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La revolución Rusa.

Bibliografía. Saborido, Jorge. Historia de la Unión Soviética. Introducción y Cap. 1-2-3.

En la presente clase, abordaremos el proceso revolucionario en Rusia. El objetivo de esta clase es


y abordar dos ejes esenciales: el concepto de Revolución que en este proceso constituye un
aspecto central (las diferencias entre una revolución democrática burguesa y una revolución
social/socialista, que conlleva la problemática central en el marxismo y el mundo socialista) y las
perspectivas historiográficas en torno a la revolución soviética.
Daremos cuenta de los acontecimientos principales del periodo, a través de un desarrollo fáctico y
ahondaremos en los dos ejes principales de la clase.
1) Concepto de revolución: Las diferencias entre la revolución de 1905 como revolución
democrático burguesa, la revolución de febrero de 1917 y la problemática del doble poder y
la revolución de octubre.
2) Debates historiográficos que aparecen en el texto:
a) El impacto de la guerra en la revolución de febrero de 1917 (p. 35)
b) La Revolución de febrero en la historiografía (p. 46)
c) La Revolución bolchevique en la visión actual de los historiadores (p. 70).

La revolución rusa.

El imperio zarista.

Desde 1613 la dinastía de los Romanov gobernaba el Imperio Ruso, el cual a fines del siglo XIX era
el Estado más extenso del planeta con una superficie que superaba los 26,5 millones de kilómetros
cuadrados y una población de 122.666.500 habitantes, de los cuales el 87% vivía en el campo. Para
lograr el dominio de este amplio territorio, los zares llevaron adelante sucesivas conquistas sobre una
gran cantidad de pueblos de variada composición étnica.
Acompañando la expansión territorial se desarrolló la servidumbre debido a la necesidad de ejercer
un poder efectivo sobre las poblaciones conquistadas. Las tierras y la mano de obra servil fueron
entregadas a la nobleza, a cambio de la realización de servicios civiles o militares. Los siervos
estaban “atados” a la tierra ocupando parcelas individuales en los dominios de los señores, a los
cuales pagaban una renta en trabajo o en dinero; una vez pagada la renta podían disponer de lo que
producían.
La derrota sufrida por Rusia en la Guerra de Crimea (1853-1856) generó un malestar en la elite
política que interpretó el fracaso militar como una consecuencia del atraso ruso frente a las
principales potencias occidentales. Esto los condujo a pensar que la modernización debía comenzar
por la abolición de la servidumbre que traería como resultado un aumento en la productividad
agrícola.
En 1861, el Zar Alejandro II, firmó el decreto que disponía la abolición de la servidumbre y el pago
de indemnización a la nobleza terrateniente. Los antiguos siervos recibirían parcelas de tierras por las

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cuales debían pagar al estado en cuotas denominadas “pagos de redención”; con ese dinero el Estado
indemnizaba a la nobleza terrateniente por la perdida de sus tierras y la mano de obra.
La medida no obtuvo los resultados deseados. Una gran masa de campesinos se encontró cultivando
parcelas que apenas cubrían sus necesidades básicas. Debido al aumento de la presión fiscal y la
escasa incorporación de innovaciones tecnológicas, Se generó un escaso aumento de la
productividad.
El último Zar del Imperio Ruso, Nicolás II, asumió el poder en 1894. Su principal objetivo fue
continuar con la política de modernización económica impulsada por su padre. Para reforzar la
posición de Rusia en el escenario internacional impuso una política económica proteccionista,
acompañada con la apertura al capital extranjero. El Estado ocupó el papel central en la movilización
de los recursos productivos y en la remoción de obstáculos institucionales que pudieran bloquear el
desarrollo económico.
El ingreso de capital extranjero (francés, inglés y alemán) impulsó la construcción de una extensa
línea ferroviaria, fundamentalmente el Ferrocarril Transiberiano que posibilitó la colonización de
Siberia y la conexión con la Rusia Asiática. Esto significó un factor decisivo para el crecimiento
industrial debido a la demanda de hierro, acero y maquinarias destinadas al tendido de las vías
férreas. También adquirieron gran importancia la industria textil y la metalmecánica.
El desarrollo urbano fue notable debido a la instalación de las nuevas industrias y el consecuente
aumento del número de trabajadores, que paso de 600.000 en 1860 a 1.700.000 en 1900.

El zar Nicolas II.

El surgimiento de los partidos revolucionarios.

A pesar de los esfuerzos realizados por el gobierno para impedir la penetración de las ideas
marxistas, éstas tuvieron un fuerte impacto en la organización política y sindical de la naciente clase
obrera rusa.
En 1898 se realizó un congreso que fundó el primer partido político revolucionario: el Partido
Obrero Socialdemócrata Ruso. Si bien todos sus integrantes fueron encarcelados y sus principales
dirigentes se exiliaron, quedaron sentadas las bases para el nuevo intento. Este se produjo en 1903
en la ciudad de Bruselas y luego se trasladó a Londres, en el cual participó Vladimir Illich Ulianov,
más conocido por uno de los seudónimos que utilizó en la clandestinidad: Lenin.
El principal debate que se generó en el seno del partido se desarrollo entre los sectores que proponían
concentrarse en la lucha por reivindicaciones salariales para los obreros, es decir otorgar mayor
importancia al sindicalismo. Frente a esta posición Lenin planteó que los trabajadores debían
concentrarse en las demandas políticas en pos de la revolución que debía liquidar al capitalismo. En
1902 publicó su famosa obra “¿Qué hacer?” en la cual sostenía que los trabajadores sometidos a la
explotación capitalista, no podrían desarrollar espontáneamente una conciencia revolucionaria, que
para eso era necesario la formación de un nuevo tipo de partido que lograra transformarse en la

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“vanguardia” del proletariado, orientando su accionar y tomando las decisiones tácticas y
estratégicas.
Esta postura generó diferencias en el seno del Partido Obrero Socialdemócrata, porque frente a la
postura de Lenin se alzaron quienes defendían la idea de un partido socialista democrático, basado en
un amplio reclutamiento dentro de la clase obrera. Si bien Lenin fue derrotado en la votación, obtuvo
un resultado favorable en pos de la organización del partido. Debido a ello obtuvo para su sector la
denominación de “bolcheviques” (mayoría), en contraposición a los “mencheviques” (minoría).
Esta división atravesó la historia del partido.
Entre 1901 y 1902 se formó un nuevo partido de izquierda, el Partido Socialista Revolucionario.
En su programa reivindicaban las posiciones de los campesinos: reparto de tierras y reivindicación de
las comunidades campesinas. Su principal dirigente Víctor Chernov sostenía que la revolución en
Rusia tenía una triple base social: los intelectuales de clase media, el proletariado urbano y los
campesinos como el sector fundamental porque representaban a la mayoría de la población rusa.
A la par, existía el partido liberal. El origen del movimiento liberal ruso se remonta a los últimos
años del siglo XIX. Ante la crítica situación del campesinado (hambre) y los trabajadores urbanos
(pésimas condiciones de vida) y la incapacidad del Estado para resolver esos temas, muchos
intelectuales y profesionales empezaron a actuar políticamente. En 1902 se formó la Unión para la
Liberación, con el objetivo de abolir la autocracia zarista y establecer una monarquía constitucional
con un parlamento electo por sufragio universal.

“Capitalistas de todos los países ¡Uníos!” Típico cartel que


satirizaba el capitalismo de Estados Unidos, Francia e Inglaterra, remarcando las diferencias entre
ricos y pobres en esos países. Es la clásica crítica comunista al capitalismo, la profunda
diferenciación social que los bolcheviques intentaban erradicar.

La revolución de 1905

Los acontecimientos que se desarrollaron a lo largo de 1905 señalaron el despertar a la vida política
de amplios sectores sociales afectados por la nueva realidad económica social.
En el campo los disturbios, ataques directos contra los grandes propietarios, habían comenzado unos
años antes. Sus causas se encuentran en el tradicional problema de la baja productividad de las tareas

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agrícolas que hacía imposible alimentar a los campesinos y al mismo tiempo generar excedentes para
vender en el mercado y obtener el dinero necesario para hacer frente a los pagos de redención y los
impuestos estatales que iban en aumento. En las ciudades, la derrota de Rusia frente a Japón en
1904 activó a los partidos opositores al régimen zarista los cuales reforzaron sus reclamos de
transformaciones en el sistema político.
En enero de 1905 los trabajadores de San Petersburgo convocaron a una demostración pacífica, no
organizada por militantes y revolucionarios sino por un sacerdote vinculado con la corte, para llamar
la atención del Zar sobre sus reclamos económicos. Pero, y a pesar de ello, la manifestación fue
duramente reprimida. El “Domingo Sangriento” las tropas dispararon sobre los manifestantes que
se hallaban frente al Palacio de Invierno, dando inicio a la revolución.
Durante los meses siguientes, campesinos, obreros, estudiantes, intelectuales y políticos se
movilizaron hasta hacer tambalear a la autocracia. En el inicio del proceso fueron los grupos liberales
los organizadores de la oposición al gobierno pidiendo la convocatoria de una Asamblea
Constituyente. La participación de los partidos revolucionarios fue menor debido a que sus
principales dirigentes se encontraban en el exilio.
En el marco del proceso revolucionario, los trabajadores de San Petersburgo organizaron un “soviet”
o consejo de representantes de los trabajadores elegidos democráticamente en las fábricas. Este
modelo se organización se expandió por las principales ciudades industriales. Los soviets se
convirtieron en un foro político para los trabajadores y para los dirigentes socialistas, entre los cuales
se destacó el menchevique León Trostky.
Ante esta situación, el Zar Nicolás II, decretó el Manifiesto de Octubre, que teóricamente
organizaba una monarquía constitucional al estilo de los principales países de Europa occidental.
En él se establecía la concesión de libertades civiles, se creaba la Duma (parlamento) y se otorgaba
derecho de sufragio a amplios sectores de la población. Ante esta situación, los liberales
abandonaron la práctica revolucionaria y concentraron sus energías en la participación electoral.
El resultado político de la revolución de 1905 fue ambiguo, porque, y a pesar de los cambios
introducidos, Nicolás II mantuvo su creencia de que Rusia era una autocracia. Es cierto que ahora el
Zar debía consultar con un parlamento electo, pero los poderes de la Duma eran limitados y esta
podía ser disuelta por voluntad del Zar. Debido a esto, Saborido sostiene que se ha definido a la
revolución de 1905 como “una revolución burguesa fracasada”.
Cuando las tropas que habían participado de la guerra contra Japón volvieron al territorio imperial,
Nicolás II contó con ellas para llevar adelante la acostumbrada represión hacia los opositores. El
régimen político había cambiado sólo en apariencia.

Funeral en Petrogrado de las víctimas del “Domingo Sangriento”.

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Rusia frente a la Primera Guerra Mundial.

Debido a su alianza con Francia (recordemos las inversiones francesas en el proyecto del ferrocarril),
en agosto de 1914 Rusia declaró la guerra a Alemania. Las sucesivas derrotas frente a la
poderosa maquinaria bélica germánica, llevaron al Zar Nicolás II en 1815 a asumir el comando
directo de las fuerzas armadas, a pesar de las advertencias de sus consejeros respecto de que a
partir de ese momento pasaba a ser responsable directo de la suerte del ejército. La emperatriz
Alejandra, esposa del Zar que tenía una gran influencia sobre él, quedó al frente del gobierno. Su
origen alemán despertó las sospechas de vastos sectores de la sociedad, incluyendo a la propia
aristocracia zarista.
La guerra tuvo un fuerte impacto sobre la economía rusa. La incesante demanda de hombres para
el ejército afectó tanto a las zonas agrícolas como a las industriales.
El aumento constante de los productos manufacturados que generó una alta tasa de inflación hizo que
ese dinero extra que los campesinos ganaban careciera de valor. Debido a ello entre 1916 y 1917
disminuyó un 20% el área de cultivo generando un profundo impactó tanto en las ciudades como en
el frente de guerra, debido a la falta de alimentos. A este problema se sumó la insuficiencia de los
medios de transporte porque los ferrocarriles eran utilizados mayoritariamente para el traslado de las
tropas y el material bélico, dejando poca capacidad para el transporte de los alimentos.
Las ciudades fueron las que sufrieron el mayor impacto de la crisis económica generada por la
guerra. Las industrias se centraron en la producción de armamentos y municiones, generando una
baja en la producción de bienes de consumo que, como hemos indicado, tuvo como consecuencia un
constate aumento de precios. La demanda creciente de trabajadores en las industrias, debido al
reclutamiento de los hombres, fue cubierta por mujeres y niños. Las jornadas de trabajo se
extendieron, pero los salarios se mantuvieron bajos. Esto generó un incremento de las huelgas y el
abandono de los puestos de trabajo ya que la inflación devoraba los escasos ingresos las trabajadoras
y sus familias.
Las derrotas militares no sólo generaron un cuestionamiento a la conducción de la guerra sino
también al propio sistema político. La heterogénea oposición al Zar se aglutinó formando el Bloque
Progresista que proponía la formación de un gobierno unificado bajo el control de la Duma para
implementar un programa de emergencia. Pero esto fue rechazado por Nicolás II lo cual generó una
radicalización de la oposición que se dividió en dos grupos: los bolcheviques, quienes encabezan
la oposición a la continuación de la guerra, frente a los moderados que plateaban una posición
defensiva frente a la agresión extranjera. Pero el principal punto de divergencia entre estos grupos
fue el método que se debía seguir para terminar con el zarismo: mientras los bolcheviques
sostenían que los obreros y campesinos debían ser los principales protagonistas de los cambios,
los moderados proponían la formación de un frente que incluyera también al resto de los
sectores sociales (clases medias) en alianza con los grupos liberales.
Existe un debate entre los historiadores acerca del impacto que tuvo la guerra en el devenir de
los acontecimientos de 1917. No hay que perder de vista que preguntarse “que hubiera pasado si…”,
en este caso, si no hubiera existido la primera guerra mundial, es un ejercicio contrafáctico que tiene
poco sentido desde el análisis histórico.
1) La primera respuesta, de orientación conservadora, sostiene que desde 1905 Rusia estaba en
un proceso de progreso económico y político, y que si no hubiera sido por el estallido de la
guerra podría haberse consolidado como una monarquía constitucional estable.
2) La posición contraria pone el eje en la protesta social que existía en Rusia previa a la guerra.
El estallido bélico tuvo la función de acelerar un proceso que ya estaba en marcha y que
en general los defensores de esta postura consideraban “inevitable”.

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Batallón alemán en la batalla de Darkhemen, en territorio ruso (1915).

La Revolución de febrero de 1917

La crisis económica y social se agravó en el invierno de 1916-1917 debido al racionamiento de


pan que impusieron las autoridades para lograr abastecer a las tropas en el frente de guerra. Las
deserciones de soldados aumentaron y se produjeron motines en varios regimientos. En las ciudades
aumentó el número de huelgas y movilizaciones, siendo los militantes de los partidos revolucionarios
los que ejercieron el rol de líderes en las mismas.
En febrero de 1917 se iniciaron una serie de huelgas y manifestaciones en la ciudad de
Petrogrado cuya consigna era una sola: “pan”. La ciudad se paralizó, casi todas las fábricas estaban
cerradas, no había transportes ni periódicos, ni los bares ni los bancos abrieron sus puertas. Los
soldados, encargados de la represión de las constantes movilizaciones, comenzaron a dudar sobre su
obediencia a las órdenes del Zar. Estas fuerzas represivas estaban compuestas en su mayoría por
heridos de guerra que vivenciaron el hambre y la falta de armamentos en el frente y por reservistas
mayores de 40 años que compartían con el resto de la población la crisis económica. A los pocos días
de iniciado el proceso revolucionario el grueso de los regimientos militares se sumó a la
insurrección.
Cómo consecuencia directa de estos acontecimientos, y por iniciativa de los mencheviques, resurgió
el soviet de Petrogrado. Su comité ejecutivo elaboró la línea política a seguir: el establecimiento de
un gobierno provisional de carácter burgués, integrado por representantes de los partidos
liberales y socialistas. Ello se debía a la convicción de los dirigentes que un gobierno surgido de las
masas insurgentes no tenía posibilidad de sobrevivir debido a la oposición de la burguesía y la
aristocracia, lo cual conduciría a una guerra civil.
Sin embargo, los obreros y soldados insurrectos presionaron al comité ejecutivo del soviet para
formar un gobierno revolucionario, lo cual condujo a los sectores moderados del mismo a buscar
apoyo en el recientemente creado Comité Provisional de la Duma. Este se hizo cargo del gobierno
logrando la abdicación del zar, decisión que contó con el apoyo de los principales jefes militares
que preferían sacrificar la monarquía para preservar la paz social y no afectar las operaciones en el
frente de guerra.
Pero, como ya hemos señalado, el nuevo Gobierno Provisional no contó con el total apoyo de los
obreros y soldados que participaban del soviet de Petrogrado. Esto generó una situación inédita: un

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poder dual, en el cual las acciones del Gobierno Provisional quedaron sometidas a la
aprobación al soviet. Es decir, el poder pasó a estar compartido entre la Duma y el Soviet de
Petrogrado.
El nuevo gobierno puso en marcha un amplio plan de reivindicaciones cuyos principales puntos eran:
amnistía para todos los presos políticos; libertad de palabra, asociación, reunión y reconocimiento
del derecho de huelga; abolición de todo privilegio basado en la nacionalidad, religión u origen
social; convocatoria inmediata a una Asamblea Constituyente elegida por sufragio universal, secreto,
directo e igualitario; disolución de todos los órganos policiales, reemplazados por una milicia electa,
supervisados por el gobierno local; compromiso de que los soldados que participaron en la
revolución no iban a ser despojados de sus armas ni enviados al frente; mantenimiento de la
disciplina militar pero reconociendo a los soldados derechos similares a los civiles.
Pero quedaban pendiente un tema de singular importancia: la continuidad o no de la participación en
la guerra.

Manifestación en Petrogrado, plaza Znamenskaya – Febrero 1917.

Debates historiográficos.

Los acontecimientos de febrero de 1917 han suscitado diversos debates en la historiografía, que
podemos agrupar en tres cuestiones.

1) ¿Cuáles fueron las causas inmediatas de la revolución? La posición más aceptada


sostiene que existía un acuerdo en la elite de que era necesario destituir a Nicolas II. A
su vez, la inquietud social iba en aumento debido a las penurias derivadas de la derrota
en la guerra. En este sentido, todos los sectores de la población presentaban descontento
con el régimen.
2) Si la revolución fue un estallido espontáneo o estuvo planificada. La mirada más
extendida sostiene que las primeras manifestaciones de descontento fueron
espontáneas, pero después las encauzaron algunos dirigentes. Sin embargo, hay una
postura minoritaria en el debate que es la que se apoya en la creencia de que
efectivamente existía una conspiración llevada adelante por presencia alemana en Rusia.

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3) ¿Por qué los obreros y soldados de los soviets aceptan el poder dual con la Duma en
vez de hacerse con la totalidad del poder? En este sentido existen dos posturas. La
primera es aquella que sostiene que el establecimiento del poder dual estuvo sostenido en
la desconfianza que generaban las masas. Otra postura explica que existía la necesidad
de que se consolidara un gobierno democrático burgués para realizar las tareas
pendientes de la modernización capitalista. Esa modernización capitalista era el paso
previo necesario para que se pudiera llevar adelante la revolución socialista.

El camino hacia la Revolución de Octubre

A comienzos de abril, Lenin y otros dirigentes revolucionarios regresaron a Petrogrado.


Inmediatamente, el líder bolchevique se puso a trabajar. El 7 de abril de 1917 Lenin publica en el N°
26 del periódico Pavda un artículo en el que reproduce elementos claves de un discurso pronunciado
frente a la asamblea del partido. En las llamadas “Tesis de abril”, Lenin hace una lectura de la
situación rusa y de las tareas en las que debe embarcarse el proletariado. En este sentido,
considera que la revolución de febrero fue una revolución democrático-burguesa que instauró un
gobierno capitalista, y que por lo tanto están dadas las condiciones para una revolución socialista que
coloque el poder en manos de los obreros y campesinos: “La peculiaridad del momento actual en
Rusia consiste en el paso de la primera etapa de la revolución, que ha dado el poder a la
burguesía por carecer el proletariado del grado necesario de conciencia y de organización, a su
segunda etapa, que debe poner el poder en manos del proletariado y de las capas pobres del
campesinado.”
En una conferencia del partido logró imponer su consigna: “Todo el poder a los soviets” y un
programa revolucionario. Este establecía la confiscación inmediata de las tierras de los terratenientes
y la entrega a los campesinos, dentro de una estrategia general en la que el objetivo final debía ser la
nacionalización de las tierras y el control del nuevo Estado revolucionario sobre las mismas, el
reconocimiento del autogobierno reclamado por los territorios no rusos del antiguo imperio zarista y
la inmediata firma de un tratado de paz con Alemania. Este último punto le granjeó a los
bolcheviques el apoyo de los soldados que querían terminar con la guerra y volver a sus casas.
La línea política propuesta por Lenin generó el acercamiento a las filas bolcheviques de León
Trotsky, uno de los más brillantes dirigentes socialistas, dando comienzo a una actuación conjunta
que los convirtió en las personalidades más destacadas de la revolución.
El apoyo que los bolcheviques iban logrando entre los obreros, campesinos y soldados, sumado al
agravamiento de la situación económica y el incremento de la tensión social produjeron una
justificada alarma entre las clases superiores y el partido liberal. Sin embargo, el desafío al
gobierno provisional no provenía únicamente desde la izquierda. En julio, Kornilov, un militar
de destacada actuación en el campo de batalla, fue nombrado comandante en jefe del ejército. Una
vez designado anuncio que actuaría de acuerdo con lo que le indicara su conciencia y que no
permitiría que el gobierno o los soviets interfirieran en las operaciones militares. La prensa
conservadora, los principales empresarios y la clase media, vieron en él a la persona adecuada para
salvar a Rusia de una nueva revolución.
Si bien el gobierno provisional intentó detener el golpe de estado, Kornilov ordenó el inmediato
avance de las tropas sobre Petrogrado. Ante esto, el soviet como institución, así como también
obreros y soldados se organizó para defender la revolución. Se distribuyeron armas entre la milicia
bolchevique (Guardias Rojos) pero antes de que estas pudieran actuar, los obreros ferroviarios
obstaculizaron el avance de las tropas y muchos agitadores se mezclaron entre los soldados para
advertirles que estaban siendo usados para un golpe contrarrevolucionario. El movimiento de tropas
se paralizó y Kornilov fue detenido, pero el gobierno provisional no pudo superar su debilidad.

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Durante el mes de septiembre, el país estuvo paralizado por una serie de huelgas y las tensiones
sociales en el campo iban en aumento. Los bolcheviques continuaban acumulando apoyos entre
obreros y soldados, obteniendo mayoría tanto en el soviet de Moscú como en el de Petrogrado, del
cual Trotsky se había convertido en presidente y organizado un Comité Militar Revolucionario.
Las expectativas de Lenin pasaban por la realización de una operación rápida para liquidar al débil
gobierno provisional, ejecutada por una pequeña fuerza decidida, bien armada y disciplinada. Debido
a ello las dudas sobre el apoyo que podrían obtener de las masas obreras y campesinas no constituía
un problema, para el líder bolchevique había que convencer a los dirigentes revolucionarios de que la
insurrección debía realizarse lo antes posible.

General Lavr Georgiyevich Kornilov

La Revolución de Octubre.

La insurrección comenzó el 24 de octubre cuando las fuerzas del Comité Militar Revolucionario
acompañados de militantes bolcheviques armados, ocuparon los lugares estratégicos de
Petrogrado: estaciones de ferrocarril, puentes, central telefónica y telegráfica, el banco del Estado y
rodearon el Palacio de Invierno donde sesionaba el Gobierno Provisional.
A los pocos días se reunió el Congreso General de los Soviets, en el cual los bolcheviques
conformaban una mayoría de alrededor de 340 delegados sobre un total de 650, a los cuales se
sumaba el apoyo de 100 socialistas revolucionarios de izquierda que compartían los objetivos de
Lenin. Ante esta abrumadora mayoría los mencheviques abandonaron el congreso, dejando el
control del mismo en manos de los bolcheviques que llamaron a una transferencia del poder a
los soviets de obreros, soldados y campesinos en todo el país. El 25 de octubre se llevó a cabo la
toma del Palacio de Invierno por la Guardia Roja y se desalojó del poder al Gobierno
Provisional sin derramar una gota de sangre.

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El nuevo poder revolucionario inició las negociaciones de paz, expropio las tierras de la nobleza y
los grandes propietarios, decretó el control obrero de las empresas, nacionalizó las principales
empresas industriales y los bancos, repudió la deuda externa contraída por el zarismo y creo un
consejo de Comisarios del Pueblo, encargado de las tareas de gobierno.
La planeada Asamblea Constituyente fue el primer problema que los bolcheviques debieron
enfrentar. Si bien se mantuvo la convocatoria, los partidarios de Lenin no lograron imponerse en las
elecciones porque los campesinos, cuyos intereses políticos se centraban en la obtención de la
propiedad de sus tierras, votaron por otros partidos socialistas más atentos a este reclamo. Ante esta
situación, los bolcheviques disolvieron la Asamblea y asumieron todo el poder centralizando la
labor gubernamental en manos del naciente Partido Comunista, instaurando la denominada
“dictadura del proletariado” como una etapa de transición hacia la sociedad comunista.

Soldados bolcheviques marchando por las calles de Moscú – Octubre 1917

La revolución de octubre en la historiografía actual.

Las distintas miradas existentes sobre el proceso revolucionario en Rusia pueden agruparse en cuatro
posiciones mayoritarias.
En cuanto a la procedencia del empuje revolucionario (es decir, de qué sector de la población
proviene el impulso de la insurrección), la historiografía anglosajona presenta dos corrientes
principales.
1) Posiciones conservadoras. La revolución fue un golpe de estado llevado adelante por una
minoría que no tenía ningún mandato popular que estableció una dictadura totalitaria, valiéndose
de los errores de sus adversarios y de condiciones fortuitas. Hace hincapié en la desvinculación de la
vanguardia de las bases.
2) Corrientes revisionistas. Basan sus posiciones en el estudio del comportamiento de las clases
subalternas. Según esta visión, el impulso revolucionario venia desde abajo, sin embargo, los
bolcheviques (aquí no son descriptos como una minoría intelectual aislada de las masas sino como

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miembros de la clase trabajadora) subordinaron las expectativas populares a partir de la
dictadura de partido único.
Otra cuestión que ha suscitado debates es aquella que se centra en las opciones a las que se
enfrentaron los bolcheviques al momento de la toma del poder.
1) Posturas marxistas ortodoxas. Los bolcheviques liderados por Lenin tuvieron la visión y
decisión necesaria para percibir el momento de actuar, al contrario del resto de los partidos
socialistas.
2) Existía la posibilidad en el consejo de los soviets de formar un gobierno de coalición. Se podía
llevar adelante una política de transformaciones que mantuviera la vigencia de las instituciones
democráticas. En esta mirada, se podrían haber evitado gran parte de los sufrimientos que
experimentó el pueblo ruso los años siguientes. Esta es la posición que predomina a lo largo del
texto.

La Guerra Civil

El 3 de marzo de 1918 se firmó en la ciudad polaca de Brest-Litovsk el tratado de paz entre la Rusia
Soviética, los Imperios alemán, Austro Húngaro, Otomano y Bulgaria, en el que se declaró
incondicionalmente derrotada y perdió amplios territorios. Sin embargo, la firma del tratado de
paz sólo dio un breve respiro a la amenaza militar. A los pocos meses estalló la guerra civil entre el
denominado “ejército blanco” formado por antiguos oficiales zaristas que contaba con el apoyo
de las clases propietarias, y el “ejército rojo” organizado por el gobierno comunista. Los
blancos contaron con el apoyo de potencias extranjeras porque sus gobiernos comenzaron a
preocuparse por los efectos de la revolución soviética sobre el movimiento obrero de los principales
países industrializados. Así tropas norteamericanas, francesas, inglesas y japonesas arribaron a los
límites geográficos de la Unión Soviética. Su intervención directa fue escasa debido al desgaste que
habían sufrido sus ejércitos durante la guerra mundial y, sobre todo, porque sus soldados no fueron
proclives a luchar por una causa que ni siquiera comprendían y parecía tan lejana a sus vidas. De esta
manera el mayor esfuerzo militar quedó en manos de los rusos contrarrevolucionarios que intentaron
obtener el apoyo de los campesinos. Esto no ocurrió porque, si bien los campesinos no eran proclives
a los bolcheviques, tampoco querían volver a la situación anterior a la revolución.
La fuerza de combate de los bolcheviques era el ejército rojo organizado bajo el mando de Trotsky,
que había sido designado comisario de guerra. Sus tropas estaban integradas por los guardias rojos de
las fábricas y unidades pro bolcheviques del ejército y la armada. Los bolcheviques percibieron el
conflicto civil como una guerra de clases, tanto en términos domésticos como internacionales:
proletariado ruso contra la burguesía rusa; revolución internacional contra capitalismo internacional.
En ese sentido, la victoria roja, producida en 1920, era el triunfo del proletariado.
La guerra civil devastó la economía. Las medidas que se tomaron en el marco del conflicto
fueron denominadas “Comunismo de Guerra” y consistió en requisas de grano y un control
centralizado de las industrias (nacionalización de las mismas y una férrea planificación desde
el estado). Durante este periodo, el principal problema fue el abastecimiento alimenticio de las
ciudades y del frente militar. La producción agrícola se vio afectada por el hecho de que el reparto de
tierras condujo a la disminución del tamaño de las parcelas, con la consiguiente caída de la
productividad. A ello se sumaba la falta de incentivos a la producción dado que la industria carecía
de bienes de consumo para vender a los campesinos, y el Estado les pagaba sus cosechas con dinero
que se devaluaba rápidamente.
En las ciudades, las industrias no contaban con materias primas ni energía para la producción; el
sistema de transporte apenas funcionaba y los problemas de la mano de obra eran serios ya que los
obreros estaban combatiendo en la guerra civil o regresaban al campo para asegurarse su alimento.

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Hacia fines de 1920, asegurado el triunfo en la guerra civil, el gobierno se encontraba con un
panorama insostenible, marcado por: la nacionalización generalizada y las agudas tensiones
surgidas en el sector agrario.

“¿Te has alistado como voluntario?” Cartel


propagandístico de la etapa de la Guerra Civil. En él aparece Trostky invitando al trabajo y a la
participación en el Ejército Rojo para enfrentar a los contrarrevolucionarios.

Lenin el 5/5/1920, dando un discurso a hombres del Ejército Rojo que partían al frente.

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La Nueva Política Económica.

En 1921 Lenin puso en marcha la Nueva Política Económica (NEP) que reintrodujo
mecanismos capitalistas de producción con el objetivo de elevar la productividad.
Las NEP se fundamentaba en tres criterios básicos: resistir el aislamiento internacional, restablecer la
colaboración entre el Estado y los campesinos, y concretar la recuperación económica sobre el
desarrollo de la agricultura.
El punto central de toda la estrategia económica consistía en estimular la producción agraria a través
de la libre comercialización de los productos agropecuarios, es decir el retorno al funcionamiento
de las relaciones de mercado capitalistas. La industria podría incrementar su capacidad de
producción vendiendo maquinarías, herramientas y artículos de consumo a los campesinos. La idea
era que, a mediano plazo, se dispusiera de los excedentes que permitieran montar la industria pesada,
capaz de generar energía en cantidad y de fabricar productos metalúrgicos, materiales de
construcción y maquinarias.
Pero los resultados no fueron los esperados porque en el campo se profundizaron las diferencias
sociales entre los campesinos, consolidándose los propietarios de las fincas de mayor tamaño
(kulaks) que compraron tierras y contrataron mano de obra asalariada, los cuales fueron los
principales beneficiarios del aumento de la producción. Al mismo tiempo no se produjo la esperada
mecanización de las labores agrícolas, lo cual impidió que las industrias urbanas pudieran
incrementar su producción de maquinarias.
En las ciudades, la existencia de propietarios de pequeñas y medianas empresas y las desigualdades
salariales también contribuyeron a marcar las diferencias sociales, aunque la expansión de la
burocracia y el crecimiento cuantitativo del partido brindaban importantes posibilidades de ascenso
dentro de la nueva realidad.
La NEP originó un profundo debate entre los dirigentes bolcheviques, centrado en la
importancia de la industrialización del país y del lugar que la agricultura debía cumplir para llevar
adelante ese objetivo. Existían dos posiciones: la oficial que defendía la política económica,
sosteniendo que debía profundizarse el apoyo al sector agrario y orientar las inversiones estatales
hacia las ramas productoras de bienes de consumo y hacia los sectores de la industria pesada en
condiciones de abastecer a la agricultura; y los críticos de la situación existentes que exigían una
industrialización acelerada, sometiendo a la producción agrícola a ese objetivo bajo un estricto
control del Estado.
El debate por la continuidad o no de la NEP se dio en una coyuntura política caracterizada por una
dura disputa por el poder, desencadenada a partir de la muerte de Lenin en enero de 1924.
En principio parecía haber varios candidatos a la sucesión del líder bolchevique, a pesar que todos
sostenían que nadie podría reemplazarlo y hablaban de un gobierno ejercido colectivamente. El
candidato que tenía mayor apoyo en la sociedad soviética era Trotsky, visto por muchos como el
brazo derecho de Lenin. El menos prestigioso de los dirigentes con aspiraciones era Stalin, que se
había convertido en secretario general del partido en los inicios de la revolución, por iniciativa de
Lenin. A pesar de ello, a partir de 1922 comenzaron las desavenencias entre ambos ya que Lenin se
mostraba preocupado por el crecimiento de la burocracia dentro del partido y quería mantener
separadas las estructuras partidarias respecto del Estado, lo cual significaba disminuir el papel de
Stalin.
Si bien Lenin dejo un testamento en el cual recomendaba remover al secretario del partido, el mismo
fue ocultado por los partidarios de Stalin, quien logró convertirse en el sucesor iniciando una
nueva etapa.

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