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Corpus Paulino – 35- (lunes 5 de octubre de 2020).

1ª hora

4to curso de Teología

1 TESALONICENSES

Aparentemente, la presente carta de Pablo no tiene elementos interesantes


que decirnos hoy. Sus exhortaciones son demasiado generales para ser
útiles, y su teología se centra en un problema (la parusía) que para la
mayoría de nosotros no es acuciante.

La carta ha sido aceptada como auténticamente paulina desde el principio.


Figura en nuestra lista más antigua de libros canónicos, el canon de
Muratori, de finales del siglo II, pero nunca ha sido muy popular en la
predicación de la Iglesia.

No existe ninguna referencia segura a 1 Tesalonicenses en los Padres


apostólicos ni en los apologistas, pero la encontramos ampliamente citada
en Ireneo (ca. 202) y Clemente de Alejandría (ca. 211).

Sabemos por Jerónimo que Orígenes (254) escribió un comentario en tres


volúmenes a la carta, pero no ha llegado hasta nosotros. El comentario
más antiguo que poseemos es el de Juan Crisóstomo (407), impartido en
una serie de homilías que predicó en Constantinopla.

Con todo, la carta es importante, porque es la primera de las cartas de


Pablo y posiblemente el escrito cristiano más primitivo que conservamos.
Ilumina las primeras fases de la teología y la praxis misionera de Pablo, y
nos permite vislumbrar algo de la vida de una comunidad cristiana muy
temprana, que lucha (como nosotros hoy) por llevar a la práctica su fe, en
la atmósfera hostil de una cultura “pagana”.

Esta es la razón por la que la carta es objeto de un interés cada vez mayor
por parte de los investigadores actuales.

La autenticidad de la carta (su autoría paulina) nunca se ha puesto en


duda, y su integridad es comúnmente aceptada. Los intentos de demostrar
que la carta es una compilación de dos cartas originalmente separadas, o
que partes de ella (5,1-11) y concretamente 2,13-16) son adiciones tardías,
no han resultado convincentes.
La carta tiene sentido en su estado actual; y no hay razones serias para
dudar de su unidad ni de su integridad.

1. Motivo, lugar y época de la obra


Las circunstancias en las que fue escrita la carta son bastante claras,
especialmente si las indicaciones de la carta misma se complementan con
los datos de Hechos de los Apóstoles.

Hechos se debe usar con prudencia, porque lo que nos dice sobre el
ministerio de Pablo en Tesalónica (Hch 17,1-10) no pretende ser un
informe completo e históricamente exacto de lo que Pablo hizo. Es una
reconstrucción realizada por el autor de Hechos a partir de tradiciones de
las que disponía, reconstrucción en la que sigue un esquema
estereotipado.

Como en los demás lugares, Pablo predica en una sinagoga (Hch 17,2).
Consigue convertir a pocos judíos, pero a muchos gentiles bien dispuestos
hacia el judaísmo, la mayoría de ellos procedentes de las clases
acomodadas (Hch 17,4).

Su éxito provoca la ira de los judíos, que promueven un disturbio y lo


expulsan de la ciudad bajo la acusación no probada de subversión política
(Hch 17,5-10).

Esta imagen lucana estereotipada del ministerio de Pablo en Tesalónica no


concuerda en absoluto con lo que Pablo nos dice en su propia carta. Ésta
obviamente ha sido escrita para una comunidad compuesta
predominantemente, aunque no de forma exclusiva, por gentiles
convertidos (1,9), que por lo general son artesanos o jornaleros que ganan
su sustento trabajando con sus manos (4,11).

Han sido convertidos, no mediante la predicación en la sinagoga (de la


cual la carta no dice nada), sino a través de la proclamación del evangelio
por parte de Pablo, realizada mientras éste trabajaba en su oficio (2,9).

Su conversión supone una estancia mucho más larga que las tres o cuatro
semanas (tres semanas) que contabilizaba Hechos (17,2), pues la dinámica
comunidad a la que Pablo escribe, que ante la persecución ha permanecido
tan firme (3,1-6) que su constancia se ha convertido en estímulo para los
cristianos de toda Grecia (1,7), difícilmente habría podido formarse en tan
breve tiempo.

Pablo, junto con Silvano (llamado Silas en Hechos), y presumiblemente


también Timoteo (mencionado más tarde en Hch 17,14), visitan
Tesalónica, ciudad importante situada en la vía Egnatia, la principal
arteria de dirección oeste-este del Imperio romano, durante su llamado
segundo viaje misionero. Llegan a Tesalónica desde Filipos, donde han
sido maltratados y expulsados por perturbar la paz (1 Tes 2,2; Hch
16,11—17,1).

La misión de Pablo en Tesalónica, que presumiblemente se prolongó


varios meses, queda interrumpida por la fuerza. Se ve obligado a
abandonar su recién fundada comunidad (1 Tes 2,17; Hch 17,10), y se va
a Atenas (Hch 17,15).

Frustrado varias veces en su deseo de visitar de nuevo a sus conversos


tesalonicenses (2,18), Pablo envía a Timoteo, que se ha unido a él en
Atenas (aunque en Hch 17,15-16 no se afirma explícitamente, parece que
se presupone), para animarlos y sostenerlos en la persecución que están
sufriendo (3,1-2).

Timoteo regresa con noticias de la comunidad para Pablo, quien entre


tanto se ha marchado a Corinto (Hch 18,5). Su informe es la ocasión para
que Pablo escriba esta carta, que envía con Timoteo a Tesalónica, para
que se lea en voz alta a la comunidad cristiana de allí (5,27).

Puesto que la estancia de Pablo en Corinto se puede datar de forma muy


precisa gracias a la referencia de Hch 18,12 a Galión, quién, según una
inscripción encontrada en Delfos, fue procónsul de Acaya en el 51/52 ó
52/53 d.C., 1 Tesalonicenses se escribió probablemente en Corinto en
torno al año 50 d.C., unos meses después de la fundación de la comunidad

2. La forma y la función de la carta


El lector que examina 1 Tes queda impresionado por su cálido tono
personal y comunicativo. La carta abunda en pronombres personales de
primera y segunda persona (“nosotros”, “vosotros”; “nuestro”, “vuestro”),
en formas de interpelación directa (“hermanos” aparece diez veces en la
carta), en observaciones parenéticas que invitan a la participación de los
lectores/oyentes (“sabéis”, “recordáis”, “sois testigos”), en repetidas
confirmaciones de que de hecho están haciendo lo que Pablo les dice (4,1;
4,10; 5,11), en declaraciones explícitas de afecto (1,8; 2,19-20; 3,12) y en
expresiones de gratitud por la relevante vida cristiana de la comunidad
recién fundada (1,2-10; 2,13-16; 3,9-10).

Sin embargo, la carta es más que un acto de comunicación amistosa.


Pablo recuerda a sus lectores lo que él ha sido para ellos, y a través de su
carta intenta re-crear esta provechosa relación pastoral. Su objetivo
primordial es animar a este grupo de nuevos cristianos, que están llevando
a la práctica su fe en el ambiente hostil de una gran ciudad helenista y que
a causa de ello sufren persecución de parte de sus conciudadanos (1,6;
3,3-4); estos cristianos nuevos experimentan, además, tensiones dentro de
la comunidad, posiblemente debidas a flaquezas morales (4,3-8), y
ciertamente debidas a ideas equivocadas acerca de la futura venida del
Señor (4,13—5,11).

Para ayudar a esta comunidad, Pablo ofrece aliento, instrucción y consejo


usando la conocida forma de la carta griega, y probablemente también los
recursos de la retórica griega tradicional.

Pero lo hace de una manera sumamente creativa. La novedad de la


experiencia cristiana rompe con las formas tradicionales y crea un
lenguaje nuevo. 1 Tes da testimonio de la aparición de una nueva forma
literaria, la carta “apostólica”, que, junto con el “evangelio” (también
creación nueva), se convertirá en una de las formas dominantes de la
literatura neotestamentaria.

Puesto que Pablo está escribiendo una carta, obviamente debe seguir la
forma de una carta griega en su esquema general. Como todas las cartas
de este tipo, 1 Tes tiene un encabezamiento (1,1), un cuerpo (1,2—5,24) y
una conclusión (5,25-28).

Pero, aparte de esto, su carta no está estructurada según las reglas de un


género epistolar o retórico, sino de acuerdo con los intereses pastorales de
Pablo. Dichos intereses son de dos tipos. Pablo quiere (1) animar a los
miembros de la comunidad estableciendo de nuevo lazos de afecto con
ellos e (2) instruirles con respecto a algunos problemas concretos de los
que le han llegado noticias.

Su carta, por tanto, se divide en dos partes, correspondientes a estos dos


intereses. Una primera parte (1,2—3,13), dominada por el tema del
recuerdo agradecido de su trato con los tesalonicenses, responde al
primero de dichos intereses.

Una segunda parte (4,1—5,24), que contiene exhortaciones e


instrucciones, responde al segundo. Cada una de estas partes se subdivide
a su vez en secciones claramente definidas según el esquema que
presentamos a continuación:

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