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desaparecer: lengua agrícola ganadera asentada en un pueblo pequeñísimo
rodeada de lenguas con literatura de mayor culturalización y civilización como por
ejemplo el etrusco. Creció y esa lengua de Roma ya no sólo se hablaba en el Laccio,
sino en toda Italia y también de Reino Unido a Turquía y de Alemania a Mauritania.
Entonces pasó a llamarse latín.
Antes de que Roma se imponga, el mapa de Italia está muy fragmentado política
pero sobre todo lingüísticamente. Tenemos documentadas lenguas indoeuropeas y
lenguas no indoeuropeas dentro de la Península itálica. (Las lenguas no
indoeuropeas son las de color violeta en el mapa). La unidad lingüística de Italia era
una utopía en el siglo VII-VIII a. C.
Entre las principales lenguas de Italia antes del nacimiento de Roma está la lengua
griega, sobre todo de la costa (se la llama la Magna Grecia). Allí se habla, vive y
escribe en griego (sur italiano). Su nivel de desarrollo y civilización es enorme.
Tenemos también la lengua etrusca (fue una gran civilización). También están las
lenguas galas (celtas), el latín (que ocupa muy poquito) y el oscoumbro (dos
lenguas asociadas a literatura). Por ello, la situación del latín como lengua
indoeuropea aún llamada lengua de Roma es en principio una lengua más y de
momento una lengua sin peso con todo a favor para ser absorbida y desaparecer.
De entre esas múltiples lenguas que aparecen en Italia dentro del grupo itálico hay
documentadas varias lenguas con semejanza a la lengua latina.
Grupo itálico
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latinos y crea la Liga latina. Se acaba imponiendo la lengua de Roma, que por
asociación se termina llamando latín. A partir de esos momentos de expansión ya
no se la llama lengua de Roma, sino que se la empieza a denominar Latín, y está
mucho más documentada (a partir del siglo III_IV a. C.). El documento más
antiguo escrito en lengua latina es la inscripción funeraria escrita sobre una roca
que marcaba el lugar donde según la tradición se encontraba la tumba de Rómulo.
Desde la fundación hacia el siglo IV Roma se expande mucho pero a principios del
siglo IV (390 a. C.) Roma se repliega sobre sí misma. Tiene lugar la invasión de los
galos (celtas que vivían en los Alpes). Estos galos descienden del norte de Italia y
amenazan Roma. Es un periodo de inflexión en la expansión política. Roma tarda en
recuperarse y cuando lo hace resurge como el ave fénix y se expande aún más.
Durante el repliegue el latín se modifica, esa renovación que sufre es clave y es
radical. Para algunos ese cambio es incluso más intenso con el salto del latín a las
lenguas romances de la Edad Media.
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A diferencia de Livio Andrónico, era romano y no griego; era un escritor original, y
no un mero traductor y adaptador de obras griegas. Aunque también adaptó
tragedias y comedias griegas, se desvió del modelo original, creando la fabula
praetexta, o drama nacional.
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innovación es la adaptación del hexámetro a la lengua latina.
El teatro se cultiva y sucede que en Roma teatro hubo casi siempre. Con el soporte
de un texto literario se produce con las adaptaciones. Siempre se escribe para las
representaciones de comedias y tragedias. La vida del teatro va cambiando y
sucede que sólo se conocen dos tipos de teatro: un tipo de comedia que escriben
Plauto y Terencio. Al menos hay cuatro formas de texto teatral pero sólo se
considera una. En el siglo I de nuestra era Arsenio escribe tragedia con el tema
griego.
La lengua latina que escriben los hermanos Graco no se parece nada a la lengua
que utilizaron César y Cicerón. Estos nombres representan la etapa clásica, la gran
etapa de la literatura latina. Se divide en:
Año 100 a. C. hasta el 14 de nuestra era:
Época de Cicerón: se produce un cambio muy notable. Tienden a cultivar un único
género (poetas o prosistas) y ya son todos ciudadanos romanos. La literatura ya no
es oficio de extranjeros. Lo que más escriben es poesía. Contamos con Lucrecio que
tiene una particularidad: contemporáneo y amigo de Cicerón. Escribe poesía épica
(en hexámetros dactílicos) En su poema en seis libros, La naturaleza de las cosas,
hace una exposición filosófica de los principios y doctrinas del epicureísmo
(Epicuro). El siguiente poeta importante es Catulo, que por ser tan moderno
provocó mucho escándalo. Escribió poesía lírica. Escribe desde una posición
bastante moderna y fue bastante revolucionario. En prosa destaca Cicerón. Además
escribió más géneros de la prosa: escribió teoría retórica, reflexionó sobre la
técnica para dominar la oratoria. La oratoria es la vertiente práctica de la teórica
retórica. Fue literato y teórico de la literatura a la vez. Es importante en la Historia
de la Filosofía ya que tradujo al latín y él es el creador en lengua latina de algunos
de los conceptos básicos (calidad/cualidad). También escribe cartas: epistología.
Varrón, enciclopedita, trabajó sobre casi todos los temas (incluso llegó a los 200
libros). De los muchos que escribió sólo conocemos cinco de los 15 libros que
componían el Tratado sobre la lengua latina. En este momento se empieza a
cultivar la historiografía latina.
Época Augustea: tenemos diversos autores. Es la etapa de máxima expansión del
reinado de Augusto. Es la segunda etapa del periodo clásico. Los grandes poetas
Virgilio, Horacio y Ovidio se explicarán más detalladamente después al ser lo más
destacados. En el género de la elegía destacaron autores menos conocidos a día de
hoy como Tibulo y Propercio que suponen el centro de la breve aparición del género
épico de la elegía. La elegía en Roma supone la aparición de los temas personales
en la producción literaria. La lírica puede permitir la licencia del yo del poeta pero
no la exige. En la elegía no es requisito obligatorio pero si es verdad que en ella el
yo del poeta surge muy a menudo. Tiene una estructura formal muy determinada.
El dístico elegiacos son versos de dos, tres sílabas más breves que el verso corto.
Con estos dos autores alcanza la elegía su máximo auge y termina con Ovidio. No
se vuelve a cultivar. De Tibulo y Propercio han llegado poemas. El Corpus
Tibullianum de Tibulo contiene poemas de más de un autor. Son dos poetas que
mueren relativamente jóvenes y que absorben mucho de Catulo y de la generación
poética anterior. Hay dos autores que destacan en la prosa en ese momento: Tito
Livio, el historiador. El otro es menos conocido, Séneca el Viejo (hispano), padre de
Séneca, el filósofo. Su importancia radica no en sus cualidades personales como
literato, sino por lo que ha transmitido. Es autor de Las Controversias y Las
Suasorias que nos llevan directamente al mundo de la retórica: a la teoría y a la
práctica de la elaboración de discursos correcta y bellamente (como texto literario
no improvisado). El se puso a poner por escrito los recuerdos que el tenía de los
discursos de los grandes oradores de la generación de Cicerón hasta el fin de la
República. Su importancia radica en que, al hilo del desarrollo de sus libros, va
insertando fragmentos más o menos largos, que nosotros conocemos gracias a él.
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Tanto Las Controversias como Las Suasorias nos sitúan en el mundo de la retórica
realizada en su juventud (40-30 a. C.). Son discursos reales de abogados. En la
pérdida de libertades políticas cada vez hay menos oportunidad para el discurso
político pero sí para el discurso de aparato que no sirve para nada pero que está
bellamente pensado. Por eso, las oportunidades de la retórica en Roma cada vez
son mayores. Él los recoge para que las personas sepan cómo realizar un discurso
(la mayoría que recoge son de retórica forense). Hay que tener en cuenta que no
toda la población sabe leer y por ello, el lenguaje oral tiene gran importancia. Los
discursos además de ser reales (de la vida cotidiana) con finalidades muy
concretas, los discursos pasan al mundo literario: se pone en boca de ciertos
personajes no exactamente las frases que dijeron, pero sí se ponían en su boca, de
forma más breve normalmente lo que pudieron haber dicho. Estos recursos se
ajustan siempre a las reglas de la retórica. Son pues minidiscursos. Tito Livio se
encarga de hacer esto. Lo hace porque la historiografía en el mundo antiguo no es
una ciencia de análisis e interpretación del mundo, sino que es un género literario.
Este texto al público le tiene que atraer como arte literario. Uno de los máximos
exponentes de la historiografía como arte: tiene prosa elegante, clara, ritmo
narrativo fluido, con todos los adornos y recursos literarios de lengua y
pensamiento, de descripciones, y lo consigue Titio Livio. Es un republicano
convencido pero que acabó siendo fiel a Augusto. Dedicó su vida a escribir una obra
enorme en 142 libros sobre la Historia de Roma desde los orígenes a su tiempo (la
fundación hasta la guerra civil de César y Pompeyo). Antes de él había otro
historiador, Salustio, quien hace todo lo contrario: escribe monografía histórica. Se
centra en un momento determinado de la historia (relativamente cercano y
personal a él) para contar sólo los acontecimientos más relevantes, y sobre todo,
analizar causas y consecuencias de ese acontecimiento. Es el texto histórico
entendido como obra de arte. Salustio y Tito Livio son los exponentes máximos de
cómo entender la historiografía. Y aunque resulta raro que alguien nunca escribió
historia es el máximo teórico sobre la escritura de la historia es lo que sucede con
el caso de Cicerón. Él plantea en Roma la Historia como obra de arte. Él tiene una
idea muy concreta de cual es el mejor estilo de la prosa latina. Se produce algo
muy curioso: Cicerón define la Historia como un arte bello, literario que debe ser
una monografía histórica escrita con un estilo fluido, acompasado, rítmico,
cadencioso. Pues sucede que Salustio escribe este tipo de obra histórica ideal según
Cicerón pero con un estilo de prosa que Cicerón no soportaría (política y
estilísticamente son totalmente opuestos). Una generación después, Tito Livio, que
utiliza la prosa idílica para Cicerón, escribe una obra desproporcionada en es
dimensiones: Abube Condila (Desde los orígenes del mundo). Es una especie de
Historia Universal. Con Tito Livio llegamos al final de la época clásica y
tradicionalmente más brillante. Nos movemos ya en los siglos I y II de nuestra era.
Lo que queda del siglo 1 de nuestra era: la nómina de autores aumenta pero nos
vamos a detenar en Lucano, que escribe una obra épica que es cualquier cosa
menos épica. La épica de Homero no tiene que ver con esto: es un relato lleno de
batallas con un héroe que es un excelente jefe militar, con una personalidad
atractiva que les lleva a la victoria y donde estamos en un mundo bastante humano
(poder, ambición) pero donde los dioses se mueven libremente. La Farsalia de
Lucano, Farsalia, nombre de la batalla donde Pompeyo muere, comienzo del
reinado unipersonal de Julio César, no tiene dioses: no cuenta con combates
singulares de héroe contra héroe. Y además, tampoco hay héroes en este poema.
Es un poema épico sin héroes épicos. Quien aparece como protagonista, que podría
ser Julio César, no es sino el malvado. Por ello como poema épico es muy rompedor
e innovador. En la sátira nos centramos en un poeta hispano, Marcial. Es el
máximo representante del epigrama: son poemas breves muy innovadores en el
género. Alcanza mucha flexibilidad porque trata muchos temas y porque es un
autor que sólo cultiva el género del epigrama. De este siglo destaca Lucio Aneo
Séneca, el filósofo, porque cultiva muchos géneros literarios. Es de los pocos que
cultiva simultáneamente la prosa y el verso. Séneca escribe tragedias muy
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parecidas en temática a las que escribió Euriples pero en latín. En Roma el teatro se
escribe en verso. Pero Séneca también cultiva géneros muy distintos: cartas
literarias, prosa científica (trata de explicar por ejemplo porque fluctúa el curso de
los ríos). Pinio el Viejo es otro autor de textos científicos que muró por acercarse
demasiado a ver la erupción del Mesubio. Por otro lado, aparece por primera vez en
esta época la novela, en este siglo 2 con Satiricón de Petronio. Es un relato en
prosa conservadora y muy de bajos fondos pero no llega a ser novela negra.
También está Apulayo que escribe El asno de oro. Es una novela de aventuras
sobre un lucio que vaga por el mundo convertido en asno. En historiografía destaca
Tacito con un estilo más evolucionado y el otro historiador es Suatonio que se
centra en las vidas de los personajes. Su obra más conocida es Los doce Césares.
Quinto Horacio Flaco nació el 8 de diciembre del año 65 a. C., hijo de un liberto,
en Venusia (hoy Venosa Apulia, Italia). Pasó sus primeros años en el campo, donde
aprendió la poesía campesina. Estudió en Roma, en la escuela de Orbilio. Allí
conoció la literatura de poetas arcaicos como Livio Andrónico y también a los poetas
de Grecia. En griego escribió sus primeros versos.
Su padre, un liberto, quiso que refinase su cultura, como los jóvenes de ilustres
familias atenienses. Por ello, subsidia a Horacio para que continúe estudios en
Atenas. Allí, estudia a los maestros de filosofía griega y poesía en la Academia. La
Academia, originaria de la antigua Grecia, jardín público a las afueras de Atenas,
fundada hacia el año 387 a. C. Por Platón. En estos jardines el filósofo griego Platón
había instruído a sus seguidores. Las posteriores escuelas de filosofía, modeladas
en la de Platón, fueron a su vez llamadas academias.
En el año 45 a. C. La juventud del poeta fue arrastrada a la guerra civil. Fue
nombrado tribuno militar por Marco Bruto, uno de los asesinos de Julio César.
Luchó en el lado del ejército republicano que cayó derrotado por Marco Antonio y
Octavio (después Augusto) en Filipos. Gracias a una amnistía general volvió a Roma
y rechazó el cargo de secretario personal de Augusto para dedicarse a escribir
poesía. Derrotado en el campo militar se propone ser un gran conquistador de la
belleza poética y, sobre todo, como otros poetas de la época de Augusto, arrebatar
a Grecia el honor de la supremacía del arte
Cuando el poeta laureado Virgilio conoció sus poemas, hacia el año 38 a. C., le
presentó al estadista Cayo Mecenas, un patrocinador de las artes y amigo de
Octavio, que le introdujo en los círculos literarios y políticos de Roma, y en 33 a. C.
le entregó una propiedad en las colinas de Sabina donde se retiró a escribir y
pensar.
Las obras
Horacio, uno de los grandes poetas de Roma, escribió obras de cuatro tipos:
sátiras, épodos, odas y epístolas. Sus Sátiras abordan cuestiones éticas como el
poder destructor de la ambición, la estupidez de los extremismos y la codicia por la
riqueza o la posición social. El libro I (35 a. C.) y el Libro II (30 a. C.) de las
Sátiras, ambos escritos en hexámetros, eran una imitación del satírico Lucilio. Las
diez sátiras del Libro I y las ocho del Libro II están atemperadas por la tolerancia.
En los años en que escribe las Sátiras, su filosofía está completamente embebida
de epicureísmo.
Aunque los Épodos aparecieron también el 30 a. C., se escribieron con anterioridad,
ya que reclaman con pasión el fin de la guerra civil, que terminó con la victoria de
Octavio sobre Antonio en Actium en el año 31 a. C., y critican mordazmente ante
los abusos sociales. Los diecisiete poemas cortos en dísticos yámbicos de los
Épodos constituyen adaptaciones del estilo lírico griego creado por el poeta
Arquiloco. Son una conquista de poesía griega para Roma.
La poesía más importante de Horacio se encuentra en las Odas, Libros I, II y III (23
a. C.), adaptadas —y algunas, imitaciones directas— de los poetas Anacreonte,
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Alceo y Safo. En ellas pone de manifiesto su herencia de la poesía lírica griega y
predica la paz, el patriotismo, el amor, la amistad, el vino, los placeres del campo y
la sencillez. Estas obras no eran totalmente políticas y de hecho incorporan
bastante mitología griega y romana. Se nota la influencia de Píndaro y son famosas
por su ritmo, ironía y refinamiento. Fueron muy imitadas por poetas renacentistas
europeos.
Horacio, se convirtió en el maestro de la oda adaptando hábilmente los metros
griegos al latín con el concurso de su propia voz llena de gracia. De su mejor poesía
se desprende también un humor chistoso.
Hacia el año 20 a. C. Horacio publicó el Libro I de sus epístolas, 20 cartas cortas
personales en versos hexámetros en las que expone sus observaciones sobre La
sociedad, la literatura y la filosofía con su lógica del "punto medio", a favor de
doctrinas como el epicureísmo, pero siempre abogando por la moderación, incluso
en lo referente a la virtud. Para entonces su reputación era tal que, a la muerte de
su amigo Virgilio el año 19 a. C., le sucedió como poeta laureado.
Dos años después volvió a escribir poesía lírica cuando Augusto le encargó el himno
Carmen saeculare para los juegos seculares de Roma.
Las fechas de sus últimas obras, Las Epístolas, Libro II; las Odas, Libro IV; y la
Epístola a los Pisones, más conocida como Ars poetica, son inciertas. Las dos cartas
que aparecen en el Libro II son discusiones literarias. Ars poetica, su obra más
larga, ensalza a los maestros griegos, explica la dificultad y seriedad del arte de la
poesía y proporciona consejos técnicos a los poetas aspirantes. Horacio murió en
Roma el 28 de noviembre del año 8 a. C.
EPÍSTOLA A LOS PISONES
Las mismas epístolas literarias del segundo libro se ligan en parte a la defensa de la
propia poesía que había en las Sátiras. Pero si la materia es semejante, es más
íntimo, más profundo, más maduro el espíritu y el estilo. Ahora Horacio domina
como señor de la experiencia a la vida moral y al arte; no sólo el estilo discursivo,
lleno de gracia y finura, sino también la sabiduría urbana de agudo moralista. Habla
con más seguridad del arte, con menor acritud hacia los poetas del pasado.
En la Epístola a los Pisones, que es su arte poética, determina sus conceptos, que
son los del clasicismo más acendrado y más fino. La epístola es un don de sabiduría
madura de un hombre que estudió mucho a sí mismo y a los demás y ha meditado
mucho sobre su arte.
En la epístola a los Pisones, Horacio renueva y enriquece la visión sobre la creación
artística que en el siglo V a. C. Aristóteles dejará precisado en su Poética.
El tono sufre una variación; pues, mientras Aristóteles realiza un registro- al que
agrega comentarios y opiniones - de sus observaciones y de lo que grandes poetas
habían mostrado, Horacio se presenta como un artista con conocimiento y
experiencia suficiente que le confieren autoridad para aconsejar, criticar, elogiar y
rechazar.
El texto cuenta con treinta apartados conectados por el tema común al que se
refiere y por los vocativos utilizados, propios del soporte textual elegido, con los
que Horacio recaptura permanentemente la atención y amengua la distancia
enunciativa:
"... Nobles, Pisones..." "¡Oh ilustre Pisón y vosotros, hijos dignos de tal padre..."
"Caro, Pisón ..."
Estos destinatarios reales son el puente y la excusa para exponer su concepción
artística.
Valiéndose de comparaciones ("Así como los árboles son un gran la hoja al morir el
año ...así también perecen con el tiempo las palabras antiguas..." VII), anécdotas
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("Un estatuario de cerca del Circo de Emilio …" IV), metáforas ("El atleta que
anhela llegar primero a la meta... mucho tiempo se ejercitó de niño..."XXIX), citas
de autoridad (“Homero nos enseñó ..."VIII) concreta su intención didáctica. Sus
enseñanzas, sus premisas surgen en forma de exclamaciones o frases aforísticas,
como:
Si no hay arte, el miedo de un defecto nos hace caer en otro peor. III
Nosotros y nuestras obras somos deudores a la muerte. VII
Recread instruyendo. XXVII
CONTENIDO DE LA EPÍSTOLA
En primer lugar aconseja la unidad de conjunto en toda obra. El artista debe
entender el conjunto y no sólo las partes. Si bien, hay libertad para escribir "no ha
de ser para poner en uno lo fiero con lo manso".
El artista debe guiarse por dos criterios: oportunidad y selección; escoger un
asunto proporcionado a sus fuerzas y mejor, "empezar sin énfasis, modestamente";
pues, caen en ridículo los que anuncian cosas graves y acaban con "frioleras". Un
asunto conocido puede volver a tratarse, pero no como"servil copista".
En cuanto al lenguaje, se permite el uso de voces y expresiones nuevas para ideas
nuevas, como las voces derivadas del griego y latinizadas sin violencia. Considera
lícito introducir "palabras selladas con el cuño del tiempo presente", pero"siempre
proceder con tiento". Por otra parte, el lenguaje debe ser adecuado al estado de
ánimo y a la condición de quien habla. Como dice Aristóteles, "se ha de considerar
quién las dice" (a las palabras). Por ello, el cuidado que se ha de tener y,
fundamentalmente, porque "la naturaleza valiéndose del lenguaje expresan los
movimientos del alma”.
Otro aspecto examinado es el verso. Aristóteles ya había expresado: "la naturaleza
dictó el metro propio apto para las pláticas: el yambo"; Horacio, en coincidencia,
dice que el yambo (una sílaba breve seguida de una larga) se acomoda más al
diálogo y a la acción. Cree, además que cada verso tiene su carácter; por esto,
conviene guardar el estilo adecuado, es decir, no emplear versos trágicos en un
asunto cómico y viceversa. El dístico (pies desiguales) ha sido más utilizado en la
epopeya.
En cuanto a los caracteres de los personajes, exhorta a seguir la tradición. Aquellos
personajes conocidos se deben mantener con el carácter que históricamente han
tenido y desde el principio al final de la obra. Como ejemplo, vale citar: Aquiles se
presentará impetuoso, iracundo, infatigable. Es importante observar los rasgos
propios y las costumbres de cada edad, a fin de no desatinar al dar el papel de
viejo al joven, o lo inverso. "Fijaos bien en los modelos vivos de la sociedad, en las
diversas costumbres...". Una obra fue que adolecer de falta de estilo; pero, si pinta
bien las costumbres y con naturalidad, gustará al público.
Conmina a considerar también al público, observar también el auditorio de una
tragedia y no sacar a escena "cuadros que no son para ser vistos" por su crueldad o
violencia, pues sólo producirán incredulidad o asco. Esos episodios se pueden dar a
conocer"por medio de una narración patética".
Define claramente que el drama tendrá exactamente cinco actos, que no se
introducirá dios alguno de manera trivial o frívola y que sobre el escenario sólo
habrá cuatro interlocutores. Aristóteles, mencionando a Sófocles, hablaba de tres.
Horacio aclara que podrá haber en escena veinte actores, pero sólo hablarán tres y
un cuarto lo hará en aparte.
Dedica varias palabras a la función del coro. Este es un actor, su función es recitar
versos en los entreactos y amenizar con el canto y la música de flauta.
El clasicismo de Horacio está abiertamente expresado en el apartado XXIII:
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"Estudiad los modelos griegos; leedlos noche y día". Promueve una observación de
los modelos griegos y, a la vez, una autocorrección limando, los poetas, sus obras.
Recomienda que el poeta debe someter juicio de algunos conocidos, pero no de
adulones, aquello que escriba, y luego guárdalo nueve años, antes de volver sobre
lo escrito. "Condenad todo poema que no ha sido depurado por muchos días de
corrección..." La Poesía es uno de los géneros que no admite mediocridad.
Una de sus premisas sobre el arte de escribir sentencia: "El principio y la fuente
para escribir bien es tener juicio". Horacio invoca como fuente de juicio el estudio
de los filósofos, en lo que hace al fondo de las cosas, y la observación los modelos
vivos de la sociedad. Como Aristóteles, insiste en la necesidad de mostrar cosas
verosímiles y tratar temas que sean útiles y agradables al público. "Recread
instruyendo" "Saber mezclar lo útil con lo agradable". "La sabiduría dictó en verso
sus primeras enseñanzas" con esta frase comienza su reflexión sobre el valor de la
poesía.
Tras mencionar a Anfión, Homero, Tirteo, determina como condiciones del poeta, el
temperamento y el arte, es decir, se exigen mutuamente genio y estudio y cultivo.
Finalmente, al hablar de los poetas, les confiere un conocimiento especial y el
privilegio de disponer de la propia vida al aceptar y indicar explícitamente que debe
permitírsele a ellos "quitarse la vida cuando les venga en gana".
Si bien Horacio explicita su concepción poética en la Epístola a los Pisones , en esa
misma carta manifiesta que su obra es el ejemplo más claro de lo que debe ser la
poesía.
Sin escribir cosa alguna, enseñaré cómo se escribe; diré la misión y las reglas del
poeta, el manantial donde ha de beber, lo que el buen gusto permite y lo que no,
los atrevimientos del genio y los escollos de la ignorancia.
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