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María del Carmen Caña Jiménez

Romance Notes, Volume 54, Number 1, 2014, pp. 41-49 (Article)

3XEOLVKHGE\7KH'HSDUWPHQWRI5RPDQFH/DQJXDJHVDQG/LWHUDWXUHV
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DOI: 10.1353/rmc.2014.0019

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Los paseos por auschwitz de héctor abad
FacioLince

María del Carmen Caña Jiménez
Virginia Tech

La lucha  contra  el  olvido  ha  sido  durante  las  últimas  décadas  una  de  las
principales preocupaciones de políticos, intelectuales, historiadores y escrito-
res.  Durante  los  últimos  años  del  siglo  xx y  las  primeras  décadas  del  siglo
xxi hemos sido testigos del debate interno mantenido por muchas sociedades
a favor de lo que comúnmente se ha denominado “recuperación de la memo-
ria  histórica.”1 algunos  ejemplos  de  ello  se  encuentran  en  países  como
argentina, Chile, España, Guatemala y la República Surafricana. No obstan-
te, lo que en un principio comenzó como un proceso cuyo eje de acción tenía
unas limitaciones nacionales ha alcanzado, gradualmente, una dimensión glo-
bal. Parte de este proceso se debe, indudablemente, a la presencia internacio-
nal de documentos tales como la Declaración Universal de Derechos Huma-
nos  adoptada  por  la asamblea  General  de  las  Naciones  Unidas.  Dentro  de
esta línea, lo que aquí nos interesa es explorar la forma en que lo literario sir-
ve como medio o escenario viable para la realización de este proceso. Dicho
de otro modo, lo que aquí nos concierne es dilucidar la manera en la que el
texto  literario  emprende  la  labor  de  crear  una  conciencia  internacional  de
derechos  que  es  paralela  al  desarrollo  de  entidades,  procesos  y  documentos
jurídicos.

1
Considero  más  acertado  el  uso  del  término  “re-conocer”  una  parte  del  archivo  o  una
determinada memoria y no de “recuperarla” y es por ello por lo que de ahora en adelante haré
uso de esta terminología. La recuperación conlleva la idea de volver a adquirir lo que antes no
estaba, ya sea porque el objeto en cuestión se había perdido o había desaparecido. Desde este
punto de vista, el proceso de recuperación supone la re-aparición de algo que durante un tiempo
no estaba. Las memorias que fueron silenciadas, sin embargo, nunca dejaron de estar aunque sí
dejaron de ser aprehendidas y reconocidas. Su apreciación no es, por consiguiente, un trabajo
de recuperación sino un trabajo de re-conocimiento, entendiéndose el re-conocimiento como el
volver a conocer algo que ya era conocido anteriormente, ya que el olvido no es más que una
memoria ocultada. 

Romance Notes 54.1 (2014): 41-49


42 ROMaNCE NOTES

Las  siguientes  páginas  se  centran  en  el  caso  de  Colombia  porque  muy
recientemente ha conseguido insertarse dentro de lo que denomino una “geo-
política de la memoria,” después de que en el año 2011 se aprobara el decreto
por el que se establecía la estructura del Centro de Memoria Histórica de la
República  de  Colombia.  Dentro  de  este  contexto  podemos  encontrar,  sin
embargo,  antecedentes  literarios  al  impulso  gubernamental  a  favor  de  la
memoria  en  la  obra  de  Héctor  abad  Faciolince.2 Su  novela  El olvido que
seremos (2006) evidencia referencias explícitas y palmarias hacia una episte-
mología global en torno a estudios sobre memoria y discursos de derechos.
Partiendo  de  esta  idea,  el  objetivo  de  este  trabajo  consiste  en  explorar  los
diversos  mecanismos  y  estrategias  discursivas  empleadas  por  el  autor  para
llevar a cabo la inserción del caso colombiano dentro de la geopolítica global
de la memoria. Con esto me refiero a una topología imaginada de referentes
de  duelo,  recuerdo  y  esclarecimiento  que  establecen  una  cartografía  ética
global.3 Estos  espacios  globalizados  son  intercambiables  y,  hasta  cierto
modo, sinónimos los unos de los otros en la medida en que están erigidos a
partir  de  documentos  jurídicos  fundacionales  que  no  están  necesariamente
localizados  de  forma  significativa.  Una  lectura  cuidadosa  del  documento
sobre  la  Memoria  Histórica  de  Colombia  revela,  por  ejemplo,  semejanzas
explícitas  a  los  informes  REMHi  y  CEH  de  Guatemala.  Obtenemos  así,
como  resultado,  un  mapa  global  de  organizaciones  que  están  íntimamente
ligadas  a  sitios  reales  y  globales  de  violaciones  de  los  derechos  humanos
tales como las calles de Santiago en Chile y Buenos aires, por nombrar sólo
algunos, y lugares tales como auschwitz que ahora ocupan un territorio sim-
bólico que va más allá de cualquier demarcación espacial real. En mi análisis
arguyo  que  Héctor  abad  Faciolince  usa  diversas  estrategias  tales  como  la
inclusión de figuras literarias globalizadas, espacios/eventos históricos reales
donde los Derechos Humanos han sido violados y conceptos jurídicos trasna-
cionales con el propósito de vincular el caso colombiano a un discurso global
ya existente sobre los derechos y la memoria. 
Los pasos hacia la inserción de Colombia dentro de esta topografía global
tienen lugar – en El olvido que seremos – a partir de la escritura de la infan-

2
Héctor abad Faciolince forma parte de un grupo de autores colombianos conocido como
la “generación mutante” –nombres de otros autores bajo esta etiqueta incluyen a Santiago Gam-
boa,  Evelio  Rosero  Diago,  Laura  Restrepo,  Jorge  Franco,  Rafael  Humberto,  Moreno  Durán,
William Ospina y Fernando Vallejo. Uno de los denominadores comunes de estos escritores es
que han sido capaces de conectar “con su propio pasado, con sus auténticos recuerdos liberados
del arquetipo macondiano” (Mejía Rivera 936). 
3
Hablo de topología “imaginada” tomando como modelo a Benedict anderson en Imagi-
ned Communities.
LOS PaSEOS POR aUSCHWiTZ DE HÉCTOR aBaD FaCiOLiNCE 43

cia del protagonista – un niño perteneciente a la clase acomodada de la socie-
dad colombiana de los años sesenta. El narrador en primera persona crece en
un entorno familiar de corte tradicional y la realidad plasmada en la narrativa
es  percibida  a  través  de  la  perspectiva  infantil  que  luego  dará  paso  a  la  del
adulto en la segunda parte de la novela. La escritura se eleva como el espacio
discursivo  donde  confluyen  simultáneamente  la  vida  del  protagonista,  la  de
su padre y la de la sociedad colombiana y surge de la necesidad que el narra-
dor  siente  de  rendir  homenaje  y  salvar  del  olvido  la  memoria  de  un  padre
ejemplar asesinado por defender sus ideales de justicia en la ciudad de Mede-
llín. 
El  ejercicio  de  escritura  en  El olvido que seremos revela,  por  su  parte,
características  comunes  a  la  narrativa  colombiana  de  las  últimas  décadas
tales como Los días azules (1987) de Fernando Vallejo o Mateo solo (1984)
de Evelio Rosero – novelas erigidas como espacios discursivos autobiográfi-
cos donde tiene lugar la articulación narrativa del trauma soterrado. Este tipo
de  narrativa  se  contrapone,  por  su  parte,  a  las  referidas  por  andrea  Fanta
Castro  cuando  señala  que  “[e]n  las  últimas  décadas  en  Colombia  se  han
publicado  varios  libros  de  memorias,  autobiografías,  y  biografías  en  cuyo
centro se encuentran justificaciones . . . por actos desdeñables de jefes para-
militares”  (29).  Ejemplos  de  ello  se  encuentran  en  Mi confesión (2005)  de
Carlos Castaño; El patrón: vida y muerte de Pablo Escobar (1994) de Luis
Cañón;  Mi hermano Pablo (2001)  de  Roberto  Escobar  y  Amando a Pablo,
odiando a Escobar (2007) de Virginia Vallejo. En conexión con lo expuesto
por Castro, Gilberto Loaiza Cano señala que:

[e]n todos esos relatos, la memoria y la ficción han sido mezcladas con el fin de persuadir al
lector de la ingenuidad, el candor o la inocencia del autor-personaje. Todas esas obras contie-
nen auto-exoneraciones . . . justificaciones . . . y hasta recetarios de buena conducta . . . Cada
una de esas obras tiene algo o mucho de mitomanía o de megalomanía; todas son un fraude. Y
al  lado  de  esa  literatura,  han  [syc]  aparecido  una  serie  de  novelas  en  que  los  protagonistas  y
hasta los vencedores – como si no bastara con el triunfo en la realidad – son asesinos y delin-
cuentes. En fin, hay una saturación de relatos en que las víctimas y los vencidos son una esqui-
na del decorado. (94)

Según  Loaiza  Cano,  “esta  saturación  ha  hecho  cada  vez  más  ostensible  un
vacío que otras literaturas en américa Latina sí han intentado llenar” a partir
de la construcción de “un universo literario que desafía el consenso lingüísti-
co que impone el discurso del Estado” (94). Para Castro, El olvido que sere-
mos “propugna  una  política  diferente,  en  donde  aparece  otra  manera  de
narrar desde la perspectiva de un Yo que recupera los datos de los vencidos”
(30).  La  “recuperación”  de  los  datos  de  los  vencidos  dentro  de  la  narrativa
44 ROMaNCE NOTES

colombiana  podría  considerarse  como  cosa  original  si  se  contrasta  con  la
extensa producción literaria que mitifica a figuras que, al mismo tiempo que
profesan actos indignos, han logrado ocupar un lugar destacado en la historia
de Colombia. No obstante, el deseo de rendir tributo a un sector de la socie-
dad que ha sido previamente silenciado y relegado al olvido es un ya lugar
común en la creación de una geopolítica globalizada de la memoria donde lo
que  se  crea  es  una  estructura  ética  textual  por  medio  de  la  que  la  literatura
corrobora  las  numerosas  cicatrices  e,  incluso,  heridas  aún  abiertas  dejadas
atrás por tantos años de conflicto. 
En esta línea, la estructura narrativa en El olvido que seremos se divide
en dos partes claramente diferenciadas. En un principio, el texto se abre con
la  escritura  de  la  infancia  del  narrador  en  primera  persona  y  a  medida  que
avanza la novela, el narrador intradiegético infantil cede la palabra al adulto
y  divide  el  hilo  del  relato  en  dos  partes  claramente  diferenciadas:  una  que
abarca  hasta  el  momento  en  que  se  narran  las  muertes  de  su  hermana  y  su
padre  y,  una  segunda  parte  en  la  que  el  narrador  ya  adulto  reconstruye  a
modo  de  analepsis  los  quince  años  que  separan  la  muerte  de  cada  uno  de
estos personajes. El fallecimiento de la hermana y del padre son referidos en
capítulos  consecutivos  a  pesar  de  la  distancia  temporal  de  quince  años  que
separa los sucesos. La alusión a la muerte del padre provoca la re-construc-
ción, por medio de la analepsis, de los quince años transcurridos desde el fa-
llecimiento de su hermana Marta Cecilia hasta la muerte de su progenitor. El
fallecimiento de la niña se convierte en el motor que impulsa al padre a dedi-
car  su  vida  a  la  lucha  por  los  derechos  humanos  produciéndose,  de  esta
manera,  una  resignificación  o  reinvención  de  la  historia  de  la  muchacha.
Marta Cecilia abad no es sólo una víctima del cáncer sino también la causa
que impulsa el activismo social del padre y que lo llevará, posteriormente, a
la muerte. El cáncer que acabó con la vida de la hermana permite, a su vez,
una  lectura  metafórica,  pues  se  convierte  en  la  causa  que  urge  al  padre  a
luchar contra la situación en la que se encuentra Colombia. 
La ruptura cronológica divide la narrativa en un antes y un después en el
proceso de maduración del protagonista. Mientras que en la primera parte se
escribe la infancia en un intento de rememoración nostálgica del pasado, en
la  segunda  el  protagonista  ya  ha  padecido  la  experiencia  de  la  muerte  y  se
convierte en portavoz de la ideología de su padre. Por medio de la ruptura del
orden  cronológico  como  consecuencia  del  recuerdo  de  las  dos  muertes  que
turbaron  la  tranquilidad  doméstica  se  hace  posible  la  inscripción  del  efecto
del  trauma  en  la  estructura  narrativa. a  través  de  la  ruptura  cronológica  se
unen  dos  grandes  experiencias  traumáticas  que  marcaron  la  existencia  del
narrador. La novela podría ser interpretada como la manifestación discursiva
LOS PaSEOS POR aUSCHWiTZ DE HÉCTOR aBaD FaCiOLiNCE 45

de lo que Dominick LaCapra denomina el proceso de duelo, ya que el narra-
dor contempla la escritura como la práctica articulatoria por medio de la que
logra reponerse parcialmente de la experiencia traumática.
Entre  los  mecanismos  utilizados  por  abad  Faciolince  para  inscribir  el
contexto colombiano dentro de la discursiva global de la memoria se encuen-
tra el uso del fenómeno de la intertextualidad como estrategia que crea cone-
xiones explícitas y tangentes con otros sitios geopolíticos dentro de la carto-
grafía  imaginada  de  los  Derechos  Humanos.  La  mayoría  de  las  referencias
intertextuales en El olvido que seremos son de carácter documental y son el
resultado del hallazgo de documentos guardados durante años en el cajón del
escritorio de su padre asesinado. Esta apertura del cajón es, a su vez, un lugar
común  en  la  narrativa  memorialística  de  los  últimos  años  por  lo  que  el
empleo  de  este  recurso  apoya  el  intento  de  inserción  del  caso  colombiano
dentro de un paradigma literario con dimensiones transnacionales. Un efecto
similar produce la apertura del cajón o espacio archivado en obras internacio-
nales como Luna lunera (1999) de Rosa Regàs, Tierra y Libertad (1995) de
Ken  Loach,  Los príncipes valientes (2007)  de  Javier  Pérez  andújar  y  El
material humano (2009) de Rodrigo Rey Rosa.
La  incursión  del  discurso  político  en  pro  de  un  espacio  global  de  la
memoria en El olvido que seremos es evidente desde el mismo título donde la
alusión explícita al tema del olvido lo posiciona como eje dinamizante en tor-
no al que gira cualquier ejercicio articulatorio de la memoria. En línea con el
papel predominante que posee el fenómeno de la intertextualidad a lo largo
de la novela, el autor colombiano se sirve de un pre-texto literario para dar
nombre a su trabajo. “El olvido que seremos” alude explícitamente al verso
borgeano  “ya  somos  el  olvido  que  seremos”  cuya  fuente  de  referencia,  el
poema “Epitafio,” aparece inserta a modo de cita dentro del texto que com-
pone la novela.4 al retomar el verso borgeano, abad Faciolince alude, en un
primer estadio, a la transitoriedad de la existencia humana y a la fragilidad de
la memoria. La relevancia que la referencia borgeana adquiere en el texto de

4
Este es el texto del soneto completo adjudicado a Borges:
Ya somos el olvido que seremos. No soy el insensato que se aferra
El polvo elemental que nos ignora al mágico sonido de su nombre;
y que fue el rojo adán y que es ahora pienso con esperanza en aquel hombre
todos los hombres y que no veremos.
que no sabrá que fui sobre la tierra.
Ya somos en la tumba las dos fechas Bajo el indiferente azul del cielo
del principio y el término, la caja, esta meditación es un consuelo.
la obscena corrupción y la mortaja,
los ritos de la muerte y las endechas.
al respecto, véase el artículo de Horacio Bilbao, “al rescate de un poema atribuido a Borges.”
46 ROMaNCE NOTES

abad Faciolince  va,  sin  embargo,  más  allá  de  servir  como  simple  reflexión
existencialista acerca de la condición de la vida al entrar en diálogo con los
otros elementos de la ficción.
“El olvido que seremos” son también las palabras que aparecen escritas
en un pequeño trozo de papel que Héctor abad padre guardaba en el bolsillo
de su chaqueta en el momento en que fue asesinado por los paramilitares. El
estudio  de  estas  palabras  en  el  contexto  del  brutal  asesinato  del  progenitor
permite una (re)lectura del texto de Borges bajo la luz de las condiciones en
las que fue hallado, esto es, la violencia colombiana. El hecho de que el ver-
so escrito en un pequeño trozo de papel estuviera guardado en uno de los bol-
sillos de la chaqueta del padre pone de manifiesto el miedo que el personaje
sentía ante la posibilidad de que tras su muerte su persona e historia de vida
cayeran, al igual  que  la  de  otros  muchos,  en  la  fosa  del  olvido.  El  trozo  de
papel con el verso borgeano estaba, a su vez, acompañado por otro papel con
los nombres de los que, como abad Gómez, también habían sido amenaza-
dos por los paramilitares. La coexistencia de los documentos se convierte en
un intento de denuncia contra la impunidad que ampara a los paramilitares.
La  referencia  simultánea  al  olvido  y  a  la  lista  de  amenazados  deja  entrever
que lo único que a esas personas les depara, lejos de justicia y reparación, es
olvido e indiferencia. a través de esta intertextualidad borgeana Héctor abad
Faciolince  crea,  además,  un  espacio  literario  trasnacional  que  sirve  como
base de lo que posteriormente será la creación de un lugar de memoria en el
texto. El texto, en esencia, implora una lectura que va más allá de las fronte-
ras políticas y literarias de Colombia al usar una figura literaria fuertemente
puesta  en  circulación  y  exportada  desde  Latino américa.  Podemos  incluso
argüir que el texto pide, además, ser localizado no sólo en un sentido latinoa-
mericano más amplio (por medio de la mención al escritor del Boom) sino,
también,  en  un  espacio  literario  global  ya  que  Borges  ha  sido  uno  de  los
escritores y pensadores más exportados desde el “Nuevo” Mundo.
“El olvido que seremos” no es, sin embargo, la única presencia intertex-
tual en la novela aunque cabe señalar que las manifestaciones intertextuales
no son siempre tan literales como ocurre con la mención al verso de Borges
en el título. En ocasiones, la intertextualidad se produce de forma indirecta a
partir del relato de anécdotas personales que se vinculan, por medio del fenó-
meno de la alusión, a otros enunciados que no aparecen explícitamente en el
texto.5 Un ejemplo de este tipo de alusión tiene lugar con la escritura de los

5
Entiendo  el  término  “alusión”  de  la  forma  en  la  que  Gérard  Genette  lo  interpreta  en
Palimpsestes.
LOS PaSEOS POR aUSCHWiTZ DE HÉCTOR aBaD FaCiOLiNCE 47

sucesos acaecidos cuando el protagonista tenía unos diez o doce años y tuvo
relación con los Manevich – una familia judía que vivía en su misma calle. El
protagonista comenta que recuerda muy bien cuando “[c]on un grupo de niños
que  vivían  cerca  de  la  casa  .  .  .  [s]e  vi[o]  envuelto  algunas  veces,  sin  saber
cómo, en una especie de vandálica, en una ‘noche de los cristales’ en miniatu-
ra” (26). La mención de la “noche de los cristales” o la Kristallnacht en ale-
mán activa en el lector el recuerdo de la persecución que sufrieron los judíos
por los nazis durante la Segunda Guerra Mundial. La referencia al evento ale-
mán  sirve,  por  su  parte,  como  referente  primario  del  interés  contemporáneo
por el ejercicio de la memoria ya que como andreas Huyssen comenta:

[m]emory discourses accelerated in Europe and the United States by the early 1980s, energized
.  .  .  primarily  by  the  ever-broadening  debate  about  the  Holocaust  .  .  .  as  well  as  by  a  whole
series of politically loaded and widely covered fortieth and fiftieth anniversaries relating to the
history of the Third Reich: Hitler’s rise to power in 1933 and the Nazis’ infamous book burn-
ings, remembered in 1983; Kristallnacht, the organized pogrom of 1938 against Germany Jews,
publicly commemorated in 1988, [etc.]. (12)

El Holocausto y sus dinámicas anejas se han convertido en lo que Huyssen
denomina “a ubiquitous cipher for our memories of the twentieth century, in
ways unimaginable even twenty years ago” (18). Podemos afirmar, además,
siguiendo lo expuesto por Walter Mignolo que el Holocausto y sus secuelas
fueron eventos que desencadenaron el nacimiento de un discurso contempo-
ráneo sobre los Derechos  Humanos  universales  (16).  Por  su  parte  y  en  esta
misma línea, la incorporación de la fotografía de la hermana del protagonista
en  la  portada  del  libro  remite  al  lector  al  estudio  elaborado  por  Marianne
Hirsch quien señala el lugar central que las fotografías infantiles tienen en los
discursos  memorialísticos  acerca  del  Holocausto  e  indica  que  “images  of
children  bring  home  the  utter  senselessness  of  Holocaust  destruction”  (12).
El uso de la fotografía infantil permite, por consiguiente, una conexión dis-
cursiva  entre  la  experiencia  del  Holocausto  y  la  experiencia  de  la  violencia
en  Colombia  traduciéndose  esto  en  un  intento  más  por  parte  del  autor  de
insertar el caso colombiano dentro del espacio ético trasnacional de la memo-
ria. Del mismo modo, el padre establece una conexión similar cuando repren-
de al protagonista por su injustificado comportamiento en contra de la fami-
lia Manevich diciéndolo que “el mundo todavía está lleno de una peste que
se  llamaba  antisemitismo”(27)  y  acto  seguido  saca  de  entre  sus  archivos
“unas láminas espantosas de los campos de concentración” (27). Es relevante
y  muy  significativo  que  casi  doscientas  páginas  más  tarde,  en  el  mismo
párrafo en que el narrador alude a los fotografías de los secuestrados y tortu-
rados colombianos que guardaba su padre, se refiera a la violencia “como la
48 ROMaNCE NOTES

nueva peste” (207). Se deduce de estos comentarios que abad Faciolince se
esfuerza por establecer una conexión entre estas dos muestras de inhumani-
dad como forma de encontrar un respaldo político a su demanda de justicia
dentro del contexto colombiano. 
En  conexión  con  la  dinámica  de  los  ejercicios  de  memoria,  Huyssen
señala que “[the] fear of forgetting articulates itself paradigmatically around
issues of the Holocaust in Europe and the United States or the desaparecidos
in Latin america” (18). La importancia de los “desaparecidos” es clave en la
constitución  de  las  comisiones  de  verdad  en  países  de  Latinoamérica  como
argentina,  Chile  y  Guatemala.6 La  referencia  a  los  “desaparecidos”  en  la
novela cuando el narrador alude a “[e]se lugar de nieblas de los desapareci-
dos, sin ninguna noticia, ninguna palabra, sin siquiera la certeza y la resigna-
ción ante la muerte que da un cuerpo inerte” y señala que “[l]a desaparición
de alguien es un crimen tan grave como el secuestro o el asesinato, y quizá
más terrible, pues la desaparición es pura incertidumbre y miedo y esperanza
vana” (179) establece una relación entre la realidad colombiana y un contex-
to más amplio en la medida en la que la novela se apropia de lo que podría
llamarse  un  “espacio  común”  de  los  desaparecidos  en  el  discurso  de  los
Derechos Humanos en Latino américa. En cierto modo, el autor aquí persi-
gue  una  estrategia  similar  a  la  de  la  inclusión  de auschwitz  a  partir  de  la
familia Manevich y lo que realmente se construye es, por consiguiente, una
cartografía trasnacional superpuesta sobre el conflicto colombiano.
Vemos algo similar cuando el padre del protagonista le lee los “poemas
de Machado, de Vallejo y de Neruda sobre la Guerra Civil española” y “[l]e
contaba los crímenes cometidos por la Santa inquisición” (78). La mención
de  los  poetas  activa  en  el  lector  avisado  el  conocimiento  de  la  principal
característica  que  todos  ellos  tenían  en  común  aparte  de  su  dedicación  a  la
poesía:  su  simpatía  y  colaboración  con  el  bando  republicano  español  y  su
tenaz  rechazo  del  franquismo.  Por  su  parte,  la  referencia  a  la  inquisición
española alude indirectamente al bando nacional, pues es bien sabido que el
enfrentamiento  bélico  y  la  posterior  implantación  del  régimen  dictatorial
encontraron  su  legitimización  al  articular  su  misión  como  la  de  una  nueva
Cruzada contra los infieles.
Es esta última referencia a otro contexto que también ha experimentado
un desbordado “boom” en los estudios de memoria – tanto en los mercados
literarios como en los círculos académicos – la que subraya la construcción
por parte de Héctor abad Faciolince de un espacio ético global. a través del

6
Véase para más información “Los Desaparecidos” de Barbara a. Frey.
LOS PaSEOS POR aUSCHWiTZ DE HÉCTOR aBaD FaCiOLiNCE 49

eje  español  de  esta  cartografía  imaginada,  el  autor  otorga  aún  más  fuerza  a
dos de las estrategias previamente discutidas (la de la figura literaria trasna-
cional en el caso de Borges y la de eventos y espacios reales de violaciones
de  Derechos  Humanos  en  el  caso  de auschwitz)  para  destacar  la  necesidad
de una tercera estrategia, esto es, la de un convincente modelo jurídico que
seguir  (como  fue  el  caso  de  los  desaparecidos).  Lo  que  se  sugiere  en  esta
obra  es  que  Colombia,  en  la  segunda  mitad  de  la  primera  década  del  siglo
xxi,  debe  encaminarse  hacia  la  institucionalización  de  la  memoria  histórica
como unos años antes se hizo en el contexto español por medio del estableci-
miento  de  la asociación  para  la  Recuperación  de  la  Memoria  Histórica  en
2000 y la aprobación de posteriores medidas jurídicas como la Ley de 2007.
Una vez más, esta inferencia es solo posible a través de la creación, en el tex-
to, de un espacio ético globalizado y trasnacional de la memoria. 

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