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Facultad de Ciencias Sociales

Departamento de Relaciones
Internacionales
PEDRO LIMÓN LÓPEZ

ORDEN INTERNACIONAL Y POLÍTICA DE ––


SEGURIDAD NACIONAL

Tema 7. Nuevos retos globales para la


Seguridad

Versión Fecha Motivo de modificación Elaboración Revisión Aprobación


Pedro Limón López
Profesor Orden Internacional y Política de Seguridad Nacional (modalidad virtual)

PRESENTACIÓN Y OBJETIVOS 3

La ampliación del concepto de seguridad: retos teóricos 4

El 11S: Guerra Global contra el Terror y retorno a la Seguridad Nacional 15

Nuevos retos globales para la seguridad 19

BIBLIOGRAFÍA DE LA ASIGNATURA 26

GRÁFICOS

Gráfico 35. Figura 10. La preocupación por el terrorismo en distintos países 22

Gráfico 36. Figura 11. Gráfico del arsenal nuclear estimado en diciembre de 2017 en
diferentes Estados 23

Gráfico 37. Mapa 26. Posición de los países según el protocolo de Kyoto 2018 25

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Presentación y objetivos

En este tema se analiza la aparición de nuevos retos existentes en los Estudios Internacionales sobre
Seguridad, tanto desde el punto de vista conceptual –con el surgimiento de nuevas perspectivas
teóricas-, como desde el punto de vista de los procesos y acontecimientos políticos que han implicado
un reto y una transformación sobre el análisis de seguridad.

En la primera parte de la unidad temática se sistematizarán algunas de las nuevas perspectivas


teóricas surgidas como enfoques pertinentes dentro de los Estudios Internacionales sobre Seguridad,
con la emergencia de numerosos enfoques insertos en la innovación que supuso la mirada
reflectivista en las Relaciones Internacionales –constructivismo, post-estructuralismo, post-
colonialismo, teoría feminista, escuela crítica, etc.-, con la influencia creciente de la Escuela de
Copenhague y los Estudios críticos de seguridad.

En la segunda parte del tema nos centraremos en la influencia que tuvieron los atentados terroristas
del 11S no sólo sobre la esfera internacional y la política mundial, sino en los propios enfoques
teóricos y prácticos de la seguridad. En efecto, la Guerra Global contra el Terror implicó, según
numerosos enfoques, cierto retorno al enfoque de la Seguridad Nacional, especialmente el adoptado
por Estados Unidos, que desde aquel instante ha venido liderando dicha guerra contra el terror.

En la tercera parte del tema, trataremos de mostrar algunos de los retos sociales y políticos que han
surgido vinculados a los procesos de globalización, analizando su influencia en los estudios sobre
seguridad y en las dinámicas políticas mantenidas en torno a estos elementos en la esfera
internacional.

Los objetivos de este tema son:

 Presentar una tipología de las nuevas perspectivas teóricas surgidas tras el fin de la
Guerra Fría en los Estudios Internacionales sobre Seguridad, enfatizando en aquellas
que han resultado más influyentes en el desarrollo académico posterior, así como en la
ampliación del concepto de seguridad.

 Analizar el impacto que supuso el 11S en las dinámicas internacionales sobre la


seguridad, así como sistematizar qué inferencias implicó dicho acontecimiento en las
relaciones entre Seguridad nacional y seguridad global.

 Sistematizar los retos globales surgidos alrededor de la reflexión teórica y la praxis


política de la seguridad, así como establecer la prospectiva en relación a la ampliación
de la noción y la práctica sobre la seguridad internacional.

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La ampliación del concepto de seguridad: retos teóricos

El orden de post-Guerra Fría implicó una serie de transformaciones profundas no sólo en las políticas
internacionales sobre seguridad, sino alrededor de las propias nociones de seguridad, así como de
las perspectivas desde las que ésta era analizada. Además de la cantidad de nuevas problemáticas
surgidas en torno a la misma –cuestión que se verá en detalle en el tercer epígrafe de esta unidad
temática-, surgieron múltiples enfoques que no sólo ampliaron el concepto de seguridad, sino que
profundizaron en las inferencias teóricas y prácticas de la misma. Como se ha dicho:

“Para aquellos que pretendían expandir el concepto de seguridad, las limitaciones de la agenda
militar estado-céntrica era problemática analíticamente, al igual que política y normativamente.
Cuestiones como la resolución pacífica de la Guerra Fría, el crecimiento de los conflictos intra-
estatales, el miedo de las sociedades occidentales a la inmigración, el declive del medioambiente y
la aceleración de la epidemia del SIDA demostraron que el tradicionalismo fue incapaz de afrontar
los retos de la era de post-Guerra Fría. Además, quienes pretendían ampliar y profundizar dicho
concepto mantenían que la década de 1990 fracasó en la producción de un acontecimiento militar
constitutivo o en la definición de una problemática sobre una gran potencia que podrían servir a los
tradicionalistas para reclamar su centralidad en el enfoque. El reto al estado-centrismo militar no
era nuevo, por supuesto, pero lo que reconfiguró el campo de los Estudios Internacionales sobre
Seguridad en los últimos 1980 y los 1990 fue que estos retos no se identificaron más como
‘Investigadores para la Paz’ –teniendo así una posición política particular sobre el paisaje político y
académicamente contestado de la Guerra Fría-, sino por la gente que hacía Estudios de Seguridad
o Relaciones Internacionales” (Buzan y Hansen, 2009: 187).

Obviamente, todos los debates que pretendían ampliar y profundizar el concepto de seguridad
sufrieron el impacto de las políticas de las grandes potencias, así como se desarrollaron múltiples
eventos relacionadas con esta agenda de la seguridad o avances tecnológicos, tal como se mostró en
la unidad temática anterior. En este sentido, el conjunto de perspectivas surgidas al calor de dichos
procesos –multiplicándose también conforme a la particularidad de los enfoques- mantuvieron un
diálogo con las perspectivas tradicionalistas anteriores.

Dentro de éstas, los principales enfoques que se desarrollaron combinando ese objetivo de ampliar y
profundizar el concepto de seguridad fueron las siguientes (Buzan y Hansen, 2009: 191-221):

1. El constructivismo: el constructivismo emergió como una de las perspectivas alternativas


dominantes en el último debate de la disciplina en las Relaciones Internacionales generado entre las
posturas más racionalistas y aquellas más próximas al reflectivismo. No sólo se trata de una
renovación innovadora dentro de la disciplina –responsable además de enfatizar en la importancia del
Derecho Internacional y en los procesos de producción y re-producción de la política mundial-, sino

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que el constructivismo constituyó una auténtica revolución epistemológica en las Ciencias Sociales en
sentido amplio (Dunne et al, 2013; Baylis et al, 2014).

Como se ha dicho:

“En términos generales, el constructivismo ha compartido una crítica a las premisas materiales
estáticas de las teorías tradicionales de las Relaciones Internacionales. Han enfatizado la
dimensión social de las Relaciones Internacionales y la posibilidad de cambio (…), aunque, no
obstante, difieren en sus aproximaciones. Algunas son más conscientes de su amplia audiencia y
han realizado su crítica en un lenguaje que podría permitir abrir cierto espacio al diálogo con gente
predominante dentro de la Academia. Otras de estas personas han sido mucho más severas en
establecer el problema y han ido mucho más lejos en su crítica. Ambas posturas han conformado
de manera conjunta lo que podría emplazarse como constructivismo en las Relaciones
Internacionales. El punto principal –y, podría añadirse, además muy constructivista- es que el
debate académico, al igual que el debate político, emerge en circunstancias histórica y
culturalmente específicas” (Dunne et al, 2013: 188).

El constructivismo introduce así dos cuestiones esenciales: en el plano ontológico, las perspectivas
constructivistas no asumen que existe ‘una realidad ahí fuera’, sino que la importancia de los hechos
–los hechos en sí mismos- es socialmente construida; en el plano epistemológico, dado que no hay
ninguna verdad ‘objetivamente mensurable’ a nivel externo, no hay datos objetivamente validables y
medibles y, por ende, no sólo cualquier dato está sujeto a interpretación, sino que en todo tipo de
1
análisis y de conocimiento existen una serie de fines, intereses y situaciones de partida específicas .

La idea de ‘construcción social de la realidad’ apela a “una praxis que supone la construcción –
producción o representación- de un objeto o un sujeto que de otro modo no existiría” (Dunne et al,
2013: 188). En este sentido, se trata de constructos sociales puesto que los objetos o sujetos ‘existen’
sólo cuando tienen significado humano y se significan conforme a esa comprensión y dentro de un
contexto determinado. Conforme a estas premisas, el constructivismo asume algunos pilares o bases
principales de sus presupuestos que, dentro de los Estudios Internacionales sobre Seguridad,
podemos diferenciar conforme a dos grandes visiones constructivistas:

 El constructivismo convencional: esta perspectiva teórica fue la menos radical de


cuantos enfoques ampliaron y profundizaron el concepto de seguridad, asumiendo las
limitaciones de los estudios de seguridad militares y estado-céntricos, aunque tratando
de explicar las causas a partir de factores ideacionales –o construidos- en lugar de
procesos materiales, estableciendo cierta convergencia con el enfoque realista tanto en

1
Como se vio anteriormente respecto al tema de la Teoría Crítica y las Teorías Feministas, la especificidad del lugar de habla
es esencial, por lo cual hay que hacer mención siempre en que todo conocimiento es situado –espacial y temporalmente- y que,
en último término, lo que subyace a todo locus de enunciación es una historia de aprendizaje emplazada y contingente
atravesada por la estructura y relaciones sociales de poder que a su vez articulan ese lugar de habla.

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términos del diseño de las investigaciones como en la aceptación de algunas premisas
positivistas sometidas a crítica. De otro modo:

“(…) si los constructivistas podían probar que las explicaciones ideacionales podían dar cuenta
de las respuestas eludidas por las teorías materialistas realistas –y un poco menos de las
liberales, entonces ‘debería ser relativamente fácil aplicar la perspectiva analítica de este libro
para ampliar concepciones de la seguridad que no están restringidas a cuestiones militares o al
Estado’. Como esta afirmación ilustra, los Constructivistas convencionales era tradicionalistas no
sólo en la medida en que aceptaron un concepto de seguridad militar del Estado, sino en que se
conformaban con una agenda de investigación sustancial y epistemológicamente tradicionalista
que sostenía que los Estudios Internacionales sobre Seguridad y las Relaciones Internacionales
deberían dedicarse a explicaciones del comportamiento del Estado. La seguridad, en resumen,
es una conducta a explicar, no, como argumentaban otras aproximaciones que profundizaban en
la misma, un concepto que es inherentemente político y contestado. La sugerencia (…) de que
las aproximaciones que ampliaban y profundizaban el concepto podían aplicar fácilmente las
conclusiones ideacionales del constructivismo se suponía la elusión, según otros enfoques, de la
naturaleza profundamente política del concepto de seguridad. Había algo más en juego que
convencer a los tradicionalistas para elegir el caso duro, que fue indicado por el deseo del
constructivismo convencional para distanciarse del post-estructuralismo, de la ‘teoría social
exótica’” (Buzan y Hansen, 2009: 192).

En este sentido, el constructivismo convencional se mueve entre los análisis críticos de


los estudios tradicionalmente desarrollados por el Neorrealismo hasta otros enfoques
que enfatizan en el impacto de las políticas exteriores estatales sobre las instituciones
del sistema internacional. Por su evolución y aplicaciones, ha sido criticado tanto por
perspectivas tradicionalistas como por otros enfoques que pretende ampliar y
profundizar el concepto de seguridad –fundamentalmente por ser otro tipo de
racionalismo-: resumiendo de forma muy somera, “el constructivismo puede completar
el Realismo, pero no sustituirlo” (Buzan y Hansen, 2009: 196). Además, la ambigüedad
de sus inferencias analíticas son también materia de cuestionamiento, ya que las
explicaciones tendentes a los factores ideológicos o simbólicos no implican
necesariamente una solución pacífica dentro de los análisis de la seguridad:
efectivamente, esa multidireccionalidad del constructivismo convencional como factor
en cierta medida ecléctico –entre el análisis kantiano, la crítica constructivista del
marxismo y la revisión crítica del Realismo- es lo que intentó ser superada por la
revisión posterior.

 Constructivismo crítico: surgido durante los años noventa, se distinguió del


constructivismo convencional en que analizaba los discursos y las conexiones entre la
configuración histórica discursiva de los procesos de identificación, así como las
políticas securitarias. Asimismo, cuestionó la visión convencional por “reificar el Estado
como objeto de análisis, lo que estaba vinculado a un privilegio normativo del Estado

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como objeto de referencia preferible para la seguridad” (Buzan y Hansen, 2009: 197).
Desde un punto de vista epistemológico, es complicado distinguir algunos límites entre
el constructivismo convencional, el constructivismo crítico y el post-estructuralismo.
En términos teóricos, el constructivismo crítico incluía cuestiones procedentes de la
Teoría social crítica y de la sociología histórica, así como consideraba algunos
elementos de la Investigación para la Paz, tanto la convencional como los análisis
lingüísticos de dicha materia de estudio, enfoque alrededor del cual establecieron gran
parte de su énfasis metodológico. Como se ha dicho:

“Los constructivistas críticos que trabajan en la tradición lingüística argumentan que los
conceptos realistas clave como el interés nacional están constituidos discursivamente a través de
representaciones (de países, pueblos, etc.) y elementos lingüísticos (nombres, adjetivos,
metáforas y analogías). Las políticas de seguridad y exteriores por lo tanto no surgen de
intereses nacionales objetivos, sino que llegan a legitimarse a través de construcciones
particulares que no son simplemente significados flotantes o ‘palabras adecuadas’, sino que
siguen un conjunto específico de reglas limitadas del juego (…). Cómo Occidente responde a la
Guerra de Bosnia, por ejemplo, situó la guerra dentro de un particular juego lingüístico.
Comparando la guerra a la Segunda Guerra Mundial, Vietnam, la Guerra del Golfo o la Primera
Guerra mundial constituía así diferentes identidades para las partes bosnia y para occidente y
sugirió qué políticas podían o debían ser llevadas a cabo” (Buzan y Hansen, 2009: 198-199).

El interés acerca de la construcción de la identidad y los vínculos con las representaciones y las
políticas públicas establece cierta relación entre el Constructivismo crítico y el Post-estructuralismo, si
bien existen algunas diferencias esenciales: el análisis lingüístico y narrativo por parte del
constructivismo crítico se realiza desde un enfoque más analítico o hipotético que empírico; en
segundo lugar, el concepto de de identidad está ligeramente vinculado más al constructivismo que al
post-estructuralismo, en la medida en que el constructivismo crítico habla de identidades de actores,
en lugar de procesos o subjetividades discursivamente configuradas; en tercer lugar, el
constructivismo crítico establece la mayoría de las veces la identidad como premisa para la
construcción de conceptos o palabras o, a la postre, discursos, en lugar de ser construidas como
proceso de la relación entre los propios conceptos o dicotomías narrativas, tal como hace el post-
estructuralismo (Buzan y Hansen, 2009: 199).

2.El Post-colonialismo: también a inicios de los años 90, se produjo una crítica acerca del
etnocentrismo de la concepción occidental sobre las Relaciones Internacionales en general, y sobre
los Estudios Internacionales sobre seguridad en particular, especialmente cuestionando el estado-
centrismo imperante. La teoría post-colonial está constituida por un conjunto extenso de múltiples
enfoques donde confluyen la teoría social crítica, la sociología histórica y el análisis discursivo y
lingüístico –un poco de forma similar a lo que sucedía con el Constructivismo crítico-.
El post-colonialismo es una perspectiva relativamente reciente dentro de las Relaciones
Internacionales, considerada aquí como

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“una multiplicidad de perspectivas, tradiciones y aproximaciones a las cuestiones de identidad,
cultura y poder (…), con múltiples centros originarios en regiones donde existieron diferentes
formas de control y economía en tiempo de conquista (…) y que introducen nuevas formas de
pensamiento y reflexión sobre técnicas de poder que constriñen la emancipación” (Dunne et al,
2013: 248).

Al igual que otras perspectivas teóricas de la renovación disciplinaria del cuarto debate, sus
aportaciones no sólo resultaron innovadoras sobre las Relaciones Internacionales como disciplina,
sino que implicaron también algunas aportaciones en materias de calado e importancia política dentro
de la política mundial. En concreto, hay tres contribuciones que se han considerado las aportaciones
principales por parte de estas teorías postcoloniales (Baylis et al, 2014: 185):

 En primer lugar, han establecido un análisis histórico de las relaciones de poder entre
los centros metropolitanos y sus colonias dentro de la disciplina;

 Además, han aportado puntos de vista y teorías de dichas relaciones desde las
perspectivas de los pueblos colonizados, en lugar de hacerlo desde la perspectiva de
las grandes potencias o desde los centros coloniales –e imperiales- de producción del
conocimiento;

 Finalmente, han supuesto una renovación también empírica al introducir el estudio de


novelas, poesía, diarios o testimonios como fuentes de información disponible sobre la
naturaleza del colonialismo y el postcolonialismo.

Además de que tradicionalmente las Relaciones Internacionales no han estado especialmente


interesadas en analizar las relaciones de dominación y subordinación –colonial o postcolonial-
existentes en el mundo, la postura estadocéntrica hegemónica y prácticamente excluyente de otras
formas de articulación política (Baylis et al, 2014: 185-186), eludiendo cualquier organización del
poder que no se considerase soberana, territorialmente autónoma y, por ende, ‘equiparable o
asimilable’ a la forma-Estado. No obstante, tras los procesos de descolonización desarrollados tras el
final de la Segunda Guerra Mundial a instancias de la Organización de las Naciones Unidas, dicho
proceso cambió, especialmente a partir de la celebración de la Conferencia de Bandung (Indonesia)
en 1955, en la que 29 países asiáticos y africanos en su mayoría configuraron un tercer bloque de
Países No Alineados que se consolidaron como el bloque del ‘Tercer Mundo’ (Baylis et al, 2014;
Dunne et al, 2013).

En términos de análisis de seguridad, estas teorías reclamaban la inclusión de los elementos


anteriores dentro de los estudios sobre dicha materia, puesto que la forma de configuración de las
políticas de seguridad también se habían desarrollado a partir de distinciones entre nociones
occidentales y no occidentales que reclamaban nuevas metodologías y epistemologías.

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Especialmente, las teorías post-coloniales aunaron estudios procedentes de la Antropología, que
cuestionaba de forma sólida la asunción de que existía un concepto globalmente compartido acerca
de la seguridad; por el contrario, las particularidades locales e históricas de cada contexto espacial y
temporal han sido siempre esenciales en la configuración de las lógicas y nociones de seguridad
nacional e internacional (Buzan y Hansen, 2009: 201-202).

3. Seguridad Humana: este enfoque se debe fundamentalmente a la evolución conceptual


desarrollada a partir del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), cuyo concepto
de seguridad humana, aparecido en 1994 junto con el programa, tenía la ventaja de combinar las
agendas académicas y del activismo político, y estaba promovido desde una fuerte base institucional.
La conceptualización de la seguridad humana desarrollada por parte del PNUD constituyó la
ampliación con mayor alcance del concepto desde la noción de violencia estructural, ya que expandía
la seguridad hacia ámbitos antes no analizados y, como las teorías de la dependencia y los enfoques
marxistas, miraba hacia las dinámicas Norte-Sur dentro del estudio de la materia. En otras palabras:

“La original formulación del PNUD optó por una expansión de la seguridad a lo largo de varias
dimensiones. La ‘lógica de la seguridad’ debía ampliarse más allá de la defensa territorial, los
intereses nacionales y la disuasión nuclear para incluir ‘intereses universales’ y la prevención de
conflictos, pero también y de modo crucial un esfuerzo cooperativo global para erradicar la pobreza
y el subdesarrollo. El objeto de referencia giró de los Estados-nación a la gente, y para estar
centrada en los pueblos e interesada en el bienestar de la gente en una sociedad y en el libre
ejercicio de sus elecciones y oportunidades sociales, así como alrededor de su situación de
conflicto o de paz. Ello implicó una ampliación radical de los tipos de amenazas y sectores
aplicables a la seguridad, que se extendió a la comida, la salud, el medioambiente, el crecimiento
demográfico, las disparidades en las oportunidades económicas, la migración, el tráfico de drogas
y el terrorismo” (Buzan y Hansen, 2009: 203).

La crítica más sólida que se realizó sobre este enfoque fue por la amplitud de su ámbito de análisis,
ya que tenía tal amplitud que en ocasiones podría dejar cierto vacío político o académico, de ahí que
se intentase posteriormente acotar su aplicación hacia políticas de seguridad humanitaria por los
Estados o por parte de diferentes organizaciones internacionales. En cualquier caso, este enfoque
implicó ampliar una agenda hacia límites mucho más extensos, pero simultáneamente permitió incluir
un conjunto de actores políticos diversos dentro de los Estudios Internacionales sobre Seguridad.

4. Estudios críticos de seguridad: compartiendo el interés por los pueblos y la gente más que por los
Estados, también surgieron los Estudios críticos en Seguridad, fundamentalmente vinculados a la
inspiración teórica de la Escuela de Frankfurt y, posteriormente, a la denominada ‘Escuela de
Aberystwyth’. Como se verá desarrollado más adelante en el tema relativo a las Teorías de la
securitización, esta perspectiva impactó sobre la ampliación del concepto de seguridad en un sentido
dual: por un lado, admitió la agencia del Estado como parte central del desarrollo de las políticas de
seguridad, aunque, por otro y de forma más importante, situó a los individuos en el centro del foco de

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estudio de la seguridad, sosteniendo que las políticas de seguridad global, más que crear un entorno
de seguridad individual y colectiva, lo que produce es inseguridad para los individuos de forma
paralela a la inseguridad que produciría la estructura económica neoliberal (Buzan y Hansen, 2009:
209). Además, establecía un vínculo central entre la seguridad individual, las posibilidades de
emancipación social y la seguridad global.

En resumen:

“El concepto de emancipación de los Estudios Críticos de Seguridad se fundamenta de forma


explícita en la Escuela de Frankfurt, particularmente en el concepto de Habermas del potencial
emancipador de la interacción y la comunicación. Esto de hecho establece un nexo tanto con la
Investigación para la Paz de la Guerra Fría y con los intereses del post-estructuralismo temprano
en formas emancipadoras de conocimiento. El grado compartido con otras aproximaciones que
profundizan en el concepto de seguridad es, no obstante, debatido (…). La noción de
emancipación está implícita en el feminismo, post-estructuralismo, la Escuela de Copenhague (…),
aunque los Estudios de Seguridad hacen tomar conciencia y crean audiencias para la seguridad,
en lugar de meramente analizar cómo las audiencias responden a los movimientos securitarios, tal
como hace la Escuela de Copenhague” (Buzan y Hansen, 2009: 207).

Sin embargo, como en el caso de otros conceptos, la noción de emancipación fue cuestionada por su
carácter normativo –o directamente utópico-, así como por ser excesivamente difuso o vago.

5. Feminismo: de entre todas las aproximaciones que profundizaron y ampliaron el concepto de


seguridad, los Estudios feministas sobre seguridad fueron en gran medida los que más ampliaron el
desarrollo no sólo de las nociones de seguridad, sino que introdujeron múltiples cuestiones de
investigación, objetos de referencia, epistemologías y metodologías múltiples.

Por un lado, supuso una gran crítica frente a la visión dominante estado-céntrica en los Estudios
sobre seguridad, introduciendo innovaciones a partir de epistemologías de la experiencia; por otro,
tuvieron en cuenta los procesos cotidianos desarrollados en la escala local, en lugar de privilegiar
exclusivamente los enfoques ‘desde arriba’; en tercer lugar, añadió la consideración de las
consecuencias de diferentes procesos de seguridad ‘desde’ la perspectiva de las mujeres, así como
en función de los efectos que diferentes acontecimientos internacionales tienen sobre las mismas de
manera constante y que son académicamente ignoradas.

De otro modo:

“La atracción de una epistemología de la experiencia para los Estudios feministas sobre seguridad
es que trae e los sujetos marginalizados por conceptos estadocéntricos –y otros colectivos- de
seguridad, por ejemplo, víctimas de la violación en tiempo de guerra o del tráfico sexual (…).
Algunos puntos de vista feministas desarrollan así la diversidad feminista que subyace en la

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identidad informada no sólo por el género, sino por la etnicidad, la clase y la raza. Esto abrió una
variedad mayor de objetos de referencia atravesados por procesos y experiencias de género, pero
también creó el problema de cómo unificar el movimiento y la consciencia feminista a través de
múltiples experiencias. El problema era en resumen que la epistemología feminista en el ámbito de
la seguridad internacional debía tanto decidir incluir la admisión de las experiencias de las mujeres,
como aceptar, como otros campos habían hecho, que hay una necesidad de juzgar y seleccionar,
incluso dentro de la perspectiva feminista. Ello no es sólo una cuestión de la selección acerca de
qué mujeres incluir. Más bien, el problema más fundamental es que la experiencia se basa una
construcción ambigua del sujeto individual, estructuras atravesadas por el género y el status
privilegiado del investigador” (Buzan y Hansen, 2009: 208-209).

Además, otras revisiones posteriores críticas con la metodología cuantitativa feminista han aportado
algunas reflexiones acerca del impacto que tienen los procesos de género sobre los comportamientos
sociales y políticos relacionados con los procesos de seguridad –en un sentido inverso a cómo se
planteó inicialmente-.Finalmente, hay que destacar el impacto empírico de los estudios feministas
sobre seguridad, por lo cual en términos teóricos siempre fue un enfoque un tanto ecléctico y sujeto a
influencias de los acontecimientos, haciendo confluir como elementos de estudio clave los siguientes
(Buzan y Hansen, 2009: 211-212):

 El tráfico sexual a través de las fronteras Oriente-Occidente


 La violación como arma de guerra y otras formas de violencia sexual en tiempo de
guerra
 Resolución pacífica de conflictos y soluciones no militares
 Denuncia de protección de escándalos de prostitución o participación de instituciones
internacionales en estos procesos o, incluso, protectoras de casos de violación
 Los niños y las mujeres como combatientes y hombres como víctimas de la violencia
sexual
 Impacto de la adopción de la Resolución 1325 del Consejo de Seguridad de las
Naciones Unidas sobre género y seguridad en el año 2000.

6. Seguridad discursiva: la Escuela de Copenhague. Al igual que en el caso de la Escuela de


Aberystwyth, se profundizará más adelante en las implicaciones de la Escuela de Copenhague en lo
relativo a las teorías de la securitización. Como bases de su aportación a la profundización y
ampliación del debate en torno al concepto de seguridad, la Escuela de Copenhague aporta las
nociones de ‘seguridad societal’ y de ‘securitización’.

En el primer caso, se trata de una innovación teórica introducida en el contexto de los conflictos
étnicos y nacionales de la guerra de la antigua Yugoslavia, y se define como “la capacidad de la
sociedad de persistir en su carácter esencial bajo condiciones cambiantes y amenazas reales o
potenciales” (Waever et al, 1993: 23; citado en Buzan y Hansen, 2009: 213). En lugar de situar el

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Estado como objeto de referencia para su análisis, eran las sociedades las que ocupaban este lugar,
situándose esta perspectiva teórica a medio camino entre la posición estado-céntrica típica del
enfoque tradicional y los enfoques que enfatizaban en el individuo y la seguridad global –viniesen de
la Investigación para la Paz o desde los Estudios críticos de seguridad-. Ciertamente, la ‘seguridad
societal’ restringía el análisis a los procesos que tienen lugar entre dos actores, como son el Estado y
los conjuntos sociales, frente a los procesos individuales.

En el segundo caso, se trata de una concepción discursiva de la seguridad, según la cual la definición
de la misma no dependería tanto de las políticas aplicadas, sino de la eficacia en su definición como
tal desde un aspecto discursivo. Así, las teorías de la securitización tendrían tres pilares básicos
(Buzan y Hansen, 2009: 213):

 Por un lado, la teoría del acto discursivo, según la cual el lenguaje es una acción con
capacidad performativa, esto es, productiva de las categorías que pretende describir.

 Por otro, una noción antagónica o ‘Schmittiana’ –en términos de amigo-enemigo- de la


seguridad y de las políticas de excepcionalidad.

 Finalmente, se basaría también en los debates tradicionales sobre la seguridad.

La combinación de dichos debates dio lugar a un concepto de seguridad que combina

“(…) su constitución dentro del discurso sobre la seguridad nacional, que implica un énfasis en la
autoridad, la confrontación y construcción de amenazas y enemigos, una capacidad de tomar
decisiones y la adopción de medidas de emergencia. La seguridad tiene una fuerza política y
discursiva particular y es un concepto que hace algo –securitiza- en lugar de una condición objetiva
(o subjetiva). La securitización se refiere de forma más precisa al proceso de presentar algo como
una cuestión en términos de seguridad, en otras palabras, como una amenaza existencial (…). La
seguridad implicaría definir cuestiones públicas desde el ámbito no politizado (…) a su politización
a través de la securitización (…). Es ese poder discursivo de la securitización el que reúne objetos
y actores: los actores securtizadores son definidos como actores que securitizan cuestiones al
declarar algo –un objeto de referencia- existencialmente amenazado, y los objetos de referencia
como cosas que son vistas como algo que está existencialmente amenazado y que tiene un
derecho legítimo a la supervivencia” (Buzan y Hansen, 2009: 213-214).

Obviamente, estos procesos de securitización funcionan en múltiples escalas, y ha tenido un éxito


teórico bastante significativo, aunque no está exento de críticas: en primer lugar, se ha cuestionado
su aceptación estática del concepto de identidad –de forma similar a las críticas vertidas sobre el
constructivismo convencional-. En segundo lugar, establece una separación entre la ‘seguridad
societal’ y la ‘seguridad internacional’ basada sobre la adopción de medidas de urgencia que, según
esta perspectiva, establece separaciones nítidas entre ambas praxis políticas, pero existen límites

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difusos, cuando menos desde la ‘Guerra global contra el terrorismo’. En tercer lugar, la definición de
la securitización a través de discursos de emergencia o políticas de excepcionalidad elude la praxis
burocrática cotidiana y los efectos de ‘normalidad’ del poder, más que su carácter excepcional. En
cuarto lugar, es una perspectiva que no respondería al ‘dilema de la seguridad silenciosa’, esto es,
cuando el objeto potencialmente susceptible de ser sometido a políticas de seguridad no tiene
posibilidad alguna de contestar, negociar o siquiera enunciar dichos problemas o prioridades sobre la
seguridad. Finalmente, su noción de la seguridad tiene como premisa una noción antagónica en
términos de amenaza y peligro asumidos como construcciones discursivas de forma normativa,
cayendo en críticas similares a las vertidas sobre el realismo y el post-estructuralismo, ya que no
respondería a otras concepciones o nociones de la seguridad (Buzan y Hansen, 2009: 215-217).

7. El Post-estructuralismo: como en el caso del constructivismo, el postestructuralismo apareció en el


debate teórico de la disciplina de las Relaciones Internacionales en los años 80, acaparando buena
parte de la crítica epistemológica y ontológica vertida durante el denominado ‘cuarto debate’, y
también fue una perspectiva influida por la Filosofía y la Teoría Social crítica. Además, al igual que el
constructivismo, fue una perspectiva teórica influida por la militancia pacifista y antinuclear de los
años 80 –no sólo por las aplicaciones prácticas y las inferencias que luego tuvieron muchas de sus
participantes, sino por los enfoques teórico-empírico y el establecimiento de objetos de investigación
en torno a política exterior, guerra, políticas de seguridad, etc. (Hansen, 2014: 170)-. Y al igual que el
feminismo, ya había sido una aproximación teórica diferencial durante la Guerra Fría.
El reto inicial más importante que debía afrontar esta perspectiva tras la Guerra Fría era más una
cuestión ontológica en torno a la ‘necesidad’ de un enemigo por parte del Estado, en la medida en
que

“mientras la identidad del Estado podía en principio estar constituida a través de relaciones de
diferencia, en realidad la presión para tornar la diferencia en radical, otredad amenazante era
desbordante. La seguridad se convierte así en un doble requerimiento ontológico: el Estado
necesita estar seguro, pero también necesita una otredad como amenaza que permita definir su
identidad, dotándolo de seguridad ontológica” (Buzan y Hansen, 2009: 218).

Además, el postestructuralismo enarbola una perspectiva crítica al estudio de la política mundial de


una forma doble: por una parte, hacen una revisión que cuestiona las formas y mecanismos sobre los
cuales la mayoría de los Estados configuran su política exterior –lo cual lo convierte en la perspectiva
más dependiente de los acontecimientos de cuantas damos cuenta en este epígrafe-, además de
establecer una crítica sobre el relato que hacen las Relaciones Internacionales acerca de su estudio
sobre lo que hacen los Estados en política exterior –su propia narrativa académica-. A diferencia de la
visión dominante del Realismo –sea clásico o estructural-, el postestructuralismo no sólo no considera
al Estado como único actor –o al menos hegemónico- de la Sociedad Internacional, sino como una
forma particular de comprensión mediante la cual se producen, reproducen e institucionalizan
históricamente diferentes mecanismos de poder (Hansen, 2014: 170-171).

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Por otro lado, recordemos que el postestructuralismo es especialmente crítico no sólo con la
aplicación ontológica del enfoque científico, sino con la vertiente epistemológica –cómo conocemos el
mundo, cómo lo estudiamos y cómo difundimos ese conocimiento-. De otro modo:

“Los líderes políticos, activistas sociales, académicas y estudiantes, todas ellas son personas
implicadas en la interpretación del mundo, cualesquiera sean sus vínculos con la práctica, la teoría
o el estudio de las Relaciones Internacionales. Eso no significa, sin embargo, que cualquiera
puede hacer de cualquier cosa u opinión un conocimiento autorizado (…), debido a que la
perspectiva dominante sobre la política mundial es bastante arbitraria en el sentido de que hay una
opción entre una gama de posibilidades y existen muchas formas en que los mecanismos que
construyen el mundo tienen un efecto muy real sobre nuestras vidas. Las visiones dominantes del
mundo han sido establecidas generalmente desde la disciplina de las Relaciones Internacionales,
que tradicionalmente hace referencia a los Estados y sus aparatos políticos que persiguen
intereses y proveen seguridad, de las relaciones económicas y sus efectos materiales, y de los
derechos de aquellos que tienen peores consecuencias” (Dunne et al, 2013: 224).

Por supuesto, la crítica meta-teórica del Postestructuralismo se hizo en un contexto de revisión


interdisciplinaria, donde tanto el positivismo como el método científico en general fueron sometidos a
crítica desde diferentes dimensiones, a saber: en primer lugar, el discurso se erigió como un aspecto
central no sólo de la reflexión teórica a instancias del post-estructuralismo, sino como un elemento
2
político de primer orden . Siguiendo los pilares conceptuales de Foucault, el lenguaje es considerado
por esta vertiente como “un sistema lingüístico que ordena situaciones y conceptos” (Hansen, 2014:
172). El discurso no sólo es importante desde el punto de vista político porque permite legitimar
prácticas, sino porque, debido al carácter performativo del lenguaje, permite sus condiciones de
posibilidad de existencia o, dicho de forma más resumida, ‘las crea’.

En este sentido, se puede comparar cómo se han construido los discursos de legitimación de
intervención armada a partir de mecanismos de producción política que generarían tanto esos
procesos generadores de otredad como de una articulación discursiva de la propia identidad y de las
representaciones establecidas. Por un lado, podemos considerar cómo se ha realizado eso por parte
de ‘Occidente’, fundamentalmente desde la Guerra del Golfo en 1990-91, a partir de formas de
configurar elementos de ‘otredad’. En este caso, la forma de configurarse fue “a través de un interés
por las operaciones militares en defensa de Otros, ya fuesen países (Kuwait), regiones (Kosovo) o
pueblos (bosnios, somalíes), más que disuadir o amenazar al Otro” (Buzan y Hansen, 2009: 219).
Por otro lado, tomemos el caso de la Guerra de Siria como ejemplo de producción discursiva de ejes
de división o diatribas políticas: un examen somero a la prensa puede dar una idea de la
transformación de los movimientos de la población refugiada como un problema humanitario a su
conversión, en algunos casos, en un problema de convivencia y solidaridad social dentro de la Unión

2
No en vano, ha habido una segunda ola de éxito y aplicación política de estos análisis lingüísticos, desde Chomsky a Lakoff,
pasando por Austin, Bakhtin o Bourdieu, así como una promoción del discurso en el centro del análisis de la producción de
representaciones, imaginarios y códigos geopolíticos, especialmente desde la perspectiva de la Geopolítica crítica y desde la
Geopolítica feminista (Staeheli et al, 2004).

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Europea, tal como ha sucedido con diferentes dinámicas de la Unión Europea en la última década y
media (Buzan y Hansen, 2010; Joenniemi, 2012; Van Eijk, 2012; Guillaume y Huysmans, 2013).
Evidentemente, no es lo mismo establecer que un proceso de crisis humanitaria es producto de una
catástrofe –cualquiera que sea el origen que se le atribuya, el término suele tender hacia cierta
elusión de responsabilidades políticas-, a que se atribuya a un genocidio o a matanzas en masa de
población civil. En este sentido, el postestructuralismo subraya la importancia del discurso en
establecer no sólo formas de legitimación y representación política en la esfera internacional, sino de
crear la propia agenda pública internacional o en la construcción de diferentes formas de subjetividad
política.

Ambos procesos pueden ser examinados desde la perspectiva post-estructuralista, que daría cuenta
precisamente de esos mecanismos de producción de ‘otredad política’ no sólo como dinámica de
oposición y antítesis en términos de seguridad, sino de procesos de configuración recíproca de
identidad y de articulación de una regulación particular sobre formas de construcción de subjetividad
política. En todo caso, esta perspectiva se vio considerablemente reforzada tras ‘el’ acontecimiento
que transformó de nuevo los Estudios Internacionales sobre Seguridad: los atentados del 11S.

El 11S: Guerra Global contra el Terror y retorno a la


Seguridad Nacional

Ciertamente, el impacto de los eventos internacionales tuvo una influencia considerable en los
planteamientos en torno a los Estudios Estratégicos durante la Guerra Fría, y por supuesto también
sobre el conjunto de nuevas perspectivas surgidas en la etapa de post-Guerra Fría.

En el caso del 11S, se trata de un acontecimiento no exento de cuestionamiento y reflexión, no ya en


términos políticos, sino sobre sus implicaciones académicas y aplicadas: pese a su innegable impacto
sobre la esfera internacional en sentido amplio y en torno al desarrollo de las políticas de seguridad
global –la Guerra global contra el Terrorismo- en un sentido más particular, existen diferentes
posiciones acerca de los efectos de los atentados del 11 de septiembre de 2001 en suelo
estadounidense. Podemos sistematizar las diatribas provocadas por dicho evento internacional a
partir de los siguientes elementos:

1. Los atentados del 11S tuvieron un impacto reseñable sobre los Estudios
Internacionales de Seguridad, pero no los cambiaron por completo. En este sentido,
existen dos conjuntos de aproximaciones reseñables:

 Por una parte, consideremos brevemente las respuestas tradicionalistas al


11S: desde una perspectiva realista, el 11S ‘les daba la razón’, en el sentido de

Orden Internacional y Política de Seguridad Nacional


Departamento de Relaciones Internacionales [15] 09-05-2019
que la situación normal de las Relaciones Internacionales es de conflicto, por
más que durante un período de tiempo breve considerasen la ‘ausencia’ –
desde el punto de vista estadounidense- de grandes conflictos internacionales.
En este sentido, se puede destacar la coexistencia entre algunas alteraciones
provocadas por el 11S sobre sus planteamientos y algunas continuidades
existentes con respecto al contexto anterior.
Respecto al primer elemento, los atentados del World Trade Center implicaron
una modificación en relación a los planteamientos tradicionales en el sentido
de que el ataque no fue llevado a cabo por ningún Estado, sino por un grupo
de individuos ligado a una red terrorista global, lo que alteraba no sólo los
preceptos analíticos, sino las posibilidades de enfrentar dicha amenaza. Por
otro lado y ligado a lo anterior, redefinía el uso de la fuerza como tema central
de los Estudios de seguridad, ya que suponía la reformulación del empleo de la
coerción militar, las alianzas, mecanismos tácticos o estrategias para enfrentar
este tipo de amenazas –ya fuese mediante incursiones militares en territorio
estatal extranjero, guerra asimétrica, ‘nuevas guerras’, estrategias de
contrainsurgencia y contra-terrorismo, etc.-.
En cuanto al segundo elemento, existen ciertas continuidades que deben
subrayarse. En primer lugar, aunque se incorporan nuevos actores a la
consideración de los análisis sobre seguridad, la preocupación por las políticas
de las grandes potencias y la actuación de los Estados continúa siendo central
dentro del enfoque tradicionalista sobre la seguridad. Por ejemplo, además de
los intereses económicos y geoestratégicos obviamente existentes, la
respuesta estadounidense al 11S en términos de invasión militar de Irak y
Afganistán da cuenta parcialmente de dicha premisa. Por otra parte, continúan
existiendo análisis que hacen hincapié en la seguridad regional, como se había
hecho históricamente, sobre todo en relación al Sudeste Asiático –
principalmente China- y a la potencial rivalidad regional que podría constituir la
Unión Europea.

 Por otra, tenemos que tener en cuenta las aportaciones procedentes desde
aquellos enfoques que ampliaron y profundizaron el concepto y la praxis de
seguridad. Dentro de estas aproximaciones, hay quienes señalaron en el
impacto discursivo del 11S, en la medida en que “el terrorismo y los terroristas
no eran vistos como amenazas, acciones o actores que podían identificarse,
sino como señales que constituían otro radical” (Buzan y Hansen, 2009: 244).
Esta perspectiva señala que, desde la perspectiva del discurso como
mecanismo de producción de identidades, la redefinición del terrorismo a partir
del 11S implicó tanto la ‘securitización’ de múltiples políticas públicas –en el
sentido de que políticas ordinarias o incluso dinámicas cotidianas que no

Orden Internacional y Política de Seguridad Nacional


Departamento de Relaciones Internacionales [16] 09-05-2019
habían sido reguladas hasta entonces pasaron a ser reguladas a través de las
políticas securitarias-, como la deshumanización del enemigo, en la medida en
que “los terroristas no eran vistos como legítimos oponentes, sino como
bárbaros malvados e irracionales” (Buzan y Hansen, 2009: 244). Además,
desde una perspectiva transversal, hay que resaltar las aportaciones del
feminismo dentro de estos enfoques, ya que señalaron la resignificación de las
masculinidades, las feminidades y los mecanismos discursivos de la estructura
desigual de género a través de la Guerra Global contra el terrorismo –por
ejemplo, las dificultades enfrentadas por las mujeres en Afganistán contra los
talibanes-.
Por último, dentro de estas aproximaciones hay quien ha señalado la
importancia de las transformaciones desarrolladas sobre –y desde-las
tecnologías de la información en relación con las nociones de ‘riesgo’ y de ‘bio-
seguridad’. Respecto al primer elemento, tanto los avances en tecnologías de
la información y comunicación como el significado del ciberespacio han
supuesto un cambio en las posibilidades de las acciones terroristas como,
sobre todo, en el establecimiento de los mecanismos de control y supervisión
por parte de los Estados. Es interesante notar que:

“Se prestó atención especial a la forma en la cual la tecnología de la información y la


securitización estaba ligada a los discursos y prácticas de los gobiernos occidentales.
La securitización del terrorismo en el corazón de los discursos sobre la Guerra global
contra el terrorismo funcionaba, según los académicos críticos, para legitimar la
transgresión de los derechos civiles y humanos, de forma más significativa quizás en el
tratamiento de los prisioneros en Guantánamo y en los programas clandestinos de la
denominada rendición extraordinaria a través de los cuales se creía que los terroristas
sospechosos fueron transferidos a regímenes sospechosos de utilizar la tortura” (Buzan
y Hansen, 2009: 248).

Además, consideran el giro del control territorial de la delimitación del espacio


político –esencialmente estatal- a una securitización de las fronteras que
implica la categorización de grupos mediante mecanismos disciplinarios como
los visados o los pasaportes biométricos. Finalmente, consideran las narrativas
de riesgo y amenazas que, si bien existían tras el fin de la Guerra Fría –
vinculadas también a la incertidumbre-, a partir del 11S se multiplican
exponencialmente.

2. El terrorismo como problema central de los análisis sobre seguridad: si bien el


terrorismo ya había sido un problema tratado en esta materia, los atentados del 11S
situaron el terrorismo en el centro del enfoque sobre las cuestiones de seguridad. A
grandes rasgos, supuso una llamada de atención tanto sobre los enfoques

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tradicionales o estratégicos –que pasaron de centrarse en la guerra entre Estados a las
relaciones entre Estados y actores no estatales-, como sobre los enfoques que
pretendían ampliar el concepto de seguridad –recuperando la importancia de la
violencia política en el núcleo de los estudios sobre seguridad- (Buzan y Hansen, 2009:
227). Además de suponer una transformación central en términos de políticas de
seguridad, afectando a las dinámicas e interacciones en la esfera internacional y la
praxis política realmente existente, también renovaron la situación de los estudios
académicos acerca del terrorismo. En este aspecto, hay que admitir obviamente que el
terrorismo había constituido un tema por sí mismo en los Estudios internacionales
sobre seguridad, pero no de la misma forma. Excepto en casos particulares, donde se
consideraban las singularidades del contexto estatal e histórico propio –como podía
ser el conflicto con ETA en el caso de España o del IRA en el caso de Irlanda y Gran
Bretaña- el análisis del terrorismo se había seguido realizando dentro de un contexto
de bipolaridad y rivalidad entre Estados unidos y la Unión Soviética en la Guerra Fría.
La incertidumbre generada sobre las diatribas de la seguridad al finalizar la misma fue
desplazada por la posibilidad real del terrorismo global, tras los atentados del 11S, y
parte del éxito de los discursos sobre la securitización también se debió a una fuerte
institucionalización de estos estudios como un elemento nuclear –el denominado
‘terrorismo yihadista’- de los Estudios Internacionales de seguridad.

3. El liderazgo de Estados Unidos dentro de la denominada ‘Guerra global contra el


terrorismo’. En este sentido, es reseñable el cambio de actuación en la política exterior
estadounidense y su relación respecto a las alianzas anteriores, especialmente la
OTAN. Como se ha dicho:

“El debate sobre la gran estrategia de Estados Unidos (…) se diversificó bajo el impacto del 11S
y de un tipo de política exterior más agresiva por parte de la administración Bush. El debate
durante los 1990 se había centrado fundamentalmente en torno a la emergencia de una visión
dominante de que la unipolaridad sería considerablemente mayor que un momento transicional
que siguiera al fin de la bipolaridad. Tras el 11S, el debate era más bien acerca de la naturaleza
del orden unipolar, aunque existían ciertas visiones escépticas sobre su durabilidad, y existía
interés en aspectos de economía política. Fuese a causa del impacto particular de la
administración Bush y la Guerra Global contra el terrorismo, fuese porque los neorrealistas
parecían estar en lo correcto en su predicción de que una estructura de poder unipolar
fomentaría la oposición, gran parte del debate fue sobre el debilitamiento de la comunidad
atlántica” (Buzan y Hansen, 2009: 237).

Es notable, en este sentido, que la perspectiva adoptada por Estados Unidos hasta el
desarrollo de los atentados del 11S era de no intervención global, y de hecho suponía
un cierto retorno a la doctrina de aislacionismo estadounidense, rechazando múltiples
acuerdos internacionales y mecanismos institucionales potenciales de una comunidad

Orden Internacional y Política de Seguridad Nacional


Departamento de Relaciones Internacionales [18] 09-05-2019
internacional. Este elemento se descartó tras los atentados, pasando a una acción
inferida del realismo ofensivo que volvía a poner de manifiesto la supremacía global de
Estados Unidos, fundamentalmente por la ausencia de alternativas reales o potenciales
a la potencia estadounidense, basado en una superioridad triple: el poder económico,
la absoluta supremacía militar y la situación privilegiada de los gobiernos
estadounidenses de ser los únicos actores realmente autónomos “para elegir el
equilibrio de fuerzas y el acuerdo en el cálculo hegemónico en el centro de la política
mundial” (Agnew, 2005: 149). En todo caso, el cambio en la praxis estadounidense en
torno a su política exterior implicó la renovación de su papel de súper potencia
hegemónica en la esfera internacional y, además, se arrogó el liderazgo de esa Guerra
global contra el terrorismo, lo cual, además de dotarle de una autonomía política
considerable y a veces no subrayada lo suficiente –por ejemplo, en torno a las políticas
normativas sobre seguridad y a cierta ‘excepcionalidad’ del derecho y la legislación que
han reformulado, cuando no cuestionado, el Estado de Derecho en diferentes ámbitos
del mundo- volvió a suponer una vía libre para el desarrollo de su superioridad en
términos de coerción militar.

Este elemento supuso la consolidación de un elemento paradójico doble tras el 11S


que se ha mantenido hasta la actualidad: sobre la base del mantenimiento de la
seguridad nacional estadounidense –de ahí que el 11S supusiese en buena medida el
retorno a las premisas de la seguridad nacional- se modificó gran parte de la normativa
internacional en materia de seguridad, implicando una alteración de la legislación de
diferentes Estados y organizaciones internacionales a partir de dicha premisa. En
segundo lugar, la vertebración de una serie de medidas de ‘excepcionalidad contra el
terror’ dio paso a la normalización de dichas prácticas políticas, alterando de iure y de
facto la política mundial y, en diferentes aspectos, poniendo en riesgo la propia
seguridad internacional y para muchos Estados su seguridad nacional –por ejemplo,
mediante incursiones militares unilaterales, a través de medidas excepcionales
carentes de control, como en los casos de la NSA o de la CIA o, directamente,
mediante el espionaje realizado por los servicios de inteligencia e información
estadounidense hacia otros Estados-.

Nuevos retos globales para la seguridad

Antes de realizar un esbozo sintético de las problemáticas contemporáneas existentes actualmente


como ejes de estudio dentro de la disciplina, permítasenos subrayar dos diatribas específicas
relativas al tratamiento de los procesos de globalización desde las Relaciones Internacionales.

Orden Internacional y Política de Seguridad Nacional


Departamento de Relaciones Internacionales [19] 09-05-2019
La primera de ellas es la relativa a la transformación de las comunidades –o comunidad, en el caso
de la sociedad global en ciernes según algunas perspectivas- políticas. Desde este punto de vista,
una de las preguntas fundamentales es si la globalización debilita de alguna forma las lealtades
nacionales, incrementando formas de identificación transestatales o a una escala menor que la del
Estado (Baylis et al, 2014: 499-500), que a su vez permiten reformular y cuestionar conceptos
incuestionables y dados por hecho en la disciplina durante mucho tiempo:

Esto nos lleva a la segunda de las diatribas centrales vinculadas a los procesos de globalización, que
no es sino la cuestión de hasta qué punto, dentro de esta serie de dinámicas globales, se ha
generado o se está configurando un nuevo orden mundial de posguerra fría y si, en última instancia,
la globalización es su rasgo distintivo o si, como se apunta desde diversas perspectivas, se trataría
más de un orden internacional de Estados globalizados (Baylis et al, 2014: 523). En términos
sintéticos, el orden internacional en relación a las nuevas cuestiones en materia de seguridad puede
agruparse alrededor de los siguientes elementos (Baylis et al, 2014: 516-siguientes):

 La proliferación de cuestiones identitarias frente a la unicidad anterior del Estado-


nación. La trayectoria histórica de los Estados-nación en Europa fue durante largo
plazo una historia de unificación entre los vínculos etno-nacionalistas y las
reivindicaciones más próximas al nacionalismo cívico que, a su vez, se acomodaba a
los preceptos de libre mercado de Estados Unidos y la reciprocidad organizativa
asumida por la tendencia institucionalista neoliberal. Incluso las reivindicaciones de
descolonización y de ejercicio efectivo de autonomía soberana estatal por parte de
diversos Estados en antiguos territorios coloniales no fueron analizadas como un auge
del nacionalismo, sino como la confirmación de la supremacía de la confluencia entre
Estado y Nación en la esfera internacional (Breuilly, 2014: 388). No obstante, los
problemas de dependencia de algunos lugares donde existían importantes
movimientos nacionalistas de descolonización y anti-imperialistas, unidos a la
desintegración de la Unión Soviética, hicieron visible una cuestión que, una década
después, estalló de forma masiva: el nacionalismo no sólo no se había ido, sino que
estaba en un estado de latencia incluso en la esfera internacional listo para volver a
primera plana de la agenda pública.

Como se ha señalado:

“El colapso de la URSS llevó a una nueva ola de formación de Estados-nación y cambios en los
equilibrios de poder internacional. El fin de la Guerra Fría permitió la emergencia del
nacionalismo subversivo del Estado. El fin del control de las tasas de cambio en las divisas y la
desregulación de los mercados financieros minó el poder estatal. La concentración regional del
desarrollo económico permitió la coordinación supra-estatal en determinadas regiones,
especialmente en Europa. Mientras el capital, las mercancías y la información se movían

Orden Internacional y Política de Seguridad Nacional


Departamento de Relaciones Internacionales [20] 09-05-2019
libremente a través del mundo, respecto a la fuerza de trabajo no podía decirse lo mismo,
especialmente la gente descalificada de los países pobres. La revolución de la información digital
estableció las premisas de una cultura global, ya fuese en un sentido de cultura de masas
homogénea o una pluralidad de nichos culturales, incluyendo las diásporas nacionales. Todo ello
creó y crea oportunidades para nuevas formas de nacionalismo” (Breuilly, 2014: 396).

 Procesos de integración regional y fenómenos de regionalismo: por su parte, si el


nacionalismo ha tendido a un repliegue hacia mitos comunitarios y vínculos etno-
nacionalistas, los procesos de integración regional se refieren a “procesos por los
cuales los Estados van más allá de eliminar los obstáculos a la interacción entre sus
países y crean un espacio regional sujeto a algún tipo de reglas comunes y distintivas”
(Breuilly, 2014: 402). No obstante, la propia condición de las regiones y su participación
es algo contestado, en la medida en que existen diferentes formas de interacción;
múltiples razones y dinámicas de regionalismo y elementos concretos en su
convergencia que envuelven objetivos y motivaciones complejas y plurales, de entre
los cuales pueden destacarse cuestiones de interdependencia, dirección de la
dependencia y de la internacionalización (Breuilly, 2014: 403-404). Un caso notable de
intento para ampliar los vínculos regionales y reducir la dependencia exterior y lograr
cierto nivel de industrialización fue América Latina. Tras establecer algunos vínculos
parciales con Estados Unidos –al mismo tiempo que la configuración de ‘América
Latina’ era también una oposición-, surgió en la región una nueva ola de regionalismo
entre finales de los años 1980 y principios de los 90, emergiendo el Sistema de
Integración de Centro América (SICA) y el Mercado Común del Sur (MERCOSUR)
como principales instituciones operativas de dichos acuerdos de integración regional
que, no obstante, han tardado décadas en comenzar a ser operativos de una forma
más o menos constante.

 Los dos órdenes mundiales y la oposición Norte-Sur globales: aunque dentro de un


enfoque más amplio deberían considerarse las dinámicas de producción, intercambio y
consumo y las desigualdades creadas por las mismas, el mayor impacto en términos
de seguridad humanitaria y en clave de hambre, pobreza y polarización de la
desigualdad tendría que ver con la respuesta de esa oposición entre Norte y Sur
globales.

 La proliferación de acontecimientos violentos en la esfera internacional: en este


sentido, habría que considerar los elementos del terrorismo y la proliferación de las
armas nucleares. Respecto al primer aspecto, se considera la cuestión del terrorismo
como un fenómeno vinculado a los procesos de globalización, tanto por las respuestas
dadas por los Estados en materia de seguridad nacional conectada a la seguridad
global, como por el impacto creciente del terrorismo sobre la comunidad internacional.

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Departamento de Relaciones Internacionales [21] 09-05-2019
Figura 10. La preocupación por el terrorismo en distintos países
Fuente: https://es.statista.com/grafico/7289/uno-de-cada-tres-alemanes-identifica-el-terrorismo-como-su-
mayor-preocupacion/

Esa transnacionalización del terrorismo lo ha convertido en una de las principales agendas en las
relaciones entre los Estados, especialmente en países de Europa y Asia. Además, existe en el propio
combate al terrorismo conflicto entre los países, entre sus estrategias e intereses:

“Los líderes están en desacuerdo sobre la mejor manera de lidiar con la actual forma global de
violencia terrorista. Parte de la controversia esta relacionada con la naturaleza de la amenaza y ma
mejor estrategia para frenarla. Algunos líderes nacionales creen que la forma de militancia islámica
como un problema intratable en el cual no puede haber negociación. Lo que está en juego en la
“Long War” es la preservación de las libertades básicas y un modo de vida. Para derrotar el
terrorismo, los Estados tiene la responsabilidad individual de proteger a las poblaciones civiles
mientras que lidian con las células terroristas, apoyadores y simpatizantes dentro de sus propias
fronteras. Dado el carácter global, elusivo y adaptable de la amenaza de los militantes islámicos, el
mejor abordaje para enfrentar el terrorismo global es juntar los recursos en una coalición de
voluntarios: el Norte global mejorando parte de las capacidades del Sur global” (Kira, 2014: 369).

Por otro lado, hay que destacar el fenómeno de las armas nucleares, no porque no fuese ya un pilar
esencial de los Estudios internacionales sobre seguridad durante la Guerra Fría, sino porque el
crecimiento de Estados con capacidad armamentística nuclear también supuso la reformulación de la
esfera internacional. La proliferación de armas nucleares es entendida como una amenaza hacia la
estabilidad internacional, sin embargo, no siempre se ve de la misma forma, uno de las principales
preocupaciones son aquellos Estados que han adquirido recientemente estas armas. Una parte de
los estudiosos cree que todavía se les puede disuadir mediante negociaciones de utilizar las armas,

Orden Internacional y Política de Seguridad Nacional


Departamento de Relaciones Internacionales [22] 09-05-2019
en caso de que se produzca la situación, hay otros que creen que estos nuevos Estados nucleares no
tienen la misma seguridad para el cuidado de estas armas, habiendo un mayor riesgo de accidentes,
que en los Estados nucleares más antiguos. Estos últimos argumentan que

“muchos de los países que están adquiriendo armas nucleares ahora tiene un control civil más
débil, así como las rutinas militares y procedimientos, en los cuales tienden a ser más agresivos,
más ofensivos y menos contra riesgos, son más propensos a dominar la toma de decisiones y
llevar a los países hacia conflictos que podrían llegar a un nivel nuclear” (Greitens, 2014: 377).

Los países armados tienen una tendencia e verse sobre protegidos y tener una mayor sensación de
seguridad, que les permite provocar tensiones y conflictos con otros países. Desde una perspectiva
de conflictos podemos entender que “Países con armas nucleares están más propensos a
involucrarse en conflictos pequeños, pero menos en grandes conflictos, por el hecho de que tengan
armas nucleares evita que cualquiera les amenace de desintegración nacional, o cualquier otro
escenario que requiera el uso de armas nucleares para defender la integridad del Estado” (Greitens,
2014: 378). No ha sido estático el entendimiento de las armas nucleares a lo largo de la historia, y
eso es lo que explicaría, por ejemplo, el hecho de que los países que han adquirido armas nucleares
recientemente tengan un comportamiento diferente en relación a los conflictos, que los países que
llevan mucho tiempo en posesión de este tipo de armas.

Figura 11. Gráfico del arsenal nuclear estimado en diciembre de 2017 en diferentes Estados
Fuente: https://www.statista.com/chart/8301/the-countries-holding-the-worlds-nuclear-arsenal/

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Departamento de Relaciones Internacionales [23] 09-05-2019
 El problema del medioambiente y del cambio climático: el problema medioambiental, en
términos de conservación de recursos naturales y daños causados por la
contaminación y la polución ya habían sido tratados con anterioridad al fin de la Guerra
Fría y justo tras la caída del Telón de Acero –en la Conferencia de 1972 de las
Naciones Unidas y en la Conferencia de Medioambiente y Desarrollo de la ONU en
1992, respectivamente-. La cooperación internacional en materia de medioambiente
regulaba así cuestiones comunes, como áreas y recursos ecológicos sin jurisdicción o
de importancia global, aunque fue a partir de los años 80/90 cuando comenzaron a
preverse los efectos del cambio climático.

Si nos atenemos a lo argumentado:

“De acuerdo al consenso internacional, evitar el cambio climático requiere que las temperaturas
globales no se incrementen más de 2ºC (…). En la primera década del siglo XXI, patrones
climáticos inusuales, temporales y el deshielo de las placas polares añadieron un interés público
al miedo ya expresado por la comunidad científica. El cambio climático no es realmente un
problema medioambiental internacional ‘normal’, ya que establece amenazas a las condiciones
de vida física, así como en los patrones de seguridad personal y uso de energía” (Vogler, 2014:
350).

Como respuesta a esta diatriba, el Protocolo de Kyoto emergió no sólo como un


mecanismo para evitar una catástrofe ecológica de proporciones inéditas, sino también
por ser capaz de llamar al compromiso inter-estatal por el medio ambiente y contra
ciertos niveles de contaminación. Como se ha dicho, el Protocolo no fue tanto una
cuestión de consenso, sino que “consiguió que la mayoría de las naciones
desarrolladas recortaran su nivel de emisiones” (Vogler, 2014: 351).

Orden Internacional y Política de Seguridad Nacional


Departamento de Relaciones Internacionales [24] 09-05-2019
Mapa 26. Posición de los países según el protocolo de Kyoto 2018
Fuente: https://www.newslab.es/2018/04/17/peligro-de-muerte-por-contaminacion/

Por otra parte, hay una conexión con el cambio climático reivindicada desde posturas de activismo
ecologista, no sólo porque vinculan el cambio climático a conflictos internos e incluso guerras inter-
estatales, sino porque además promueve la ruina, degradación y desertificación de recursos vitales a
lo largo del mundo, estableciéndose vínculos entre cambio climático y conflicto armado en la política
mundial.

Orden Internacional y Política de Seguridad Nacional


Departamento de Relaciones Internacionales [25] 09-05-2019
Bibliografía de la asignatura

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