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BIOÉTICA Y DERECHO

Desde antiguo el derecho ha prestado una gran atención al ejercicio de las profesiones
sanitarias. Dicho interés deriva del hecho de que los profesionales sanitarios actúan en su
práctica profesional sobre el cuerpo humano, que es, a su vez, el soporte material de bienes
jurídicos tan fundamentales como la vida, la salud, la integridad física y moral, la intimidad,
la dignidad humana y el libre desarrollo de la personalidad, y no deriva a priori, como
equivocadamente suele pensarse, de un interés en perseguir los errores cometidos por dichos
profesionales en el ejercicio de su actividad. Errores que no interesan al derecho si el
profesional ha sido diligente y responsable en su actuación.
En la medida que en el transcurso de los tiempos ha ido evolucionando la sociedad
occidental en un sentido cada vez más democrático, en particular a partir de las revoluciones
burguesas del siglo XVIII, el individuo humano tomado como tal ha venido siendo
considerado, tanto en el terreno moral como en el político, un agente autónomo, se ha
aceptado socialmente cada vez más el pluralismo, tanto en el ámbito político como en el
religioso y moral, y se ha desarrollado una ética específica del ejercicio de las profesiones
sanitarias, particularmente del ejercicio de la biología y la medicina: la bioética.
La bioética médica pretende resolver, a partir de la aplicación de unos principios
universalmente aceptados (autonomía, beneficencia, no maleficencia y justicia), los
conflictos de intereses que pueden surgir en la relación médico-paciente, que, por lo general,
ya no es una relación individualizada, puesto que se ha convertido en una relación sanitaria
en la que intervienen múltiples agentes: el paciente, que es el centro de la relación; los
profesionales sanitarios encargados de la atención del paciente, entre ellos y no sólo el (los)
médico(s) que lo atienden, y la sociedad representada por la familia, las organizaciones
sanitarias, los aseguradores públicos o privados, las administraciones públicas con
competencia en materia de salud y, llegado el caso, los tribunales de justicia.
Por su parte, el derecho se ocupa de la regulación jurídica de la relación sanitaria,
estableciendo los derechos y deberes de los pacientes, de los profesionales y demás agentes
que intervienen, regulando las prestaciones sanitarias y sus estándares de calidad y seguridad,
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los tiempos de espera, los precios públicos que, en su caso, deban satisfacerse, el ejercicio de
las profesiones sanitarias, etc.
Así pues, ética y derecho inciden en la regulación, desde un punto de vista moral la
primera y jurídico el segundo, de la relación sanitaria y por ello están en permanente contacto
y contribuyen mutuamente a su respectivo desarrollo. Muchos de los principios básicos
reguladores de las modernas legislaciones sanitarias y de los derechos hoy reconocidos a los
pacientes no son más que la recepción y desarrollo en los ordenamientos jurídicos de
determinados principios formulados desde el campo de la bioética. Un exponente claro de
ello son las regulaciones legales, para el respeto a la autonomía del paciente, del
consentimiento informado y de las voluntades anticipadas, institutos jurídicos ambos cuya
pretensión es regular jurídicamente la expresión más esencial del principio bioético de
autonomía, que es el reconocimiento de la capacidad del paciente para autodeterminarse.
Cabe destacar por su especial relevancia el Convenio del Consejo de Europa para la
protección de los derechos humanos y la dignidad del ser humano respecto de las aplicaciones
de la Biología y la Medicina (Convenio relativo a los derechos humanos y la biomedicina)
creado en Oviedo el 4 de abril de 1997. A diferencia de otras declaraciones internacionales
precedentes, este convenio es el primer instrumento internacional con naturaleza jurídica
vinculante para los países que lo suscriban. El convenio, que pretende una armonización de
las legislaciones de los países, trata sobre el reconocimiento de los derechos de los pacientes,
entre los que destacan el derecho a la información, el consentimiento informado y la
intimidad de la información relativa a la salud de las personas.
Es evidente la especial complejidad de lo que hemos denominado relación sanitaria o
clínico-asistencial, que engloba la relación tradicionalmente denominada «médico-paciente»,
dado que se desenvuelve en torno a un individuo humano considerado sujeto de derechos (el
paciente) al que se le reconoce plenamente la capacidad de decidir por sí mismo y sin cuyo
consentimiento carece de legitimidad La actuación médica/sanitaria. Hoy en día debería
quedar enterrada la concepción «paternalista» del ejercicio de la medicina y demás
profesiones sanitarias, según la cual se considera al enfermo un ser incapaz de decidir,

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concepción que suele venir acompañada de un «despotismo ilustrado» en el ejercicio de la
profesión: todo para el paciente, pero sin el paciente.
La aplicación ponderada de los principios éticos mencionados, partiendo de su respeto
escrupuloso, así como del respeto, también escrupuloso, de los derechos de los pacientes,
deben ser guías de actuación también en el ámbito de la gestión de los hospitales y de los
centros de salud. En la realización de su misión y funciones los gestores deben incorporar
obligatoriamente el componente bioético en la toma de las decisiones que deben guiar el
ejercicio de la actividad sanitaria que realizan sus organizaciones; es lo que algunos autores
han venido en llamar la ética de las instituciones.

Referencias

Asenjo M.- Asenjo M. (2006). Gestión Diaria Del Hospital. 3era edición. Editorial Masson.
España

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