
para que se quedara trabajando
como obrero cuando hicieron
las casas del Plancito? También
lo querían para el supermercado
de Rogelio y creo que allá iban
a darle el manejo de la bodega,
y ¿acaso no se lo quería llevar
ese señor Gustavo para que le
manejara los negocios de las
lecheras en la finca? Y ¿por qué
es que a todos les dijo que no?
¿Porque no sabía hacer más?, o
¿porque le gustaba lo que hacía?
Esas preguntas son nuevas en
la mente de José Velas y no
se queman en la llama de la
vela encendida que mira sin
pestañear, al contrario, se suman
al encono de las dudas que
atraviesan sus pensamientos,
y se parecen mucho a las que
el Pecoso le había hecho, dos
noches antes, cuando le dio a
conocer su determinación de
hacerse “razonero”.
—Es que la herencia persigue,
doña Merce, y a veces es más
fuerte que cualquier otro
impulso. A lo mejor por eso
no acepté ninguno de esos
trabajos.
Con esto, José afirma una
tradición familiar que reconoce
21
desde su abuelo Tomás y que
continúa con él, pero ahora
solo quiere que se detenga.
—Me hubiera gustado que al
Pecoso se le antojara otra cosa.
Es que dentro de poco no habrá
nada qué hacer con lo que
hacemos, ¿me entiende? Está
el correo, la radio, también los
teléfonos, la televisión. Lo único
que va a quedar aquí, de lo que
ha sido Corrales, serán las calles
empedradas, las casas blancas
y las loras atravesando el
parque; bueno, aunque puede
que esas también sean nuevas
cada vez, pero como uno no las
distingue. Dígame, doña Merce,
¿quién va mandar una razón?,
¿quién va a querer saber sobre
los fundadores o cuántas
generaciones han vivido aquí
de los conquistadores?, ¿quién
querrá saber sobre la casa más
antigua o de las ánimas que
salen en el Salto? ¿Ve por qué
me preocupo?
22
—La vida no se ha detenido,
todo ha cambiado y usted
sigue contando historias. Hasta
donde sé, el correo ya existía
con usted, igual el teléfono y
todo eso que dice que le quita
oportunidades a su oficio.
¿Cuántos días ha dejado de
trabajar? Todos los que llegan
nuevos quieren conocerlo
porque usted sabe de Corrales.
¿Alguno le ha dicho que se
guarde sus historias? Todavía
lleva encomiendas porque sabe
entregarlas, ¿el correo lo hace
23
devuelve José a esa noche en planeando, la vida no se deja
la que, sentados en la mesa del planear… Eso parece de locos.
comedor, el Pecoso le mostró
—¿Y quién le dijo eso a usted?
los planes que tenía para su
Todos hacemos planes, José,
futuro.
todos planeamos y pensamos la
—Mire, doña Merce, si hasta se vida que queremos, lo que pasa
le ocurrió dibujar cosas, dizque es que no nos damos cuenta.
los planes. Tiene una cartulina Lo hacemos inconsciente. ¿Qué
grande, llena de escritos y fotos hay de malo en que él quiera
de revistas, que yo ni siquiera ponerlo en un papel?
quise mirar. ¿Para qué? Así no
—Pero es que este trabajo no
igual? Esas son justificaciones es la vida, uno no puede andar
que ni usted mismo se las cree.
A cada pregunta le sigue un
silencio largo, como si las
palabras quisieran asentarse
firmes para dar forma a las
certezas.
El Centro de Artesanos
comienza a llenarse de ruido,
del sonido de voces, de
pisadas, de sillas que se corren,
del tintineo que hacen las
cucharas contra los pocillos,
y es este último sonido el que
24
se puede planear. ¿Dígame cómo va a
escribir uno lo que va a decir en una
razón?
—Quizá no se trate de eso.
Y de eso no se trataba, le había
dicho el Pecoso. El asunto de las
notas iba encaminado a pensarse
él en la vida y dentro de lo que
quería para su hacer. Lo que el
mismo muchacho llamó una
“planeación consciente”.
Dentro de la conversación,
Mercedes no contradice en nada los
proyectos del Pecoso, al contrario,
afirma cada acto del muchacho
como si de antemano supiera de lo
que estaba hablado, como si esos
planes que tanto atormentan a José,
hubieran salido de su propia iniciativa,
motivados por ella. La conversación, que
más parece una confesión por la actitud
concentrada de José mirando consumirse la
vela, tiene elementos del recuerdo de lo que el
Pecoso le había dicho y de la propia experiencia de
José en su oficio. Al hablar, José deja salir sus recuerdos
25
en desorden, pero Mercedes le ayuda a ordenarlos con
una habilidad que solo le da el conocimiento de lo
que están hablando y del que José aún no se ha
percatado.
—Yo nunca me hubiera imaginado cuánta
pena le produce su oficio, José. Estaba
segura de que era feliz con lo que hacía.
Esa afirmación incomoda a José,
hasta el punto de obligarlo a ponerse
de pie, a salir del círculo que le
sugiere la observación de la luz.
Da cinco pasos, quizá buscando
la forma de salir del salón, pero
no lo hace. Retrocede lo andado
y se queda de pie en el mismo
lugar, luego se quita la gorra, se
rasca la cabeza y revisa la taza
de café que está sobre la mesa.
Bebe el resto que queda en ella y
volviéndose a sentar, con la gorra
entre sus dos manos, le dice a
Mercedes, esta vez mirándola a
ella y no a la vela:
—Eso no es cierto, he sido feliz con
lo que hago. Pero podría enumerar
26
cuántas razones e historias
he contado por cada ladrillo
que tiene mi casa, y eso que
apenas logré hacerle dos
piezas. Además, véame, ¿ve
usted alguna mujer a mi lado?,
¿sabe usted de mis soledades?,
que si no fuera por ese Pecoso,
andaría más solo que el ánima
del cuento. ¿Usted cree que yo
quiero eso para el muchacho?
La verdad es que el entusiasmo
que José veía en el Pecoso
lo atemorizaba, así se lo dijo
esa noche: “tanto entusiasmo
no deja ver, mijo”. Pero el
muchacho no cedía ante las
dudas del papá. Estaba seguro
de que cualquier proyecto,
basado en la experiencia,
podría adquirir la grandeza
que tanto anhela José para él,
su hijo. Igual hizo Mercedes al
afirmar:
—Lo que usted tiene es miedo,
José. Además está pensando
por usted, no por él. Dígame,
¿el muchacho no es capaz?,
27
¿cree que le faltan habilidades hacerlo también. Dizque ellos
para hacerlo? quieren unirse a él y volverse
“razoneros” y contadores de
—¡No!, ¿cómo se le ocurre?
historias. ¿Cómo va a hacerse
Al contrario, las tiene todas
uno responsable de esa gente?
y hasta fácil que aprende. Es
¿Y si les pasa como a Juancho,
buen conversador y de tanto
el del talabartero, que empezó
caminar conmigo ya se sabe la
con mucho entusiasmo y se
mitad de las historias y otras
le fue quedando, quedando,
que él mismo ha recogido.
hasta que de tanto hacer las
Pero es que… ¡Imagínese!,
cosas regular y sin ganas casi
se le ocurrió que Hernandito,
arruina al pobre viejo?
el de Chucho; Pablo el hijo
del policía y Alicia, la menor —Volvemos a lo mismo.
de las Zuluaga, pueden
28 29

Lo único que usted tiene es miedo
y con el miedo no se resuelve
nada. Por qué no le da un
poquito de confianza. Ese miedo
es suyo, porque hasta donde
dice, parece que el muchacho
lo puede hacer. Además, ¿quién
le dijo a usted que eso lo tiene
que hacer solo? La idea de unirse
a otros es buena, entre ellos se
ayudan. Si lo que le preocupa
es que se quede sin educación,
eso no va a pasar, ahora las
cosas son muy distintas, él, con
seguridad, tendrá que estudiar y
prepararse.

No le corte las alas, José, que así, todos hacíamos de a poquito

aquí hay mucha gente que
empezó igual y hubo quien los
preparara. O si no vea, míreme
a mí, mire este lugar… ¿Esto le
parece pequeño? No siempre fue
y ahora no damos abasto.
Déjeme que le cuente cómo fue,
a lo mejor el saber le quita tanta
duda y cambia de opinión.
 30
Para responder
1. ¿Dónde ocurre la historia y cuáles son los personajes
principales?
2. ¿Qué problema plantea la historia?
3. Enumere las características de personalidad más
sobresalientes en los tres personajes.
4. ¿Por qué José se convirtió en “razonero”?
5. José no solo da razones, también lleva encomiendas y
cuenta historias. ¿Considera que su labor le aporta al
desarrollo de la sociedad?
6. De acuerdo con lo narrado, ¿qué es lo que le impide a
José aceptar la decisión del Pecoso?
7. Defina en una palabra lo que significa el trabajo de
José para el Pecoso.
31
8. Mercedes le dice a José que la idea de unirse a otros es
buena porque entre ellos se ayudan. ¿En qué consiste
esta ayuda? Identifique por lo menos tres formas de
colaboración con la idea del Pecoso.
9. El Pecoso quiere ser “razonero”, ¿qué habilidades
considera José que tiene el Pecoso para emprender
su labor?
10. Si los mitos son: “una situación, historia o cosa a la que
se le atribuyen características que no posee, lo cual
genera una realidad que no tiene”. ¿Considera usted
que la afirmación que hace José al decir: “ese no es
un oficio, doña Merce, eso es hacer lo que uno sabe
hacer porque no sabe hacer más”, es una realidad o
un mito?
11. En el cuento, el Pecoso quiere aprovechar
la experiencia que ha vivido con José
como “razonero” y contador de historias.
En ese oficio ve una oportunidad y un
reto para él mismo. Para éste se requiere
de una mentalidad emprendedora. ¿Cree
que el Pecoso posee esa mentalidad?
Enumere algunas características de la
mentalidad emprendedora que le pueden
ayudar al Pecoso en su plan de vida.
 32

12. Cuando Mercedes dice: “déjeme que le cuente cómo

fue, a lo mejor el saber le quita tanta duda y cambia
de opinión”, ¿afirma que el conocimiento permite la
eliminación de los temores?
13. Teniendo en cuenta que la competencia es la suma
de tres dimensiones (ser, saber y hacer), diga qué
actitudes, habilidades y conocimientos tenía el Pecoso
para desarrollar la actividad de razonero.
14. A José no le gustó la idea de planear la vida como lo
estaba haciendo el Pecoso en su cartelera. Si tuviera
que elegir entre permitir que las situaciones se
resuelvan solas como afirma José o planear lo que
quiere de su vida y su proyecto de trabajo, ¿cuál de las
dos opciones elegiría usted y cómo lo haría?

Esta publicación se termino de imprimir el XX de enero de

2015
 De competencias, gestiones,
1 José Velas emprendimientos y planes de vida.

De normas, políticas, derechos de autor,

2 Mercedez desarrollo y cultura

De empresa cultural, cadena de valor,

3 El Pecoso modelo de negocio e innovación social

Proyecto operado por la Unidad de Emprendimiento Empresarial del

Programa Gestión Tecnológica - Vicerectoría de Extensión - Universidad de Antioquia
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