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a) El humo de los hornos, que durante toda la noche velaban respirando con bronco resoplido, se planteó
vagamente en sus espirales más remotas; apareció risueña claridad por los lejanos términos y detrás de
los montes, y poco a poco fueron saliendo, sucesivamente, de la sombra, los cerros que rodean a
Socartes, los inmensos taludes de tierra rojiza, los negros edificios…
b) Era un hombre de facciones bastas, moreno, de fisonomía tan inteligente como sensual, fuerte, si bien
algo gastada por el clima americano.
c) Raza gallega: animales de mediana corpulencia, proporciones prolongadas, cruz baja, apenas
musculosa; dorso y lomos rectos de poca anchura y enjutos; grupa estrecha y descarnada.
d) Vista a la tenue claridad de la lámpara, con la rubia cabellera en divino escorzo, la sombra de las
pestañas temblando en el marfil de la mejilla y el busto delicado y gentil destacándose en penumbra
incierta sobre la dorada talla, y el damasco azul del celeste canapé, Rosarito recordaba esas ingenuas
madonas pintadas sobre fondo de estrellas y luceros.
El cerro de Luvina
De los cerros altos del sur, el de Luvina es el más alto y el más pedregoso. Está plagado de esa
piedra gris con las que hacen la cal, pero en Luvina no hacen cal con ella ni le sacan ningún provecho. Allí
la llaman piedra cruda, y la loma que sube hacia Luvina la nombran Cuesta de la Piedra Cruda. El aire y el
sol se han encargado de desmenuzarla, de modo que la tierra de por allí es blanca y brillante, como si
estuviera rociada siempre por el rocío del amanecer, aunque esto es un puro decir, porque en Luvina los
días son tan fríos como las noches y el rocío se cuaja en el cielo antes de que llegue a caer sobre la tierra.
muy claro
lejano
preparadísima
feliz