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1979-2006
ArtNexus / Arte en Colombia
Luis Camnitzer
Arte
1. Crítica de arte - Ensayos, conferencias, etc. 2. Arte colombiano - Ensayos, conferencias, etc. 3. Arte
moderno - Ensayos, conferencias, etc. I. Bernal Bermúdez, María Clara II. González, Felipe III. Universidad
de los Andes (Colombia). Facultad de Artes y Humanidades. Departamento de Arte IV. Tít.
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Contenido
Prólogo 10
Sobre Camnitzer
Luis Camnitzer: Introspectiva/Retrospectiva 14
Reseñas
Retrospectiva Rothko 88
Joseph Beuys en el Museo Guggenheim 92
Francis Bacon 98
Bienal de Venecia 1980 100
Picasso en el Museo de Arte Moderno de Nueva York 104
Joseph Cornell en el Museo de Arte Moderno de Nueva York 112
Roy Lichtenstein en el Museo W hitney de Nueva York 1970 - 1980 116
Robert Smithson estuvo aquí. 120
Visiones del Norte 124
Yves Klein 130
Schwitters en el MOMA 134
Exposición de Arte Povera: El Nudo 138
La Segunda Bienal de la Habana 142
La colección latinoamericana del Museo Guggenheim 152
Ana Mendieta en el New Museum de Nueva York 156
La computadora y el arte c 162
Elso Padilla 166
Retrospectiva en el MAM de Nueva York, Andy Warhol 170
Un laboratorio vivo 1 176
La idea Ferrari - 186
Malevich y Popova 190
Botero en Florencia 196
El sistema Magritte 200
Retrospectiva, Roy Lichtenstein, Museo Guggenheim 206
El arte de la democracia c 210
Arte Absoluto 216
Mona Hatoum en el New Museum de Nueva York 222
Pollock en el MoMA de Nueva York 228
Nam June Paik en el Museo Guggenheim 234
Arte y ciencia 240
Adrián Piper, Yoko Ono, conceptualismo y biografía 246
Bitstreams en el W hitney 252
Tom Friedman, la magia inesperada de la artesanía 258
Helio Oiticica, lajs instalaciones quasi-cinemas 264
Adolf Wolfli, el arte y el desafío de la locura 270
Inventarios en Madrid 278
Desde Christo al Haré Krishna * 284
Juan Gris 292
Los dibujos del otro Freud (Sigmund) • 298
Apéndice
Los Transformadores 306
Prólogo
Diez años después en su ensayo La d efin ició n restringida d el arte (Arte en Colom bia
número 59) la preocupación en torno al tema continúa y se precisa:
Junto con el estudiante tenemos que ser capaces de redefinir el papel del artista en
la sociedad y del arte en el conocimiento. Emerge así una doble meta: la primera,
de enriquecer el oficio del arte con la mayor cantidad de elementos ausentes.
Con ello queremos lograr que el arte refleje las posibilidades éticas del artista. La
segunda, fusionar todas las indagaciones intelectuales con una actitud que refleje
las metodologías cognoscitivas empleadas en el arte.
10
Ivonne Pini
■La totalidad de los textos fueron publicados en Arte en Colombia/ Art Nexus, revista
que desde 1979 hasta hoy día lo incluye como una de sus colaboradores más significativos,
ya que sus artículos constituyen una línea de pensamiento crítico que abre importantes
espacios de reflexión para lo que es, a lo largo de sus treinta años, preocupación central
de la revista: el arte que se hace en América Latina.
Con respecto a este tema baste mencionar, a título de ejemplo, sólo uno de los artículos
escogidos en esta antología. En Acceso a la corrien te p rin cip a l (Arte en C olom bia número
35) Camnitzer, en su condición de artista, precisa su punto de vista con respecto al papel
que éste debe asumir en relación con la corriente principal. Partiendo de negar que el
arte sea una actividad apolítica, rechaza la idea simplista de que lo político se reduzca a
un problema de contenido.
11
Vivimos en el mito alienante de que somos primeramente artistas. No lo somos.
Somos primordialmente seres éticos que distinguimos el bien del mal, lo justo de lo
injusto, no sólo en el ámbito individual sino también en el comunitario y regional.
Para sobrevivir éticamente necesitamos una conciencia política que nos ayude a
comprender nuestro medio y a desarrollar estrategias para nuestras acciones. El
arte se convierte en el instrumento de nuestra escogencia para implementar esas
estrategias. Nuestra decisión de ser artistas es política, independientemente del
contenido de nuestro trabajo. Nuestra definición del arte, de cuál cultura servimos,
de cuál público escogemos como audiencia, de qué ha de lograr nuestro trabajo,
son todas decisiones políticas.
Los artículos que integran este volumen muestran a un escritor provocador, irónico,
a veces ácido, comprometido con una manera de analizar y hacer arte, que no se separa
de la premisa que lo ha acompañado a lo largo de su extensa actividad y que podría
resumirse en una de las frases que aparecen escritas sobre un tablero en su obra El aula
(2006): “Desgraciadamente lo único que te queda es la ética”.
Ivon n e P ini
Bogotá, n oviem b re d e 20 0 6
Sobre Camnitzer
Luis Camnitzer: Introspectiva/Retrospectiva
Arte en Colombia número 99, ArtNexus número 53
Julio 2004
1 21 de noviembre de 2 0 0 3 al 11 de enero de 20 0 4 .
2 Conversación con el autor, 30 de noviembre de 20 03.
3 Luis Camnitzer. Schleswig-Holsteinischer Kunstverein. Kiel, 20 03.
14
Luis Camnitzer: Introspectiva/Retrospectiva
Alemania en 1937 y fue llevado a Uruguay por sus padres cuando tenía un año. Su ciudad
natal, Luebeck, está en Schleswig-Holstein, el estado del cual Kiel es la capital. Nacido allí,
habiendo huido del nazismo por ser judío, siendo un artista latinoamericano y habiendo
sido validado por D ocum enta X Ien 2002, Camnitzer es un espécimen raro dada la cantidad
de cuotas que satisface. Uno puede decir que la elección fue fácil y carente de riesgo.
Las críticas que escribe Camnitzer, ácidas y agresivas, lo muestran gozando los ataques
de lo que, muchas veces incorrectamente, percibe como fallido e imperfecto. Su producción
artística se nutre de esas mismas características y, por lo tanto, no puede decirse que está
sujeto a los vaivenes de la moda. Mientras que a él mismo le gusta pensar que por esto
está ubicado fuera del establishm ent artístico, el hecho de que Camnitzer publique con
regularidad, en cierto modo invalida esta presunción. Camnitzer tiene oportunidades, de
las que otros artistas carecen, para difundir sus ideas, y tiene más oportunidades para lograr
un reconocimiento de su nombre y acumular más influencia de lo que una marginalidad
real permitiría. Quiéralo o no, encaja en la odiada categoría de “guardián del portón de la
cultura”. Cuando se le preguntó si en ese papel él se mantiene adentro o afuera, Camnitzer
pareció totalmente confundido. En una conversación posterior, aunque evadiendo el tema,
afirmó su intención de diseñar un nuevo portón4. La respuesta, a su vez, confundió al
autor de esta nota. Pero es evidente que Camnitzer no tiene intención alguna de renunciar
a su condición de guardián, aún si efectivamente cambia el portón.
Entrando a la Kunsthalle uno se encuentra con la gran pared L eftover (Sobra) que
Camnitzer hiciera en 1970. La obra consiste en 80 cajas envueltas en gasa manchada con
una imitación de sangre, y pretende ser un homenaje a los mártires que lucharon por la
independencia de América Latina del yugo del neocolonialismo y de las dictaduras. Sin
embargo, en ausencia de los comentarios del artista, las cajas también podrían contener
partes de los cuerpos de los mártires de cualquier otra causa. La obra también podría ser
interpretada como una especie de Muro de los Lamentos, algo que desvirtuaría completa
mente las intenciones del artista. El trabajo aparece flanqueado por E jecución (1970), un
espejo perforado por una bala y con sangre (falsa, una vez más) fluyendo por el orificio.
El observador se ve reflejado en el espejo y recipiente de un balazo. No es exactamente
un inicio auspicioso para una muestra.
La sala siguiente contiene la mayor parte de lo que se puede considerar material re
trospectivo. Es interesante y desilusionante a la vez el ver la obra conceptualista inicial del
artista. Mientras que una revisión de fechas puede confirmar que Camnitzer se encuentra
entre los antecesores del conceptualismo latinoamericano, las cosas no son tan simples.
Las Frases de Camnitzer fueron indudablemente tempranas (1966). En ellas el artista trata
de describir, precisamente, una situación visual mientras se mantiene cuidadosamente
15
Sobre Camnitzer
al margen de la poesía. Pero el artista argentino León Ferrari ya había hecho su Cuadro
escrito en 1964, robándole la primacía. Una diferencia importante es que la obra de Ferrari
tiene una calidad sensorial gracias a la forma en que describe el cuadro y distorsiona su
escritura. Camnitzer, en cambio, usa un lenguaje “objetivo” y tipografía industrial. Esto
probablemente lo ubica en el contexto del estilo neoyorkino minimalista de la época, un
estilo que Camnitzer parece creer que estaba combatiendo.
16
Luis Camnitzer: Introspectiva/Retrospectiva
Para algunos, el conceptualismo fue una forma de rebelión contra todo esto, tratando de
separar la creación de la artesanía. No hay nada intrínsecamente incorrecto en todo esto,
e incluso hoy en día la propuesta conceptualista tiene cierta validez, dado que las ideas
pueden ser más sublimes que los ejercicios artesanales. Pero hay que reconocer también
que este desfase ahorró cantidad de trabajo en la ejecución de obras y, ciertamente, le
abrió las puertas a mucha gente torpe.
La muestra de Camnitzer incluye algunas de las obras que expuso en la Bienal de Ve-
necia cuando representó a Uruguay en 1988. Las pocas obras expuestas aquí están fuera de
contexto (la instalación original tenía más de veinte obras que conformaban una totalidad
coherente) y permiten ver una serie de pequeñas imperfecciones que distraen del impacto.
Pequeños grumos de pegamento marrón y otras fallas arruinan la pretendida impresión
de liviandad y de misterio. La sospecha de torpeza, por lo tanto, se afirma aún más.
Las piezas de Venecia también traen a la memoria las polémicas de la época respecto
a si la elección de Camnitzer para la bienal fue una decisión apropiada. Camnitzer había
estado ausente de su país por más de dos décadas y eran muchos los artistas de calidad
que estaban viviendo en Uruguay y que podían haber tomado su lugar. Se rumoraba que
su selección se debió al favoritismo, dada una larga amistad con el director del museo
nacional, pero la acusación nunca se pudo probar6.
Cuatro instalaciones, más bien severas, le dan estructura a la exposición. Tres de ellas
están exquisitamente iluminadas con muy poca luz (desde 1981 en adelante, Camnitzer
parece tener una fijación con los bombillos de luz con el voltaje reducido), creando un
ambiente de silencio y de amenaza. Uno se pregunta si las piezas que forman parte de
las instalaciones hubieran sido capaces de lograr ese mismo efecto por sí solas, sin la
escenificación. Es evidente que la luz así controlada oculta las imperfecciones técnicas.
Como contraste, la cuarta instalación, El m irador (1996) está iluminada con exceso. El
espectador no puede entrar en la sala. Inicialmente expuesta en la Bienal de Sao Paulo en
1996, El m irador solamente permite que el visitante, parado en un corredor oscuro, atisbe
la instalación a través de una rendija estrecha. El artificio resulta discriminatorio, dado que
la gente pequeña no puede ver la obra, a menos que alguien los levante7. Pero también es
una experiencia frustrante para aquellos “afortunados” que pueden ver. Uno nunca logra
captar toda la instalación y, para tener una idea del conjunto, tiene que caminar alrededor
de los cuatro costados de la pieza. La distancia de los objetos logra aquí lo que en las otras
se consigue por medio de la luz disminuida, una inspección detallada es imposible.
6 Durante muchos años ambos expresaron abiertamente sus discrepancias políticas, pero esto también pudo ser una estra
tegia cuidadosamente planeada para desviar las posibles críticas.
7 Después de repetidas quejas por parte del público, las autoridades del museo hicieron construir un escalón alrededor de
la instalación para corregir el problema.
17
Sobre Camnitzer
A pesar de estas críticas, hay que reconocer que la muestra como conjunto no carece
de atractivo. Una de las causas seguramente es el espacio de las salas de la Kunsthalle,
que se prestan para montajes espectaculares; pero también se debe al director del museo,
quien curó la muestra con cuidado, y a la ayuda otorgada por un equipo extraordinario
de técnicos8. Es probable que el propio Camnitzer, quien tiene alguna experiencia en
curaduría, también haya tenido alguna influencia. Surge la pregunta entonces sobre la
importancia de la presentación en la percepción de la calidad de las obras expuestas. El
montaje de una exposición es una obra de arte en sí misma, y cuando es poderoso, puede
llegar a rescatar al arte más mediocre. No estoy sugiriendo aquí que la obra de Camnitzer
sea mediocre, pero la duda queda flotando en el aire.
18
Luis Camnitzer: Introspectiva/Retrospectiva
19
Historia y teoría
del arte
Ideología vs. Estética: Arte Nazi, años 30
Arte en Colombia número 21
Mayo 1983
Hace unos años un gran escándalo sacudió al mundo de la historia del arte. No se
debió a la obra o vida de algún artista, sino al descubrimiento de que Sir Anthony Blunt,
eminencia internacional y conservador de la colección de la reina de Inglaterra, había sido
un espía comunista. Con arrepentimiento o con ironía, Blunt se limitó a comentar algo
como que “al tener que elegir entre mi patria y mi conciencia cometí el error de elegir mi
conciencia” y pidió disculpas.
Las ondas del escándalo llegaron a las costas de Estados Unidos y Hilton Kramer,
critico de arte en jefe del N ew York Times consideró necesario escribir un largo artículo
bajo el título “El caso Blunt: una vida dedicada a la belleza y a la traición” (.New York
Times, diciembre 2, 1979). En su artículo, Kramer dice:
22
Ideología vs. Estética: Arte Nazi, años 30
ser un gran estudioso del arte. Sugiere por lo menos que esta vocación puede no tener
nada que ver con la inteligencia moral o con la integridad personal”. Pasa después a juz
gar a Blunt más directamente: “Que es culpable, no solamente de su propia traición sino
también de reclutar a otros para el mismo propósito detestable, un hecho establecido, nos
obliga a adaptarnos a este fenómeno: el de una mente de primera categoría dividida contra
sí misma...” Kramer termina su nota con una larga cita del Times de Londres (noviembre
22, 1979) que finaliza con: “Es Blunt el traidor, aparentemente aún inconsciente de su
propia culpa, quien es el enemigo mortal de la cultura a la cual el profesor Blunt, el gran
historiador de arte, ha dedicado su vida”.
Varios sueños de Kramer parecen haberse hecho añicos gracias al caso Blunt. Kramer
parece haber creído no solamente que el estudio (e implícitamente el ejercicio) del arte
es una actividad apolítica, sino también que es una actividad que se contamina con las
creencias y actos políticos. Implícitamente también parece haber creído que el limpio
ejercicio del “humanismo” debiera proteger al individuo de los errores políticos.
Si bien la historia del arte siempre trató de convencernos de estos sueños, los hechos
siempre han probado lo contrario y las actividades humanistas no han logrado salvar ni
al propio Kramer. Kramer dejó su puesto en el N ew York Times para convertirse en el
redactor responsable de una nueva revista cultural derechista, financiada por la Fundación
Smith-Richardson (dineros de Vicks VapoRub) y famosa por su promoción de causas de
derecha, especialmente de la llamada “nueva derecha” norteamericana.
Los casos particulares de Kramer y Blunt en realidad no importan más allá del interés
anecdótico. Pero la explosión de Kramer reactualiza una cantidad de temas y preguntas
sobre las relaciones entre las ideologías y las estéticas de los artistas, sobre las formas en
que se escribe la historia del arte con respecto a este tema y sobre los distintos niveles en
que se puede leer la obra de arte. Mientras en el momento en que las quejas de Kramer
fueron publicadas mi reacción fue de sonrisa y de olvido inmediato, la situación hoy es
distinta, los datos encajan en una configuración distinta. Aparte de que en estos pocos
años Kramer se convirtió en el portavoz artístico de la nueva derecha, han sucedido otras
cosas. En los países desarrollados hay un florecimiento de las tendencias derechistas, en el
mercado del arte hay un triunfo estentóreo de la tendencia llamada “neo-Expresionismo”.
Salvando ciertas distancias, parece oportuno revisar qué es lo que pasó en los años 30
en Alemania cuando las tendencias derechistas se fueron formalizando en el nacional
socialismo y las relaciones que la derecha alemana tuvo con el Expresionismo. No hay en
esto una suposición de que la historia funciona en ciclos repetibles o que hay una fórmula
que permita predecir que una ideología determinada produce una estética particular. Es
pecialmente, este último punto necesitaría una nota especial más adelante, con respecto a
la cual ésta posiblemente sería la introducción. Pero, por el momento, me quiero limitar a
revisar la historia del arte tratando de esquivar los obstáculos que impiden ver claramente
la utilización mutua de las estéticas y las políticas en ese periodo particular.
23
Historia y teoría del arte
Se supone que si el artista es bueno como tal debe ser un humanista como individuo.
Todo aquello que niegue esta premisa es ignorado o minimizado. Cuando el nacional
socialismo condena al arte “moderno” y lo califica de “degenerado”, el supuesto corolario
es que el arte moderno tiene valores humanistas que entran en conflicto con, o amenazan
los contra-valores del nazismo. Este corolario no solamente tiñe el análisis histórico con
un prejuicio político anti-nazi, sino que simplifica y esquematiza una situación que en
realidad es mucho más confusa, con paradojas que ese esquema no logra explicar.
La historia del arte así escrita trata de ignorar la puja que hubo para establecer al
Expresionismo como arte oficial del régimen nacional-socialista, trata de explicar la
simbiosis fascismo-futurista en Italia como producto del liberalismo y populismo de
Mussolini en comparación a Hitler, perdona el colaboracionismo de Maillol (ejecutado
por la Resistencia francesa) o que Nolde haya sido miembro del partido nazi como errores
de distracción e incoherencia de grandes maestros.
Hacer una revisión de la Alemania nazi en la forma necesaria es difícil porque jus
tamente, dado como se escribe la historia, los datos no son fácilmente accesibles. En el
proceso de armar el rompecabezas también es difícil identificar totalmente los motivos
de los comportamientos individuales y evaluar cambios de actitud. A veces hay tomas
de conciencia, otras veces oportunismo. Hay miedos y convencimientos. Instintos de
supervivencia y moderación para proteger a otros. Y, muchas veces, hay información
incompleta que produce imágenes erradas. W illi Geiger es un pintor que hasta 1931 hace
obra con contenido abiertamente anti-fascista. En 1934 el mismo Geiger expone un re
trato bastante realista y acrítico de Mussolini en la Gran Exposición de Arte en Munich.
Hacia fines de la guerra, Geiger aparece como miembro de un grupo de resistencia1. Otto
1 Peter H offman. W iderstandstatt Anpassung. Elephanten Press, Berlín Oeste, R.F.A., 1980.
24
Ideología vs. Estética: Arte Nazi, años 30
Pankok aparece citado2 como uno de los pintores expresionistas que tiene posibilidad de
exponer en Alemania durante la guerra a pesar de ser expresionista. La cita implica que
Pankok es un “buen alemán”, si no colaborador del régimen, por lo menos apolítico. De
hecho, Pankok escondía a perseguidos en su casa y mandaba volantes anónimos al frente
incitado a la deserción3. Pankok siguió haciendo arte durante la guerra, pero lo fechaba
como anterior a 1937, año en que había sido declarado “degenerando”.
2 Hildegard Brenner. D ie Kunstpolitik des NationalSozialism us. Rowohtl, Hamburgo, R.F.A., 1963.
3 H offman, op. cit.
4 Ibrich, W iederstand statt Anpassung.
5 Richard. D el Expresionismo al Nazismo. Gustavo Gili, Barcelona, 1979.
25
Historia y teoría del arte
En este panorama son los académicos tradicionalistas los que se mantuvieron más
coherentes estéticamente, sin quebrar las reglas de la Academia del siglo XIX, socialmente
despreocupados, y políticamente a favor de todo lo que significara alemanidad. Mientras
que hasta ese momento nunca habían tenido mayor empuje o apoyo teórico (el apoyo
venía más que nada del mercado de arte tradicionalista), es con la afirmación política de
la derecha que la teoría empieza a formalizarse. Walter Darré, un argentino de ascendencia
alemana, llega a Alemania y comienza a propagar una teoría sobre los nómadas y los se
dentarios (más tarde se convertirá en el ministro de alimentación y agricultura de Hitler).
Los sedentarios son los nórdicos que proveyeron a Alemania con guerreros, aristocracia y
una organización agrícola. Los nómadas son todas las demás razas, las cuales al no asen
tarse fueron incapaces de entender el sentido de la propiedad privada y, en consecuencia,
desarrollaron el comunismo. Con sus continuos viajes no pudieron percibir la realidad
correctamente y no lograron hacer un arte que fuera creativo. En oposición a esta ines
tabilidad perceptual, los sedentarios pudieron desarrollar un pensamiento “campesino”
que, entre otras cosas, produjo el idealismo alemán.
Una de las contribuciones del diseño del Bauhaus fue la popularización del techo plano
en oposición al tradicional techo a dos aguas. Esta contribución estética y económica,
afectó muy directamente al sindicato de techadores quien vio al Bauhaus como origen
6 República de W eim ar fue el nombre con que se conoció a la Alemania de entre el fin de la Primera Guerra y la toma
del poder por Hitler. El nombre se debió a que el parlamento decidió reunirse en la ciudad de W eimar en virtud de que
Schiller y Goethe habían vivido allí y ambos eran símbolos unificadores de la cultura alemana.
26
Ideología vs. Estética: Arte Nazi, años 30
7 Miller-Lane. Architecture and Politics in Germany 1918-1945. Harvard University Press, Cambridge Mass, 1968.
8 Miller-Lane. op.cit.
27
Historia y teoría del arte
Los pintores agrupados bajo este título en realidad solamente tienen en común una
forma de pintar y una voluntad de des-elitizar la pintura. Bechmann, Grosz, Dix, Schad,
Schilichter, Felixmüller, Nagel, etc., cubren una vasta gama ideológica. Para algunos la
democratización de la pintura es una reacción propequeña burguesía y anti-intelectual.
Para otros es una alternativa sofisticada para el realismo socialista. Schad y Felixmüller
terminan haciendo retratos para la aristocracia alemana; Dix, a pesar de un pasado anti
belicista y de denuncia social, pasa la guerra en Alemania pintando paisajes9; Grosz, con
una trayectoria similar, emigra a Estados Unidos en 1933 y pinta desnudos y paisajes10
después de haber sido el primer artista que denunció la svástica como representación
nazi11; Nagel sobrevive varios encarcelamientos en los campos de concentración. Tenemos
nuevamente una estética que no se alinea claramente con una tendencia política.
En 1930 los expresionistas eran artistas totalmente establecidos, tanto en la historia del
modernismo que se iba escribiendo como en el mercado y las esferas más refinadas de la
pintura. Su batalla vanguardista se había dado 20 años antes. El término “expresionista”,
que en realidad había sido utilizado primero para los fa u ves franceses, se aplicó a los ale
manes en 1911 en la revista “Der Sturm” La etiqueta “Expresionismo alemán” agrupa a
una variedad de artistas que muchas veces parecen no tener nada en común, formando un
grupo estético en realidad más heterogéneo que la pintura que se titulará N eue Sachlichkeit.
Lionel Richard12 comenta: “Cuando El Lissitzky y Hans Arp en su libelo de 1925 sobre
los ismos pretenden que el Expresionismo es un bistec metafísico sacado del Cubismo y
del Futurismo, no se equivocan quizás en lo que atañe a la pintura”.
Visto en detalle, Franz Marc tiene más en común con Delaunay que con Nolde.
Jawlensky parece más un fauvista que un colega de Heckel. Grosz está más dentro de la
tradición dibujística de la revista Sim plicissum us dada por Olaf Gulbranson13 que lo que
28
Ideología vs. Estética: Arte Nazi, años 30
se pueda parecer a cualquier otro expresionista. Es más fácil encontrar las divergencias
entre los pintores que definir la coherencia del “bistec metafísico”. Hay por supuesto
factores de época y clase social, la búsqueda de una alternativa al arte académico, un
interés común entre los artistas por el arte llamado “primitivo . Pero hay otros intereses,
en los subgrupos que componen el Expresionismo, que diluyen esta base común. “Der
Blaue Reiter” (Marc, Kandinsky, Macke, Jawlensky y, marginalmente, Klee) se interesan
por las tradiciones artesanales perdidas. “Die Brücke” (Heckel, Schmidt-Rottluff, Bleyl,
Kirchner, Pechstein y Müller) tratan de ignorar el pasado y de desarrollar una estética
nueva. Grosz, Dix y Beckman se interesan en la realidad política y social y la analizan
críticamente. Barlach, quien trabaja individualmente, se interesa en rescatar la tradición
gótica. Nolde, otro individualista, busca lo “esencial” de las cosas dentro de una tradición
germano-pagana.
Hay, claro, detalles formales que unifican el estilo: el aumento de la carga emocional
del mensaje a través de la expresión del material; la utilización de la velocidad de ejecu
ción para los mismos efectos, algo que hasta entonces era garantía de desprolijidad; el
“primitivismo” en términos de deliberada simplificación y reducción de la cantidad de
información para lograr impacto visual. Pero quizás más que todo eso, es la preocupa
ción de ubicar esos elementos en un contexto nacional lo que unifica a esos pintores. El
Cubismo, quizás por ser una especulación sobre el arte mismo y sobre la percepción del
espacio, no tenía conciencia de fronteras nacionales. El Dadaísmo y el Surrealismo fueron
deliberadamente intemacionalistas. El Futurismo, aún cuando íntimamente ligado al
fascismo italiano, se preocupó por la industrialización y la guerra en términos de la cultura
y de la civilización en general. El Constructivismo quería abiertamente establecerse como
un lenguaje visual internacional.
14 Richard, op.cic.
29
Historia y teoría del arte
Una de las primeras victorias del ala academicista, aunque pasajera, se produce pre
cisamente en 1930 con el triunfo nazi en las elecciones de Turingia. El ya mencionado
Schultze-Naumburg es designado director de la Academia de Weimar, la misma Acade
mia de la cual había formado parte el Bauhaus mientras funcionó en esa ciudad. Aparte
de la esperada “limpieza” general, Schultze-Naumburg ordena el blanqueo de un mural
de Schlemmer en el edificio del Bauhaus. Pocos días después fueron descolgadas de las
paredes del Museo de Weimar obras de Dix, Feininger, Kandinsky, Marc, Nolde, Sch-
midt-Rottluff y otros, y del propio Schlemmer. En su diario, Schlemmer escribe algo que
probablemente es compartido por muchos de sus colegas de esos momentos y de momentos
por venir: “Lo terrible de esta reacción cultural es que no se trata de la persecución de
obras con tendencias políticas sino de obras puramente artísticas y estéticas las que por
nuevas y diferentes son equiparadas con bolchevismo. Justamente en el Museo de Wei
mar sufrieron artistas sobre cuya alemanidad de creencias y sentimientos no puede haber
ninguna duda”.16Sin embargo Schlemmer se equivoca, la estética todavía está abierta, es
la situación política la que se va cerrando rápidamente.
En 1932 el partido nazi, sin estar todavía en el poder, tiene un ejército privado (los
S.A.) que es 4 veces mayor que el ejército regular de la República. El Tratado de Versalles
había limitado el ejercito a la cifra de 100.000 y Alemania estaba más o menos respe
tando el Tratado. Entre tanto, el partido nazi contaba con 400.000; ese mismo ejército
privado cuenta, un año después, con una cifra de entre 2 y 3 millones. El 30 de enero de
1933, Hitler es nombrado canciller de Alemania. Entre el 7 de abril y el 20 de julio de
15 Miller-Lane, op.cit.
16 Brenner, op.cit., cita de noviembre 27, 1930.
Ideología vs. Estética: Arte Nazi, años 30
ese mismo año, se aprueban las leyes que eliminan a judíos e izquierdistas de todas las
actividades oficiales y/o profesionales. El campo de concentración ya había sido instaurado
por Himmler en marzo. La quema de libros del 10 de mayo fue inaugurada con un acto
ceremonial presidido por Goebbels. Mientras Grosz ya se había ido de Alemania el 12 de
enero, John Heartfield se escapa el 17 de abril, requerido por sus actividades políticas.
Klee y Kandinsky deciden irse también durante ese año, y Johnny Friedlander es enviado
a un campo de concentración.
El arte no solamente tiene que ser bueno, tiene también que surgir de las condi
ciones dadas por el pueblo, o mejor dicho, solamente un arte que se crea desde lo
popular puede resultar bueno y puede terminar significando algo para el pueblo
para el que fue creado. El arte, en el sentido absoluto en que lo conoce la demo
cracia liberal, no debe existir.
Coincide con Futwángler en los peligros del kitsch y del virtuosismo técnico vacío
y acepta que muchas veces estos vicios son compartidos por “representantes germanos”,
pero aclara que eso solamente es un síntoma de la seriedad de la infiltración de lo no-
germano. Goebbels termina su carta asegurando que “los artistas realmente competentes
cuyas actividades fuera de lo artístico no contradigan las normas de Estado, la política y
la sociedad, como siempre en el pasado, encontrarán también en el futuro nuestra ayuda
y nuestro apoyo más caluroso” 17
17 Brenner, op.cit.
31
Historia y teoría del arte
Salvo el tono germanista, no demasiado ofensivo para una gran parte de la intelectualidad
alemana de la época18, las otras citas son suficientemente ambiguas para ser compartidas
incluso por teóricos de izquierda, en el caso de las relaciones arte-pueblo, y para ser im-
plementadas por la mayoría de los gobiernos del mundo en el caso de los conflictos entre
actividades no-artísticas con actividades del estado. El argumento de que si un gobierno
tiene el derecho de despedir a un maestro si lo encuentra inepto para la educación de la
sociedad, también lo tiene que poder hacer con un artista, será uno de los argumentos
guías para la creación de las Cámaras de Cultura, también en 1933.
Las Cámaras de Cultura fueron el mecanismo más poderoso para organizar a todos
los profesionales de las actividades culturales. De hecho sindicatos estatales, el que estu
vieran bajo la dirección de Goebbels constituyó una seria derrota para los academicistas.
Ignorando fuertes presiones, Goebbels logra esquivar la candidatura de Schultze-Naum-
burg para la presidencia de la Cámara de Artes Plásticas. En esta época, Goebbels sigue
18 Es útil recordar que los judíos recién habían adquirido completos derechos de ciudadanía en 1871, o sea que estos sola
mente les duraron unos 60 años.
19 Speer, Inside The T hird Reich.
20 Brenner, op.cit. La situación en las fábricas se mantuvo estéticamente más abierta que en el resto del país. En 1943 los
obreros todavía tenían posibilidades de ver obras de Nolde, Barlach, Schm idt-Rottluff, etc.
32
Ideología vs. Estética: Arte Nazi, años 30
preocupado por mantener una calidad cultural en Alemania e incluso negocia con artistas
e intelectuales que están en proceso de emigración para convencerlos de que se queden
(infructuosamente con Thomas Mann y con Marlene Dietrich).21 Con las Cámaras de
Cultura Goebbels trata de “dejar de ser un Estado de Derecho para convertirse en una
comunidad creadora”. Aparte de esto, la función primordial de las cámaras era lograr la
pureza racial en las profesiones culturales. Goebbels anuncia el éxito de esta tarea en 1936.
Entre otros profesionales aparecen como miembros de las cámaras Peter Behrens, Mies
van der Rohe y Otto Dix.22
La esperanza del Expresionismo como arte oficial del régimen nazi culmina en 1934,
pero en el mismo año también se produce el colapso de esas esperanzas. Como resultado de
un programa de intercambio cultural con Italia, se organiza en Berlín una gran exposición
de arte futurista, bajo el título de A eropittura. El Futurismo ya había sido introducido
en Alemania en 1912 en la galería de Hermann Walden, la misma que promocionaba al
Expresionismo, pero no había tenido mayor repercusión. Esta vez la exposición venía con
bombos y platillos de los dos países. Marinetti acompaña la exposición personalmente;
Goebbels y Goering forman parte del comité de honor.
Con el slogan “el arte del ojo le ha declarado la guerra al ojo”, Rosenberg trataba de
afirmar un arte populista regional y anti-internacional (lo llamaba “intra-nacional”). Un
21 Brenner, op.cit.
22 John W illet. A r t ofa Nasty Time. New York Review o f Books, junio 26 de 1980. Cita también a Schwitters como miembro
de la Cámara. Sin embargo en 1934 Schwitters declara su desprecio por la idea de las cámaras. Además contrabandea fotos
documentando los efectos del nazismo, insertándolas en tapas de libros que envía a Tristan Tzara a París (Wiederstand
statt Anpassung Hoffman citando a Hans Richter).
23 Miller-Lane, op.cit.
33
Historia y teoría del arte
año más tarde resumirá su teoría artística de la siguiente manera: “El arte es siempre la
creación de una sangre determinada y la esencia formalizada por un arte solamente puede
ser completamente entendida por criaturas de esa misma sangre”.24Tanto Aeropittura como
el modernismo en general representaban al enemigo: conectaban el arte con la vanguardia
internacional y, por más proclamaciones nacionalistas que expresaran, eso era suficiente
para hacerlos anti-nacionales. Todo lo internacional es sinónimo de bolchevique y sirve
a los intereses del comunismo internacional. Es “anti-natural como el marxismo mismo”.
Para agravar la situación, los italianos venían con la presunción de enseñar cómo había que
hacer arte; su ejemplo y presencia interfería con la definición de nacionalidad alemana.
A eropittura implicaba que el arte defendido por Rosenberg no era arte, pero obviamente
los italianos no tenían la sangre que era el prerrequisito para entenderlo.
24 Brenner, op.cit.
25 Shirer. The Rise a n d F a ll o fT h e T hird Reich. Simón &: Schuster, Nueva York, 1959.
26 Speer, op.cit.
T I Hinz. A r t in The T hird Reich. Panteón, Nueva York, 1979.
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Ideología vs. Estética: Arte Nazi, años 30
La masacre de los S.A., el origen del ejército privado del partido nazi, incluye el ase
sinato de Roehm y de Strasser a quienes Hitler acusa después de haber promovido una
revolución en el seno del partido. Finalizada la operación, Hitler proclama públicamente
que no habrá otra revolución en los próximos 1.000 años. Con eso establece la idea del
“imperio de los 1.000 años” y la inmutabilidad del régimen. Es esta inmutabilidad, pieza
clave en su política, la que tendrá repercusiones en la estética. Un régimen inmutable
tiene que tener un arte inmutable que lo represente, un arte sin variaciones debidas a
problemas de moda, fluctuaciones mercantiles, o investigaciones y experimentos. Los
“ismos”, símbolo y consecuencia de estas variaciones, serán proscritos. La categoría de
“modernismo” que internacionalizaba a las distintas vanguardias nacionales, se convierte
en sinónimo de “bolchevismo cultural”. El sufijo “ismo” se convierte en una desventaja
para el Expresionismo tan grande como su estética individualista y pasajera.
A pesar de que Hitler liquida la posición estética del ala goebbelsiana, no concede
una victoria total a Rosenberg. Aunque en términos de gustos Hitler estaba del lado de
Rosenberg, percibía lúcidamente que ninguna de las dos estéticas en polémica eran pro
ductos del nazismo. Tanto el Expresionismo como el academicismo existían desde mucho
antes. La ascensión del nazismo al poder solamente abrió la posibilidad de competir por
el dominio del monopolio estético del régimen. Hitler exige militancia política: no hay
lugar para artistas que se escudan en el folclorismo regionalista y con ello disfrazan una
formación burguesa tradicional. La nueva realidad política requiere una nueva estética
que la sirva con precisión.
Quizás deliberadamente, Hitler no da lincamientos precisos sobre cómo tiene que ser
el arte nazi. Posiblemente él mismo no supiera cómo plantearlo en términos teóricos pre
cisos, más allá del “me gusta - no me gusta”. Posiblemente sintiera que cierta ambigüedad
promovería el trabajo de los artistas y le permitiría aprobar cosas selectivamente después
de los hechos. Pero más que nada, lo que le interesaba era parar la polémica de Goebbels
y Rosenberg sin enemistar a ninguno de los dos. Como consecuencia se concentra más en
explicar cómo no debe ser el arte nazi. La falta de directivas deja a artistas y a burócratas
en un estado bastante confuso y a la espera desesperada de detalles que pudieran guiar su
trabajo. En 1937 Hitler ve los resultados del proceso de selección del jurado del Haus der
Kunst en Munich. Con gran irritación les grita: “No toleraré cuadros sin terminar” 28 La
frase es recogida como dogma. La estética nazi no permitiría obras croquizadas o estudios
que puedan plantear problemas en lugar de soluciones. Las obras serán prolijas, termi
nadas de acuerdo a los terminados que se atribuyen a las técnicas empleadas. El arte será
eterno, perfecto, a-histórico y desproblematizado. La promesa de Goebbels a Furtwángler
no será cumplida. En la inauguración de una exposición en 1941, Baldung von Schirach
dirá: “...el arte no sirve a la realidad sino a la verdad”.29 Martín Damus, analizando los
28 Hinz, op.cit.
29 Damus. Sozialistischer Realismus u n d K u n st im Nationalsozialismus. Fischer, Frankfurt, R.F.A., 1981,
35
Historia y teoría del arte
retratos hechos representando a Hitler, dice que “solamente hay una imagen del Führer,
la oficial... Lo intocable e incuestionable del Führer sería cuestionado por cualquier trazo
individualista. El Führer es uno. Y el arte es uno”.
30 Speer, op.cit. M iller-Lane en su libro también muestra obras patrocinadas por el M inisterio de Aeronáutica con Góring
en el mando, inspiradas en el estilo del Bauhaus. Es útil recordar en este contexto que uno de los empujes iniciales del
racionalismo en el diseño surgió a través de la fundación del DNA (Deutsche Normen Ausschuss) en 1916 a pedido del
ejército alemán que necesitaba una estandarización industrial durante la Primera Guerra. El DNA es el que redacta las
normas DIN (normas industriales alemanas) que todavía se utilizan internacionalmente en medidas de papel y grados
de sensibilidad de materiales fotográficos.
31 Hinz, Les Realismes, op.cit.
36
Ideología vs. Estética: Arte Nazi, años 30
la resistencia a la complicidad. Por otro lado tenemos un régimen político donde los jerarcas,
profundamente ligados a un mismo trabajo político, ofrecen toda la gama estética desde
la vanguardia más internacional hasta el academicismo más regionalista.
Tenemos, en este caso particular, además el hecho insólito de que la más alta jerarquía
del nazismo incluía a un pintor, un dramaturgo, dos arquitectos y un coleccionista de
arte (Hitler, Goebbels, Rosenberg y Speer, y Góring), un ejemplo que ya debiera haber
sacudido los sueños de Kramer antes del caso Blunt.
Dado el tamaño de la industria que rodea a la pregunta, la respuesta parece ser que
sí, lo cual es un milagro, dada la imprecisión de las palabras arte y enseñanza. No hay
prácticamente universidad o colegio sin departamento de arte, aparte de la multitud
de cursos o cursillos, conferencias, publicaciones y venta de materiales y equipo, todos
votando por la afirmativa. Estamos en un periodo de la historia en el cual la mayoría de
los artistas operando en el mercado tuvieron una educación formal, organizada y general
acreditada institucionalmente.
38
¿Es posible la enseñanza del arte?
campo, sino que también saben cómo manipularlo o cómo enganchar con un equipo que
lo manipule por ellos. Los que no tienen éxito en el mercado generalmente se incorporan
a la industria educativa o, en el último caso, se convierten en clientes y corifeos de los
que triunfan. La carrera organizada del arte parecer ser la única dentro de las carreras
profesionales que crea tanto a los productores como a los consumidores. (Las escuelas de
medicina crean médicos, no crean o educan enfermeros).
El plan de estudios, la definición de qué cursos, con qué contenido y en qué orden se
necesitan para capacitar a alguien en algo, es un instrumento útil. Es, en el fondo, una
construcción utópica que trata de minimizar los daños que los malos profesores pueden
causar a los estudiantes. Al mismo tiempo que expresa, también sirve como referencia a la
ideología que mueve el proceso pedagógico. Un plan de estudios claramente formulado,
permite, sin tomar un curso, entender la orientación de la enseñanza, los fines, los inte
reses a los que la enseñanza sirve. Prácticamente puede definir una misión, permitiendo
a todos los participantes decidir si quieren formar parte de ella, y percibir y medir en qué
grado se están plegando o desviando.
Como en todo, la utilidad de este instrumento queda limitada por los problemas de
aquellos que lo crean. Las dudas, las nebulosidades y timideces de los que diseñan el plan de
estudios, quedan incorporadas a este y crean una herencia para el estudiante. El estudiante,
39
Historia y teoría del arte
una vez que llega a ser artista, está condenado a un proceso de desaprendizaje mucho más
duro y penoso que el del aprendizaje por el cual acaba de pasar.
En el caso de la enseñanza artística, el problema parece mucho peor que en las otras
ramas del conocimiento. Las dudas, nebulosidades y timideces no son solamente indivi
duales sino culturales y colectivas. Al artista se le pregunta: “¿Usted qué hace? y el artista
contesta: “Yo pinto al óleo”. A una pregunta que plantea un “qué”, se le contesta con un
“cómo”. Lo que bajo otras circunstancias se percibiría como un dialogo de sordos, o mejor,
un dialogo que no se cumple, en este caso es aceptado por ambas partes como un inter
cambio satisfactorio. El interrogador cree que sabe más sobre el arte del artista. El artista
cree que con la información técnica justifica su actividad. Un científico por otra parte
nunca contestaría “Yo miro a través de un microscopio electrónico”. Tendería a describir
el proyecto (investigación de estructuras moleculares, por ejemplo), no el instrumento o
la técnica empleada, para validar su actividad.
40
¿Es posible la enseñanza del arte?
La ambivalencia del pre-curso sigue existiendo. Las instituciones deciden que no pue
den enseñar arte, crean por lo tanto una serie de filtros. El primero es la autoselección, la
esperanza de que el porcentaje de “talento” esté en proporción a la cantidad de interés que
el estudiante tenga para ingresaval programa. El segundo es la aceptación del estudiante
a través del juicio sobre la obra hecha por el estudiante antes del ingreso. La tercera es
el pre-curso, una antecámara donde se pueden hacer contacto con el estudiante durante
un semestre o un año antes de comprometerse a la aceptación definitiva. Al margen de
la utilización del pre-curso como filtro, aparecen diversas actitudes sobre qué se le da al
alumno. Como herencia de Itten queda un cierto acuerdo que este es el momento de liberar
al alumno de lo que la institución considera “prejuicios” que obstaculizan el desarrollo
correcto. Sirve, por lo tanto, no solamente como iniciación del estudiante sino como
socialización para funcionar en el nuevo ambiente, sus leyes, costumbres y creencias.
Es analizando las “creencias” cuando se percibe que, en general, los cambios con respecto
a la Academia Francesa no son tan radicales. En el modelo de la Academia era claro que
no se enseñaba arte sino técnica. La investigación de la imagen en términos de alternativas
no tenía sentido dado que no existían alternativas aceptables y se presumía unanimidad
sobre la apariencia final de la obra. La calificación de la obra era extremadamente simple,
si la obra se parecía al modelo, era buena, si no, era mala. Desde el Impresionismo en
adelante, los artistas se hicieron un poco más analíticos con respecto a los componentes
de la obra de arte, a tal punto que comenzaron a concentrarse en aspectos parciales del
análisis y a profundizar en ese aspecto. Cada aspecto investigado produjo un ismo, un
movimiento artístico, en parte como consecuencia genuina de una investigación seria,
en parte como estrategia propagandística.
41
Historia y teoría del arte
cargado con prejuicios inaceptables que había que erradicar. Se espera entonces que en el
pre-curso haya una limpieza estética que permita un acceso fácil a la nueva estética guía
del plan de estudios. La actitud de Itten, de ayudar al alumno a ponerse en contacto con
su propia autenticidad, sigue vigente en algunos programas, pero el énfasis mayor, aparte
de la limpieza estética, es la de presentar un menú de materiales y elementos formales en
cuyo contacto el alumno puede decidir con qué prefiere trabajar para, en un segundo
período, especializarse en una técnica tradicional. El énfasis sigue siendo el “cómo”. En
la Academia el “qué” era supuestamente un concepto unánimemente establecido. E nja
post-Academia el “qué” es un concepto unánimemente ignorado. La calificación de la obra,
si bien un poco menos simple, sigue siendo simple. Si la obra se parece a las expectativas
del profesor, es buena, si no, es mala. Las expectativas del profesor están fechadas por la
última obra producida por el profesor; la forma de enseñar y la técnica, también.
Tenemos así que hay planes de estudio cubistas constructivitas, expresionistas, abs
tracto-expresionistas, conceptualistas, y muy pronto, neo-expresionistas.
Pero a pesar de cierta presencia ecléctica en los ejercicios asignados en ciertas clases de
arte, tenemos que los planes de estudio quedan fechados con los profesores que los ponen
en funcionamiento. La función utópica del plan de estudio, la de proteger al estudiante
de los errores humanos, queda cancelada en un gran p o rcen taje, y la s postacademias
se academizan.
• El proceso analítico por el que el arte ha pasado en este siglo ha sacudido seriamente los
parámetros bajo los cuales había operado hasta entonces. No puede ser considerado menos que
notable que en el contexto de una historia del arte tradicional, hoy, y válidamente, se tenga que
aceptar como arte a un “cuadrado blanco sobre blanco” de Malevitch, a las materias fecales
en latas de conserva de Manzoni, a un espacio cualquiera arbitrariamente delimitado por
Ivés Klein o a un tubo fluorescente de Dan Flavin. Las fronteras técnicas, las clasificaciones
discretas y finitas de los medios artísticos a disposición del artista, han perdido sentido. No
que un cuadro al óleo haya dejado de ser una forma válida de expresar arte, sino que un cuadro
al óleo no es más que un ejemplo entre infinitas posibilidades de expresión.
En oposición a esta nueva independencia del soporte técnico del arte, la pedagogía del
arte se sigue apoyando en categorías limitadas y tradicionales. Las categorías “dibujo”,
“pintura”, “escultura” y “grabado” siguen, abiertamente o subyacentes, compartimentali-
zando las actividades institucionales. Otras alternativas surgen como oposición a estas, no
42
¿Es posible la enseñanza del arte?
como generadas por ellas. La idea de que hay técnicas “artísticas” y otras, sigue viva en los
planes de estudios, garantizando la necesidad de desaprendizaje y rebelión.
El científico que, por entrenamiento, queda limitado al uso del microscopio nunca
se preocupará por mirar las estrellas. Por otro lado, el mirador de estrellas o el buscador
de moléculas algún día inventará el telescopio o el microscopio, sin quedar aprisionado
por ellos. El pincel presumiblemente fue inventado para cumplir con una necesidad. El
que hasta ese momento esparcía pigmento con los dedos no lograba la precisión deseada, la
pestaña le salía un poco más gruesa en relación al ojo. Pegando un puñado de pelos en la
punta del palo logró entrarle al detalle, y logró la invención de una herramienta genial. Un
invento igualmente genial y de nuestros días fue hecho por alguien que tenía que pintar
radiadores de calefacción y notó que el pincel era muy incómodo para pintar entre los
intersticios. Agarró un guante y lo llenó de pelos, lo que le permitió pintar acarician
do. Pero desde la invención del pincel, la enseñanza artística lo identificó con el acto de
pintar y oscureció la presencia de una necesidad original. El palito con pelos quedó como
símbolo de una profesión. Y el que desarrolla su arte mientras aprende a pintar sólo ve lo
que el pincel le permite ver. Es posible que las estrellas le queden ajenas, no por decisión
sino por ignorancia.
Con esta actitud tecnicista e historicista, la enseñanza del arte se pone en conflicto con
el arte mismo. Promueve la re-presentación de problemas creativos ya presentados en el
pasado, con las soluciones conocidas y aprobadas que corresponden a estos problemas.
La enseñanza se reduce a la transmisión de información congelada en recetas. Todo lo
que sucede es conocido, cuando no para el estudiante, sí para el profesor, quien aburrido
por la repetición termina aburriendo. Mientras que el arte mismo supuestamente genera
conocimientos, o los organiza en forma hasta el momento desconocida, la enseñanza del
arte se limita a repetir.
Podemos considerar al arte como un campo formado por muchos lenguajes, idiomas
o sistemas de codificación. Para la educación artística tradicional, este grupo de sistemas
de codificación es prácticamente cerrado. Es una cadena finita (por oposición a infi
nita) y cerrada, formada por una acumulación de eslabones técnicos. La cadena es difícil
de abrir y de extender. Collage, serigrafía, fotografía, son ejemplos de técnicas que pasaron
por una ardua lucha antes de ser tímidamente aceptadas por el repertorio. El estudiante se
ve forzado a dominar un eslabón antes que se le permita pasar al siguiente y presumible
mente solamente puede pensar libremente en qué hacer con las técnicas una vez que las
domina todas. La tecnificación de los lenguajes había llegado al extremo de que ciertos
contenidos también eran percibidos como técnicas (retrato, paisaje, naturaleza muerta,
copia de yesos) y como tal también fueron ordenadas jerárquicamente.
Por otro lado el artista es aplaudido en la medida que aporta su propio código, o si por
lo menos demuestra en su obra que la codificación empleada es indispensable e insepara
43
Historia y teoría del arte
ble de la obra. Cuando el artista utiliza recursos tradicionales, de hecho los reinventa, se
apropia totalmente de ellos para acomodarlos a sus necesidades expresivas. Entre la obra
y su presentación se establece una relación certera e inevitable.
Al dejar esta relación fuera del proceso pedagógico se establece una enajenación entre
enseñanza y arte. Parte del proceso que debiera producirse en el ámbito institucional, la
investigación de qué cosa es el arte (al margen de lo que verdaderamente sea, termina siendo
algo bastante concreto y restringido para cada artista) se produce después. La mayoría de
las obras serias consumidas por el público, no son obras de arte, sino productos de la
búsqueda desesperada de los artistas por encontrar el significado de lo que es arte. En
un período histórico donde el proceso analítico del arte forma parte del arte mismo, es
obvio que los productos de esa búsqueda cuelan y se integran fácilmente en el mercado.
Lo borroso de la frontera no es en sí un demérito. Ambos tipos de obra nutren la misma
base cultural de la cual otras cosas emergerán a su debido tiempo, y lo más que puede pa
sar es que en perspectiva histórica nuestro siglo sea interpretado como un período de arte
didáctico. El único problema es que este arte solamente es didáctico para el artista mismo,
no para el público, y lo es como compensación de algo que no sucedió en la interacción
pedagógica y que, si hubiera sucedido, perm itiría la producción de un arte mucho más
maduro y avanzado.
* La escuela de arte, hasta este momento entonces: 1) no enseña arte, 2) aísla y jerarquiza
algunas técnicas como artísticas en oposición a otras, 3) evalúa resultados de acuerdo a
soluciones dadas históricamente, 4) obliga a un proceso posterior de desaprendizaje, y 5)
conduce a un arte esencialmente autodidacta. Lo que la inserción del “primer período”
o “pre-curso” logra es una cierta sensibilización hacia el arte, con la esperanza de que de
allí en adelante algunos estudiantes arranquen solos.
Cabe preguntarse entonces, nuevamente, ¿es posible la enseñanza del arte? ¿Qué
sucedería si fuera posible y se enseñara? O sea, volver a traer la pelota a la cancha.
Una respuesta científica, al menos hoy en día, a si se puede enseñar arte o no, proba
blemente sea imposible. No ha sido un problema que haya logrado una contribución de
recursos económicos suficientes como para lograr un estudio serio que permita recabar
estadísticas útiles para conclusiones antropológicas, sociológicas y culturales que generen
una pedagogía correlacionada. En una lista de prioridades, la enseñanza del arte es usual
mente la que ocupa el último lugar. Sin embargo, la respuesta científica no debiera tener
mayor importancia dadas las repercusiones éticas que la respuesta produciría. Podemos
analizar estas respuestas y de allí deducir una respuesta, que aunque no coincida con la
posible respuesta científica, la abarque y respete el día que aparezca.
Tenemos por un lado la posibilidad de que el “talento artístico” sea una condición
dada a unos pocos, no importa si como asunto genético, por la gracia de Dios, o por el
44
¿Es posible la enseñanza del arte?
Las estructuras que resultan de la primera respuesta son coherentes con nuestra sociedad
capitalista, clasista, competitiva, obscurantista y represiva, pero continuamente buscando
nuevos productos para satisfacer el consumismo que lubrica la economía.
Queda sin embargo una tercera posibilidad: el talento artístico es algo que todos tenemos
como parte de nuestra normalidad, al mismo nivel que nuestra capacidad de aprender el
idioma con que nos comunicamos verbalmente. Si bien no hay datos científicos para apoyar
totalmente esta teoría, es claro que una pedagogía elaborada a través de esta premisa no
daña la formación de alumnos en los otros sistemas, mientras que las otras pedagogías sí
dañarían a los estudiantes de esta. Es aquí donde la decisión ética parece ayudar a elegir
una respuesta hipotética. Asumir que todos tienen talento, necesariamente y aunque la
premisa no sea cierta, tiene que asegurar un mejor desarrollo del individuo y asegurar el
desarrollo de innumerables individuos que se perderían en los otros sistemas.
Para entrar en una pedagogía coherente con esta premisa, tenemos sin embargo que
pasar por una contradicción que pre-existe en nuestra sociedad presente y que obstaculiza
seriamente su aplicación. El artista que se encargaría de implementar esta pedagogía es
45
Historia y teoría del arte
Por otro lado hay decisiones ya tomadas que no necesariamente limitan la libertad
del espectador. Hay una enorme cantidad de convenciones que el artista utiliza, no para
lim itar el campo de acción del espectador sino para ahorrarle tiempo en el proceso de
comunicación. Dentro de la libertad de elegir cualquier forma para delimitar la imagen
en una pintura, la elección del rectángulo es tan obvia y común que la convierte en prác
ticamente invisible. El espectador se dirige a la imagen sin tener que preocuparse por sus
límites. Si el cuadro fuera triangular (la palabra cuadro se ha convertido en tal lugar común
que perdió su cuadratura), se vería obligado a buscar una relación justificadora entre la
forma y la imagen; el artista tendría que haber establecido una necesidad imperativa para
esa relación para evitar que la obra aparezca como arbitraria, forzada y confusa.
46
¿Es posible la enseñanza del arte?
Probablemente la producción de una obra de arte totalm ente abierta no sea posible,
una obra donde la m eta prim ordial sea la de enseñar una percepción más allá de la obra
misma, una obra que ayude a desentrañar la esencia y el sentido de las cosas, una obra que
genere en el individuo la habilidad de hacer que se le revele el universo en los térm inos
precisos que su propia cosm ogonía requiere.
Una obra de arte, una vez hecha, queda aprisionada en su propia estética. Producida,
formalizada, tendrá características que la clasificarán no solamente como obra de arte por
oposición a cualquier otra cosa, sino en relación a otras obras y por lo tanto la instalarán
dentro de cierta tendencia. La obra generadora de creadores tendría que estar al margen
de estas limitaciones.
Las condiciones bajo las cuales se produce arte parecen entonces conducir solamente
hacia la posible libertad y el refinamiento expresivo del artista mismo. Para lograr este
efecto en el espectador, el artista tiene que sacrificar sus propias necesidades creativas y
convertirse en educador. El arte pierde su definición como tal para convertirse en educación
artísticas. La creatividad que el artista invierte en su obra, ahora pasa a ser inadvertida en
el estudiante: en su toma de conciencia del poder de tomar decisiones, en la elección de
las decisiones a tomar, y en la calidad de la formalización de esas decisiones.
Es por este lado que entramos en una estructura pedagógica coherente con la tercera
posibilidad mencionada anteriormente: la suposición de que el talento artístico es parte
de la normalidad, y que la enseñanza del arte, actividad, posible, es una actividad libe
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Historia y teoría del arte
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¿Es posible la enseñanza del arte?
49
Historia y teoría del arte
Hasta este punto “arte” y “educación artística” son en realidad metáforas simplemente
utilizadas para ayudar en el desarrollo del individuo, o sea en lugar de un concepto más
general de educación. La aclaración es importante porque el concepto de educación, para
qué sirve el proceso educacional, siempre aparece a la sombra de dos posibilidades claras,
instrumentadas confusamente. Una de las posibilidades es que el proceso educacional sirve
para socializar al individuo, para integrarlo en la sociedad tal cual está establecida con la
menor cantidad de roces posibles. La otra es la de desarrollar un individuo con habilidades
críticas que le permitan afectar, si no cambiar, a esa sociedad establecida. La visión posi
tiva o negativa de cada una de esas alternativas está en directa relación a la opinión que
se tenga de la sociedad establecida con referencia a la cual se esta discutiendo el proceso
educativo. Lo que de hecho sucede en las democracias liberales es una utilización real de_
la primera alternativa con un pequeño margen de utilización, pero mucha retórica, sobre
la segunda. El hecho de que los argumentos de esta nota puedan ser publicados, incluso^
compartidos y aplaudidos en algunos casos, pero nunca completamente instrumentados
en la realidad, es quizás el síntoma más claro de esta dicotomía. Es también una de las
razones (sin además entrar en una crítica organizada de las democracias liberales y sus
escalas de valores) por las cuales en esta nota la alternativa positiva es la del desarrollo de
un individuo con habilidades críticas y no la de asimilación a una sociedad establecida.
50
¿Es posible la enseñanza del arte?
El estudiante tendrá que enfrentarse con obra relacionada a su obra, trabajos paralelos
que lo pongan en peligro de sentirse derivativo frente a la opinión pública que conozca la
obra del otro y no la suya, o trabajos que sin competir o repetir, tengan puntos de contacto
con su investigación. En este enfrentamiento aprenderá a leer la obra ajena desentrañando
intenciones y entendiendo soluciones de forma que lo obligará a precisar y destilar su
propia imagen al punto que sienta que está contribuyendo a algo.
Por este camino, a veces penoso, comenzará también a acortar la distancia entre lo
que quiere hacer y lo que está haciendo. Al precisar su meta, está también refinando su
control de calidad. Es en este punto donde el estudiante requiere un serio apoyo técnico
que le permita finalizar su obra sin concesiones. La solución técnica de la obra tendrá
que ser exacta, la obra puede fracasar no solamente por torpezas sino también por exceso
de virtuosismo.
Finalmente, el desarrollo del cinismo. Esto no pretende ser una frase banalmente
cínica sino una forma de sintetizar una serie de elementos bastante complejos que se
darán con respecto al arte una vez que el estudiante salga de la institución. El estudiante
pasará de una atmósfera enrarecida de investigación a una realidad concreta bastante
distinta. El proceso descrito hasta el momento, dedicado a la introspección, al análisis
y a la búsqueda de cosas intangibles, como pueden ser “el misterio”, “la magia” o “la
revolución social por medio del arte”, no refleja la realidad en que el estudiante tendrá
que subsistir como artista. No es un proceso asimilativo, por lo tanto el rol de ese artista
emergente es totalmente imprevisible, como lo es también su reacción si no se prepara
adecuadamente. El estudiante tendrá en primer lugar, que definir su público, a quién se
dirige su obra. Si la respuesta es que trabaja para sí mismo, que no es para un público, la
verdad es que la obra será para ese par de millones de individuos que piensan y sienten
como él. Somos únicos, sí, pero no tanto. Sea el público que sea, habrá que estudiar cuál
es la mejor manera de llegar a ese público y habrá que estudiar la obra con los ojos de ese
público, todo considerando qué es lo que se quiere que la obra produzca en ese público.
En el fondo, ajustar la comunicación para un interlocutor determinado.
51
Historia y teoría del arte
La conciencia de esta frontera es importante, no para evitar que se atraviese, sino para
lograr que cuando se atraviese lo sea con plena conciencia. La corrupción peligrosa es la
no percibida, la que sucede inconscientemente.
Con este esqueleto para un plan de estudios tenemos una base que puede generar
infinidad de cursos y de ejercicios. No hay cursos ni ejercicios universales. En nuestro
medio son tan personalizados como lo es la obra de arte. El profesor que se limita a im-
plementar ejercicios creados por otro no es más que un paralelo del artista que cree que
hace arte copiando la obra ajena. El ejercicio asignado a un estudiante tiene que ser el
producto inevitable de la relación compleja entre las creencias y las metas del profesor y las
necesidades reales del alumno. Un buen plan de estudios puede dar una orientación para
que esta relación se cumpla para beneficio del estudiante y de la sociedad en el contexto
de la ideología del plan de estudios. Pero la complejidad de la relación no es reducible
a una estadística. Moriría en la receta y confundiría la claridad de la primera meta: la
diferenciación entre las decisiones propias y las ajenas. El profesor solamente puede ser
tal si se percibe a sí mismo como un artista en un medio diferente. El acto de enseñar
puede, a partir de ese momento enseñar tan bien o más que el tradicional contenido de la
enseñanza. Y así como la obra de arte además de ser una declaración sobre su contenido
es también un comentario explicito sobre el arte mismo, la buena enseñanza tiene que
ser explícita sobre su propio proceso en el momento de comunicarse.
Arte e ideología II
Arte en Colombia número 31
Octubre 1986
En una nota anterior (“Arte Nazi, años 30”; Arte en Colombia número 21, mayo 19&3)
habíamos visto cómo uno de los movimientos puntuales del arte moderno, el Expresionismo,
casi se impone como vocero oficial del mismo régimen que posteriormente lo declararía
arte “degenerado”. La ironía es que el Expresionismo, como muchos otros movimientos
modernistas, es considerado como una manifestación humanista, no solamente en su forma
pero también en las premisas que los artistas siguieron para elaborar la estética, y que no
fue por estas premisas que fue condenado sino puramente por un problema de gusto. El
análisis había surgido a raíz de varias circunstancias confluyentes: un consenso imperante
de que el “modernismo” cumplió su ciclo y la percepción de que fue un período huma
nista (aun cuando elitista), y la aparición de una escuela crítica de arte neoconservadora y
esencialmente formalista en los Estados Unidos. Esta nueva crítica asume la posición de
que cualquier empeño político en el arte contamina y destruye la validez del resultado. El
personaje que en estos momentos mejor simboliza la crítica neo-conservadora (más por
su crudeza que por su calidad) es Hilton Kramer, ex-jefe de la página artística del N ew
York Times, quien ahora dirige la revista “The New Criterion”, publicación cultural de la
nueva derecha norteamericana.
54
Arte e ideología II
el “libertinaje” moral e ideológico de los años sesenta, cuando la “pureza” del modernismo
comenzó a ser socavada sistemáticamente. Uno de los problemas de la crítica neo-conser
vadora es, no solamente que no percibe el formalismo como una posición política, sino
que parece limitar el concepto de la política a un problema de contenido superficial y de
ideología manifiesta.
1 W. Haupman. “The Suppression o f A rt in The M cC arthy Decade” en: Artforum . Nueva York, octubre 1973.
2 Eva Cockcroft. “Abstraer Expresionism, W eapon o f The Coid W ar” en: A rtforum . Nueva York, junio 1974.
55
Historia y teoría del arte
Siqueiros, hizo construcciones para el Primero de Mayo del partido comunista.3 Barnett
Newman se autodefinía como simpatizante de tendencias anarquistas. En general, como
la mayoría de los intelectuales de la época, los artistas habían comenzado con simpatías
comunistas que después del pacto nazi-soviético pasaron a transformarse en posiciones
troskistas. Durante la Segunda Guerra Mundial las tendencias se fueron polarizando y
acomodándose a posiciones más nacionalistas, pero el desvío final hacia el macartismo
que se dio en otros intelectuales norteamericanos, no se produjo en el mundo artístico. Si
había alguna raíz ideológica o filosófica en el movimiento abstracto-expresionista, era más
de carácter existencialista con enriquecimientos místico-panteístas. La preocupación por
las especulaciones sobre la estructuración de la sociedad, la creencia de la vanguardia de
principios de siglo de que el arte podía salvar a la sociedad o que conduciría a la sociedad
socialista, había sido prácticamente abandonada. La característica fundamental que unía
a estos artistas era el individualismo ilimitado. En ese sentido se podían considerar como
no-marxistas, pero no como anticomunistas rabiosos. Sin embargo, el concepto de Barr
fue aceptado, ya sea por persuasión o por oportunismo, y el movimiento se convirtió en
un emblema anti-totalitario y, por lo tanto, en un instrumento claramente político.
The N ew C riterion es una revista que se inserta en esta tradición desde su inicio y
abiertamente. Revistas como Partisan R eview que había empezado como publicación de
56
Arte e ideología II
izquierda, tuvieron vaivenes ideológicos de 180 grados, muchas veces tratando de mantener
un barniz liberal.5 Pero la revista de Kramer comenzó con las cartas sobre la mesa. En su
número inicial (septiembre, 1982), Kramer afirma que “.. .Todavía estamos viviendo las
consecuencias del insidioso asalto a la mente que fue una de las características más repulsivas
de los años sesenta. Las consecuencias culturales de esta vuelta a la izquierda han sido más
graves de lo que comúnmente se cree...”. Kramer, creyente en un humanismo apolítico, en
el arte formal y puro, termina tan contaminado por la política como sus peores enemigos.
Entre tanto, las manifestaciones artísticas, aun cuando no programáticamente comprome
tidas con la política, invariablemente son utilizadas para fines políticos.
Las estructuras políticas y las manifestaciones artísticas de una sociedad son expre
siones de una misma cultura. Sería lógico por lo tanto poder establecer una correlación
estrecha entre ambas, si no inmediatamente, al menos con una perspectiva histórica de por
medio. Sería cómodo poder categorizar que una ideología política determinada necesita
un lenguaje estético inevitable para poder expresarse correcta o eficientemente. Después
de todo, la venta de productos ha logrado una tipología bastante clara para empaquetar
y publicitar la mercancía en el mercado. Sin embargo, en el arte, los resultados estéticos
no parecen ser alineables con la ideología, salvo cuando son productos directos y serviles
de un programa preestablecido. Tenemos sí, coincidencias oportunistas, donde ciertas
soluciones formales parecen satisfacer las necesidades políticas de un momento. Cuando
esto sucede, el arte puede ser utilizado inteligentemente por los organismos políticos
(Mussolini y el Futurismo), pueden ser incompletamente entendidas y mal explotadas
(Unión Soviética y el Constructivismo), o simplemente pueden ser subestimadas (Estados
Unidos y los “earth-works”). Como la correlación a veces parece producirse y a veces no,
la tentación es grande de elegir los ejemplos convenientes para encajarlos en un esquema
apriorístico, descartando o ignorando los que no sirven. Así se explica la falta de análisis
alrededor del Expresionismo alemán durante todos estos años. Así tenemos que se pueden
interpretar las últimas obras de Robert Smithson como síntoma de la misma ideología que
los Estados Unidos aplicaron en Vietnam.6 Pero tenemos al mismo tiempo la presencia
5 Al suscribirme a The N ew Criterion di mi nombre con faltas de ortografía a propósito. La intención fue investigar las
publicaciones y productos compatibles con la revista, dado que todas las publicaciones en los Estados Unidos venden
sus listas de direcciones como ejemplos de mercado pre-seleccionado. Toda correspondencia llevando mi nombre con las
mismas faltas de ortografía por lo tanto proviene de la venta inicial de mi dirección por parte de The N ew Criterion. Por
esa vía recientemente me llegó la oferta de The N ew Republic, una revista considerada como el ejemplo del liberalismo
norteamericano. Un mes después, en su número de febrero 18 de 1985, The N ew Republic publica una nota de John Silber,
presidente de Boston University y uno de los representantes más prominentes del neo-conservatismo, atacando la ley que
obliga al presidente de los Estados Unidos a pasar cualquier declaración de guerra por la aprobación del Congreso. La ley,
según Silber, ata las manos de Reagan en una situación tan volátil como la de Nicaragua que podría necesitar una acción
más veloz de lo que el congreso permitiría.
6 Luis Camnitzer. “Robert Smithson estuvo aquí” en: A rte en Colombia. Número 19, Bogotá, octubre 1982. Incluido en
esta antología.
57
Historia y teoría del arte
de Andrew Wyeth, un artista valioso, pero que de acuerdo a sus lincamientos estéticos se
avecina al arte oficial de Hitler mucho más que al modernismo norteamericano. Wyeth,
que registró su nombre como corporación comercial, es millonario y probablemente el
artista más popular de los Estados Unidos, mientras que Smithson fue y es conocido por
una élite y murió con problemas económicos.
La intención original del artículo precedente a este (“Arte N azi...”) y de éste como
secuela, era simplista y basada en la tentación de establecer una correlación tipológica entre
ideología y producción artística. La ecuación parecía obvia: el arte expresionista alemán era
proto-fascista; en 1982 se está en presencia de un neo-expresionismo, ergo se está en presencia
de una situación política proto-fascista. Si bien todas las partes de la ecuación, con cierto
debate, pueden ser consideradas como ciertas, es la parte del “ergo” la que no funciona.
Son estas pautas, complicadas por gustos estéticos personales, las que determinan
qué es arte y qué no, más que un riguroso juego de formas, para los críticos de arte neo-
conservadores. Kramer se postula como guardián del arte “puro” incontaminado por
las ideologías, por lo popular e, incluso, por el humor. Pero en realidad Kramer no está
defendiendo al arte, sino una definición muy particular y clasista del arte. Es particular
y clasista porque no permite acceso a la categoría arte a ninguna afirmación identifica-
dora de otra clase que no sea la suya. Las identidades de grupo que son permisibles son
formalistas, basadas en ismos estéticos, pero no pueden ser étnicas, de clase o de sexo.
Toda desviación de esa definición automáticamente transporta al producto de la catego
ría de “alta cultura” a la categoría de “cultura popular”. Sin entrar en detalles de quién
precedió a quién (arte al público o vice-versa), la división tiene cierta lógica dado que hay
dos públicos diferentes, que no se intercomunican entre sí. Por un lado está el público
formalista, krameriano, que percibe la afirmación de identidades como algo foráneo al
arte, algo que roba espacio a la especulación formal que ennoblece y acrecienta el poten
cial estético. Por otro lado está el público que integra una identidad dada, que espera la
reafirmación de sus atributos y que percibe la especulación formal como una pérdida de
tiempo elitista, o incluso, como una traición.
58
Arte e ideología II
En toda esta nota, Kramer, a quien no conozco personalmente, no es más que una
metáfora útil que ayuda a generar una cantidad de ideas y de consideraciones. La otra
persona que nos puede servir de metáfora es el general Fernando Landazábal Reyes. Traer
a colación a un general para un artículo de arte puede parecer artificioso, pero en este
caso hay varios argumentos a favor del “artificio”. Originalmente había querido hacer una
entrevista con el general para Arte en C olom bia, pero desgraciadamente los calendarios
no coincidieron. Landazábal Reyes representa a una nueva generación de militares en
Latinoamérica, una generación que consciente o inconscientemente, trata de sustituir a
los trabajadores del intelecto con miembros de la casta m ilitar.8 Mientras los primeros
intentos en este camino no han sido demasiado exitosos, esto no quita que en un futuro
nuestros ejércitos no traten de producir sus propios equipos de tecnócratas, capaces en
sus oficios secundarios e ideológicamente fieles a los ritos impuestos por sus superiores.
En el caso de Landazábal Reyes, si bien sus planteamientos carecen de rigor, tienen sin
embargo una seriedad y un convencimiento que no permiten simplemente descartarlos.
En relación con esta nota interesa porque Landazábal Reyes emite opiniones sobre el arte,
tiene posiciones claras sobre política y sobre gusto estético. El interés como metáfora pa
ralela a Kramer es que políticamente coincide con este (Dios, Patria y Familia en algunas
de sus variaciones) mientras que su gusto estético es totalmente distinto.
Landazábal Reyes destaca que la cultura tiene “una nueva ética que consiste en mostrar
la realidad de la vida tanto más cruda y grosera cuando más ‘avanzado’ e inteligente sea
el autor de la obra artística”.9 “Asombra ver la decadencia del arte, la politización de su
8 Esta percepción fue formulada por el crítico argentino Néstor García Canclini.
9 F. Landazábal Reyes. Estrategia de Subversión y su desarrollo en la América Latina. Ediciones Pax, Bogotá.
59
Historia y teoría del arte
Kramer y Landazábal Reyes se sienten amenazados por las mismas cosas. Es claro que el
general es más tradicionalista en arte que Kramer, pero eso puede ser un problema de falta
de especialización en la materia. Kramer hasta cierto punto acepta un pluralismo estético,
con la condición de que las manifestaciones sean “puras”. Landazábal Reyes, deduciendo
de lo anterior, quiere además que el arte sea figurativo-idealista. Pero ambos temen a las
masas irreverentes. La diferencia entre ambos consiste en la fecha que cada uno fija para
declarar la irreverencia como insufrible. Para Kramer esa fecha es 1960. Para Landazábal
Reyes la fecha parece ser 1860. La diferencia de fechas puede ser consecuencia de una
diferencia de refinamientos estéticos, pero es también consecuencia de que las oligarquías
cuyos intereses sirven son diferentes y sus vulnerabilidades distintas. La posición de Kra
mer no es afectada por una nueva especulación formal por más desconcertante que ésta
sea, siempre que no traiga consigo la afirmación de la identidad de un grupo considerado
“enemigo”. Si se diera esta afirmación, la obra inmediatamente contaminaría la “pureza”
del arte. La posición de Landazábal Reyes por su parte ya comienza a sufrir con la más
mínima variación. El “enemigo” queda definido por la más mínima desviación de lo que
él entiende como artístico, ya sea como representación de un grupo o una desviación
formal. Lo desconocido se convierte en subversivo.
60
Arte e ideología II
los daños que sus valores pueden sufrir con el esquema de Bellas Artes que se presenta.
Sería probablemente demasiado intelectual el tratar de analizar las posibilidades de utili
zación de ese mismo esquema en provecho de sus intereses. Pero tanto Landazábal Reyes
como Kramer se limitan a tratar de entender la obra de arte en un nivel superficial, el que
Frederic Jameson denomina el “estudio del texto” (ignorando el orden social dentro del
cual el texto fue creado y la ideología de la forma en relación con los modos de produc
ción dentro de los cuales se inserta ese orden social).12 Landazábal Reyes y Kramer por
lo tanto pueden identificarse ideológicamente aun cuando no necesariamente coincidan
en la evaluación cualitativa de la obra de arte. Landazábal Reyes usa el gusto acrítico
mientras que Kramer estudia el “texto” exhaustivamente y se queda con aquellas obras
que encajan en su ideología. Desde una perspectiva más profunda e ideológicamente
más consciente, puede haber coincidencias de gusto en ambos personajes. Algunas obras
paladeables por el gusto acrítico pueden tener zonas no estereotipadas o elementos que,
invisibles para le percepción ingenua, pueden subvertir el lenguaje formal artístico. Otras
obras, leídas exhaustivamente (los que estamos especializados en arte fuimos educados
para leer como Kramer) permiten proyectarnos más allá del texto y nos llevan a encontrar
nuestra ideología. O sea que en muchos casos no son las obras elegidas por Landazábal
Reyes o Kramer las que están mal, sino las razones por las que las eligen (suponiendo que
el desacuerdo permite un juicio de valor). La obra de arte, a nivel de texto, se convierte en
mercancía ideológica. Epítetos como “totalitario” (Barr), “fascista” (Stalin) o “degenerado”
(Hitler), son producto de esquemas simplistas y consecuencia de metas políticas aplicadas
a una lectura primaria del texto artístico. Es solamente en este nivel primario en que las
tendencias formalistas y aquellas que tratan de afirmar una identidad, aparentan estar
en campos radicalmente opuestos sin poder lograr el establecimiento de un equilibrio.
Es solamente en este nivel primario que parece descabellado soñar con un arte que logre
satisfacer las necesidades auténticamente culturales de un grupo expresante, con formas
que sin ser ajenas a esa cultura, logren enriquecerla en lugar de repetirla.
Claude Mollard, plenipotenciario para las artes plásticas del Ministerio de Cultura
Francés, recientemente visitó la exposición Von hier aus en Dusserldorf. La muestra, orga
nizada por Kaspar Koenig, mostró una selección de las últimas obras de vanguardia, con
un fuerte énfasis en el arte alemán. En un informe privado a su ministro, Mollard se queja
del éxito de “tendencias que son salvajes y reaccionarias, a veces nacionalistas e incluso na
zis”. El informe terminó en manos del cotidiano Le M atin y causó un pequeño escándalo.
Mollard no menciona nombres de artistas, pero las alusiones parecen referirse a Lupertz,
Kiefer e Inmmedorf, con obras utilizando símbolos militaristas, tradicionalistas e incluso,
en el caso de Inmmedorf, una cruz gamada. El dilema alemán ya era aparente en la Bienal
de Venecia de 1980.13La voluntad de quebrar con el “internacionalismo” y la intención de
61
Historia y teoría del arte
poner sobre el tapete cantidad de tabús de post-guerra, son elementos peligrosos y, por ello,
interesantes. Mollard no se limita a criticar la parte temática del arte alemán, sino también el
proteccionismo nacional que lo promueve e incluso los tamaños de las obras, todo lo cual es
leído como agresividad artística. Las obras mencionadas forman parte del neo-expresionismo
alemán, el cual a su vez se inserta en el neo-expresionismo internacional.
14 Heinz Meter Schvverfel. “Reportaje a Claud M ollard” en: Art. Número 2, Hamburgo, febrero 1985.
62
Arte e ideología II
15 Luis Camnitzer. “El Museo de A rte M oderno de Nueva York rediseñado por un argentino” en: Arte en Colombia.
Número 25, Bogotá, mayo 1984.
63
Historia y teoría del arte
explorativo. Una visión regresiva eclecticista y acrítica de la historia del arte, una iniciación
en el ejercicio del voyerismo emocional, un retorno al objeto pintura como mercancía
identificatoria del arte tradicional, son los factores que, al menos por el momento, definen
al nuevo producto comerciable y explican su éxito.
16 Kramer ya comenzó un pequeño cambio al escribir su contribución para el catálogo de Zeitgeist una exposición con én
fasis neo-expresionista que tuvo lugar en Berlín en 1982, en momentos en que gran parte de esta nota ya estaba escrita.
64
Acceso a la corriente principal
Arte de Colombia número 35
Diciembre 1987
Este texto fue elaborado para las revistas ARTE EN COLOMBIA y N E W ART EXAMINER.
Traducción: Galaor Carbonell
La discusión sobre la lucha de los diferentes grupos étnicos o naciones, y las anécdo
tas sobre sus éxitos o fracasos al intentar el acceso, no son suficientes para ilustrar este
asunto. Más bien constituyen una distracción respecto del tema central. Lo que merece
la atención son los elementos comunes a la experiencia de todos: por ejemplo, el colo
nialismo como una fuerza que incide sobre las colonias tanto internas como externas;
los valores promovidos por las instituciones educacionales que separan a las gentes de
su respectiva identidad; los procesos con que el mercado crea fetiches a partir del éxito
66
individual, considerado por encima del proceso de construcción de la cultura. Estos son
los asuntos sustantivos. Es a través de estos elementos que el mercado se convierte en una
herramienta de la homogeneidad, y que el término “corriente principal” se convierte en
eufemismo de sus propias acciones.
67
Historia y teoría del arte
Atacar al mercado como algo malo es muy fácil. Sus incentivos distorcionantes, su
auto-elogiosa certeza, su capacidad para nivelar la cultura y su profundo racismo lo hacen
un blanco vulnerable. Pero casi todo este ataque presupone que bajo ciertas condiciones,
el mercado puede ser corregido. Si solamente hubiera más curadores o críticos que repre
sentaran a las minorías. Si sólo hubiera más fácil acceso de las minorías. Si sólo hubiera
más galerías para minorías, o más espacio para los artistas de las minorías en las galerías
de la corriente principal.
1 Es difícil categorizar ideologías en arte debido a los muchos niveles disponibles de lectura de sus contenidos, referen
cias, y uso de elementos formales. Existen ejemplos por fuera del ámbito del arte que parecen ofrecer ilustraciones más
claras de este asunto. Los transformadores, esos polimorfos robots de juguete parecen proveer ejemplos más claros de
la estética derechista. Su poder estético se basa no en la apariencia de cada etapa de su transformación, sino en la impe
cable transición que hacen desde una imagen apropiada hasta otra siempre dentro de un contexto militarista y letal. La
fonomímica, esa nueva moda, es otro ejemplo. El artista en este caso renuncia a su posibilidad de crear, al fundirse con
la voz de otra persona. Por otra parte, M arkowitz, un personaje de la “Ley de Los Angeles” se convierte en un símbolo del
post-modernismo de izquierda. Desafiando la belleza formal y el sex-appeal convencional, ese señor bajito y regordete,
insignificante en cualquier calle, es elevado a símbolo sexual gracias a su simpatía, ternura e inteligencia. Los dioses de
la pantalla que nos oprimían, han sido destronados por un tiempo.
68
Acceso a la corriente principal
Cuando la crítica del mercado sigue tales líneas de pensamiento, perdemos de vista
que el mercado primordialmente se sirve a sí mismo y a un sistema socio-económico y lo
continuará haciendo independientemente de cualquier cambio en la raza, género y naciona
lidad de aquellos que desempeñan un papel en el mismo. Ampliar la capacidad de defensa
de quienes participan activamente, ayudará a la supervivencia de los individuos mientras
trabajan. Pero esto no debe confundirse con una revolución contra el mercado. Las culturas
subordinadas y periféricas mantendrán su condición subprivilegiada mientras sus propios
y específicos mercados continúen deprimidos. Han de continuar erosionándose mientras
sigan creyendo en la equivalencia de una obsequiosa internacionalización y el éxito.
El acceso a la corriente principal realmente significa el ajuste del artista a sus exigen
cias. A fines de la década del sesenta tomó lugar un intento por desarrollar algo que se
llamaba capitalismo negro. Claramente se trataba más de promover el capitalismo de las
negritudes. Se presumía que el capitalismo es la mejor, si no la única manera de vida y
que al extender una invitación y al dar alguna ayuda para participar en él, los problemas
críticos desaparecerían. No era, como se ha dicho, una cuestión de integrar los asuntos
de dos partidos, analizándolos con el propósito de crear una tercera alternativa. Era más
bien asunto de tolerar el acceso de uno de los partidos a la corriente principal controlada
por el otro. El capitalismo no iba a cambiar, sino a extenderse.
Es posible que haya llegado el momento de enfocar nuestros esfuerzos críticos sobre el
artista colonizado más que sobre el mercado. Los artistas de este género forman un grupo
inseguro y esquizoide. Por una parte nos morimos de ganas de exhibir en un museo o en
la mejor galería. Si no lo logramos, nos vemos a nosotros mismos como fracasos. Por otra
parte, si alguien más lo logra, nos huele a componenda. Si un comentador de la cultura
dominante se refiere a algo relativo a las minorías, nos parece que sus comentarios son
ignorantes o condescendientes, no importa se están bien informados, o intencionados. Si
los comentarios surgen de un miembro de las minorías, pero en el contexto del mercado,
lo descontamos por ocurrir en la latitud que calculadamente se le permita a alguien que
llena una cuota; no podemos aceptar esas afirmaciones como evidencia de que la corriente
principal ha sido verdaderamente redefinida.
69
Historia y teoría del arte
Arte es aquello que cabe en el mercado, mientras que lo que no cabe es tratado como
algo ajeno a dicho campo. Esta división simplista pasa por alto los procesos que debemos
experimentar en nuestro interior por entrar al mercado, lo mismo que las poderosas distor
siones a que estamos sujetos para lograrlo. Al venir de culturas subordinadas o periféricas,
el intento del artista minoritario de participar en el mercado y así encontrar un sitio central
en la cultura hegemónica, es el resultado de la colonización. Para adquirir membresía con
éxito debemos pasar por un exhaustivo proceso de asimilación. Cuando no logramos llevar
a cabo exitosamente nuestra mimesis, quedamos visible y patéticamente afectados.
culturales y sociales imperceptibles a nivel consciente. Los tres peldaños significaron una
sustitución de valores culturales y la perdida de lo que teníamos. Más significativamente
echamos a perder nuestra habilidad para manejar nuestra propia realidad y encontrar los
elementos con qué construir nuestra independencia. Nosotros, los artistas venidos de otros
países, estuvimos sujetos a las escuelas de arte, tardía e incompletamente estructuradas a
partir de las de los centros culturales hegemónicos. Nosotros, los que hemos vivido en estos
centros culturales hegemónicos, hemos sido procesados directamente hacia el crisol que
todo lo funde. En ambos casos se creó en nosotros un sistema de necesidades artificiales
que nos han llevado a creer que los centros culturales y sus valores realmente definen el
punto superior de la escalera proverbial y que nuestras culturas originales subalternas son
poco válidas. Sin embargo, en alguna parte sobrevive un vínculo que nos hace regresar a lo
nuestro y que define la semilla de una posición que antagoniza a la corriente principal.
Nos han enseñado a ver el arte como actividad apolítica, carente de consecuencias
políticas, a partir de su operación en un espacio no-político. Cuando la política entra
en nuestro trabajo, queda confinada al nivel de un contenido residual, que tranquiliza
nuestra conciencia pero que no nos obliga a revisar nuestras estrategias. No alcanzamos
a ver que la política no se reduce solamente a contenido en una forma simplista. Vivimos
en el mito alienante de que somos primeramente artistas. No lo somos. Somos primor
dialmente seres éticos que distinguimos el bien del mal, lo justo de lo injusto, no sólo en
el ámbito individual sino también en el comunitario y regional. Para sobrevivir ética
mente necesitamos una conciencia política que nos ayude a comprender nuestro medio
y a desarrollar estrategias para nuestras acciones. El arte se convierte en el instrumento
de nuestra escogencia para implementar esas estrategias. Nuestra decisión de ser artista
es política, independientemente del contenido de nuestro trabajo. Nuestra definición del
arte, de cuál cultura servimos, de cuál público escogemos como audiencia, de qué ha de
lograr nuestro trabajo son, todas, decisiones políticas.
71
Historia y teoría del arte
Es más bien una posición que enfatiza que lo vendible no necesariamente nos conviene,
mientras que sí necesitamos detener al colonialismo. Existe una diferencia significativa
entre la autonomía cultural y el chauvinismo. La autonomía cultural conduce a la crea
ción de individuos independientes. El chauvinismo sólo lleva al racismo, y, si adquiere
poder, al imperialismo. Este último no es más que un provincianismo con capacidad
de asustar. Estas afirmaciones presuponen el reordenamiento de las prioridades en un
momento en que el muy necesario cambio radical de la sociedad parece estar, todavía,
fuera de nuestro alcance.
La definición restringida de arte
Arte en Colombia número 59, ArtNexus número 13
Agosto 1994
Desaparecida la obra original, las obras que se hicieron después trataron torpemente
de ilustrar la interpretación de la palabra arte. Lo que hacemos invocando el término
está doblemente separado y empobrecido de lo que fue una especie de arte avant-la-lettre.
Se podría decir que nuestros productos tienen la misma relación enajenada que Marx
describiera para el dinero con respecto a la riqueza.
Como no existía un mercado del arte, esa primera obra de arte no fue una consecuencia
de las ganas de hacer un objeto artístico, sino de la aplicación de un método cognoscitivo.
Fue una forma de adquisición y de organización de conocimientos. El autor ordenó una
realidad que percibía como caótica. Ayudó así a manejar esa realidad, no solamente a
través de un cambio de su propia percepción, sino también a través de la percepción de
sí mismo del observador. La obra fue consecuencia de una actitud en la cual los juegos
formales eran de importancia secundaria.
74
La definición restringida de arte
Por lo tanto, el arte debió haber comenzado como una actividad comprensiva, supra-
disciplinaria, que abarca muchos campos del conocimiento. Usaba la estética solamente
como una forma de comunicación en su presentación final. Por la amplitud de su pers
pectiva el arte era primariamente un acto ético y político. Había ética en el asunto porque
el autor tenía que medir las consecuencias de su propuesta para un cierto ordenamiento
de la realidad y entonces tomar las decisiones apropiadas. Había política, porque el autor
se comunicaba no solamente con individuos sino con una estructura de poder que podía
ser afectada por el mensaje artístico. Probablemente muy poco después se vio que el
arte como una actitud metodológica podía estar en contradicción potencial con ciertos
intereses creados y generar ofensas más graves que la de un ocasional disgusto estético.
El arte podía ser subversivo y tenía que ser domesticado.
La domesticación tuvo lugar en dos frentes: primero en la definición misma del arte,
y luego en la forma que se enseñaba.
No es que los principios éticos estén claros en las bases filosóficas que guían el pensa
miento pedagógico en general. Están presentes, pero en forma problemática. Se subraya
en ellas la realización del individuo, mientras que el libre albedrío y la libertad de expre
sión se dan por sentados. Lo que se percibe socialmente como el bien común determina
los límites de esa libertad y esa individualidad. Son las definiciones de individualidad,
de libertad y de bien común, las que establecen la gama de ideologías pedagógicas. Sin
embargo, ninguna de estas ideologías resuelve la dicotomía tensa entre la liberación del
individuo y la sumisión al orden social. En última instancia es la regla social la que triunfa,
no importa cual sea la clase de gobierno que supervisa la educación. Ningún sistema se
dedica a crear ciudadanos críticos. Estos se crean por generación espontánea y a pesar de
los sistemas de educación, tanto a la derecha como a la izquierda de las ideologías.
Hubo, en las democracias liberales, intentos pedagógicos para generar una oposición
crítica, pero, en última instancia, la educación ha servido mejor a los intereses regresivos.
La pedagogía en los sistemas colectivistas no tuvo mejor destino. Esto se debió a que,
esencialmente, utilizaron los mismos métodos y no fueron capaces de desarrollar una nueva
metodología apropiada y coherente con la sociedad soñada. Ambos sistemas ubicaron el
arte y su enseñanza en el mismo recinto separado y disminuido.
Una vez establecida la palabra arte, lo que había comenzado como una actitud se con
virtió en disciplina. La palabra disciplina con su ambigüedad carcelaria, revela que el arte
en su versión original pudo haber sintetizado una forma de ver y actuar antidisciplinaria.
Paradójicamente, la restricción del arte no facilitó su definición. El arte, igual que Dios,
es más fácil de describir por lo que no es. La restricción nos dejó nada más que con los
productos de una disciplina. Pero mientras podemos reconocer una enfermedad por sus
síntomas, éstos no son suficientes para definirla. En el caso del arte es la distancia entre
los objetos artísticos y la actitud original lo que hace que toda definición verdadera sea
inaccesible. Sin embargo, es interesante que aún dentro de su encierro disciplinario, el
arte exige un reconocimiento de sus calidades inter y multidisciplinarias.
El pasaje del arte a ser una disciplina discreta tuvo otras consecuencias. Nos ha con
vertido - a aquellos que enseñamos- en cómplices de un fraude. Es el fraude en forma
de pirámide, en donde los de abajo, con las esperanzas de grandes retribuciones, van
financiando a los de más arriba. No tengo cifras estadísticas, pero digamos que uno de
cada cien estudiantes que empieza a estudiar medicina se recibe de médico y es capaz
de mantener a su familia. Al mismo tiempo, es probable que menos de uno de cada mil
estudiantes de arte termine como artista capaz de mantener a su familia. Pero peor aún,
la salida económica más frecuente de los que se gradúan es la enseñanza del arte. Hay
un aumento constante de profesores de arte quienes, para poder justificar su existencia,
necesitan una base mayor en la famosa pirámide.
76
La definición restringida de arte
Se limita la cantidad de estudiantes que pueden ingresar a los estudios para evitar una
superpoblación de artistas. Se crean definiciones de calidad cada vez más enrarecidas,
restrictivas y elitistas. Se limitan los fondos destinados a la formación de artistas, achi
cando algunas escuelas de arte, eliminando otras, y el costo de los precios de la educación
artística aumenta. Lo que es un proceso de concentración elitista asegura que la empresa
artística permanezca controlada por los segmentos afluentes de la sociedad. Así el hecho
artístico queda no solamente aprisionado en la palabra arte, sino a la merced de una clase
social que controla la palabra.
Pero aún sin la desaparición de los mitos, el arte -ta l cual lo conocemos- es una ma
nifestación de clase. Las escuelas de arte se asemejan a fin is h in g schools -las escuelas de
refinamiento social para señoritas que preferentemente están en Suiza en donde el gusto
de la gente se ajusta de acuerdo a los patrones de una clase social. Frente a las obras de mis
alumnos muchas veces me sorprendo en el acto de especular sobre cómo hacerlos cons
cientes de su cursilería y mal gusto, cómo hacerlos sensibles a lo que es correcto en arte.
O sea que abandono el campo de la metodología pedagógica para ceder a mis preferencias
estéticas. El proceso de limitación educacional evidencia el clasismo durante el proceso de
la enseñanza y también lo hace más cómodo para el profesor. Nos da estudiantes “mejores”
que tienen menos desviaciones con respecto a nuestro gusto y al modelo de estudiantes
para el que se crearon las instituciones.
77
Historia y teoría del arte
socialistas aceptaron la equiparación del arte con las otras disciplinas universitarias, des
estimando así los aspectos multi e interdisciplinarios. Asumieron que democratizando el
consumo artístico también democratizaban el arte.
.. .La solución para aquel espectador que quiera su propia libertad será la de hacer su
propio arte. Las condiciones bajo las cuales se produce arte parecen conducir solamente
hacia la posible libertad y refinamiento expresivo del artista mismo. Para lograr este
efecto en el espectador, el artista tiene que sacrificar sus propias necesidades creativas
y convertirse en educador. El arte pierde su definición como tal para convertirse en
educación artística. [...] Es por este lado que entramos en una estructura pedagógica
coherente con [...] la suposición de que el talento es parte de la normalidad, y que
la enseñanza del arte, actividad posible, es una actividad liberadora. La meta de esta
estructura no será la creación de “genios” o el superestrellazgo o el monopolio del
mercado artístico. Será la formación de individuos conscientes que puedan afectar
el complejo sociocultural para generar más individuos conscientes.
No reniego para nada de la cita, pero hoy la encuentro algo desenfocada. Está la
preocupación con respecto al “talento” que me obligó a dar prioridad a una verdad ética
por encima de una posible verdad científica para poder asegurar su atribución universal.
Tengo que admitir la posibilidad de que la noción de talento, esa cualidad que se refiere
a unos pocos privilegiados, pueda ser justificada científicamente. Pero una preocupación
con su identificación provocaría la pérdida de estudiantes de arte y un empobrecimiento
social. No solamente podría escaparse un talento no reconocido, sino que aquellos es
tudiantes “sin talento” tienen que tener el mismo derecho a la educación. Dado que la
presunción de que todo el mundo tiene talento elimina un paso arbitrario fundamental
en la exclusión de estudiantes y, dado que conduce a mejores metodologías de enseñanza,
la considero como una verdad ética y necesaria.
La cita también omite otro problema y es que el concepto de talento no proviene del
proceso de generar arte, sino de la evaluación comparativa de los productos que quedan
después del proceso. La evaluación de qué cosa es o no es talento, tanto como la de qué
es buen arte, se ha convertido en una atribución del mercado. No me gusta en la cita que
implícitamente acepta al mercado como generador de pautas artísticas. Hemos logrado
olvidar que el asunto es al revés, el mercado artístico es un destilamiento parcial de cosas
1 Luis Camnitzer. “Museum Wiesbaden” en: Arte en Colombia. Número 16, Bogotá, febrero 1980, pp. 22-24. Y “¿Es posible
la enseñanza del arte?” en: Arte en Colombia. Número 25, mayo 1984, pp. 58-68. Incluido en esta antología.
78
La definición restringida de arte
que suceden durante la enseñanza artística. De alguna manera mi forma de pensar en aquel
momento quedó atada a una definición restringida de arte y, a pesar de tratar de evitarlo,
se ahogó en ella junto con el pensamiento de la mayoría de los educadores progresistas.
Desde hace años, las grandes corporaciones se han dedicado a entrenar a sus propios
empleados. Hay precedentes exitosos y prestigiosos en varias ramas de estudio y no hay
razones para privar al mercado del arte de beneficios de costo reducido aunados con su
falta de hipocresía.2El paso nos permitiría dedicarnos a investigar los problemas del arte
como actitud y como componente de otras disciplinas en el ámbito universitario.
La cualidad mercenaria que el arte adquiere como mercancía fue ejemplificada en una
escena de la película Saló. Pasolini utilizó arte de vanguardia del siglo XX para decorar
una habitación dedicada a distintas formas de depravación, con el fascismo como marco
general. Una de las muchas partes chocantes apareció en el hecho de que las obras de arte
no sirvieron como contrapeso o refugio frente a lo que sucedía en la pantalla. Las obras
se limitaron a decorar decorosamente.
Sin embargo, la estetificación total de la vida diaria, la salida del objeto enajenado,
tampoco necesariamente ofrece una alternativa mejor. En la Alemania nazi, por ejemplo,
la estética permeó a toda la sociedad, pero al servicio de valores negativos. No me refiero
a los síntomas superficiales dados por los gustos de Hitler y Rosemberg quienes, en su
momento, derrotaron las intenciones de Goebbels y Speer de oficializar el Expresionismo.
El gusto de Hitler esencialmente fue no solamente compartido por Stalin, sino también
por Churchill, Eisenhower y muchos otros líderes democráticos y socialistas. Lo mismo
se aplicaba a la arquitectura nazi, común a la mayoría de los edificios gubernamentales
y bancarios de la época en otros países. La estatificación alemana fue notable en asuntos
artísticos de menor importancia. La glorificación del techo a dos aguas,3 la cuidadosa
2 Ya existen ejemplos que ilustran un paso en esa dirección. El Museo W h itn ey de Nueva York tiene su propio progra
ma de talleres, el cual goza de mucho prestigio. Es el caso de una galería sin ánimo de lucro que organiza su propia
estructura económica.
3 El techo horizontal era de tradición mediterránea y, por lo tanto, una solución desarrollada por lo que se consideraba
razas “inferiores”.
79
Historia y teoría del arte
coreografía de las reuniones públicas, el acabado estudiado de los objetos -desde columnas
de alumbrado a molduras-, las formas empleadas en la propaganda y la idealización de
modelos raciales, todas ellas dan la medida de la enormidad de la construcción inmoral
que alimentaban.
Y todas estas características son típicas del arte entendido como disciplina. (A pesar
de que queda el mito de que el arte es un campo propicio para el non-conformismo, de
hecho el non-conformismo permitido es el mismo conformismo aún no descubierto).
Ambas formas de tratar el conocimiento: la interdisciplinaria y la multidisciplinaria, son
pequeños pasos que ayudan a revelar estos procesos dado que sirven para comparar y para
crear modelos estructurales metafóricos.
Es evidente que estamos condenados a seguir recluidos en los programas de arte tradi
cionales, al menos mientras haya oportunidades de empleo. Esto nos obliga a considerar
las posibilidades de acción dentro del gh etto artístico. En un extremo tenemos Jos que
enseñamos arte dentro de esta definición restringida. A pesar de nuestros resentimientos
80
La definición restringida de arte
Dicker-Brandeis fue una artista que estudió con Johannes Itten en la Bauhaus. En 1942
fue enviada al campo de concentración en Terezín, donde la mataron en 1944. Durante
esos dos años se concentró -por primera vez en su vida- en la educación artística, tanto
como una forma de supervivencia mental para ella misma, como una forma de actividad
liberadora para sus compañeros de prisión, niños en particular. En la tradición de Itten,
Dicker-Brandeis escribió:
Las lecciones de dibujo no debieran tratar de convertir a los niños en artistas. Debieran,
en cambio, mantener la creatividad y la independencia como una fuente de energía
necesaria para vivir, estimular la imaginación y subrayar la capacidad de juicio y la
habilidad de observación del individuo. Las clases tradicionales de dibujo son, en gran
medida, culpables de la pérdida de imaginación y creatividad de la gente joven/
El ejemplo puede parecer demagógico dado que las condiciones bajo las cuales enseñó
Dicker-Brandeis no son comparables con las de una escuela. Sin embargo, con un destino
distinto, probablemente no hubiera llegado a ser más que una buena profesora esclarecida
y progresista frenada por el sistema universitario.
Junto con el estudiante tenemos que ser capaces de redefinir ambos el papel del artista
en la sociedad y del arte en el conocimiento.
4 Jarmila Skochova. The Literary Legacy o f Friedl Dicker-Brandejsova, citado por A l H urwitz en: “Friedl Dicker-Brandeis:
The A rt Educador as Hero” en: Seeing Through "'paradise”, Artists and The Terezin Concentration Camp. Massachussets
Collage o f A rt, Boston, 1991.
81
Historia y teoría del arte
Emerge así una doble meta. La primera, enriquecer el oficio del arte con la mayor
cantidad de elementos ausentes. Con ello queremos lograr que el arte refleje las posiciones
éticas del artista. La segunda, fusionar todas las indagaciones intelectuales con una actitud
que refleje las metodologías cognoscitivas empleadas en el arte.
Con respecto al primer punto, el arte tiene que ser analizado en un contexto total, no
solamente con respecto a las decisiones formales. Por lo que sé, nadie nunca se molestó en
analizar en clase los valores estéticos del diseño de una bomba atómica. O en discutir la
calidad del humor literario empleado para bautizar a las bombas tiradas sobre Japón con
los nombres de Little Boy y Fat M an (“Niño pequeño” y “Hombre gordo”). El análisis
obligaría, en forma demasiado obvia, a respuestas éticas aparte de las estéticas. Es así que
los objetos analizados en clase siempre son aquellos percibidos como inocuos o útiles. El
mensaje implícito en los análisis de diseños funcionales de nuestro siglo es uno de bondad
y de lo-correcto-que-es-el-progreso-tecnológico.
En el campo del arte hoy operan dos instrumentos que administran la responsabilidad
del artista: uno es el mercado y el otro la censura. El mercado puede ser el de ventas o el
de reconocimiento en la comunidad intelectual. La censura, en sus formas más obvias,
puede ser manejada por el gobierno o por corporaciones. En comparación con otras dis
ciplinas, el sistema resulta relativamente benigno. Si un médico participa en la tortura
de prisioneros, es culpable frente a la ley en cuanto desaparece el gobierno que lo protege.
Por otro lado, Albert Speer, no fue encarcelado por su arquitectura, sino por administrar
la máquina de guerra alemana. Artistas nazis “puros”, como Arno Brecker, solamente
sufrieron un exilio pasajero del mercado artístico. Sus funciones como apologistas visuales
de esa misma máquina de guerra no llegaron a hacerlos objeto de castigos legales. En
cierto modo, esto es un hecho positivo, dado que de otra manera se abriría el campo a
un tipo de censura intolerable.
La definición restringida de arte
Nos interesa la integración de todas las indagaciones intelectuales en una actitud unifi
cada que refleje las metodologías cognoscitivas utilizadas en el arte. La acción va más allá
del mero desafío a nuestros prejuicios culturales básicos y a la revelación de los procesos
5 En M artha’s Vineyard, una isla de veraneo norteamericana, se venden piedras del pedazo de playa que pertenece a Jaqueline
Onasis por un dólar.
6 El segundo objeto tiene su propio mercado, el de la “reproducción auténtica y original”.
83
Historia y teoría del arte
Retrospectiva Rothko
Arte en Colombia número 10
Septiembre 1979
La obra de Rothko, al menos la que lo hizo famoso, siempre produjo reacciones pola
rizadas. Los defensores lo comparaban con experiencias místicas y trances meditativos, los
detractores con la banalidad del color puro. Dentro de las propias filas del “expresionismo
abstracto”, movimiento dentro del cual se le clasifica generalmente, también existían
sectores ambivalentes. Rothko nunca fue un pintor realmente gestual o dramático, en
ese sentido sus referencias fueron más hacia la música y la poesía (y en la década del 30
más concretamente la mitología).
88
Retrospectiva Rothko
una farmacia y comenzar sus estudios de química, un día visita a un amigo en una clase
de arte. Sus primeros cuadros en la exposición, fechados de 1920 en adelante, son figura
tivos. Aún no siendo de vanguardia, tampoco son anacrónicos. En forma sutil anticipan
muchos elementos de los cuadros de treinta años más tarde. Las figuras están pintadas sin
dibujo, con pincelada suave, colores apastelados y una atmósfera emparentada con algunos
cuadros de Morandi. En la década del 30 aparece un pequeño quiebre en su evolución.
Los cuadros comienza a recordar a Campigli con un poco de Soutine. Una serie de cua
dros amanerados, con crítica social, se realizan entre 1936 y 1938, para inmediatamente
entrar en el campo mitológico durante los años siguientes. Influencias de Masson, Max
Ernst y de Chirico se manifiestan abiertamente en la obra hasta 1945. Obra competente
y confusa, es completamente olvidable si la carrera de Rothko hubiera terminado en ese
momento. Los cuadros, si bien preocupados con temas mitológicos, posiblemente incluso
con intenciones mágicas, tienen uso y abuso de arabescos y organizaciones formales que
los convierten en especies de naturalezas muertas decorativas típicas de finales de esa
década. Probablemente sería más certero no decir que Rothko tiene influencias de Ernst
y de Masson; los cuadros son una ensalada de Ernst y Masson.
Una admiración confesa por Mondrian le ayuda a aclarar la estructura de sus cuadros,
con la ventaja de la eliminación de las líneas negras del Neoplasticismo. La desaparición
de la referencia de la cuadrícula le permite trabajar con el plano del cuadro en lugar del
espacio del cuadro. Al usar pintura relativamente diluida, la obra se integra aún más a la
tela, abriendo el camino a mucha de la pintura norteamericana de hoy.
En 1949, con Violeta, Negro, Naranja, Amarillo, sobre B lanco y Rojo, Rothko se lanza
abiertamente a la estructura simétrica que mantendrá hasta el final. Planos de color sepa
rados por franjas, bordes borrosos, todo organizado horizontalmente sobre telas verticales.
Salvo unas obras hechas para la Universidad de Harvard en 1962, cuadros horizontales
con zonas verticales, la exposición no muestra otras excepciones.
89
Reseñas
Con este paso, Rothko llega a la esencia de su poder, pero también a la esencia de su
fragilidad. La reacción puramente emocional, sin un correspondiente marco de referencia
estructural, es susceptible a accidentes, a callejones sin salida, a liquidarse por un chispazo
de indiferencia. Los cuadros oscilan en períodos de colores vibrantes y ricos, estridentes y
crudos, dulzones y baratos, apagados y negados al público. En cierto modo son su vida,
todos válidos como aciertos o como errores.
Albers pudo haber vivido otros 80 años pintando más permutaciones en sus cuadros.
El juego intelectual era cómodamente abierto. El último cuadro de Rothko es negro en
la mitad superior y gris en la inferior. Es definitivamente un “ultimo” cuadro. La opción
era la de empezar todo otra vez, o la de terminar del todo.
90
Joseph Beuys en el Museo Guggenheim
Arte en Colombia número 10
Septiembre 1979
Beuys es un personaje complejo que funciona a varios niveles, y la política es uno de ellos.
Como profesor en la Academia de Düsseldorf apoyó las rebeliones estudiantiles de 1968 y
atacó la política de inscripciones limitadas abriendo sus cursos a quien quisiera inscribirse. La
polémica llevó a su destitución, por encima de la protesta de artistas e intelectuales alemanes.
Posteriormente, Beuys procesó a la Academia y ganó el juicio. Sus “acciones”, con ingre
dientes políticos, siempre lograron escandalizar a los segmentos conservadores y derechistas
92
Joseph Beuys en el Museo Guggenheim
del público. En 1964, durante una de sus “acciones”, fue atacado físicamente por uno de
los espectadores. La sangre que comenzó a correr de su nariz le sirvió de escenografía para
un crucifijo que inmediatamente encontró entre sus cosas. Hacia 1970 comenzó a elaborar
una especie de democracia plebiscitaria (la “Organización para la democracia directa a través
del referéndum”). Su aporte a la exposición Documenta de 1972 consistió en sentarse en la
muestra durante 100 días para discutir sus ideas con el público. En las recientes elecciones
para el Parlamento de Europa, Beuys corrió como candidato alemán para el partido de los
“verdes”, el partido que reúne a los grupos ecologistas del continente.
Por culpa del propio Beuys, los diferentes niveles en que funciona son difíciles de separar.
Beuys tiene la teoría de que todo es escultura, incluyendo los procesos de transformación
de la sociedad (“como modelamos y formamos el mundo en que vivimos”) en virtud de
lo cual su actividad política es parte de su arte. Cuando meneó el crucifijo frente a su
nariz ensangrentada, se apropió de la agresión y la transformó en arte. Cuando invitó al
ministro Johannes Rau (responsable de su destitución en la Academia) para discutir su
caso en público, este se negó diciendo “no quiero que Beuys me utilice como obra de arte”,
en cierto modo definiendo a Beuys correctamente. Pero al mismo tiempo que el arte de
Beuys es político, también es autobiográfico y egocéntrico, contradiciendo algunos de sus
enunciados políticos. Los productos y actos que estructuran sus obras giran alrededor de
su propia imagen y de la utilería a través de la cual su imagen se expresa. En este sentido,
Beuys quizás sea más un actor que un escultor.
Los objetos con los que Beuys se había hecho famoso estaban hechos, en su mayoría
con partes de fieltro gris y de sebo. En su momento (alrededor de 1960), esos materiales
eran percibidos como anti-materiales. Parecían ser una expansión de los medios escultóricos
tradicionales, chocantes como tales, pero con una presencia fuerte y misteriosa. En realidad
la elección de los materiales para Beuys era un asunto mucho más simple y elemental. Lo
complicado era la historia que sirvió de base para la elección de los materiales. Existen por
lo menos dos versiones. En el catálogo de la exposición se explica que el bombardero nazi
que Beuys piloteaba durante la Segunda Guerra M undial fue abatido en Crimea. Según
93
Reseñas
Beuys, fue recogido por los tártaros (“que son los nómadas de Crimea”) quienes lo frotaron
con sebo y envolvieron con fieltro para darle calor. La otra versión de la historia, dada por
Beuys a un amigo, solamente coincide en el abatimiento del bombardero. Al estrellarse,
Beuys se fracturó el cráneo, quedando con la parte superior sin hueso. Para evitar que se
secara la parte expuesta, Beuys se puso sebo en la cabeza, y después fieltro para proteger
el sebo. Una vez en el hospital, le fabricaron una tapa de platino que hoy día mantiene
cubierta con su famoso sombrero de fieltro. De las dos versiones surge que, para Beuys,
el sebo y el fieltro son materiales de sobrevivencia en el sentido más elemental y menos
estético posible. La estética aparece después, a través de la manipulación de los materiales.
Como él mismo dice, “el origen de todo está en la Palabra”. Este detalle es importante ya
que parece repetirse en casi toda la exposición, aún cuando utiliza otros materiales.
Ante todo, estos dos mangos en una pala significan una clase especial de acción
combinada para gente trabajando la tierra en común. Sin el espíritu de cooperación,
armonía e incluso humor, sería imposible trabajar con la herramienta. Fraternidad
y amor son sugeridos por la forma de corazón de la hoja de acero, mientras los
mangos parecen la aorta o las arterias. De manera que hay aquí una relación con
el flujo de la sangre y el hierro es un elemento importante de la sangre.
Pala con dos m angos obra de 1965, según Beuys necesita esta explicación. Dentro de
la tradición dadaísta, podría estar firmada por Man Ray y Man Ray seguramente hubiera
estado contento si se le hubiera ocurrido. El objeto es visualmente poderoso y sugestivo.
El colapso de la obra ocurre al leer el texto. No hay ningún indicio de que pueda ser en
broma y la obra queda banalizada y aniquilada con tanta chatura y cursilería. Y el proceso
se repite en la mayor parte de la exposición.
La exposición mantiene esa dualidad: objetos fuertes cuando se ven, desinflados cuando
se explican. En la historia del arte siempre hubo un gran margen para las explicaciones
cursis y chatas y no es la primera vez que el artista mismo es el proveedor. Supongamos
que Miguel Angel, junto con la Pietá, nos hubiera dejado un melodrama explicativo sobre
la pobre señora a la cual le dejaron un hijo perforado en el regazo. La reacción algo así
que Miguel Angel era muy bruto, pero tan buen escultor y es la obra lo que importa y la
obra habla por si sola. ¿Porqué no hacer lo mismo con Beuys? En parte porque Beuys no
quiere, en parte porque el momento histórico es distinto.
Es evidente que para Beuys gran parte del peso que tienen sus imágenes depende
de situaciones autobiográficas concretas, ignorarlas falsea la obra. El artista está vivo,
94
Joseph Beuys en el Museo Guggenheim
es parte de la obra y todavía no hay una perspectiva histórica que permita decidir si
podemos ignorar las instrucciones del autor. La obra está creada dentro del contexto de
esa teoría general de la escultura. Eliminar el bagaje conceptual, aislar el objeto visual,
automáticamente pone la obra en un contexto mucho más tradicional y la teoría general
de la escultura, que en si misma es válida e interesante, queda sin sus ejemplos. Ya no
puede incluir la transformación social.
Sin embargo, rama por rama, Beuys, casi al margen de la obra de arte, tiene resultados
válidos. Como profesor, parte de los mejores artistas de vanguardia alemanes pasaron por
sus clases. Su proceso contra el ministro ocurrió en un período particularmente represivo
del gobierno alemán durante el cual la afiliación al partido comunista alemán significaba la
destitución automática de cualquier empleo público. Problemas tecnológicos complicados
terminan bien resueltos, como la manipulación de 20 toneladas de sebo. En 1977, invitado
por la ciudad de Münster, Beuys decidió vaciar la forma de un pasaje subterráneo en sebo.
Para hacer su proyecto tuvo que fundir 20 toneladas dentro de un molde apropiado. El
centro de la masa sólo se solidificó después de 3 meses (el sebo, cortado en 5 pedazos
enormes, está expuesto en el Guggenheim).
95
Reseñas
Francis Bacon
Arte en Colombia número 13
Octubre 1980
Después de una ausencia de 5 años, Francis Bacon vuelve a exponer en Nueva York,
en la galería Malborough. Su exposición anterior en 1975 había sido en el Museo Metro
politano. Este museo normalmente no se dedica a exposiciones individuales de artistas
vivos, ni puede ser considerado un baluarte del arte moderno. El hecho de haber expuesto
a Bacon puede ser tomado como un síntoma del rol peculiar que este artista juega en el
arte de la segunda mitad de nuestro siglo.
Bacon es, casi literalmente, un artista de la segunda mitad de este siglo. Su primera
exposición fue en 1934, pero sólo a partir de 1949 (su segunda exposición de acuerdo al
catálogo) expone regularmente casi sin interrupción. Bacon es un excéntrico en relación a
lo que sucede artísticamente a su alrededor, por lo menos en lo que respecta a los artistas
de su talla. Mientras el arte investigaba todas las rupturas posibles con respecto a sí mismo
y particularmente la pintura se cuestionaba sus límites, Bacon parece decidir ser un pintor
“normal”. Pintor normal en el sentido más estereotipado incluyendo los mitos que rodean
al pintor. Satisface todas las expectativas de la pequeña burguesía proyectando una aureola
de regeneramiento, perversión, locura y droga. Confirma la idea de “bohemia”, palabra
que había sido usada como un eufemismo para “gitano” (en el siglo XIX se suponía que los
gitanos provenían de esa provincia de lo que ahora es Checoslovaquia). Satisface también
las expectativas a un nivel más serio. Su normalidad como pintor es la de aquel que invierte
su sabiduría en una técnica y percibe el mundo a través de esa técnica. La pintura es un
dogma que dice que todo aquello que no es captable con la brocha o el pincel, no existe.
98
Francis Bacon
Las obras en esta exposición vuelven a entroncar con su obra anterior, más poderosa.
El pintor, el dueño de la mano, ha vuelto. Elogiar a Bacon por cosas que serían virtuo
sismos para otros pintores es como elogiar a un gato por ser elegante. Tanto Bacon como
el gato son inocentes del elogio. La fuerza de Bacon está en lo opuesto del virtuosismo,
está en la impecabilidad de la relación entre quién es, qué ve y qué hace. La relación es
tan directa que parece una situación casi animal, una serie de actos reflejos que pueden
causar asombro más que elogio. Es esa impecabilidad lo que hace tan convincente su
mundo. El espectador acepta por un momento que sí; que aquello que no es pintable
no existe. Esto, más que probar el dogma de la pintura, en realidad solamente prueba la
importancia de Bacon.
99
Bienal de Venecia 1980
Arte en Colombia número 14
Marzo 1981
En términos generales, la Bienal de Venecia de este año no resulta ni mejor ni peor que
en años anteriores. Hay, sin embargo, un elemento nuevo o al menos una posibilidad de
especulación nueva, cuyo análisis es más interesante que una prolija descripción de todos
los envíos. El elemento nuevo está dado por el envío de la República Federal de Alemania,
por el síntoma que puede representar y por las consecuencias que puede tener.
100
Bienal de Venecia 1980
demás países, con esporádicas excepciones, tienden al arte epigonal y secundario de los
otros o al folclorismo superficial (Israel y Brasil se destacan como excelentes excepciones
en esta Bienal).
La novedad en esta Bienal es que Alemania parece romper con el “estilo internacional”
y viene con la pretensión de mostrar “arte alemán”. El hecho es interesante porque, en los
últimos años, Alemania era uno de los mercados más fuertes y más ricos para el arte inter
nacional. Esta nueva política alemana, si dura, significa un quiebre importante. Significa
también un paso audaz ya que no hay manera de mirar una afirmación nacionalista de
Alemania sin cierta desconfianza.
La disyuntiva de querer decidir sobre qué es un “arte alemán” ya fue vivida por Ale
mania en la década del 30. En ese momento una de las opciones era la del Expresionismo
alemán. Si bien en 1937 el Expresionismo fue condenado junto con el resto del arte
“moderno” en la exposición de “Arte Degenerado” y en grandes fogatas subsiguientes,
esto sucedió después de grandes peleas internas en el Partido. Hacia 1933, Goebbels veía
al Expresionismo alemán como la contrapartida alemana y nazi al Futurismo italiano y
fascista. Ambos, Goebbels y Goering, eran miembros de honor del comité que patrocinó
la exposición futurista A eropittura en 1934 en Berlín. La Cámara de Cultura organizada
por Goebbels tenía como miembros a gente como Peter Behrens, Mies van der Rohe,
Otto Dix y Schwitters. Emil Nolde era un viejo miembro del partido (que nunca entendió
completamente el porqué su arte fue designado “degenerado”), y su obra se podía seguir
viendo en Alemania junto a la de Pechstein, Pankok y Schmidt Rotluff en exposiciones
después de comenzada la guerra. A Goebbels se le oponía estéticamente Rosenberg quien
abogaba por un arte regionalista, pintoresco y placentero para el pueblo; un arte cercano
a la Naturaleza. Según Rosenberg, había sido el marxismo el que había hecho que el arte
se alejara de la Naturaleza y llevado la situación al punto que “el arte del ojo le había
declarado la guerra al ojo”. El conflicto estético entre Goebbels y Rosenberg era más que
eso, se trataba de delimitar las zonas de poder de cada uno. El conflicto creció al punto
que el propio Hitler tuvo que intervenir. Hitler se opuso a ambas soluciones estéticas
sugiriendo un “Renacimiento Alemán”, cosa que por el arte que hacía y gustaba el propio
Hitler, significó una victoria para Rosenberg. A Goebbels le dio el ministerio.
George Baselitzy Anselm Kiefer, los artistas que representan a Alemania en la Bienal,
son expresionistas. Baselitz normalmente pinta y dibuja imágenes en un estilo derivado
de Lovis Corinth. Sus obras se cuelgan cabeza abajo, cosa presumiblemente suficiente
para inserirlo en el modernismo. En la Bienal solamente expone una escultura (los cua
dros quedaron fuera aparentemente debido a un altercado con el comisario del pabellón
alemán). La escultura, de madera, representa una figura reciclada con un brazo en alto
que los malpensados leen como un saludo nazi. Kiefer hace cuadros dibujados y grandes
xilografías, especialmente estas últimas muy derivadas del Expresionismo alemán de pre
guerra. Como tema usa alegorías teutónicas y demuestra un particular interés en Wagner.
101
Reseñas
Es difícil decidir la intención de los artistas. Puede ser un discurso irónico, puede ser una
reacción a ciertos tabúes impuestos después de la guerra. De cualquier manera, es poco
probable que los artistas estén manifiesta y concientemente rescatando una iconografía
para evocar y re-imponer una política nefasta o para, casi 50 años después, ganar apoyo
a favor de Goebbels. De manera que esta discusión es más sobre el buen y mal gusto y la
ingenuidad del envío alemán; también sobre la fundamentación de la desconfianza.
Queda, después de esto, el otro punto, el de quiebre con el “estilo internacional” por
parte de una de las grandes potencias. En cierto modo esto ya había sucedido cuando
Estados Unidos, digiriendo el pop inglés, lo convirtió en una estética nacional. Hubo
varios motivos por los cuales, en su momento, el pop fue mal entendido como alternativa
para el “estilo internacional”. El mercado estaba controlado por los Estados Unidos y el
arte fue promovido para entrar internacionalmente. La imaginería se relacionaba con el
problema del consumismo, problema existente en todas las sociedades que también con
sumen el arte estadounidense. Los artistas, en lugar de entender el origen de la estética,
se apropiaron de soluciones visuales superficiales convirtiéndose en mini-pops epigonales,
integrando el pop completamente dentro del “estilo internacional”.
Sin embargo, el lograr un arte que funcione para la comunidad que lo genera en lugar
de un arte forzado a competir en un mercado mundial, todavía es una alternativa intere
sante. Obligaría al artista a agudizar una conciencia política para entender profundamente
las estructuras y condiciones históricas en que opera, evitando el tener que derivar de
criterios de calidad establecidos por alguna central cultural colonialista o por estereotipos
superficiales nacionalistas y folclóricos en el sentido más crudo. Hasta ahora hay pocos
ejemplos de calidad para mencionar, algunos intentos de Torres García (como individuo,
no como escuela), del brasileño Oiticica, del suizo Corsi Fontana, del estadounidense
McGowin. Pero cuando el experimento pasa a nacionalizarse pasan desastres como el
de la pintura haitiana. En casos extremos se puede incluso llegar a una incomunicación
completa en términos internacionales, ejemplo dado por China en esta Bienal.
El caso de China es interesante porque no hay ninguna pauta conocida para medir
su envío como contribución al arte. Al entrar a la sala se ven unas sesenta pinturas de
temas que oscilan entre las tradicionales plantas envueltas en bruma china y las parejas
de obreros sonrientes frente a su planta industrial (también envuelta en bruma china).
Vistos más de cerca, los cuadros resultan no ser tales sino reproducciones bordadas con
aguja e hilo que compiten lenta pero perfectamente con la imprenta offset. Usando cá
nones de arte conocidos, las obras son ejercicios vacíos en una artesanía decapitada y una
explotación gratuita del tiempo del ser humano. La única explicación dada por los chinos
consiste en una descripción histórica de las técnicas del bordado en China. Cualquier
explicación nuestra sería esencialmente una proyección de nuestros prejuicios culturales
para distorsionar otra cultura, sin utilidad alguna. Es interesante notar que cuando
artistas chinos reaccionan contra las estéticas oficiales recurren a soluciones visuales
102
Bienal de Venecia 1980
prestadas del occidente en lugar de investigar nuevas soluciones chinas. Por la época de
la apertura china que produjo los diarios murales también hubo una pared dedicada al
arte y la mayoría de las obras disidentes estaban influenciadas (o al menos se asemejaban)
por la obra de Munch.
Sería injusto terminar esta nota sin mencionar el envío argentino. Aplicando criterios
críticos normales es, sin duda, uno de los peores envíos en toda la Bienal. Sin embargo,
estimula una fantasía divertida: el día que las grandes potencias se decidan a hacer arte
nacionalista, el folclore de los países marginales quedará definido por la resaca del “es
tilo internacional”. Sergio de Castro, pintor, y Gómez Fabriciano, escultor, se insertan
cómodamente en lo peor del “estilo internacional” de 1945.
103
La concha de mar, Pablo Picasso, 1912.
La exposición actual supera ampliamente todas las anteriores con sus casi 1.000 obras,
prometiendo ser la exposición más exhaustiva, completa y ambiciosa que se pueda hacer de
su obra. Es, dentro de todo, una selección minúscula de una producción abrumadora. 300
de las obras expuestas fueron seleccionadas de 45.000 que Picasso tenía en su colección
privada. Esta colección privada recién se empezó a mostrar públicamente a raíz de los
procesos legales alrededor de la herencia y de la formación del Museo Picasso en París. El
valor de la obra de la herencia está estimado entre los 250 y 400 millones de dólares. No
solamente las cifras son astronómicas, también los juicios. W illiam Rubin, co-organizador
de la muestra, opina que hay que ir hasta Leonardo da Vinci para encontrar a otro artista
con una inventiva similar.
104
Picasso en el Museo de Arte Moderno de Nueva York
Quizás la mayor debilidad de la empresa sea esta atmósfera que rodea la exposición.
Vamos a rendir homenaje a “nuestro” miembro del Olimpo. Reservamos día y hora
para hacerlo, cola de 300 metros para entrar y, se supone, estadísticamente, que el re
corrido dura unas dos horas: alrededor de 7 segundos por obra. Y esto no es una crítica
de la exposición. Con la expectativa creada (el mito previo, más una increíble campaña
publicitaria incluyendo camisetas con al firm a de Picasso) no hay forma de evitar el
caos sin una buena organización de las visitas, y el recorrido de la exposición funciona
muy bien. La debilidad está solamente en la premisa que propone la necesidad de un
super-hombre para nuestro siglo, al margen de que Picasso sea capaz de cumplir o no
con ese papel. En la fermentación del principio de siglo la mayoría de las ideas y de las
instituciones estaban en el aire y fueron recogidas por más de un artista por vez. Las
discusiones, las investigaciones en equipo, los martirios en grupos de incomprendidos,
fueron los que produjeron los movimientos, mucho más que el liderazgo omnipotente
de un individuo. Dentro de esta fermentación hubo individuos más eficientes que otros,
más reconocibles individualmente, más competentes técnicamente o más hábiles en la
promoción, dejando mayores marcas en la documentación histórica. Es un proceso pos
terior y espurio el que nos obliga a hacer decisiones para identificar al “genio máximo”
sacrificando a los otros.
Si bien el M .A.M . ayudó a fabricar tanto la expectativa del super-hombre como al su
per-hombre mismo, es injusto culpar totalmente al M .A .M . o a esta muestra. Obviamente
existe un mercado cultural que pide la super-estrella. Picasso, por varias razones, parece
cumplir bien con las condiciones exigidas para el rol, entre otros motivos, por la enorme
cantidad de obras que produjo (se estiman unas 100.000 obras, lo que daría 3 por día
desde el instante que nace al instante que muere) y, por supuesto, el nivel de estas obras.
Pero, con la escena puesta para ver la obra de un super-hombre, del artista del siglo, del
Proteo que marca la cultura occidental, del Leonardo de nuestro tiempo, ¿cómo se sale
de la exposición? Picasso, ¿realmente es tan genial?
105
Reseñas
Picasso nace en 1881 y su primer cuadro conocido es de 1888. Sus obras infantiles
son infantiles, niño adelantado, pero niño. La comparación que algunos críticos hicieran
con Mozart no funciona. En 1892 entra en la Escuela de Bellas Artes y, por lo que hay
documentado, en el 95 comienza a dar frutos académicos. La P rim era C om unión es un
cuadro típico y académico de la época. Con su metro por metro y medio y los 14 años
del autor, es un cuadro bastante impresionante por su calidad técnica. De ahí en ade
lante Picasso parece pintar contra el tiempo, en un apuro que durará hasta su muerte.
La carrera acelerada es fascinante, hay evoluciones y cambios radicales en períodos de
uno o dos años, pero también hay una sensación de falta de paz para digerir, de cierta
falta de sabiduría.
En 1896 ya pinta como los luministas españoles {Paisaje M ontañoso), aunque con
recaídas académicas {C ienciay C aridad, 1897).
Las recaídas académicas se dan hasta bastante tarde (el retrato de Olga Picasso en 1917
por ejemplo), pero es lógico dadas las condiciones históricas en las que se educa Picasso. Si
hay algo que surge claramente de la exposición es la falacia del argumento de que Picasso
necesitó su formación académica para hacer el arte de vanguardia que eventualmente
hizo. Esa formación, si bien explotada hábilmente en algunas obras, más que nada le
creó un lastre de buen gusto y de aceptación de ciertas reglas de juego que frenaron su
desarrollo. Cuando trata de quebrar su propia tradición tiende a hacerlo con un apuro y
una desprolijidad que muchas veces disminuyen su obra en lugar de liberarla.
106
Picasso en el Museo de Arte Moderno de Nueva York
A lo largo de estos tres años, Picasso dibuja mucho explotando la calidad del cro
quis, la calidad de lo no terminado, un elemento que da una frescura muy atractiva a su
obra, especialmente cuando lo integra a su pintura. Este punto es importante subrayarlo
porque conduce a una explicación más verosímil de Les D em oiselles dA vignon, el cuadro
considerado como el arranque del cubismo (pintado en el verano de 1907). Picasso, en
ese momento, parece estar más interesado en la arqueología y en las máscaras africanas
que en una nueva especulación teórica sobre la percepción del espacio. Es más, concep
tualmente, el interés en el hieratismo de las esculturas africanas en realidad se opone a ese
quiebre total del espacio que plantea el cubismo. El comentario aparentemente cómico
del “aduanero” Rousseau a Picasso: “Ud. y yo somos los pintores más grandes de nuestra
época, Ud. en el estilo egipcio y yo en el moderno”, era bastante certero. En la exposición
hay dos obras que preceden Les D em oiselles dAvignon\ M ujer con las M anos Unidas y M ujer
en Amarillo. En ambas obras el tratamiento de los brazos, que terminan en volúmenes
rotos, es consecuencia de la forma de dibujar y no de una especulación espacial. Visto
en este contexto, Les D em oiselles dA vignon no es más que una extensión de los recursos
formales encontrados en las dos obras.
107
Reseñas
culmina en un cuadro clave: A rlequín de 1915. Picasso lo considera su mejor obra hasta el
momento y, probablemente, tenía razón. Es una obra que en cierto modo sintetiza todo
su desarrollo hasta ese momento y continúa generando obras hasta 1921, cuando pinta
los Tres Músicos. Pero al mismo tiempo que sigue los lincamientos dados por A rlequín,
Picasso también investiga su habilidad como dibujante con retratos de amigos, escenas
campesinas y algunos dibujos que, con los años, se convertirán en la famosa Suite Vo-
llard. Hace también algunos cuadros que lo acercan más a su producción neoclasicista
la cual cumplirá su ciclo en 1923.,Los dibujos y grabados que formarán la Suite Vollard
continuarán hasta 1937. En 1921 nace su hijo Pablo quien estimulará una serie de obras
altamente sentimentales hasta 1924. En 1925 participa en la primera exposición surrealista,
La P intura Surrealista, pero exponiendo cuadros cubistas.
Hasta 1933 Picasso sigue un trayecto confuso y, en cierta medida, banal. Parece más
influido que influyente, apropiándose de soluciones desarrolladas por surrealistas e in
tegrándolas en sus estructuras post-cubistas. La obra tiene cierto grado de automatismo,
pero un automatismo de receta con sistemas de curvas predecibles y ornamentales. Se
destacan, sin embargo, una serie de collages sobre el tema G uitarra donde se adivina la
obra futura de Burri y de Tapies, y el proyecto para el monumento de Apollinaire. En
1930 pinta la C rucifix ión, cuadro interesante fundamentalmente porque ya trae elemen
tos que predicen el G uernica. Una serie de esculturas de 1929-1930 parece derivativa de
González. El trabajo con sistema curvilíneo da sus frutos una vez más en una serie de
esculturas de 1931-1932, la serie de Cabeza d e M ujer. De aquí en adelante, hasta 1937, el
trabajo fundamental de Picasso parece ser la M inotaurom aquia, el aguafuerte más ambi
cioso, elaborado y memorable dentro de su obra gráfica. Hace varios grabados y dibujos
relacionados al tema. En 1936, la República lo nombra director del Museo El Prado. En
1937 hace la serie sobre Sueño y M entira d e Franco, aguafuertes en forma de historietas para
ser vendidos a beneficio de la República. Inmediatamente después trabaja en el G uernica,
una pintura de tamaño mural para ser instalada en el pabellón español de la feria mundial
de Barcelona, denunciando el bombardeo franquista-nazi de un pueblo vasco.
El G uernica es una de las obras más mitificadas en la historia del arte y, por lo tanto,
difícil de ver objetivamente. Las simpatías con la República, la necesidad de encontrar
pintura política que no fuera literalmente realista, el poder tener un ejemplo de arte com
prometido políticamente pero proveniente de un campo estético normalmente acusado
de formalista y elitista, todo creó las condiciones para una inmediata aceptación y éxito
de la obra. Pero es discutible si, al margen de todo el efecto (y afecto) simbólico que la
obra produce, es realmente una de las mejores obras de Picasso. El tamaño (3 metros
y medio por casi 8 metros) es impresionante en el sentido de la relación de escala que
establece con el observador. Sin embargo, elementos que en una reproducción aparecen
como expresivos, en el original aparecen como descuidados. Lo descuidado estaría bien
si estuviera aclarando una falta de interés en la apariencia estética y una liberación de las
trabas artísticas para expresar una indignación justificada. Pero el G uernica es demasiado
108
Picasso en el Museo de Arte Moderno de Nueva York
bonito para permitir ese desvío. Está muy bien y estéticamente compuesto; la relación
de blancos, negros y grises es sumamente elegante. Las superposiciones de planos y los
juegos de líneas de unas formas continuando en las formas siguientes (resabio de los
ejercicios ornamentales del cubismo curvilíneo previo a 1933) hacen de toda la obra un
mural bastante decorativo. La mala influencia que tuvo después en toda una generación
de artistas seudo-politizados (Portinari, Guayasamín), no ayuda a ver la obra con ojos
limpios. Es así difícil determinar el auténtico impacto que la obra pudo haber tenido en
su momento. Pero las obras marginales al G uernica se mantienen bien a pesar de lo dicho.
Tanto Sueño y M entira d e Franco como los estudios y croquis posteriores al mural, tienen
la fuerza que uno desearía que tuviera el G uernica.
La aceleración creada por el G uernica lo lleva poco después a hacer otros cuadros
excelentes: M u jer Sollozando, una serie de M u jer S entada, más un grupo de retratos de
Dora Maar, su amante de turno (una fotógrafa que le ayudó a pintar G uernica y registró
el proceso del mural). Estas obras nos llevan hasta 1939.
En primer lugar tenemos que la lucha de Picasso para establecerse como artista fue
bastante tranquila. Se estableció como personaje en el mundo del arte con sus períodos
azul y rosa, períodos suficientemente agradables y conectados con la tradición artística
como para no crear escándalo y, al mismo tiempo, con suficientes elementos “modernos”
como para ser respetado por sus colegas. Su vinculación a los movimientos de vanguardia
(exceptuando el Cubismo) como son el Dadaísmo y el Surrealismo, no estaba dada tanto
por sus propios aportes a esos movimientos como por la necesidad de esos movimientos,
políticamente, de tener apoyo de gente con poder.
109
Reseñas
Desde 1917 en adelante, Picasso reconecta con sus períodos azul y rosa en diversas
formas en su camino hacia su período neoclasicista. Salvo obras aisladas, cuando se
desprende completamente de esa tradición, lo hace a beneficio de estéticas que se están
desarrollando a su alrededor, o revisando sus propias soluciones en momentos que el
público está más dispuesto a aceptarlo, momentos de menos riesgo.
Es difícil determinar si Picasso modeló en alguna forma substancial el gusto del siglo
XX, o si meramente sirvió a un gusto formado de otra manera. Visto, en perspectiva y en
conjunto, todas las obras, incluso las más flojas, tienen como denominador común el buen
gusto. Pero eso, en principio, solamente confirma la duda en lugar de dar una respuesta.
Es solamente viendo obras de otra gente que en muchas instancias luchan contra el gusto
o trabajan al margen del gusto, que surge la sospecha de que Picasso sirvió más a un gusto
imperante de lo que lo moldeó. Pero eso no implica que Picasso haya sido un mercenario;
significa solamente que su forma sensorial e intuitiva de atacar el problema del arte le per
mitió trabajar solamente dentro de unos límites dados. Afortunadamente esos límites no lo
abrumaron completamente y, salvo cuando se pone intolerablemente sentimental y barato,
sus obras terminan mejores que las de muchos otros trabajando sin el apoyo del buen gusto
estadístico. Es indudable que su obra sentimental y barata le ayudó a cimentar las bases en
un público que, de otra forma, nunca se hubiera acercado a su obra. Logró así una estatura
de personaje mayor de lo que ningún otro artista haya logrado en este siglo.
Sacudido el mito, nos queda por un momento un ser humano que pinta, que se llama
Picasso, y un rol de super-estrella para llenar con un artista. ¿Con qué otro artista podemos
llenar el hueco? Quizás no haya otro. Quizás no nos quede otra alternativa que volver a
instalar a Picasso en el nicho. Quizás el libreto y el actor fueron concebidos juntos y no
son separables. Quizás la explicación (y el balance) es que Picasso dejó su letra en más
cosas que ningún otro artista, aún cuando esas cosas hayan sido creadas por otros. En
ese sentido, Picasso termina siendo una artista super-individualista, egocéntrico y des
interesado en los procesos de formación de una cultura. Eso facilita su ubicación como
super-estrella, al mismo tiempo que reduce su importancia.
110
Gran H otel Semiramis, Joseph Cornell, 1950.
Cornell nació en 1903 y murió en 1972 y la exposición muestra unos 40 años de tra
bajo. Su obra más conocida y, de acuerdo a lo que se ve en la exposición, más importante,
son sus cajas, especies de botiquines de memorias de un efecto encantador. La palabra
“encantador” no es una palabra normalmente utilizada en el dialecto artístico, pero en
el caso de Cornell se aplica en varios niveles. Las cajas son excepcionalmente atractivas
en virtud de la elección de objetos e imágenes y por la forma como están acabadas. Pero
también se refieren a diversas formas de encantamiento a través de intenciones vagamente
alquimistas, evocaciones de viajes extraños, ambientes misteriosos y nostalgias incomple
tamente explicadas. En cierto modo una extensión del collage, las cajas que contienen los
objetos ofician de marco. Inicialmente cajas antiguas encontradas, después fueron hechas
por Cornell mismo y avejentadas por medio de barnices, cocciones en un horno o pegando
documentos viejos. Sintetizando una primera impresión, se podría decir que su obra es el
producto del encanto del escapismo. En 1929, por razones económicas solamente, Cornell
se muda a una casa en donde habitará hasta su muerte. Es en un suburbio de Nueva York
y la dirección es 3708 Utopía Parkway.
112
Joseph Cornell en el Museo de Arte Moderno de Nueva York
En 1930 el Surrealismo aún no había tenido gran influencia en los Estados Unidos.
Una galería, la de Julián Levy, se había dedicado a promoverlo. Las primeras obras de
Cornell estaban particularmente influidas por Max Ernst. En 1931, hace una serie de
collages de viejos grabados en madera prácticamente idénticos en espíritu y técnica a los
que Ernst hiciera en 1921. Cuando Levy vio esos collages incorporó a Cornell a su galería
y comenzó a exhibirlo. Muy poco después Cornell trabaja con objetos y desarrolla su serie
de cajas, afirmando su lenguaje personal.
Los viajes exploratorios de Francia que Cornell hace en Manhattan se hacen cada vez
más' precisos y amplios a la vez. En la medida que desarrolla su certeza sobre qué cosas
busca para su obra, también permite que entren estímulos y objetos en su repertorio que,
aún coherentes con la sensibilidad afrancesada, tienen valor local. Su fascinación con lo
trivial lo lleva a respetar el “kitsch” de las tiendas como Woolworth y los recuerdos de las
tiendas turísticas de la calle 42. Lo trivial a veces conecta intereses aparentemente diversos
y así uno de los momentos importantes de su vida está dado por el descubrimiento de
que Fanny Cerrito (una bailarina famosa del siglo pasado) es la tatarabuela de Jean-Paul
Belmondo. La ambigüedad de la palabra “estrella” le permite trabajar con constelaciones
y con Hollywood. Hollywood le permite la búsqueda de un ideal femenino (vivió toda
su vida con su madre y su hermano inválido) combinado con su interés por el cine (hizo
cine con el camarógrafo de los hermanos Melies y con Stan Brackhage). Los viajes a
Manhattan son, en realidad, viajes al siglo XIX, a Francia, a Hollywood, a su niñez. Son
113
Reseñas
Pero las cajas de Cornell no son únicamente un testimonio de sus viajes, una colección
inerte como lo sería una serie de postales. A pesar de la aparente estructura de muestrario,
lo que serían las muestras se conectan y fabrican un escenario. Son cajas viajables. Lo
trivial, lo exótico, lo extranjero, lo antiguo, lo celestial, lo mecánico incomprensible, la
arbitrariedad detallada, los elíxires sin propósito, los relojes sin tiempo, las bolitas de vidrio,
y la lista es interminable, son todos elementos evocativos que permiten flexibilidad al
espectador. El espectador puede viajar de elemento en elemento guiado por una atmósfera
teatral cuidadosamente administrada que no sugiere aprisionamiento. Es un tour turístico
donde el guía tiene la habilidad de hacer creer que en realidad no está presente.
Pero así como llegó el momento para apreciar el elemento evocativo en la obra de
Cornell, es probable que las condiciones culturales vuelvan a cambiar, que las memorias
y los estímulos que ahora parecen tan claros y compartibles vuelvan a su hermetismo y
quizás desaparezcan completamente. Es posible que Cornell sea un artista efímero.
Los recursos formales de Cornell no son más interesantes que los de una buena vi
trina de joyero, la vitrina que convierte en joya cualquier objeto presentado. Si bien eso
es un logro apreciable, no es un aporte formal que asegure la supervivencia de su arte.
Es probablemente una garantía de que las mismas vitrinas de joyero se encarguen de su
banalización. Lo demás, lo equivalente a un viaje a las “Indias de Occidente”, que es lo
que interesa hoy, posiblemente sea menos permanente. Con sus viajes a otros países, a
otras esferas, Cornell parece encerrarse en su propio siglo.
114
Joseph Cornell en el Museo de Arte Moderno de Nueva York
El lograr eso en los Estados Unidos, en las presentes condiciones históricas, le garan
tiza a Cornell dimensiones distintas a las que tendría logrando la misma cosa en Nepal.
También garantiza una mayor influencia. Esencialmente, sin embargo, es lo mismo que
hizo Figari con menos oposición, en el Uruguay.
115
Roy Lichtenstein en el Museo Whitney de
Nueva York 1970 - 1980
Arte en Colombia número 18
Junio 1982
Lichtenstein es quizás el artista que simboliza más concentradamente al arte pop esta
dounidense. En parte esto se debe a que Lichtenstein eligió de entrada un recurso visual
que llevaba en sí, sin necesidad de transformaciones, todos los recursos y prerrequisitos
que definirían a ese arte.
De hecho había cambios en los cuadros (Albert Boime se tomó el trabajo de com
parar cuadros con las historietas originales), pero el resultado siempre era verosímil al
punto que, sin serlo, parecían copias fieles. En el proceso de estos primeros cuadros,
Lichtenstein logró aislar, subrayar y destilar la estética de la historieta. La hizo visible a
un nivel consciente, la aclaró (y explotó) en su rol de instrumento visualmente educativo
y distorsionante de nuestra época.
116
Roy Lichtenstein en el Museo Whitney de Nueva York 1970 - 1980
nunca había logrado y probablemente nunca había intentado. Había llegado al punto de
comunicar emociones y vender ideologías con una efectividad solamente superada por el
cine y la televisión, pero a una fracción del costo.
La elección por parte de Lichtenstein de ese medio, o al menos del código usado en
ese medio, visto en perspectiva parece fácil. Parece la apropiación no de un problema sino
de una colección de soluciones que ya habían probado su éxito. Sin embargo, la facilidad
de esa elección es engañosa. En el momento en que Lichtenstein se apropia de ese código,
la historieta era la antítesis del arte. Representaba lo inculto, lo cursi, una especie de opio
intelectual. Al hacer lo que hace, Lichtenstein transgrede violentamente la estética impe
rante del momento. Pero aparte de la transgresión, que tampoco es para tanto, Lichtenstein
aporta otras cosas. Dentro de su uso bastante literal de la historieta incluye un análisis casi
exhaustivo de la estética menos aparente del “producto” historieta. Elimina la secuencia
literaria convirtiendo, gracias al uso del cuadro aislado (cuadro de historieta y cuadro de
pintura), a la obra en literariamente “estúpida”. La banalización total del contenido ayu
daba a destacar los aspectos visuales de la obra al mismo tiempo que permitía proyectar
otras interpretaciones por la falta de contexto. Sin utilizar los colores reales de la historieta,
basándose en la relación línea-color y en el esquematismo cromático, Lichtenstein logró
imponer una imagen que parecía más de historieta que la historieta misma. Por otro lado,
explotó la presencia de elementos menos obvios en la historieta, como la retícula y el uso de
texturas prefabricadas, que en la impresión generalmente solamente producen tonalidades
mientras que en sus cuadros se convierten en diseños agresivos.
117
Reseñas
Hasta aquí Lichtenstein es un artista pop ortodoxo (seguimos por 1964). El camino parece
cerrado, condenado a la repetición formulística de los resultados de su propia investigación.
Si el capítulo se hubiera cerrado aquí, Lichtenstein quedaría como un representante nítido
del arte pop, pero también como un artista relativamente simple, apoyado en una receta
interesante, pero receta al fin y al cabo. Tanto Warhol como Oldenburg parecían más fer-
mentales, más creadores de problemas, más impredecibles dentro de sus respectivos sistemas
(muy coherentes) de trabajo. Si bien Lichtenstein da señales de salirse de la historieta estricta
desde temprano [Pelota de Golf, 1962, O villo de Lana, 1963, M ujer con Sombrero Floreado
de Picasso, 1963), estos esfuerzos son esporádicos y obvios, incorporan la publicidad y la
reproducción de obras de arte, expandiendo el campo de la historieta pura. Es recién con
series sistemáticas en 1964 sobre ruinas griegas y sobre grandes pinceladas, en donde empieza
a abrirse el panorama que conduce a la obra madura ahora expuesta en el Whitney.
Es con estas obras donde parece aclararse que el lenguaje desarrollado por Lichtenstein
hasta ese momento ya no depende de la realidad-historieta para funcionar. Se hace evidente
que logró un sistema visual paralelo al de la pintura tradicional, el cual por lo tanto puede
representar y registrar todas las variaciones de esa misma pintura desde Ingres a Mondrian.
Al fijar la “pincelada” (más un brochazo en realidad) como un denominador común para su
visión del arte, Lichtenstein se libera de su origen y prepara una nueva etapa de análisis.
Lichtenstein se dedica en los próximos años a reinterpretar obras de la historia del arte.
Particularmente le atrae el art-decó, estilo que no solamente adapta a su pintura sino que
también genera una extensa serie de esculturas basadas en rejas y barandas de escaleras.
Hay también más cuadros cubistas y revisiones de la obra de Monet. Esta revisión histórica
continúa en los últimos 10 años y constituye la mayor parte de la exposición del Whitney.
Cubismo, Futurismo, Purismo, Surrealismo, arte Amerindio y Expresionismo son moti
vos de grandes telas donde, más que analizar las estéticas correspondientes, Lichtenstein
analiza qué le sucede a su propio lenguaje en conjunción con esas estéticas.
Las obras más interesantes de la exposición son, sin embargo, las que más escapan a estas
referencias. Son una serie de cornisas, de espejos, de naturalezas muertas y de esculturas de
lámparas. Las cornisas están basadas en fotografías de detalles de la arquitectura ecléctica
neoyorquina, frisos de bancos y demás ornamentación falsa y prefabricada. Lichtenstein
los convierte en grandes paneles abstractos donde la decoración pura casi de muestrario,
adquiere una fuerza pocas veces vista. La serie de los espejos lleva ese ascetismo aún más
lejos. No reflejan imágenes y quedan esencialmente óvalos con pequeñas variaciones en la
superficie que en forma misteriosa son suficientes para indicar la idea de superficie espeja
da. En las naturalezas muertas, objetos armados sobre una mesa como lo haría cualquier
118
Roy Lichtenstein en el Museo Whitney de Nueva York 1970 - 1980
pintor de caballete, Lichtenstein integra las imágenes a su lenguaje como lo podría hacer
Cezánne. Pero mientras que en Cezánne el óleo se convierte en cáscara de manzana y
viceversa, formando una unidad indisoluble, en Lichtenstein se producen integraciones a
otro nivel. El diseño de un cristal tallado se convierte en retícula sin forzar la imagen del
vidrio, las imágenes se aplanan y se convierten en la tela misma sin violentar el espacio.
Los recursos estudiados en la historieta le permiten a Lichtenstein detectar superficies
que no necesitan traducción y ubicarlos en su obra con la simplicidad con que un realista
se puede limitar a documentar la realidad.
Es en este punto que nos damos cuenta que la obra de Lichtenstein se independizó.
Que de alguna manera nos fue llevando imperceptiblemente a otra realidad; que una
construcción mental nuestra es la que hace que todavía tratemos de referirnos a los pri
meros cuadros, a hablar de historietas.
Quizás lo que hoy puede sintetizar a Lichtenstein es que logró elaborar un lenguaje
paralelo a la historieta aplicado al arte. Con el mismo impacto, con fuerza simbólica,
con la facilidad de digestión. En ese sentido se puede decir que quedó establecido como
un maestro. Pero con ese balance positivo todavía queda un resto de insatisfacción, qui
zás basado en su formalismo. El esfuerzo investigativo de Lichtenstein, dentro de toda
su brillantez y profundidad, se limitó a desarrollar y pulir un lenguaje y lo que la obra
comunica más que nada es ese proceso, no el uso real del lenguaje.
La crítica puede parecer injusta; hay centenares de artistas que se ubicaron firmemente en
la historia del arte haciendo precisamente eso. Lo que pasa es que en realidad las historietas
son más poderosas que el arte. El que Lichtenstein se haya puesto a investigarlas como
formalista sin posición crítica, es entendible porque le pudo facilitar la investigación, pudo
desarmar el código en forma impersonal. Pero una vez que decide trabajar con ese lenguaje
en particular, uno espera que al fin de la investigación pase algo más allá. Que haya una
aplicación del lenguaje tan poderosa como el lenguaje mismo. Y que haya un uso correcto
y crítico del poder que ese lenguaje otorga. Quizás suceda en la próxima exposición.
119
Rompeolas en espiral, Robert Smithson, 1970.
Cuando Smithson murió en 1973, tenía 35 años y era conocido como uno de los artistas
más importantes de la corriente llamada “land-art” o “earth works”, arte de paisajes o traba
jos en tierra. Con cierta coherencia, se murió, cuando el avión desde el cual estaba sacando
fotografías de un lugar para una nueva obra se estrelló. Smithson está siendo honrado en
estos momentos con una exposición retrospectiva en el Museo Whitney de Nueva York, y
la muestra irá después a la Bienal de Venecia representando a los Estados Unidos.
120
Robert Smithson estuvo aquí
Hacia 1968 todos estos intereses confluyen para formar lo que él y sus apologistas
llamaron una “dialéctica”. La dialéctica se formula en la relación “sitio/no-sitio” (site/non-
site). Dentro de esta relación, el “no-sitio” es la obra escultórica que, en su ubicación dentro
de un paisaje, roba espacio al “sitio”, o sea todo lo que la rodea. El no-sitio es exhibible en
la galería, pero al hacerlo se pierde la noción del sitio. Se produce una visión fragmentaria
y parcial de la obra en virtud de su extracción del contexto para el cual fue creada, o en
virtud de exhibir documentos y no la realidad misma. Cuando la obra queda en su lugar,
deja una marca negativa en el sitio, no permitiendo la percepción perfecta ni del sitio ni
de la obra. De acuerdo a Smithson el “sitio” tendría las siguientes características: 1) límites
abiertos, 2) una serie de puntos, 3) coordenadas exteriores, 4) substracción, 5) certidumbre
indeterminada, 6) información dispersa, 7) reflejo, 8) borde, 9) algún lugar (físico), y
10) muchos. El “no-sitio” en cambio tendría: 1) límites cerrados, 2) una organización de
materia, 3) coordenadas interiores, 4) adición, 5) incertidumbre determinada, 6) infor
mación contenida, 7) espejo, 8) centro, 9) no-lugar (abstracto), y 10) uno.
El problema así planteado se convierte en una paradoja sin solución. La obra que sin
solucionar la paradoja, al menos la capta en forma más satisfactoria es una serie que (pa
radójicamente) no se llama “no-sitio” sino “desfasaje por espejos” (mirror displacements).
Smithson ubica una serie de espejos dentro del paisaje en tal forma que los reflejos se
integran a la realidad. Los ejemplos más exitosos son los hechos en pedregales y arenales,
donde la imagen reflejada queda casi camuflada dentro de lo que es real. El desfasaje existe
pero no se lee. El no-sitio se integra al sitio reestableciendo el equilibrio (la otra pasión de
Smithson, aparte de esta dialéctica, era la entropía). Otros no-sitios de Smithson consisten
en agrupaciones de piedras en cajas de metal o sobre espejos, armadas en la galería con
mapas referentes al sitio de donde fueron tomadas.
En 1970, en la Universidad de Kent hace que se eche tierra sobre un cobertizo hasta
que se rompa la viga central de la construcción. Cuatro meses después fue el asesinato de
los 4 estudiantes durante las demostraciones de protesta contra los bombardeos norte
americanos en Cambodia. El propio Smithson determinó que su obra había sido profética
y un crítico, Phillip Leiden, la proclama como “la obra política más importante desde el
G uernica de Picasso”.
121
Reseñas
La obra siguiente, Spiral Jetty (dique en espiral) es exactamente eso construido con
6650 toneladas de roca en el Gran Lago Salado de Utah. Es la primera obra de esa escala
que Smithson logra construir. Otros proyectos igualmente ambiciosos, como por ejemplo
cubrir un islote de piedra en Vancouver con vidrio para después astillarlo, fueron cance
lados por la oposición de grupos preocupados por la ecología o por no reunir los fondos
necesarios. En una cantera abandonada en Emmen, Holanda, hará C írculo roto / Colina
en espiral, la cual a pesar de haber sido concebida como obra transitoria, a pedido de los
habitantes de la zona queda como instalación permanente. Este hecho hace que Smithson
se interese en la posibilidad de convertirse en un nexo entre los intereses ecológicos y la
industria que crea los problemas. Trata entonces, sin éxito, de convencer a las industrias
mineras más poderosas que le financien obras en lugares arruinados por las excavacio
nes. Tiene correspondencia con Hanna Coal, Keneecott Copper, Anaconda, U.S. Steel,
Union Carbide y Peabody Coal, y les ofrece sus servicios con el argumento de que su obra
ayudaría a mejorar la imagen pública de las compañías, imagen en ese momento asociada
con la destrucción indiscriminada del medio ambiente. Logra finalmente, con subsidios
privados, planear la Rampa am arilla, durante cuya preparación se estrella su avión. La
obra fue construida postumamente. La mayoría de las obras de Smithson de este último
periodo quedan solamente como proyectos no realizados, dibujos y planos.
Queda siempre en su obra el orgullo de las cifras, las toneladas de piedra, las horas-
camión empleadas (292 para el SpiralJetty). Es el producto del mismo desafuero cuantita
122
Robert Smithson estuvo aquí
tivo que produjo las enormes cabezas presidenciales esculpidas en el Monte Rushmore, el
emblema en la jungla de Vietnam, o las extrañas acumulaciones de soldados organizadas
por Mole a principios de siglo para crear sus imágenes fotográficas (el emblema hecho
por Mole, Battle Creek, Michigan, utilizó a 30.000 soldados).
“Lalo estuvo aquí”, uno de los graffiti más antiguos en Latinoamérica, es un buen
ejemplo del arte conceptual anónimo y popular. A primera vista podría parecer lógico y
correcto que un “Robert Smithson estuvo aquí” corresponda a la misma categoría de arte.
Pero esa lectura es consecuencia de una lógica superficial que no percibe el arte como una
manifestación ideológica. O peor aún, de una lógica que prefiere que el arte no sea una
manifestación ideológica. Incluso el arte hecho con esa lógica (y Smithson era abiertamente
“apolítico”) no escapa de ser una manifestación de una ideología.
123
La últim a misión del Dr. Schweitzer (detalle), O yvind Fahlstróm, 1964 - 66.
Durante el último par de años los poderes que administran la cultura neoyorquina han
decidido abrirse al arte de otros países en forma sistemática y organizada. Fue así que se
produjeron invasiones pasajeras del arte italiano, alemán, francés y ahora escandinavo. La
apertura, más relacionada con el agotamiento del mercado nacional que con una conciencia
del provincialismo local, impuso a la “transvanguardia” italiana y a los neo-expresionistas
alemanes e ignoró la contribución francesa. Probablemente el arte escandinavo tampoco
dejará rastros en el quehacer neoyorquino, pero las exposiciones del momento permiten la
revaluación de al menos dos artistas que, si bien muy conocidos, no son apreciados en la
medida de su fama. Los artistas son Oyvind Fahlstróm y Asgerjorn. Ambos están siendo
expuestos por el Museo Guggenheim, junto con una antología del arte escandinavo del
momento, todo bajo el título de Visiones Nórdicas.
124
Visiones del Norte
de la década del 50. El desarrollo de los artistas pop norteamericanos por su parte está
basado en el abstracto-expresionismo y en el arte publicitario. Mientras que el arte pop
norteamericano cuidadosamente evita las actitudes y mensajes políticos (salvo ocasionales
excepciones de Rosenquist), en Fahlstróm la conciencia política siempre fue un ingrediente
fundamental e indisoluble de su obra. Lo que une a Fahlstróm con el arte pop es más que
nada una superficial coincidencia lingüística, el uso de la historieta y de los juegos como
vehículo plástico. Pero mientras que Lichtenstein se dedicaba al análisis y la codificación
del idioma de la historieta, Fahlstróm utiliza la historieta como una caligrafía eficiente
para hacer sus declaraciones críticas y de contenido. Tanto es caligrafía la historieta para
Fahlstróm que sus croquis y anotaciones previos a las obras también toman esta forma.
Con su enfoque primariamente político, Fahlstróm se estableció como un artista pop
tercermundista, una especie de híbrido que la historia del arte no digiere fácilmente.
La desconexión profunda con los pop norteamericanos ya era clara en 1965. En ese
año la galería Sydney Janis organizó una exposición de Arman, Marisol, Diñe, Oldenburg,
Segal y el propio Fahlstróm. A raíz de esa muestra escribí unos párrafos sobre Fahlstróm
para el semanario uruguayo M archa que, para mi sorpresa, coinciden con mis reacciones
frente a esta exposición 17 años después.
Fahlstróm es un problema separado del grupo. Lo único que conocía hasta ahora de
él era un cuadro del 62, consistente en una página de historieta. Ahora tiene dos “pin
turas variables”, la más interesante de las cuales es La G uerra Fría. Hace figuras planas
articuladas, como las muñecas de cartón para vestir, y es la posibilidad de mover cabezas,
brazos y piernas de las distintas muñecas lo que hace variable a las pinturas. Las muñecas
se alternan e integran con figuras pintadas, todo sobre grandes espacios blancos. Todo
el tratamiento es de un dibujante de historietas que, en lugar de dibujar historietas, hace
grandes cuadros alegóricos, o aparentemente alegóricos.
Símbolos como un hombre que se abre la camisa y deja al descubierto un espacio donde
lo único que hay son monedas, que normalmente sería pintura literaria barata, a lo mejor
un poco surrealista, aparecen extrañamente justificados plásticamente. La disposición de
las distintas figuras y muñecos adquiere una fuerza mágica de acumulación de fetiches.
Ropa deshabitada de gente, donde a veces asoma una mano, globitos de diálogo vacíos,
monos y ratas por todos lados, creando un mundo increíblemente alucinado, espeluznante
e incluso supersticioso. Es la primera vez que veo un “pop” más vinculado a lo que puede
ser la expresión de una tribu africana que a la de un país hiperdesarrollado y, sin embar
go, utilizando todos los aportes visuales que se consideran típicamente pop. Parecería
que el movimiento de internacionalización del arte, como el que en su momento fuera
propulsado por el Bauhaus y que causó las acciones epigonales de los artistas mirando
hacia París y Nueva York, está llegando a su término para dar un vuelco contundente.
Es posible que se de una expresión hiperdesarrollada y otra subdesarrollada, equivalente
a las correspondientes divisiones económicas. Por un lado la computadora, por otro lado
125
Reseñas
Mientras Fahlstróm movía bracitos y piernitas para dejar sus cuadros a punto, conver
samos un poco. De familia sueca, nacido en el Brasil, se considera parcialmente parte de
Latinoamérica y reconoce sus diferencias de fondo con el pop norteamericano. Declara
una deuda con Rauschenberg y con Jasper Johns, que le abrieron las puertas a su expresión,
pero no se considera integrante de un movimiento coherente con los demás expositores
de la muestra. No admite el conformismo político de otros artistas, está indignado por
la situación dominicana, se siente miembro activo de una sociedad y se considera en una
posición equivalente al tercerismo.
La obra mencionada, La G uerra Fría pasó a ser una construcción ambiental y una
de las obras más importantes de la carrera de Fahlstróm. Pero fue superada por una obra
siguiente (1964-1966), La Última M isión d el Dr. Schw eitzer, una instalación ambiental de
enorme complejidad visual y literaria, con un asombroso despliegue de recursos creativos casi
derrochados en el sentido que otros artistas usarían pequeños detalles casi desapercibidos
en el conjunto de la obra para justificar obras individuales. A la distancia en el tiempo,
S chw eitzer llega a ser una de las obras más seminales de las últimas décadas, quizás de
la talla del gran vidrio de Duchamp, profética en sus soluciones post-conceptualistas en
un momento en que el conceptualismo mismo todavía no se había formalizado. Es una
de esas raras obras exhaustivas en sí mismas, que no necesita del resto de la obra de un
artista para formar parte de un discurso inteligible.
La obra posterior de Fahlstróm, sin dejar de ser importante e interesante pierde fuerza
en comparación con esta obra particular. El barroquismo creativo de S chw eitzer cesa para
dar lugar a una imaginería casi emblemática que no llega a lograr imágenes definitiva
mente poderosas. Las soluciones formales se van haciendo más tranquilas, agradables, casi
congeladas. Sin concesiones en el contenido, Fahlstróm parece estar buscando una nueva
solución formal que su malvenida muerte nunca le permitió encontrar totalmente.
Otro de los tercios de la muestra del Guggenheim está dedicado al danés Asger
Jorn. La sección de Jorn se dedica casi exclusivamente a su actividad pictórica, hay una
vitrina con libros, pero la complejidad de su obra y de su personalidad y su relación
ambigua con el arte es mayormente ignorada salvo pequeñas menciones en el catálo
go. Conociendo más de la vida de Jorn, la muestra no debiera ser de su agrado. Jorn
126
Visiones del Norte
nació en Dinamarca en 1914 con el nombre de Jorgensen (lo acortó a Jorn en 1945) y
murió, como Fahlstróm, de cáncer en 1973. Estudió pintura con Leger en París, tra
dujo cuentos de Kafka al danés, escribió innumerables ensayos y fue instrumental en
la organización del grupo Cobra en 1947 y de la Internacional Situacionista en 1958.
Gran parte de sus actividades fueron en contra de otras actividades establecidas, incluso
las establecidas por él mismo. El grupo Cobra (acrónimo de Copenhague - Bruselas
- Ámsterdam), fue organizado contra el Surrealismo cargado de literatura que estaba
de moda en la época. El grupo se disuelve en 1951 como grupo teórico (Internacional
de Artistas Experimentales) y Jorn pasa a atacar a los pintores que bajo la protección
del título venden su estética (Appel, Corneille, etc.). Tanto sus ataques a los Cobra
“ablandados” como la promoción de un Bauhaus Imaginista en oposición al antiguo
Bauhaus funcionalista tendrán un vocero organizado en la revista de la Internacional
Situacionista de la cual es corredactor desde su fundación en 1958. Desde allí atacará a
Tomás Maldonado y su Escuela de Diseño de Ulm, como reencarnación del Bauhaus de
la preguerra, y propulsará con los otros situacionistas una noción de cultura basada en la
escala de valores (en oposición a los productos de consumo), una teoría del urbanismo
unitario para la creación de un medio ambiente integral que unifique las experiencias
del comportamiento y, en general, una preocupación por la utilización del ocio y por
la socialización que supere el socialismo del consumo. Sus proclamaciones son a veces
herméticas, a veces lúcidas y siempre polémicas e interesantes. Eventualmente también
su relación con el situacionismo se agria y termina en ruptura después de un artículo (de
los herméticos) en donde denuncia el peligro de que la parafíca se convierta en religión.
Jorn desestimaba el Dadaísmo y aplaudía lo que él llam aba la subversión romántica
de Klee en el Bauhaus. La posición no era compartida por sus colegas situacionistas
y cuando los mismo colegas comenzaron a apreciar a Jarry, el autor de Ubu R ey, las
tensiones fueron aumentando hasta explotar.
127
Reseñas
La tercer sección de Visiones N órdicas está dedicada a artistas más contemporáneos, dos
por país, diez en total. Es una muestra correcta pero no sensacional, ni siquiera demasiado
interesante. Son obras mayormente dentro de los estilos que funcionan en el mercado
internacional, sin aperturas nuevas. Una posible excepción es la obra de Bj0rn Norgaard,
danés nacido en 1947, quien tiene en el Guggenheim una gran obra que impresiona
como teatral (en el sentido escenográfico pero también en el mal sentido de la palabra)
y que me llevó a ignorarlo en una primera instancia. Fue más tarde, al ver el catálogo
con reproducciones de otras obras, que nació el interés. Las obras son completamente
eclécticas, contraponiendo formas y estilos, imágenes e ideas, en total divergencia mutua
para construir monumentos esotéricos, arbitrarios e inexplicables. En la medida que se
puede juzgar las ilustraciones de obras monumentales, la obra es irregular: aciertos y
fracasos, pero siempre valiente.
128
Salto al vacío, Yves Klein, 1960.
Yves Klein
Arte en Colombia número 22
Octubre 1983
El año 1982 terminó en el Museo Guggenheim con una retrospectiva de Yves Klein.
Rosacruz, judoka, egomaníaco con ambigüedades de bufón y charlatán, Klein fue un
artista en permanente controversia. La controversia siempre fue confundida por una niebla
de escándalo y mito fomentada por el propio Klein, más que por el contacto directo con
su obra. Veinte años de alejamiento histórico agregado a una digestión del arte concep
tual que se dio durante ese periodo, parecerían prometer un diálogo más objetivo con su
obra. Sin embargo, la biografía de Klein sigue siendo tan poderosa que la obra continúa
contaminada, tanto para provecho como para demérito.
La fama de Klein dentro del público medio fue cimentada por la película M ondo
C añe que muestra en detalle la ejecución de una de las obras de Klein. Atractivas mo
delos desnudas, embadurnadas con pintura azul, se restregan contra la tela del pintor
dejando la imagen que hará la obra de arte. La meta de la película era mostrar el de
terioro de la cultura humana a través de diversos extremos de perversión. El ejemplo
de Klein satisfacía el segmento del arte. Pero Klein, aparentemente, se dejó film ar con
toda inocencia, creyendo que se le estaba documentando, en buena fe, es decir elogio
samente. El mensaje de la película sólo fue claro cuando la vio por primera vez en el
estreno en el Festival de Cannes. Dos meses después, en 1962 y a los 34 años de edad,
por muchos interpretado como consecuencia del choque del estreno, Klein muere de
un ataque al corazón.
130
Yves Klein
Klein trabajó un poco menos de 10 años y la exposición muestra una revisión bastante
completa de su obra. En total es una colección de obras visualmente agradables, produc
to de una decena de ideas muy buenas que, gracias al momento histórico en el cual las
tuvo, se convirtieron en seminales para una generación de artistas que lo siguieron. En
total, también, deja la percepción de una vida simultáneamente mitomaníaca y mítica,
excelentemente recogida en el catálogo en un largo ensayo de Tom McEvilley.
La idea que generó la mayor cantidad de obras en Klein fue la invención del IKB (Interna
tional Klein Blue). En 1960, Klein patenta un pigmento azul particular (ultramar) mezclado
con una cola de pegar industrial (Rhodopas), cloruro de vinilo, alcohol etílico y acetato de
etilo. Legalmente interpretado, lo que patenta es un vehículo para el pigmento, pero en los
hechos lo hace aparecer como un color, su azul. El patentado del color es la culminación
y oficialización de una especie de imperialismo colorístico que había empezado en 1957
con una exposición en la galería Apollinaire de Milán bajo el título de “El Periodo Azul”
(referencia expresa a Picasso). Las telas eran monocromas. Pero el color pasará a invadir
otros objetos e ideas. Mapas en relieve pintados de azul, esculturas de esponjas, estampillas,
etc. En 1958 pide apoyo a Eisenhower y a Kruschev para su Revolución Azul. Propone un
gobierno francés formado por miembros de su movimiento, bajo el control de un comité de
las Naciones Unidas. Envía cartas al presidente de la Conferencia sobre Detección de Explo
siones Nucleares proponiendo que éstas sean azules. En una de sus exposiciones (la muestra
es el vacío de la galería) sirve un coctel que hará que sus invitados orinen azul durante una
semana. Las posibilidades del azul fueron exploradas prolija y exhaustivamente.
131
Reseñas
timiento por un lado, conocimientos refinados, producto del círculo de sus padres, por el
otro. Cuando en 1954 muestra a sus amigos sus primeros “monocromos”, lo hace en esa
dualidad, como broma y como consecuencia lógica del arte abstracto del momento. Pero
esos monocromos no son siquiera cuadros. Aparecen dentro de un libro-catálogo como
si fueran reproducciones de obra hecha, pero son en realidad papeles de colores recorta
dos y pegados. Armado en la imprenta de un amigo, cada hoja lleva título y medidas en
forma muy ambigua. Una medida, 195 X 97, corresponde invariablemente a la medida
en milímetro del recorte de papel, pero el lector lo tomará, por costumbre, como centíme
tros imaginando una obra importante por lo menos en tamaño. Un nombre, A Londres,
1950, sugiere fecha de ejecución, que no lo es, implicando una larga trayectoria artística
inexistente. Y todo con la prueba irrefutable del documento ante la vista. Si no intención
de fraude, hay al menos una intención satírica con respecto a la literatura promocional
del artista y con respecto a la importancia de los antecedentes biográficos.
1 En 1965, trabajando para Salvador Dalí, presencié un reportaje que le hizo un periodista norteamericano. Antes de em
pezar le preguntó cómo quería que se le dirigiera: “maestro”, “señor”, etc. D alí le contestó en inglés: “llámeme divino
D alí no más”. Se volteó enseguida hacia mí, y guiñando un ojo me dice en español: “Total, es por el mismo precio”.
132
Yves Klein
En 1960 la experiencia de judo será utilizada para la obra más mítica de su carrera: El
pintor d el espacio se lanza a l va cío. En un acto, con ayudantes pero sin testigos oficiales,
Klein se lanza al espacio desde una cornisa y hace documentar el salto fotográficamente.
La foto es un cuidadoso montaje (hay dos versiones, una con un ciclista y otra sin). Klein
efectivamente saltó y fue recogido por alumnos de judo antes de poder desintegrarse contra
el pavimento. El montaje eliminó a los alumnos esperando la estrellada del maestro y los
sustituyó por la calle vacía. Klein se recalcó un tobillo, pero sin embargo todo sugiere
que él mismo se convenció que había logrado desafiar la ley de gravedad. Es innegable
que la imagen lograda con esa fotografía es una de las cimas del arte del siglo XX. Pero es
también un símbolo perfecto de los problemas que Klein tenía con la omnipotencia.
Al mismo tiempo que la carrera de Klein se puede leer como guiada por el autobombo
y el impacto espectacular, hay otra forma radicalmente distinta de leer su obra. Desde
su adolescencia, Klein fue un lector obsesivo, y durante un tiempo alumno inscrito de
los Rosacruces. El catálogo de la muestra explora todas las posibles conexiones entre esa
educación y su obra. El azul y el dorado de sus monocromos, las esponjas de sus esculturas,
el uso del fuego, lluvia y aire para la fabricación de sus obras, son todos explicables con
la simbología rosacruciana. Los escritos de Klein, a veces ingenuos, muestran cierta fe
mística auténtica con relación a lo que hace:
“Es el color que se baña en la sensibilidad cósmica. La línea no tiene el poder de im
pregnar como el color. La línea corta el espacio... El color lo impregna. La línea corre a
través del infinito. El color “es” en el infinito.” “Frente a una superficie de color uno se
encuentra directamente frente a la materia del alma.”
Dos meses antes de la muerte de Klein, fallece Franz Kline, el abstracto expresionista
norteamericano. Joan Miró, totalmente confundido, le envía un telegrama de pésame a
Rothraut, la mujer de Klein. Cuando Klein muere verdaderamente, otro artista conceptual
francés, Ben Vautier, firma su muerte como obra de arte. Son quizás estos dos hechos que
definen con la mayor precisión la posición de Klein en la historia artística de este siglo.
133
M erzbau de Hannover; vista de la gruta, con el gran grupo y la columna móvil, Kurt Schwitters, Fotografía de 1930.
Schwitters en el MOMA
Arte en Colombia número 32
Febrero 1987
Durante el verano de 1985, el MOMA de Nueva York exhibió la muestra más completa
de Kurt Schwitters hecha hasta el momento. Por motivos no completamente explicables,
la obra de Schwitters, si bien respetada, nunca fue promocionada a la altura de otros
maestros modernistas de la misma generación.
Schwitters no fue, sin embargo, un apolítico total. Antimilitarista, logró evadir el servicio
militar activo en 1917, simulando estupidez y extorsionando al médico examinador.1“Me
protegí para la patria y para la historia del arte con valentía detrás de la línea de batalla”.2
1 John Elderfield. Kurt Schwitters, catálogo de exposición. Museum o f Moder A rt, Nueva York, 1985.
2 Kurt Schwitters. Datos de m i vida. 1926. Citado por Elderfield.
Schwitters en el MOMA
La revolución alemana de posguerra lo lleva a declarar: “Me sentí libre y tuve que gritar
mi júbilo al mundo”.3Y más adelante, poco antes de escaparse de Alemania, contraban
dea fotos documentando las acciones del nazismo, insertándolas en libros que envía a
Tristan Tzara.4 Por otro lado, tiene grandes polémicas con el ala política del Dadaísmo
alemán, que llevan a su expulsión del movimiento. La pelea es fundamentalmente con
Huelsenbeck quien lo repudia en la introducción de su Dada Almanach (1920): “Dada
rechaza enfáticamente y como problema de principio las obras como el famoso (poema)
Anna B lu m e de Kurt Schwitters”.5 Schwitters, como muchos de sus colegas dadaístas,
se había dedicado tanto a la poesía como a las artes visuales y el poema Anna B lum e se
había convertido en una especie de “best seller” nacional. El ala política del Dadaísmo
(Grosz, Heartfield, Huelsenbeck, etc.) veía al arte dadaista como un instrumento para
demoler las instituciones artísticas burguesas y no como una forma de crear arte nuevo.
Huelsenbeck había escrito, también en el Dada Almanach, que “Dada es una forma de
hacer propaganda contra la cultura”. El éxito de Schwitters automáticamente lo ponía
dentro de lo institucionalizado que había que demoler y, por lo tanto, fuera del grupo.
3 Ibíd.
4 Peter Hoffman. Widerstand statt Anpassung. Elephanten Press, Berlín Oeste, R.F.A., 1980.
5 Richard Huelsenbeck. Dada Almanach, 1920. Reeditado por Something Else Press, Nueva York, 1966.
6 M anifest Proletkunst. 1923. Citado por Elderfield.
135
Reseñas
el vacío, fuera del contexto histórico y socio-político, de que la obra de arte puede por lo
tanto tener valores absolutos y, por ende, eternos. Schwitters, en ese sentido, sufre un mal
de época típicamente alemán. Su ambición hacia la obra total, ejemplificada en su Merz-
bau (Construcción Merz) - la transformación de su estudio en Hanover en una obra de
arte integralmente ambiental (esfuerzo que después repite en sus exilios noruego e inglés)
- es de corte wagneriano, una inspiración que también tiñe la ideología de la Bauhaus. Las
implicaciones de valores absolutos y eternos en la obra de arte, aunque con formalizaciones
estéticas distintas, también son recogidas por Hitler en las definiciones del arte nazi.
Sus contactos con el grupo De Stijl, a través de Van Doesburg, y con el constructivismo
ruso a través de El Lessitsky, combinados con sus trabajos en publicidad y sus investigacio
nes en tipografía, ciertamente hacen mella en su obra.8La obra se geometriza desde 1923
en adelante hasta finales de la década y Schwitters se considera parte de la Internacional
Constructivista. Schwitters en ese sentido demuestra casi una doble personalidad. En un
texto de 1919 afirma que la pintura Merz (Merzmalerei) trata de acortar la distancia entre
la intuición y la ejecución de la obra de arte. “La única función del artista es la de reconocer
y limitar, delimitar y reconocer”.9 Con esto, Schwitters se convierte en un antecedente de
Pollock. Pero comentando su obra en 1924 menciona sus “primeros esfuerzos por lograr
un rigor más intenso, una simplificación y una expresión más universal”.
136
Schwitters en el MOMA
En un siglo que se caracteriza por los logros analíticos de la estética, donde las des
viaciones de lo programático muchas veces son solamente atribuibles a funciones de
auto-terapia, Schwitters (como Morandi) queda como un artista alternativo y excéntrico,
esencialmente romántico, un capítulo cerrado en sí mismo. Las leyes que violentó fueron
rotas también por cantidad de colegas de la época al mismo tiempo y eso no constituyó
su contribución. Las influencias que dejó estéticamente son superficiales (Nevelson, etc.)
y en ideología estética difíciles de probar (Pollock en realidad toma más de la escritura
automática y de Max Ernst: el collage Para K ate, 1947, hecho con historietas, es más una
genealogía que un origen del arte Pop). La contribución mayor de Schwitters es él mismo.
Incluso, no estando de acuerdo con las premisas teóricas de su arte, con las funciones
que su arte cumple, con el mercado que su arte satisface, la presencia de Schwitters tiene
suficiente fuerza antidogmática como para obligar a revisar críticamente las tentaciones
extremistas que todos los artistas tendemos a tener.
137
Paralelepípedo, Michelangelo Pistoletto, 1985.
P.S.l (Public School N .l) es un viejo edificio escolar reacondicionado para funcionar
como un casi-museo artístico, cruzando el río desde Manhattan. Salvo algunos pisos de
madera renovados, el deterioro del viejo edificio está simplemente recubierto con pintura
blanca. P.S.l es un espacio sin presunciones y esto lo convierte en un lugar perfecto para
la exposición de obras que pertenecen a una corriente estética surgida de la oposición a
las presunciones económicas y mercantilistas del mercado del arte.
El lugar es perfecto también a un segundo nivel, algo menos positivo. Tanto los artistas
expuestos como el lugar ya no se conectan con un proceso de rebelión inicial. Han sido,
hasta cierto punto, absorbidos por el sistema imperante. El proceso es inevitable, ya que
forma parte de la definición de lo que es el éxito. La mayoría de los artistas expuestos están
representados por galerías importantes en el mundo comercial, y P.S.l se ha convertido
en uno de los pilares museográficos del arte contemporáneo en los Estados Unidos. Los
nexos entre ambos ya no están dados por las rebeliones sino por la Fundación FIAT y la
Fundación Academia (la Fundación Academia es la que perpetrara la exposición Q uar-
tetto en Venencia hace dos años, comentada en “Arte en el Espejo”, Arte en Colombia,
número 28). La exposición fue organizada por Germano Celant, autor del primer libro
sobre “Arte Povera” hace casi 20 años y ahora uno de los críticos más poderosos en Eu
ropa (co-director de Documenta y de la Bienal de Venecia en 1982 y 1986). K notA rt, el
título algo artificioso y arbitrario de la exposición, juega con el sonido de “not art” y con
la idea de romper el nudo gordiano. El catálogo es lo que mejor resume la ensalada, con
138
Exposición de Arte Povera: El Nudo
una antología de ensayos de Celant sobre el tema desde 1968 en adelante, con fotografías
impresas sin fijarse en el costo, con tapas de cartón corrugado simulando pobreza, con
una cuerda atando el paquete y terminando en un nudo real y simbólico a la vez, y con
un precio de venta al público de 30 dólares.
Algunos de los expositores tuvieron sus muestras en Nueva York pero siempre como
individuos excéntricos, fuera de contexto. Así, Pistoletto exponía sus obras con espejos,
donde personajes pintados sobre la superficie se mezclaban con el reflejo del público, y logró
cierto reconocimiento por el truco más que por el discurso de su obra. Paolini y Kounellis
lo siguieron, el primero prácticamente ignorado, el segundo quizás el único con cierto éxito.
Zorio y Boetti tuvieron un intento fallido, Anselmo y Penone comenzaron a exponer hace
poco, Mario Merz tuvo algo más de acceso por los elementos neo-expresionistas en su obra.
Ni Fabroni, Marisa Merz, ni Calzolari, han tenido exposiciones serias hasta el momento.
Pascali (murió en 1968), el otro integrante de esta exposición, es un desconocido.
En las extrañas formas en que se escribe la historia del arte, el “arte povera” aparecía
como un sub-producto del conceptualismo (nombre genérico para el arte de ideas hecho
en los Estados Unidos) y éste, a su vez, como una manifestación post-minimalista (donde
minimalismo es el nombre genérico del post-constructivismo norteamericano). Es esta
construcción telescópica deformada la que permite que Sol Lewitt (esencialmente un
minimalista) aparezca históricamente precediendo a los italianos en su propio juego, o
que los “earth works”, ideológicamente la antítesis del “arte povera” y cronológicamente
posteriores, aparezcan como paralelos y representativos de la misma actitud. Es esta
construcción la que explica que una exposición de Manzoni en Nueva York fuera prác
ticamente ignorada por la crítica (las fechas de su obra obligaría a una revisión radical
de esta historia) o que Paolini, cuya obra más importante fue hecha entre 1960 y 1968,
139
Reseñas
aparezca siempre expuesto con obra relativamente reciente (decorativa y de poco peso
mental). Explica también que dos maestros italianos y uno argentino-italiano (Burri,
Vedova y Fontana) nunca hayan tenido la circulación que su ubicación histórica les con
fiere. Cuando son expuestos (solamente sé de exposiciones de Fontana en Nueva York)
lo son como individuos, sin alusión a lo que pasó antes y a lo que pasó después, sin su
ubicación como proto-poveros.
El catálogo de Celant en ese sentido cumple con su deber, gracias a los ensayos,
mucho más que la exposición misma. La exposición desgraciadamente parece orientarse
más hacia el mercado que hacia la historia. Las obras son, en sumatoria, recientes. La
más antigua es de Pistoletto (1966) cuadros prácticamente monocromos hechos con mica
pulverizada. Otras son de 1968 (Marisa Merz, Pistoletto, Zorio, Calzolari, Boetti, Mario
Merz), Paolini comienza con 1972, Fabro con 1975, Penone con 1983. Kounellis tiene
una sola obra fechada 1982-85.
Visualmente, la historia del “arte povera” parece comenzar en 1967, fecha en que se
hizo la primera exposición con ese título (organizada por Celant en Galería la Bertesca,
Génova, con Boetti, Fabro, Kounellis, Paolini y Pascali), no cuando comenzaron a trabajar
los artistas. Como exposición, la muestra utiliza las obras “originantes” como referencia
para la obra más o menos presente, la obra que hoy compite en el mercado. La exposición
no es tanto una muestra del “arte povera” sino una muestra de las obras que los artistas
que pertenecieron a la corriente del “arte povera” están haciendo hoy día.
Las obras que aparecen como más interesantes son las siguientes:
140
Exposición de Arte Povera: El Nudo
Mario Merz es probablemente el artista más sistemático del grupo, el que obsesiva
mente trata de organizar el universo en la forma más completa. A través del uso de la
serie de Fibonacci (cada número de la serie es el producto de la suma de los dos números
precedentes) y construcciones que se adaptan a la serie, más un sistema constructivo
basado en el iglú esquimal, Merz crea una base conceptual dentro de la cual cabe un
enorme repertorio de caprichos irracionales sin quedar fuera de tono, incluyendo cuadros
neo-expresionistas y dibujos con tubos fluorescentes. Su obra ofrece un paralelo al mejor
mundo de Beuys y es el total el que cuenta, más que cada obra individual.
Giulio Paolini siempre trabajó con la percepción del arte en el sentido ambiguo de la
frase: cómo nos percibe el arte. Los resultados de la propuesta desgraciadamente se fueron
banalizando con el tiempo y adquiriendo una superficialidad escenográfica, en virtud de
un uso decorativo e innecesario del color y de un inflamiento de escala sin un incremento
concomitante de la complejidad de la propuesta. Es por lo mucho que prometía en la
década del sesenta que la obra de Paolini aquí resulta decepcionante.
Alighiero Boetti es el artista más obsesivo del grupo, una especie de Van Gogh
conceptual, donde la terapia del artesanado se integra con la infinidad planteada por
las ideas. Las obras más espectaculares son unos grandes mapas mundiales, bordados
cuidadosamente, donde cada país está representado por su bandera recortada por sus
límites geográficos.
Jannis Kounellis, artista griego radicado en Italia, está representado por una sola obra
de gran tamaño, una enorme estantería con bolsas de arpillera acumuladas y pedazos de
yeso. Kounellis ha estado trabajando con estanterías llenas de material de descarte por
varios años y su obra abre puertas que Louise Nevelson había cerrado.
La exposición indudablemente es buena, de acuerdo a los cánones que rigen las expo
siciones de arte, aun con sus puntos débiles; pero, desgraciadamente, no es la exposición
histórica que ubicaría al movimiento italiano en su verdadera dimensión e importancia.
En ese sentido, esta muestra quizás haga más daño que bien. Las oportunidades de otra
exposición sobre el tema, exhaustiva y documentadora, quedan minimizadas o al menos
postergadas por mucho tiempo.
141
■ É iiÉ M H
Joaquín Lavado (Quino), ca. 1986.
Con la plétora de bienales que abundan en el mundo, cabe plantearse si tiene sentido
no solamente que se agreguen más al repertorio, sino también que, dada la situación
económica de nuestros países, se organicen en Latinoamérica. Cuba ya se había plegado
a la situación con una Primera Bienal hace dos años, dedicada al arte latinoamericano.
La segunda edición se cumplió en diciembre de 1986, esta vez dedicada al Tercer Mundo.
Ambas bienales tuvieron dimensiones gigantescas con ambiciones de ser exhaustivas.
Después de ver las dos bienales, la respuesta a la pregunta inicial es positiva. La Bienal de
La Habana, como institución, no es una copia provinciana de las grandes exposiciones
acumulatorias del arte del mercado internacional tipo Bienal de Venecia. Aunque el modelo
pesa y Cuba, aún en la segunda versión, no logró precisar completamente su identidad,
la combinación de aspiraciones de los organizadores con las conclusiones que derivan de
las bienales en concreto, permiten predecir la trascendencia que la Bienal de La Habana
puede tener en el futuro.
142
La Segunda Bienal de la Habana
Cuba trata entonces de crear un centro de interés de las mismas o de mayores propor
ciones, donde se utilice una escala de valores más apropiada a lo que estamos haciendo,
una escala que no obligue a plegarse al estilo internacional para poder funcionar fuera de
nuestras regiones. La originalidad de la bienal cubana está en no ser una feria mercantil
más, sino una muestra de laboratorio: un lugar donde los artistas pueden medirse en los
logros de sus investigaciones sin tener que competir por una posición en el mercado. Va
len más las configuraciones generales que emergen estadísticamente de la gran cantidad
de obras, las pequeñas contribuciones de las obras no logradas completamente, que el
estrellato individual. Es aquí donde ambas bienales todavía no han logrado la coherencia
absoluta. Ambas atorgaron premios, manteniendo la carrera competitiva e individualista
de los concursos tradicionales y obscureciendo las metas más interesantes que justifican
la creación de la Bienal en este momento particular de la historia.
Los problemas de la Primera Bienal radicaron en varios puntos. Uno fue la falta de
rigor de selección tanto como proceso, como también en la definición de las bases sobre
las cuales se apoya el rigor a ser aplicado. El otro fue la división en nacionalidades en una
bienal cuyo interés primordial podía ser la precisión de un idioma común regional por
encima de las fronteras arbitrarias que dividen al continente. Finalmente, estaba la con
tradicción ideológica entre lo que pretendía ser una situación de estudio analítico objetivo
de ese idioma y lo que implica una carrera tras de un premio. La presencia de 2200 obras
de más de 800 artistas logró tapar esas fallas y ayudó a dar un panorama representativo
del continente, capaz de servir de base para generar un trabajo posterior basado en esa
información. Después de una bienal así, el artista latinoamericano quedó obligado a dejar
de trabajar en el vacío o en base a referencias ajenas. Se comenzó un proceso referencial
regional que, a lo largo de bienales sucesivas, podría llevar a una identidad continental
que necesitamos para nuestra independencia cultural
La Segunda Bienal, en cierta manera, quebró con esa promesa debido a un cambio
de enfoque. La expansión a ser tercermundista introdujo elementos nuevos que interfi
rieron con el planteo anterior. Se mantuvieron los premios y la división por naciones.
El tamaño fue aproximadamente el mismo (2500 obras) aunque solamente 700 artistas
fueron invitados. Con ello se permitió más representación por artista, cosa que aún sin
mejorar mucho la calidad total, hizo que la muestra fuera más interesante. Hubo cambios
en los procesos de selección que, en el futuro cuando la Bienal se asiente y los contactos
internacionales se ajusten, producirán envíos más estrictos.
143
Reseñas
A pesar de todos estos problemas, una visión de la Segunda Bienal demostró que
el cambio de enfoque fue un acto positivo. Se mantuvo la división museográfica en
países, pero en esta bienal la división tuvo sentido. Permitió entender los problemas
particulares y diversos que cada país tiene con respecto a mantener sus tradiciones y
crear sus identidades frente a las presiones importadas. Con este telón de fondo, La
tinoamérica, aún cuando dividida por naciones, se define como un bloque aparte. La
definición no es tanto del lenguaje plástico sino producida por una ubicación histórica
con respecto al arte, consecuencia de un proceso de colonización. Hemos internalizado
las reglas del juego artístico internacional hace mucho tiempo, mientras que muchos de
los otros países muestran las fracturas creadas por presiones del presente o del pasado
inmediato. El mensaje de la mayoría de las obras latinoamericanas es: esto es a rte, o peor,
esto m erece prem io. Campuchea, representada por una serie de máscaras anónimas de
papel m a ch é posiblemente hechas para consumo turístico, en cambio trae el mensaje
de: “no sabemos bien qué es lo que ustedes llaman a rte, pero a ver si esto funciona”.
144
La Segunda Bienal de la Habana
Pero muchos países tienen obras que hablan de la preocupación de unir dos mundos, el
pasado propio con el presente prestado (generalmente con una alta tasa de intereses). Muchos
resultados pueden parecer patéticos desde lo que nosotros consideramos alto n ivel, pero la
presencia obliga a meditar sobre si el patetismo es real o un reflejo espectacular de nuestra
propia actitud. Esta Segunda Bienal de la Habana logra entonces, con su cambio de enfoque,
dos cosas importantes. Por un lado, permite que Latinoamérica siga siendo percibida como
bloque regional, y por lo tanto se consignan los estudios iniciados en la bienal anterior.
Por otro, pone esa percepción en un marco de referencias más complejo e interesante del
que daría la Bienal de Venecia. No es una referencia relacionada con el modo de entrar al
mercado, sino con la forma de crear cultura y los obstáculos que se presentan para ello. Es,
en la compañía de estos otros países, donde se aclara el grado de nuestra colonización y el
grado de nuestra petulancia regional. Somos, como bloque en esta bienal, los que tenemos
más conciencia y ansiedad con respecto a una exposición de este tipo.
Mientras que la Primera Bienal se limitó a ser concu rso, en esta Segunda Bienal hubo
un esfuerzo por disminuir la importancia del evento e insertarlo en una serie de actividades
culturales mucho más ambiciosas. La ciudad de La Habana fue tomada por asalto por el
arte y, durante las dos semanas que rodearon la inauguración, ocurrieron alrededor de
200 actividades incluyendo conferencias, mesas redondas y exposiciones cubriendo todos
los municipios de la ciudad. Telarte, el proyecto de arte y textilería patrocinado por el
Ministerio de Cultura, estampó 20.000 metros de tela con el logo de la Bienal, utilizado en
bolsos, chaquetas, vestidos y banderas. Se creó un cocktail Segunda B ienal d e la H abana, y
la Bienal misma fue inaugurada con fuegos artificiales y un concierto con Pablo Milanés,
Chico Buarque y Mercedes Sosa, con un público estimado en 40.000 personas. No quedó
habanero intocado por la Bienal y las barreras elitistas, tradicionalmente asociadas con
eventos de esta especie, quedaron totalmente borradas.
145
Reseñas
En la segunda categoría, la de los malentendidos de las reglas de juego, las obras usan
contenidos de interés local pero buscan desesperadamente soluciones de otros artistas
para expresarlo. Rafael Solís, de Costa Rica, se apoya inestablemente en M illares; Pilar
Bustos, de Ecuador, en Matisse; Tallal Chaibia, de Marruecos, en Appel; Ismail Fattah,
de Irak, en Chadwick. Dos artistas en esta categoría tienen cierto interés: Arpita Singh,
de la India, y Robert Cookhorne, de Jamaica. Singh se apoya en Brown y Basquiat, dos
neo-expresionistas norteamericanos, pero introduce sus memorias infantiles personales
y mantiene una atmósfera que, al menos para nosotros, tiene cierto sabor local que la
rescata y le da cierto encanto. Cookhorne se conecta directamente con M aryan, con
una Nueva Figuración de los años sesenta, pero lo hace con mayor violencia pictórica
que su antecesor y la obra queda grabada en la memoria. En general, hay mucha escul
tura africana banalizada por los aportes occidentales. Todo el proceso de estilización
146
La Segunda Bienal de la Habana
147
Reseñas
forzado a utilizar el gusto para hacer decisiones, con todos los prejuicios y distorsiones que
esto implica. Es a este nivel de gusto que la obra de Mendive fue altamente satisfactoria;
queda el interés de haber integrado indivisiblemente dos culturas sin, aparentemente,
traicionar ninguna de ellas y permitiendo sobrevivir a una dentro de la otra.
Finalmente queda la ultima categoría, la de las obras que tratan de desligarse de todo
bagaje técnico y formal pre-determinado por las tradiciones artísticas. La categoría es
un poco problemática en el sentido de que el arte occidental ha creado ya una tradición
al respecto, con lo cual el desligam iento queda automáticamente anulado. Sin embargo,
en el tenor general de la Bienal, las instalaciones multi-disciplinarias tuvieron un lugar
extremadamente importante, no solamente en términos de espacio (ocuparon la mayor
parte de la planta baja del museo) sino en términos de ambición e interés. Las obras me
jor resueltas utilizaron varios medios al servicio de una problemática estética y expresiva
sin utilizar los recursos técnicos para hacer concesiones visuales o para repetir formulas
conocidas. Los problemas de transporte, la necesidad de la presencia del artista para el
armado de la obra, dieron clara ventaja material a los artistas cubanos en esta categoría y
su presencia fue abrumadora. Pero no solamente fue una presencia cuantitativa; también
la calidad fue descollante. Hay en Cuba toda una generación de artistas que hace años
no piensan en estos términos y algunos de sus representantes han logrado total madurez
en la obra presentada en la Bienal. Las tres obras más “ implacables” eran cubanas: obras
de José Bedia (merecedor de uno de los premios), Juan Francisco Elso Padilla (con men
ción) y Fabio Garciandía. Los tres representan una libertad conceptual, un instinto para
organizar lo complejo sin simplificaciones y un asombroso rigor artístico. Bedia, en su El
golp e d e l tiem po, continua su investigación de los rituales de la santería afro-cubana, pero
esta vez superpuesta con elementos referentes al indio norteamericano, considerado como
una especie de símbolo de la pureza en esa tradición. La obra es menos literal que obras
anteriores del mismo artista. Aunque cada símbolo tiene una explicación, la complejidad de
los símbolos y la integración de su dibujo personal, no permiten la decodificación simplista
y el conjunto se mantiene como irreducible y cargado de misterio. La obra de Bedia es un
paralelo a la obra de Lam; la problemática traducida al día de hoy y liberada de los apoyos
culinarios del arte de las décadas pasadas. La obra de Elso Padilla P or A mérica es, a primera
vista, más tranquila y medida. Una escultura reminiscente simultáneamente de M artí y
los santos de la colonización española, ejecutada en madera estucada a la manera del siglo
XVIII, aparece parcialmente cubierta con barro y lacerada con dardos que cuando rojos
la hieren, y cuando verdes aparecen como retoños. Elso representó a Cuba en la última
Bienal de Venecia y su obra, aunque cargada de simbología, parecía un poco demasiado
atractiva. Esta obra corrige cualquier sospecha de superficialización. Lo que presenta en
esta Bienal constituye la obra más inquietante y memorable de todo lo aquí expuesto.
Logra resacralizar en forma personal, ya no la imagen de Martí, sino la historia de Cuba,
en un icono que de alguna manera merece convertirse en un bien colectivo. La obra de
Garciandía constituye un paso hacia arriba en su investigación de lo cursi en la cultura
cubana. En los últimos años se había aplicado a la ilustración de refranes populares con
148
La Segunda Bienal de la Habana
irtiágenes banales provenientes del mismo acerbo, pero hechas con la sabiduría artística
Je la vanguardia internacional. En El síndrom e d e M arco P olo, Garciandía se inspira en
los elementos visuales del restaurante chino, los cuales combina con personajes de histo
rieta cubanos. Usando lentejuelas, abanicos chinos y pequeñas telas pintadas, organiza
una m elan ge de elementos dulzones y humorísticos en un orden casi constructivista. El
impacto total, aunque no logra borrar la sonrisa, adquiere una seriedad antropológica con
sabor autoritario. La habilidad técnica de su obra anterior, aunque también presente en
esta obra, pierde, por suerte, el papel de protagonista. Estos tres artista, junto con otros
(Arturo Cuenca, Ricardo Rodríguez Brey, Humberto Castro, Rubén Torres, Marucha,
Mayito, Leandro Soto, Tonel, para citar otros participantes cubanos en la Bienal) han
creado algo que se puede denominar como un Renacimiento Cubano. Son artistas que
entraron a la escuela prim aria después de la Revolución y que están trabajando en la
creación de un idioma visual cubano proveniente de estos parámetros, un idioma que,
aun cuando todavía no estructurado, ya tiene resultados que se destacan fuertemente en
el medio latinoamericano.
Quedan por mencionar tres premios que no se insertan en ninguna de las categorías
anteriores: José Tola de Perú, Carlos Capelán de Uruguay y Quino, de Argentina. Los
primeros dos son individualistas. Tola trabaja en cuadros recortados donde la única ma
nera de describirlos es hablando de Torres-García siendo atacado por Dubuffet. Imágenes
agresivas y rotas por formas ordenadas en colores agradables, la obra evoca expresionismo
y constructivismo a la vez, en forma extrañísima. Capelán, quien fue a Suecia relativa
mente joven y allí maduró como artista, es un dibujante obsesivo. Su envió a la primera
Bienal había sorprendido y muchos lo consideraron merecedor del premio de dibujo
entonces. La obra, en esta Segunda Bienal, menos impactante, sigue siendo notable.
Vagamente conectado con Cuevas, Capelán tiene un sentido imperialista del dibujo del
que Cuevas carece. Mientras que Cuevas llena página tras página, Capelán amenaza con
cubrir el mundo. Sus imágenes, muchas veces neuróticas, compulsivas y con ingredientes
surrealistas, se desarrollan sobre fotografías, ventanas, paredes, caras de gente y rocas,
sin aceptar límites materiales. La obra de esta Bienal, hecha sobre papel mate, es en este
sentido un tímido reflejo de su mundo. Quino, dibujante de historietas, en cierto modo
se sale de muchas de las reglas que rigen al arte y las exposiciones de este tipo. Solamente
Steinberg fue capaz, hasta ahora, de trabajar en ambos campos simultáneamente y sin
conflicto. La obra de Quino en ese sentido quizás no sea artística. Es un dibujo funcio
nal y eficiente para comunicar sus ideas, sin referencias al proceso dibujístico mínimo.
Pero Quino logra reciclar críticamente nuestra cultura; poner una distancia critica entre
nosotros y el hecho cotidiano, con lo cual nos permite vernos más claramente. El que
para ello simplemente descarte las especulaciones artísticas tradicionales y vaya al grano
humorístico es probablemente coherente con el espíritu de cada uno de los chistes. Siendo
el participante de la Bienal cuya obra tiene mayor influencia cultural en el continente,
su presencia y su premio (en este caso el premio interesa como señalamiento, no como
recompensa) obligan a la reflexión seria de los colegas.
149
Reseñas
Premiados
José Bedia Valdés (Cuba), Carlos Capelán (Uruguay), Alberto Chissano (Mozambique),
Jogen Chowdhuy (India), Joaquín Lavado (Quino) (Argentina), Lani Maestro (Filipinas), Ma
nuel Mendive (Cuba), Antonio Ole (Angola), Martha Palau (México), José Tola (Perú).
Menciones
Juan F. Elso Padilla (Cuba), M arina Gutiérrez (Puerto Rico), Dagnoko Nene Thiam
(Mali), Tomás Sánchez (Cuba), Anuparn Sud (India) y Ana Tiscornia (Uruguay).
Exposiciones de Honor
Amalia Pelaéz
Exposición antológica de pinturas de una de las más importantes artistas cubanas
de este siglo.
Hervé Telémaque
Muestra de pintura y collages del artista haitiano.
Edgar Negret
Muestra del arte escultórico del artista colombiano.
150
La Segunda Bienal de la Habana
Malangatana Ngwenya
Muestra de óleos realizados en los últimos 15 años por el creador mozambicano.
Baya
Exposición de pinturas de la artista argelina.
Nja Mahdaoui
Muestra de caligramas sobre piel y pergamino del pintor tunecino.
Pintura de Solentiname
Muestra de la pintura primitiva realizada en la isla nicaragüense de Solentiname, bajo
los auspicios del poeta Ernesto Cardenal, ministro de Cultura en la actualidad.
Exposición latinoamericana
Integrada por los premios internacionales de la primera Bienal de la Habana y
obras de figuras de relieve continental dentro del panorama de las artes visuales
contemporáneas.
C iudad constructiva con hombre universal, Joaquín Torres García, 1942.
Estados Unidos está pasando por un aparente período de interés por el arte latino
americano. Arte Hispánico en los Estados Unidos, en el Museo de Houston; Arte de lo
fantástico, en el Museo de Indianápolis; Convergencia, en la galería del Lehman College;
la Retrospectiva de Ana Mendieta, en el New Museum; Signos de Transición, Arte cubano
de los años 80, en el Museo de Arte Hispánico de Nueva York, etc. Las malas lenguas
atribuyen esta súbita eclosión a dineros ofrecidos por Frank Hodsell, director del National
Endowment for the Arts, para organizar exposiciones latinoamericanas y corregir un poco
la mala imagen producida por Reagan con su política en nuestro continente. La oferta se
dio en un congreso de directores de museos en Puerto Rico, hace un año. Motivo aparte, la
iniciativa nos pone en la tentación de aplaudir, por lo menos en una primera instancia.
152
La Colección Latinoamericana del Museo Guggenheim
Pero aparte de esto, hay otros problemas. La cultura hegemónica tiene contradicciones
congénitas. Sus valores pretenden borrar los valores de las culturas periféricas, dado que
si nuestras identidades desaparecieran, todo funcionaría mucho mejor y sin fricciones,
pero si esto llegara a ocurrir, que todos los valores fueran compartidos por igual, la cul
tura hegemónica también perdería su sentido de “otredad” superior. La solución queda
a mitad de camino y se puede ilustrar en la frase “adquiere mis valores porque son los
mejores, pero no trates de ser como yo, porque yo soy mejor”. Es así como las etiquetas
étnicas y geográficas ayudan al sistema hegemónico, como el sistema de cuotas permite
administrar cuidadosamente las dádivas, al mismo tiempo que da la sensación de respeto
hacia las identidades que nos preocupan.
El Museo Guggenheim está festejando sus 50 años con una serie de exposiciones de
su colección permanente. Una de las exposiciones está dedicada al arte latinoamericano
(las otras dos geografías son Europa y Estados Unidos). Thomas Messer, director del
Museo desde 1961 (renuncia este año), era conocido por su interés en nuestro conti
nente. Al margen de que ese interés estuviera bien o mal aplicado, Messer se prestaba a
formar parte de jurados para eventos como la exposición Magnet, aventuraba opiniones
en Life M agazine, y viajaba para ver cosas. Bajo su dirección, Soto y Tamayo tuvieron
grandes exposiciones, hubo una de arte latinoamericano La D écada E m ergente, y algunos
latinoamericanos sueltos en los difuntos premios Guggenheim. Con esta trayectoria,
el Guggenheim parecía - dentro del panorama neoyorquino - como el museo más
abierto de las últimas tres décadas. Una muestra de su colección latinoamericana, por
10 tanto, daba motivos para cierta expectativa. El resultado es una decepción fríamente
representable en números. 27 artistas con 38 obras se subdividen en la siguiente forma:
11 de Argentina, 3 de Chile y Venezuela, 2 de Colombia y México, 1 de otros países
(incluyendo Torres García por U ruguay y Wifredo Lam por Cuba). Lo que es aún más
interesante son las fechas de las obras y sus adquisiciones. 16 de las obras expuestas
fueron ejecutadas entre 1963 y 1967; 14 de las adquisiciones fueron efectuadas entre
1964 y 1967; 15 obras más fueron adquiridas entre 1968 y 1987, pero solamente 9
fueron ejecutadas en ese periodo. El perfil que surge de la muestra del Guggenheim es
que el arte latinoamericano más importante desde el comienzo de la Segunda Guerra
M undial (fecha que se utiliza como punto de partida para la colección), fue hecho en
Argentina en 1964, y que el único artista con una evolución que merece exhibirse es el
venezolano Jacobo Borges, con tres obras (1965, 1981 y 1987) que no tienen relación
entre sí.
Como esa conclusión (sin demérito de los argentinos del 64) es un disparate, y como es
impensable que un museo de la jerarquía del Guggenheim lo cometa, la única explicación
es que el museo nunca se preocupó, o tuvo interés, en diseñar una política sistemática para
entender y representar nuestro arte. Lo que hubo, mejor, fue una política de mano abierta.
24 de las obras fueron donaciones y 13 de ellas con fondos de origen latinoamericano.
Si bien la mayoría de los museos opera a través del sistema de donaciones, en general los
153
Reseñas
regalos son organizados dentro de un diseño estricto. El segmento europeo (44 obras,
23 donaciones de las cuales parecería que unas 5 provienen de Europa), da una buena
perspectiva de lo que sucedió en ese arte en el mismo periodo.
El Guggenheim resultó estar vestido, desde hace años, con una camisa de once varas.
Era forzoso que, mal vestido a esa escala, un día fuera evidente la falta de elegancia.
; :,.T“'wg jr a i3
Ciento cincuenta y nueve obras de Ana Mendieta, ayudadas por una muestra de
películas mostrando algunos de sus performances, dan una visión coherente de sus 12
años de trabajo. Incluso para aquellos de nosotros que estuvimos cerca de ella, la muestra
tiene mayor impacto del esperado.
156
Ana Mendieta en el New Museum de Nueva York
El término “hispano” ha sido utilizado en los Estados Unidos como una etiqueta de
agrupamiento fácil con respecto a varias formas del quehacer artístico que tienen un origen
étnico común. La obra de Mendieta, por lo tanto, formó parte de esa etiqueta. Pero dada la
variedad de orígenes y problemas que agrupa, la etiqueta carece de sutileza. Hay por ejemplo un
término utilizado en los Estados Unidos, “spanglish”, que permite enfocar más precisamente
muchos de los productos hispanos. Utilizado, como lo es normalmente en relación al idioma,
el término tiene connotaciones negativas. Implica la ausencia de un instrumento funcional,
sustituido por un híbrido inepto de dos lenguas. Pero la interpretación negativa oscurece el
origen y las necesidades que la nueva lengua satisface. Si el término se utilizara en relación
al arte, “spanglish” representaría la fusión de una memoria en deterioro con la adquisición
de una nueva realidad distanciada por su extranjería. Es en ese sentido que “spanglish”
es una buena metáfora para el arte de Mendieta. El arte “spanglish” es probablemente la
opción más auténtica para el artista latino con las raíces cortadas. Es una forma natural de
expresión, sin afectaciones. Representa certeramente el hecho de que uno viene de un lugar
y se fue para otro. Sirve de puente por encima del abismo formado por el viaje.
157
Reseñas
Ana murió el 8 de septiembre de 1985, a raíz de una caída desde el piso 34 del edificio
de apartamentos en que vivía con su esposo. Las circunstancias de su muerte todavía no
han sido aclaradas y la causa penal está abierta. Después de su muerte, Ana se convirtió
en un símbolo para los artistas con un sentido de separación con respecto a la cultura
hegemónica. De hecho, a raíz de la fama del marido en los círculos artísticos, éstos se
han polarizado en gente pro-Ana y gente pro-Carl. No es una polarización alrededor de
individuos ni de feminismo contra machismo; es una polarización alrededor de formas
hegemónicas de pensamiento contra formas no-hegemónicas. En ese sentido, no es
casual que la muestra retrospectiva tenga lugar en el New Museum y no en otro de los
museos neoyorkinos.
158
Ana Mendieta en el New Museum de Nueva York
Ana ocupaba mucho espacio en la mente de sus amigos, incluso más después de su
muerte. La muestra del New Museum ayuda a organizar este espacio. Confirma algunos
sentimientos, pero también obliga a reconsiderar juicios de valor previos. Trabajos, que vistos
aislados y fuera de contexto, parecían débiles, ahora se ven como puentes necesarios para un
discurso increíblemente sólido. En su trabajo sobre sí misma, Ana retrata secuencialmente
el proceso de ser herida, morir, la destrucción de la imagen, la integración de los restos en la
naturaleza y la reencarnación en los objetos. Sin un plan predeterminado, logró una especie
de orden implacable en sus períodos, ofreciendo una metáfora escalofriante de su vida.
Al mismo tiempo, la obra refleja una ideología en forma sistemática y coherente. Cuando
tenía posibilidad de expresar esta ideología verbalmente, parecía confusa y obscurantista.
Hablaba de su atracción hacia la tierra como consecuencia de su falta de patria, de que
la habían “sacado de la matriz”. Expresaba su creencia mística en una fuerza que fluye a
través de todo, y en el poder curativo de objetos cargados con fuerza espiritual.
Sus primeras obras comenzaron en 1973 con un performance relacionada con la violación
de una compañera de estudios. El público desprevenido entraba a su apartamento para
descubrirla allí semidesnuda y cubierta de sangre. En actividades subsiguientes escribía
o dejaba trazas en muros usando sus brazos bañados en una mezcla de témpera y sangre
o cubría su cuerpo con sangre de una gallina blanca degollada para después revolcarse
en un lecho de plumas que se adherían a su cuerpo. Las obras representaban la búsqueda
de sí misma a través de la herida.
En 1980 hace su primer viaje a Cuba y prepara su próximo viaje a los bosques de Jaruco,
donde esculpe sus piezas rupestres al año siguiente. Llevada a Jaruco por artistas cubanos,
particularmente Ricardo Rodríguez Brey, quien enseñaba en la Casa de Cultura, utiliza
159
Reseñas
la piedra calcárea de las paredes de las cuevas, encontrando y retocando las formas que
le interesaban. Sus siluetas sugieren variaciones de la Venus de Willendorf y las cuevas,
prácticamente sin interferencia humana, son un espacio ideal. Probablemente el encuentro
con un sentido de pertenencia, la lleva a retornar a una imagen más definida. Abandona
la silueta de sí misma, ya disuelta en su obra, y establece su propia conexión directa con
una tradición. Pero la obra, en términos de arte, no existe en sí misma, será el documen
to de una memoria. Son grandes fotografías del trabajo hecho en la cueva, nuevamente
subrayando la distancia. La tensión creada por esta conciencia de la distancia se resuelve
en la elección de materiales. Enmarca las fotografías y continúa la textura fotografiada,
arena o pedregullo en el fondo, con materiales verdaderos en el marco. Crea un efecto de
“trompe lo e il” que trata de rescatar la realidad. Usa papel amate, hojas, raíces, barro y
árboles para dibujar o formar sus figuras. Esta vez son obras independientes del ambiente
natural, son naturaleza ellas mismas.
Parece existir un consenso crítico de que la obra del último período de Ana es la más
débil. Pero cuando se ve en el contexto de los doce años de su obra, este período es una
extensión y complementación lógica. La evocación de diosas de fertilidad, usada frecuen
temente en relación a su obra, realmente sucede solamente en esta etapa. Las siluetas
vacías anteriores, si diosas, son vaciadas, amputadas y estériles. En las últimas obras es la
naturaleza misma la que se convierte en la máxima divinidad fértil.
Decir que Mendieta creó un lenguaje nuevo sería idealizarla en términos de la cul
tura hegemónica. Fue sensible al arte contemporáneo que la rodeaba y lo apropió bien y
sagazmente; adoptó las estéticas con especificidad dirigida a sus necesidades expresivas
y propósitos personales. En eso, su actitud es muy similar a la de los artistas cubanos
contemporáneos. En lugar de combatir el flujo abrumador de la información, eligen
aquellos elementos que tienen sentido para su obra.
160
Ana Mendieta en el New Museum de Nueva York
Al tiempo de su muerte, Ana pensaba más y más en Cuba y en Italia como sus luga
res de residencia, y se sentía distanciada de los Estados Unidos. La invasión de Granada
había ocurrido durante su estadía en Roma, en la Academia Americana. Se quejaba de
su frustración al no encontrar a nadie en la Academia con quien comentar los hechos, su
sentido de aislamiento en un medio que consideraba totalmente reaccionario. Resentía la
atmósfera opresiva creada por la proliferación de policías alrededor de una de las villas de
la Academia, alquilada al enviado de los Estados Unidos ante al Vaticano. Comentaba el
choque que la invasión produjo en Europa, hecho que la tranquilizaba un poco.
La muestra de Mendieta es memorable. Pero al decir esto reconozco que, por el hecho
de habitar en la obra, la grieta entre lo hegemónico y lo periférico, en términos culturales,
resulta, en un sentido profundo, inaccesible para un juicio evaluativo presente. No hay
todavía escalas de valores que puedan evaluarla certeramente. Es demasiado temprano para
los valores de las culturas periféricas y está demasiado alejada de la tradición hegemónica
por los problemas que representa. Sólo puede decirse que constituyó un eslabón. Con
éxito comenzó a formalizar una ruptura cultural, formalización que será completamente
entendida una vez que la obra pueda ser insertada en un verdadero contexto cultural.
161
Fireball, Stefan Roloff, 1985
La computadora y el arte
Arte en Colombia número 39
Febrero 1989
Abraham Moles especulaba que si Mondrian hubiera creado sus obras con compu
tadora, su producción no solamente hubiera sido mucho mayor, sino que probablemente
muchas de las obras serían de calidad superior. La especulación tiene fundamento, no sólo
porque la obra de Mondrian se presta para ser hecha con lo que hoy son equipos y pro
gramas relativamente primitivos, sino porque hay un trabajo del norteamericano Michael
Noli de 1965 basado en su Com posición d e líneas. Cuando Noli mostró su versión a cien
personas, un 59% prefirió la versión de la computadora en contra del original. En los 23
años siguientes, la tecnología evolucionó hasta tal punto, que un aparato que ocupaba una
habitación entera, hoy quedó reducido al equivalente de una máquina de escribir y un pe
queño televisor, y es adquirible por poco más de mil dólares. Con una inversión no mucho
mayor, la tecnología permitiría a Rembrandt las mismas ventajas que a Mondrian. El artista
ha sido tradicionalmente un esclavo de sí mismo (aparte de la estructura de poder para la
cual trabaja), perdiendo incontables horas de mano de obra para formalizar sus ideas. No
es descabellado asumir que la historia del arte no es más que una cruda aproximación a
lo que podría ser si el artista estuviera en libertad total de crear, y que lo que consumimos
como arte no es más que una serie de errores y experimentos primitivos.
La perspectiva para el futuro es fascinante por lo positivo y por lo negativo. Por un lado,
el acceso a la tecnología permitirá una coerción del proceso creativo. Por otro lado, el cisma
entre el desarrollo y el subdesarrollo irá en aumento y el arte de las economías periféricas
quedará más y más condenado al confinamiento de la artesanía y de las manualidades.
162
La computadora y el arte
Todo esto viene al caso por una exposición, Visiones digitales, com putadoras y arte, en
la galería de la IBM, en Nueva York. Que la exposición se produzca allí es, hasta cierto
punto, una casualidad. Hace años que la IBM tiene una galería que organiza exposiciones
de arte ambiciosas y la muestra presente no está comprometida con su tradicional afán de
lucro. Es una muestra histórica y ecléctica, respetuosa de los logros de otros laboratorios.
Mezcla de exposición de arte tradicional y de feria de diversiones. Las exigencias estéticas
del espectador no quedan totalmente satisfechas. No hay todavía un “arte de computadora”
que permita ubicar el medio en un nivel paralelo al que ocupa la pintura al óleo u otras
técnicas tradicionales en el panteón artístico.
En el primer caso están artistas como Philip Pearlstein, Larry Rivers, Ed Paschke
o Keith Haring, que se limitan a reproducir obras propias ya elaboradas en la pintura.
Los resultados quedan empobrecidos por la disminución de resolución y densidad de
información en relación a los originales. La computadora queda reducida al juego de la
novelería, sin aportar nada al arte personal o a la técnica.
En la segunda categoría hay obras de James Seawright, Nicole Stenger y Steve Miller.
Seawright plantea en Plantas dom ésticas una situación de aparatos con lucecitas que cam
bian su ritmo de iluminación de acuerdo al movimiento del espectador; la falta de interés
de la construcción inicial no se corrige con la variación de las luces. Stenger presenta una
escultura mural con monitores integrados sobre los cuales se proyectan diapositivas. M i-
163
Reseñas
11er expone un cuadro cubista en donde el collage de distintas imágenes se realizó con la
ayuda de una computadora, con posible ahorro de tiempo del artista, pero con ninguna
contribución a lo que el cubismo ya había logrado a mano.
El tercer grupo es el más flojo estéticamente pero, a nivel técnico, es el más sensacional.
El inglés Harry Cohén desarrolló un programa con “inteligencia artificial” que permite a
la computadora hacer infinitas variaciones dentro del estilo de los dibujos originales del
artista. El programa, llamado A arón, reacciona frente a espacios abiertos y “sabe” cómo
llenarlos dentro de ciertas leyes armónicas. El problema está dado por el hecho de que
Cohén dibuja florecitas banales, y por lo tanto, la computadora también. Los resultados,
tanto del artista como de la computadora, son artísticamente prescindibles. La perspectiva
de que una máquina pueda producir eso en forma interminable e inunde el mundo perte
nece al campo de la ciencia ficción más deprimente. Técnicamente también es interesante
la obra de todos aquellos que trabajan con una realidad ficticia: Michael Collery hace
naturalezas muertas con variaciones de iluminación y reflejos que, elaborados matemá
ticamente, parecen fotografiados de la realidad; James Blinn, utilizando información
dada por satélites, creó una vista de Mimas, la luna más cercana a Saturno, un ejercicio
científico para la NASA, sin pretensiones artísticas. El japonés Yoichiro Kawaguchi, por
su parte, crea animaciones cinematográficas de paisajes de ciencia ficción basados en sus
experiencias de pesca submarina. Los resultados, increíblemente verídicos e impactantes,
hacen agradecer el hecho de que hay un solo dios. Finalmente, hay ejemplos de proyec
tos arquitectónicos de I.M. Pei y de Skidmore, Owens & Merril. La pirámide que Pei
proyectó para el Louvre fue diseñada con ayuda de una computadora, la cual también
ayudó en la ejecución de las perspectivas, técnica que se está convirtiendo en común
para los grandes estudios de arquitectos. El grupo Skidmore, aparte de presentar dibujos,
también tiene una maqueta cortada por rayos láser controlados por la computadora. El
ejemplo expuesto es el Roosevelt Center del hospital St. Luke, en Nueva York. La ironía
es que esta supertécnica fue utilizada para un edificio típico de la arquitectura pastelera
post-moderna de moda en los Estados Unidos en este fin de siglo.
Los aciertos estéticos de la muestra están en los ejemplos de aquellas obras que de
muestran la imposibilidad de evadir la técnica para la ejecución de la obra. Esto, a veces,
aparece solamente en la concepción de la obra, otras veces también en su ejecución. Son
obras que dan confianza en el medio como una posibilidad real.
La obra que mejor ilustra una estética tecnológica es la de Tsai. Sus dos E sculturas
cib ern ética s, hechas con varillas de acrílico, vibran a una velocidad constante con un
diseño de curvas. Iluminadas con luces estroboscópicas, los cambios en la velocidad de
los destellos hacen aparentar una variación en las curvas. Las luces reaccionan frente al
sonido; con mucho ruido las varillas parecen multiplicarse. La obra, inicialmente hecha
en 1975, ya se había establecido como un clásico del arte cinético. En 1986, Tsai la rehizo
incorporando un micro-procesador, dando más sutileza a los movimientos.
164
La computadora y el arte
El chileno Enrique Castro-Cid crea sus imágenes en forma tradicional para luego
distorsionarlas topológicamente y conformar nuevos espacios. Una mujer y un perro en
gordan y se doblan por partes para integrarse coherentemente con una nueva perspectiva.
La computadora es utilizada primariamente para reconcebir el espacio y funciona como
una extensión del cerebro.
La norteamericana Jenny Holzer, que trabaja con textos de contenido político, utiliza
carteles luminosos. El texto se convierte en el programa que controla las lámparas que se
prenden y apagan creando distintas letras. El cartel se convierte en el envoltorio impecable
e institucional de un mensaje que generalmente es subversivo.
Alan Saret crea reglas simples para ordenar formas geométricas y descubrir configuracio
nes escondidas e impredecibles. Un cuadrado seguido por dos cuadrados, por tres, etc. pero
siempre en el ancho del cuadrado inicial, lentamente conducen al negro profundo dejando
un diseño ojival. Saret utiliza la habilidad de la computadora para cuantificar rápidamente
al nivel más primario. La cantidad va conformando la calidad a través de acumulaciones
infinitas y demuestra que la aritmética más simple también puede ser misteriosa.
La exposición tiene más de cien artistas y no viene al caso una descripción detallada.
Tanto la mayoría de los fracasos como los pocos aciertos abren perspectivas de soluciones
que hace poco parecían imposibles o solamente accesibles en laboratorios super especia
lizados. La meta-realidad computada ya está aquí. Cantidad de avisos en la televisión de
Estados Unidos y del Japón utilizan esta nueva realidad artificial para crear ambientes
vendedores. Programas basados en las fórmulas de los sistemas fractales de Mandelbrodt
permiten la creación de paisajes artificiales pero creíbles. El trazado por rayos, otra serie
de programas, permite la iluminación y sombreado coherentes hasta el más ínfimo de
talle en forma automática. Otros programas ejecutan perspectivas animadas y permiten
recorridos simulados a través de sus espacios. Una nueva patente promete la aparición en
el mercado este año, de un aparato que fabricará modelos tridimensionales de cualquier
imagen sobre la pantalla que tenga tres coordenadas.
Para aquellos que puedan utilizar la nueva tecnología se abre un campo ilimitado
dentro del cual la exposición de IBM no representa más que una prehistoria del arte. Se
trata, en cierto modo, de trabajar con un supercerebro ortopédico, pero llevará bastante
tiempo superar las torpezas correspondientes y lograr “sentir” con el nuevo aditamento.
Entre tanto, el artista deberá desarrollar una estrategia sobre cómo utilizar su expansión
física. Tendrá que tomar en cuenta las posibilidades implícitas en el increíble ahorro de
tiempo manual, las consecuencias de los desarrollos de las acumulaciones cuantitativas en
forma casi infinita, y los nuevos parámetros conceptuales introducidos por una cibernética
relativamente accesible. Pero, simultáneamente, deberá evitar la copia de sí mismo, de sus
propias limitaciones, para no caer en el problema de aquellos primeros automóviles cuyo
diseño no pasaba de ser un carro sin caballos.
165
La transparencia de Dios, Elso Padilla, 1988.
Elso Padilla
Arte en Colombia número 41
Septiembre 1989
1 A pesar de su enfermedad, Elso había decidido presentarse como candidato a una beca Guggenheim. La cita está tomada
de su propuesta para la beca.
166
Elso Padilla
creada. Con la desaparición cruel de esta esperanza, lo que era no más que un cimiento
se convirtió en un edificio final. La crítica queda ahora aprisionada por una producción
interrumpida y, un juicio para establecer la verdadera dimensión de su obra, necesitaría
una muestra retrospectiva.2 Pero ya está claro que Elso manejaba una mezcla extraña de
secularidad y misticismo, de magia y ética. La mezcla gobernaba todos sus actos, tanto en
su arte como en su vida. Un continuo ir y volver entre preguntas y respuestas de un diálogo
interno podía correr el peligro de ser interpretado como un juego dentro de parámetros
idiosincráticos. En una sociedad distinta, eso lo hubiera podido llevar a un individualismo
enajenado. Pero, viviendo en Cuba, con su lucidez, su conciencia casi física de pertenecer
a un complejo tejido social, su membresía panteísta del universo, todo esto quedó trans
formado en lo que posiblemente fuera una “espiritualidad latinoamericana”.
Elso estaba imbuido de espiritualidad, sin perder su contacto con la ética socialista.
Esta mezcla, que él llamaba dialéctica, lo definía como cubano y le ayudaba a trascen
derse como latinoamericano. Quería representar a “M artí y Bolívar blandiendo el cielo”.
Hablaba de “una máscara de la muerte capaz de mirar al portador y propiciar el auto-
descubrimiento, junto con instrumentos de la creación del mundo y otras piezas que
representaran las bases éticas y los mecanismos del universo.”3
Elso fue parte del Renacimiento Cubano, el proceso de renovación artística que comenzó
poco después de que Armando Hart Dávalos se hiciera cargo del Ministerio de Cultura.
Fue uno de los artistas incluidos en la muestra 6 N uevos Pintores\ una muestra planeada
para 1978 y luego cancelada, y en 1981 formó parte de Volumen /, la exposición consi
derada como el eje de transformación para el arte cubano. Como muchos de sus colegas,
Elso se interesaba en las dinámicas de colonización sufridas por Cuba y el continente y,
paralelamente, en la “santería”. Pero su énfasis primordial se dirigía a la América mítica.
2 El Museo C arrillo Gil de ciudad México está ya trabajando en la organización de una exposición de toda su obra.
3 Propuesta para la beca Guggenheim.
4 La muestra incluía también a José Bedia, José Manuel Fors, Gustavo Pérez Monzón, Ricardo Rodríguez Brey y Rubén
Torres Llorca.
167
Reseñas
Su obra en la primera Bienal de la Habana dio la apertura para la obra que seguiría
después. Titulada El m on te, consistía en una silueta humana hecha con arpillera, con
detalles simbólicos marcados por medio de pequeñas ramas. Elso era muy crítico de su
propia obra, más riguroso que muchos críticos de arte. Mientras que aceptaba que El
m onte era una obra que le abrió caminos, también la encontraba demasiado descriptiva
y que “las partes narrativas no llegaban a convertirse en un total y no lograban el estado
mágico que yo quería.”6 Mientras que para Elso la tradición afro-cubana estaba viva, la
tradición amerindia era una adquisición libresca. Fue, al principio, una tradición idealizada
y superficial. Le llevó tiempo entender el bien y el mal en esas culturas, en oposición al
estereotipo de lo malo como español y lo bueno como indio. La relativización de estos
conceptos y su posterior integración a su interpretación de los rituales santeros afro-cuba
nos, una interpretación profundamente ética, conformaron las visiones éticas y estéticas
de Elso de ahí en adelante. Hubo un cierto proceso de desmitificación de las culturas
amerindias que le permitió aproximárseles con renovado respeto, particularmente durante
un viaje posterior a México.
168
Elso Padilla
169
Lata de sopa Campbell's (carne de res vegetal), A ndy W arhol, 1962.
Durante mi primer viaje a Nueva York, en 1962, me encontré con el arte pop en
pleno ascenso. Los proto-pops eran Jasper Johns y Rauschemberg, y los pop ortodoxos
eran Oldenburg, Rosenquist, Wesselman, Segal, Indiana, Lichtenstein, y Warhol (con
Jim Diñe y Fahlstróm como satélites). En su momento no percibí la importancia del
movimiento, típicamente lo conecté con las cosas que conocía y lo guardé en mi memoria
como una manifestación neo-dadaísta. Dentro de eso, la obra de Warhol me interesó por
lo descaradamente repetitiva, aburrida y desprolija. Aunque no me producía placer, al
menos era irreverente.
Volví a Nueva York en 1964. Para entonces, el arte pop se había convertido en euforia
contagiosa y obligaba a mirar la ciudad desde sus parámetros particulares. Nueva York
se había vuelto un objeto pop. Warhol expuso sus cajas B rillo, reproducciones fieles de
paquetes comerciales de lana de acero para limpiar ollas. Las cajas estaban amontonadas en
el piso de la Stable Gallery. La experiencia estética se agotaba en un vistazo y una sonrisa.
Poco más tarde vi una película: un hombre (el pintor Indiana) aparecía en primer plano
comiendo hongo durante casi una hora. Al final de la película quedábamos no más que una
decena de espectadores, con la revelación de que el aburrimiento podía ser una experiencia
mística. La sensación fue incrementada en otras películas: el poeta John Giorno durmiendo
varias horas, y el edificio Empire State filmado con cámara fija durante ocho horas. Entre
tanto, el pabellón de los Estados Unidos en la Feria Mundial de Nueva York mostraba en
su fachada, surreal y humorísticamente, Los trece hom bres más buscados p o r el FBI.
170
Retrospectiva en el MAM de Nueva York, Andy Warhol
Los directores del pabellón decidieron que la obra era demasiado agresiva políticamente
y pidieron que se tapara con una capa de pintura. En el mismo año, Warhol tuvo su primera
exposición en la galería Castelli (cumpliendo con una de sus metas iniciales cuando dejó de
hacer arte comercial para convertirse en “artista”), exponiendo una serie de flores reproducidas
de una publicación comercial. Como promoción, la galería vendía afiches impresos en offset,
numerados y firmados, a cinco dólares cada uno. La falta de recursos me permitió comprar
solamente un ejemplar, con la certeza de que iba a subir de precio. Siete años más tarde lo
vendí contento en quinientos dólares. Lo recuerdo con tristeza porque hoy me darían cinco
mil. En 1966 fui a una discoteca en donde tocaba un conjunto organizado por Warhol, el
Velvet Underground, con música hipnótica, juegos de luces psicodélicos y una proyección
de películas (más tarde, Warhol introdujo a los Rolling Stones en los Estados Unidos). En
el mismo año, Castelli volvió a exponer a Warhol. Esta vez era una instalación que consistía
en almohadas de plástico espejado e infladas con helio. Las almohadas flotaban dulcemente
por la galería y no estaban a la venta porque al cabo de pocos días se desinflaban y quedaban
reducidas a despojos arrugados esparcidos por el suelo. Hacia fines del año, Warhol puso un
aviso en un periódico anunciando su disponibilidad para endorsar productos comerciales
(oferta aceptada más tarde por varias compañías, desde aerolíneas hasta empresas de inver
sión). En 1968, Warhol se convirtió en noticia de primera plana cuando una feminista le
pega balazos en el pecho y en la vecindad de los órganos genitales (nunca se publica el lugar
preciso en donde fue a dar la bala, salvo una fotografía de Avedon de las cicatrices en el
pecho). En 1969 funda la revista In terview , dedicada a reportajes frívolos, que todavía hoy
circula (el MOMA vende un ejemplar dedicado a la exposición). En la década del setenta
comienza a hacer retratos de la gente que puede pagarlos (la empresa Neiman Marcus ofrece
sus servicios por 35 mil dólares), a la manera de obras anteriores en las que había dado valor
de icono a las caras de personajes digeridos por el consumo popular (Marilyn Monroe,
Elizabeth Taylor, etc.). Obras sin mayor interés plástico, son estampitas seculares en lugar
de religiosas, que ofrecen al comprador la posibilidad de los “quince minutos de fama” con
que Warhol soñaba para todo el mundo. En 1987 muere por un error hospitalario banal,
una infección post-operatoria después de la extracción de un cálculo en la vesícula.
171
Reseñas
que buscaba solamente lo que en última instancia se reduce a una esencia de lo “banal”.
Es aún más curioso que uno salga del museo con la seguridad de haber visto la obra de
un creador de primer orden.
Pero aun cuando la posibilidad de sistematización por parte del espectador queda
seriamente obstaculizada, el sistema de Warhol está presente en una forma involunta
riamente sobrecogedora. Warhol invariablemente recoge imágenes banales o banaliza
imágenes normalmente cargadas de drama. Una silla eléctrica, un avión que explota, una
detonación nuclear, una actriz de cine, un político, una flor, una lata de sopa, un billete
de dólar, la M ona Lisa, una señora rica, son todas señales permutacionales de una misma
realidad aburrida después de la erosión producida por el consumo. La repetición de la
imagen en series en la misma obra (192 billetes de un dólar, 32 latas de sopa Campell, 154
labios de Marilyn Monroe, 15 sillas eléctricas, 10 desastres automovilísticos, llegando a
un empapelado con la efigie de Mao) cancela aún más la posibilidad de empatia con el
posible drama portado por la literatura del contenido. Con la adición de colores anodinos
o violentamente atractivos en su superficialidad, con el uso y mal uso de recursos gráficos,
el drama potencial queda aún más minimizado. La descarnalización de lo banal, la intensa
convicción subyacente, crean una atmósfera ascética en la obra. Quizá por la presencia de
esta convicción y por el ascetismo, sorprendentemente, la exposición evoca a Mondrian.
Teósofo y místico, Mondrian tenía la convicción profunda de que el universo podía re
solverse en horizontales y verticales (al punto que dejó de hablar con su amigo y colega
Van Doesburg cuando éste utilizó diagonales en su obra). La “cuadrícula” unificadora de
Warhol no es formal (al menos en sentido estricto) sino conceptual, apoyada en su filoso
fía de “nada en especial”. En ambos, la resolución de la obra individual es secundaria, la
importancia está en cómo encaja en el sistema, y al mismo tiempo la convicción fanática
no permite que la obra individual sea producto de una receta. Visualmente, una serie de
latas de sopa es ni más ni menos atractiva que una reja con espacios rellenados con colores
primarios o blanco. Es el contexto histórico (ambos produjeron herejías en su momento)
y la referencia al sistema individual del artista (ambos representan una visión del mundo
perfectamente terminada) lo que establece que esos productos sean importantes para un
público específico. El gusto general queda afectado como una consecuencia posterior de
lo que fue una herejía exitosa.
172
Retrospectiva en el MAM de Nueva York, Andy Warhol
El tercer periodo cubre todo lo demás, incluyendo algunos experimentos (óxidos sobre
metal logrados con su orina, configuraciones de camuflaje integradas a imágenes, etc.),
refritos de obra anterior (una obra de 1979, de once metros de largo es una “gran pintura
retrospectiva” utilizando imágenes anteriores), y una gran cantidad de obras totalmente
frívolas (retratos de personajes conocidos agrupados temáticamente: el Ratón Mickey,
signos de dólar, signos del martillo y la hoz, refabricaciones de De Chirico, variaciones
sobra la última cena, etc.).
Pero con Warhol la palabra “frívolo” tiene otra dimensión a la usual. Es obra que
firmada por otra gente sería deleznable, pero firmada por Warhol termina enriqueciendo
su representación sistemática del mundo. Lo que en otro artista quedaría reducido a un
decorativismo insípido, en Warhol se convierte en una metadecoración que forma parte
de un discurso general y agotador de la realidad en que vive. Las reglas de juego dentro
de las cuales Warhol crea su obra admiten prácticamente cualquier cosa, pero sin permitir
un juicio artístico tradicional sobre obras concretas. El conjunto de la obra se convierte
en un paquete al cual hay que aceptar o negar en su totalidad. Un juicio artístico de obra
en obra sólo llega a reflejar una percepción fragmentaria, no una percepción sistemática.
Esta contradicción entre el todo y la parte es lo que explica el doble éxito de su arte. La
obra, manifiestamente frívola y vista como fragmento, se vende en círculos que normal
mente no comprarían arte moderno pero que compran el placer de la banalidad. Entre
173
Reseñas
Dentro del desarrollo de Warhol es concebible que su obra máxima sea su propia
persona [...] Postularse como objeto de consumo, crear una necesidad artificial. Y
conquistar el mercado, lograr que los símbolos mismos le paguen por representarlos
banalmente (Cezánne nunca encontró una manzana millonada) parece cumplir
con una aspiración máxima. [...] El último juicio sobre Warhol seguramente no
se hará en arte sino en sociología del arte. El mérito de Warhol es el de ser proba
blemente el primer artista importante en este segundo campo.1
La obra de Warhol niega las bases mismas que supuestamente definen al quehacer
artístico como actividad cultural. Evidentemente, Warhol no es ni el primer negador ni el
único, en este siglo en donde las negaciones justamente generaron cantidad de movimientos
estéticos. Pero es el más prosaico. El mingitorio y los demás ready-mades de Duchamp,
la desmaterialización del arte-povera, la mala pintura, fueron todos actos sofisticados de
artistas que trabajaban con referencias a la historia del arte. Eran actos casi incestuosos
cometidos dentro de una fraternidad cerrada para todos los que no estuvieran iniciados.
En cierta forma, siempre buscaban “algo especial”, la herejía manifiesta con propósitos
reformistas estéticos o políticos. El máximo de lo prosaico estaba dentro de los límites
definidos por el “camp”, la percepción sofisticada e ironizante del Kitsch con los pies bien
plantados en la vanguardia. Warhol va mucho más allá porque no le importa. Si algo sale
mal está bien porque así salió. Si algo es lindo, repetido muchas veces es lindo muchas
1 Luis Camnitzer. “Muestras recientes: algunas consideraciones” A rte en Colombia número 9, Bogotá, abril 1979.
2 A ndy W arhol. The Philosphy ofA ndy Warhol. H artcourt Brace Jovanovich, San Diego, Nueva York, Londres, 1977.
174
Retrospectiva en el MAM de Nueva York, Andy Warhol
veces. Una obra sobre fondo de un color, acompañada por una tela vacía del mismo
tamaño con el mismo color, se convierte en un díptico que cuesta el doble. Las obras las
hace él o los ayudantes (nunca se sabe quien fue el responsable), las ideas son de él o de sus
amigos (las obras con billete de dólar fueron sugerencia de un galerista llamado Latow),
las obras están firmadas por él o por otros. Invitado a dar conferencia, Warhol muchas
veces mandaba a sustitutos usando una peluca plateada como la que llevaba él mismo.
Todo esto no parece producto de una pose, de un cinismo o de un ánimo revolucionario
anti-establecimiento, parece más un producto de cierta pereza, de cierto sentido común
y de un instinto pragmático de primer orden que le permitió leer al mercado artístico
correctamente desde todos los puntos de vista posibles. Warhol es negador del arte en la
medida en que lo prosaico es anti-arte.
175
Bolívar en talla de madera, ¿yz . 1990 .
Un laboratorio vivo
Arte en Colombia número 43
Febrero 1990
La muestra “central” (concepto resentido por los organizadores pero que ayuda en las
comparaciones con las bienales anteriores) con el título de Tres M undos, tiene alrededor de
un tercio de las obras y de los artistas de la bienal anterior. Mantiene sin embargo una buena
distribución de países (50 contra 60 de la pasada), aún cuando América Latina continúa
predominando (alrededor de la mitad de las obras). El flujo de público continúa en aumento
(26.917 en los primeros cinco días), y el interés internacional también parece mayor. Los
176
Un laboratorio vivo
visitantes extranjeros superaron las cifras de las bienales pasadas a pesar de la suspensión
de la política de invitaciones con viaje pago. Es evidente que la Bienal de la Habana se está
estableciendo como una de “las bienales”, junto con Venecia, Kassel y San Pablo.
Lo que más importa en una muestra de esta naturaleza es la misión y el efecto total de
la empresa. Una de las misiones de la Bienal, cada vez más claramente, es la de ofrecer un
laboratorio vivo, una oportunidad de conocimiento mutuo de las partes productivas, una
ayuda al desarrollo de las estrategias para poder definir y establecer los méritos propios
y un vehículo para una ubicación correcta en relación a la cultura hegemónica. Con esto
dicho, sin embargo, la muestra Tres M undos sigue pidiendo la mayor dosis de atención.
Es donde se encuentra el mundo y se resume su imagen. Las demás muestras se dedican
a obras personales (Bedia, Tole, Iturbide, etc.), a técnicas (Arte textil latinoamericano,
juguetes de alambre africanos) o temas concretos (Caligrafía árabe, fotos censuradas de
Chile) y hacen que esa imagen resuene y se enriquezca.
177
Reseñas
de los autores. Hay pequeñas libertades curatoriales (coincidente con Les M agiciens) de
entremezclar arte culto con arte popular (ejemplo, las máscaras de carnaval de Guinea-
Bissau), pero no existe la necesidad de recurrir al concepto tan de moda recientemente,
el de “otredad”. En la muestra de París, esa conciencia de lo “otro” prevaleció tanto en
la intención como en la realización. Ya el título permite la apertura de puertas a lo exó
tico, al arte que no sigue las reglas hegemónicas y que muchas veces no se autodefine
como arte. La vuelta de tuerca de hacer compartir el nombre de magos con los artistas
hegemónicos incluidos en la exposición ayuda a borrar las huellas del complejo de culpa
de los organizadores. Les M agiciens fue indudablemente importante y útil. Si los artistas
hegemónicos que participaron lograron compenetrarse con lo que vieron en ella, nunca
volverán a hacer el arte que hacían antes. Los marcos de referencia cambiaron violen
tamente desde el momento en que el artificio obligó a compartir la “otredad”. Pero, al
mismo tiempo, Les M agiciens constituyó una superproducción espectacular más dentro
de las superproducciones museográficas occidentales. La “otredad” quedó subrayada con
más fuerza gracias al cambio de contexto en que se ubicaron las obras “no” artísticas.
No se puede juzgar si la muestra de París logró o no homogeneizar la presentación de
los diversos productos. Pero en la Habana la muestra logró, definitivamente, convertirse
en un todo orgánico. Pasear por la exposición era pasear por casa; había cosas buenas y
malas pero, las cosas malas, de alguna manera ilustraban la realidad y le daban sentido.
Les M agiciens, un evento solitario y probablemente irrepetible, tuvo la virtud de aclarar
la misión más importante de la Bienal de la Habana. Es la de ser un foro no de lo “otro”
sino de “esto”, es lo que nos define y no el cómo nos definen.
Lo mismo que en las bienales anteriores, fue el envío cubano el que causó mayor impacto
dentro del arte hecho con intención de ser arte. La puntualización es importante porque
en el contexto de la Bienal las máscaras de Guinea Bissau, y de Guinea Conakry, y los
Bolívares populares tallados en madera de Venezuela, tenían su propia estatura artística
muy particular e impresionante. Con envíos más ambiciosos de otros países en relación a
las bienales anteriores, la diferencia a favor de los cubanos ya no puede ser atribuida a su
calidad de jugadores locales. El aporte cubano se extiende por toda la gama artística desde
la obra “espontánea” (término que los cubanos utilizan para el arte “naíf”) de Ramón
Moya hasta la instalación extremadamente sofisticada de Favio Garciandía.
178
Un laboratorio vivo
aisló varias de las obras más fuertes de toda la Bienal. Error o triunfo táctico, de acuerdo
con el punto de vista que se tenga, las obras traían un criterio filo-político que en el
contexto del humor quedó romo. Es cierto que el humor es una parte intrínseca de gran
parte de la producción artística cubana. Desde Rafael Blanco (1885-1955), pasando por
Eduardo Abela (1891-1865) y Santiago Armada “Chago” (1937, quien es considerado el
director artístico de la guerrilla en Sierra Maestra), el humor se ha infiltrado en el arte
culto cubano y se ha convertido en un elemento inseparable de la estética en las obras de
los artistas nacidos después de 1962. Ponerlos en un ghetto humorístico corre el peligro
de denigrar los valores artísticos para convertirlos en broma o, más seriamente, de quitar
fuerza a cierta potencial agresión política.
Uno de estos artistas, Carlos Rodríguez Cárdenas (1962), construyó su propia sala de
exposición titulada F ilosofía popular. Se entra en ella a través de cortinas pintadas sobre
madera para apreciar una serie de pequeñas telas escatológicas que, en un estilo de arte
popular, presentan variaciones sobre las relaciones entre el ser humano y sus heces. La
serie de imágenes está intercalada con textos con mensajes positivos y optimistas como “La
palabra que encierra la verdad no necesita ser bella”. Hay que hacer notar, sin embargo,
que la frase parece escrita con material fecal. En otra tela se afirma que “El mundo no es
mierda” con una frase que circunscribe el globo terráqueo pintado como un mosaico de
pequeñas cápsulas marrones. Las mismas cápsulas, de mayor tamaño, definen la salida
de la sala y le confieren el aspecto de un muro rocoso.
En su etapa práctica, Glexis Novoa (1964) presenta una enorme estructura mural for
mada por una serie de cuadros que extraen la esencia estética del repertorio monumentalista
del stalinismo. Varios de los cuadros llevan textos escritos en un alfabeto inventado por
el propio Glexis, totalmente ininteligible. Invirtiendo un cierto esfuerzo para quebrar el
código, se llega a entender que uno de ellos podría deletrear P.C.C. (Partido Comunista
de Cuba) y otro podría decir “Patria y Muerte”. La etapa teórica, elípticamene aludida
por Glexis en su título, es realmente su “etapa romántica”. Durante ella, y con bastante
éxito, había tratado de ser “el peor pintor de la historia del arte”. Con la etapa práctica
Glexis se reinserta, al menos por un tiempo, en el seno de los valores positivos y su obra
en este caso particular es una de las más importantes de la Bienal.
M ade in Cuba, de Ciro Quintana (1964), es una tercera “gran obra” aprisionada en
la sala de humor. En una construcción compleja y barroca de imágenes que recuerda un
poco al trabajo de Ovynd Fahlstróm, Ciro se dedica a atacar al influjo del arte extran
jero y al flujo de la información, para lo cual utiliza elementos de ambos. Dentro de la
inmensa ensalada que cubre el muro, la clave del total está dada por un pequeño brochazo
ejecutado a la manera de Lichtenstein, con el comentario de “textura revista y pincelada
de occidente”. Como en sus obras anteriores, el trabajo está salpicado con personajes que
comentan humorísticamente sobre aspectos de la obra misma, del arte y de la cultura.
179
Reseñas
Las tres obras descritas no solamente merecen mención por ser de lo más importante de
toda la Bienal sino también porque representan la politización de esta nueva generación y
señalan una nueva forma de expresar política en el panorama cubano. En lugar de apelar
a soluciones nihilistas o provenientes de los modelos canónicos del capitalismo (como ha
ocurrido en otros países socialistas), esta generación se ha convertido en punta de lanza
del “proceso de rectificación” por el que está pasando Cuba. Es una generación que se
autoproclama como portadora de los valores éticos de la revolución, al mismo tiempo que
ataca a las consignas muertas y al proceso de osificación de los valores. Son tres ejemplos
en la Bienal de una síntesis de preocupaciones estéticas con política y humor, que logra un
arte vivo, culturalmente activo, en lugar de un arte reactivo. En términos locales cubanos,
estos artistas representan también una culminación de la apertura artística propuesta por
el Ministerio de Cultura en estos últimos doce años.
Con esta definición de un arte culturalmente activo generado por la obra de las
nuevas generaciones cubanas, la Bienal ayuda a dilucidar uno de los factores que separa
al arte del Tercer Mundo en categorías a veces irreconciliables. Una gran parte del arte
generado en nuestros países, particularmente cuando se hace arte culto es, en realidad,
un arte “pos-cultural”. En las situaciones coloniales, poscoloniales y neocoloniales, el
artista se basa en una cultura impuesta y preempaquetada y se esfuerza por que sus
obras encajen dentro de las coordenadas previstas por esa cultura. Incluso cuando la
obra es producida por una voluntad de rebelión y de oposición de obra reactiva, es decir
una obra que tiene sus coordenadas definidas por los valores del colonizador. Aún en
las obras de los artistas autoctonistas, aquellos que tratan de enraizar con tradiciones
indígenas interrumpidas, se trata de obras producto de simpatías formalistas o de
referencias al pasado generadas por el odio al presente. Es, en ese sentido, que estas
obras son posculturales.
Durante la mayor parte de sus treinta años de vida después de la revolución, Cuba
operó bajo la premisa de que son los cambios sociales los que generan los cambios esté
ticos, y no los programas decididos previamente. Estos artistas jóvenes constituyen una
prueba de la salud de la premisa. Sin embargo, a pesar de este éxito, el arte en Cuba está
pasando por un periodo de relativa tensión. No es claro si todos los niveles del gobierno
perciben y entienden la importancia de lo que se ha logrado con la aparición de estos
artistas. Desde enero de 1988 se vienen produciendo situaciones contradictorias en donde,
por un lado, el propio Fidel proclama que la razón de ser del socialismo con respecto a la
libertad de creación es “no solo en la forma sino también en el contenido”1y, por otro, se
dan ocasionales situaciones de censura y de autocensura. Un síntoma de estas tensiones
entre lo que vienen a ser “palomas” y “halcones” es la reciente remoción de Marcia Leise-
ca, vice-ministra de cultura encargada de las artes plásticas. Leiseca, percibida como fiel
180
Un laboratorio vivo
Otro factor polémico fue aportado por las posibles interpretaciones del término Ter
cer Mundo. En particular, los “artistas negros de Gran Bretaña” que visitaban la Bienal,
una categoría en la cual se agrupan todos los artistas que no son considerados “blancos”
en ese país, comentaban sobre una presunta “latinización” del término por parte de los
cubanos. Es cierto que el concepto de Tercer Mundo todavía tiene ambigüedades; para
la mayoría de los latinoamericanos sigue correspondiendo a la intención original de la
conferencia de Bandug, creadora y promotora de la categoría, basada en las naciones-
estado dependientes. Desde entonces, particularmente en los medios norteamericanos, el
término pasó a identificar a las poblaciones no-blancas, convirtiéndolo en un instrumento
de nomenclatura racista. La acusación de los artistas, esencialmente injusta, obligó a la
clarificación de los organizadores. La intención de la Bienal es la de dar acceso a todos los
sectores dependientes. Se reconoce que dentro de las naciones dependientes hay sectores
dependientes en un segundo grado, como es el caso de las culturas indígenas en América
Latina. Fue la escasez de medios económicos y la falta de asesores las que impidieron la
investigación del arte de muchos grupos culturales ausentes.
Pero la Bienal, igual que en las versiones anteriores, en muchos casos interesa más
por las especulaciones teóricas que genera que por las obras particulares. Sergio Francois,
con esculturas basadas en el mismo principio desarrollado por el escultor norteamericano
Snelson, hace flotar pedazos de caña entre tensores de alambre. A primera vista, la obra
parece un logro sincrético en donde la pobreza material recoge el ingenio tecnológico de
Buckminster Fuller3. Sin embargo, parece que el proceso fue al revés. Francois, un francés
181
Reseñas
182
Un laboratorio vivo
Pero el aparente aumento de interés en el tema en esta Bienal (que puede ser producto de
la distorsión expositiva causada por el tema de Tradición y Contemporaneidad) no significa
que el problema se haya solucionado y que el nexo entre las dos culturas quede validado. Son,
por el momento, obras interesantes individualmente, unidas por una nostalgia común basada
en gustos formales, pero que como obra colectiva no llega a definir una identidad.
Armando Hart, Ministro de cultura, inauguró la Bienal diciendo que “la defensa de la
identidad cultural de los países del Tercer Mundo constituye, esencialmente, la protección
no solamente de nuestro arte y de nuestra cultura sino también de nuestra existencia como
países independientes”. La frase describiría mejor esta Bienal si omitiera la palabra “países”
Cuanto más desarrollado el arte en su acepción occidental, menos parece aquí representar
una identidad nacional. Las representaciones estrictamente nacionales se dan en los niveles
de las artesanías locales. Los autos de alambre de Mozambique son claramente distintos
a los de Guinea Conakry aún cuando utilizan los mismos elementos. Las máscaras de
carnaval de Guinea Bissau, tienen una coherencia estilística propia. Con la excepción de
los artistas jóvenes cubanos ya mencionados (donde el parentesco es de actitud más que
de forma) quizás sean solamente los filipinos quienes pueden aspirar a cierta identidad
en esta muestra. Especialmente Santiago Bose, Raymon Maliwat y Roberto Feleo, este
último con una exposición individual particularmente interesante. La paradoja es que
Filipinas es un conglomerado de identidades no totalmente fusionadas que, como país
independiente, solamente existe desde 1946, pero los tres artistas se interesan por “cul
tivar” elementos populares, mitológicos, folclóricos y religiosos en tal forma que, a pesar
de mantener sus individualidades, logran una cierta coherencia colectiva.
Sería injusto terminar esta nota sin mencionar más detalladamente algunas de las
muestras paralelas que llenaron la Habana y sus suburbios. En el Castillo de la Fuerza,
una vieja fortaleza española, se exhibió la obra reciente de José Bedia. Bedia (Cuba, 1959)
183
Reseñas
es, a pesar de su edad, uno de los artistas más “viejos” de las generaciones de artistas
que irrumpieron en el arte cubano en la década del ochenta. Su obra evolucionó de un
interés general en la arqueología hacia intereses más concretos con respecto a los ritos
afrocubanos (particularmente el “palero”) y a las tradiciones amerindias. En el proceso,
Bedia fue desarrollando un repertorio pictográfico, un alfabeto visual, que se fue haciendo
más y más conciso con los años hasta adquirir casi una calidad de lenguaje objetivo. El
proceso fue peligroso. Muchos artistas en situaciones similares terminan atrapados en el
formalismo de la receta. Bedia, en cambio, en la medida en que su lenguaje se fue hacien
do más riguroso, ha logrado una libertad que fue creciendo en razón inversa al proceso
de síntesis. En consecuencia, cada obra tiene frescuras y originalidades inesperadas que
parecen surgir de una fuente inagotable. Una sala con sus instalaciones constituye lo que
quizá sea la contribución más formidable de toda la Bienal.
Otro cubano, Robert Diago, tuvo una pequeña retrospectiva en el Fondo de Biena
les Culturales. Diago, quien nació en 1920 y murió en 1955, sólo produjo arte durante
quince años. La obra, dispersa entre museos, colecciones privadas y la familia, siempre
se ve de a poco, con la imposibilidad de tener un panorama real de su trayectoria. El
mito lo pone a la par de Wifredo Lam, en parte por su interés en el afrocubanismo y la
santería, en parte por los recursos formales. La realidad, si esta muestra es representativa,
lo define como un artista interesantísimo con una trayectoria caracterizada por cierta
volatilidad de intereses. Una experimentación con elementos abstractos que no llega a
madurar debido a su muerte prematura, corta un periodo previo (1945-49) en el cual
Diago absorbía influencias europeas para definir su versión de arte cubano. Es este pe
riodo el que, con justicia, sostiene su mito. En estos años, Diago hace una investigación
posterior pero paralela a la de Lam. Probablemente imposibles sin el precedente, son obras
que dialogan con ellas, y se sirven mutuamente como cajas de resonancia. La muestra se
lim ita a despertar el apetito del espectador, poniéndolo a la espera de una retrospectiva
definitiva y completa.
Casa de las Américas auspicia dos exposiciones relevantes para la Bienal, ambas con
denominadores comunes técnicos. La más interesante es una selección de la colección de
gráfica latinoamericana, probablemente la mayor y mejor colección del mundo de la obra
producida en las décadas del sesenta y setenta. El rol que la institución ha tenido en la
promoción de la gráfica a través de sus concursos de grabado es de conocimiento público.
Pero la muestra, con una selección relativamente pequeña de un acervo de más de 2000
piezas, ofrece la prueba visual más contundente de la envergadura de la tarea realizada. La
otra muestra, Arte Textil de América Latina, da un panorama de los logros continentales
en la técnica. Su mayor problema, al margen de la calidad de obras individuales, es la
protección que la etiqueta artesana ofrece a las obras con ambiciones artísticas. Hubiera
sido interesante permitir que, particularmente las obras más ambiciosas (Nora Asían y
Nora Correas, ambas de Argentina) formaran parte de Tres M undos para poder calibrar
mejor su presencia.
184
Un laboratorio vivo
La Bienal se completa con muchas más exposiciones de las que se puedan discutir
aquí, entre ellas la de Antonio Ole (Angola) y José Tola (Perú), ambos premios de la
Bienal pasada, dando una visión más amplia de sus trabajos. Pero hay que mencionar la
obra de dos fotógrafos excepcionales y de estilos totalmente diversos: Sebastián Salgado
(Brasil) y Graciela Iturbide (México). Ambos tienen su forma personal de fotografía
antropológica/sociológica. Salgado, fotógrafo de Mágnum, con una gran muestra recoge
configuraciones de masas y de individuos en actividades deshumanizantes, apoyadas por
su forma de componer el uso de la luz cargada de nieblas, mugres y agresiones. Iturbide
se dedica al individuo; la máquina fotográfica se convierte en un instrumento de acer
camiento y de comunicación y el ser humano estadístico queda sellado en su unicidad
compleja, borrando toda posibilidad de clasificación generalizadora.
185
Berlinetta D ino Z 065, Pininfarina, 1967.
La idea Ferrari
Arte en Colombia número 46
Enero 1991
Con inteligencia confesa, el Forte Belvedere en Florencia dedicó sus espacios a una
muestra de automóviles después de una tradición museográfica dedicada entre otros a la obra
de Henry Moore y de Donatello. Florencia tenía uno de los estadios donde se desarrollaba
el Campeonato Mundial de fútbol, suceso que cambió el perfil del público veraniego en la
ciudad. En estas circunstancias la presentación de una muestra de coches de carrera y de
coches de consumo que explotan la fama deportiva de éstos, parecía una maniobra apropiada.
No tengo datos sobre la asistencia de público a esta exposición, pero es seguro que se evitó
el error veneciano cometido con la muestra de Tiziano. La exposición más importante que
jamás se hiciera de la obra del pintor, en teoría solamente accesible por medio de entradas
coordinadas con reserva de fechas, terminó teniendo la mitad del público calculado, a pesar
o a raíz de la cercanía de Udine (otro centro futbolístico) y de la Bienal de Venecia.
La idea F errari, a pesar de cierto tono apologético, de no ser una muestra de arte y
de un exceso de lenguaje de relaciones públicas en la presentación, terminó siendo una
exposición válida y fascinante, aun cuando imperfecta y posiblemente algo inmoral.
En términos expositivos hay dos factores levemente irritantes. Cada coche expuesto en
la terraza del fuerte aparece dentro de un enorme cubículo de vidrio y acero, reminiscente
no de vitrinas artísticas sino de salones de venta. Los distintos motores diseñados por la
compañía aparecen expuestos como esculturas en una plaza, pero con una estética solamente
atractiva para el erudito motorista y terminando en una afectación seudo-artística.
186
La idea Ferrari
Ferrari, quien originalmente condujo coches de carrera para Alfa Romeo y después
formó su propia compañía y salió con un primer diseño en 1946 (hecho por Giochino
Colombo), fue más que nada un empresario de ideas. Guío su empresa con bastante
sabiduría, pero los diseños son de individuos como Michelotti y Pinin Fariña y de talle
res como el Touring, Vignale y Ghia. En términos artísticos el gigante de la muestra es
realmente Pinin Fariña (o Pininfarina como se llamó después de 1961). Una exposición
sobre la Idea Pininfarina daría un perfil artístico del automóvil de este siglo. La historia
de los cuarenta años de la empresa Ferrari se limita a la descripción fragmentaria de un
deporte y a las consecuencias estéticas en una élite muy restringida.
Cuando Ferrari murió a los noventa años en 1988, había logrado imponer un concepto
comercial de lujo, apoyado por diseños individualizados para clientes particulares, ase
gurando prácticamente que cada automóvil tendría valor de coleccionista. La política fue
ayudada por sus clientes, entre los cuales Roberto Rosellini, Ingrid Bergman y Ana Magnani
constituyeron uno de los tríos más prominentes. Rosellini incluso, con gran publicidad,
corrió parte de las M il Millas en un Ferrari parecido al que le había fabricado. Entre tanto,
era Fangio quien desde 1956 en adelante ganaba los premios para la compañía.
187
Reseñas
mente mencionados en las etiquetas técnicas. La imagen de Ferrari termina más cercana
a Agnelli (dueño no solamente de FIAT sino también de equipos de fútbol, quien en el
catálogo se autocongratula de que ayudó a Ferrari a sobrevivir como empresa en 1969)
que a Fangio o a Pinin Fariña.
Queda, a pesar de todo esto, la experiencia de ver los prototipos de madera que se
utilizan para moldear las carrocerías delineándose contra la cúpula del Duomo evocando
esculturas de Negret. O la de ver el primer Testarossa (llamado así porque las cabezas
de los cilindros del motor habían sido pintadas de rojo) de Pinin Fariña de 1957. La de
admirar el Dino amarillo 206 S de 1967, también de Pinin Fariña que mantiene, aún
hoy, una apariencia profética de fantaciencia. O de enfrentar el prototipo en epo-madera
blanca del Tipo 348 diseñado por la Carrocería Pininfarina pareciendo una abstracción
en mármol de Carrara y plantada entre dos columnas del fuerte marcando el acierto visual
más potente de toda la muestra.
188
Vaca y violín, Kasim ir Malevich, 1913. - E l magnánimo cornudo, Liubov Popova, 1922.
Malevich y Popova
Arte en Colombia número 48, ArtNexus número 2
Octubre 1991
La persona indicada para escribir esta nota en realidad es Gerardo Mosquera, una
autoridad en el tema de las primeras décadas del arte soviético.1 Receptor de la Beca
Guggenheim, sus planes eran estar en Nueva York desde enero en adelante, cosa que
le hubiera permitido ver y escribir sobre las muestras que se discutirán a continuación.
Desgraciadamente, Mosquera todavía no ha recibido la visa para entrar a los Estados
Unidos, señal de que la Perestroika y el Glasnost todavía no han llegado completamente
a este país.
La muestra de Malevich, con 170 obras, es la más completa que se haya hecho hasta
el momento y permite una visión incontaminada de un artista conocido más que nada
por haber empujado a la pintura hacia una especie de nada mística, hacia un mínimo
1 Ver: Gerardo Mosquera. E l diseño se definió en Octubre. Editorial A rte y Literatura, la Habana, 1989.
190
Malevich y Popova
Popova, personaje menos mítico en la historia del arte y con una vida mucho más corta,
fue mensajera y traductora de las vanguardias occidentales para Rusia, al mimo tiempo que
ayudó a dar una solidez material a muchas de las ideas de Malevich. En 1921 Popova se plegó
a los constructivistas productivistas, abandonando la pintura a favor de un arte más funcional
(tipografía, escenografía y textiles) mientras que Malevich continúa comprometido con la
pintura. Malevich también se dedica a las actividades funcionales, pero incluso sus proyectos
arquitectónicos mantienen las mismas raíces espiritualistas que tiene su pintura.
Hay dos cosas que saltan a la vista en presencia de las obras de Malevich. Una, casi
frívola, es que los famosos cuadrados (salvo el C uadrado negro, 1923) no son verdaderos
cuadrados. Están lo suficientemente deformados como para que no sea un accidente de la
(des)prolijidad y, de hecho, la deformación tiene su teoría. La otra es la falta de elegancia,
de “flair” que tiene Malevich en comparación de otros colegas soviéticos como la propia
Popova, Rodchenko o, más notoriamente, El Lissitsky.
Con excepción de algunos dibujos a lápiz, Malevich parece un artista de una torpeza
enternecedora, inicialmente con una terrible preocupación por el arte que viene de Oc
cidente y dedicado a desentrañar y a entender los problemas que éste trae consigo. Una
ojeada de la obra de sus primeros años hasta 1914 (Malevich nació en 1878) parece un
catálogo del arte de la época incluyendo Impresionismo, Puntillismo, Simbolismo, Fau-
vismo, Expresionismo (a la Franz Marc) y Cubismo, pero todo sistemáticamente tardío y
claramente derivativo. Cada tanto se cuelan los campesinos rusos, ya evocando a Léger, a
Feininger, a Jawlensky, o algún alemán que pudo haber existido en su momento pero que
no accedió a la memoria, siempre manteniendo la investigación formal de turno. En un
caso extremo, Vaca con violín (1913), una vaca decentemente realista se ubica en la posición
del arco sobre un violín pintado a la manera cubista y con reminiscencias inesperadamente
chagallianas. Inesperadas porque algunos años más tarde (1919) Malevich fue contratado
en la escuela de arte de Vitebsk, en donde Chagall era el comisario artístico, y polarizó a
profesores y estudiantes en bandos chagallistas y suprematistas, partidarios de su propio
movimiento. El Lissitsky fue uno de los conversos de esta época.
Hasta este momento, 1914, Malevich no se distingue mayormente del típico artista
latinoamericano. Con los ojos puestos en la metrópolis y sin saber exactamente qué hacer,
pero con complejo de culpa, salva sus raíces con una reverencia temática al folklore. Por lo
demás, es un fiel servidor de las estéticas importadas. Malevich es claramente, si no uno
de nosotros, uno de los nuestros que merecería haber nacido en el Uruguay. Su trayectoria
hubiera sido exactamente la misma, aún si su impacto hubiera sido menor (salvo por un
posible fugaz reconocimiento durante el cincuentenario).
191
Reseñas
Por 1915, la inteligencia (no siempre inteligible y entretejida con aspectos místicos) de
Malevich, más que su mano, lo lleva a romper frontera. Es el año en que escribe su folleto
D el C ubismo a l Suprem atism o en arte, a l N uevo R ealismo en la p in tu ra , a la creación abso
lu ta , en donde reúne ideas que venía elaborando desde hacía dos años. El Suprematismo
para Malevich era “la aurora de una era en la cual el núcleo se moverá como una fuerza
de energía atomizada y que se expandirá dentro de nuevos sistemas espaciales en órbita”.
Es en la atomización en donde el Suprematismo se conecta, de acuerdo a Malevich, con
el Futurismo y el Cubismo. El color y la forma superarán al contenido, generarán una
perfección que a su vez producirá una nueva atomización. El cuadro, al decir de El Lis-
sitzky comentando sobre el Suprematismo, no es más que un punto cero desde el cual se
cuenta hacia el infinito (positivo hacia el espectador y negativo hacia la profundidad, o
viceversa). Es un cero que obliga al planismo total y absoluto.
2 Citado por M ilda Vikturina y Alia Lukanova en A Study ofTechnique, Ten Paintings by Malevich in the Tetriakov Gallery,
Malevich, catálogo de la muestra del Metropolitan Museum. Nueva York, 1990.
192
Malevich y Popova
más esclarecido que muchos de sus colegas, tiene sus dudas con respecto al monumento
proyectado por Tatlin para la III Internacional. Trotsky aplaude la funcionalización de
la arquitectura pero critica la carencia de un propósito claro y total para el monumento.
Comenta sobre la falta de una fundamentación completa en términos de su uso.3
Por otro lado muchos de los artistas se mantuvieron aferrados al esteticismo (Pevsner y
Gabo por ejemplo) o al expresivismo más tradicional (Chagall). Fueron estas tensiones internas
entre los artistas, sumado a la conciencia crítica de su propio elitismo y la elucidación de los
problemas de la autorreferencialidad, lo que lentamente abrió el paso al realismo socialista
soviético y al control artístico por parte del Partido Comunista. En la década de los treinta,
artistas como El Lissitzky y Rodchenko utilizaron la fotografía y el fotomontaje como ins
trumentos de propaganda realista socialista. Acusados en Occidente de colaboracionistas de
Stalin, sin embargo, es probable que hayan evolucionado en esa dirección como consecuencia
de discusiones teóricas y no necesariamente por presión de la autoridad del Partido.
En este proceso de “socialización” del arte, Malevich se encontró peleando con todos
los extremos. Por un lado, fue punta de lanza en los ataques contra Chagall y Kandinsky
que concluyeron en la ida de ambos. Por otro lado, desde 1921 en adelante, se opuso al
utilitarismo de Tatlin y de sus compañeros.
Comienza con refritos de 1912 (a veces fechados como pertenecientes a esa época)
que se van simplificando en maniquíes sin caras. En una regresión aun mayor, después
3 Trotsky compara el proyecto con la Torre Eiffel y concluye que la utilización de la Torre como transmisora de radio la
justifica a posteriori. Antes era atractiva como ejemplo de simplicidad de estilo, pero enajenante en su falta de propósito.
La utilización como transmisora de radio la convierte en estéticamente más armónica, aunque desde un principio se hu
biera diseñado para esa función tendría una perfección mayor. “Desde ese punto de vista, el croquis para el monumento
de Tatlin parece ser considerablemente menos satisfactorio”. (Trotsky en 1924, citado en Vladim ir Tatlin, catálogo de la
muestra en el Museo de A rte Moderno de Estocolmo, 1968).
193
Reseñas
reconecta con su periodo impresionista de 1903 e incluso hay algunos cuadros que los
expertos literalmente no saben si son de 1908 o de 1930. Su obra termina con una serie
de retratos de 1933 (un autorretrato, su mujer y amigos) de gente vestida en forma re
nacentista y en posiciones apropiadamente rígidas, típicas de la época. Son obras cuyo
único interés radica en el enigma. Muchos explican esta obra como un intento de ironía
crítica en contra de las humillaciones sufridas y atacando el deterioro artístico del medio
ambiente. Un final triste porque termina, no en la nada mística que tiene interés filosófico,
sino en la nada nihilista y autodestructiva. Malevich muere en 1935, a los 57 años.
Once años más joven, Popova fue menos dada a los manifiestos que Malevich y defini
tivamente más hedonista como pintora. De familia acaudalada, viajó frecuentemente por
Europa y tomó contacto directo con obras cubistas y futuristas. En 1913 vio la exposición
de esculturas de Boccioni en París que probablemente la influyeron en la creación de dos
de las obras más impresionantes de la exposición. R etrato d e una dam a y La ja rra sobre la
m esa, ambos de 1915, son cuadros que casi imperceptiblemente continúan sus quiebres
cubistas en la tercera dimensión. Aun cuando cronológicamente un poco a la zaga de
Malevich, Popova parece asimilar las esencias del cubismo y del futurismo con mucha
mayor naturalidad y elegancia. Mientras que una historia internacional del cubismo puede
sobrevivir sin la mención de Malevich, estas dos obras de Popova son imprescindibles.
Desde 1913 Popova trabajó en el taller de Tatlin, aunque con interrupciones causadas
por sus viajes. Uno de éstos la pone en contacto con la arquitectura islámica, la cual influye
su pintura a partir de 1916. Comienza su serie P ictóricam en te arq u itectón ico, con cuadros
que anticipan obras de artistas de los años cincuenta como Poliakoff y Ben Nicholson,
pero que en un proceso de depuración acelerado la llevan al Suprematismo. Aun en las
pinturas más mínimas son patentes sus ganas de pintar, que predominan por encima del
rigor teórico. El famoso plano como punto cero no es respetado. El ascetismo dura no más
de un año (1917) para volver a engranar con su obra de 1916 en algo que se podría llamar
constructivismo cubista. Son planos que se entrecruzan, sin referencias a la realidad salvo
alguna luna menguada, ambigua, porque le permiten investigar círculos interrumpidos.
1921 es el año de sus últimos cuadros, con mayor énfasis en las líneas sobre fondos enri
quecidos con texturas de arena, en una serie de “construcciones espacio-fuerza”. De ahí
hasta su muerte en 1924, presa de la escarlatina a los 35 años, su obra será utilitarista.
194
Botero en Florencia*
Arte en Colombia número 49, ArtNexus número 3
Enero 1992
Los jardines del Fuerte son particularmente aptos para mostrar grandes esculturas,
utilizando el perfil de la ciudad como telón de fondo. Fue lógico, por lo tanto, que la
presentación tuviera un énfasis un poco pesado en su obra tridimensional pero agregado
a la escasez de obras de los años sesenta y setenta (de las 119 obras expuestas, 71 fueron
hechas entre 1989 y 1991), la exposición no es muy útil para una evaluación seria de la
trayectoria del artista.
* El presente artículo está escrito a partir de la retrospectiva en el Forte Belvedere, presentada en el verano del 91.
Actualmente se realiza una con diferente curaduría en el Palacio de Exposiciones de Roma hasta febrero del 92. También
esta programada otra en París en el verano próximo y los Campos Elíseos albergarán 15 de sus esculturas monum en
tales. En Expo Sevilla ’92 Botero expondrá 80 cuadros de la serie de Tauromaquia. Nota del editor de ArtNexus/
A rte en Colom bia.
196
Botero en Florencia
Sin embargo, hay diferencias importantes que en última instancia ubican a Bueno en
Italia y a Botero en América Latina. Bueno se apoya en Campigli y Baj -sus contemporáneos
italianos- y la literatura que empapa sus cuadros es referente al erotismo o a trivialidades
seudo-filosóficas. Botero, en cambio, es claramente un narrador de historias latinoame
ricanas, que podrían ser latinoamericanas, o que son latinoamericanas porque las cuenta
Botero. En ese sentido Botero está más cerca de Enrique Grau que de Antonio Bueno.
Los tres artistas mencionados son “esquemáticos” en su imaginería, pero Grau y Botero,
aun cuando irregulares en la calidad de su trabajo, permiten conocer un mundo que se
sostiene en su propia autenticidad. Que Botero termine asociado con el amaneramiento
de Bueno es un síntoma de la falta de rigor en la organización de la muestra italiana, en
la que aparece presentado como un artista repetitivo y pintoresquista.
Es innegable que Botero también creó una “manera”, algo que lo hace vulnerable en
algunos círculos artísticos considerados “serios”. De hecho, el disparar sobre Botero se ha
convertido en una moda que va cundiendo más y más en la medida que su éxito comercial
y su fama van creciendo en el resto del mundo. Esa necesidad de bajarlo del pedestal, sin
embargo, tiene algo de deshonesto. Entre los nuevos enemigos hay muy pocos que no
hayan gozado de la obra en algún momento, aunque más no sea. al nivel de humor o de
hedonismo. Pero, aparte de una reacción a lo que en el fondo es la saturación de la moda
(un fenómeno del cual el propio Botero no es del todo inocente), tenemos que la negación
radical es excesivamente simplista.
Modigliani también fue un artista que tuvo una “manera”. Sus personajes fueron generados
dentro de una neurosis que lo mantenía aprisionado estilísticamente hasta un punto en que
se podría discutir si existía la libertad creativa que generalmente se le atribuye al verdadero
1 Botero vivió en Florencia de 1953 a 1955 y, de acuerdo a Vittorio Sgarbi en el catálogo, descubrió el ancho de las cosas
en 1956 al pintar una mandolina. Si bien Bueno tenía su estereotipo claro antes de estas fechas, no estaban lo suficien
temente difundidos como para implicar una influencia en Botero.
197
Reseñas
artista. Walt Disney, por otro lado, aún dentro de la coherencia estilística, explora la gene
ración de personajes totalmente diversos y ejerce la libertad de creación hasta las fronteras
de lo posible.2 La “manera” de Botero en cierto modo se encuentra entre ambos extremos.
Modigliani logra comunicar veracidad desde su prisión estética. Walt Disney, aun utilizando
un mayor repertorio, sucumbe al amaneramiento fijado por el mundo de la historieta y de
la animación, en el cual las verdades pueden ser descritas pero no comunicadas.
La negación simplista también ignora la posición frágil y muchas veces exitosa entre
el arte ingenuo y el hipersofisticado. Refiriéndose a ambos simultáneamente, Botero
transita sobre una cuerda floja en la cual su amaneramiento pictórico le permite mantener
el equilibrio. La manutención de este equilibrio en muchos casos se convierte en la tarea
primordial, apaga la posibilidad de las investigaciones más sofisticadas requeridas por el
arte hipersofisticado y conduce a la repetición (muchas de las obras expuestas podrían
tener fechas intercambiadas sin afectar la biografía artística de Botero). Pero, cuando Bo
tero resuelve el equilibrio con éxito, logra una obra que correctamente se refiere a ambos
extremos y expresa una vida propia. El Ecce H omo (1967) y H om bre y Capitán (ambos de
1969) caen en esta categoría. En otros, por ejemplo la Visita d e Luis XVIa M aría Antonieta
en M edellín , C olom bia (1990), dentro de lo divertido de la premisa de la obra, Botero
cae en la ilustración acartonada (aunque con un despliegue de virtuosismo académico
que posterga el balance negativo). Es como que hay Boteros auténticos y Boteros falsos,
aun cuando estén pintados por la misma mano. Se podría comparar en estos términos a
M adonna (1977), expuesto en el Fuerte, con Patrona d e C olom bia (1967) que no estaba
expuesto, dos cuadros extremadamente parecidos, en donde la diferencia fundamental
está ubicada, más que nada, en la chispa vital que tiene la primera versión.
Botero plantea con su presencia, además de todo esto, un problema aun mayor que
supera al pintor individual y lo reduce a un accidente histórico. Es un problema resumido
en el hecho de que una sociedad obesa y víctima del síndrome de Down (mongolismo)
pueda convertirse en el icono representativo de América Latina. Es paradójico que todo
artista que pinta como Botero sea, en última instancia, identificado como seguidor de
Botero, mientras que la obra de Botero se identifica con América Latina. Es esta propor
2 No interesa aquí hasta qué punto los personajes de W alt Disney son creados por su propia mano o por su equipo.
198
Botero en Florencia
ción la que lleva a gente como Sgarbi (curador de la muestra en Florencia) a proclamar a
Botero como “el artista más grande de nuestro continente.”3En este contexto, los Boteros
“falsos” son tan eficientes como los “auténticos”; ambos fijan una imagen particular en
el contexto cultural y la promueven al nivel de icono.
Botero no es el artista “más grande” o mejor de América Latina, pero quizás sea el
más importante. No es el mejor porque sencillamente no hay forma de determinar quién
y por qué alguien es mejor en algún lado. La importancia, por otro lado, es más fácil
de determinar, siempre que se defina qué se entiende bajo importancia. En el caso de
Botero, el mercado (su éxito) es uno de los factores cruciales en la definición. El otro es
la aceptación de una iconografía personal como si fuera continental.
Hay que diferenciar entonces entre el pintor Botero y el fenómeno Botero. Una vez
que la aceptación de su obra se da a la escala presente, el fenómeno Botero es algo que se
le escapa de las manos al pintor individual. Los cuadros existen como ingredientes de un
mundo cultural mucho más vasto. La crítica al pintor y a sus cuadros en los términos de
la crítica de arte tradicional se convierte en un ejercicio vacuo. Si discrepamos seriamente
con la imagen proyectada por Botero porque no conforma con nuestra propia imagen
ideológica del continente o con sus mitologías, ya no será la crítica de sus cuadros y es
culturas la que solucionará el problema. Ya no será el inventario de cual cuadro es bueno
y cual cuadro es malo.
3 En forma aun más discutible, Sgarbi también lo proclama como heredero de la civilización pre-colombina.
199
M adam e Recamier de D avid, René Magritte, 1967.
El sistema Magritte.
Museo Metropolitano de Nueva York
Arte en Colombia número 54, ArtNexus número 8
Abril 1993
1 El enfriamiento de su amistad con André Bretón data de 1929 cuando éste criticó a la mujer de Magritte por llevar un
collar con una cruz. (Dato en la cronología del catálogo de la muestra: Sarah W hitfield. M agritte. The South Bank
Centre, Londres, 1992.)
200
El sistema Magritte. Museo Metropolitano de Nueva York
desde 1945 y simpatizante desde mucho antes. El pintor, individualista, no tenía reparos
en que los amigos le sugirieran ideas o le titularan los cuadros (el catálogo los caracteriza
como sus “cómplices”). El artista, preciosista, no vacilaba en repetir sus cuadros cuatro
o cinco veces cumpliendo con encargos y comisiones.
En una visión azarosa de la obra de Magritte, siempre quedó claro que no era un “gran”
pintor en el sentido técnico de la palabra, aunque empezó a hacerlo a los doce años. El
éxito artístico de su pintura, en forma casi imponderable, se basa en una cierta torpeza, en
cierta irrealización, que generalmente lo salva de caer en la ilustración competente y lamida
que lo acecha a cada paso. La fuerza de su obra se acentuaba en el contenido literario y
la solución formal actuaba de envoltorio. La propuesta, extremadamente riesgosa en un
siglo que, al menos durante su vida, afirmaba el formalismo como la única aproximación
viable al arte, parecía increíblemente bien solucionada. Pero todo esto también explica
los problemas de clasificación que su obra creó en los críticos y su posición excéntrica y,
hasta hace poco, subvalorada en el mercado.
201
Reseñas
En Les M ots et les Im ages, un texto de 19292, Magritte explica que “un objeto no está
poseído por su nombre de una manera tal que no se pueda sustituir por uno mejor”.
Como ejemplo didáctico, muestra una hoja de árbol y la denomina cañón. Explícita así,
en una frase elegante, toda la verborragia postsaussoriana que sus cuadros generaron
en la crítica de arte contemporánea, incluyendo el famoso ensayo de Foucault Ceci nest
pas une p ip e5. Mientras que hasta la década del sesenta una acumulación de cuadros de
Magritte era suficiente para entenderlo hasta ese momento, hoy ya no alcanza. Whitfield
misma comienza su ensayo en el catálogo afirmando correctamente que la imaginería
de Magritte, internalizada por el arte publicitario, se ha instalado en la conciencia de un
público enorme que nunca oyó su nombre. Pero una muestra como la que se presentó en
el Metropolitano se limita a recordar el origen de algunos trucos publicitarios, sin ayudar
a descodificar y desmitificar el proceso.
El seudorrealismo que Magritte utiliza para sus obras, casi como un paralelo a su forma
de vestir, es un ataque al realismo. El realismo tradicional es emulativo, presupone que
el modelo es la referencia. Cuanto más se parezca el cuadro mejor es y el nivel de calidad
está regido por el modelo. El modelo por lo tanto es un ejemplo de la existencia de lo
absoluto, casi una prueba de la existencia de dios. Magritte desmonta esta construcción,
no en la forma surrealista tradicional de buscar una especie de metarrealidad, sino mucho
más radicalmente. Al introducir su especie de poesía dentro del lenguaje visual tradicional
y entreverar anárquicamente las reglas de ambos juegos, poesía e imágenes realistas, des
estabiliza a ambas y crea (o permite) una nueva realidad. Desde este momento, el cuadro
ya no es el producto de una relación unilateral y dependiente de un modelo. Desde este
momento el cuadro es la realidad.
2 El texto está reproducido en: Suzi Gablik. Magritte. New York Graphic Society, Boston, 1976.
3 M ontpellier: Editions Fata Morgana, París, 1973.
202
El sistema Magritte. Museo Metropolitano de Nueva York
redefinición de la función del artista en relación con la realidad viene ya anunciada en Los
m úsculos celeste (1927), en donde el cielo se despega parcialmente en recortes que aterrizan
sobre un piso de tablas. El universo deja de ser un modelo para convertirse en la frontera
entre el campo en donde el artista se mueve y el campo en el cual quiere moverse.
En su ejemplo hoy ya banalizado hasta el hastío, el de La traición de las imágenes (1929), las
cosas son y no son una pipa. La imagen termina significando al objeto-modelo con la misma
arbitrariedad que la palabra. Aclarado esto, ambas, palabra e imagen, pueden significarse
mutuamente en relaciones infinitas. Lo absoluto deja de existir y quedamos en libertad.
Magritte plantea este juego con mayor o menor claridad desde 1926 en adelante (la
obra El jock ey p erd id o es la que él mismo considera crucial en este camino). El recorrido
desde entonces es, salvo un período curioso durante la década del cuarenta, increíblemente
estable, aunque algunas obras son mejores que otras. El crítico del N ew York Times, Mi-
chael Kimmelman, describe a Magritte como a un maestro menor que produjo algunas
de las imágenes más memorables del siglo. La definición es simpática en su contradicción,
pero también muestra, más que las limitaciones del crítico, las de la muestra. Vista como
la acumulación de cuadros que se presenta, es cierto que Magritte tiene aciertos mezcla
dos con banalidades. Visto como sistema, el que algunas obras lo ejemplifiquen menos
acertadamente que otras, pierde importancia. Magritte fue capaz de abrir una puerta a
una poesía visual liberadora que no había sido abierta antes de él y que permitió el acceso
a generaciones culturales enteras. Muchos de nosotros, que jugamos juegos derivados
de él, nos encontramos inesperadamente en la situación borgiana de un Pierre Menard
inconsciente. Descubrimos con algunas obras que hemos escrito un texto que Magritte
ya había escrito idénticamente cuatro, cinco o seis décadas antes.
En 1933, Magritte, para su propia sorpresa, descubre que la poesía no solamente funciona
a través de contraposiciones, sino también por afinidades. La mirada distraída hacia la jaula
de un canario le hace ver un huevo en el lugar del pájaro. El resultado es Las afinidades
electivas, un cuadro menos interesante como tal que como ejemplo del “sistema”. El interés
histórico de la sorpresa de Magritte frente a este descubrimiento radica fundamentalmente
en la inferencia que hasta ese entonces efectivamente él se autodefinía como surrealista.
Sin embargo, hay otras obras, La bella cautiva (1931) y la posterior La condición hum ana
(1933), en donde establece afinidades más interesantes entre la imagen de un cuadro su
perponiéndose exactamente a la imagen de la realidad que el cuadro ilustra y el resto de la
realidad que, aunque pintada, se convierte en realidad real. Es un mecanismo que luego
fue recogido por el conceptualismo, pero utilizando espejos, fotografía y video.
203
Reseñas
sirve de puente asociativo al escaparse por la chimenea. Cuando aparecen títulos arbitrarios
integrados a las imágenes (o sustituyéndolas), las obras especulan más con los procesos de
nomenclatura que con las irritaciones preceptúales surrealistas. La clave (o al menos una
de ellas) de las obras de Magritte está en el peso de estos puentes asociativos. Cuando son
demasiado evidentes producen juegos banales como Esto es un pedazo de queso (1937), un
pequeño cuadro representando una tajada y presentado bajo una campana de vidrio real4.
Cuando son menos directos, acceden al misterio y estimulan lo que Magritte denominó una
sensibilidad superior. Esa sensibilidad “no es posible sin ser libre de las leyes de lo posible”.5
Los cuadros, pintados entre 1943 y 1948, se escapan nítidamente del lenguaje magrit-
tiano conocido y engranan con la obra de De Chirico y de Picabia, admirado hoy en día
por el postmodernismo. Pero es solamente la forma de pintar la que cambia. El “sistema”
sigue funcionando igual, pero las alusiones impresionistas no ayudan.
La idea de pintar a una mujer vestida con su propia piel (la piel del desnudo se extiende
hasta convertirse en un vestido con mangas y falda), El tratado d e las sensaciones (1944),
se hubiera realizado mejor en una pintura a la “Magritte” que en una a la “Renoir”. Y
mientras se puede justificar teóricamente una extensión del magrittismo hacia los estilos
pictóricos (continuada luego hacia Ensor y el estilo de historietas), de hecho Magritte
sacrifica en estas obras uno de los cimientos de la fuerza de su obra: el equilibrio entre la
imperfección pictórica realista y la idea, mencionada al principio de esta nota.
La muestra se redondea con tres esculturas que reproducen imágenes que previamente
habían sido pintadas. La idea de las esculturas fue de su galerista Alexander Iolas, y sugerida
en 1967, poco antes de su muerte. Son otra prueba de lo precario del equilibrio entre las
ideas de Magritte y su realización. Más grave aún, una de ellas, La G ioconda (1967), quedó
inconclusa al no solucionarse una proyectada imagen de un cielo con nubes incluido en el
cuadro original de 1960. Provenientes de lo que en la obra de Magritte son tres cuadros
menores (los otros dos cuadros son M egalom anía de 1962 y P erspectiva: M adam e R écam ier
d e D avid de 1949). El cambio de medio y de escala, limitándose a ilustrar los cuadros en
forma fidedigna pero sin considerar los cambios de realidad, dejan un sabor a kitsch que
no coincide con el resto de la obra.
4 De acuerdo a W h itfield en el catálogo, la idea de esta obra no fue de M agritte sino de su amigo Paul Colinet. Colinet
había sugerido queso gruyere, pero Magritte insistió en hacerla con brie.
5 Magritte. “La Voix du Mister” en: Rethorique número 4, enero de 1962. Citado por Harry Torczyner en: Harry Torczyner.
Magritte, Ideas and Images. Abrams, Nueva York, 1979.
204
El sistema Magritte. Museo Metropolitano de Nueva York
Una de las copias de M a dam e R écam ier está en el Museo Real de Amberes. A raíz
de una muestra que ocupó todo el Museo, la obra fue guardada en un sótano lleno de
esculturas de yeso. La atmósfera accidental del depósito supo darle la perspectiva y el valor
que la obra necesitaba para vivir en sus propios términos. Obviamente no es un truco
para repetir en una exposición, pero sirve de metáfora no solamente para lo que le falta a
las esculturas exhibidas, sino a la muestra en total: una caja de resonancia estética fiel a
Magritte pero que también apele a los cambios que nuestra percepción ha sufrido entre
la muerte de Magritte y el día de hoy.
205
Trompe TOleil with Léger head andpaintbrush, Roy Lichtenstein, 1973.
Una docena de años después de una extensa revisión de su obra en el Museo Whitney
(ver Arte en C olom bia número 18, páginas 57-60)1mi reacción, a pesar de los elogios de
entonces y de terminar la nota en expectativa, fue pensar “que lata”. Aparte de los enormes
precios en los remates y las grandes comisiones, una nueva retrospectiva de Lichtenstein no
prometía grandes revelaciones. El prejuicio fue un error. Lichtenstein parece inagotable en
las variaciones combinatorias de lo que a esta altura parece un “pequeño idioma” propio,
aunque originalmente no fuera un lenguaje precisamente personal.
El origen impersonal quedó subrayado en esta exposición por el hecho de que uno de los
patrocinadores de la muestra fue la compañía Marvel, el imperio comercial de la historieta que
tiene los derechos de X-Men, el Hombre Araña y muchos otros, el valor de cuyas acciones se
multiplicó por ocho en la bolsa de Wall Street desde que éstas se hicieron accesibles al público
hace menos de tres años. El patrocinio, casi demasiado obvio como maniobra publicitaria,
invita a la especulación. Lichtenstein -como cuenta la curadora Diane Waldman en el catá
logo- empezó su copia de cuadros de historietas como una reacción antiartística. Trató de
hacer un cuadro que nadie quisiera colgar en la pared y copió una escena del Pato Donald
y el Ratón Mickey pescando. A raíz de ese intento, se puede suponer que fue rápidamente
atrapado por el imperio representado en Marvel. Se le obligó inmediatamente a ampliar
fragmentos de historieta para darles validez artística y colocarlos en galerías y museos.
206
Retrospectiva. Roy Lichtenstein. Museo Guggenheim
Lichtenstein, quien ingenuamente había creído que podría utilizar la historieta para ex
presar sus propios fines rebeldes, quedó como un esclavo más del imperio. Supo sin embargo
mantener una especie de humor profético, como lo prueba su M asterpiece (obra maestra) de
1962, en donde la amiga del pintor admira su cuadro y comenta: “¡Uy, querido Brad, este
cuadro es una obra maestra! Pronto tendrás a todo Nueva York clamando por tu obra”.
Cargado con los prejuicios artísticos adquiridos durante sus estudios artísticos con
respecto a la importancia de la artesanía, durante los primeros años (hasta 1962-63)
pintó los cuadros a mano, punto por punto. A medida que se fue acostumbrando a su
nueva posición y tomando conciencia del tedio del artesanado, se atrevió a introducir
cambios que facilitaron su trabajo. Comenzó así la utilización de plantillas de puntos y la
simplificación (aun mayor que en el modelo que copiaba) de la imagen. Con el tiempo,
las plantillas tuvieron los puntos más grandes y en menor cantidad y fueron ubicadas en
superficies más pequeñas. El ahorro de la mano de obra fue cada vez mayor.
Con los años, la posición del artista se solidificó lo suficiente como para permitirle no
solamente el abandono de los textos de las historietas, sino también una máxima reducción
de la presencia de las tramas mecánicas. M il novecientos sesenta y tres es probablemente
el año clave en todo este proceso de cambio, aunque Lichtenstein continúa con algunos
proyectos anteriores. Hace una serie de copias de historietas de guerra que Waldman ubica
en la tradición del G uernica y define como una protesta contra la guerra en Vietnam.
Waldman explica también que Lichtenstein no quiso esperar el fin de la guerra y que cerró
la serie en 1964 para dedicarse a las mujeres (de historieta) ya que (siempre de acuerdo a
Waldman), después de todo, las rubias se divierten más, ¿no es cierto?
207
Reseñas
Lichtenstein cita a cantidad de artistas ilustres del pasado (Monet, Picasso, Matis
se, Kirchner, Schlemmer, Carrá, etc.) pero son en su mayoría citas casi narrativas. La
estética de los artistas se transforma en el contenido de la nueva forma impuesta por la
estética de la historieta. Es solamente la obra de Léger (y quizá un poco la de Mondrian
sumada a algunas lecciones del art-déco) la que afecta la forma en que Lichtenstein
controla sus obras y la enriquece. Es aquí donde nuestra ficción cínica se ve forzada
a terminar y es desde aquí que Lichtenstein se convierte en una especie de semiólogo
visual. Lichtenstein analiza y re-analiza ese lenguaje hasta que, casi mágicamente,
termina transmutado.
208
Retrospectiva. Roy Lichtenstein. Museo Guggenheim
Pero la alegría no es total. Hay un velo, una fragilidad que no está en la obra sino en el
espectador. Radica en la sospecha de que bueno, ésta le salió, pero ¿le saldrá la próxima?
Y la duda está dada por el hecho de que Lichtenstein es, más que nada, un formalista y
porque, en el fondo, mira al pasado. La realidad de Lichtenstein es mecanicista y pre-
electrónica. No reconoce la existencia de una nueva realidad afectada por la computadora
y el video, en donde la forma y el contenido ya no se pueden analizar separadamente y en
donde la imagen pierde toda posibilidad estática. En ese sentido, y a pesar del terminado
frío e industrial, su obra hoy se ve como nostálgica y romántica. Es algo que solamente se
hace evidente porque Lichtenstein se comprometió con un medio masivo de comunicación
que, por definición y tecnología, quedó congelado en un fragmento de la historia. Es un
aspecto en el que Léger le llevaba una ventaja: se enfocaba en una utopía futura, quizá
igualmente romántica, pero abierta.
Lichtenstein recordó sus encuentros con Leger con afecto, tanto que más tarde los
festejó en su serie de Interiores. Estos son parte de una colección de cuadros enormes
hechos ya en esta década, en los cuales el pintor alude a su propia obra. Sus cuadros
aparecen como parte de una realidad de historieta que se convierte en un cuadro de
cuadros o en una historieta de historietas. Es, como el resto de su obra, una cárcel de
líneas y de retículas que le sirve como plataforma para expresar la contradicción entre su
fidelidad al imperio y su sentido de libertad. La libertad queda expresada en su humor,
en sus infinitas alusiones a las otras realidades. También lo están sus pequeños robos,
como cuando importa (herejía peligrosa) brochazos de pintura de verdad en cuadros que
supuestamente no tienen realidad.
La fidelidad, por otra parte, está descrita en el comunicado de prensa de Marvel que
recuerda, sin ambigüedades, el éxito del imperio y nos retorna a la ficción: el disfrute de
generaciones, durante cinco décadas, con las aventuras del Hombre Araña, Hulk, Capitán
América, X-Men y otros incontables, está basada en la creatividad de artistas talentosos
que saben cómo encender nuestra imaginación y transportarla a alturas inesperadas.
Porque no existe ningún individuo cuya obra ejemplifique mejor el imponente poder
del arte de estremecer y de sorprender que el de Roy Lichtenstein, es que Marvel con su
entusiasmo más sincero..., etc.
209
La p intura más deseada de América., Vitaly Komar y Alex Melamid, 1994.
El arte de la democracia
Arte en Colombia número 60, ArtNexus número 14
Octubre 1994
Vitaly Komar y Alex Melamid, artistas soviéticos que abandonaron su país hace muchos
años para ir a los Estados Unidos vía Israel, estaban catalogados como “disidentes” antes de
su partida. Una vez establecidos en los Estados Unidos, se autodefinieron como disidentes
con respecto a la nueva cultura que encontraron. Su obra siempre fue el resultado de un
trabajo en equipo indisoluble (ninguno de los dos es identificable individualmente) y lo
que era sátira del realismo socialista pasó a ser sátira del consumo capitalista. Los trabajos
siempre se caracterizaron por la habilidad académica y el humor. En una nueva exposición,
en el Alternative Museum de Nueva York, se han embarcado en una empresa de mayor
alcance, no tanto por el valor artístico de la obra sino por las implicaciones sociales. La
muestra es el resultado de una encuesta sobre el gusto norteamericano; culmina en dos
obras: el cuadro que gusta más y el cuadro que gusta menos.
210
El arte de la democracia
La preocupación por definir con precisión cuál es el gusto popular o el “arte del
pueblo”, ha sido una meta fundamental tanto del comercio como de la política. Un
análisis del mercado en este sentido, es un proceso que ha tomado lugar -yendo de lo
crudo a lo sofisticado- en todas las ideologías. La intuición o el conocimiento de ese
mercado han determinado la estética de campañas publicitarias comerciales y guberna
mentales y también han influido los patrocinios estatales. Es la hipotética protección del
“público” lo que generalmente se invoca para la aplicación de la censura. Los criterios
para la censura se basan en los valores atribuidos a lo que usualmente no es más que
una abstracción desconocida sobre la cual se proyectan los prejuicios de los burócratas
mediocres que la implementan.
Hasta aquí, la idea de los artistas no es mayormente importante (ni correcta), salvo que
decidieron afrontar el problema con lo que, a primera vista, parece una total franqueza.
Donde la empresa de estos artistas se hizo más original fue en la escala y seriedad de la
encuesta. En contacto con la revista liberal de izquierda The N ation y su Instituto de
Análisis Social, lograron los fondos necesarios para financiar una encuesta profesional
(costo $80.000 dólares, con 50% de descuento dada la naturaleza del proyecto). Fueron
entrevistadas 1001 personas, representando porcentualmente todos los estratos socio
económicos (y geográficos) de los Estados Unidos, en un estudio comparable a cualquier
encuesta de opinión institucionalmente organizada.
La obra “ideal” que produjo la encuesta no tiene mucha más importancia que la de
una buena broma: Washington y un ciervo aparecen en un paisaje otoñal con cielo azul.
Hay que aceptar sin embargo que un plebiscito nacional la elegiría por encima de obras
hechas de acuerdo a los criterios dados por las respuestas negativas. Pero hay otros resul
tados que trascienden el analfabetismo artístico y las modas. El cuestionario estableció
por ejemplo que el azul es el color más popular (44%), seguido por el verde (12%). El
rojo (11%), aunque no aparece como vencedor en ningún estrato de la población, sube
en popularidad en relación directa a la sofisticación. Esta conclusión tiene consecuencias
comunicativas importantes y permite especulaciones extrañas. Por ejemplo - asumiendo
211
Reseñas
La independencia del gusto queda relativizada por las ideas sobre la importancia de los
colores en las cosas cotidianas. A un 56% le parece importante la elección referida a un
sobretodo, a un 49% cuando se trata de un automóvil. Ya hablando de ropa interior, sola
mente un 16% considera que es importante esmerarse. O sea que es cosa de apariencia.
El tamaño ideal de una obra de arte grande, de acuerdo a un 65%, es el de una má
quina de lavar platos, en oposición a otras escalas posibles como son el tamaño pared o
la heladera. En caso de obras pequeñas, la referencia para un 69% es un televisor de 19
pulgadas (50 cms. de diagonal en la pantalla), en comparación a una revista o un libro
de bolsillo.
La idea de que el público tiene que tener el derecho de decidir sobre qué arte se ex
pone públicamente es más popular entre los encuestados con ingresos por debajo de los
30.000 dólares anuales. Son los grupos más afluentes los que piensan que el público no
debiera tener influencia en la decisión. Entre el total de los encuestados, un 60% cree en
el derecho de control público.
212
El arte de la democracia
Considerando que la exposición ázA rte degen erad o, que Hitler organizara en Munich
en 1937, fue visitada por dos millones de personas que presumiblemente estaban de acuerdo
con las premisas de la muestra, el tipo de democracia planteado por Komar y Melamid se
convierte en problemático. La lavada de manos, aceptable en términos del juego artístico
que se plantean, también es tramposa. La “democracia”, que sirve de base a su juego, es
falsa. Es una democracia que se basa en el gusto y no en el análisis y las preguntas, en su
pretendida simplicidad, olvidan la complejidad de las cosas. Por la forma como se plantean
tanto el cuestionario como la muestra misma, se establece un proceso de empobrecimiento
y de simplificación antitético con el arte. Ambos aparecen como consecuencia final de
un proceso democrático que transcurrió hasta el momento de la encuesta y de las obras.
Este primer final es una referencia empobrecida, en el sentido de que las obras de arte
que definieron los conceptos que generaron las preguntas del cuestionario son mejores y
más ricas que los resultados que ilustran la encuesta. Con esto se confirma un proceso de
deterioro en el caso de que la democracia artística, como parecen entenderla los artistas,
realmente se llevara a cabo.
Pero la conclusión fácil según la cual el arte no puede estar regido por reglas democráticas
y necesita una elite esclarecida, también es falsa. El error está en proyectar una definición
política de democracia sobre el arte, en lugar de democratizar el acceso al arte.
Lo que Komar y Melamid hicieron fue en cierto modo paralelo (salvando las distancias)
a la exposición de Arte degenerado. La exposición de Hitler quiso demostrar que el arte
estaba mal, pero solamente mostró que la gente (Hitler incluido) no entendía el arte que
se estaba haciendo. A Hitler le convenía que la gente no entendiera, pero que pensara que
entendía muy bien. A Komar y Melamid les interesa que la gente entienda y al mismo
tiempo que sepa que no está entendiendo muy bien. Sin darse cuenta, Komar y Melamid
se dejaron atrapar por cierta frivolidad del arte de hoy y se quedaron a mitad de camino.
La propuesta de la muestra es interesante, pero la lavada de manos la arruina. La verdadera
democracia se define compartiendo el poder. Komar y Melamid se redujeron a recoger los
síntomas que definen el consumo, no las energías que se aplican a la solución de proble
213
Reseñas
mas. Más aún, forzados por su propia propuesta, aquí renunciaron sobre la confusión a la
utilización de sus propios recursos. Si queremos juzgar la exposición más allá del innegable
placer lúdico que ofrece en una visita típica a un museo, inmediatamente encontramos
problemas. La muestra es sobre infantilización, no sobre democracia, y también sobre la
confusión de la escena artística (esto último de acuerdo a un reportaje a Melamid en el
mismo ejemplar de The N ation) y los artistas se olvidaron de aclarar la diferencia.
La muestra, si ilustra algo, es la distancia entre lo que la elite considera arte y lo que
el público general acepta como tal. La única conclusión viable, después de ver todo esto,
es que probablemente ambos, elite y público, no solamente están alejados de un posible
entendimiento mutuo, sino también que están irremediablemente equivocados.
214
Absolut Warhol, Andy W arhol, 1997.
Arte Absoluto
Arte en Colombia número 70, ArtNexus número 24
Abril, 1997
1 Richad Lewis. Absolut Book; The Absolut Vodka Advertising Story. Journey Editions, Boston-Tokyo, 1996.
216
Arte Absoluto
una campaña que, a esta altura, ha quedado como un hito en la historia de la publicidad de
este siglo. Utilizando recursos derivados del arte conceptual -metonimias y tautologías-,
apelando al ingenio y al humor del lector a través de pequeños enigmas, y estableciendo
cuidadosamente una imagen icónica sintética del tipo prefigurado (comentado en una
nota correspondiente en ArtNexus) por Meret Oppenheim, la botella de Absolut y la
promoción de su nombre logran (de acuerdo al libro publicado) al menos igualar las
ventas de vodka rusa y, presumiblemente, establecerse con un símbolo de status entre
los “vodkámanos”.
Es en este contexto que entra la idea de Michel Roux, presidente de la compañía dis
tribuidora, de jugar con el arte. En 1985, durante una cena, Andy Warhol le comentó su
admiración por la botella de Absolut y le confesó que, aunque no tomaba vodka, utilizaba
la bebida como perfume. El resultado de la conversación fue la creación del primer aviso
artístico a cambio de 65.000 dólares (una ganga dado que el cuadro de Warhol pasó a
ser propiedad de Absolut). Esa obra de Warhol es todavía, después de una decena de años
y un par de cientos de avisos de artistas, el aviso más logrado de la serie artística y, en
cierto modo, el más valiente. Warhol, quien como la campaña de Absolut, pasara de la
publicidad al arte, muestra su maestría y logra, usando negro en contra de la tradición de
transparencia visual utilizada en la reproducción de la botella, fijar una vez más su propia
imagen sin desvirtuar el aviso. El cuadro descifra mejor a Warhol que a la campaña de
Absolut y debiera ser utilizado como paradigma en el estudio de su carrera artística. Su
sueño de llevar el producto comercial al campo del arte para reciclarlo comercialmente,
aquí parece culminar con perfección en todos los niveles deseados.
Warhol abre el camino para los artistas grafitistas (y amigos suyos) Keith Haring y
Kenny Scharf, que se desvían del maestro y llevan la campaña a lo que será después: una
excusa para publicitar estilos personales mientras se realiza un aviso. La visibilidad es
para el artista y Absolut queda en la forma y en el texto compartido con el nombre del
autor. Como el texto siempre consiste en “Absolut” y otra palabra, y el juego acepta la
217
Reseñas
posibilidad de ocultamiento o relegamiento del producto, los márgenes están dados como
para no dañar a la campaña. Con toda esta libertad concedida al artista, es sorprendente
que la exposición en la galería no sea mejor.
Absolut no corre grandes riesgos con esta campaña publicitaria. De acuerdo a Lewis
(autor del libro), el pago de Warhol determinó la cifra tope absoluta que se paga, creando
un escalafón guiado por la jerarquía del artista en el mercado. El honorario típico está entre
los 2500 y los 5000 dólares. Los avisos se publican selectivamente, a veces en revistas de
poca circulación y con público muy específico. Hay obras encargadas y pagadas que no
se publican. Las obras tienden a evitar lo ofensivo y, con pocas excepciones, la política.2
Entre tanto, la colección va creciendo y su valor monetario también. Para el artista, por
otra parte, la transacción constituye una venta y, con suerte, una publicidad gratis. Lo
interesante de todo esto es que Absolut ha logrado adaptar el mecenazgo del Renacimiento
al fin del siglo veinte en una forma perfecta. Es solamente explicable a través de una pura
hipocresía que el truco se les escapara a empresas más fuertes y más importantes. Cuando
el Banco Chase Manhattan o la IBM armaron sus colecciones, o cuando Philip Morris o
Mobil patrocinaron grandes exposiciones, fueron y son actos de recreación del mecenazgo
tradicional. Las corporaciones tratan de establecer una imagen de gran señor refinado.
La venta de sus productos se convierte en un favor al consumidor. Absolut, en cambio,
logra definir un mecenazgo democrático, de mangas recogidas, en donde la actividad del
mecenas se fusiona con la del artista para invitar al consumidor y compartir las cosas.
Parte de la credibilidad de este proceso está dada por la calidad de la campaña no-artística
que lo precedió y acompaña a la de los cuadros. El artista aparece como un invitado en una
tarea cuyos parámetros de excelencia ya fueron establecidos. No se le pide que haga buena
publicidad sino que se pliegue a una institución que ya es buena y que seguirá buena aún
2 Una de las excepciones fue “Absolut Freedom” (Libertad absoluta) que agrupó a tres artistas que se han apartado del
Gobierno de Cuba, Florencia Gelabert, Tomas Esson y A rturo Cuenca, tratando de ganar puntos entre el público bebe
dor de Miami.
218
Arte Absoluto
cuando la contribución sea mediocre. El único riesgo que se corre es el de que, si la obra en
conexión a la botella de vodka es realmente buena y deriva su fuerza del acto publicitario,
cambie la percepción del resto de la obra del artista. El artista puede terminar contaminado.
Solamente Warhol estuvo completamente a salvo de este peligro, dada la definición que el
mismo dio de su propia obra. En ese sentido, Warhol es el único caso en donde un artista
se apropió de Absolut, en lugar de ser apropiado por el producto comercial.
En virtud de todo esto es posible que la exposición artística de Absolut tenga una
importancia mayor que la impresión frívola y agradable que se tiene a primera vista. El
libro describiendo la colección y la campaña, escrito por uno de los miembros de la agencia
publicitaria, se lim ita a lo informativo y lo calculadamente chismoso. Simpático y sin
correr riesgo, el escrito explica la mecánica de la campaña y es referencia imprescindible
para quien quiera especializarse en los avisos de Absolut. Pero carece de la distancia crítica
y de la perspectiva antropológica que todo esto merece y que podría ayudarnos a entender
mejor el enorme lío de fronteras borradas que estamos viviendo.
Lo ofensivo de Benetton durante todos estos años no estaba en los temas sociales y
políticos que utilizó, al menos para la gente del centro y centro izquierda de la gama ideo
lógica. Estaba en la cancelación de la frontera entre las causas ideológicas y el consumismo.
Al usar la indignación moral para vender ropa se contaminaba la indignación en lugar
de enaltecerse la ropa. El comercio siempre tuvo más poder que la ideología y Benetton
logró que uno de los pocos reductos de actividad real que le quedaba al consumidor, la
facultad de indignarse -contra las masacres en Bosnia, el racismo, el dogmatismo religioso
o la indiferencia frente al SID A- se convirtiera en un producto de consumo más. El tan
mentado posible fin de las ideologías parece estar encapsulado en este acto.
Aunque una discusión de Absolut obliga a una discusión de Benetton, hay una dife
rencia bastante grande. Absolut borra las distancias que hay entre el arte y la publicidad,
entre la creatividad aplicada expandiendo una hacia la otra y viceversa. La calidad del
3 Partes de la carta fueron publicadas por H arper’s M agazine y el texto citado apareció en Newsday, abril 14, Long Island,
p. F2. el sub-comandante rechazó la oferta.
219
Reseñas
Absolut y Benetton son solamente síntomas de una caída de barreras más generalizada
que ya está obligándonos a una revisión radical de cómo encaramos lo que llamamos
realidad y cómo nos ubicamos no solamente en el arte sino en la vida. Nuestras ideas de
nacionalidad, por ejemplo, están siendo usurpadas por el multinacionalismo corporativo.
Algún día tendremos pasaportes emitidos por Microsoft, Coca Cola o General Motors.
La distancia entre lo que es la concepción imaginativa y la realización física de esa con
cepción, está desapareciendo gracias a la computadora. El arte está llegando a convertirse
en visión pura, sin necesidad de apoyos y errores artesanales. La pintura, la escultura y los
demás medios están rápidamente yendo al nivel del crochet: impedimentos anacrónicos
que enlentecen la imaginación.
Muchas de las correlaciones que damos por sentadas como, por ejemplo, los nexos
entre documentación y realidad y espacio, espacio y experiencia, experiencia y ética, ya no
funcionan con la nitidez acostumbrada. Los puntos de apoyo que nos sirvieran para tomar
decisiones están fuera de foco o dejaron de existir y se abre una pregunta sin respuesta (al
menos en esta nota): ¿cómo llegaremos a conclusiones éticas si la realidad que le sirve de
referencia desaparece? El verdadero nombre de Absolut Vodka (nadie lo sabe) es Relativ
Vodka. Es un dato que no se puede publicar. Constituiría una declaración absoluta y por
lo tanto contradictoria.
220
Obras del camino, Mona Hatoum, 1985.
Mona Hatoum en
el New Museum de Nueva York
Arte en Colombia número 75, ArtNexus número 29
Julio 1998
Pero a pesar de que uso un lenguaje occidental, siento definitivamente que mi expe
riencia de crecer en el medio oriente ha formado mi trabajo. Esta es probablemente
la razón de que mi obra incomode a la gente. Creo que es fácil percibir una sensación
1 La exposición fue iniciada por el Museum o f Contem porary A rt de Chicago y tuvo lugar en Nueva York del 4 de diciem
bre de 1997 al 22 de febrero de 1998.
222
Mona Hatoum en el New Museum de Nueva York
de espanto y de miedo, pero espero que también sea posible la reacción opuesta,
una sensación de poesía y de belleza. Quiero empujar al público en direcciones
distintas y exponer las contradicciones que siempre forman parte de la vida.
First Step (Primer Paso, 1996) es una camita de niño vacía, con ruedas de coche cuna.
Vacío y sin colchón, Hatoum espolvoreó azúcar a través de la rejilla de soporte, como
si fuera un estarcido, dejando el diseño en el piso. La cama desfasada sugiere un primer
paso infantil envuelto en el terror y con la dulzura abandonada. Roadworks (Trabajos
viales, 1985) es una foto (documento de un perform an ce) de pies descalzos caminando
penosamente y arrastrando las respectivas botas (o las botas de un hipotético soldado)
amarradas a los tobillos, señalando una eterna e implacable persecución.
La obra de Hatoum no muestra esfuerzo alguno por continuar ese proceso de ruptura,
se limita a utilizar las enseñanzas presentadas por las rupturas ajenas. Es una postura en
cierto modo conservadora, pero que la exime del deber de la experimentación y le permite
concentrarse en la síntesis de todas las variables que maneja. La estrategia es útil porque
Hatoum quiere decir cosas, muchas veces denunciar cosas, y las obras se entienden, o
dejan la sensación de ser entendidas, sin obligar al espectador a desentrañar innovaciones
y rupturas lingüísticas extremas.
Hatoum es un ejemplo que ilustra al artista que, fuera de su país, se encuentra en
frentado a una multitud de embates preceptúales y culturales, sumados a indignaciones
políticas y tomas de decisiones de conciencia contradictorias. Bombardeada con todo
esto, tiene que encontrar un idioma plástico que no solamente exprese esa ensalada com
pleja, sino que también le permita entender su propia identidad y le garantice una salud
mental seriamente puesta en peligro por la realidad. Hasta hace pocas décadas, este tipo
de artista era relativamente escaso: era un personaje asociado con el drenaje de cerebros
de la periferia hacia los centros —el síntoma del becado o del emigrado pudiente—hoy, el
223
Reseñas
Pertenece todavía a una generación que asume como identidad más el exilio que la
emigración. Es el mismo viaje pero con una psicología distinta. No es casual que uno de
sus textos preferidos sea un escrito de Edward Said: “[...] Los logros del exilio son per
manentemente socavados por la pérdida de algo abandonado para siempre [...] Porque el
exilio, diferente del nacionalismo, es fundamentalmente un estado discontinuo de ser.”2
La manera como Hatoum encara el caos cultural, no solamente le sirve a ella sino
que prefigura claramente una solución para los artistas en la diáspora que comparten y
compartirán sus problemas de adaptación.
Hace muchos años, preocupado por el tema del artista emigrado, escribí un ensayo sobre
el arte “spanglish” Usando a Ana Mendieta como ejemplo artístico, traté de comparar la
mezcla idiomática del “spanglish” con la hibridación cultural en la cual ambas culturas
quedan incompletas. A estos semisistemas, que juntos tratan de formar un todo se agre
gaba la presencia de dos públicos también incompletos: el de origen, distorsionado por la
memoria, y el adoptivo incompletamente asimilado. Se agrega además un tercer público
más real, formado por aquellos que viven las mismas condiciones del artista, generalmente
con la nostalgia que es parte integral del exilio. Estrictamente, Hatoum encajaría en esta
categoría. Para describir una obra (U nder Siege, Sitiado, 1982) Hatoum comenta:
Como una persona del Tercer Mundo, viviendo en Occidente, existiendo en los
márgenes de la sociedad europea y enajenada de la mía... esta acción representa
un acto de separación... el salir del marco de referencia adquirido y entrar en un
espacio que actúa como punto de reconexión y reconciliación con mi propio pasado
y la historia sangrienta de mi pueblo.3
La obra consiste en un perform ance durante el cual Hatoum trata de pararse dentro de un
prisma de vidrio con arcilla mojada en el piso, patina y se cae continuamente, dejando trazos
de barro en las paredes en forma que recuerda la obra de Mendieta Body Tracks (.Huellas d el
Cuerpo), del mismo año. Pero aun cuando hay ciertas similitudes -ambas artistas usan su
cuerpo como una especie de geografía-, las diferencias son tan grandes como la distancia
2 Edward Said, “Reflections on Exile”, 1984, parcialmente reproducido en: M ona H atoum , Phaidon Press, Londres, 1997.
Página 110.
3 Describiendo “Under Siege” en: M ona H atoum . Phaidon Press, Londres, 1997. Página 122.
224
Mona Hatoum en el New Museum de Nueva York
que puede haber entre una antropología autobiográfica (Mendieta) y un política simbolizada
(Hatoum). El público de Hatoum es mucho más amplio que su comunidad en diáspora, es
realmente el público de un tercer mundo fragmentado. Aunque informada por sus raíces, la
artista no busca plasmar una cultura identificatoria con base en una etnia restringida.
4 Reportaje con Claudia Spinelli, 1996. Reproducido en: M ona H atoum . Página 141.
225
Reseñas
En No Way III (De Ninguna Manera III, 1996) la alusión a la plancha de Man Ray
es directa: una espumadera con los agujeros tapados con tornillos agresivos, pero el
objeto es también la expresión de una huelga contra el servilismo doméstico. Se podría
decir que el sistema evocatorio de Hatoum, hablando espacialmente, es de corto alcance.
Usa mecanismos metafóricos que en lugar de tratar de organizar el universo en forma
metafísica, se limitan a ordenar la realidad inmediata. Es en esa escala reducida que se
desarrolla un poesía de la política muy personal. Es también una escala reductora, aveces
no completamente exitosa. En Socle du M onde (Pedestal del Mundo, 1992-1993), Hatoum
retoma la obra clásica de Piero Manzoni de 1961 (un prisma de 1 x 1 x 0,80 metros,
apoyado en un prado y con el título puesto cabeza abajo), lo duplica en tamaño, lo llena
de imanes y lo cubre con limaduras de hierro que se organizan en ritmos intestinales
que parecen formar una piel. La dimensión cósmica e irónica de la obra de Manzoni,
quien así se había apropiado de todo el globo terráqueo, queda reducida a un enorme
objeto inmediato. La superficie mórbidamente decorativa termina ironizando solamente
a Manzoni (a quien Hatoum admira) sin superar ni enriquecer al original. Pero la expe
riencia generó otra obra más típica de la artista: Entrails C arpet (Alfombra de Entrañas,
1995). Una masa blanquesina de cuatro metros cuadrados en donde las contradicciones
del terminado industrial de la goma con el aspecto ornamental y la evidencia del desecho
orgánico, agregadas a la invitación implícita de pisar el objeto cotidiano y la negación real
del fetichismo artístico (y el guardián del museo), irritan y desestabilizan al observador.
La efectividad de Hatoum aumenta con la economía de medios: un collar de cuentas
fabricadas con pelo humano, un pedazo de jabón atravesado por alfileres, una huella de
colador en un papel encerado, son todos objetos leves y dramáticos a la vez. Aluden a la
fragilidad y al peligro del entorno inmediato.
226
Jackson Pollock y un detalle de una de las Pinturas negras, 1951.
El personaje que se sugiere con todo esto es el producto de una extraña mezcla de Van
Gogh, Thomas Alva Edison y James Dean. Como un ejemplo de la quintaesencia nacional,
Pollock sigue guiando el arte nacional-globalizante desde un Olimpo norteamericano
seguramente ubicado en la cúspide del monte Rushmore. Cabe subrayar, sin embargo,
que dentro de esta epifanía no faltan los apuntes críticos. El ensayo introductorio de Kirk
Varnedoe en el catálogo, por ejemplo, se destaca por algunos esfuerzos desmitificadores2.
1 La muestra en M oM A fue de noviembre 1, 1998, a febrero 12, 1999. Viaja a la Tate Gallery, Londres, de marzo l i a
junio 6, 1999.
2 Kirk Varnedoe, “Comet: Jackson Pollock’s Live and W ork ”, Jackson Pollock, catálogo de la muestra. Museum o f Modern
A rt, Nueva York, 1998.
228
Pollock en el MoMA de Nueva York
Esto no quita que Varnedoe crea también que Pollock produjo “algunas de las obras de
arte más inexhaustibles del siglo”3.
Debo advertir aquí que, aunque con un conocimiento fragmentario de la obra de Pollock,
éste nunca fue un artista que llegara a emocionarme. Una serie de razonamientos me hacían
respetarlo e, incluso, aceptarlo como un factor de ruptura crucial en la historia del arte de este
siglo. Pero no me impresionó el espectáculo de danza que generó su pintura, un antecedente,
para muchos, del arteperform ativo y de los happenings que vinieron después4. Tampoco me
sedujeron, en términos más tradicionales, ni el presunto despliegue de una multiplicidad de
dimensiones, ni tampoco la posible presencia de un multifocalismo que se dice que destruyó
-para siempre- la perspectiva renacentista. Vi, sí, las telas chorreadas y el logro ocasional y
fascinante de una reconstrucción del plano de la tela manteniendo la liviandad, sin llegar a
una saturación. En esto, sin embargo, no se sabe si no es más que una visión impuesta por
la teoría de Clement Greenberg, amigo y casi colaborador de Pollock.
Dentro de esta teoría, todas las anécdotas sobre su relación con la orina -las chorre
tadas serían una consecuencia de haber visto al padre orinando5, o su propia meada de
la chimenea de Peggy Guggenheim-, dejaban de tener importancia. Pollock se había
convertido en un artista conceptual. Estaba en línea con Duchamp, no por el mingitorio,
sino porque ambos celebraban el instante de la elección, aun cuando Duchamp intentaba
desfetichizar la obra, y Pollock la fetichizaba.
Fue con este bagaje que fui a ver la muestra, en realidad por obligación profesional y
no por placer. Este tipo de retrospectiva se da solamente una vez durante la vida de uno,
una percepción compartida por muchísima gente, a juzgar por la fila que estaba esperando
229
Reseñas
bajo la lluvia. El resultado fue informativo, pero no llegó a ser un placer. Y mi teoría no
se aguantó del todo, por lo menos no en esa versión simplista.
En 1930, a los dieciocho años, Pollock comenzó a estudiar con Thomas Hart Benton;
en 1932, conoció a Siqueiros en Los Angeles, y al año siguiente observó a Rivera pintan
do el mural en Rockefeller Center. En 1936 estudió con Siqueiros en Nueva York y vio
exposiciones de pintura cubista, abstracta y dadaísta. En 1940 vio a Orozco trabajando
en un mural encargado por el Museo de Arte Moderno. Es ésta la década de estudios (y
de introducción al alcoholismo que lo hace internarse en una clínica en 1939). Empezó
joven, confuso y reflejando a sus maestros en forma empobrecida.
Tímido, teósofo y comunista, o sea sin ninguna ideología clara que lo respaldara, sus
obras revelan desde temprano, más que nada, un terror al espacio y una mano pesada.
La exposición presenta una selección informativa de las obras de este periodo inicial. A
pesar de la influencia de los pintores figurativos que conoce y admira en la época, hacia
1934 apuntan algunas abstracciones aisladas. Son composiciones basadas en figuras,
pero que terminan en ritmos flamíferos relativamente abstractos y de gusto discutible.
En 1939 Pollock ve una retrospectiva de Picasso y también al G uernica, cosa que aumenta
su confusión aún más.
Las obras más celebradas, ya bajo la tutela de Peggy Guggenheim (a quien conoce
en 1942) y de Clement Greenberg, siguen siendo amalgamas de influencias. Juega con
Picasso, Miró y Masson, y se sigue apoyando en referencias figurativas y alusiones poé
ticas. Es en 1946 cuando el panorama se aclara algo, con su serie de Sonidos en el pasto
{Sounds in The Grass Series), y en donde se anuncia (aunque sin verter la pintura) su
lenguaje formal más típico.
Los tres cuadros de esta serie presentes en la muestra eliminan coherentemente las
referencias y parecen dedicarse a explorar el plano de la tela en su posible infinitud. Salvo
el quiebre ocasionado por su propia firma (visualmente innecesaria), estas obras parecen
extremar la búsqueda formal que hasta entonces Pollock había, si no esquivado, errado.
Pero lo que pasa de 1947 a 1950, la época considerada como la más excelente de Pollock,
tampoco es tan claro como a uno le gustaría. La decadencia patética de sus últimos años
230
Pollock en el MoMA de Nueva York
Ese miedo al accidente se hace evidente en la famosa película de Hans Namuth, que
muestra a Pollock pintando sobre un vidrio (la cámara filma desde abajo). Pollock deposita
objetos y salpicaduras, tomando decisiones que son rápidas, pero nunca arbitrarias. El
control también se expresa en el hecho de que, en muchas obras, Pollock comienza con
una figuración reconocible para luego velarla por medio de capas sucesivas de pintura
vertida. Su técnica se dedica a esconder, no a revelar.
El esfuerzo se limita a una experiencia turística y no más. En las paredes hay una se
cuencia de fotos de Pollock pintando, pero el piso está vacío y el total tiene más aspecto de
una capilla en honor del maestro que de un taller electrizante que pueda “explicar” la escala
y los movimientos de sus telas. Por otro lado, la muestra misma se olvida de la importancia
de la escala. Cuadros que eran enormes en su época y contexto, acá aparecen disminuidos
por la proporción de las salas. Las grandes obras, que oscilan entre dos metros y medio
y cinco metros de lado mayor -que en el acto de esta supuesta acción-reacción física se
231
Reseñas
convertirían en casi piscinas para Pollock-, aquí adquieren una extraña frialdad objetual.
La disposición permite (y las fichas explicatorias invitan a) una comparación analítica de
las obras, pero dificultan la inmersión contemplativa que supuestamente se requiere.
Hoy, una vez relativizadas las pinturas de Pollock, es posible que se pueda afirmar
que éste quizás sí sea un artista quintaesencialmente norteamericano. Pero esa esencia
no es una consecuencia de problemas de etnia, de raíces o de tradiciones, es más bien el
resultado de una simbiosis con el marketing. Con la ayuda de Greenberg, de un famoso
artículo en Life y de una película (Hans Namuth), se creó una super estrella en las artes
visuales, en una forma hasta ese momento solamente reconocida en Hollywood. Es, en
ese sentido, una esencia nueva y un producto puramente cultural, en la medida que la
importancia del estrellato comercial sea un componente de la cultura. La ruptura que
introduce Pollock en la historia del arte es debida, en parte, a esa contribución.
Se podría decir que fue la falta de coherencia y de rigor lo que permitió la creación del
estrellato de Pollock. Fue un recipiente de interpretaciones que fueron modelando su imagen
pública, una imagen desfasada en relación con su propia identidad, con la que no se supo
medir. En su momento, la idea de que alguien pudiera hacer cuadros sin preconcepción y
puramente basados en un chorreado arbitrario y casual era de un atrevimiento extremo.
Era una idea que generaba el respeto y la admiración, incluso entre los filisteos. Pero no
captaba lo que le interesaba a Pollock. Este punto de vista se aunaba, contradictoriamente,
con otra imagen románticamente atractiva: la del chamán en trance guiado por fuerzas
espirituales exteriores (algo más interesante para Pollock). Y, paralelamente, se agregaba
aún una tercera cualidad que no se relacionaba mucho con las otras dos: la de la reacción
animal instintiva y primordial, incontaminada (no guiada).
A pesar de la imposibilidad de coexistencia real de las tres condiciones, fue esa ensalada
la que tuvo muchísima influencia en el arte posterior. Las extensiones artísticas de Pollock
incluyen hoy prácticamente todo arte que se basa en acumulaciones formales desordenadas
7 Coincidencialmente, Mondrian recomendó una obra de Pollock para una muestra de Peggy Guggenheim en 1943, pero
la obra fue Stenographic Figure (Figura taquigráfica) de 1942, una obra de corte más bien postcubista, sin relación con
la obra futura de Pollock. Varnedoe, página 36.
232
Pollock en el MoMA de Nueva York
(Twombly, Arman, Kusama), arte hecho con líquidos (Serra, Smithson), o arte que utiliza
los contactos físicos con el soporte pictórico (Klein, Mendieta). Son efectos de la atribución
a esta imagen manufacturada alrededor de -pero no dentro d e- Pollock.
233
Brassier televisión para escultura viviente, Nam June Paik, 1969.
Conocí a Nam June Paik en el verano de 1968. Eran momentos en que yo estaba
dirigiendo algo que se llamaba Seminario Internacional de Artistas1, con una serie de
artistas invitados, entre los cuales se encontraban, entre muchos otros, Marta Minujin,
Michael Snow, Alian Kaprow y Emmett W illiam s. Fue este último, poeta conectado
con el movimiento Fluxus, quien me sugirió invitar a Paik y a la violoncelista Charlotte
Moorman para dar conciertos durante el seminario.
1 InternationalA rtists Seminar, Fairleigh Dickinson University, Madison, New Jersey, 1968.
234
Nam June Paik en el Museo Guggenheim “ Demasiado perfecto, Dios se enoja"
‘ primera cultura postelevisiva de la historia” Paik explicó que Corea había tenido ins
talaciones de televisión antes de la guerra en la década de 1950 y que las bombas habían
arrasado con el equipo emisor.
Lo notable de esta vida aventurera es que ambos, Paik y Moorman, eran seres más bien
tímidos que no encajaban en el perfil esperado del exhibicionista3. Con y sin Moorman,
Paik continuó desarrollando una especie de “estética de la torpeza”, cuyo acento estaba
en el desafío. Había en sus obras y acciones un sentido anárquico que apuntaba contra
el poder emitido por la obra de arte. Los resultados eran capaces de ofender incluso a sus
admiradores. Ya en 1965 había expuesto un robot enorme y primitivo (.K-456, de 1964)
que se movía lentamente y al permanente borde del colapso, entre (si mal no recuerdo)
pelotas de pingpong tiradas en el suelo. Fue una de las exposiciones más valientes que
hiciera la Galería Bonino en su sucursal neoyorkina4. No solamente ignoraba todos los
parámetros estéticos del momento, sino también los propios, aún más restringidos, de
la galería. La actitud antiestética de Paik continuó reflejándose en su presentación en
la Bienal de Venecia de 1993. Allí, dentro del espíritu de la globalización a-nacionalista
intentada ese año por el director de turno (Achille Bonito Oliva), Paik fue uno de los
representantes de Alemania.
2 En 1963, la destrucción de pianos fue reactuada por Joseph Beuys, quien se metió en un espectáculo de Paik y procedió
a destruir un piano de cola con un hacha.
3 Moorman, quien murió en 1991, era una persona infinitamente dulce, apasionada por el arte, siempre dispuesta a explicar
paciente y pedagógicamente a la persona más obtusa el porqué ejecutar una obra controlada por el tiempo que lleva freír
un huevo era un acto artístico de importancia. Entrenada en música clásica en la escuela Juilliard, durante tres años formó
parte de la American Symphony Orchestra, bajo la dirección de Leopoldo Stokowsky. Vivía de los ingresos que provenían
de hacer música para comerciales de televisión e invertía lo que ganaba en promover el arte de otros. Entre esas actividades
se encontraba la serie memorable de Festivales de Vanguardia que organizó entre 1963 y 1981. Durante el festival de 1968,
un desfile a lo largo del Central Parle en Nueva York, oí un saludo que venía del cielo. Levantando la mirada descubrí
a Charlotte flotando a 10 metros de altura, suspendida de varios atados de globos con helio y guiada por un grupo de
amigos que tenían los píes en la tierra. El intercambio fue relativamente largo, e ignorando la situación un poco extraña,
nos pusimos al día sobre las banalidades que habían sucedido durante los meses que no nos habíamos visto.
4 La representación fue compartida con Hans Haacke.
235
Reseñas
Fue una sorpresa entonces entrar al Museo Guggenheim, totalmente ocupado por una
muestra retrospectiva de Paik. La sorpresa no fue el hecho de que Paik tuviera una (bien
merecida) retrospectiva, sino lo que se ofreció como representativo de su obra. El museo, en
penumbra para permitir ver mejor todos los despliegues electrónicos, parece Disneyiandia
comprimida en una sala cinematográfica. Una pared de lluvia que cae desde el techo a
seis pisos de altura, sirve de pantalla para el zigzagueo de un rayo láser verde. Otro rayo
láser describe dibujos dentro de una espiral contra el cielorraso del museo. Proyecciones
múltiples atiborran paneles colgantes y el piso está cubierto con televisores que crean una
especie de lago mediático. Escapando al carnaval de los medios, uno va subiendo la rampa
del museo para encontrarse con tres obras enormes de acrílico, una especie de obras de
Polesello5en pesadilla, con reflejos infinitos y rayos láser que interminablemente repiten
dibujos geométricos. Un poco más arriba comienzan a aparecer los famosos televisores
que caracterizan al artista.
Mientras que el Paik que podemos llamar genuino tomaba la inercia de la tecnología
para dirigirla contra si misma, la estética Hi-tech del Guggenheim parece mantener in
cólume la dirección del flujo informativo original. Ya no hay un dique, es el río mismo
que toma ciertas formas y que estetiza y absorbe como propio cualquier tipo de ataque.
En el idioma inglés hay una palabra muy aguda e intraducibie que es coopt. El anglicismo
236
Nam June Paik en el Museo Guggenheim “ Demasiado perfecto, Dios se enoja”
correspondiente seria cooptar, que se podría describir como una especie de absorción
explosiva. Es ésa precisamente la sensación que produce la exposición. La obra fue este
rilizada para transmutar la crítica en placer.
Pero en este contexto, muchas de las ideas de Paik quedan descarnadas o reducidas a
la idea simiente. Muchas veces esa idea es simplista o tardía. Basadas en la autorreferencia
y la tautología comunes de la década de 1960, las obras de las décadas de 1970 y 1980
-despojadas del encanto de la torpeza- se presentan como anacronismos irrecuperables.
Es apenas cuando se llega al último piso, donde hay una especie de sala histórica,
que uno se reencuentra con el Paik verdadero. Aparte de documentos y de un pequeño
homenaje a Charlotte, también se pueden ver uno de los televisores originales y algunas
obras interactivas que permiten entender porque Paik es considerado el fundador del
videoarte. Como es común a los fundadores de movimientos, los procesos posteriores
no necesariamente son coherentes con la propuesta inicial. Desde Juan Downey en su
época, a Bill Viola y Gary Hill en el día de hoy, los que están en el quehacer del videoarte
recogieron sugerencias técnicas, pero ignoraron la ideología.
El mismo Paik parece haber sufrido un poco de lo mismo, ya sea por iniciativa propia,
o por iniciativa curatorial del museo. Lo que había sido una carrera crítica del espectá
culo, aquí se convirtió en el espectáculo por antonomasia. Es una “delicia para grandes
y chicos”, porque el desafío quedó reducido a niveles homeopáticos. La sala histórica,
dentro de su pequeña dimensión, constituye un homenaje mucho más grande. Da una
visión mucho más certera de su contribución, y tiene la escala precisa del personaje real y
modesto que supongo que Paik todavía continúa siendo después de tantos años. El resto
es un mamotreto que representa más certeramente la política del museo de estos últimos
años, que al artista.
Sin embargo, sería injusto acusar al museo de una responsabilidad total en este pro
ceso. Hacia principios de la década de 1980, Paik había comenzado a hacer videoparedes,
acumulaciones de televisores con multicanales que le permiten continuar imágenes a lo
6 Kathrin Luz. “Und ewig flim m ern die M onitore” en: D ie Z e it número 49, 1999.
Reseñas
largo de múltiples pantallas. Las obras utilizan desde decenas de aparatos, hasta la enorme
construcción Tatlinesca (The m ore The better -cuanto más mejor-, de 1988) hecha con
1.003 televisores para las Olimpíadas de Seúl. Es en este proceso que su lenguaje se divide
en dos direcciones, la continuación de la ironía, por un lado, y el terminado impecable
industrialista, por otro. La familia de robots, de 1986, ejemplifica la separación. La madre
y el padre fueron armados con televisores viejos. El bebé es Hi-tech Baby, y está hecho a
la perfección y de acuerdo con la tecnología más avanzada.
Por un lado, TV G arden no es más que una serie de televisores (funcionando) tira
dos entre las matas. Es la conjunción arbitraria de objetos en una situación inesperada,
en donde toda posible poesía es puramente un producto del azar. La pretensión de la
obra solamente está dada por el tamaño y también éste es arbitrario. Una mata con
un televisor produce poco más o menos lo que veinte arbustos darían con otros tantos
aparatos. Pero, por otro lado, la obra nos presenta una especie de convivencia de la
tecnología con el paraíso natural e incontaminado. Obviamente, el hecho de que los
aparatos funcionen elimina la posible asociación con un basural invasor que destruye la
nobleza vegetal. Tanto los televisores como las matas están vivos, y se aman mutuamente
en un nuevo vergel biónico.
Si la lectura real es esta última, significa que en la obra de Paik hubo un cambio pro
fundo. El humor inicial fue sustituido por lo juguetón. El humor en Paik había sido un
instrumento de lucha, no importa si solamente sutil y relativamente poco agresivo. Había
forzado una confrontación con la historia de las ideas y con los esquemas estéticos. Era
una pequeña palmada amistosa en la espalda que terminaba sacudiendo el cerebro. Lo
juguetón, en cambio, nos apacigua y nos hace aceptar todo con una sonrisa. La consigna
parece ser “bromear pero no cambiar”.
238
Nam June Paik en el Museo Guggenheim “ Demasiado perfecto, Dios se enoja”
muestra, solamente son los dos mundos ideológicos que están en lucha. Es una batalla
que al final termina con una desafortunada derrota de la torpeza. No sabemos quien es
el culpable: el propio Paik, el museo, o si es debido a una confabulación de ambos. Pero
viendo esta muestra, probablemente “Dios se enoja”.
239
Cinco imágenes de la máquina de la raza hum ana, Nancy Burson, 20 0 0 .
Arte y Ciencia
Arte en Colombia número 85, ArtNexus número 39
Febrero 2001
Un día de 1964, Salvador Dalí apareció en el Pratt Graphics Center1, una de las mecas
del grabado en los Estados Unidos, pidiendo ayuda para hacer una obra. Quería que unas
moscas saltaran desde la frente de una Virgen María (que ya tenía grabada en una plancha
de cobre) hacia el espectador. Entre lo que parecía una metáfora hermética y la ensalada
de español, catalán y francés que pretendía imitar el inglés, los grabadores de turno me
pidieron que tradujera. No era metáfora lo de Dalí y no tenía nada que ver con el grabado.
Lo que quería lograr era un equivalente manual de la holografía, una imagen con efecto
tridimensional que se pudiera ver sin necesidad de lentes especiales. Si bien en ese momento
ya existía la técnica para hacer hologramas2, no era todavía parte del conocimiento común.
El primer artículo que describió y popularizó la teoría y algunos detalles técnicos apareció
un año después en un artículo de la revista S cien tific A merican, a la cual se suscribía Dalí3.
La búsqueda de una solución preholográfica lo llevó a visitar una variedad de laboratorios
y consultas con científicos y, efectivamente, llegó el día en que logró el holograma propio.
1 El Pratt Graphics Center era un taller de grabado, satélite del Pratt Institute en Nueva York.
2 El holograma es una imagen registrada sobre una superficie sensible a la luz ubicada en el punto en donde se cruzan las
ondas luminosas emitidas por un rayo láser con las ondas luminosas reflejadas por el objeto. Cuando la superficie es
iluminada apropiadamente, la imagen se reconstruye y aparece como tridimensional. La técnica fue inventada en 1947
por Dennis Gabor.
3 Emmett Leith y Juris Upatnicks. “Photography by Láser” en: Scientific American, junio 1965. Páginas 24-35. Dalí leía
la revista asiduamente, y desde esa fecha, por trabajar con él, me suscribo a ella.
240
Arte y Ciencia
Por esa época, los laboratorios Bell buscaban artistas que trabajaran con los primeros
modelos de computadoras. Científicos de Bell hicieron equipos con varios artistas y, en
1966, organizaron una serie de espectáculos con el título de “9 E venings: T heatre a n d
E ngineering (“Nueve noches: teatro e ingeniería”), en los cuales participaron artistas
como Rauschenberg, W hitm an, Paxton, etc., usando aditamentos tecnológicos para
nuevos efectos de luz y de sonido en sus happenings. Bajo la dirección de Rauschenberg y
el científico Billy Klüver, estos espectáculos generaron la creación de la fundación EAT
(Experiments in Art and Technology), una institución que se propuso estimular estas
investigaciones en forma más organizada5. Este trabajo, en cierta forma, culminó con un
concurso. Las obras creadas fueron expuestas en una gran muestra de arte y tecnología en
el Museo de Arte Moderno y el Museo de Brooklyn en 1968. Curiosamente, la mayoría
de los artistas de ese proyecto cayó en el olvido, con algunas excepciones como Juan
Downey, Hans Haacke o Tsai.
Por la misma época (1967) también se empezó a formular el proyecto “Arte y tecno
logía”, de Maurice Tuchman, para el Los Angeles County Museum, que culminó con
una muestra en la Feria M undial de Osaka en 1970 y una muestra en el museo poco
después. Aquí se trató de juntar a artistas famosos con las grandes corporaciones para
que éstas facilitaran dinero y técnicos. Los proyectos eran concebidos por los artistas y
no en equipo, como en EAT, con la intención realmente interdisciplinaria. Muchos de los
proyectos más interesantes estaban entre los que no se hicieron, como el de George Brecht,
quien sugirió reubicar las Islas Británicas al lado de Francia usando bombas hidráulicas.
Rauschenberg produjo su Mud-Muse, Oldenburg su bolsa de hielo y Warhol una versión
tridimensional de sus flores en xografia6.
4 Nauman hizo su propia serie de hologramas poco después. Warhol trabajó con xografia cuatro años después que Dalí.
5 El interés de Klüver en proyectos artísticos venía desde mucho antes. En 1960 fue él quien trabajó con Jean Tínguely en
el diseño de la máquina que se autodestruyó en el Museo de A rte Moderno de Nueva York.
6 La xografia es la técnica que produce las postales que dan la impresión de tridimensionalidad, con una capa de plástico
estriado. Las estrías son lentes semicilíndricas que ponen en foco estrías impresas con información sobre la tridimen
sionalidad de la foto tomada por medio de una máquina especial. La patente del proceso era propiedad de Cowles, la
compañía que publicaba las revistas Looky Venture. Venture, una revista de viajes, usaba el proceso para sus tapas. En
1965 surgió el proyecto de hacer una tapa diseñada por Dalí. El proyecto fue cancelado a último momento por uno
de los gerentes cuando éste se enteró de que algunas de las partes de la composición armada por Dalí, en particular un
piano y un teléfono, ambos de juguete y pintados con ladrillos, no habían sido fabricados por él mismo.
241
Reseñas
De alguna manera, todos estos esfuerzos tenían el propósito de ver cómo la tecnología
podía enriquecer el repertorio artístico. Curiosamente, se buscaba solamente un “arte
nuevo”, puesto al día con los nuevos logros tecnológicos. Nunca se planteó la posibilidad
de una “ciencia nueva”, que el arte puediera enriquecer la perspectiva científica. Cuando
en 1953 James Watson, Francis Crick y Rosalind Franklin finalmente encontraron la solu
ción para el modelo de la molécula del ADN, nadie se paró a pensar en que los científicos
solamente lo habían logrado porque habían recurrido a una imaginación escultórica, aun
cuando ésta fuera banal (dos serpientes trenzadas, de la cual surgió la doble hélice). Con el
premio Nobel en 1962, el ADN se puso de moda y el diseño comenzó a fascinar a todo el
mundo (incluido Dalí, quien había memorizado las palabras “ácido desoxirribonucleico”
y las repetía en cualquier ocasión).
Tanto los científicos como los artistas seguían usando una visión compartimentada del
conocimiento. Había, sí, una intención multidisciplinaria de tipo tecnológico, pero no una
visión interdisciplinaria que generara un campo de creación nuevo. Recuerdo dos cruces de
esta frontera, en la década de 1960, por parte de científicos que entraron en el arte como
individuos, no para hacer equipo. Fueron Gerald Oster y Bela Julesz (aunque seguramente
hubo más). Oster se especializaba en las particularidades del moiré, o sea el diseño virtual
generado por la superposición desfasada de dos configuraciones similares. Julesz escondía
imágenes en acumulaciones de puntos aparentemente aleatorias. La información solamente
se hacia visible cuando el espectador miraba dos paneles en forma estereoscópica7. Ambos
fueron exhibidos en Nueva York, en la Howard Wise Gallery, especializada en arte cinético
y tecnológico. Julesz no tenía pretensiones artísticas y sus ejemplos científicos, estéticamente
muy bellos, fueron apropiados por Wise para una exposición. Sus imágenes servían para
probar que la imagen tridimensional se producía en el cerebro. El cerebro actúa como una
especie de tercer ojo que procesa e integra la información traída por los ojos fisiológicos y
compensa sus errores8. Oster trabajaba no solamente con moiré, sino también con pintura
fotosensible. Un fogonazo registraba las sombras de objetos sobre la pared. Sobreviviendo
mágicamente la ausencia de los objetos por un instante, las sombras desaparecían un rato des
pués, igual que la imagen que queda en la retina después de mirar una luz encandiladora.
Todos estos recuerdos vienen al caso porque Exit Art, una de las galerías alternativas
más prestigiosas y experimentales de Nueva York, presenta Paradise Nota (Paraíso ahora),
una muestra dedicada a las últimas innovaciones genéticas, con el propósito de explorar
7 Un panel estaba preparado para el ojo izquierdo y el otro para el derecho, con el mismo truco con que se hacen las fotos
de efecto tridimensional, dos fotos separadas por una división para que cada ojo solamente pueda ver “su” imagen y no
la otra, o por el uso de lentes polarizados o de colores filtrantes.
8 Efectivamente, Julesz presentaba dos tableros preparados para cada ojo, con una discrepancia de más de 10% en tamaño
o en foco, y el espectador seguía viendo una imagen estereoscópica perfecta. Como los tableros, a simple vista, solamente
contenían puntos caóticos, el resultado perceptual constituía la prueba de que el procesamiento de la información de la
imagen sucedía después de pasar por los ojos, y no en los ojos mismos.
242
Arte y Ciencia
el impacto que la nueva tecnología tiene, puede tener, o sugiere en el arte9. Fui con la
esperanza de ver proyectos realmente interdisciplinarios, que borraran las fronteras entre
el arte y la ciencia. Quise ver híbridos, una especie de cambio genético en el arte (y en la
ciencia) que me expandiera los horizontes al punto de hacerme sentir que el arte en la forma
más o menos tradicional en que lo hace incluso la vanguardia más rebelde y empederni
da, ya no tiene sentido. Me encontré, en cambio, con una mayoría de obras didácticas,
ilustrativas y superficiales. Muchas de ellas parecían hechas por encargo para la ocasión
y no el producto de una investigación profunda, ni de la genética, ni de la disyuntiva
disciplinaria. La exposición es de arte tal cual lo conocemos, en donde, mayormente, la
excusa científica no llegó a hacer mella.
Algunas de las obras, sin embargo, merecen ser destacadas. Ronald Jones, en una
especie de retruécano a Watson, Crick y Franklin, presenta una gran escultura (1989) que
recuerda (como él mismo aclara) a la obra de Hans Arp. Pero el bronce no es más que una
reproducción en gran escala de un fragmento del ADN del cromosoma númerol3 con
mutantes que generan tumores cancerosos. Es una especie de gran monumento en honor
del enemigo. La obra cuestiona, aún con la memoria de la experiencia de la primera vez
que comimos espinaca, el prejuicio que sobrevive en nosotros: de que lo bueno apetece
y lo malo es feo.
Nancy Burson es quizás la única artista que en la vida real logró trascender el
arte como reducto disciplinario. Burson desarrolló un programa para la computadora
que fusiona rasgos fisionómicos. Es conocida por su creación del hombre racialmente
promedio (una combinación equilibrada de todos los rasgos raciales en una sola cara),
de la actriz superbella (un promedio de las caras de las actrices más exitosas del cine,
que paradójicamente no da una cara particularmente atractiva) y, sobre todo, por su
programa de envejecimiento. Este programa permite visualizar los rasgos faciales en el
futuro de una persona. Aunque el resultado no es garantizado, el programa parece ser
lo suficientemente certero como para ser útil para la policía. Permite actualizar las caras
de niños desaparecidos por mucho tiempo y es por eso que el FBI compró la licencia.
Para esta muestra en Exit Art, Burson preparó una máquina que mantiene los rasgos
de una persona mientras se la transpone de raza en raza y la cara adquiere las peculia
ridades correspondientes. La obra en la galería está acompañada por un cartelón sobre
un edificio, de cinco pisos de altura, muestra cinco versiones con el texto que declara:
“No hay un gen para razas”, y efectivamente, la herencia genética de todas las razas es
prácticamente idéntica. Pero esta obra en particular recuerda la que el diseñador Tibor
Kalman hiciera más sintética y divertidamente siete años antes. Contra el racismo, en
la revista de Benetton, Colors, la reina de Inglaterra aparece igual a sí misma, pero con
piel negra. Imposible, no por el color, sino por reina.
243
Reseñas
Eduardo Kac, artista brasileño residente en los Estados Unidos, quien durante muchos
años hiciera poemas visuales en holografía, aquí tiene un proyecto transgénico. Tomó la
frase bíblica en la que se le otorga al hombre el poder sobre todo ser que se mueve en la
tierra, y la transcribió en código morse. Con base en los puntos y rayas del morse, creó
un gen artificial que representa el mensaje y lo incorporó a la estructura genética de unas
bacterias. La imagen de las bacterias, pululando en una incubadora, es recogida por una
cámara y proyectada sobre una pantalla. El público puede ilum inar las bacterias con
rayos ultravioletas e introducir nuevas mutaciones que alteran la frase original. De una
manera perversa, Kac nos hace omnipotentes e ignorantes a la vez. Al mismo tiempo que
nos permite convertirnos en Dios (ya no se trata del poder bíblico, sino del cambio de la
esencia del ser viviente), nos pone en la posición de perder, irremediablemente, el signifi
cado de las cosas. La retraducción al morse del código genético después de las mutaciones
introducidas por el público, inicialmente solamente produce errores de ortografía, pero
con el tiempo éstos se acumulan, destruyendo el significado.
Laura Stein combina la crueldad de la tradición china de vendar los pies de las mujeres
para que no crezcan, con el humor de las cerámicas de Nadín Ospina. Legumbres y frutas
crecen apretujadas en moldes con formas de personajes de dibujos animados. Los tomates
sonrientes luego quedan inmortalizados en fotografías. Dentro de esta misma visión irónica
del futuro también se ubica la obra de Aziz + Cucher. Un poco más ominosa que la obra de
Stein, se trata de la imagen digital de un espacio arquitectónico vacío, pero aparentemente
normal. Visto más cuidadosamente, se trata de piel humana que creció hasta formar el
interior de un edificio. La hibridación aquí logró que un ser vivo creciera para crear una
habitación para otros seres vivientes. Es la preñez integrada con la esclavitud llevada al
extremo más siniestro posible. Esta pieza muestra la visión más apocalíptica de toda la
muestra. Es totalmente convincente en su presentación como documento visual; es como
si los artistas ya hubiesen visitado ese lugar al cual ninguno de nosotros quiere ir10.
Heather Ackroyd y Dan Harvey exploran las calidades fotosensibles de la clorofila. Cien
tíficos en Gales manipularon genéticamente el césped, logrando controlar la decoloración
y manteniendo el color verde en las partes deseadas aún después de que la hierba se secó.
Trabajando con el IGER (Instituto de investigación ambiental y pastizales), los artistas lo
graron fijar imágenes fotográficas sobre el pasto, con un resultado bastante sorprendente.
10 Por casualidad, la muestra de Exít A rt coincide con una exposición de la artista argentina Nicola Constantino en Deitch
Projects. Constantino hace ropa aparentemente confeccionada con pedazos de piel humana que contienen pezones y
orificios anales (en realidad, es silicona moldeada sobre las partes humanas correspondientes).
244
Arte y Ciencia
que las obras presentadas cubren correctamente el campo delimitado por los curadores,
lo que parece merecer una crítica es el estado mismo del arte. Enfrentados con una situa
ción de un nivel traumático tan violento -o m ás- como el invento de la bomba atómica,
los artistas siguen usando los mismos parámetros de siempre para seguir jugando o para
ofrecer pequeñas críticas en forma de ilustraciones. La mayoría se limitó al subtítulo, a
“visualizar”. La exposición nos da unas pocas señales tímidas, pero en última instancia
solamente nos dice que no estamos preparados para lo que nos espera.
Es interesante que cuando el arte se enfrentó a una crisis política, durante la década de
1960, la respuesta fue generar el conceptualismo político. Fue una revolución completa de
forma y contenido que estuvo (por corto tiempo) a la altura de las circunstancias. Fue un
enfrentamiento interdisciplinario en donde ya no se distinguía qué era política o qué era
arte. Pero por la característica de ambos campos, arte y política, la fusión no fue difícil.
Ahora que la crisis es más profunda y compleja, con peligro de ser irreversible, las respues
tas ofrecidas por esta exposición parecen tibias, a veces oportunistas, y muy pocas veces
concientizadoras. Si Paradise N ow tiene una moraleja, es que por ahora el tema genético
nos queda grande. Si queremos meternos en ese tema tendremos que revisar radicalmente
nuestras ideas sobre el arte. Limitarnos a cambios de forma y contenido o a los ajustes de
la parte narrativa del arte ya no sirve. Paradise N ow, por lo tanto, no sirve para alertar al
público o para cambiarle la percepción. La debilidad que el arte presentado demuestra con
relación al contexto de la exposición solamente sirve como un desafío para artistas.
245
W H U IV H U U
Autorretrato como una bella dama blanca, Adrián Piper, 1995. —Corte, Yoko Ono, 1966.
La distorsión estilística bajo la cual estudiamos la historia del arte siempre nos lleva a
mirar las cosas de manera simplista. Si hay planos quebrados, es Cubismo; con un poco
de movimiento, Futurismo; con incongruencia, Surrealismo. En este tipo de análisis
esquemático, el conceptualismo siempre apareció como un movimiento que produjo y
produce obras formalmente minimales y con un énfasis en la utilización de textos. Si bien
estas características formales son bastante comunes (especialmente en el conceptualismo
norteamericano), no agotan el repertorio. Pero peor aún, esta manera de encarar las co
sas le endilgó al conceptualismo una reputación de tener una sequedad ascética falta de
emoción, y de sufrir de una falta de subjetivismo.
1 Próximas exposiciones de Adrián Piper: Junio 23 - agosto 19, The Contem porary Arts Center, Cincinnati.
Septiembre 23 - diciembre 3, The WeaTherspoon A rt Gallery, University o f NorTh Carolina, Greensboro.
2 “Adrián Piper, A Retrospective”, octubre 4, 2 0 0 0 - enero 13, 20 01; “Yes Yoko O no”, octubre 18, 2 0 0 0 - enero 14, 20 01.
246
Adrián Piper, Yoko Ono Conceptualismo y biografía
Piper es una de las pocas artistas conceptuales norteamericanas con filo político. Ono,
por su parte, es una de las artistas conceptuales más poéticas dentro de todo el ámbito
conceptual internacional. Si bien la poesía no tiene por qué estar en extremos opuestos
con la política, en el caso de estas dos artistas, ambas actitudes señalan diferencias radi
cales y con intenciones de comunicación muy diversas. Las obras de Piper y Ono son el
resultado de dos biografías completamente distintas, y las aleja una distancia tan grande
como la que se podría encontrar entre un Siqueiros y un Magritte.
La actitud y perspectiva que ambas artistas tienen frente a su propia biografía parece
explicar parte de las diferencias. En su catálogo, Piper presenta una cronología anotada
que, con enervante frecuencia, enfatiza sus colapsos físicos y mentales sufridos a través de
los años, los libros y la música que fue gozando, sus gatos, sus colecciones de historietas
siempre vendidas a mal precio y su encuentro tardío con la rama blanca de su familia. La
tragedia de Piper es estar catalogada como perteneciente a la raza negra, al mismo tiem
po que parece blanca, una situación que en los Estados Unidos parece ser no solamente
significativa, sino también altamente conflictiva. Lo que al principio de la lectura parece
ser una narración indulgente consigo misma, se va impregnando con una cierta ironía
autocrítica que se acerca, pero no llega del todo, al humor.
Yoko Ono, por su parte, no habla de sí misma directamente, sino que lo hace a tra
vés de Alice Munroe, la curadora de la exposición. Se insiste mucho en la experiencia
aristocrática: la tragedia de Ono parece ser la de ser rica (pertenecer a una familia de
samurais-banqueros, ser compañera de clase de príncipes, gozar de abundancia económica,
compartir el cosmopolitismo de la clase regente), y queda la leve sospecha de que todo
esto impresiona más a la curadora que a la biografiada.
Además de las diferencias, ambas artistas desarrollan sus sistemas artísticos desde sus
biografías. Piper trata de generalizar su experiencia personal a través de una estrategia que
logre la concientización. Combate el racismo, la injusticia y las disparidades partiendo
de sí misma para tratar de llegar a un nivel objetivo. Como en su obra hay mucho de
performance (aun en los casos en que no se incluye su persona), lo que podría terminar
en pánfleto propagandístico termina suavizado por la individualización. Piper, que apa
rentemente es acusada con frecuencia de hacer arte autobiográfico, se defiende explicando
que “A través de mi obra trato de construir una relación concreta, inmediata y personal
con el espectador dentro de la red política de causas y efectos.”3
3 Maurice Berger. Adrián Piper, A Retrospective. University of M aryland, Baltimore, 1999. página 61.
247
Reseñas
Ono, aunque propone más renovaciones formales que Piper, trata de conectar con un
sistema de valores filosóficos budistas tradicional. En 1962 Ono había declarado: “Quiero
la verdad. Quiero sentir la verdad de cualquier manera posible. No puedo confiar en la
manipulación de mi conciencia. No sé de otra forma que la de presentar la estructura de
un drama que asume la ficción como ficción, es decir, como verdad fabricada”4, en una
postura que parece mantener hasta el día de hoy.
Es como consecuencia de las luchas a partir de, con y en contra de la biografía, que
ambas artistas terminan produciendo unas versiones del conceptualismo que casi se podrían
calificar como románticas. Combinando esta cualidad con el hecho de que la obra de Ono
precede en media década lo que normalmente se acepta como “arte conceptual”, tenemos
que este binomio de artistas nos obliga a entender el conceptualismo en formas distintas
a las acostumbradas. Ya no es posible agotar el conceptualismo internacional dentro de
un estilo tal cual fue definido entre 1965 y 1975 por algunos artistas norteamericanos.
El conceptualismo es, en realidad, una estrategia compleja que comienza a definirse ya a
fines del siglo XIX -antes de Duchamp- y que continúa activa hasta el día de hoy como
una forma efectiva y económica de responder artísticamente a problemas locales. Mientras
que el “estilo” norteamericano fue reductivo y minimalista, fue no más que un caso local
dentro de muchísimas manifestaciones internacionales. Como lo demuestran las obras
anteriores y posteriores al conceptualismo norteamericano, la estrategia conceptualista
es programática y flexible, orientada a responder a los problemas del momento, y absorbe
una multitud de posibilidades estilísticas. Fue el impacto hegemónico del conceptualismo
norteamericano lo que llevó a ignorar las obras de cantidad de artistas cuyo trabajo lo
precedió o surgió independientemente. Yoko Ono fue una de las víctimas de esta igno
rancia (como lo fueron Manzoni, Erdely o Ferrari) y es solamente en los últimos años
que se le está reconociendo su importancia como precursora. Es, también, la primera vez
que las críticas en los Estados Unidos, se refieren a ella como artista conceptual, en lugar
de relegarla al “protoconceptualismo” del grupo Fluxus.
Piper, quien apareció en la escena artística una década después de Ono, tiene una
importancia más local, establecida no por innovaciones formales, sino por desviaciones de
lo que se entendía como conceptualismo ortodoxo en los Estados Unidos. Sus primeras
obras, hechas en 1968, todavía no se distinguen de las obras conceptuales hechas por
sus colegas de la época. Siendo aún una estudiante -ten ía 20 años-, sus trabajos de ese
año se enfocaban en los problemas formales del lenguaje comunes a todos, y podrían
estar firmados por cualquiera de ellos. Es su concientización en 1970 (producida, en
particular, por la masacre de estudiantes en la Universidad Kent State) la que comienza
a definirla y a hacerla transgredir y trascender los límites formales definidos por Kosuth,
Weiner y demás.
4 Citada en: Alexandra Munroe y Jon Hendricks. Yes Yoko Ono. H arry N. Abrams, New York, 2 0 0 0 , página 25.
248
Adrián Piper, Yoko Ono Conceptualismo y biografía
Es, sin embargo, una de las obras más crudamente autobiográficas y menos am
biciosas visualmente, la que queda en la memoria. Ashes to Ashes (Cenizas a cenizas),
de 1995, narra la muerte de sus padres con detalle y con una notable mezcla de amor
y resentimiento. Ambos mueren como consecuencia de ser fumadores inveterados, el
padre consumido por cáncer en la faringe y en la boca, la madre por enfisema. Cuando
Piper se entera de que una muestra en que había obra suya era patrocinada por Philip
Morris, retira su envío y trata, infructuosamente, de sustituirla con ésta5. El acto de
confrontación completa la obra, poniéndola en la “red política de causas y efectos”
5 La muestra era “1965-1975: Reconsidering The Object o f A rt”, en Los Angeles Museum o f Contemporary Art, en 1995.
249
Reseñas
Cuando, en 1965, Ono presenta un proyecto a la galería de Leo Castelli, la más presti
giosa galería de Nueva York en el momento, su director (Ivan Karp) le escribió una negativa
que, por oposición, describe la obra de la artista: “la clase de exposición que usted propone
no encaja en nuestro temperamento, el cual esencialmente es desasosegado, impulsado,
agresivo, ferozmente occidental y concreto. Max Ernst está cansado y no quiere viajar. La
mayoría de los otros personajes se desprecian mutuamente y no contribuirán...”.7
En 1969, Ono se casó con John Lennon. Las mutuas influencias serán el pasto de
interminables discusiones en historias futuras, especialmente cuando se le acusa de haber
desintegrado a los Beatles. Con esta exposición presente, es más probable que Ono haya
enriquecido a Lennon mientras ella se iba debilitando, por lo menos en las obras visuales.
Las buenas obras posteriores al casamiento, como el laberinto ya mencionado y también
6 La obra de Parra en esta vena continúa con los “Versos sueltos”, de 1957, y sus “Artefactos” de 1967.
7 El proyecto consistía en invitar a artistas como Max Ernst, Marcel Duchamp, Isamu Noguchi, Robert Rauschenberg y
Jasper Jones a dibujar un círculo durante la inauguración de la muestra de esos productos. Yes Yoko Ono, página 287.
250
Adrián Piper, Yoko Ono Conceptualismo y biografía
la película Fly (Mosca), de 1970, coproducida con Lennon, se basan en ideas anteriores.8
El uso de la voz de Ono en la banda de sonido es asombroso, pero no atribuíble a Len
non. Ono tuvo formación musical desde niña y muchos de sus proyectos relacionados
con Fluxus fueron conciertos.
Las propuestas hechas con Lennon en contra de la guerra con Vietnam son artística
mente débiles, como la campaña publicitaria de “War is O ver (IfY ou W antlt) ” (La guerra
ha terminado, si usted lo quiere), de 1969. En 1966, Ono había creado una obra antibélica
mucho más profunda. Consistió en un juego de ajedrez en donde ambos jugadores mueven
piezas blancas. El instinto competitivo solamente funciona mientras alcanza la memoria
y un poco de confianza en la honestidad del contrincante. En su versión original, lleva
el título All W hite Chess Set (Juego de ajedrez todo blanco). Rehecha varias veces a partir
de 1987, el título pasa a ser Play by trust (Juego con confianza), transmutando el misterio
en didáctica y explicando lo obvio.
Es en el uso de lo obvio que Piper es más efectiva que Ono. Sus obras en general “du
ran” menos en la memoria, pero la rabia les da una cierta vitalidad que en el momento
crea un interés que las más recientes de Ono no logran generar, como, por ejemplo W eight
O bjects (Pesas), de 1990 -u n a balanza que en un platillo tiene una pistola y en el otro
una fotografía de una familia anónim a- aún si uno recuerda la anécdota biográfica de
la muerte de Lennon. Pero es en las obras no obvias, las esencias destiladas que aparecen
en la primera década, que la figura de Ono se gana una predominancia y una escala
inesperadas dentro de la historia de las últimas décadas.
8 La película muestra el cuerpo desnudo y totalmente inmóvil de una mujer sobre la cual se pasean moscas explorando
cada centímetro cuadrado de su superficie.
251
Calaveras, Robert Lazzarini, 2 0 00.
Bitstreams en el Whitney
New York, New York
Arte en Colombia número 88, ArtNexus número 42
Noviembre 2002
El Museo W hitney de Nueva York inauguró una exposición de artistas que utilizan
computadoras en la producción de su arte. La muestra decepciona, más que por la calidad
de lo expuesto, por lo que parece una concepción excesivamente estrecha de los problemas
artísticos y una falta de reconocimiento de los profundos cambios que la informática está
introduciendo en nuestra visión del mundo.
Con respecto al arte, hasta hace poco uno de los problemas con el que nos enfrentába
mos era el tener que elegir entre el “qué” y el “cómo”. La tradición siempre dio preferencia
al “cómo”. En nuestras escuelas se enseñan clases de pintura, escultura, etc., y, en cierta
época, predominaban los salones y los premios organizados de la misma manera. En los
círculos más esclarecidos, estas divisiones técnicas fueron desapareciendo: se comenzó a
hablar de “arte”, en lugar de oficios, y a identificar mensajes, propósitos y formulación
de problemas. En el transcurso del siglo XX, la técnica de la obra fue pasando a un
segundo plano y permitió que la discusión del arte pasara a temas teóricos de mayor
peso. Con la aparición de la computadora en la escena artística, se abrió la posibilidad de
discutir el arte en términos de información en ambos planos -tanto en el técnico como
en el del mensaje, tanto en el de la forma como en el del contenido-, y se puede suponer
que fueron superadas una gran cantidad de dicotomías. El arte podría entenderse como
potencialmente integrado en una unidad coherente e indivisible.
En relación con el universo, hasta hace poco, el modelo con el cual se pensaba y se
trataba de entenderlo era la máquina de vapor. Es así que se aplicaban las leyes conven-
252
Bitstreams en el Whitney. New York, New York
dónales de causa y efecto, y que se percibía como que todo funciona en una caldera de
energía con interacción de leyes mecánicas. Las paradojas y contradicciones a las que
lleva este modelo (posiblemente incluida la inhabilidad de Einstein de lograr una teoría
unificada: la contradicción de comportamientos en los mundos físicos separados en donde
operan la ley de gravedad o funcionan los quanta) han llevado a muchos científicos a
elegir un nuevo modelo: la computadora. En este modelo ya no hay fronteras entre lo
que percibimos o pensamos como físico y lo que denominamos información. El acto
informativo de medir afecta la presencia física de lo medido y determina el estado de las
cosas en el cual las percibimos.1
Es con todas estas ideas bastante dramáticas dando vueltas en mi cabeza, que fui a
ver B itstream s (corrientes o flujos de “bits” o unidades de información, tal como se usan
en computación), una nueva exposición en el Museo W hitney de Nueva York.2 Pensé
1 En un artículo reciente de Scientific American (Max Tegmark, John Archibald Wheeler, “100 Years o f Quantum Mysteries,”
febrero de 2001, páginas 69-75) se discute el ejemplo de un naipe parado de canto, perfectamente balanceado, con un 50%
de posibilidades impredecibles de caer para uno u otro lado de su posición de equilibrio, de convertirse en 1 ó 0, para usar
los términos binarios utilizados en computación. Los autores analizan la evolución desde la teoría “clásica”, en donde la
baraja cae cara arriba o cara abajo, hasta la teoría de la “descoherencia”, en donde el naipe en equilibrio tiene ambas “caídas”
coexistiendo y de hecho cae en las dos posiciones simultáneamente en lo que se llama “superposición”. Si bien el ejemplo del
naipe no es del todo real, la teoría de la descoherencia parece satisfacer las contradicciones que se plantean en el análisis de
los cuantos a nivel subatómico y abre la posibilidad para que la interferencia de un solo fotón revierta las cosas al estado de
la teoría clásica (el naipe cae o cara arriba o cara abajo, pero de ninguna manera en ambas condiciones a la vez). La teoría
de la descoherencia acepta la existencia simultánea de todos los estados posibles. De todos los estados posibles, el que queda
registrado es el que es coherente con la información ya registrada (el “pasado”) en el ambiente en el que se está percibiendo.
“La información está registrada en el ambiente, en la forma de los movimientos de los átomos u ondas luminosas u otras
partículas que se encuentran con los objetos en cuestión”. (Tom Siegfried. The B it and the Pendulum. ]ohn W iley and Sons,
Nueva York, 20 00, páginas 183-184).
2 “Bitstreams and Data Dynamics”, marzo 22 - junio 10, 2 0 01. W hitney Museum, Nueva York.
253
Reseñas
que vería una muestra de impacto histórico, una exposición que daría las pautas para la
creación del arte en las generaciones venideras, y si no en los resultados visuales, al menos
en las coordenadas teóricas que la enmarcarían. Reincidí en mi optimismo, como cuando
fui a ver Paradise N ow, la muestra sobre el impacto de las investigaciones genéticas.3
Me encontré, en cambio, con una muestra que retrocede varios pasos. Lo único que
unifica a los 53 artistas expuestos es la utilización de la computadora para la ejecución (y
a veces, aunque no siempre, la concepción) de la obra. En lugar de un “salón de pintura”,
nos encontramos con un “salón de computadora”, tecnológicamente más avanzado pero
institucionalmente igualmente retrógrado. Lo más destacable, si uno dispone de una
computadora con buena memoria y un módem veloz (preferiblemente utilizando cable,
en lugar del módem telefónico), es que se puede acceder al salón cómodamente instalado
en casa, marcando www.whitney.org. No se accede a todas las obras ni, tampoco, a todas
sus facetas (la dinámica del video está ausente), pero al menos se pueden escuchar las
piezas sonoras (aproximadamente la mitad de los artistas presentan piezas musicales),
sin tener que esperar los audífonos en la instalación que preparó al efecto el colectivo
arquitectónico LOT/EK.
La primera muestra a la autora besando a alguien con dedicación total. Pero en el lugar
en donde debiera estar el compañero besado continúa la pared de fondo. El perfil ausente
deforma, de manera interesante, al perfil de la artista. La imagen enorme (casi 5 metros
de ancho por 3 de alto) cita a Les jo u rs gigantesques, de Magritte (1928), pero en lugar de la
fusión por absorción que logra Magritte, aquí es la ausencia la que condiciona a la silueta.
La reacción (bastante estúpida) que uno tiene inmediatamente, y que interfiere con el
impacto de la obra, es la de constatar que von Lampertz utilizó el programa Photoshop
con su “sello de goma” para lograr su efecto. Es una manera de decir que “eso lo puede
hacer cualquiera”, cosa que no corresponde frente a una obra de arte. Pero es una reacción
explicable cuando la tónica de la muestra está dada por los mecanismos técnicos.
3 “Arce y Ciencia”, Arte en Colombia número 85, ArtN exus número 39, febrero 2 0 0 1. Incluido en esta antología.
254
Bitstreams en el Whitney. New York, New York
las proporciones originales cuando se les observa desde un punto de vista determinado.
La tridimensionalidad hace que, al circular en la salita donde están expuestas, los cráneos
parezcan moverse y distorsionarse dinámicamente. Aquí la reacción ya no es la de que
“lo puede hacer cualquiera”, más bien, se siente que es un recurso efectista y que después
del impacto no queda ningún residuo.
El espacio virtual usado por Craig Kalpakjian, en cambio, es más real. El se dedica
reconstruir lugares existentes pero inaccesibles. El interior de un ducto de ventilación,
D uct (1999), iluminado tenuemente por la luz de la oficina hipotética en que se encuentra,
está sutilmente articulado por infinitas sombras y reflejos deducidos por la computadora,
con su lógica interminablemente implacable.
Quizás la obra más ambiciosa de la exposición sea el Ecosystem, de John Klima (2000).
Klima nos presenta un juego de video que se desarrolla en una enorme proyección en la
pared. Las variables de su sistema están representadas por criaturas volantes (no llegan a
ser realmente pájaros) y por formas vegetales que les sirven más de presa que de alimento.
La intensidad del ataque/consumo está conectada con las fluctuaciones del mercado de
valores de la zona geográfica sobre la cual vuelan las criaturas. La posición es controlada
por el espectador por medio de las palancas adecuadas. Pero la seriedad del tema no quita
que un buen juego de video sea más sofisticado visualmente y, por supuesto, muchísimo
más divertido.
La sección de obras sonoras demuestra que la banda de sonido que Sussan Deyhim
hiciera para el famoso video de Shirin Neshat, S oliloquy, sobrevive perfectamente sin
imágenes y es capaz de mantener su poder hipnótico. Jonathan Bepler, en The M an in
Black (El hombre de negro), utiliza el sonido del aleteo de 200.000 abejas, agregando al
baterista Dave Lombardo y el texto de una carta de Gary Gilmore (condenado a muerte
y ejecutado en 1977) para la pieza musical más interesante del conjunto. La mayoría de
los demás artistas de esta sección se limitan a utilizar collages y repeticiones de sonidos
tomados de distintas fuentes. Es una estrategia similar a las que se ha venido haciendo
desde hace varias décadas en lo que parece un gran homenaje a John Cage pero, des
255
Reseñas
afortunadamente, sin superarlo. El recuerdo del grupo Fluxus (en su mayoría alumnos y
admiradores de Cage) de la década de 1960 es abrumador y hay incluso un exmiembro.
Yasunao Tone, para esta ocasión, cubrió un disco compacto (con una composición pre
via) con cinta adhesiva perforada. El aparato, frustrado por el obstáculo, emite sonidos
transformados y cacofónicos.
En la sección de Data D ynam ics, en la pequeña sala que el museo normalmente dedica
a los proyectos experimentales, hay algunos proyectos conectados con el Internet. Menos
enfocados en la idea de producto y más en la de situaciones e interacción, las obras son
potencialmente más interesantes pero, solamente, potencialmente. Eran estas las obras
que podían haber tocado temas más relacionados con los cambios estructurales por los
que estamos pasando, pero se limitan a mezclar algo de voyerismo con documentación y
pomposidad. Pero, por lo pronto, hacen cuestionar las técnicas museísticas (poco equipo y
espacio para el público, necesidad de tiempo de manipulación, claridad de presentación).
Si, por otro lado, el acceso desde la computadora propia fuera fácil (hay páginas que no
se abren, conexiones incompletas y frustraciones varias), se podría llegar a demostrar la
obsolescencia del museo tal cual lo conocemos. De hecho, una visita a www.rhizome.org
es mucho más cómoda y entretenida.
Hace una docena de años se realizó una muestra de arte hecho con computadoras en
la galería (hoy difunta) de IBM en Nueva York. En la reseña que escribí en esa época para
Arte en C olom bia decía que: “La perspectiva para el futuro es fascinante por lo positivo y
por lo negativo. Por un lado, el acceso a la tecnología permitirá una corrección del proceso
creativo. Por otro lado, el cisma entre el desarrollo y el subdesarrollo irá en aumento, y
el arte de las economías periféricas quedará más y más condenado al confinamiento de
la artesanía y de las manualidades”. La muestra del W hitney señala que el panorama
todavía no ha cambiado mucho y que soy un mal profeta. La corrección al proceso crea
tivo todavía se está haciendo esperar. La diferencia entre el subdesarrollo y el desarrollo
definitivamente va en aumento, pero eso no es un problema relacionado con el arte. Y
debo reconocer que las computadoras se han hecho mucho más accesibles de lo que me
esperaba en aquel entonces. Pero, más allá de todo esto, son las muestras como ésta del
Museo W hitney las que aseguran que mi miedo a la segregación artesanal se mantenga
infundado. Todo parece seguir en la misma olla.
4 “La computadora y el arte”, A rte en Colombia número 39, febrero 1989. Incluido en esta antología.
256
Pelotas calientes, Tom Friedman, 1992.
Tom Friedman
La magia inesperada de la artesanía
Arte en Colombia número 90, ArtNexus número 44
Junio 2002
En el New Museum de Nueva York se expone una retrospectiva de la obra del artista
norteamericano Tom Friedman.1A primera vista, su obra, de un humor sutil, con ideas
simples cuando no triviales, y caracterizadas por una ejecución obsesiva rayando en la
locura, se inserta fácilmente en la corriente postconceptualista. Friedman es relativamente
joven (nació en 1963) y pertenece a una generación, sino formada, al menos fuertemente
informada por la generación conceptualista que la precedió. Son obras basadas en la
tautología, en el comentario al proceso que las genera y, muchas veces, conectadas con
la ironía de los artistas Fluxus. Si estas caracterizaciones agotaran su obra, Friedman no
sería un artista capaz de despertar interés y seguramente no hubiera tenido esta muestra.
Para peor, muchas veces el trabajo de Friedman cita (consciente o inconscientemente) la
obra de artistas que lo precedieron, con riesgo de disminuirlo en un nivel de sátira. Así,
nos encontramos con su materia fecal (M ierda d e artista de Manzoni, 1961), un mapa
invertido (América d el Sur de Torres-García, 1943), una foto del artista acostado en el techo
{Ecos de Yves Klein saltando desde un balcón, Le saute dans le vid e, 1960) y organización
de objetos encontrados (en formas exploradas por Tony Cragg).
Sin embargo, al mismo tiempo que uno está viendo una colección de obras que no
siempre son originales y que aparentan ser increíblemente disímiles, uno se siente en
1 “Tom Friedman”, exposición iniciada en el Southeastern Center for Contem porary A rt, W inston-Salem , Carolina del
Norte. The New Museum, Nueva York, octubre 12, 20 01 - febrero 3, 2 0 02.
Tom Friedman. La magia inesperada de la artesanía
Por otro lado, y quizás más interesante, es la relación inusitada que Friedman tiene
con la artesanía. Es en ella que se expresa un carácter obsesivo que no permite una inti
midación por parte del tiempo invertido y que no permite que una obra finalice antes
de lograr su perfecta presencia física. Es, en cierto modo, otra polaridad dialéctica que se
puede agregar a la lista. Friedman utiliza ideas que se podrían completar en la mente del
espectador y que sugieren esa posibilidad. Las obras, sin embargo, niegan ese camino y
prefieren completarse físicamente. No hay ambigüedad, no hay márgenes.
259
Reseñas
Es esta integración de idea y artesanía la que subraya el impacto que produce la obra
de Friedman. Generalmente, la idea de virtuosismo es el producto de una especialización
disciplinaria llevada al extremo de lo creíble. Implica una desintegración y fragmentación
de las posibilidades de ver el mundo, no una visión integrada y globalizante. El virtuosismo
consiste en una percepción que se efectúa a través de un malabarismo. Pero Friedman no ve
el mundo a través de ese truco. Lo que para otros sería un recurso superficial, para él es una
(si es que hay varias) esencia de su mundo. Esa parte artesanal le da significado a la obra.
Cuando Friedman masca 1.500 porciones de goma de mascar para hacer una esfera
perfecta (Sin título, 1990) que luego termina pegada en un ángulo de la sala como si fuera,
justamente, una goma de mascar, es el conocimiento de su inversión casi medieval del
tiempo lo que hace que la obra sea poderosa. Sin el dato, no vemos más que una pelota
rosada. Con el dato, la obra se convierte en portadora de historia, como lo son las arrugas
en la cara de un anciano o las líneas de la mano. No son solamente líneas que se confor
man en un diseño. Son símbolos y resabios de movimientos infinitos, y es la lectura de
ese pasaje del tiempo lo que da el peso a la visualización.
2 Friedman seguramente no conoce la obra de Macchi, éste sólo la descubrió durante el 2001, a raíz de un viaje a Nueva York.
260
Tom Friedman. La magia inesperada de la artesanía
Friedman son de una modestia casi enternecedora. Si hay que hablar de estética aquí,
es la que corresponde a un verdadero Arte Povera, materiales cotidianos y de desecho
al borde de la basura. La magia de sus acciones radica entonces en la ubicación precisa
de su virtuosismo con respecto a la lectura de la obra. Es el virtuosismo que en lugar de
promocionarse a sí mismo se convierte en un instrumento de transmutación. En otro
ejemplo, un rollo de papel higiénico fue re-enrollado cuidadosamente sin el tubo de car
tón central (Sin títu lo, 1990). El resultado es un cilindro sólido que el espectador percibe
como tallado en mármol y el cual nunca relacionaría con el papel.
Friedman también tiene demasiada conciencia y respeto por los procesos. Muchas obras
se ejecutarían con mayor facilidad usando una computadora o ayuda tecnológica. Pero a
veces la idea no tiene suficiente peso y es la dedicación al proceso la que la rescata. En Sin
título, 1991-1994, se reproduce un mapa de los Estados Unidos con el sur arriba y el norte
abajo, con tal precisión, que el espectador presume que no fue hecho a mano. Es fácil,
por lo tanto, descartar el ejemplo como una idea simpática, de segundo orden y falta de
originalidad. Pero Friedman pintó el mapa y puso todos los datos en su lugar usando letras
y líneas de transferencia hasta lograr un producto que parece auténticamente industrial.
La obra ya no es un juego sobre Torres-García (a quien es dudoso que conozca), sino una
re-vivencia del cuento de Borges sobre la reescritura del Quijote. Friedman se convierte así
en un auténtico Pierre Menard, pergeñado por alguien que está recreando a Borges.
En otra movida dialéctica, Friedman tiende a evitar los títulos. La gran mayoría de sus
obras son “sin título”, identificables aproximadamente por el entorno dado por la fecha
y los materiales. La maniobra de mantener la idea obviando la descripción literaria no
diluye u opaca el concepto, sino que termina dándole mayor densidad. Pocas veces cae en
la broma fácil. H otB all, (pelota caliente) de 1992, juega con el doble sentido de “hot”, que
en inglés también es usado referido a mercancía robada. Efectivamente, Friedman hizo
esa escultura con 100 pelotas de distinto tamaño que fue robando de distintos negocios
durante un período de seis meses.3Es también la obra que mejor describe la debilidad del
3 Aunque, que yo sepa, nadie se molestó en subrayarlo, de hecho, el museo es cómplice de un delito confeso.
261
Reseñas
artista. Uno de los denominadores comunes que recorre la exposición es una atmósfera
de travesura juguetona y simpática. En un ambiente de divertimento, se establece una
especie de valla mental que impide llegar al verdadero nudo de las cosas y que disuade
de toda reacción que no se refiera a lo lúdico o a lo ingenioso. Es siempre la fabricación
la que viene al rescate.
Una de las obras más recientes, potencialmente más dramática, y sin duda la más
ambiciosa de la muestra, es Sin título (2000), un autorretrato a escala real. No se puede
decir que sea de cuerpo entero porque representa al artista hecho pedazos en un acci
dente motociclístico. Pero están todas las partes, dispersas sobre un enorme charco de
sangre, con los órganos saliendo del vientre y la cabeza astillada. Suena tremendo y por
un segundo lo es visualmente. De inmediato el choque vuelve a diluirse en la travesura.
La escultura en el piso está hecha de papeles de colores recortados con tijera, pelo por
pelo, vena por vena, salpicaduras detalladas, pero sin negar el material. La preciosidad del
trabajo recuerda a las filigranas de papel chinas. La violencia está en el arrugado del papel.
El resultado, impresionante, no lo es por lo que termina siendo grand guignol, apropiado
para el Halloween norteamericano; lo es, nuevamente, por la artesanía.
262
Bloque experimental en Cosmococa, Trashiscapes, Helio Oiticica y Neville D ’Almeida, 1973.
Helio Oiticica
Las instalaciones quasi-cinemas
Arte en Colombia número 94, ArtNexus número 48
Abril 2003
El New Museum of Contemporary Art de Nueva York presenta una primera visión
de las instalaciones Quasi-cinemas de Hélio Oiticica, incluidas algunas de la serie de las
C osm ococa.l Producidas durante la década de 1970, durante su estadía de casi diez años
en Nueva York, estas obras continúan la exploración que Oiticica emprendiera sobre
el cuerpo y el espacio y, también, sobre el cuerpo en el espacio. Agregados a un eco de
la cultura de drogas de los años sesenta, hay en estas instalaciones también elementos
nuevos para Oiticica que sugieren la influencia del cineasta norteamericano Jack Smith.
De hecho, Oiticica utilizó como título para esta serie un comentario que hizo cuando vio
espectáculos de proyección de diapositivas con sonidos creados por Jack Smith. A pesar
de que las obras hoy parecen envejecidas, tienen un cierto atractivo basado primariamente
en la nostalgia. Pero más que nada, su importancia real está en el hecho de que completan
la historia e imagen de Oiticica como el artista que, en su época, rompió con muchas de
las barreras artísticas imperantes y abrió el campo para aquellos que lo sucedieron.
1 “Helio Oiticica: Quasi-Cinemas”, The New Museum o f Contem porary A rt, Nueva York, julio 26 - octubre 13, 2 0 02,
curada por Carlos Basualdo.
264
Helio Oiticica. Las instalaciones quasi-cinemas
taba cómodamente en la cultura elitista brasileña del momento, barría también con la
separación entre el arte y la vida cotidiana.
Al igual que Lygia Clark (1920-1988), una artista tan cercana a él en espíritu e intereses
que los trabajos de ambos a veces solamente son inteligibles en su relación mutua, Oiticica
hereda los legados del constructivismo brasileño y de la poesía concreta. Como Clark, termina
rebelándose contra ambos. En 1959, el poeta y crítico de arte Ferreira Gullar formó el grupo
de los “neoconcretos” tratando de renovar el movimiento de poesía concreta brasileña. Clark
y Oiticica se unieron y aportaron la contraparte visual a la producción poética.2
2 El m anifiesto neo-concreto fue firm ado por A m ílcar de Castro, Ligia Pape, Lygia Clark, Reinaldo Jardim y T heon
Spanudis.
3 “Ferreira G ullar por él mismo”, E l País C ultural número 295, Montevideo, 1995, página 5.
4 Ferreira Gullar. “La teoría del no-objeto”. Citado en: Clemente Padín, “Las vertientes del concretismo”, La Revista del
Sur número 11, marzo 1986, Malmo, página 22.
5 Ferreira Gullar, “La teoría del no-objeto”, O Dos número 1, 1982-1983 , página 21.
265
Reseñas
Pero había otro ingrediente importante para ambos, Clark y Oiticia, en el pensamiento
de Ferreira Gullar, un giro hacia la “corporalidad” “No concebimos la obra de arte ni
como ‘máquina ni como un ‘objeto’, más bien como un quasi-corpus, es decir, cuyas
cualidades se agotan en las relaciones externas”.6
6 Ferreira Gullar, “M anifiesto Neo-concreto”, Jornal do Brasil, marzo 22, 1959, reproducido en Continente S ul Sur número
6, páginas 115-120.
7 Guy Brett. “Lygia Clark and Helio Oiticica”. Latin American Artists o f the Twentieth Century, M oM A, Nueva York,
1992, página 101. La cita no tiene fecha. Hay que notar que, si bien a primera vista, la serie clásica de los Bichos, Clark
parece ser no más que un juego geométrico consecuencia de las guías formalistas de la Bauhaus y de la Escuela de Ulm,
vistos más de cerca, y como alude el título, son claramente figuras orgánicas. Si bien reencarnados en un origami metá
lico, las esculturas parecen sensualmente vivas. El título adquiere importancia como explicación y como una forma de
dar vida a las esculturas.
8 En ese sentido el trabajo parece mucho más conectado con el grupo uruguayo/argentino M adí que con el constructi
vismo europeo. De acuerdo al artista e historiador Mario Sagradini, Arden Q uin visitó y tuvo contacto con los poetas
concretos brasileños.
266
Helio Oiticica. Las instalaciones quasi-cinemas
Hacia mediados de la década del sesenta, tanto Oiticica como Clark habían desplazado
la geometría con su cuerpo. Oiticica se convirtió en el bailarín principal de la escuela de
samba Mangueira (carnaval de 1964), una experiencia que determinó sus obras subsiguien
tes, incluidos los Quasi-cinemas. Clark, entretanto, había pasado a una forma estetizada
del psicodrama y de la terapia, y sus objetos (si el término todavía es aplicable) no eran
más que aderezos para la interacción. Una obra hecha en equipo por ambos artistas,
D iálogo d e m anos (1966), resume las evoluciones respectivas. En ella, dos manos (una
de cada uno) están unidas por una goma en forma de cinta de Moebius (un homenaje a
la escultura constructivista de Max Bill) y parecen estar en una danza congelada.9 Para
dójicamente, aun si constituye un homenaje a Bill, la pieza contradice enfáticamente los
principios racionalistas que éste defendía. En realidad, ilustraba y reciclaba las ideas sobre
la “antropofagia” que el poeta brasileño Oswald de Andrade había proclamado durante
la década de 1920 sobre la digestión y reutilización de otras culturas. En sus manos, la
cinta de Moebius cesó en su función de símbolo matemático y se convertió en un espacio
emocional e incluso irracional, sugiriendo una circulación infinita y una conexión sin
conexiones. Estos son precisamente los temas sobre los que Oiticica seguirá trabajando
en sus instalaciones posteriores.
Las actividades con la escuela de samba llevaron a que Oiticica diseñara una forma
específica de vestiduras/capas, las cuales denominó parangolés. Para él la palabra fue un
equivalente de lo que Merz significó para Schwitters, una palabra flexible con infinidad
de conexiones posibles a la que podía llenar de significados privados. Combinando esta
ropa con sus producciones espaciales neoconcretas, Oiticica llegó a la etapa siguiente: la
construcción de carpas e instalaciones que conducían a una participación activa del público.
Esta actividad culminó con Tropicália, una instalación en el Museo de Arte Moderno de
Río de Janeiro en 1967. La instalación luego le dio su nombre al movimiento artístico que
incluyó a luminarias musicales como Caetano Veloso, Gilberto Gil y María Bethania.10
9 La cinta de Moebius había sido popularizada en el Brasil gracias al trabajo de Max Bill, y con esta obra ambos artistas
también se referían a su propia tradición constructivista. Bill había ganado el Gran premio de la Bienal de San Pablo en
1951 con su U nidad Tripartita. Su fama e influencia trajo como consecuencia el interés por los principios de la Escuela
de Diseño de Ulm , fundada y dirigida primero por Bill y luego por el pintor argentino Tomás Maldonado. Con ello
también entraron las ideas del filósofo Max Bense, uno de los profesores de Ulm, quien ponía el acento en la racionali
zación del análisis de las formas.
10 En el campo musical se trató de encontrarle una alternativa a la Bossa Nova retornando a las ideas de la Antropofagia y
abriéndose a la samba, a la música indígena, a Jim m y Hendrix y a los Beatles.
267
Reseñas
Las obras de Oiticica en el New Museum parecen extender las ideas y la estética de su
trabajo de la década de 1960, fusionándola sin embargo con preocupaciones más privadas y
autobiográficas. Las piezas más ambiciosas, la mayoría de 1973, son grandes instalaciones en
donde se invita a que el público juegue con globos inflados o se acueste en hamacas mientras
escucha la banda de sonido y contempla la proyección de diapositivas. Estas ambientaciones
reflejan las actitudes que estaban de moda durante los sesenta gracias a los hippies y a las
terapias sugeridas por el Instituto Esalen. Hay un énfasis en la significación terapéutica de
tocar/sentir (Esalen), de la atmósfera de discoteca y del uso de drogas “recreativas”. Hay un
intento de inducir en los visitantes una experiencia de “viaje” y de culminación. De acuerdo
con la pieza, hay imágenes de amigos gay (.Neyrotika, 1973) o de sus héroes: Marilyn Monroe,
Jimmy Hendrix y los Rolling Stones (.Block Experiments in C osm ococa, 1973).
Las instalaciones de Oiticica fueron hechas con la ayuda del cineasta Neville D Almeida,
quien recibe amplia mención como colaborador. Pero más allá de las consideraciones
técnicas, las obras parecen tener su carácter y fuerza debido a Oiticica y no al trabajo
en equipo. La presencia de Oiticia es tan fuerte que, aun cuando el espectador se siente
invitado a participar, uno no puede evitar la sensación de ser un intruso espiando una
11 Hélio Oiticica, “Position and Program”, julio 1966. Helio Oiticica, W itte de W ith, C enter for C ontem porary A rt,
Rotterdam, 1992, página 100.
268
Helio Oiticica. Las instalaciones quasi-cinemas
manifestación privada. La distancia histórica aumenta aún más esta ajenidad incómoda.
En la muestra del New Museum, las imágenes más fuertes son las que tienen dibujos
con cocaína, en donde el polvo blanco delinea los rasgos en las fotos de sus personajes
preferidos. Hoy en día, en parte gracias a un conocimiento científico mayor, en parte a
un cambio en las actitudes sociales, estos dibujos parecen mucho menos benignos de lo
que parecían hace tres décadas. Uno no puede dejar de recordar que Oiticica murió antes
de tiempo y que nunca se dio una explicación sobre la causa de su infarto.
Durante el principio de la década de los sesenta, Oiticica produjo una serie de pequeñas
instalaciones poéticas que llamó B ólides. Los objetos y situaciones tenían una presencia
modesta e inspiraban una sensación de intimidad y de un conocimiento privado com
partido. Más que una producción de artefactos, las obras eran un acto de reversión de
lecturas. Oiticica subvertía el concepto tradicional de arte en el cual el objeto artístico
es concebido como dando habitación permanente a una esencia estética. En los Bólides
el objeto se convierte en un lugar de descanso provisorio o en un recipiente transitorio;
la “esencia” (no importa lo que conlleva esta palabra) estaba en la interrelación con el
espectador. El objeto que quedaba después de efectuada la comunicación y la acción, no
era más que una cáscara vacía. Los B ólides efectivamente eran, por lo tanto, pequeñas
instalaciones poéticas más que objetuales, tan efectivas hoy como lo eran cuando fueron
hechas, justamente por su falta de pompa y su riqueza evocativa.
269
Portada del libro The A rt ofA dolfW ólfli. Retrato tomado en 1926.
Adolf Wolfli
El arte y el desafío de la locura
Arte en Colombia número 96, ArtNexus número 50
Septiembre 2003
1 Elka Spoerri, “A d o lf W o lfli, Artist/Builder” en: The A r t o fA d o lfW ó lfli: St. Adolf- Giant-Creation. American Folk A rt
Museum, Nueva York, 2003, página 16. La exposición en el American Folk A rt Museum, Nueva York, fue del 25 de febrero
al 18 de mayo de 2003, y en el Milwaukee A rt Museum, Wisconsin, será del 18 de septiembre al 12 de diciembre de 2004.
270
Adolf Wolfli. El arte y el desafío de la locura
apoyo de su siquiatra quien, eventualmente, escribió un libro sobre él.2 Con el tiempo,
su obra adquirió gran prestigio y fue incluido en la prestigiosa Colección Prinzhorn,
mereció la adoración de André Bretón y los surrealistas, fue usada como paradigma para
la colección Art Brut de Jean Dubuffet y, en 1972, fue incluida en la D ocum enta Vpor
Harald Szeemann. Hay evidencia de que W olfli pensaba en un público para su obra.
Aunque trabajaba con materiales baratos (papel periódico y papel kraft), era un deta
llista en términos de la presentación. Encuadernaba sus páginas con cuidado y planeaba
publicaciones y exposiciones. Diferenciaba claramente entre sus “libros” y las obras que
denominaba “obras para pan”, dibujos más simples y con más color que utilizaba para
trueques por lápices y cigarrillos.
2 W alter Morgenthaler. Ein Geisteskranker ais Künstler: A d o lf Wolfli. E. Bircher, Bern-Berlin, 1921; traducido al inglés:
Madness a n d Art: The Life a nd Works o f A d o lf W olfli, University o f Nebraska Press, 1992.
3 H enry-Claude Cousseau. “Origins and Deviations: A Short H istory o f A rt Brut’ en: A r t & Text número 27, página
20. De hecho, no es clara cuál era la condición mental de Chaissac. Fue un autodidacta y estuvo recluido por un
tiempo, pero por sufrir de tuberculosis. La colección de A rt Brut también incluía artistas naíf, de manera que la salud
de Chaissac podía no ser tan importante. Es interesante notar que la muestra Parallel Visions, un estudio comparativo
de artistas modernos y enajenados, excluyó a propósito la obra de Van Gogh porque, como dice M aurice Tuchman
(el curador) en su introducción, Van Gogh nunca fue inspirado por el arte enajenado. Por otro lado, el trabajo de
A ntonin A rtaud de alrededor de 1 9 4 0 fue incluido porque desde entonces “fue enajenado”.
271
Reseñas
Con este trasfondo se puede ver que Walter Morgenthaler, el psiquiatra en la clínica
Wartau que se atrevió a calificar a W ólfli como artista, estaba actuando dentro del con
texto de su momento histórico. Lo mismo se puede decir de Hans Prinzhorn. Ambos
psiquiatras percibían la correspondencia de los repertorios formales que había entre la
expresión así llamada “patológica” y lo que producía la vanguardia del momento. Y no
fue solamente la intelectualidad progresista la que entendía esta correlación. Otros, como
Paul Schultze-Naumberg, usaron el paralelo con el fin de denigrar el arte moderno. Su
libro más infame, K unst undR asse (Arte y raza, 1928), aporta la fundamentación teórica
para el concepto nazi de “Arte degenerado”.
272
Adolf Wolfli. El arte y el desafío de la locura
qué molestarse en hacerle un cerco y tratarlo como enajenado? Klee alertó claramente
sobre este problema cuando declaró que en relación con el arte había que rechazar la
palabra “desequilibrado”/
Para ayudar a entender el tratamiento del arte enajenado vale la pena notar cómo las
corrientes hegemónicas incorporan zonas nuevas como burbujas discretas, gozando la
efervescencia, pero no permitiendo su disolución. No es muy distinto a lo que sucedió
con la moda del “multiculturalismo”. Uno u otro fueron utilizados para refrescar y reju
venecer el arte hegemónico, pero manteniendo una barrera sutil con respecto a la otredad.
Muchas veces la apreciación es superficial y oportunista. Los surrealistas, por ejemplo,
para quienes la expresión visual era una forma de exhibicionismo, fueron seducidos por
lo que veían como “irresponsabilidad”, y copiaron ideas y procesos del arte enajenado
para que el espectador se convirtiera en “voyeur”
Hay muchas razones prácticas para estar incómodos al relegar a artistas que puedan
tener un desequilibrio mental al nicho del enajenado. El caso de W olfli es un ejemplo.
A pesar de su aislamiento social, W olfli no era ajeno al concepto de una audiencia para
su trabajo y demostraba preocupación por la logística necesaria para la comunicación.
En la propia clínica, su trabajo no era considerado como de interés fundamentalmente
médico. Si lo hubiera sido, hubiera requerido el mismo tratamiento confidencial de los
demás archivos médicos. No le faltó reconocimiento en vida y, como se comenta en el
catálogo, su imaginería anticipó etapas del desarrollo futuro del arte moderno. El caso
de W olfli demuestra lo poco preciso que es endilgarle la etiqueta de “enajenado” a un
artista en particular.
4 En una crítica de la exposición de Der Blaue Reiter, citada por Reinhold Heller en: “Expressionism’s Ancients” Parallel
Visions, Los Angeles County Museum o f A rt, 1992, página 78.
5 Peter Gorsen. K unst und Krankheit. Europeische Verlangsanstalt, Frankfurt, 1980, páginas 103-104.
273
Reseñas
6 En su libro On K illing, el teniente coronel Dave Grossman señala que durante la Segunda Guerra M undial la efectividad
letal de los soldados individuales era de entre 15 y 20% , durante la Guerra de Corea subió a 55% , y en la Guerra de
Vietnam llegó a estar entre el 90 y el 95% . Las técnicas de entrenamiento y el condicionamiento pavloviano ayudaron
a esquivar todos los filtros, tanto racionales como irracionales, que normalmente impiden que el individuo se dedique a
la agresión sin límites.
7 “La Sociedad Venezolana de Psiquiatría y sus ex presidentes, se dirigen a la nación” documento leído a la prensa en el
Hotel Caracas Hilton, abril 7, 2 0 02.
274
Adolf Wolfli. El arte y el desafío de la locura
Un análisis cuidadoso de los dibujos de W olfli abre varios caminos para dar curso a la
imaginación del observador. Donde uno puede encontrar calor y energía en la brillantez del
diseño, otro siente la frialdad de la acumulación decorativa de pequeñas caras con círculos
negros en lugar de ojos. Uno podría quedar fascinado con los significados alegóricos de
cientos de versiones de la faz del reloj. Para otros, la forma elíptica que frecuentemente
emerge en distintas formas en el centro de las páginas de W olfli, se convierte en vagina y
obliga a una reconsideración de las primeras impresiones. La calidad de estas diferencias
sugiere que la “ajenidad” de la obra de W olfli se convierte en una etiqueta innecesaria
para la apreciación y que, peor aún, puede interferir con la libertad de la imaginación del
espectador, impidiendo la posibilidad de una lectura independiente.
275
Reseñas
La narrativa de W ólfli trata tanto de la memoria como de una visión deformada por
sus deseos, los cuales incluyen la compra de estrellas distantes y su propia canonización
como San Adolfo II. Hace inventarios de los objetos que aparecen en sus dibujos, inclu
yendo herramientas, instrumentos musicales, legumbres, objetos mecánicos y edificios.
Sus anotaciones matemáticas generalmente se refieren a los cálculos de los intereses
producidos por un capital hipotético en su posesión, que se proyecta en sumas astronó
micas. Frecuentemente, sus dibujos ilustran sus textos, pero también incluye collages
hechos con recortes de revistas, sugiriendo conexiones entre el pasado y el presente. Las
profusas anotaciones musicales -la M archa F uneral tiene 3.080 páginas- muchas veces
se refieren a las imágenes que utiliza en los collages. Se basan en sistemas numéricos,
sonidos fonéticos y notas que se transcriben en una forma casi tradicional (utiliza seis
líneas en lugar del pentagrama). El músico neozelandés Graem Revell trató de inter
pretar la música de W ólfli y produjo un disco compacto interesantísimo, aun cuando
(como advierte el propio Revell) nadie puede garantizar la fidelidad con respecto a las
intenciones del compositor. Revell se esforzó en respetar las instrucciones del artista
con respecto a los instrumentos tal cual aparecen en las ilustraciones de los textos, que
también incluyen instrumentos de viento. Con éstos intenta aproximarse al único ins
trumento que W ólfli tenía a su disposición en Wartau, una corneta de papel a través
de la cual proyectaba los sonidos que hacía con la boca. Es comprensible que, dada la
falta de claridad en las instrucciones de W ólfli, no haya música en la exposición. Pero,
al recorrer la muestra, uno extraña la banda de sonido y la fabricación de Revell hubiera
enriquecido la apreciación. El riesgo mayor de una exposición de la obra de W ólfli es que
uno puede confundir sus dibujos con meras postales que aluden a un viaje. Esto distrae
del hecho más real y conmovedor: que al ver la obra uno está participando en la única
oportunidad posible de un viaje asombrosamente rico, y que está siendo llevado de la
mano por el propio W ólfli. Es un viaje que nunca habríamos sido capaces de concebir
o de emprender sin su ayuda. Una musicalidad más explícita nos habría acentuado las
ambiciones de esta obra épica extraordinaria.
Es posible que hoy todos estemos atrapados en una dinámica centrífuga y enferma,
en un proceso de lanzamiento hacia fuera, como una nueva forma de normalidad. El
hecho es que, por el momento, la etiqueta de arte “outsider” como un lente para ver el
arte o como una inspiración para hacerlo, parece anacrónica, torpe y derrotista. Si la
276
Adolf Wolfli. El arte y el desafío de la locura
abandonamos, seguramente notaremos que no nos hace falta, a menos que nuestra mi
rada esté enfocada en el mercado, en el cual las etiquetas son esenciales para la creación
de categorías que generen lucro. W olfli claramente nos ayuda a trascender todo esto y a
recuperar una perspectiva sana.
277
Rinoceronte, A lberto Durero, 1515.
Inventarios en Madrid*
Arte en Colombia número 101, ArtNexus número 55
Enero 2005
* La visita siguiente Fue a la Fundación La Caixa para encontrarme, una vez más, con otro ejercicio de inventarios. Pero
esta vez sí se produjo una revelación. Inesperadamente, aquí la forma de catalogar las cosas no fue un producto de excen
tricidad o un truco para una tesis de graduación. En su lugar, el tema y propósito de la muestra era el inventario mismo.
Más precisamente, era el inventario que hizo Hernando Colón de su colección de estampas.
1 Museo Reina Sofía, junio 15 - septiembre 24, 2 0 0 4 .
278
Inventarios en Madrid
También en el Reina Sofía se presentó “Dalí: cultura de masas” para inaugurar (junto
con una buena selección de pinturas de Lichtenstein) la recién completada expansión del
edificio diseñado por Jean Nouvel. Como otro ejemplo de inventario con prejuicios, la
muestra reorganizó la trayectoria de Dalí en términos de su uso e impacto en la publicidad,
el cine y las revistas. En un espacio oscuro y opresivo (que a Dalí seguramente le hubiera
gustado), la exposición se limitó a mostrar lo mejor de Dalí, ahorrándole al espectador
sus fracasos más notorios. Pero el criterio curatorial podía ser aplicado igualmente a una
gran cantidad de artistas del siglo XX y no pareció revelar nada de importancia que no
se hubiera visto en una buena retrospectiva normal.
La visita siguiente fue a la Fundación La Caixa para encontrarme, una vez más, con
otro ejercicio de inventarios. Pero esta vez sí se produjo una revelación. Inesperadamente,
aquí la forma de catalogar las cosas no fue un producto de excentricidad o un truco para
una tesis de graduación. En su lugar, el tema y propósito de la muestra era el inventario
mismo. Más precisamente, era el inventario que hizo Hernando Colón de su colección de
estampas.2Hernando (1488-1532) fue el hijo ilegítimo pero reconocido de Cristóbal Colón.
Mientras que convencionalmente uno tiende a descartar a los Colón como una familia
de piratas decentemente educados, Hernando, de hecho, fue un humanista de gran talla.
Contaba a Erasmo entre sus amigos y era dueño de la colección de libros y de estampas
más grande del Renacimiento. Su biblioteca tenía unos 15.000 libros y 3.200 grabados,
cifras que en su época eran enormes y todavía hoy lo son para cualquier estudioso.
2 “La colección de estampas de Hernando Colón (1488-1539): coleccionismo en la era del Descubrimiento”, junio 11- julio
25, 20 04, Fundación La Caixa, Madrid. La muestra continuó en el Real Alcázar de Sevilla, de octubre a diciembre, 2004.
279
Reseñas
brino Luis, el hijo de su hermanastro Diego Colón. Luis no estaba interesado en mantener
la colección y decidió vender las piezas para pagar deudas. En otras palabras, la colección
ya no existe, cosa que hace que esta muestra sea aún más notable. Las notas del inventario
sí sobrevivieron y fueron utilizadas para reconstruir las posesiones de Hernando.
Barbara Rose, la curadora de M onocrom os, dice que los “monocromos son la última
visión de lo moderno”. Es sólo al escribir estas líneas que veo la gran similitud entre ambas
exposiciones. En ambos casos los curadores expresan un interés mayor en los autores de los
inventarios que en la búsqueda de una distancia “objetiva”. En ambos casos, la individualidad
280
Inventarios en Madrid
de los creadores no parece tener mayor importancia. Si hay una atmósfera unificadora en la
muestra de Hernando, es la increíble habilidad técnica que lograron esas primeras generaciones
de grabadores. En la muestra de Rose, lo que unifica la exposición como un revestimiento, es
el color. Con él se tapan las enormes diferencias que hay entre las búsquedas y las angustias
individuales de, para solamente mencionar tres artistas en la sección dorada, Mathías Goeritz,
Lucio Fontana y James-Lee Byars. La decisión curatorial de ignorar la complejidad individual
en beneficio del color del envoltorio despierta la sospecha de que el formalismo y el racismo
puedan tener las mismas raíces ideológicas. El problema de la muestra de Rose no es tanto
el tema del monocromismo, sino cómo fue organizada. Una pequeña joya que acompaña
la muestra, aunque escondida dentro de la muestra grande, es una pequeña reseña histórica
que va desde Monet hasta los principios del siglo XX. Sin el impedimento de la subdivisión
en colores, la reseña apoya la posible tesis de Rose en una forma mucho más convincente
y deja la impresión en el espectador de que en realidad la gran muestra no es más que un
apéndice menor de la muestra chica. Una revelación en la reseña histórica es la obra del
artista polaco Wladislaw Strzeminski (1893-1952), creador del Unismo en 1927, una teoría
que afirmaba la unidad de la obra de arte con el lugar en donde es creada. El límite físico
de la obra, por lo tanto, se convierte en una frontera con el resto del mundo, y todo lo que
sucede en la tela es una consecuencia de ese espacio. Con su trabajo, Strzeminski anticipó
al Grupo Madí en una veintena de años, y al reduccionismo de las Pinturas negras de Frank
Stella (extrañamente ausentes de la muestra) en más de treinta.
Es interesante cómo ambas muestras reflejan el proceso del arte como fabricación de
objetos mercantiles en la sociedad capitalista y actúan como un par de sujetalibros para
este proceso de pugna de los artistas. Los artistas que muestra Rose buscan un nivel de
arrobamiento espiritual o de afirmación de concreción absoluta e inamovible. Por razones
históricas, esa búsqueda ocurre dentro del campo hostil de la producción de objetos de
intercambio. El organizar estas exploraciones frágiles de acuerdo con sus colores, por lo
tanto, parece acentuar aún más la presencia objetual y física. Este acto solamente puede ser
interpretado como un paso regresivo del espíritu hacia el cuerpo, como una banalización. Las
tensiones que se producen como consecuencia de la producción de productos de intercambio,
también se perciben en la muestra de la colección de Hernando, aunque en forma distinta.
Los ártistas aquí están al comienzo de un proceso de afirmación de sus derechos como
productores, aun si el propio Hernando posiblemente no se dio cuenta. Mientras Hernando,
como coleccionista, les daba poca o ninguna importancia a los signos de autoría, tales como
los estilos personales de los artistas u otras formas de atribución, dos de los artistas en la
exposición, Durero y Raimondi, protagonizaban una batalla amarga sobre los derechos de
autor. Raimondi había “reproducido” el trabajo de Durero incluyendo su monograma típico
en los grabados. Durero, un luchador por los derechos de los grabadores como artistas y
de los artistas como miembros individualizados de la sociedad, en forma muy moderna se
enojó, hizo un juicio legal y lo ganó. En términos de la colección no parece importante si
los grabados son contribuciones “originales” o están basados en pinturas de otros artistas
o propias. Algunas de las obras mejores fueron hechas “aprés” Tiziano (un grabado de casi
281
Reseñas
El grabado era una forma de alcanzar a un público más amplio, un proceso que se fue
acelerando en el siglo XIV gracias a la relativa abundancia de papel, consecuencia de la
reciente introducción de la ropa interior.3 Las técnicas eran crudas y tediosas, así que fue
necesario desarrollar una habilidad técnica enorme para lograr una precisión en la imagen,
al mismo tiempo que se satisfacía el gusto de las “masas” Las nueve décadas que cubre
la colección de Hernando incluyen las cumbres de lo que fue una transición notable de
artesanía a arte. Su artista favorito, Durero, rápidamente se convirtió en el que probable
mente sea el grabador en madera más importante de todos los tiempos. Mientras que la
visión de Durero era primordialmente la de un pintor y dibujante, su habilidad de tallar
sus dibujos en una plancha de madera no tiene paralelo, a tal punto que, a veces, uno duda
si la admiración que produce su obra es generada por la complejidad de sus imágenes o por
su virtuosismo técnico. Llevó dos siglos para que Thomas Bewick (1753-1828) decidiera
grabar en tajadas transversales de madera en lugar de seguir la estructura de la veta. Hasta
entonces, los grabadores en madera tenían que luchar contra la dirección de la veta.4
En el siglo XVI, no era fácil determinar si el autor de una imagen también era el arte
sano que la grabó. A veces el artista le pasaba la imagen a un tallador. Otras veces el dibujo
3 Ando Gilardi (Storia Sociale della Fotografía. Mondadori, M ilán, 1976) especula que la pérdida de población causada
por la peste negra mejoró el nivel de vida de los sobrevivientes, los cuales, por lo tanto, pudieron darse el lujo de usar
ropa interior. El gasto más rápido de esas prendas produjo trapos, materia prima para la fabricación de papel. La Biblia
de Gutenberg necesitaba la piel de 20 ovejas para fabricar el pergamino necesario para cada ejemplar, creando un objeto
de precio exorbitante. El acceso al papel barato estimuló el desarrollo de las técnicas de impresión.
4 No está totalmente establecido si Bewick fue el autor de la innovación, pero el suyo es el primer nombre asociado con el
uso de la madera de pie y el uso del buril en la madera. Con la veta asomando como puntos en la superficie (en lugar de
líneas) no hay diferencias en la dirección del corte y la superficie se comporta como el metal. A l imprimir, la veta de la
madera funciona como columnas en lugar de vigas, por lo tanto, capaz de soportar presiones muchísimo más grandes al
imprimir. Esto permitió el aumento del tamaño de las ediciones y permitió la creación de prensas más sofisticadas.
282
Inventarios en Madrid
se pegaba sobre la madera para ser cortado atravesando el papel. Otras veces el grabador
reinterpretaba el dibujo de otro artista. Incluso en el caso de Durero, a quien le importaba el
concepto de autoría, no siempre se sabe si grabó sus propias planchas, si supervisó el grabado,
o si se limitó a pasarle el dibujo a un artesano. La cantidad del trabajo manual invertido por
el artista parece no tener importancia, no solamente para Hernando Colón, sino para una
apreciación de las estampas usando el sentido común. Solamente cuando la autoría pasa a
ser un fetiche, como sucede hoy en día, la cantidad de contacto físico que el artista tiene
con el material se convierte en un factor que influye en la evaluación de una obra.
De acuerdo con su secretario, Juan Pérez, Hernando intuyó su muerte 50 días antes de
morir. Usó el tiempo que le quedaba para hacer inventarios de sus otros bienes. Dos horas
antes de morir pidió a sus sirvientes que le trajeran un plato lleno de tierra y les ordenó que
se la tiraran en la cara. Los sirvientes cumplieron con su pedido, pero creyendo que había
enloquecido, le erraban. Furioso, Hernando agarró el plato y se tiró la tierra él mismo,
gritando “polvo eres y tornarás en cenizas”, elevando sus brazos hacia Dios.
283
The Gates, proyecto para el Central Park de Nueva York, Christo y Jean - Claude, 20 0 2 .
Durante ocho horas, en 1962, Christo (Christo Javacheff en la vida civil) bloqueó la
Rué Visconti en París con 240 barriles de aceite vacíos. Fue una intervención directa en el
espacio público, percibida como una protesta explícita en contra de la Cortina de Hierro
y del muro de Berlín. Sin embargo, Christo es más conocido por sus obras basadas en
el empaquetamiento, un método que comenzó a explorar en 1958, aplicado a objetos de
escala modesta: sillas, mesas y motocicletas. La inspiración de estas obras se encuentra
en la clásica obra de Man Ray, El en igm a d e Isidore D uchas (1920), que consistía en un
envoltorio atado con cuerdas aparentemente conteniendo una máquina de coser. La obra
de Ray se parece mucho a la obra de Christo.1La conexión luego fue subrayada en el clásico
catálogo de la muestra D ada, Surrealism a n d T heir H eritage del MoMA de Nueva York,
en donde el Package on a W heelbarrow (Paquete en carretilla) de Christo (1963) aparece
reproducido al lado del E nigma de Man Ray. Durante los años 1964-1965, Christo pasó
de los objetos más pequeños y portátiles a la fabricación de fachadas de tiendas que tenían
las vidrieras cubiertas con tela o con papel. Era una variación de su técnica de envoltorio,
en donde el espectador adivinaba el espacio misterioso iluminado que estaba detrás del
material tapando la vidriera, pero sin indicaciones sobre qué es lo que realmente podría
haber en la “tienda”. En los trabajos de este período, Christo infundía una sensibilidad
1 En 1920, Ray hizo esta obra como homenaje al poeta francouruguayo Conde de Lautremont, cuya imagen: “...el en
cuentro accidental de una máquina de coser con un paraguas sobre una mesa de disección”, en Chants des M aldoror
(1874), se convirtió en uno de los cimientos del surrealismo.
284
Desde Christo al Haré Krishna
surrealista al Pop Art. Le daba una dimensión poética a la vida cotidiana en una forma
ausente de la mayoría del arte producido por los demás artistas de ese movimiento. Fue
una trayectoria larga que incluyó la casita de Snoopy, en un proyecto hecho para el Museo
Charles Schultz, una pieza tierna y posiblemente autoirónica.
Christo continuó concentrado en el acto de envolver durante las décadas del 70 y 80,
con una intensidad y un afán de expansión que solamente podían llevar a una conclusión
lógica: envolver el planeta.2 Hay sugestiones de esta visión en fotomontajes tempranos
fechados en 1961, y muchos de sus proyectos famosos plasmados más adelante están
basados en ideas de la década de 1960. En el caso de la envoltura de la Kunsthalle de
Berna en 1968, la fama de Christo ya estaba suficientemente establecida como para que
el proyecto fuera realizado en el mismo año en que concibió la idea. Generalmente, sin
embargo, hay un período mucho más largo entre la gestación y la negociación.
Y ahora, finalmente, The Gates (Los portales). El proyecto original fue presentado a
la ciudad de Nueva York en 1980. Llevó un cuarto de siglo de batallar burocracias para
convertirse en realidad, y el proyecto no parece haber sufrido mayores cambios durante
todo este tiempo. Siempre se tuvo la intención de cubrir unos 39 kilómetros de senderos
en el Central Park y de desmontar la instalación después de 14 días; y siempre estuvo claro
que los costos del proyecto correrían por cuenta de Christo y de su mujer Jeanne-Claude,
y no ocasionaría gastos a la ciudad.3
En todas las obras públicas de Christo hay un juego con el absurdo. Históricamente,
los monumentos públicos fueron utilizados para dar un mensaje directo sobre “la nación” y
sus héroes, útiles para el avance de la legitimitación del régimen político. Christo, al igual
que Claes Oldenburg, puede ser reconocido como alguien que trabaja en contra de esta
didáctica política interesada. Y, a diferencia de Richard Serra, cuyas obras son irritantemente
serias, ambos, Christo y Oldenburg, introducen deliberadamente una nota juguetona en
los espectáculos que construyen. Aun cuando la función última de la escultura pública
no ha desaparecido, estos artistas han logrado que los gobiernos acepten un cierto grado
de absurdo para promover su imagen. Christo, en particular (y su mujer y colaboradora,
Jeanne-Claude, quien también firma los proyectos desde 1994), ha tenido éxito en per
2 Efectivamente, la tapa de la revista Time del 2 de enero (1989) muestra la Tierra envuelta en plástico y sogas.
3 La propuesta original tenía los portales de 4 ,6 0 metros de altura, que ahora fueron reducidos a tres metros.
285
Reseñas
suadir a las autoridades públicas que con iconografías no convencionales que tienen un
dejo absurdo no tienen nada que perder y que, al contrario, sí pueden ganar algo.
Como es el caso de muchos artistas durante la década del sesenta, las especulaciones
de Christo con respecto al arte público quedaron más o menos limitadas a la mesa de
dibujo. Fueron ideas teóricas sin una aparente intención o incluso posibilidad práctica
de ser realizadas. La significación de esto puede ser entendida más claramente a través
de opiniones que Oldenburg expresó a mediados de la década, “...los monumentos deben
existir en la imaginación. De otra manera, la gente pasaría delante de ellos y diría: ‘Ah,
es nada más que un cachorro de 17 metros hecho en cemento’”.4 Sin embargo, ambos,
Oldenburg y Christo, terminaron haciendo monumentos con sus ideas.5
En el caso de Oldenburg uno puede ver cómo sucedió, ya que siempre hubo una fas
cinación con la escala que fue parte intrínseca de su forma de crear iconos pop. El salto
del gigantismo en la galería a la enormidad en la plaza fue una progresión lógica de ideas
y, probablemente, un proceso inexorable en su carrera.
4 Paul Carroll, “The Poetry o f Scale” en: Claes Oldenburg. Proposals fo r M onum ents a n d Buildings, 1965-69. Big Table
Publishing Company, Chicago, 1969, página 27.
5 En cuanto hubo un interés público en construir sus ideas, Oldenburg abandonó sus reparos. Una pregunta de Paul Carroll
posterior en el mismo reportaje, sobre qué sucedería si los proyectos fueran construidos, permaneció sin respuesta.
286
Desde Christo al Haré Krishna
una meta en sí misma. Fue la espectacularidad, más que las especulaciones misteriosas, lo
que se convirtió en su estilo reconocible. Es por esta razón que en presencia de las obras
de Christo uno recuerda las frases de Oldenburg y se pregunta qué es lo que se perdió
en la transición.
Ambos, Christo y Oldenburg, son maestros del dibujo, con una forma distintiva
de dibujar que refleja sus personalidades y que, sin embargo, no interfiere con la infor
mación que quieren presentar o con el efecto que quieren lograr. Esa combinación de
individualidad y claridad ayuda a explicar el porqué son ejemplos notables de la tradición
dibujística del siglo XX.
Una de las razones del atractivo de Christo se basa en el hecho de que estamos en
contacto con sus imágenes mucho tiempo antes de que se construyan. Sus dibujos y su
obra gráfica ofrecen un primer contacto maravilloso porque presentan la pregunta intri
gante de: ¿Qué pasaría si...? ¿Qué pasaría si esta idea, fantástica al extremo, realmente
se realizara en nuestro mundo? ¿Cómo sería? ¿Qué efecto tendría? Era la propuesta de la
pregunta lo que estaba en el centro de su originalidad. Sus dibujos y planos se enriquecían
con la falta de plausibilidad de los proyectos. Pero una vez que el proyecto se ejecuta y
existe en un espacio público, la pregunta muere. La respuesta fue dada, concretizada. Es
aquí donde uno siente que algo se ha perdido.
Los portales de Christo, como otros de sus proyectos de escala masiva, tienden a ser
contraproducentes porque al final las preguntas son más excitantes que las declaraciones.
Cuando el objeto existe en una escala imponente, deja de ser una pregunta y se convierte
en una declaración y, si bien la declaración puede ser opaca y poco inteligible, raramente es
misteriosa. En su progresión de concepto a compleción, lo evocativo pasa a ser declarativo.
Es como si en sus vidrieras de los años sesenta uno pudiera ver todo lo que está detrás
de la cobertura. Envolver un gran edificio público acentúa el problema porque uno ya
sabe lo que está allí mucho antes de que Christo lo envuelva. Lo que está en el paquete
no tiene nada de misterioso. Esto está en abierta contradicción con sus primeras piezas,
las cuales, como la obra de Man Ray, dan algunas claves sobre el contenido, pero niegan
las respuestas definitivas.6 Por lo tanto, se activa la imaginación, no solamente porque el
método (envolver) es inesperado dentro del lenguaje artístico convencional, sino también
porque uno tiene resabios de incertidumbre sobre el contenido. Se podía adivinar, había
sugerencias posibles, pero no se podía saber, y esa falta de conocimiento creaba el aura de
misterio. En oposición a esto, los edificios envueltos de Christo no apuntan al misterio
del interior del paquete, algo que ya se conoce, sino al acto de envolverlo. El edificio es lo
que es. El interés de la pieza ya no está en el misterio sino en la logística -las preguntas
prácticas-, en cuanto a si será o no envuelto, si fue o no fue envuelto. La logística puede
6 En la pieza de Man Ray hay una alusión a la máquina de coser, pero no hay certeza.
287
Reseñas
impresionar y tener su propio interés, pero agrupa una serie de intereses que son muy
diferentes de los que Christo tenía al principio de su carrera.
Hoy Christo sigue siendo una figura atractiva con proyectos masivos que no hacen
daño y tienen integridad. Hay una obsesión y perseverancia en sus actos que es refrescante.
Tiene sensibilidad ecológica con respecto a las posibles consecuencias de sus proyectos y
se enorgullece de la naturaleza efímera de sus trabajos, la brevedad de la estadía real y el
hecho de que los materiales son reciclables. Una condición importante para él es que el
costo de la construcción e instalación es pagado por él mismo, y que los megaproyectos
no pueden ser poseídos, comprados o vendidos; que no se cobra entrada para verlos y que
sus espectáculos están verdaderamente a disposición de la gente, que los puede gozar antes
que desaparezcan de la mirada pública como un dibujo en el agua.
7 De hecho, hay historias contradictorias sobre los aspectos financieros de la empresa. Otras fuentes aparte de los guías,
afirman que los dibujos se venden por sumas entre los U S$ 90.0 00 y US$1 millón. Otros comentarios afirman que Christo
pararía las ventas una vez que recupere los gastos. Algunos observadores que desconfían de la cifra de 21 millones trataron
de repetir el presupuesto de los costos de producción y no pudieron superar los 11 millones. La especulación, entonces, es
que Christo sobrevaloró el costo de sus horas de trabajo.
8 Guy Debord. Society o fT h e Spectacle. Zone Books, NY, 1994, página 12.
9 Ibid., página 32.
288
Desde Christo al Haré Krishna
Antes de ver The Gates ya había rumiado todas estas ideas, en tal forma que cuando
fui a verlos me sentía mal por mis prejuicios posiblemente injustos. Sin embargo, llevaba
la mente abierta, se me podía demostrar que estaba equivocado, y eso era una cosa que
me pondría contento. Y llegando con una expectativa mínima, en cierto modo estaba
mejor preparado para apreciar las virtudes de la obra.
Un domingo en la tarde, con el cielo límpido y la luz fuerte, las condiciones parecían
óptimas. Me acerqué al parque desde el suroeste y le sonreí al edificio Time-Warner al ver
que en su interior habían colgado una enorme cortina del mismo color que las que usó
Christo. En las puertas de vidrio había carteles anunciando que “Lincoln saluda a The Gates\
con el logotipo de la compañía de automóviles. Desde la distancia se veía que el parque
estaba lleno de gente. Con el despliegue del Time-Warner de un lado y la muchedumbre
del otro, parecía que el comercio y el pueblo se encontraban felices por una gran fiesta.
Los portales parecían describir un gran dibujo anaranjado moviéndose sinuosamente entre
los árboles en varias direcciones hasta donde se perdía la mirada. Los primeros dibujos
-era fácil de ver- habían sido una proyección verídica del resultado final.
Así, caminé, junto a miles de personas, pensando que sentiría algo grande: un respeto
amedrentador, sublimidad o, por lo menos, una sensación de alborozo infantil. Cual
quiera de estas sensaciones hubiera cambiado mi escepticismo en admiración. Pero no
funcionó. Me di órdenes preceptúales como: “M ira la configuración de los portales y las
telas ondulantes”, “Pon atención a los ritmos de las sombras”, “Observa la luz atravesando
las telas con el sol poniente”. Todo era verdad, pero no me impresionaba mucho más de
lo que haría un buen bosque en un día bueno de otoño, algo que de cualquier manera es
difícil de superar si uno es dado a esos romanticismos.
289
Reseñas
Los guías que estaban para contestar preguntas también compartían anécdotas que
consideraban jugosas. Me enteré de que al principio de su carrera, Christo había vendido
una obra por US$2.000, y que luego trató de volver a comprarla, pero el precio había
subido demasiado. Un amigo rico le ayudó a adquirirla y “escuchen bien, porque esto es
una historia maravillosa, recientemente se vendió por US$ 2 millones.” Viendo que la
gente se alejaba con trozos de tela anaranjada, le pregunté a un guía en dónde se podían
conseguir. “Yo las tengo”, me contestó, “pero me tiene que hacer una pregunta.” Le pre
gunté: “Me puede dar un pedazo de tela?” Ofendido, me dice: “No embrome!”. Traté
otra vez: “¿Qué altura tienen los portales?” “16 pies o 3 metros”, y sacó un pedazo del
bolsillo de una túnica especialmente diseñada y firmada por ambos, Christo y Jeanne-
Claude. Gracias a la pregunta de otra persona, me enteré de que los Christo venían todos
los días, y que en ese preciso momento estaban en algún punto de los 39 kilómetros.
Técnicamente, estábamos respirando el mismo aire.
290
Desde Christo al Haré Krishna
tránsito, de los servicios de emergencia. Azafrán es algo diferente, se asocia con ropas
budistas y con especias exóticas. Es algo que está más allá de lo ordinario, tiene algo que
no es de este mundo. Las cortinas seguramente tenían que ser color “azafrán” para man
tener viva la pregunta “¿Que pasaría si...?”, aun si estaba metida en una declaración muy
concreta y presente. Luego leí que Orange, la compañía telefónica británica, está haciendo
juicio a otra compañía, easyGroup, porque “no hemos logrado asegurar una promesa de
no infringir nuestros derechos con respecto al color naranja”.11 Puede que sea solamente
una coincidencia, pero es una que ilustra los peligros del mundo del espectáculo.
11 Heather Timmons. “In a British Mobile Phone Suit, The Color o f M oney is Orange” en: The N ew York Times, febrero
19, 20 05, página C3.
291
Botellas y cuchillo, Juan Gris, 1912.
Juan Gris
Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía
Arte en Colombia número 105, ArtNexus número 59
Diciembre 2005
El Museo Reina Sofía presenta una muestra con 247 obras de Juan Gris, probablemente
la muestra más completa que se haya realizado de su obra.1Gris nació en 1887 como José
Victoriano Carmelo Carlos González Pérez y como el decimotercero de catorce hijos. Murió
cuarenta años más tarde, en 1927, vagamente diagnosticado, desde 1920, como víctima
de uremia, hipertensión, asma, enfisema, y pleuresía. En 1906 fue a París, desde entonces
su hogar permanente, en donde por suerte se cambió el nombre por el de Juan Gris.
1 “Juan Gris: Pinturas y dibujos 1 9 10 -19 2 7 ”, Museo Nacional Centro de A rte Reina Sofía, junio 22 - septiembre 19, 20 05.
Curada por Paloma Esteban Leal.
2 “Juan Gris (188 7-19 27)”, Salas Pablo Ruíz Picasso del Ministerio de Cultura, Madrid.
292
Juan Gris. Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía
Gris siempre fue visto como el “tercer” cubista, un puesto por el cual compite con
Fernand Léger. Los primeros dos puestos, dependiendo de a quién se escuche, son ocu
pados alternadamente por Picasso y Braque. En ese sentido, es sorprendente que Gris
aparezca con más frecuencia como un relleno prestigioso en muestras colectivas que en
exposiciones propias.
Sin importar los motivos, visitar esta muestra fue como pagar una deuda incurrida
hace medio siglo, pero una deuda para ser pagada con placer. Los cajones de mi memoria
estaban llenos de naturalezas muertas rigurosamente formalizadas que se escapaban de la
paleta de marrones de pomada de zapatos típica del primer Cubismo. Si bien mi memoria
no se equivocó, resultó ser excesivamente selectiva y, si aquí se permite utilizar el gusto,
funciona en beneficio de Gris.
En su época, Gris era un pintor relativamente polémico. Tenía un fuerte apoyo de los que
importaban para su supervivencia económica (Gertrude Stein, Daniel-Henry Kahnweiler y
Leonce Rosenberg, etc.), pero la admiración de sus colegas era menos unánime. Guillaume
Apollinaire lo describe con un poco de desprecio (aunque tempranamente y antes de que
Gris desarrollara su estilo realmente propio) en su P intores Cubistas:
3 Agustín Sánchez Vidal. “Eminencia Gris’ en: Juan Gris: pinturas y dibujos 1910-1927, Vol I, página 142.
293
Reseñas
[Su arte] es un arte de ornamento que combina respetuosamente los últimos vestigios
del arte clásico, los dibujos de Ingres y los retratos de David, para luego animarlos.
Llega a un estilo, como Seurat, pero careciendo de su innovación teórica... El arte
de Juan Gris es una expresión excesiva del cubismo científico creado por Picasso; un
arte profundamente intelectualista en donde el color solamente tiene un significado
simbólico. Sin embargo, mientras que el arte de Picasso es concebido en la luz (im
presionismo), Juan Gris se contenta con una pureza concebida científicamente/
Se podría decir que lo que admiraba Torres García era precisamente lo que Apolli-
naire detestaba, pero a un nivel objetivo las descripciones de ambos autores coincidían.
Sin embargo lo que la muestra nos presenta en el día de hoy es una imagen mucho más
compleja del pintor, que se desvía de esta descripción. Es verdad que hay pinturas for
malmente rigurosas. Pero también hay una profusión de usos sentimentales del color y de
estilizaciones ilustrativas que se contraponen completamente a esta descripción.
Sin escrúpulos, tanto Picasso como Braque usaron payasos y otras imágenes estereo
típicas en sus obras. Pero cuando lo hicieron, lograron quebrarlos en espacios a los que
hoy podemos referirnos como organizados fractalmente -subdivisiones que mantienen la
tensión del total- o lograban imbuirlos de algún aura pictórica interesante. Negando las
opiniones de Apollinaire y de Torres, Gris en sus peores momentos no hace eso. Retrata
los mismos estereotipos en simplificaciones predecibles que parecen abstracciones pero
que en realidad no son más que retratos esquemáticos que recuerdan a la caricatura más
elemental. En esos momentos peores, Gris utiliza colores agridulces que parecen gobernados
por criterios ajenos a la composición. Como distraído, sus cuadros se convierten en pintura
blanda, unificando formas que en otros cuadros se pelean y conversan en forma poderosa,
dentro de una atmósfera de sopa densamente abrumadora. Puede ser que estas vacilaciones
documenten la voluntad experimental de Gris, pero desgraciadamente no se leen así.
Gris comenzó su carrera como ilustrador. En 1910 sus primeros cuadros son cuadros
de Cézanne, lindos pero no asombrosos. El primer cuadro en esta exposición es Sifón
4 Guillaume Apollinaire. Meditaciones estéticas: Los pintores cubistas. A. Machado Libros, M adrid, 2 0 0 1, páginas 6 3 -6 4 .
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Juan Gris. Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía
y botellas (1910), una obra apacible y bella. Luego, y hasta 1912, se dedica a quebrar las
superficies en configuraciones más o menos ornamentales. En ese sentido, parte de la
descripción de Apollinaire escrita en 1912 parece correcta. Pero 1912 es un año importante
para el cubismo. Picasso pega un pedazo de hule impreso en su silla con rafia (N ature
m orte a la chaise canée) en algún momento de mayo. En septiembre, Braque pegó papel
impreso industrialmente sobre un dibujo (C om potier en verre). Y ese mismo mes, Gris
también collagea sobre su tela La m ontre. Su cuadro no es genial, ciertamente más débil
que las obras paralelas de sus colegas, pero comienza una serie de trabajos y perspectivas
interesantes. En una serie que continúa hasta 1915, el collage parece controlar efectivamente
esa válvula ya mencionada. Cuando hay algún papel pegado por ahí, los colores toman
su lugar con una precisión mucho mayor. En Le livre (1913), hay páginas que forman
un libro en el cuadro. Pero la composición no es la de una fragmentación cubista típica,
sino que se organiza en estrías verticales con cada una como recipiente de reglas distintas.
La realidad ya no es un rompecabezas centrífugo sino más bien algo como un biombo
aplanado y, con esto, Gris comienza a afirmarse. En obras posteriores, Gris se concentra
en formas icónicas que contienen sus composiciones, a veces con un éxito desconcertante
como en F leurs (mayo-junio 1914), otras veces dulce y fácil.
Tomás Llorens, en uno de los ensayos del catálogo, analiza este período y el papel que
desempeña el collage. Según Llorens las piezas pegadas dan estructura a la obra. Llorens
utiliza dos ejemplos, desgraciadamente ausentes en la exposición. Uno es Le lavabo (1912),
un lavabo con fragmentos de espejo pegados en la tela. Lo fundamental en esta obra es el
hecho de los reflejos cambiantes, algo que en la pintura tradicional tendría un impacto
visual enorme (cada cambio de reflejo implica un cambio de color), pero que aquí pierde
importancia. Lo que sí importa en esta obra es la forma de los fragmentos y su calidad de
reflectante. El otro ejemplo es Violon etgra v u re a croch ée (1913) con un aguafuerte pegado
a la tela. Refiriéndose a esta obra, Gris comentó que no le importaba qué grabado había
en la obra, que el comprador tenía la libertad de pegar lo que quisiera.5
En su ensayo, Paloma Esteban también subraya el uso de las formas del collage por
encima del contenido de la imagen. El collage sugiere posibilidades de composición abs
tracta; Gris deriva de ellas sus imágenes por deducción. Uno podría decir, por tanto, que
su herramienta principal es la del diseño gráfico.
Con la influencia de una nueva moda puntillista, hacia 1916, Gris atraviesa un período
de superficies texturadas con puntos. Aunque elogiadas en el catálogo, en la muestra, estas
obras parecen tener una importancia puramente documental. Luego, Gris retomó su curso
y produjo algunas de sus obras más fuertes {Les raisins, C om potier etjo u rn a l, y B outeille
et com potierN ature m orte a u jo u r n a l (diciembre 1926 - enero 1927) y Le go b elet (febrero
5 Tomás Llorens. “Juan Gris y la visión interior’ en: Juan Gris: pinturas y dibujos 1910-1927, Vol. I, página 72.
295
Reseñas
En 1921, Gris escribió: “Trabajo con los elementos del espíritu, con la imaginación, trato de
concretar lo que es abstracto, voy de lo general a lo particular, lo cual significa que comienzo
con la abstracción para llegar al hecho real”.6Para Gris, esto era un factor humanizador más
que un síntoma de enajenación científica. En el mismo texto continúa: “Considero que el
aspecto arquitectónico de la pintura es la matemática, su lado abstracto; quiero humanizarlo,
Cézanne hace un cilindro de una botella, en cuanto a mí, empiezo con un cilindro para
crear un individuo especial; del cilindro hago una botella, una botella específica. Cezanne va
hacia la arquitectura, yo parto de ella.” Es en este contexto que su descripción de la pintura
como “arquitectura plana coloreada” adquiere un significado especial.7
Es interesante ver cómo el gusto, las relaciones humanas y una historia incompleta informan
a la teoría. Laurencin fue la amante de Apollinaire hasta 1913 (a su pedido, fue enterrada
en 1956 sosteniendo las cartas de amor que le escribiera Apollinaire), y luego, las marcas
que Léger, Delaunay, Picabia y Duchamp dejaron en la historia no fueron exactamente sus
contribuciones cubistas. Entretanto, Metzinger y Gleizes se deslizaron tanto de la jerarquía
como de la memoria. De manera que estamos otra vez con Picasso, Braque y Gris.
6 LE sprit Nouveau, febrero 1921, citado por Paloma Esteban en: “Una pasión contenida’ en: Juan Gris: pinturas y dibujos
1910-1927, Vol. I, página 45
7 Citado por Paloma Esteban, página 18.
8 Apollinaire, página 31.
296
Juan Gris. Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía
Aunque en la época no era predecible, hoy se podría decir que cuando es bueno, Gris
es el único artista que se califica como miembro de los cubismos científico y órfico. Es
posible que sea el único que puede usar lo que Apollinaire consideró una medalla de honor,
una que Torres García le otorgó con ayuda de un poco de perspectiva histórica.
La muestra de Gris, como muchas otras, nos presenta nuevamente el dilema al que se
enfrentan los curadores: mostrar lo que se considera la contribución del artista, o mostrar
el cuerpo entero de obras para que uno pueda sacar conclusiones propias. Cuando fui a ver
la exposición, muy egoístamente, sólo quise una confirmación de mi infancia. En lugar
de satisfacer esa esperanza unidimensional con algunas pinturas, me encontré con un
individuo complicado (más que complejo) que pasó su vida pintando. En cierta forma, la
experiencia repite la que tuvo Juan Gris cuando vio obras flojas de Braque. Le gustó, porque
las obras buenas de Braque (quien era muy amigo suyo) siempre lo intimidaban.
Pero queda la pregunta: ¿qué pasaría si la exposición solamente tuviera las obras de Gris
que me habían gustado, cosa que decididamente no es lo mismo que preguntar qué pasaría
si yo fuera el curador de la muestra? La respuesta sorprendente que tendría que darme es
que me gusta Gris cuando es más coherentemente formalista, más alejado de cualquier
proyecto con contenido. Esto es realmente lo que significa su proceso de “deducción”. Es
lo que le permite absorber recursos formales al margen de cualquier tema al que se dedica.
Por lo tanto, es el placer del diseño gráfico lo que le sirve de apoyo y le da estabilidad. Es
también lo importante para el desarrollo posterior del formalismo modernista.
Algo de todo esto ya debió haber sido evidente durante su vida. El escritor hispano-
mexicano Max Aub no escatimó críticas contra Gris. Aub escribió una biografía de un
pintor ficticio de nombre Jusep Torres Campalans, un pintor catalán. Torres Campalans
invitó a Picasso a visitar un prostíbulo llamado Viño, el cual más tarde y en beneficio de
las Demoiselles se convirtió en Avignon. Torres Campalans odia a Juan Gris y lo describe
como “un pequeño hombre ordenado quien solamente entró en el cubismo cuando vio un
camino abierto y fácil”. Gris, de acuerdo con Torres Campalans, solamente está interesado
en su bienestar material, y elige la pintura por sobre la ilustración previa porque le da más
dinero. Gris es citado apócrifamente como diciendo: “Tenemos que ver las cosas como
pintores. Exclusivamente como pintores” Alo que Torres Campalans contesta: “Sí, seguro,
como si fuéramos ángeles. ¿No ves, imbécil, que no podemos dejar de ser hombres?”.9 Lo
cual resume mi reacción conflictiva frente a la obra de Gris con bastante precisión: Fui
a ver a un ángel y en su lugar solamente vi un hombre.
9 Max k\xb. Jusep Torres Campalans. Plaza & Janes, Madrid, 1984. Publicado en inglés por Doubleday, Nueva York, 1962.
297
Figura Cinco, Sigmund Freud, 1886. - F iat Modes, Max Ernst, 1920.
Leonardo, de acuerdo con Freud, pintó la sonrisa de la Mona Lisa porque en ella
supo encontrar la sonrisa de su madre. La New York Academy of Medicine (Academia
neoyorquina de medicina) presenta una selección de los dibujos hechos por Freud, y es
imposible no caer en la tentación de criticar la obra que éste produjo cuando se aventuró
en el terreno artístico1. Después de toda una vida dedicada a tratar de adivinar las razones
y motivaciones que se esconden en el trabajo de los artistas, parece justo el darle vuelta a
la tortilla y someter a Freud al mismo tratamiento.
La muestra fue curada por Lynn Gamwell, directora del Binghamton University Art
Museum, en donde será exhibida en una segunda etapa, y de hecho la exposición acentúa
más pronunciadamente la investigación científica que el aspecto artístico. Gamwell es
historiadora en ambos campos, arte y ciencia, y parece ser la persona ideal para este pro
yecto. Sensible a la parte científica de la muestra, The N ew York Times dedicó al evento
una página entera en la sección de ciencias. No fue realmente una crítica sino más bien
un comentario descriptivo, pero lo suficientemente interesante como para hacer que uno
fuera a ver la exposición2.
1 From Neurology to Psicoanálisis: SigmundFreud's Neurological Drawings andDiagrams o fT h e M ind. New York Academy of
Medicine, mayo 6 - agosto 26; Binghamton University A rt Museum, State University o f New York, septiembre 8 - octubre
20, 2006.
2 Benedict Carey, “Analyze These” en: The N ew York Times. Abril 25, 2 0 0 6 , pp. F l, F7.
298
Los dibujos del otro Freud (Sigmund)
Una vez llegado a la Academia busqué la galería, pero me dirigieron hacia la biblioteca. En
su mayoría, lo expuesto consistió en fotocopias y libros abiertos en páginas que reproducían
dibujos y diagramas. Todo el trabajo estaba modestamente colocado en vitrinas de biblioteca,
con una atmósfera de memorabilia. La expectativa de encontrar una colección tradicional de
dibujos enmarcados no se cumplió. Pero, por otro lado, fue esto mismo probablemente una
de las razones por las cuales la muestra fue discutida en la sección dedicada a las ciencias.
Y no llevó demasiado tiempo el sentirse cómodo con la presentación: el espectador se veía
obligado a mirar y pensar seriamente, mucho más de lo que exige la mirada casual en el
recorrido rápido que uno utiliza en las galerías de arte convencional.
Criticar los dibujos de Freud desde una perspectiva artística obviamente es un acto injusto.
Cuando Freud utilizaba al arte como una configuración de símbolos para explorar las pato
logías psicológicas —no importa si sus teorías eran válidas o no— su búsqueda tenía sentido.
Hay cosas que se cuelan a través del quehacer artístico, señales sobre las cuales el artista no
tiene el mismo control que uno ejerce cuando presenta un discurso lógico. Teóricamente,
entonces, hay algunos problemas que surgen, que quedan expuestos, y que son susceptibles
a una interpretación. La validez de un cuestionamiento del psicoanálisis, por lo tanto, no se
dirige al potencial de una interpretación sino a lo acertado de las interpretaciones específicas.
Para algunos, la tentación de hacer un análisis psicológico de los dibujos de Freud sería lo
más obvio. Para nosotros, se trata de discutir los dibujos de Freud desde el punto de vista
del arte. Sin embargo, este proceso de reciprocidad no es algo demasiado claro, y el tratar de
discutir el valor artístico de los dibujos de Freud puede sonar más a venganza que a ejercicio
razonable. Con todo, los dibujos de Freud demuestran oficio y competencia suficientes como
para merecer una consideración y para explorar algunos temas (también artísticos).
299
Reseñas
información tomada de otras fuentes. Los primeros dibujos consisten en una serie de
representaciones de células y, más tarde, son diagramas sobre distintas relaciones. Pero
mientras que Hitler y Churchill —para mantener los ejemplos— tienen obra laboriosa y
relamida, Freud aparenta gozar de su actividad, tiene una cierta seguridad en su trabajo
y nos presenta una evolución conceptual interesante.
Durante una primera etapa de sus estudios, cuando se concentraba en biología, los
dibujos eran para documentar sus observaciones usando el microscopio. Claros, concisos,
eficientes, dentro de la tradición de la ilustración científica “objetiva”, los dibujos logran
exactamente lo que se proponen, sin vacilaciones o arrepentimientos. Es durante la segunda
etapa, más teórica — cuando Freud abandona el cuerpo para entrar en las mentes— , que
los dibujos se convirtieron en diagramas. Con la misma capacidad técnica de sus dibujos
realistas, Freud ahora hace traducciones visuales de sus intuiciones teóricas. Hablando en
términos de la historia del arte, uno podría decir que pasó del realismo al conceptualismo,
un factor que le da interés artístico a la exposición de sus dibujos.
Si uno se interesa en Freud como científico y como psicólogo, la muestra nos presenta
mucha información interesante, aunque algo esotérica. Aspecto este muy bien comple
mentado por un excelente catálogo que permite un estudio más pausado y detallado.
Uno se entera, por ejemplo, que Freud diseccionó 400 especímenes de anguilas en una
búsqueda de un testículo3. Resulta que nunca encontró ese testículo porque las anguilas
son intersexuales, un dato que en 1876 era desconocido.
3 Lynn Gamwell, M ark Solms. From Neurology to Psychoanalysis: Sigm u n d F reu d ’s NeurologicalDrawings andD iagram s o f
T h eM in d . Binghamton University A rt Museum, State University ofN eiu York, 2 0 0 6 , p. 28.
300
Los dibujos del otro Freud (Sigmund)
Mientras que los dibujos que Freud hizo de las células durante sus estudios biológicos
eran extremadamente precisos, los croquis que hizo en sus cartas o como preparación
para sus libros son fuertes, expresivos y demuestran una gran seguridad en el trazo. El uso
apropiado del dibujo parece constante en toda su trayectoria, desde el principio hasta el
fin de su carrera. El problema es que esa coherencia en su oficio dibujístico, esa fuerza,
seguridad y expresividad, prueban que estamos hablando de arte.
4 Gamwell, Solms, p. 9.
301
Reseñas
Esta etapa del trabajo de Freud coincidió con un cambio radical en la conexión entre
la realidad y la percepción de la realidad. Se había descubierto la existencia de los rayos X
y Wilhelm Roentgen empezó a usarlos para hacer imágenes de huesos aún integrados al
cuerpo, ofreciendo así detalles normalmente invisibles. Roentgen abrió la puerta para lo
que los avisos publicitarios de la época proclamaron como “la fotografía de lo invisible”5.
Una caricatura de 1896 muestra las siluetas de cabezas de políticos de perfil conteniendo
símbolos descriptivos del carácter (una corona, un asno, etc). El título era “El último
descubrimiento fotográfico”, y todo era atribuido a Roentgen6.
En la historia del arte se produjo un proceso paralelo. El realismo estricto como única
forma aceptable de representación estaba siendo abandonado. El primer paso fue investi
gar las estructuras escondidas detrás de las imágenes visibles (impresionismo, cubismo).
Eventualmente, se cruzó también el límite que separaba la representación del concepto.
Francis Picabia (quien, como Duchamp, estaba fascinado con los rayos X) escribió en un
catálogo de una muestra en Nueva York en 1913: “La concepción cualitativa de la realidad
ya no se puede expresar en una forma visual u óptica pura”7.
5 Linda D alrymple Henderson. “Francis Picabia, Radiometers, and X-Rays in 1 9 2 3 ”, pp. 114 -12 3 , en: The A r t Bulletin.
Volumen LXXI, número 1, marzo 1989, p. 117.
6 Henderson, p. 122.
7 Henderson, p. 116.
302
Los dibujos del otro Freud (Sigmund)
bida y ayudan a acercarnos mejor a las verdades que estamos buscando. Freud y Picabia
no fueron los únicos atraídos por esto. Estaban Max Ernst y otros dadaístas, los futuristas
en su poesía visual y, por supuesto, los científicos (y no sólo en biología sino también
en física y química, sin dejar de mencionar a los que practicaban las seudo ciencias). El
dibujo diagramático se convirtió en una forma colectiva de representación, un verdadero
signo de la época.
Fue también en 1886 cuando Freud hizo sus dibujos para la E inleitung in d ie N er-
venpaT hologie (Introducción a la neuropatología). Solms describe este trabajo no publi
cado como la culminación de las contribuciones que Freud hizo a la anatomía neural.
Y mientras Solms describe los croquis como “crudos”, desde el punto de vista artístico
éstos se encuentran entre los más vibrantes de la exposición y demuestran el oficio de
Freud como dibujante.
Los dibujos posteriores a 1886 son más interesantes como biografía que como arte.
Lo que se evidencia en ellos es un alejamiento creciente de los mecanismos neurológicos
y un mayor énfasis en la elucidación de los procesos mentales, un quiebre que Freud logra
completamente en 1896.
303
Reseñas
10 Gamwell, Solms, p. 123. From Über Triebumsetzung insbesondere der Analerotik (Sobre las transformaciones del instinto
tal como se ejemplifica en el erotismo anal).
11 Gamwell, Solms, p. 127.
304
Apéndice
Transformador, Hasbro, ca. 1987.
Los Transformadores
Arte en Colombia número 34
Septiembre 1987
Las cosas, muchas veces, aparecen con más claridad en situaciones supuestamente
correspondientes. Objetos que fueron creados con propósitos precisos, ofrecen más informa
ción o panoramas sintomáticos más certeros sobre temas no relacionados a las intenciones
originales. Es con esta conciencia que la mirada interdisciplinaria, la arqueologización de
las cosas, a veces reubica los valores otorgados por análisis aprisionados en los túneles de
las disciplinas establecidas. Por desgracia, la crítica de arte tiende a mantenerse en uno
de estos túneles. Pierde de vista la cultura en general para explayarse en los detalles del
“metier” y de valores ficticios. No pausa para autoanaliza el contexto general de la vida
real en la que el arte pretende insertarse.
Es en este punto que los “Transformadores” entran en acción para los propósitos de este
artículo. En un artículo anterior (“Diseño norteamericano siglo XX”, Arte en C olom bia
No. 30) había mencionado a los artistas Transformadores como un ejemplo emblemático
del diseño norteamericano y destacado su ausencia de la exposición del Museo Whitney.
Después de enviada la nota, y todavía intrigado por el objeto, descubrí que la ausencia
estaba justificada. El producto es de origen japonés, no estadounidense. De acuerdo a una
de las compañías distribuidoras, Hasbro, el juguete fue inventado por un diseñador japonés
y está de moda en el Japón hace más de 8 años. Si bien el vocero de Hasbro no conoce el
nombre del diseñador, se apresuró a destacar que el juguete había sido “descubierto” por
empleados de su compañía en un viaje al Japón hace 3 años y que gracias al ajuste en la
presentación, el juguete había tenido el éxito de distribución actual.
306
Los Transformadores
307
Apéndice
La segunda respuesta radica en lo que es la “vida real” en estos momentos en los Estados
Unidos. Los “Transformadores” se insertan perfectamente en la atmósfera creada por la
Defensa Inter-estelar de Reagan. Los límites entre la realidad y la ficción quedan borro
sos, con peligro de borrarse. La dicotomía Reagan-Lukas, realidad-cine, parece pasajera
y ya cabe preguntarse quien creó a quien cuando la industria cinematográfica es capaz de
formar políticos. La equivalencia e interpretación de estos dos mundos no es nueva y no se
limita a las guerras inter-estelares. Desde la serie épica D une, las novelas de Frank Herbert,
los últimos 20 años de ciencia-ficción norteamericana han mezclado la tecnología con un
medievalismo superficial y obscurantista. Thomas Mann había percibido una situación
similar en la Alemania nazi: “.. .la característica real y peligrosa del nacional-socialismo
es su mezcla de robusta modernidad y su posición afirmativa hacia el progreso, combi
nado con sueños sobre el pasado: un romanticismo altamente tecnológico”.1 Los héroes
son caballeros andantes armados con rayos láser mortíferos en lugar de sables y lanzas, y
la magia se hibridiza con la cibernética, formando un todo al servicio de estados más o
menos totalitarios y líderes con tendencias fascistas que, monopolizando las definiciones
de justicia, salvan al universo del Apocalipsis.
1 Citado en: Gordon Craig. “The Germán M ystery Case” en: N ew York Review ofBooks, Nueva York, enero 30, 1986.
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Los Transformadores
La tercera respuesta sobre los “Transformadores” viene del arte: estos artefactos
representan y sintetizan mucho de lo que se plantea el post-modernismo en intermina
bles ensayos teóricos. Es claro que el post-modernismo a esta altura no es un verdadero
“ismo” artístico, sino una forma de decir que el modernismo ha terminado su función
determinante de estéticas. De paso el post-modernismo también ayuda a percibir que
el modernismo, más que una fase histórica del arte, fue una determinante estética en sí
misma. Dentro de esta declaración general y no demasiado profunda, se perfilan ten
dencias populistas y tendencias elitistas, a su vez divisibles en pro y anti-mercantilistas,
orientadas hacia el consumo banal o hacia un proceso educativo. Lo que en todo caso
unifica a esta diversidad de tendencias es el permiso auto-concedido a la apropiación. El
eclecticismo, el “pastiche”, la apropiación estética dejan de ser anatemas. No solamente se
convierten en permisibles, sino que se convierten en el vehículo expresivo para toda una
nueva generación artística. Las diferencias estéticas de los productos post-modernos están
dadas sobre todo por las diferencias de las referencias utilizadas con respecto al pasado.
Probablemente el post-modernismo obligará a la crítica de arte a abandonar los análisis
formalistas utilizados durante el auge del modernismo en el siglo XX, para incorporar
razonamientos que hasta ahora eran considerados extra-artísticos.
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