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EL ANTISEMITISMO EN LA HISTORIA DE LA PRIMERA GUERRA MUNDIAL

Antes de la Primera Guerra Mundial, el antisemitismo racista se limitaba a la extrema derecha


de la política por casi toda Europa y en los Estados Unidos. No obstante, entre las personas no
judías persistían los estereotipos de los judíos y el "comportamiento" judío.
Tres tendencias que se desarrollaron durante e inmediatamente después de la Primera Guerra
Mundial trajeron antisemitismo, incluida su variante racista, a la corriente dominante de la
política europea.
En primer lugar, para las naciones que perdieron la guerra, la atroz masacre en el campo de
batalla, la primera experiencia de Europa con la muerte en masa provocada por el hombre,
pareció ser un sacrificio en vano. Parecía inexplicable excepto por una insidiosa traición
interna. Una leyenda de puñalada trapera atribuyó la derrota alemana y austriaca en la Primera
Guerra Mundial a traidores internos que trabajaban en pos de intereses ajenos, principalmente
judíos y comunistas. Esta leyenda fue ampliamente creída y deliberadamente diseminada por
la dirigencia militar alemana derrotada, en busca de evitar consecuencias personales por sus
políticas.
Al igual que otros estereotipos negativos sobre los judíos, la leyenda de la puñalada trapera era
creída a pesar de ser absolutamente falsa: Los judíos alemanes habían servido a las fuerzas
armadas alemanas con lealtad, coraje y desproporcionadamente con respecto a su porcentaje
de la población.
En segundo lugar, la Revolución Bolchevique, el establecimiento de la Unión Soviética y los
efímeros experimentos con la dictadura comunista en Bavaria y Hungría amedrentaban a la
clase media de toda Europa e incluso cruzando el Atlántico en los Estados Unidos. La
prominencia de algunos comunistas de ascendencia judía en los regímenes revolucionarios
(León Trotsky en la Unión Soviética, Béla Kun en Hungría y Ernest Toller en Bavaria)
confirmó a los antisemitas la atracción "natural" de los judíos y el comunismo internacional.
En tercer lugar, en Alemania, Austria y Hungría, el estigma, expresado en las cláusulas del
sistema del Tratado de Versalles, de ser acusados de iniciar la guerra y de tener que cargar con
el peso de pagar los daños a los vencedores, generó la ira y frustración general en todo el
espectro político. La extrema derecha podría entonces explotar políticamente esta ira y
frustración.
Entre los nuevos estereotipos acerca del "comportamiento" de los judíos que surgieron en los
albores de la Primera Guerra Mundial y que se propagaron deliberadamente junto con antiguos
prejuicios se incluían los siguientes mitos:
1) los judíos habían iniciado la guerra para llevar a Europa a la ruina económica y política y
para hacerla susceptible al "control" judío.
2) los judíos explotaron la miseria de la guerra para enriquecerse y la prolongaron para dirigir
la Revolución Bolchevique en pos de impulsar el objetivo de una revolución mundial.
3) Con su cobardía heredada y su deslealtad instintiva que los predisponía en contra de defender
a la nación, los judíos fueron responsables del perjudicial malestar detrás del frente y
apuñalaron a las tropas combatientes por la espalda (lo que causó la derrota militar y la
revolución democrática/socialista).
4) Los judíos extranjeros dominaban las negociaciones de paz y lograron dividir a los alemanes
y húngaros mediante fronteras nacionales artificiales, mientras sus co-conspiradores, los judíos
nacionales, llevaron por mal camino a la nación a su "rendición" y permanente "esclavitud".
5) Los judíos controlaban las complejas finanzas del sistema de reparaciones para su propio
beneficio.
6) Al haber establecido la democracia constitucional, los judíos la utilizaron para debilitar la
voluntad política de la nación de resistir su influencia y destruir la base de la sangre aria
superior fomentando la endogamia, la libertad sexual y el mestizaje.

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