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Llegada a Santa Marta

La llegada de Simón Bolívar a Santa Marta obedece a un desvío no programado en su itinerario de viaje en el cual debió
llegar a Cartagena de Indias, pero debido a un agravamiento de su estado de salud su séquito se vio obligado a realizar una
pausa en Santa Marta para no empeorar el ya delicado estado de Bolívar.

A su llegada en horas de la noche el general fue recibido de manera cordial por la población local, actitud que generó grata
impresión en su séquito, dado que había rumores de que los lugareños tenían aversión a Bolívar. Allí, luego de ser
presentados por el general colombiano Mariano Montilla, Bolívar tuvo la oportunidad de conocer a quien sería su médico
de cabecera, el cirujano de guerra colombiano nacido en Normandía, Francia, Alejandro Próspero Révérend. Luego de
mantener una conversación en francés con el galeno, Bolívar le transmitió las buenas referencias que tenía de él, y que pese
a ser bastante reticente a la medicina confiaba en que sería su nuevo médico, quien era trece años menor, el encargado de
propiciar una pronta mejoría mediante el uso de todo el conocimiento y tratamientos médicos disponibles en la zona y la
época.

En primera instancia el pronóstico médico realizado por el doctor no fue nada alentador, dado que tras interrogar al
general sobre su padecimiento éste le puso al tanto sobre el poco cuidado y desinterés que había tenido respecto al
tratamiento de su enfermedad, por lo que tras reunirse con el doctor Mac Night, cirujano del barco de guerra
norteamericano Grampus, el cual escoltó al general en la última parte de su viaje por el río Magdalena, con el fin de obtener
una segunda opinión médica, se llegó a un común acuerdo sobre qué tratamiento seguir respecto a la enfermedad
diagnosticada a Bolívar.

En un inicio el general fue hospedado en la Casa de Aduanas, antigua sede del consulado español ubicada en el centro de
la ciudad, pero a instancias de su médico de cabecera y de un antiguo amigo, fiel a la causa independentista, el español
nacido en Cádiz, Andalucía, Joaquín de Mier, el general necesitaba un traslado a un sitio más tranquilo, por lo que este
último cedió su hacienda ubicada en San Pedro Alejandrino a las afueras de la ciudad, a la vez que puso a su disposición
todas sus instalaciones y servidumbre.

La llegada a la Quinta de San Pedro Alejandrino se realizó el 6 de diciembre, en una berlina tirada a caballo en un viaje que
tardó más de lo habitual ya que el estado de salud del General no permitía viajes con mucho movimiento.

Últimos días

Una vez instalado en la Quinta de San Pedro, Bolívar se encontró plenamente en manos de su médico de cabecera, quien
realizó un minucioso registro diario de la evolución de la salud de Bolívar en una serie de boletines médicos los cuales luego
fueron publicados en su libro La última enfermedad, los últimos momentos y los funerales de Simón Bolívar, Bolívar de
Colombia y del Perú, publicado en París en 1866, treinta y seis años después de los acontecimientos por petición personal
de un pariente de Joaquín de Mier al ya octogenario galeno .

Los primeros días de estancia en la hacienda se vieron marcados por el optimismo que mostraba Bolívar respecto a su salud
y futuros planes que llevaría a cabo, como lo era la obsesión con trasladarse a las cercanías de la Sierra Nevada de Santa
Marta, para lo cual había dado instrucciones al general colombiano nacido en Navarra, España, José Sardá, de construir una
cabaña en Masinga, Magdalena,3 o la organización de un viaje junto a su médico con el fin de explorar Francia,4 pero este
optimismo se veía considerablemente disminuido en cuanto algún quebranto propio de su enfermedad hacía efecto en él.

Con el transcurso de los días y ante un pronóstico médico poco favorable, los miembros de su séquito instaron a Alejandro
Próspero Révérend de informar al general de la gravedad de su estado de salud con el fin de que fuese preparando todos
los asuntos legales de relevancia e instrucciones de cómo proceder en caso de su muerte, por lo que, luego de un fallido
intento debido a que Bolívar entró en cólera al momento de insinuarle la realización de estos procedimientos, y
posteriormente terminar siendo convencido por su médico, el 10 de diciembre en horas de la noche, estando presentes los
generales colombianos Mariano Montilla, José María Carreño y José Laurencio Silva, el dueño de la casa, varios amigos de
Bolívar y el notario Catalino Noguera, tuvo lugar uno de los hechos más simbólicos de estos acontecimientos: la redacción
de su testamento y posteriormente de la última proclama dirigida a los Colombianos, donde Simón Bolívar da una visión
personal del estado político de Colombia, de su tristeza, de sus medidas para apaciguar las rebeliones y de la esperanza que
tiene en la continuidad de la confederación.

"Colombianos: Habéis presenciado mis esfuerzos para plantear la libertad donde reinaba antes la tiranía. He trabajado
con desinterés, abandonando mi fortuna y aun mi tranquilidad. Me separé del mando cuando me persuadí que
desconfiabais de mi desprendimiento. Mis enemigos abusaron de vuestra credulidad y hollaron lo que me es más
sagrado, mi reputación y mi amor a la libertad. He sido víctima de mis perseguidores, que me han conducido a las puertas
del sepulcro. Yo los perdono.

Al desaparecer de en medio de vosotros, mi cariño me dice que debo hacer la manifestación de mis últimos deseos. No
aspiro a otra gloria que a la consolidación de Colombia. Todos debéis trabajar por el bien inestimable de la Unión: los
pueblos obedeciendo al actual gobierno para libertarse de la anarquía; los ministros del santuario dirigiendo sus
oraciones al cielo; y los militares empleando su espada en defender las garantías sociales.

¡Colombianos! Mis últimos votos son por la felicidad de la patria. Si mi muerte contribuye para que cesen los partidos y
se consolide la Unión, yo bajaré tranquilo al sepulcro."

Simón Bolívar

La última semana de Bolívar se caracterizó por un constante ir y venir entre un pronóstico relativamente favorable y el
menos favorable, dónde se realizaban desde salidas al aire libre por la Quinta de San Pedro para permitirle respirar aire
fresco e interactuar con la naturaleza, teniendo al paciente en total lucidez y con una buena capacidad de sus facultades,
hasta noches eternas en las que los diferentes síntomas de lo que su médico consideraba un catarro pulmonar crónico,
desencadenante de una tisis tuberculosa, no dejaban dormir a Bolívar, lo cual sumado a la final reticencia del general para
aceptar los diversos medicamentos y tratamientos propuestos por su médico, terminarían resquebrajando aún más su
delicado estado de salud.

El 16 de diciembre se vio marcado por la máxima y más grave manifestación de los síntomas de la enfermedad padecida
por Bolívar, los cuales empezaron a presentarse a finales de la mañana teniendo su momento más álgido en horas de la
noche, estos eventos generaron una extrema preocupación en su médico, la cual expresa en los últimos dos boletines
expedidos este día:

BOLETÍN NÚMERO 30:

S. E. va siempre declinando, y si vuelven las fuerzas vitales a sobresalir alguna vez, es para decaerse un rato después;
finalmente, es la lucha extrema de la vida con la muerte. El vejigatorio de la nuca ha purgado bastante, pero los que se
pusieron anoche en las pantorrillas han hecho muy poco efecto. Los orines se han suprimido. Siguen siempre las frotaciones
espirituosas en los extremos, las bebidas antiespasmódicas, unturas emolientes, y lavativas. Sagún cada dos horas.
Diciembre 16, a la una de la tarde.

BOLETÍN NÚMERO 31:

Todos los síntomas de la enfermedad de S. E. han vuelto a exasperarse; además se le ha notado otro síntoma malo, y es que
ha echado orines ensangrentados. La respiración es más trabajosa, y apenas han purgado los vejigatorios, principalmente
los de las pantorrillas. Frotaciones espirituosas en los extremos, antiespasmódicos al interior, etc. Sagú por alimento.
Diciembre 16, a las nueve de la noche.

A. P. Révérend
Fallecimiento

La descripción precisa del estado de salud de Bolívar se ve ricamente detallada en los boletines médicos de Alejandro
Próspero Révérend, los cuales aumentan en número desde la madrugada del 16 de diciembre y la luctuosa mañana del 17
de diciembre de 1830, en ellos refleja el progresivo debilitamiento de Bolívar llegando a la conclusión de muerte inminente
en próximas horas, a los 47 años de edad.

BOLETÍN NÚMERO 32: Todos los síntomas están llegando al último grado de intensidad; el pulso está en el mayor
decaimiento; el fácies está más hipocrático que antes; en fin, la muerte está próxima. Frotaciones estimulantes, cordiales y
sagú. Los vejigatorios han purgado muy poco. Diciembre 17, a las siete de la mañana.

A. P. Révérend

A las nueve de la mañana el doctor Alejandro Próspero Révérend fue cuestionado por el general Mariano Montilla sobre el
estado de salud de Bolívar, éste le informó del funesto pronóstico lo cual aumentó considerablemente la preocupación en el
séquito de Simón Bolívar. Tras una breve ausencia del médico debido al cumplimiento de un favor pedido por el general
Mariano Montilla de hacer una visita al obispo de Santa Marta, quien se encontraba enfermo, y siempre rodeado de la
constante angustia de no poder regresar a tiempo y asistir al general si se presentaba su muerte, el regreso del médico se
produjo antes del mediodía y tras realizar nuevamente la evaluación del progreso del general, quien ya no hablaba sino de
manera confusa, sólo sirvió de confirmación al peor pronóstico.

Tras el paso de una mañana marcada por el constante desvanecimiento de los signos vitales y pasado el mediodía, el
silencio del salón principal de la casa, el cual estaba ocupado por los edecanes, la cúpula militar del Ejército Patriota y los
amigos más íntimos de Bolívar, se vio interrumpido por las palabras de su médico Alejandro Próspero Révérend, quien los
invitó a pasar a la habitación contigua si querían presenciar los últimos momentos del héroe venezolano. Rodeado de su
séquito, y tras una larga pero calmada agonía, Simón Bolívar falleció a la una de la tarde con tres minutos y cincuenta y
cinco segundos del viernes 17 de diciembre de 1830.

Funerales

Los restos de Bolívar reposaron en la Catedral Basílica de Santa Marta antes de ser trasladados a Caracas.

Tras la muerte de Bolívar se dio inicio al protocolo médico para determinar la causa de esta mediante la realización de una
autopsia, su traslado y posterior embalsamamiento para realizar la exposición de los restos mortales en capilla ardiente al
pueblo local, y tres días después realizar la inhumación en una tumba cedida por la familia Díaz Granados en la catedral
basílica de Santa Marta.

Autopsia

A las cuatro de la tarde del mismo día, el médico de cabecera Alejandro Próspero Révérendo dio inicio a la autopsia de
Bolívar, la cual fue realizada en una de las salas conjuntas de la Quinta de San Pedro Alejandrino, y no habiendo
encontrado indicio alguno que contradijera su diagnóstico inicial, así describió el galeno la conclusión del procedimiento
en sus memorias:

"Según este examen, es fácil reconocer que la enfermedad de que ha muerto S. E. el Libertador era en su principio un
catarro pulmonar, que habiendo sido descuidado pasó al estado crónico, y consecutivamente degeneró en tisis
tuberculosa."

A. P. Révérend
Una vez terminada la autopsia se procedió inmediatamente al traslado y posterior embalsamamiento del cuerpo en el
centro de Santa Marta, éste tuvo que hacerse de manera improvisada dado que no se contaban con los elementos
suficientes para realizar esta clase de procedimiento de manera correcta, a su vez, debido a que el único boticario de la
ciudad se encontraba enfermo, el procedimiento fue realizado íntegramente por el doctor Alejandro Próspero Révérend.

Cama tipo catre de campaña usada por Simón Bolívar en su estancia en la Quinta de San Pedro Alejandrino, sería esta
misma su posterior lecho de muerte.
17 DE DICIEMBRE DE 1830: MUERTE DEL LIBERTADOR SIMÓN BOLÍVAR

Simón Bolívar llegó a Santa Marta el 01 de diciembre de 1830 en estado de postración tras una penosa travesía por el río
Magdalena desde Bogotá, y a pesar del buen clima y las atenciones recibidas, su salud empeoró a los pocos días, teniendo
algunos momentos de lucidez que le permitieron dictar su testamento y su última proclama, donde un Bolívar gravemente
enfermo clamó porque su muerte por lo menos permitiera la consolidación de la unión y la desaparición de los partidos.

Tal como señalan los partes sobre el estado de salud de Simón Bolívar, realizados de manera detallada y ampliamente
documentados por su médico, Alejandro Próspero Réverend, desde la madrugada del 16 de diciembre y durante la mañana
del 17 de diciembre de 1830, hubo un progresivo debilitamiento del Libertador a causa de tuberculosis.

Ello concluyó con el fallecimiento de Bolívar, a los 47 años de edad, a primeras horas de la tarde del citado día 17, tras una
mañana marcada por el constante desvanecimiento de los signos vitales. Pasado el mediodía, el salón principal de la quinta
San Pedro Alejandrino, ubicada en Santa Marta en la costa atlántica colombiana, estaba ocupado por los edecanes, la
cúpula militar del Ejército Patriota y los amigos más íntimos del Libertador.

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