La gente desconfía tanto que ya se está preguntando cuál será el siguiente escándalo de corrupción 02·11·14 | 00:00
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Estalló la Cuarta Guerra Púnica. En la Primera, Roma se hizo con el
dominio naval del Mediterráneo. En la Segunda, tras la batalla de Zama, aplastó a Cartago. En la Tercera, lo destruyó totalmente hasta el punto de no dejar piedra sobre piedra de la ciudad ubicada donde hoy se halla Túnez. ¿Y la Cuarta? Estamos en ello. Se ha iniciado en España, donde, por cierto, también comenzó la Segunda con el asalto y destrucción de Sagunto por parte del gran Aníbal. -Y ¿por qué aquí, don Oudario?
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-Vaya usted a saber, don Protoloncio; se ve que somos el país más
cercano a aquella época, o sea donde cuenta más el ordeno y mando que la ley.
-Será eso.
El caso es que los líos de la Púnica han inundado calles, plazas,
mercados y azoteas y han soliviantado aún más al personal, todavía no repuesto de escándalos y latrocinios anteriores. Con los nuevos datos y el alud de noticias púnicas ya casi se nos han olvidado los tejemanejes de las tarjetas negras, las herencias de Pujol y los cursos de trinqueinformación de Andalucía, entre otras obras pías. Y eso sin mirar más atrás. Gürtel se nos antoja de la Edad del Bronce, los ERE sevillanos son coetáneos de Indíbil y Mandonio y al ugetista Fernández Villa lo situamos en uno de esos monasterios medievales tan bien retratados en "El nombre de la rosa". Todo corre tan deprisa que el ayer parece del Pleistoceno. No da tiempo a asimilar nada. Quizás sea por eso por lo que los interfectos no devuelven lo arramplado. Cuando, obligados, van a hacerlo se les echan encima otros delincuentes y los atropellan. -Así no hay quién haga vida de nada; estás contando chorizos y nunca llegas al final; el montón no deja de crecer. -¿Y cuándo parará la noria?
Esa es la clave y ese el come-come que tiene en ascuas al personal.
Todo quisqui se cree que va a salir más porquería, que hay más gente pringada, que hemos vivido sobre mentiras, cuentos, falsedades, egoísmos y una pérdida de valores sangrante y peligrosísima. ¿En quién pueden confiar los ciudadanos?, ¿dónde asirse cuando los vientos de la crisis amenazan con no dejar títere con cabeza? Cierto que no todos los políticos son iguales, que los hay honrados, pero ¿cómo separar el trigo de la cizaña cuando tantos y tantos van fallando? Acabamos de enterarnos de que José María Aznar, el austero, el íntegro, el de los grandes valores eternos, se iba a llevar seis millones de euros en comisiones por mediar en negocios de una empresa española con Gadhafi, mentor, protector y financiador de masacres de terrorismo internacional con centenares de inocentes muertos. La guerra de Libia frenó la operación, pero aún así el todavía presidente de honor del PP se llevó cien mil euros de adelanto. ¿No era ese Aznar el mismo Aznar azote de terroristas, predicador de la mano dura? ¿Y Francisco Granados, mano derecha de Esperanza Aguirre?, ¿cómo encajar sus declaraciones de pureza, limpieza y demás con la red que había montado para llevárselo crudo?, ¿qué estarán pensando hoy los que creyeron el él?, ¿qué dirán en su fuero interno los leoneses que apoyaron a Marcos Martínez, sus vecinos de Cuadros, que llevan años y años respaldándole como alcalde?, ¿nadie se enteró de nada?, ¿nadie sospechó?, ¿tantos estaban pringados, aunque solo fuera por omisión?, ¿tan miedosos nos hemos vuelto?, ¿tan incívicos, tan insolidarios? Asco, vergüenza, cabreo, indignación? A liebre ida, palos en la cama. Palabras, golpes de pecho, promesas y supuestos propósitos de la enmienda. ¿Por qué el PP rechaza un pleno sobre la corrupción si lo mejor para poder poner remedio a algo es, al menos, reconocerlo y exponerlo?, ¿qué hay que ocultar?, ¿por qué no se actúa con mayor rapidez, con mayor contundencia? Tantas preguntas; tan pocas respuestas. Y, al tiempo, se va agotando la paciencia de la gente, sobre todo de la que lo está pasando mal. No le alcanza para llegar a fin de mes y, mientras tanto, ve cómo los que le pedían austeridad se llenan los bolsillos y se agarran a todos los trucos, legales o no, para irse de rositas.
Veremos cómo acaba esta Cuarta Guerra Púnica, quién hace de
Aníbal y quién de Escipión el Africano. Vistos los antecedentes, los ciudadanos somos pesimistas, pero, a la vez, alimentamos esperanzas. Han llegado tan lejos que han saltado todas las alarmas y están obligando a reaccionar hasta a los cobardes y pasotas. Veremos cuál es la siguiente y cómo la encajamos. De momento, repasen las Guerras Púnicas y a ver qué consecuencias sacan.