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castigo en el discurso
jurídico y psicoanalítico
(La cuestión de la imputabilidad e inimputabilidad)
Compiladora
Marta Gerez Ambertín
Autores
Marta Gerez Ambertín, Néstor A. Braunstein, Oscar E. Sarrulle,
Gabriela A. Abad, Alfredo 0. Carol, María E. Elmiger,
Marta S. Medina, Juan M. Rigazzio, Adela Estofán de Terraf
Proyecto de Investigación;
Culpa, responsabilidad y castigo en los actos criminales
Programa de Investigación:
Base de Datos del Sistema Penal de Tucumán (CIUNT - CONICET)
INDICE
Prólogo................................................................................................................ 7
Marta Gerez Ambertín
Los desarrollos del Dr. O scar Em ilio Sa rru lle, sobre "El sentido
de la pena en e l derecho argentino", abren desde su posición de pena
lista una serie de interrogantes cruciales para dirimir la cuestión de la
pena y del sujeto de la pena ya que destaca, no sólo la importancia de
la pena en una sociedad legislada, sino también aborda la importan
cia de la posición del sujeto ante la pena, y las diversas modalidades
que puede asumir la subjetividad frente a la misma. Modalidades que
hoy el Derecho Penal no puede dejar de reconocer y que abren un cam
po de confluencia entre el discurso psicoanalítíco y el discurso jurídico.
Néstor A. Braunstein
1 . Innuendos
Tiene la sajona lengua inglesa una palabra latina que falta en todas
nuestras lenguas, una palabra irremplazable que debemos importar para
enriquecer nuestro vocabulario: innuendo. Según diccionarios como el de
Oxford, un innuendo es una insinuación, una alusión oblicua o sesgada di
cha o escrita con intención malévola. Ninguna palabra española o francesa
tiene ese valor semántico. El sarcasmo, el sinónimo que más se aproxima, es
directo y agresivo. La ironía no siempre está presente en el innuendo. La
conveniencia de la nueva palabra se realza si atendemos a la etimología. En
latín, nuere significa reconocimiento. Del mismo tronco derivaría en inglés
nod, nodding, esa seña que se hace inclinando !a cabeza y que implica hacer
al otro digno de la interlocución. Más allá encontramos noeo: "comprendo,
me doy cuenta" en relación con nous: "mente" y sus nobles parientes: noesis,
noúmeno, etc. El prefijo in- precediendo a nuendo, un innuendo, es así una
negativa at reconocimiento, un ninguneo, según si bello vocablo mexicano.
Pues bien, la relación entre los psicoanalistas y los abogados se manifiesta
la más de las veces bajo la forma de innuendos, de descalificaciones casi
tácitas, reveladoras, ora de una recíproca ignorancia, ora de la degradación
de un rival molesto. Los innuendos son armas con silenciador que se usan
en sordas guerras.
Porque hay que decirlo desde un principio: el derecho y el psicoanáli
sis nunca, se entendieron. Las relaciones entre las dos disciplinas (¿cien'
cias?) no pueden tener más de cien años porque no podrían ser anteriores
a la más joven de ellas, la que Freud fundara hace 100 años. Y en ese siglo
el diálogo no fue de sordos que, en tal caso, diálogo fuera: simplemente que
diálogo no hubo. ¿Entonces qué? Simplemente ignorancia, pura y ,sup¡na.
De uno y otro lado.
La lógica del derecho sería la de la razón, la del claro día, la del texto
escrito, sistemático y sin fallas, la de la conciencia, mientras que la del psi-
escrito, sistemático y sin fallas, la de la conciencia, mientras que la Jel psi
coanálisis sería la del capricho, de la fantasía, de la noche, del sueño, de la
bancarrota de la lógica. La cordura jurídica de los códigos y decretos del
poder frente a la imprevisible locura del anárquico deseo inconsciente que
no conoce los silogismos, secuencias temporales, contradicción y control,
frente a la pura desmesura de una presunta "ciencia" que no acaba
distinguir al fantasma de la razón.y g Ja razón ctel .faQtasiJtf • O escuchare
mos, de uno y otro lado, que la base de la desconfianza cuando no de la
oposición radica en que el derecho se pretende universal y trata de sujetos
que son iguales, iguales ante la ley, borrando sus diferencias particulares
mientras que el psicoanálisis repudia la asimilación de un sujeto a otro y
trata a sus sujetos como singularidades absolutas haciendo que lo que se
aplica a uno no pueda aplicarse a ningún otro. Lo 0bm otético)¿y qué más
nomo que el derecho? Frente a lo(idiográfico ¿ y qué más ¡dio que un sueño o
un decir imprevisto de alguien?
2. Continuidades
Pero hemos propuesto como título para este capítulo el de los dos
campos de la subjetividad, ¿porqué dos y no n, porqué el artículo determina
do los que deja afuera a todas las ciencias antes mencionadas, quizás con
más pergaminos que el derecho y el psicoanálisis para llamarse ciencias?
Quizás por eso mismo, porque las ciencias lo son de objetos que ellas mis
mas definen mientras que nuestros dos campos lo son de los sujetos huma
nos tomados en tanto que cuerpos vivientes, efectos de la Ley y de las
leyes que ellos habitan. Así, todas esas disciplinas, entre las que figuran
algunas que de ciencias nada tienen como la filosofía, la ética y la estética,
tratan de determinaciones y condicionamientos que s_e articulan pero que
J 10 constituyen el campo de la relación entre el sujeto y la Ley. Sus saberes
son esenciales para entender la vida.humana pero son el derecho v el psi
coanálisis los que t ratan de la constitución del sujeto humano, sexuado y
Legg.l.
La división propuesta entre los territorios de las dos disciplinas es
ideal. Cada uno de nosotros sabe que la iey ha entrado con sangre, que su
escritura en toda carne es el fruto de renuncias a la satisfacción de laq
pulsiones, de io que algunos continúan llamando los instintos. La prjmera
tarea de la sociedad, ésta y cualquier otra, es la de producir a los sujetos
que sean capaces de producir en ella, de actuar como personas más o me
nos sabedoras de las normas de la convivencia, poseedoras de unsen ti-
miento personal de identidad y pertenencia, sujetos de derechos y debe
res, responsables, esto es, capaces de responder ante otro colocado en el
lugar de ju ez por sus acciones y decisiones. Educado, gobernado, dirigido
desde afuera, controlando aspiraciones e impulsos, el sujeto se hace miem-
bro de la comunidad; jo común y lo exigido en cada comunidad es la renuncia
a! goce singular. El sujeto es pues el resultado de una división consigo mis-
mo: sujeto del inconsciente y ^bjeto de la ley que lo sujeta. Y esta doble
naturaleza soportada a su vez por un cuerpo sexuado, un cuerpo truncado
Y. desgarrado en el conflicto de la ley con el deseo.
3. E l Otro
Con esta A que subsume todos los modos del límite encontrado por el
sujeto, con esta A que hace de él un suieto tachado, partido, truncado, un
Jjjj y volviendo a los ya mentados círculos eulerianos, poniendo gráficamente
al S a la izquierda en su articulación con el A que se figura con el círculo de la
derecha, un A igualmente tachado,^ (¿pues qué sería del Otro .sin el Sujeto
ai que interpela y llama a ía existencia?), podemos volver a considerar las
relaciones entre el campo del psicoanálisis y del derecho tomado ésta en su
sentido más amplio, no sólo el restringido de la ciencia del derecho sino el
inmenso insondable, de todas las formas de ia Lev que limitan, encuadran v
hacen posible la vida del sujeto al mismo tiempo que jo_enc_arr|lan hacia la.
muerte. Del lado del sujeto podríamos figurar al inconsciente y al deseo, del
lado del derecho al Otro y a la Ley o las leyes, tanto las no escritas v natu-
rales como las sancionadas, positivas, humanas, pero pecaríamos d e jím -
glistas. Olvidaríamos lo que ya nos enseñó la banda de Moebius, que entre
ambas no hay oposición sino continuidad, pues nada sería el deseo si no lo
es en relación a la Ley que al oponérsele como su Otro lo hace posible. "El
inconsciente es el discurso del Otro" y "el deseo es el deseo del Otro" son
lemas de Lacan que gozan de justa fama y que repetimos aquí sólo para
recalcar la imposible separación de los campos del derecho y del psicoanáli
sis. Pues la Ley es la condición del deseo y no sólo su contrapartida.
4. Natural y positivo
Pero hemos de ser justos con la tradición. Mal podríamos los psicoa
nalistas arrogarnos el descubrimiento de la división subjetiva. Si Lacan, le
yendo a Freud, extrae su sujeto del inconsciente, es decir el sujeto que el
inconsciente hace como su sujeto, no el inconsciente del sujeto, el sujeto
como entidad psicológica que tiene una conciencia y además un inconscien
te, sino el inconsciente como ese saber y ese pensamiento que operan fue
ra de toda psicología y que en su devenir promueven a la existencia a un
¡lújelo que de otro modo no intervendría, si Lacan, repetimos, puede apor
tar t'üla subversión del es porejue tiene raíces nutritivas en el pensa
miento de los filósofos que, mucho antes que ól y que Freud, se plantearon
H problema di' liis leyes.
En el comienzo det juridismo occidental tenemos !a reflexlón^la^j^imca
en el que pasa por ser el último de sus diálooos. Las leves. Y allí escuchamos
al de Creta maldecir
Todo arte y toda investigación, igual que toda acción y toda delibe
ración consciente tienden, al parecer, hacia algún bien. Por esto
mismo se ha definido con razón el bien: 'aquello a que tienden to-
das las co sa s' (Ética nicomaquea, 1094 a, traducción de Francisco
p. de Samaranch).
5. Los condenados
A propósito de una cordial invitación que nos hicieran llegar desde las
cátedras de Semiosis Social y Contribuciones del Psicoanálisis - Escuela fran
cesa de la Universidad Nacional de Tucumán, de cuyos integrantes, en dos
brillantes cursos de post grado realizados en 1996 y 1997, aprendiéramos a
deses-tructurar el discurso jurídico desde la óptica psicoanalítica, enviamos
estas breves reflexiones acerca del sentido de la pena en el derecho argen
tino, cuestiones éstas que están contenidas en otro trabajo de mayor am
plitud.
blBLIOGRAFÍA_______________________________________________ _________________
Zaffaroni, fcugemo R.: Tratado de Derecho Penal. Buenos Aires: Edlar, 1987.
Ley, prohibición
y culpabilidad
1. Culpa y prohibición
2. Culpabilidad y amor
1912, pp. 2 7 5 -6 ).
la culpabilidad es algo que hace las cuentas. Que hace los cuentas
y, por supuesto, no se reencuentra en ellas, no se reencuentra en
ellas jam ás: se pierde en esas cuentas (Lacan, J. 1974-75. Clase
del 13-01-1975).
Esto no está lejos de los deslices del amor. Cuando Freud escribe sus
"Contribuciones a la psicología del amor” plantea de entrada que hay leves,
regularidades que rigen las “condiciones de la vida amorosa", y que bajo 1
esas leyes los seres humanos eligen su obieto de amor v las maneras
posibles en que pueden conciliar los requerimientos de sus fantasías y de-
s.eos con la realidad psíquica. Precisamente, no deja de sorprender que el
factor común de esas condiciones impone la necesaria sustitución del obieto
amoroso que desemboca en la metáfora del amor. Ahora bien, ¿se trata de
sustituir qué?: aquellos seres que Claude Lévy-Strauss en "Las estructu
ras elementales de parentesco" especifica desde las reglas de alianza e
intercambio como prohibidos. Esto podría resumirse en la siguiente proposi
ción: no-todos los integrantes de una sociedad están autorizados cara ser
Regidos como partenaires amorosos, es necesario que siempre algunos
queden interdictos.
La ley que rige la lógica de la vida amorosa dice que hay condiciones
en la elección, y que se elige siempre por las vías de la sustitución. En suma, j
la lev reaula lo prohibido -aquellos partenaires que no pueden elegirse-
porque si bien atrae lo prohibido, la elección rgcae -si la elección es más o
menos feliz- en un sustituto de lo prohibido, en un subrogado: y es eso lo
que permití v déla abierta la permutación en la. vida amorosa. La psico-
patología de la vida amorosa hace obstáculo allí donde cualquier fijación 1
impide hacer circular ei sistema de permutaciones. Otra razón de fuerza
mayor para el lazo que establecemos entre culpabilidad, amor e inconscien
te: ¿cómo decirle a! amado, te amo a ti, pero no a ti, sino a quien sustituyes,
porque el objeto de amor originario, auténtico lleva la marca de un “made in
incesto y parricidio"? Patogenia de! Edipo de la que e! Sujeto no puede des
prenderse y acaso esa sea la falta fculpa) mayor del amante, pero una culpa
que de todos modos se mantiene inconsciente, en negativo -sólo emerge
en sueños, fantasías y síntomas- . ..a veces.
4. Prohibición y antijuricidad
Para Legendre,
- - —* de
la |ey y del Principio de Razón.
Esto tiene una incidencia muy importante en la cuestión de la culpabi-
lif1ad donde se entrecruzan lo institucional social y lo institucional subjetivo,
a l e I . culpabilidad “ UM reSPUeSta “ ! ^ Ue
^ d e ' al Principio de Razón. Pero u n , respuesta que n . puede ser
globalizada ni estandarizada ya que utiliza muchísimos ardides para hacer
se presente.
Por ello, ante un crinen e Ls jfle » . dirá Legendre, comete su « a dos
veces- le primera vez es el criminal el que actúa y la segunda « e z.e s.e l
pecador el que actúa. Ante esta lúcida manlfestaciún del junsta, prefiero
indicar que, en realidad, el autor de un crimen comete su falta al m enosjres
veces:
La primera vez es el p e c a Jo re l que actúa y mueve al criminal.
prohibido.
2. el criminal, que es juzgado y condenado por el Oerecno que asi o b je tiv a
el crimen.
3. e l a s e n t im ie n to del culpable, esto es, el culpable » condenado por la
penitencia, puede subjetlvlzar su acto responsabilizándose por el.
Con lo cual es preciso que se constituyan tres tribunales, que en prin
cipio deberían actuar en correlación:
1, El acto criminal;
Lacan, Jacques: (1960-61) Le Seminaire, Llvre V III, Le transferí. París: Seuil, 1991.
Lacan, Jacques: (1956-57) Seminario IV. "La relación de objeto. Barcelona: Paidós,
1994.
Legendre, Pierre (1994) "El crimen del cabo Lortie". Lecciones V III. México: Siglo
X X I.
Entre el amor y la pasión
Caso Mme. Lefebre* (Francia 1925)
1. Introducción
Mme, Léfebre sólo tenía ojos para su núcleo familiar, constituido por
su esposo y dos hijos, Carlos, inválido de nacimiento y Andrés, este último,
único miembro de ¡a familia que pone en peligro el hermético círcuio en ei
que esta mujer se sentía contenida.
5. D e la hipocondría a la paranoia
Una vez consumado su acto, Mme. Léfebre logra la paz esperada y logra
disfrutar del sueño, aún en el duro camastro de la prisión. Ya no estaba
perseguida por la idea obsesiva, cada vez más atroz, de los gastos que su
nuera ocasionaba.
Mme. Léfebre no queda ajena a esta práctica y desde aquí, puede ella
también empezar a tejer su propia versión de los hechos. Trama delirante
que irá armando gracias al gran ritual que se le ofrecía. A modo de mito
familiar, la estructura del delirio la integrará en algún tipo de cadena ge
nealógica.
ca
La sentencia se hizo sentir con todo su peso: condenándola a m uerte.
Esto luego se conmutó por cadena perpetua.
Para cerrar este trabajo desearía dejar claramente sentado que: aún
en casos de psicosis, en los que el sujeto se ve arrastrado a cometer un
acto criminal, es fundamental que la ley haga sentir su peso. Es ésta la única
manera de poner freno a la compulsión y así abrir ei camino hacia una posi
ble subjetivación del acto o sea hacerse cargo del mismo.
Bonaparte, Marie (1927): "El caso Mme. Léfebre'1 en Revista de Psicoanálisis, Aso
ciación Psicoanalítica Argentina, Año V, N° 1, Bs. As. Juiio 1947.
Freud, Sigmund: (1914) "Introducción del Narcisismo". O. C., Vol. XIV, Bs, As.:
Amorrortu. Bs, As., 1983.
Freud, Sigmund: (1915) "Duelo y Melancolía", O.C., Vol. XIV, Bs. As.: Amorrortu,
1989.
Gerez Ambertín, Marta (1993) tas voces del superyó. Bs. As.: Manantial.
Lacan, Jacques: (1955-56) Seminario I II, «Las Psicosis», Bs. As.: Paidós, 1995.
Lacan, Jacques: (1964) Seminario XI, «Los cuatro conceptos fundamentales de psi
coanálisis», Bs. As.: Paidós, 1995.
Legendre, Pierre: (1989) "E¡ Crimen del cabo Lortie - Tratado sobre e! Padre". Méxi
co: Siglo XXI. 1994.
L a responsabilidad y
sus consecuencias.
(Puntuaciones a propósito del "caso" Althousser)
1. Introducción
En esta doble juntura está presente uno de los nudos que atañen a
t t r
la relación del Derecho y el Psicoanálisis: la cuestión de la responsabilidad.
Louis Althousser es sensible a esta problemática ya que inicia su testimonio
con estas palabras:
Así "al cabo de dos años de confinamiento psiquiátrico, soy, para una
opinión que conoce mi nombre, un desaparecido” (Althousser, L., 1992; p.36).
... no hay sociedad que no contenga una ley positiva, así sea ésta
tradicional o escrita, de costumbre o de derecho. Tampoco hay una
en la que no aparezcan dentro del grupo todos los grados de trans
gresión que definen al crimen. Toda sociedad, en fin, manifiesta la
relación entre el crimen y la ley a través de castigos, cuya realiza
ción, sea cuales fueren sus modos, exige un asentimiento subjeti
vo.
BIBUOGRAFIA
Althousser, Louis: (1992) El porvenir es largo. Bs. As.: Espasa Calpe Argentina-
Ediciones Destino. 1993
Legendre, Pierre: (1989) El Crimen del cabo Loitie - Tratado sobre el Padre. México:
Siglo XXI I a Ed. 1994.
E l Sujeto efecto de la ley
Introducción
Mas
Pero "la arcilla", "la materia prima" del Psicoanálisis -el inconsciente-
abre la brecha entre ambos discursos.
2 . E q u iv a le n c ia de la F u n c ió n paterna y la Le y
Del mismo modo que las leyes y las instituciones surgieron déla necesi
dad de los ciudadanos, de los miembros de la polis, el Padre, como lugar, es
una creación del hijo. Es desde el hijo que se construye al Padre. La imperfec
ción de los sujetos humanos, crea, inventa, supone un lugar: el Padre, la Ley,
Dios. Lugar distinto, tercero, no equivalente al del hijo. Lugar Otro, lugar idea-
sostenido como r^ferencis y corno Qsrsrttís d9 protección.
Ningún sujeto humano es la Ley, sino que se supone que todos esta
mos sostenidos, sujetado, amparados, atravesados por ella.
De allí que en griego pecado, -ham ariía- quiere decir también falla.
No perfección. El pecado es el resto de la operación en la que la Ley divide a
la subjetividad.
(l')
¿No justifica este enunciado de "delito genuino", la no responsabili
dad de crímenes de lesa humanidad, como en la "obediencia debida”, donde
el acto parece estar disyunto al autor intelectual?
3o: Sí, tendríamos que pensar en todo caso, de qué modo lograr que el
“salto del acto al autor" de alguna forma se realice. Y en ese lugar, en
ese anudamiento entre actor y autor, el psicoanálisis ubicaría la R ES
4 . FIt p r i m e n c o m o o b r a h u m a n a y s u r e l a c i ó n a la c u l p a
"La Ley hace al pecado y al pecador: la ley que prohíbe, insta a codiciar lo
más temido" (Gerez Ambertín, M., 1993, p.217), allí el superyó.
La Ley que prohibe y dice: "no todo puedes" pierde eficacia y e! suje
to queda mercad a la locura del "todo puedes": al homicidio planteado en
términos de destrucción o de autodestrucción y al incesto.
Conclusiones
Frías Caballero, J. et al.: (1993) Teoría del Delito. Bs. As.: Hammurabi.
Gerez Ambertín, Marta: (1993) Las Voces del Superyó. Bs. As.: Manantial.
Legendre, Pierre: (1994) El Crimen del Cabo Lortie. Tratado sobre el Padre. México:
Siglo XXI.
Los otros dos casos ocurren en Tucumán. lín peón rural mata a su ex
concubina, de 21 años, cuando ésta decide ocuparse en la finca donde tra
bajaba un vecino. En el momento del hecho ya estaban separados. El asesi
no es oriundo del litoral argentino y afirmaba haber venido a Tucumán para'
no matar a su madre.
En los casos de Tucumán las pericias forenses indican que los homici
das no padecen alteración de las facultades mentales y son condenados a
20 años de prisión, el joven de Buenos Aires recibió una pena de 24 años de
reclusión.
Luego cita a Jiménez de Asúa diciendo que “más que crímenes pasionales
hav crímenes de los pasionales, porque no es el amor ei que mata sino el estado
de conciencia del pasional que se expresa" "si no soy yo, no será nadie, ni si
guiera tú". "Mostró una voluntad de dominio hasta tai punto que pretendió redu
cirla a un objeto inanimado y lo logró con la muerte. Dijo que no era su intención
mataría, él mismo la llevó al hospital para que la curaran pero teniendoen cuen
ta la figura del dolo eventual se lo considera culpable".
Como vemos, en los tres crímenes hay un exceso que carece de moti
vos, Desde el psicoanálisis podemos afirmar que ei carácter excesi/o de ios
crímenes inmotivados citados da cuenta de un momento de locura fifi hnmi-
cida. Para ser más precisos da cuenta de un acto loco.
Para comenzar el análisis del tema que nos ocupa podemos hacer una
diferenciación entre s ujetos apasionados y sujetos pasionales. Esta distin
ción se funda en que todos tenemos ideales poH o s cuales vivir. Algunos, en
los que esor ideales están más acentuados que ert otros, dedican su vida a
una causa intelectual, política, religiosa, etc. De ellos se dice que han dedica
do su vida a algo, por ejemplo, de Freud se dice que fue un apasionado por el
psicoanálisis. En estos casos se trata de un interés muy marcado por un
objeto, que se tramita dentro de la leyf deMazo sociai, y si algún percance
los priva de ese ideal es posible un trabajo de duelo y la sustitución. Pero
otros sujetos a los que llamamos pasionales evidencian una fijación exage-
{ada y exaltada en un objeto, son "vividos" por sus ideales, que son insus
tituibles. Es una relación no legislada, comandada por el envés de la lev que
llamamos superyó. No sostienen el lazo social como, por ejemplo, ios inte
grantes de sectas que se inmolan, genocidios, suicidios, etc., a los que con
sideramos actos locos.
"Te amo pero porgue inexplicablemente amo en ti algo más que tu, el
objeto a, te mutilo" (Lacan, 1 1973, p. 276) señala Lacan, refiriéndose a!
objeto prohibido, perdido, precioso. En este punto quisiéramos dejar plan
teado un interrogante. El exceso del crimen ¿es un intento de llegar al nú
cleo del ser del otro que de todos modos se le escapa con la muerte? o ¿es
un intento de terminar con la amargura y la desdicha que acompañaron su
vida, otorgándose así el nombre y el lugar que el padre no 13 dio, aunque
sea el lugar del dolor y de la muerte?
Lacan, Jacques (1973) Seminario XI. "Los cuatro conceptos fundamentales del psi
coanálisis". Bs. As.: Paidós. 1987.
Legendre, Pierre (1989) Lecciones V III, "El Crimen del Cabo Lortie’. México: Siglo
XXI.
Pierre Riviere:
es dccir ¿on el principio de Ley en su orden simbólico sostén del orden polí
tico y cultural, Stn embargo, la Ley tiene sus fallas, fallas de la ley-pecados.
Sin esta premisa no se explicaría una realidad innegable que es la existen
cia de los actos criminales a pesar de su prohibición. ¿En qué consiste en
tonces el horror de un crimen?. ¿En qué la angustia del cuerpo social frente
a la snnqrp dernm ada?
Jozami, María E.: (1996) "Culpa, Crimen y Castigo". Psico-logos -N “ 6 - Abril 1996
- Fac. de Psicología, UNT. Tucumán, Argentina.
Legenare, Pierre: (i9 S 4 j El Cunten JeI Cabo Lortie - Tratado Sobre c! Padre. Nsxi
co: Siglo XXI.
D e l castigo, la ley
y sus vicisitudes
Toda sociedad para ser tal, se funda y ubica con relación a la Ley, está
marcada por lo que es dicho fuera de ella y ante ella. La existencia de un
marco de legalidad garantiza la instauración y permanencia de la obra cultu
ral y de la civilización a sabiendas de su debilidad y de la exigencia de conso
lidación.
Pero sabemos que desde que hay sociedad organizada ha sido siem
pre la infracción a la norma una amenaza que el derecho no puede impedir
del todo. La pregunta de si un acto pertenece a la categoría de los punibles
y de si tal conducta amenaza la vida de la sociedad se ha contestado en
distintas épocas de diferentes modos, ya que cada cultura define de una
forma propia y particular el ámbito de: prohibiciones, anomalías, desviacio
nes; lo irregular, lo normal y patológico; lo razonable, lo ilícito; lo criminal; lo
sano y lo enfermo; lo que se debe o no hacer.
Sabemos que desde los tiempos bíblicos de Caín y Abel, la relación en
tre el crimen y el castigo que merece el transgresor, ha sido problemática.
¿Aislarlo?, ¿Regenerarlo?, ¿Resociallzarlo?, ¿Condenarlo a muerte?. Estos
interrogantes se mantienen con absoluta fuerza y vigencia en este fin de
siglo.
En ia maiia iingüíslica dei saíjei jurídico y er< 13 dox3 que c;rcu!2 en nues
tra sociedad conviven actualmente voces encarnadas alternadamente en po
siciones utilitaristas, retribucionistas, sanitaristas... preventivas..., que no de-
berian tener un valor tan absoluto, sino más bien relativo y estratégico.
Por otro lado y siguiendo con la voz del Derecho, para ser castigado
es indispensable ser previamente imputable y la imputabilidad no es solo la
mera capacidad jrrídica para ser sujeto de derecho y obligaciones. Ser im
putable implica alqo que va mas allá de esta capacidad, implica la capacidad
de culpabilidad
D e reflexiones e interrogantes...
Por otro lado, el derecho penal constituye una parte del juego social,
los individuos que integran el cuerpo social se reconocen en tanto que tales,
como sujetos de derecho, porque son susceptibles de ser penalizados y
castigados cuando infrinjan alguna norma. Pero el deber de la sociedad es
hacer que los individuos concretos puedan reconocerse de hecho, romo su
jetos de derecho, lo que resulta difícil si el sistema penal que se utiliza es
arcaico, inadecuado respecto a problemas reales que se plantean en la so
riedad.
Foucault, Michel: (1974) Vigilar y Castigar. Buenos Aires: Siglo XXI. 1969.
BRAUNSTEIN>,Néstor Alberto