Está en la página 1de 1

Noche

El sol les abre la puerta a las sombras casi a la misma hora en que las campanas anuncian la
misa de seis, el aroma a tinto y cigarrillo se disipa, los bailarines descansan, los enamorados
agotan sus ilusiones y los trabajadores beben su último trago de anís. Las sombras de todos
se quedan en la noche vagando por las calles, perdidas en los pasos del día, soñando otros
sueños, esperando otro sol o quizás otro paraíso donde esas calles cansadas de ecos
reclamen la vida. Yo, ya no recuerdo de quién soy la sombra.

Los recuerdos de don Pedro J.

Lo que me gusta del atardecer es la cara de las muchachas que esperan a los bailarines
después de vender el último tinto, porque parece que el cansancio no es una opción. Hay
una de ojos claros, muy bonita ella, que me recuerda a Estefanía y que aprovecha mi
sombra para sentarse a mirar la escultura de don Rodrigo que hay al frente. Yo no puedo
negar que también espero la llegada de los músicos porque el de la carrasca tiene algo que
me recuerda a un compañero de la batalla en El Cascajo cuando vencimos a Pascual Bravo.

El año viejo

Los días en el calendario son efímeros porque solo tienen veinticuatro horas, pero hay uno
que dura más porque además de horas tiene dirección. El primero de enero queda en Junín
con La Playa en la esquina del edificio Coltejer. En esta esquina se escucha el eco de una
canción que dice: “Me dejó una chiva, una burra negra, una yegua blanca y una buena
suegra”. Mi papá me cuenta que él vio al señor que la escribió vendiendo flautas en esa
esquina, donde el treintaiuno de diciembre extraña los abrazos, pero todos los días empieza
el año.

También podría gustarte