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ANTE JESÚS CRUCIFICADO

No me mueve, mi Dios, para quererte, 


el cielo que me tienes prometido; 
ni me mueve el infierno tan temido
para dejar por eso de ofenderte.

Tú me mueves, Señor; muéveme el verte 


clavado en una cruz y escarnecido; 
muéveme ver tu cuerpo tan herido; 
muévenme tus afrentas y tu muerte.

Muéveme, en fin, tu amor, y en tal manera 


que aunque no hubiera cielo, yo te amara, 
y aunque no hubiera infierno, te temiera.

No me tienes que dar porque te quiera, 


pues aunque lo que espero no esperara,
lo mismo que te quiero te quisiera.

FRAY MIGUEL DE GUEVARA


JESUCRISTO

Era bello y gentil como entreabierto


el blanco lirio de fragante aroma,
y manso como tímida paloma
que gime solitaria en el desierto.

Hora de sangre y de sudor cubierto


cual vil esclavo de la altiva Roma,
sobre las rocas de ese monte asoma
de amor rendido y por nosotros muerto.

Venid, ungidos; férvidos los pechos


y humilde el corazón, subid al punto
a la sangrienta cumbre del calvario;

y contemplad en lágrimas deshechos


el divino ejemplar cuyo trasunto
deben ser los ministros del santuario

MIGUEL JERÓNIMO MARTÍNEZ


SONETO A UNA CÓMICA DIFUNTA

Aquí yace la púrpura dormida;


aquí el garbo, el gracejo, la hermosura,
la voz de aquel clarín de la dulzura
donde templó sus números la vida.

Trompa de amor, ya no a la lid convida


el clarín de su música blandura;
hoy aprisiona en la tiniebla obscura
tantas sonoras almas una herida.

La representación, la vida airosa


te debieron los versos y más cierta.
Tan bien fingiste -amante, helada, esquiva-,

que hasta la Muerte se quedó dudosa


si la representaste como muerta
o si la padeciste como viva.

MIGUEL DE SANDOVAL Y ZAPATA


A LA CORCOVA DE RUI-DÍAZ

Érase un hombrecillo que asomaba


de allá de lo profundo de una Jiba,
y érase una Corcova tan altiva
que cuasi con las nubes se rozaba.

Era un nuevo Babel que se labraba,


la Cuesta de Maltrata era hacia arriba;
érase una Corcova infinitiva,
Corcova perdurable, que no acaba.

Érase el Escorial de las corcovas,


era el Cáucaso monte inaccesible,
el Olimpo y el Osa y Pelión; era

las Siete Maravillas de jorobas:


Corcova tan atroz y tan terrible,
Que a la espalda de Atlante la rindiera.

JUAN DE VILLA Y SÁNCHEZ


EL SONETO

¡Catorce versos! Mas está el primero;


pasemos al segundo: no va malo.
El tercero… aquí es ello; mas lo igualo;
y con el cuarto ya es cuarteto entero.

El quinto ¡qué primor! Salió sin pero;


síguese el sexto: bien; si lo acabalo,
al séptimo sin pena me resbalo,
Y me paso al octavo placentero.

Respiremos en fin: el nueve es éste,


tan fácil como el diez; y este terceto
acabe el once, cueste lo que cueste.

¡Quién lo creyera! El doce está completo.


¿Y el trece? ¡Apolo su favor me preste!
El catorce ¡oh placer!... Ya está el soneto.

ANASTASIO DE OCHOA Y ACUÑA


EN EL BAÑO

Alegre y sola en el recodo blando


que forma entre los árboles el río
al fresco abrigo del ramaje umbrío
se está la niña de mi amor bañando.

Traviesa con las ondas jugueteando


el busto saca del remanso frío,
y ríe y salpica el glacial rocío
el blanco seno, de rubor temblando.

Al verla tan hermosa, entre el follaje


el viento apenas susurrando gira,
salta trinando el pájaro salvaje,

el sol más poco a poco se retira;


todo calla... y Amor, entre el ramaje,
a escondidas mirándola, suspira.

MANUEL M. FLORES
EN EL ÁLBUM DE PEPE

¿La amaste...? Pues olvídala. Esta vida


de bienes duraderos tan escasa;
amando y olvidando se nos pasa
y cuando más se vive más se olvida

Una pasión es fiebre que, homicida,


se nos mete cual Pedro por su casa
dentro del corazón, y nos abrasa…
No hay, pues, que dar a la pasión cabida.

La mujer es un ángel, no lo niego;


pero, Pepe, la Biblia es testimonio
de que la echaron del Paraíso luego:

estaba en relación con el Demonio,


y, como no han quebrado, a pensar llego
que ya hasta contrajeron matrimonio.

MANUEL M. FLORES
A MI QUERIDO AMIGO VICENTE FUENTES

¡Oh, tú que a la llegada de mi santo


tu tarjeta y tus plácemes me envías
en prueba de las buenas simpatías
con que has sabido distinguirme tanto!

¡Oh, tú que en vez de música y de canto,


y en vez de bandolones y poesías,
vienes y llegas y me das los días
con un Vicente Fuentes que da encanto!

Párate, y sabe que, aunque no lo creas,


te he agradecido en mi ánimo infinito
el que tan bueno con tu amigo seas;

pero también que sepas necesito


que ya que tantos años me deseas,
debes darme el remedio y el trapito.

MANUEL ACUÑA
PENSAMIENTOS FUNESTOS DE UN SEÑORITO…

Cinco meses le debo a mi barbero…


El sastre, sí, me suele dar cuidado,
porque, siendo francés atolondrado,
no respeta que soy un caballero.

Es un pobre italiano el cocinero,


que sufre, si le trato con agrado…
¡Mas aquel andaluz tan mal criado
Me ha cobrado seis veces el sombrero!

La luneta… La casa… El codicioso


catalán que reclama su brillante…
El gallego del traje ¡qué roñoso!

¿Y qué tengo que hacer en este instante


para evitar un lance vergonzoso?
No apurarme, y salir muy petulante.

JUAN JOSÉ DE GUIDO


MIL DULZURAS

Tengo por vecindad una escoleta


en que truena perpetua la tambora
y alterna con la trompa graznadora
el agudo octavino y la trompeta.

De una escuela la eterna cantaleta


me desgarra la oreja, hora por hora,
y un chico de la criada, ya a la aurora,
chilla si el pecho maternal no aprieta.

Por posdata, sus gallos temerario


Rubín pone en el cuarto de delante;
corona todo el tren un campanario

pertinaz, obstinado e incesante


en repicar… Aqueste es mi Calvario
en Cadereita, calle del Diamante.

GUILLERMO PRIETO
LUZ

De su espléndido coche Luz desciende,


y de su traje la crujiente seda
como cortina levantada queda,
y desgarrada, tarde se desprende.

Allí rojiza pierna me sorprende,


y en ella fijo mi mirada leda,
hasta que Luz así, con voz aceda
mi involuntaria admiración reprende:

“es una imperdonable grosería


la costumbre que tiene el mexicano
de andar en busca de los pies a gatas.

Nuestra amistad acaba en este día.”


Oye el secreto de ese enojo, hermano:
No tiene pies la diosa, sino patas.

IGNACIO RAMÍREZ

NESTOS DE UN SEÑORITO

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