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Origen próximo: la administración
Hay que distinguir el ministro de necesidad y el ministro de solemnidad. A este último
se lo llama también “ministro ordinario”.
Cualquier persona bautiza válidamente, y, en caso de necesidad, también lícitamente,
siempre que respeta la esencia del sacramento y tenga la intención de hacer lo que hace la
Iglesia. (Concilio de Letrán IV, Trento, Florencia)
El ministro ordinario es el obispo, el presbítero y el diacono.
La administración por parte del obispo ha sido mantenida desde el comienzo. Cristo
mando a sus apóstoles a bautizar. Hasta el siglo XI, en la práctica de la Iglesia, los presbíteros
necesitaban el permiso del obispo para administrar el bautismo. Pero hay testimonios bíblicos
indirectos de que la administración del bautismo no era exclusiva de los apóstoles. La
ordinariedad del presbítero y el diacono tiene un cierto fundamento bíblico (cf. Hech. 10, 47-
48). Respecto de los diáconos se mantuvo una praxis de una administración extraordinaria,
hasta el Código de Derecho Canónico de 1983. El fundamento de esto está en Hech 8, 36-38.
II. Esencia
Consideramos su esencia física: la materia y la forma.
1. La materia remota del bautismo es el agua natural. Lutero había afirmado que
cualquier liquido con capacidad de lavar era apto. Calvino entendía la palabra agua de Jn 3 en
sentido metafórico. Sin embargo, en la práctica, los protestantes bautizan con agua.
Trento define que el agua verdadera y natural es la materia apta del bautismo.
2. La materia próxima del bautismo es el uso del agua en forma de ablución o lavado,
hecha en tres formas posibles: ablución, infusión o aspersión.
En la Iglesia antigua la praxis era la inmersión, pero cesó en el siglo XVI. En el siglo
XII comenzó a prevalecer la infusión. No obstante se deja al juicio de la Conferencia
Episcopal determinar cuál de las dos formas: la ablución o la infusión. En cuanto a la tercera,
la aspersión, debe ser hecha de modo que se produzca una verdadera ablución o lavado.
3. En la forma del bautismo se debe expresar las tres Personas divinas y el acto de
ablución (Yo te bautizo). La forma usada en la Iglesia Latina se encuentra por primera vez en
San Hipólito (Siglo III). La invocación de las tres divinas Personas se prueba desde la Sagrada
Escritura. La expresión que indica la ablución la tenemos a partir de la Tradición. Santo
Tomás sostiene que la expresión de la ablución forma parte de la forma del Sacramento (III, q
66, art. 5, ad 2).
El bautizado queda sumergido en la Trinidad, en el seno de la Trinidad.
La Gracia
Es descripta por San Pablo en Romanos 6, 3-11. De este texto dependen todos los
efectos de la gracia bautismal en su relación con Cristo, con el organismo espiritual del
hombre y con la Iglesia.
1. Cristológico:
la muerte al pecado: original, mortal, venial y penas debidas, a causa de
la muerte de Cristo.
La inserción en Jesucristo a causa del resurgimiento en la Gracia.
La conversión en hijos adoptivos del Padre.
2. Antropológico: a causa de la condición filial nos hacemos acreedores a los
auxilios convenientes para recibir la herencia. Es una inclinación a la Gracia
habitual; la misma gracia sacramental tiene esa fuerza de ir inclinando a la
gracia habitual. La gracia tiende a perseverar por ser hábito.
3. Eclesiológico: la Gracia establece una comunión de bienes entre los hijos de
Dios: la comunión de los santos.
b. Necesidad del Bautismo para la salvación.
La Gracia es intrínsecamente necesaria para la salvación.
Por disposición divina la Gracia se recibe mediante el bautismo de agua o
bautismo sacramental. Puede ser suplido por el bautismo de deseo o por el
bautismo de sangre (pero no son bautismo sacramental; comparten con él
algunos aspectos en cuanto a los efectos).
Es de necesidad de medio tanto el bautismo como la Gracia pero haciendo las
debidas distinciones.
La necesidad de medio puede ser:
- Intrínseca y absoluta: es intrínseca, porque se prescinde del modo, lo que
importa es el hecho de que tengo que estar en Gracia; y absoluta, porque no está
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en dependencia de otra cosa. Aquí se encuentra la Gracia en sí misma, que es
la necesidad de medio en su máxima expresión: sin la Gracia no me puedo
salvar.
- Extrínseca y absoluta: aquí se encuentra la Gracia de Cristo, que en el orden
actual de la Providencia viene de los méritos de Jesucristo. Por eso es
extrínseca, porque nos viene de otro.
- Intrínseca y relativa: aquí se encuentra el Bautismo, abstrayendo de qué clase
de bautismo. Intrínseca: de hecho, si o si tengo que haber recibido un bautismo.
Pero es relativa, porque puedo salvarme sin recibir el bautismo sacramental, por
un modo extraordinario.
- Extrínseca y relativa: aquí se encuentra sólo el Bautismo de agua o
sacramental (no el de deseo o de sangre). La gracia que proviene de los méritos
de Cristo (extrínseca) puede obtenerse por suplencia con el bautismo de deseo o
de sangre.
Cf. Jn 3, 5; Trento.
En síntesis, la doctrina de la Iglesia con respecto al Bautismo se resume en:
1. El Bautismo de agua es necesario para todos con necesidad de medio extrínseca
relativa: es una afirmación de Fe, por lo menos en lo sustancial. La necesidad del bautismo es
universal. La necesidad es extrínseca porque Dios puede infundir la gracia de otro modo. Es
relativa porque puede recibirse por un acto de Caridad perfecta por el martirio.
2. Puede ser suplido en los adultos con el Bautismo de deseo: esto debe ser
considerado como doctrina cierta. El deseo se entiende como un acto de Caridad perfecta (no
es un deseo vago) que incluye el deseo del bautismo de agua, al menos implícitamente. Este
bautismo justifica ex opere operantis (no depende de un rito sino de la disposición subjetiva).
Los efectos: Remite el pecado original, el pecado actual (mortal y venial) e infunde la Gracia,
pero no remite todas las penas temporales (sí las eternas) sino proporcionalmente a las
disposiciones del sujeto. No imprime carácter.
3. Puede ser suplido con el Bautismo de sangre tanto en los adultos como en los
niños sin uso de razón: es una doctrina cierta. El martirio confiere la gracia cuasi (modo) ex
opere operato. No es por las meras disposiciones del sujeto sino por la confesión objetiva
donde hay una máxima visibilidad, que es el martirio. El martirio, considerado subjetivamente
(es decir, las disposiciones) implica, al menos, la atrición de los pecados mortales. Efectos:
remite el pecado original, los pecados actuales, todas las penas temporales, y consigue la
Gloria. No imprime carácter.