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Estado de la migración en Chile

El presente informe analiza las principales tendencias de la migración en Chile, el que pasó de
ser un país expulsor de población a convertirse en un destino migratorio de población de
países vecinos preferentemente.
Se analiza la normativa vigente en materia migratoria que impera en Chile, destacando el
rezago que manifiesta la legislación imperante en materia de migración, pues esta se diseñó
bajo una lógica de seguridad nacional y sin contemplar los actuales estándares de protección
de los derechos humanos.
Finalmente, se destaca el principal avance en materia migratoria de la legislación chilena, que
dice relación con la entrada en vigencia de la Ley Nº 20.507, que tipifica los delitos de tráfico
ilícito de migrantes y trata de personas y establece normas para su prevención y más efectiva
persecución criminal.

Biblioteca del Congreso Nacional de Chile.


Contacto: Felipe Rivera Polo
Departamento de Estudios, Extensión y Publicaciones
Anexo 270-1779, E-mail: frivera@bcn.cl, 23-10-2012.
Serie Informes Nº 75-12.
i

Tabla de Contenido

I. Antecedentes generales .............................................................................................................. 1


II. Chile, de país expulsor de población a país de arribo de migrantes.......................................... 3
III. Las políticas migratorias en Chile.............................................................................................. 4
IV. La ley que sanciona la trata de personas en la legislación Chilena y los esfuerzos para su
prevención....................................................................................................................................... 6
V. Conclusiones............................................................................................................................... 8

Índice de Tablas

Tabla 1. Estimación de Comunidades Residentes en Chile........................................................... 4


1

I. Antecedentes generales

Europa y América Latina tiene una historia de larga data, que desde hace décadas presenta
una particularidad, que es que por primera vez los flujos migratorios son preferentemente desde
América Latina hacia Europa —tendencia que se ha revertido levemente en los últimos años por
efecto de la crisis—. Las cifras estimativas de migrantes europeos a América Latina entre 1850
y 1950 se calculan en 11 millones de migrantes aproximadamente, de los cuales un 38% eran
italianos, un 28% eran españoles y un 11% eran portugueses 1. De estos 11 millones, la mitad
se asentó en Argentina y un poco más de un tercio lo hizo en Brasil. Si a estos migrantes se le
adicionan aquellos que se asentaron en Norte América —que suman alrededor de 32 millones
para el período comprendido entre 1820 y 1932 2—, hablamos que América constituyó —y sigue
constituyendo— la gran puerta de escape a las crisis que vivió el viejo continente, encontrando
un escenario propicio para su progreso y acogedor para su integración en América.
A partir de la década de 1970, la tendencia histórica de América Latina de recepción de
población europea comienza a cambiar de signo, que se consolida en un nuevo patrón
migratorio a escala regional. De ser receptora de inmigración proveniente de ultramar, se
convirtió en un par de décadas en una de las regiones con los índices más altos de emigración 3.
A este respecto, son justamente los países europeos con pasado y/o presencia colonial o
inmigratoria en la región, aquellos que se transforman en polos de atracción poblacional, como
es el caso de Inglaterra para los Caribeños, así como España, Italia y Portugal para los
latinoamericanos. Esto plantea un nuevo escenario, donde debería primar la vinculación
histórica entre las regiones y la solidaridad, a la luz de las oportunidades y acogida de los
migrantes europeos en tierras americanas.
Un elemento importante para discutir la envergadura de la migración latinoamericana y caribeña
a Europa, es la relativa a los stocks migratorios, a este respecto: “en los últimos años el número
de migrantes latinoamericanos y caribeños ha experimentado un incremento considerable,
habiendo alcanzado un total estimado de más de 21 millones de personas hacia alrededor del
año 2000. Antecedentes fragmentarios permiten situar la cifra en casi 26 millones hacia 2005, la
cual probablemente se ha estabilizado desde entonces hasta 2010”4. De los cuales, según
estimaciones del año 2000, sólo un total cercano a los 3 millones de latinoamericanos y
caribeños se desplazaron fuera de la región a países distintos a Estados Unidos, siendo España
el segundo país con mayor migración de nuestra región.
Aislando a Estados Unidos como principal destino migratorio, América Latina evidencia una
gran movilidad intrarregional, en especial entre países limítrofes o cercanos, siendo
históricamente atractivos como destinos migratorios Argentina, Costa Rica y Venezuela, los
cuales mantienen dicha condición dentro de la región. Al mismo tiempo, otros países se han
convertido en emisores, receptores y de tránsito, combinadamente. En este sentido, como se

1
Pellegrino, A. (2001), “Migrantes latinoamericanos: síntesis histórica y tendencias recientes”, CEPAL y Universidad de
la República de Uruguay, Montevideo.
2
Castles, Stephen y Mark Miller (2004), “La Era de la Migración. Movimientos internacionales de población en el
mundo moderno”, Universidad Autónoma de Zacatecas, México.
3
CEPAL (2006). “Cuatro temas centrales en torno a la migración internacional, derechos humanos y desarrollo”.
CEPAL, LC/L.2490, 10 de marzo del 2006, Santiago de Chile. [En línea]:
http://www.eclac.org/publicaciones/xml/2/24012/LCG2490.pdf
4
Barcena, Alicia (2010). “América Latina y Europa: la migración internacional es oportunidad para la integración, el
desarrollo y el fortalecimiento de los derechos humanos”. CEPAL, para el Foro Biarritz 2010, Francia.
2

vera más adelante, Chile representa uno de los casos paradigmáticos de cambio de “signo” de
sus saldos migratorios, pasando de expulsor a receptor.
Desde el punto de vista de los migrantes chilenos, se debe tener en cuenta los datos del Primer
Registro de Chilenos en el Exterior, realizado entre los años 2003 y 2004, que buscó cuantificar
y conocer la realidad de la familia chilena en el exterior. Para el caso de Europa, esta región
representa sólo el 14,6% de los destinos migratorios de chilenos, con un total de 125.050
personas, siendo el principal destino Suecia (con 42.396 personas), seguido por España en el
segundo lugar (23.911), tercero Francia (15.782) y cuatro Alemania (10.280). Esta tendencia
específica de la migración chilena respecto de la latinoamericana, dice relación con
particularidades de nuestra historia, que se vincula con la acogida de un número significativo de
refugiados y exiliados políticos durante la década de 1970, que se vio complementada por una
fuerte migración económica durante la década de 1980 y 1990, que se ha mantenido hasta la
actualidad.
Respecto a los emigrantes chilenos, aún existe una intensa discusión respecto a como
integrarlos en mejor medida a país. A este respecto, cabe destacar las diversas medidas para
facilitar el retorno, en especial para aquellas personas que vivieron el exilio. Estas medidas son
franquicias tributarias para el ingreso de bienes, y en el caso de aquellos que fueron víctimas de
la violencia política, se han establecidos medidas reparatorias. No obstante, persiste la
discusión respecto a una mayor integración con la realidad nacional, como es el caso del voto
de los chilenos en el extranjero, la cual fue parte del programa del Presidente Sebastián Piñera,
pero que todavía no se ha concretado, pues no existe consenso respecto a cuales serían los
requisitos para que los migrantes nacionales puedan acceder a dicho derecho.
3

II. Chile, de país expulsor de población a país de arribo de migrantes

Un elemento que caracteriza los movimientos migratorios intrarregionales, es el hecho de “que


en los flujos dentro de América Latina y el Caribe predominan los trabajadores con menor
calificación”5, a diferencia de la población que emigra a Europa y Estados Unidos en el caso de
Chile, los cuales presentan, por ejemplo, niveles de instrucción de educación terciaria concluida
superiores al promedio nacional, e inclusive, a las de los países de arribo.
Un fenómeno novedoso de las últimas décadas, es el cambio en los saldos migratorios de
Chile. El país pasó de ser uno preferentemente expulsor de población intrarregional,
especialmente hacia Argentina, a uno receptor de población. No obstante ser relativamente bajo
el número de inmigrantes que residen en Chile en comparación con otros países de larga data
de atracción migratoria (como Argentina, Venezuela y Costa Rica), esta se ha mostrado
constante y en aumento.
En el caso de la migración intrarregional, esta presenta diversas particularidades, por una parte,
están los que circunscriben su movimiento a zonas fronterizas y que se insertan en actividades
agrícolas de carácter transitorio o estacional de baja calificación; por otra, se encuentran los
trabajadores que se dirigen a las ciudades y cumplen una función complementaria a la
migración interna, en donde las actividades vinculadas con la construcción para el caso de los
hombres y del servicio doméstico entre las mujeres —y el comercio minorista, como estrategia
de supervivencia6— son sus principales áreas de inserción laboral.
En el caso específico de Chile, la estimación realizada por el Departamento de Extranjería y
Migración del Ministerio del Interior, el total de población extranjera residente en Chile para el
año 2009 es de 352.344 personas7. Estas cifras indican que alrededor del 2,08% del total de la
población residente en el país es extranjera.
Los inmigrantes son preferentemente de origen sudamericano, destacándose la población de
países fronterizos, que agrupa a más del 61% del total de inmigrantes. Dentro de estos
sobresale la comunidad peruana, que tiene un 37,1% del total, seguido por Argentina con un
17,2%, Bolivia con un 6,8%, un segundo grupo lo conforman países del Pacífico, como son
Ecuador con un 5,4% y Colombia con un 3,7% (ver Tabla 1). Manteniendo la tendencia
histórica, le siguen en el stock migratorio países como España con un 3,1% (ver tabla 1).

5
Martínez, Jorge (2009). “Notas sobre las características de la fuerza laboral migrante en las Américas”. Taller sobre
Programas para Trabajadores Migratorios Temporales El Salvador, 23 y 24 de abril de 2009 (Mimeo).
6
Pellegrino, A. (2003), “La migración internacional en América Latina y el Caribe: tendencias y perfiles de los
migrantes”, en Serie Población y Desarrollo Nº 35. CEPAL/CELADE, Santiago de Chile.
7
Ministerio del Interior, Departamento de Extranjería y Migración (2009). “Informe de Permisos Otorgados y Estimación
de población de extranjeros en Chile a diciembre de 2009”. [en línea]
http://www.extranjeria.gov.cl/estadisticas_mig.html
4

Tabla 1. Estimación de Comunidades Residentes en Chile


País Estimación diciembre 2009 %

Perú 130.859 37,1%


Argentina 60.597 17,2%
Bolivia 24.116 6,8%
Ecuador 19.089 5,4%
Colombia 12.929 3,7%
España 11.025 3.1%
Estados Unidos 9.720 2,8%
Brasil 9.624 2,7%
Alemania 6.547 1,9%
China 4.589 1,3%
Resto de Países 63.249 18,0%
Total 352.344 100%
Fuente: Censo de Población de 2002 y Registro de Permisos de residencia otorgados en Chile.
Departamento de Extranjería y Migración del Ministerio del Interior.

III. Las políticas migratorias en Chile

La inmigración irregular es la principal expresión de desprotección, pues estos inmigrantes no


tienen resguardo de sus derechos laborales, de reunificación familiar o de protección social
básica, lo que se manifiesta en una integración parcial, que fomenta la exclusión. Por ello es
que diversos expertos en temas migratorios han remarcado que la peor política en estas
materias es no tener política, es decir, explicitar tanto las necesidades de mano de obra
migrantes, como los procesos a los que deben atenerse quienes quieran migrar. Justamente
este es el caso de Chile, pues al sustentarse la gobernabilidad migratoria en el Decreto Ley Nº
1.094 de 1975 —Ley de Extranjería—, concebido bajo una lógica de seguridad del Estado, los
migrantes se ven desprovistos de una estructura normativa que los proteja, y como resulta del
todo obvio, carece de un enfoque que integre explícitamente la protección de los derechos
humanos de los migrantes.
Esta ausencia de una mirada integral a los derechos humanos de los migrantes, se ha
expresado en que la estrategia adoptada por Chile en materia de migración han sido las
regularizaciones extraordinarias, como las implementadas en 1997 y en 2007, que dejan
entrever la ausencia de una política sistemática y efectiva que le de gobernabilidad a la
migración en función de las necesidades productivas y de capital humano que requiere el país.
Sin embargo, la última regularización vino aparejada de una nueva dimensión de protección
social que facilitó mejorar sustantivamente sus condiciones de bienestar, posibilitando su
acceso a los planes gubernamentales de protección social. Esta situación ha quedado graficada
en las entregas de residencias temporales y definitivas.
Esta política de regularización trajo como consecuencia la disminución constante de los
permisos de residencias temporales otorgadas durante el período 2007 al 2009, evidenciándose
un aumento considerable —de más de un 170%— de la cantidad de permisos de permanencia
definitiva otorgados en el año 2009. “Lo anterior se debe principalmente a que un grupo
relevante de personas que obtuvieron una residencia temporal en el marco del proceso
5

extraordinario de regularización en los años 2007 y 2008, se encontraron habilitados para


solicitar la permanencia definitiva en el año 2009”8.
Debido a este desfase es que el Ministerio del Interior se ha planteado dentro de sus objetivos
estratégicos el desarrollo de una política nacional de migraciones y refugio. “Ésta busca facilitar
la integración del colectivo inmigrante; mejorar los servicios que el Estado entrega a este grupo
emergente de personas; modernizar la legislación e institucionalidad pública encargada de
administrar este fenómeno y promover que se incorpore la temática de las migraciones
internacionales como una de las variables que es necesario considerar en los espacios de
integración regional, bilateral y multilateral en los que Chile participa, ya que la respuesta a los
desafíos que impone la cuestión migratoria es parte de una responsabilidad compartida entre
los Estados de origen, tránsito y destino de la migración”9.
El Programa de Gobierno del Presidente Sebastián Piñera Echenique, mantiene y refuerza la
mirada institucional respecto de los fenómenos migratorios, que busca integrar a la población
inmigrante desde una perspectiva de observancia de los derechos humanos, promoviendo el
acceso a la protección social, el combate a la discriminación, la promoción de la igualdad de
trato y la diversidad cultural en el marco de una sociedad democrática.
Lo que debe tenerse en consideración, es que a pesar de esa declaración de intenciones de
promulgar una nueva ley, este es un “estancamiento normativo”, lo que representa un
compromiso incumplido del Estado de Chile respecto de la ratificación en 2005 de la
“Convención Internacional sobre la Protección de los Derechos de Todos los Trabajadores
Migratorios y de sus Familiares” de las Naciones Unidas. Aunque una ley no resuelve todos los
problemas de vulneración de los derechos de las personas migrantes, sí representa una potente
señal de integración de los migrantes bajo un enfoque de derechos humanos.
Para hacer frente a esta situación de desfase normativo en materia migratoria, el Estado de
Chile ha introducido numerosas modificaciones parciales al Decreto Nº 1.094 con el objetivo de
hacerlo congruente con nuestra política exterior y con los tratados internacionales suscritos por
Chile. Dentro de estos esfuerzos cabe mencionar la Ley Nº 19.476 de 1996, que modificó la Ley
de Extranjería en materia de asilo y refugio. Se reconoce así el principio de no devolución de
aquellas personas que solicitan asilo o refugio en nuestro país, despenalizándose el ingreso
irregular al país de quienes soliciten dicha condición.
Otra modificación relevante es la promulgación de la Ley Nº 19.581, que crea la categoría de
ingreso de habitante de zona fronteriza, mediante la entrega de una “Tarjeta Vecinal Fronteriza”,
que facilita el ingreso y egreso del país en zonas fronterizas, lo que es un signo de integración
regional. En esta línea también se enmarcan los acuerdos con países del Mercosur y de la CAN
en materia de seguridad social de los migrantes y de visas de trabajo. Desde este punto de
vista de los espacios de integración subregional, es posible afirmar que el movimiento de
trabajadores calificados y el cambio de residencia de los ciudadanos se han visto más
facilitados en la actualidad. Efectivamente, “se observa un aumento de la migración en la CAN,
el SICA y el MERCOSUR que, en general, se relaciona con el incremento de la participación
laboral femenina”10. Expresión de este fenómeno a nivel político, ha sido el Acuerdo de
Residencia para Nacionales, convenido en noviembre de 2002 entre los miembros plenos del
MERCOSUR junto a Bolivia y Chile. Dicho instrumento establece la libertad de residencia y
trabajo de los ciudadanos en todo el ámbito de los estados partes, mediante la sola acreditación
de la nacionalidad y que se compruebe la ausencia de antecedentes penales, por lo que “se

8
Ministerio del Interior, Departamento de Extranjería y Migración (2009). “Informe de Permisos…”, op. cit.
9
Ibídem.
10
Ibídem.
6

estimaba que 2,5 millones de personas migrantes irregulares se beneficiarían de esto en la


medida de solicitar su regularización”11.

IV. La ley que sanciona la trata de personas en la legislación Chilena y los esfuerzos
para su prevención

El principal logro reciente en materia de normativa vinculada al tema migratorio, es la entrada


en vigencia de la Ley Nº 20.507, que tipifica los delitos de tráfico ilícito de migrantes y trata de
personas y establece normas para su prevención y más efectiva persecución criminal.
La entrada en vigencia de esta ley permite al estado chileno dar cumplimiento a sus
compromisos internacionales, dentro del marco de la ratificación de la “Convención contra la
Delincuencia Organizada Transnacional y sus Protocolos específicos”. Esta Convención
representó un valioso avance al proveer de definiciones que permitieron diferenciar la trata del
tráfico, posibilitando que en las legislaciones nacionales se tipificaran dichos delitos,
estableciéndose su tratamiento y sanción, y permitiendo así fortalecer los mecanismos de
cooperación en el derecho internacional ante la amenaza de la delincuencia organizada
transnacional. En el concierto interamericano se observa una adhesión general de los países —
con la excepción de Canadá y Estados Unidos—, registrándose importantes avances en
materia de derechos humanos de los migrantes, que han quedado registrados en el accionar de
la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), como es testimonio su Opinión
Consultiva sobre la condición jurídica y derechos de los migrantes indocumentados, que sentó
jurisprudencia al establecer que “la calidad migratoria de una persona no puede constituir una
justificación para privarla del goce y ejercicio de sus derechos humanos, entre ellos los de
carácter laboral”12.
Haciéndose eco de este escenario internacional y regional, la entrada en vigencia de la Ley Nº
20.507, representa el más importante esfuerzo gubernamental en materia migratoria, pues
constituye el mayor avance registrado en décadas desde diversos puntos de vista: i) lograr que
se legisle en esta materia es crucial, pues la ausencia de una reglamentación al respecto
favorece las acciones de organizaciones criminales o mafias internacionales; ii) esta Ley recoge
los aportes de los diversos actores que se relacionan con estas temáticas, representando una
instancia de acuerdo como sociedad de no aceptar este flagelo; iii) esta Ley ha recibido el
apoyo de las diversas bancadas políticas que conforman el parlamento, que llevó a que dicho
proyecto fuese aprobado por unanimidad en ambas Cámaras, y iv) viene a cumplir los
compromisos del Estado de Chile en lo que respecta a los protocolos complementarios de
Palermo, dentro del marco de la Convención de las Naciones Unidas contra la Delincuencia
Organizada Transnacional.
El proyecto consta de seis artículos permanentes, mediante los cuales se modifican una serie
de normativas que entrega coherencia legal. Este marco normativo representa una respuesta
global al problema del tráfico y la trata de personas, que permite dar cumplimiento a los
acuerdos que se desprenden de los protocolos de Palermo que ratificó Chile el año 2004. Un
dato relevante, es que este año 2012 se dio sentencia por el delito de tráfico y trata de personas
a una organización criminal dedicada al comercio sexual, lo que viene a dejar constancia de la
importancia de contar con un instrumento legal que posibilite la sanción de estos ilícitos.

11
Castillo, M. A. (2003), “Migraciones en el hemisferio. Consecuencias y relación con las políticas sociales”, en Serie
Población y Desarrollo Nº 37. CEPAL/CELADE, Santiago de Chile.
12
Citado en Organización de Estados Americanos (2005). “Proyecto de resolución: Los derechos humanos de todos los
trabajadores migratorios y de sus familias”. Consejo Permanente de la Organización de Estados Americanos / Comisión
de Asuntos Jurídicos y Políticos (CP/CAJP-2245/05 rev. 4), 25 mayo 2005. Washington.
7

Como se puede apreciar, la nueva ley que sanciona el tráfico y la trata de personas, le permite
a Chile cumplir con los estándares internacionales en la materia, y ha comenzado a rendir sus
frutos mediante el procesamiento judicial de estos ilícitos. Sumado a esta ley, las iniciativas
llevadas a cabo en el país, representan intentos importantes y sustantivos en el combate y
prevención del tráfico y trata de personas, lo cual permite afirmar que no existe posibilidad en la
sociedad chilena de que exista tolerancia o permisividad para la acción impune de mafias
internacionales dedicadas a estos crímenes.
8

V. Conclusiones

Un elemento que no hay que olvidar, es que la migración no es un tema que compete
exclusivamente a los países receptores de migrantes, sino que también, a los países de salida y
tránsito. Es por ello que hay que tener presente que buena parte de los riesgos y las situaciones
de mayor riesgo, como son la trata y el tráfico de personas, comienzan en los países de origen
de los migrantes, pues guardan estrecha relación con los serios obstáculos que existen en
estas sociedades para ofrecer y garantizar a las poblaciones el disfrute de derechos en sus
comunidades de origen, ciudades y regiones, brindándoles escasas oportunidades laborales,
reducidos espacios de ciudadanía y de realización de sus proyectos de vida, los que además se
ven amplificados con la desinformación respecto de los riesgos de la indocumentación.
Por otra parte, la violencia política y vinculada al narcotráfico no es un problema erradicado en
la región, por lo que los factores abiertamente coercitivos siguen estando presentes en las
decisiones de migrar de muchos latinoamericanos, pues se ven expuestos a la vulneración de
sus derechos humanos mediante persecuciones y amenazas a la vida, que obligan el
desplazamiento forzado y hacen que el problema de la migración se convierta en un asunto que
roza el cuerpo de doctrina y obligaciones estatales relacionadas con el derecho de asilo y
refugio13. A este respecto, debe existir un compromiso de los países latinoamericanos tanto de
erradicar la violencia de nuestras sociedades como de brindar protección al migrante forzado,
pues representa un compromiso básico con los derechos humanos.
Este panorama obliga a que los Estados se coordinen y desarrollen políticas de protección
social de los migrantes, tanto en sus países de origen como de arribo. En el primer caso, los
Estados de origen deben prodigar que los migrantes potenciales tengan la opción de emigrar
libremente y, para ello, los Estados tienen que asegurar condiciones de vida para que sus
nacionales puedan ver realizadas sus expectativas de vida en su propio país, si así lo desean.
En los países receptores deben tener políticas claras, así como transparentar las necesidades
reales de capital humano, tratando de esta forma combatir la percepción errónea respecto de
consecuencias sociales y económicas negativas y, por tanto, indeseadas.
En los países receptores la inmigración suele asociarse frecuentemente con la percepción de
consecuencias sociales y económicas negativas y, por tanto, indeseadas, aunque la evidencia
empírica, el conocimiento acumulado y la historia reciente demuestran lo contrario, como se
expone en el Informe del Desarrollo Humano en el Mundo 2009 del Programa de las Naciones
Unidas para el Desarrollo (PNUD)14, el cual demuestra el impacto económico positivo de la
llegada de migrantes a la fuerza laboral. Por ello, es menester promover una imagen positiva
del migrante, y desterrar aquellas visiones que los ven como una amenaza a la seguridad
laboral de los nativos, una carga para los servicios sociales y, en los últimos años, como
promotores sospechosos de delitos, narcotráfico y terrorismo. Según Abella 15, esto es un factor
que se opone pertinazmente a la construcción de un ambiente que asegure la protección de los
derechos de los migrantes.
Por otra parte, emerge la necesidad del monitoreo del estado de implementación de los tratados
y las legislaciones existentes, conformando un sistema de rendición de cuentas que evalúe el
estado de implementación de los compromisos suscritos por los gobiernos que adhieren a estos
13
Bicudo, Helio (2000), “Derechos humanos y migraciones a la luz del Sistema Interamericano de Derechos Humanos”,
Simposio sobre Migración Internacional en las Américas, CEPAL-OIM, San José, Costa Rica, septiembre
14
Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) (2010). “Informe del desarrollo humano en el mundo
2009”. Naciones Unidas, Nueva York.
15
Abella, Manolo (2000), “Los derechos de los migrantes y el interés nacional”. Simposio sobre Migración Internacional
en las Américas, CEPAL-OIM, San José, Costa Rica, septiembre
9

instrumentos16. De esta manera, se podrían identificar aquellos elementos y factores que traban
la implementación efectiva de estos acuerdos regionales, permitiendo identificar los elementos
que pueden ayudar a impulsar y agilizar la agenda de integración regional en materias de
migración y salud.

16
Kendall, Tamil (2007). “Migración, VIH/SIDA y temas relacionados”. [En línea]:
www.popcouncil.org/migracion/m1/doctos_m1/migracion_VIHSIDAy_
%20temas_relacionados.pdf

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