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Historia de la Celebración del Adviento

Historia de la celebración.

Los datos sobre el adviento se remontan al s. IV, caracterizándose este tiempo


tanto por su sentido escatológico como por ser preparación a la navidad; de lo anterior
y como consecuencia se ha discutido no poco sobre el significado originario del
adviento: algunos especialistas han optado por la tesis del adviento orientado a la
navidad y otros por la tesis del adviento escatológico. La reforma litúrgica del Vat. II
intencionadamente ha querido salvar uno y otro carácter. A continuación,
abordaremos a más detalle y de manera sintética algunos datos que la investigación
histórica nos aporta al respecto.

Prehistoria del adviento en las Galias e Hispania.

En base a los testimonios más antiguos podemos hoy en día hablar de que los
orígenes del adviento se remontan al siglo IV en el territorio de las Galias (hoy parte
de Francia) e Hispania (hoy España) a manera de lo que podríamos denominar una
“prehistoria” del adviento. Los motivos que suscitaron su surgimiento pueden ser
diversos:
• Por una parte, a medida que las fiestas de navidad (festividad de origen
occidental romano) y epifanía (festividad de origen oriental) iban cobrando, en el
marco del año litúrgico, una mayor relevancia, en esa misma medida fue
configurándose como una necesidad vital la existencia de un breve período de
preparación que evocara, al mismo tiempo, la larga espera mesiánica.


• Por otra parte, habría que considerar también un cierto fenómeno de
mimetismo litúrgico que invitaría a plasmar en el adviento lo que la cuaresma es en
referencia a la pascua. Lo anterior lo vemos reflejado, por ejemplo, en la praxis de
celebrar el bautismo en algunas Iglesias de occidente en la festividad de la epifanía
(exportada del oriente), especialmente en Galia y España, lo cual motivaría también la
institución de un tiempo de preparación catecumenaI a imitación de la praxis
catecumenal original dentro de la cuaresma como preparación a la recepción del
bautismo en la pascua. Este último hecho, expresado aquí en términos de hipótesis,
explicaría por qué el adviento aparece primeramente en Galia y en España no como
preparación a la solemnidad del 25 de diciembre, sino como preparación a la fiesta de
epifanía.

El primer testimonio, dentro del contexto de las Galias, es de san Hilario de Poitiers y
se remonta hacia el año 3601. En él se habla de un período de tres semanas que
comenzaría el 17 de diciembre y terminaría el 6 de enero, fiesta de la epifanía 2, fecha
en que la Iglesia Gala celebraba el adventus o nacimiento del Señor (en oriente
durante el siglo IV celebraban el acontecimiento teológico nacimiento del Señor en la
festividad de la epifanía y no el 25 de diciembre según la costumbre occidental
romana).

El otro testimonio nos lo brinda el canon 4 del primer concilio de Zaragoza, celebrado
el año 380, el cual afirma: «Que ninguno falte a la iglesia en las tres semanas que
preceden a la epifanía. Además, prosigue: En los veintiún días que hay entre el 17 de
diciembre hasta la epifanía, que es el 6 de enero, no se ausente nadie de la iglesia
durante todo el día, ni se oculte en su casa, ni se marche a su hacienda, ni se dirija a
los montes, ni ande descalzo, sino que asista a la iglesia, y los admitidos que no
hicieren así sean anatematizados para siempre. Todos los obispos dijeron: sea
anatema»

Estos dos testimonios nos permiten diagnosticar que el adviento comienza a tomar
cuerpo en el ámbito te las Iglesias gala y española en la segunda mitad del siglo IV. Al
principio ni siquiera se llama adviento. Es un tiempo de preparación a la fiesta de
epifanía que dura tres semanas. Hay que anotar, sin embargo, que de esta primera
fase original no se encuentra ningún rastro en los libros litúrgicos más antiguos. Más
aún, estas tres semanas de preparación habría que entenderlas en el marco de la
piedad y de la ascesis cristiana, al margen de estructuras litúrgicas consolidadas y
estables, bien como acompañamiento de la comunidad a quienes se preparaban al
bautismo, o bien como reacción contra los saturnales paganos, que tenían lugar
precisamente durante esos días.

A finales del siglo V comienza a dibujarse en Galia una nueva imagen del adviento.
No se trata ya de tres semanas, sino de un largo período de cuarenta días que daba
comienzo a partir del día de san Martín (15 de noviembre) y se prolongaba hasta el
día de navidad. Se trataba, pues, de una verdadera «cuaresma de invierno» o, como
prefieren otros, «cuaresma de san Martín».

En España, la evolución del adviento se orienta en el mismo sentido. Los libros


litúrgicos, que reflejan la liturgia hispana del siglo VII, nos ofrecen un adviento de
treinta y nueve días. Comenzaba el día de san Acisclo (17 de noviembre) y terminaba
el día de navidad.

A pesar de las evidentes afinidades entre la cuaresma y este adviento de cuarenta


días, sería un error interpretar ambos períodos de tiempo con el mismo patrón. En
ambos casos se trata de un período de preparación. Pero en adviento la práctica
penitencial del ayuno no tuvo jamás la relevancia que tenía en cuaresma. Adviento, en
esta segunda fase, venía a ser un tiempo consagrado a una vida cristiana más intensa
y más consciente, con una asistencia más asidua a las celebraciones litúrgicas que
ofrecían un marco adecuado a la piedad cristiana.
El adviento en Roma.

La institución del adviento no aparece en Roma hasta mediados del siglo VI (si es
válida la hipótesis de la institución del adviento atribuida al papa Siricio). Los primeros
testimonios los encontramos en los libros litúrgicos. Precisamente en el Sacrametario
gelasiano. En una primera fase, gracias al sacramentario gelasiano vetus (fórmulas
para la celebración de la misa del rito romano celebrada por los presbíteros) sabemos
que el adviento romano incluía seis domingos (todavía hoy es así en el rito
ambrosiano). Posteriormente, por el testimonio del sacramentario Adriano-Gregoriano
(fórmulas para la celebración de la misa papal del rito romano) sabemos a partir de
san Gregario Magno, quedará reducido a cuatro. El motivo que lo llevó a hacer este
cambio fue el de diferenciar claramente el tiempo de Advientodel tiempo de Cuaresma
y hacerlo coincidir, más o menos, con el mes de diciembre, llegando así hasta
nosotros. Ambas tradiciones litúrgicas subsistieron en Roma hasta que por el siglo XII-
XIII los libros litúrgicos de esa época nos dan testimonio que la costumbre de las 4
semanas se impone lo cual podemos decir que fue un proceso gradual y dinámico: De
subsistir en dentro de la diócesis de Roma ambas tradiciones celebrativas hasta que
en plena edad media quedó fijada no solo para la Diócesis de Roma sino para la
totalidad de la Iglesia en occidente la costumbre de un adviento de 4 semanas. Sin
embargo, el modo de identificar los domingos de este tiempo no se fijó sino hasta
1604.

En cuanto al sentido del adviento como preparación a la venida histórica en la navidad


y como tiempo de espera ante su venida histórica dentro del rito romano ha ido
fluctuando de manera accidentada por la misma cuestión de la coexistencia de la
tradición celebrativa presbiteral y la papal testimoniadas por los ya mencionados
sacramentarios Gelasiano vetus (números 1120-1156) y Adriano-Gregoriano
(números 778-813), respectivamente. En el primero el acento es sobre la venida
escatológica en la gloria de la parusía, en el segundo sobre la venida histórica en la
humildad de la carne. Resulta muy difícil todavía llegar a definir con precisión en base
a las fuentes disponibles y discutido entre los autores cual fue el significado primitivo
del adviento en la liturgia y si hubo cambios de significados del adviento venida
histórica al adviento venida final o escatológica, o viceversa. Al respecto los
especialistas liturgistas no se han puesto de acuerdo. Lo que sí podemos decir que se
llegó a un punto en el que ambos significados subsistieron, aunque en épocas
diversas acentuándose uno u otro sin excluirse, este fenómeno se deberá en parte a
las circunstancias históricas de los cristianos que influirán en los elementos sujetos a
cambio dentro de la celebración litúrgica y los tiempos litúrgicos.

En la sucesiva evolución del Adviento durante la edad media, se introducirán


elementos típicamente relacionados con el misterio de la Navidad, como por ejemplo:
el canto Rorate coeli desuper y más tarde las antífonas mayores del Magnificat que
comienzan con la palabra O, con su hermosa y característica melodía gregoriana.
Estos textos constituyen una síntesis de la historia de la espera del Mesías, una
proclamación de sus títulos y sus funciones, una actualización del deseo de su venida
a través del grito: ¡Ven!, que hace de la oración de los justos del Antiguo Testamento
la plegaria de la Iglesia hasta que el Señor vuelva.
El tema de las venidas y de la esperanza inspira los sermones de san Bernardo sobre
el Adviento, se actualiza en algunas estrofas de las poesías de san Juan de la Cruz
sobre el prólogo del evangelio de Juan en el que inserta la espera y la esperanza de
los justos del Antiguo Testamento. Una espiritualidad que marca con fuerza la vida de
los fieles a través de la historia hasta nuestros días.

Desde el siglo XIII hasta 1962 por el cambio para este tiempo del título Adventus
Domini suprimiendo el Domini (conectado con la dimensión escatológica
neotestamentaria de la venida del Señor), por el testimonio del misal de 1962 (forma
extraordinaria de la misa según el rito romano) y la encíclica mediator Dei de Pio XII
se acentuó el significado del adviento como tiempo de preparación de los fieles para
la celebración de la navidad, un tiempo más de índole penitencial que de espera
gozosa (debido a que en la teología de los texto litúrgicos se dejó en segundo plano la
dimensión escatológica de este tiempo)

En la actualidad la reforma litúrgica del concilio Vaticano II dentro de las normas


universales sobre el año litúrgico y el calendario sigue manteniendo el doble
significado del adviento el cual no se contrapone sino que se implican: la venida
histórica hacia la preparación de la conmemoración de la navidad abre la puerta hacia
la preparación en la esperanza de la venida última cuya celebración de la navidad es
ya en cierto modo una pregustación anticipada de la parusía a la luz del misterio
pascual, centro y eje del misterio de Cristo y de toda la historia de salvación, cuyo
inicio es el acontecimiento de la encarnación-nacimiento de Cristo, y manifestación
última y consumada la parusía del Señor.

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