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1.2 Delanuevaespañaval
1.2 Delanuevaespañaval
R E L A C I O N E S 7 5 , V E R A N O 19 9 8, V O L . XIX
Jersey/New Brunswick, Rutgers University Press, 1971; Ch. Leclerc, Bibliotheca americana
(1867), reprint Paris, Maisonneuve et Larose, 1974; H. Ternaux, Bibliothèque américaine, Pa
rís, Arthus Bertrand, 1837; H. Harrisse, Bibliotheca americana vetustissima. A description of
the works relating to America published between the years 1492 and 1551, New York, Philes,
1866, reprint Amsterdam, Schippers N.V., 1967. (Sería muy útil ahondar estos temas con
apoyo en la Biblioteca hispanoamericana de José Toribio Medina).
del xix, para atenernos a los límites cronológicos de este estudio. Los
mapas de origen francés son la mayoría (49%), y muy detrás vienen los
de Holanda y España (22%) y los de España (16%). Los motivos de se
mejante distribución son obvios, ya que es la Biblioteca Nacional de Pa
rís nuestra principal fuente de información. Tampoco es de extrañar la
importancia numérica de los mapas holandeses, fiel eco del papel fun
damental que desempeñaron desde muy temprano los editores de Am-
beres o Amsterdam en la difusión de la información geográfica. Tam
bién debe tenerse en cuenta que la Europa ilustrada no tuvo fronteras y
los grabados holandeses con frecuencia se inspiraron en obras extran
jeras. Por ello resulta a veces difícil identificar el verdadero origen geo
gráfico de un documento. Citaremos al respecto el caso de Jean Corens
y el de Corneille Mortier, sucesores del ilustre Pierre Mortier de Amster
dam. Publicaron a lo largo del siglo xvm numerosos mapas dibujados
por el francés Guillaume Delisle (1675-1726): ¿debemos considerar que
se trata de mapas franceses u holandeses?
El documento más reciente de nuestra selección es la Carte des Etats
du Mexique au temps de la conquête en 1521, dessinée sous la direction de M .
l'abbé Brasseur de Bourbourg, d'après les anciens documents de la vice-roy
auté, les cartes de la société de géographie et de statistique de Mexico, etc., pub
licada en la Géographie universelle de Malte-Brun (Paris, 1858). Este mapa
es un verdadero instrumento para una geografía retrospectiva en pro
ceso de elaboración, pues intenta reconstituir un territorio histórica
mente fechado, e ilustra el permanente desfase -cada vez más nítido
con el correr de los años-, entre los conocimientos científicos de una
época y su expresión cartográfica. Manifiesto es que los mapas suelen
seguir lentamente el ritmo de los descubrimientos y las evoluciones po
líticas. Los topónimos y demás apelaciones geográficas cambian con
bastante rapidez bajo la pluma de viajeros, cronistas o cosmógrafos. El
mapa en cambio parece querer perpetuar imágenes estáticas, territorios
inmóviles. Claro está que era más fácil -y económico- para un impresor
(como para no pocos autores) limitarse a copiar documentos anteriores,
lo cual explica en parte el retraso importante de la cartografía con
respecto a los textos y la información que éstos contienen. La práctica de
la copia encubierta estaba muy difundida en el pasado y hoy en día
complica la tarea del investigador: le obliga a discernir la aportación
original de cada documento entre esas escorias depositadas por los si
glos y que afloran en el mapa cual capas geológicas.
Denominaciones iniciales
Los primeros contactos con lo que luego sería México y los primeros to
pónimos que derivan de éstos se deben a las dos expediciones anterio
res a la de Cortés. Tal es el caso de Yucatán , que fue considerado primero
como isla y situado "en la India".2Aparece mencionado como equiva
lente de Nueva España , incluso en los primeros escritos cortesianos3y en
las versions abreviadas de éstos que muy pronto se difunden tanto en
Berlín como en Amberes. Ya en 1518, los descubridores aluden a la pro
vincia de Culua, evocada bajo varias formas ("Mulua", isla de "Ulua"),
antes de ser descrita por Cortés. Las primeras cédulas reales retoman la
forma Aculuacan para referirse a la Nueva España4 citando también a
veces junto a ésta Ulua (o Uloa). Tales denominaciones, al confundir la
parte y el todo, podrían calificarse de error metonímico. También halla
mos la mención de Gran España , que incluye las Antillas5y es usada en
ESPAÑA
n s
A MEXICO
Figura 1. H ispanicie novae sivae magnae... Abraham Ortelus, Teatro de ¡a Tierra Universal, Amberes, 1588.
el célebre mapa titulado Hispaniae novae sivae magnae recens et vera des-
criptio (1579), donde los términos nueva y grande se consideran como si
nónimos (figura 1). Motolinía juzga por su parte que Nueva España
bien hubiera merecido el nombre de Nueva Hesperia, por la abundancia
de sus frutos y riquezas. Cabe señalar de paso que la asimilación del
conjunto de las Indias en general a las Hespérides dio lugar a un debate,
que se trasluce en el capítulo xv de la Historia de las Indias de Las Casas.6
Debate no exento de miras políticas, pues, como denuncia el dominico,
al establecer un lazo con una supuesta posesión antiquisíma de dichas
Indias (ya en tiempos remotos del presunto rey Hesperio) se pretende
fundar en tal prosapia y nombre una legitimidad imperial ultramarina
de honda raigambre.
Estos primeros nombres, si bien efímeros y correspondientes a los
tanteos iniciales del terreno, dejaron su impronta en algunos mapas. El
Globe Doré (1527) nos muestra América todavía unida con el continente
asiático (figura 2) y en él se pueden identificar deformes topónimos in
dígenas, visiblemente inspirados en Cortés. Se advierten los términos
Hispania Nova , Aculuacan al norte y Culua al sur.7La toponimia españo
la empieza a afirmarse mediante nombres ibéricos que no siempre sub
sistirían, como ocurre con Sevilla, nombre que Cempoala recibió de Cor
tés ("Cempoal, que yo intitulé Sevilla", escribe el conquistador).8 El
mapa en forma de corazón de Oronce Fine (París, 1536) recoge en parte
datos del Globe Doré. El sur de México es llamado Coluacana y no figu
ra en él la palabra Nueva España.9 En la segunda mitad del siglo xvi,
desaparecen tales denominaciones.
6Fray B. De las Casas, Historia de las Indias, Caracas, Biblioteca Ayacucho, 1986 (edi
ción de André Saint-Lu), pp. 75-82.
7 Globe D oré (1527), b n París, Depto. Cartes et Plans, 75 C 72822.
8 H. Cortés, op. cit., Segunda Carta, p. 162.
9 b n París, Depto Cartes et Plans, Ge d d 2987-43.
El bautismo
La perennidad de un nombre
19Véanse asimismo Díaz del Castillo, Motolinía, Sahagún, Durán, Zorita, Francisco
Hernández y muchos más.
20Konrad Kretschmer, Die historishen karten zur Enddtdeckung Amerikas, reprint nach
Atlas von 1892, Frankfurt an Main, Umschau Verlag, 1991.
21 b n Paris, Dept Cartes et Plans, Ge DD 4547-30.
La etimología de la que fuera capital de los aztecas antes de serlo del vi
rreinato sigue siendo controvertida. Su primer nombre suele ir asociado
con la tribu procedente de Aztlán y sedentarizada en medio de la lagu
na de México, tribu de los llamados mexitin (futuros mexicas), en relación
con el nombre del jefe de la peregrinación, Mexitli. Así aparece en el Có
dice florentino. El segundo parece remitir a la tierra prometida que iden
tificaron gracias al águila erguida sobre un nopal (tenochtli ).23
El nombre colonial se formó con la amputación de uno de los dos
componentes primigenios del doblete y se impuso enseguida.24Sólo se
ha conservado parcialmente la denominación prehispánica, a imagen y
semejanza de la urbe española que se superpuso a la ciudad vencida. Es
notable la continuidad entre capital azteca y capital virreinal, tanto a ni
vel geográfico como toponímico. No hay verdadera fundación españo
la de la ciudad ni tampoco se le da un nombre totalmente nuevo o im
portado. ¿Por qué? Es cierto que Cortés, a medida que va avanzando
hacia el altiplano central, parece renunciar paulatinamente a bautizar
las ciudades por las que pasa, conforme van aumentando sus contactos
con los autóctonos y sus conocimientos acerca de ellos. Pero influyó se
guramente más todavía en la pervivencia del topónimo la importancia
política de la ciudad como cabeza del llamado "imperio azteca". Se eli
mina la parte menos pronunciable, y más indígena (acaso la de mayo
res implicaciones religiosas y míticas). México-Tenochtitlan se convierte
en México. De ahí que títulos como los de López de Gomara o Sepúlve-
da25aludan a la conquista de México (jamás de Tenochtitlan). Se trata de
una mirada retrospectiva sobre la capital de Nueva España, de una pro
26Véase Universale descrittione di tutta la tierra conosciuta fin qui de Paolo Forlani, donde
la capital es llamada u m is t i t a m ( b n París, Depto Cartes et Plans, Ge DD 2987, núm. 67).
27Por orden, b n París, Dept Cartes et Plans, Ge DD 738-A pl. 6 y fotografía 77 C 81 710.
28Zaltieri, 1566 ( b n París, Dept Cartes et plans, Ge B 1699) y Forlani, 1570, op. cit.
29Perú regio Caroli V mandato..., b n París, Dept Cartes et Plans, Ge D 7957.
30 b n París: Res. Ge AA 582.
DE
LA
NUEVA
ESPAÑA
K>
Ut
A MEXICO
Figura 3. Le Vieux Mexique ou la Nouvelle-Espagne por Nicolas de Fer (1702), Biblioteca Nacional de Paris.
La confusión de los espacios: muchos Méxicos
40 Francisco Javier Clavijero, Historia antigua de México (1781), México, Porrúa, 1976,
(Sepan Cuantos núm. 29), prólogo.
41 Véase C. Val Julián, "Histoire du Mexique et histoire du lexique: les transferís
sémantiques de mexicano ", Caravelle (Toulouse), núm. 62,1994, pp. 163-177.
42 Ms núm. 19031 de la b n de París (Publicado por E. de Jonghe, Journal de la Société
des américanistes, París, 1905, ii, 1, pp. 3-45).
bados y mapas43se refieren en efecto a "la ville de Mexique". Lo intere
sante es que cuando los autores españoles evocaban, como vimos, la
conquista de México (ciudad), los traductores optaron por la forma la con
quête du Mexique [literalmente "del México"], formulación que sobren
tiende la conquista de un país o región. Tenían a su disposición como
forma posible la conquête de (la ville de) Mexique y sin embargo no la usa
ron. Este fenómeno se halla (por lo menos) en Gomara y Solís, dos au
toridades historiográficas, objeto de muchas reediciones. Así, en Francia
M exique pasa a designar un espacio más amplio que el urbano. Ya es
potencialmente un país para el lector francés.
Los traductores, amén de las manipulaciones citadas, no vacilaban
en reducir los títulos, poniendo todavía más de realce el topónimo que
encierran. La historia de la conquista de México , población y progreso de la
América septentrional , conocida por el nombre de Nueva España (1684) de So
lís se convirtió de esta manera en la mera Histoire de la conquête du
M e x i q u e El título francés revela que la mención de Nueva España no es
imprescindible (ni tal vez deseable). Mexique basta para una identifica
ción clara de la materia. A fines del siglo xvm los títulos de varias
óperas, en su mayoría italianas, que se inspiran en el M otezuma de
Vivaldi asimismo aluden tan sólo a Messico, prueba de que el nombre es
conocido del público y portador de una carga exótica conforme a su
gusto, a juzgar por la boga de dicho género.
Todo lo anterior indica que la palabra México designa una ciudad
para los españoles (a partir de la cual se nombran las distintas entidades
administrativas y religiosas de las que es cabecera) mientras que para
los franceses (y tal vez para otros europeos), se refiere a la ciudad y al país.
La comparación de diccionarios da prueba fehaciente de ello. El primer
diccionario importante de la lengua castellana, el Tesoro de Covarrubias
(1611) en su artículo México tan sólo habla de una "ciudad populosísi
ma".45En cambio, el Tesoro de las dos lenguas española y francesa, dicciona
MÉXICO O CONTRAESPAÑA
49Histoire philosophique et politique des deux Indes (1772) por el Abad Raynal (Antolo-
gia, Paris, Maspéro-La Découverte, 1981, pp. 93-94 y p. 96).
50Véase J. R. Aymes, "La connaissance du Mexique en France pendant le Consulat et
l'Empire", Tilas (Estrasburgo), x, 1970.
51 "Mexicanum regnum" en el mapamundi en forma de husos de Amberes, a finales
del siglo xvi ( b n Paris, Dept Cartes et Plans, Res. Ge A A 1255).
52 b n Paris, Dept Cartes et Plans, Ge D 15504.
C on c lusión