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CONTEMPORÁNEA
2ª PARTE
El principal pensador fue el escocés Adam Smith. Su obra, La riqueza de las naciones de
1776, constituye la base teórica para el desarrollo del capitalismo. Se enmarca en el seno de
las corrientes intelectuales del siglo XVIII, las cuales defendían cada vez más el individualismo
y la libertad de cada cual para perseguir sus intereses sin interferencias externas. El propio
concepto de interés, o esa expresión que hace referencia a una preferencia subjetiva por algo,
comienza a ocupar un lugar central en el seno del pensamiento político y económico, lugar
que todavía no ha perdido.
Los principios básicos del liberalismo económico parten de una idea esencial y es el
cuestionamiento del amplio control que el Estado ejercía sobre la economía. Se puede resumir
en los siguientes puntos:
I. La riqueza de la nación reside en el trabajo del hombre: esta idea del trabajo como
fuente de riqueza tiene en cuenta la importancia de la producción industrial y, en
consecuencia, la importancia de la clase social que la encabeza, esto es, la burguesía.
II. La división del trabajo permite el incremento de la producción y, por tanto, el
desarrollo de las sociedades: la división del trabajo permite un incremento de la
producción dado que, si muchas personas se dedican a la realización de un trabajo en
concreto, este se hace más eficiente terminarlo y, por consecuencia, mucho más fácil
realizarlo de forma masiva.
III. La acumulación de fondos o riquezas (el ahorro) se convierte en la base del
crecimiento: esto se debe a que aquello que se ahorra o no se consume, puede
invertirse o emplearse en un trabajo productivo.
IV. Laissez faire, laissez passer. El mercado se regula por libre concurrencia: el
trabajador elige libremente su trabajo, la mano de obra se desplaza libremente, el
contrato de trabajo es un acuerdo libre entre patrono y obrero, de forma que la
intervención del Estado se limita a garantizar exclusivamente la justicia, la seguridad
y el orden, defendiendo la libertad de una actividad económica autónoma de cualquier
regulación política. De esta manera, alcanzamos el siguiente punto.
V. Limitada intervención del Estado
VI. El orden económico se regula por la ley de la oferta y la demanda: es cómo se
gestiona ese orden económico si no hay una intervención del Estado. Se basa en que, si
hay un poco demanda y mucha oferta, el precio se baja; y si hay mucha demanda,
pero poca oferta, se sube el precio. Lo ideal es que exista un equilibrio entre oferta y
demanda.
VII. Promover el intercambio entre las naciones y suprimir los aranceles impuestos por
el Estado.
a) El proceso de industrialización
b) La creación de mercados mundiales
c) La acumulación de capitales
d) Y el surgimiento de grandes empresas
En otras palabras, va a favorecer la aparición de todas las dimensiones que tendrán su reflejo en
la segunda fase de la Revolución Industrial. Sin embargo, Adam Smith separó la ética de la
economía y se despreocupó de los problemas sociales que conllevó la industrialización, lo
que propicia la aparición de los movimientos sociales, así como del pensamiento ético,
socialista y marxista.
La época que se extiende entre 1870 y final de la I Guerra Mundial constituye en el plano
económico lo que se considera una segunda fase de la Revolución Industrial, caracterizada
por un superior desarrollo tecnológico, el uso de nuevas fuentes de energía, una gran
industrialización y por una extensión por todo el mundo del capitalismo.
En esta segunda fase la ventaja inicial de Inglaterra como cuna de la I Revolución Industrial irá
desapareciendo, mientras que países como EEUU, Francia o Alemania adquirirán una
importancia similar a la británica en este nuevo periodo.
Los aspectos característicos de esta II Rev. Industrial son los que veremos a continuación.
Entre las fuentes de energía, el carbón, que era el principal producto de la I Rev. Industrial,
seguirá manteniendo su posición como principal fuente de energía, aumentando su extracción
con la mejora de las condiciones de explotación de las minas. Sin embargo, las fuentes de
energía propias del momento serán:
5.2.2 La industria
La industria textil mantuvo sus niveles de producción, pero irá modernizándose con el uso
de las fuerzas motrices y la introducción de sistemas automáticos. No obstante, en este
periodo destacan otros dos tipos de industrias:
El aumento de la producción
El aumento de la capacidad media de los altos hornos y de la obtención de
acero
La utilización de hierro y acero para obras y construcciones: buques,
ferrocarriles, puentes, torres…como es el caso de la Torre Eiffel, que se realizó
en 1889, que se realizó para la Exposición Universal de París. En un principio
se ideó como arquitectura efímera, pero pasó a quedarse y convertirse en el
principal símbolo de la capital francesa.
Obtención de nuevos metales o aleaciones, como el níquel y el aluminio
Desarrollo de máquinas, cuya fabricación afecta a todas las ramas de la
industria, como puede ser el gramófono y la bicicleta.
Con el teléfono, inventado por Graham Bell en 1879, se alcanzaron altos niveles de
comunicación directa. Fue perfeccionado posteriormente por la telegrafía sin hilo.
La economía capitalista de finales del XIX alcanzó una forma organizativa muy diferente a
los inicios de la industrialización, cuando la empresa familiar era predominante y el trabajo
todavía tenia componentes más racionales que mecánicos.
Esta segunda fase de la industrialización, aporta los fundamentos de una nueva organización
del capital y del trabajo, siendo lo que se conoce como Taylorización o gestión científica de
la empresa. Parte de la obra de Frederick W. Taylor, Los Principios de la gestión científica
de la empresa, publicada en 1911.
Con todos estos progresos, se obtienen como resultados una nueva forma de trabajo, pero
también:
a) Un aumento de la producción
b) Una disminución de los precios de venta de los productos
c) El nacimiento de una sociedad de consumo
d) La extensión de la división del trabajo, el cual será, al mismo tiempo, cada vez más
deshumanizado. Era un trabajo muy autómata, por el que el obrero acababa perdiendo
el sentido del raciocinio.
El principal ejemplo es la Standard Oil, que hacia finales de 1890 controlaba el 90% de las
refinerías de petróleo de EEUU. A pesar de que se promulgaron leyes que limiten este tipo de
prácticas, la concentración empresarial continuará siendo una de las características del
periodo y no solo en EEUU, sino también en Japón o en la economía europea con Alemania.
Durante el siglo XIX, la población mundial se vio sujeta a desplazamientos masivos nunca
vistos anteriormente. Las causas principales fueron:
Los itinerarios que estas migraciones siguieron fueron de carácter intercontinental, esto es,
desde Europa hacia América, desde Rusia hacia Siberia y desde China hacia el sureste
asiático. En el interior de Europa, las migraciones se produjeron tanto desde los campos a las
ciudades, como desde algunas regiones más atrasadas hacia las más industrializadas, como
es el caso de los irlandeses hacia Inglaterra, del Mediterráneo hacia Francia o, incluso de
polacos hacia Alemania.
La población urbana europea pasó del 10 al 30%, siendo EEUU el que experimente la tasa
más rápida de urbanización, dado que su población urbana pasó de niveles insignificantes a
principios del siglo XIX, a más del 40% en 1910.
No obstante, algunos núcleos urbanos también crecieron por su carácter de grandes puertos
o centros ferroviarios, así como por haberse convertido en centros de ocio y por la
concentración administrativa que lograron las capitales de los principales Estados. En este
momento, el Estado liberal se dota de un aparato muy fuerte, que se va a concentrar en las
distintas capitales de los países. Por ejemplo, ciudades como Londres, con 2,5 millones de
habitantes aprox. a mediados de siglo, va a alcanzar los 7 millones. París va a quintuplicar su
población entre mediados del siglo XIX y principios del XX. Otras como Nueva York o
Chicago tuvieron tasas de crecimiento anual del 5% durante toda la segunda mitad del siglo
XIX.
Por ello, los ensanches se convirtieron en un recurso de gran utilidad. Gran parte de las ubres
europeas poseen en esta época planes de ensanche y actuación. Ciudades como Viena, Berlín,
Estocolmo, Barcelona (diseñada por Idelfonso Cerdán)… pero el mejor modelo de este periodo
es París, que encontrará en el barón Haussmann su principal ejecutor. Su actuación sobre
París consistió en la realización de instalaciones y servicios necesarios para que una gran
ciudad como París pudiera funcionar (alcantarillado, agua, energía, servicios de transporte,
escuelas…), destacando especialmente la construcción de una nueva red viaria, con la
creación de grandes calles o bulevares que atraviesan la ciudad.
Sin embargo, esto supuso la demolición de grandes barrios, por lo que la ciudad de París
cambió drásticamente. Fue el mayor cambio de la Europa del momento, al permitir la
actuación pública combinada con la actuación privada, que desembocó en muchas ocasiones
en especulación inmobiliaria. La peor consecuencia fue la creación de barrios y suburbios
escasamente dotados de nuevo.
Desde el punto de vista social, se plantean cuestiones como: ¿La ciudad, un terreno de lo
posible desde el punto de vista social y cultural? Hay que tener en cuenta el enorme cambio
que para las personas del campo suponía moverse a la ciudad, qué cambios pueden
experimentar, como es el anonimato (permite a la población ser más anónima, independiente
con respecto al padre o los que ejercen un control sobre el individuo). En consecuencia, se crean
nuevos espacios para la transgresión social, lo cual es muy importante tenerlo presente desde
el punto de vista de género.
La ciudad permite el acceso a nuevas formas de entender la vida, a través del cine, la
literatura, la publicidad, que ocupa la ciudad a principios del siglo XX. Asimismo, la ciudad
también se convierte en el espacio capaz de construir sociedades de distinto tipo, no solo
desde el punto de vista social o de género, sino también político. Se piensa en cómo la ciudad va
generando el contexto en el que se van a producir protestas de carácter político. Esto nos
lleva a la siguiente cuestión, por la que debemos plantearnos en qué medida la ciudad hace
posible los movimientos de masas.
Esta nueva realidad provocó una toma de conciencia sobre los efectos más visibles de estos
cambios:
a) La injusticia social
b) La pobreza que se extendió por amplias capas de la población.
La palabra empleada para designar esta denuncia social fue socialismo, que comienza a ser
usada a principios del siglo XIX para contraponerla al individualismo.
Las primeras teorías socialistas fueron las denominadas como utópicas, denominación que le
sería dada por socialistas posteriores como Marx. Esto de debe a que imaginaron soluciones
ideales y realizables para remediar las situaciones injustas que se estaban dando. Ellos no
podían entender cómo, habiéndose producido una impresionante revolución científico-técnica,
sus beneficios no se repartían entre todos, sino que seguían generando masas de pobres que
no tenían nada salvo sus manos para trabajar, frente a una minoría poseedora, propietaria de las
fábricas y de los medios de producción.
Los principales ejemplos del socialismo utópico fueron las propuestas realizadas por:
Sus escritos tienen una fuerte influencia del cristianismo en lo que se refiere a la
defensa de las acciones caritativas y filantrópicas. De sus escritos, sobresale una
pregunta principal, que es transversal a sus obras: ¿Cuál ha de ser el nuevo principio
ordenador de una sociedad industrial posterior al Siglo de las Luces y a la Revolución
Francesa? La respuesta la halla en la industria que va surgiendo y se va
extendiendo, así como en los hombres que la controlan y manipulan.
Saint Simon sostiene que, si la sociedad entera reposa sobre la industria, ella es la
única fuente de toda riqueza, por lo que la clase industrial tiene que ocupar el primer
rango. El problema es qué entiende el autor por clase industrial. Esto se puede
encontrar en la siguiente cita:
Supongamos que Francia perdiera súbitamente sus cincuenta primeros médicos, sus
cincuenta primeros químicos, sus cincuenta primeros fisiólogos, sus cincuenta
primeros mecánicos (…); sus cincuenta primeros banqueros, sus cincuenta primeros
albañiles (...), la nación acabaría por ser un cuerpo sin alma. Admitamos que Francia
conserve todos los hombres de genio que posee, pero que tenga la desgracia de perder,
el mismo día, al señor hermano del rey, al señor duque de Angulema, al señor duque de
Berry, al señor duque de Orléans (…) y, además, a sus 10.000 propietarios más ricos;
el estado no sufriría ningún daño político. (Saint Simon: Catecismo político de los
industriales, 1819).
Expone que todos los trabajadores que se encargan de sacar adelante la industria con
su trabajo componen esa clase industrial que saca hacia adelante a la sociedad. En la
cita, también se aprecia una clara crítica a la aristocracia y al privilegio.
En esta nueva sociedad proyectada por Saint-Simon, las oportunidades debían ser
iguales para todos y las capacidades de los hombres debían ser aprovechadas. A la
muerte de este hombre, algunos de sus seguidores fundaron el denominado Monasterio
de Menilmontant, al noreste de la ciudad de País, donde cada miembro trabajaba
según su capacidad, además de pretender ser un centro de formación de los nuevos
directivos de la industria para liderarla y generar un reparto más equitativo de las
riquezas que la industria ha producido.
B. Charles Fourier y el fourierismo. Por su parte, fue quizá más utópico en sus escritos
que el anterior, pero también fue un pionero en la crítica constante a la nueva
sociedad capitalista que estaba surgiendo desde la I Revolución industrial.
Consideraba que había que garantizar una mejor organización del lugar del trabajo y
del trabajo en sí mismo, para acabar con la monotonía, incomodidad y sufrimiento del
obrero en su día a día.
El mensaje no tuvo un gran eco, pero en países como Francia, EEUU o España,
concretamente en Cádiz, se fundaron algunos Falansterios a mediados del siglo XIX,
pero fracasarían en un corto espacio de tiempo.
A pesar de que estos ensayos terminaron fracasando, es importante tener en cuenta las
aportaciones que hizo a la doctrina socialista:
Sus ideas se llevaron a la práctica en Escocia, en una pequeña ciudad, New Lanark, que
hacia 1800 estaba dominada por el alcoholismo y la miseria. Allí decidió abrir tiendas
baratas, construir viviendas higiénicas, creó un sistema de promoción en las fábricas,
basado en la buena conducta del trabajador, instaló guarderías infantiles, creó
escuelas…en un principio, los éxitos que fue teniendo, atrajeron la atención de algunos
políticos y estudiosos, pero al poco tiempo Owen fue advirtiendo que existían
problemas de mayor calado que no tenían una solución inmediata.
A pesar de las diferencias que encontramos entre las distintas propuestas, todas ellas
tenían preocupaciones comunes, como:
El tránsito entre las doctrinas de carácter utópico y las denominadas como socialismo
científico va a tener lugar durante la década de 1840. Hay que recordar que nos estamos
situando en la primera mitad del siglo XIX. Este socialismo científico se considera una
maduración del pensamiento socialista, teniendo en él la confluencia de 3 grandes
elementos:
El pensamiento socialista alcanza su cumbre con las obras de Karl Marx y F. Engels, a partir
de los años 40 del siglo XIX. Destacan:
Tanto Marx como Engels inauguraron con su teoría y acción una nueva etapa del socialismo y
de los movimientos obreros, y muchos campos de conocimiento, como la Filosofía, la
Historia, la Economía, la Política…van a modificar sus fundamentos tras el análisis de estos
pensadores. Su influencia en el mundo contemporáneo será inmensa.
La aportación teórica del marxismo es compleja y extensa. Se deben destacar algunas ideas
principales y conceptos básicos, si bien previo estudio del marxismo, hay que comprender un
elemento de partida para así comprender la filosofía de Marx. Para él, la Filosofía no es un
sistema exclusivamente teórico, sino que considera que ha de buscarse la relación exacta entre
la teoría y la práctica, entre el pensamiento y la acción.
En uno de sus escritos, señala: Los filósofos no han hecho más que interpretar de diversos
modos el mundo, pero de lo que se trata es de transformarlo (Marx en su undécima tesis sobre
Feuerbach). El marxismo ofrece una relación con la acción política, lo que será esencial en su
pensamiento.
Los conceptos principales que puede articular el pensamiento marxista se pueden sintetizar en
los siguientes:
II. La lucha de clases: Marx sostiene que el protagonismo de la Historia no lo tienen los
individuos en sí, sino las clases sociales, las cuales vienen definidas por la división
social del trabajo. Las clases las conforman los individuos que se encuentran en las
mismas condiciones de existencia, es decir, que tienen las mismas condiciones
materiales. Para Marx, la división más básica es la que conforman los que son
propietarios y aquellos que no son propietarios.
De esta forma, tanto Marx como Engels entienden que la lucha de clases es el
principal factor de progreso, es decir, constituyen la palanca revolucionaria, la cual es
la única que puede desmontar esta división de clase para conquistar el poder por parte
del proletariado y conseguir su emancipación.
III. Dictadura del proletariado: es uno de los conceptos más discutidos y de distintas
formas interpretado. Lo básico es que es una palanca que lleva a cabo las
transformaciones una vez ya se ha conquistado el poder. En otras palabras, para Marx,
una vez que se produce la lucha de clases, que el poder ha sido conquistado por el
proletariado, es necesario entrar en una etapa de transición que se correspondería con
esta, para asegurar la total supresión de las clases, es decir, para llegar al comunismo, a
la sociedad sin clases.
IV. Sociedad sin clases: se ha logrado el comunismo. La sociedad sin clases implica que la
relación con los medios de producción, es decir, los instrumentos y materiales que
intervienen en el proceso de producción serían los mismos para todos.
Estas primeras acciones se desarrollaron sobre todo en Inglaterra. En el medio siglo anterior a
las revoluciones de 1848, es decir, entre 1810 y 1848, se está produciendo un proceso de
configuración de las estrategias organizativas de la clase trabajadora y de lo que, más
adelante, será el movimiento obrero más propiamente dicho.
BUSCAR ASOCIACIONISMO
Una de las manifestaciones más importantes de la lucha obrera se concreta en el combate
contra los efectos del maquinismo, puesto que la introducción de máquinas suponía la
pérdida de trabajo y la bajada del sueldo.
En Inglaterra, durante las décadas que abarcan desde 1810 a 1840, tuvo lugar un movimiento
social, conocido por el nombre de su supuesto líder, Ned Ludd, de cuyo apellido surge la
palabra ludismo. Los luditas estaban integrados por tejedores de varias zonas del centro de
Inglaterra que, además de expresar su descontento destruyendo las máquinas, factor por el que
más conocidos son, también utilizaron la intimidación, enviando cartas amenazadoras a los
patronos, a la vez que efectuaban peticiones dirigidas al Parlamento.
Esto es lo que el historiador E. Hosbawm ha definido como Negociación colectiva a través del
motín y la revuelta. Pero, más allá de ser una simple reacción contra las máquinas, estos
obreros anhelaban una estabilidad que el avance del maquinismo ponía en peligro, además de
reclamar mejoras en sus salarios y condiciones de trabajo.
Estas formas de lucha se encuentran también en otros lugares del continente, donde hubo
conflictos luditas, como en la Normandía francesa y en el Mediterráneo español,
concretamente en Alcoy en 1821 y Barcelona en 1835.
Al movimiento inicial del cartismo se sumó más adelante una tendencia más radical, más
dura, que no dudó en convocar mítines, huelgas de carácter un poco más violento. Sin embargo,
tras la oleada revolucionaria de 1848, los líderes cartistas vieron disminuir el número de
seguidores, y ya en los 50, década de prosperidad económica en la Era Victoriana, el
Cartismo terminó por extinguirse.
Aunque no lograron que el Parlamento aprobara sus reivindicaciones, la experiencia cartista
fue decisiva para la Historia posterior del movimiento obrero británico, pues vinculó
estrechamente la acción de los trabajadores con objetivos políticos generales.
En los orígenes del movimiento obrero, hay diversas formas de organización, cuyo objetivo
era dotar de mayor fortaleza al grupo y poder hacer frente a los riesgos derivados accidentes,
pérdidas de trabajo…
Por ello, estas primeras sociedades que se encuentran en los orígenes de la creación de los
sindicatos, se denominan sociedades de socorro mutuo. El siguiente paso fue ya la creación de
sindicatos que constituyen las formas más elaboradas y generales de organización del
movimiento obrero.
Se será hasta la segunda mitad del siglo cuando se consoliden estas organizaciones al pasar de
estar prohibidas a ser reconocidas legalmente. En Europa, será a partir de 1880 cuando los
sindicatos logran estabilizarse como instituciones imprescindibles en la regulación de las
relaciones laborales. Es el momento en el que nace el obrero consciente, el que confía a la
fortaleza y potencia de una organización la mejora de su situación.
En Gran Bretaña, el sindicalismo partió de organizaciones por oficios para terminar en una
organización a nivel nacional, la Trade Unions Congress (1868). A finales del siglo, ya estaba
formada por más de 3 millones de afiliados.
Los dos objetivos de los trabajadores eran, por un lado, la modificación de las condiciones de
trabajo y de vida y, por otro, la conquista de derechos políticos y sociales, si bien, aunque al
primer objetivo respondían los sindicatos, para el segundo se requería otro tipo de organización,
otro instrumento: los partidos políticos.
La social-democracia alemana tiene una notable influencia en el resto de países, como por
ejemplo en España, donde años después de la creación del SPD alemán, se creó el PSOE
(Partido Socialista Obrero Español) fundado en 1879 por Pablo Iglesias.
V.5.3 Internacionales obreras
El papel más decisivo le correspondió a Karl Marx, quien redactó el manifiesto fundacional
y los estatutos, insistiendo en el carácter central que, para la clase obrera, tenía la conquista
del poder político como medio para lograr su emancipación económica y social.
Lo que quería Marx era crear un Estado Mayor del proletariado con la fuerza suficiente para
medirse con el capitalismo internacional. El principal problema con el que se encuentra son
las diferentes tendencias que conformaron la Internacional, de forma que aquellos que no
estaban a favor de estas ideas, fueron paulatinamente expulsados.
El anarquismo es un movimiento filosófico y social que centra sus intereses en la libertad del
individuo, considerándose que no necesita ni amos ni soberanos. De esta manera, su objetivo
principal es la abolición del Estado, de toda forma de jerarquía o autoridad social que se pueda
imponer sobre la libertad del individuo. De alguna manera, el poder se considera dañino para la
sociedad, antinatural e innecesario.
Aunque la influencia de Proudhon fue muy profunda, especialmente en Francia, la figura que
va a desempeñar un papel más importante en los movimientos sociales de finales del siglo
XIX, fue el aristócrata ruso Mijail Bakunin.
Desde el punto de vista político destacan tres ideas del pensamiento de Bakunin:
Sin embargo, para Bakunin, las acciones colectivas, los actos espontáneos, aislados,
son los que pueden crear una situación revolucionaria. Además, considera que los
campesinos son las masas revolucionarias en potencia y, por tanto, no cree que la
revolución tenga que empezar en la ciudad, por parte de los obreros industriales, sino
que aboga por el campo como principal espacio de actuación para llevar a cabo la
revolución. Esto explica que el anarquismo se halla difundido de manera más clara
por países de base agraria o insuficiente industrialización, como Rusia o España. De
hecho, la I Internacional en España tendrá fuerza, pero será de corte fundamentalmente
anarquista.
La Comuna de París fue uno de los movimientos sociales más originales del siglo XIX,
además de ser la primera experiencia de gobierno obrero, de sociedad socialista e igualitaria.
Fue un intento de gobierno obrero que se produjo a partir de la derrota de Francia en la
Batalla de Sedán, la cual supuso el fin de la Guerra franco-prusiana, que conllevó:
1. La derrota de Francia
2. La huida del gobierno francés de París a Versailles
3. La abdicación de Napoleón III y el consiguiente final del II Imperio
4. La proclamación de la III Republica francesa, bajo unas condiciones de paz muy
humillantes para Francia, dado que pierde la Alsacia y Lorena, que después recuperará
tras el final de la IGM
La ciudad de París, que todavía tenía armas, decide pertrecharse, abastecerse, con la intención
de defender la capital. El problema se produce cuando el gobierno de Versailles le exige a la
ciudad la entrega de las armas. La ciudad, junto con unos 60.000 hombres pertenecientes a la
Guardia Nacional que había en París, se niega a entregar las armas y rechaza la autoridad del
gobierno de Versailles.
Se crea entonces un fuerte conflicto entre el gobierno y la ciudad, la cual decide proclamar la
Comuna en marzo de 1871. La Comuna fue un conjunto de comités revolucionarios, que se
encargaron de poner en marcha un nuevo modelo de sociedad, un nuevo modelo que, además en
este caso, descansaba sobre una alianza de las capas populares con la pequeña burguesía.
De forma que, a finales de mayo, las tropas del gobierno entraron en París, y la Comuna fue
reprimida casa a casa. La represión y masacre fue muy dura, con más de 20.000 parisinos
fusilados. Esta es la forma en la que nace la III República, con una victoria del gobierno sobre
el pueblo parisino.
La represión de la Comuna fue enorme y no solo en Francia, sino que en muchos países se
culpó a la Internacional y se persiguieron a las asociaciones obreras, las cuales se
consideraron como enemigas de la paz.
En cuanto al contenido político de la Comuna, ha sido muy discutido, pero bebió en parte del
anarquismo, visible en el rechazo y la independencia de la Comuna a cualquier poder
político exterior; pero también fue muy aplaudida por los socialistas, dado que Marx la vio
como el estadio previo, como una fase de transición a la dictadura del proletariado.
En cualquier caso, fue un gran aprendizaje para estos pensadores principales, para Marx, pero
sobre todo para Lenin, quien la estudió en profundidad, sirviendo como un claro modelo para la
posterior Revolución rusa.
El partido más influyente fue el socialdemócrata alemán, que fue el partido socialista que
mayor peso tuvo en Europa. En la II Internacional será el que establezca la orientación
doctrinal de la nueva Internacional.
Los principales debates que florecieron en esta Internacional fueron, esencialmente, cuatro:
La vinculación que nace en este momento entre ambos llega prácticamente hasta
nuestros días, siendo el ejemplo más evidente en España la relación actual entre el
PSOE y UGT (Unión General de Trabajo).
Esta corriente que apuesta por la revisión, consideraba que era preciso profundizar en
políticas de reforma. Creían que había que participar en los procesos electorales
aprovechando que el censo se habría cada vez más y, por tanto, podían participar en
las elecciones y, desde el Parlamento, impulsar leyes que favorecieran a la clase
trabajadora. Esto suponía, además, establecer posibles alianzas entre los partidos
socialistas con otros no obreros.
Por tanto, la social-democracia va a tener programas del marxismo, en los que en última
instancia se aspiraba siempre a la revolución como vía para alcanzar el poder, si bien
en la práctica funcionaban con estos programas de mínimos, entrando en el
Parlamento, generando posibles alianzas con partidos no obreros e ir consiguiendo
paulatinas conquistas para mejorar la clase obrera.
c) El imperialismo: los socialistas estaban muy preocupados por el hecho de que, en los
países coloniales, los obreros tenían sueldos muy miserables por elaborar productos.
Tenían la preocupación de que, como internacionalistas, debían luchar por que todos
los trabajadores del mundo tuvieran un salario digno, no solo en Europa, porque
tener a los trabajadores de las colonias con salarios irrisorios permitía la acumulación
del capital, esto es, el fomento del capitalismo.
d) La paz en Europa: la lucha por asegurar la paz ante la evidente amenaza de guerra
entre los dos grandes bloques que se habían configurado: la Triple Alianza (Italia,
Austro-Hungría y Alemania) y la Entente (Francia, Rusia e Inglaterra). La
preocupación fundamental de los socialistas radicaba en que, si se desencadenaba la
guerra en Europa entre las potencias, las consecuencias las sufrirían la clase obrera,
que terminarían luchando entre ellos en las trincheras por satisfacer los intereses de las
burguesías nacionales de cada país.
Votar en contra de los procesos armamentísticos de los diferentes países para evitar
que se armaran como lo estaban haciendo. Votaron en contra en los Parlamentos al
rápido rearmamento de los países.
Se planteó hacer una huelga general contra la guerra, para lo que diversos delegados
de distintos países propusieron que, en caso de guerra, los obreros hicieran una huelga
general para pararla, lo que serviría también como antesala para tomar el poder por
parte de los obreros. Esta propuesta fue ampliamente defendida, especialmente por
miembros de la social-democracia alemana, como Rosa Luxemburgo.
Tras el Congreso de Basilea en 1912, hubo una gran movilización mundial contra la
guerra con manifestaciones en todo el mundo, aunque la guerra se acabó
desencadenando en 1914 y, a pesar del esfuerzo de los socialistas, como Rosa
Luxemburgo o el francés Jean Jaurés, los obreros terminando enfrentándose entre
ellos y muriendo a millones por los intereses de las burguesías internacionales. Jean
Jaurés fue asesinado días después del comienzo de la guerra por un joven con ideas
ultrapatrióticas, dado que el francés se había posicionado firmemente en contra de la
guerra.
Este concepto se inspiró en la raíz latina femina (mujer) y el añadido del moderno concepto
de ismo, generalizado en la Europa del siglo XIX para denominar los modernos
movimientos sociales y corrientes políticas del liberalismo, socialismo, anarquismo…al
añadir el ismo, se le da un cierto cariz político de movimiento, vinculándose con la
articulación política y con la organización colectiva de mujeres y, como tal, se asociaba
a la modernidad, al igual que otros movimientos contemporáneos.
Durante las últimas décadas del siglo XIX y hasta la IGM, la lucha por el derecho de las
mujeres y el voto será el eje en esta lucha.
El movimiento sufragista nació en EEUU, y estuvo en sus comienzos muy relacionado con
el movimiento antiesclavista-abolicionista. Un gran número de mujeres estadounidenses
habían unido sus fuerzas para luchar contra la esclavitud a mediados del siglo XIX, lo que
no solo les sirvió para aprender a organizarse, sino que también para observar las
similitudes de su situación con la de la esclavitud, es decir, para encontrar esos patrones,
similares a los que se producían en la esclavitud, con los que sufrían ellas mismas.
El paso del movimiento antiesclavista al sufragista tuvo lugar en un momento en el que un
grupo de mujeres abolicionistas, encabezadas por Elizabeth Cady Stanton y Lucretia
Mott, fueron marginadas y se les impidió la entrada a la Convención Internacional
antiesclavista, celebrada en Londres en 1840. Se les negó la entrada por no tener una
condición física apta para las reuniones públicas o de negocios.
Se vieron obligadas a seguir la reunión escondidas en una cortina, en una tribuna aparte.
Esta discriminación las llevó a otra convención, para esta vez defender los derechos de las
mujeres, siendo aquí cuando nace la I Convención de los Derechos de las Mujeres.
Esta convención tuvo lugar en Seneca Falls (EEUU) en julio de 1848, por lo que este año
fue algo más que el de las revoluciones o publicación del Manifiesto Comunista. En esta
convención, se consensuó uno de los primeros programas políticos feministas, que llevó
por nombre Declaración de Sentimientos.
Esta Declaración identificó y condenó las múltiples discriminaciones por sexo existentes
en la sociedad norteamericana, que eran perfectamente extrapolables a otras sociedades.
Entre esas discriminaciones, encontramos:
A cambio, reclamó:
En Europa, el movimiento sufragista más fuerte fue el inglés, donde se dividió en dos alas:
Ambas reclamaron el voto en los mismos términos que los hombres, es decir, bajo las
mismas restricciones socio-económicas que ellos, no pidiendo más de lo que ellos tenían.
We have to free half of the human race, the women, so that they can help to free the other half
(Emmeline Pankhurst)
Los antisufragistas alegaron que la entrada de las mujeres en la vida pública significaría un
abandono del hogar, con consecuencias desastrosas para el orden social y patriarcal
existente. La propaganda antisufragista, producida en grandes cantidades, subrayaba que
otorgar el voto a las mujeres podía desvirtuar la esencia femenina, suponiendo además una
inversión de roles inadmisible, dado que conllevaría una inversión de roles, el abandono de los
hogares y sus deberes, la masculinización de las mujeres, libertinaje sexual…
Asimismo, en esta propaganda se las ridiculizaba, se las representaba como hombres, feas,
amargadas, resentidas…algo que se sigue utilizando en la actualidad para representar a las
feministas.
El fracaso de las campañas constitucionalistas dio paso a un movimiento más duro,
militante y radical. Si el anterior ya había roto muchos tabúes y roes de genero, este lo haría en
una mayor medida. La mayoría de ellas eran mujeres de la BURGUESÍA.
Entre 1907 y 1908, a estas llamadas Suffragettes (ala más radical), celebraron más de 3.000
mitines públicos. En 1913, la militante Emily Davidson se convirtió en la primera mártir de la
causa sufragista al arrojarse frente al caballo del rey Jorge VI en la carrera del derbi.
Con este movimiento social, las sufragistas cuestionaron los valores de género vigentes y,
junto con el obrerismo, se convirtió en uno de los movimientos sociales más influyentes en la
quiebra de la sociedad liberal del siglo XIX en Gran Bretaña.
Otra formulación de conciencia feminista moderna se encuentra entre las mujeres feministas
utópicas y visionarias, vinculadas con Saint Simonianismo, con Fourier, con el Owenismo en
Inglaterra.
Fueron muy influyentes desde finales de la década de 1820 hasta la represión política tras las
revoluciones de 1848. Proyectaron nuevos modelos de vida, de organización doméstica, y
estaban convencidas de que las mujeres vivían subordinadas, pero eran capaces de cualquier
actividad pública, como lo demostraron muchas de ellas, como las francesas Suzanne Voilquin
y Jeanne Deroin.
Entre otras utópicas y visionarias, destacó la francesa Flora Tristán, viajera que dejó
testimonios de las duras condiciones de vida de las mujeres en diversos territorios del mundo.
Entre sus escritos, destacan:
Fue una de las primeras mujeres en establecer una conexión entre la conquista del
socialismo y el feminismo, como una vía de emancipación femenina. Consideraba que la
emancipación femenina solo se podía conseguir en una sociedad socialista. Estableció un
paralelismo entre la situación de las mujeres y las de clase obrera, como posteriormente
hicieron en EEUU con los esclavos.
Mantiene que la mujer obrera está doblemente explotada, por obrera y también por el eje de
género, por ser mujer.
Por su parte, el marxismo, llamado también socialismo científico, también articuló la cuestión
femenina en su teoría general de la Historia. Engels, en su obra El origen de la familia, la
propiedad privada y el Estado, de 1884, desarrolló que el origen de la subordinación de las
mujeres no estaría en causas biológicas, sino sociales, por lo que su discriminación sería una
construcción social y podía alterarse.
Tanto en el siglo XIX como en las primeras décadas del XX, el obrerismo planteó una crítica
muy fuerte al feminismo burgués. Al demarcarse del movimiento feminista, las organizaciones
obreras mantuvieron que no era necesaria la movilización específica de las mujeres pues
consideraban que le proceso de lucha de clases implicaría la emancipación automática
femenina.
Esta idea no impidió que las mujeres socialistas se organizaran dentro de sus partidos
políticos, que pudieran discutir sus problemas específicos, se crearon diferentes organizaciones
femeninas y los cimientos de un movimiento socialista femenino fueron puestos por la alemana
Clara Zetkin, quien alcanzó una posición muy importante de liderazgo en la
socialdemocracia internacional y, más tarde, en el movimiento comunista, aunque siempre
bajo la idea de supeditar la causa de las mujeres a la lucha de clases. Primero, hay que
emancipar a la clase obrera, conseguir la sociedad sin clases, y luego, la emancipación de las
mujeres, por lo que la lucha feminista no puede ser paralela a la de clases.
A ella le debemos nuestra celebración del 8 de marzo como Día Internacional de la mujer
trabajadora. Fue una iniciativa que ella planteó. A pesar de la resistencia de las organizaciones
de clases a asumir las demandas específicas de las mujeres, ellas lograron expresar sus voces en
publicaciones, organizaciones propias…
Una de las ideas más recurrentes de las mujeres anarquistas era que se liberarían gracias a su
propia fuerza y esfuerzo individual. Destacamos anarquistas como Emma Goldman, quien
consideraba que la libertad era el principio rector de todo y, por tanto, las relaciones entre
sexos tenían que ser absolutamente libres.
Para entender el mundo de las relaciones internacionales del momento, se requiere tener
presentes varios aspectos:
También son esenciales los sentimientos nacionalistas de una Francia derrotada a la que
la pérdida de Alsacia y Lorena como resultado de la guerra franco-prusiana le había
supuesto tal humillación que provocará en el canciller alemán, Otto von Bismarck, un
temor continuo a que los franceses se recuperasen y llevasen a cabo una nueva guerra
(revanchismo).
De esta manera, va a haber en Europa una serie de focos en los que los sentimientos
nacionalistas son tan intensos que favorecen la conversión de dichos focos en conflictos
bélicos.
b) Todo esto se produce en el contexto de una Europa que está redefiniendo su papel en el
mundo, con el empuje económico que supuso la Revolución industrial y que va a llevar a
las principales naciones a la búsqueda de zonas de influencia comercial.
e) Esto hizo que, durante décadas, el canciller Bismarck mantuviera una diplomacia muy
cautelosa, que se manifiesta en esos sistemas bismarckianos. El objetivo primordial será el
aislamiento internacional de Francia, de forma que le fuese muy complicado devolver el
golpe a Alemania y vengarse.
f) A pesar de esa diplomacia cautelosa, el fin del equilibrio reinante en Europa tuvo lugar,
viéndose iniciada la I Guerra Mundial.
Con el nacimiento del Imperio alemán, surge en Europa una nueva relación de fuerza,
caracterizada por la preponderancia de Alemania, que se presenta ahora como la principal
fuerza terrestre militar del mundo. Dicha preponderancia también se explica en su sólida base
económica y demográfica (41 millones de habitantes, país más poblado de Europa tras Rusia).
Esta posición hegemónica en el continente va a permitir a Bismarck ser el hombre que dirija
durante años (1873-1888) el II Reich y la política europea, es decir, la política de relaciones
internacionales, orientada en todo momento a aislar a Francia para evitar su revancha, dado
que era el principal enemigo de Alemania desde la guerra franco-prusiana.
I. Aislar a Francia
II. Atraer hacia la órbita de influencia alemana a las potencias con peso específico en
el conjunto de las naciones europeas
III. Evitar un conflicto armado entre naciones del continente, con el fin de mantener el
equilibrio entre las potencias.
Es importante tener en cuenta por qué Alemania será la que auspicie este complejo sistema
diplomático. La explicación la hallamos en el papel secundario que Alemania decide jugar en
la carrera colonial en África a la que se van a lanzar el resto de potencias. El hecho de que
Bismarck decida no entrar o entrar de puntillas en el competitivo reparto de las zonas que
quedaban por repartir, le da al canciller muchas ventajas en le juego diplomático internacional.
Principalmente, le aleja de uno de los principales motivos de tensión de las potencias, además
de permitirle presentarse como el árbitro que necesitan para dirimir las disputas y los conflictos
nacionales que van surgiendo.
Al año siguiente del final de la guerra franco-prusiana, la publicación de la ley de 1872 que
establecía en Francia el servicio militar obligatorio, provocó una profunda preocupación en
Bismarck, porque se encontraba ante una Francia que había pagado muy rápidamente las
indemnizaciones de guerra y que se hallaba en pleno proceso de rearmamiento. Esto llevó a
Bismarck a buscar el apoyo de las principales potencias del momento: Austria, Hungría y Rusia.
De esta manera, en septiembre de 1872, Guillermo I de Alemania, Francisco José I de Austria
y Alejandro II de Rusia discutieron en Berlín la conveniencia de firmar un pacto militar y
defensivo. La intención de Bismarck era la de negociar con las principales potencias
continentales y mantener el equilibrio de poder en Europa atrayendo a las principales
potencias a su órbita de actuación.
Evidentemente, hubo discrepancias, motivadas sobre todo por los intereses de Rusia y Austria
en los Balcanes. Sin embargo, Bismarck supo explotar varias cuestiones de importancia para
alcanzar el pacto:
A grandes rasgos, vamos a ver algunos de los problemas de esta crisis balcánica (1875-1878)
que llevaron a su fin al primer sistema bismarckiano. El Imperio turco se encontraba en una
difícil situación económica, especialmente debido a la gran cantidad de préstamos que había
pedido a Inglaterra y Alemania para modernizarse. Esto le generó una gran cantidad de
intereses, los cuales le resultaban muy difíciles de pagar, lo que le llevó a endurecer las
contribuciones tributarias sobre la población no musulmana.
En este conflicto, Alemania no tenía nada de su interés, por lo que trató de llevar a sus aliados
a firmar una serie de acuerdos que le permitieran mantener su alianza, esa entente. Sin embargo,
Rusia acabó decantándose por la intervención armada, poniendo de manifiesto que no iba a
consentir más la represión turca en los Balcanes.
De este modo, el 13 de abril de 1877, el régimen zarista declara la guerra al sultán. Su actividad
militar le llevó a las proximidades de Constantinopla y a la firma con el sultán del Tratado de
San Stefano en marzo de 1878, el cual era muy favorable a Rusia pues le permitía anexionarse
varios territorios de esta zona.
Esta acción en solitario de Rusia provocó una reacción de las otras potencias, llevando a una
reunión de las grandes potencias en el Congreso de Berlín de julio de 1878, promovido por
Inglaterra, aunque Alemania se posiciona como árbitro de la diplomacia mundial. Los
acuerdos adoptados en el Congreso anularon lo acordado en San Stefano, y conllevaron la
ruptura de la Entente de los Tres Emperadores y poniendo fin, en consecuencia, al I Sistema
Bismackiano.
VI.2.2 El segundo sistema bismarckiano (1879-1882)
El segundo sistema bismarckiano fue un conjunto de acuerdos a través de los cuales Alemania
no solo reactivó la antigua Entente de los Tres emperadores, sino que consiguió ampliar el
número de países satélites de su influencia, siempre con el objetivo en mente de aislar a
Francia. Estos acuerdos fueron:
Al final, se firma la Segunda Entente de los Tres emperadores el 10 de junio de 1881. Fue una
alianza que descansaba sobre la base de un compromiso de neutralidad recíproca en caso de
conflicto con una cuarta potencia, así como un acuerdo de política común en los Balcanes,
que permitiera mantener un equilibrio de poder de los rusos y de los austro-húngaros en este
territorio.
No obstante, en su enfrentamiento a Francia, Bismarck consideró que debía hacer aún más, que
no debía dejar a ningún posible aliado fuera de su esfera de influencia, de manera que fue a
hacerse con un pequeño bastión en el Mediterráneo desde el que consiguió atraer a la joven
nación de Italia. Para ello, aprovechó el conflicto abierto entre Italia y Francia por la
ocupación de Túnez, lo que consolidó el 20 de mayo de 1882 la firma de la Triple Alianza.
Para que ello fuera posible, el canciller tuvo que convencer a austriacos e italianos para que
minimizaran sus diferencias por los anhelos territoriales de los italianos del norte, que
consideraban que su unificación no se había acabado todavía. Consiguió apaciguar estos
conflictos, generándose la Triple Alianza, un pacto secreto por el que Alemania, Italia y
Austria acordaron defenderse en caso de que alguno fuera atacado por Francia. Se
comprometieron también a ser neutrales en caso de que uno de los componentes iniciase una
guerra de agresión o fuese atacado por otras potencias.
En los años siguientes a la firma de la Triple Alianza, los países europeos se centraron en su
política colonialista en África, a excepción de Alemania y Austro-Hungría, cuya política
seguía siendo fundamentalmente europeísta. Estos desmesurados apetitos coloniales de las
potencias europeas, desatarán un conjunto de conflictos que derivarán en unos turbulentos años
80, en los que destaca una fecha clave: 1885, año en el que se celebra el segundo Congreso de
Berlín bajo los auspicios del canciller alemán.
En esta ocasión, el tema central por primera vez en la Historia es África. El Congreso de
Berlín es el conocido como el reparto de África, si bien lo que realmente se hace no es repartir
el continente, sino establecer una serie de reglas comunes para lanzarse a la carrera colonial,
es decir, una base común con unas reglas que deben ser respetadas por todos aquellos que
quisieran entrar en la carrera colonial.
Las reglas establecidas en Berlín dieron como resultado la ocupación íntegra del continente
americano en muy poco tiempo. De hecho, hacia 1914, tan solo Liberia y Etiopía se mantienen
independientes. El resto del continente se va a someter a las potencias europeas, en especial a
Gran Bretaña y Francia.
Mientras las potencias europeas se dedicaban a extender su poder por África y Asia, el único
país que se dedicó a mantener sus energías en el tablero continental fue Austro-Hungría, quien
aprovechó la coyuntura para acrecentar su penetración en los Balcanes a través de la
denominada política de pacificación.
Esta política de pacificación de Austria conllevó la ruptura y fin de la segunda Entente de los
Tres Emperadores, si bien la Triple Alianza sí se mantuvo y se renovó en 1887, dando paso a lo
que conocemos como el Tercer sistema bismarckiano.
La estrategia del canciller alemán vuelve a situarse en la línea de las alianzas. En este contexto,
hay un elemento que empieza a jugar en su contra, y es el ascenso entre la opinión pública
francesa y alemana de un sentimiento nacionalista cada vez más agresivo y provocador.
Además de renovar la Triple Alianza en febrero de 1887, Bismarck continuó con sus esfuerzos
por acercarse a Gran Bretaña, lo que consigue cuando italianos e ingleses firman los Acuerdos
del Mediterráneo en febrero de 1887, con el objetivo de cooperar en la región para proteger
los intereses de los ingleses en Egipto y de los italianos en Tripolitania. Este tratado supone
la incorporación indirecta de Gran Bretaña al sistema de Bismarck.
Por otra parte, Bismarck consigue que Rusia, tras la ruptura de la Triple Entente, regrese a su
órbita de influencia, porque mantener una buena relación con los rusos era crucial pues Rusia,
según Bismarck, porque si se aliaban con los franceses, Alemania se vería encerrada en un cerco
que la obligaría a combatir en el caso de una hipotética guerra, con dos frentes abiertos:
Alemania en el centro y, por un lado, el frente francés; por el otro, el ruso. Sin embargo, así
acabará sucediendo en 1914.
Por ello, era crucial mantener a Rusia del lado de Alemania. Firmó con ella un tratado
secreto, el Tratado de Reaseguro, en junio de 1887, por el que Rusia prometió su neutralidad
en caso de que Francia declarase la guerra a Alemania, a cambio de apoyo de Bismarck a la
política rusa en los Balcanes. Este acuerdo era claramente contradictorio con la Triple
Alianza, en la que en uno de sus acuerdos con Austria se encontraba el apoyo de Bismarck a la
política austriaca en los Balcanes. Por tanto, no quedaba muy clara cuál sería la postura que
debieran tomar los alemanes en caso de que austriacos y rusos se volvieran a enfrentar en los
Balcanes.
Este tipo de contradicciones de los acuerdos firmados por Alemania, junto al carácter secreto
de muchos de ellos, hicieron de este sistema un sistema de alianzas muy inestables. Asimismo,
por aquellos años, Francia hacía esfuerzos para acercarse a Rusia, mientras que en Alemania
no todos estaban en contra de la guerra, a diferencia del canciller, quien pensaba que solo la paz
era el garante de la supremacía e independencia del Imperio alemán. Cada vez comenzaron a
nacer más voces contrarias a esta postura, lo que propiciaría el fin de esta política
diplomática auspiciada por el canciller.
Pocos meses después de la firma de los acuerdos que conforman el Tercer sistema
bismarckiano, se produce un hecho que va a alterar el entramado de relaciones internacionales
creado por el canciller: la muerte en 1888 del viejo emperador alemán, Guillermo I, y poco
tiempo después, la de su hijo y sucesor, Federico III. Esto llevó al trono del Imperio al joven
alemán Guillermo II.
En ese momento, Bismarck tenía 73 años y permanecería por 21 meses más en el poder como
canciller, antes de presentar su dimisión el 18 de marzo de 1890, dimisión provocada por la
falta de entendimiento entre Guillermo II y el canciller, una falta de entendimiento que se
dará desde el principio y que evidenciará dos formas completamente distintas de entender la
posición de poder que debía tener Alemania a finales del siglo XIX.
La idea de la Weltpolitik se expresó en todo tipo de libros, artículos, manifiestos y dio lugar a
un cambio en la política nacional, caracterizado por el final del sistema de alianzas que se
había llevado a cabo durante el periodo de Bismarck, así como por la idea de que Alemania
debía conseguir la hegemonía mundial, de que Alemania debía ocupar un papel preponderante
en el mundo.
Esta línea de pensamiento no descartaba la idea de un conflicto armado entre las potencias
que asegurara a Alemania la supremacía internacional. En este contexto, el recurso de la guerra
todavía no era desprestigioso, sino todo lo contrario: en este momento previo a los dos
conflictos mundiales, la guerra se consideraba algo legítimo, honorable e incluso glorioso,
no teniendo nada de impopular. Esto es la explicación del júbilo con el que se trató el estallido
de la guerra en el verano de 1914 en Alemania, Rusia, Inglaterra y Francia.
De esta forma, Alemania en pleno esplendor económico, militar y científico, llevó acabo desde
la retirada de Bismarck en los años 90, una política exterior mucho más agresiva para hacerse
con los pocos pedazos del mundo que no se habían repartido todavía. Sin embargo, no se
estaban previendo los enemigos que se iban ganando con el desarrollo de esta política, ni los
cambios en las relaciones internacionales que esta nueva política conllevaría.
No obstante, Guillermo II estaba empeñado en llevar a cabo esta Weltpolitik, para lo que
necesitaba una gran flota, lo que se hizo público en 1896 cuando se votó en el Parlamento
alemán un importante presupuesto, destinado a realizar un ambicioso programa naval, que
habría de ser la base de su política exterior, además de servir para afianzar los intereses
coloniales del Imperio alemán.
Esto fue lo que realmente rompió el equilibrio que existía entre los bloques Francia-Rusia y
Alemania-Austria. La no percepción del riesgo que todo esto conllevaba por parte de la
diplomacia alemana se concretará en la no renovación del Tratado secreto de Reaseguro entre
Alemania y Rusia, a pesar de que Bismarck empezó las gestiones para renovarlo antes de
abandonar la política. Desaparece así uno de los pilares esenciales del Sistema Bismarckiano.
Guillermo I y sus consejeros pensaban que Rusia no podía encontrar otros aliados y, por
tanto, no era peligroso dejar al zar con las manos libres. Sin embargo, Rusia se fue acercando
cada vez más a Francia, sobre todo por razones económicas, porque Rusia necesitaba
modernizarse mediante la industria, la construcción de ferrocarriles…para lo que precisaba de
una importante inversión de capital. Esa inversión la encontró en Francia. De esta manera, los
lazos económicos y políticos fueron estrechándose cada vez más, conformando el escenario
tan temido por Bismarck y que había tratado de evitar.
Hasta 1905, Europa mantiene la plenitud de su poder mundial, dado que son las potencias
industrializadas europeas los centros económicos y políticos del mundo. Sin embargo, para esta
fecha, ya han tenido lugar dos hechos que empiezan a marcar el retroceso de las potencias
europeas ante las que comienzan a emerger no europeas:
a) 1898, año en el que EEUU vence a España en lo que se conoció como el Desastre del
98, esto es, la Guerra de Cuba.
b) 1905, año en el que Japón vence a Rusia en la Guerra del Extremo Oriente, es decir,
en la Guerra ruso-japonesa.
A partir de 1905, el centro de poder se va desplazando de manera más clara desde Europa hasta
América del Norte y el Extremo Oriente. Aunque las potencias europeas continúan manteniendo
un alto nivel en su desarrollo, capacidad y expansión mundial, aparecen a escala internacional
dos potencias económicas, políticas y militares independientes con respecto al Concierto
Europeo:
a) Estados Unidos
b) Japón
Cuando estas potencias, impulsadas por la fuerza de su propia expansión, se alzan, rivalizando
así con las potencias europeas, y entran en la política mundial, se pone de manifiesto que,
además de los conflictos entre europeos, han surgido otros núcleos de tensión de poder en
América y en Asia, sobre los que las potencias europeas tienen un escaso poder de control y
decisión.
A finales del siglo XIX, los Estados Unidos iniciaron un proceso de expansión imperialista
ajeno a lo que había sido su política internacional a lo largo del siglo XIX. La centuria
decimonónica había estado marcada por el lema de América para los americanos, es decir, que
no tolerarían la intervención europea en su proceso de conformación y consolidación, pero
ellos tampoco intervendrían en conflictos ajenos a su territorio.
Sin embargo, una vez finalizada su Guerra Civil, transcurrida entre 1861-1865, y una vez
configurado territorialmente los Estados Unidos, el bloque norteamericano necesitó expandirse
para consolidar y ampliar sus grandes ganancias económicas. Para ello, buscó dos caminos
para expandir su zona de influencia:
El tránsito del siglo XIX al XX en Japón estuvo marcado por la Era Meiji, es decir, por el
reinado del emperador Meiji, que tuvo lugar entre 1868 y 1912. En esos 45 años, el país cambió
significativamente, pasándose de un país feudal a una modernización rápida, lo que giró en
torno a dos ejes: el económico y el militar. Esto desembocará en un importante
expansionismo.
A estos ejes quedarán supeditadas las estructuras políticas siempre bajo la figura del emperador,
considerado como un dios. Pese a su situación de aislamiento, durante esta era se produjo un
espectacular crecimiento, dándose un proceso de industrialización, especialmente rápido en
Japón.
Desde el punto de vista político, la paulatina apertura al exterior llevó en poco tiempo a
aceptar la idea de un gobierno representativo al modo occidental. En 1889, se estableció una
nueva constitución con una cámara de representados.
Desde mediados del siglo XIX, Japón comienza a tener contactos con el mundo occidental, lo
que le permite salir de su aislamiento cultural y político. Pero, al mismo tiempo que salía de este
aislamiento, temía por su independencia al ver los acontecimientos que se estaban
produciendo, como la Guerra del opio entre China y el Imperio británico por el comercio del
opio a mediados del siglo XIX. Por ello, Japón decide orientar su política exterior al uso de la
fuerza, lo que desembocará en varias guerras.
La expansión japonesa se centró primero en Corea, estado vasallo de la dinastía china, chocando
por tanto contra China y dando lugar a la Primera guerra sino-japonesa (1894-1895). A pesar
de la clara victoria japonesa, las potencias occidentales obligaron a Japón a ceder una parte
importante de sus ganancias territoriales a Rusia. De esta manera, se trataba de tener
controlado a Japón indirectamente. No obstante, conservó la influencia sobre Corea. La
insatisfacción por el resultado de esta guerra será la causa de la guerra que mantendrá con
Rusia diez años después.
A escala internacional, esta guerra significó la primera señal del expansionismo japonés, si
bien los europeos apenas le dieron importancia.
La Guerra ruso-japonesa de 1904-1905 fue resultado del descontento generado por la guerra
contra China, como hemos mencionado. Esta guerra también finalizó con una clara victoria de
Japón, obligando a Rusia a abandonar algunos territorios, entre los que se encontraba
Manchuria, que pasaría a estar bajo el control japonés. Esto le permitió a Japón contar con
varias bases en el continente y ya en 1910, mostrando todo su poderío militar, fue capaz de
anexionarse sin ningún problema ni dificultad Corea.
Esta guerra ya si causó una gran conmoción en el continente al ver cómo una potencia como
Rusia era derrotada con tanta facilidad. Supuso además el reconocimiento del ejército japonés
como una fuerza a tener en cuenta a partir de ese momento.
El imperialismo colonial
El impacto de Europa en otros continentes es uno de los fenómenos clave para comprender la
Historia Contemporánea. El término imperio pasó de un lenguaje geográfico y político a ser un
instrumento claramente ideológico, que además marcará la mentalidad de muchas generaciones
posteriores. No se trata de un fenómeno nuevo, dado que, desde el Renacimiento, países como
España, Francia, Inglaterra, Portugal…han ejercido su dominio sobre amplios territorios
ultramarinos. No obstante, con las revoluciones industriales y la demográfica, esta etapa
adquiere características que sí nos permiten hablar de un imperialismo distinto.
El dominio que las potencias europeas consiguieron ejercer sobre el conjunto del planeta fue
casi total. Hacia 1914, cerca del 80% de la superficie terrestre se encontraba bajo su control,
teniendo lugar entre 1890 y 1914 la fase expansiva más importante, en la cual nos centraremos.
Esto daría lugar a una época histórica que ya sus propios coetáneos denominaron como Era del
imperialismo.
Se constituyeron durante esta época grandes imperios coloniales, especialmente dos, el británico
y el francés, los cuales se mantuvieron en vigor con variantes hasta después de 1945, fecha a
partir de la que comenzó el gran proceso de descolonización y emergencia política de lo que
conocemos como Tercer Mundo.
No obstante, cabe preguntarse cuál fue el motor de esa europeización del mundo, de la
formación de Imperios coloniales al servicio de las grandes potencias industriales.
Este fenómeno ha suscitado una gran cantidad de teorías explicativas, que por lo general han
otorgado primacía a los factores de tipo económico y político. Sin embargo, también es preciso
tener en cuenta factores demográficos, ideológicos y tecnológicos como causas concretas de
este proceso imperialista.
II. Factores económicos: el primer análisis económico sobre el imperialismo es la del inglés
Hobson, titulada Imperialismo y publicada en 1902. A esta, la siguieron otras de
orientación marxista, como El imperialismo, fase superior del capitalismo (1916) de Lenin.
Estas obras, además de haber contribuido a la difusión del sentido peyorativo del término
imperialismo, insistieron en vincular este proceso a una explicación de carácter económico,
siendo el imperialismo para ellos una consecuencia directa del capitalismo financiero o
monopolista y de su necesidad de buscar nuevos espacios a los que poder exportar sus
mercancías y colocar sus excedentes de capital. Esta interpretación no goza de una buena
consideración entre los historiógrafos actuales, es decir, no se desecha, pero tampoco se
considera como la única explicación del imperialismo colonial.
En cualquier caso, es inevitable pensar en una dimensión económica del imperialismo, dado
que países como Francia, Inglaterra, Holanda…encontraron en otros países campos de
inversión de los capitales, construyeron redes de ferrocarril, efectuaron préstamos a los
gobiernos…
III. Factores políticos: los efectuados por el prestigio y el honor, claro en el caso francés, cuya
expansión colonial se inspiró en el deseo de olvidar la derrota en la Guerra Franco-prusiana;
en el caso español, la pérdida de Cuba en el 98 supuso el inicio de una mayor preocupación
en el continente africano. Sin embargo, la carrera por la conquista de nuevos territorios
formó parte del contexto de rivalidad de las potencias europeas, que desplegaron su política
imperialista como un mecanismo de poder y una medida preventiva para evitar el
crecimiento de los países rivales. En otras palabras, muchas veces, las estrategias de
conquista de otros territorios eran para evitar que sus rivales los conquistasen. Un ejemplo
de ello es el control de la cuenca del Nilo por los ingleses, que impulsó el expansionismo
francés hacia Senegal.
IV. Factores ideológicos: dio lugar a muchos textos ideológicos, que generó en un
imperialismo popular o de masas, pues estamos en un periodo en el que la opinión pública
comenzaba a influir en las decisiones de los gobiernos. La difusión de un nacionalismo de
carácter popular, unido a una ideología racista, facilitó las decisiones de los gobiernos
europeos y legitimó la acción imperialista de someter pueblos y culturas a las directrices
europeas por el hecho de considerarse superiores.
El imperialismo estimuló a que las masas se identificasen con el Estado y con esa nación
imperial, lo que justificó y dio legitimidad a ese sistema social y político representado por
los estados y a las acciones imperialistas llevadas a cabo.
Fueron muchas las teorías que recogieron estas ideas. Algunas fueron publicadas por el
economista francés Beaulieu, con su obra De la colonización en los pueblos modernos
(1874), y por algunos contemporáneos que estuvieron pilotando este proceso, como Jules
Ferry, que trataron de remarcar la actitud “civilizadora” de estos procesos. En 1885, decía:
El deber de las razas superiores es civilizar las razas inferiores. ¿Y existe alguien que
pueda negar que hay más justicia, más orden material y moral en el África del Norte
desde que Francia ha hecho su conquista?
Los territorios coloniales integrados en los imperios europeos quedaron sometidos desde el
mismo momento de su conquista al sistema administrativo impuesto por la potencia colonial. En
un primer momento, durante los siglos modernos, el que se encargaba de tal control
administrativo era una compañía de comercio y navegación. En época contemporánea, esta
administración pasa a ser ejercida por los órganos de gobierno establecidos por los estados de
las metrópolis.
Las metrópolis como Francia, España y Portugal practicaron una administración más directa y
centralizada, mientras que países como Inglaterra se caracterizó por un tipo más indirecto,
fomentando más las instituciones indígenas, la autonomía y la asociación de estos territorios
dependientes.
El colonialismo occidental fue especialmente activo e intenso en África durante toda la época
contemporánea. Demográficamente, el colonialismo supuso un gran desgaste para la población
del continente africano, lo cual tuvo graves consecuencias a nivel económico y social, además
de las evidentes consecuencias a nivel moral y humano por el consecuente debilitamiento de las
sociedades africanas.
Entre los rasgos que caracterizan el conjunto de la acción colonial europea en África, sobresalen
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