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LA EXISTENCIA DE DIOS

DOCTRINA CRISTIANA - LECCIÓN 3


ABRIENDO LA CHARLA

• ¿Alguna vez debatiste con alguien acerca de la existencia de Dios?


¿cómo fue la experiencia?
• ¿Crees que es necesario que los cristianos puedan argumentar racionalmente la existencia de
Dios?
INTRODUCCIÓN
Hace poco conversé con un adolescente que enfrentaba una crisis. Me pidió una entrevista así que
nos sentamos en el café de la iglesia y comenzamos a charlar. A medida que avanzamos se sintió
seguro para abrir su corazón y lanzar la verdadera pregunta que lo agobiaba: “- ¿Cómo puedo saber
que Dios realmente existe? Tengo un profesor que me está metiendo muchas dudas”. Su crisis no era
una cuestión de doctrinas o decisiones, sino algo mucho más profundo. Se estaba debatiendo entre
el teísmo (la creencia en la existencia de Dios) y el ateísmo (la creencia en que Dios no existe). Hace
cien años el ateísmo era un fenómeno exclusivo de los intelectuales. Los argumentos contra la
existencia de Dios estaban en libros a los cuales era muy difícil acceder, salvo que fueras un
estudiante o profesor universitario. Pero hoy en día la situación ha cambiado. La mayoría de las
producciones culturales actuales (cine, literatura, arte) están a disposición de todo el mundo. Y
muchos de sus creadores se han propuesto abierta y sistemáticamente cuestionar la existencia de
Dios. Por esta razón son cada vez más las personas que, consumiendo este tipo de mensajes,
comienzan a dudar de la existencia de Dios. Antes de comenzar a estudiar la naturaleza de Dios (sus
atributos, la trinidad, etc), dedicaremos una lección a buscar los principales argumentos que afirman
su existencia.
¿QUÉ NOS DICE LA BIBLIA ACERCA DE LA EXISTENCIA DE DIOS?
La Biblia nos plantea dos grandes evidencias acerca de la existencia de Dios. La primera es la creación
misma. La segunda es lo que llamamos el fuero interno o conciencia moral del ser humano.
LA CREACIÓN MISMA:
¿Cuántas veces te pusiste a contemplar la maravilla de la creación? la inmensidad de la montaña, la
fuerza del mar, la belleza de una flor o las proezas física de un bailarín. Seguramente en esos
momentos pensaste: ¡Dios es un artista tremendo! El rey David, que amaba la naturaleza, escribió:
“los cielos cuentan la gloria de Dios y el firmamento la obra de sus manos” (Sal 19:1). La creación, con
su belleza, complejidad y majestuosidad, es la principal evidencia de que tiene que existir un ser
inteligente y creativo que hizo todo con gran belleza.
El Apóstol Pablo también recurrió al argumento de la creación. Para él, la existencia de Dios y su
poder “se perciben claramente a partir de lo que él creó” (Rm 1:20). Incluso más, en su presentación
del Evangelio a los habitantes de Listra, dice: “no ha dejado de dar testimonio de sí mismo haciendo
el bien, dándoles lluvias del cielo y estaciones fructíferas, proporcionándoles comida y alegría de
corazón” (Hch 14:17). Quienes vivimos en ciudades solemos perder esta noción, ya que estamos
dominados por la tecnología que nos rodea. Pero cuando ponemos nuestra mirada en la naturaleza:
sus ciclos, las estaciones del año, la belleza de cada tiempo en particular, la inteligencia que todo ello
refleja, podemos tomar conciencia de que necesariamente debe existir un ser inteligente que creó
todo con un equilibro y belleza que reflejan propósito.
PRIMERA OBJECIÓN: MUERTE Y CATÁSTROFES.
Muchos pensadores que están en contra del “diseño inteligente” (así le llaman a la teoría de que hay
un Dios que creó el mundo) rebaten esta afirmación con la siguiente pregunta: ¿Por qué existen las
enfermedades y las catástrofes naturales? Para ellos, no podemos combinar la existencia del mal y
del sufrimiento en el mundo con la existencia de un Dios omnisciente, omnipresente, omnipotente y
bueno. ¿Qué podemos decir a esto?
Una respuesta desde la fe. Consiste en decir que la muerte y las enfermedades no son parte del plan
de Dios, sino consecuencia de la entrada del pecado en el mundo (Gn 3:18-19). El Apóstol Pablo dice
que como consecuencia del pecado “la creación fue sujetada a vanidad… [pero] también la creación
misma será liberada de la esclavitud de corrupción, para así alcanzar la libertad gloriosa de los hijos
de Dios” (Rm 8:20-21). Según la Biblia, la muerte y las enfermedades no serían parte del plan de Dios,
sino consecuencia de la decisión humana de permitir la entrada del pecado en el mundo.
Una respuesta desde la ciencia. ¿Qué diferencia un fenómeno natural de un desastre natural? En
2010 un terremoto de 7Mw sacudió Haití causando 350.000 muertes y muchísimos más
damnificados. Pero, en el año 2016 un terremoto más potente, de 7.6Mw, sacudió a la región chilena
de Chiloé sin causar ninguna muerte. ¿Cuál es la razón de esta diferencia? La respuesta tiene que ver
con la pobreza, la corrupción y la falta de planificación humanas. Haití, el país más pobre del mundo,
no tenía edificios con estructura antisísmica, por eso dicho terremoto fue un desastre que causó
miles de víctimas. Mientras que Chile es una nación preparada para tales fenómenos. Las casas y
edificios se construyen con modernos y poderosos sistemas anti sismos. En resumen, muchas de las
pérdidas humanas en desastres no se deben a “la mano de Dios” sino a “la mano del hombre”, que
fuerza a personas a vivir en malas condiciones, sin seguridad, en lugares inadecuados para la
instalación de ciudades, etc.
LA CONCIENCIA MORAL:
La segunda evidencia de que Dios existe la encontramos en la conciencia moral de cada ser humano.
En ese fuero interno que nos dice que hay algo, o alguien, por encima de nosotros. Algo que nos hace
saber que existe una diferencia entre lo bueno y lo malo. Cuando hacemos uso de nuestra libertad y
escogemos hacer lo malo, sabemos que nuestras acciones no fueron correctas. La pegunta es ¿de
donde viene esa conciencia? ¿es algo que aprendemos de la cultura o es innato a nosotros?
Antropólogos, psicólogos y sociólogos que han recorrido el mundo testifican que, a pesar de las
diferencias, todos los seres humanos del mundo poseen una conciencia moral que los hace
diferenciar lo bueno de lo malo. Así que podríamos afirmar que dicha conciencia viene con nuestra
programación humana y que Dios la ha sembrado.
El Apóstol pablo lo detalla en su carta a los Romanos: De hecho, cuando los gentiles, que no tienen la
ley, cumplen por naturaleza lo que la ley exige, ellos son ley para sí mismos, aunque no tengan la ley.
Éstos muestran que llevan escrito en el corazón lo que la ley exige, como lo atestigua su conciencia,
pues sus propios pensamientos algunas veces los acusan y otras veces los excusan (Rm 2:14-15). En
otras palabras: existe una instancia moral que juzga nuestras acciones como justas o injustas. Al igual
que Juan, Pablo nos enseña que esta conciencia forma parte de un nivel de revelación que todos los
seres humanos poseen. La Palabra (Jesucristo) “ilumina a todos los hombres” (Jn 1:9). Si bien algunas
personas deciden darle la espalda a esa revelación (Rm 1:25), la mayor evidencia de la naturaleza de
esta revelación está en la falta de paz y en las conductas autodestructivas que llevan adelante las
personas que deciden darle la espalda a Dios negando su existencia y decidiendo vivir bajo sus
propias normas (Rm 1:26s). Los seres humanos no podemos hacer cosas malas y simplemente estar
tranquilos con eso. Usamos mecanismos de defensa para justificarnos. Creamos sistemas de valores
artificiales para naturalizar nuestras acciones. Todo esto es evidencia de que existe una instancia
moral superior que nos juzga. Esa instancia es Dios.
SEGUNDA OBJECIÓN: LA MALDAD HUMANA.
Otra de las grandes objeciones a la existencia de Dios tiene que ver con la maldad humana. Cuando
pensamos por ejemplo en los horrores de nazismo, en la gente que sufrió penas y muerte en
Auschwitz (el campo de concentración más famoso y cruel), no podemos dejar de preguntarnos
¿Dónde estaba Dios mientras eso sucedía? ¿Por qué lo permitió? Son muchos quienes concluyen que
si Dios existiera estas cosas no pasarían.
Lo cierto es que los seres humanos somos creaturas únicas, dotadas de la capacidad de razonar y de
hacer uso de nuestra libertad. Dios no nos creó como marionetas, sino como seres libres que pueden
elegir amarlo o no. Podemos usar nuestra libertad para amar a Dios y hacer de este mundo un lugar
mejor. Pero también podemos usar nuestra libertad para alejarnos de Dios y cometer toda clase de
maldades. La existencia del mal en el mundo, de las malas acciones de los seres humanos, son
consecuencia del mal uso de esa libertad.
OTROS ARGUMENTOS ACERCA DE LA EXISTENCIA DE DIOS.
El tema de la existencia de Dios ha sido tratado a lo largo de la historia por teólogos, filósofos y
científicos. Quisiera compartir con ustedes algunos de los más importantes. Si bien no son
argumentos bíblicos, pueden ser muy útiles para usar en un debate.
“Todo efecto tiene su causa”
Si yo estoy en este lugar dando fundamentos es, en última instancia, porque existo. Si no existiera no
podría estar aquí ¿verdad? Pero ¿Cuál es la causa de mi existencia? Alguno podría decir: tus padres
te hicieron. A lo que yo podría preguntarles: ¿y quien hizo a mis padres? La respuesta es obvia: mis
abuelos. Y a ellos los hicieron mis bisabuelos y a ellos mis tatarabuelos. La pregunta es ¿hasta donde
podríamos llegar si vamos infinitamente hacia atrás en el tiempo? Muchos pensadores creen que
tiene que haber un origen del todo. Un origen el primer ser humano, del primer animal, de la primera
planta.
Un filósofo o científico ateo podría responder: el universo entero se originó a partir de la nada. Pero
ellos mismos saben que esa respuesta no tiene sentido, ya que una de las leyes de la física dice que
“la causa siempre es mayor que el efecto”. Por ejemplo: una madre no puede dar a luz un hijo de
tamaño adulto, por eso gesta en su vientre un bebé lo suficientemente pequeño como para que
crezca en él. De igual manera algo tan insignificante como “la nada” no puede ser el origen de algo
tan inmenso como “el todo”. Fue así como surgió la famosa teoría del Big Bang. La idea de que una
partícula explotó dando origen al todo. Pero nuevamente volvemos a la misma pregunta: ¿de donde
salió esa partícula? ¿Quién la puso ahí? ¿Quién la creó?
Muchos científicos y filósofos creyentes entienden que debe haber algo o alguien que esté por
encima de todo lo que existe. Alguien que exista desde la eternidad, por afuera del tiempo y del
espacio. Los suficientemente poderoso como para haber puesto en marcha el universo entero
creando la primera partícula y guiando el proceso de desarrollo hasta la forma que hoy tiene el
universo. Aristóteles, uno de los grandes filósofos de la antigüedad, fue el primero en argumentar así
la existencia de Dios. Él dijo que Dios era el “primer motor inmóvil”, una metáfora que significa:
alguien que no es parte de la creación, pero que la puso en marcha. Alguien que armó este motor
llamado universo y lo arrancó creando todo lo que existe. Ese alguien, es Dios.
El sentido de orden y finalidad.
Tomás de Aquino fue un filósofo y teólogo del siglo XI. El notó que los seres humanos podemos
organizar nuestra conducta en base a un propósito porque tenemos conciencia. Sabemos lo que
queremos y actuamos para conseguirlo. Pero en la naturaleza hay seres que, sin tener inteligencia,
siguen conductas conforme a un propósito. Por ejemplo, las aves: saben a dónde migrar para buscar
un clima cálido. Las plantas, siguen el ritmo de las estaciones, entran en latencia en invierno y brotan
en primavera. La pregunta es ¿Cómo hacen todo eso sin tener conciencia de ello? Tomás dijo que
debe existir “un ser inteligente que dirige todas las cosas naturales a su fin, y a éste llamamos Dios”.
El universo entero parece estar guiado por una inteligencia superior. Una inteligencia lo
suficientemente poderosa como para que ningún detalle se le escape.
El argumento de la perfección.
René Descartes, un filósofo cristiano que vivió en el siglo XVII, estaba convencido de que un sistema
de pensamiento sin Dios estaba condenado al fracaso, al relativismo y la falta de fundamento. Por
eso buscó muchas pruebas de su existencia. La más importante es la conocida como “el argumento
de la perfección”. Su argumento es así: todos tenemos en nuestra mente la idea de que existe un
ideal de perfección. Aunque casi nunca lo alcanzamos, ese ideal siempre está ahí. La pregunta es
¿Cómo puedo yo, un ser humano limitado e imperfecto, tener conciencia de algo que me supera
tanto? Recuerden que el principio de causa y efecto sostiene que el efecto no puede ser más grande
que su causa. O sea: un ser imperfecto no puede desarrollar por sí mismo la idea de lo perfecto.
Concluye entonces Descartes: semejante idea de perfección no puede ser inventada por el hombre.
Necesariamente debe haber sido puesta en la conciencia por un ser que es absolutamente infinito y
perfecto. Ese ser, es Dios.
El argumento de la apuesta.
Este particular argumento fue desarrollado por un apologeta del año 300 llamado Arnobio de Sicca.
Durante siglos cayó en el olvido, pero fue recuperado por el famoso Blas Pascal: ¡el matemático e
inventor de la jeringa y la prensa hidráulica! El argumento se basa en la idea de que toda decisión de
la vida es en realidad una apuesta.

• Si apuesto que Dios existe: y finalmente descubro que tenía razón, me he ganado la eternidad.
Y si decido creer en Dios, pero al final resulta que Dios no existía, no he perdido nada. Incluso
tuve la oportunidad de vivir una vida moral y piadosa, lo cual no es poco.
• Si apuesto que Dios no existe: y resulta ser que Dios sí existe, lo pierdo todo, incluso la
posibilidad de una vida eterna con Él. Si decido no creer en Dios, y Dios no existe, no pierdo
nada, pero me arriesgo a vivir una vida sin sentido y carente de propósito.
Para Pascal, aunque los argumentos científicos en contra de la existencia de Dios sean mil millones
contra uno, cualquier persona razonable apostaría su vida a creer en Dios. Ya que se lo juega todo
con ello.
Una vida transformada.
Cuenta la anécdota que, en la universidad, un profesor argumentaba que la existencia de Dios era
algo ridículo, mitológico, que ninguna persona pensante podría avanzar en una carrera académica y
al mismo tiempo creer en una divinidad que dirige el mundo. Un estudiante alzó su mano y comenzó
el debate que hasta ese momento era un monólogo:
Estudiante: - “profesor yo creo que Dios existe y que puedo ser un gran profesional”.
Profesor: “- ¿de veras usted cree todas esas historias de un Dios que convirtió agua en vino y
piedras en pan?”.
Estudiante: “yo no puedo demostrarle como sucedieron esas cosas, simplemente las creo. Pero
le puedo hablar de mi vida. Mi padre era alcohólico, adicto al cigarrillo, y Dios lo transformó. En casa
el vino se transformó en boletas de electricidad pagas y los cigarrillos en pan y leche para mis
hermanitos”.
El mayor argumento a favor de la existencia de Dios es una vida transformada. Jesús dijo: “El viento
sopla por donde quiere, y lo oyes silbar, aunque ignoras de dónde viene y a dónde va. Lo mismo pasa
con todo el que nace del Espíritu” (Jn 3:8). Aunque no venos el viento, lo reconocemos por su efecto
moviendo los árboles o rozando nuestra piel. Lo mismo sucede con los hijos de Dios: su existencia se
puede ver a través de los milagros de transformación que ha realizado en nosotros. ese es un
argumento que nadie podrá rebatir ¡Así que comértelo con amor y alegría!
DEBATE GRUPAL:

• ¿Qué argumento te impresionó más? ¿Por qué?


• ¿Crees que es importante escuchar los argumentos de quienes no creen en Dios? ¿por qué?
• ¿Cuál es el mayor milagro que Dios hizo en tu vida? ¿de que manera ese milagro habla de la
existencia de Dios?
RENUEVA TU MENTE:
“Los cielos cuentan la gloria de Dios, el firmamento proclama la obra de sus manos. Un día
transmite al otro la noticia, una noche a la otra comparte su saber. Sin palabras, sin lenguaje, sin
una voz perceptible, por toda la tierra resuena su eco, ¡sus palabras llegan hasta los confines del
mundo!” Salmos 19:1-3 (NVI)

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