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TELECLASE

República bolivariana de Venezuela

Ministerio del poder popular para la educación universitaria

Universidad bolivariana de Venezuela

Programa iniciación universitaria

Cultura recreando la patria


TELECLASE 4

Profesor:

Alumno: ROSALISMER RANGEL DE HAIDA

C.I.: 16.342.467

YAIMARY RANGEL DAVILA

C.I: 20.290.073
ELABORE UN RESUMEN DE LA TELECLASE PROCESOS HISTORICOS POLITICOS Y
CULLTURALES DE LA CONFIGURACION DE LA PATRIA

La sociedad sólo es visible a través de sus manifestaciones exteriores. Pero la


estructura social, las instituciones y las fuerzas políticas que se encuentran
dentro de ella, en cuanto tales, no se perciben del mismo modo. Y esto se
debe a que, a diferencia de los animales, la vida del ser humano está
condicionada, no sólo por los objetos materiales que lo rodean —el medio
ambiente— sino también por sus propias creaciones: las organizaciones, las
leyes, la cultura, en resumidas cuentas, por las invenciones sociales y tecnológicas. Antes
de entrar a hablar específicamente de Ciencia Política es preciso determinar qué sea
ciencia, las diferencias que puedan darse entre las Ciencias de la Naturaleza y las Ciencias
Humanas, y también entre sus respectivos enfoques metodológicos. Como ha dicho
Kingsley Davis, «una ciencia sólo surge cuando desarrolla un cuerpo sistemático de teoría
abstracta y empíricamente comprobada». Por consiguiente, es preciso determinar en qué
condiciones puede comenzar a hablarse de una Ciencia Política en cuanto tal, dentro del
conjunto de las ciencias que se ocupan del hombre. Los precursores de las teorías
sociológicas y políticas (a menudo inextrica-blemente mezcladas), son tan antiguos como
la civilización; desde que el hombre llegó a dominar las artes de la lectura y la escritura, ha
venido especulando acerca de si mismo, de su mundo y de su relación con los demás.
Tanto en la antigüedad oriental como en la occidental, al desarrollarse grandes
civilizaciones, a menudo los filósofos anticiparon ideas que luego requirieron milenios
hasta llegar a adquirir una base «moderna». Se ha dicho que nunca ha habido nada nuevo
bajo el sol, y que toda filosofía no es más que una glosa de Platón. Incluso la ciencia física
puede quedar despojada de su novedad si recordamos, por ejemplo, que una teoría
atómica de la materia fue establecida mucho antes de la era cristiana por Demócrito y
Lucrecio.

Generalmente se ha señalado que las imperfecciones metodológicas de estas disciplinas


proceden de su falta de madurez, de su escaso desarrollo. Sin embargo, esto es muy
relativo. Las especulaciones teoréticas y analíticas acerca de materias de orden social son
tan antiguas como las especulaciones similares sobre el universo físico o biológico. «La
República» de Platón es más o menos contemporánea de la «Colección Hipocrática», y es
un hecho que los escritos políticos de Aristóteles aparecieron dos generaciones antes que
las obras de Arquímedes sobre mecánica. Todo lo más, solo puede decirse que las ciencias
físicas son algo más antiguas en tanto en cuanto se las considere como sistemas
organizados de conocimiento. Realmente ninguna de las Ciencias Naturales adquirió
forma con anterioridad a Kepler y Galileo. Los comienzos de la Astronomía como cuerpo
unificado de conocimientos se remontan al siglo XVI, y los de la Mecánica al XVII. La
Historia, la Economía y la Ciencia Política son sólo un poco más jóvenes como tales
disciplinas unificadas. Lo curioso es que en los ciento cincuenta años que siguieron a la
segunda década del siglo XVII, comenzó a producirse una imponente sucesión de
consecucio-nes e innovaciones en el terreno de las ciencias físicas y biológicas, al par que
las sociales permanecían relativamente estancadas. Son realmente pocas las aportaciones
que en esa época pueden compararse a los trabajos de Galileo, Linneo o Newton. El
interés en torno a las Ciencias Naturales fue máximo en la segunda mitad del XVII y
primera del XVIII. Puede decirse que este influjo causó la decadencia del punto de vista
histórico en favor del punto de vista científico. Una serie de interpretaciones de orden
religioso cristiano habían venido abonando aquél, al extremo de que los mayores
progresos de la ciencia física medieval habíanse conseguido par árabes y judíos, con la
excepción del «empírico» Roger Bacon, que en verdad merece más este apelativo por su
punto de vista metodológico que por sus investigaciones empíricas, propiamente dichas.
Todavía en el siglo XVI el mayor interés no se concentraba aún en las Ciencias Naturales.
Los líderes intelectuales dé aquél periodo no fueron los científicos de la naturaleza, sino
humanistas como Erasmo o Tomás Moro, y los hombres que encabezaban los
movimientos religiosos de la época. Entre 1.620 y 1.760 se hicieron algunos esfuerzos por
estudiar el hombre, la sociedad y la política, entre los que destacan el «Leviatan» de
Hobbes, «Dos tratados sobre el gobierno civil», de Locke, «La ciencia nueva», de Vico y «El
espíritu de las leyes» de Montesquieu. Esta última obra fue la que realmente tuvo mayor
trascendencia, suscitando muchas de las cuestiones que luego habían de ser objeto de la
ciencia social en su forma moderna. Como dice Hoselitz, la renovación del interés por la
ciencia social, se produjo a mediados del siglo XVIII, difundiéndose desde Francia a otros
16
países. Sus raíces se encuentran en la filosofía moral escocesa, la rebelión inglesa contra la
ortodoxia religiosa y la filosofía crítica alemana.

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