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Un onubense saca a la luz una parte oculta de la Guerra de

África
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Antonio F. Tristancho

Un onubense saca a la luz una parte oculta de la Guerra de África

Hay ocasiones en las que un acontecimiento histórico narrado por la prensa o la televisión
reaviva el interés por la época. Esto está sucediendo con la serie emitida por Antena 3 y titulada
‘Tiempos de guerra’, centrada en la Guerra de África librada en los años veinte. Hablando de esta
serie en una taberna de Galaroza, alguien recordó un viejo manuscrito de un familiar sobre el
tema y se puso manos a la obra. Por fin, una investigación ha rescatado del olvido una libreta
que relata las vivencias de un cachonero en la Guerra de África. Se trata de Rafael Navarro
Tovar, quien vivió en primera persona los acontecimientos bélicos de principios del siglo pasado
en el continente vecino. El trabajo ha sido llevado a cabo por su nieto, Jesús Ortega Navarro,
colaborador de la Asociación Cultural Lieva, quien ha impulsado el estudio sobre el cuaderno,
que está fechado el 3 de octubre de 1923 y narra la Campaña en África desde el 28 de julio de
1921 hasta el 18 de octubre de 1922.

El documento comienza con una cita sobre su contenido, “Esta libreta contiene todo lo que me
ocurrió mientras estaba cumpliendo el servicio militar, que es algo histórico, por el motivo de que
estábamos en periodo de Guerra”, y continúa con el propio nombre del autor y los datos del lugar
donde servía, el Regimiento de Infantería Cuenca Nº 27, 3ª Compañía, Vitoria.

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El militar describe la salida desde Vitoria, el embarque en Bilbao hacia tierras africanas y las
fatigas pasadas en el campamento, durmiendo en el suelo y con muy poco agua para beber.
Larache y Nuade fueron sus primeros destinos, con marchas de hasta 25 kilómetros diarios y “un
calor que nos quemaba”. Según su testimonio, “la sed era más temida que la muerte”, por lo que
cambiaban el agua por vino y se adentraban en territorio enemigo en busca del líquido elemento.

El 29 de agosto de 1921 llegaron a Nevada y a los dos días de estar en este campamento
tuvieron la primera escaramuza bélica. Se oyó un tiroteo en el Río y “era que estaban atacando
los moros a la cuarta Compañía que se encontraba en el Río, a unos dos kilómetros del
Campamento”. Fueron a ayudar a los compatriotas, pero “por pronto que acudimos en defensa
de aquellos pobres que se encontraban en el Río, ya cuando llegamos nosotros, los moros
habían hecho de las suyas. Llegando nosotros ya vimos allí los muertos y heridos, y algunos
pobres que murieron desnudos porque se estaban lavando las ropas”.

En este Campamento estuvieron desde el día 29 de agosto hasta el día 9 de noviembre, a pesar
de que había constantes ataques enemigos y de que “el agua estaba muy escasa y muy lejos, lo
cual era la causa de que cayéramos tantos malos. Había veces que teníamos que beber barro
por agua”.

Estuvieron posteriormente en el campamento ‘Ras Renel’ y en Larache, saliendo el 15 de


diciembre para las primeras operaciones de Berbel. Se cuenta lo allí sucedido, con
enfrentamientos con los marroquíes, saliendo a las cinco de la mañana y sin poder retirarse
“hasta las ocho de la noche, porque el enemigo era numeroso, sin poder utilizar los cañones y
llevando de noche a los heridos y muertos en camilla sin poder ver nada. “Los oficiales iban
delante de nosotros encendiendo cerillas y dándole fuego a las matas para que nosotros
pudiéramos ver, continúa Navarro, y gracias que aquella noche no nos atacaron, porque el
enemigo estaba bastante retirado, que si no nos hubieran matado, porque no sabíamos ni por
donde andábamos. Por fin, pudimos llegar al Campamento a las diez de la noche, muertos de
cansados y todos llenos de fango”.

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Tras muchas idas, venidas, caminatas y campamentos recorridos, llegaron a Muire, donde
permanecieron hasta el 21 de enero. El combate más feroz fue el 18, en que “las balas llovían de
todas partes y no dejaban de caer mulos y caballos muertos, y mucho heridos”. El relato es
estremecedor, ya que se indica que “aquel día fue uno de los peores de la Campaña, las balas
pasaban encima de nosotros, ya no pensaba uno en la muerte ni en nada.Por fin, pudimos hacer
la retirada a las siete de la tarde; que bien creíamos que tenía que ser más tarde. Llegamos al
campamento muertos de cansados, con cerca de once kilómetros de camino que había de la
línea de fuego al campamento y con un muerto a cuestas. Estaba casi lloviendo, todo el camino
lleno de fango. Llegamos al campamento descalzos porque las alpargatas se nos salían de los
pies. Tuvimos que dormir en suelo pelado, y la ropa se nos secaba encima, porque no teníamos
otra que ponernos”.

Posteriormente, el 23 de enero marcharon al campamento de ‘Frata’, dónde “pasamos los peores


días de la campaña” por el frío y la lluvia, estando “los caballos y las bestias a la intemperie, así
que toda el agua les caía encima, y todas las mañanas aparecían bestias muertas, y siempre
estábamos mojados y sin más cama que el suelo. Muchas noches teníamos que dormir sentados
porque el agua se metía debajo de la tienda y el viento tiraba las tiendas”.

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El cuaderno narra diversas vicisitudes hasta embarcar en el ‘Marques del Campo’, buque que,
cuatro días después, les desembarcó en Pasajes el 18 de octubre. La llegada al cuartel en Vitoria
fue igualmente emocionante, con bandas de música, cohetes y vítores. En la Plaza de la Virgen
Blanca recibieron un sermón religioso y tuvo lugar un desfile por la calle Dato, abarrotada de
público.

El colofón a este manuscrito es el poema “Adiós Larache maldito, matadero de españoles, que
tienes el campo regado con sangre de españoles y tienes un cementerio en todas tus
posiciones”. La labor de Jesús Ortega rescatando esta libreta y transcribiéndola no se limita a
dejar constancia del sufrimiento de su antepasado, sino que ha ido más allá, buscando
fotografías de su abuelo y preguntando por anécdotas y vivencias de su familia. De esta forma ha
podido averiguar que su bisabuela, la madre del héroe, no se acostó en su cama durante el año
largo que permaneció su hijo fuera de casa. Todo este tiempo durmió en el suelo, esperando el
regreso de su vástago, y trabajando para donar el dinero conseguido a los más necesitados del
pueblo.

El Belén Viviente de Galaroza se ha convertido en una de las citas obligadas del invierno
serrano. La actividad es posible gracias al esfuerzo conjunto de la Asociación del Belén
Viviente y Cabalgata y del Ayuntamiento, con la colaboración de algunas entidades y
voluntarios del pueblo y de la Diputación Provincial de Huelva. Su apertura se produjo el día 6
de diciembre, en horario de tarde, de 18.30 a 20.30 horas, y se repetirá los días 7, 8, 9, 10, 16,
17, 23 y 30, ya que el resto de días de estas fiestas los organizadores tendrán que hacer frente a
la organización de la Cabalgata de Reyes.

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Belén Viviente Galaroza

Galaroza atesora esta tradición desde hace décadas, aunque hace ya alrededor de quince años,
el belén se realiza al aire libre, a pesar de los inconvenientes que ello conlleva en estas latitudes
serranas. Por ello, se ha convertido en el de más tradición en la comarca, el que más días abre y
el pionero en la zona.

El escenario es idílico. Las laderas del cerro de Santa Brígida han sido acondicionadas para un
recorrido amplio y completo, al que no falta de nada. Escenas como panadería, puesto de frutas
o telar son acompañadas por numerosas personas que acarrean agua, por burros que
transportan leña, por hogueras donde se tuestan castañas o se hacen migas, y se ofrecen tantos
productos típicos de la zona como frutas y hortalizas. Se dan especialidades en algunas escenas,
como la de un arado por mulas a la antigua usanza, la carpintería, tan ligada a Galaroza, incluye
labores artesanales en vivo como los bordados o el echao de asientos de nea en las típicas sillas
de estilo sevillano que se fabrican en este pueblo, y, por supuesto, el nacimiento, instalado en el
interior de la ermita de Santa Brígida, magnífico edificio del siglo XIV.

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Es esta iglesia el epicentro del evento, alrededor de la cual se desparraman las escenas
costumbristas y se organiza el itinerario de visita. El recorrido está repleto de elementos
autóctonos, como cucharros de corcho, cestas de olivo, bancos de madera de castaño, aperos
de labranza, etc. La mayoría son escenas vivas, dotadas de dinamismo y actividad,
protagonizadas por hábitos propios de Galaroza, como la elaboración de buñuelos, migas y
castañas asadas, que se degustan gratuitamente, junto al mosto, por los miles de visitantes que
suben cada año al cerro.

La fama del belén viviente cachonera se ha extendido por las provincias limítrofes y son miles
las personas que lo admiran cada edición, muchas procedentes de Sevilla, Badajoz, Cádiz y
otras latitudes, habiendo sido reconocido con la elaboración de numerosos reportajes de prensa
y televisión.

A lo largo de estos años se han introducido nuevos atractivos, como una estética portada, un
cartel gigante de bienvenida o la instalación de diversos puestos de artesanía. Los ingresos
obtenidos son empleados en la cabalgata y en otras labores sociales.

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