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Jesús está en la ladera de una montaña.

Seguramente está muy cansado


después de haber pasado toda la noche orando, y de haber elegido a sus doce
apóstoles, aun así tiene el deseo de ayudar a la gente.
Muchas personas han venido a verlo desde muy lejos y esperan en un lugar
llano, Lucas 6:17 dice que “Están ansiosas por oírlo y para ser curados de sus
enfermedades”, incluso ayuda a los que están bajo el control de Satanás.
Se acerca a la muchedumbre, sana a los enfermos y cuando ya no queda
ninguna persona con dolencias comienza a enseñarles, lo que conocemos como el
sermón del monte.

Empieza su discurso hablando de las personas que son realmente felices. En


Mateo 5:3 dijo que son los que reconocen sus necesidades espirituales, pues sienten la
alegría de sentirse satisfecho y realizado en la vida.
Muchos creen que el dinero y las diversiones son la clave de la felicidad. Pero
Jesús les dijo “Hay de ustedes porque se lamentarán”. Porque quienes disfrutan de
estas cosas y las valoran demasiado suelen descuidar su servicio a Dios. Y el resultado
es que dejan de ser felices.
Continua su discurso diciendo que, al ayudar a alguien necesitado, es mejor que
nadie nos vea. También en Mateo 6:5 deja claro que desaprueba que se hagan
oraciones en público con el fin de impresionar a los demás o recibir elogios, y es
entonces cuando da la oración modelo que conocemos actualmente. También recalca
la importancia de ser insistentes, y dice: “si ustedes, aunque son malos, saben darles
buenos regalos a sus hijos, ¡con mucha más razón su Padre que está en los cielos les
dará cosas buenas a quienes se las piden!” (Mateo 7:7-11).
A continuación, habla sobre las posesiones materiales que no son permanentes
y no nos hacen más valiosos a los ojos de Jehová, lo que es más, las cosas materiales
nos impedirán servir a Dios, por eso dice: “No pueden ser esclavos de Dios y de las
riquezas”. En Mateo 6:20 aconseja poner en primer lugar el servicio de Dios, así nadie
podrá impedir que contemos con la aprobación de Jehová y que, por tanto,
obtengamos la vida eterna.
Sin duda, estas palabras de Jesús son muy ciertas: “Donde esté tu tesoro, ahí también
estará tu corazón”
Jesús les asegura que, si le dan prioridad al servicio a Dios, no tendrán que
preocuparse demasiado por las cosas materiales, y pone como ejemplo las aves, les
dice: “No siembran ni cosechan ni almacenan en graneros, pero su Padre celestial las
alimenta”.
Por eso les dice lo que leemos en Mateo 6:31-33, aconseja no inquietarnos por
las cosas indispensables de la vida como comer, beber y vestir, dice: “Su Padre
celestial sabe que ustedes necesitan todas estas cosas. Por lo tanto, sigan buscando
primero el Reino y la justicia de Dios, y entonces recibirán también todas esas cosas”.
Entonces establece una norma de conducta que ha llegado a ser muy famosa y
que deberíamos obedecer al tratar con otras personas: “Hagan por los demás todo lo
que les gustaría que hicieran por ustedes”.
Les advierte a sus discípulos que algunas personas tratarán de apartarlos del
camino que lleva a la vida, les dice: “Cuidado con los profetas falsos, que se les acercan
disfrazados de oveja pero por dentro son lobos voraces” (Mateo 7:15).
Termina su discurso destacando que no basta con escuchar a Jesús, sino que
tenemos que esforzarnos por hacer lo que él manda.

¿Qué efecto tuvo aquel discurso en sus oyentes?


Seguramente quedan sorprendidos quienes lo han escuchado, pues nunca han
oído a nadie escuchar como él, su discurso tiene un estilo sencillo y un significado
claro, a diferencia de los lideres religiosos, Jesús cita repetidas veces de las Escrituras,
todos quedan maravillados, y no es para menos pues acaban de oír al hombre mas
sabio que ha vivido en la tierra.

¿Y actualmente, tiene este discurso un mensaje útil para la gente de hoy?


Bueno, ¿se está esforzando todavía la gente por hallar felicidad? ¿Necesitan
todavía los seres humanos principios rectos como guía para saber comportarse unos
con otros? ¿Hay hoy día personas que deseen saber lo que Dios requiere en el sentido
de adoración aceptable? Sí, de hecho, la mayoría de las personas conocen y hasta
repiten parte de este discurso, como la oración modelo o “el padre nuestro”, o una
regla de conducta que hoy se conoce como “la regla de oro”: “Todas las cosas que
quieren que los hombres les hagan, también ustedes tienen que hacérselas a ellos.”
Aprovechemos pues este discurso para ser mejores personas hoy, y acercarnos
al futuro maravilloso que Jehová nos promete.

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