INDICE

- Editorial 3
- Breve historia de la infancia en occidente 5
- Sigyn. Un altar para la niña novia 11
- Maternidad 16
- Blanco y Negro 18
- Comparación de tradiciones del postparto entre sociedades 21
industrializadas y no industrializadas paganas: los casos de la

placenta, la lactancia y el aislamiento materno puerperal

- Parto Natural 28
- Celebrando la Rueda del año con los pequeños de la casa 30
- Elfos y concepción de la Völva 32
- Experimentar una infancia Mágica 40
- Una tiza, una piedra y ganas de saltar 44
- Rayuela, luche y tejo 49
- La etnobotánica infantil, jugando con las plantas 50
- Promesa 56
- La infancia de Heracles 58
- La Sacerdotisa 64
- Vasilisa la bella, de niña a mujer. Un rito de paso a 65
la adultez según un cuento de hadas eslavo

- Elementos apotropaicos y votivos asociados a la infancia 72

en el mediterráneo y Europa occidental

- Buenos espíritus 73

- Reseñas 81

2
 Editorial

La Tierra es como un útero en el que se gestan esperanzas.

Tras la caída al Inframundo, todo lo que ha caído vuelve a resurgir. La vida se abre
camino entre la hojarasca o entre la nieve. Unas flores blancas en algún árbol intrépido
anuncian el despertar del mundo y el comienzo de la primavera. La vida es de los
valientes.

De niños, nunca tuvimos miedo. Corríamos que parecíamos volar o saltábamos los
escalones de alguna escalera de cuatro en cuatro, sin temor a tropezar ni a hacernos
daño. Amábamos con inocencia, a manos llenas, como una explosión de primavera
que inunda el mundo. Jugábamos a la pata coja pasando números hasta llegar a un
Cielo, ese Cielo que era el límite de todas nuestras aspiraciones y nuestros sueños.
Como la semilla, nunca tuvimos miedo de asomarnos entre la nieve y el frío, nunca
temimos a las brechas y a las rodillas marcadas. Era mucho más divertido Vivir, con
mayúsculas. Lástima que la mayoría hayamos olvidado lo que es nacer, lo que es ser
niños.

Tienes ante tus ojos nuestro sencillo homenaje a los seres que un día fuimos.
Criaturas de ojos frescos y sonrisas brillantes. Miradas que se querían comer el mundo.
Semillas que no conocían el miedo porque es mucho más divertido morder la vida con
los dientes y nunca, jamás, dejar de preguntarse qué habrá más allá del horizonte.
Porque nacer es de valientes.

Portada realizada por

Luna Gijón (6 años)

3
4
 Una breve historia de la infancia
en occidente
El estudio de la vida cotidiana, es
decir, de aquellas cosas que hacen a la
vida ser vida, es una disciplina, dentro
de la historia, que ha sido largamente
denostada. Aún entendemos mayormente
la historia como los grandes movimientos
bélicos y poblacionales unidos a ellos.
Las decisiones de tal o cual señor
(habitualmente barbudo) dotado con una
autoridad, un dinero y un prestigio al
que pocos podían llegar a aspirar en su
tiempo. Es por ello que puede parecer que
en el pasado no había más que señores
barbudos. Y que, curiosamente, algunos
de ellos eran muy bajitos.
Tenemos la suerte de que desde finales
del siglo XX y más aún en nuestro siglo
XXI, se han ido desarrollando diferentes
estudios sobre las figuras femeninas,
en una suerte de “historia de género”
y “arqueología de género”, que lleva a
replantearse las funciones sociales de
los individuos y las vidas de los pueblos
del pasado. Precisamente en esta línea
de investigación, la que se centra en la
cultura material, la subsistencia y el día
a día, es donde encontramos mayores,
por no decir algunos, rastros de lo que
pudo suponer ser niño en el pasado.
Hemos vivido una creciente atención a
las llamadas “poblaciones silenciadas”
(mujeres, pobres, minorías, niños) en la
historiografía y espero que esta tendencia
se mantenga.
Lo cierto es que en el estudio de la infancia
hay dos vertientes inseparables. Por un
lado, está la parte biológica, ciertamente
determinista, que da una serie de edades
en el desarrollo neurológico, hormonal y
físico de nuestra especie. Esto debe ser y
es tratado desde la biología y la medicina
como temas estadísticos, ya que las
Por Aitziber Conesa
edades de ciertos procesos pueden variar
sensiblemente de individuo en individuo.
Así se puede considerar que una muchacha
entra en la adolescencia con la primera
menstruación, que puede darse entre
los 11 y los 14, e incluso más tarde. Sin
embargo, sí es cierto que el desarrollo
neuromotor es estadísticamente igual
en todos los bebés, y el desarrollo de
las características sexuales tiene una
horquilla de edad determinada también.
Estas realidades biológicas pueden
traducirse en una flexibilidad en las
consideraciones sociales y legales. Por
ejemplo, la legalidad de los matrimonios
o el momento propicio para los ritos de
paso allí donde los haya. Porque, por otro
lado, tendríamos que tener en cuenta
la vertiente cultural, aquello que varía
sensiblemente de cultura en cultura y
a través del tiempo y que hace que la
experiencia de una infancia no se pueda
comparar a otra.
Y, aunque esto es totalmente cierto,
las culturas, modos y tiempos cambian
la percepción de los grupos de edad, de
las etapas de las vidas y otros datos…
También es cierto que hay tablillas
cuneiformes que nos indican que hay
ciertas cosas que nunca cambian. Así
encontramos la reprimenda de un padre
a un hijo escrito en tablillas cuneiformes
de hace 3.700 años. Aquí un pequeño e
ilustrativo extracto de la traducción:
Padre - “¿A dónde has ido?”
Hijo - “A ninguna parte”.
Padre - “Si es verdad que no has ido
a ninguna parte, ¿por qué te quedas aquí
sin hacer nada?
5
 Anda, vete a la escuela, preséntate ante
el “padre de la escuela”, recita tu lección;
abre tu mochila, graba tu tablilla y deja
que tu “hermano mayor” caligrafíe tu
tablilla nueva. Cuando hayas terminado
tu tarea y se lo hayas enseñado a tu
vigilante, vuelve acá sin rezagarte por la
calle. ¿Has entendido bien lo que te he
dicho?”
Hijo - “Sí. Si quieres te lo repito”.
Padre - “Pues ya puedes repetírmelo”.
Hijo - “Te lo voy a repetir”.
Padre - “Di. Venga, dímelo”.
Es innegable que la infancia, el hecho de
que una sociedad tenga y crie niños, es
algo que no se puede obviar. Toda especie
necesita de la crianza de la siguiente
generación para su propia subsistencia. Y
la importancia de estos nuevos seres es
capital en todas las culturas. Si tomamos
las representaciones supervivientes en
el arte de cada época como índice de
la importancia psicológica para cada
sociedad de sus niños, deberíamos
asumir que estos son relevantes desde
el mismo paleolítico como demuestran
las representaciones de madres e hijos y
partos en el arte rupestre levantino.
Que los niños eran relevantes para
sus padres se ve claramente en sus
enterramientos desde el bronce por todo
el mediterráneo, donde los encontramos,
aunque en inferior representación que
los adultos a causa de la fragilidad de
sus huesos, con ajuares interesantes y a
menudo relacionados con otros fallecidos,
seguramente sus familiares.
En aquellos lugares en los que había una
buena literatura durante la edad del bronce
(mayormente en creciente fértil), también
encontraremos fuertes referencias a ellos
en los códigos legales, que recogían el
derecho (o las condiciones) de los padres
para el abandono de la progenie, así
como muchísimos tipos de contratos por
adopción. Estos datos, sin embargo, no
nos hablan de la infancia en sí, como un
conjunto, si no de infancias particulares.
6
La representación de los niños en
el arte no solo se limita al apartado
gráfico, sino también a las temáticas
mitológicas. En el mundo mediterráneo,
y especialmente en el griego y romano,
podemos encontrar infinidad de relatos
sobre la infancia y juventud de los dioses
y héroes principales. Esto implica una
conciencia social sobre la importancia
de la educación y la experiencia de los
infantes. En la larga lista de nacimientos
y crianzas divinos se cuentan entre
otros el mismo Zeus, Dionisios, Apolo,
Artemis, Hermes o Atenea. Otros mitos
nos hablarán directamente del proceso
de la adolescencia, como el caso de
Perséfone. Y, por supuesto, el tema se
vuelve recurrente en las tragedias y
épicas griegas, siendo parte misma de la
Odisea, en el que vemos la maduración
de Telémaco, en Edipo Rey, la Oresteida
o incluso dentro de la mucho más tardía
Eneida.
Los relatos sobre infancias de dioses y
héroes tienden, en líneas generales, a
separar la divinidad de la humanidad desde
las edades más tempranas, incluso en los
casos en los que al joven héroe hay que
proveerle de una educación esmerada.
Sin embargo, en los relatos de corte más
bien épico o trágico comenzamos a ver
una literatura de la madurez, ya sea esta
bien o mal encaminada.
Probablemente la diferenciación de los
niños en tanto colectivo y por rangos
de edad no se da hasta sociedades lo
suficientemente desarrolladas como para
normativizar ciertos comportamientos y
generalizar rituales apropiados para las
separaciones. Por un lado, estaríamos
hablando de sociedades en las que la
educación empezaba a darse fuera de
los núcleos familiares, es decir, tenían
escuelas. Por otro, también hablaríamos
de sociedades con instituciones que
ayudasen a separar al niño de la vida
familiar para introducirlo en la vida
comunal a partir del propio grupo de
edad. Y, sí, al menos en la actualidad
occidental, la institución familiar principal
para este último fenómeno también es la
escuela.
 Pero en la Grecia clásica esta institución
social, más allá de lo que podamos opinar
de ella desde nuestro etnocentrismo
actual, podría bien haber sido la
pederastia.
La primera separación de las edades
o etapas de la vida puesta por escrito
procede de Roma. En el mundo romano
se consideraba que los niños tenían una
primera infancia hasta los siete años,
en la que pertenecían más al entorno
doméstico. Tras ésta, venía una segunda
infancia que se alargaba hasta los 14
años (en ocasiones y para las muchachas,
hasta los 12). Es en esta edad en la que
los jóvenes pasan a ser adolescentes y
comienzan a entrenarse para su vida
adulta, comenzando a ir al Foro en el
caso de los varones o considerándose
ya casaderas en el caso de las chicas. A
este trance le acompañaba una serie de
rituales de paso, que incluían el sacrificio
de los propios juguetes y protecciones
infantiles y el cambio de ropa. La
adolescencia duraría hasta los 21 años,
tras lo cual vendría la juventud (hasta
los 40), la madurez (hasta los 70) y
finalmente la senectud.
Es notable que la tendencia del mundo
romano, en sus clases acomodadas, de
tener cada vez menos descendencia para
evitar la excesiva división de la herencia
familiar y, por tanto, la caída de clase
social, coincidiera en el tiempo con una
mayor atención al infante. La mayor parte
de textos sobre escolares, recuerdos de
infancia y demás literatura relacionada
con la escolarización romana proceden de
la época imperial, y continúan largamente
hasta el final del imperio. Hacia el siglo
V seguimos teniendo relatos de juventud
y escolares, mezclados con relatos de la
piedad e inocencia de los infantes, cosa
que tiende a desaparecer hasta llegar al
renacimiento de nuevo. Pero, de vuelta a
la roma pagana, también encontramos en
esta época una cantidad nada desdeñable
de poesía homoerótica cuyo objetivo eran
jovencitos. Es el caso del Juvencio de
Catulo. El adolescente romano se puede
convertir en el objetivo sexual de sus
mayores, al menos de modo retórico pues
el mismo Catulo tiene poemas muy duros
en los que insulta a otros hombres por
comportamientos homosexuales. De esto
podría entenderse que al menos parte de
la producción de versos homoeróticos no
serían un reflejo de un comportamiento
real, sino más bien la imitación de este
tipo de poética proveniente de Grecia.
Lo que sí sabemos es que había una
legislación bastante dura al respecto de la
protección de los jóvenes romanos contra
posibles abusos de los adultos. Esto sí,
dentro de las clases altas y adineradas,
puesto que los jóvenes y niños de clases
bajas y esclavos podían carecer de todo
derecho y protección y, de hecho, eran
prostituidos por sus padres o dueños en
no pocas ocasiones. Lo cierto es que,
a nivel general, se consideraba que un
menor era un ser inocente e incapaz de
responder por sus propias faltas.
El cristianismo, por su parte, hizo mucho
en la atención a la infancia ya que ahonda
en dos características ya conocidas: la
infancia como inocencia, y la divinidad
vista como el niño de la promesa.
Los teólogos cristianos del final del
Imperio bien entendieron que Jesucristo,
al decir aquello de “dejad que los niños
vengan a mí” estaba dando a entender
que el ideal cristiano era uno de completa
inocencia y pureza, y por tanto, en
su misma naturaleza, infantil, pues
los niños se entendía que no podían
cometer pecado pues no eran capaces de
comprender el pecado y asumir la culpa.
Un adulto cristiano debía pues ser niño
en ese aspecto, y por tanto se acerca
la preocupación del adulto al mundo
infantil. Ambos mundos son paralelos e
identificables en lugar de ser realidades
separadas a través de las que se navega
en una sola dirección y solo a través de
los rituales adecuados.
Por otro lado, la adoración de Dios-Niño,
a través del bebé Jesucristo y la Navidad
se vuelve un punto muy relevante en las
creencias populares. La imagen no es
nueva: el niño de la promesa, nacido de
padres divinos para cumplir una tarea
7
que cambiará el mundo, es un arquetipo
mediterráneo muy común y la imagen de
la madre con niño, ya sea Cibeles-Atis o
Isis-Horus era, en la época tardoimperial,
ubicua.
La nueva moralidad cristiana cambió
muchas cosas en tanto el trato de los
romanos a los niños, especialmente la
desaparición del derecho del paterfamilias
a exponer a los bebés no deseados, lo cual
fue muy notorio en aquellos casos en los
que los pequeños presentaban algún tipo
de discapacidad. La familia deja de ser, en
el imperio, el gran conglomerado clánico
que se reúne alrededor de una domus y
un paterfamilias, con todos los siervos,
clientes, esclavos etc. El cristianismo
ahonda en los lazos sanguíneos y la
familia pasa a ser algo mucho más
nuclear (padres e hijos, tal vez abuelos).
Se comenzó a valorar la virtud de los
pequeños por encima de otras cuestiones
y el estado empezó a construir centros
de acogida para los niños no deseados,
que durante algún tiempo sirvieron
también para salvaguardar las vidas de
los pequeños de familias pobres durante
épocas de hambrunas. Los cristianos
abrieron así mismo escuelas para futuros
eclesiásticos, popularizando un poco la
escuela de letras a la que solo podían
acudir los hijos de familias pudientes.
¿Qué ocurre en el resto de Europa? No
lo sabemos por seguro, puesto que no
tenemos tanta documentación como en
el mundo mediterráneo o que cae bajo
el dominio del todopoderoso Imperio
Romano. Sin embargo, se apunta a que
hubo una tradición bastante arraigada
de intercambio de niños entre familias,
al menos algunas familias nobles, en las
que un niño era criado a partir de los
siete años y hasta la adolescencia por
una familia adoptiva. Esta podía estar
emparentada con el niño, ser amigos
de la familia biológica o incluso ser un
enemigo, en cuyo caso la crianza formaría
parte de una alianza o tratado de paz
que acercaría ambos clanes y serviría, al
mismo tiempo, como un intercambio de
rehenes. En la mitología esto es lo que
8
podría haber ocurrido entre los dioses
nórdicos Ases y Vanes, y ser parte de
las razones por las que Freyr y Freyja
conviven y comparten sus conocimientos
con los Aesir.
En el caso céltico, las edades y la
educación de los jóvenes pueden verse
en mitos como el de Cuchulainn, en el
que vemos que el héroe del Ulster pasa
una época de segunda infancia sirviendo
a un tutor y posteriormente, a la edad
de regreso al hogar, estudiando con una
heroína para desarrollarse como guerrero.
De este tipo de narraciones puede
deducirse que el esquema educativo de
las tribus célticas era este: se pasa la
primera infancia con la propia familia, la
segunda con una familia adoptiva, y la
adolescencia refinando las habilidades
que se desarrollarían como oficio en la
edad adulta, ya fuera un entrenamiento
como guerrero o como druida o el trabajo
en una granja. Narraciones como la de
Fionn vendrían a reforzar esta tesis.
Si hemos de hacer caso al decano de la
historia de la vida cotidiana en Europa,
Phillippe Ariès, la infancia fue, durante
siglos, olvidada por completo. Esto es
difícil de asumir en la actualidad, ya que
tenemos una serie bastante extensa de
adultos especializados en esta etapa de la
vida: psicólogos, maestros y educadores,
médicos, sociólogos y un largo etcétera.
Lo que nos dice Ariès no es, sin embargo,
que no hubiera ningún afecto o cuidado por
los niños, sino más bien que la sociedad
no pensaba en ellos como algo apartado o
segregado de su entorno social y familiar.
Es decir, existían los niños individuales,
pero no la infancia como colectivo. Esta
apreciación se basa, esencialmente, en
la falta de representaciones de niños en
las tumbas y en la tipología de facciones
en las representaciones sacras. Durante
los siglos X –XI la representación infantil
es prácticamente nula, y esto se alarga
hasta el siglo XIII. Los niños en el
arte medieval no son más que señores
pequeñitos. En cierto modo, se les puede
ver como un tipo de duende o enano, un
“homúnculo”. Lo cierto es que tampoco
hubo en esta época ropa específica para
los niños, que vestían exactamente
igual que sus padres, solo que en su
talla. Se entiende pues, que los niños se
consideraban adultos algo imperfectos
y de tamaño pequeño, y poco más.
Durante esta etapa y hasta el siglo XIV,
prácticamente solo se representaban
niños dentro de la representación de la
virgen con el niño Jesús, como ya hemos
dicho, con una forma de hombre pequeño.
Esta representación se suaviza a partir
del siglo XIV, donde empezamos a ver
pequeños Jesuses un poco más infantiles
y candorosos.
La representación de niños únicos y
personalizados deberá esperar hasta el
siglo XVI y XVII (plena edad moderna),
época de la que tenemos tanto tumbas
nominadas con retratos de los niños y
también comienzan a aparecer en retratos
de familia, de la mano de sus madres o
incluso en brazos de nodrizas y similares.
Curiosamente es en esta misma época
en la que se populariza el putto o niñito
desnudo, una figura idealizada de infante,
que aparece en las imágenes pero que
no participa de ellas. El motivo del putto
llega a ser invasivo en el arte de la época,
rellenando marcos en las pinturas.
A partir del siglo XVII podemos encontrar
también retratos de niños singulares,
apareciendo solos en el cuadro. Sería caso
exclusivo de nobles y reyes, herederos
importantes a una y otra corona. Y solo
a finales de este siglo, entrando en la
edad contemporánea empezaremos a
encontrar niños en situaciones comunes
(jugando, comiendo…)
Lo que es cierto es que, en lo que a
escuelas se refiere, durante la edad
media y fuera de los conventos y centros
similares, eran reuniones destartaladas
de niños de toda edad y tipología en un
único salón de clases, a la que se acudía
solo de tanto en tanto y sin disciplina. Estos
se pagaban con donaciones privadas, y
normalmente ligadas a asilos. Lo más
normal para la educación de los pequeños
en habilidades y oficios que les permitiera
avanzar en la sociedad, era que se les
enviara solos y lejos de la familia para
servir en casa ajena, aprendiendo una
artesanía concreta y, con el tiempo, con
la esperanza de heredar el negocio de su
maestro. Esto separaría al niño no solo de
su entorno conocido, sino también de su
grupo de edad. No tendríamos niños de la
misma edad jugando juntos. Tendríamos
niños de edades dispares trabajando del
mismo modo o para el mismo empleador.
De este modo sería muy difícil que los
propios niños tomaran una conciencia de
pares por edad, sino por ocupaciones. Es
decir, el niño sería antes un aprendiz de
tintorero que un niño de diez años. Por
supuesto, resulta complicado para alguien
que no ha tenido nunca consciencia de sí
mismo como un niño igual a otros niños,
tener consciencia del grupo de edad
infantil cuando se convierte en un adulto.
Curiosamente parece ser el proceso de
estandarización de un sistema escolar lo
que sensibiliza al adulto sobre el mundo
infantil y lo separa mentalmente del
mundo adulto. Esta sensibilización viene
también acompañada por una serie de
cambios demográficos que se repiten
también en casos como el romano o el
griego: un ligero y paulatino descenso
de la mortandad infantil, acompañada
de un descenso mucho más claro de la
natalidad.
Con menos muertes infantiles, y
con menos niños de los que hacerse
cargo (junto a una mayor consciencia
de las medidas higiénicas y una cierta
estabilización de la dieta que justificarían
el descenso de la mortalidad) se empieza
a prestar más atención a cada niño
particular, y a invertir recursos y atención
política a la infancia.
Este proceso fue largo y ambivalente,
ya que en él se enfrentaron dos
opiniones coexistentes y opuestas sobre
la naturaleza del niño.
9
 Por un lado, el niño era entendido como
un ser puro y libre de sexualidad de
cualquier tipo, siguiendo el pensamiento
cristiano, por el que el único pecado de
los pequeños era aquel con el que venían
al mundo.
Por el otro existía la idea del niño como
ser corrupto y perverso, que necesita ser
moralizado a través de la escuela y la
socialización.
No hay mejor ejemplo de esta postura
que la del Adab Bérulle que en el siglo
XVII escribía:
No hay peor estado, más vil
y abyecto, después de la muerte, que la
infancia.
Curiosamente, la solución del problema,
para ambas posturas era la misma: una
educación reglada más moralizante y
obligatoria. Para proteger la inocencia
del infante, pero también para tener un
mayor control sobre sus actividades,
empieza a separarse poco a poco la
educación por grupo de edad. Así, en
los siglos XV a XVIII, se empiezan a ver
separaciones por edad, primero entre la
primera infancia y el resto de alumnos,
después una segunda separación por
niveles educativos en los que tiene mucho
que ver el desarrollo de las universidades,
en las que empieza a verse solo alumnos
jóvenes adolescentes y jóvenes, estando
en escuelas intermedias entre los 7 a 10 y
14 años de edad. Este proceso culminará
en el siglo XIX, cuando el aumento de la
burguesía, una clase adinerada que ve en
los estudios un modo de progreso social y,
por tanto, algo completamente relevante
forzará la creación de nuevas escuelas
y unas planificaciones de estudios
centradas en la excelencia académica.
Los rangos de edad en este periodo se
asientan, y empieza a separarse de nuevo
la juventud de la adolescencia.
Es a finales del siglo XIX cuando
la adolescencia empieza a ser una
temática notoria en el mundo artístico,
especialmente en la narrativa.
10
Y ya en el siglo XX se convertirá en
un motivo casi ubicuo y se explorará
el crecimiento y la madurez muy
ampliamente, aunque, como ya hemos
visto, no sea nada nuevo, ya que teníamos
este tipo de temas bien representados ya
en la épica griega.
Nuestra sociedad actual está en extremo
centrada en la infancia y, al mismo
tiempo, es experta en desarrollarse de
espaldas a esta. Hemos generado tal
cantidad de literatura y arte orientado
a niños y protagonizado por niños,
que hemos creído dominar esta etapa
de la vida que, mayormente, hemos
olvidado que pasamos. Tenemos cada
vez más profesionales investigando
distintas cuestiones relacionadas con
la infancia. Sin embargo, podemos
perfectamente no saber nada de niño
alguno si no lo deseamos, ya que nuestra
especialización ha separado tanto al niño
del adulto que solo tenemos consciencia
de ellos si decidimos introducirnos en
su entorno social. Nuestros niños pasan
casi más tiempo entre sus pares de
edad que con sus familias, y desarrollan
un fuerte sentimiento identitario con
sus compañeros, que más adelante
se traducirá en un sentimiento de
generación.
Bibliografía
-Ariès, P. L’enfant et la vie familiale sous
l’ancient régime 1975 Paris Seuil
-Heywort, C. A History of Childhood:
children and childhood in the west from
medieval to modern times 2001 Oxford
Polity Press
-Galera, J. M La edad de las nueces 2021
Madrid Encuentro
-Justel Vicente, D (Ed) Niños en la
antigüedad. Estudios sobre la infancia en
el mediterráneo antiguo. 2012 Zaragoza
Universidad de Zaragoza
-Van Gennep, A. Los ritos de paso 2013
Madrid Alianza Editorial
 Sigyn: un altar para la niña-novia
Es probable que nunca hayas oído hablar
de Ella. Y si has escuchado su nombre, es
posible que no le hayas dado importancia.
Ella es así, discreta y humilde, y hasta
un poco tímida diría yo. Se llama Sigyn,
y si conoces su nombre la relacionarás
rápidamente con su controvertido
marido, el dios nórdico Loki, aunque
hay autores como Enrique Bernárdez
(3), catedrático de lingüística general,
especialista en lingüística y filología
nórdica, que creen que es una divinidad
muy antigua y solamente nos ha llegado
una mínima parte de su historia. En las
Eddas, el texto capital para los paganos
que recorren el sendero del Norte, nos la
nombran varias veces. Una de ellas, en
el Gylfaginning, se la presenta como la
mujer de Loki y madre de su hijo Narvi
(o Nari). Más tarde, en el mismo texto,
se explica su cruel destino. Es en el
Skáldskaparmál​dónde se la nombra una
tercera vez, aquí listado su nombre junto
al de otras asinas, o diosas. También la
encontramos nombrada en la Völuspá y
el Lokasenna, pertenecientes a la Edda
poética, de nuevo dentro de la escena de
su mayor tristeza (16).
Permíteme que te cuente su historia,
o lo poco que se sabe de ella. Se dice
que Loki tuvo dos mujeres. La primera
fue Angrboda, de la raza de los jötun, a
los que se llama (un poco erróneamente)
gigantes. Con ella tuvo tres hijos: el lobo
Fenrir, la serpiente Jörmundgander y la
que más tarde sería nombrada señora de
los difuntos, Hela. Su segunda mujer fue
Sigyn. Los textos no nos indican si ambas
mujeres convivían en un régimen de
poliginia o concubinato, recordemos que
ambas situaciones eran usuales y estaban
Por Titania Roig
permitidas en la sociedad vikinga, marco
cultural de la mitología que nos ocupa (5).
Lo que sí que sabemos es que su relación
con Loki y el nacimiento de los hijos que
tuvo con él, Narvi (o Nari) y Vali, fueron
posteriores a su relación con Angrboda.
Loki a su vez también es un jötun. Si bien
hay muchos de entre los ases y los vanes
que toman doncellas jötun como esposas
(podemos ver a Odín y Jörd, la madre
de Thor, y también a Frey con Gerd, por
ejemplo), no es tan usual que sea una
asina como Sigyn la que despose a un
marido jötun. Mejor dicho, es casi un
hecho excepcional (8).
Sea como fuere, y sin entrar en
polémicas, los ases decidieron castigar a
Loki por la muerte del hijo de Odín, Balder.
La tradición nos dice que se lo apresó y se
lo llevó a una caverna. Se llevaron frente
a él a sus dos tiernos hijos con Sigyn, y
Odín transformó a uno de ellos, Vali en
un lobo que, sediento de sangre, atacó y
desgarró hasta la muerte a su hermano
Narvi. Los ases mataron entonces al lobo
y arrancaron los intestinos de Narvi, que
usaron como ataduras para Loki. Skadi,
guerrera jötun cuyo matrimonio con
Njörd, el dios de la pesca, le permitió
entrar en el consejo de los ases, colgó
sobre Loki una serpiente que babeaba
veneno. Las sagas nos cuentan cómo,
con el corazón oscurecido por el trato de
su propia gente a su marido y sus hijos,
Sigyn tomó un cuenco e hizo lo único que
podía hacer para aliviar el dolor de su
marido: quedarse a su lado y recoger el
veneno de la serpiente para evitar que
le cayese, corrosivo y dañino, sobre su
rostro.
11
 Se dice que cuando ella debe vaciar el
cuenco, unas gotas del veneno caen sobre
Loki, y que es el dolor que le provocan lo
que hace que se sacuda salvajemente, y
se provoquen así los terremotos.
Bien, pues si puedes comprender el dolor
de cualquier persona en la situación de
Sigyn, entenderás uno de sus aspectos,
el de madre doliente. Aquí ella muestra
y otorga el mayor de los corajes. Pero
no es este el aspecto del que quiero
hablarte. Ella tiene dos aspectos más, el
de madre protectora, de sus hijos, de su
marido y de su hogar. Y también, en el
que me gustaría profundizar aquí, el de
una inocente niña ilusionada.
Galina Krasskova (11), una de las
principales difusoras del trabajo devocional
con Sigyn, nos alerta que es una diosa a
la que muchas veces se desprecia por ser
demasiado ingenua, o demasiado servil.
Pero esta concepción de Ella viene dada
por la incomprensión de la fortaleza que
requiere ser fiel pese al dolor. Fiel no
solamente a su marido, al que alivia su
presencia y esfuerzo, si no también ser
fiel a sí misma con la decisión que tomó.
En ocasiones puede parecernos debilidad,
pero ella es perfectamente dueña de
su destino, y de la enorme fortaleza
que supone no desfallecer. Arith Härger
(6), historiador y divulgador de temas
relacionados con la historia y la mitología
nórdicas, afirma sobre Sigyn que debía
ser una figura importante pues, aunque
no haya vestigios de culto u ofrendas a
esta divinidad, las personas que vivieron
el tiempo de los vikingos se tomaron las
molestias de grabar su imagen. Porque
sí, tenemos al menos una imagen de la
diosa Sigyn, en la Cruz de Gosforth. Ésta
es una monumental cruz de piedra que
data de la primera mitad del siglo X d.C. y
que podemos ver en el cementerio de St
Mary’s en Gosforth, una localidad situada
en el condado de Cumbria, en Inglaterra
(Reino Unido). En una de sus caras los
investigadores han interpretado la escena
en que Sigyn cuida de su marido Loki,
encadenado en su castigo (2).
12
La manera usual o más común de
conectar con los aspectos de Sigyn es
a través del trabajo de pathworking, es
decir, el contacto en estado meditativo o
de trance. Cuando trabajamos con Sigyn,
Ella puede aparecer en cualquiera de sus
tres aspectos, pero en su gran empatía
suele mostrarse con el aspecto que
necesitemos trabajar. La pequeña Sigyn,
a la que Raven Kaldera (7), escritor y
principal difusor del jötnatru, llama la niña-
novia, tiene la apariencia de una jovencita
de doce o trece años. Recuerda que es
a esa edad cuándo las niñas vikingas se
casaban. Es pequeña, tímida e ilusionada.
Sorprende su inocencia y su sencillez, y
su gran amor por el que será su marido.
Cuando ella acude todo es precioso y lleno
de emoción. Te preguntarás si cuando se
presenta en este aspecto puede intuirse
en ella lo que le ha de venir, o tal vez si
ella comprende el dolor que su futuro le
traerá. La respuesta es que sí. Pese a que
sea una diosa con tres aspectos, yo no la
consideraría como una diosa triple. Todos
los aspectos son Ella, y aunque hablemos
con la pequeña niña-novia, la oscuridad
de lo que sabe que ha de venir es como
un halo oscuro, como una sombra, que
siempre está presente. Aunque, como
nos dice Kaldera (7), no es su realidad
en ese momento. Es un concepto difícil y
a veces solamente comprensible cuando
lo experimentas en el trato con una
divinidad tan compleja como Sigyn. Tal
vez es por esta compleja realidad que Ella
es capaz de mostrar tanta comprensión
y compasión por aquellos que sufren, en
cualquiera de sus tres aspectos.
El nombre de esta diosa es también
algo confuso. No en su esencia, pero
sí en su significado. La mayoría de los
autores coinciden que su nombre significa
“Victoria”, por venir de la raíz sig(r), que en
nórdico antiguo significa, precisamente,
‘Victoria’. Algunos, como Krasskova,
proponen la traducción de “La mujer de
la Victoria” (11), otros como Bernárdez,
apuntan a que la traducción puede ser
“Amiga de la Victoria” (3), y todavía otros
como Maestas (13), traducen su nombre
por “la Victoriosa”. Sea como fuere, en
una mitología como la nórdica en que
los nombres tienen mucho significado, el
de esta hermosa diosa nos habla de su
poder, su notable sabiduría y también,
según algunos autores, de su lealtad y
fiereza (11).
Sigyn, en el aspecto de niña, puede
ayudar en todo lo que relacione a los
niños. Puede ayudarnos a comprender a
los pequeños, a entender qué es lo mejor
para ellos, a protegerlos y a ayudarlos en
los procesos que pueden ser difíciles, como
una pérdida, la separación de los padres
o su propio paso a la pubertad. También
puede ayudarnos en la concepción y en el
parto. Pero la característica para mí más
potente de esta diosa es su capacidad
para comprender y sanar a nuestro niño
interior (9).
Ella no es una diosa sanadora, pese a
ello tiene un gran poder de sanación de las
antiguas heridas, soledades, traiciones y
abusos. Y es extremadamente dulce en
todo el proceso. Te lleva de la mano con
delicadeza, aunque también con firmeza,
pero siempre con paciencia y sin que
suponga ningún tipo de sacudida. Poco a
poco te vas sintiendo más libre, y otras
realidades exentas de ese dolor se abren
ante ti. Y a medida que te transformas,
a Ella la sientes a tu lado, sonriendo,
gentil e inocente, pero con un gran poder,
dispuesta a ayudar y, si fuese el caso, a
consolar.
En su aspecto de niña también nos
ayuda a quitarnos las máscaras (11), a
aceptarnos, a romper las barreras y las
limitaciones. Nos ayuda a des-aprender
los “yo no puedo” y los “no soy capaz de”,
concediéndonos de nuevo la convicción
de un niño y la confianza de aquél que
todo lo puede. Abre los corazones y nos
ayuda a confiar, a amar, a romper el hielo
que cubre los corazones de los que han
sufrido abusos. También nos ayuda a
confiar en el amor, ya sea éste romántico,
fraternal o familiar. Maestas (13), pese a
todo el dolor implícito, define a la pareja
de Sigyn y Loki como un matrimonio feliz.
Y, por último, aunque es una habilidad
más propia de su aspecto de madre
doliente, siendo niña también hace gala
de un increíble poder de protección frente
a encantos y maldiciones (11).
Hay practicantes de la tradición del
norte, en cualquiera de sus vertientes y
tradiciones, que no suelen ahondar en
el trabajo devocional. Respetando esa
elección, y tal como he indicado antes, la
manera más usual del trabajo con la diosa
Sigyn es a través del pathworking, el
trabajo de gnosis y la experiencia propia
(11). Personalmente me gusta alzar un
altar en mis trabajos devocionales, y el de
la niña-novia Sigyn suele ser, con creces,
el más extraño y sorprendente. Si bien
Krasskova es de la opinión que el trabajo
con la diosa de la Victoria es un sendero
de quietud, presente y puro mindfulness
(11), para alguien no acostumbrado al
contacto y al trato con niños, como yo
misma, significa un cambio de paradigma,
una salida de la zona de confort que ayuda
a comprender límites, valores erróneos,
limitaciones y la propia sombra. Siempre
desde ese terreno dulce y amoroso que
Ella siembra para quienes decidimos
andar sus caminos.
Si tienes experiencia alzando altares,
las indicaciones que te daré tómalas
como básicas y a partir de allí indaga
en tu creatividad con ilusión, como
si regresases a la infancia. Permítete
explorar lo sorprendente, lo bello y
lo puro. Elige un lugar para crear ese
espacio sagrado. Si ya tienes un lugar
dónde sueles poner tu altar, ese es el
lugar correcto. Si no lo tienes, piensa
en un lugar hermoso, de paso, que te
permita contemplar el “hogar” de la diosa
en tu día a día, y a la vez que te permita
tener tu espacio y tiempo devocional sin
molestias o interrupciones. Härger (6)
aconseja los colores azules y blancos para
el aspecto infantil de Sigyn, mientras que
Krasskova (11) le suma el lavanda y el
rosa. A mi parecer, los tonos y colores
que te recuerden la pureza y la ilusión de
la infancia estarán bien. Puedes añadir a
tu altar muñecos y peluches.
13
 Piensa que la infancia de Sigyn debió ser
corta, pues pronto asumió los votos y su
paso a mujer casada, así que todo aquello
que despierte la nostalgia de los tiempos
infantiles podría servir. Yo aquí también
recordaría que, tal como he dicho antes,
los diferentes tiempos y aspectos de Sigyn
conviven en Ella al mismo tiempo, siendo
uno el más marcado, el rostro con el que
se presenta, pero los demás, el de madre
y de afligida, están también en Ella y son
parte de su identidad. Por tanto, y para
ese último aspecto, un cuenco también
es un elemento que merecería estar en
su altar, como símbolo de aquél con el
que recoge el veneno de la serpiente.
Algunos autores lo definen como un
cuenco de madera (1). En mi caso tengo
uno precioso de metal plateado que
me sirve también para mis prácticas de
scrying (adivinación mediante espejos o
superficies brillantes) y para poner Sus
ofrendas. Para su aspecto de madre,
Krasskova (11) propone, a mi parecer
muy inteligentemente, depositar una
o más llaves de aspecto envejecido.
Recuerda que era un elemento que las
mujeres casadas, las amas de casa,
solían llevar encima: las llaves de su
hogar. Y del mismo modo, al poner
esos juguetes para su aspecto de niña,
también podríamos optar por juguetes
que les pudiesen gustar o que fuesen
la representación de sus dos pequeños
hijos. Las flores y los objetos infantiles o
brillantes, los minerales amables como la
selenita o el cuarzo rosa, también podrían
ser hermosos complementos.
En lo referente a las ofrendas, Härger
(6), para su aspecto de niña, recomienda
pastelitos o dulces hechos en casa.
Acuérdate, si te decides por esta opción,
que al cocinarlos no les añadas cosas
artificiales como edulcorantes, o sal,
pues si más tarde quieres llevarlos a la
Naturaleza, como es muy común hacer
para depositar las ofrendas que ya han
cumplido su propósito, es mejor que en
su composición no contengan nada que
pueda dañar a la Tierra o a los animalillos
que darán cuenta de ellos. Krasskova
(11) coincide en que una de las mejores
14
ofrendas son los dulces, las galletas
y, sobre todo, el chocolate. A mí me
encanta la emoción que siento al entregar
dulces de brillantes colores, caramelos y
algodón de azúcar. Pero por supuesto,
hay ofrendas a Sigyn que van más allá
de una simple galleta en su altar. Podrías
hacer una donación a ONGs que cuiden
de mujeres y niños refugiados, o a un
banco de alimentos. Ser leal y paciente
contigo y con las personas que te rodean
también es una hermosa ofrenda a Ella
(11).
Si, con todo lo que te he contado, algo
ha resonado contigo, me alegro mucho.
Y si he despertado un poco tu curiosidad,
también me alegro. Y si no, también
me alegro, porque Sigyn es una diosa
sencilla, humilde, y algo tímida diría yo.
Pero también es paciente e infinitamente
empática. Y Ella, en su aspecto de la gentil
niña-novia, sonríe dulcemente porque
ahora ya conoces el nombre por el que
invocarla, si alguna vez deseas estar en
Su presencia.
Bibliografía
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Myths: From the Voyages of Leif Erikson
to the Deeds of Odin, the Storied History
and Folklore of the Vikings. Avon,
Massachusetts: Adams Media; 2017.
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3-Bernárdez, Enrique. Los Mitos
germánicos. Madrid: Alianza Editorial;
2002.
4-Eizaguirre, Imanol. Mitología.
Documentation Release 1.0 [Internet]
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Nordica-Autor-Imanol-Eizaguirre
5-G. M., Abel. La sexualidad de los
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del 2021. Revisado el 22 de marzo
del 2021. [Consultado en diciembre
del 2021]. Disponible en: https://
historia.nationalgeographic.com.es/a/
sexualidad-vikingos_16384
6-Härger, Arith. Introduction to: The
Goddess Sigyn [vídeo]. 2017 [consultado
en diciembre 2021]. Disponible en:
https://youtu.be/2orGjbWfAaU
7-Kaldera, Raven. Dealing With
Deities: Practical Polytheistic Theology.
Hubbardston, Massachusetts: Asphodel
Press; 2012.
8-Kaldera, Raven. The Jötunbok:
Working With The Giants Of The Northern
Tradition. Hubbardston, Massachusetts:
Asphodel Press; 2006.
9-Krasskova, Galina. A modern Guide to
Heathenry. Lore, Celebrations & Mysteries
of the northern Traditions. Newburyport,
Massachusetts: Weiser Books; 2019.
10-Krasskova, Galina. Exploring the
Northern Tradition. A Guide to the Gods,
Lore, Rites, and Celebrations. From
the Norse, German, and Anglo-Saxon
Traditions. Franklin Lakes, Nueva Jersey:
The Career Press. New Page Books; 2005.
11-Krasskova, Galina. Sigyn: Lady of the
Staying Power. A Devotional to the Norse
Goddess of Constancy. Hubbardston,
Massachusetts: Asphodel Press; 2009.
12-Krause-Loner, Shawn Christopher.
Scar-lip, Sky-walker, and Mischief-
Monger: The Norse God Loki as Trickster.
Oxford, Ohio: Miami University; 2003.
13-Maestas, Silence. Worshiping
Loki: A Short Introduction [libro
electrónico]. Silence Maestas; 2016.
Disponible en: https://www.etsy.com/
es/listing/272728750/worshiping-loki-a-
short-introduction-pdf
14-McCoy, Daniel. The Viking Spirit.
An Introduction to Norse Mythology
and Religion. CreateSpace Independent
Publishing Platform; 2016.
15-Niedner, Heinrich. Mitología Nórdica.
Barcelona: Edicomunicación; 1997.
16-Sturluson, Snorri. Textos mitológicos
de las Eddas (edición preparada por
Enrique Bernárdez). Madrid, España:
Miraguano S. A. Ediciones; 2013.
17-The Norroena Society. The Ásatrú
Edda. Sacred Lore of the North.
Bloomington, Indiana: iUniverse; 2009.

15
 Maternidad de Uxua Conesa

16
17
 Blanco y Negro
Asumo que conocéis la carta de la Torre,
en el tarot. Esa carta que te advierte de
que tu mundo se va a poner totalmente
patas arriba.
Para mí, si ha habido un momento de mi
vida que se identifique con esa carta, ha
sido la pérdida de un embarazo. Porque
pasas de lo que parece que es una
promesa cierta a un estado de vacío.
He visto ese abismo dos veces.
La primera vez que ocurrió fue una
pérdida temprana, en el primer trimestre.
Mi marido y yo llevábamos buscándolo
casi un año. Cuando el test (el enésimo
test) dio positivo al fin sentimos que
habíamos ganado lo más grande, porque
ambos deseábamos con todas nuestras
fuerzas tener una familia. De hecho,
durante los meses anteriores yo sentía
una enorme envidia de todas las chicas
que veía embarazadas. Incluso aquellas
para las que el trance era mucho más
un problema que una alegría (las que no
tienen recursos, las muy jóvenes…).
La mera idea de tener una pequeña
persona en mis brazos, a la que cuidar y
adorar, me hacía feliz, e incluso me daba
un sentido.
Un día, poco antes de la primera
ecografía, tuve dolores y un sangrado
extraño. Entonces, supongo, tuve la
pérdida. Cuando fuimos a la ecografía se
lo comenté al ginecólogo de turno, y éste
corroboró que ya no había nada.
Así de fácil, el castillo de ilusiones se vino
abajo. No había nada que hacer.
Lloré como no he llorado nunca en mi
vida. Me sentí terriblemente, por el bebé,
por mi marido, que además de haber
perdido también tenía que estar allí para
consolarme… Pero sobre todo lloré por
mí. Porque me sentía absolutamente
inútil. Había fallado. Había fallado en la
vida de la forma más estruendosa. No
valía ni tan siquiera para un proceso
18
Cuando no era más que una niña,
repetía como un mantra el camino que
se me había marcado. Primero de EGB,
segundo, tercero… así, hasta llegar a la
Universidad. Cuando no sabes nada del
mundo, da mucha seguridad saberse
con un plan trazado por alguien que
seguramente sabe más que tú. Aunque
eso de que ese señor, en su despacho de
político, sepa más que uno, es bastante
discutible.
Ese mantra me acompañó durante gran
parte de mi infancia y mi adolescencia y
pareció pasar por delante de mis ojos una
calurosa tarde de verano de 1999, como
el que ve pasar su vida antes de morir.
Todo aquello en lo que creía, lo que había
hecho y haría, se tambaleó aquel mes de
julio de aquel año cuando vi marcarse
dos líneas en un test de embarazo de
farmacia.
Tenía diecisiete años y lo que yo
pensaba, por aquel entonces, que era
el epítome del éxito: buenas notas, un
novio guapo, un grupito de amigas y un
cierto prestigio social por haber probado
lo que era el sexo. Era 1999: perder la
virginidad a los dieciséis, como había
sido mi caso, para algunas adolescentes
de aquel entonces era considerado toda
una hazaña de la precocidad.
Pero cometí un error. Mi novio y yo,
que siempre tomábamos precauciones,
un día decidimos probar la marcha atrás
porque no podía pasar nada. ¡Cómo nos
iba a pasar a nosotros! Y, bueno, pasó.
Miraba con incredulidad mi mano, que
portaba aquel instrumento que me estaba
diciendo verdades incómodas. Nunca dos
rayas rojas habían significado tanto.
No le dije nada a nadie. No quería
defraudar a mi familia, porque ya teníamos
un historial de embarazos no deseados
(mi madre me tuvo a los dieciocho por un
biológico que llevan a cabo millones de
mujeres… La sensación de no poder estar
en un pozo más hondo era abrumadora.
Reconozco que pensé que era incapaz,
que no valía como mujer, simplemente.
Lo cual es injusto y estúpido, pero en
aquel momento me parecía clarísimo.
Obviamente, poco a poco el dolor se
mitigó. La sensación de culpa también.
Seguí sintiendo mis brazos vacíos, la
necesidad de tener esa pequeña persona
en mi vida. Así que volvimos a intentarlo.
Y lo conseguimos.
Pero, claro… Ya os he dicho que vi el
abismo dos veces.
Cuando ya teníamos a nuestro primer
hijo, planeamos ampliar la familia. Tener
un segundo no era solo lo normal, natural
y deseable… era algo que realmente
queríamos hacer. Y nos pusimos a ello.
El periplo fue más corto esta vez. Todo
era normal, exceptuando mis problemas
con el azúcar, que empezamos a controlar
tan pronto como nos fue posible.
Ya en el segundo trimestre, en una
ecografía de control, nos dieron la noticia:
había una malformación. El bebé estaba
ahí, estaba creciendo… Pero su corazón
no era como se suponía que debía ser. Nos
dijeron que seguramente se pararía solo.
Pero que, si no lo hacía, lo pararían ellos,
porque era una deformidad incompatible
con la vida. También me dijeron que era
una cosa que pasaba frecuentemente
en mamás con problemas de azúcar. Y,
después de eso, me dijeron que me fuera
a casa y volviera a la semana, a ver qué
decisión se tomaba.
Sinceramente, no recuerdo en qué estado
llegué a casa. Ni tampoco cómo. Solo
que llegué, y estaba muy preocupada,
porque tenía que decirle algo muy grave
a mi marido y al resto de mi familia.
Habíamos perdido un bebé, otra vez,
y que era absolutamente culpa mía.
Porque… porque podría haberme cuidado
más, tal vez. Porque no tendría que tener
problemas con el azúcar si fuera una
mejor persona.
descuido similar) y escondí mi situación
durante unas semanas. En la actualidad,
en España, mi país, el aborto voluntario
es libre hasta cierto tiempo de gestación.
Pero era 1999 y las circunstancias socio-
legales eran diferentes: a no ser que
denunciara a mi novio por violación o yo
hubiese tomado medicación, nadie me
iba a ayudar a terminar con mi embarazo.
Me estuve mentalizando durante un
mes hasta que, una mañana, vi que
había empezado a manchar. Tuve una
menstruación fuerte, con calambres y
sangrado abundante. Después de eso,
nada más pasó. Todo siguió tal y como
estaba, no hubo bebé, pude seguir con el
camino marcado, nadie supo nada.
Pero en el corazón queda un vacío a
veces. Te preguntas qué habría pasado.
En aquel momento, suspiré aliviada al
ver que todo había acabado, que no era
el momento. Pero a veces me entra la
punzada de curiosidad. ¿Estaría viendo
Netflix ahora con mi hijo? ¿Habría ido a
la universidad? ¿O estaría trabajando?
¿Qué clase de persona sería?
La vida me ha dado la oportunidad de
ser madre más adelante, pero, todavía
hoy, enciendo velas para homenajear a
ese bebé que no vino y que me dio un
mazazo de realidad en mi adolescencia
tardía. Le doy las gracias por su presencia
y su enseñanza, porque su pérdida me
dio la oportunidad de valorar mucho más
el privilegio en el que vivía en 1999 y en
gran parte de mi existencia y que, quizá,
había dado por sentado.
19
 Porque… porque había cogido mi
pequeño milagro y lo había hecho mal.
Y en mi mente repetía: “Torpe, estúpida,
idiota, mala mujer. Incapaz de hacer algo
bien”. Así me sentía, y así pensaba que
me verían los demás.

Lo bueno de este segundo abismo es

que, al contrario que la primera vez, no
se abrió directamente bajo mis pies. Se
abrió un poco más allá, y pude mirar
desde el borde antes de caer. Tuve una
semana para hacerme a la idea y para
despedirme en condiciones de esa vida
que se desvanecía en mi interior.
Y esa pequeña vida se apagó.
A la semana, cuando volví al médico, ya
no había latido. Y ahí comenzó el periplo
de ingreso, legrado y demás… La pequeña
pesadilla médica que hay que pasar
cuando pierdes un bebé en esas etapas
de gestación, la que no cuenta nadie
porque, en ese momento, te da igual. No
estás pensando en tu cuerpo y lo que le
pasa, si no en lo que no ha pasado.
Esta segunda caída en la Torre fue
menos abrumadora, pero creo que más
profunda. La decepción es mayor, la
responsabilidad auto-infligida también.

Pero sí hay una cosa que debo decir que

me dejaron estas dos experiencias, en el
lado positivo. Tengo dos niños estupendos,
preciosos y sanos. Y valoro muchísimo
este hecho porque sé, por experiencia,
lo frágil que es la vida, especialmente
cuando empieza a formarse. Y, por ello,
valoro más si cabe los pequeños milagros
que sí he conseguido traer al mundo.

20
 Comparación de tradiciones del postparto
entre sociedades industrializadas y no
industrializadas paganas:
los casos de la placenta, la lactancia y
el aislamiento materno puerperal
Como especie, el ser humano posee
una serie de rasgos fisiológicos únicos
que han provocado nuestra situación
actual en el mundo, así como la
tecnología y descubrimientos que hemos
realizado a lo largo de nuestra Historia.
Estas características, principalmente
la bipedestación, la postura erguida
y el tamaño relativo del cerebro en
comparación con el resto de nuestro
cuerpo, ha tenido sus ventajas a nivel
adaptativo, pero también ha tenido
sus desventajas, especialmente en lo
concerniente al proceso del nacimiento.
A pesar de ser un proceso fisiológico y,
por tanto, natural, la fisionomía humana y
todas las circunstancias que rodean al acto
de parir hacen que, según cálculos de los
antropólogos físicos, aproximadamente el
30% de los nacimientos en la Prehistoria
tuvieran un desenlace fatal, para la madre,
para el bebé, o para ambos (García-Díez,
2019). Estos datos se han cotejado con
los de comunidades actuales que no
tienen acceso a la clínica occidental y que
continúan con sus tradiciones ancestrales
de acompañamiento el proceso del parto.
Sabiendo todo el peligro que acarrea
el nacimiento, no es de extrañar que
culturas de todo el mundo hayan
establecido sus estrategias específicas
para el afrontamiento de este, así como
el de un periodo mucho más desconocido:
el postparto o puerperio, en el que la
mujer se acostumbra a su nuevo estado
como madre y, además, su cuerpo vuelve
a una nueva normalidad, adaptado ahora
a su condición de progenitora.
Por Harwe Tuileva
De esta manera, las culturas no
industrializadas han buscado minimizar
la mortalidad materno-infantil, que sin
la ciencia médica era tremendamente
alta también durante el puerperio
y, en gran medida, consecuencia de
complicaciones en el transcurso del
parto. El establecimiento de normas y
tabúes asociados al postparto, así como
de rituales asociados a divinidades que
protegían a la nueva madre, genera una
suerte de protocolo de actuación para
garantizar el bienestar de la mujer y de su
bebé, dentro del conocimiento, sistema
de creencias y tradiciones específicas de
cada cultura.
En este artículo daremos algunos
apuntes sobre tres aspectos concretos
del postparto, desde una perspectiva
antropológica-histórica, a saber: la
placenta, los ritos de acompañamiento
y tabú en el post-parto (principalmente
centrados en el tradicional aislamiento
materno), y la lactancia, tres elementos
muy presentes tanto en la Mitología y
costumbres de las culturas occidentales
como en las de otros países del
mundo, pero que, quizá, han suscitado
tradicionalmente menos interés que los
ritos del nacimiento en sí, al menos en el
mundo industrializado.
La placenta
Existe una diferencia fundamental sobre
lo que se considera el final del parto en
las culturas occidentales, con respecto a
lo que se suele pensar en otros lugares
del mundo.
21
 En el primer mundo y sus países con
más influencia, donde la ciencia médica
tal y como la conocemos tiene mucha más
tradición, y donde existe desde época
romana una profesión especializada
de parteras (ahora matronas), el parto
finaliza cuando el bebé ha nacido. En
cambio, en otras culturas, entre ellas las
andinas, se considera que el parto finaliza
con la expulsión de la placenta.
Esta segunda aproximación tiene
mucho sentido, puesto que existen gran
cantidad de complicaciones que están
vinculadas a incidencias en este proceso,
por ejemplo, la placenta adherida,
que es potencialmente mortal para la
madre. Además, el alumbramiento de
esta, junto con la succión del pezón
por parte del recién nacido, generará
la segregación de hormonas que, días
más tarde, provocarán la subida de la
leche en el cuerpo materno. Por tanto,
es un órgano digno de veneración para
algunas culturas. Sin embargo, para
otras se puede considerar incluso algo
negativo. Esta dualidad nace de su propia
naturaleza como órgano liminal: no
forma parte del bebé aunque procede del
útero igual que este, contiene dos caras
bien diferenciadas (la de la madre y la del
recién nacido) y por tanto, su papel es
como una suerte de Jano físico.
Es por esta ambigüedad que las
reacciones a este órgano son tan variadas
en diferentes sociedades, sin embargo,
podemos encontrar ciertas tendencias a lo
largo y ancho del mundo en lo que respecta
a los ritos relacionados con la placenta,
principalmente: el enterramiento, la
incineración y la veneración. En los
últimos tiempos, de la mano sobre todo
de la cultura popular, se ha hablado
de la alimentación a base de placenta
después del parto, pero para este artículo
nos centraremos en los tres que hemos
enumerado más arriba, principalmente
por la abundancia de fuentes que existen
en estas tres manifestaciones, que las
hacen especialmente contrastables.
22
El enterramiento es habitual, por
ejemplo, entre los guajiros de Colombia
(Gutiérrez de Pineda, 1955: 1). Se
considera que este órgano es un vínculo
con la madre y, por tanto, si una hechicera
deseara hacer enfermar a la mujer,
tan solo le bastaría manipularlo para
realizarle daño. Así pues, justo después
del parto y con el fin de evitar que caiga
en malas manos, se realiza un rito de
enterramiento de la placenta, ubicándola
en un lugar donde no dé la luz del sol.
Los guajiros consideran que las fiebres
puerperales, una infección que puede
surgir poco tiempo después del nacimiento
debido a desgarros o a manipulación del
aparato genital femenino, son causadas
por los rayos solares. En los países
desarrollados, este tipo de procesos
infecciosos se tratan con antibióticos,
pero en países en vías de desarrollo o en
culturas de otros tiempos donde aún no
se conocían estos medicamentos, este
tipo de complicaciones podían causar la
muerte materna. El rito, por supuesto,
no era llevado a cabo por la mujer, sino
por las personas que la acompañaban
en el proceso del parto, puesto que ella
tampoco podía recibir la luz del sol. Este
es un mecanismo para que, así, la mujer
obtenga el descanso necesario después
de dar a luz, obligándola a estar quieta
y apartada del ajetreo de la comunidad.
Indicaciones sobre cómo enterrar una
placenta son seguidas escrupulosamente
por los Makiritare de Venezuela y
Brasil. Incluso tienen un relato en su
Mitología que narra la razón por la cual
se ha de disponer de esta enterrándola,
específicamente, en un nido de hormigas
blancas:
Cuando el espíritu nació (Wanadi), cortó
su propio cordón y enterró la placenta.
(…) Ahora los gusanos han entrado en la
placenta y han comenzado a comérsela.
La placenta se ha podrido. A medida que
se pudría, daba a luz a un hombre, a
una criatura humana, fea y mala y toda
cubierta de pelos como un animal. Era
Kahut, llamado también Odosha…
Este hombre era muy malo. Estaba
celoso de Wanadi. Quería ser el Señor
de la Tierra. Nosotros sufrimos ahora por
él. Hay hambre, enfermedad y guerra…
ahora, debido a él nos morimos…
El nacimiento de Kahut en esa vieja
Tierra es una señal para nosotros, las
gentes de hoy día. Cuando un niño nace,
nunca debemos enterrar la placenta.
Los gusanos la cogerán. Se pudre. Otro
Odosha vendrá otra vez, como en el
comienzo, a matar, a hacerle daño al
niño. Cuando un niño nace, ponemos la
placenta en un nido de hormigas blancas.
Está más segura allí, los gusanos no
pueden atacarla. (Civrieux, 1981:22).
La incineración tiene un fin parecido, por
ejemplo, entre los quechuas cercanos al
lago Titicaca, de acuerdo con los estudios
realizados por Bolton (1968-1970). Nada
más expulsar la placenta, una mujer vieja
la recoge y la lava adecuadamente. Este
grupo considera que el contacto directo
con el órgano puede dañar las manos,
mucosas y ojos, así que por esta razón es
una señora mayor la que realiza el ritual.
Luego de lavarla y prepararla, la mujer
incinera la placenta sobre leña hasta que
queda reducida a cenizas. Es necesario
comentar que es un trabajo tedioso y
sucio, así que la dama que realiza estas
acciones percibe un justo pago por dichas
operaciones.
Entre los Collas, que siguen un ritual
de incineración parecido, las cenizas se
entierran después de quemarlas en una
esquina del patio del hogar, junto con
restos de coca y otros enseres, réplicas
en miniatura de las herramientas que
usan los adultos. Si el bebé es una niña,
se enterrará con réplicas de un huso,
un telar, una azada y/o una cuerda para
tejer cinturones. Si el recién nacido es
niño, se dispondrán las cenizas junto a
un arado de pie, una pala y/o un pico.
Bolton comentó en su estudio que una
de las mujeres de los Collas le contó que
tuvo unas fiebres muy altas después de
uno de sus partos. Al ir a revisar los restos
de la placenta, se dieron cuenta de que
no estaba quemada del todo y los restos
se habían hinchado al haberse empezado
a descomponer. El curandero del grupo,
entonces, decidió quemar el resto de
la placenta, siendo entonces cuando la
mujer recuperó la salud.
Para finalizar, un ejemplo de la
adoración de una placenta lo tenemos
si nos retrotraemos al Antiguo Reino
egipcio (3.000 a.C.). La placenta estuvo
representada en el estandarte del Faraón
desde esa época hasta prácticamente
la dinastía ptolemaica (323 a.C. – 30
a.C.). La razón para que exista dicha
representación es que la placenta
faraónica recibía un tratamiento especial
y, efectivamente, formaba parte de la
vida del soberano y de los ritos en los
que este participaba, puesto que se la
consideraba una extensión de este. Nada
más nacer el Faraón, se realizaba con
ella un “paquete de vida”, envolviéndola
de una forma especial, y a partir de
ese momento representaría al Faraón
en ceremonias de Estado y religiosas
(Murray, 1930). Por tanto, no era solo un
mero símbolo pintado en un estandarte,
sino que se trataba de un elemento
presente en la vida del soberano.
Rituales de aislamiento materno
Posiblemente uno de los aspectos más
conocidos sobre el post-parto sea la
imposición del aislamiento de la mujer y
la consideración de impureza que pesa
sobre su cuerpo durante el periodo del
postparto. Es decir, desde que da a luz en
sí, hasta que cesa el sangrado después
del nacimiento. Estas imposiciones
suelen ir en paralelo a los tabúes y
mitos que ya existen en muchas culturas
sobre la menstruación y que, aunque
no lo queramos reconocer, han estado
presentes en las sociedades occidentales
hasta hace relativamente poco tiempo.
23
 En realidad, el aislamiento muy pocas
veces se realiza en soledad. En la
mayor parte de culturas que siguen este
esquema, la nueva madre suele estar
acompañada por otras mujeres con más
experiencia, que la guían en su lactancia
y la vigilan por si surgiera algún incidente.
La razón principal para el aislamiento y el
tabú es asegurarse de que la mujer realiza
el descanso necesario, así como privar
al hombre de acceso fácil al cuerpo de
su compañera. Hay que tener en cuenta
que, en la mayor parte de las ocasiones,
las culturas que tienen este tabú suelen
ser fuertemente patriarcales, con un
concepto sobre el cuerpo femenino y
los hijos como una posesión del varón,
y es probable que este considere que,
sin tabúes, tiene libre acceso para volver
a mantener relaciones sexuales. Por
tanto, al establecer un tabú de este tipo,
la cultura se asegura varios objetivos:
garantiza el bienestar de la mujer en
un momento tan delicado, asegura el
establecimiento de la lactancia y el vínculo
materno-filial sin distracciones, la unión
de la madre a un círculo de otras mujeres
experimentadas a las que ya puede
considerar iguales (generándose un
sentimiento de cohesión social, así como
una consideración especial) y, por último,
el control de la natalidad. Este último
punto es importante porque, a pesar de
que la lactancia materna exclusiva suele
prevenir la ovulación, a veces el cuerpo
de la mujer puede liberar un óvulo
durante este periodo y producirse un
nuevo embarazo si se tienen relaciones
sexuales. Esto es arriesgado no solo por el
riesgo de infección que supone si se hace
demasiado pronto, sino que el embarazo
muy seguido después de un parto anterior
tiene consecuencias inesperadas para el
bebé ya nacido. La lactancia anterior se
cortará alrededor del cuarto mes de la
nueva gestación, pudiendo desembocar
en una grave malnutrición del hermano
mayor. En algunos países de África, este
tipo de malnutrición severa se denomina
kwashiorkor, literalmente “mal del que
desplaza”, refiriéndose a la situación por
la que pasan los niños a los que se les priva
de leche materna debido a la gestación
24
de un nuevo hermanito, situación que
inhibe la lactancia de la madre a partir
del segundo trimestre.
Uno de los estudios más importantes
sobre este tema fue el de Stern y
Kruckman (1983) que, curiosamente,
versa sobre la incidencia de depresión
postparto en diferentes culturas a lo
largo y ancho del mundo. Estos autores
se dieron cuenta de que en los países
industrializados había una gran incidencia
de este trastorno temporal, si bien en
los países en vías de desarrollo, que
aplicaban métodos de aislamiento social
hacia la mujer, el porcentaje de casos de
depresión postparto era mucho menor o
directamente nulo. Al forzar a la mujer
a permanecer varios días en un estado
diferente del normal y a ser cuidada por
mujeres con más experiencia, se estaba
favoreciendo el adecuado establecimiento
de la lactancia y del apego con el bebé.
Esto se reforzaba mediante rituales
específicos o creencias propias de la
cultura.
En cambio, en los países industrializados,
no solo es que la mujer tenga que
incorporarse al trabajo casi en el
momento, con bajas maternales escasas
o directamente nulas, sino que gran
parte de los rituales postparto para las
nuevas madres consiste en atender
a las visitas. La maternidad, así, se
invisibiliza, no dando tiempo ni espacio
a ese nuevo estado vital, y haciendo que
esté socialmente bien visto que parezca
que la mujer no ha pasado por todo ese
proceso biológico que es el embarazo y
el parto. De esta manera, el postparto
se convierte en un gran tabú social en el
contexto de los países desarrollados. No
es de extrañar que haya más incidencia
de depresión: esta negación del proceso
y del nuevo estado de la mujer la priva
de su adecuado rito de paso, generando
un silenciamiento de las nuevas madres,
de sus sentimientos, y marcando la
sexualización y orientación a la producción
de bienes y servicios de sus cuerpos,
que han de estar disponibles para tener
criaturas y a ser incorporadas a la fuerza
de trabajo cuanto antes, como si nada
hubiese pasado.
Sin embargo, y a pesar de que el efecto
en la psique de la mujer de este tipo de
comportamientos de aislamiento tenga
una incidencia positiva en su salud mental
y en el desarrollo del apego maternofilial,
el discurso que lo acompaña no suele ser
tan positivo hacia lo femenino en todos
los casos. Es habitual acompañar estas
directrices de aislamiento puerperal con
prohibiciones o tabúes explícitos, a veces
tachando el cuerpo materno de impuro. Por
ejemplo, podemos encontrar directrices
sobre la impureza femenina en la Biblia y
en la Torá, ambas de origen semita que,
si bien ahora podríamos considerarlas
textos sagrados de religiones asociadas
a potencias industrializadas, sus
tradiciones provienen de tribus dedicadas
mayormente al pastoreo que, en origen,
eran personas muy pobres. La manera
en la que se expresa este tabú sobre el
cuerpo femenino en el Levítico es la que
sigue:
La mujer cuando conciba y dé
a luz varón, será inmunda siete
días; conforme a los días de su
menstruación será inmunda. Y al
octavo día se circuncidará al niño.
Mas ella permanecerá treinta y tres
días purificándose de su sangre;
ninguna cosa santa tocará, ni vendrá
al santuario, hasta cuando sean
cumplidos los días de su purificación.
(Levítico, 12)
En este caso, la regla será diferente
entre si el nacido es un varón o una mujer,
necesitando más días de purificación si la
recién nacida ha sido niña. Aunque esta
diferencia no existe en todas las tribus
que practican aislamiento puerperal, es
habitual que el tabú se trate en términos
de impureza del cuerpo y de la necesidad
de limpieza del mismo. Como ya hemos
dicho, podríamos entender que esta
prohibición es negativa y peyorativa hacia
el cuerpo de la mujer desde un punto de
vista occidental actual y, desde luego,
tiene una lectura relacionada con el
pecado. No obstante, si nos abstraemos
de las creencias, es un mecanismo de
control de la cultura hacia los individuos
para que dejen en paz a las recién paridas.
Dicho de otro modo: es la sociedad
hackeando a las personas a través de
sus propias creencias, para hacer que la
biología siga su curso natural.
La vuelta del aislamiento es un motivo de
alegría y regocijo en la comunidad, así
como suele tener su propio rito de paso,
tal es el caso de los Chagga en Tanzania:
Tres meses después del nacimiento
de su hijo, la cabeza de la mujer
Chagga es afeitada y coronada con
una tiara, se viste con una prenda de
piel antigua trabajada con piedras,
se pone en su mano un báculo como
los que usan los ancianos, y sale de
su choza para su primera aparición
pública con su bebé. Avanzando
lentamente hacia el mercado, son
recibidos con canciones como las
que se cantan a los guerreros que
regresan de la batalla. Ella y su bebé
han sobrevivido a las semanas de
peligro. El niño ya no es vulnerable,
sino un bebé que ha aprendido lo que
significa el amor, ha sonreído sus
primeras sonrisas, y ya está listo para
aprender sobre el mundo exterior
(Dunham, 1992; p. 148)
La lactancia
Actualmente, el pecho femenino ha
quedado reducido a un símbolo de
sexualidad. Sin embargo, hay que
recordar que la razón principal de la
existencia de las glándulas mamarias
es la de producir leche para las crías
humanas. El primer alimento del bebé es
tan importante que la expresión española
“mala leche” viene de la creencia de que
la leche de las madres podía determinar el
carácter de los niños. A través de la leche
materna no solo se reciben nutrientes,
sino también defensas y, por supuesto,
el alimento más importante para un ser
humano en formación: el contacto físico.
25
 Las culturas antiguas conocían bien la
importancia de la lactancia, porque de su
éxito dependía en gran medida el éxito
de las nuevas generaciones. Así pues,
superados los aislamientos maternos, la
lactancia se convierte en el gran símbolo
de la maternidad, aquel que es visible
en la mayoría de las culturas (salvo en
la industrializada, donde sigue siendo
tabú).
Esta visibilización de la lactancia
materna en culturas antiguas es evidente,
por ejemplo, en obras de arte como Isis
amamantando a Horus, procedente de
Egipto y que en la actualidad se encuentra
expuesta en el Museo del Louvre.
También tenemos un ejemplo de culto
a la maternidad mediante la expresión
de la lactancia en la Dama de Galera,
figurilla procedente de algún taller cerca
de Siria, donde se creó alrededor del S.
VII a.C. y que se encontró en la provincia
de Granada. Sobre esta última hay
que comentar que los fenicios rendían
culto a Astarté / Tanit y la consideraban
una Gran Madre del Mediterráneo. Por
tanto, es habitual que dicha diosa sea
representada sujetándose los senos o,
como en este caso, en vasijas creadas
para aparentar la ilusión de que el líquido
sale de sus pechos como si de una madre
lactante se tratara.
Incluso la iconografía cristiana, que ha
sido tachada de puritana con frecuencia,
llegó a presentar a la Virgen María como
María Lactáns, Galactotrofusa, Virgo
Lactans o Virgen de la Leche. Según
Kniebler (1996), la representación
mariana como madre lactante refuerza el
carácter entregado de María, dispuesta
a alimentar con su cuerpo al niño Jesús
y haciendo posible su supervivencia de
cara a cumplir la misión por la que había
llegado al mundo.
Si analizamos todas estas
manifestaciones culturales nos
encontramos con un fenómeno sencillo
de entender y que puede ser chocante
para el lector occidental actual, puesto
que en las sociedades industrializadas el
26
seno femenino se halla sexualizado y casi
desprovisto de su carácter alimentario.
En contraste con esto, invisibilizar la
lactancia en una cultura preindustrial es
casi imposible: de acuerdo con Katherine
A. Dettwyler, antropóloga especialista en
lactancia, las culturas del mundo tardan
en destetar, de media, de dos a cuatro
años a los niños, lo que hace la escena
de la lactancia materna bastante habitual
para estas sociedades. Los países
industrializados tienen una tasa muy
inferior a esto y responde, de nuevo, a la
necesidad de reincorporar a las mujeres
a la fuerza de trabajo lo antes posible
(Dettwyler y Stuart Macadam, 1995). Tal
es la principal razón por la que se inventó
la lactancia artificial, en la que la industria
y el marketing han puesto tanto interés
en el último siglo.
Conclusiones
No practicamos aquello que no vemos.
Se ha demostrado que, a pesar de que
muchas de las conductas que tenemos
hacia nuestras crías son instintivas, otras
son aprendidas y nos llegan a través
de la inculturación. Para muchas de las
tareas relacionadas de la maternidad,
como para el postparto inmediato,
necesitamos ayuda o, al menos, disponer
de una referencia para poder realizarlas
con relativa efectividad (tal es el caso de
la lactancia).
A pesar de que las corrientes esotéricas
occidentales actuales han puesto el foco
en las edades de la mujer y han incluido
el epíteto de “Madre” con frecuencia, rara
vez se retrata algo como el postparto.
La mayor parte de las representaciones
actuales están centradas en el proceso del
embarazo o en la madre con el niño, así
como existen los consabidos wiccanings
o presentaciones de bebés.
Pero rara vez se ha planteado romper
un tabú de este calibre. Incluso aunque
sepamos que en esas culturas en las que se
fijan muchos practicantes de Paganismo
actual, el único tabú que existía tenía una
función de protección sobre la mujer, no
nos ha interesado explorar el que está
dentro de nuestra sociedad, causando
graves disrupciones en los apegos con
nuestras figuras de referencia durante
nuestro crecimiento, así gran cantidad de
enfermedades mentales y de sensación de
alienación del ser humano industrializado
actual.
Nos centramos en lo que se dice, pero
no vemos qué función cultural tienen
dichos discursos, incluso dentro de
una sociedad. Somos etnocéntricos y
tendemos a pensar en el progreso en
términos absolutos, poniendo a la cultura
capitalista actual en la cúspide de un
sistema donde somos los fuertes, pero no
vemos cuántos de nosotros necesitamos
tomar psicofármacos para cumplir con
los niveles de exigencia y competitividad
que nos pide el sistema.
El Neopaganismo, la Brujería, el
Esoterismo, la Mística y tantas otras
corrientes, han venido para llenar los
huecos en nuestras almas, en un mundo
frío, automático y desprovisto de contacto.
Huecos que no pueden rellenar si no van
a la causa raíz del vacío existencial del
que parece adolecer el Primer Mundo:
es necesario reencontrarse con el primer
tabú, el que nace de un cuerpo femenino
partido en dos, desgarrado de dolor, como
la primera muerte en vida que pueda
experimentar una persona.
El punto más importante, posiblemente,
en la vida de alguien. Más allá de tabúes,
prohibiciones y discursos negativos,
opiniones sobre cuerpos ajenos y
sexualizaciones, el porqué de todo esto
es lo que en realidad importa. Se trata
de la primera batalla de otra alma que ha
pugnado por nacer. Si no somos capaces
de socorrer a quien trae nuevas vidas al
mundo, si no somos capaces de respetar
las necesidades de esa nueva vida que
ha nacido, no hay espiritualidad que nos
salve. Miremos dentro y reconozcamos
esas realidades.
Luego, practiquemos para que nuestra
espiritualidad refleje las necesidades de
nuestras comunidades y no acabemos
siendo cómplices de un sistema que
nos quiere de vuelta pronto en nuestros
puestos de trabajo para que sigamos
produciendo.
Bibliografía
-Civrieux, M. de (1981). Watunna:
an Orinoco Creation Cycle. Editado
y traducido por David M. Guss. San
Francisco: North Point Press.
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Penguin.
-Martín Nieto, E., 2009. La santa Biblia.
Madrid: San Pablo.
-García-Díez M. (2019) La maternidad
en la Prehistoria (conferencia). España:
Fundación Juan March.
-Gutiérrez de Pineda, V. (1955). Causas
culturales de la mortalidad infantil.
Revista Colombiana de Antropología IV
11-87. Bogotá.
-Murray, M. (1930) Egyptian Sculpture.
London: Duckworth.
-Stern, G. y Kruckman, L. (1983):
Multidisciplinary Perspectives on Post-
Partum Depression: and Anthropological
Critique. Social Science and Medicine.
-Stuart-Macadam, P. and Dettwyler,
K., 1995. Breastfeeding: Biocultural
Perspectives (Foundations of human
behavior). New York: Routledge.
27
 Parto Natural por Irene Barroso

28
 Scan with Exploración rápida

29
 Celebrando la Rueda del año con
los pequeños de la casa
Cuando llegamos al Paganismo, una
de las primeras cosas que capta nuestra
atención es la Rueda del año. Para muchas
tradiciones, constituye un calendario que
honra los ciclos de la naturaleza y que
aproximadamente cada seis semanas y
media celebra los cambios que en ella
se producen. Las ocho festividades de
la Rueda del año constituyen unos días
sagrados que nos conectan a la espiral de
eterno cambio y nos ayudan a sintonizar
con las energías del momento. Y, como
no hay nada más pagano que celebrar el
hecho de estar vivos, son celebradas por
muchas personas.
Pese al carácter abierto y participativo
que tienen muchas de estas celebraciones,
nuestras creencias no siempre coinciden
con las del resto de nuestra familia.
Esto limita la posibilidad de compartir
el espíritu festivo del momento y para
muchas personas supone un conflicto
interno al verse en la tesitura de celebrar
la Rueda de forma solitaria. Cuando,
además, hay niños en la familia, la cosa
parece complicarse todavía más cuando
se intenta no inculcarles unas creencias
para que estos puedan elegir libremente
en su debido momento.
Sin embargo, existen soluciones
intermedias que nos permiten compartir
la esencia de la festividad con los más
pequeños de la casa sin necesidad de
realizar complejos rituales o de adentrarse
en aspectos religiosos. A continuación os
planteo una serie de actividades para
acercar la Rueda del año al sector más
joven de nuestra familia.
Samhain resulta fácil de celebrar, ya
que contamos con la fiesta de Halloween
como poderoso aliado. Una muy buena
30
Por Nuhmen Delos
actividad para realizar durante este día es
el vaciado y el tallado de calabazas. Esto
nos llevará un buen rato si extraemos
toda la pulpa de la calabaza, el cual puede
aprovecharse para contar la leyenda de
Jack O’Lantern y de ahí pasar a comentar
cómo en el pasado se encendían velas
para los seres queridos que habían
fallecido, utilizando ciertas verduras a
modo de fanal.
Yule tiene lugar apenas unos días antes
del torbellino de fiestas que acompañan
las últimas semanas de diciembre. Puede
ser un buen momento para terminar de
decorar la casa, actividad que a los niños
les encanta. Algo muy sencillo de hacer
son los copos de nieve de papel: con unos
cuantos dobleces y unas buenas tijeras,
podemos crear una estupenda tormenta
en cuestión de horas con la que podremos
adornar las ventanas. Durante el proceso
podemos hablar sobre el invierno y las
tradiciones navideñas que nos llegan
desde el pasado.
Imbolc es quizá una festividad algo
más compleja de integrar en la familia,
por aquello de que no tiene otra fiesta
excesivamente conocida que la respalde.
Sin embargo, puede plantearse como una
divertida tarde de manualidades. Con los
más pequeños pueden hacerse cruces
de Brigit enrollando hojas de papel de
periódico para formar tubos muy finos,
que luego se trenzarán para hacer la cruz.
A partir de cierta edad, pueden hacerse
velas artesanales fundiendo los restos
de velas que hayamos ido guardando los
meses anteriores.
 Ostara puede dar mucho juego si se
organiza con algo de tiempo y hay varios
pequeños en casa. Unos días antes,
pueden decorarse con témperas huevos
previamente cocidos y colocarlos en un
recipiente para decorar nuestro hogar.
Cuando llegue el gran día, puede ser
divertido esconderlos por toda la casa o
el jardín y, cuando los niños descubran
que han desaparecido, organizar un
concurso de búsqueda de huevos con
su correspondiente recompensa. Incluso
pueden esconderse algunos huevos de
chocolate para dar mayor emoción al
asunto y disfrutar de una dulce sorpresa
durante la búsqueda.
Beltane es otra de las festividades que
puede ser compleja de comprender por los
más pequeños de la casa, especialmente
por sus connotaciones sexuales, pero
a todo el mundo le gusta la fiesta y el
baile, especialmente a esas edades. Una
pequeña fiesta temática de fantasía con
un palo de mayo creado especialmente
para la ocasión puede ser muy divertida…
¡especialmente si durante el baile se
ponen condiciones como ir a la pata
coja, imitando animales o caminando en
cuclillas!
Litha es una festividad que se encuentra
complementada por la Noche de San Juan.
Saltar una pequeña hoguera pidiendo
un deseo o escribir nuestros deseos en
papel y quemarlos puede resultar muy
atractivo para los niños. El fuego tiene
algo que a todos nos fascina y no se
necesita demasiado para disfrutar de
una pequeña fogata: un poco de alcohol
en un caldero pequeñito proporcionarán
llamas mayores que las de una vela, pero
lo suficientemente pequeñas como para
no suponer un riesgo.
Lammas resulta difícil de entender
fuera de un contexto agrícola, pero
su esencia todavía puede encontrarse
en la cocina. Mezclar los ingredientes
adecuados y amasar la mezcla obtenida
para elaborar pan casero con formas
muy variadas es una actividad que a
muchos puede resultar muy gratificante…
¡especialmente cuando el resultado es
un pan delicioso recién salido del horno!
Durante el proceso podemos reflexionar
sobre la importancia y la suerte de tener
siempre comida en casa y cómo esto no
siempre era así en el pasado.
Mabon tiñe de marrón y dorado un
paisaje del que no siempre podemos
disfrutar en los entornos urbanos. Una
actividad interesante para estas fechas es
salir a pasear y recoger hojas y algunas
ramas secas que podemos utilizar para
hacer un móvil decorativo con el que
atraer la esencia del otoño a nuestro
hogar. Si los niños tienen ya cierta edad,
podemos escribir aquello de lo que nos
queremos desprender en hojas secas,
triturarlas y soplar los restos al viento
para que se los lleve bien lejos.
Estas son algunas de las propuestas
que podemos llevar a cabo para honrar
los misterios del paso del tiempo junto
a nuestros seres queridos de menor
edad. Más allá del significado religioso o
espiritual que pueda tener cada festividad,
el hecho de hacer algo específico para
ese día ya nos alinea con sus energías.
Lejos de limitar nuestras celebraciones,
debemos contemplarlas como una bella
oportunidad de adentrarnos en la magia
de la infancia y contemplar la Rueda
del año con los ojos de la inocencia y la
ilusión. Esta es una etapa que no dura
mucho tiempo, así que si podemos
disfrutarla con los pequeños de la casa,
¡aprovechémosla!
31
 Elfos y la concepción de una bruja
En el lejano norte, la fuente de la
vida era un árbol que se erguía sobre
el ónfalo del cosmos. Sus raíces se
adentraban en el mundo de los difuntos
y conquistaban la vida, alzándose con su
tronco y sus ramas arriba hacia el cielo.
Se lo había conocido como Irminsul —el
pilar esplendoroso— en los tiempos más
pretéritos germánicos, y en Escandinavia
medieval como el fresno Yggdrasil —
el corcel de Yggr, epíteto “furioso” para
Óðinn—. Se cree que Irmin fuera para
los sajones un epíteto del Ziu/Tiwaz—Týr
para los nórdicos medievales—, mientras
que el homónimo escandinavo hacía
referencia a Óðinn. El eje del mundo une
las entrañas de la tierra con la bóveda
celeste, la vida con la muerte. Snorri
Sturlusson nos brinda la descripción más
exhaustiva del fresno en la Edda Menor,
en la que podemos observar la lucha
entre la desintegración y la regeneración
de la vida.
Snorri presenta este árbol como el más
extraordinario de todos. Cuenta que hay
una raíz que llega a Hvergelmir —la fuente
de agua térmica y burbujeante—, cuyas
aguas emanan de las profundidades donde
se originó todo el cosmos. Más abajo se
encuentra el Pozo de Mímir —pozo de
la memoria—, donde hay un hrimþurss
–un gigante de escarcha– de gran
sabiduría. Algunas criaturas mordisquean
sus ramas y sus raíces: las ramas las
muerden cuatro ciervos llamados Dáinn
—muerto—, Dvalinn —que perdura —,
Duneyr —el que anda estrepitosamente
por la grava — y Durahrór —se desconoce
su significado—. Y la serpiente Nidhögg
—golpeador malvado— roe sus raíces.
También tenemos vinculadas al árbol a las
Nornir: Urð —lo que ocurrió o destino—,
Verðandi —gerundio del verbo að verða
que significa lo que ocurre— y Skuld —
32
Por Diego García
deriva del verbo modal að skulu como
marca de futuro, homónimo al inglés
shall—. Para aplacar la descomposición
de la vida, ellas habitan en la base del
gran árbol. La diosa Urð posee una
fuente extraordinaria de la que recoge
agua y lodos que la envuelven, y los
usa para regar el fresno y así evitar su
degeneración. Snorri explica que es tan
extraordinario el poder del fluido, que al
tacto todo se vuelve tan blanco como la
clara de huevo. El rocío que cae del árbol
sirve de alimento a las abejas.
Las Nornir, vinculadas al árbol de la
vida, juegan un papel fundamental en
la imprimación de destino de todos los
seres que viven en Miðgarðr —el cerco
del medio —, según Snorri Sturlusson.
Ellas tienen el control de la evolución
de la causalidad, pero, a su vez, de su
estirpe, hay unas nornir menores que se
acercarían a cada alumbramiento para
improntar destino a cada neonato. Estas,
según las palabras del poeta, serían
de diversos linajes, y otorgarían más o
menos fortuna según su origen: de los
elfos y de los linajes de los dvergar —
gnomos —. Estas nornir menores podrían
haber sido lo que se conocía como los
fylgjur —los acompañantes, del verbo að
fylgja, acompañar—. De hecho, los seres
élficos gobiernan y cuidan el nacimiento y
la vida, tanto en los seres humanos, como
en el mundo animal y vegetal. Lo que nos
lleva a comprobar que los nacimientos, la
vida y el destino están ligados al mundo
feérico.
Hilvanando el asunto de la concepción y
del alumbramiento, retomemos el árbol
como elemento vertebrador de la vida en
la cosmovisión germánica. En la novena
parte de su Edda, Snorri Sturlusson explica
que la creación de los primeros humanos
se engendró a partir de dos árboles: un
roble —Askr— y un olmo —Embla —.
Óðinn, Hœnir y Loður les otorgaron: Lá
—apariencia—, Óðr —inspiración—, Læti
—movimiento—, Önd —aliento— y Litr
—salud—. Así empezaron a caminar los
primeros humanos sobre la tierra.
Del árbol y de sus habitantes —los elfos—
surge la vida. En esencia, toda la vida
brota del soberano de todos los árboles,
Yggdrasil. Pero, cada humano lo ha hecho
de la estirpe del gran ente arbóreo, Askr
y Embla. Y esto ocurre porque, cuando
cada ser humano se encuentra en el
vientre de la madre, su ombligo está
unido a la placenta. Esta tiene forma de
una copa de un árbol y el cordón umbilical
del tronco, cuyas raíces se adentran
dentro del cuerpo del feto. La placenta es
el árbol que nos une al destino forjado y
vertebrado por Yggdrasil, cuyas ramas y
raíces penetran en todos los rincones de
la existencia. Una unión simpática entre
el microcosmos —la placenta y el cordón
umbilical — y el macrocosmos —Yggdrasil,
el árbol de la vida—. Como el dios triple
hizo con Askr y Embla, la placenta da
aliento de vida y nutrientes que permiten
al bebé crecer y vivir. Sin esta glándula,
los mamíferos no podríamos concebirnos
con éxito porque dependemos de ella
para alimentarnos. La placenta no solo
otorga aliento de vida y nutrientes, sino
que también une el nuevo humano a su
destino, tejido en el cordón umbilical por
su norna menor correspondiente. Y este
destino individual, hilado y trenzado en
la rueca y el huso del destino, donde Urð,
Verðandi y Skuld tejen la existencia, la
causalidad y el destino del universo.
Los escandinavos tuvieron una cierta
visión determinista del destino, no
cerrado como en otras doctrinas de
carácter orientalistas, sustentadas en la
reencarnación, sino que la inteligencia,
aspecto, sensibilidad, salud o fortaleza
venían otorgados por el destino —las
nornir menores buenas y malas, según su
linaje de los elfos o los gnomos—. Son las
leyes naturales bordadas por las Nornir
las que determinan por azar el destino de
cada persona que la acompañará durante
toda su vida. Una de las palabras para
designar al destino en nórdico antiguo
era ørlög que puede ser traducido como
leyes primarias, las leyes de las Nornir,
ende de la naturaleza, a las que nadie
puede escapar, ni siquiera los dioses.
El vínculo entre los elfos y la fertilidad es
estrecha y este se extiende por todos los
lugares naturales, túmulos y santuarios
de Escandinavia. Su culto y respeto
siguen vivos en Islandia como en algunas
zonas de Escandinavia. Muchos rincones
naturales poseen nombres vinculados a
los elfos o al culto a ellos. En ocasiones
aparecen los älvakvarn, estas son grandes
rocas acostadas sobre algún campo,
con la peculiaridad de estar repletas de
pequeños orificios para ofrecer exvotos
y tributos. Los historiadores sitúan este
tipo de manifestación posiblemente en la
Edad de Bronce. Sin embargo, a pesar de
su antigüedad, su utilización ha llegado
a nuestros días. Los campesinos siguen
ofreciendo sacrificios de cereales, leche
y queso; y en ocasiones semen tras una
relación sexual. El objetivo es ofrendar a
los elfos para que garanticen una buena
cosecha.
La relación entre el sexo, la concepción
y los elfos la podemos observar en el
culto a Freyr, el soberano de los seres
feéricos. Se le ha atribuido gozar de un
falo de enorme tamaño, obvio símbolo
de fertilidad. Adam de Bremen describe
el Templo de Uppsala en su Gesta
Hammaburgensis ecclesiae pontificum:
allí había una representación de los dioses:
Þórr, Óðinn y Fricco —Freyr—, donde él
describe a Freyr con estas palabras: cum
ingenti priapo, traducido “con un falo
enorme”, y aparte añade que los fieles se
dedicaban a cantar al miembro en todo
momento. Las representaciones que se
han encontrado de la divinidad siempre
lo han mostrado con un miembro grande
y erecto.
33
 En Schleswig–Holstein —actualmente
Alemania, pero en la Edad Media territorio
danés—, se halló una talla de madera
con forma de falo que se le ha atribuido
al culto a Freyr. Este tipo de culto fálico
ya apareció en la Edad Bronce. Se han
hallado innumerables piedras esculpidas
en formas fálicas por toda Escandinavia.
Lo que evidencia es que el culto élfico y
a Freyr como entidades de la fertilidad se
remonta a tiempos pretéritos.
Este culto tiene reflejo en la Ólafs
saga helga en el Flateyjarbók, que trata
sobre la vida de Olaf el Santo —el rey
que cristianizó Noruega—. Cuenta que el
soberano en uno de sus viajes pasó por una
granja donde fue testimonio de un ritual
pagano de culto al Völsi. Los granjeros
conservaban un vingull —un falo de
caballo— en cebolla y lino —ambas plantas
sagradas dentro de la magia germánica—
al que cuidaban y rendían culto. En un
momento, lo recogieron y celebraron
una ceremonia de culto a las mörnir —
en las lenguas modernas conocidas
como maras y en inglés como mare—
como entidades élficas de fertilidad. Hay
elementos bastantes singulares en esta
historia. Estas plantas mágicas tienen
clara connotación fálica y de fertilidad
atestiguadas desde el periodo germánico
a través de varias piedras rúnicas y en
los Poemas Runas. Con lo que reforzaría
el vínculo de fertilidad con el culto
desarrollado en la granja. Otro aspecto
singular es el hecho de las mörnir como
entidades asociadas a la fertilidad. La
presencia de estas en la Edda, en piedras
rúnicas y en el folklore sincrético cristiano
son mostradas como seres nocturnos
y maléficos. Generalmente como una
bruja mítica de Europa o una mujer troll
cabalgando un lobo. Son entidades que
podrían haber tenido alguna relación con
el vuelo nocturno de las brujas porque
tienen muchos elementos en común con
las que aparecen en el folklore medieval
europeo. En la ley nórdica pagana, da
testimonio de la persecución de la gente
que practicara la magia del kveldriða —
cabalgata nocturna—. Otros nombres
por la que fue conocida fueron Trollriður
34
—cabalgata de trolls o de hechizos—,
Myrkriða —cabalgata de las sombras—
o Munnriða —cabalgata de la boca
porque se le atribuía la capacidad de
encantamiento y sometimiento de las
personas mediante la palabra—. También
aparecen en kennings —epítetos de la
poesía escáldica— tales como Leiknar
Hestr —Caballo de la giganta— o
kveldriðuhestr —Caballo de la cabalgata
nocturna—.
Así pues, era considerada hechicería
malévola porque con ella se provocaba
calamidades, pesadillas y locura a las
personas atacadas. Por lo que podemos
ver una asociación entre las mörnir y la
praxis de un estilo de magia análogo a
la brujería europea, durante el periodo
pagano nórdico.
Sin embargo, aquí se nos muestra
como entidades de la fertilidad, lo que
la aleja del canon mitológico nórdico.
Es decir, en ningún momento como
entidades que perturbaban la vida de
los aldeanos. Lo que nos puede llevar a
poner en cuestión el relato hegemónico
de estas entidades como ha ocurrido en
otros lados de Europa. Podrían haber sido
espíritus arcaicos de la fertilidad, quizás
vinculados a la Caza Salvaje.
Siguiendo el hilo del culto al falo de
caballo, el Völsi, nos lleva al siguiente
problema lingüístico: se desconoce su
significado, pero debido a la proximidad
fonética con el völr —el bastón de la bruja
nórdica que da nombre a Völva, portadora
de un bastón — se ha especulado que
el nombre del rito derivara de la misma
palabra para designar al bastón de la
bruja nórdica.
Sea lo que haya sido, en esta historia
nos vincula el culto fálico centrado en el
dios Freyr y en los elfos, con las mörnir
y el uso del Völsi. Siendo el dios del ciclo
anual y de la fertilidad, junto a su corte
élfica, como el influjo de la vida. Por
otra parte, Óðinn y sus otros aspectos
como otorgadores de los atributos de la
existencia, además de las Nornir y de su
corte de nornir menores como las que
anudan el destino a los nuevos vástagos.
Sin olvidar, a Yggdrasil en su aspecto
de núcleo, cuyas ramas y raíces unen
todas las cosas de la existencia, como
las formas de vida. La placenta como
corona arbórea y el cordón umbilical
como tronco, tejiendo un amarre entre el
universo, sus leyes y la vida.
En la Era Cristiana, durante el periodo
entre el nacimiento y el bautismo,
se realizaban una serie de ritos para
garantizar el buen destino de la criatura.
En Noruega perdura la creencia de que, si
no se cortaba de forma adecuada el cordón
umbilical, podía perjudicar al destino del
niño. Después del alumbramiento, la
partera colocaba al bebé entre las piernas
de la madre para descansar hasta que el
pulso del cordón se detuviera. Entonces
lo anudaba con un cordel en dos partes y
cortaba el cordón entre los nudos de un
trazo, nunca con un tajo oblicuo. Un error
en esto podía provocar al niño defectos
de nacimiento. También se requería de
un ritual especial para la placenta. Le
daban unos tajos en forma de cruz para
evitar que un espíritu de un muerto se
amarrara al neonato. Cuando caía los
nudos que había anudado la partera,
se procedía a quemar la glándula. Esto
evitaba que los huldufolk opresores —
elfos malignos— o las maras —las brujas
míticas— se hicieran con el control del
niño. Otra costumbre para protegerlos
de los espíritus era envolverlos con
un paño muy apretado tres veces —el
tres y el nueve son dos de los números
mágicos en Escandinavia—. Cuando
lo retiraban, le relajaban la piel con un
talco hecho de polvo de corteza de abeto
con harina pasada. A estas prendas, le
enganchaban cruces, números arcanos o
trozos de metal —el hierro ahuyentaba a
los Huldufolk—.
El temor a la acción de los huldufolk se
sustentaba en un miedo que conocemos
bien de Irlanda, el peligro de los secuestros
de niños por parte de la corte élfica e
intercambio por un changeling. Cuando
los padres veían que un niño enfermaba,
tenía deformaciones en el cuerpo, se le
oscurecían los dientes y no paraba de
llorar, se creía que los huldufolk habían
intercambiado al hijo por un monstruo.
Esta era la interpretación que daban los
campesinos al raquitismo, que, dado a la
precariedad de la época, era una dolencia
muy habitual. Para tratarlo, la costumbre
era realizarle el ritual del smøyg —
enebramiento— que consistía en hacer
pasar a la criatura por algún agujero. En
ocasiones de un árbol con un orificio en
su tronco o por otro en el suelo. Mientras
se realizaba esto, la curandera miraba
al cielo y recitaba unas fórmulas de
Trolldom para expulsar el mal infligido
por los huldufolk.
Otra técnica era el dødsvalken —
inflamación de un muerto— donde llevaban
a la criatura ante un cadáver antes de ser
enterrado. Luego la sabia le practicaba la
técnica del måling —medición con cordel
de lana—. Esto determinaba el tiempo de
tratamiento para curar la enfermedad.
Algunos practicantes usaban esta técnica
para extraer el mal del paciente. Luego
realizaban una oración sobre un pan
plano untado con crema agria. Esta se le
daba de comer al niño.
Otra de las técnicas contra el raquitismo
era el jordfaststeiner —rocas clavadas a
la tierra—. Las piedras enganchadas al
suelo —especialmente si se encontraban
entre los límites entre propiedades—
gozaban de un gran poder de curación.
Estas se enterraban en carbón durante
una noche. Entonces, al día siguiente, se
extraían ardientes para verterlas en el
agua —con la que posteriormente se iría a
limpiar a la criatura— hasta que surgiera
vapor. Entonces, se lavaba al bebé con
esta agua. Esto ayudaba a protegerlo de
las maras y los huldufolk. Entonces, para
finalizar, reponían el hueco de las piedras
extraídas con tres piedras distintas
nuevas.
35
 La forma más común de protección de
los hijos, cuando descansaban en la cuna,
era colocar unas piezas de hierro dentro,
de hecho, cualquier metal era igual de
práctico. Este dañaba severamente a los
huldufolk, además de ser de uso frecuente
para tratar cualquier tipo de enfermedad
provocada por ellos.
Hay que preguntarse si sabemos algo
de las costumbres respecto al parto
durante el periodo pagano. Es habitual
que este tipo de detalles sea irrelevante
para los escribas y monjes medievales.
Lamentablemente, como suele ser
habitual, los datos son escasos dentro de
las fuentes que conservamos. Lo único
que se ha hallado en algunas sagas es el
ritual del Vatni Ausa —rociar con agua—,
en el que se daba nombre al neonato y se
le vertía agua, algo parecido al bautismo
cristiano. En la Saga de los Habitantes de
Eyr se menciona que Þórsteinn tuvo un
hijo con Þóra y se le practicó el ritual del
Vatni Ausa, rociándole agua y dándole
el nombre de Grímr. En la Saga de Egil
Skallagrimsson, se menciona que Þóra
tuvo a una niña que fue rociada con agua
y le otorgó el nombre de Ásgerðr.
El ritual consistía en recoger al niño del
suelo, normalmente lo hacía el padre.
Este gesto se entendía como una forma
en la que el patriarca reconocía a su
vástago. Posteriormente, se practicaba
el rociamiento y el nombramiento de la
criatura. En este momento, se consideraba
que ya tenía destino y que ya era parte
de la familia. Es esencial no confundir el
ritual del bautismo con el Vatni Ausa a
pesar de las similitudes formales.
A continuación, hablaremos de la
permanencia de este ritual hasta nuestros
días, y ello se atribuye a que siempre es más
fácil traspasar un ritual de un paradigma
religioso a otros, si formalmente son
semejantes. El bautismo es un ritual de
purificación vinculado a la práctica de
Juan el Bautista como aparece en las
Sagradas Escrituras. Juan realizaba este
ritual como forma de purificación de los
pecados y la consagración de un hombre
36
nuevo, es decir es un ritual iniciático
dentro de la comunidad cristiana. Por otra
parte, el Vatni Ausa es una ceremonia
de consagración del niño en honor de
los dioses. No implica purificación del
pecado porque es un concepto totalmente
desconocido por la sociedad pagana. La
consagración es un acto habitual dentro
del espectro del paganismo nórdico. Es
decir, que era frecuente que se realizara
un ritual de consagración en honor de
los dioses, los huldufólk —espíritus
ocultos, elfos — y los ancestros. La
forma más común de consagración,
por las referencias que tenemos de las
fuentes, era marcar a la persona con el
signo del martillo para que este tuviera
la bendición y protección del dios Þórr.
Este gesto podía ser dramatizado con un
martillo ritual que sirviera como forma de
canalizar la fuerza del dios del trueno.
La parte del nombramiento era conocida
como nafnfesti —amarre de un nombre
—. En este ritual, aparte de otorgar la
denominación personal de la criatura,
era costumbre dar regalos al bebé. En la
Saga de Ragnar Loðbrok, Ragnar colocó a
su hijo en su capa llamándolo Sigurðr y le
regaló un anillo de oro. Posteriormente,
el infante volvería a recibir más regalos
cuando se le cayera su primer diente. Se
creía que era el diente de las dísir. Ritual
que nos puede parecer familiar en España
y América con la tradición del Ratoncito
Pérez.
Este tipo de ritual tenía un gran sentido
en la precariedad de la vida de la época.
Muchos niños no sobrevivían hasta el
momento de su nombramiento. Por ello,
no eran reconocidos hasta que hubieran
pasado un tiempo y se hubieran puesto
a prueba la supervivencia y fuerza del
bebé. Si había nacido con problemas de
salud o malformaciones, era costumbre
abandonar a la criatura en el bosque
para ofrendarlo a los huldufólk. Siendo
una forma de aborto de la época. Un
neonato con estas limitaciones de salud
tenía pocas garantías de sobrevivir en la
sociedad escandinava medieval.
 Por ello, la mejor de las opciones era
dejarlo morir antes que permitirle este
sufrimiento.
Existe una historia controvertida
respecto al rey Ivarr beinlaus —
deshuesado o sin piernas — en la que
se le atribuye la posibilidad de que
careciera de piernas o de huesos en las
piernas. Se ha creado la leyenda de que
fuera un hijo no sacrificado tras nacer
con una malformación. Sin embargo,
los historiadores ponen en duda esta
posibilidad. Ninguna persona en estas
condiciones hubiera sobrevivido ni habría
logrado las gestas que se le atribuyen de la
época. En el Cuento de los Hijos de Ragnar,
en un pasaje en el poema Ragnarssona
þáttr, se sugiere que su apodo le vendría
por una impotencia sexual. Fuera lo
que fuera, es muy dudoso que Ragnar y
Áslaug hubieran permitido que un niño
con esa incapacidad sobreviviera.
Nos podemos preguntar qué ha
permanecido de las costumbres
paganas. El Vanti Ausa se adaptó al
bautismo católico y, posteriormente, al
bautismo luterano. La nueva tradición
intercambió el rociamiento de agua por
el rito bautismal, con todos los elementos
dramáticos y simbólicos importados
de la Iglesia Católica. Sin embargo, las
costumbres natales paganas perduran
hasta nuestros tiempos. El ritual del
knæsetning o nafngjöf —nombrar a la
criatura— sigue practicándose hoy en día.
Por otra parte, en los países nórdicos,
existe la costumbre de dejar dormir a
los bebés a la intemperie durante toda
la noche, e incluso repetirlo en varias
ocasiones. Actualmente se justifica
porque se cree que con esta costumbre
se ayuda a los niños a padecer menos
enfermedades invernales porque les
reforzaría el sistema inmunitario.
Este tipo de costumbre puede haber
estado enraizado desde el paganismo
porque entonces se buscaba que los
descendientes fueran fuertes para la vida
en el campo, en la guerra y en el mar.
Como se ha mencionado anteriormente,
la situación de precariedad obligaba a
excluir aquellas criaturas que no pudieran
sobrevivir. No se puede descartar que
existiera una costumbre parecida en
tiempo pagano.
Traer hijos al mundo nunca fue fácil
en los tiempos pretéritos. La mortalidad
era severa, y ello era el porqué de todas
estas costumbres. Afortunadamente, se
conoce bastante de este asunto durante
el periodo cristiano, especialmente tras
la reforma luterana. El Renacimiento y
la reforma trajo una alta alfabetización
en los países escandinavos que venía
impulsado desde el poder, con la intención
de imponer el luteranismo, que había
topado con una fuerte resistencia en las
zonas agrícolas —situación similar con
el paganismo, los nórdicos no aceptaron
fácilmente imposiciones desde la
jerarquía—. Para conseguir reformar la fe
en los países germánicos se apostó por la
alfabetización para facilitar la lectura de
la Biblia de Lutero. Esta situación ayudó a
los campesinos y curanderos recopilar sus
prácticas mágicas y medicinales a través
de los Svartenbogen y los Ciprianos —no
hay que confundir con El Libro de San
Cipriano que circulaba por España—.
Estos textos nos han ayudado a obtener
mucha información sobre medicina
popular que se ha estado practicando
hasta casi entrado el siglo xx, y de la
que encontramos muchos elementos de
origen pagano.
Las mujeres que habían dado a luz eran
curadas con semillas de heno y otras
plantas recogidas durante la cosecha del
mismo cereal para protegerlas durante
las contracciones. Se les animaba a
sentarse encima de un cubo con vapores
de una infusión de estas plantas.
Luego se frotaban con pimienta y otros
irritantes mezclados con leche o alcohol.
En Noruega se usaba la manzanilla
para tratar el posparto, especialmente
para detener las hemorragias y tratar la
depresión derivada.
37
 Curiosamente, sus raíces parecen
úteros, y esto puede llevarnos a que la
relación tuviera que ver con la magia
simpática. La artemisa se usaba para
ayudar a contraer el útero y así facilitar
el proceso del parto.
Muchas de estas técnicas llegaron del
sur de Europa traídas por monjes durante
toda la Edad Media y algunas llegaron
durante la Era Moderna, especialmente
con libros desde imprentas alemanas.
Pero, los estudios sobre medicina de la
época pagana a través de la arqueología
y de los textos que elaboraron los monjes
para hablar de la sociedad escandinava
pagana nos lleva a comprobar que hay
muchos elementos que perduraron hasta
prácticamente el siglo xix, cuando se inició
la desintegración del pensamiento mágico
y medieval debido a la industrialización.
Las creencias y tradiciones de los
escandinavos también tuvieron algún
tipo de impacto en lo que se refiere
a la iniciación en la brujería o en la
curandería, como viene ocurriendo en
muchas culturas que vertebran el don
con una herencia familiar. La realidad es
que durante la Era Moderna la mayoría
de los klok–kvenna y klok–man —cunning
wo/men, curanderos— heredaban su
tradición de la familia. Ello no implicaba
que todos los miembros de la misma
siguieran la tradición, sino que ciertas
circunstancias como un nacimiento con
elementos determinados supusiera el
derecho de herencia. Normalmente la
decisión de pasar el conocimiento a otro
miembro familiar lo tomaba la persona
que ejercía el oficio. Vamos a observar
algunos casos vinculados a la vida y que
no están sujetos a la voluntad propia.
Algunos testimonios, que han recogido
etnógrafos o de los juicios de brujería,
son de personas que habían padecido
alguna enfermedad grave durante la
niñez y que esta le llevó a experimentar
alucinaciones.
38
Se han recopilado casos como el de Brita
Björn de Visby —isla de Gotlandia— que
explicaba que, durante su enfermedad,
viajaba al mundo subterráneo donde los
elfos le enseñaron su arte.
Hay el testimonio de Sven Mårten de
Stensjö que explicaba que su madre en
el lecho de muerte le delegó el don antes
de pasar a la otra vida. Fue conocido por
ser un gran curandero de la zona. Muy
entregado a ayudar a las personas. Sin
embargo, el caso más común era que la
persona sabia lo entregara a un familiar
desde la infancia, tomándola como
ayudante.
Sin embargo, el caso más vinculado
al nacimiento es el del segerhuva —la
membrana amniótica de un neonato—.
Como ocurre en muchas culturas, el hecho
de haber nacido con esta membrana
intacta suponía que la criatura iba a ser
una persona extraordinaria. En el folklore
escandinavo se le atribuía el don de la
brujería a aquellos que nacieran en un
Jueves Santo con el segerhuva intacto. Lo
que conectaría la vieja creencia pagana
en que relacionaba el nacimiento con la
adquisición del destino, porque el bebé
estaba conectado por el tubo umbilical a
la placenta que estaba unida al árbol del
mundo. El mantener el segerhuva intacto
era un don divino que marcaba al niño su
destino de ser brujo o bruja.
Concluyendo, en la tradición nórdica
el nacimiento es la impronta del destino
del nuevo sujeto. El destino son las leyes
naturales que rigen la causalidad y el
devenir de las cosas. Cada ser humano
recibe unas cualidades que no puede
elegir, y que son otorgadas por las nornir
menores. Ellas pueden ser de origen de
los elfos o de los gnomos —dvergar o
enanos—, y ello implica el tipo de fortuna.
 La vida como el destino están vinculados
al árbol como entidad o símbolo, en el
caso de los humanos con un roble y un
olmo. Ellos son la materia primera de la
especie humana. Todos ellos son vástagos
del gran árbol del cosmos, Yggdrasil. Este
conecta y da aliento de vida a todos los
seres vivos que vagan por el mundo. Por
otra parte, el destino viene hilado y tejido
por las Nornir. El destino sería el ørlog
que son las leyes básicas del cosmos.
Por lo tanto, las Nornir gobiernan sobre
las leyes que regulan la causalidad y de
los atributos de la vida —en el caso del
cristianismo mágico, serían el Espíritu
Santo, Cristo y el Padre quienes jugarían
este rol—. Ellas son quienes deciden si
una persona tendrá el don o no de ser
bruja. Sin embargo, no es un destino
cerrado.
-Bernárdez, Enrique (2002); Los mitos
germánicos, Alianza Ensayo.
-Sibley, J.T. (2015); The Way of the Wise:
Traditional Norwegian Folk and Magic
Medicine, Xlibris.
-Stokker, Kathleen (2007); Remedies and
Rituals: Folk Medicine in Norway and the
New Land, Minesota Historical Society
Press.
Viking Rites: article 1st– baby naming
(2007); Consultado 10 de enero de
2022. www.windhoverceremonies.com/
blogpages/viking-rites-part-1-baby-
naming

Las Nornir no impiden que una persona

consiga el don por sus propios medios. No
se ha tratado la iniciación en la brujería
dentro este artículo, sin embargo, existen
otros métodos como pedir el don a los
elfos, al Diablo Mítico, tomar sopa de una
serpiente blanca o la adquisición de un
libro negro. Por lo tanto, el destino solo
regula el punto de arranque de la vida y
las leyes que rigen la causalidad. Es decir,
los atributos iniciales con los que empieza
cada ser humano. Por ello, está abierta
la posibilidad de superarse mediante el
ingenio y el esfuerzo personal, siempre
sujeto a las leyes naturales.

Bibliografía

-Price, Neil, (2019); The Viking Way: Magic

and mind in late iron age Scandinavia,
Oxbow Books.
-Sturlusson, Snorri (1988); Saga de Egil
Skallagrimsson, Miraguano Ediciones,
Libros de los Malos Tiempos.
-Anónimo (2000); La Saga de los
Habitantes de Eyr, Ediciones Tilde,
Colección Górgona.
-Sturlusson, Snorri (2000); Edda Menor,
Alianza Literaria.
Anónimo (1986); Edda Mayor: poesía
nórdica siglos ix–xiii, Alianza tres.

39
 Experimentar una infancia mágica
“Enseña a los niños, y no tendrás que castigar a los hombres” -Pitágoras-.
Esta pequeña redacción forma parte
de mi historia personal, pero en realidad
también podría ser parte de la tuya, o
quizá, algún día, sea la historia de los
más pequeños de tu hogar.
Muchas personas piensan que al mundo
de la magia, el esoterismo o el paganismo
se accede cuando ya tenemos una edad
avanzada. Por supuesto hay algo de cierto
en esto. Cuando maduramos tenemos un
punto de vista diferente de las cosas y
nos acercamos a ellas de manera más
seria y con seguridad. La madurez nos
permite discernir entre aquellos temas
que realmente nos apasionan y nos
gustan de entre los que realmente no
resuenan con nosotros.
Aunque cuando hablamos de magia,
de energías o de conexiones… realmente
hay algo especial en la infancia. Algo
que con el paso de los años acabamos
olvidando o dando por hecho que eran
“tonterías de críos” o “imaginaciones
nuestras”. Bien, por cosas del destino, yo
recuerdo muchas cosas de mi infancia. He
vivido no pocas aventuras paranormales
o mágicas y siento que esta conexión
que se establece (a mi parecer en todos
los niños) no me ha abandonado en la
adultez.
Siento que se tapa mucho la voz
de aquellos niños que desde su cuna
miran y señalan el techo, observan en
las profundidades de los pasillos de las
casas y se ponen a reír, o hablan con
“la nada” pero como si algo estuviera
sentado a su lado. También en ocasiones
hablan de familiares difuntos que jamás
conocieron o personajes oscuros que ven
en algún momento y les entra el miedo. Y
te diré más, incluso tienen recuerdos de
situaciones en las que, ellos, ni siquiera
40
Por Caldeo
habían nacido. ¿Qué está pasando en
esta etapa de la vida?
Algunos dicen que, como hace poco
que estamos en esta realidad (el
mundo material), todavía estamos muy
conectados al plano de los espíritus. Esa
conexión es amplia y fuerte, y se convierte
en un canal que aún nos permite recibir
información del “otro lado”. Haciendo que
muchos niños se enfrenten a multitud
de situaciones (digamos paranormales)
a edades muy tempranas. Situaciones
que los adultos ya han olvidado cómo
manejar.
Yo personalmente estoy de acuerdo con
esta teoría y añadiría, por otro lado, que
la mente de los niños es tan expansiva
y tan “blanca”, que ellos son capaces de
absorber información pura de su entorno,
sin filtros morales, éticos, sociales ni de
ningún otro estilo. De modo que aceptan
todo aquello que perciben, no rechazan
ningún estímulo externo venga de donde
venga. Tanto si es espiritual o no, para
ellos es natural y válido. Es más adelante
en la vida cuando nuestros filtros acaban
dando la espalda a nuestro instinto
espiritual y energético.
Pero te he explicado que esto iba a ser
una historia personal que compartiré
contigo, de modo que te comento que, de
alguna manera, esa clase de niño fui yo,
en realidad. Un niño como otro cualquiera
pero que, al nacer, se puso algo enfermo
y nadie supo qué hacer en ese momento,
no había patología que explicara por qué
un niño dejaba de comer, de hacer sus
necesidades, de reír o de conectarse con
su entorno como la haría cualquier otro
bebé… simplemente estaba ahí, con el
cuerpo cada vez más debilitado hasta que
a mis padres les dijeron que “no había
nada que hacer”.

Pues bien, un día, sin saber por qué,
abrí los ojos de repente, empecé a llorar
y a gritar y la vida se abrió paso entre
sea lo que sea que me pasó.
Podría decir que desde ese día que mis
padres empezaron a notar algo, bueno
más bien mi abuela. Mirando siempre
alrededor de las personas, jugando con
“cosas” que veía, señalando a puntos de
la casa y saludando…
Cuando empecé a hablar fui como
muchos otros niños, no paraba de
dialogar (a mi manera) y explicar todo
lo que se me pasaba por la cabeza, sin
filtros. Todo normal hasta que un día, mi
madre me puso a jugar en una mantita
en el suelo de casa. Ahí con todos los
juguetes desparramados por la manta,
de repente dejé de jugar y empecé a
tener una conversación. Mi madre que
me oía se acercó desde la cocina y pegó
la oreja cerca de la puerta. Le extrañó
porque yo no dirigía la conversación, yo
solo respondía. Decía cosas como -Bien,
aquí jugando-, papá está trabajando-
-que perro tan bonito tienes-… Y esa
conversación se convirtió en la primera
vez que hice de puente entre los dos
mundos. Mi madre entró y se puso
conmigo también a hacerme preguntas.
Que con quién hablaba, cómo era, qué
quería… y así les describí de manera
exacta a mi difunto abuelo (que nunca
conocí), incluso al perro que tenía.
Yo recuerdo poco de esa etapa, era
muy pequeño, pero si recuerdo que mi
habitación daba a una galería por donde
entraba la luz, con unas persianas, y
todavía recuerdo ver una silueta desde
el otro lado de las persianas que me
miraba todo el día. Además, lo recuerdo
sin miedo. Para mí era lo normal: alguien
a quién veía tan real y claro como a mis
padres o hermanos. Y ese es justo el
tema que quiero introducir con esta
historia, la normalidad. Una de las cosas
que más daño puede hacer a este don
(o eso creo) es cuando la familia se
altera y empiezan a negativizar estas
experiencias, en parte porque al niño
le cae una losa de culpabilidad que lo
bloquea y además sin entender por qué.
Para los niños es natural no solo ver estas
cosas sino además explicarlas. Confían
en que pueden explicar lo que ven a las
personas de su entorno que aman, de
modo que, calma.
En mi caso hubo un poco de las dos.
Me llevaron a una “bruja” del pueblo. Le
pidieron que les diera unos rezos o “algo”
para que el espíritu se fuera (porque
según ellos no debía estar en paz) y para
que yo dejara de ver “esas cosas”.
Lo hicieron.
Pero no funcionó.
Lo que aprendí, a tan temprana edad,
es que estaba solo. Había algo en mí que
no podía contar a mi madre, ni a mis
hermanos, y si lo expresaba me llevarían
a “esa señora” otra vez. La desconfianza
es una semilla que se planta a cualquier
edad. Y en mi interior algo me decía que
fuera lo que fuera lo que me pasaba,
tendría que reservarlo exclusivamente
para mí.
No relataré muchas historias, sobre todo
las de más adulto o adolescente (porque
no es el tema). Pero si relataré cómo a los
siete años sufrí una de las experiencias
más terroríficas de mi vida. Al menos a esa
edad daban bastante miedo, la verdad. Y
es que viví en una casa encantada. Una
segunda planta que parecía estar en una
zona tranquila y con buenos vecinos. Pero
en la casa empezaron a pasar cosas…
extrañas. A parte de ver a los espíritus
siempre he tenido sueños premonitorios.
Y en aquella casa los sueños empezaron
a trastocarse, empecé a tener terrores
nocturnos, del miedo que pasaba por
las noches me hacía pis en la cama, me
levantaba sonámbulo en plenos terrores…
gritaba, me ahogaba… tuve mis primeras
experiencias fuera del cuerpo. Yo sabía
que algo pasaba.
41
 Mientras mis padres no le daban mucha
importancia y les molestaba al tener
que lavar las sábanas casi cada día, yo
sabía que pasaba algo, y encima, no
podía contar que mi intuición era que el
problema es que había algo en la casa.
Una vez más me encontraba solo ante
algo que no solo desconocía, sino que por
primera vez en mi vida, quería hacerme
daño.
Teníamos un gato que se paraba en
medio del pasillo a bufar y arañar el aire,
y al dormir siempre venía conmigo. Lo
consideraba mi protector, aunque servía
de poco. Algunas mañanas me levantaba
con moretones, mi madre, en una
negación para sí misma me decía: --Qué,
¿ya te has caído otra vez?
Yo le decía que sí.
Se rompían objetos, otros desaparecían,
y siempre la culpa era “del trasto de la
casa”. Estaba obligado a no negarlo.
Una mañana apareció una pintada
encima de la cama en la que dormía
mi hermano, tan alta que casi tocaba
el techo, unos círculos concéntricos
rayados uno encima de otro como si se
hubieran pintado de manera obsesiva,
de colores verde y azul. Yo no llegaba
ni subiéndome encima de la cama. Pero
oía a mi familia como, entre ellos, sin
preguntar, habían decidido que lo había
hecho yo. Mientras hablaban yo estaba
en el pasillo, tras la puerta, escuchando
todo y viendo las pocas opciones que me
dejaban. Tenía siete años y me enfrentaba
a un espíritu que materializaba y seguía
sintiendo esa soledad y ese vacío que no
podía quitarme. Me dejé caer al suelo,
resbalando por la pared y sonaron las
palabras en mi mente con una claridad
que recuerdo todavía hoy.
“Vale, si digo que no he sido yo, no me
van a creer, pero tampoco puedo decirles
que esto lo ha hecho un espíritu”, decidí.
Me levanté y entré a la habitación, confesé
que había sido yo.
42
Todos se quedaron tranquilos. Pero yo,
desde mi interior, como un yo atrapado,
miraba la escena y pedía por favor, que
alguien se diera cuenta de que estaba
mintiendo.
“¿En serio? ¿Nadie va a dudar? ¿A
preguntar cómo lo he hecho para
pintar tan arriba? ¿Todos aceptan esta
mentira tan poco creíble? ¿No veis que
es imposible que haya sido yo?” Pero la
ayuda no llegaba nunca.
En aquella casa me agarraron de los pies
mientras dormía, me arañaron, pintaron
las paredes, pesadillas, manifestaciones,
sombras… Toda esta situación solo se
empezó a solucionar cuando me planté.
Con siete años o quizá ya tenía ocho,
después de casi un año de miedo, cogí
y empecé a hacer magia. Sin libros, sin
absolutamente nada, nacía de mí algo que
no entendía pero que funcionaba. Aunque
confieso que la verdadera solución vino
cuando nos mudamos.
La educación de los niños, por lo general,
suele ser bastante compleja y difícil,
supone diversos retos diarios a los que
los padres se enfrentan continuamente.
A ese hecho, sumar que tienes un niño
con ciertas capacidades mágicas puede
ser abrumador, lo entiendo.
En ciertos momentos de la historia, el
ser humano se ha acercado al mundo
espiritual. En otros, se ha alejado. Y hay
familias que lo han llevado siempre en
la sangre. Ya cuando crecí vi que en mi
familia yo no había sido el único caso,
que hay muchos otros… pero todos son
llevados en el silencio. La sociedad ejerce
tanta presión sobre lo que debe ser un
“buen niño”, una “buena familia”, una
“buena madre”, que por encajar en esos
estándares sociales negamos todo lo que
salga de ese canon. O incluso le ponemos
una etiqueta patológica.
 A mi parecer (pese a ciertos momentos
más oscuros que viví) la infancia fue,
y en general es, un momento ideal de
expansión y conexión espiritual. En la
medicina tradicional china éste período
se relaciona con el elemento de la
madera. Expansiva en todas direcciones,
de crecimiento rápido, con raíces en el
mundo espiritual y elevándose hacia
lo alto. Flexibles a las circunstancias y
adaptándose al medio que la contiene.
Todos hemos sido esa madera que gritaba
por aprender, vivir y disfrutar creciendo. A
veces nuestras circunstancias puede que
no acompañen… pero ¿y si potenciamos
esas habilidades innatas desde pequeños?

Esas habilidades naturales que existen

en todos los niños del mundo podrían
fortalecer la conexión con el lugar del
que procedemos antes de nuestro
nacimiento. No dejo de preguntarme
cómo sería nuestro planeta y nuestra
realidad si fomentamos esto en todos los
niños. Quizá dejaría de haber fronteras
entre realidades, y todos recibiríamos
la sabiduría necesaria para crecer y
evolucionar… a “algo más”.

43
 Una tiza, una piedra y ganas de saltar:
juegos infantiles, magia y esoterismo
El juego es una parte esencial del
desarrollo humano y por eso es que lo
practican los niños, además de suponer
un divertimento útil y gratificante para los
adultos de todas las edades. Algunos de los
sistemas de adivinación que conocemos
nacieron como juegos de niños o pueden
usarse, simplemente, para divertirse.
Asimismo, en los últimos tiempos, se ha
intentado dar una explicación mística o
esotérica a algunos de los juegos más
populares entre las criaturas. En este
artículo, vamos a hacer un repaso de
algunos de estos juegos, su importancia
en la antigüedad y cómo se han integrado
(o no) en la práctica esotérica actual.
La rayuela
También llamada tejo, avión, peregrina
y por un sinfín de otros nombres, este
juego es de sobra conocido prácticamente
por todo el mundo. Como reza el título de
este artículo, para jugarlo solo hace falta
una tiza, una piedra y ganas de saltar: se
traza un dibujo en el suelo, muy parecido
a un avión o, a veces, a una escalera,
compuesto normalmente de diez casillas
numeradas, de las cuales la última es
el “Cielo”. Se tira una piedra y esta ha
de caer sobre una de las casillas, la cual
no ha de ser pisada durante ese turno
por ese participante. Los diferentes
jugadores han de ir pisando las casillas,
normalmente a la pata coja, salvo cuando
estas están en paralelo, en cuyo caso se
ha de poner un pie en cada una de ellas.
Gana el jugador que antes haya hecho
todas las combinaciones posibles de toda
la rayuela, así que, es necesario atinar
bien con la piedra para que vaya cayendo
en una posición cada vez y, además, se
requerirán muchas ganas de saltar de
casilla en casilla. Es típico que se juegue
a la rayuela en plena calle, pues los
elementos que requiere son bien sencillos
44
Por Harwe Tuileva
y se pueden encontrar en prácticamente
cualquier sitio. A veces, el pavimento
ni siquiera requiere una tiza para poder
ser marcado y basta con piedrecitas que
dejen alguna señal en el suelo.
Es tan famosa la rayuela que inspiró
la homónima novela de Julio Cortázar,
conocida por su estructura compleja,
puesto que puede leerse de múltiples
formas: de manera lineal o bien
comenzando por diferentes capítulos. Es
muy parecido a lo que hacemos cuando
tiramos la piedra sobre el avioncito en el
suelo: ejecutamos los movimientos de una
manera distinta cada vez, al saltarnos una
parte. El existencialismo de Cortázar en
su obra pretende ir en contra de todos los
postulados filosóficos, al saltarse el orden
lineal de la narración, metáfora de saltarse
los postulados que, hasta ese momento,
se habían ido dando en el pensamiento
filosófico occidental. Surgen, de esta
manera, diferentes formas de leer una
novela, como de concebir una realidad. A
raíz de este pensamiento existencialista,
de la novela y de varias apariciones más
de la rayuela en obras de corte místico-
esotérico, se ha comparado el juego con
el árbol de la vida de la Cábala y con los
movimientos espirituales y mágicos de la
mano izquierda, que han ido surgiendo
en Europa especialmente tras las dos
guerras mundiales.
Por un lado, la comparación con el
árbol de la vida está muy extendida,
principalmente porque tanto el juego
como la explicación cabalística de la
realidad están compuestos de diez
esferas (o diez casillas).
Rayuela, luche y tejo de Diego Beaumont

45
 Este tipo de explicación está presente
en la novela gráfica “Promethea” de
Alan Moore quien, además de ser un
célebre creador de cómics, es también un
reconocido mago del caos. Sin embargo,
esto no es más que un símil del autor, ya
que la estructura en pilares del árbol de la
vida no es exactamente igual al esquema
de la rayuela. Decir que los niños utilizan
el juego como manera de entender la
realidad y de tener información encubierta
sobre el árbol de la vida es harto osado,
especialmente porque la Cábala es un tipo
de mística no accesible a todo el mundo
y mucho más profunda que esto, aunque
se ha elucubrado con ello, sobre todo,
en redes sociales. Dicho de otro modo:
la correlación no implica una causalidad.
Que el mismo elemento esté presente en
los dos escenarios no significa que estén
relacionados entre sí, ni que uno sea la
causa del otro. En realidad, en ambos
casos se pretende hacer una explicación
del mundo, porque diez son los dedos con
los que contamos en las dos manos y esta
cifra es una constante en el ser humano,
pero en realidad es una división exclusiva
de nuestra especie y una manera única de
dividir las realidades. Si un perro hiciera
su árbol de la vida, posiblemente tendría
ocho esferas y no diez.
Existe una explicación místico-esotérica,
parecida a la anterior, y es la que
Cortázar intentaría romper en su novela,
así como es la más extendida acerca del
origen del juego, y es la noción de que
el principio de la rayuela se encuentre
en la Divina Comedia de Dante. Así, la
rayuela vendría a ser un esquema de las
aventuras y desventuras del protagonista
de la Commedia en su camino al paraíso.
Resulta curioso, cuanto menos, porque
esta apreciación no es muy de Cortázar,
sino más afín a la obra y al pensamiento
de un paisano suyo, como era Jorge
Luis Borges quien, además, estudió
extensivamente la obra de Dante y
también habló mucho de Cábala. Por
tanto, ciertas identificaciones, como
ya hemos dicho, podrían considerarse
contemporáneas y, por qué no, podría
decirse de ellas que encuentran nuevos
46
significados a la luz de la literatura y de las
nuevas lecturas que esta le ha ido dando
con el tiempo al juego de la rayuela.
Aunque, como hemos dicho antes, esta
explicación no tiene una conexión certera
entre ambos elementos.
Por otra parte, hemos mencionado
al sendero de la mano izquierda como
campeón de esta explicación de la rayuela
como ejemplo de no-linealidad. Hemos
de aclarar que la mano izquierda a la que
aquí hacemos referencia se trata de la
entendida como tal desde el esoterismo
occidental coetáneo a estas líneas (no
hacemos referencia aquí al sendero de la
mano izquierda desde el punto de vista
oriental). Se ha dicho que la rayuela sería
un esquema comparable al árbol de la
vida y que el saltarse partes de la misma
es como recorrer los senderos del árbol
hasta conseguir ascender al cielo y volver
a descender, pero de una manera poco
ortodoxa, siguiendo las reglas que marca
uno mismo. De todas formas, ya hemos
hablado antes de esta coincidencia con
el árbol de la vida cabalístico y, aunque
es una interpretación, no deja de ser una
entre tantas y no quiere decir que sea
cierta.
Por tanto, podríamos decir que la rayuela
es simplemente un juego de niños y que,
si queremos verle alguna explicación
mágica o esotérica, podemos hacerlo. En
cambio, otros juegos sí tienen esta doble
interpretación, aunque no han obtenido
tanta atención en los últimos años.
Las tabas
Se dice que las tabas ya se usaban
en Grecia y que estaban realizadas
originalmente con astrágalos, es decir,
un hueso concreto del cordero, que tiene
cuatro lados. Como los lados de la taba
no son iguales, porque los huesos tienen
oquedades, cada uno de ellos tiene
diferentes probabilidades de aparecer en
una tirada.
Por tanto, en este sentido, las tabas no
son para nada como los dados, si bien,
son las antecesoras de los mismos, de los
cuales hablaremos un poco más adelante.
Las tabas se juegan en corro, consistiendo
en tirar los huesecillos para que vayan
cayendo de diferente manera. El primero
que consigue tener todas sus tabas
en determinada posición, tras haber
conseguido las posiciones anteriores
(más frecuentes), sin que se le caiga una
taba de la mano, es el ganador. En ese
sentido, es un juego largo y se parece
bastante a la rayuela, porque hay que
conseguir completar todo el ciclo. Se dice
de las tabas que no era único al pueblo
llano, sino que se jugaba por parte de
todos los estamentos de la sociedad.
Lo más interesante de las tabas es que
se convirtió en una forma adivinatoria
muy común en todo el Mediterráneo, por
tanto, tiene directamente una aplicación
mística. Esta técnica de adivinación
recibe el nombre de astragalomancia y
fue habitual en Grecia, empleándose para
conocer los designios de las personas, y
estando muy vinculada al culto a Hércules
en Acaya.
En otros lugares del mundo, por
ejemplo, en el sur de España, cuando no
hay astrágalos a mano, se suele emplear
unas habas que se usan, de igual manera,
para obtener respuestas afirmativas o
negativas sobre la pregunta que realiza
el consultante.
Esto resulta muy parecido a otros
oráculos tradicionales, como el basado en
conchas de la playa o caracolas, cuando
ciertos huesos se agrupan en la superficie
destinada a la adivinación también tienen
significados diferentes. Dicha superficie,
por cierto, también se empleaba en el
juego de las tabas cuando lo realizaban
niños.
A pesar de que las tabas gozaban de
gran popularidad, incluso llegando a
formar parte de la producción literaria
a ese respecto de Alfonso X, apodado
“El Sabio” (quien recogía este y otros
divertimentos en su obra “El libro de los
juegos de Ajedrez, Dados e Tablas”) no se
escaparon a las prohibiciones por las que
pasaron muchos juegos a lo largo de la
Historia, por su frecuente implicación con
creencias místicas que, a veces, estaban
abiertamente fuera de los discursos de
la Iglesia, que pretendía monopolizar la
espiritualidad.
Como decíamos más arriba, en las tabas
se encuentra el origen del juego de los
dados. No resulta extraño, por tanto, que
la adivinación con estos que se puede
practicar hoy en día también venga de
cuando estas prácticas se realizaban con
tabas. Sin embargo, la manera de realizar
esta tarea en la actualidad difiere de la
tradicional, pues se ha vuelto, de algún
modo, más simbólica e intelectual. Por
poner un ejemplo, en el mercado abundan
los dados con simbología zodiacal, casas
celestes y símbolos planetarios, en una
curiosa mezcla entre la cleromancia
(adivinación con dados) y la astrología.
El mayor conocimiento sobre temas
esotéricos, así como la facilidad para
fabricar dados para la industria moderna,
ha hecho relativamente sencillo el
encontrar este tipo de conjuntos de dados
listos para usar, que ponen al alcance del
practicante actual una nueva manera de
adivinar las suertes.
La peonza
El trompo, la peonza, es un juego
tan antiguo que ya estaba presente en
Babilonia en el año 3.000 a.C. Se han
encontrado trompos en tumbas datadas
de esa fecha, en las que las peonzas
aparecen frecuentemente talladas con
formas animales o humanas. Se ha
afirmado sobre ellas que eran una forma
muy rudimentaria de hacer fuego, puesto
que algunos materiales, cuando se
tallaban como peonzas y se hacían rodar
sobre superficies de madera, podían
calentar el leño hasta hacer saltar las
primeras chispas.
Básicamente, una peonza es un objeto
pequeño, con forma cónica, normalmente
fabricada en madera, que tiene una punta
de madera o de hierro, siendo habituales
las que presentan la punta de este
material, puesto que les confiere mejores
cualidades para que permanezcan girando
durante más tiempo.
47
 Puede hacérsela girar con una cuerda
o incluso con los dedos, lo cual se
denomina “hacer bailar la peonza”, algo
que suele divertir mucho a los niños, por
la fascinación de algunos de ellos hacia
los objetos que giran.
Uno de los usos más interesantes de
esta, aparte de la descrita arriba que es
por pura diversión para niños, es la del
juego de azar. En ese caso, la peonza
recibe el nombre de perinola y se utiliza
para apostar aunque, obviamente, en
este punto el juego no toma tintes
tan infantiles, considerándoselo en su
totalidad un divertimento adulto. Las
perinolas tienen seis caras, de manera
muy parecida a los dados comunes que
se usan para el parchís, y cada cara
contiene una leyenda, por ejemplo “toma
todo”, “pon uno”. Los jugadores tienen
una cantidad de monedas u otros objetos
para apostar, que van poniendo en un
montón central. Dependiendo de la orden
que aparezca en la perinola en el turno de
cada quien, se tendrá que ir realizando
esa acción con respecto al montón central
y lo que uno mismo tiene para apostar.
Como en casi todos los juegos de este
tipo, pierde el que se queda sin nada para
seguir apostando.
De la perinola desciende el dreidel, la
famosa peonza judía, que en lugar de
seis caras contiene solo cuatro, y que
tiene inscritas las letras Nun, Gimel, Hei y
Shin, que juntas son el acrónimo de “Nes
Gadol Haia Sham”, que en castellano
significa “Un gran milagro ocurrió allí”.
Además, cada letra tiene un significado,
así que dependiendo de la letra que
toque cada vez, el jugador deberá poner
o quitar del montón central lo que toque
en cada ocasión. Como vemos, es muy
similar al juego de la perinola.
Aunque en el caso concreto del dreidel es
muy curioso que el uso sea básicamente
religioso, porque se juega a ella en la fiesta
de Janucá, las peonzas se han utilizado y se
pueden utilizar como método adivinatorio
de una manera muy similar a los dados
o las tabas. Precisamente si se utilizan
los cuatro (o seis) lados de una perinola,
podemos obtener resultados interesantes
48
y mensajes adivinatorios de una manera
muy similar a la técnica que vimos en el
caso del juego anterior. La fabricación de
la perinola será importante, puesto que
de la precisión con la que la misma esté
realizada dependerá que la frecuencia
de aparición de cada opción en ella sea
variable, si bien esto puede ser atractivo
para algunos practicantes que, como en el
caso de las tabas, puede valorar el hecho
de que haya opciones menos probables
estadísticamente hablando.
Las canicas
Para terminar con esta exposición, no
podía faltar posiblemente uno de los
juegos más antiguos que se conocen: las
canicas. Son prácticamente universales,
pues son muy populares en casi todo el
mundo, e incluso han estado presentes
en series de Netflix muy recientes.
Aunque hoy en día su práctica está en
desuso en parques y escuelas, forman
parte del imaginario popular y han
estado vinculados al juego infantil
durante incontables generaciones. Se
han encontrado tumbas infantiles en
Egipto con juegos completos de canicas:
recordemos que para los egipcios era
importante que el fallecido se llevase
consigo los objetos más importantes y
valiosos, y para un niño posiblemente
eso siempre serían sus queridas canicas.
Aunque lo habitual hoy en día sea que
estas estén hechas de cristal, metacrilato
o cualquier otro material transparente, en
la antigüedad era habitual que se hiciesen
de piedra (incluyendo piedras preciosas),
huesos de frutas o incluso frutos secos.
Los juegos de canicas son muy diversos:
se pueden lanzar y ver quién la lleva más
lejos, jugar con ellas a pares o nones,
adivinar cuántas tiene el otro jugador
dentro de su mano, o intentar colarlas en
un hoyo en el suelo. Su versatilidad es
uno de los factores por los que son tan
populares y están tan extendidas.
Estudiando excavaciones arqueológicas
de Oriente Medio, los arqueólogos han
descubierto que la calidad y el material
del que estuviesen hechas las canicas
decía mucho sobre el nivel tecnológico
de la cultura en la que se encontrasen.
Además, no solo se han encontrado en
tumbas, como decíamos al principio de
este epígrafe, sino que también han sido
halladas en templos, lo que lleva a pensar
a los investigadores que se utilizaban para
adivinación además de para la diversión
de los más pequeños.
Recordemos que, hasta prácticamente
la Edad Media, el límite entre magia,
adivinación y religión estaba muy
desdibujado, por no decir que directamente
no existía. Era común que la práctica
religiosa (como hemos visto en el caso
del dreidel judío, que posiblemente sea
un vestigio de esto) estuviese vinculada
a la adivinación, normalmente con lo
que consideraríamos juegos de azar
o suertes. Buena cuenta de ello dan la
mayor parte de los ejemplos que hemos
puesto en estas líneas, además de saber
que los templos de todo el Mediterráneo
eran lugares en los que, habitualmente,
se sacrificaban animales a los dioses para,
por ejemplo, leer sus entrañas a modo de
augurio o mensaje de los dioses.
Es por ello que encontrar canicas en un
templo da a entender a los investigadores
que estamos, no ya frente a una práctica
común entre los niños (quienes, además,
son conocidos por querer imitar a sus
mayores), sino que además esto sería un
acto de adivinación y comunicación con
los espíritus y los dioses.
Conclusiones
Ya sea una aproximación moderna,
intelectual y culta, como es la que se podría
hacer de la rayuela según hemos visto
al principio, como una más rudimentaria
y sencilla, como hemos observado en el
caso de las canicas, los juegos infantiles
tienen mucha importancia para la
práctica espiritual y esotérica moderna.
A pesar de que, posiblemente, uno de los
métodos más conocidos para conectar
con el otro lado (aparte de la práctica
extática) sea el Tarot, hay que recordar
que la popularización de los naipes se
va a dar, sobre todo, con la invención
de la imprenta. Por tanto, es un invento
relativamente reciente. Estos métodos,
más sencillos, más accesibles, llevan con
nuestra especie, mínimo, 5.000 años de
Historia, remontándose, posiblemente, al
origen de la misma Humanidad.
Por tanto, los juegos infantiles no solo
son una escuela para los niños, sino
que, cuando nos volvemos mayores,
tomamos aquello que hemos aprendido
durante nuestra infancia y le damos un
significado mayor. Conectamos, a través
de los juegos, a través de la imaginación
y la fantasía, a través de la inocencia,
con esas fuerzas invisibles que están en
el Universo.
Volvemos nuestros ojos a los cielos,
como niños en cuerpos de adultos,
dejándonos llevar por la nostalgia de
unas canicas o de una peonza porque, lo
queramos o no, lo divino nos hace sentir
pequeños otra vez, en la inmensidad de
una realidad que, la mayor parte de las
veces, no podemos comprender.
Bibliografía
-AnneMarie Luijendijk; William E.
Klingshirn (Editors). Sortilege and its
Practitioners in Late Antiquity: My Lots
are in Thy Hands. Leiden: Brill; 2019.
-Balzer C. La Kabbala y Jorge Luis
Borges. San Juan (República Argentina):
Universidad Nacional de San Juan,
Facultad de Filosofía, Humanidades y
Artes; 1991.
-Cortázar J. Rayuela. México, D.F.:
Origen/Planeta; 1985.
-Dante Alighieri. La divina comedia.
México: Club de Lectores; 2005.
-Moore A, Williams J, Gray M, Cox J,
Klein T, Vess C et al. Promethea 20th
anniversary deluxe edition. 2013.
-Museo del juego. «Colección de juegos:
habilidad y destreza». Archivado
desde el original el 3 de febrero de 2012.
Consultado el 23 de mayo de 2011.
Últimas Noticias (16 de octubre de
2009). «Las Canicas». Archivado desde el
original el 20 de noviembre de 2011.
Consultado el 23 de mayo de 2011.
49
 Jugando con las plantas
“If you want to walk the witch’s way,
observe twith care the child at play”
(Si el camino de la brujería deseas transitar,
observa con detalle a los niños jugar)

Por Noesis

Con esta frase de Lady Circe quiero
empezar este artículo. Siempre se ha
dicho que los niños son naturalmente
más conscientes del mundo mágico,
son más psíquicos. Como estudiante
de psicología, un dato sobre los niños
me fascinó: ¿sabíais que todos de
niños pasamos por una fase animista?
Este hecho de nuestra etapa animista
implica una relación visible con nuestro
entorno que se manifiesta con nuestro
contacto con él y con las plantas y los
seres que en él habitan. Cuando somos
pequeños, tendemos a hablar con los
animales, saludar al sol o cantar con las
plantas. En realidad, el hecho de hablar
a los animales, se debe a que el niño los
reconoce como seres inteligentes. ¿Por
qué hay entonces niños que hablan con
las plantas?
Los adultos no entendemos a las plantas
como seres con los que relacionarnos.
No consideramos, basados en nuestra
experiencia inmediata con ellos, que
sus estructuras biológicas sean capaces
de percibir y sentir como nosotros (e
incluso mejor que nosotros) y mucho
menos tener la capacidad de desarrollar
algo similar a un pensamiento o voluntad
propios. Durante toda la historia del
mundo racional occidental, hemos tendido
a tratarlos como objetos inanimados, no
muy diferenciados de una piedra, aunque
sepamos que están dentro de la categoría
de seres vivos. Es por eso que, tal vez, a
través de la mirada de los niños podamos
descubrir detalles y lecciones de la vida
vegetal.
La infancia es nuestro primer contacto
con el mundo, lleno de fascinación por
todo lo que nos envuelve, sin prejuicios
y con el corazón lleno de emoción. El
jugar de los niños nos puede descubrir
propiedades sorprendentes sobre las
plantas, ya que ningún detalle escapa
a su imaginación y atenta mirada. Todo
es un juego para los niños. Prueban y
ensayan todas las variedades del mundo:
los desniveles, los colores, los árboles, los
objetos, los animales, la tierra, el fuego,
el aire y el agua. No tienen expectativas,
solo quieren jugar y descubrir el mundo
a su alrededor.
La influencia de la naturaleza en la
mente de un niño: una visión desde
la psicología
Es un hecho innegable que las nuevas
generaciones se están alejando del
contacto con la naturaleza, creando
una separación ya no solo física, sino
también emotiva y afectiva. Con ello
se está perdiendo un eslabón muy
importante en el desarrollo del niño.
Desde la psicología se han investigado las
numerosas influencias que los pequeños
experimentan al estar en contacto con la
naturaleza, así como sus efectos tanto a
corto como a largo plazo. A corto plazo, la
exposición a la naturaleza mejora varios
aspectos de la salud humana. Permite
a los niños y jóvenes participar en
actividades que contribuyen al desarrollo
de la personalidad y capacidades sociales.

50
 Además, al experimentar la naturaleza,
estos muestran puntuaciones más altas
en las pruebas, como en exámenes,
en autodisciplina y cognición, además
de una reducción de los problemas de
comportamiento. Se ha demostrado que
los niños que viven en barrios más verdes
tienen menos problemas emocionales en
comparación con los niños que viven en
entornos menos verdes. A largo plazo, la
exposición de los niños al entorno natural,
conduce a un compromiso en actividades
basadas en la naturaleza en la edad
adulta como ciudadanía ambiental y la
búsqueda de carreras en el campo del
medio ambiente.
En resumen, el contacto del niño con la
naturaleza ofrece un beneficio palpable en
las más importantes áreas del desarrollo:
el aprendizaje, la cognición, el lenguaje,
el físico, la social-emocional e incluso la
espiritual.
Los estudios se centran en la
exposición de los niños a la naturaleza
dada por programas educativos
escolares, programas de aprendizaje
de supervivencia como los “Scout”, con
la familia, solos y con amigos. Cada
mecanismo de exposición se caracteriza
por un entorno sociocultural único y
conjunto de actividades a través de las
cuales los niños y jóvenes experimentan
este hábitat. Por lo que nos concierne,
en este artículo nos centraremos en
el contexto solitario y con amigos, por
ser más dinámico e influenciado por
los deseos del niño y su exploración
automática y voluntaria del entorno.
Para ello, recurriremos a la etnobotánica
infantil como ejemplo.
¿Qué es la etnobotánica infantil?
La etnobotánica tiene muchas ramas,
como la artística, simbólica, musical,
bélica, religiosa… Una rama de la
etnobotánica muy desconocida es la
etnobotánica infantil.
Esta trata sobre la relación que los niños
han entablado a lo largo de su infancia
con las plantas, comprendiendo comidas,
juegos, instrumentos cinéticos, musicales
y ornamentales así como rituales de
tránsito entre etapas vitales.
En el mundo actual, este conocimiento
se está perdiendo a un ritmo desmesurado
ya que, como hemos visto, las nuevas
generaciones se están apartando del
contacto directo con la naturaleza.
Por si eso fuera poco, se ha roto la
cadena de transmisión de padres a hijos.
Yo he tenido la enorme suerte de que mi
padre es un gran amante de la naturaleza,
y ya desde pequeña me enseñaba juegos
y curiosidades que avivaban mi enérgica
mente infantil.
Para la realización de este artículo,
he recurrido a la etnobotánica infantil
valenciana, que es el territorio en donde
vivo, para poder ofrecer un ejemplo
de muchos de los juegos ligados a la
naturaleza con los que jugaba de pequeña
y que han hecho las delicias de mi
tiempo. Con ello quiero tanto ejemplificar
la conexión de los niños con la naturaleza
como alimentar vuestra imaginación
sobre las propiedades o usos que podrían
tener algunas plantas. Por ejemplo,
muchas veces, cuando no tenemos una
conexión con el aliado vegetal, para
extraer información sobre su carácter, se
examina su forma y aspecto. Los niños
son los amos en este campo, ya que no
solo observan hasta el mínimo detalle,
sino que también lo utilizan de maneras
muy originales.
51
“Uelet, uelet”

Hordeum murinum subsp. leporinum es

una gramínea silvestre emparentada con
el cereal Hordeum vulgare.
Las espigas de esta hierba se utilizaban
en diferentes juegos. Uno de ellos
consistía en lanzarlas como dardos sobre
los jerséis de lana de los compañeros
de juego, donde se enganchaban con
facilidad gracias a sus abundantes
“astillitas”
Otro juego típico de la comarca en donde
vivo consistía en partir una de las espigas
por la mitad para volver a reconstruir la
espiga, poniendo el trozo partido en su
lugar. Después se ponía la espiga entre
los dedos anular y corazón con la mano
mirando hacia abajo y sobre el dorso de Hordeum murinum subsp. leporinum
esta mano se pegaba un golpe con la otra
mientras el niño decía: “uelet, uelet, quan
vages a missa, lleva’t el barret” (abuelo,
abuelo, cuando vayas a misa quítate el
sombrero). El impacto de la mano sobre
la que sostenía la espiga, hacía saltar
ese trozo roto, provocando la admiración
de los niños.
Recuerdo como me pasaba el tiempo
jugando a este
juego, y como deseaba que viniera
la primavera para que salieran esas
espiguitas en el campo y poder recogerlas.

“Noviets”

La protagonista de este curioso juego

oracular es una planta llamada Avenula
bromoides. Sus frutos son muy pegajosos
y con forma de dardo y por eso, de
pequeños jugábamos a arrancarlos todos
de una de su tallo y, mientras la persona
estaba distraída, tirarle todos esos
numerosos “dardos”. Tras
ello, contábamos aquellos que se habían
quedado
pegados en la camisa y según el número
Avenula bromoides
que saliera, ese sería el número de novios
o novias que tendría esa persona. Ese
juego era muy divertido y entretenido
y nos pasábamos el rato intentando
sorprender a nuestro compañero para
poder ejecutar esta práctica.

52
Deseos al viento

La resistencia del aire a la caída de

cuerpos, y en el tema que nos ocupa, de
los frutos de determinados vegetales, ha
sido motivo de juego infantil. Es el caso
de los nombrados heliotroperos, los frutos
del Acer negundo, objeto de auténticos
concursos de vuelo entre niños en L’Horta
de València para ver quien los hacía volar
más alto o los lanzaba más lejos para
después caer. El juego consistía en soplar
sobre la semilla y hacerla volar lo más
alto posible mientras se pedía un deseo.

Frutos del Acer negundo

Conejos y dragones

Antirrhinum es un género de plantas

de la familia plantaginacias del cual se
pueden encontrar especies cultivadas (A.
majus) y silvestres ( A. controversum, A.
litigiosum, etc.).
La corola está formada de dos piezas,
en la que el labio inferior puede separarse
por tensión al estirarlo con suavidad y,
cuando cesa la tensión, vuelve como un
resorte a su posición inicial. Esto explica
muchos de sus fitónimos: “conillets”
(conejitos) “dragonets” (dragoncitos)
“boqueta de llop” (boquita de lobo),
“gossets” (perritos)
Otro nombre originario de Albaida Antirrhinum controversum
huye del zoomorfismo y opta por
nombrar a la flor como “Quicotefam”
(quicotienehambre), haciendo alusión
a la similitud a la obertura de una boca
anhelando comida. Se jugaba a abrir su
boca y perseguir y morder con ella a los
niños gritando: “quicotefam!”

La cola de caballo (como Equisetum

arvense o Equisetum telmateia) se ha
usado también para jugar a encajar
piezas. Estas plantas tienen una cierta
fragilidad longitudinal que permite
romperlas fácilmente y, como tiene una
parte rígida en el entrenudo, pueden
volverse a colocar a la posición inicial, Equisetum arvense
haciendo parecer que no existe ruptura.

53
 Por esta razón, los niños de Sant Joan
d’Alacant y Mutxamel nombraban a estas
hierbas “canya que se romp i s’apanya”
(caña que se rompe y arregla)

Peonzas vegetales

Algunos vegetales se han utilizado

para convertirlos en peonzas, como es
el caso de los calces unidos a los frutos
de eucalipto que se pueden utilizar
directamente o unidos a un palillo.
Otra peonza vegetal es la que se hacía
con las agallas esféricas de los robles
valencianos (Quercus faginea). Estas se
producen al ser el roble atacado por una
avispa del género Cynips que deposita
Quercus faginea
sus huevos en los brotes tiernos.
El roble en defensa, produce esta especie
de tumor para aislar el ataque. Cuando
los huevos maduran, el insecto sale y
deja un agujero. Es por este por donde
los niños introducían un palillo para
formar una peonza.

La atracción sonora

Producir estallidos con plantas, hacer

crujir otras o generar pequeñas chispas
han sido actividades que han causado
la admiración de los más pequeños. Por
ejemplo, al escurrir la piel de un cítrico
encima del fuego se produce una especie
Erica multiflora
de fuegos artificiales que maravillaba a
los niños.
También les llamaba la atención, y
me incluyo, los estallidos de traca
que produce el lanzar al fuego la Erica
multiflora, conocida por mi territorio
como “petorro, petorrí, petorrera” y otros
nombres similares.

De comida con los árboles

Este verano volvía, después de mucho

tiempo, a visitar a un viejo amigo: el pino
del parque de la piscina. Paseé de noche
por sus alrededores, maravillándome
por su majestuosidad y sabiduría y
rememorando viejas tardes de juego a su

54
alrededor, en búsqueda y captura de sus
preciados piñones con mis compañeros
de clase, haciendo luego un festín con
todos aquellos que encontrábamos.
Esta práctica de ir en búsqueda de frutos
y flores comestibles, es muy común entre
los niños. No tienen miedo a experimentar,
tocar y probar cosas nuevas. Los piñones
son un ejemplo de ello, pero también
tenemos a los nísperos, las almendras
(¡nos gustaba comerlas cuando estaban
verdes!) flores de “xuclamel” y moras,
entre otros.
En la práctica de la brujería, al conectar
con una planta, se suele hacer la toma
del aliado, para establecer un vínculo
más profundo con ellos, apreciar qué
sensaciones se mueven en nuestro
interior y familiarizarnos con ella al
integrarla en nosotros. Pero no hace falta
hacernos mayores para eso, ya de niños,
comíamos los frutos de aquellos árboles
que nos han visto crecer, hemos jugado
a su alrededor y ellos, nos recuerdan
y aprecian. Ya de niños, estábamos
manteniendo y estableciendo un contacto
amistoso con un árbol o una planta y
sentíamos el cariño hacia ellos.
Miré al pino y toqué su corteza. Él
me devolvió una mirada cariñosa,
reconociéndome después de tanto
tiempo… A su lado, encontré una piña
llena de piñones. Cogí una piedra y partí
algunos. En el sabor de sus piñones sentí
su amor: después de tantos años y a su
vejez, continuaba produciendo piñones
para los niños, introduciendo en ellos
todo su amor y agradecimiento.
La conexión se forma desde niños
Como habéis podido comprobar, el
amor y la conexión con la naturaleza se
forma desde niños, igual que nuestra
relación con ella. Todos los juegos a
los que he jugado me han conectado
intrínsecamente a mi territorio, me han
hecho amar profundamente a las plantas
y árboles que habitan en él.
Como ya he comentado al principio de
este artículo, los juegos en la naturaleza
desarrollan habilidades motrices, sociales
y cognitivas. Así mismo, el contacto
estrecho con las plantas podría ayudar
a desarrollar otras habilidades más
“intangibles”.
Ahora, de mayor, comprendo muchas
de las experiencias de mi infancia. De
pequeña viví situaciones preciosas con
plantas y árboles, que quedaron siempre
guardadas en el fondo de mi memoria.
Me hice mayor y nunca me volvieron a
suceder, por lo que quedaron relegadas
al cajón de juegos infantiles hasta que
encontré el camino de lo que ahora se
que se llama gnosis verde. Una vez al
conocer la experiencia de otras personas
y aceptar aquello que me había pasado
de pequeña como algo muy válido y
perfecto, sin temor a avergonzarme de
ello, esas habilidades volvieron a mí, y me
permitieron vivir este año experiencias
realmente inolvidables.
Os animo encarecidamente a examinar
vuestra infancia. ¿A qué juegos jugabais?
¿Qué lugares solíais frecuentar? ¿Qué
imaginabais junto a las plantas? Todo
ello puede ser una forma de daros cuenta
de muchas cosas en la que no habíais
reparado, de coger ideas para vuestra
práctica y volver a ver esa parte del
mundo oculta, solo revelada a los niños.
Bibliografía
-Etnobotànica infantil mengívola:
Aquells aliments silvestres d’infants i
adolescents https://metode.cat/revistes-
metode/document/etnobotanica-infantil-
mengivola.html
-Jugant amb les plantes: Etnobotànica
infantil lúdica https://metode.cat/
revistes-metode/article/jugant-amb-les-
plantes.html
-Mechanisms of Children’s Exposure
to Nature: Predicting Adulthood
Environmental Citizenship and
Commitment to Nature-Based Activities -
DOI: 10.1177/0013916517718021
55
 Promesa
Por Aitziber Conesa

Una caverna es un útero de tierra, un lugar donde todo puede dar comienzo y puede
acabar. Es una promesa en la que se puede habitar.
Estás en una promesa de paredes curvadas y claras que se interna en lo profundo.
La oscuridad te llama, y te sumerges en la tierra. Al contrario de lo que pensabas, el
fulgor tenue te ilumina. Surge de todas partes y de ninguna al mismo tiempo. El aire
es húmedo, fragrante y fresco. Puedes oír el reír del agua al fondo, muy al fondo.
Caminas hacia el sonido. Bajo tus pies, el suelo se vuelve más estable y llano. La luz
se torna anaranjada: la luz de un fuego cálido y seguro. Las paredes se hacen rectas
y estalagmitas y estalactitas se unen en columnas monumentales. Sientes que estás
en casa.

A unos pocos pasos ves una cuna. Es rústica, baja, hecha de madera y paja. A través
de los barrotes que la componen intuyes unas mantas. Te acercas y, con cuidado te
asomas a ella. Dentro, un bebé de alrededor de un año de edad te sonríe y extiende
hacia ti sus manitas doradas. Lo coges con cuidado. El pequeño ríe y se revuelve en
tus brazos. Lo dejas en el suelo.
Lo ves levantarse y caminar hacia el interior de la cueva, donde tiene unos juguetes en
el suelo. Son figuras toscas de carros y muñecos: unos pocos humanos pero la mayor
parte pequeños modelos de animales salvajes. Observas cómo juega y te das cuenta
de que no es un bebé, sino un niño de preescolar. Ves como su juego parece tener
cada vez más sentido.
Te das cuenta de que lo estás viendo crecer.
Un poco más allá del niño, hay una mujer. No la has visto hasta ahora porque su
vestido es del mismo color que las pareces y ha permanecido quieta. Está observando
al niño con atención, una sonrisa prendida en sus labios. Piensas que será su madre,
pero al momento te corriges porque te parece demasiado joven. Entiendes que no
puedes definir su edad. Podría ser una niña aún, pero al mismo tiempo podría ser una
mujer madura. Sientes que su aspecto cambia, aunque no serías capaz de decir en
qué. Ella sigue mirando al niño, y no puedes evitar seguir su mirada.
Te das cuenta de que te has perdido unos cuantos años en el crecimiento del pequeño,
que ahora debe tener once años. Su juego ha evolucionado y parece ya un acercamiento
táctico de una cacería real.
Oyes el rasgar de la tela cuando la mujer se mueve y vuelves a centrarte en ella. Camina
lentamente, de modo ceremonioso, hacia el chico. Sonríe, y no puedes distinguir sus
sentimientos. En su rostro parecen convivir el orgullo, la simpatía y el nerviosismo.
Lleva algo entre sus manos, algo que trata con reverencia.
Cuando llega hasta el lugar donde está el niño, éste se ha convertido en un muchacho.
Ya no hay juguetes a sus pies, sino bastones y armas. Su cuerpo se ha fortalecido y su
piel dorada refulge suavemente, como refulgen las paredes.
La mujer le entrega al muchacho el objeto que porta y él lo coge con respeto y
agradecimiento. Es un momento grave. El chico toma aire y no puedes evitar tomarlo
con él. Ves cómo eleva las manos, y puedes observar que lo que le han entregado es
una máscara ceremonial. Una máscara de rasgos animalescos y coronada con cuernos.
Tras presentarla a un público que no eres capaz de ver, lentamente, se la coloca sobre
el rostro.

56
 Sientes cómo, justo en el momento en que se pone la máscara, se alza un muro de
fuego tras él. Las llamas crepitan y te acarician el rostro, y te das cuenta de que, hasta
ese momento, habías tenido frío.
Aunque no puedes verle el rostro, sientes que el chico te mira y jurarías que te sonríe
antes de girarse y atravesar el muro de fuego.
Una parte de ti desea seguirle, pero algo te lo impide. No es tu momento.
Buscas con la mirada a la mujer sin éxito. Se ha esfumado mientras mirabas al
muchacho.

Una figura sale de entre las llamas. No hay nada infantil en ella. Es un hombre joven
de piel dorada. Ya no lleva la máscara, pero los cuernos permanecen sobre su cabeza.
Sabes de inmediato, que es el mismo bebé que cogiste en brazos, el mismo que has
visto crecer.
Él te tiende la mano. Cuando la tomas, el muro de fuego se disipa. Ante ti se abre la
entrada de la gruta. Miras hacia la luz del sol y los verdes campos.

Las cavernas son una promesa, una que se cumple cuando llega el momento adecuado.

57
 La Infancia de Heracles
Uno de los episodios más interesantes
en la infancia y educación de Heracles1 es
la muerte de uno de sus maestros, Lino,
hijo de Orfeo, quien enseñaba música al
niño Hercacles. Lino “murió golpeado con
su propia cítara por Heracles, pues éste se
enfureció porque lo había tratado mal2”.
Es un suceso que aventura lo que será la
existencia adulta del héroe. Recordemos
que Heracles asesina a su propia mujer y
a sus hijos en un ataque de ira y que será
por razón por la que se exilia y acaba
viajando hasta el oráculo de Delfos3, para
buscar consejo sobre cómo expiar su
culpa. Será allí donde Apolo le mandará
viajar a Tirinte para ponerse al servicio
de Euristeo durante doce años y cumplir
con los trabajos que éste le impusiera. Se
iniciaría así, con un arrebato de locura,
el ciclo de los famosos Doce Trabajos de
Hércules, el mejor ejemplo del viaje del
héroe hacia su propia divinización.
El concepto de la apoteosis, de ser
uno con la divinidad o divinizarse, está
presente en todos los momentos del
1 Heracles, latinizado Hércules (nombre que
también emplearemos en alguna ocasión en este artí-
culo), significa “Gloria de Hera”. Este nombre no es el
original del héroe. En su infancia era conocido como
Alcides (en algunos textos Alceo). Es Apolo (herma-
nastro del héroe) quien lo bautiza de adulto con el
nombre con el que pasaría a la historia. La cuestión
de los dos nombres no es baladí y tiene mucho signi-
ficado al comprender el carácter simbólico del mito,
tal y como intentaremos explicar en este artículo.
En otras versiones del mito, el nombre se le otorga para
congraciarse con Hera. E incluso, como en la narración
de Diodoro, por vencer a las serpientes que Hera le envió..
En cualquier caso, todos los mitos coinci-
den en que Heracles tuvo dos nombres, lo
cual es símbolo de la iniciación (ver nota 4).
2 Apolodoro, Biblioteca II, 4,9.
3 Aconsejado por su hermano Ificles.
58
Por Gustavo José Pérez Rosas
mito de Heracles, hasta el punto que es
el auténtico leitmotiv de su existencia.
Pero para alcanzar la inmortalidad y la
gloria, para llegar a ser el gran héroe
cuya leyenda aún resuena en nuestros
tiempos, Heracles debe aprender a
dominar sus pasiones. En realidad,
el mito de Heracles es el mito de la
civilización del hombre. El viaje desde la
inconsciencia y la acción compulsiva a la
acción consciente. La meta de Heracles
no será otra que la de poner la voluntad
bajo el dominio de la razón. Por eso, en
el mito, Heracles es descrito al comienzo
de su vida como un hombre egoísta,
irrespetuoso y violento. Un hombre capaz
incluso de asesinar a sus propios hijos
en un ataque de ira. Y es que Heracles
representa, hasta la consumación de sus
Doce Trabajos, al hombre salvaje, cuya
fuerza y voluntad carece de propósito y
control. Sin embargo, según avanza el
relato de su vida, Heracles evoluciona
hasta convertirse en el héroe perfecto,
aquel que ha sido capaz de dominar sus
pasiones y ponerlas bajo el control de la
razón y la ciencia.
No es baladí el relato de la muerte de Lino,
pues en el asesinato del hijo de Orfeo se
muestra el carácter arrogante y violento
del hombre antes de ser civilizado. La
música, por encima de todas las demás
artes y ciencias, representa para el
mundo helénico la consumación del ideal
civilizador. Ningún hombre libre podía
completar su formación sin conocer el
arte de la música. Poco importa que sea
un gran atleta, un magnífico cazador o
un victorioso guerrero; al hombre sólo lo
completa el dominio del arte y la música.
Mientras la cultura no haya calado en su
alma hasta transformarlo por completo,
el hombre continuará siendo un ser
 salvaje, mucho más cercano a las bestias
que al ideal humanista de los griegos.
Por eso Heracles es formado por los
mejores maestros de su tiempo: Lino
en la música; Autólico en la lucha y la
conducción de carros; Eurito, rey de Elia,
le enseña el manejo del arco; Eumolpo,
el canto; Cástor y Pólux, la gimnasia;
Elio, a tocar la lira; y el centauro Quirón,
astronomía y medicina. Vemos que la
música, representación de todas las
artes, cobra un especial protagonismo
en su formación. Lino, Eumolpo y Elio
se centran en enseñar al joven Heracles
los secretos de la música, el canto y la
lira, cobrando tanto protagonismo como
la fuerza física, el dominio del arco o la
lucha y la conducción de carros de batalla.
Será el centauro Quirón quien rompa el
equilibrio enseñando al joven Heracles
astronomía y medicina, fijando la cultura
y el conocimiento por encima de la fuerza
física.
El ideal mens sana in corpore sano4
en la mentalidad clásica va más allá del
cultivo del cuerpo y la mente. Trata del
ideal mismo de la civilización. Del hombre
4 Mens sana in corpore sano es una cita latina
que proviene de las Sátiras de Juvenal y bien mere-
ce una explicación, pues se suele usar de modo erró-
neo, atribuyéndole un significado que para nada te-
nía en el pasado. De hecho, aunque vulgarmente se
considera una expresión de origen griego, es latina,
del siglo II de nuestra era, en plena época imperial.
Y como bien se puede intuir por el contexto en el
que se cita, las “Sátiras”, era irónica. Aludía al deseo
de tener una mente y un cuerpo en equilibrio me-
diante la oración, en contraste con el ideal clásico
de luchar por la gloria, el honor, la virtud y la propia
perfección. He aquí la traducción del texto original:
Se debe orar que se nos conce-
da una mente sana en un cuerpo sano.
Pedid un alma fuerte que carezca de miedo a la muerte,
Que considere el espacio de vida res-
tante entre los regalos de la naturaleza.,
Que pueda soportar cualquier clase de esfuerzos,
Que no sepa de ira, y esté libre de deseos
Y crea que las adversidades y los terribles trabajos de
Hércules son mejores que las satisfacciones, la fastuo-
sa cena y la placentera cama de plumas de Sardanápalo
Te muestro lo que tú mismo puedes darte, con certeza
que la virtud es la única senda para una vida tranquila.
superior que ha sido capaz de dominar
sus pasiones y poner la voluntad al
servicio de la razón. La fuerza sin control
es devastadora, pero cuando se pone al
servicio de un propósito mayor que el ego
del individuo, puede lograr cualquier cosa
que se proponga. El mito de Heracles es la
historia de ese proceso de civilización del
hombre, por eso su infancia y juventud,
la etapa anterior a los Doce Trabajos,
es tan importante. Porque es la que
muestra al hombre incapaz de controlar
sus propios instintos. La piedra bruta que
sólo mediante el esfuerzo y la adversidad
logra pulirse hasta transformarse en la
piedra cúbica5.
La infancia de Heracles nos narra
también la creación de la Vía Láctea.
Lo hace a través de dos versiones
diferentes del mito, pero en esencia muy
parecidas: la primera nos dice que el dios
Hermes, mensajero de los dioses, llevó
a Heracles, siendo aún un bebe, hasta
Hera –aprovechando que dormía –para
que lo amamantara con su leche divina,
pero tal fue el ímpetu del niño al mamar
que despertó a la Diosa, quien enojada,
lo retiró bruscamente. La leche siguió
manando de su pecho, esparciéndose
por el universo y dando origen a la Vía
Láctea. La segunda versión cuenta que
Hera y Atenea paseaban por el campo
cuando vieron a un hermoso niño que
descansaba sobre la hierba. Enternecida,
Atenea convenció a Hera para que lo
amamantara y ésta accedió, sin saber
que se trataba de Heracles. El niño bebió
la leche con tantas ansias que se derramó
de su boca hasta formar la Vía Láctea.
5 En última instancia, estamos ante un mito ini-
ciático que narra cómo, mediante la iniciación y la inter-
vención divina (Apolo), muere Alcides y nace Heracles.
Los Doce Trabajos de Heracles/Hércules representan
un ciclo con personalidad propia, el ciclo del iniciado
que emprende el viaje del héroe. Mientras que Alci-
des representa al hombre vulgar, sometido a las pa-
siones y los prejuicios, ajeno a la transcendencia de
su destino; Heracles representa al hombre civilizado
que se domina así mismo, al iniciado. Esto es pre-
cisamente lo que representa el Dominator Hercules
Fundator del escudo de Andalucía, donde Hércules
somete a dos leones, que representan sus pasiones.
59
 La idea de que Hera amamantara al
joven Heracles era de su padre, Zeus,
quien sabía que bebiendo de la leche
de la Diosa, su hijo podría alcanzar la
inmortalidad. Pero el ímpetu de Heracles
se ocupó de desbaratar los planes
de su padre. Heracles no conseguiría
la inmortalidad de aquel modo, sino
que habría de lograrla superando el
dolor, la pérdida y cumpliendo con los
Doce Trabajos que le encomendaría
mucho tiempo después el rey Euristeo.
No obstante, de aquel suceso mítico,
surgiría la Vía Láctea que podemos
admirar en los cielos nocturnos. Y es que
cualquier esfuerzo, incluso impetuoso e
irresponsable, tiene recompensa. Aunque
esta, con frecuencia, no es la que se
espera6.
Pero conozcamos la infancia y juventud
de Heracles de la mano de los autores
clásicos que nos la legaron para la
historia7:
Apolodoro, Biblioteca II, 4, 6 (trad. M.
Rodríguez de Sepúlveda, Madrid, Gredos,
1985)
Siendo Electrión rey de Micenas, llegaron
los hijos de Pterelato para reclamar el
reino de Méstor, su abuelo materno;
al no acceder Electrión le robaron el
ganado, y cuando sus hijos trataron de
impedirlo, los desafiaron y se mataron
unos a otros... Electrión, deseoso de
vengar la muerte de sus hijos, entregó
el reino a Anfitrión, juntamente con su
hija Alcmena, haciéndole jurar que la
6 Encontramos aquí un ejemplo claro de
un resultado imprevisto como consecuencia de
una acción compulsiva. No estamos ante la ac-
ción consciente, sino ante un impulso que cau-
sa unas consecuencias imprevistas, aunque estas
puedan ser positivas. Pero sólo porque hasta un
reloj parado da la hora correcta dos veces al día.
7 Dado que la leyenda nos ha llegado fragmenta-
da y en diferentes versiones, he intentado una recons-
trucción lo más fiel a la tradición grecolatina partiendo
de diferentes fuentes. Indicando antes de cada parte
del relato el texto en el que nos basamos. No obstante,
advierto que no se trata tampoco de una transcrip-
ción fiel de los textos sino un resumen de los mismos.
60
mantendría virgen hasta su regreso, y se
dispuso a guerrear contra los téleboas.
Pero mientras recogía las vacas, una lo
atacó, y Anfitrión le arrojó una clava que
tenía en las manos, la cual, rebotando
en los cuernos, fue a parar a la cabeza
de Electrión y lo mató. Esténelo se valió
de ello como pretexto para expulsar a
Anfitrión de todo Argos y adueñarse del
trono de Micenas y Tirinto; mandó llamar
a los hijos de Pélope, Atreo y Tiestes, y
les entregó Midea.
Anfitrión con Alcmena llegó a Tebas,
donde, purificado por Creonte, Alcmena
dijo que se casaría con Anfitrión después
que fuera vengada la muerte de sus
hermanos, y Anfitrión, habiéndoselo
prometido, se aprestó a luchar contra los
teléboas, con ayuda de Creonte.
Antes de que Anfitrión regresara a
Tebas, Zeus se presentó una noche y,
haciéndola durar como tres, yació con
Alcmena en figura de Anfitrión. Cuando
llegó Anfitrión y vio que su mujer lo
acogía sin entusiasmo, le preguntó el
motivo, y al decirle Alcmena que a su
regreso la noche anterior ya se había
acostado con ella, Tiresias le aclaró que
la unión amorosa había sido con Zeus.
Alcmena concibió dos hijos, de Zeus a
Heracles, mayor en una noche que Ificles,
descendiente Anfitrión.
Diodoro de Sicilia, Biblioteca Histórica IV,
9, 1-3  (trad. J. J. Torres Esbaranch,
Madrid, Gredos, 2004)
Afirman que de Dánae, hija de Acrisio,
y Zeus nació Perseo; y unida a éste,
Andrómeda, hija de Cefeo, engendró a
Electrión; a continuación Eurídice, hija de
Pélope, se casó con él y dio a luz a Alcmena,
a la que se unió a su vez Zeus gracias a un
engaño y engendró a Heracles. Así pues,
se dice que su línea genealógica remonta,
por parte de sus dos progenitores, al
más grande de los dioses, de la manera
que hemos indicado. Las virtudes que le
adornan se han considerado no sólo a
partir de sus hazañas, sino que ya antes
de su nacimiento le han sido reconocidas.
Porque, cuando Zeus se unió a Alcmena,
triplicó la duración de la noche y, por
la magnitud del tiempo que se empleó
en la procreación, presagió la fuerza
extraordinaria del que iba a nacer. Y
no tuvo en absoluto esta relación para
satisfacer un deseo erótico, como ocurrió
en el caso de otras mujeres, sino más
bien por el placer de la procreación. Por
ello, puesto que quería legitimar aquella
unión, no optó por el uso de la violencia, ni
tampoco confió en persuadir a la mujer, a
causa de su decencia; así que se decidió
por el engaño para seducir a Alcmena
y tomó completamente la apariencia de
Anfitrión.
Homero, Ilíada XIX, 78-144 (Traducción
de L. Segalá y Estalella)
(Habla Agamenón)
—¡Oh amigos, héroes dánaos, ministros
de Ares. Bueno será que escuchéis sin
interrumpirme. Muchas veces los aqueos
me han increpado por lo ocurrido, y yo no
soy el culpable, sino Zeus, el Hado y la
Furia, que vaga en las tinieblas; los cuales
hicieron padecer a mi alma, durante la
junta, cruel ofuscación el día en que le
arrebaté a Aquileo la recompensa. Mas
¿qué podía hacer? La divinidad es quien
lo dispone todo. Hija veneranda de Zeus
es la perniciosa Ate, a todos tan funesta:
sus pies son delicados y no los acerca al
suelo, sino que anda sobre las cabezas
de los hombres, a quienes causa daño,
y se apodera de uno, por lo menos, de
los que contienden. En otro tiempo fue
aciaga para el mismo Zeus, que es tenido
por el más poderoso de los hombres y
de los dioses; pues Hera, no obstante
ser hembra, le engañó cuando Alcmena
había de parir al fornido Heracles en
Tebas, ceñida de hermosas murallas. El
dios, gloriándose, dijo así ante todas las
deidades:
—Oídme todos, dioses y diosas, para
que os manifieste lo que en el pecho
mi corazón me dicta. Hoy Ilitia, la que
preside los partos, sacará a luz un varón
que, perteneciendo a la familia de los
hombres engendrados de mi sangre,
reinará sobre todos sus vecinos.
A lo que la venerable Hera respondió con
astucia:
—Mientes, y no cumplirás lo que dices. Y
si no, Zeus Olímpico, jura solemnemente
que reinará sobre todos sus vecinos el
niño que, perteneciendo a la familia de
los hombres engendrados de tu sangre,
caiga hoy a los pies de una mujer.
Zeus, no sospechando el engaño, prestó
el gran juramento que tan funesto le
había de ser. Hera dejó en raudo vuelo la
cima del Olimpo, y pronto llegó a Argos,
donde vivía la esposa ilustre de Esténelo
Perseida. Y como ésta se hallara encinta
de siete meses cumplidos, la diosa sacó
a luz el niño, aunque era prematuro, y
retardó el parto de Alcmena, deteniendo
a las Ilitias. Y contándoselo a Cronión:
—¡Padre Zeus, fulminador! Una noticia
tengo que darte. Ya nació el noble varón
que reinará sobre los argivos: Euristeo,
hijo de Esténelo Perseida, descendiente
tuyo. No es indigno de reinar sobre
aquéllos.
Tales fueron sus palabras y un agudo
dolor penetró el alma del dios, que,
irritado en su corazón, cogió a Ate por
los nítidos cabellos y prestó solemne
juramento de que Ate, tan funesta a
todos, jamás volvería al Olimpo y al cielo
estrellado. Y volteándola con la mano, la
arrojó del cielo. En seguida llegó Ate a
los campos cultivados por los hombres.
Y Zeus gemía por causa de ella, siempre
que contemplaba a su hijo realizando los
penosos trabajos que Euristeo le acabó
imponiendo.
Diodoro de Sicilia, Biblioteca Histórica IV,
6-7 (trad. J. J. Torres Esbaranch, Madrid,
Gredos, 2004)
Entonces Alcmena dio a luz y, temerosa
de los celos de Hera, expuso al recién
nacido en un lugar que actualmente recibe
por él el nombre de “Llanura de Heracles”.
61
En esto Atenea, acercándose al lugar en
compañía de Hera y maravillada por la
naturaleza del niño, persuadió a Hera
para que le diera el pecho; pero, al tirar
el niño del pecho con una fuerza superior
a la que por su edad correspondía, Hera
no pudo resistir el intenso dolor y se quitó
de encima al recién nacido; luego Atenea
lo llevó junto a su madre y le ordenó que
lo criara.
Después de esto, Hera envió dos
serpientes para matar al recién nacido,
pero el niño, en lugar de asustarse, las
agarró por el cuello, una en cada mano,
y estranguló así a las serpientes. Por ello
precisamente los argivos, al enterarse
de lo sucedido, aunque antes se llamaba
Alceo, le dieron el nombre de Heracles,
porque gracias a Hera había obtenido la
gloria (kléos). A los otros niños, pues, los
padres les imponen un nombre, pero a
éste solo le dio nombre el valor.
Píndaro, Nemeas 1, 31 ss. (trad. E.
Suárez de la Torre)
No deseo poseer mucha riqueza oculta
en mi casa, sino disponer de la que tenga
para ser feliz y que digan de mí que ayudo
a los amigos. En común caminan las
esperanzas de los hombres que mucho
sufren.
Yo deseo perseverar de buen grado
en las grandes cimas de las virtudes de
Heracles, evocando la antigua tradición
de que, en cuanto de las entrañas de
su madre hasta la asombrosa luz el hijo
de Zeus, escapando al dolor del parto,
junto con su hermano gemelo, llegó sin
ocultarse a Hera, la de áureo trono, se
echó entre azafranados pañales.
Mas la reina de los dioses con impulsiva
animosidad al momento envió unas
serpientes. Las puertas estaban abiertas:
ellas penetraron en la amplia habitación,
ansiosas de envolver a los niños con sus
voraces mandíbulas.
Mas él irguió derecha la cabeza y por
vez primera trabó combate, sujetando
62
con sus dos manos, sin escapatoria,
por los cuellos a las dos serpientes,
estrangulándolas.
Pronto los capitanes Cadmeos, todos a
una, con broncíneas armas concurrieron
y Anfitrión llegó blandiendo en su mano
la espada, desnuda de vaina, afectado
por aguda preocupación, pues a todos
por igual nos angustia lo propio, mientras
que pronto se descuida el corazón de la
desgracia ajena.
Hesíodo,  Escudo  77 ss. (trad. A. Pérez
Jiménez – A. Martínez Díez)
Y aquél (Heracles) entonces se dirigió a
su auriga, el poderoso Yolao:
“¡Héroe Yolao, el más querido con
mucho de los mortales! Sin duda que
algún gran pecado contra los Inmortales
bienaventurados que habitan el Olimpo
cometió Anfitrión cuando llegó a la bien
coronada Tebas abandonando Tirinto,
ciudad bien construida, tras matar a
Electrión por unas vacas de ancha frente.
Acudió a Creonte y a Heníoca la de largo
peplo, que le recibieron y le procuraron
todo tipo de comodidades, como ordena
la hospitalidad; y le honraron entonces
mucho, de corazón. Vivía ufano con la
Electriona de bellos tobillos, su esposa; y
en seguida, al cabo de los años, nacimos
nosotros, ni en físico parecidos, ni en
espíritu, tu padre y yo.
A aquél, Zeus le hizo perder la razón;
pues, abandonando su casa y sus
padres, se marchó para honrar al impío
Euristeo, ¡desventurado! Muchas veces
debió lamentarse luego, al soportar su
ruina; mas ésta es irrevocable. A mí, por
el contrario, un dios me puso terribles
trabajos.
Pródico de Ceos, citado por
Jenofonte, Memorables II, 21-29
“Cuando Heracles estaba pasando de la
niñez a la adolescencia, momento en el
que los jóvenes al hacerse independientes
revelan si se orientarán en la vida por
el camino de la virtud o por el del vicio,
cuentan que salió a un lugar tranquilo
y se sentó sin saber por cuál de los dos
caminos se dirigiría. Y aunque se le
aparecieron dos mujeres altas que se
acercaban a él, una de ellas de hermoso
aspecto y naturaleza noble, engalanado
de pureza su cuerpo, la mirada púdica, su
figura sobria, vestida de blanco. La otra
estaba bien nutrida, metida en carnes y
blanda, embellecida de color, de modo
que parecía más blanca y roja de lo que
era, tenía los ojos abiertos de par en par
y llevaba un vestido que dejaba entrever
sus encantos juveniles.
Cuando estuvieron más cerca
de Heracles, mientras la descrita en
primer lugar seguía andando al mismo
paso, la segunda se adelantó ansiosa
de acercarse a Heracles y dijo: “te veo
indeciso, Heracles, sobre el camino de la
vida que has de tomar. Por ello, si me
tomas por amiga, yo te llevaré por el
camino más dulce y fácil, no te quedarás
sin probar ninguno de los placeres y
vivirás sin conocer las dificultades. No
tendrás que preocuparte de guerras
ni trabajos, sino que te pasarás la vida
pensando qué comida o bebida agradable
podrías encontrar, qué podrías ver u oír
para deleitarte, qué te gustaría oler o
tocar, con qué  jovencitos  te gustaría
más estar acompañado, cómo dormirías
más blando, y cómo conseguirías todo
ello con el menor trabajo. Y si alguna
vez te entra el recelo de los gastos para
conseguir todo eso, no temas que yo te
lleve a esforzarte y atormentar tu cuerpo
y tu espíritu para procurártelo, sino que
tú aprovecharás el trabajo de los otros,
sin privarte de nada de lo que se pueda
sacar algún provecho, porque a los que
me siguen yo les concedo ese poder.
Preguntó Heracles al oír estas palabras:
“¿Cuál es tu nombre?”
La mujer respondió: “mis amigos me
llaman Felicidad, pero los que me odian,
para denigrarme, me llaman Maldad”.
En esto se acercó la otra mujer y dijo:
“Yo he venido también a ti,  Heracles,
porque sé  quiénes  son tus padres y me
he dado cuenta de tu carácter durante
tu educación. Por ello tengo la esperanza
de que, si orientas tu camino hacia mí,
seguro que podrás llegar a ser un buen
ejecutor de nobles y hermosas hazañas y
que yo misma seré mucho más estimada
e ilustre por los bienes que te otorgo.
No te voy a engañar con preludios de
placer, sino que te explicaré cómo son
las cosas en realidad, tal como los dioses
las establecieron. Porque de cuantas
cosas buenas y nobles existen, los dioses
no conceden nada a los hombres sin
esfuerzo ni solicitud, sino que, si quieres
que los dioses te sean propicios, tienes
que honrarles, si quieres que tus amigos
te estimen, tienes que hacerles favores,
y si quieres que alguna ciudad te honre,
tienes que servir a la ciudad; si pretendes
que toda Grecia te admire por tu valor,
has de intentar hacerle a Grecia algún
bien; si quieres que la tierra te dé frutos
abundantes, tienes que cuidarla; si crees
que debes enriquecerte con el ganado,
debes preocuparte del ganado, si aspiras
a prosperar con la guerra y quieres ser
capaz de ayudar a tus amigos y someter
a tus enemigos, debes aprender las
artes marciales de quienes las conocen y
ejercitarte en la manera de utilizarlas. Si
quieres adquirir fuerza física tendrás que
acostumbrar tu cuerpo a someterse a la
inteligencia y entrenarlo con esfuerzo,
trabajo y sudor”.
Es en la última frase, que tomamos
textual de la traducción, en la que quizás
se encuentra el sentido de todo el mito,
que tal y como contábamos al principio,
narra el viaje del héroe desde el punto
de vista ideal civilizador griego: “si
quieres adquirir fuerza física, tendrás que
acostumbrar a tu cuerpo a someterse a
la inteligencia”. La fuerza y la voluntad
sometida a la razón y el conocimiento.
63
 La Emperatriz de Spiritual Bat

64
 Vasilisa la bella, de niña a mujer.
Un rito de paso a la adultez según
un cuento de hadas eslavo
Las historias en las que las niñas pasan
por determinadas pruebas son comunes
entre los cuentos que se han popularizado
en la cultura occidental. Algunas enseñan
a las criaturas cómo manejarse en
un mundo de peligros, en los que el
riesgo viene por las mentiras de alguna
amenaza salvaje y embustera (el lobo
de Caperucita), o bien establecen una
competitividad difícil con alguna figura
materna desnaturalizada (la madrastra
de Cenicienta o la de Blancanieves).
Algunos de estos mitemas son también
habituales en los cuentos populares rusos,
si bien la épica de estos, quizá debido a
las características concretas de la cultura
rusa, se ha engrandecido y ha convertido
a los cuentos populares de este país en el
exponente del camino del héroe.
Vladimir Propp (1895-1970), folclorista
y antropólogo soviético, fue quien abrió
los ojos al mundo sobre el curioso
universo mitológico y popular de los
cuentos de hadas rusos, en cuyo estudio
se especializó. Su libro Morfología del
cuento (publicada originalmente en 1928)
supuso una revolución en su tiempo, por
el análisis que realizó a nivel de funciones
narrativas, de las que llegó a enumerar
treinta y una, englobadas en siete esferas,
a saber: el agresor, el donante, el auxiliar,
la princesa y su padre, el ordenante, el
héroe y el antagonista. El esquema de
Propp es tan completo que se puede
considerar cuasi universal si realizamos
los ajustes pertinentes a nivel de sexo/
género, y es un análisis que podemos
aplicar incluso a narraciones modernas,
como a la saga de Star Wars.
Por Harwe Tuileva
Uno de los caminos del héroe estudiados
por Propp fue el cuento de Vasilisa la
Bella (también traducido al castellano
como Basilisa la Hermosa), en el que la
heroína es una adolescente huérfana que
tiene, como en el caso de Cenicienta, una
madrastra y unas hermanastras bastante
problemáticas que, para quitársela de en
medio, crean una situación muy límite
teniendo en cuenta lo que es un invierno
ruso: no se les ocurre otra que irse a vivir
a la mitad del campo y apagar la única
lumbre que les queda, con tal de mandar a
Vasilisa a por fuego y, de camino, intentar
provocar su desaparición o muerte.
Este cuento, cuyos símbolos relacionados
con los ritos de paso de la adolescencia a la
adultez vamos a estudiar en estas líneas,
fue popularizado por las recopilaciones
de cuentos rusos llevadas a cabo por
Alexandr Afanasiev entre los años 1855
a 1863. En ellos, por cierto, se observan
mitemas habituales de las mitologías
eslavas y antiguas tradiciones paganas
de la zona, cuyos remanentes habían
quedado en las historias para niños.
El don de la madre
El punto de inicio de este cuento es la
bendición de la madre de Vasilisa, parecida
a la protección que Lily Potter hace sobre
su hijo Harry en las famosas novelas de
J. K. Rowling, y que tan populares son
entre el público general. Cuando Vasilisa
tiene ocho años, su madre, que está muy
enferma y ve próximo su final, decide
darle una muñeca mágica para que la
ayude y acompañe:
65
 • Escucha mis últimas palabras,
Vasilisa, obedece mi última voluntad.
Te dejo esta muñeca. Consérvala
siempre a tu lado y no se la enseñes
a nadie. Si te ocurre algo malo, dale
de comer y luego pídele consejo. La
muñequita comerá lo que le des y te
socorrerá en tus dificultades.
En inicio, la muñeca solo sirve para que
Vasilisa le cuente sus penas cuando su
madre ya no esté, sin embargo, en el
transcurso de la historia, veremos que
la muñeca puede hacer mucho más que
ser un psicólogo portátil. Esto lo veremos
más adelante.
El don de la madre es una bendición
ligada a la niñez. Supone la representación
del vínculo invisible entre la progenitora-
protectora y su vástago. Sin saberlo,
la madre le está otorgando a Vasilisa
algo mucho más fuerte de lo que ella
piensa: al tratarse de una muñeca que
viene investida de su autoridad como
adulta, la va a proteger de criaturas del
bosque que, habitualmente, comerían
niños. Dicho de otro modo: el don de la
madre hace a Vasilisa intocable a fuerzas
mágicas de la naturaleza, porque ella
misma, inadvertidamente, podría ser hija
de una fuerza de la naturaleza, es decir,
posiblemente lo que el cuento nos quiera
apuntar es que su madre era bruja, ya
que no cualquiera haría una muñeca
mágica.
El punto de partida
El padre de Vasilisa, un comerciante
muy adinerado, se casa al poco en
segundas nupcias con una señora que
tiene dos hijas. Se marcha (algo habitual
en los cuentos de este estilo), dejando
a la protagonista del cuento al cuidado
de su nueva esposa. Sin embargo,
Vasilisa es tratada frecuentemente como
una sirvienta, a la que se le encargan
los trabajos más desagradables, con el
objetivo de hacerla más delgada y, por
tanto, menos atractiva para posibles
pretendientes. Recordemos que las
66
mujeres, hasta hace poco tiempo, eran
vistas como propiedad de la casa y
muchas familias tenían como objetivo
el casarlas con hombres pudientes para
garantizar su modo de vida. En este caso,
la madrastra de Vasilisa está intentando
asegurar el futuro de sus hijas frente a una
hijastra mucho más hermosa y “vendible”
cuyo futuro no le interesa tanto. Es cierto
que Vasilisa es solo una niña, pero este
tipo de arreglos matrimoniales se solían
hacer muy pronto, dando definitivamente
la mano de la chiquilla a su esposo
designado cuando ésta llegaba a la edad
fértil. El objetivo del matrimonio es lo que
mueve a estas mujeres porque se trata
de su modo de vida principal, algo en lo
que Vasilisa nunca piensa porque es la
última de sus preocupaciones (y no tiene
tiempo al estar siempre ocupada con la
casa) y, lamentablemente, la motivación
para el detonante de la historia. Mientras
tanto, nuestra heroína no mengua, sino
que está cada vez más lozana y bella,
porque la bendición de su madre (la
muñeca) hace con frecuencia las tareas
del hogar por ella.
Un día, según nos cuenta la versión de
Afanasiev, la madrastra y las hermanastras
trazan un plan para quedarse sin fuego,
en mitad del bosque y en pleno otoño
ruso. Los bosques son el hogar de Baba
Yaga o Baba Yagá, espíritu con forma de
anciana que se alimenta principalmente
de niños, si bien no les hace asco a
los adultos. De acuerdo con el folclore
eslavo, no existe una única Baba Yaga,
sino que este tipo de espíritu habita en
cada uno de los bosques de Rusia. Dicho
de otro modo, es un espíritu que, aunque
se llama siempre igual, es específico del
lugar en el que se encuentra, como una
especie de genius loci o espíritu de un
lugar. Deambula entre el mundo de los
vivos y el de los muertos y vive en una
casa adornada de cráneos y levantada
sobre patas de gallina, un remanente de
algunas construcciones de la zona, que
se hacían sobre troncos para protegerse
de los animales, y con restos humanos
para intimidar a los intrusos.
 Con este plantel, es Vasilisa la que se
adentra en el bosque: es solo una niña
con una vela apagada y la muñeca de
su madre en el bolsillo. Su misión es
traer lumbre al hogar, pero sabe que
posiblemente la muerte la aguarde en el
camino. La ampara solo su esperanza, su
inocencia y la protección de su madre.
La búsqueda
Para simbolizar el tiempo que va
pasando, el cuento nos narra que Vasilisa
se topa con tres jinetes: uno blanco que
va montado sobre un caballo blanco,
uno rojo que monta un caballo rojo y,
finalmente, uno negro, montado sobre un
caballo negro. Posteriormente, la misma
narración nos explicará que se trata de
una manera de expresar simbólicamente
el transcurso de un día entero, puesto que
estos caballeros son el sol del amanecer,
el de mediodía y el del atardecer. Aquí, el
símbolo es parecido a otros que hemos
visto en la mitología, como el carro de
Ishtar que es tirado por leones y anuncia
el sol, o el mismo carro de Helios en los
mitos griegos. Es curioso cuanto menos
que se le explique a la protagonista lo
que esto significa, pero en realidad
quiere decir que Vasilisa logra descubrir
un misterio más de la naturaleza, como
es la verdadera existencia de seres que
mueven los hilos del mundo, conocimiento
que normalmente no está al alcance de
quienes viven en la “civilización”, sino
que tienen que pasar un tiempo a solas
en el bosque. Nuestra niña está ahora en
territorio de cuentos, más allá del mundo
o, mejor dicho, en un mundo paralelo que
tiene sus propias reglas. Se parece, a este
nivel, a los ritos de paso que implican el
viaje iniciático y que conllevan entrar en
trance.
A este respecto, debemos recordar que la
cultura rusa está fuertemente influenciada
por las tradiciones chamánicas siberianas.
Es habitual que, en culturas con prácticas
chamánicas, las cuales suelen contener
un sustrato animista, exista un rito de
paso de búsqueda. Tal rito de paso ha sido
descrito por antropólogos como Michael
Harner (1980), Arnold Van Gennep (1909)
o Ruth Benedict (1922). En algunas
culturas nativas americanas, como en los
Lakota, este tipo de ritos se denominan
“búsqueda de la visión”. A priori, podría
parecer que los siberianos no tienen
nada en común con las culturas nativas
americanas, pero los estudios genéticos
nos han demostrado que la población
americana nativa proviene de Asia, en su
mayoría mediante rutas migratorias que
llegaron al continente americano a través
del Estrecho de Bering. Por tanto, no es
de extrañar que estos ritos tengan cabida
en todas estas culturas, a pesar de los
muchos kilómetros de distancia que las
separan.
Al final del día, Vasilisa llega a una
cabaña adornada de calaveras. Ella ya
sabe quién vive allí, porque su fama la
precede: es la casa de Baba Yaga, la
última criatura del bosque a la que una
niña desvalida quisiera encontrarse. Esta
llega al momento, montada en su mortero
y, aunque en la versión de Afanasiev no
está recogido, sabemos que el conjuro de
Baba Yaga para hacer aparecer la puerta
de su casa (que normalmente está oculta)
es el que sigue:
“Casita, casita, da la espalda al bosque y
voltea hacia mí”.
La protagonista de nuestra historia saca
fuerzas de flaqueza y pide socorro a Baba
Yaga, quien parece conocer a todo el que
está en el bosque, porque afirma saber
quiénes son las hermanastras de Vasilisa.
La criatura acepta el servicio de la niña,
advirtiéndole de que se la comerá si el
trabajo del hogar que esta le promete en
pago por la lumbre no está bien hecho.
Ambas acceden al trato. Aquí, vemos que
Baba Yaga ha optado por no comerse a
la protagonista de nuestro cuento a la
primera, porque realmente ya no es una
niña, sino que está en un limbo entre
la infancia y la adultez. Por tanto, su
situación puede convenir a alguien como
Baba Yaga, que necesita un trabajo hecho
en su casa y, si no sale bien, igualmente
va a salir ganando porque va a poder
alimentarse de ella.
67

El don en acción
Durante los días que Vasilisa está en
casa de Baba Yaga, le pide ayuda a la
muñeca para realizar las tareas que ésta
le encomienda. Así, ella hace solo una
pequeña parte de la tarea, mientras el
grueso de esta lo realiza el don de su madre.
Todos los encargos son relacionados
con tareas del hogar, que llevaría a
cabo una mujer a cargo de su casa:
limpiar el corral, lavar la ropa, preparar
la comida y el grano… en definitiva,
Vasilisa está haciendo el equivalente de
unas prácticas de lo que sería ser ama
de casa y madre. Está demostrando que
es capaz de ser una adulta competente.
Esto es lo que hace que la criatura del
bosque no se la coma porque, aunque
todos sabemos que es una niña, estas
tareas corresponden a alguien de mucha
mayor edad y responsabilidad. Este es el
criterio que sigue Baba Yaga y por el cual
ha llegado a ese trato específico y no a
otro: está intentando delimitar si Vasilisa
es una niña a la que se pueda comer o si
es una adulta que le pueda servir bien.
Este mitema es parecido a la tarea que
se le encarga a Psique en el mito de Eros
y Psique, inmortalizado por Apuleyo en
La Metamorfosis (El asno de oro). En él,
la diosa Demeter le pide a Psique que
haga una división de los granos, una
tarea harto difícil, para lograr su favor.
Son trabajos que parecen, a priori,
imposibles, pero les bastan a estas fuerzas
de la naturaleza para demostrar cómo de
valientes, arriesgadas y dispuestas son
las personas con las que se encuentran.
Volviendo al cuento ruso, la señora
blanca de la vida y la muerte (como es
conocida esta criatura) sabe la identidad
de todo el mundo en su bosque y no ha
de ser tomada por tonta. Al cabo de los
días, después de que Vasilisa no falle
en ninguna de las tareas, Baba Yaga se
congracia con ella para averiguar cuál
es su secreto. En un alarde de confianza
que realmente es una trampa, le permite
a la niña que le haga una pregunta y la
68
muchacha la inquiere sobre la presencia
e identidad de los tres jinetes que vio
antes de llegar a la casa. Es una cuestión
sencilla de responder para una criatura
tan antigua, que explica perfectamente
que se trata de los tres soles que alumbran
el día quienes, además, son sus fieles
sirvientes. A cambio de su respuesta,
Baba Yaga le pregunta a Vasilisa qué está
haciendo para acertar en todas sus tareas.
De cara a seguir cumpliendo la voluntad
de su madre, que le pidió que no hablara
sobre su más preciada posesión, la niña
no entra en detalles sobre la existencia
de la muñeca, sino que simplemente le
contesta a la señora que su habilidad
es “por el don de su madre”. Baba Yaga
parece saber perfectamente de qué se
trata y, visiblemente afectada por el
poder que eso podría suponer sobre ella,
le da la lumbre prometida y la echa de
su casa. Hemos dicho más arriba que
solo una clase de persona tiene poder
para codearse con ciertos espíritus de
la naturaleza: y esas son las brujas, los
chamanes y las hechiceras. Baba Yaga
sabe que Vasilisa no es una niña normal:
quizás siga en el limbo de la adolescencia
y por eso sea comestible para ella, pero
no le conviene tenerla cerca porque
resulta temible tener a una chiquilla
protegida por un don de su madre, tan
poderosa incluso que la protege desde
más allá de la muerte. Este tremendo
vínculo materno simboliza la presencia
de los ancestros y de la tribu, conocedora
de las maneras que existen de controlar
a las fuerzas de la naturaleza. Por eso
Baba Yaga la quiere fuera.
Si prestamos atención, vemos
claramente un remanente de culto a los
ancestros y de ayuda por medio de esos
saberes que hemos aprendido durante
nuestra infancia, de nuestros mayores,
para afrontar lo que será nuestra vida
adulta. Se está poniendo aquí en valor
la utilidad de los conocimientos dados
por nuestros predecesores para asegurar
nuestra supervivencia incluso en mitad del
invierno ruso, frente a un ser mitológico
que se alimenta de niños. Esta búsqueda
está resultando una verdadera prueba
para la voluntad, el valor y la capacidad
de autodesempeño de Vasilisa, que
seguramente acabe esta historia muy
transformada.
La vuelta tras la búsqueda
Baba Yaga le da a Vasilisa una calavera
ardiente en pago por sus servicios, que ha
de volver encendida a la casa del bosque
donde vivía con sus hermanastras y su
madrastra. Como llevar una calavera
ardiente no debe ser agradable, Vasilisa
tiene el impulso de apagarla, pero la
calavera le habla y le ordena que no la
apague. Esa calavera es el símbolo de
la realización de su viaje de búsqueda.
Cuando entra en la casa, las hermanastras
y la madrastra le comunican que la casa
está a oscuras porque desde que se fue
no consiguieron lumbre y la que lograban
con ayuda de los vecinos se apagaba al
entrar en la cabaña. Sin embargo, cuando
Vasilisa entra en el hogar con la calavera,
esta reduce a la madrastra y a sus hijas
en cenizas. Podríamos pensar que el final
de estos personajes es una venganza por
la mezquindad de su comportamiento.
Pero, en realidad, es una especie de pago.
Baba Yaga es la señora de la muerte y ha
dejado con vida a Vasilisa cuando se la
debería haber comido, porque entró en
el bosque siendo una niña. Ahora, se ha
cobrado tres vidas a cambio.
Por otra parte, hemos dicho antes que
cada una de las Baba Yagas habita en su
propio bosque según la tradición rusa.
Muy posiblemente, lo que esté intentando
hacer la criatura es quitarse de encima
a Vasilisa porque tiene el potencial de
convertirse en una Baba Yaga por derecho
propio, en una señora del bosque. Al
menos, tiene el poder suficiente, ella y sus
ancestros. Este mitema está presente en
la literatura contemporánea americana
(heredera de los cuentos rusos debido
a la cantidad de migración eslava que
recibió Estados Unidos) en obras como
IT, de Stephen King, en la que Eso, el
principal antagonista de la obra, les
proporciona a los héroes de la historia
una vida abundante y feliz para que se
olviden de su existencia. Es también
un mitema recurrente en la literatura
popular rusa, de acuerdo con el análisis
del cuento llevado a cabo por Vladimir
Propp, en la que es casi tan importante
lo que sucede durante el viaje como lo
que sucede después y el aprendizaje y
cambio personal del protagonista.
A la vuelta de toda su aventura, Vasilisa
empieza su vida adulta con total eficiencia.
Como tal, busca trabajo como hilandera
con ayuda de una anciana y obtiene un
gran prestigio social como profesional
por derecho propio en la ciudad a la que
se muda después de su aventura. En el
desempeño de su labor, que en ocasiones
raya lo mágico y prodigioso, llega a
trabajar como hilandera para el Zar quien,
al ver la calidad de sus tejidos, pide que
se la presenten y acaba enamorándose
de ella. Por su matrimonio con el Zar, se
convierte en Zarina, esto es, reina, que
es lo que significa el nombre de Vasilisa
(lo cual es evidente para los hablantes
de ruso). Es como si el autor del cuento
nos hubiese dejado el desenlace del
mismo delante de nuestras narices
todo el tiempo pero, de alguna forma,
también es una manera de remarcar que
todo está donde debe estar por destino.
Se ha conseguido devolver a todas las
personas al lugar que les correspondía.
La naturaleza, o lo que es lo mismo, Baba
Yaga, ha hecho posible que el mundo siga
girando como debía y el status quo no ha
sido alterado. Una niña se ha convertido
en mujer mediante un viaje iniciático a
la altura de su posición en la sociedad y
ahora es un miembro por derecho propio,
con un poder acorde al don que le venía
por transmisión materna.
69
Conclusiones
La historia de Vasilisa la bella refleja
varias ideas subyacentes. La primera
de ellas es que la magia viene por vía
de sangre porque es necesario tener un
don para ello, algo habitual en muchas
culturas con sustrato chamánico.
Símbolos como la calavera ardiente, los
muertos que adornan la entrada de la
casa de Baba Yaga y similares, nos hablan
de que, a través de quienes vinieron
antes, podemos encontrarnos a nosotros
mismos. Justamente lo que le sucede a
Vasilisa.
La segunda, es que es necesario un
viaje iniciático para obtener el status y las
experiencias que nos permiten funcionar
como adultos en las culturas de sustrato
chamánico-animista eslavas. Mediante
ese viaje iniciático se obtienen ya no los
dones de quienes nos precedieron, sino
los nuestros propios. Por eso, Vasilisa
consigue hacer un trabajo casi prodigioso
al volver de su viaje, porque ha dejado
de ser meramente una sirvienta y
una persona que recibe órdenes de
su madrastra, para convertirse en su
propia dueña. Otras personas, que
supuestamente habrían perecido en ese
periplo (como podríamos inferir de la
madrastra y las hermanastras de Vasilisa
al asumir que mandarla a buscar lumbre
al bosque era garantizar su muerte), no
serían dignas de esa posición y honores.
Eso está reservado a unos pocos, como
es el caso de nuestra protagonista.
Una tercera conclusión tiene mucho
que ver con el status de las personas
consideradas especiales o con dones
dentro de una comunidad. Esto puede
verse en la relación tan especial, de
mentora, que tiene Baba Yaga con
Vasilisa. Pero, con el tiempo, la criatura
se asusta del poder de la niña. Teniendo
en cuenta que, según la mitología eslava,
cada una de las Baba Yagas tenía poder
sobre un bosque, no es de extrañar que
el espíritu del bosque pensara que aquella
adolescente era capaz de arrebatarle su
poder o su territorio. O, quizá, sabía más
70
de lo que aparentaba y por eso decide
mandarla, mediante bienes, un buen
matrimonio, una buena posición y todo
lo necesario en la vida, bien lejos de
su casa, en la ciudad, donde no pueda
interferir en sus asuntos.
Finalmente, y no menos importante, se
encuentra el concepto de asociación entre
lo sobrenatural y lo regio. No podemos
obviar que Vasilisa (reina) acaba siendo
Zarina de Rusia. Ese encuentro con lo
sobrenatural, en un mundo que no es
un mundo, en un bosque que parece
un universo alternativo en el que se
reflejan los hilos de la realidad, parece
un despertar de una naturaleza regia
en la niña, como si le diera la bendición
que necesita para vincularse a la realeza.
Dicho de otro modo: el don del chamán
está ligado al don de mando y eso está
vinculado a la capacidad para gobernar.
Podría considerarse algo determinista
dentro del contexto del cuento, sobre
todo teniendo en cuenta el nombre de
la protagonista, pero, desde luego, está
en línea con el pensamiento habitual
de las culturas preindustriales. No es
casual que la mayor parte de los reyes
y emperadores del mundo hayan dicho
estar imbuidos por la Divinidad, ser hijos
de la Divinidad o haber sido inspirados
por ella. En un paisaje helado como el de
las grandes estepas siberianas, la mejor
inspiración y bendición es la del mismo
bosque.
Así pues, Vasilisa puede ser Zarina de
Rusia por matrimonio, pero es la Reina
del Bosque porque ha sido más poderosa
que Baba Yaga y así, en ella, se aúnan dos
mundos: el humano y el sobrenatural.
Bibliografía

-Alexandr Afanasiev. Cuentos Populares

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71
 Elementos apotropaicos y votivos
asociados a la infancia en el
mediterráneo y Europa occidental
Los niños son un bien. Un bien
económico, además de un bien emocional
y anímico. Tener una nueva generación
es importante para nosotros, como
humanos, en una gran cantidad de niveles.
Como individuos, como padres y madres,
a un nivel instintivo. Como sociedad, a
un nivel cultural y económico. Por eso, si
hay algo que deseemos proteger sobre
todas las cosas, es la vida y el bienestar
de los pequeños.
A esto hemos de añadir que, en
el pasado, la mortandad infantil era
extraordinariamente alta. Hablamos de
cifras tan grandes como que un tercio de
los nacidos no llegarían a los tres años de
edad. Más el riesgo que el propio parto
implica para la vida de la madre, que
tampoco era una cifra nada desdeñable.
Por todo ello se ha considerado largamente
que las etapas de embarazo, parto y
primera infancia eran especialmente
vulnerables. Las desgracias acaecidas
durante estos trances, que muchas
veces, debido al desarrollo del momento,
simplemente sucedían sin saberse las
causas, se achacaban a menudo a la
intervención de malos espíritus, el
trabajo de brujos o un mal causado
involuntariamente por una persona que
haya tenido contacto con el niño. A este
último fenómeno lo conocemos como mal
de ojo o fascinación.
Cada pueblo y cultura ha añadido sus
propias explicaciones y sus propios
métodos para evitar el destino fatal para
los pequeños.
Haré una pausa ya antes de comenzar
para comentar el hecho de que muchos
72
Por Aitziber Conesa
de estos amuletos se usaran, entregaran
al pequeño o se retiraran en relación
con otros rituales y encantamientos
orales. Además, dentro del rito de paso
del nacimiento resulta muy importante
en todas las culturas estudiadas la
ceremonia de nominación. Los rituales
por los cuales los niños pasaban a ser
considerados completamente humanos
y parte de la familia son en extremo
relevantes y puede que no se les
otorgase la protección de los amuletos
o el beneficio conseguido al hacer
exvotos u ofrendas votivas a los dioses
hasta que no cumplían ciertos requisitos
rituales mínimos. No nos extenderemos
aquí en la importancia de los nombres
y su significado, pero desearía dejar
constancia de que es algo implantado en
todo el Mediterráneo (donde encontramos
nombres provisionales, nombres
proféticos, sobrenombres, nombres
de honor y otros, que modificarían las
expectativas, descripción y posibilidades
del pequeño). Abarcar toda la serie
de ritos de agregación al clan, sociales
y de bienvenida, así como todos los
rituales médicos, haría este trabajo
innecesariamente largo. Para acotar
un poco el tema, me centraré, pese a
realizar también una breve semblanza
de los seres míticos relacionados, en los
restos de la cultura material.
En el caso de las culturas del bronce
en el creciente fértil, la mayor parte
de rituales y actos relacionados con
la protección en el parto y postparto
están relacionados con el trabajo de
las comadronas y, aunque son trabajos
mágicos a lamundum
Infra par quedemédicos,
Bosc de se
lestrata
Olibes
más bien de encantamientos orales que
Buenos espíritus de Diego Beaumont

73
no han dejado rastros físicos, aunque
nos los encontremos en varias tablillas
cuneiformes y veamos lamentos y
alabanzas e invocaciones en mitos como
el Yarij y Nikkal. Obviamente, las culturas
semíticas tenían en origen sus deidades
dedicadas al parto, ya sea Belet-ili (la
diosa madre de Acadia) y sus asistentes
šassũrãtu, o la versión ugarítica: Hilal y
sus hijas, las kotharot. Así mismo había
una serie de malos espíritus que podían
querer llevarse al bebé, los cuales se
entendían como demonios. Ardat-Lil o
Lilithu entre ellas, especialmente una vez
conformada como demonio con garras
de lechuza, pero también Lamashtu, la
demonio que devoraba a los niños en sus
cunas y provocaba los abortos. El único
ser capaz de enfrentarse a Lamashtu era
su esposo, el también demonio Pazuzu.
Por eso, y a pesar de que originalmente
era uno de los siete demonios mayores y
su naturaleza era maligna, se usaba su
efigie como amuleto tanto para los niños
como para las madres. Pequeñas figuras
del demonio con cuatro alas se han
encontrado en múltiples excavaciones.
Por su parte, para protegerse de otros
demonios similares, los pueblos hebreos
desarrollaron el uso de las tfillin o
filacterias. Actualmente, estos elementos
son dos cajas de cuero en las que se
guardan algunos pasajes de la torá y que
llevan en el brazo y la cabeza todos los
hombres a partir de cierta edad, pero
este uso parece haber sido más extensivo
en el pasado. Las escrituras poseen por
su carácter sagrado un valor apotropaico
por sí mismas.
Por último me gustaría apuntar a que,
durante las ceremonias de presentación
de los bebés que ya habían superado la
etapa de aislamiento familiar, se les ponía
en contacto con bien hachas y armas
si eran varones, bien ruecas o husos si
eran hembras. Y aunque se duda de si se
trataba de un uso mágico-simbólico de
los enseres (especialmente en el caso de
armas de filo u objetos puntiagudos) o
más bien era una cuestión de dejar claras
las expectativas sociales sobre el nuevo
74
miembro de la familia, me ha parecido
como poco lo bastante relevante como
para mencionarlo.
La tradición que se desarrolló en el
antiguo Egipto sobre el arte de los
amuletos, al contrario de lo que pasa en
el creciente fértil, nos deja una enorme
cantidad de ejemplos tanto entre los
vivos como entre los muertos. Estamos
hablando de una cultura en la que el
uso de amuletos mágicos era universal.
Hombres y mujeres, sin importar la edad
o la capacidad económica, podían llevar
amuletos hechos ya de metales y piedras
preciosas, ya de cerámica coloreada, pues
si el material podía ser importante en el
arte de hacer amuletos para los egipcios,
el color lo era aún más. El negro, el color
de la tierra fértil de kemet (habitualmente
conseguido con basalto), junto al rojo,
eran los colores más propicios para los
amuletos infantiles y de nacimiento,
aunque también se consideraban colores
positivos para los pequeños el verde
y el azul. De estos últimos colores
solían ser las figurillas de Bes y los
escarabeos, protectores universales que
se consideraban muy relacionados con la
infancia. Bes era considerado el protector
por antonomasia, el que guardaba las
cosas buenas. Y, en ese conteo, por
supuesto, estaban los niños. El escarabeo,
basado en el escarabajo pelotero, es un
símbolo de resurrección y al tiempo solar,
así que lucharía contra la oscuridad y el
caos como el propio Ra.
Como deidades protectoras del parto se
solía contar con Nut y Hathor, para las
cuales se usaba la turquesa y maderas
como la del sicomoro en la elaboración
de los amuletos de protección. Y, además
del geniecillo leonino que es Bes, se solía
llamar a Tueris, la diosa hipopótamo,
que era protectora de las embarazadas.
Sus figurillas de protección eran también
rojas, y en ocasiones se encuentran
relacionadas con el Nudo de Isis o Tyet, el
símbolo de la Diosa madre y de la magia,
relacionado con la vida y resurrección de
Osiris. Tanto este amuleto como las Tueris
solían estar hechos de cornalina roja.
 Se han encontrado algunos ejemplos de
un amuleto específico para el momento
del parto. Se trata de una pieza de
marfil en forma de media luna decorada
con imágenes de los dioses principales
relacionados con el parto, cocodrilos,
leones y serpientes. Esta pieza se ponía
sobre el vientre de la madre.
Tal vez por su naturaleza de hijo divino,
se pone a los pequeños bajo la protección
de Horus. Horus de niño pisando una
serpiente sería un símbolo habitual para
proteger a los niños y los hogares de los
ataques de estos ofidios y se conocen
como “Cippu Horus”. Por extensión, el
udjat u ojo de Horus, en materiales tan
variados como el oro y lapislázuli hasta
la madera grabada o pintada, fue puesto
al cuello de niños (así como de adultos)
para que éste vigilara por ellos. El
udjat es, junto al escarabeo, el amuleto
apotropaico por antonomasia del antiguo
Egipto.
Pero el arte de los amuletos egipcios no
queda ahí. Era habitual que las personas
llevaran más de un amuleto, y algunos muy
específicos, con las figuras de aquellas
cosas para las que querían protegerse.
Así, podemos encontrar pequeños
escorpiones, figuras serpentinas y otros
animales peligrosos en amuletos de
protección. Era muy común que aquellos
elementos dirigidos a proteger contra
los venenos, ya sean picaduras o incluso
intoxicaciones, estuvieran hechos de
serpentina.
También hubo en el antiguo Egipto
amuletos escritos de los cuáles, por
desgracia, no nos han llegado demasiados
ejemplos. En este caso, se escribía un
hechizo en papiro que se enrollaba y se
llevaba colgado al cuello, probablemente
en algún tipo de canutillo para preservarlo.
Esta tradición del hechizo escrito se
extiende por todo el Mediterráneo. Ya
habíamos hablado de las filacterias
hebreas, pero también las encontraremos
en Grecia y Roma y, posteriormente y tras
la entrada del cristianismo en Europa,
por todo el continente, con partes de las
escrituras.
Pero centrémonos en el mundo griego.
Nos cuenta Plinio en su historia natural que
durante el embarazo era recomendable
que las mujeres usaran como amuleto un
aetites, también conocida como piedra
águila. Se trata de una piedra con una
concreción mineral visible en su interior y
que, por tanto, pareciera que ella misma
está embarazada. Esta piedra ayudaría
a evitar los abortos espontáneos, pero
también nos dicen que es necesario
quitarla de la madre en el momento del
parto.
Por su parte, Dioscorides no recomienda
el uso de jaspe como amuleto para
las embarazadas y los recién nacidos,
mientras que en su historia de las plantas
nos habla del ciclamen como amuleto
protector para estas etapas, hierba
que, por otra parte, tenía usos médicos
ginecológicos según el corpus hipocrático.
Sabemos que, para facilitar los partos,
y como forma de magia simpática se
abrían todas las telas y soltaban todos
los nudos sobre el cuerpo de la madre, lo
que la protegería de una muerte por otra
parte relativamente probable. En estos
rituales se podía utilizar también llaves en
representación tanto de Hécate como de la
apertura simbólica del útero de la madre.
Estas llaves se han encontrado también
en las ofrendas votivas relacionadas con
los nacimientos en templos dedicados a
diferentes Diosas.
Los rituales de purificación de madre
e hijo, así como los de agregación de
ésta cultura están especialmente bien
estudiados y resultan fascinantes.
Incluyen etapas de aislamiento y
diferentes rituales de presentación a
distintos círculos sociales, como las
amphidromia y los sacrificios públicos
o dekaté. Pero pasaremos de puntillas
sobre ellos para centrarnos en la parte
votiva. Se han encontrado numerosísimos
ejemplos de ofrendas votivas de
diferente tamaño y tipología asociadas
a madres e hijos, especialmente en
75
templos dedicados a Diosas que están
relacionadas con los partes como pueden
ser Afrodita (especialmente en Chipre),
Artemisa, Hera, Hécate y, por supuesto,
Eileithyia. Ésta última es la más popular
como diosa de los partos, ya que ayudó a
Leto a alumbrar a Artemisa. De hecho, la
primera ofrenda votiva por este trabajo
que recibió fue un collar que le entregó
la titánide Iris. Esta tradición reflejada
y fijada por la mitología no ha dejado
grandes pruebas materiales, pero sí que
encontramos registros de ella en los
documentos contables de los templos,
donde se reflejan las ofrendas de diversas
joyas y, sobre todo, ropajes tales como
velos, coronas y arreglos para el pelo
y sandalias que muy probablemente
fueran promesas hechas a las diosas
si propiciaban un buen parto. Este tipo
de ofrenda votiva incluye figuras de
terracota, frescos e incluso estatuaria
que muestran desde mujeres embarazas
hasta familias con varios niños de distinta
edad, pasando por imágenes de los
pequeños en cunas o incluso atados con
telas, práctica que ha existido en toda
Europa hasta hace poco y que aún es
común en países del este del continente.
También es común la imagen de las
llamadas Baubos, en referencia a los
misterios Eleusinos. Se trata de figuras
de mujeres, muchas veces ancianas
o mayores, exponiendo sus vulvas. Si
bien en el mito, Baubo hacía esto para
hacer reír a Demeter, lo cierto es que la
exposición de genitales es un elemento
apotropaico largamente difundido. En
este caso, y dado el contexto de los
hallazgos, se considera que estas figuras
tenían más bien una función protectora.
De hecho, además de las figuras votivas,
se han encontrado versiones pequeñas
de las mismas, pensadas para llevar
encima, fabricadas en materiales como
el bronce y el jaspe, tal vez siguiendo el
consejo de Discorides.
En la cultura griega, los amuletos
protectores generales (y debemos
asumir que los niños también los usarían
del mismo modo que los adultos)
solían ser bien lamella, es decir, textos
76
mágicos grabados en bronces o metales
similares, o bien filacterias similares a
las hebreas, es decir, relicarios en los
que se guardaban escritos mágicos en
papiro. También podemos encontrar
estos grabados mágicos en gemas, cuya
naturaleza cambiaría un poco su uso.
En el caso de los amuletos apotropaicos
genéricos, era habitual que además de los
textos tuvieran dibujos o figuras de alto
poder protector como las gorgoneias, que
eran dibujos bien de la cabeza, bien de
cuerpo entero, de una gorgona. Aunque
el estudio del valor apotropaico de las
gorgonas sería algo demasiado extenso
para este artículo, me conformaré con
mencionar que estos seres se consideran
generadores de serpientes, que suelen
representarse así mismo como atacantes
contra un ojo malvado. Bien tomando
el todo por la parte (la Gorgona por la
serpiente) como la parte por el todo (la
serpiente por la Gorgona), no dejamos
de estar ante un simbolismo protector
altamente arraigado.
Además de esto, era común que los
niños llevaran cuerdas con diversas
figuras que podrían considerarse tanto
amuletos como decoración. Estas figuras,
fabricadas en metal, variaban, pero las
más populares eran las hachas dobles y
las medias lunas. Así mismo algunas de
las figuras encontradas podrían tener un
valor social y dependían del género del
niño que las llevase. Así una pequeña
podría llevar granadas mientras que un
niño llevaría un modelo pequeño de un
escudo o una moneda.
En el mundo romano los amuletos eran
comunes y se llevaban en diferentes
etapas de la vida. Se han encontrado los
mismos elementos de amuletos en tumbas
infantiles que en tumbas adultas en lo que
se refiere a los amuletos más comunes
de esta cultura, a saber, los fascinum
fálicos y las lúnulas. Además, todos los
pequeños llevaban desde bebés una bulla,
un amuleto que consistía en una cápsula
en la que se ponían otros elementos. Se
portaba desde la ceremonia del día lustral
hasta la de la mayoría de edad (entre
los 12 y los 14 años). Los muchachos
ofrendaban sus bullas a los dioses Lares
o a Hércules el día que tomaban la toga
viril, mientras que las chicas hacían lo
propio ofreciéndola a Juno o a Fortuna
durante las fiestas de las Liberalia. Estos
amuletos podían hacerse de cuero para
los romanos con menos recursos, de
hueso o de metal, siendo las más caras
de oro. En el interior se encontraba un
hechizo o deseo para el niño a modo de
filacterias, pero también podía contener
otros elementos de naturaleza protectora
como hierbas o piedras.
También se han encontrado este tipo
de bolas de oro, normalmente adornadas
con pedrería de gran valor económico,
asociadas a mujeres adultas. En este
caso solía añadirse el fascinum (amuleto
con forma de pene) en un solo collar con
varias de ellas.
Las lúnulas por su parte son amuletos
con forma de media luna, en las que
los brazos apuntan hacia abajo. Eran
comunes en las niñas, pero también en
las mujeres, especialmente aquellas que
buscaban o estaban embarazadas.
Esta orientación tan puramente romana
se extendió por todas las zonas del
imperio, aunándose con tradiciones
preexistentes. Así es relativamente
corriente encontrar en zonas de la Galia
Romana las bullas romanas acompañadas
de otros amuletos de origen céltico. Se
han encontrado piezas de vidrio que
podrían recordar a ojos (tipo de amuleto
que se comercializa hoy día como ojo
turco), pequeñas puntas de cuerno de
ciervo, tanto reales como simuladas en
metal, cortes circulares de éste mismo
material y ruedas solares metálicas,
generalmente de hierro o bronce, que
parecen corresponder a una tradición
más antigua pues pueden encontrarse en
tumbas pre-romanas en gran cantidad.
También se encuentra ampliamente
representado el uso de dientes de varios
tipos de animales, siendo populares
el perro, el jabalí, el caballo y el león.
También se han encontrado falsos dientes
tallados en hueso.
El uso del ciervo podría estar relacionado
con el dios Cernunnos o simplemente
con el simbolismo del ciervo como
animal longevo, con gran capacidad de
regeneración y símbolo de fertilidad.
De esta misma zona tenemos algunas
ofrendas votivas consistentes en figurillas
de bebés atados con un complejo sistema
de telas, cuerda y anillas, y también
las propias anillas usadas para esto.
Estas ofrendas se hacían en templos
relacionados con las matronae situados
fuera de los límites de las ciudades galo-
romanas.
En la zona británica y gala también se
han encontrado pequeñas campanillas
como amuletos complementarios a las
bullas y amuletos fálicos en las tumbas de
niños. Esta práctica debió estar bastante
extendida, ya que Juan Crisóstomo
condena a las mujeres que ponen
campanillas a sus hijos en el Bizancio del
siglo IV. Se consideraba que el toque de
la campana espantaba el mal, y de hecho
este principio se ha usado para proteger
ciudades desde las iglesias hasta el siglo
XX.
El uso de estos amuletos de origen céltico
se extendió mucho más allá del tiempo de
la dominación romana. Así encontramos
pequeños amuletos en forma de estrellas
de cinco puntas o dientes de animales
en tumbas medievales infantiles,
junto a otros elementos como fósiles,
especialmente erizos de mar (nótese su
forma de estrella o flor de cinco puntas)
o modernas de época romana.
En el mundo nórdico, el material por
excelencia para fabricar amuletos era el
hierro. Éste se ha considerado siempre
profiláctico en toda la Europa continental,
defendiendo a los humanos de las
huestes del otro lado, ya sean entendidas
como huldrufolk (Escandinavia) o hadas
(islas británicas, y Europa central). Poner
piezas de hierro en las cunas ha sido una
práctica común en todo el continente
hasta el siglo XX.
En lo que a las formas se refiere, los
amuletos más conocidos son los martillos
de Thor. Con forma de martillo tradicional
77
o con un ápice que los acerca a la cruz
cristiana en la última época, estos
amuletos llaman al poder protector del
Dios del trueno. Así mismo eran populares
miniaturas de otras herramientas, como
hachas y animales también relacionados
con los dioses, tales como cabras (Thor),
jabalíes (Freyr) o cuervos (Odín).
Otros amuletos no ferrosos se han
encontrado en tumbas infantiles de
Suecia correspondientes a épocas pre-
medievales, entre los que destacan los
amuletos en forma de jinetes y, sobre
todo, de escudo.
En la España moderna se atestiguan
amuletos específicos para la dentición
consistentes en dientes de animales,
especialmente de erizo, pero también
de caballo, bóvido y un largo etc.
Especialmente en Galicia nos
encontramos con materiales tan variados
como el cuerpo de buey y macho cabrío,
los colmillos de jabalí, las mandíbulas del
ciervo volador o las ramas de hinojo. En
el país vasco se atestigua aún en 1917
el uso del hierro de atizar el fuego como
protector para los bebés, poniéndolo bien
en la cuna, bien barrando la entrada por
la que se sospecha que se introduce el
espíritu malvado (habitualmente una
sorgin o bruja).
Entre los vascos, según nos cuenta
Erkoreka, era común aún en el siglo XX
usar amuletos contra el mal de ojo hechos
de dientes de animales (oso, caballo,
jabalí, gato montés, erizo…) y hasta de
ciervo. También era común llevar alguna
prenda del revés, coserse cintas de
colores a la ropa o usar fajas rojas, ya que
se creía que estos elementos desviarían
la atención de aquel que provoca el mal
de ojo, impidiendo que se fijara en uno.
De hecho, el uso de una faja roja con
amuletos cosidos que van desde las figas
y las representaciones de genitales hasta
las medallitas pasando por elementos
naturales como piedras y garras, dientes
o cuernos animales se atestigua en toda
España al menos hasta bien entrado
el siglo XVIII, tal como veremos más
adelante.
78
También del País Vasco nos llega noticia
del uso del Kuttun. Este amuleto complejo
nos recuerda a las bullas romanas, ya que
se trata de un saquito, habitualmente de
cuero, en el que se puede poner un gran
número de cosas que protejan al niño.
En la lista de posibilidades se incluyen,
por supuesto, oraciones y trozos de las
sagradas escrituras, pero también trozos
del pan bendito de la ofrenda a los muertos,
agua bendita, carbón, jabón o añil. Todos
estos elementos están relacionados bien
con el mundo espiritual, bien con otras
propiedades protectoras (el hogar y sus
dioses, la limpieza…). Hacer notar que al
kuttun también se le podía añadir un trozo
del cordón umbilical del niño, haciendo
que funcionase incluso si no estaba en
contacto con el pequeño. Dado que este
es un elemento perecedero, no podemos
saber si esta costumbre procede de una
costumbre mucho anterior y también se
usaba en otros amuletos similares en los
mundos célticos o mediterráneos con los
que los vascones estuvieron en contacto.
Los amuletos metálicos más populares
en la península entre la edad moderna y la
actualidad han sido la Cruz de Caravaca,
las medallitas de la virgen y santos y las
estrellas de cinco puntas. Junto a estos
encontramos elementos naturales como
dientes, cuernos de ciervo y patas de
tejón y símbolos de naturaleza sexual
como las figas.
Entre los materiales más populares
para la creación de amuletos en la
España moderna nos encontramos con
el azabache, del que se fabricaban las
higas, y el ámbar. Ya Plinio decía que
éste material era muy beneficioso para
los niños, y se ha seguido utilizando
en pequeños amuletos con formas de
animales como leones, cabras, ovejas,
grabados con símbolos o escritura
imitando jeroglíficos, y como cuentas. Su
simbolismo solar es obvio y solía regalarse
a las jóvenes (adolescentes) también
como primera joya. En Italia a este
regalo se le conocía como “portafortuna”
y se le consideraba altamente benéfico.
Este material se ha usado como protector
infantil ininterrumpidamente, y aún hoy
lo usamos para facilitar la dentición de
los bebés.
En 1611 Covarrubias nos explica que,
para guardar del mal de ojo especialmente
a los niños se les pone “ordinariamente,
mano de tasugo, ramillos de coral, cuentas
de ámbar, cristal y azabache, castaña
marina, nuez de plata con azogue, raíz
de peonía y otros elementos”
Es muy ilustrativo de la importancia
de los amuletos contra el mal de ojo
en la cultura española que un cuadro
de la pequeña hija de Luis XIII rey de
España llamado Retrato de la Infanta Ana
Mauricia, de Pantoja de la Cruz (1602) en
el que la niña, apenas un bebé, aparece
completamente revestida de amuletos.
En su pecho se ven cruces y relicarios
católicos y en su faja, de color blanco,
tenemos campanillas, cuernos, una higa
de azabache y una avellana o pomo
de olor. Además, lleva en su mano una
rama de coral. Este elemento aparece en
el estudio por primera vez, pero no es
nuevo para la tradición apotropaica. Plinio
hablaba del favor que gozaba el coral en
el oriente, especialmente en el Mar Rojo y
Golfo Pérsico, y cómo allí era una defensa
para los infantes. De hecho, este amuleto
puede verse en imágenes renacentistas
y tardomedievales como el Tondo votivo
del Nacimiento de Bartolomeo di Fruisino
(1428), en la Virgen de Snigallia de Piero
della Francesca (1474).
Podemos ver algunos de estos mismos
amuletos en el retrato del príncipe Felipe
Próspero de Diego Velázquez (1659) El
pequeño príncipe lleva la higa junto a
otros dije en el hombro (más parecido
a los cordones griegos clásicos) y la
campanilla y el cuerno, así como un
cascabelero y una garra de tejón en el
cinturón, tal como llevaba su tía en el
cuadro anterior.
Sin embargo, en las siguientes
generaciones, la representación de estos
amuletos en la alta sociedad desaparece,
seguramente fruto de un cambio de
mentalidad con respecto a la magia
debido a la ilustración. Este decaimiento
no significa, sin embargo, que el uso
de amuletos se perdiera. De hecho, la
población española seguía siendo muy
dependiente de ellos, hasta tal punto que
cuando se perdían, los dueños ponían
notas en el periódico para recuperarlos.
De este modo se ha podido confirmar su
uso hasta finales del siglo XIX.
En conclusión:
Los niños son un recurso invaluable
para toda sociedad, y se les considera
más susceptibles a ser dañados por
envidias y malos propósitos (mal de
ojo) o por espíritus negativos (muerte
súbita, enfermedades desconocidas o
incurables). Por todo ello son objeto, más
que ninguna otra población, del uso de
amuletos para protegerlos.
Estos amuletos, en todas las culturas
estudiadas, pueden clasificarse en las
siguientes categorías:
- Imágenes de Dioses o seres
mitológicos a los que se les atribuye
poder protector
- Símbolos solares
- Símbolos obscenos
- Materiales cortantes o agresivos
contra el mal, tal como garras, dientes
y trozos de asta
- Conjuros escritos
Esta profilaxis se practicó en toda Europa
y oriente medio durante siglos, cayendo
en desuso a partir de la ilustración y
solo en las clases más adineradas. Su
uso pasó a ser cada vez más privado
debido al cambio de mentalidad sobre
la superstición. Sin embargo, siguen
usándose de forma bastante extendida
hoy en día.
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of Cincinnati
 Reseñas
Cine
Bebés
Sin narrador ni más hilo conductor que la
observación del desarrollo de cuatro niños
durante sus primeros dos años de vida,
Bebés nos muestra aquello que es común
y aquello que diferencia los entornos y
modos alrededor de la primera infancia.
Ponijao es el menor de los niños de una
aldea en Namibia. Hattie es la hija única
de una pareja en San Francisco, Mari
es la primogénita de un matrimonio en
Tokio (Japón) mientras que el pequeño
Bayarjargal vive con su familia en Mongolia.
Cuatro niños, con la misma edad, con el
mismo desarrollo psicomotor, con distintos
entornos familiares y tecnológicos.
Desde la crianza en tribu hasta la
familia nuclear aislada, el cuidado médico
rudimentario frente a la hipertecnología…
Bebés nos enseña la primera infancia más
allá de todo juicio de valor sobre cómo y
dónde se desarrollen.
Título: Bebés (Documental)
Director: Thomas Balmès ,2010
Del revés
Del revés es una película que suele verse
como una explicación del control de las
emociones. Al fin y al cabo, parte de la
premisa de cinco emociones básicas en el
control de la mente de una pequeña: Riley.
Vemos a Riley recién nacida con su primera
emoción: Alegría. Y poco a poco veremos
cómo surgen el resto de emociones:
Tristeza, Ira, Asco y Miedo. Lo que no
solemos tener en cuenta es que mientras
nosotros vemos lo que ocurre en la mente
de Riley con estas emociones y, sobre
todo, con sus recuerdos fundamentales,
estamos asistiendo a una de las grandes
debacles psicológicas y emocionales por
las que pasamos todos los seres humanos:
la adolescencia.
En su paso por los recuerdos de la
pequeña, Alegría y Tristeza, perdidas lejos
del control central donde suelen vivir,
repasan algunos hitos de la vida de la
Riley niña, llegando incluso a partes que
han sido olvidadas y desechadas durante
los años de crecimiento porque ya no son
necesarias, como los amigos imaginarios.
Toda la película es, pues, un periplo no
sólo a través de la madurez emocional
de Riley, que descubre sentimientos más
complejos y profundos, sino a través de
los cambios (necesarios e inevitables) en
la psique y personalidad de aquellos que
están dejando de ser niños y buscando un
nuevo lugar en el mundo.
Título: Del revés
Director: Pete Docter
Productora: Pixar, 2015
81
Déjame entrar
Oskar es un niño poco enérgico y algo
triste. Vive solo con su madre, que trabaja
en exceso para mantenerlo, y su padre, que
solo lo cuida cuando no tiene más remedio,
no le hace demasiado caso cuando está
presente. El chico tiene doce años y, en el
colegio, un grupo de matones le amarga la
existencia. Su afición son las noticias sobre
asesinatos.
Un día, sentado en el patio de su casa,
conoce a una extraña chica llamada Eli,
que vive en el departamento de al lado.
Ambos empiezan a comunicarse también
por código morse a través de la pared.
Son dos individuos aislados buscando una
conexión.
Sus conversaciones dan ánimo a Oskar
para defenderse, para tomar decisiones
por sí mismo. Al tiempo, Oskar descubre
que Eli no es una chica… es un vampiro.
Es fuerte y aterradora y, sin embargo,
Oskar le tiene menos miedo que a la vida
en general. Poco a poco ambos se dejan
entrar en el mundo del otro.
Esta película habla del crecimiento,
pero especialmente de la soledad y el
aislamiento, que son sentimientos en
extremo típicos de la adolescencia. Durante
el film vemos a Eli revelarse cada vez más
como una criatura incapaz de cambiarse
a sí misma, pero también a Oskar como
alguien en pleno cambio. La madurez de
Oskar, sin embargo, no será positiva ya
que vemos como cada vez se acerca más a
un mundo oscuro y violento.
Título: Déjame entrar
Director:
Tomas Alffredson
,2008
82
Los 400 golpes
Antoine Doinel vive en París, muy
humildemente, y es un estudiante
corriente. Ni bueno, ni malo, la educación
regular no le da ninguna satisfacción y sí
muchos quebraderos de cabeza. Se siente
rechazado en casa, donde sus padres
parecen tener muchas otras cosas que hacer
antes que atenderle. Así, cuando se mete
en el enésimo pequeño lío en el colegio,
decide escaparse de casa con la ayuda de
un compañero. Poco a poco, decepción a
decepción y problema a problema, se ve
más rechazado y empujado hacia el mundo
de los crímenes menores.
Los 400 golpes es un clásico del “coming
of age”, ya que es la historia de alguien
que necesita encontrar su puesto en la
vida. Alguien muy joven (alrededor de
14 años), sin referentes ni lugares de
apoyo. El rechazo de los padres de Antoine
hacia el pequeño se va viendo ahondado
e incluso explicado a lo largo del film, y
supone la mayor parte de estos golpes que
el pequeño tiene que aprender a asumir
para llegar a ser un hombre maduro y no
un niño perdido. Todo ello con el toque
amargo de la nouvelle vague francesa.
Título:
Los 400 golpes
Director:
François Truffaut , 1959
La canción del mar

El pequeño Ben vive con su padre y su

hermanita en un faro en la costa irlandesa.
Todos perdieron a su madre, que le cantaba
canciones y le contaba cuentos maravillosos
sobre los sidhe y los seres mágicos, hace
seis años. Hoy es el sexto cumpleaños de la
pequeña Saoirse, que no sabe hablar. Tras
celebrarlo, la niña encuentra una llave, y
un abrigo… y se da cuenta de que es una
selkie. Pero la descubren en la playa, y los
adultos, que no creen en cuentos de hadas
deciden que lo mejor para los niños es ir a
vivir a la ciudad, junto a su abuela.
Nada más cerca de la realidad, pues
Saoirse necesita su abrigo de selkie, y los
seres mágicos necesitan a Saoirse para
que les cante una canción que los libere de
la maldición de Macha…

Es muy hermoso, aunque sea un tema

que quede supeditado a la narrativa, ver
el proceso de evolución del pequeño Ben,
como protagonista de esta cinta. Estamos
hablando de una persona infantil e
infantiloide, cargado de miedos y prejuicios
hacia lo que le rodea, especialmente su
hermana y todo lo que está relacionado con
ella. Empieza la cinta como un niño que se
deja llevar por la situación, sin poner nada
de su parte. Sin embargo, para cuando
la cinta termina, puede poner todos sus
traumas juntos y pedir lo que considera
justo de forma ponderada. Se ha convertido
en un joven responsable y ha aprendido a
dejar ir sus miedos. Se ha convertido en un
héroe a través de una aventura fantástica
en la que no deja de haber paralelismos
con su vida normal en muchos personajes
(MacLir y su padre, Macha y su abuela…)

Esta producción animada es deliciosa, no

solo en la narrativa ligada estrechamente
al folclore irlandés, si no en la animación y
la selección musical.

Título:
La canción del mar
Director:
Tom Moore , 2014

83
Libros
La edad de las nueces
En el presente volumen, el historiador
Jose María Sánchez nos guía a través de los
temas relacionados con la propia infancia, y
a través de los siglos, en las apreciaciones
que la cultura romana imperial tuvo hacia
sus niños. Las épocas estudiadas abarcan
del siglo II aEC al siglo V EC. El autor
separa, sin embargo, dos grandes bloques
históricos: el mundo imperial pagano por
un lado, y la cristianización por el otro. Esto
es debido a que el cambio de paradigma
filosófico y moral llevado a cabo en esta
larga conversión ahondará en ciertas
características que se atribuyen a los niños
mientras que erosionará o deslegitimará
otras.
Una parte muy importante del libro se
centra en el tema de la educación y las
escuelas, tanto las de letras como las de
oficios, y las diferencias entre niños y
niñas, así como entre las clases sociales.
El autor presta mucha atención a la
epigrafía, poética y cultura material para
trasladar sus contenidos, lo cual es de
agradecer y ayuda a esclarecer su línea de
pensamiento.
Título: La edad de las nueces
Autor: José María Sánchez Galera
Editorial: Encuentro, 2021
84
Kimazi y la montaña
El pequeño Kimazi es un niño poco
común. Es enclenque y no le interesa jugar
y luchar con los otros niños de su edad.
Le gusta mucho tocar la flauta y tiene la
cabeza llena de sueños. Un día, el pequeño
tiene una visión en sueños: debe subir a lo
alto del monte Kenya. Pero él es un kikuyu,
miembro de un pueblo tranquilo en el que los
viajes son algo prohibido. Con la bendición
del hombre mágico de su tribu, emprende
un viaje del que no sabe si volverá. Durante
su viaje, Kimazi conoce otros pueblos y
gentes, y se enfrenta a dificultades que
sortea, en parte, recordando las historias
de su abuela. Según Kimazi va subiendo
a la montaña, se va enfrentando a lo que
se esperará de él a lo largo de su vida:
como joven, como guerrero, como padre y
finalmente como anciano. Cuando Kimazi
regresa a su pueblo, vuelve como un joven
cambiado, más sabio y maduro.
Así, la novela, orientada a niños de 9 años,
sirve como lección de vida y orientación
hacia el proceso de crecimiento para el
lector. Una lectura muy recomendada para
pequeños y no tan pequeños en busca de
un cuento sencillo pero lleno de significado.
Título: Kimazi y la montaña
Autora: Hilary Ruben
Editorial: Sm El barco de Vapor
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