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DESARROLLO
En este pequeño fragmento comentaremos el prólogo del Evangelio según san Juan. Sin embargo,
no nos dedicaremos a observar su contenido teológico y espiritual, con mucha riqueza para la
enseñanza cristiana, siendo llamado por san Clemente de Alejandría el Evangelio Espiritual, sino
que observaremos su interesante contenido filosófico y los ciertos matices que tiene por parte del
pensamiento griego y el porqué de este hecho.
Antes, pues, es necesario recordar ciertas nociones del texto, así como que fue escrito y terminado a
finales del siglo I d. C. (aproximadamente en el año 50), lo que significa que fue elaborado muchos
años después de la vida de Jesús de Nazaret, y ya teniendo una mentalidad madura respecto al
cristianismo, por lo que este Evangelio no presenta esencialmente un hecho histórico, sino más bien
una doctrina religiosa, que es la cristiana. A diferencia de los demás evangelios, siendo éstos
publicados muchos tiempo antes y ya conocidos por las comunidades cristianas, éste no estaba
dirigido a una comunidad en concreto, ya que, como lo mencionamos antes, estaba hecho
principalmente para una observación más doctrinal y, digámoslo así, racional. En cambio el
Evangelio según san Mateo, Marcos y Lucas fueron hechos con la intención de presentar a la
persona de Jesús de Nazaret a las comunidades cristianas, a los gentiles y a los judíos. En cuanto al
autor, sabemos que el Evangelio es atribuido al apóstol san Juan, pero existen desde sus inicios
dilemas y problemáticas respecto a la veracidad del autor. Unos dicen que es el apóstol san Juan;
otros dicen que es un Juan, pero no el apóstol, sino un presbítero de las comunidades cristianas;
otros dicen que no es ningún Juan sino un autor desconocido. Estos son temas que ahora no nos
corresponden pero vale la pena tenerlos en cuenta.
En cuanto al texto, el prólogo entero contiene un personaje principal, que es «la Palabra». «La
Palabra» podemos entenderla en muchos sentidos, según el contexto en el que nos situemos y el
objeto de estudio que tengamos por interés. Pero ahora principalmente nos interesan sólo dos
sentidos: 1) «la Palabra» como Jesús de Nazaret, es decir, como la Palabra de Dios hecha carne,
asumiendo la naturaleza humana para la redención del mundo a consecuencia del pecado; 2) «la
Palabra» como el «logos», es decir, como la Razón en el pensamiento griego, o sea, la que ordena y
rige el cosmos y la naturaleza. Éste último es el sentido que nos interesa. Vemos que en el sentido
filosófico griego se hace referencia a la palabra «logos», por lo que parece que es necesario hacer
también un análisis etimológico y filológico, pero, debido a la finalidad de este pequeño trabajo -
además que aquí no urge hacer tal análisis-, nos limitaremos simplemente a explicar el sentido
griego filosófico como tal. Además, como nuestro interés es el contenido filosófico del texto, nos
enfocaremos en los primeros versículos del prólogo.
El prólogo todavía tiene otros nueve versículos restantes, pero estos son más de tipo teológico,
tratando temas cristológicos, trinitarios, entre otros, temas que ahora no son de nuestro interés.
Pero, ¿por qué, en esta parte del evangelio, se hacen referencias filosóficas a Jesús de Nazaret,
elaborando un paradigma entre Jesús, el Verbo y la Luz?, en suma ¿por qué el evangelista acude a
este tipo de lenguaje? En sus principios, cuando el cristianismo estaba en sus primeras etapas e iba
surgiendo la evangelización en los territorios circundantes al pueblo israelita, toda la doctrina
cristiana estaba comprendida sobre el pensamiento judío, es decir, todas sus nociones sociales,
políticas, religiosas, antropológicas y teológicas. Por lo que, al momento de tener contacto con otras
culturas, como la griega, había ciertas contradicciones o incomprensiones. Es por eso que el
cristianismo, para la evangelización, tuvo que «inculturizarse», o sea, adaptar su lenguaje al
lenguaje griego y a su pensamiento.