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La escuela

La escuela como institución surge como consecuencia de la alfabetización. "El desarrollo de


las escuelas como lugares alejados de los procesos productivos primarios de la sociedad
está estrechamente conectado con el desarrollo de la escritura" (Bosco, 1995, pág. 31). Las
primeras escuelas conocidas datan de 2.000 años a. de C., en Sumeria. Su objetivo era
enseñar la escritura cuneiforme a una clase social privilegiada, a unos "especialistas": los
escribas. Un uso político-económico del lenguaje escrito que también puede hallarse en
China o Egipto. En las culturas orales, el aprendizaje era fruto de la experiencia en las
actividades de la vida cotidiana. La aparición de la escritura impone la descontextualización
o disociación entre las actividades de enseñanza/aprendizaje y las actividades de la vida
diaria. Aprender a leer y escribir requería el uso de medios extraordinarios: no era ya
posible hacerlo mediante la observación y la repetición de los actos de los adultos, muchas
veces en forma de juego, que eran la forma natural de socialización. La palabra, escrita y
hablada, tomaba el relevo de la experiencia directa con las cosas. Así, estaban a la orden
del día las variables que determinaron el advenimiento de las ciudades, las urbes iniciales
como Ur, Jericó, entre otras, en las cuales la necesidad de racionalizar el uso de los
recursos hizo necesario la creación de códigos o "libros de deberes" en los cuales se
perfilaba el comportamiento del habitante del paisaje urbano. Ahora, no sólo era necesario
transferir al párvulo el conocimiento generado en el hogar, era también necesario
prepararlo para el conocimiento que "aplicaría" en interacción con los terceros que
compartían el espacio de la "Polis". Así nacieron los grupos de discusión, enseñanza y
aprendizaje, "las peñas del saber", en donde la simple conversación no estructurada
conducía a la manipulación primaria de los saberes necesarios por esa incipiente
"sociedad".

En la civilización occidental contamos con el momento en el cual, la "peña" del saber se


constituyó en "academia". Tal evento ocurrió en la antigua Grecia, cuando Platón le dio ese
nombre a la reunión en la cual se impartía conocimientos de matemática, filosofía,
medicina, derecho y letras. Aunque hoy en día la veamos como una institución
rudimentaria, nos preguntaríamos ¿cuántas universidades hoy en día pudieran abordar los
diálogos socráticos, y las leyes de Dracón y Solón, como lo hacía la célebre Escuela de
Atenas?

El fenómeno de la escolaridad en la sociedad no se circunscribía, en forma alguna, a la


geografía histórica de occidente; simultáneamente, la sabiduría de Confucio, Buda y Lao
Tsé se abrían paso en China y La India y el sureste asiático, generando el surgimiento de
los monasterios, donde los frailes observaban una vida contemplativa en la cual se
transferían el conocimiento grabado por los escribas en los textos manuscritos en papiros y
pergaminos de antigua data, y en donde de igual forma y utilizando tecnologías
artesanales, resguardaban el conocimiento para las futuras generaciones.

Desde luego, al crearse la Polis, la institución del Estado para administrar la competencia
pública, la función de la educación también se institucionalizó como la administración de
justicia, el ejercicio del comercio y la salubridad en la sociedad. En la medida en que crecía
el conocimiento del entorno natural y social (que hemos conceptuado como educación
cósmica), también se hizo evidente la necesidad de institucionalizar a la escuela
socializándola, vale decir, colocándolo fuera del exclusivo dominio del entorno familiar,
donde estaba limitada a los saberes de la familia, para tomar un marco de referencia
mucho más amplio al ocuparse de la transmisión de conocimientos e instrucción de los
oficios requeridos por la sociedad en general. En la medida en que se hacía necesario la
generación de nuevas ideas, conceptos y procedimientos para abordar la realidad
cambiante, entonces se hizo necesario investigar las fuentes de información y
documentación que se tenían disponibles hasta el momento; de suerte que, se comenzaron
a reunir los libros que contenían las claves del entendimiento del mundo natural, físico y
humano que se tenía y se "democratizó" la lectura, a través de la creación de bibliotecas.
La más famosa de la antigüedad, la Biblioteca de Alejandría, con sus más de 100.000
volúmenes, comenzaron a irradiar su luz de conocimiento a todo el mundo conocido en ese
entonces, cuando la cultura griega entró en contacto a través de los macedonios con las
milenarias y antiquísimas culturas orientales, en lo que podríamos señalar como el
comienzo de la globalización de la gran cultura humana.

Así, Europa Occidental comenzó a ser registrada en el avance de sus saberes por el Medio
Oriente y el mundo arábigo, creándose una especie de archivo histórico del pensamiento
occidental que tenía como discurso integrador, la obra de Aristóteles, maestro de Alejandro
Magno, el actor político y militar cuya acción desencadenó esa difusión de valores y
conocimientos nuevos a los asentamientos humanos más antiguos del planeta.

De esa manera, la fina y elegante dialéctica socrática entró en maravilloso contacto con los
saberes de la India, de los árabes y de los chinos y demás pueblos populosos de Asia, en
una experiencia única, que hizo crecer a esas sociedades disgregados del este de Europa
que comenzaron a integrarse bajo una visión de Estado ecuménica, la cual permitía esa
especie de esfuerzo colosal que significó el sincretismo de las creencias, de las artes, de las
culturas en general. Así, se preparó el terreno para el florecimiento de una corriente
institucional que abordara todos los campos del saber alrededor de un concepto ciudadano
del hombre y del espacio. Nos referimos, por supuesto, a Roma, donde se crea la visión del
Derecho Republicano para constituir el Estado. Allí, entonces, la educación se estructura en
una cadena de saberes que engranan y se conectan con el modelo o perfil de sociedad que
se busca de acuerdo a un ideal de convivencia práctica y efectiva. La escuela, el liceo y la
academia, generan una actividad prolija en discusión de ideas y ejercicio del arte; siendo el
foro, en cierto sentido el equivalente al ágora o plaza griega, el espacio ciudadano por
excelencia, donde crece y se desarrolla la opinión pública como escenario del acuerdo
social. Podríamos señalar, en gran medida, que este es el momento de mayor esplendor de
la escuela peripatética, la iniciada en los tiempos presocráticos,aquella que escenificaba el
aprendizaje tomado de la abierta observación de la naturaleza a través de paseos al aire
libre, donde maestros y discípulos compartían un Estado dinámico de pensamiento
compartido caracterizado "por el tránsito" de las ideas hasta llegar a la formulación de
postulados de pensamiento y acción que surgían como verdades actualizadas, hoy diríamos
certezas, hasta el advenimiento de las leyes que estatuían su correcta interpretación. La
educación en este entonces, era portada por los maestros, "los sabios", especie de
ciudadanos muy cultos y con propensión marcada a la conversación didáctica, los cuales
efectuaban sesiones de discusión e interpretación de los saberes aplicados, teóricos y
espirituales que en suma correspondían al "pensum" prediseñado para la formación de los
diversos roles ciudadanos a realizar por ellos, dentro del espacio convenido o aceptado para
el ejercicio de los distintos roles o "profesiones" requeridas por la sociedad.
http://www.eluniversal.com/2007/09/08/opi_44479_art_el-origen-de-la-
escu_08A982837.shtml

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