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sonará para ti, amable lector, que sin haberla conocido, o habiendo sólo visto
algún documental de cine o leldo alguna referencia periodística, has abierto
este luminoso y necesario tratado de moral. De moral política, terreno mil
veces ignorado, o peo¡ confundido con su conrrario, la politización de la
moral. ¿Acaso puede hoy pensarse la ética sin meditar sobre su dimensión PRÓLOGO A LA PRIMERA EDICIÓN
pública, siempre esencial para la ciudadanía? Quien incorporó de una vez r',,ijll
para siempre la reflexión política a la filosofia moral fue Hannah Arendt, pre-
cisamente en este libro que tienes en rus manos, y que leerás con voracidad.
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Bibliografia
Rotz, J., La teoría política de Hannab Arendt,WP 208, Barcelona, Institut de Ciéncies Po- Iamás ha sido tan imprevisible nuestro futuro, jamás hemoi dependido '
lítiques i Socials. r,rnto de las fuerzas políticas, fuerzas que padecen pura insatiia en las que I '
)z
SANcuez Muñoz, C. (2003), Hannah Arendt: el espacio de k polltica, Madrid, Centro de Iro pr.rcde confiarse si se atiene uno al sentido cbmún y al propio interél. Es
Estudios Políticos y Constitucionales. (Prólogo de Javier Muguerza). . r¡nro si la humanidad se hubiera dividido entre quienes creen en la omnipo-
Y<rtrtrc;-Bntrutt.,E.(.l982), HannahArendt:forLoueoftheVorld,Yale UniversityPress. tcrrci¿ humana (los que piensan que todo es posible si uno sabe organizar las,
nr;rsrrs para lograr ese fin) y aquellos para los que la impotencia ha sido lai
,'*1r.'ri.;rrcia ,r',i, itr'tlr.rrt,rrlte clc sus viclas' ]
t,()s ()lrf(;lr.Nlis I)lil l(tlAl l'l^RlsM()
época dcl
catlsrl y cfecto que introdujo la
r,ilrrl,r.ltr lu gr.orr,sca.lisparidad clltrc
determinaron cn unas po-
del pensamiento político' prevalece ,,,',,,,',,.,t,r,,i,,ctt:tttdo ia"lificultatles económicas
Al nivel de Ia percepción histórica y .*rfo'-"ción deGe las Lu'u*ru';"" t; .
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la opinión g.n.r"li'"d"tt t"l'lth";;;'dt-qt:
l' t't'uttu'á t::1tl:l de todas :'j:]',i:;'i
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1. Las mnsas
I El nhechizo mágico, que Hitler ejercla sobre quienes le escuchaban ha sido reconocido muchas ve-
..r .n,.. o.ror, p"o. los editores dálas Hitlnt Tischgespriiche, Bonn, 1951 (Hitkr\ Table Talhs' edi'
York, 1953; citas de la edicón original alemana)' Esta fascinación ex-
ción americarr", Ñu*a -<el
traño magnetismo que irradiaba de Hitler de forma tan apremianteo- se apoyaba, desde luego, oen
la fe fanáüca de .rt. ho-b.. en sl mismoo (Introducción áe Gerhard Ritte¡ p. 14), en sus pseudoau-
hoy tan profundamentc olvidado qLle escasamcntc <Jc.scmpcira papcl
algur, minos cle gobierno de Ia mayorlar, y ni él ni Stalin habrlan podiclo rn:rntcner
entre los grupos neofascistas y neonazis de la Alemania de la porguerr".-Ert"
su dominio sobre tan enormes poblaciones, sobrevivido a tan numerosas cri-
falta de permanencia tiene, sin duda, algo que ver con la prou.rb'i"l
volubili- sis interiores y exteriores, y desafiado a los numerosos peligros de las impla-
dad de las masas y de la fama que al respecto se le atribuye; pero muy
proba- cables luchas partidistas, de no haber contado conla confnnza de las masas.
blemente puede remonrarse a la obsesión con el perperuo
-o.riÁi.nto por Ni los procesos de Moscú ni la liquidación de la facción de Róhm habrían
parte de los movimientos totalitarios, según la cual sólo pueden h"il"rr.
.r, .l sido posibles siesas masas no hubieran apoyado a Stalin y a Hitler. La creen-
poder mientras esrén en marcha y potrg"t en movimienio todo lo
que exista cia generalizada de que Hitler era simplemente un agenre de los empresarios
en torno a ellos. Por eso, en cierto sentido, esta misma falta de
permanencia alemanes y de que stalin logró la victoria en la lucha sucesoria tras la muer-
es un testimonio más bien halagador para los dirigente,
-.r.rro, en cuanro
que lograron contaminar a sus súbditoi con el virui específicamente
te de Lenin sólo medianre una siniestra conspiración son leyendas que pue-
totalita- den ser refutadas por muchos hechos, pero sobre todo por la indiscutible
rio; si existe algo.semejanre a una personalidad o
-.rráid"d totalitarias,
extraordinaria adaptabilidad, esta ausencia de continuidad, son indudable-
esta popularidad de los dirigentesa. Thmpoco puede atribuirse su popularidad a
la victoria de una propaganda dominante y menrirosa sobre la ignorancia y
mente sus características releva.htes. Por ello puede ser erróneo suponer
que la la estupidez. Porque la propaganda de los movimientos totalitarios que pre-
inconstancia y el olvido de las masas significa que se hallan .,-rr"á",
de la ilu- cede y acompaña a los regímenes totalitarios es invariablemente tan franca
sión totalitaria, ocasionalmente identificada con el culto a Hitler o
a stalin; como mendaz, y los futuros dirigentes totalitarios comienzan usualmente
lo cierto puede ser todo lo contrario.
sus carreras jactándose de sus delitos pasados y perfilando sus delitos futuros.
sería aún más erróneo olvidar, por obra de esta falta de permanencia,
que Los nazis oestaban convencidos de que en nuestro tiempo el hacer el mal po-
los regímenes totalitarios, mientras se hallan en el pode¡ y los dirigenr.,
,o- see una morbosa fuerua de atraccióno5. Las afirmaciones bolcheviques, den-
talitarios, mienrras se hallan con üda, ngobiernan y ,. cori.l apoyo .
"fi.*", tro y fuera de Rusia, de que no reconocen las normas morales ordinarias se
de las masas, hasta el final2. La elevación de Hitlei al poder fue legal .r, ,ár- han convertido en eje de la propaganda comunisra, y la experiencia ha de-
mostrado una y otra vez que el valor de la propaganda de hechos canallescos
torizados juicios sobre todo lo divino.y lo huma¡o y en el hecho de y el desprecio general por las normas morales es, independiente del simple
que sus opiniones si se
-tanto
periudiciates det hábito de fumar o a ra polírica a! N"p"Éa"- ri.-p...n."]"- interés propio, supuestamente el más poderoso factor psicológico en polltica.
l:t': :t::;tctos
ban en una ideología que lo abarcaba todo.
No es nada nueva la atracción que para la mentalidad del populacho su-
La fascinación es un fenómeno social, y la fascinación que Hitler ejerció
sobre su enrorno dene
que ser comprendida atendiendo a quienes le rodeaban. La sociedad se pone el mal y el delito. Ha sido siempre cierto que el populacho acogerá sa-
muesrra siempre inclinada a
aceptar inmediararnenre a una persona p": 19
g"_. pretende ser, de forma tal que un áhifl"do q,.r. ,. tisfecho los uhechos de violencia con la siguiente observación admirativa: se-
haga pasar por genio tiene unas ciertas probabilidaáes de ser creldo.
En la socildad -oJ..n", .o., ,r,
característica falta de discernimiento, esta tendencia ha sido ¡eforrad"
d. qu. .urlq,ri.r" q,r.
no-sólo posea opiniones, sino qt,e las presente en un tono de convicción -anera
in.o"-l"l¡f., no perderá
fácilmente su prestigio aunque-hayaniido muchas las veces en que
se haya demostrado que estaba 3_
listafue, desde luego, nla primera gran revolución de la historia realizadamediante la aplicación
:q"i.".:r{o.. Hitler, que conocla de primera mano er moderno ."or d. opi.riorr..,-á.r",.siia qr,. t" del código legal formal existente en el momento de la conquista del poder, (Hans Frank, Recht und
inutilidad del examen de h.
{*t:l*j opiniones y oer convencimiento... i. qu. ,ádo., ,r., dispara-
te>.(p. 281) podían evitarse adhi¡iéndosé Wrwabung, 1939, p.8).
una dé ras muchas opiniones ;ri;;;;; -inquebran_ a El mejor estudio de Hitler y de su carrera es la nueva
table firfnezau' Esta ater¡adora arbit¡ariedad" de semejante fanatismo biografia de Hitler de AIa¡ Bullock, Hitter A
.;.... urr" g.;., fa's.irraciór, .n la Study in Tyranry, Londres, 1952. Siguiendo la tradición inglesa de biograftas pollticas, hace un em-
sociedad, porque durante la duración de la reunión social se ve libeiada
aa.i", a. .faiones que pleo meticuloso de todas las fuentes disponibles y proporciona una ampiia imagen del trasfondo po-
constantemente genera. Sin embargo, este (don) de la fascinación tenía
solamente urr" i_pora"rr"i" lltico contemporáneo. F,sta obra ha eciipsado en sus detalles, aunque sigan siendo importantes para
social; resulta destacado enl:s Tischgesprricb¿- porgue allí Hider jugaba
el juego d. i" ro.i.d*d y.ro la interpretación general de los acontecimientos, los excelenres libros de Konrad Heiden, .rp..i"l-
estaba hablando a los de su propia clasi, ,itro g.n.r"l., de la wáh"rmachr;
"
;.e.rl;;:;., p.rár._ mente Der Fuehrer: Hitler's Rise to Power. Por 1o que se refiere a la carrera de Stalin, Stalin: A Critic¿l
cfan más o menos a la osociedado.. Creer que loi éxitos de Hitler estuvieron bas"dos .r-r.r. opod.r..
de fascinación' es totalmente erróneo; con esa cualidad solamente, jamás Suruey of Bokheuism, deBoris Souvarine, Nueva York, 1939, sigue siendo un cl:ísico. La obra de Isaac
habrfa podido ser algo mrís Deutscher, Stalin: A Political Biograpb, Nueva York y Londres, 1939, es indispensable por su abun-
que una figura destacada en los salones.
r véanse las aclaradoras observaciones de Carlton dante material documental y su gran percepción acerca de las luchas internas del partido bolchevi-
'weste¡n J. H. Hayes en nThe Novelty of Totalitarianism in que; adolece de una interpretación en la que se compara a Stalin con Cromwell, Napoleón y Robes-
the History of civilization,, en syrnpoiiu- an the Tbtalitaria" iiirr, llil.^ ntas de la plerfe.
uAmerican Philosophical Societp,, Filadelfia, 1940, vol. DOOil. 5 Franz Borkenau, The Tbtalitarian Enetny Londres, 1940, p. 231.
rán rrralos, [)(:ro s()r] rnrry listo"^,,,. l,ll fhc:tol.int¡uict:rntc c:n cl éxito <lcl rorali_
sobrcvivido al ctllapso clcl lnislro Inovitnicnto'). l)c:rt¡ rlcntlo tlcl rrrirrco orglr,
t¿rrismo es más bien el verdac{ero altruismo de sus seguidores: pue<Jc ser com-
nizador del movimiento, rnientras éste se mantenga uniclo, los rnicrn[r'os fir.
prensible que un nazi o un bolchevique no se ,ient"n fl"qu."i en sus convic-
natizados no pueden ser influidos por ninguna expericncilr ni por ningrin rrr-
ciones por los delitos contra las personas que no p.ra..r...r, al movimiento o
gumento; la identificación con el movimiento y el confbrmismo ror¿rl parc..
que incluso sean hostiles a éste; pero el hecho sorprendente es que no es pro-
cen haber destruido la misma capacidad para la experiencia, atrnc¡uc: ú.sru
bable que ni uno ni otro se conmuevan cuando .l
-o.rr,r,ro cámienza a de, resulte tan extremada como la tortura o el temor a la muerte.
vorar a sus propios hijos y ni siquiera si ellos mismos se convierten en vícti-
Los movimientos totalitarios pretenden organizar a las masas, no a las
mas de la persecución, si son acusados y condenados, si son expulsados del J
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despotismo oriental, en la India y en China, donde existe un material casi ina- políticamente indiferentes, que jamás se adhieren a un partido y naravez acu- \
gotable para alimentar la maquinaria de dominación total, acumuladora de den a votar.
-.7-F".
poder y destructora de hombres, y donde, además, el típico sentimiento masi- caracrerísrico del auge del movimienro nazi en Alemania ydel de los f
vo de la superfluidad del hombre enteramente nuevo en Euro- riróvimientos comunisras en Europa después de 193017 el hecho de que re- J -
-fenómeno
pa, donde es concomitante con el desempleo en masa y el crecimiento de po- clutaran a sus miembros en esta masa de personas aparentemente indiferen-{ '
blación de los últimos ciento cincuenta años- ha prevalecido durante siglos res, hacia quienes todos los demás partidos hablan renunciado por conside-'l
en el desprecio por el valor de la vida humana.) La moderación o los métodos rarlas demasiado apáticas o demasiado estúpidas para merecer su atención. El i
menos homicidas de dominación eran dificilmente atribuibles al temor del resulrado fue que i^ sus afiliad* .r"n personas que nunca_habíani
^^yoríade
gobierno a una rebelión popurár. La despoblación de su propio país consti- aparecido ant;iormente en la escena política. Esto permitió la introducción'
tuía una amenaza mucho más seria. Sólo donde existen grandes masas super- de métodos enteramente nuevos en la propaganda política y la indifelencia'
fluas o donde pueden ser derrochadas sin desastrosos resultados de despobla- hacia los argumentos de los adversarios políticos; estos movimientos no sólo '
ción es posible una dominación totalitaria, diferenciada de un movimiento se situaban-ellos mismos al margen y contra el sistema de partidos como tal,;
totalitario. sino que hallaban unos seguidoie, lo, que jamás habían llegado los parti---
"
dos y que nunca habían sido nechados a perder> por ei sisrema de partidoyF''
Por eso no necesitaban refutar los argumentos opuestos' y' consecuentemen-
te, preferían los métodos que conclulan en la muerte más que en la persua-
ilos movimientos totalitarios son posibles allí donde existen masas que, por
razón u otra, han adquirido el apetito de la organización política. Las sión, que difundían el terror más que la convicción. Presentaban los desa-
funa
lmasas no se mantienen unidas por la co,neieggia de un !.ntqr(s común y care- cuerd; como originados invariablemente en profundas fuentes naturales,
icen de esa clase específica de diferenciación que se expresa en objetivos limi- sociales o psicológicas, más allá del conffol del individuo y, por ello, más allá
itados y obtenibles. El término de masa se aplica sólo cuando nos referimos a del poder dela razón. Esto habría constituido una desventaja si hubiesen en-
'personas que, bien por su puro número, bien por indiferencia, o por ambos trado sinceramente en competencia con los demás partidos; no lo era si esta-
ban seguros de tratar con Pefsonas que tenían razones Para sentirse igual-
mente hostiles a todos los partidos.
siendo, naturalmente, su liquidación Ílsica el siguiente paso. Éste, como otros diferentes e interesan- El éxitodehs movimienros totalitarios enrre las masas significó el final
tes proyectos para la victoriosa Alemania de la posguerra, se halla contenido en una carta circular a de dos espejismis\de los países gobernados democráticamente, en general, y
de l¿SnaJiOnes-eitados europeas y de su sistema de partidos, en particular. El
los jefes de distrito (Kreisleirrr) de Hesse-Nassau en la forma de un informe sobre un debate desarro-
/
llado en el Cuartel General del Führer acerca de las medidas que tendrían que ser adoptadas (antes...
y después de una victoriosa te¡minación de la guerrar, Véase la colección de documentos en Nazi primero consistía en creer que el pueblo en su mayorla habla tomado una
Conspiracy and Agression, 'W'ashington, 7946, et seq., vol. WI, p. 175. N mismo contexto correspon- parte activa en el gobierno y que cada individuo simpatizaba con su propio
de la proyectada promulgación de una nlegislación relativa a todos los extranjerosr, mediante la cual
partido o con el d. orto. Al contrario, los movimientos mostraron que las
tenía que ser legalizada y ampliada la nautoridad institucional, de la policía, principalmente, para en-
viar a personas que no hubieran cometido delito alguno a los campos de concentración. (Véase Paul masas políticamente neutrales e indiferentes Podían ser fácilmente mayoría
Werner, SS-Standartenführe\ e¡ Deutsches Jugendrecht, fasc. 4, 1944.) en un ¡aís gobernado democráticamente, que, por eso, una democracia po-
En relación con esta npolltica demográfica negativao es importante recordar que (en este proceso
dla funcionar según normas activamente reconocidas sólo por una minoría.
de selección nunca puede haber una pausao (Himmler, uDie Schutzstaffel", en Grundlagen, Au/bau
und Virtschafisordnung dzs n¿tionabozialistischen Staates, núm. 7 b). ola lucha del Führer y de su
17 F. Borkenau describe correctamente esta situación: nl-os comunistas obtuvieron solamente unos
partido constituía una selección inalcanzada..,; la selección y esta lucha quedaron ostensiblemente
coronadas el 30 de enero de 1933... El Führer y su vieja guardia sabían que la verdadera lucha aca- éxitos muy modestos cuando trataron de lograr influencia entre lx masas de la clase trabajadora; su
(<Die neue Ko-
baba de comenzar, (Robert Ley, Der'Weg zur Ordensburg, o. D. Verlag der Deutschen Arbeitsfront. base de rnasas, por esoJ si es que la tenían, se apartó cadavez más del proletariadoo
uNo disponible para la ventau). minternr, en Der Monat, Berlín, 1949, fasc. 4).
l'll scgtlrtcltt cs¡tcjisrtrtl clctnocr'ático, cxlrlotaclo por los ruoviuricntos r1¡talita-
orgltttitrtltt les I.¡'t:tstt.s ttt Irotntrrc clc la raza O ck: lfl c:llrsc, pr.ctrrnrlrrrr st:¡¡rrif l:r.s
rios' cousistfa cn suponer que cstas rrrasas pollticanrente indiftrenrcs no im-
rl lcyc.s dc l¿ vida y de la naruralcza o las de la dialéctica y la ccon.rnfa.
portaban, que eran verdaderamente neutrales y no constituían más que un
l,a i'diferencia ante los asunr's públicos, la neutralidad en los asunros
fondo indiferenciado de la vida polltica de la nación. Entonces hicieron evi-
políticos, no son en sí mismas causa suficiente para el auge de los movimien-
dente lo que ningún otro órgano de la opinión pública había sido capaz de
tos totalitarios. La sociedad competitiva y adquisitiva de la burguesía ha pro-
mostrar, es decir, que el gobierno democrático había descansado tantá en la
ducido la apatía, incluso la hostilidad, hacia ia vida pública no" sólo, y ,i ,i-
aprobación tácita y en la tolerancia de secciones indiferentes e indiferencia-
quiera primariamenre, en los esrratos sociales que fueron explotados y exclui-
das_ del pueblo como en las instituciones y organizaciones diferenciadas y vi-
sibles del país. Así, cuando los movimientos iotalitarios invadieron el parla-
dos de_ la participación activa en la dominación del paísj sino, en primer
lugar, dentro de su propia clase. El largo período de falsa modestia, cuando la
mento con su desprecio por el gobierno parlamenrario, parecieron sencilla-
burguesía se contentaba con ser la clase áominante en la sociedad sin aspirar
mente inconsecuentes; pero en realidad lograron .onrrén.., al pueblo en
a la dominación polltica, que de buena gana dejaba a la aristocracia, fue se-
general de que las mayorías parlamentarias eian espurias y ,ro .or*rpondían
guido por la era imperidista, durante la cual la burguesía se tornó creciente-
necesariamente a las realidades del país, minando asl el respeto propio y la
mente hostil a las instituciones nacionales existentes y comenzó a reclamar el
confianza de los gobiernos que también creían en la regla d. l"
-"yo.ía más ejercicio del poder político y a organizarse para ejercerlo. Thnto la primitiva
que en sus constituciones.
apatía como la ulterior exigencia de dirección dictatorial monopolista de los
se ha señalado frecrtentemenre que los movimientos totalitarios usan y
asuntos exteriores de la nación tenlan sus ralces en un estilo y en una filoso-
abusan de las libertades democráticas con el fin de abolirlas. Esto es
que maligna astucia porparre de los dirigenres o estupidez infantil poi "lgo -Á fla de vida tan insistente y exclusivamenre cenrrados en el éxito y el fracaso
p".,. del individuo, en la implacable competencia, que los deberes y responsabili-
de las masas. Las libertades democráticas pueden hallarse basadas ." t" iirra-
dades de un ciudadano sólo podían considerarse un innecesario dÁaje de su
dad de todos los ciudadanos ante la ley; sin embargo, adquieren su significa-
tiempo y sus energías, forzosamente limitados. Estas actitudes burguesas re-
do y funcionan orgánicamente sólo allí donde los ciudaianos perrenecen a
sultan muy útiles para aquellas formas de dictadura en las que un-nhombre
grupos y son representados por éstos o donde forman una jerarquía social y
fuerteo asume por sí mismo la inquietante responsabilidad de los asuntos pú-
polltica. I.a ruptura del sistema de clases, la única estratificáción ,o.i"t y po-
blicos; constituyen un obstáculo positivo a loi movimientos totalitarios, que
lítica de Jas naciones-estados europeas, fue, ciertamente, nuno de los aconte-
no pueden tolerar al individualismo burgués m¿ís que a cudquier orro tipo de
cimientos más dramáticos de la reciente historia alemanarls y tan favorable
individualismo. Las secciones apáticas de una sociédad dominada por l" bur-
para el auge del nazismo como la ausencia de estratificación social en la in-
guesía, por poco deseosas que puedan estar de asumir las responiabilidades
m€nsa población rural de Rusia (este (gran cuerpo flácido, d.esprovisto
d.e de los ciudadanos, mantienen intactas sus personalidades,
educación política, casi inaccesible a las ideas capace, d. .rrrroblecer la ac- sólo sea
porque sin ellas diflcilmente podrían esperar sobrevivir en la"úrqr.
lucha competi-
ciónr)1e fue para el derrocamiento del gobier.ro á.-o.rático de Kerensky
a tiva por la vida.
manos de los bolcheviques. Las condiciones en la Alemania prehitleriana son
Las diferencias decisivas entre las organizaciones del populacho del siglo
indicativas de los peligros implícitos en el desarrollo de la parte occidental del
mundo, dado que, con el final de la segunda Guerra Mundiar, el mismo d.ra-
xx y los movimientos de masas del siglo )o( son diflciles de percibir, po.q",r.
mático acontecimiento de ruptura del sistema de clases se ha repetido en casi lg: T".d:.""s dirigentes totalitarios no difieren mucho en psicología y menra-
lidad de los primeros dirigentes del populacho, cuyas ,rorÁ",
todos los países europeos, mienrras que los acontecimientos de i{usia indican
medios políticos ranto se parecían a los de la burguesía. Sin embargo, mientras
-oi"l.r y cuyos
claramente la dirección que pueden romar los inevitables cambios revolucio-
que el individualismo caracterizaba tanto a la actitud de la burgulsía como a
narios en Asia. Prácticamente hablando, será de escasa diferencia el que los
la del populacho, los movimientos totalitarios pueden justamenie afirmar que
movimienros totalitarios adopten el marco del nazismo o el del bolcheüsmo,
son los primeros partidos verdaderament. ningurro d. ,rrs pi.-
decesores decimonónicos, ni la sociedad del "tttiburgueses;
¡8 10 de diciembre,*que a¡rrdó a su-
Villiam Ebenstein, The Nazi State, 1943, p.247.
l'' Como la desc¡ibió Máximo Gorki. Véase Souvarine, op. cit., p.290.
bir. al p_oder a Luis Napoleón, ni las brigadas de carnicero drl t
Dre)¡fi.rs,)fai,
ni los cien Negros de los pogromos rusos, ni los panmovimienüs, implicaron
i
Irrt/\t.t tAl{t¡tMu
1r sus r.nic:rrlbros hast:r cl punto de llcgar a una completa pérdida de las ambi- te la ruptura dcl sistcma de partidos, principalrncr)tc porqttc csto.s partidos,
y reivindicaciones individuales o alcanzaron a comprender que una or-
c:i<rrrcs
siendo partidos de intereses, ya no podían representar los intereses de clasc.
genización podía lograr extinguir permanentemente la identidad individual y Su conlinuidad erade alguna importancia para los miembros de las antiguas
no tan sólo durante el momento de la acción heroica colectiva. clases, que esperaban, contra toda esperanza, recobtar su antiguo estatus so-
La relación entre la sociedad de clases dominada por la burguesía y las cial y que permanecieron unidos no porque siguieran teniendo intereses co-
rnasas que emergieron de su ruptura no es la misma que la relación entre la munes, sino porque esperaban resaurarlos. Los partidos' en consecuencia' se
burguesía y el populacho, que fue un subproducto de la producción capita- rornaron , d^uv más psicológicos e ideológicos en su propaganda, cadavez
lista. Las masas comparten con el populacho solamente una característica, la más y más apologéticos y nost¿ílgicos en su forma de abordar las cuestiones
de que ambos se hailan al margen de todas las ramificaciones sociales y de la políticas. Habían perdido, además, sin ser conscientes de ello, a los neutrales
representación política normal. Las masas no heredan, como el populacho q,re 1., habían apoyado y que jamás se habían interesado en la política, por-
en forma pervertida-, las normas y actitudes de la clase domi- que consideraban que no existlan partidos que pudieran_cuidarse de sus inte-
-aunque
nante, sino que reflejan en alg.rna forma y de alguna manera pervierten las rlses. De esta forma, los primeros signos de la ruptura del sistema continen-
normas y actiüdes hacia los asuntos públicos de todas las clases. Las normas tal de partidos no fueron las deserciones de los antiguos miembros de los par-
del hombre-masa se hallaban determinadas no sólo, ni siquiera primariamen- tidos, sino el fracaso en el reclutamiento de los miembros de la nueva
te, por la clase específica a la que perteneció vnavez, sino más bien por las in- generación y Ia pérdida del asentimiento y del aPoyo tácitos de las masas desor-
[anizadas que iepentinamenre se despojaron
de su aPatí^ y acudieron allí
fluencias y convicciones omnipenetrantes que eran tácita e indiferenciada-
áond. rrieron una oporrunidad de proclamar su nueva y violenta oposición.
mente compartidas por todas las clases de la sociedad.
La caídade los tabiques que protegían a las clases transformó a las ador-
La pertenencia a una clase, aunque más relajada y jamás tan inevitable-
mecidas mayorías existentes tras todos los partidos en una masa desorganiza-
mente determinada por el origen social como en los órdenes y estamentos de
la sociedad feudal, existla generalmente por nacimiento, y sólo unas dotes ex- da y desestructurada de furiosos individuos que no tenían nada en común ex-
traordinarias o la suerte podían cambiarla. El estatus social resultaba decisivo ..p,o ,,, vaga aprensión de que las esperanzas de los miembros de los partidos
se hallabaniondenadas, de que, en consecuencia, los miembros más respeta-
para la participación del individuo en política, y excepto en los casos de
emergencia nacional en los que se suponía que este individuo había de actuar dos, diferenciados y representativos de la comunidad eran unos imbéciles y
solamente como un nacional, sin atención a su clase o a su afiliación a un de que todos los poderes existentes eran no tanto malos como igualmente es-
partido, jamás se enfrentaba directamente con los asuntos públicos o se sen- túpidos y fraudulentos. Para el nacimiento de esta solidaridad negativa, nue-
tía directamente responsable de su dirección. La elevación de una clase, hasta
.rr" y no tuvo gran consecuencia el hecho de que el trabajador pa-
"t.rradora,
adquirir una mayor importancia en la comunidad, era siempre acompañada raio odiara el stata quo y los poderes existentes bajo la forma del partido so-
por la educación y la preparación de cierto número de sus miembros para la cialdemócrata; que el pequeño propietario expropiado lo odiara bajo la
política como profesión, para el servicio remunerado (o, si podían permitír- forma de un pattido centrista o derechista, y los antiguos miembros de la cla-
selo, no remunerado) en el gobierno y en la representación de la clase en el se media y alta lo odiaran bajo la forma de la exrema derecha tradicional. Las
Parlamento. El hecho de que la mayoría del pueblo permaneciera al margen dimensiones de esta masa de hombres generalmente insatisfechos y desespe-
de todos los partidos o de ioda otra organizaclón pol?tica no import"b" n"- rados aumentaron rápidamente en Alemania y Austria después de la Primera
" Guerra Mundial, cuando la inflación y el paro se sumaron a las quebrantado-
die y no era más cierto para una clase particular que para otra. En otras pala-
bras, la pertenencia a una clase, sus limitadas obligaciones de grupo y sus ac- ras consecuencias de la derrota militar; esa masa existió en amplia proporción
titudes tradicionales hacia el gobierno impedían el desarrollo de una ciuda- en todos los estados sucesores, y ha apoyado todos los movimientos extremis-
danía que se sintiera individual ypersonalmente responsable de Ia tas en Francia e Italia a partir de la Segunda Guerra Mundial.
gobernación del país. Este carácter apolítico de las poblaciones de la nación-
estado surgió alaluz sólo cuando se quebró el sistema de clases, llevándose
consigo todo el tejido de hilos visibles e invisibles que ligan al pueblo con el En esta atmósfera de ruptura de la sociedad de clases se desarrolló la psicolo-
cuerpo político. La ruptura del sistema de clases significaba automáticamen- gía del hombre-masa europeo. El hecho de que con uniformidad monótona,
.l,l,l'r'()rhl,r'rhl{lsM(l
pcro n() abstracta, sobrcvinicra el mismo destino a una masa de individuos uno2r, la indiferencia cínica o aburrida frente a la muerte u otras catásffofes
no impidió que éstos se juzgaran a sí mismos en términos de fracaso indivi- personales, la inclinación apasionada hacia las nociones más abstractas como
dual y al mundo entero en términos de injusticia específica' Esta amargura guías de la vida y el desprecio general incluso por las normas m¿ís obvias del
ccrrtrada en el yo, empero, aunque repedda una y otra vez en el aislamiento seprido común.
irrdividual, no constitula un lazo común, a pesar de su tendencia a extinguir f t^t masas, contra lo que se prediio, no fueron resultado de la creciente
/igualdad de condición, de la difusión de la educación general con su inevita-
las diferencias individuales, porque no se hallaba basada en el interés común,
cconómico, social o político. Esta concentración en el yo, Por eso' corrió pa- ible reducción de niveles y vulgarización de su contenido (América, la tierra
;clásica de la igualdad de condiiiones y de la educación general, con todos sus
reja con un decisivo debilitamiento del instinto de autoconservación. La ab-
rregación, en el sentido de que uno mismo no importa, el sentimiento de ser defectos conoce menos aceÍca de la moderna psicología de masas que tal vez
prescindible, ya no era la expresión de un idealismo individual, sino un fenó-
.cualquier otro país del mundo). lr.onto se vio con cfaridad gle las personas
meno de masas. El viejo adagio según el cual los pobres y los oprimidos no r muy cultas se sentían particularmente atraldas hacia los movimientos de ma-
tienen nada que perder más qüe sus cadenas no se aplicaba a los hombres- ses que, generalmente, un individualismo y una complejidad altamente di-
i ferenciados no impedlan, e incluso a veces favorecían, el alandono de sl mis--
masa porque eran privados de mucho más que las cadenas de la miseria cuan- '¡
I mo en la masa q,rÉ fn.ilir"ron los movimiento, d. -"."j/C-oiio f:ü ffiiles.-
do perdían el interés por su propio bienestar: habla desaparecido la fuente de -lá" "y
todas las preocupaciones y cuidados que hacen a la vida humana inquieta y ptradó é1 "hdcho" ob-vio de-Qué indlüidüafizacioff la educación no
angusdada. En comparación con su ausencia de materialismo, un monje cris- impedían la formación de las actitudes de masas, se ha culpado frecuente-
tiano parecía un hombre absorbido por los asuntos mundanos. Himmler, mente a la morbosidad o al nihilismo dela intelligentsia moderna, a un odio
que tan bien conocla la mentalidad de aquellos a los que organizó, describió hacia sí mismos, supuestamente tlpico de los intelectuales, a su nhostilidad a
no sólo a sus hombres de las SS, sino a los amplios estratos de donde los re- la vida, y a su antagonismo a la vitalidad. Sin embargo, los muy calumniados
clutó, cuando dijo que no se hallaban interesados en los nproblemas cotidia- intelectuales eran sólo el ejemplo más ilustrativo y los más claros portavoces
de un fenómeno mucho más general. La atomizaéión"-"t"i :
nosu, sino sólo nen cuestiones ideológicas importantes durante décadas y si- ¡-qq¡-4J" y-la" i{tdjulduali-
glos, de forma tal que el hombre... sabe que está trabajando para una gran ta- zaciin extremada precedieroria los m&iñii3ñ-óiáé que, mucho miís
rea que solamente se presenta una vez cada dos mil añosr2o. La gigantesca fáciimente y antes que a los miembros sociales y no individualistas de los par- .
masificación de los individuos produjo una mentalidad que, como Cecil tidós tradicionales, atrajeron a los tlpicos nno afiliadosr, completamente de-
Rhodes unos cuarenta años antes, pensaba en continentes y sentía en siglos. sq¡g4nizados y que, poi ,"rot., individualistas, siempre se habían negado a
Eminentes investigadores y pollticos europeos habían predicho desde co- reconocer lazos y obligaciones sociales.
mienzos del siglo xIX la aparición del hombre-masa y la llegada de una época La verdad es que las masas surgieron de los fragmentos de una sqciedad
de las masas. Toda una literatura sobre el comportamiento de las masas y la muy atomizada- cuya estructura competitiva y cuya concomitante soledad sólo .,
psicología de las masas había demostrado y popularizado el conocimiento' tan hablqn- sido refrenadas por la pertenencia a una clase. l¿ característica principal
familiar a los antiguos, de la afinidad entre democraciay dictadura, entre la do- del hombre-masa no es la brutalidad y el atraso, sina,*:u"ai,:leffJ.i {}.tB"¡SS*ffg¡
minación del populach o y la tiranía. Había preparado a ciertos sectores políti- de relaciones sociales normales. Procedentes de la sociedad estructurada en cla- -.
carnente conscientes y superconscientes del mundo instruido occidental para la r.r"áá iá'ñióión-estado, cuyas grietas habían sido colmadas por el sentimiento
emergencia de demagogos, para la credulidad, la superstición y la brutalidad. n"iiónJirt", era sólo natural {,r. .r,". masas, en el primei momento de de-
Sin embargo, aunque todas estas predicciones llegaron a cumplirse en algún samparo de su nueva experiencia, tendieran hacia un nacionalismo especial-
senddo, perdieron mucho de su significado a la vista de fenómenos tan inespe- mente violento, por el que los dirigentes de las masas habían clamado contra
rados e imprevisibles como la pérdida radical del interés por sí mismo de cada süípropios instintos y fines por razones puramente demag6gicx22.
2r Gustave Le Bon, La Pqtchologie
10 Discurso de Heinrich Himmler sobre la nOrganización y obligaciones de las SS y la Policlar, pu- d.es foules, 1895, menciona la abnegación peculiar de las masas.
Véase el cap. II, párrafo 5.
blicado en National-politiscber Lehrgang dcr'V7'ehrmacht uom I5-23 Januar 1937. Cinade Nazi Cons' 22 Los fundadores del partido nazi se referían a éste ocasionalmente, incluso antes de que Hitler se
pirary and Agresion. Offt , of the United States Chief Counsel for the Prosecution of Axis Crimi-
naliry U. S. Government,'S7'ashington, 1946,IY,616 y ss. alzara a la jefatura, como un npartido de izquierdao. También resulta interesante un incidente