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UNIVERSIDAD DE ARTES, CIENCIAS Y COMUNICACIÓN

UNIACC
Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales
Carrera de Psicología
Asignatura: La persona del terapeuta

Título del trabajo:

ANÁLISIS Y FUNDAMENTOS QUE FAVORECEN LA


CONSTRUCCIÓN DE UN BUEN PROCESO TERAPÉUTICO

Profesor(a): Gregorio Aguilera Antúnez

Estudiante (s):
Marisa Guzmán Munita
Santiago Lara Sanz

Santiago de Chile, 28 de marzo de 2022


Introducción
La construcción de un adecuado proceso terapéutico, conlleva considerar la
incidencia de ciertos factores inespecíficos en el terapeuta, particularmente
relevantes en el ejercicio clínico de un psicólogo. En este sentido, cabe señalar que
los factores inespecíficos, “son aquellos aspectos comunes a todos los enfoques
(Opazo, 2001), relacionados con aspectos del consultante, del terapeuta y de la
relación entre ambos” (Frances, Sweeney & Clarkin, 1985; Garfield, 1981, citados
en Santibañez et al., 2008, p.90). Este trabajo tiene por objetivo identificar y analizar
algunos de estos factores, para lo cual se revisan estudios e investigaciones
científicas, con el fin de orientar la reflexión informada y crítica de su importancia y
de los desafíos que implica para la praxis psicoterapéutica.

Contenido
Existen diferentes factores inespecíficos que se constituyen como elementos
fundamentales en la terapia. De ellos, algunos de los atribuibles al terapeuta son la
actitud, la personalidad, la experiencia, además del propio bienestar emocional del
terapeuta. Todas estas cualidades, vinculadas a la relación terapéutica, contribuyen
significativamente en el proceso de cambio.
Para la realización de este trabajo nos vamos a centrar específicamente en
tres factores vinculados a la actitud: la empatía, la calidez y la congruencia, todas
habilidades relevantes de desplegar a lo largo de toda la terapia, para fortalecer el
vínculo terapéutico, como se expone.
La empatía es probablemente el factor más determinante en la relación
terapéutica. Putrino, Echevers y Mesurado (2017) la definen como la capacidad de
“experimentar de forma vicaria (aprendizaje observacional) los estados emocionales
de otros” (p.277). Es decir, es el ejercicio del terapeuta de tomar como referencia el
marco del propio del paciente, de ponerse en su lugar, ya sea tratando de sentir
como el otro (empatía emocional) o de “mirar con sus ojos” (empatía cognitiva). Esta
capacidad fortalece el vínculo terapéutico, ya que permite implicarse en profundidad
facilitando de este modo la transferencia por parte del paciente. De hecho, estudios
de Barret-Lennard (1997) y Stecley (2006) afirman que “los pacientes que perciben
a sus terapeutas como empáticos experimentan cambios estructurales en sus
modelos internos y tratan a sí mismos y a otros menos negativamente” (citados en
Putrino, Echevers y Mesurado, 2017, p.278).

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Por su parte, la calidez, es una habilidad muy cercana a la empatía emocional
que se pone en práctica mostrando un trato cercano y generando un ambiente de
confianza que transmita disponibilidad. Esta predisposición no debe confundirse con
una actitud sobre-afectuosa o paternal, sino que mediante gestos, palabras y un
tono adecuado, se transmite esta actitud.
Por último destacamos la congruencia, habilidad que tiende un puente entre
lo que el terapeuta siente y lo que dice, ya que, tal y como señala Baldwin, 2008, en
Szmulewicz, 2013: “decir una cosa y sentir otra, genera un ambiente de
deshonestidad emocional, que hará inseguro el paciente” (citados en Ortiz de
Zárate, 2021, p.36), lo cual terminará afectando la relación terapéutica. De hecho,
Safrán (1994), señala que “sólo el 15% del cambio psicológico en terapia es
atribuible a factores específicos, mientras que un 45% se atribuiría a factores de la
relación terapéutica” (citado en Santibañez et al., 2008, p.90), frente a lo cual
desarrollar congruencia da confianza, y esa confianza será determinante para el
éxito (o fracaso) del proceso terapéutico. Ortiz de Zárate (2021), alude a
investigaciones de la escuela Rogeriana (de Carl Rogers) para situar la calidez y la
congruencia entre las habilidades inespecíficas necesarias para gestar el cambio.
Ahora bien, la consideración de que la empatía, calidez y congruencia son
atributos centrales en un terapeuta, nos llevó a observar si su grado de desarrollo en
nosotros mismos como futuros psicólogos, podría ser el apropiado para construir un
buen proceso terapéutico. Para determinarlo, repasamos episodios y vivencias de
nuestra historia personal y experiencia académica compartida. Esta valoración
implicó contrastar nuestro relato personal con la percepción sincera del otro,
respecto del grado de desarrollo de estos factores inespecíficos en cada uno,
situados en la evidencia de llevar años de trabajo en equipo bajo diversos grados de
presión. De este ejercicio dialógico de auto y co-conocimiento, surgen las siguientes
ideas fuerza:
-Empatía: Ambos tenemos apropiados grados de empatía producto de nutridas
historias de vida, muchos viajes, diversidad de ocupaciones… experiencias que han
propiciado grados de adaptación y tolerancia a distintos escenarios y personas, lo
cual sumado a la madurez propia del ciclo vital en que está cada quien, nos lleva a
creer que contamos con un grado de desarrollo de empatía apropiado a los fines de
nuestro futuro rol terapéutico.

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-Calidez: Este atributo resulta central para establecer relaciones realmente
humanas, basadas en el interés genuino por generar un acercamiento verbal y no
verbal respetuoso, amoroso, realmente cálido. Nuestro balance en este ámbito es
positivo, por cuanto ambos reconocemos que el trato del uno con el otro (y con los
otros) durante nuestra interacción académica ha tenido esa característica, pese a
que dicha interacción no ha estado exenta de presiones internas y externas. -
Congruencia: La congruencia entre el decir y el hacer es vital para desarrollar y
mantener la confianza y credibilidad en general, y así lo hemos demostrado al
resolver asuntos pequeños y grandes. Pero en la psicoterapia en particular, será
vital que el paciente perciba la congruencia de nuestras orientaciones, enfoque y
plan terapéutico durante la interacción, para así darle confianza y seguridad.

Análisis crítico de los resultados


-Fortalezas: En lo personal, ser buenos comunicadores permite manejar
herramientas de la comunicación verbal y no verbal que hará más empática y cálida
la relación con los consultantes. Asimismo, la edad cronológica en que se
experimentan los factores inespecíficos relevados es un plus, dado que se viven con
madurez biológica y emocional suficientes y apropiadas como punto de partida, para
el beneficio de los pacientes y del trabajo con equipos interdisciplinarios y de pares.
-Debilidades: Las aprensiones o inseguridades personales en el contexto de iniciar
la práctica clínica sin mayor experiencia que la teórica, pues podrán surgir dudas al
tomar decisiones y temores de poder hacerlo con propiedad, dado que ambos
consideramos que la salud mental de las personas no admite improvisaciones ni
errores.

-Oportunidades: En lo interno, la actitud y disposición a la mejora continua, permitirá


buscar y aprovechar las oportunidades de crecimiento y desarrollo. Estar atentos,
por ejemplo, a los requerimientos, condiciones y plazos para acceder a becas,
pasantías o diplomados de la especialidad de preferencia de cada uno, y obrar en
consecuencia. -Amenazas: La presión de nuestra propia existencia (relaciones
familiares, laborales, de pareja…), frente a un entorno externo incierto, cambiante u
hostil (en lo social, en lo global, en lo económico…) podría tensionar la expresión de
los factores inespecíficos relevados o desgastarlos, amenazando nuestra salud

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mental. Por ello será necesario ocuparnos de nuestro bienestar emocional, para no
hacer propias las problemáticas de los consultantes.

Reflexión crítica
Tras el análisis presentado, solo nos resta insistir en la importancia de
potenciar el autoconocimiento que conlleve al desarrollo e incremento de variables
inespecíficas abordadas: la empatía, calidez y congruencia, porque favorecen
exhibir las condiciones necesarias y suficientes para la praxis clínica, desde una
concepción humanista de esa interacción que nos identifica (Rogers, 1957).
Destacamos que el mejoramiento continuo y consistente de habilidades como las
relevadas, favorece establecer relaciones y alianzas con los pacientes, augurando
así un fructífero proceso terapéutico (Corbella & Botella, 2003).

Conclusiones
Concluimos pues, destacando la importancia de las habilidades inespecíficas
en terapia psicológica, cuya capacidad de generar cambios está muy por encima de
las habilidades específicas. Dentro de ellas, la empatía, calidez y congruencia tienen
un lugar destacado para conducir una terapia con éxito, tal como ha quedado
refrendado tras la revisión analítica de la literatura en esta materia. Los autores
referenciados, confirman la influencia virtuosa que estas habilidades generan en la
relación terapéutica. Por lo anterior, creemos que dada la importancia de
potenciarlas y mantenerlas, el reto ahora -y en adelante- consistirá en introducir
elementos técnicos una vez desplegadas estas habilidades y consolidada la relación
terapéutica, en lugar de primar lo técnico por sobre lo relacional, en esta dinámica.

Referencias
Corbella, S., & Botella, L. (2003). La alianza terapéutica: historia, investigación y
evaluación. Anales de Psicología, 19(2), 205-221.
Ortiz de Zárate, A. (2021). El desempeño del terapeuta y el éxito en el proceso
terapéutico. Apunte de clase unidad 1, La Persona del Terapeuta (MC),
Universidad UNIACC.

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Putrino, N., Etchevers, M., & Mesurado, B. E. L. É. N. (2017). El vínculo terapéutico:
el rol del entrenamiento en empatía. Acta Psiquiátrica y Psicológica de
América Latina.
Rogers, C.R. (1957). Las condiciones necesarias y suficientes del cambio
terapéutico de la personalidad. Revista de Psicología Consultora, 21 (2), 95–
103. https://doi.org/10.1037/h0045357
Santibañez, P.M., Román, M.F, Lucero, C., Espinosa, A.E., Irribarra, D.e y Muller, A.
(2008). Variables inespecíficas en psicoterapia. Terapia Psicológica, 26 (1),
89-98.Disponible en https://www.redalyc.org/pdf/785/78526108.pdf

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