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Deleuze...

"Contra el Imperio del


Mal". En torno a nuestra actual
situación.
Dr. Ricardo Espinoza Lolas[*]
Resumen

Lo que se pretende con este breve artículo es hacernos cargo de nuestra


actual situación, de nuestro acontecimiento más radical que se nos impone a
diario como filósofos de este siglo que recién comienza a andar, esto es, el
problema de la desigualdad (de la muy antigua adikía), pero de una
desigualdad que nos violenta constitutivamente y que no hay metafísica
posible, ni la hegeliana, que pueda liberarla de su pesada carga (por lo general
es todo lo contrario y lo que ocurre siempre es que a una altura de los tiempos
determinada se transcribe bajo una metafísica dominante, lo cual lo único que
logra es explicar y desarrollar más y más tal violencia). En el fondo es un
problema muy antiguo con múltiples caras que podríamos analizarlo de un
modo “topológico”, es un problema que gira en torno al lugar y los hombres, si
se quiere podríamos pensarlo a los hombres-lugares, a los hombres que
devienen y en tal devenir dinámico espacian tal o cual lugar siempre situado y
determinado; es un problema que se da en ciertas relaciones de conexión o
continuidad entre los hombres, de direcciones que adquieren dichas
conexiones y que se dan bajo ciertas métricas que fijan la ligazón propia de
este hombres-lugar (que somos cada uno de nosotros), y en esto se van
produciendo valoraciones que se enquistan en el tejido del sentido social de la
realidad.

PALABRAS CLAVES

Deleuze, Guattari, rizoma, cuerpo sin órganos, minorías

Con este artículo buscamos referirnos al problema de las estructuras, de las


organizaciones, de los sistemas (del cual somos parte constitutiva) que como
enormes máquinas establecen y asignan a cada cual lo suyo (como la Moira de
los griegos), lo propio, su modo de actuar, en una perversa organización
territorial en donde algunos, por ejemplo, lo llamados “pobres” son en cada
instante triturados, molidos, despedazados por la universalidad abstracta de
una totalidad sistémica, a veces mal llamada “destino” (fatum o cualquier
nombre que le ha dado el pensamiento a lo largo de los siglos). Para poder
pensar esto hoy, debemos y queremos pensar de otro modo, y en esto
necesitamos otro modo de filosofar. Y para poder realizar esta nueva filosofía
(que en el fondo es muy antigua y nos constituye) vamos a trabajar jugando
con ciertas categorías del pensamiento de Gilles Deleuze (y también Félix
Guattari) articuladas de un modo distinto, de un modo que las entrecruza, las
liga y las libera de ciertas connotaciones ideológicas “demasiado francesas y
post-estructuralistas” que en estos tiempos nos suenan muy ajenas y
añejas.Nuestras ideas atraviesan, como ya lo hemos dicho, por tanto, la obra
del filósofo francés pero los podemos encontrar de modo más detallado y
acabado en dos de los libros que escribió junto a su amigo psicoanalista: los
dos volúmenes de Capitalismoy esquizofrenia: El Anti-Edipo (1972) y
MilMesetas (1980).

Nuestra propuesta no parte de contrastar negativa o dialécticamente a los


sectores minoritarios con los mayoritarios (como el conflicto pobres-ricos, etc.)
para así constatar el problema de la desigualdad (esto sería absurdo y
generaría más de lo mismo), sino que nos proponemos tratar a los mismas
facciones minoritarios como “líneas de fuga” de los propias mayoritarias. Y en
esto creemos que nos encontraremos con varias similitudes entre los franceses
y nuestras particulares reflexiones latinoamericanas.

Como punto de partida tengamos a la vista la siguiente sentencia:

“Por oposición a una estructura que se define porun conjunto de puntos,


relaciones binarias entre los puntos y relaciones biunívocas entre las
posiciones, el rizoma sólo está compuesto de líneas: líneas de
segmentariedad, de estratificación, como dimensiones, pero también líneas de
fuga o desterritorialización como dimensión máxima según la cual, siguiéndola,
la multiplicidad se metamorfosea cambiando de naturaleza”[1].

Nosotros suponemos al hombre-lugar como una multiplicidad, una multiplicidad


siempre dando de sí, siempre en devenir por el mero hecho de ser; en realidad,
suponemos al hombre en sí mismo como múltiples relaciones activas en y por
sí mismas a distintos niveles e interacciones, siempre fuera de sí, siempre son
múltiples creadores de significaciones que como tal son y se muestran en los
lugares, en la Ciudad, en la ciudad de nuestros tiempos (a la altura de nuestros
tiempos), es una multiplicidad extra-territorial que no se deja organizar de modo
simplón por ningún destino del ser, esto es, por ningún destino dialéctico que
pretenda violentar negativamente la afirmación misma de todo cruce en ligazón
del que somos parte en constante linealidad en fuga. En verdad, suponemos al
hombre físicamente vertido en el mundo, vertido en el plano de inmanencia de
la materialidad que siempre está en fuga de sí. ¿Cómo describir entonces este
posible carácter, carácter físico, extraterritorial de los hombres, de los hombre y
sus ciudades, de los hombres que están siendo en la Ciudad, de algunos
pobres, de algunos minoritarios, a veces muchos minoritarios que son en el
Mundo, en Valparaíso, Buenos Aires, San Pablo, New York, Madrid, Paris,
Tokio, etc., etc.?

Cualquier diseño topológico del hombre actual en su Ciudad muestra siempre


de modo inminente, pues se le impone con una fuerza de realidad,
fuerzacoercitiva, la heterogeneidad a que da lugar ese incierto momento
extraterritorial (el “afuera” lo llamaban otros) de facto que nos constituye en lo
físico de nuestra multiplicidad. Pero debemos tener cuidado con ese análisis a
la primera, pues puede pasar que esa supuesta heterogeneidad sea solamente
aparente. Y sea simplemente un momento de lo homogéneo. Y es así pues en
este modelo estructural organizacional cuando se parte de un fundamento
principial que de allí se abre en múltiples direcciones. Pero nosotros no
estamos diciendo eso, pues decir esto es más de lo mismo.

La historia siempre la han escrito los ganadores, los vencedores (a veces nos
indica Godard en sus films). Nadie piensa en los troyanos, nadie piensa en los
palestinos, nadie piensa en los colectivos, en los múltiples, en los minoritarios,
en esos “pobres” (no olvidemos que cada uno es siempre un minoritario
respecto de algo; nos fugamos en líneas para poder soportar ser a veces mera
apariencia de mayoría)… ¡Nadie!... La historia se ha escrito desde la
tranquilidad de algunos sedentarios, así como esos dioses del panteón de
Marduk, dioses que siempre están durmiendo como perezosos que les molesta
cualquier rasgo dinámico del nómada (de allí los constantes castigos de estos
dioses sobre estos nómadas, los cuales siempre impiden el eterno sueño del
ser de los dioses). La historia se ha escrito en y por esos sedentarios, esos
dioses-sedentarios, en nombre de ciertas estructuras, organizaciones, sistemas
que podríamos llamar simplemente Estado. Pero un Estado-Árbol que como un
Gran Fundamento tienes raíces muy sólidas, rígidas y profundas, esto es, por
lo general, raíces abstractas, que se ramifican constantemente en valoraciones
duales: el rico y el pobre, por nombrar alguna. En esta visión estamos en una
cierta antípoda de un rizoma, esto es, en verdad, debemos hablar de múltiples
rizomas, pues no hay el rizoma sino que siempre se dan en múltiples, en
excéntricas marañas, en líneas de líneas. Líneas que a veces resuenan en
armonía junto a otras, pero por lo general, se encuentran en la pura disarmonía
que nunca terminan de acoplarse, en una sana y libre diferencia qua diferencia.
Un rizoma es como una articulación de “líneas nodales de relaciones de
medida” en el lenguaje más oscuro del Hegel de la Wissenschaft.[2]

Deleuze y Guattari contraponen críticamente una “nomadología rizomática”,


más o menos crítica y ácrata, a veces muy subversiva y experimental, pero
siempre totalmente desfundamentadora, a una “sedentarología arborescente”,
la cual siempre está enraizada en pesadas estructuras que en el fondo
podemos llamar simplemente Estado (en honor a un Hegel de manual
“marxista”). Pero tal contraponer no debemos entenderla como una dialéctica
doble del tipo especulativa, esto es lo más alejado, pues entre otras cosas
implicaría caer en todo lo que se critica. ¡No!, tal contraposición debiéramos
entenderla de la siguiente manera. La estructura estatal en raíces es un caso
posible en los rizomas, pero como tal caso siempre está tocado por el devenir
mismo de los pliegues de la multiplicidad rizomática siempre en fuga del
hombre-lugar, del hombre-ciudad. Si pensamos al hombre, al hombre en la
Ciudad, en Buenos Aires, por ejemplo, aquí y ahora, nos encontramos con un
hombre-ciudad nómada, multidireccional, desterritorializado, en pliegues que se
repliegan y despliegan, en definitiva en tanto que un hombre siendo libremente:
esto es, rizoma (era lo que Nietzsche llamaba der Freigeist en Más allá del bien
y del mal).

Pero, ¿Qué implica este carácter desterritorializado del hombre-ciudad en tanto


que rizoma? El rizoma no es ningún tipo de modelo que se contraponga a otro
modelo, sería del todo contradictorio y absurdo verlo así, sería una
autocontradicción de oposición binaria de dos modelos (contraponer el árbol al
rizoma)… ¡No, se trata de eso!; el rizoma es un anti-modelo que funciona, es
una categoría-sentiente que se agencia en el hombre-ciudad, el hombre que
deviene animalmente ciudad. Pero no sería solamente un momento histórico de
carácter de un devenir tardocapitalista del hombre-ciudad (como se ha visto a
veces), si fuera así le daríamos la razón ya a Hegel ya a Heidegger. La
extraterritorialidad del hombre-animal-ciudadano en la ciudad no es solamente
que él sea un lugar, un asiento político multiforme que sobrevive transterrado o
desterrado; no es solamente una ciudad o un hombre-ciudad que viva de modo
expatriado, un modo que alberga todo lo itinerante, exiliado, pasajero o
fugitivo.El carácter de extrañeza de ser total rizoma no es solamente la
capacidad de asistir al cambio sino que de suyo por su carácter físico se vive
como estando más allá de toda tierra (es ser literalmente a-pátrida), vivir en la
inespecificidad de lo específico, en la intemperie de la temperie, de toda
realidad con contenidos que se nos quiera imponer como tal o cual sistema
operativo que se da en y por sí mismo haciendo que todo sea en el
acontecimiento determinado que nos tocó vivir y que nos dejó situado para
siempre de tal o cual forma. Sería entender la realidad como esencia y como
existencia, siguiendo el viejo, pero siempre efectivo paradigma filosófico. No se
trata ni de estructuras ni de funciones. Pero ¿Qué es esa realidad que no se
deja atrapar en ningún carácter modélico de los ya clásicos: realistas,
idealistas, fenomenológicos, hermeneutas, estructuralistas, psicoanalistas,
etc.?

La realidad, sea lo que sea como se entiende esta palabra, no es esencia ni


existencia de ningún tipo, ni tampoco es Dios, ni menos alguna estructura
básica de las que estudia la ciencia, ni el correlato de algo, ni las cosas en y
por sí mismas, ni el fundamento, ni ningún tipo de modo de “organizar” a prori
los contenidos o cosas, ni tampoco ningún acontecimiento originario o
grandilocuente, ni acto apropiado o desapropiador que nos toca secretamente,
ningún tipo de fondo oscuro que como Deus ex machina nosconstituya, etc. La
“realidad” es, si se quiere hablar en términos de Deleuze (siguiendo a Artaud),
un “Cuerpo sin órganos”, sensaciones que devienen, minorías, líneas de fuga,
planos de inmanencia, materialidades, rizomas, resistencias ante el poder de
las maquinaciones de las máquinas totalitarias que destrozan y empobrecen al
Otro, al hombre-ciudad, al hombre que deviene:

“Cada sensación se da en diversos niveles, es de diferentes órdenes o está en


varios dominios. De tal modo que no existen unas cuantas sensaciones de
diferentes órdenes, sino diferentes órdenes de una única y la misma sensación.
Pertenece a la sensación el desarrollar una diferencia constitutiva de nivel, una
pluralidad de dominios constituyentes”.[3]

El “Cuerpo sin órganos” nos deja instalados en un hecho que es anterior a


cualquier horizonte metafísico; es decir, es anterior a cualquier construcción
(que siempre es transcripción de la vida socio-histórica) teorética trascendental
y dualista de la realidad entendida como zona de cosas: ya “en” la aprehensión
ya “allende” la aprehensión (idealismo o realismo en las formas que fueren). Y
dicho esto con total independencia de que tal (o cual) construcción sea más
plausible que otra o, dicho de otro modo, que pensemos que por tales razones
es preferible inclinarse por tal metafísica en vez de otra (y cuando se dice
metafísica con ellos se está diciendo lógica, ciencia, ética, estética, política,
voluntades de poder, ejes, hegemonías globalizantes, etc). Dicho simplemente
en “deleuziano”:

“… la sensación es lo que se transmite directamente, evitando el rodeo o el


tedio de una historia que contar”. [4]

De una historia que a veces se nos vuelve en la Historia de Occidente, historia


de personas que son aplastados por la negatividades mismas que todo lo
organizan (nuestras propias negatividades). El Cuerpo, como el cruce y la
ligazón de líneas de fuga de la materialidad misma, que se distiende y se
destroza y se desgaja en múltiples y que a su vez como plano de inmanencia
hace visible y constituye los ojos, cualquier par de ojos (ojos con fuerza que
agencian el cambio), es lo que está creando Deleuze desde su estar situado en
su peculiar actualidad francesa y que nos es muy útil para nuestro actual
estado de cosas. Y es eso, el“Cuerpo sin órganos”, lo que nosotros
indicaremos aquí como posibilidad ética-política de realizar efectivamente la
innovación necesaria para que este mundo, nuestro mundo, nuestra ciudad sea
un poco más justa.

Pero, ahora podemos sumergirnos en uno de esos múltiples que nos interesan
mostrar aquí. ¿Qué es una multiplicidad, por ejemplo, una minoría, los pobres?

“Las minorías no se distinguen de las mayorías numéricamente. Una minoría


puede ser más numerosa que una mayoría. Lo que define a la mayoría es un
modelo al que hay que conformarse: por ejemplo, el Europeo medio, adulto,
masculino, urbano… En cambio, las minorías carecen de modelo, son un
devenir, un proceso. Podría decirse que nadie es mayoría. Todos, de un modo
u otro, estamos atrapados en algún devenir minoritario que nos arrastraría
hacia vías desconocidas si nos decidiéramos a seguirlo. Cuando una minoría
crea sus modelos es porque quiere convertirse en mayoría, lo que sin duda es
necesario para su supervivencia o su salvación (tener un Estado, ser
reconocido, imponerse sus derechos). Pero su potencia procede de aquello
que ha sabido crear y que se integrará en mayor o menor medida en el modelo,
sin depender nunca de él. El pueblo es siempre una minoría creadora que
permanece como tal aun cuando alcance una mayoría: las dos cosas pueden
coexistir, ya que no se experimentan en el mismo plano”.[5]

A raíz de esto nos surge la pregunta que no podemos o hacerla. ¿Desde dónde
se decide quién pertenece a las minorías quién a las mayorías? Estamos ante
un fundamental problema que nos convoca hoy ya en Sudamérica ya en
Europa: es un gran problema de “Espacio público”. Da lo mismo que sea Chile
o que sea España el problema del lugar del minoritario y del mayoritario es un
problema crucial para las sociedades de este III Milenio, y es un problema que
es eminentemente “topológico”. Necesitamos sumergirnos en el Espacio
público chileno para dar cuenta desde dónde se está asignando quién es
minoritario (bajo qué supuesto, modelo o voluntad de poder) y quién es
mayoritario (bajo ese mismo supuesto, modelo o voluntad de poder). La
pregunta ¿Desde dónde se decide…? Es una pregunta que de inmediato nos
saca fuera del plano de inmanencia, no hay línea nodal posible de relaciones,
no hay rizoma pues la pregunta mienta desde sí misma una escisión
infranqueable, una escisión reflexiva que se pone en un “afuera” aparente, en
otro lugar oscuro, desde dónde se da la libertad, en donde acontece la libertad
ya para el bien ya para el mal, ya para apropiarnos ya para expropiarnos. Pero
esa “fuera” de todo plano es caer una vez más al ojo mismo del fondo oscuro
que supone todo fundamento raíz. No es posible seguir a Heidegger por esta
vía; es una muy peligrosa vía. Necesitamos un verdadero pensamiento
topológico y no una “topología del ser (Ortschaft des Seins)” que siempre se
levanta desde la radical escisión dialéctica. Necesitamos entender al hombre
que deviene, al animal-hombre, hombre-lugar en una cartografía de líneas que
se relacionan ya en continuidad como en discontinuidad, ya en relaciones de
dirección ya en relaciones que no van a ningún punto determinado, nunca
ordenado ni ordenable, ya en relaciones de distancia y medida o relaciones que
de suyo son carentes de medida.

En el problema del hombre-chileno en su ciudad cobra verdadera consistencia


e importancia en el análisis cuando lo acotamos y lo hacemos descender en un
cierto tema radical que lo atraviesa, esto es, lo incardinamos a problemas
reales. Y ese tema lo podemos analizar en el tema de los marginados, de los
exiliados, de los pobres, de los pocos, de los restantes, de los que sobran y de
todos esos que siempre se nos dicen que son los minoritarios en nuestra
sociedad. Y lo son porque al parecer son solamente un momento límite,
marginal, residual, estable, repetitivo y puntual de esa mayoría que a veces se
ve tan floreciente y rebosante de excedencia; son como “manchas” de
heterogeneidad en la brillante luz de homogeneidad.

Nosotros creemos que el análisis no es tan simple y que si pensamos el


problema desde una topología o cartografía de estudio se nos impone otra
metodología filosófica de análisis y así veremos que en algo se parecen (y
también se diferencian) las situaciones de los minoritarios tanto en Chile como
en cualquier parte. Y así podremos ver cómo se comportan nuestras
sociedades en tiempos de dominios de universalidad siempre abstracta, esto
es, en tiempos de Globalización y Mercado; en tiempos de “Máquinas para
moler pobres”.

¿Quiénes se nos dicen que son los minoritarios hoy? Por lo general y donde
todos coinciden es en las minorías de pobres (también podríamos señalar a los
inmigrantes, exiliados, etc.). ¿Quiénes son los pobres en Argentina? ¿Quiénes
en Chile? ¿Quiénes en la ciudad de hoy? ¿Desde dónde, desde qué espacio
se indica y se violenta al otro asignándole el lugar del pobre minoritario en la
“Ciudad de Iguales” ya de argentinos ya de chilenos? Si uno hombre, un
hombre-lugar nace en cierto lugar propio puede suceder que por nacer ahí, ser-
ahí (Da-sein), ser-ahí-desde-lo-propio que se le asigna propiamente, su propia
topología del ser, quede confinado a vivir en un lugar de 12 metros cuadrados
(o menos), junto a otros (en una violenta topología de conexión de puntos), que
cuando se enferme por vivir ahí su sanidad le asigne la dirección a seguir (en
una violenta dirección a seguir de esos puntos), a seguir, por ejemplo, ese
hospital propio, donde lo más seguro que suceda es que se quede enfermo
para toda la vida, y que al asistir al sistema propio de educación que le toca por
vivir ahí sea una educación enajenante para que vea lo propio como lo propio
que le tocó vivir y no quiera lo que no le es propio y que si por alguna vez tenga
la idea de levantar la cabeza de ese lugar propio y quiera seguir la dirección de
lalucha por sus derechos el mismo sistema en propiedad le otorgue un servicio
de justicia que lo único que logra es decirle no lo intente pues será sancionado
de tal o cual manera. De aquí que ser un ser-ahí, ser-propio, ser siendo en su
ciudad se nos volverá en parte de la máquina y en un engranaje más de ella
(en una violenta asignación de la métrica misma que mide a estos puntos así
direccionados)... Así como lo muestra Chaplin en Tiempos modernos el
hombre-lugar se vuelve en un engranaje de la máquina, en un delirante esclavo
de la abstracta mayoría.

Es interesante señalar que Sócrates prefirió la muerte que ser un exiliado, que
salir del ahí (Da), de lo propio (Eigen), salir de Atenas, pues se volvería, luego,
en un miserable inmigrante minoritario y desterrado en alguna Ciudad que ya
no sería la suya. Dejar de ser uno más entre los iguales mayoritarios para ser
un simple marginal, ser un minoritario en otro lugar, fue lo que no quiso ser
Sócrates. ¿Por qué? ¿Qué está detrás de la decisión socrática? Decisión
absolutamente occidental y que define, limita, establece las dualidades
dialécticas de unos contra otros, de mundos verdaderos contra mundos
aparentes, en definitiva, de metafísicas que siempre escinden el todo en
dialécticas negativas contrapuestas; en donde siempre se da que un momento
de la escisión domina sobre el otro. De allí que en toda metafísica siempre se
dé una agresión que violenta en lo más radical al otro minoritario.

Podríamos decir que ya desde Sócrates es preferible la muerte antes de ser


minoritario (por esto el filósofo griego sea el fundador de la metafísica como
muy bien lo vio Nietzsche). ¿Por qué? No queremos ser minoritario de ninguna
especie en sociedades mayoritariamente de iguales. ¿Quiénes son los iguales,
quiénes los diferentes? ¿Desde dónde se establece la separación de unos y
otros? Este es el problema topológico del asunto a estudiar. Y si nuestra
hipótesis está en lo correcto veremos que en realidad tal dialéctica nunca es
del todo primaria sino ulterior y derivada, pues en realidad si las minorías se
comportan como “líneas de fuga” de las propias mayorías, las minorías serían
las propias mayorías que se tienen que afirmar positivamente en el sí, de estas
salidas para poder ser lo que son en esa fría y rígida apariencia, para poder
resistir ser lo que son. En estas diferencias son posibles las repeticiones. Antes
del NO de la contraposición dialéctica metafísica de la lucha que nos arremete
nos encontramos con el SÍ de la afirmación, de la afirmación creadora e
innovadora que nos libera.

5
De aquí que sea fundamental entender la concepción de espacio en la filosofía
de Deleuze. En tal concepción del espacio, y aplicado precisamente al espacio
público, nos encontraremos con herramientas de una posible sociología-
filosófica, de tinte natural, material y taxonómica que nos indiquen los flujos, los
devenires que se encuentran en estas líneas de fuga, líneas que se comportan
como rizomas, pliegues en los que todos somos en ciertos momentos nada
más que minorías rizomáticas (sin ninguna raíz metafísica que nos funde desde
lo eterno), y lo somos para ser en apariencia estabilidades mayoritarias. Y esto
lo podríamos comprobar, por ejemplo, investigando los actuales nichos de
pobres de Santiago de Chile.

Deleuze nos indicaba a propósito del espacio lo siguiente en su Mil Mesetas:

“A menudo hemos encontrado todo tipo de diferencias entre dos tipos de


multiplicidades: métricas, y no métricas; extensivas, y cualitativas; centradas, y
acentradas; arborescentes, y rizomáticas; numerarias, y planas; dimensionales,
y direccionales; de masa, y de manada; de tamaño, y de distancia; de corte, y
de frecuencia; estriadas, y lisas. No sólo lo que puebla un espacio liso es una
multiplicidad que cambia de naturaleza al dividirse –por ejemplo, las tribus en el
desierto: distancias que se modifican sin cesar, manadas que no cesan de
metamorfosearse-, sino que el propio espacio liso, desierto, estepa, mar o
hielo, es una multiplicidad de ese tipo, no métrica, acentrada, direccional, etc.”.
[6]

En términos de Deleuze nosotros pensamos que las minorías se comportan,


funcionan como “multiplicidades lisas”. Y es por esto mismo que en verdad
seamos todos bajo ciertos aspectos minorías. Este tipo de minorías no son
métricas, son cualitativas, acentradas (el centro está en todas partes nos decía
Nietzsche constantemente), planas, direccionales, de manada y nunca de
masas ni de gentes, sino de distancias, de frecuencias, de rizomas.

[1]Deleuze, G. y Guattari, F., Rizoma (Introducción), Pre-textos, Valencia, 1977,


p. 51
[2]Véase, artículo del autor, en prensa, en revista Philosophica, Vol. 30,
Segundo Semestre.
[3] Deleuze, G., Francis Bacon. Lógica de la sensación, Arena Libros, Madrid,
2002, p. 44.
[4]Id.
[5]Deleuze, G., Conversaciones, Pre-Textos, Valencia, 1999, pp. 271-272.
[6]Deleuze, G., Mil Mesetas. Capitalismo y esquizofrenia, Pre-textos, Valencia,
2000, p. 492.

 
[*]- Licenciado en Filosofía por la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso
y Doctorado en Filosofía por la Universidad Autónoma de Madrid (UAM).
Profesor de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso. Profesor de
Historia de la Filosofía Contemporánea. Profesor de Metafísica del Postgrado
en Filosofía. y de Seminarios Monográficos: Hegel, Heidegger, Zubiri, Deleuze
y Derrida. Director de Postgrado del Instituto de Filosofía de la Pontificia
Universidad Católica de Valparaíso. Director del Seminario Internacional del
Espacio (PUCV, Universidad de Valencia, Paris 7 Denis-Diderot). Editor de la
revista Cuadernos del Seminario (PUCV). Miembro y profesor permanente de
la Fundación Xavier Zubiri de Madrid y co-editor de The Xavier Zubiri Review.
Miembro del Programa de Magíster en Etnopsicología de la Escuela de
Psicología, Pontificia Universidad Católica de Valparaíso. Director de Gestión y
relaciones internacionales de Revista Observaciones Filosóficas

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