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A L F R E O METRAUX
VIDA DE UN
ARAUCANO
El e s t u d i a n t e m a p u c h e L. A .
e n S a n t i a g o de C h i l e , en 1959
VIDA DE UN ARAUCANO
El estudiante mapuche L. A. en
Santiago de Chile, en 1959
CARLOS M U N I Z A G A AGUIBBE
P R O L O G O
D R . ALFRED MÉTRAUX
8
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13
se manifiesta en organismos visibles o asociaciones politicas
indígenas. Y dentro de ellas los letrados y evolués araucanos
tienen un papel preponderante. Estas asociaciones tienen un
papel importante en el proceso de resistencia y cambio cul-
tural 5 , y aunque nunca estudiadas o interpretadas desde un
punto de vista científico, han influido concretamente en la
suerte de los grupos indígenas. Así, en un Foro patrocinado
por la Universidad de Chile en 1956 algunos expertos expre-
saron que desde 1949 no se ha podido realizar ninguna división
de comunidades debido "a la obstinada oposición de un grupo
organizado de indígenas'". En este mismo Foro, el que los
indígenas no pidan las divisiones, se atribuye en parte, a
"la prédica intensa en contra, tenaz, de una institución indí-
gena denominada Corporación Araucana, que desde varios
años viene "inculcándoles" a los indios la inconveniencia de
la división'". Los expertos en dicho Foro culparon a esa
Corporación de tener intereses de orden electoral, y reconocían
16
Autobiografía de L. A.
EN LA COMUNIDAD*
2
No hemos identificado esta ave.
3Ver el "Relato de Manquián", narrado por L. A., en pp.
53-57 de esta publicación.
^Interesantes notas sobre la medida y denominaciones de
los períodos y las estaciones en Hilger (1957: 84-89).
5
Aristolelia macqui L'Hérit.
"Boldus fragans.
7
Greigea sphacelata.
8
Lapageria rosea.
21
los agricultores, para sus cultivos y siembras. Para
mí estas dos estaciones no existían.
Se enseñaba también muchas cosas: a aprender a
montar a caballos, a manejar herramientas peque-
ñas, para más adelante ser un buen "quidaufe"9 (tra-
bajador). Practicaba la "chueca"10. Mi pasatiempo
y juegos era hacer pequeñas rucas11 en la que em-
pleaba los tallos delgados de cualquier árbol y usaba
para techo la paja que se llama ratonera12 y totoras
que salen a orillas del lago. Hacía también, con ba-
rro, ruedas, monitos, cántaros e infinidad de útiles
de uso corriente.
Me dedicaba también a poner nombres a las ove-
jas y los cerdos, uno por uno. Los distinguía bien;
me basaba en los colores, en el porte y gordura del
animal. Con las ovejas, aprendí a contar correcta-
mente hasta cien.
Me vestía con tejido de lana que fabricaba mi tía
con sus hijas; esta ropa tenía la forma de un mame-
luco que cubría todo el cuerpo. Cuando llovía y se
mojaba, casi no me lo podía.
Me nombraban con un nombre especial; me lla-
maban niño precavido, que vale por dos. Me sentía
feliz con ese nombre.
Cuando tenía siete u ocho años, vino a verme mi
padrino que se llama X, famoso cacique de X. Me
trajo de regalo una ovejita; era el día de mi santo.
Este animalito que donó a mi tío era para probar
9
Kfidaufe: trabajador, según Augusta (1916, tomo I I : 381).
10
Deporte importante y universal; una especie de hockey.
Un buen resumen y referencias en Titiev (1952: 124-128).
11
Rucas: viviendas araucanas tradicionales.
12
Ratonera: Typha angustifolia.
22
18
reloj de la población; a veces cuando no salía el sol,
nos guiábamos por el canto característico de un pa-
jarito llamado "tiftifquién", que quiere decir sonido
de un reloj 2 .
La hora de la comida, esto se hace en la noche
antes de dormir. En esta cena familiar todos se re-
unen y todos tienen derecho a hablar, por lo menos
para explicar lo que ha hecho durante el día. Des-
pués de la comida se charla. Y se cuentan cuentos
y adivinanzas; "Coneu" (en español: adivinanza) y
"Opeu" (en español: cuento) 3 .
La más grande y la única felicidad mía eran estos
tiempos de primavera y verano 4 . La primavera la
esperaba cuando empézaban a florecer los ulmos,
maquis, pilos, michay y numerosos otros árboles de
mi población. Esta llegada de la primavera se co-
nocía con el nombre de "rayen mauida" (quiere de-
cir: montaña florecida o árboles con flores), e indica
la primavera que constituía mis primeros encantos.
Al verano, cuando maduran los deliciosos frutos del
maqui5, boldose, chupones7, copihuess, etc.; se le
daba a este tiempo el nombre de "afún mauida" (en
español: frutas maduras o árboles con fruta madu-
ra) . Era esta última una de las estaciones del año
más apreciada por los niños de la población. El oto-
ño y el invierno poco me interesaban, sólo era para
2
No hemos identificado esta ave.
3Ver el "Relato de Manquián", narrado por L. A., en pp.
53-57 de esta publicación.
^Interesantes notas sobre la medida y denominaciones de
los períodos y las estaciones en Hilger (1957: 84-89).
5
Aristolelia macqui L'Hérit.
"Boldus fragans.
7
Greigea sphacelata.
8
Lapageria rosea.
caballos durante el culto. Fue muy novedoso para
mí, ya que nunca había visto tanta gente como esa
vez. Era un sitio enormemente sagrado para los con-
currentes. No debía hablarse de otra cosa que Dios
ese día. Ni jugar o cosas parecidas a los malos actos.
Este lugar o sitio en el cual se hace la ceremonia
recibe el nombre de "cauiñelhue"17 que en español
sería "Sitio Sagrado de Dios". Aquel sitio, si por
singular casualidad se aplicara a cultivos o labranzas,
la persona o el animal se accidentaba, o bien las herra-
mientas se harían pedazos sin ocurrir nada, sino
con el poder que cuida o anima en dicho sitio.
Finaliza el guillatún y todos se despiden cordial y
fraternalmente, cada cual se va a sus rucas. Pero aun
algo se espera. Tremenda creencia en los sueños, espe-
cialmente de los oradores o machis o de otras perso-
nas de descendencia espiritual análoga al machi*.
Puedo decir que los mapuches sin creer en una
religión o bien, ignorando lo que es una religión,
adoran a Dios profundamente y si conocieran la re-
ligión evangélica o la católica, poseerían una reli-
giosidad profunda en todo aspecto, al Dios poderoso.
17
Cauiñelkue: Lugar del cahuín.
*L. A. se refiere aquí a los sueños proféticos de las machia
o los de los líderes religiosos o profetas, en el guillatún.
Ver nuestra nota 14 de p. 65. Sobre los continuos sueños
de las "machis", actualmente, ver Titiev (1952, p. 114 y
nota 9).
24
VIII
LA ESCUELA DE LA COMUNIDAD
28
VIII
20
Mundo interior: la comunidad.
30
lito, dejando varios herederos, en reminiscencia de
su vida privada, de lo contrario, sería inmortal.
. . .También, para ser un buen agricultor, debía
emigrar primero a otros países o pueblos de costum-
bres más adecuada para el porvenir 21 . Y entonces,
el padre le premiaba con bueyes, caballos y aperos de
labranza para la tierra que se heredaba. Cumplidas
estas misiones, se le pedía a un cacique o lonco?2 o,
21
Pregunta: ¿Por qué debía emigrar a otros países o pue-
blos de costumbres adecuadas para el porvenir? . . . Respues-
ta : " . . . Para ser un buen agricultor. Porque en la comuni-
dad había unas costumbres... y no se podía progresar, por-
que se largaban los animales en la noche y hacían perjuicios;
y se robaban los animales y las papas. Y había que salir a
conocer otras costumbres nuevas, para conocer cómo se hacen
cierros para los terrenos, acorralar los animales, cómo sem-
brar mejor y abonar". Mis parientes decían que antes de
casarse había que salir a conocer, ir a otra parte, a conocer
otras costumbres. (¿Para q u é ? ) . Respuesta: " . . . 0 sea, para
corregirse, porque se ignoraban mayores detalles. (¿A dónde
decían ellos que había que i r ? ) . Respuesta: " . . . a la Argen-
tina, y otros campos del S u r . . . también a Santiago"...
(Pregunta: ¿Cuándo recuerda aproximadamente haber oído
algo por primera vez acerca de S a n t i a g o ? ) . . . Respuesta:
. . . "tenía unos 9 años, unos primos míos habían ido a tra-
bajar a Santiago y regresaron. Fueron porque tenían deseos
de conocer, no recuerdo mucho más". (Pregunta: ¿y qué
pensabas de Santiago tú, como creías que e r a ? ) . . . Respuesta:
. . . "Yo pensaba que era un lugar semejante al en que yo
vivía, pero con puros huincas. Las distancias nunca me ima-
giné". (Sigue hablando espontáneamente): . . . " s i e m p r e los
mapuches deseaban ir, y decían que el Gobierno estaba en
Santiago; cuando las cosas en el campo subían mucho de pre-
cio, se acordaban de Santiago (mal Gobernante hay, decían).
La gente viaja mucho a Concepción y Valdivia y volvían
(dejan las siembras listas en julio, para regresar y cosechar
en febrero). Las partes importantes para ir son: Concepción,
Valdivia y Santiago son muy nombrados. Pero, Chillón, por
ejemplo no existe. Temuco es nombrado por el Juzgado de
Indios. Argentina (a los argentinos se les mira con respeto,
se considera una parte lejana, donde hay buenas costumbres
(mi abuelito estuvo 7 años en Argentina, también mi tío,
comerciante en animales).
22
Lonco: cabeza, denominación para el jefe.
31
en último caso, a un descendiente de éstos, la hija
para el joven que iba a formar su hogar.
Creencia en Dios, tenía fe en El, cuya representa-
ción sería la de un animal de color negro y blanco.
A ese animal sólo se podría vender pero no sacri-
ficar 23 . Y además si un niño era malo, desobediente
y flojo, había una especie de animal o un cuero que
tiene la forma igual que un cuero de vacuno en el
agua, o sea, en el lago donde vivía y una cueva in-
mensa en algunas partes de la montaña que reciben
el nombre de "reni"2i. Estos temores impedían a los
niños desobedecer. Este era mi mundo en aquellos
tiempos, cuando entré a la escuela y asistía al gui-
llatún (p. 23).
23
Hilger (1957: 141) dice, según sus informantes, que éstos
no fueron capaces de darle muchos datos acerca de cómo se
representaban la apariencia del Ser Supremo; que los Pro-
fetas (lideres en el Guillatún) a veces en sueños oyen una
voz, ven a veces una figura como de un hombre.
Respecto a los colores negro y blanco del animal que se-
gún L. A. representa a Dios, ambos colores, parecen estar
en relación con el poder ambivalente de la deidad indígena
de producir sol y lluvia. (Ver Cooper, 1946 : 742).
2
*Ver Titiev (1951: 107). El espíritu de los brujos va ha-
cia ciertas cavernas o renu.
32
VIII
EL LICEO Y LA CIUDAD
31
Ver p. 49, donde L. A. concibe la posibilidad del amor con
muchachas que no sean de su "raza" y nota de p. 49.
32
Mejoras creadas son según L. A.: rucas, árboles frutales,
cierros de los terrenos, ver p. 42.
38
ñeros, crianza de aves, animales, etc. Le prometí
traerle cereales o alimentos que a ella le pudieran
hacer falta. Entonces quedamos ambos decididos en
cuanto al pago de la pensión durante el período es-
colar. Ella me dijo: "puede quedarse cuanto tiempo
quiera", es decir hasta terminar mi estudio secun-
dario en dicho Liceo, pues necesitaba vivir acom-
pañada de un muchacho para los mandados. Ella
compró terreno para edificar una casa en el pueblo
en cuya casa vivíamos, después tomó de pensionistas
a otros dos jóvenes mapuches, estudiantes de la Es-
cuela Industrial. Desde ese año me sentí mejor. Todo
mi ánimo deposité para el estudio y así pasé al tercer
año, logrando éxito en todas las asignaturas, mi apo-
derado era el profesor mapuche XX, de la Escuela
Industrial.
Durante mi permanencia en Nueva Imperial, nadie
me escribía, ni tampoco me visitaba, pues mi tío
demostraba poco interés acerca de mis estudios. Al-
gunas personas le dijeron a mi tío que mi preocu-
pación consistía en puras tonteras, que más tarde
fracasaría en todo. Al oir mi tío estas frases de otro
individuo estúpido, vi que ya no tendría voluntad
mi tío de ayudarme para completar los estudios que
me restaban.
33
"Entonces ya me preocupé del estudio, sin ayuda
de nadie. Mi tío siempre me decía (cuando yo iba a
la comunidad, en las vacaciones escolares) que tra-
bajara en el campo, que quedara a trabajar en la
comunidad, a trabajar con él (yo trabajaba bien en
33
E1 párrafo siguiente, entre comillas corresponde a las
siguientes preguntas: ¿por qué nadie te escribía?, y ¿por
qué tu tío ya no tendría voluntad de ayudarte?
39
las cosas de la agricultura). Pero yo le decía a mi
tío que yo tenía amor al estudio. El decía que todo
estudiante que se dedica al estudio hace pura ton-
tera, y que se hace embustero. Que los otros mapu-
ches que son educados, se hacen orgullosos, menos-
precian a los que no saben y se hacen exagerados.
Otros individuos estúpidos de la comunidad decían
que yo no pretendía seguir en estudios, que yo lo
que hacía era aprovechar de mi tío en forma abusiva,
pidiéndole dinero, ovejas, etc.".
34
"No todos opinaban como mi tío. J. N. (no pa-
riente) me apoyaba. Y también un tío lejano. Y
también los hijos de mi tío. Estos tres tenían estu-
dios, sabían leer, pero sólo estudios primarios".
Mi tío no sabía nada, ni leer ni escribir, ni firmar 35 .
Decidí entonces ausentarme, antes que vivir en dis-
cordia con mi familia, aunque la Sra. no me cobrara
por la pensión.
34
E1 párrafo siguiente, entre comillas, es respuesta a la
pregunta: ¿Todos pensaban como tu tio?
35
Sólo después de averiguar quiénes le apoyaban, le inte-
rrogamos acerca de la educación de éstos y de la de su tío.
40
VIII
44
favorecerlos. Ellos ignoran lo que es un partido.
Puede tratarse de un Gobernante socialista o comu-
nista; se basan en lo que oyen (no saben). Oyen
de una persona rica que ayudará a los pobres y en-
tonces, votan por esa persona".
En la comunidad misma, el jefe supremo son sus
"Caciques" que dictan leyes, derechos y normas ex-
ternas e internas. 4 3 . . . "El Cacique hace un trata-
miento previo con otra comunidad, para hacer un
Guillatún, por ejemplo".
EN LA CAPITAL DE CHILE
52
(Pregunta: ¿Qué quiere decir: mujer ideal de mi cía-
sel). Respuesta: . . . " O sea: de mi raza, y que tenga una
cultura y posea algún bien material (alguna pertenencia de
tierra) y que sea de familia honorable".
53
(Pregunta: ¿Qué son rutas extrañas?). Respuesta:
" . . . Por ejemplo, me refiero a que ella no sea de mi clase
(de mi "raza") ... ella puede tener sentimientos no favora-
bles, pueden venir tropiezos. (¿Qué tropiezos?) . . . " Y o he
visto u n caso, de XX, mapuchito muy buen mozo, se puso
de novio con una mestiza francesa muy bonita, y se fijó el
día del matrimonio; el mapuchito mandó llamar toda la fa-
milia, aquí a Santiago (la familia vendió los bueyes para
venir). Y ella desapareció y se casó con otro hombre".
49
VIII
SUEÑOS*
51
VIII
4
Caupolicán, Lautaro y Galvarino son héroes araucanos
guerreros, de la resistencia a la conquista española.
56
ven cerca de la costa, para sacar el auto de aquel
sitio maléfico y que parecía desafiar el tiempo.
El caballero gringo", buscando ayuda llegó a una
ruca (un hogar) 6 , lo peor fue que no pudo darse a
entender con los mapuches, pero algunos de ellos le
consideraron e imaginaron lo que quería decir, lo
que le había sucedido. El hizo señales con las ma-
nos y ofreció dinero. Entonces dos jóvenes mapu-
ches llevaron bueyes enyugados y caballos. Todo fue
imposible pues la marea estaba peligrosa y en pleno
reflujo estaban las aguas del mar. Afligido el dueño
del auto se fue a Puerto Saavedra porque ya era
bastante tarde y la caminata era larga, como tres
leguas; llegaron a media noche a dicho puerto. Al
día siguiente vino con carabineros y otros por si el
auto se encontraba todavía. No quedaba ni seña algu-
na. Manquián se había apoderado ya. Quedáronse
todas las gentes muy sorprendidas del suceso extraño
del caballero inglés.
Cuando el tiempo amenazaba llover, el ruido del
auto se notaba perfectamente y todos los mapuches
decían que Manquián con su auto se luce. Ahora
todavía al observar el ruido monótono del mar, se
nota un ligero ruido de un auto.
r
'Ver nota de p. 26.
«Ver nota de p. 22.
57
C O M E N T A R I O
Subrayados nuestros.
2
Este número es muy discutido y algunos autores consideran
que es mucho mayor. El Censo de 1952 registró 130.547 arau-
canos, entre los que vivían en reducciones y los que declara-
ron a los empadronadores poseer tal condición.
Los porcentajes de araucanos en estas provincias, con res-
pecto a la población no indígena, aumentan, si consideramos
las variaciones intercensales entre 1940 y 1952, por ejemplo
en Cautín: de 24,4% a 26¿% y en Malleco de 10,1% a 12,1%
(según datos del Censo General de población de 1952, pp.
146-148). Con respecto a los araucanos en las regiones urba-
nas, los datos son inadecuados, ya que el Censo se guía por
la declaración de "extranjero" o de "otra nacionalidad que la
chilena". El Censo de 1952 registra sólo 875 araucanos para
Santiago de Chile. El profesor D. Curaqueo me ha informado
personalmente que él y otros amigos han revisado los Regis-
tros Electorales de la Provincia de Santiago, y han encontrado
10.000 personas con apellidos araucanos, inscritos. Si pensa-
58
trata de plantear problemas sociológicos, antropológicos, de-
mográficos o económicos si se considera que poseen un idioma
común y una cultura homogénea y que ellos están concentra-
dos en una región del Sur de Chile, donde en provincias
como Cautín, unos 100.000 "mapuches" constituyen el 26,2%
de la población total y unos 20.000 de ellos son el 12,1%
de la población de la provincia de Malleco.
Es sorprendente pues que la publicación del primer tra-
bajo de campo sobre comunidades araucanas, efectuada por
un antropólogo profesional, sólo date de 19523. Dicho an-
tropólogo, a su vez se extraña de "la falta sorprendente de
información al día" sobre la tribu araucana. Esta carencia
de informaciones sistemáticas, unida al hecho de que, pacifi-
cados de 1884, ellos no constituyen una "amenaza india",
ha influido también en que algunas interesantes dimensiones
sociológicas de la situación de prolongado y estrecho contacto
del grupo minoritario araucano con la Nación, sean poco
perceptibles.
Un diseño ideal para una exploración científica de esa
situación de contacto entre dos sociedades, con sus varias
implicaciones (sociológicas, antropológicas, psicológicas, eco-
nómicas, etc.) debería satisfacer dos requerimientos. Por una
parte, los de la sociología creadora y la antropología, y por
otra, los requerimientos inmediatos de las investigaciones em-
píricas y la recolección de datos precisados por la política
indigenista nacional y la "ingeniería" social.
Algunas bases de comparabilidad para trabajos futuros
podrían lograrse aplicando a la situación araucana algunos
conceptos implícitos en los teoremas acerca de los fenómenos
del conflicto cultural y de la migración del campo a la ciu-
dad. Y los marcos de referencia teóricos y los planteamientos
que en el análisis de los procesos de contacto entre socieda-
des "diferentes" ha utilizado Balandier, manejando el concepto
60
Hay un momento en que esta "reacción" global compleja
de una sociedad dependiente, que tiene implicaciones psico-
lógicas, culturales y sociológicas (analizadas en Balandier,
1952), deja de ser global e indiferenciada y se convierte en la
"expresión directa de intereses precisos representados por
categorías sociales que constituyen diferenciaciones nuevas"
(Balandier, 1955, 279). Algunas de estas categorías serían
producidas por la evangelización: los "cristianos"; por la
enseñanza' los "letrados"; por el contacto estrecho con la so-
ciedad dominante: los "evolués"; o por los procesos econó-
micos: nuevos "artesanos" y " c o m e r c i a n t e s L a literatura ha
destacado la importancia que en el cambio social tienen estas
categorías de "hombres nuevos" que surgen en las sociedades
indígenas, y la influencia decisiva de estas diferenciaciones
sociales nuevas, en cuanto elementos innovadores, como inter-
mediarios y canales entre su sociedad tradicional y la socie-
dad "moderna" y la preeminencia política que luego ellos
alcanzan. Una implicación sociológica importante de estas ca-
tegorías sociales nuevas es la de que alteran la estructura
social tradicional, "mutando" sus sociedades de origen 5 .
Han surgido también letrados y evolués entre los araucanos
de Chile, de los cuales L. A. es uno. Y los procesos de con-
frontación cultural están presentes en su manuscrito, asi como
también, datos acerca de la existencia de grupos informales
de indígenas que emigran de sus comunidades y se incorporan
a la urbe (nota 49 de p. 48). La significación de estos
letrados mapuches y los datos de L. A. a la luz de semejantes
marcos teóricos, cobran un particular relieve sociológico, y
dan perspectiva a la autobiografía y al posible destino de
L. A., en, cuanto joven letrado araucano.
Las implicaciones sociológicas concretas del surgimiento de
los letrados mapuches, como elementos que alteran la estruc-
tura social tradicional en sus comunidades se ilustran bien
66
considerar el funcionamiento diferencial de tales categorías
en los diversos contextos estructurales.
Consignaremos sólo dos notas, significativas en el proceso
de la posible integración y destino de estas élites araucanas.
Primero: Balandier, 1955, en sus investigaciones, ha mostrado
muy bien cómo las estructuras sociales específicas (política,
familiar, religiosa, etc.) de los grupos indígenas, reaccionan
específicamente al impacto de las sociedades más avanzadas.
Y cómo el mayor o menor grado de integración de las so-
ciedades indígenas, influye en la suerte e integración, en el
seno de ellas, de estos elementos nuevos. Si consideramos,
por ejemplo, la estructura política araucana, vemos que ya
antiguas fuentes la han señalado como favorable al surgi-
miento de la competencia y el liderazgo personal, basado en
el prestigio individual. La autoridad de los Jefes, basada en
lazos de parentesco habría sido muy limitada, casi exclusi-
vamente consultiva y persuasiva, con poco o ningún valor
coercitivo, Cooper (1946: 724). El derecho a la sucesión tra-
dicional ha podido ser discutido, si el sucesor no tenía las
condiciones de habilidad y conocimientos personales que se
consideraban adecuadas para ser un buen Jefe, Cooper (1946:
724) y Titiev (1951: 55-57). Es sabido que semejante sistema
de Jefaturas, además, ha sido fuertemente debilitado y cer-
cenado por el impacto de la sociedad dominante.
Pero tal estructura social indígena, suelta y carente de
centralización, influye tal vez en que los actuales líderes
políticos araucanos carezcan de un respaldo tradicional y ge-
neralizado de su pueblo. Y que ellos mismos estén fuerte-
mente sometidos al imperativo de la competencia individual.
Pues los letrados, si bien exhiben dicho prestigio personal,
carecen de un marco tradicional de autoridad". Titiev, 1952,
69
N O T A M E T O D O L O G I C A
74
B I B L I O G R A F I A *
76
INDICE
INTRODUCCIÓN 11
AUTOBIOGRAFÍA DE L . A.:
I. En la Comunidad 17
V. El Liceo y la Ciudad 35
VIII. Sueños 50
Relato de Manquián 53
COMENTARIO 58
N O T A METODOLÓGICA 70
BIBLIOGRAFÍA 75