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Facultad de Ciencias Sociales

Departamento de Relaciones
Internacionales
PEDRO LIMÓN LÓPEZ

ORDEN INTERNACIONAL Y POLÍTICA DE ––


SEGURIDAD NACIONAL

Tema 8. Políticas de seguridad y la


Unión Europea

Versión Fecha Motivo de modificación Elaboración Revisión Aprobación


Pedro Limón López
Profesor Orden Internacional y Política de Seguridad Nacional (modalidad virtual)

PRESENTACIÓN Y OBJETIVOS 3

Los precedentes: política comunitaria y praxis civilizatoria 4

La estrategia global de la UE: cooperación permanente en materia de seguridad 14

La UE y el enfoque de seguridad humana 19

BIBLIOGRAFÍA DE LA ASIGNATURA 22

GRÁFICOS

Gráfico 38. Figura 12. Estrategia Global de la UE: aplicación en seguridad y defensa 16

Gráfico 39. Mapa 27. Situación del registro de violencia organizada en 2016 20

Gráfico 40. Mapa 28. Nivel de ingresos en PIB per Cápita en 2018 21

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Presentación y objetivos

En este tema se mostrará la particularidad de la Unión Europea dentro del enfoque internacional
sobre seguridad, atendiendo a sus continuidades y singularidades existentes desde la Guerra Fría,
así como a su estructura institucional, políticas vinculadas a la seguridad y el enfoque propio acerca
de la seguridad humana.

En la primera parte de la unidad temática abordaremos los precedentes existentes en la Historia de la


Unión Europea, especialmente en materia de política comunitaria y referentes de la integración en
materia de seguridad, por un lado, y los imaginarios y códigos geopolíticos que han influido sobre la
representación de la Unión Europea –y de Europa en sí misma- como referentes civilizatorios.

En la segunda parte del tema se mostrará la estrategia global de la Unión Europea, analizando la
estructura institucional adoptada para este fin, así como las continuidades existentes en el proyecto
de integración regional comunitaria alrededor de las políticas de seguridad y de vecindad. En este
sentido, se estudiará también qué influencia ha tenido el Derecho Comunitario y las políticas
comunitarias implementadas sobre el desarrollo de las políticas de seguridad por parte de sus
Estados miembros.

En tercer lugar, se estudiará la particularidad de la Unión Europea alrededor del enfoque de


Seguridad humana, mostrando las implicaciones que ha tenido sobre el proyecto de integración
regional y sobre la comunidad internacional en su conjunto, analizando las implicaciones, inferencias
y paradojas de dicho enfoque.

Los objetivos de este tema son:

 Analizar la evolución histórica de la Unión Europea como referente del discurso


europeo y como referencia continua en términos de símbolo civilizatorio a
escala global.

 Estudiar las continuidades establecidas por el proyecto comunitario en la


colaboración en materia de políticas de seguridad y vecindad europea, así
como sistematizar sus implicaciones sobre las políticas de seguridad y los
enfoques adoptados sobre la misma.

 Analizar las implicaciones del enfoque de Seguridad humana adoptado por la


Unión Europea, explicando las particularidades de esta perspectiva
establecida, así como las diferentes paradojas surgidas conforme a la
evolución de diferentes eventos globales.

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Los precedentes: política comunitaria y praxis civilizatoria

Las políticas de seguridad llevadas a cabo por parte de la Unión Europea siguen una trayectoria dual:
por una parte, han configurado una serie de políticas comunitarias ligadas a su particularidad histórica
y al desarrollo de los acontecimientos en Europa con una singularidad reseñable a escala global; por
otra, las políticas de seguridad en Europa han estado relacionadas desde la Guerra Fría con el
enfoque estratégico estadounidense y con las políticas securitarias implementadas desde la irrupción
del 11S en los Estudios internacionales sobre seguridad.

Consideremos por un instante las medidas excepcionales que se han venido desarrollando tras la
aprobación de la ‘Patriot Act’ en 2001 –estableciendo nuevas prerrogativas de control y vigilancia y
estableciendo múltiples herramientas indefinidas de detección y control social-, poniéndola en
relación a su vez con las directivas y diferentes reglamentos y resoluciones adoptados por el derecho
comunitario en la Unión Europea como medidas contra el terrorismo. En ambos casos, se han
desarrollado algunos instrumentos similares, a saber: el establecimiento de medidas preventivas;
extensión del período de detención bajo sospecha de terrorismo; mecanismos de control y vigilancia
ad hoc; expansión de las tecnologías de información y el control de las comunicaciones de forma
oficial e informal, etc.

Sin embargo, existen algunas particularidades dentro del desarrollo del proyecto de integración
regional comunitaria, tanto en función de las políticas desarrolladas o el enfoque sobre la seguridad
adoptado como, especialmente, según las premisas ontológicas desde las cuales se articulan el resto
de herramientas y mecanismos de producción política.

En el caso de la Unión Europea existen una serie de ideas-fuerza o pilares sobre los cuales se ha
construido no sólo el propio proyecto de integración regional, sino sus vínculos con los discursos,
representaciones e imaginarios de Europa en su conjunto, a saber:

 Una confluencia entre un proyecto dependiente de los Estados miembros y el


fomento de la articulación política de una multiplicidad de naciones dentro de la
UE en que la guerra y la paz están en el núcleo de dicha narrativa.

Siguiendo un ‘itinerario histórico’, podemos ver que, además de “no ser propiamente un
continente” (Pocock, 1997: 8), es una construcción simbólica de la realidad, sujeta a los
discursos y la acción política continua de, y entre, los Estados. Si observamos los
elementos anteriores, veremos que la idea de Europa ha sido objeto de una
“territorialidad específica” desde el surgimiento del Estado, y que, aunque puede
identificarse cierta “performatividad instrumental” de esa territorialidad, el proceso de
construcción ideológica ha sido muy parejo al de los Estados-Nación.

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Cuando se subrayan los efectos ‘pacificadores’ que tuvo el equilibrio de poderes del
sistema de Estados europeos, se están obviando tanto la necesidad del desarrollo
capitalista como las relaciones de poder resultantes entre los Estados, incluido el
imperialismo: la observación empírica demuestra que tanto la guerra como su
amenaza, así como los usos universales y nacional-estatales se han impuesto a una
construcción espontánea o pacífica de Europa, hasta el punto de que se aprecian
recurrencias históricas tales como las posturas dicotómicas -“no hay alternativa a la
UE”- o la siempre extraña paradoja de que, para construir y mantener la paz, lo primero
que se exige es la constitución de un “ejército común”. Ello está asociado a la cuestión
de la soberanía (nacional y) territorial.
¿Es imposible una “Europa pacífica” de modo inherente a su utilización territorial, esto
es, es inherente a la soberanía territorial del Estado una Europa excluyente y en
conflicto? Aunque conviene ser cautos respecto a estos determinismos, no debemos
eludir la fuerza de la territorialidad del Estado y de las simbologías subyacentes. En el
primer caso, porque Europa se (re) crea como algo excluyente y cerrado, pero siempre
teniendo en cuenta los usos territoriales estatales; en el segundo, porque, aun siendo
desacreditadas, existen geopolíticas “territoriales” que reproducen imaginarios
anteriores: que el espacio no tenga propiedades naturales no significa que no se
desarrollen imaginarios y prácticas “naturalizadas” sobre el territorio. Si el Estado hace
a la guerra y la guerra hace al Estado, y la territorialidad excluyente se genera y se
cierra sobre aquél y la acumulación capitalista, la lógica histórica aparece, cuando
menos, amenazante sobre otras territorialidades e imaginarios.

Cuando se alude a la UE como algo que “subordinará al Estado a arreglos post-


modernos en los cuales las demandas globales subyugan a la comunidad política (…),
diseñando una serie de conciertos que aseguren que los pueblos no volverán a auto-
determinarse como Estados, que se verán sometidos al poder de la coerción y el
control de las fuerzas del mercado” (Pocock, 1997: 23), se obvia que, además de
subestimar la lógica territorial y soberanía de los Estados (pueblos), así como la lealtad
política estatal (excluyente), el proceso de construcción y territorialidad es
esencialmente el mismo que el de aquél. Y para culminar la “similitud” con los Estados-
Nación (y su interdependencia), en el aspecto simbólico se recurre a un “primordialismo
justificativo”: igual que las ideologías del Estado-Nación, se acude a la búsqueda de
una historia europea, “mitos e identidades” religiosas y militares, comportamientos
étnicos o fundamentos “naturales” del continente europeo, de tal que exista algo que
identifique “esta construcción de Europa” de, y frente, a los que no son europeos. Si la
“división de Europa” creó el concepto de Europa, es posible que la exclusión de “otras
Europas” termine configurando una “comunidad europea imaginada” como algo
“preexistente” al margen de las prácticas e imaginarios construidos al calor de los
Estados-Nación que dieron forma a “esta Europa”.

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Esto es, el concepto creado y reproducido de Europa es, esencialmente, el surgido del
conflicto del sistema internacional y las prácticas políticas que los refrendan; qué es
Europa, quién “pertenece” a Europa o cómo se producen re-apropiaciones y re-
construcciones sociales de la realidad europea, ello depende de las distintas
hegemonías aceptadas y reproducidas, condicionadas por una noción resultante de la
modernidad y el Estado, el capitalismo y el liberalismo, donde la UE aparece al frente
de esta definición.

En lo que a Europa se refiere, la configuración de la UE como una forma intermedia de


integración bien pudiera suponer la emergencia de ciertas condiciones de un orden
posthobbesiano, es decir, la creación, dentro de un contexto de transformación, de
construcciones políticas no [únicamente] estatales (Schmitter, 1992). Esto es, que la
creación de la UE establece estructuras de oportunidad política para que unas
identidades y unos espacios políticos puedan, dentro de un contexto determinado,
redefinirse de un modo distinto a lo anteriormente establecido: en suma, re-politizar, re-
territorializar, re-definir nuevos espacios discursivos, fragmentados y diversos, frente a
la unidad monolítica del Estado. En primer lugar, la re-politización sería posible en base
a un desplazamiento del fundamento estatal de la seguridad, de tal que éste aparece
cuestionado en su naturaleza económico-política unitaria y excluyente, en su propia
soberanía, para pasar a una imaginación “post-soberana” del mismo (Keating, 2007:
13), lo que significa: en primer lugar, aceptar la soberanía dividida en sus respectivos
atributos y, por tanto, considerar que existen “soberanías múltiples”, no sujetas
exclusivamente a los Estados, sino a diferentes identidades políticas, dentro de las
cuales estaría la “identidad nacional” como re-definición de sí misma y de la soberanía
estatal, en torno a los espacios “abiertos” por la UE, estableciendo reivindicaciones
multi-espaciales de identidad nacional no necesariamente ligadas al Estado: la nación
aparecería así como una identidad desligada [o no inherente a] del Estado y del
concepto excluyente de soberanía estatal, permitiendo la configuración de “otras
soberanías”.

Ahora bien, que las reivindicaciones nacionalistas no se basen, necesariamente, en el


Estado no quiere decir que no lo hagan nunca o que éste haya desaparecido del
“horizonte”: las reivindicaciones de los derechos de las minorías enfatizan en “cómo
múltiples identidades pueden ser expresadas y negociadas” (Keating, 2007: 23), pero
al aceptarse cierta “porosidad” fronteriza se re-define la solidez del Estado, tanto
política como antológicamente. Además, las “expresión” de las nacionalidades en la UE
termina siendo dependiente de los Estados; aunado a una frustración derivada de su
inclusión en lugares con otras identidades políticas, “repite” la lógica de diferencia
establecida por el Estado.

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Si bien la integración europea ha proporcionado estructuras de oportunidades para
paliar de alguna forma el binomio UE-Estados a favor de otras identidades políticas,
tanto las transformaciones territoriales como las distintas formas políticas pueden re-
inscribirse en la lógica hegemónica anterior. ¿Por qué? Antes de responder a esto,
tenemos que analizar los cambios de, y en, la territorialidad del Estado. En primer
lugar, las identidades nacionales o las naciones pueden haber virado en sus
reivindicaciones, no tanto “hacia” o sobre un territorio como fin último, sino en torno a
su propia reivindicación comunitaria o identitaria. Pero, como hemos dicho, aunque no
monopolicen un territorio, continúan teniendo una base territorial, susceptible, en todo
caso de re-territorialización; territorio que, al “establecer” un espacio propio de la nación
como “patria” sin alterar las fronteras, genera el mismo efecto que en la re-
territorialización del Estado: al no reivindicarse el “territorio” en sí mismo, y, dentro del
marco de la integración, darse esa lucha en torno a tal identidad nacional, el mismo
aparece reafirmado. Entonces, la dinámica sería paralela a los cambios producidos
sobre las formas de imaginar el espacio en las distintas escalas geográficas, pero
limitada, no obstante, por las recurrencias a “estatalizar” esas prácticas, a establecer
territorios excluyentes: el Estado continúa siendo el intermediario, no sólo entre las
naciones y Europa, sino que las dinámicas cambiantes en torno a él varían, también,
en relación a su situación en el sistema interestatal.

 La definición y resignificación constante del Este como discurso necesario para


la articulación de la identidad europea, así como la confluencia con el discurso
orientalista.

El Este representa otro “no oeste” generalizado en términos antagónicos, de auto


identificación occidental y exclusión del, o hacia, el Este: una relación de sub-alteridad
hacia Europa occidental, en todo momento dinámico y en términos esencialistas, que
atribuye al espacio una división naturalizada. Como en el discurso “orientalista”, el Este
funciona como una esencia reduccionista y “real”, a partir del discurso, también de
forma excluyente y expansiva sobre él, y en términos de reproducción: o sea, vuelve a
ser una forma discursiva de auto-legitimación de “una idea de Europa” (occidental).
Ahora bien, el “Este” se constituye a partir de discursos múltiples, de modo flexible o
heterogéneo, duradero y “localizado”. Es más “heterogéneo” porque, aunque el Este es
cambiante, no consiste en un discurso monolítico “contra Oriente”, sino en un conjunto
de discursos flexibles, a través de una tipología de “grados” de europeidad, lo cual
determina una forma más “atrayente” del discurso occidental y, al tiempo, una
focalización más intensa en el “Este” como sujeto de la “otredad”; pero también crea su
propio límite discursivo, de identificación, expansión y contracción de (la idea de)
Europa. En primer lugar, está la cuestión de los grados de europeidad: cuando es
establecido el “Este” como “no Oeste” no se hace de forma estricta. La cuestión no es,

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como en Oriente, que “ni son ni pueden ser Occidente”, sino que “aún no son”
plenamente europeos. Esto es, su condición de Este es “corregible”, puesto que se
establecen “grados de europeidad” en función de su situación geográfica, europeidad
distinguida a partir de la superioridad moral y política de los valores occidentales (Kuus,
2004: 476), que puede asumirse para “alejarse” del Este, a través de una situación de
proximidad o alejamiento del Este, de ahí su “esencia geográfica”.

Aparecen, pues, dos aspectos centrales del discurso sobre el Este: la movilidad y sus
límites. Por una parte, establecer la asunción orientalista en cada zona “no occidental”
contra el Este, pero siempre a partir de “grados y formas” de aproximarse a Occidente
[por tanto, de ampliar las formas de oponerse al Este], implica una multiplicación de los
discursos sobre el Este, de tal que se perpetúa así la distinción entre unas zonas
aspirantes a Occidente [por oposición al Este, pero aún no europeo-occidentales],
Occidente y el “otro” Este, de ahí su flexibilidad y solidez, expandiéndose la ficción
europeizante e imperialista. O sea, que el Este se convierte, no sólo en una
aproximación a Europa, sino también en un “repelente” de sí mismo, puesto que
refuerza la identidad de Europa (hegemonía) y mantiene en los márgenes de aquélla.
Aunque el Este es un discurso que “europeiza” determinados espacios e
identificaciones al traspasar la “subalteridad” al “otro/s Este/s”, permanece como límite
discursivo del proyecto de Europa y lo convierte en condición sine qua non para la idea
unitaria y expansiva de Europa (Kuus, 2004). Ahora bien, el Este es tan necesario para
la expansión de la “idea de Europa” como bloqueo a la misma: aunque los imaginarios
polarizan entre “quiénes no son el Este” y quiénes están en el Este, los “distintos Estes”
funcionan tanto “hacia fuera” como “hacia dentro”, y lo que se construye en base a
“certezas culturales y geográficas” deviene inestabilidad discursiva y subjetiva, dado
que por muchos “patrones y grados” que se establezcan en función de una “certeza
ilusoria occidental-europea”, siendo el Este cambiante, también se establece cierta
inestabilidad discursiva “sobre” el Este, y “hacia el Oeste; el Este funciona no sólo
como “par opuesto”, sino como un discurso que multiplica las divisiones y
clasificaciones en Europa a partir de una “idea unitaria y universalista de Europa”,
basada en una superioridad civilizadora de la parte occidental de Europa (Kuus, 2004).

O sea, basada en la superioridad de “la Europa real”, cuya potencia discursiva


hegemónica es bien ilustrada por el ejemplo de Europa Central: al identificarse con un
“todo occidental”, Europa Central desplaza al Este la subalteridad para sí, pero acepta
que su condición de “Este” de Europa (occidental) supone una subordinación incipiente
a aquélla [aunque pueda utilizarse en beneficio “propio”] y, por oposición al Este, su
superioridad a un “otro” menos europeo, o siquiera europeo. El Este aparece como
próximo a “otra civilización inferior”, es decir, menos civilizado. Y la “recuperación” de la
idea civilizadora de Europa se expresa en la re-configuración de Europa Central como

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“parte de Europa” [por contraposición a otros que no son o han sido parte de aquélla],
de ahí su retorno a aquélla, que re-territorializa la geografía europea, delimitando “su”
Oeste del “otro” Este (Blokker, 2008). No es apto para ser “europeo plenamente”, pero,
aún así, ni es “no europeo” plenamente ni es oriental: ahí subyace la clave de la
hegemonía occidental, en la reproducción de ésta oculta en una oposición al “otro” Este
(Kuus, 2004).
Respecto al discurso orientalista, hay que considerar –en la línea de la tradición post-
estructuralista y post-colonial-, que las representaciones construyen realidades sociales
y trazan fronteras acerca de las mismas y de sus producciones simbólicas. La cuestión
no es que se “diferencie” entre realidades y representaciones particulares, sino la
intrínseca relación entre unas y otras, así como los criterios en base a los cuales se
diferencia, las dinámicas y recurrencias de los discursos re-productivos y,
especialmente, para quién se representa y por quiénes son articuladas dichas
representaciones. El debate académico acerca del retorno a una “geopolítica
civilizadora” hace que se plantee la diatriba de si ha desaparecido alguna vez la
contraposición entre civilizaciones o, mejor dicho, entre esas construcciones
simbólicas, y las prácticas sociales y culturales. Al respecto, podemos cuestionar cómo
[la idea de] “Europa” ha producido un discurso constructivo de su propia identidad,
justamente a partir de criterios de “civilizaciones” y frente a lo que no pertenece a esa
civilización: ese otro frente al que se configura la identidad europea, por oposición a los
valores dominantes de “nuestra civilización”, es Oriente.

Esto es, en primer lugar, Oriente es una construcción imaginaria de (sub) alteridad a
Europa, frente a la cual se construye la identidad propia, reforzándola de modo
continuo y recurrente. La diferencia es inherente a la propia auto-identificación, otra
cosa es quién hace esa diferencia, cómo y para quién. En este caso, Oriente es un
imaginario europeo, pero también “europeizante” u “occidental”: las prácticas
discursivas y políticas enarboladas por “Europa” frente a Oriente también son
desarrolladas por quienes pretenden acercarse a aquélla o diferenciarse “frente a”,
dado que este acercamiento se infiere de la oposición a Oriente o a las construcciones
simbólicas que puedan enmarcar a aquél y derivarse del mismo. La cuestión de los
argumentos históricos no es lo que nos preocupa aquí, sino, más bien, que las
prácticas productivas de “fronteras” e imaginarios se construyen por “oposición
a”…Oriente. Aunque las prácticas discursivas varíen y se vayan desplazando, la
oposición es hacia un mismo “bloque espacial, histórico, cultural, étnico y religioso”:
Oriente es, pues, una construcción social simbólica negativa, excluyente y construida
por dualidades dicotómicas. Esta definición, por sí misma, no diría nada si no fuera
porque, “el otro” se construye como la antítesis del “nosotros”, no de modo dialéctico,
sino, más bien, mediante oposiciones excluyentes e insalvables que configuran un
“todo cerrado y, por oposición, hostil”, que van recreando tanto el par opuesto como,

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esencialmente, el “nuestro”. Lo esencial no es tanto el objeto en torno al cual se
identifica Europa ni tampoco la definición concreta del “nosotros”, sino “qué no es” y
“dónde no se encuentra” (Bilgin, 2004: 271), esto es, en Oriente, dado que éste está
“cultural, intelectual y espiritualmente fuera de Europa” (Said, 2006: 103), es construido
y reproducido dentro de una espacialidad y una temporalidad cerradas, determinada
por una geografía imaginaria que, a su vez, potencia la identidad propia y, por
oposición, la expande: frente al estatismo arcaizante de lo oriental, el dinamismo
occidental. Son innumerables los vínculos que se han hecho entre el Islam, el mundo
árabe, las “concepciones orientales del mundo” y la regresión material y/o científicas
inferidas de ello, y lo significativo es que, una vez más, se recurre a los argumentos
“orientalistas” para acercarse o intentar construir una “identificación europea”, incluso
desde los mismos “orientalizados”, para reivindicarse como “occidentales” o ‘no
occidentales’. Frente a la incertidumbre, la seguridad de un espacio alejado del
conflicto, el “no oriental”, que limita el discurso civilizatorio a una jerarquía en función
de los valores, ideas y prácticas occidentales dominantes. Oriente representa así el
“otro” inferior, inestable, incierto…Y, por oposición, la seguridad europea no sólo “es”
física, sino que está territorializada, es intelectual, moral, cultural e ideológica,
reproduciéndose hasta los “límites” de Oriente, cuya fragilidad conceptual lleva a
cuestionar la geografía imaginaria “europeizada”, puesto que esos límites son
cambiantes y están inmersos dentro del discurso “europeo” y su expansión, esto es, su
“orientalismo”.

Entonces, Oriente es, también, un imaginario expansivo o dinámico para Europa,


aunque, que sea un espacio “cerrado” no significa que se conozcan sus límites
espaciales o políticos, más bien es un confinamiento espacio/temporal respecto a
Europa, expresa la oposición imaginada hacia el “nosotros” europeo, cuya geografía
imaginaria va fijando los “límites de lo no europeo”. Esto es, fronteras que vinculan
Oriente como el “otro” no deseado, temido, el “opuesto inaceptable”…No es una
alternativa, sino “algo que está aparte y por debajo”, lo que supone el surgimiento de
Oriente como una legitimación de la idea de Europa, puesto que la recreación de aquél
se basa en una comparación de la diferencia en términos estrictamente occidentales, y
cada carencia comprensiva, cada incoherencia conceptual, en sentido estricto, cada
diferencia con el orden dominante y sus elementos centrales es traducida en términos
de inferioridad, reproduciéndose, frente a la exclusión oriental inseparable de su
valoración moral, el etnocentrismo europeo. Representa, por último y sobre todo, un
discurso re-productivo, no sólo en términos de reproducción de las relaciones de poder
o de la identidad europea, sino que “crea” realidades sociales y, en base a las
recreaciones de éstas, espacializa y re-estructura la propia identificación y nociones de
lo que “no es” Europa (se orientaliza), incrementando exponencialmente un “otro”
negativo, “en sí mismo” y, por encima de todo, de Europa; es más, ésta (u occidente)

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se recrea a sí misma sobre una ilusión de seguridad y certeza axiológica para sí,
inherentemente expansiva, por oposición a la incertidumbre y la ignorancia sobre el
“otro oriental”.

 Una articulación paradójica de los referentes del la integración de la Unión


Europea.

Cuando se habla de la integración europea, a menudo se tiende automáticamente a


situar un imaginario concreto, cual es el de la “integración institucional europea”, esto
es, tratados, instituciones, normas y prácticas políticas no sólo vinculadas, sino
“subordinadas” a ese proceso institucional “desde arriba”. La dificultad reside en que
pueda tenderse a un análisis “formal” o, en el mejor de los casos, “pluralista” de la
integración; así, a la cuestión más arriba planteada tendríamos que responder con otra:
¿qué referentes de qué integración? Esto implica que, además de aceptar que existe
tal integración, el análisis en cuestión versaría sobre distintas integraciones, incluso
vistas como “todos unitarios y apartados entre sí”: no es tal el propósito emprendido,
puesto que están efectivamente entrelazadas. Lo que sí puede suscribirse es que,
dado que las prácticas sociales y políticas europeas son cambiantes, continuas, a
menudo contradictorias y sujetas a múltiples identidades, es justo por eso por lo que se
producen paradojas o tensiones entre las anteriores y los modelos “oficiales o
institucionales”, porque cada una contiene, de modo inherente, una subversión
creadora o productiva (Diez, 2006: 237).

Por un lado, hay que considerar la idea de unidad o de homogeneización europea a


través de la UE. El proyecto político unitario o de elites está directamente vinculado a
las experiencias aprendidas del sistema interestatal en Europa. Efectivamente, la
posibilidad de una integración europea sólo devino realidad una vez que las
identidades múltiples que la fragmentaban fueron suprimidas por la lealtad excluyente
del Estado (Jönsson et al, 2000: 116), así como las distintas “integraciones” efectuadas
a través de la dominación nacional basada en la coerción fueron sustituidas, a partir de
1945, por una integración basada en el Estado: solo que ahora, en lugar del dominio
nacional único, se amparaba en la legitimidad de un “falso cosmopolitismo”, construido
a partir de una paz recíproca garantizada mediante la elusión de cualquier hegemonía
estatal, garantizando así una seguridad que actuaba como un parapeto doble, “frente al
exterior” al desplazar la inseguridad, y “hacia el interior”, reforzando de ese modo, no
sólo el conjunto, sino sobre todo los Estados, porque ese marchamo de seguridad se
asoció con la territorialidad del Estado, esto es, con las fronteras.
Y fue esa práctica la que, al atribuir cierta esencialidad a los límites territoriales (Diez,
2006), hizo posible que los territorios pudieran representar seguridad, pero, al mismo

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tiempo, reterritorializaba otras zonas, desplazando la práctica anterior al respecto, lo
que implica que la ampliación europea, al reconstruir otras prácticas excluyentes en
torno a las fronteras, podía generar conflictos en torno a éstas. Porque aunque el
objetivo último de la paz-seguridad presuponía la supresión de cualquier hegemonía
estatal, ello se consigue al establecer una hegemonía unitaria [del proyecto de
integración] hacia fuera, “moralmente incuestionable” y suponiendo tanto las
esencialidades territoriales atribuidas como una universalidad del poder normativo de la
UE: esto es, el proyecto “de elites” no sólo es uniforme, sino que es inherentemente
homogeneizador. Sólo con una limitación de este tipo, subordinada a una “moral
superior”, puede explicarse que tanto la integración, excluyente y unidireccional, como
los referentes de la UE sean cambiantes y acordes al momento histórico determinado,
favorable a estas estructuras hegemónicas, y sólo así puede comprenderse que tal
integración sea considerada como un modelo lineal o una “ruta hacia”, puesto que se
autolegitima estableciendo para otros (exclusión) lo que “niega” para sí, pero desde un
único modelo. Unidad que está relacionada con el rol del Estado en los procesos
políticos, tanto en los territorios, como en la seguridad o en las formas de hegemonía:
tal vez la UE no pueda asimilarse con procesos anteriores, pero en lo que a este
proyecto político se refiere, los referentes y lógicas son, en buena medida,
dependientes o similares de los estatales. Son “dependientes” porque, además de
suponer un refuerzo externo e interno de determinados Estados (Grant, 1998), son
éstos los que se “hacen cargo de las instituciones”; las circunscripciones de la “Europa
de los ciudadanos” están determinadas por ellos; se ocupan de la designación de
representantes (de o por parte de, los Estados) institucionales y apenas si ceden
soberanía. Aparece aquí una de las contradicciones mayores de esta integración, ya
que, a pesar de una “defensa de la paz” y la cooperación recíproca, el único aspecto de
delegación parcial es en lo relativo a la UEM.

Por otro lado, los referentes incluyen, obviamente, la diversidad y la integración


europea a partir de la misma. Existen distintas prácticas sociales de “Europas”,
identidades múltiples y una construcción y desintegración constante en torno a límites,
fronteras y espacios distintos. En esta diversidad estructural, es complicado establecer
pautas fijas de integración europea: seguramente porque “no existen”, lo que significa
la posibilidad de cuestionar, destruir y reconstruir los límites más arriba señalados,
aunque la influencia recíproca es, también, contingente y cambiante. Entonces, los
referentes de la “des-integración” se configurarían no necesaria o estrictamente “frente”
a los anteriores, sino desde otros presupuestos que, en su misma naturaleza, es el
mismo: la diversidad y el anti-universalismo.
El primer elemento, la diversidad, es tanto espacial como temporal: mientras se
considera una “temporalidad evolutiva”, manifestada tanto en determinadas dinámicas
jurídicas como en muchos análisis, la diversidad supone “incertidumbre temporal”;

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obviamente, ésta puede estar condicionada por esas irreversibilidades interiorizadas,
pero podría darse lo contrario. No existe, pues, “camino a la integración”, sino que es
continua y cambiante, o sea, reversible. Del mismo modo, los espacios e imaginarios
geográficos europeos son transformados continua y más profundamente tras el fin de la
Guerra Fría (Painter, 1999), a partir de identidades y geografías cambiantes que
expresan esa simultaneidad de espacios europeos más arriba mencionada, convertida
o enmarcada en la búsqueda de nuevos límites conforme se diversifican los mismos: lo
que significa que, en este contexto, la fragmentación y diversidad social y política
aparece como “el referente en sí mismo”, cuestionando al mismo tiempo cualquier
territorialidad esencialmente legitimada. Así, la diversidad de estas prácticas sociales
es su misma fuente de legitimidad, de ahí que las identidades políticas sean múltiples,
y también que, frente a una imposición de límites como freno a la fragmentación, se
creen nuevos espacios (Painter, 1999).

Lo que nos lleva al “anti-universalismo”, entendido este como una homogeneización


supresora de toda diferencia, como el “otro referente” de este proceso: se produce el
rechazo a modelos unitarios y excluyentes, al menos en cuanto a los ámbitos de la
“experiencia” o en la “otra integración”: si la integración desde las elites ha sido
contestada cuando se ha inclinado por un modelo preponderante, ello es así no tanto
por el respaldo a un modelo determinado como por la oposición a patrones
unilaterales/unidimensionales de la misma, lo cual nos llevaría a situar las distintas
legitimidades políticas como parámetro o referente de la legitimación conjunta de la UE
y su proceso de integración (Jönsson et al, 2000: 126-siguientes). Frente a la búsqueda
del “demos europeo”, se situaría una multiplicidad de demos europeos antagónicos de
cualquier forma de exclusión unitaria o nación europea: no sólo se ha producido tal
rechazo, sino que el mismo habría entrado en la dimensión temporal y habría
cristalizado la multiplicidad social y espacial de la democracia (Painter, 1999). Dentro
de este entramado de diversidades y prácticas espaciales e identidades múltiples,
quedaría la cuestión del “cómo” se darían las diversidades, esto es, si ese “anti-
universalismo” se expresa en forma de un particularismo dado a partir del
Estado/Nación o, si por el contrario, es un rechazo frontal a toda comprensión vertical o
de elites de los espacios, los discursos y las prácticas socio-políticas. Para ilustrar qué
diversidades se manifiestan o qué recurrencia tienen, habría que analizar no sólo si se
ha producido un “vaciado del Estado” hacia arriba, hacia abajo y hacia fuera, sino sobre
todo, si se ha dado un “vaciado hacia dentro”: si las diversidades construyen prácticas
sociales alternativas a las lógicas estatales, elusivas del proyecto de elites, entonces
puede pensarse en un vaciado hacia dentro, en una “imaginación socio-política” no
necesariamente Estatal/nacional, y en unas identidades distintas a las histórica y
jerárquicamente determinadas por aquél. Sólo podría vaciarse desde el momento en
que su “objeto” pensara/actuara al margen o en parámetros distintos, esto es, con otros

Orden Internacional y Política de Seguridad Nacional


Departamento de Relaciones Internacionales [13] 09-05-2019
referentes. Aunque es evidente que se producen prácticas no estrictamente sujetas a la
lógica del Estado, conviene no obviar que determinadas prácticas reproducen su lógica
y estructura cognitiva: un sujeto “supremo” de poder (esto es, la soberanía como
garantía y, al tiempo, imposición), una territorialidad reconstruida y, por último, el riesgo
presente de la unidad como “ficción de seguridad” de la propia práctica o identidad
frente a otras.

Los tres elementos anteriores –la confluencia del proyecto de integración regional en clave
continental en suma con la agencia estatal y nacional; la producción discursiva del Este y de Oriente
en la configuración de la identidad y la representación europea liderada por la UE; la construcción
paradójica de los referentes de la UE- tienen un peso fundamental no sólo en los antecedentes, sino
en la configuración de la estrategia global de la Unión Europea, como se mostrará a continuación.

La estrategia global de la UE: cooperación permanente en


materia de seguridad

La estrategia global de la Unión Europea abarca un proceso complejo inmerso en una segunda
estrategia de seguridad y coordinada por la Alta Representante, Federica Mogherini, en esa
Estrategia Global para la Política Exterior y de Seguridad de la Unión Europea.

Esta política se engloba dentro de un contexto atravesado por los acontecimientos de la Primavera
árabe y el cambio de régimen y la guerra en Ucrania, así como por una tendencia hacia la
multipolaridad dentro de las políticas de las grandes potencias y por un desarrollo tecnológico que ha
implicado un interés creciente por la ciberseguridad y las comunicaciones estratégicas. La estrategia
en sí se enuncia como una ‘Visión compartida, una acción común: una Europa más fuerte”, en
1
términos de política global compartida por la Unión Europea hacia el exterior .

El documento se vertebra alrededor de los siguientes elementos:

 Objetivos: fundamentalmente, la salvaguarda de la paz y la seguridad de la


ciudadanía europea, así como mantener las garantías de la democracia y el
Estado de Derecho.

 Principios: la Estrategia Global establece el concepto de “pragmatismo basado


en principios”, mediante el cual se instaura la premisa de mantener la unidad
de la UE y sus Estados miembros mediante una actuación interdependiente,
responsable, compartida a escala global y actuando selectivamente.

1
Ver https://www.dsn.gob.es/es/actualidad/sala-prensa/ue-estrategia-global-seguridad-defensa

Orden Internacional y Política de Seguridad Nacional


Departamento de Relaciones Internacionales [14] 09-05-2019
 Prioridades: el documento establece cinco prioridades estratégicas para la
2
Unión Europea, a saber :

1. La seguridad de nuestra Unión: la Estrategia Global señala “la necesidad de un


refuerzo de las capacidades de la Unión Europea para poder mantener el estatus de
seguridad, democracia y prosperidad del que se ha disfrutado durante décadas, y
plantea cinco líneas de acción que potencien la seguridad y defensa, la lucha contra el
terrorismo, la ciberseguridad, la seguridad energética y la comunicación estratégica”.

2. Resiliencia estatal y de la sociedad de nuestros vecinos orientales y meridionales:


definida como “la capacidad de los estados y las sociedades para reformarse,
soportando así los desastres, y para recuperarse de las crisis internas y externas”, la
resiliencia amplía la potencialidad de la política exterior y de seguridad de la UE. En
resumen: “esta conceptualización amplia que sitúa a la “sociedad resiliente” como el
núcleo sobre el que se asienta el “Estado resiliente” se extiende más allá del territorio
de la Unión Europea hacia el este y el sur, en forma de capa de seguridad en los
países vecinos, y abarca aspectos tales como la política de ampliación o la política
migratoria”.

3. Un enfoque integrado en relación con los conflictos y las crisis, en la medida en que “la
Unión Europea muestra un compromiso más estrecho con la resolución de crisis y
conflictos especialmente en el área de vecindad que se proyecta hacia el este y el sur,
pero sin renunciar a la actuación en otras regiones más lejanas al territorio europeo.
Para ello aplica el concepto de “enfoque integrado”, según el cual, se pone a
disposición todos los instrumentos disponibles militares, diplomáticos y económicos-
para la resolución del conflicto”.

4. Órdenes regionales de cooperación: para la UE, “la Estrategia emplea la dimensión


regional como parámetro de referencia en las relaciones con otras áreas del mundo, y
poder ejercer la influencia que a la Unión Europea, como actor principal a nivel mundial
de primer orden, le corresponde. A este fin la Estrategia Global nos dibuja un mapa del
mundo cuyo centro lo representa el propio orden de seguridad europeo, y que se va
extendiendo a modo de capas concéntricos, en primera instancia hacia el área
mediterránea, Oriente Próximo y el continente africano, el Atlántico; en segundo lugar
hace referencia a la relación transatlántica y a establecer vínculos más cercanos con
América Latina; posteriormente la Estrategia señala el interés creciente en las
relaciones con la región Asiática; y finalmente, dedica un espacio al interés estratégico
del Ártico”.

2
Véase en https://www.dsn.gob.es/es/actualidad/sala-prensa/estrategia-global-para-politica-exterior-seguridad-union-europea

Orden Internacional y Política de Seguridad Nacional


Departamento de Relaciones Internacionales [15] 09-05-2019
5. Gobernanza mundial para el siglo XXI: esta estrategia global se basa en que “una de
las tradicionales señas de identidad de la Unión Europea siempre ha sido su firme
defensa del orden multinacional basado en normas. En este caso, la Estrategia Global
reconoce la aspiración de ir un paso más allá que nos lleve hacia una transformación
del sistema actual que suponga una representación de los actuales órganos de
gobernanza mundial más acorde con la realidad internacional”.

 Instrumentos: en su apartado ‘de la visión a la acción’, la estrategia se refiere a


la confluencia de tres elementos coordinados:

1. Una Unión creíble: todos los ámbitos de política exterior deben aunarse –investigación,
lucha contra el cambio climático, infraestructuras, movilidad, comercio, diplomacia, etc..
2. Una Unión con capacidad de respuesta: básicamente, se hace hincapié en la
necesidad de una mayor eficacia y rapidez en la política de seguridad y defensa.
3. Una Unión integrada: se insta a una mayor cooperación de todos los Estados
miembros en política exterior y de seguridad, basadas en la coherencia y la
3
cooperación entre Estados miembros .

Figura 12. Estrategia Global de la UE: aplicación en seguridad y defensa


Fuente: Consejo de la UE, disponible en https://www.dsn.gob.es/es/actualidad/sala-prensa/ue-estrategia-
global-seguridad-defensa
Después de enunciar los pilares generales de la Estrategia Global de la UE, hay que considerar que
se trata de un documento problemático, por varias cuestiones. En primer lugar, existe dificultad en la
definición del objeto de referencia, lo cual supone una proyección –discursiva y territorial- de la crisis
existencial de la Unión Europea. En segundo lugar, la identificación de las amenazas se basa en una

3
Puede consultarse la Estrategia Global de la UE en https://eeas.europa.eu/topics/eu-global-strategy_en

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Departamento de Relaciones Internacionales [16] 09-05-2019
confusión del ‘estado híbrido de guerra’. En tercer lugar, respecto al proveedor de la seguridad,
establecen mecanismos limitados y un tanto difusos, como son la credibilidad y la responsabilidad en
el ejercicio de estas políticas de seguridad. Finalmente, las dinámicas asumidas por la UE en esta
Estrategia Global implican la aceptación de unas reglas basadas en el orden global liderado –o bajo
la hegemonía- por Estados Unidos.

Dicha estrategia se ampara fundamentalmente en la trayectoria pasada, presente y con vistas al


futuro de la Cooperación Estructurada Permanente en el área de Seguridad y Defensa (PESCO). En
la actualidad, los mecanismos de cooperación y defensa en materia de seguridad de la UE están en
plena organización, bajo los parámetros de la Estrategia Global.

El objetivo de la PESCO es la integración de las capacidades militares de los participantes para


4
facilitar el despliegue de las misiones europeas . Bajo el impulso de Alemania, Francia, Italia y
España, la Cooperación Estructurada Permanente incluye a todos los países miembros de la UE con
la excepción de Dinamarca y Malta, así como tras el reciente ‘Brexit’ el Reino Unido, aunque está
abierta a la inclusión de otros Estados que deseen adherirse a la iniciativa.

Existen algunos precedentes institucionales que debemos subrayar como elementos de inspiración
histórica de la PESCO:

1. En primer lugar, la iniciativa desarrollada en 1952 –no ratificada- en torno a la


Comunidad de Defensa Europea, que constituía una alternativa francesa al ascenso de
la OTAN, y constituía un ambicioso plan basado en una estructura militar pan-europea
con un presupuesto común y una serie de instituciones militares centralizadas. Su
membrecía era la misma que la de la Comunidad Europea del Carbón y del Acero
(CECA) –formada por Bélgica, Italia, Países Bajos, Luxemburgo, Francia y la República
Federal Alemana- y pretendía establecer una relación bilateral entre Europa y Estados
Unidos dentro de la OTAN, en lugar de depender de Estados individualmente.

2. El segundo precedente es la Unión Europea Occidental (1954-2011): la membrecía


inicial era similar a la de la CECA, aunque posteriormente se incorporaron diez
miembros de la OTAN. Aunque no era un sistema de seguridad común, como
pretendía la Comunidad de Defensa Europea, pero incluyó una cláusula de defensa
mutua similar a la de la OTAN y permitió el desarrollo de iniciativas específicas en el
área de seguridad y defensa, como las Misiones Petersberg, EUROFOR o la Identidad
de Defensa y Seguridad Europea dentro de la OTAN.

3. Otro precedente central fue la Política Exterior y de Seguridad Común: se inspiraba en


la Cooperación Política Europea mantenida entre 1970-1992, así como los

4
Véase http://euroefe.euractiv.es/5533_dosieres/4975365_que-es-la-pesco.html

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Departamento de Relaciones Internacionales [17] 09-05-2019
acontecimientos tras el fin de la Guerra Fría y la disolución de Yugoslavia. Constituía el
segundo pilar del Tratado de Maastricht o de la Unión Europea de 1992, incorporando
un método intergubernamental e instrumentos iniciales –como acciones conjuntas y
posiciones comunes o la asistencia para el desarrollo-.

4. Finalmente, la Política Exterior y de Seguridad Común de la UE cambió tras la rúbrica


del Tratado de Ámsterdam en 1999: se incorpora la figura del Alto Representante para
dicho cargo, así como la Política de Defensa y Seguridad Europea. Este elemento
supuso la institucionalización de la Identidad de Defensa y Seguridad Europea y la
incorporación de la Unión Europea Occidental. Además, se crearon los Comités
Militares –que aconseja a la Alta Representante sobre cuestiones militares, incluyendo
planificación y operaciones-, la Agencia de Seguridad Europea –con la misión de
apoyar la integración de capacidades defensivas, la promoción de la cooperación en el
ámbito de armamento y la dirección de la investigación sobre las capacidades de
defensa europea- y los Grupos de combate de la UE –que eran unidades limitadas de
1500 soldados comandadas por la estructura militar de la UE, una composición
multinacional con bases rotativas de seis meses, una capacidad de reacción militar
rápida para crisis de gobierno cuyo despliegue de las operaciones fuesen entre 30 y
120 días y hasta el momento sin haberse desarrollado por los costes-. Como corolario
de esta estructura, en 2003 se desarrollaron la Iniciativa de Defensa Europea y la
Estrategia de Defensa Europea.

No obstante, la Cooperación Estructurada Permanente en materia de Seguridad y Defensa de la UE


5
se enfrenta a algunas cuestiones críticas, a saber :

 La gestión de la complejidad: en principio, resulta una dificultad la inclusión de


nuevas herramientas para implementar la Estrategia global de la UE,
incluyendo las Misiones Petersberg. Además, se insta a la cooperación
ampliada, posible en cuestiones de defensa desde la implementación del
Tratado de Lisboa en 2009. El efecto institucional ha sido doble: en términos de
procesos de decisión, se considera el voto mayoritario del Consejo y los
proyectos presentados por los Estados participantes. En términos de ejecución,
se da más autonomía a las instituciones europeas, sirviendo el Servicio de
Acción Externa Europea como secretariado. Se calcula que el gasto en
Defensa anual sería de 200.000 millones de € anuales, intentando ahorrar
entre 25 y 100.000 millones de € mediante esa cooperación conjunta y la
eliminación de estructuras militares duplicadas.

5
Véase en conjunto en https://eeas.europa.eu/delegations/tchad/35285/eu-strengthens-cooperation-security-and-defence_en

Orden Internacional y Política de Seguridad Nacional


Departamento de Relaciones Internacionales [18] 09-05-2019
 Las áreas de despliegue: la Cooperación Estructurada Permanente se ha
desplegado durante el año 2018 con más de 5.000 efectivos en seis misiones
militares y 10 misiones civiles para mantener la paz, prevenir conflictos,
reforzar la seguridad internacional, apoyar el Estado de Derecho y prevenir la
piratería y el tráfico de seres humanos, así como la cyber seguridad, la
construcción, el desarrollo de la industria y la investigación y la respuesta
frente a amenazas híbridas. Las áreas de despliegue durante ese período
vinculadas a la PESCO fueron en Moldavia y Ucrania, Georgia, Palestina, Irak,
Atalanta, Somalia –en dos ocasiones-, Libia, Bosnia Herzegovina, Kosovo,
6
Mali, Níger y la República Centro Africana .

 Las convulsiones políticas: por supuesto, la iniciativa se enfrenta a las


vicisitudes políticas contextuales, no sólo dentro de la UE, sino dentro de cada
Estado en particular. Por ejemplo, en la actualidad dentro de los Estados
miembros que no apoyan al máximo la iniciativa, existen cierto escepticismo en
los casos de Polonia y Suecia –aunque apoyan plenamente la iniciativa-, una
oposición parcial en el caso de Grecia y la reticencia a su participación por
parte de Gran Bretaña, de Dinamarca y de Finlandia.

La UE y el enfoque de Seguridad Humana

El enfoque de Seguridad humana es algo mencionado explícitamente en la Estrategia Global de la


Unión Europea como parte de la aproximación integrada al conflicto; como una herramienta para la
prevención de conflictos; para apoyar los casos de Estados ‘frágiles’; y en el contexto de un
establecimiento del conflicto. En su propia definición:

“Cada conflicto necesitará reconstruir sus propios contratos sociales entre el Estado y sus
ciudadanos. La Unión apoyará tales esfuerzos, fomentando la gobernanza inclusiva en todos los
niveles. Cuando el ‘centro’ se rompe, actuar sólo desde arriba tiene un impacto limitado. Un
establecimiento político inclusivo requiere acción a todos los niveles. A través de la Cooperación
Estructurada Permanente en materia de Seguridad y Defensa, el desarrollo, y los instrumentos
financieros, nos permitirán conectar los esfuerzos desde arria y desde abajo para forjar bloques y
estructuras de estatalidad sostenible enraizada en la agencia local. Trabajando en el nivel local –
por ejemplo, con las autoridades locales y las municipalidades- puede ayudar a la provisión de
servicios básicos a la ciudadanía, y permite profundizar en el compromiso arraigado en la sociedad
civil. Trabajando en esta dirección también mejorará nuestro conocimiento local, ayudándonos a
distinguir entre aquellos grupos que hablarán sin apoyo y aquellos que apoyaremos activamente
como campeones de la seguridad humana y la reconciliación” (European Commission, 2016: 31).

6
Ver en https://eeas.europa.eu/delegations/tchad/35285/eu-strengthens-cooperation-security-and-defence_en

Orden Internacional y Política de Seguridad Nacional


Departamento de Relaciones Internacionales [19] 09-05-2019
Esta aproximación de la seguridad parte de una definición de la misma basada en el ser humano o el
individuo como objeto de referencia, desplazando la atención desde lo militar hasta una variedad de
temas, estructurados principalmente por la seguridad personal, los derechos humanos y el desarrollo.
En resumen: la seguridad, desde este enfoque, no se basa en el objetivo de una situación de paz
como ausencia de guerra, sino de una estructura que garantice dicha paz y una situación general de
justicia, de orden social y político y de respeto a la legalidad y a los Derechos Humanos.

Su evolución se remonta a los Acuerdos de Helsinki de 1975 y su contexto de implementación se


inicia con el fin de la Guerra Fría, a partir de un enfoque sostenido en tres dimensiones sobre la
seguridad humana: la primera de ellas se basa en los Derechos humanos y en la seguridad de los
individuos y sus comunidades; la segunda dimensión se basa en los derechos de segunda
generación –sociales, económicos y culturales-, y en un desplazamiento del enfoque de seguridad
como ‘libertad del miedo’ a la ‘libertad de las necesidades básicas’ –esto es, tener unas condiciones
dignas de vida-; y la tercera dimensión, que sería la seguridad basada en el gobierno de la ley,
opuesta a la seguridad tradicional basada en la guerra.

Mapa 27. Situación del registro de violencia organizada en 2016


Fuente: https://ucdp.uu.se/

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Departamento de Relaciones Internacionales [20] 09-05-2019
Mapa 28. Nivel de ingresos en PIB per Capita en 2018
Fuente: https://www.euribor.com.es/foro/index.php?threads/mapa-mundi-del-pib-per-c%C3%A1pita-en-
2018.47959/

Su punto de partida es que los conflictos son la consecuencia de la carencia de desarrollo, tomando
como caso paradigmático el conflicto en todo el continente africano. En este caso, la mayoría de los
conflictos se desatan en países pobres, donde tiene lugar una combinación de pobreza, carencia de
infraestructuras y administraciones débiles y donde, desde el comienzo del siglo XXI, ha muerto más
gente en las guerras desarrolladas en África que en el resto de conflictos desarrollados en el resto del
mundo. Así, desde un punto de vista de Seguridad humana, se tendrían en cuenta la cantidad de
conflictos existentes en torno a formas de violencia organizada por un lado, y un bajo nivel de
ingresos de renta, baja expectativa de vida y un nivel de educación bajo, lo cual establecería niveles
potenciales de conflicto –véanse los dos mapas inferiores al respecto-.

Como soluciones a esta situación, el enfoque sobre seguridad humana enfatizaría en la importancia
de la cooperación internacional para responder a la carencia del desarrollo, una relación vertical entre
los donantes y los receptores de la ayuda y la inclusión de estas problemáticas dentro del
establecimiento de la agenda de las organizaciones internacionales –por ejemplo, mediante la
creación de indicadores de desarrollo sostenible o el mismo Índice de Desarrollo Humano-, con el fin
de que las posibilidades de ampliación de este concepto de seguridad no queden en una simple
abstracción, sino que pueda albergar algunas posibilidades de articulación y respuesta política eficaz
y plausible.

Orden Internacional y Política de Seguridad Nacional


Departamento de Relaciones Internacionales [21] 09-05-2019
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