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de la municipalidad
indígena de Totonicapán exige una contribución
a la población para evitar que el gobierno
imponga un impuesto a la propiedad
“Nosotros, los que abajo firmamos y en representación de los cuarenta y ocho cantones
del municipio de Totonicapán, en pleno uso de nuestros derechos ciudadanos, venimos a
relatar con la verdad y la justicia los orígenes de los hechos que desgraciadamente
culminaron sangrientamente en la plaza de armas de la cabecera el 28 de julio del
corriente año, hechos imprevistos que fueron resultado de un momento de arrebato y de
violencia ciega a que los manejos turbios y desvergonzados de dos o tres individuos de
nuestra clase condujeron a los sufridos y laboriosos moradores del municipio, los que
llevados por mil engaños y mútiples amenazas produjeron una santa indignación de
nuestra parte, al ver nuestras propiedades en peligro y nuestra tranquilidad de honrados
trabajadores a merced de dos o tres ambiciosos.
[…]
Cuando se conocieron los candidatos que oficialmente fueron propuestos por la jefatura
política para integrar el cuerpo municipal que entraría a fungir en el presente año de
1930, sólo una persona fue repulsiva al pueblo, y ésta fue la de Roberto Baquiax, quien
estaba postulado para desempeñar el cargo de alcalde tercero de la municipalidad
indígena. Los antecedentes de Baquiax dejaron entrever futuros males al conglomerado,
pues bien conocida ha sido la actuación de este individuo en varios cargos que ha
desempeñado, perfilándose como un hombre de una ambición desmedida y sin
escrúpulos y capaz de toda clase de villanías. Y el pueblo no se equivocó,
desgraciadamente. Ahí tenemos los resultados que culminaron en una protesta que
causó tantos e irreparables daños.
El 5 de enero del corriente año, el alcalde tercero Roberto Baquiax, en compañía de Adrián
Juárez, Cándido Batz, Victoriano Tiu y otros individuos, que están reconocidos como el
azote del sufrido pueblo indígena, marcharon a la capital de la República, regresando el
10 del propio mes. A su vuelta, hicieron saber a todos los habitantes de los cantones del
municipio, que en breve plazo se decretaría una ley en que se aumentarían los impuestos
territoriales, además de pagar por cada casa o rancho Q1.00 mensualmente; que así lo
habían manifestado en lo personal tanto el presidente de la República como el ministro de
agricultura. Al saber la noticia los terratenientes, y en lo especial los pequeños
agricultores, que apenas poseen una o dos cuerdas de tierra, manifestaron su
incoformidad, como tenía que ser, a Baquiax y adláteres, a lo que contestaron que de
todas maneras tendría que promulgarse dicha ley si no se tomaban medidas para evitarla
o por lo menos amenguarla en sus efectos.
Como premetidamente, Baquiax ya tenía la idea de sacar provecho de aquella noticia,
que con sobra de mala fe adobara en consorcio con sus cómpices, propuso a todos los
cantones que se reuniera una contribución y con la suma que se colectaría poder halagar
a los altos funcionarios del gobierno a manera que no se llevara a efecto la ley que se
trataba de implantar. Los indígenas rechazaron desde un principio aquella proposición,
pues juzgaron que era una añagaza de Robero Baquiax y compinches para arrancarlos
dineros con el pretexto de la ley de marras. Con el objeto de manifestarlo, se reunió un
crecido número de trabajadores en el despacho de Baquiax para hacerle saber que no
estaban dispuestos a dar ni un centavo, porque lo consideraban indebido. Baquiax
montando en cólera, en su propio despacho, arremetió contra los manifestantes
blandiendo un enorme revólver, profiriendo grandes amenazas e insultos y sacándolos del
recinto a cañonazos y puntapiés. Inmediatamente giró órdenes por medio de los alcaldes
auxiliares de los cantones para que todos los habitantes hicieran efectivas las
contribuciones acordadas por sí y ante sí, imponiendo una tarifa que es la siguiente:
$30.00 billetes por cada habitantes que tuviera más de tres rebaños de ovejas; $20.00 por
cada propietario que poseyera un rebaño, y $10.00 para los que no lo poseyeran. Los
encargados de cumplir aquella disposición, desempeñaron sus comisiones valiéndose de
la violencia y de la amenaza,explotando el miedo instintivo que la raza indígena ha
venido heredando desde los tiempos de la conquista y a través de muchos gobiernos
despóticos de caciques y mandarines. Así fue como, a pesar de su protesta, la mayor
parte de los cantones fueron dando lo que tenían esperanzados de que talvez por ese
medio se libraban del fantasma de la ley que Baquiax y cómplices decían se pondría
pronto en práctica.
Desde remotos tiempos a nuestra clase indígena se nos puede explotar de mil maneras y
nuestro trabajo honrado y fatigoso de esclavos, ha servido en millares de ocasiones para
enriquecer a jefes políticos, alcaldes y caciques, pero en cuanto se trata de gravar
nuestras parcelas con impuestos onerosos, parcelas que son nuestra fuente de vida y que
guardamos con religioso respecto, nuestra voz de protesta se alza hasta las altas esferas
del gobierno, y de una manera respetuosa hemos suplicado que no se nos toque en lo
referente a contribuciones sobre nuestras tierras. Por ese motivo fue que la tributación
impuesta por Baquiax se dió,aunque con desgano, de buena fe. Baquiax y adláteres nos
manifestaron que la suma que se recaudara serviría para hacer un presente al presidente
de la República y al ministro de agricultura y así nos libraríamos de gravámenes sobre
nuestros terrenos. Sabido es que el departamento más poblado de la República, es del de
Totonicapán y que sólo el municipio de Totonicapán tiene poco más de 80,000 habitantes.
Calcúlese a cuanto ascendería la contribución impuesta por Baquiax, descontando a
muchas familias que no poseen rebaños. Muy posibles es que la cantidad recaudada
haya pasado de Q2,000. En el mismo despacho de Baquiax y aun en su propia casa de
habitación se fueron enterando las cantidades que según tarifa arribamencionada, se
impusieron y se guardó muy bien de dar ninguna clase de recibos ni de comprobantes que
sirvieran de base para una reclamación. De aquella respetable suma deben dara cuenta
Roberto Baquiax, Adrián Juárez, Cándido Batz, Domingo Chuc, Victoriano Tiu y otros que
cometion tal despojo y robo desvergonzado, y que merodearon por montes y caseríos.
Quedamos esperanzados en que aquella suma colectada serviría para salvar nuestras
tierras de gravámenes y gabelas, cuando sorprendidos nos dimos cuenta de que de lo que
se trataba era simplemente de la revisión de la matrícula, sin recargos de mayor cuantía,
para lo que Baquiax mandó citar a los de los cantones para hacer efectiva dicha revisión.
El día 28 de julio se reunieron todos los citados por Baquiax, que llegaron de diferentes
lugares a la plaza de armas. Así fue como nos encontramos reunidos ese día en la
cabecera. Era natural que existiera malestar entre nosotros, pues seguíamos creyendo
que se nos quería gravar con contribuciones leoninas, máxime cuando ya habíamos
contribuído para evitarlo.
Aquella carta explicando el detalle el motivo de lo ocurrido llegó muy tarde para que el
presidente Chacón hiciera algo, puesto que para octubre de 1930 los efectos de la crisis
mundial se habían agravado y los comerciantes en la ciudad de Guatemala habían
recurrido a prenderle fuego a sus comercios para cobrar el seguro, o bien a rebajar la
mercadería para liquidar sus negocios. También había un marcado descontento entre
los estudiantes universitarios, que se fueron a la huelga y lograron que el rector y los
decanos de todas la facultades renunciaran. Al final, el presidente Chacón sufrió un
derrame cerebral el 12 de diciembre, que lo separó de la presidencia y tras varios
cambios de presidente, golpes de estado e injerencia directa del gobierno de los
Estados Unidos, resultó electo el general Jorge Ubico, quien tomó posesión el 14 de
febrero de 1931 y desde un principio retornó a un estilo dictatorial similar al de su
mentor, el licenciado Manuel Estrada Cabrera y totalmente opuesto al de Chacón.
BIBLIOGRAFIA:
Departamentos: Chimalte
nango, Chiquimula, Escui
ntla, Guatemala, Mita,
Sacatepéquez, y Verapaz
Distritos: Izabal y Petén
La región occidental de la actual Guatemala había mostrado intenciones de obtener
mayor autonomía con respecto a las autoridades de la ciudad de Guatemala desde la
época colonial, pues los criollos de la localidad consideraban que los criollos capitalinos
tenían el monopolio comercial y politico con España no les daban un trato justo. Así, su
representante en las Cortes de Cádiz solicitó la creación de una intendencia en Los
Altos, gobernada por autoridades propias. La Independencia de Centroamérica en
1821 canceló esta posibilidad, pero el separatismo de los altenses perduró.
Ahora bien, el área de Los Altos estaba poblada mayoritariamente por indígenas,
quienes habían mantenido sus tradiciones ancestrales y sus tierras en el frío altiplano
del oeste guatemalteco. Durante toda la época colonial habían existido revueltas en
contra del gobierno español. Luego de la independencia, los mestizos y criollos locales
favorecieron al partido liberal, en tanto que la mayoría indígena era partidaria de la
Iglesia Católica y, por ende, conservadora.
BIBLIOGRAFIA:
“Mandaron entonces a un capitán poderoso, Tecum, quien vivía en Totonicapán, para enfrentarse
a los españoles en el valle de Quetzaltenango. Cuando llegó Tecum, iba acompañado por 39
abanderados, muchos capitanes y 8,400 guerreros. Este mismo ejército, junto con los k’iche’s de
Quetzaltenango, esperaba a los españoles a su llegada a Quetzaltenango. De acuerdo con Gonzalo
de Alvarado, había más de 10,000 guerreros esperándolos; Pedro de Alvarado calculó que
sumaban 12,000. La verdadera batalla por la conquista del pueblo se libró en Pinal, al sur de
Quetzaltenango. Tanto Alvarado como los Anales de los Cakchiqueles describen cómo lucharon en
medio de una llanura y al lado de un río. El Lienzo de Quauhquecholan muestra los mismos rasgos
geográficos: los guerreros están representados en el camino, a cierta distancia del glifo y,
efectivamente, cerca de un río”. ASSELBERGS, FLORINE. “La Conquista de Guatemala: Nuevas
perspectivas del Lienzo de Quauhquecholan”. Revista Mesoamérica No. 44, Diciembre de 2002.
PP:21-22. NY. USA. 2002. 21 “…
La iglesia se convirtió durante la conquista y colonización en una de las instituciones que mejor
representaba la ambición del invasor y acaparó grandes extensiones de tierra comunitarias
indígenas, de las cuales actualmente muchas aún son parte del patrimonio de la iglesia de Roma a
pesar de la reforma liberal del siglo XIX que expropió muchas propiedades eclesiásticas. En
Quetzaltenango las propiedades originales de la diócesis y ahora en manos de diferentes órdenes
religiosas representan un patrimonio multimillonario.
La cofradía en Guatemala es una congregación religiosa indígena de origen colonial utilizada por
los conquistadores españoles en sus propósitos de dominio ideológico, cultural, religioso y
económico, que las autoridades indígenas o principales aprovecharon para mantener su autoridad,
la espiritualidad y otros elementos fundamentales de la identidad maya. “Tiene como función
velar por la administración cultural de sus formas de organización fuera de la jerarquía de la Iglesia
Católica que no tiene injerencia en todo el ritual que se practica dentro de la misma. Si bien tiene
un sentido exterior católico, sus formas de organización y toma de decisiones son desde el punto
de vista indígena. Por ello la cofradía es conservadora en el sentido de no permitir el ingreso de
alguien que no sea indígena, al mismo tiempo es revolucionario porque mantiene su autonomía
espiritual y del ritual que se practica.” MATUL MORALES, DANIEL. Entrevistas por Ignacio Camey.
Octubre y noviembre de 2012. Quetzaltenango. 2012. “Los rasgos más sobresalientes de la
cofradía indígena de los pueblos mayas pueden resumirse de la siguiente manera: 1) fue
convertida en un elemento estructural de gran relevancia; 2) funciona como un reducto social y
cultural frente a las formas de dominación colonial y neo colonial; 3) se mantienen como un
obstáculo ante la expansión de formas más modernas y dinámicas de organización social y 4)
persiste como un foco activo de la identidad y seguridad colectivas del indígena tradicional.”
ROJAS LIMA, FLAVIO. “La Cofradía. Reducto cultural indígena.” Centro Editorial Vile. Guatemala.
1988.