Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
3XEOLVKHGE\7KH'HSDUWPHQWRI5RPDQFH/DQJXDJHVDQG/LWHUDWXUHV
7KH8QLYHUVLW\RI1RUWK&DUROLQDDW&KDSHO+LOO
DOI: 10.1353/rmc.2014.0019
María del Carmen Caña Jiménez
Virginia Tech
La lucha contra el olvido ha sido durante las últimas décadas una de las
principales preocupaciones de políticos, intelectuales, historiadores y escrito-
res. Durante los últimos años del siglo xx y las primeras décadas del siglo
xxi hemos sido testigos del debate interno mantenido por muchas sociedades
a favor de lo que comúnmente se ha denominado “recuperación de la memo-
ria histórica.”1 algunos ejemplos de ello se encuentran en países como
argentina, Chile, España, Guatemala y la República Surafricana. No obstan-
te, lo que en un principio comenzó como un proceso cuyo eje de acción tenía
unas limitaciones nacionales ha alcanzado, gradualmente, una dimensión glo-
bal. Parte de este proceso se debe, indudablemente, a la presencia internacio-
nal de documentos tales como la Declaración Universal de Derechos Huma-
nos adoptada por la asamblea General de las Naciones Unidas. Dentro de
esta línea, lo que aquí nos interesa es explorar la forma en que lo literario sir-
ve como medio o escenario viable para la realización de este proceso. Dicho
de otro modo, lo que aquí nos concierne es dilucidar la manera en la que el
texto literario emprende la labor de crear una conciencia internacional de
derechos que es paralela al desarrollo de entidades, procesos y documentos
jurídicos.
1
Considero más acertado el uso del término “re-conocer” una parte del archivo o una
determinada memoria y no de “recuperarla” y es por ello por lo que de ahora en adelante haré
uso de esta terminología. La recuperación conlleva la idea de volver a adquirir lo que antes no
estaba, ya sea porque el objeto en cuestión se había perdido o había desaparecido. Desde este
punto de vista, el proceso de recuperación supone la re-aparición de algo que durante un tiempo
no estaba. Las memorias que fueron silenciadas, sin embargo, nunca dejaron de estar aunque sí
dejaron de ser aprehendidas y reconocidas. Su apreciación no es, por consiguiente, un trabajo
de recuperación sino un trabajo de re-conocimiento, entendiéndose el re-conocimiento como el
volver a conocer algo que ya era conocido anteriormente, ya que el olvido no es más que una
memoria ocultada.
Las siguientes páginas se centran en el caso de Colombia porque muy
recientemente ha conseguido insertarse dentro de lo que denomino una “geo-
política de la memoria,” después de que en el año 2011 se aprobara el decreto
por el que se establecía la estructura del Centro de Memoria Histórica de la
República de Colombia. Dentro de este contexto podemos encontrar, sin
embargo, antecedentes literarios al impulso gubernamental a favor de la
memoria en la obra de Héctor abad Faciolince.2 Su novela El olvido que
seremos (2006) evidencia referencias explícitas y palmarias hacia una episte-
mología global en torno a estudios sobre memoria y discursos de derechos.
Partiendo de esta idea, el objetivo de este trabajo consiste en explorar los
diversos mecanismos y estrategias discursivas empleadas por el autor para
llevar a cabo la inserción del caso colombiano dentro de la geopolítica global
de la memoria. Con esto me refiero a una topología imaginada de referentes
de duelo, recuerdo y esclarecimiento que establecen una cartografía ética
global.3 Estos espacios globalizados son intercambiables y, hasta cierto
modo, sinónimos los unos de los otros en la medida en que están erigidos a
partir de documentos jurídicos fundacionales que no están necesariamente
localizados de forma significativa. Una lectura cuidadosa del documento
sobre la Memoria Histórica de Colombia revela, por ejemplo, semejanzas
explícitas a los informes REMHi y CEH de Guatemala. Obtenemos así,
como resultado, un mapa global de organizaciones que están íntimamente
ligadas a sitios reales y globales de violaciones de los derechos humanos
tales como las calles de Santiago en Chile y Buenos aires, por nombrar sólo
algunos, y lugares tales como auschwitz que ahora ocupan un territorio sim-
bólico que va más allá de cualquier demarcación espacial real. En mi análisis
arguyo que Héctor abad Faciolince usa diversas estrategias tales como la
inclusión de figuras literarias globalizadas, espacios/eventos históricos reales
donde los Derechos Humanos han sido violados y conceptos jurídicos trasna-
cionales con el propósito de vincular el caso colombiano a un discurso global
ya existente sobre los derechos y la memoria.
Los pasos hacia la inserción de Colombia dentro de esta topografía global
tienen lugar – en El olvido que seremos – a partir de la escritura de la infan-
2
Héctor abad Faciolince forma parte de un grupo de autores colombianos conocido como
la “generación mutante” –nombres de otros autores bajo esta etiqueta incluyen a Santiago Gam-
boa, Evelio Rosero Diago, Laura Restrepo, Jorge Franco, Rafael Humberto, Moreno Durán,
William Ospina y Fernando Vallejo. Uno de los denominadores comunes de estos escritores es
que han sido capaces de conectar “con su propio pasado, con sus auténticos recuerdos liberados
del arquetipo macondiano” (Mejía Rivera 936).
3
Hablo de topología “imaginada” tomando como modelo a Benedict anderson en Imagi-
ned Communities.
LOS PaSEOS POR aUSCHWiTZ DE HÉCTOR aBaD FaCiOLiNCE 43
cia del protagonista – un niño perteneciente a la clase acomodada de la socie-
dad colombiana de los años sesenta. El narrador en primera persona crece en
un entorno familiar de corte tradicional y la realidad plasmada en la narrativa
es percibida a través de la perspectiva infantil que luego dará paso a la del
adulto en la segunda parte de la novela. La escritura se eleva como el espacio
discursivo donde confluyen simultáneamente la vida del protagonista, la de
su padre y la de la sociedad colombiana y surge de la necesidad que el narra-
dor siente de rendir homenaje y salvar del olvido la memoria de un padre
ejemplar asesinado por defender sus ideales de justicia en la ciudad de Mede-
llín.
El ejercicio de escritura en El olvido que seremos revela, por su parte,
características comunes a la narrativa colombiana de las últimas décadas
tales como Los días azules (1987) de Fernando Vallejo o Mateo solo (1984)
de Evelio Rosero – novelas erigidas como espacios discursivos autobiográfi-
cos donde tiene lugar la articulación narrativa del trauma soterrado. Este tipo
de narrativa se contrapone, por su parte, a las referidas por andrea Fanta
Castro cuando señala que “[e]n las últimas décadas en Colombia se han
publicado varios libros de memorias, autobiografías, y biografías en cuyo
centro se encuentran justificaciones . . . por actos desdeñables de jefes para-
militares” (29). Ejemplos de ello se encuentran en Mi confesión (2005) de
Carlos Castaño; El patrón: vida y muerte de Pablo Escobar (1994) de Luis
Cañón; Mi hermano Pablo (2001) de Roberto Escobar y Amando a Pablo,
odiando a Escobar (2007) de Virginia Vallejo. En conexión con lo expuesto
por Castro, Gilberto Loaiza Cano señala que:
[e]n todos esos relatos, la memoria y la ficción han sido mezcladas con el fin de persuadir al
lector de la ingenuidad, el candor o la inocencia del autor-personaje. Todas esas obras contie-
nen auto-exoneraciones . . . justificaciones . . . y hasta recetarios de buena conducta . . . Cada
una de esas obras tiene algo o mucho de mitomanía o de megalomanía; todas son un fraude. Y
al lado de esa literatura, han [syc] aparecido una serie de novelas en que los protagonistas y
hasta los vencedores – como si no bastara con el triunfo en la realidad – son asesinos y delin-
cuentes. En fin, hay una saturación de relatos en que las víctimas y los vencidos son una esqui-
na del decorado. (94)
Según Loaiza Cano, “esta saturación ha hecho cada vez más ostensible un
vacío que otras literaturas en américa Latina sí han intentado llenar” a partir
de la construcción de “un universo literario que desafía el consenso lingüísti-
co que impone el discurso del Estado” (94). Para Castro, El olvido que sere-
mos “propugna una política diferente, en donde aparece otra manera de
narrar desde la perspectiva de un Yo que recupera los datos de los vencidos”
(30). La “recuperación” de los datos de los vencidos dentro de la narrativa
44 ROMaNCE NOTES
colombiana podría considerarse como cosa original si se contrasta con la
extensa producción literaria que mitifica a figuras que, al mismo tiempo que
profesan actos indignos, han logrado ocupar un lugar destacado en la historia
de Colombia. No obstante, el deseo de rendir tributo a un sector de la socie-
dad que ha sido previamente silenciado y relegado al olvido es un ya lugar
común en la creación de una geopolítica globalizada de la memoria donde lo
que se crea es una estructura ética textual por medio de la que la literatura
corrobora las numerosas cicatrices e, incluso, heridas aún abiertas dejadas
atrás por tantos años de conflicto.
En esta línea, la estructura narrativa en El olvido que seremos se divide
en dos partes claramente diferenciadas. En un principio, el texto se abre con
la escritura de la infancia del narrador en primera persona y a medida que
avanza la novela, el narrador intradiegético infantil cede la palabra al adulto
y divide el hilo del relato en dos partes claramente diferenciadas: una que
abarca hasta el momento en que se narran las muertes de su hermana y su
padre y, una segunda parte en la que el narrador ya adulto reconstruye a
modo de analepsis los quince años que separan la muerte de cada uno de
estos personajes. El fallecimiento de la hermana y del padre son referidos en
capítulos consecutivos a pesar de la distancia temporal de quince años que
separa los sucesos. La alusión a la muerte del padre provoca la re-construc-
ción, por medio de la analepsis, de los quince años transcurridos desde el fa-
llecimiento de su hermana Marta Cecilia hasta la muerte de su progenitor. El
fallecimiento de la niña se convierte en el motor que impulsa al padre a dedi-
car su vida a la lucha por los derechos humanos produciéndose, de esta
manera, una resignificación o reinvención de la historia de la muchacha.
Marta Cecilia abad no es sólo una víctima del cáncer sino también la causa
que impulsa el activismo social del padre y que lo llevará, posteriormente, a
la muerte. El cáncer que acabó con la vida de la hermana permite, a su vez,
una lectura metafórica, pues se convierte en la causa que urge al padre a
luchar contra la situación en la que se encuentra Colombia.
La ruptura cronológica divide la narrativa en un antes y un después en el
proceso de maduración del protagonista. Mientras que en la primera parte se
escribe la infancia en un intento de rememoración nostálgica del pasado, en
la segunda el protagonista ya ha padecido la experiencia de la muerte y se
convierte en portavoz de la ideología de su padre. Por medio de la ruptura del
orden cronológico como consecuencia del recuerdo de las dos muertes que
turbaron la tranquilidad doméstica se hace posible la inscripción del efecto
del trauma en la estructura narrativa. a través de la ruptura cronológica se
unen dos grandes experiencias traumáticas que marcaron la existencia del
narrador. La novela podría ser interpretada como la manifestación discursiva
LOS PaSEOS POR aUSCHWiTZ DE HÉCTOR aBaD FaCiOLiNCE 45
de lo que Dominick LaCapra denomina el proceso de duelo, ya que el narra-
dor contempla la escritura como la práctica articulatoria por medio de la que
logra reponerse parcialmente de la experiencia traumática.
Entre los mecanismos utilizados por abad Faciolince para inscribir el
contexto colombiano dentro de la discursiva global de la memoria se encuen-
tra el uso del fenómeno de la intertextualidad como estrategia que crea cone-
xiones explícitas y tangentes con otros sitios geopolíticos dentro de la carto-
grafía imaginada de los Derechos Humanos. La mayoría de las referencias
intertextuales en El olvido que seremos son de carácter documental y son el
resultado del hallazgo de documentos guardados durante años en el cajón del
escritorio de su padre asesinado. Esta apertura del cajón es, a su vez, un lugar
común en la narrativa memorialística de los últimos años por lo que el
empleo de este recurso apoya el intento de inserción del caso colombiano
dentro de un paradigma literario con dimensiones transnacionales. Un efecto
similar produce la apertura del cajón o espacio archivado en obras internacio-
nales como Luna lunera (1999) de Rosa Regàs, Tierra y Libertad (1995) de
Ken Loach, Los príncipes valientes (2007) de Javier Pérez andújar y El
material humano (2009) de Rodrigo Rey Rosa.
La incursión del discurso político en pro de un espacio global de la
memoria en El olvido que seremos es evidente desde el mismo título donde la
alusión explícita al tema del olvido lo posiciona como eje dinamizante en tor-
no al que gira cualquier ejercicio articulatorio de la memoria. En línea con el
papel predominante que posee el fenómeno de la intertextualidad a lo largo
de la novela, el autor colombiano se sirve de un pre-texto literario para dar
nombre a su trabajo. “El olvido que seremos” alude explícitamente al verso
borgeano “ya somos el olvido que seremos” cuya fuente de referencia, el
poema “Epitafio,” aparece inserta a modo de cita dentro del texto que com-
pone la novela.4 al retomar el verso borgeano, abad Faciolince alude, en un
primer estadio, a la transitoriedad de la existencia humana y a la fragilidad de
la memoria. La relevancia que la referencia borgeana adquiere en el texto de
4
Este es el texto del soneto completo adjudicado a Borges:
Ya somos el olvido que seremos. No soy el insensato que se aferra
El polvo elemental que nos ignora al mágico sonido de su nombre;
y que fue el rojo adán y que es ahora pienso con esperanza en aquel hombre
todos los hombres y que no veremos.
que no sabrá que fui sobre la tierra.
Ya somos en la tumba las dos fechas Bajo el indiferente azul del cielo
del principio y el término, la caja, esta meditación es un consuelo.
la obscena corrupción y la mortaja,
los ritos de la muerte y las endechas.
al respecto, véase el artículo de Horacio Bilbao, “al rescate de un poema atribuido a Borges.”
46 ROMaNCE NOTES
abad Faciolince va, sin embargo, más allá de servir como simple reflexión
existencialista acerca de la condición de la vida al entrar en diálogo con los
otros elementos de la ficción.
“El olvido que seremos” son también las palabras que aparecen escritas
en un pequeño trozo de papel que Héctor abad padre guardaba en el bolsillo
de su chaqueta en el momento en que fue asesinado por los paramilitares. El
estudio de estas palabras en el contexto del brutal asesinato del progenitor
permite una (re)lectura del texto de Borges bajo la luz de las condiciones en
las que fue hallado, esto es, la violencia colombiana. El hecho de que el ver-
so escrito en un pequeño trozo de papel estuviera guardado en uno de los bol-
sillos de la chaqueta del padre pone de manifiesto el miedo que el personaje
sentía ante la posibilidad de que tras su muerte su persona e historia de vida
cayeran, al igual que la de otros muchos, en la fosa del olvido. El trozo de
papel con el verso borgeano estaba, a su vez, acompañado por otro papel con
los nombres de los que, como abad Gómez, también habían sido amenaza-
dos por los paramilitares. La coexistencia de los documentos se convierte en
un intento de denuncia contra la impunidad que ampara a los paramilitares.
La referencia simultánea al olvido y a la lista de amenazados deja entrever
que lo único que a esas personas les depara, lejos de justicia y reparación, es
olvido e indiferencia. a través de esta intertextualidad borgeana Héctor abad
Faciolince crea, además, un espacio literario trasnacional que sirve como
base de lo que posteriormente será la creación de un lugar de memoria en el
texto. El texto, en esencia, implora una lectura que va más allá de las fronte-
ras políticas y literarias de Colombia al usar una figura literaria fuertemente
puesta en circulación y exportada desde Latino américa. Podemos incluso
argüir que el texto pide, además, ser localizado no sólo en un sentido latinoa-
mericano más amplio (por medio de la mención al escritor del Boom) sino,
también, en un espacio literario global ya que Borges ha sido uno de los
escritores y pensadores más exportados desde el “Nuevo” Mundo.
“El olvido que seremos” no es, sin embargo, la única presencia intertex-
tual en la novela aunque cabe señalar que las manifestaciones intertextuales
no son siempre tan literales como ocurre con la mención al verso de Borges
en el título. En ocasiones, la intertextualidad se produce de forma indirecta a
partir del relato de anécdotas personales que se vinculan, por medio del fenó-
meno de la alusión, a otros enunciados que no aparecen explícitamente en el
texto.5 Un ejemplo de este tipo de alusión tiene lugar con la escritura de los
5
Entiendo el término “alusión” de la forma en la que Gérard Genette lo interpreta en
Palimpsestes.
LOS PaSEOS POR aUSCHWiTZ DE HÉCTOR aBaD FaCiOLiNCE 47
sucesos acaecidos cuando el protagonista tenía unos diez o doce años y tuvo
relación con los Manevich – una familia judía que vivía en su misma calle. El
protagonista comenta que recuerda muy bien cuando “[c]on un grupo de niños
que vivían cerca de la casa . . . [s]e vi[o] envuelto algunas veces, sin saber
cómo, en una especie de vandálica, en una ‘noche de los cristales’ en miniatu-
ra” (26). La mención de la “noche de los cristales” o la Kristallnacht en ale-
mán activa en el lector el recuerdo de la persecución que sufrieron los judíos
por los nazis durante la Segunda Guerra Mundial. La referencia al evento ale-
mán sirve, por su parte, como referente primario del interés contemporáneo
por el ejercicio de la memoria ya que como andreas Huyssen comenta:
[m]emory discourses accelerated in Europe and the United States by the early 1980s, energized
. . . primarily by the ever-broadening debate about the Holocaust . . . as well as by a whole
series of politically loaded and widely covered fortieth and fiftieth anniversaries relating to the
history of the Third Reich: Hitler’s rise to power in 1933 and the Nazis’ infamous book burn-
ings, remembered in 1983; Kristallnacht, the organized pogrom of 1938 against Germany Jews,
publicly commemorated in 1988, [etc.]. (12)
El Holocausto y sus dinámicas anejas se han convertido en lo que Huyssen
denomina “a ubiquitous cipher for our memories of the twentieth century, in
ways unimaginable even twenty years ago” (18). Podemos afirmar, además,
siguiendo lo expuesto por Walter Mignolo que el Holocausto y sus secuelas
fueron eventos que desencadenaron el nacimiento de un discurso contempo-
ráneo sobre los Derechos Humanos universales (16). Por su parte y en esta
misma línea, la incorporación de la fotografía de la hermana del protagonista
en la portada del libro remite al lector al estudio elaborado por Marianne
Hirsch quien señala el lugar central que las fotografías infantiles tienen en los
discursos memorialísticos acerca del Holocausto e indica que “images of
children bring home the utter senselessness of Holocaust destruction” (12).
El uso de la fotografía infantil permite, por consiguiente, una conexión dis-
cursiva entre la experiencia del Holocausto y la experiencia de la violencia
en Colombia traduciéndose esto en un intento más por parte del autor de
insertar el caso colombiano dentro del espacio ético trasnacional de la memo-
ria. Del mismo modo, el padre establece una conexión similar cuando repren-
de al protagonista por su injustificado comportamiento en contra de la fami-
lia Manevich diciéndolo que “el mundo todavía está lleno de una peste que
se llamaba antisemitismo”(27) y acto seguido saca de entre sus archivos
“unas láminas espantosas de los campos de concentración” (27). Es relevante
y muy significativo que casi doscientas páginas más tarde, en el mismo
párrafo en que el narrador alude a los fotografías de los secuestrados y tortu-
rados colombianos que guardaba su padre, se refiera a la violencia “como la
48 ROMaNCE NOTES
nueva peste” (207). Se deduce de estos comentarios que abad Faciolince se
esfuerza por establecer una conexión entre estas dos muestras de inhumani-
dad como forma de encontrar un respaldo político a su demanda de justicia
dentro del contexto colombiano.
En conexión con la dinámica de los ejercicios de memoria, Huyssen
señala que “[the] fear of forgetting articulates itself paradigmatically around
issues of the Holocaust in Europe and the United States or the desaparecidos
in Latin america” (18). La importancia de los “desaparecidos” es clave en la
constitución de las comisiones de verdad en países de Latinoamérica como
argentina, Chile y Guatemala.6 La referencia a los “desaparecidos” en la
novela cuando el narrador alude a “[e]se lugar de nieblas de los desapareci-
dos, sin ninguna noticia, ninguna palabra, sin siquiera la certeza y la resigna-
ción ante la muerte que da un cuerpo inerte” y señala que “[l]a desaparición
de alguien es un crimen tan grave como el secuestro o el asesinato, y quizá
más terrible, pues la desaparición es pura incertidumbre y miedo y esperanza
vana” (179) establece una relación entre la realidad colombiana y un contex-
to más amplio en la medida en la que la novela se apropia de lo que podría
llamarse un “espacio común” de los desaparecidos en el discurso de los
Derechos Humanos en Latino américa. En cierto modo, el autor aquí persi-
gue una estrategia similar a la de la inclusión de auschwitz a partir de la
familia Manevich y lo que realmente se construye es, por consiguiente, una
cartografía trasnacional superpuesta sobre el conflicto colombiano.
Vemos algo similar cuando el padre del protagonista le lee los “poemas
de Machado, de Vallejo y de Neruda sobre la Guerra Civil española” y “[l]e
contaba los crímenes cometidos por la Santa inquisición” (78). La mención
de los poetas activa en el lector avisado el conocimiento de la principal
característica que todos ellos tenían en común aparte de su dedicación a la
poesía: su simpatía y colaboración con el bando republicano español y su
tenaz rechazo del franquismo. Por su parte, la referencia a la inquisición
española alude indirectamente al bando nacional, pues es bien sabido que el
enfrentamiento bélico y la posterior implantación del régimen dictatorial
encontraron su legitimización al articular su misión como la de una nueva
Cruzada contra los infieles.
Es esta última referencia a otro contexto que también ha experimentado
un desbordado “boom” en los estudios de memoria – tanto en los mercados
literarios como en los círculos académicos – la que subraya la construcción
por parte de Héctor abad Faciolince de un espacio ético global. a través del
6
Véase para más información “Los Desaparecidos” de Barbara a. Frey.
LOS PaSEOS POR aUSCHWiTZ DE HÉCTOR aBaD FaCiOLiNCE 49
eje español de esta cartografía imaginada, el autor otorga aún más fuerza a
dos de las estrategias previamente discutidas (la de la figura literaria trasna-
cional en el caso de Borges y la de eventos y espacios reales de violaciones
de Derechos Humanos en el caso de auschwitz) para destacar la necesidad
de una tercera estrategia, esto es, la de un convincente modelo jurídico que
seguir (como fue el caso de los desaparecidos). Lo que se sugiere en esta
obra es que Colombia, en la segunda mitad de la primera década del siglo
xxi, debe encaminarse hacia la institucionalización de la memoria histórica
como unos años antes se hizo en el contexto español por medio del estableci-
miento de la asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica en
2000 y la aprobación de posteriores medidas jurídicas como la Ley de 2007.
Una vez más, esta inferencia es solo posible a través de la creación, en el tex-
to, de un espacio ético globalizado y trasnacional de la memoria.
OBRaS CiTaDaS