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Coordinación Nacional
Ministerio de Pastoreo, Acogida y Extensión
Tema 02- 15
Si desde un inicio no existen objetivos claros en nuestro pastoreo, puede ocurrir que como
pastores nos limitemos a servir solamente de compañía para la persona pastoreada, pero sin
llegar a ninguna parte. Por ello, haríamos bien en tener bien definido que es lo que buscamos
lograr cuando pastoreamos a un hermano de nuestra comunidad. Un objetivo es aquello que
quiere lograrse como fruto del pastoreo. Es, en realidad, nuestro propósito.
I. OBJETIVO PRINCIPAL
El objetivo al que finalmente debe apuntar toda nuestra labor, será el siguiente:
«Formar discípulos de Cristo que vivan como auténticos hijos de Dios»
Podríamos decir que este es en realidad el principal propósito de la comunidad misma. En
este caso, el pastoreo buscara consolidar este objetivo. El formar discípulos de Cristo es lo
que El nos pidió antes de su ascensión: «Vayan y hagan discípulos a todos los pueblos y
bautícenlos para consagrarlos al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, enseñándoles a poner por
obra todo lo que les he mandado» Mt 28, 19-20.
Pero ese discipulo fiel ha de realizar a la vez un descubrimiento: quien es. Y la principal
verdad en ese sentido es el descubrir progresivamente que es un hijo amado de Dios, y que
tiene que sentirse y vivir como tal. Y el vivir como hijo de Dios implica muchas cosas: sentirse
amado infinitamente por Dios, tener los sentimientos y manera de pensar de Cristo Jesús, ser
parte de la Iglesia y vivir sirviendo a sus hermanos, siendo consciente de su propia misión, la
cual asume con fe y alegria. En pocas palabras, es estar configurado con Cristo. Si esto se da,
podremos decir que el pastoreo fue realmente fructifero.
Un hermoso texto biblico bien podria servir de inspiración para este objetivo:
«Como el águila incita a su nidada y revolotea sobre sus polluelos, asi desplego el (el Señor)
sus alas y los tomo, llevandolos sobre sus plumas» Dt 32, 10.
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Formar un discípulo de Jesús es hacer que lo ame, se identifique y este dispuesto a seguir
al Maestro. Es hacerlo el Señor de su vida entera. Su único Señor. Podríamos decir
entonces que es consolidar su proceso de conversión.
Esto es interesente, porque muchas veces ocurre que la persona, como respuesta libre a
la primera evangelización recibida, toma la decisión de abrir su corazón a Jesús y
permitirle reinar en el. Le entrega su vida y le pide que la transforme. Esa es una
decisión fundamental a la que el Señor invita a todo hombre y mujer: proclamar a Jesús
como el Señor de nuestra vida:
«Porque si proclamas con tu boca que Jesús es el Señor y crees con tu corazón que Dios lo
ha resucitado de entre los muertos, te salvaras» Rom 10, 9.
Sin embargo, se da con cierta frecuencia que esta decisión no llega a cristalizarse por
diversas situaciones, pero principalmente porque la persona no encontró un apoyo
cercano de su nueva comunidad. A veces no somos conscientes de la realidad que Jesús
mismo nos describió, cuando hablo de la semilla que es devorada por la aves, o que
apenas germina se seca o se ahoga entre los espinos (Ref: Mt 13, 1-9). Las dudas y las
tentaciones de mirar hacia atrás serán constantes, y en ese momento crucial no podemos
abandonar al hermano a su suerte. Por ello, haremos bien en estar a su lado, animándole
y orando por el, haciendo lo posible para que se reafirme en su decisión de seguir a
Cristo.
Esta es una etapa sumamente delicada, como los primeros días luego de nuestro
nacimiento. Es un tiempo de definiciones, en que se dan las primeras renuncias y
empiezan a sentirse las consecuencias del reciente cambió de vida.
El objetivo en este caso es claro: lograr que la persona, esta vez de una forma más
consciente e informada, ratifique y consolide su decisión libre de seguir a Jesús y de
hacerlo el centro de su vida. Quizás para ello, el pastor tendrá que estimularle a asistir a
otros eventos donde se predique la Buena Nueva de la salvación.
Se aconseja que se lleve al pastoreado a hacer un acto concreto, cuando se considera listo
para hacerlo, en el que de manera explicita le entregue su vida a Jesucristo.
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Será muy importante, en ese sentido, que la persona pastoreada entienda que su
salvación es algo muy serio, y no puede arriesgarla haciéndola depender únicamente de
sus estados de ánimo, que serán aun muy variables. Pero si asume responsablemente que
es necesario para ella el ocuparse permanentemente de estos cuatro aspectos, esa
naciente vida espiritual marchara por sendas más seguras.
Aquí de lo que se trata es, entonces, que la persona se familiarice con los sacramentos,
la lectura bíblica, la oración y se congregue siempre en la comunidad. Esto implica,
desde luego, una orientación practica por parte del pastor sobre como hacerlo, y un
permanente estimulo, acompañándole si es preciso a misa, al grupo, darle pautas básicas
para su oración personal diaria y los rudimentos necesarios para leer y entender la Biblia:
con que actitud ha de leer la Palabra de Dios, como encontrar los libros bíblicos, por
donde ha de empezar en su lectura, haciendo un seguimiento de lo que vaya leyendo,
preguntándole si tiene alguna duda o que entendió de lo leído. No es este el momentos
de demostrar todo lo que uno sabe para impresionar.
Lo que queremos es de dar los primeros pasos con la persona, con paciencia, resolviendo
sus dudas, asombrándose con ella y acogiendo las inquietudes propias de esta etapa
inicial. Si la pregunta o comentario nos parece candida, superficial o demuestra
ignorancia por parte del hermano, no por ello vamos a hacerle sentir mal o0 hacer un
gesto de desaprobación. Tenemos que ponernos en su lugar y valorar lo que para el es
importante en este momento.
El asistir a su comunidad de amor deberá ser una norma de vida, porque el cristiano
necesita vivir y compartir su fe en comunidad. El andar solo es mas que ingenuo, será el
equivalente a una oveja que se pasea distraída en bosque habitado por decenas de lobos.
Todo esto va a requerir que el pastoreado adopte una disciplina. Esto también tiene su
importancia, puesto que no pocas veces oímos a personas que dejaron el catolicismo y
hoy proclaman complacidos que cuando eran católicos llevaban una vida desordenada,
pero que ahora, en su nueva iglesia, les han puesto normas estrictas sobre su propia vida
y hábitos personales, lo cual esta necesitando. El pastoreo, sin llegar a suplantar la
voluntad de los hermanos, tendrá en un inicio que establecer que, si queremos alcanzar
la corona de la vida, necesitaremos realizar un esfuerzo de nuestra parte, pues la gracia
de Dios no lo hace todo.
En resumen, lo que queremos lograr es que la persona pastoreada asuma que es
importante para ella el asentar su nueva vida en Cristo sobre bases sólidas. Para ello,
deberá adquirir el hábito de orar diariamente, leer frecuentemente la Biblia, recibir los
sacramentos y congregarse semanalmente en su comunidad de amor.
Algo muy útil en estos casos será establecer progresivamente propósitos en cada uno de
esos aspectos. Si comparten sobre la oración personal, el pastoreado deberá definir un
propósito para esa semana, que podría ser, por ejemplo, orar media hora diaria. En la
siguiente sesión de pastoreo, el pastor le preguntara si llego a cumplir su propósito y como
le fue. Quizás se excedió de optimismo y no pudo cumplir, o fue muy prudente y resulto fácil
para el lograrlo. Fruto de esa evaluación, establecerán un nuevo propósito para la siguiente
semana. Pero siempre deberá ser el mismo pastoreado quien elija el propósito, de acuerdo a
lo que cree que puede hacer, con la ayuda de la gracia de Dios.
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buen pastoreo». Es que, cuando uno tiene al lado a alguien que le ayuda a descubrirse a
si mismo, a verse con los ojos de Dios, y le hace las correcciones necesarias, es muy
probable que dirija conduzca su vida, pues tendrá en claro cuales son sus prioridades.
El pastor trabajara aquí con la sinceridad del caso, pero sin ser directivo. No le dirá «has
esto» o «deja aquello», sino que le cuestionara sobre estos aspectos realmente
importantes en su vida y que necesita valorar. Le preguntara sobre si ha dado la atención
necesaria, por ejemplo, a sus estudios o su desarrollo profesional, su vida familiar o
intelectual. No deberá concentrarse exclusivamente en el aspecto espiritual, pues aquí
de lo que se trata es que, antes de ser cristiano, el pastoreado sea persona.
Igualmente, tendrá que considerar el pastor los deberes propios del estado de vida de la
persona, y cuales han de ser sus prioridades como casado, padre o madre de familia,
hijo, estudiante o profesional.
Este objetivo se considera alcanzado cuando el pastoreado haya ordenado su vida, como
una forma concreta de vivir como un hijo de Dios.
Cuando uno empieza a tener la actitud de ponerse al servicio de sus hermanos, levanta la
cabeza, deja de vivir ensimismado. Esta ahora dispuesto a conocer realmente a sus
hermanos, lo cual significa también tener un conocimiento de sus necesidades. El pastor
puede acompañar en ese sentido al hermano en ese proceso de advertir estas
necesidades y vacíos, porque confrontando esto es que, en algún momento, sentirá el
llamando de Dios de hacer algo por solucionar esa situación; o mejor dicho quizás, sentir
que uno es parte de la solución que Dios dispuso para esa situación.
Pero tengamos cuidado. Esto no se logra de una forma que uno parezca un iluminado: «El
Señor me dijo que te llamo para esto...», sino dando al hermano pastoreado luces para
que el mismo alcance a descubrir que es lo quiere el Señor de el, al menos en esta etapa
de su vida.
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Puede animarle a preguntarse si se siente atraído a tal o cual ministerio, y cuales serian
sus verdades motivaciones para comprometerse permanentemente a realizar algún
servicio. Podría querer hacerlo por un sano deseo de ayudar o por un afán de figuración.
Hay que decir que este objetivo no solo busca el provecho individual del pastoreado. Si lo
alcanzamos, la comunidad también saldrá más fortalecida y edificada. ¿A que me refiero
con esta expresión?
Como sabemos, muchos hermanos «nuevos» no perseveran en la comunidad. Las causas
para que ello ocurra pueden ser muchas, pero una de las principales es que ellos no
fueron edificado; no encontraron su lugar en la comunidad. Me explico. Si yo planeo
construir una segunda planta en mi casa, y compro cuatro millares de ladrillos, pero
tengo las pilas de ladrillos frente a mi casa, ¿están edificados? No. Solo están
sobrepuestos y cualquiera puede llevárselos, por lo que tengo que pasármela
cuidándolos. Pero si pongo manos a la obra y construyo con esos ladrillos, ya nadie se los
podría llevar. ¿Por qué? Porque ya fueron edificados. De la misma forma, si cada hermano
de la comunidad encuentra su lugar – o sea, su ministerio -, difícilmente se ira y ya no
tendré que vivir sobresaltado, como lamentablemente ocurre con muchos lideres,
temiendo que alguien se lleve a mi gente.
Lo que tiene que evitar el pastor es que se de cualquiera de estas dos posibles
situaciones: que la persona, a pesar del tiempo transcurrido y las experiencias vividas, no
este dispuesta a servir comprometidamente; y lo contrario: que se comprometa en
demasiadas cosas y caiga en un desorden y activismo. En el primer caso, tendrá que
estimularle a servir. En el segundo caso, le ayudara a discernir que es lo que realmente
quiere el Señor de ella y ayudarle a ir dejando los otros compromisos que le distraen del
cumplimiento de su misión.
Cada movimiento apostólico posee una espiritualidad propia, la cual consiste en valores,
conductas y elementos diversos que la caracterizan e identifican. Además, cada
movimiento tiene un carisma particular que señala su papel en la Iglesia.
Como fruto de ello, si el movimiento es Bodas de Cana, se buscara que el hermano se
haga realmente un evangelizador.
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En el caso de los laicos, hay muchas cosas que explicar y enseñar. Pero no se trata solo
de despejar dudas, sino de trasmitirle esas conductas y hasta nuestra cultura propia de
Bodas de Cana: el llevar siempre su Biblia a las reuniones a las reuniones que convoque la
comunidad, el testificar la acción de Dios en nuestra vida, el vivir en alabanza, el
evangelizar, el gozo en el Espíritu, la adoración, el incorporar en el habla del pastoreado
expresiones tan típicas como «vamos a ponerlo en oración», «gloria a Dios», «alabado sea
el Señor», «testificar», etc… es decir, todos estos elementos que dibujan nuestra
identidad y fortalecen nuestro sentido de pertenencia con la comunidad y la Iglesia
misma.
Pocos se dan cuenta de que el pastoreo es el vehiculo mas efectivo para reforzar la
identidad, porque eso no es algo que se aprenda solo en una sola enseñanza en la
asamblea de los martes, sino que tiene que comunicarse a través del trato frecuente.
Dicha identidad también se refuerza comunicando la visión y misión propia de la
comunidad. El pastoreo podría ser muy eficaz en la tarea de contribuir a que cada
hermano haya suya la misión y los objetivos de todos. A eso se denomina alineamiento.
Este objetivo se trabajara a lo largo de todas las etapas del pastoreo y se considerara
alcanzado cuando el pastoreado asuma la espiritualidad propia de la comunidad y se
sienta realmente identificado con ella.
Ayudara al pastor proveerse de los Estatutos, Reglamentos, Directivas y/o material que,
para tal fin puede encontrara en la Secretaria de la Diócesis de Lima