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Independencia del Alto Perú y teoría de la leyenda negra

Autor: Juan de la Rosa

Resumen

El presente artículo pretende realizar una lectura crítica de la teoría de la leyenda


negra española, en su relación con un conjunto de fenómenos que habrían dado
lugar a la independencia del Alto Perú. El fin de esto es evaluar la pertinencia y
utilidad que tiene la teoría de la leyenda negra para la investigación historiográfica
de nuestro pasado.

Para tal cometido, se exponen algunos de los principales postulados de la teoría


de la leyenda negra para compararlos con hechos asumidos por la historiografía
oficial.

Palabras claves:

Independencia del Alto Perú, teoría de la leyenda negra, Imperio español,


historiografía.

Abstract

This article aims to make a critical reading of the theory of the Spanish black
legend, in its relationship with a set of phenomena that would have led to the
independence of Alto Peru. The purpose of this is to evaluate the relevance and
usefulness of the theory of the black legend for the historiographic investigation of
our past.

For this purpose, some of the main postulates of the theory of the black legend are
exposed to compare them with facts assumed by the official historiography.

Key words:

Independence of Alto Peru, theory of the black legend, Spanish Empire,


historiography.
1. A MANERA DE INTRODUCCIÓN: ¿QUÉ ES LA TEORÍA DE LA LEYENDA
NEGRA?

En los últimos años ha surgido, en ámbitos periodísticos y literarios, el


reforzamiento y divulgación de una teoría sobre las causas que habrían dado lugar
a un supuesto movimiento de desprestigio premeditado y malicioso de la historia
del imperio español. Según la ensayista y profesora María Elvira Roca Barea, una
de las mayores expositoras de esta perspectiva, España ha sido y es víctima de
una “mala prensa” (Straehle, 2019, pág. 113) por parte de sus enemigos o rivales,
entre los que se cuentan intelectuales historiadores de países predominantemente
protestantes. Al producto de este afán descalificador se le llama la leyenda negra;
un concepto popularizado por Julián Juderías y otros autores.

Dicho de otra manera, España sería víctima de una conspiración bien coordinada
de un conjunto de élites intelectuales, que buscan sostener su hegemonía
menoscabando, precisamente, toda lo asociado a la hispanidad. Se querría
establecer en la conciencia colectiva, una imagen de superioridad moral, social,
tecnológica e incluso racial (Roca Barea, 2016, pág. 577) 1, de esos otros países
que se ajustaron “exitosamente” a las ideas de la ilustración francesa y el
liberalismo económico protestante.

En este sentido, uno de los aspectos fundamentales en el que se apoya esta


teoría, es el que busca diferenciar dos conceptos próximos pero distintos: el
imperio y el colonialismo. Esto sería esencial para redefinir lo que habría sido la
gestión administrativa y cultural de Hispanoamérica en el período que se
denomina como “colonial”. Para Roca Barea, el imperio “tiene poco que ver con el
colonialismo. Son dos movimientos de expansión completamente distintos”. Por
otro lado, aduce que “el imperio es expansión incluyente que genera construcción
y estabilidad a través del mestizaje cultural y de sangres” (Roca Barea, 2016, pág.
395). Por tanto, se asume la supuesta replicación o exportación del estilo de vida

1
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ibérico, a la inmensa variedad de ámbitos geográficos y socioculturales de
América, como muestra innegable de su actitud imperial enriquecedora. En el lado
contrario estaría la actitud asumida, por ejemplo, por los británicos que negaban
cualquier acercamiento cultural o mestizaje hacia sus colonias, siendo esta la
típica actitud imperialista.

En consecuencia, Barea cita al hispanista Philip Powell, para ilustrar lo que, según
ella, fue la intervención española en América entre los siglos XV al XIX: “El
concepto básico del Imperio español no fue lo que nosotros llamamos hoy día
colonial. Más bien puede calificársele como el de varios reinos de ultramar
oficialmente equiparados en su categoría y dependencia de la Corona con los
similares de la Madre Patria (…). En general, la Corona no intentó imponer en
América algo extraño o inferior a lo que regía en la Península” (Roca Barea, 2016,
pág. 395).

Desde esta visión, se considera que muchos de los líderes más importantes del
proceso insurreccional americano, como Francisco Miranda, Antonio Nariño, o
Simón Bolívar habrían sido adoctrinados, a tal grado de fundar ellos mismos, bajo
influjo conspiracionista británico y francés, logias masonas en contra de la
hispanidad (Del Castillo Caballero, 2014, pág. 16). Este argumento también se
podría emplear para incluir en el mismo grupo a otros personajes de la historia de
la independencia de Charcas, como nuestros héroes, caudillos y pensadores.

A partir de estos pocos enunciados que expresan en gran medida lo que la


explosiva teoría de la leyenda negra postula sobre la historia hispanoamericana,
es que propongo analizar su pertinencia como enfoque teórico para la
investigación histórica, en base a la interrogante: ¿fueron, las conspiraciones
extranjeras (anti-hispanistas), factores de incidencia tan relevantes sobre el
proceso independentista del Alto Perú, como para replantear las
perspectivas historiográficas oficiales?

Para responder con pleno rigor, hace falta un estudio extenso del panorama. Sin
embargo, como de lo que aquí se trata es de esbozar posibles respuestas, a
manera de ensayo, propongo acercarnos al tema con solo unos cuantos apuntes
históricos, todo con el fin de aclarar esas “dudas razonables” que buscan sembrar
los teóricos de la leyenda negra.

2. CAUSAS DE LA EMANCIPACIÓN ALTOPERUANA

La historiografía oficial considera que la independencia del Alto Perú o Charcas,


así como la emancipación americana en su conjunto, fueron fenómenos tan
complejos que deberían estudiarse desde distintos ámbitos. En este sentido, es
obligatorio mencionar como mínimo, los factores socioculturales, administrativo-
económicos, geopolíticos-militares y filosófico-políticos para tener un panorama
mínimamente esclarecedor de estos episodios históricos.

Si adoptamos la actitud crítica que nos propone la teoría de la leyenda negra,


todos estos factores deberían juzgarse como producto de la anti-hispanidad
extranjera e interna (imperiofobia2); enemiga de un imperio español estable e
incluyente; que consideraba y trataba a sus dependencias americanas de la
misma manera que a las avecinadas en la misma península. Para validar o
invalidar estos enunciados presentamos los siguientes acápites.

2.1. Ámbito sociocultural

El imperio hispano, inspirado en la “causa de Dios”, vivió nutrido de un


nacionalismo religioso, y es en base a esta idea central que se atribuía a sí mismo
una función civilizatoria misional en el nuevo mundo (Otero, 2011, pág. 171) De
esta manera se extiende el ideal de un paternalismo moral, personificado, por la
figura arquetípica del filántropo gobernador de Cochabamba, Francisco Viedma y
Narváez; uno de los pocos hombres de gobierno, que los cronistas coinciden en
retratar como un “alma libre de corrupción”3.

2
Término sustentado por Roca Barea, el cual apunta a un rechazo o fobia a lo imperial. Es un “racismo que
no se basa en la diferencia de color o en la religión, pero se apoya en ambas” (Roca Barea, 2016, pág.
154) y que se eleva desde los gobernados hacia los precursores del imperio; mismos que ostentan una
eminencia.
3
Para mayor referencia leer su testamento (de Viedma y Narváez, 1979)
Se podrá decir, que la gran parte de la población “civilizada” asistía y practicaba
regularmente los cultos, pero pocos individuos ponían en práctica la moral
cristiana; pues, a excepción del estoicismo de algún Quijote extraviado o de algún
personaje independiente, esta solo servía para reafirmar ideológicamente la
dominación de la colonia.

Este sistema de dominación resultó de la implantación del feudalismo sobre los


vasallos indios, con los cuales en efecto se produjo un inevitable mestizaje; que no
fue producto de una preclara intención de acercamiento cultural (como enarbolan
con orgullo los teóricos de la leyenda negra), sino del abuso sistemático y
enfermizo de los conquistadores hacia los subyugados o conquistados. A raíz de
ello,

…se determinó la formación de cuatro capas étnicas que adquirieron una


conformación preferentemente de castas, especialmente en los países
altos (como el nuestro), donde no había la posibilidad del trasplante de
negros africanos, como en las zonas tropicales costaneras del mar. Esos
cuatro estratos fueron conformando la pirámide social: españoles
europeos en la cúspide, reputados como la esencia de la “superioridad
racial, tanto para ocupar posiciones sociales de alta nobleza, como cargos
de elevada jerarquía en la administración colonial, en las milicias que eran
escasas y en el clero que era abundante; enseguida venían los criollos
americanos, que eran mestizos pero que se consideraban nacidos en el
nuevo Mundo, pero de sangre pura española por ser hijos legítimos de los
conquistadores o colonizadores, en tercer lugar estaban los mestizos o
cholos propiamente, que eran mestizos ilegítimos y que por tanto, estaban
relegados al estrato de artesanos; finalmente, los indios siervos de la
gleba o mitayos de las minas y obrajes, una especie de parias sin
derechos y solamente con obligaciones. (…) Eran el receptáculo de todos
los abusos y los desprecios de otras castas (Valencia Vega, 1973, pág.
98)

En cuanto al proceso independentista del Alto Perú, y aludiendo a estos dos


últimos grupos citados por Alipio Valencia Vega (mestizos e indios) 4, podemos
encontrar, sucesos protagonizados por personajes insignes tan impresionantes
como las Heroínas de la Coronilla de San Sebastián de Cochabamba. El Instituto
Nacional Belgraniano cuenta con un documento 5 escrito por el soldado Francisco

4
Al respecto tenemos en nuestros días documentos de primera mano como el diario del comandante José
Santos Vargas escrito en el período de 1814 a 1825, el cual constituye una fuente primaria muy valiosa para
la historiografía nacional.
5
Fechado el 4 de agosto de 1812 en Jujuy
Turpín6 a Belgrano, relatando la acción de Cochabamba acaecida el 27 de mayo
de 1820.

Turpín, señala en dicho documento que, después de haber parlamentado el


Capitán de Caballería Jacinto Terrazas con estas mujeres agazapadas en la colina
de San Sebastián, el ejército enemigo (realista) rompió el fuego, con el saldo de
muertos de 30 mujeres, 6 hombres de garrote y 3 fusileros. “La ciudad fue
totalmente saqueada y quemada todas las cementeras, provocando con ello el
terror. A duras penas algunos pudieron salvarse y huir hacia Chayanta. Los
realistas se ensañaron con niños, viejos y viejas, salvándose las mujeres de buen
parecer” (Alonso Piñeyro, Anales Nº 14, 2014, pág. 206).

El personaje que encabezaba esta “acción ofensiva de guerra”, fue Manuel


Goyeneche, a quien los teóricos de la leyenda negra conciben como caballero de
alta moral y defensor de la religión. Este personaje, de tres caras, llegó a
representar en su momento, los intereses de José Bonaparte, de la Juta de Sevilla
y de la infanta Carlota de Portugal; aunque según él mismo, solo fuera en calidad
de mensajero.

2.2. Ámbito económico-administrativo

Desde los inicios de la ocupación española en América, se conoce de actos de


rebeldía, tanto de españoles, criollos, indios y mestizos ante las formas
administrativas españolas. Es famosa, por ejemplo, la carta de Lope de Aguirre (s.
XVI) al Rey Felipe II, la cual reza: “Rey Español (…) no seas cruel a tus vasallos ni
ingrato: pues estando tú y tu padre (Carlos V) en los reinos de Castilla sin ninguna
zozobra, tus vasallos, a costa de su sangre y hacienda te han dado tantos reinos y
señoríos (…) hago solmene voto yo y mis doscientos arcabuceros marañones
conquistadores hijosdalgos de no dejar “vivo” a ministro tuyo” (Aguirre Lavayén,
2004, pág. 53). Sin ánimo de polemizar en cuanto a la veracidad o aletelógica de
la carta, el ejemplo sirve como un temprano antecedente de rebeldía inserto en la
cultura popular de las colonias.

6
Tomo V, primera parte.
De igual manera la Gran Rebelión de Encomenderos de 1544, cumple como
antecedente de protesta contra las formas administrativas españolas. La pugna
violenta sobre los cargos públicos bajo protección de la corona fue un hecho
recurrente durante todo el proceso de colonización.

A nivel local, diremos que la idiosincrasia altoperuana, se fue conformando en


varias etapas y se asentó en diferentes estratos sociales. Cabe destacar, que,
para los años sucesivos a la conquista, la agricultura no fue fuente de riqueza en
la misma medida que lo fue la minería. La primera fue producto favorito de los
cautos y prudentes, tendientes a la vida sedentaria, y el conformismo. Por otro
lado, la naturaleza indomable de la montaña, atraía a los individuos más
ambiciosos, ásperos y corajudos; un espíritu emprendedor les impulsaba. Sobre
esta base, gradualmente, se consolidaron condiciones materiales y productivas
que conformaron un aparato civil, religioso e ideológico propio de cada región.

De cualquier manera, como panorama general, el español en el Alto Perú se


empeñaba por alcanzar fácilmente las cosas apetecibles de la vida. Obtenido el
bienestar o la fortuna, se entregaba al ocio, y la prebenda institucionalizada como
una segunda religión. “Por el cargo de corregidor se pagó en el Alto Perú hasta
10.000 pesos y 200 por la vara de regidor del Cabildo” (Otero, 2011, pág. 39).
Todo esto se realizaba bajo la venia real, a condición de que, por efecto de
ósmosis tributaria y el trabajo esclavista del indio, los galeones de plata y oro,
llegaran a buen destino al otro lado del Atlántico.

Ya en el siglo XVII, a lo largo y ancho de los dominios españoles en América, los


corregidores, militares, curas y doctores, que compraban de la Corona sus cargos
con monedas de plata, colocaban trancas y aduanillas en los antiguos Caminos
del inca para cobrarles a las gentes peajes, alcabalas y toda clase de impuestos,
existentes e inventados, asfixiando el desarrollo económico de esas regiones
(Aguirre Lavayén, 2004, pág. 118). Un sistema de opresión vertical y piramidal
sustentaba todo el poderío español.

Para el siglo XVIII, España, era el imperio más grande de la tierra, del cual el Alto
Perú era una de sus colonias más apartadas, importante únicamente por las minas
del Cerro Rico de Potosí. Aunque el Rey Carlos III, quien inició su reinado el año
1759, quiso introducir reformas económicas y comerciales con el concurso de
personajes ilustrados como el Conde de Aranda y gaspar Melchor de Jovelinos,
partidarios de las ideas económicas de Adam Smith, solo se comprendió
tardíamente que, “para desarrollarse (el imperio) tenía que jugar dinámicos
papeles comerciales por el Atlántico, compitiendo con Inglaterra, Francia, Holanda
y Portugal” (Aguirre Lavayén, 2004, pág. 87). En otro ámbito, bueno hubiera sido,
que por lo menos, la riqueza se haya producido no solo por explotación directa de
los recursos naturales, sino que hubiera existido algún afán, ya sea de empresa
transformadora o de comercio global. Pero en este aspecto tampoco hay mucho
que destacar, puesto que “no hubo libertad de compra en el extranjero y de
importación a la Península y a América. Poco tiempo después del descubrimiento
e iniciada la Conquista, fue instituida la Casa de Contratación de Sevilla, que
debía ocuparse de las expediciones y descubrimientos de nuevas tierras, pero
que, principalmente, fue el organismo activo para regular y supervisar el
movimiento comercial de España y sus colonias con otros países. De esta
manera, la Casa de Contratación, retenía en sí el monopolio del comercio,
particularmente el exterior (Valencia Vega, 1973, pág. 95)”

Para tener una mejor imagen del estado económico en el que se encontraba el
Alto Perú de la época de la independencia, recogemos la referencia que nos hace
el historiador Gabriel René Moreno en 1901, en su obra “Últimos días coloniales
en el Alto Perú”. Del apartado sobre documentos inéditos de la época, acerca del
estado social y político de Chuquisaca7, tomamos cierto fragmento de una misiva
oficial:

Continuando el prelado sus disposiciones (…) há dado tambien la de dar


á proporción de las facultades con que los há considerado. Esta
disposición que en substancia es una derrama excesiva con mucho á la
quçota que en estas establece la Ley, há alarmado en términos á los
Ecleciasticos, y y Seculares que ya prorrumpen en discursos libres, y se
desahogan con continuos Pasquines que los introducen hasta en su
quarto. Estas especies que corren sin contradicción en el Público han
obligado al Sr. Fiscal á que se presente como lo há hecho pidiendo al
Tribunal, á la Presidencia, y al M. R. Arzobispo las ordenes que se
7
En el año de 1809, durante las disyuntivas producidas en La Plata, ocasionadas por Goyeneche, acerca de
las intenciones de Carlota Joaquina de Borbón en cuanto a la heredad del trono español.
habian comunicado por ese Superior Gobierno para estos Donativos á fin
de ver como se puede desvanecer esta forzada contribución en unos
tiempos tan calamitosos como los presentes en que se acavan de
experimentar unas carestias terribles; en que el Comercio esta sin giro; y
en el que las Minas se hallan en la maior decadencia. Todo lo que
persuade que no hay en el día proyecto mas arriesgado que el de echar
contribuciones por cortas que sean, y parescan: bien que en ningún
tiempo podrán considerarse contar la de mil pesos á una Comunidad,
500 á otras, 300 á un cura, 400 á otro, y á este respeto á los demás
indibiduos como la ha hecho el Prelado.- El Tribunal que trata de
remediar todos estos desordenens políticos, és mirado como un opositor
voluntario á unas disposiciones que se contemplan las mas sabias y
acertadas (Moreno, Últimos días coloniales en el Alto Perú -
Documentos inéditos de 1808 y 1809, 1901, pág. 13)

Aquí intuimos que el desgobierno se hacía patente en esta época, produciéndose


cobros excesivos, a expensas del pueblo. La coyuntura política en la España
“descabezada”, se hacía muy favorable para todo esto.

Tampoco había un plan de desarrollo para las colonias; hay que recordar a los
lectores, que el cerro rico de Potosí, la principal fuente de riquezas del mundo
entero, estaba a estas alturas prácticamente agotado; con ello, su “imperial”
ciudad había sido abandonada a su suerte. Lejos quedaba la gloria de la urbe más
grande y poblada del mundo; lejos quedaba la protección de los reyes y la
supuesta intención de expansión cultural. Por todo contesto a los teóricos de la
leyenda negra, apelando al sarcasmo, al decir que no podemos culpar de todos
estos males a la “estable e incluyente” Madre Patria, “las distancias no permitían a
la Corona fiscalizar el buen cumplimiento de las leyes, en épocas en las que una
carta tomaba seis meses en llegar a Madrid y seis meses en regresar” (Aguirre
Lavayén, 2004).

2.3. Ámbito filosófico-político

La revolución de Chuquisaca de mayo de 1809, fue un movimiento diseñado


desde el interior de los muros de San Francisco Xavier. Aunque en apariencia,
este movimiento proclamaba su fidelidad al rey Fernando VII de España, en
realidad, intentaba beber ideológicamente de la vertiente ilustrada de Rousseau o
8
Montesquieu.
8
Decimos que “intentaba”, porque no se ha verificado la lectura exhaustiva y analítica de estos autores
franceses en particular, tal como revelan Clément Thibaud y Marcela de Grande en su investigación
denominada “La Academia Carolina de Charcas: una “escuela de dirigentes para la independencia”; sino que
Se justificó ante la sociedad, por las sospechas de que el gobierno local planeaba
entregar el país a la infanta Carlota Joaquina de Borbón, pero desde sus inicios
sirvió de marco para propagar la rebelión a La Paz, donde se constituiría la Junta
Tuitiva al mando de Murillo. Sin embargo, reprimido violentamente este último y
más radical levantamiento el 27 de enero de 1810 (Abecia Baldivieso, 1966), el
movimiento de Chuquisaca fue circunstancialmente desarticulado.

Ocultamente se enviaron delegados a las principales ciudades del Alto Perú,


Cochabamba e incluso se llegó a Buenos Aires. Un ensayo sucrense de 1885
contiene el siguiente texto al respecto: “Pasadas las primeras alteraciones fue que
tuvieron lugar ocultos mensajes de una docena de hombres que quisieron
aprovechar las circunstancias en favor de la libertad, con tal motivo salieron para
La Paz el Dr. Mariano Michel y Mercado, el Dr. Monteagudo para Potosí y otros a
otras partes” (Urcullu, 1855, pág. 36). La revolución de Chuquisaca fue sofocada
después de siete meses el 25 de diciembre de 1809, otorgándosele el puesto de
presidente de la Real Audiencia de Charcas y Gobernador intendente de la
provincia de la Plata a Vicente Nieto, quedando nomás restituido el anterior
sistema colonial español de gobierno.

Entre los personajes que resaltaban, estaba Bernardo Monteagudo, proveniente


de una familia humilde de Tucumán; la cual realiza muchos esfuerzos para que el
joven culmine sus estudios superiores, en 1808 con la obtención del grado de
doctor en leyes en la Universidad de Chuquisaca. “La ciudad de La Plata, no sólo
le daría las herramientas para forjarse una carrera extraordinaria sino además la
ocasión de revelar desde muy temprano sus dotes de escritor, su compromiso con
la causa de los más pobres y su estrecha relación con la realidad de su tiempo”
(Jarak, 2013). Bajo este influjo, a Monteagudo se le atribuirá la redacción y
difusión proscrita de panfletos que circularon en la época, entre los que destaca el
célebre “Diálogo entre Atahualpa y Fernando VII en los Campos Elíseos”, y del
que se supone se produjo una representación teatral a comienzos de mayo de
1809 (Íbid). Luego, será protagonista, al lado de otros muchos, del levantamiento

la apetencia por las ideas ilustradas, habría resultado simplemente de la reivindicación que los estudiantes
de clases sociales altas hacían de su “basta cultura” (Barragán & Qayum, 1997, pág. 44)
producido ese mismo año; aunque de manera explícita, “…el movimiento de 1809
no tuvo por objeto la independencia, sino que, por el contrario, fue nacido de una
ciega adhesión a la causa de Fernando VII. Sin embargo, no faltan quienes,
entreviendo la posibilidad de un cambio en los destinos de la América, se
decidiesen a tentarlo” (Muñoz, 1859, pág. 12).

3. CONCLUSIÓN: ¿LE SIRVE A LA HISTORIOGRAFÍA LA TEORÍA DE LA


LEYENDA NEGRA?

En este sentido, los defensores de la teoría de la leyenda negra, asumen la


responsabilidad de revisar la forma en que fueron planteados los hechos históricos
acaecidos durante la España imperial, desde un punto de vista que, a mi entender,
termina siendo plenamente reivindicatorio y moralista. Es un intento de reivindicar
la historia española identificándola como un imperio generador y no “depredador”,

Como me atrevo a juzgar, la leyenda negra es una intención historiográfica donde


los hechos y personajes históricos son sometidos a nuevas escalas de valores
ajustadas al nacionalismo español. Se precipita en el peligroso terreno de las
comparaciones hipotéticas y los desmesurados juicios de valor, siendo más una
labor de literatos que de historiadores.

Establece lazos de correlación en todo, partiendo siempre desde un prejuicio auto


victimista. Elude la posibilidad de que la historia sea movilizada por un
conglomerado heterogéneo de intereses y más bien busca hacer visible, por la
fuerza, la misma mano detrás de cada acontecimiento negativo.

En la independencia del Alto Perú y la América hispana, intervinieron sin fin de


intereses de todos los tipos, diferentes entre sí y provenientes de muchos lugares
de todo el orbe. Para nombrar algunos de infinitos ejemplos podemos pensar en
aquellos acercamientos de Manuel Aniceto Padilla y el inglés Beresford; los
intereses globalitas reivindicatorios de las logias masonas como la Lautaro,
encabezada por Miranda; los intereses de Carlota Joaquina de Borbón sobre los
reinos desprovistos de monarquía legítima; los engañosos intereses de Casimiro
Olañeta, en contraposición de los de su tío Pedro; los intereses de Napoleón y
hasta los de su hermano José que en alguna medida tendrán que haber diferido.

Se puede señalar también la variedad de intereses que movilizaron al pueblo


llano, en distintas etapas de la independencia; aquellas que generaron a los
líderes de la emancipación. Han sido muy diferentes los intereses que tuvieron en
cierto momento los vecinos de La Plata durante la revolución del 25 de mayo de
1809, con respecto a los que tuvieron las Heroínas de la Coronilla el 27 de mayo
de 1812. Solo cabe acceder a los archivos, actas y misivas de la época para
entender las grandes diferencias que marcaron la conducta de unos de otros.

Así mismo, en su libro, Imperiofobia y leyenda Negra, Roca Barea afirma que
España es acusada “de haber estrujado las colonias”, cuando en realidad
“cualquiera que venga detrás (de tales acusaciones) las estrujará el doble, solo
que con arte y maña” (Roca Barea, 2016, pág. 17). La intención de la escritora es
demostrar que existe gran hipocresía cuando la comunidad histórica arremete
contra el imperio español, pasando por alto los desmanes protagonizados por
otros sujetos históricos. Semejante reacción no puede atraer seriamente la mirada
de la comunidad investigativa, puesto que fenómenos como la alcabala, la
encomienda y la mita han sido abundantemente estudiados y pierden su
especificidad al compararlos con otros como la hambruna de Bengala producida
en 1770 a causa de la subida de impuestos por parte del poder británico.
Episodios históricos vinculados simplemente por abstracciones como la “tasa
impositiva”, el “imperio” o el “imperialismo”, deberían ser estudiados cada uno en
su contexto. De esa manera podemos reconocer, por ejemplo, cómo es que las
relaciones impositivas pudieron influir en los procesos independentistas de cada
una de estas regiones del planeta.

Pero esto no es lo que propone la teoría de la leyenda negra, es por el contrario


una suerte de historiografía populista. El insigne Joseph Barnadas previene a los
investigadores de tomar esta actitud, aduciendo que con ella se padece de
parcialidad, pues es benigna con los propios y destructora con los ajenos; es
bipolar, porque contrapone un “ellos/nosotros”, “nación/anti-nación”,
“cultura/anticultura”; y es maniqueísta, ya que propone una deliberada
identificación de los buenos y los malos, es decir, moraliza y juzga con prejuicio.

Se aprecia de la corriente de la teoría de la leyenda negra, la contribución que


hace de gran cantidad de fuentes y datos para reevaluar una historia crítica sobre
las conspiraciones; esos motorcitos que mueven personajes y países desde las
sombras. De cualquier manera, la historiografía oficial respalda completamente el
hecho de que las conspiraciones políticas, ideológicas, económicas, geopolíticas,
etc., han sido mantenidas desde la exterioridad de los imperios, y han sido
alimentadas también desde el interior de estos. Así lo ejemplifico brevemente en el
acápite 2.3 sobre el ámbito filosófico político de Charcas. Sin embargo, ninguna
conspiración habría triunfado si no hubieron existido infinitud de otros factores que
entraron en el escenario.

Ya hemos mencionado que existen múltiples dimensiones y perspectivas


disciplinares para abordar un fenómeno; pretender que la vía de la conspiración es
el único y más apropiado es querer que los investigadores adopten una proclividad
hacia la escritura novelesca; lo cual no es malo, pero es otra cosa.

Bibliografía
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