Está en la página 1de 4

Confianza básica vs.

Desconfianza básica

La teoría de Erik Erikson, integra también las etapas del desarrollo psicosexual de
Freud, pero las desarrolla más profundamente a través de una visión social del desarrollo de
la persona. La primera fase del ciclo vital, confianza básica vs. desconfianza básica,
coincide con la etapa oral. La libido se satisface en la lactancia y el juego en el pecho de la
madre. De acuerdo a Erikson (citado en Cooper, 1998), la primera manifestación de
confianza en el bebé es la facilidad de alimentarlo, la profundidad del sueño y la relajación
de sus intestinos. La forma en que regule estas actividades, de las cuales la principal es la
regulación intestinal, depende de la madre, cuya receptividad a sus necesidades, le llevará a
utilizar técnicas que den comodidad al niño, al adaptar gradualmente su organismo al nuevo
mundo.

A medida que el niño disminuye sus horas de sueño, la experiencia del mundo se
hace mayor y más diversa. Surgen las constantes: “¿Pueden las provisiones del exterior ser
cómodamente tomadas?, ¿Son peligrosas?, ¿Está el mundo del infante sostenido de forma
que le permita relajarse y sentirse cómodo?” (Black, pp. 146). El infante es un agente
activo, que lucha por acomodar y ajustar su yo al nuevo ambiente y a las nuevas personas,
de un modo que permita a su yo crecer posteriormente (Black, 1995). Las experiencias de
confianza y desconfianza surgen de las interacciones del niño con sus cuidadores, mediante
las que aprende los valores y necesidades de su cultura.

Aquello que los sentidos atestiguan, se va integrando en un sentimiento de


familiaridad, que produce un bienestar interno. En el mejor de los casos, el niño podrá estar
sin su madre a voluntad, sin sentir ansiedad o rabia, porque ella se ha convertido en “una
seguridad interna, como una predictibilidad externa”. Esta familiaridad y continuidad del
mundo, conjunto de situaciones y personas relacionadas a ellas que son recordadas y
posibles de anticipar, es el inicio de una identidad del yo. La confianza se expresa
mediante la sonrisa (Erikson, citado en Cooper, 1998).

Es, de manera primordial, la madre, quien constituye la representación de la cultura


y el vehículo por el cual se acerca a esta. Ella “organiza y clasifica la seguridad y el peligro,
el placer y la retención, la gratificación y la frustración” (Black, pp. 147). Afirma Erikson
(citado en Cooper, 1998), que la cantidad de confianza no depende de las cantidades de
comida o de demostraciones de cariño, sino en “la calidad de la relación maternal”. Las
madres crean confianza en sus niños siendo sensibles a sus necesidades particulares, y
mostrándose ellas dignas de confianza de acuerdo a lo que se acostumbra en su cultura. De
esta forma el niño desarrollará una identidad que le permitirá estar bien siendo él mismo y
poder llegar a ser lo que otras personas, de su medio, esperan que sea. El niño desarrolla un
sentido de pertenencia, de continuidad y mismidad que le permite soportar las pocas
frustraciones que de todas formas tendrán lugar. Los padres no sólo deben guiarlo mediante
reglas que prohíben y permiten, sino darle la convicción de que lo que hace tiene sentido en
su medio social. De acuerdo a Erikson (1998) “los niños se vuelven neuróticos no de las
frustraciones, sino de la falta o pérdida del significado social de esas frustraciones”.

Por otro lado, según el psicoanálisis, el niño encuentra frustración en la etapa de


crecimiento de los dientes, estos le causan dolor por dentro, y la actividad que le permite
apaciguar ese dolor o externalizarlo, es morder, actividad que los de afuera no consideran ni
buena ni mala. El niño entonces podría herirse a sí mismo cada vez que un objeto lo
rechace o se lo quiten. Estos acontecimientos rompen la continuidad a la que el niño está
acostumbrado, generando entonces un malestar interno que es llevado hacia afuera. Esta
diferenciación entre interior y exterior es la fuente de los mecanismos de proyección e
introyección según el psicoanálisis. La introyección es la internalización de una bondad
externa, mientras la proyección es la externalización de un mal interior, percibiendo a la
gente y al mundo como poseedores de un rasgo de maldad.

La confianza que se adquiere, de acuerdo a Erikson (citado en Cooper, 1998), se


refiere a la sensación de disponibilidad del mundo para apoyarse en él, en su continuidad y
mismidad, tanto como a la capacidad de confiar en uno mismo y en su propio organismo. Y
también a considerarse uno mismo digno de confianza, adquiriendo progresiva libertad
tanto los cuidadores del niño como éste de ellos.

Erikson (citado en Cooper, 1998), relaciona los conflictos de la confianza básica a la


esquizofrenia infantil, y personalidades adultas esquizoides y depresivas. Identifica intentos
infructuosos y extraños de hacer coincidir sus sentires con la realidad y sus palabras con lo
que significan en su cultura.

Autonomía vs. Vergüenza y Duda

Erikson (citado en Cooper, 1998, pp. 70) centra esta etapa en dos actividades que el
niño aprende entre los 2 y 3 años: asir y soltar, o sostener y dejar ir. Estas dos acciones se
relacionan con el control de esfínteres resaltado en la etapa anal de Freud, el niño se
enfrenta a la tarea de retener o expulsar heces. Además, el poder ponerse de pie le da al
niño una nueva perspectiva del mundo, en la que se experimenta a sí mismo parado y
expuesto.

El desarrollo inadecuado, o la existencia de un ambiente que no permita copar con


las tareas que esta etapa presenta pueden generar conflictos básicos que produzcan actitudes
“benignas u hostiles” (Erikson, citado en Cooper, 1998, pp. 69). El sostener o retener puede
convertirse en “retención o restricción destructiva y cruel, y puede volverse un patrón de
cuidado: tener y retener”. El soltar puede volverse una forma hostil de “dar rienda suelta a
fuerzas destructivas”, o una forma pasiva de ser, el dejar pasar y dejar ser. Según Erikson,
la importancia de estas actitudes depende de si las formas negativas se dirigen a quien hace
daño, al amigo, o a uno mismo.
Si al niño no le es permitido ejercer su libertad, eligiendo libremente si retener o
dejar ir, el niño, en ves de manipular objetos externos, dirigirá su impulso hacia sí mismo,
sobre manipulándose, repitiendo conductas sobre su propio organismo. Estos modos de
actuar son intentos de controlar el mundo y tener poder, que se reflejarán en la terquedad y
en el control minucioso (Erikson, citado en Cooper, 1998). Estas son las bases infantiles de
la neurosis compulsiva y de los intentos adultos de gobierno autoritario.

Erikson presenta a la vergüenza como una emoción (que conocemos secundaria),


que es posible en esta etapa gracias a que el niño puede ya ponerse de pie y encontrarse a sí
mismo “parado y expuesto”, o, en otras palabras, adquiere consciencia del yo. Es una fase
en la que el niño descubre que el resto está observándolo, y aún no se siente listo para ello.
Erikson hace una analogía con el estar parado con un traje de noche, con los pantalones
abajo delante de todos. Según este psicoanalista, la vergüenza se expresa en un deseo de
esconder la cara o hundirse en la tierra (Erikson, citado en Cooper, 1998).

Pero Erikson va más allá y encuentra este deseo como una actitud contra el sí
mismo, pues este busca ser invisible ante el mundo, en su incapacidad de impedir que lo
observen. En la vergüenza quien manda es el superyó, y su experiencia puede generar un
sentimiento de pequeñez, que es posible sólo cuando el niño puede ya caminar y conocer
las medidas de tamaño y de poder.

Sobre la duda, Erikson (citado en Cooper, 1998) afirma un origen en la existencia


de una parte delantera y otra trasera del cuerpo. Esta última, que no es vista por uno mismo,
puede ser dominada por el resto, que ahora representa una amenaza. La parte trasera es “el
continente oscuro individual, un área del cuerpo que puede ser mágicamente dominada y
efectivamente invadida por aquellos que atacarían el poder de autonomía de uno (…)”
(Erikson, citado en Cooper, 1998, pp. 70). Un ataque a esta parte del cuerpo es el darle
cualidad de malo a lo eliminado por los esfínteres-cosa que los padres o cuidadores
comúnmente hacen- y que el niño consideraba placenteros y buenos.

El niño necesita un ambiente que le permita explorar libremente, en el que se le de


apoyo en los momentos difíciles y se le proteja de situaciones peligrosas. Es necesario un
medio que reasegure su confianza básica, de modo que el niño sienta que esta no peligra
por su deseo de elección libre. En un ambiente de esta calidad, podrá desarrollar una
progresiva independencia, y la fuerza vital de la “voluntad” de hacer aquello que elija.
(Hurrelmann y Hamilton, 1996).

Referencias

Cooper, C. (1998). Personalidad: Conceptos críticos en Psicología. Londres: Routledge.


Extraído de:
http://books.google.com/books?id=QD5S-
uoERRoC&printsec=frontcover&hl=es&source=gbs_ge_summary_r&cad
=0#v=onepage&q&f=false

Mitchel, S. & Black, M. (1995). Freud y más allá: una historia del pensamiento
psicoanalítico moderno. Nueva York: Basic Books. Extraído de:

http://books.google.com/books?
id=4ODr9mxI53oC&printsec=frontcover&hl=es#v=onepage&q&f=false

Hurrelmann, K. & Hamilton, S. (1996).Problemas sociales y contextos sociales en la


adolescencia: Perspectivas a lo largo de los límites. Nueva York: Aldine de Gruyter.
Extraído de:

http://books.google.com/books?
hl=es&lr=&id=CydfSvZlUYEC&oi=fnd&pg=PA83&dq=erikson+autonomy
+versus+shame+and+doubt&ots=DPXx5wh6u6&sig=yupHS90XEOIcLZ
3CdxxFXI70IqY#v=onepage&q=erikson%20autonomy%20versus
%20shame%20and%20doubt&f=false

También podría gustarte