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I

EXCAVACIONES ARQUEOLOGICAS EN ESPAÑA

EL YACIMIENTO
ACHELENSE
DE PINEDO
(Toledo)

María Angeles Querol


Manuel Santonja

MINISTERIO DE C U L T U R A
DIRECCION GENERAL DEL PATRIMONIO ARTISTICO, ARCHIVOS Y MUSEOS
SUBDIRECCION GENERAL DE ARQUEOLOGIA

1979
EXCAVACIONES ARQUEOLOGICAS EN ESPAÑA

EL YACIMIENTO
ACHELENSE
DE PINEDO
(Toledo)

María Angeles Querol


Manuel Santonja

MINISTERIO DE CULTURA
DIRECCION GENERAL DEL PATRIMONIO ARTISTICO, ARCHIVOS Y MUSEOS
SUBDIRECCION GENERAL DE ARQUEOLOGIA

1979
Dirección de los trabajos:
María Angeles Querol,
Manuel Santonja.

Con la colaboración de:


Margarita Díaz,
Alfredo Pérez González
Inmaculada Rus,
José Luis Peña,
Enrique Soto.
E.A.E. N.° 106
Imprenta del Ministerio de Cultura
Depósito Legal: M-l 153-1980
I.S.B.N.: 84-7483-054-0
INDICE

I. Introducción general 9
II. Estudio geológico de la terraza de Pinedo 19
III. Estudio paleontológico 37
IV. Industria lítica 43
1. Introducción 45
2. Lascas y productos de talla 47
3. Núcleos 51
4. Utensilios sobre lasca 57
5. Bifaces 79
6. Hendedores 103
7. Triedros 124
8. Cantos trabajados 141
9. Características generales de la industria de Pinedo 168
V. Interpretación y cronología del yacimiento 175
I. Introducción general.

a
M. Angeles Q u e r o l y M a n u e l Santonja
E n la Meseta Central española se conocen numerosos yacimientos achelenses al aire
libre, la mayoría de ellos en un estado de investigación muy inicial (1).
E l valle del Tajo es particularmente rico en industrias paleolíticas. A un momento
anterior al Achelense pueden atribuirse sólo los indicios encontrados en una terraza alta,
próxima al caserío de E l Espinar, aún inéditos. A l Achelense medio pertenecen numero-
sos conjuntos: en Portugal un importante núcleo en los alrededores de Lisboa y en Espa-
ña los de las terrazas de Alagón y Jerte (Santonja y Querol, 1977), en el mismo Tajo los
de las terrazas actualmente a la orilla del pantano de Valdecañas (Santonja y Que-
rol, 1975) y, finalmente, los de los valles del Manzanares y Jarama (Fig. 1). Hallazgos es-
porádicos de industrias se han señalado en numerosos puntos de este valle (San-
tonja, 1976).
E n el valle del Manzanares se conoce una secuencia Achelense medio (San Isidro)
—Achelense superior (San Isidro)—, Achelense final (Areneros de la terraza inferior al
SE de Madrid: Santa Elena, Oxígeno, etc.), que ha proporcionado gran cantidad de uten-
silios, generalmente de sílex, acumulados en diversos museos y recogidos con escasas ob-
servaciones estratigráficas. L a secuencia del Jamara es paralela a la del Manzanares, aun-
que la materia prima empleada fue fundamentalmente cuarcita, lo que facilitará su com-
paración con los materiales de Pinedo.
Únicamente se ha excavado un sitio de ocupación Achelense en este área (gravera de
Áridos, en el valle del Jarama), que parece corresponder a un área de despedazado («kill-
site») con dos breves momentos de ocupación (Santonja et al e.p.). Yacimiento in situ
con éstas o parecidas características se pueden conjeturar con los datos bibliográficos co-
nocidos en San Isidro y en el arenero de Las Delicias (valle del Manzanares), por lo me-
nos, y pueden haber sido destruidos con frecuencia en las explotaciones de áridos del
Manzanares a juzgar por la gran cantidad de utensilios sin trazas de rodamiento conser-
vados en el Museo Arqueológico Nacional y en el Museo Municipal de Prehistoria de
Madrid (Fuente del Berro). N o se han localizado lugares que hayan conservado restos de
ocupaciones prolongadas en toda la región.
E n Pinedo se ha realizado por primera vez una excavación arqueológica sobre un ya-
cimiento en terraza fluvial en la Meseta, e incluso en la Península. Aún en el caso de que
no se encontrarán materiales in situ, se pretendía recuperar un conjunto suficiente de in-
dustrias en las mejores condiciones estratigráficas posibles, así como adquirir una expe-
riencia aplicable posteriormente a otros yacimientos de los muchos con estas
características que se conocen en el área.

(1) Este estudio se finalizó en marzo de 1977, fecha a la que se limitan como máximo todas las referencias.

11
Hg. 1.—Dispersión de yacimientos achelenses en el valle del Tajo, al N.E. de Pinedo, según Santonja.

12
Pinedo se encuentra en una terraza media de la orilla derecha del Tajo (+ 22 m, a
muro en el punto excavado), dos kilómetros aguas arriba de Toledo (Fig. 2), en una zona
donde el valle del Tajo es bastante amplio y el río presenta —actualmente— un trazado
meandriforme.
L a primera persona que localizó industrias en este punto fue don Máximo Martín
Aguado, que entre 1959 y 1963 recuperó abundante material lítico y faunístico de la
explotación de áridos que se realizaba en Pinedo. E n sus publicaciones (vid. bibliografía)
llegó a una serie de conclusiones que vamos a resumir para dar idea del estado de la cues-
tión en el momento de hacernos cargo de la excavación.
Según Martín Aguado las industrias de la gravera de Pinedo procederían de un taller
achelense, lo cual les conferiría un grado de atipicidad, debido a la existencia de útiles
incompletos y el alto porcentaje de productos de talla. Bajo esta hipótesis, Martín
Aguado decidió estudiar únicamente los utensilios «más significativos» ( M . A . 1963b),
especialmente los triedros, a los que dedicó una monografía ( M . A . 1963a) y la mayor
parte de sus reflexiones sobre la industria lítica de este yacimiento. Esta presencia de
triedros le indujo a poner en relación Pinedo con un pretendido complejo chalossiense
(referido tanto a Chalosse como Abbassieh y Ternifine), postulando su origen en el norte
de África, así como una difusión peninsular, una vez atravesado Gibraltar, por los valles
de los grandes ríos a partir de sus desembocaduras en el Atlántico.

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1
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Fig. 2.—Localización geográfica del yacimiento de Pinedo. Cartografía I.G.M.E.

13
Además de triedros, Martín Aguado citó la presencia de cantos trabajados, hendedo-
res, bifaces y «diversos utensilios sobre lasca» en Pinedo, aunque en ninguna de sus
publicaciones realizó un estudio tipológico completo del conjunto. E l examen de la fauna
y de la estratigrafía, así como de la sucesión local de terrazas del Tajo le llevaron a supo-
ner para estas industrias una cronología muy dilatada, a lo largo de toda la glaciación
Riss, aunque paradójicamente no detectaba ninguna evolución tipológica en los mate-
riales recolectados.
Freeman (1975) mantiene la interpretación cronológica de Martín Aguado y tam-
bién considera que las industrias, parcialmente descritas por aquel autor, proceden de un
taller.
De la interpretación cronológica de Martín Aguado discrepó E . Aguirre (1964 y
1969), quien situó Pinedo en el «Gran Interglaciar» (Mindel-Riss), basándose en la fauna
y en el papel del « t o r n o » toledano, por el que se encaja el Tajo, como nivel de base local,
y su influencia en la diacronía entre los niveles fluviales aguas arriba y abajo del citado
«torno».
Como ya hemos indicado, estas hipótesis no se basan en análisis del conjunto de la
industria, y tampoco en estudios completos de la estratigrafía del yacimiento, por lo que
los resultados que presentaremos en los capítulos sucesivos precisan y rectifican en nu-
merosos e importantes aspectos los formulados con anterioridad.
En el a ñ o 1972 comenzamos el acondicionamiento del yacimiento de Pinedo para su
excavación. L a Dirección General de Bellas Artes había comprado 3 H a . de terreno que
incluía 200 m de frente de gravera y una casilla de peones camineros, que fue cedida por
el Ministerio de Obra Públicas para su acondicionamiento como vivienda-laboratorio.
Tras el levantamiento planimétrico, a escala 1:200, de la concesión, se procedió a la
limpieza y explanación de la misma, eliminando gran cantidad de detritus que se habían
acumulado durante los años de explotación de la gravera como fuente de áridos para la
2
construcción. Se eligió después una zona de 75 m próxima al laboratorio, en la que se
realizó el desmonte de la cobertera estéril (limos, arcillas limosas y arenas coluvionares),
que con una potencia de más de 10 m cubría los niveles fértiles. Una vez realizado el des-
monte, se techó el área para protegerla de los agentes atmosféricos y permitir el trabajo
en cualquier época del a ñ o (Fig. 3 y lámina I).
Cuadriculado el terreno así preparado (Fig. 4) y acondicionada la casilla de peones
camineros, se llevó a cabo una pequeña cata de sondeo para conocer el yacimiento en
toda su potencia y obtener un corte estratigráfico en sentido perpendicular al frente de
explotación de la cantera. Esta cata, escalonada, de 1 m de anchura por 7 m de profundi-
dad puso de manifiesto:

— L a existencia de industria lítica en toda la potencia de la gravera.


— Los frecuentes cambios de facies que complicaban una excavación por niveles
sedimentarios.

Esta primer experiencia sirvió de base para preparar una excavación más amplia en
la zona techada inmediata a la cata de sondeo, aprovechando uno de sus lados como
límite, aislando un cuadrado de 5 m de lado con dos frentes exentos (Fig. 4). E n to-
tal, 25 mz.
E l cuadriculado de la zona elegida para excavar mediante niveles convencionales,
presentaba problemas que se solucionaron colocando una serie de cables tensados sujetos
a la estructura metálica que soportaba el techo, distantes entre sí 1 m. De ellos, se suspen-
dieron 36 cuerdas provistas de plomada que indicaban exactamente las esquinas de cada
cuadrícula (Lam. II). Conforme avanzaban los trabajos en profundidad se hacían des-

14
O 5 10 20 30 40 50 TERRENO DE LA EXCAVACION
Fig. 3.—Parcela de la gravera de Pinedo, propiedad de la Dirección General del Patrimonio Artístico. Localización de la
casa-laboratorio y de la zona acondicionada para excavar.

15
cender dichas plomadas mediante la adición de cuerda. De este modo se evitó la engorro-
sa cuestión de cuadricular de la forma habitual un suelo formado por cantos y arena.
Como acceso a la zona de excavación y lugar de criba, así como para proteger una de
las paredes de posibles derrumbes, se rellenó la cata con arcillas, que se iban retirando se-
gún descendía la excavación.
L a división por niveles convencionales se llevó a cabo procurando adaptarse a las
características del depósito fluvial. Así los primeros niveles, que estaban formados por
arenas y grava de t a m a ñ o pequeño, alcanzaron una potencia de 5 cm; los intermedios, en
los que el t a m a ñ o de la grava era mayor, llegaron a 10 cm y los últimos, en los que se en-
contraban bloques de mayores dimensiones, llegaron a 25-30 cm. Se totalizaron así 23 ni-
veles artificiales, puesto que no era posible seguir la laminación del depósito, aunque en
la mayoría de los casos el cambio de un nivel a otro estaba motivado por cambios sedi-
mentarios.
L a profundidad total alcanzada en la excavación llegó a 4,50-4,90 m, ya que el fondo
—contacto con el Terciario— era un plano inclinado irregular.
Cada cuadrícula se n o m b r ó mediante una letra del abecedario latino, aunque tam-
bién se realizó una numeración binaria de las mismas, suceptible de extenderse a otras zo-
nas (Fig. 4). E n el cuaderno de campo se anotaron a lo largo de la excavación la naturale-
za geológica del nivel, la cantidad de piezas recogidas en cada cuadrícula, el resultado de
la criba y las profundidades alcanzadas. De todas las cuadrículas, en cada nivel, se levan-
tó un mapa de dispersión a escala 1:10.
Todos los residuos de la excavación se tamizaron a través de una serie de tres cribas
de diferente grosor de malla, con el fin de detectar pequeños fragmentos Uticos u óseos
que pudieran haber pasado desapercibidos.
Los restos óseos encontrados fueron muy reducidos, tanto en número como en ta-
m a ñ o , por lo que su extracción no planteó ningún problema.
Se puede calcular que durante la excavación se extrajeron unos 110 irP de gravas y

Fig. 4.—Cuadriculado de la zona preparada para excavar. Situación de la cala preliminar de sondeo (colomna B) y de la
zona excavada entre a , fi, y y S .

16
3
arenas. Por término medio proceden 45 piezas de cada m , si bien la media en la unidad
inferior (vid. introducción cap. 4) alcanza 70 piezas, y en la unidad superior 30. Teniendo
en cuenta que se trata de objetos de gran t a m a ñ o y la naturaleza del yacimiento, deben
considerarse estas proporciones como elevadas, especialmente las de la unidad inferior.
L a decisión de llevar a cabo un trabajo de estas dimensiones, en lugar de realizar pe-
queñas catas a lo largo de todo el frente de gravera, estuvo motivada por cuestiones ar-
queológicas: la única manera de poner al descubierto posibles estructuras era excavar una
superficie lo suficientemente amplia para ello, lo que teóricamente era posible, pues a
techo de las diferentes unidades sedimentarias podían haberse conservado restos in situ.
También se pretendía establecer con claridad diferencias tipológicas, si es que existían,
entre los diferentes niveles. A ello se añade el hecho de que si hubiéramos excavado una
superficie menor, la cantidad de material lítico recogido, tanto en cada nivel como en el
total, no hubiera sido suficiente para llevar a cabo un estudio estadístico con garantías
de representadvidad.
L a realización de la excavación, que nos ocupó diversas etapas entre agosto de 1972
y octubre de 1974, fue posible gracias a la colaboración de los alumnos del Departamento
de Prehistoria de la Universidad Complutense, Centro Universitario de Toledo y Colegio
Universitario de Arcos de Jalón (Madrid). También participaron estudiantes de las U n i -
versidades de Barcelona, Lisboa, Deusto, Atenas y L y o n . E l número de estos colabora-
dores ascendió a 88 y se totalizaron 255 días de trabajo de campo. Muchos de dichos co-
laboradores participaron también en los trabajos de clasificación, especialmente don D i -
mas Mazarro y d o ñ a María Jesús Sánchez, alumnos de la Universidad Complutense. L a
mayor parte de los dibujos y láminas que acompañan a este texto se deben a don Rafael
Cobo, don José Luis Martín de la Torre y doña María Rosa Bolívar.
Los trabajos de acondicionamiento del laboratorio, planimetría del terreno y excava-
ción de la primera cata recayeron fundamentalmente sobre don Carlos Puch, don Herme-
negildo Morell, don Carlos A n t ó n Martínez, don José Latova, don Antonio Perea y don
Domingo Almendros, bajo la responsabilidad de don Trinidad José de Torres.
También queremos hacer constar nuestro agradecimiento a don Máximo Martín
Aguado, gracias al cual este yacimiento ha podido ser salvado de una destrucción total.
P . Biberson visitó detenidamente la excavación y nos confirmó el «aire africano» que en
general presentaba la industria. E l prof. C . Thibault ( C . N . R . S . , Burdeos) examinó la in-
dustria lítica y nos aportó su valiosa experiencia.
M u y especialmente queremos agradecer al profesor don Martín Almagro Basch el in-
terés con que ha tomado en la realización de esta investigación, así como su apoyo conti-
nuo, tanto desde la Comisaría de Excavaciones Arqueológicas como desde el Museo A r -
queológico Nacional y la Cátedra de Prehistoria de la Universidad Complutense.
Los materiales procedente de esta excavación han sido depositados en el Museo de
Santa Cruz, de Toledo.

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— «Industrias del Paleolítico inferior en depósitos de los ríos Alagón y Jerte (Cáceres)», Actas del XIV Con.
Nac. de Arq., págs. 57-68, 1977.

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II. Estudio geológico de la terraza de Pinedo.

Margarita Díaz y Alfredo Pérez-González


El marco morfogeológico

E l Valle del Tajo en este sector representa el límite Sur de la depresión terciaria del
Tajo y es al mismo tiempo la frontera Norte del macizo cristalino de Toledo, extensa pla-
taforma marginal de los montes de Toledo (Fig. 5a).
L a meseta toledana (Hernández Pacheco, E . 1911) es el resultado de una morfogéne-
sis larga y complicada, que sin duda comenzó durante el Terciario inferior. Se reconoce
un conjunto de piedemontes escalonados, entre los cuales destacan las Sierras y los M o n -
tes Islas, que penetran unos en otros en forma de golfos o ensenadas. Distintos comple-
jos edáfico-sedimentarios cubren esos pediments o rampas.
E l Macizo Cristalino de Toledo, siguiendo a Aparicio Yagüe (1971), es una unidad
constituida por rocas de tipo metamórfico migmatítico, junto a rocas plutónicas básicas
y enclaves de rocas poco afectadas por el metamorfismo. Las Sierras y Montes Islas son
materiales pizarrosos-calcáreos y cuarcíticos de edad Cámbrico y Ordovícico. Las grano-
dioritas, ocupan la posición más meridional de la Meseta toledana, teniendo como límite
natural el flanco norte del sinclinorio del río Algodor, que es al mismo tiempo la estriba-
ción más septentrional de los Montes de Toledo.
Adosados al borde Norte del Macizo Cristalino de Toledo se reconcen pequeños
afloramientos de materiales de arenas, areniscas, margas y conglomerados de posible
edad cretácico inferior, muchas veces en parte fosilizados por las terrazas del río Tajo.
Los depósitos terciarios de color rojo o pardo-rojizo que orlan en esta región a la
Meseta toledana, presentan una gran monotonía litológica: son arenas cuarzo-
feldespáticas, con hiladas de gravas sueltas y paquetes de conglomerados. Proceden del
desmantelamiento del Macizo toledano, son facies marginales muy influidas por la
litología y mineralogía del área madre inmediata. Estos sedimentos constituyen la provin-
cia petrológica de Toledo caracterizada por la abundancia de feldespatos y la asociación:
turmalina, circón, granate y andalucita. (J. Benayas, J . Pérez Mateos y O . Riba, 1960.)
L a edad de estos materiales sería miocena (Martín Escorza, C ; C a r b ó , A . y González,
A . , 1973), pudiendo atribuirse al Mioceno inferior la unidad litoestratigráfica inferior, el
resto al Mioceno medio y quizá el tramo más superior al Mioceno medio-superior.
E l Plioceno está caracterizado por el desarrollo de importantes superficies de erosión
y erosión-acumulación, que se labraron tanto en la Meseta toledana como sobre los ma-
teriales blandos de la cuenca del Tajo. L a superficie de Bargas (Alia Medina, 1945)
tendría una edad del Plioceno superior y está situada en cotas de 620-600 m.; restos de
ella se reconocen en las proximidades de Toledo, ya en el frente migmatítico.
E l modelado del paisaje durante el Cuaternario, queda marcado por el crecimiento de

21
50 100 200 PASOS

Fig. 5.—a) Esquema morfo-geológico de los alrededores de Toledo. (1) Cantera de Pinedo. (2) Pueblo de Azucaica. (3)
Dirección y sentido del flujo. (4) Cursos de agua temporales o esporádicos. (5) Curso de agua permanente. (6) Islas. (7)
Meandro abandonado (Yugo de Buey). (8) Contacto discordante. (9) Falla. (10) Llanura de inundación. (11) Coluviones.
(12) Limos eólicos. (13) Conos de deyección. (14) Terrazas. (15) Glacis con cobertura de suelos. (16) Superficie de Bargas y
niveles de sustitución. (17) Terciario continental, arenas cuarzofeldespáticas, arcillas rojas y conglomerados. (18) Cretáci-
co, arenas, margas y conglomerados. (19) Macizo cristalino de Toledo. Paleozoico. Rocas Igneas y metamórficas.
b) Perfil transversal. Relación entre el canal actual del río Tajo y los depósitos aluviales colgados de la cantera de Pinedo.
(TP) Depósitos aluviales de la cantera de Pinedo. (C) Coluviones y conos aluviales. (L) Limos de inundación. (B) Barras
de fondo de canal. (N) Nivel de la lámina de agua. (A) Depósitos antrópicos. (M) Terciario continental.

22
los valles a partir de las superficies generalizadas durante el Mioceno y el desarrollo de las
terrazas y de los glacis. Recientemente Freeman (1975), que discute y sintetiza lo conoci-
do acerca de las terrazas del río Tajo en Toledo, hace especial mención al yacimiento de
la terraza de Pinedo con base en los trabajos de Martín Aguado (ver bibliografía Cap. I),
considerando más acertada la interpretación evolutiva de dicho autor que la de
Aguirre (1964). L a terraza de Pinedo (Fig. 5b), sobreelevada unos 22 m su base sobre el
cauce actual del río Tajo y con cota de 480 m, se la puede considerar como una terraza
media dentro de la secuencia de terrazas del río Tajo y sus afluentes. E l estudio detallado
de su estratigrafía, composición litológica y mineralogía es el objeto de este capítulo.

La secuencia fluvial de la terraza de Pinedo

L a secuencia fluvial de la terraza de Pinedo puede subdividirse de muro a techo en


los siguientes tramos:
a) Sobre el substrato terciario de la Facies Toledo se apoyan 4,40 m de gravas con
matriz arenosa y arenas gruesas. E n la base de estos materiales y sobre las arcillas ter-
ciarias, existen pequeños surcos longitudinales de excavación fluvial de dirección Norte
130° Este. L a profundidad de los surcos es de 8 a 40 cm (Lam. IV) y entre éstos quedan
crestas con una separación que oscila entre 40 y 50 cm. Las arenas y las gravas se dispo-
nen en niveles de potencia irregular y entre cicatrices de erosión. Las unidades de gravas
presentan en general orientación de sus componentes, y las arenas laminación cruzada de
gran escala. Comprende los niveles P , a P (Fig. 6). 1 3

b) 1 m de arena de t a m a ñ o medio con estratificación cruzada de gran escala y are-


nas finas y limos con estratificación cruzada de pequeña escala y laminación paralela.
Comprende los niveles P y P (Fig. 6).
] 4 1 5

c) 10 m de alternancia rápida de limos, de color rojizo, 7.5YR7/6 y 7/8 (1), y nive-


les de arcillas limosas, de color 5 Y R 6 / 8 , claramente diferenciadas en la parte basal de este
nivel. Los limos son muy ricos en micas. Lateralmente y en la vertical se observa un cam-
bio de facies a arenas cuarzo-feldespáticas, lentejones e hiladas de gravas, con escasos ni-
veles de limos o arcillas limosas. Este tramo finaliza con un nivel de cantos muy angulo-
sos con matriz arenosa cuarzo-feldespática, de 0,60 a 0,80 m de potencia, poligénico y
con tamaños medios entre 5 y 6 cm y máximo de 20 cm. (Lam. I).
d) Sobre el tramo anterior existe una cicatriz de erosión y encima se apoyan 40 cm
de arenas coluvionares cuarzo-feldespáticas con matriz limo-arcillosa, de claro origen la-
teral. Sobre estos materiales se sitúa un encostramiento de unos 25 cm de espesor máxi-
mo que engloba a techo cantos muy dispersos de cuarcita, cuarzo, pizarra, etc., con res-
tos de un suelo rojo, de color 2,5YR5/8, removido y transportado.
e) 2,5 m de arenas de origen lateral, de composición cuarzo-feldespática, arcillosas
y masivas. Encima 1,50 m de limos de origen eólico de color 7.5YR7/6, fuertemente car-
bonatados.

(1) De acuerdo con las Tablas de Munssel (1973).

23
FACIES A [ gravas con matriz de arena gruesa

FACIES B | 'sets'de arena gruesa con laminación cruzadalB^ y niveles de c a n t o s ^ )

FACIES C [ arena fina con estratificación cruzada de pequeña escala (C^ y lamina-
ción paralela p l -
FACIES D | umos y arcillas masivos.

Fig. 6.—Cortes laterales producidos por la excavación arqueológica en la terraza de Pinedo. Las facies A, B, C y D están
limitadas entre ellas por cicatrices. La disposición y orientación de los cortes puede verse en la fig. 4.

24
• situación de la terraza de Pinedo
direcciones de paleocorrientes de la facies A
¡i ¡i ¡i iiii ii B
surcos de erosión
<£> islas

. 7.—a) Paleocorrientes obtenidas a partir de los diferentes niveles distinguidos en el corte (fig. 6). b) Trazado actual
del río Tajo; nótese la presencia de islas en el lecho del río, que en conjunto es meandriforme.

25
Análisis de facies

E l análisis de facies se ha realizado sobre los tramos a, b y c, agrupando las unidades


equivalentes desde un punto de vista genético.

Facies A (Fig. 6): «Sets» de gravas con matriz arenosa, dispuestos sobre cicatrices de
erosión. Tanto las gravas como la matriz en general se diferencian en dos poblaciones en
los histogramas realizados, a partir del porcentaje en peso de las diferentes fracciones
(Fig. 8). Las gravas alcanzan los valores máximos en peso para las fracciones comprendi-
das entre 32 y 128 mm. L a arena oscila entre tamaños medios correspondientes a arena
muy gruesa y arena media (Fig. 8). Los cantos se disponen de diferentes maneras, forman-
do láminas inclinadas o convexas (Lam. I V , 1), con los ejes orientados pero sin llegar a
formar láminas bien definidas, con laminación horizontal grosera o sin ordenación.
Cuando la laminación está presente, el t a m a ñ o de las láminas está relacionado con el de
los materiales que las forman, coincidiendo con el de la sección de los cantos. E n oca-
siones las láminas se diferencian en base a la mayor o menor presencia de materiales
gruesos.
Las cicatrices observadas al techo de las unidades de gravas presentan una compac-
tación de espesores centimétricos, derivada de un enriquecimiento en carbonatos y de la
presencia más abundante de un material fino limo-arcilloso en la matriz, con colores que
van desde el pardo (7.5YR5/4), en las unidades inferiores del corte, al rojizo (5YR7/6)
para la mayoría de las restantes cicatrices.
L a existencia de laminación convexa observada en algunos de estos niveles, princi-
palmente en el resto del afloramiento de la terraza que no se figura en este trabajo, pone
de manifiesto que en parte son cuerpos de acreción longitudinal. Este tipo de materiales
ya ha sido atribuido en numerosas ocasiones a la migración de barras de gravas sobre el
lecho del río (McGowen y Groat, 1971; Rust, 1971 y 1975; Eynon y Walker, 1974). E l
hecho de que los cantos se encuentren o no orientados depende, según Ore (1963), del de-
sarrollo alcanzado por la barra, y según McGowen y Groat (1971) de la orientación de la
sección que presente la barra en relación con su paleocorriente.

Facies B (Fig. 6): «Cosets» formados por una alternancia de dos subfacies, B , y B , 2

apoyados sobre cicatrices de erosión.


B,-«sets» de arena gruesa con laminación cruzada, cuyo espesor oscila alrededor de
10-20 cm. Presentan a veces láminas alternantes con t a m a ñ o s de granos relativamente
más gruesos y finos; en otros la textura de las láminas es homogénea. Esta subfacies está
relacionada con la migración de dunas (megaripples) sobre el lecho del río. Gran parte de
estas dunas se adaptan a surcos de erosión (trough) y en algunos casos se ha podido ob-
servar que presentan caras de avalancha rectas.
B -Niveles de cantos más o menos potentes entre los sets arenosos. Son depósitos de
2

lag asociados a cicatrices de erosión de t a m a ñ o variable.


Esta facies representa depósitos de canales más someros que la facies anterior (Mc-
Gowen y Groat, 1971, pág. 29, fig. 24).

Facies C (Fig. 6): Comprende dos subfacies, C , y C . 2

C E s t r a t i f i c a c i ó n cruzada de pequeña escala asociada a la migración de ripples. Es-


r

ta subfacies también aparece asociada a la facies A.


Ore (1963, pág. 10) ha observado que este tipo de estructura suele establecerse
sobre las superficies más elevadas de las formas morfológicas del lecho, cubriendo una
secuencia de frente de foreset, y llegando a situarse entre dos de estas secuencias.

26
C -Laminación paralela de baja energía, se encuentra siempre situada al techo de la
2

subfacies anterior.
Esta facies, dada su posición secuencial, podría estar relacionada con el encajamien-
to del río en sus propios depósitos al formar la terraza.

Facies D (Fig. 6): Arcillas y limos masivos, finamente estratificados en niveles centi-
métricos. Estos depósitos se producen dentro del canal en los estados de bajo flujo y en
los de alto flujo en la llanura de inundación (crevasse splay y arcillas de inundación,
Alien, 1965). E n el tramo c del corte, esta facies está relacionada con materiales de apor-
te lateral, por lavado y arroyada de las áreas marginales e inmediatas formadas por la lla-
mada Facies Toledo y restos más antiguos de terrazas.

Análisis de las paleocorrientes

Para realizar el análisis de las paleocorrientes disponemos en nuestro corte de tres


secciones perpendiculares. E n el caso de las barras de gravas hemos utilizado los criterios
de McGowen y Groat (1971, pág. 56) y de Rust (1972 y 1975). Según estos autores la
inclinación de los cantos se realiza hacia aguas arriba salvo en el caso (Doeglas, 1962) de
que estén rellenando un surco. E n la figura 7a, hemos representado las direcciones de las
paleocorrientes correspondientes a las facies A y B y su evolución vertical. E n la figura 6
la unidad P presenta inclinaciones de los ejes de los cantos distintas para su mitad infe-
H

rior con relación a su mitad superior; en este caso se t o m ó como criterio la dirección de
la paleocorriente indicada por las dunas, y suponemos que las gravas de la mitad inferior
están adaptándose a una pequeña pendiente deposicional situada aguas arriba y no v i -
sible en el corte. E n la unidad P no fue posible determinar la dirección de la paleo-
1 0

corriente.
E n la figura 7a se observan direcciones de paleocorrientes perpendiculares y super-
puestas en sentido vertical, y con una gran dispersión angular. L a facies B se depositó
con una elongación perpendicular a la facies A . Rust (1971) y Ore (1963) han observado
en ríos de tipo «braided» o de canales entrecruzados, la existencia de direcciones de
corriente perpendiculares u oblicuas a la dirección general del canal, asociadas a la migra-
ción de pequeñas barras transversas. Ore (1963) ha observado experimentalmente que du-
rante las crecidas, las barras longitudinales pueden ser erosionadas por pequeños canales
transversales. Nosotros atribuimos la presencia de estas direcciones de paleocorrientes de
la facies B , perpendiculares a las correspondientes a la facies A , al mecanismo descrito
por Ore (o.c). Dentro de la facies A existe también una evolución vertical en la dirección
de las paleocorrientes, que estaría relacionada con la posición del canal en cada mo-
mento.

Interpretación

Las facies descritas y sus relaciones han sido ya citadas en ríos de tipo «braided» o
de canales entrecruzados actuales y antiguos. Además de los aspectos ya mencionados en
el texto, sobre la presencia de canales transversales sobre depósitos de barras longitudina-
les, fenómeno típico de ríos de canales entrecruzados, existen, aunque escasos, depósitos
de decantación (facies D) probablemente preservados gracias a la aleatoriedad con que
en este modelo fluvial se desplazan los canales (Alien, 1965).

27
Ambos aspectos, los resultados del análisis de facies y de las paleocorrientes, pueden
integrarse en un modelo semejante al presentado por el río Tajo en la actualidad
(Fig. 7b). E l río Tajo está formado por canales entrecruzados en algunos de sus tramos
rectos, con presencia de islas; sin embargo, en el conjunto de su trazado, su lecho es de
tipo meandriforme. Este modelo de ríos ha sido estudiado ampliamente por Leopold y
Wolman (1957). Los depósitos de la terraza de Pinedo corresponden a un modelo de ca-
nales entrecruzados, pero las diferentes direcciones de paleocorriente que manifiestan los
depósitos de la facies A han sido producidas por la migración de ondas de meandros.
L a evolución de los meandros es en la actualidad relativamente rápida y observable a
escala histórica, como pone de manifiesto la consulta de distintas ediciones del Mapa To-
pográfico (Instituto Geográfico y Catastral, 1934, 44 y 74). Gómez de Llarena (1923) re-
lata diversos episodios de abandono de meandros en las últimas centurias, aguas arriba
de la ciudad de Toledo.

Mineralogía

Se han estudiado (2) un total de once muestras seriadas en los depósitos de la terraza
de Pinedo; las diez primeras corresponden al tramo o y se reconocen por las siglas P , , P , 2

P , P , P , P , P , P , P , y P (Fig. 6). E n el tramo c y hacia el tercio superior se ha re-


3 4 5 8 9 n 2 u

cogido la muestra C-9. Otros tres puntos de muestreo se han elegido en los cauces ac-
tuales de los ríos Tajo y Jarama. L a muestra 605 está situada en el lugar denominado
Caserío de Calabazas Bajas, en la Vega de Azucaica, aguas abajo de la desembocadura
del río Algodor en el río Tajo y en un depósito de borde de canal. L a muestra 549 ha sido
recogida en un depósito de «point-bar» del río Tajo, situado al Norte de la Flamenca y
después de la confluencia del río Jarama. Por último, la 543 en el río Jarama, en el Soto
del Tardío, al Norte de Aranjuez, en un barra de fondo de canal del lecho mayor.
Por la fracción densa (cuadro 1) el tramo a está caracterizado por la asociación es-
taurolita (34-18 °Io), granate (38,5-11,5 °7o), turmalina (33-16 % ) , acompañados por el
circón (15,5-1 °/o), andalucita (10-3 °7o) y apatito (8-1 % ) . Esta asociación es similiar a la
obtenida para el cauce actual de los ríos Tajo y Jarama en los otros tres puntos de
control establecidos, y guarda perfecta correspondencia con los resultados ya conocidos
por trabajos anteriores, en el río Jarama y sus terrazas desde Mejorada del Campo a
Aranjuez. (J. Benayas, J . Pérez Mateos y O . Riba, 1960; J . Pérez Mateos y J . Benayas,
1963; A . Aleixandre, A . Pérez González, A . Pínula y J . Gallardo, 1977). Cabe, pues, des-
tacar la permanencia de la asociación estaurolita-granate-turmalina en este sector del
río Tajo próximo a Toledo.
E n los minerales ligeros (Cuadro 2), domina el cuarzo con porcentajes que oscilan
entre el 50 y el 61,5 °/o, seguido por los feldespatos. E n los niveles P , a P , los feldespatos
4

potásicos (40-29 °7o) son dominantes sobre los calco-sódicos (14-6 °7o), produciéndose una
sustitución a partir del nivel P en favor de las plagioclasas. Tanto en las muestras estu-
5

diadas en los cauces actuales de los ríos Jarama y Tajo en este trabajo, como en la aso-
ciación encontrada en el río Jarama y sus terrazas en la región de Mejorada del Campo,
los calco-sódicos son dominantes (Aleixandre et all. o.c.J aunque localmente, por la
influencia de la mineralogía arrastrada por el río Manzanares, los depósitos de la terraza
de + 15-20 m en la zona de Arganda sufren un considerable aumento de feldespato po-
tásico.

(2) La determinación de los minerales pesados y ligeros ha sido realizada por M. T. Ruiz, a quien agradecemos su
colaboración.

28
Fig. 8.—Histogramas de frecuencias en peso de los niveles muestreados.
CUADRO 1 ANALISIS MINERALOGICO DE LA FRACCION DENSA
(entre 0,5 y 0,05 mm.)

P-l P-2 P-3 P-4 P-6 P-8 P-9 P-l 1

Opacos naturales 56 15 30 21 24 16 50
Opacos de alteración 6 7 8 6 19 8 5 7
Estaurolita 24,5% 23,5% 27,5% 34,0% 21,0% 18,0% 32,0% 25,0%
Granate 24,5% 18,0% 31,5% 27,0% 11,5% 38,5% 26,5% 32,0%
Andalucita 7,0% 10,0% 3,0% 3,5% 7,0% 3,0% 6,5% 6,5%
Distena 2,5% 5,0% 7,0% 0,5% 2,0% 3,0% 1,0% 0,5%
Fibrolita (sillimanita) 1,0% 2,0% 0,5% 0,5% 3,0% 2,5% 3,5% 2,0%
Turmalina 25,5% 19,5% 24,0% 16,0% 33,0% 23,0% 21,0% 25,0%
Circón 11,5% 10,5% 4,0% 10,0% 15,5% 2,0% 7,0% 5,0%
Apatito 1,5% 8,0% 10,% 7,5% 4,0% 6,0% 1,5% 3,0%
Epidota-zoisita — 3,0% 10,% — 1,0% 0,5% 1,0% Pr
Anfibol — — _ — — l,o% — Pr
Esfena Pr 0,5% rp — 0,5% — Pr —
Broquita — — — — — — — —
Carbonato.., — — — — — — — —
Clorita — — — — Pr — Pr —
Cloritoide — — — — — — Pr —
Biotita 2,0% Pr 0,5% — 1,5% 0,5% — —
Alteritas — — _ 1,0% — 2,0% — 1,0%

La proporción de opacos naturales y de alteración viene expresada por el número de granos observados por cada 100
minerales transparentes.
Pr Presencia de mineral.

C U A D R O 2 ANALISIS MINERALOGICO DE LA FRACCION LIGERA


(entre 0,5 y 0,05 mm.)

P-l P-2 P-3 P-4 P-6 P-8 P-9

Cuarzo 53,0% 61,5% 52,5% 52,5% 53,0% 53,0% 50,0%


Feldespato potásico 29,0% 30,0% 40,0% 34,0% 18,0% 21,5% 19,0%
Feldespato c a l c o - s ó d i c o . . 14,0% 8,5% 6,0% 13,0% 25,5% 24,5% 31,0%
Moscovita 1,5% — 0,5% 0,5% 0,5% 0,5% —
Biotita 2,5% — 0,5% — 2,0% 0,5% —
Fragmentos de roca — — 0,5% — 1,0% — —

Es claro, pues, que hay que considerar que existe una fuerte contaminación en las
barras básales de la terraza de Pinedo, que sin duda proviene de la Facies de Toledo, que
es rica en feldespato potásico.
Esta contaminación puede haberse producido por un lavado suave de las áreas ter-
ciarias próximas, o por la toma de materiales del substrato terciario, a causa de los depó-
sitos de tracción que caracterizan la base del perfil.
E n la morfoscopía de la fracción ligera dominan los granos de cuarzo no desgasta-
dos. L a alteración química en el total de las muestras estudiadas presenta características
similares, y hay que considerarla poco importante; la aparición de opacos naturales es
muy superior a la de los opacos formados por la alteración de aquéllos, y aunque los fel-
despatos se presentan bastante alterados hay que tener en cuenta que son minerales fácil-
mente alterables y que si la alteración hubiera sido muy intensa, no aparecerían en la pro-
porción que lo hacen.

30
Los resultados de la muestra C-9 confirman que buena parte de los materiales del
tramo c provienen del área Terciaria póxima. E n los minerales pesados la asociación
queda definida por granate-circón, acompañados por turmalina, andalucita y apatito. E n
los ligeros, la asociación está compuesta por cuarzo y feldespato potásico, y como mine-
ral subdominante la plagioclasa, minerales que provienen de la provincia mineralógica
de Toledo, que está compuesta por abundantes feldespatos y la asociación de turmalina,
circón, granate y andalucita (Benayas et all, o.c).

Conclusiones

1. Los depósitos aluviales de la terraza de Pinedo, tramo a, presentan una aso-


ciación en la fracción densa compuesta por: estaurolita-granate-turmalina. Esta aso-
ciación es la del río Jarama y sus terrazas desde Mejorada del Campo, y permanece en el
actual río Tajo después de su confluencia con el río Jarama en las proximidades de
Aranjuez.
2. E n la fracción ligera domina el cuarzo, siendo sustituido el feldespato potásico
como segundo mineral dominante por los calco-sódicos a partir del nivel P . Se reconoce 6

una contaminación de origen local por la provincia mineralógica de Toledo, para las
barras básales del perfil.
3. E l estado de conservación de los feldespatos, sus porcentajes, la relación de opa-
cos naturales y de alteración así como la permanencia de minerales alterables, parecen
demostrar que la alteración química de estos depósitos ha sido débil y poco marcada.
4. E n el conjunto sedimentario superior, tramo « c » , formado por los limos de
inundación que vertical y lateralmente pasan a arenas cuarzo-feldespáticas y cantos, se ha
reconocido, en esta última facies, una asociación de minerales pesados y ligeros que la
hacen derivar directamente de los materiales terciarios próximos.

Cantometría

E n la unidad estratigráfica inferior de la terraza de Pinedo (tramo a), se han


muestreado los niveles denominados P , , P , P , P , P , P , y P , que corresponden a la
2 3 4 8 0 3

casi totalidad de las barras de cantos presentes en dicha unidad. E l número de elementos
contabilizados de las muestras P , a la P ha sido, respectivamente, de: 158, 169, 138,
1 3

115, 162 y 163, dando un total de 1052 cantos estudiados.


Además del cálculo (3) de la composición litológica y granulométrica nivel por nivel,
se ha realizado también el estudio morfométrico de los cantos de cuarcita y cuarzo, cal-
culando para ambos los índices de aplanamiento y disimetría de Cailleux (1945). Final-
mente, se ha aplicado el cuadro de distribución de formas según Zingg (1935), para los
cantos de cuarcita.
L a naturaleza litológica (cuadro 3) de los distintos niveles muestreados ofrece idénti-
cas características petrológicas; domina en todos la cuarcita, con porcentajes que oscilan
entre el 64 y 44 °Io. E l cuarzo (28-15 °Io) y la caliza (24-12 °7o) siguen en abundancia; otras
litologías como las areniscas, los cantos blandos formados a expensas del «alcaén», el
sílex y los eruptivos metamórficos (complejo K) están muy débilmente representados.

(3) Estos cálculos han sido verificados con un programa en FORTRAN IV, preparado por Félix Mínguez Marín, del
Centro de Informática Aplicada de la E.T.S. Ing. de Minas de Madrid, para un ordenador I.B.M. 370-115.

31
CUADRO 3. COMPOSICION LITOLOGICA

Muestras
P, P 2 P 3 P4 P 8 P.o P,3

Elementos S s
^ v. % % % % «lo % %

Guarcita 48 44 50 64 49 49 62
25 28 20 17 23 28 15
14 24 23 12 21 17 17
2 2 2 1 1 2 1
Cantos blandos 1 0 0 0 0 0 0
Sílex 2 0 0 0 1 0 1
Complejo K (*) 8 2 5 6 5 4 3

(*) Complejo K (eruptivos y metamórficos), Asensio AMOR-VAUDOUR, 1967.

Toda esta gama petrográfica está, en mayor o menor medida, presente en las cargas
actuales y terrazas de los ríos que forman el sistema fluvial de esta parte de la Meseta M e -
ridional. L a caliza, el sílex y la arenisca provienen del desmantelamiento de las forma-
ciones que están situadas estratigráficamente por encima de la facies evaporítica central.
Esto es, de la denominada «Facies Blanca» del Mioceno castellano y del p á r a m o lacustre
Neógeno.
Los eruptivos y metamórficos tienen, sin duda, para este sector, un origen más local.
Dominan los primeros, son granitos y granodioritas, y por lo general corresponden a fa-
cies de borde, pues se hallan contaminadas con minerales de metamorfismo de contacto
como la cordierita y el granate, según se ha visto en los análisis petrográficos realizados.
L a procedencia de este complejo K hay que buscarla en el Macizo Cristalino de Toledo, e
inclusive en el Terciario de las Facies de Toledo que proviene de aquél.
L a cuarcita y el cuarzo son los elementos más abundantes en el río Jarama, domi-
nando la cuarcita, igual que ocurre en los depósitos del tramo a de Pinedo.
E l grado de alteración tan sólo es aparente en los cantos calizos, eruptivos y meta-
mórficos. E n los primeros se reconoce una pátina de alteración, oquedades y huecos que
provienen de procesos de disolución. E n los segundos la alteración es más potente. Can-

CUADRO 4. COMPOSICION GRANULOMETRICA

N . Muestras P , P 2 P3 P 4 P 8 P,o P13

0 cm. % <% % <7o % °7o °7o

2-4 60 59 54 55 67 66 63
4-6 25 28 26 24 21 23 32
6-8 8 8 11 8 7 9 4
8-12 6 5 7 5 2 1
12-16 1 1 12
16-24 1
1
Fracturas 16 15 11 14 12 9
15
M o d . (cm.) 3,5 3,7 3,8 3,7 3,4 3,4 3,5
Centilo (cm.) 12 17 20 35 18 12 16

32
CUADRO 5. VALORES MORFOMETRICOS EN CUARCITAS (C) Y CUARZOS (Q)

Muestras P. P 2 P 3
P 4 P 8 P.o P»

Litologias C Q C Q C Q C Q C Q C Q C Q

N . ° de cantos 76 40 75 48 70 28 73 20 73 33 80 45 103 20
Recorrido (mm.) 22-130 23-97 22-111 23-90 20-160 21-74 22-177 23-70 20-93 23-71 21-111 19-63 20-% 21-79
2,01 1,85 2,05 2,07 2,11 2,07 2,07 1,81 2,01 1,83 2,13 1,89 2,09 1,88
Mediana 1,86 1,75 1,96 1,78 1,97 1,88 2,00 1,74 1,94 1,82 2,09 1,84 1,93 1,88
592 708 565 — 626 596 645 603 584 557 661 586 640 572
Mediana 587 583 568 574 617 592 583 604 576 552 590 588 588 575

1. Indice de aplanamiento, CAILLEUX, - y -

2. Indice de disimetría, CAILLEUX, — —


tos deleznables con las manos y los dedos; al microscopio, en los cantos ígneos, el feldes-
pato potásico está parcialmente caolinizado y las plagioclasas se han alterado en parte a
sericita. De todas formas, la alteración química observada al microscopio hay que consi-
derarla de baja a media, en las tres muestras estudiadas.
L a distribución de t a m a ñ o según el eje mayor a, considerando globalmente todas las
litologías, puede observarse en el cuadro 4. E l máximo principal se da en todos los nive-
les en la clase 2-4 cm, acumulándose más del 80 por 100 de cantos en los tamaños
comprendidos entre 2-6 cm. Los grandes cantos están tan solo representados en los nive-
les P y P .
3 4

E l centilo alcanza un valor máximo en los frentes estudiados de 35 cm, en el nivel P , 4

tomando la mediana valores comprendidos entre 3,4 y 3,8 cm. E l porcentaje de cantos
fracturados es francamente bajo, encontrándose rotos en mayor medida los cantos de
cuarcita que los de cuarzo.

CUADRO 6. DISTRIBUCION DE LAS FORMAS EN CUARCITA


SEGUN LAS SUBDIVISIONES DE ZINGG (1935).
IGUAL RECORRIDO QUE EN EL CUADRO ANTERIOR

^^«^Muestras P, P 2 P 3 P< P 8 Pío P|3


Clases d e ^ v .
ZINGG o/o °7o °7o °7o % «/o <%

E 25 20 21 25 18 20 15
A 21 20 13 15 18 11 20
L 14 13 14 14 11 22 15
D 40 47 52 46 53 47 50

E n el cuadro 5 están calculados los valores de los índices de disimetría y aplanamien-


to de Cailleux (1945), para cuarcita y cuarzos en los intervalos o recorridos expresados.
Se observa en todos los niveles una mayor tendencia a la esfericidad en los cantos de
cuarzo (medianas comprendidas entre 1,74 y 1,88) que en los de cuarcita (medianas
comprendidas entre 1,86 y 2,09), siendo por lo general mayor el índice de disimetría en
cuarcitas que en cuarzos, hecho por otra parte coherente con los resultados anteriores.

2/3
b/a

Fig. 9.—Clasificación de ZINGG con base a las formas


de los cantos: a = largo; b = ancho; c = espesor; D =
discoidal; E = esférica; L = laminar o lamelar; A =
c/b 2/3 alargada.

34
En el análisis de la distribución de las formas de los cantos de cuarcita, utilizando las
subdivisiones de Zingg (1935) (ver cuadro 6 y figura 9), hemos encontrado para todos los
niveles porcentajes superiores al 40 °ío para la forma discoidal y oblada, siguiéndole la
forma esférica o equidimensional y la alargada o prolada. Ocasionalmente, la forma la-
melar o triaxil alcanza valores porcentuales mayores (P. ) que las otras dos formas.
0

Conclusiones

a) L a composición litológica de las distintas unidades muestreadas en el tramo


estratigráficamente inferior (tramo a) de la terraza de Pinedo, es por orden de importan-
cia porcentual: cuarcita (63-44 °Io), cuarzo (28-15 % ) , caliza (24-12 °¡o), sílex (2-1 °Io) y
cantos blandos (1-0 % ) .
b) Las calizas, sílex y areniscas provienen de las facies terciarias, situadas estra-
tigráficamente por encima de la facies evaporítica central. Los cantos blandos son toma-
dos directamente del substrato terciario que formaba el lecho del canal. Los eruptivos y
metamórficos tienen origen local (Meseta toledana y la Facies Toledo de edad terciaria
que la orla). Las cuarcitas y los cuarzos son aportados principalmente por el río Jarama
al río Tajo, en su lugar de confluencia, que está situado ligeramente al W de Aranjuez y
aguas arriba de la terraza de Pinedo.
c) Los tamaños según el eje mayor a se acumulan en todos los niveles en más de un
80 % en la fracción 2-6 cm, con un rápido decrecimiento en los tamaños superiores. L a
mediana está comprendida entre 3,8 y 3,4 cm; el centil entre 35 y 12 cm.
d) E l grado de alteración, generalmente bajo, tan solo es apreciable en los cantos
calizos, eruptivos y metamórficos.
e) Existe una mayor tendencia a la esfericidad en los cantos de cuarzo que en los de
cuarcita, presentando estos últimos con mayor frecuencia la forma discoidal u oblada.

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36
III. Estudio Paleontológico.

Enrique Soto
Se estudian en este apartado los restos faunísticos extraídos en las excavaciones efec-
tuadas en la gravera de Pinedo. Se describe un canino de h i p o p ó t a m o procedente de an-
teriores recolecciones de M . M . Aguado. L a mayoría de los restos son inidentificables,
dado su extraordinario grado de fragmentación y desgaste producido por la acción flu-
vial. E l material está compuesto por restos de molares y algunos fragmentos óseos. Entre
los primeros hay numerosos fragmentos de muralla, sin ningún valor para identificación
a nivel de género. Los restos óseos son en su mayoría fragmentos de diáfisis no identifi-
cables. N o obstante ha podido determinarse la siguiente fauna:

Aves, gen. sp. indet.


Lepus cf. europaeus
Orictolagus cuniculus
Equus sp.
Hippopotamus amphibius
Cervus elaphus
Gran bóvido gen. sp. indet.
E n la determinación de los lagomorfos ha colaborado la doctora Nieves López.
Los restos hallados de caballo (fragmentos de molares en su totalidad) no permiten
una determinación a nivel de especie.
Los cérvidos proporcionan el mayor número de restos y los mejor conservados,
entre los que merecen citarse un metacarpiano derecho y un fragmento de hemimandí-
bula izquierda de Cervus elaphus, que se describen más abajo.
E l gran bóvido no ha podido determinarse con precisión, pues sólo hay un fragmen-
to de molar que resulta insuficiente para su clasificación a nivel de género, aunque se cita
Bos primigenius en los dos últimos trabajos sobre la fauna de Pinedo (Aguirre, 1964,
Kahlke, 1975).
Hay restos que pueden atribuirse, por sus características morfológicas, a rumiantes
de talla similar o menor que Cervus elaphus. Kahlke cita en este yacimiento la presencia
de la especie Praedama cf. sussebornensis K A H L K E , a la que quizá pudieran correspon-
der algunas de estas piezas. A continuación se da la relación de piezas estudiadas.

Relación de fauna del yacimiento de Pinedo (Toledo)

Sigla

P2B Fragmento de muralla de molar, probablemente de rumiante.


P5K Primera falange del tercer dedo posterior. Talla de Lepus europaeus, individuo adulto.

39
P5S Fragmento de incisivo superior derecho de lepórido joven.
P5X Fragmento de muralla de molar no identificable.
P9H Fragmento de molar de rumiante p e q u e ñ o .
P9N Fragmento óseo no identificable.
P9R Fragmento distal de falange de ave no identificable.
P9S Fragmento de molar, probablemente de cérvido.
P9T Fragmento óseo no identificable.
P9V Fragmento óseo no identificable.
P9Y Fragmento de muralla, probablemente incisivo de é q u i d o .
P10U Fragmento de molar no identificable.
P10V Fragmento de muralla de molar, probablemente de cérvido.
PUL Fragmento de diáfisis de m e t á p o d o de rumiante p e q u e ñ o no identificable.
P l 1M Fragmento de molar no identificable.
P13N Fragmento de muralla de molar no identificable.
P13Y Fragmento de molar inidentificable.
P14Y Fragmento óseo no identificable.
P14 a-Fragmento de molar no identificable.
b-Fragmento óseo no identificable.
P15N Fragmento de molar de é q u i d o .
P16K a-Fragmento de hueso largo, no identificable.
b-Fragmento de m a n d í b u l a derecha (parte comprendida entre agujero mentoniano y alvéolo del
P ) de rumiante t a m a ñ o Cervus.
2

P16T a-Fragmento de molar de é q u i d o .


b-Fragmento óseo no identificable.
P16Y Fragmento de molar de é q u i d o , muy rodado.
P16Z Fragmento óseo no identificable.
P16N P inferior derecho de lepórido joven. Surco anterior poco profundo, como el género Lepus.
3

P17G Fragmento de molar M inferior derecho de Equus sp.


3

P17M Fragmento óseo no identificable.


P17S a-Cinco fragmentos óseos no identificables.
b-Fragmento proximal de metatarsiano IV derecho de Orictolagus cuniculus.
P18D Fragmentos de metacarpiano de Cervus sp.
P18X Fragmento de molar, probablemente de é q u i d o .
P19Q Fragmento de muralla de molar de Equus sp.
P19V Incisivo II izquierdo de Cervus sp.
P20G Fragmento de muralla de molar no identificable.
P22C Fragmento de muralla de molar de cérvido.
P22 Fragmento de molar de gran b ó v i d o .
P22M Fragmento óseo no identificable.

Fuera de estratigrafía: Cuatro fragmentos de huesos largos no identificables.

Cata 1972:
0OB7 Fragmento óseo de animal muy p e q u e ñ o , no identificable.
1B6 Fragmento de hueso largo no identificable.
1B7 Fragmento de hueso largo no identificable.
2B6 a-Fragmento de hueso largo no identificable.
b-Fragmento distal de tibia derecha de cérvido inmaduro.
2B7 Fragmento de molar no identificable.
2B9 Fragmento óseo no identificable.
2B10 Fragmento óseo no identificable.
2B16 Fragmento de muralla de molar de cérvido.
3B7 Fragmento de molar de é q u i d o .

P17R

Metacarpo derecho de Cervus elaphus


Longitud m á x i m a : 23,5 mm
Anchura m á x i m a distal: 42,3 mm
Anchura m á x i m a proximal: 40,5 mm

40
Espesor máximo proximal: 28,6 mm
Anchura máxima tróclea: 26,0 mm
Diámetro antero-posterior arista media interna: 24,3 mm
Anchura mínima de la diáfisis: 24,8 mm
Las medidas están dentro del campo de dispersión de Cervus elaphus actuales. Presenta una fractura
trasversal en el tercio proximal y otra en el tercio distal.

P17S

Fragmento de mandíbula izquierda de Cervus elaphus con P - M . 4 3

Longitud M , - M : 73,4 mm
3

Longitud M : 30,2 mm
3

Corresponde esta m a n d í b u l a a un animal muy viejo. Se encuentra fragmentada por delante del P , fal-4

tando toda la parte anterior a éste. Existen varias fracturas en la rama ascendente de la mandíbula. Falta la
apófisis coronoidea y el ángulo mandibular, conservándose perfectamente el cóndilo articular. De la rama
horizontal se conserva solamente la parte superior, siguiendo una línea paralela al borde superior a unos 3 cm
de éste. A través de la rotura conserva las raíces de algunos molares. E l estilo interlobular del M , está roto.
Las dimensiones corresponden a un animal de talla más bien p e q u e ñ a .

PIN/75-21/F-4 (1)

Fragmento de molar superior izquierdo de Equus sp.


Corresponde a un individuo muy joven.
Longitud: 29,4 m m .
Se encuentra fracturado, conservándose únicamente la muralla externa y las cúspides labiales; falta por
completo la parte lingual.

7 3 / 5 8 / P I N - l (1)

Canino inferior izquierdo de Hippopotamus amphibius


Longitud: 28,1 cm
Anchura máxima: 69,2 mm
Espesor m á x i m o : 41,9 mm
Presenta sección subtriangular, estrías muy acentuadas en la parte labial que se van desgastando hacia la
corona. Estrías menos acentuadas en la parte interna, que también se desgastan hacia el vértice. E n la cara
externa hay una acanaladura muy marcada a lo largo del diente y en posición media. Presenta una serie de
líneas de fracturación transversales que dividen a la pieza en cinco partes iguales. Tiene bastante ganga en la
parte interna. E l lado bucodistal está roto, faltando el vértice.
Este ejemplar se expone en el Museo Arqueológico Nacional y aparece figurado por E . Castaños en
Martín Aguado 1963, p á g . 17, figura 2 (2).

Conclusiones

L a fauna de Pinedo está compuesta por elementos característicos de estepa (aunque


no exclusivamente) como el caballo y los grandes bóvidos.
Cervus elaphus es especie típicamente silvícola, frecuentando los bosques caducifo-
lios y mixtos, siempre en busca de una cierta humedad.

(1) Siglas del Inventario del Museo Arqueológico Nacional.


(2) De acuerdo con Martín Aguado, procede este resto de un punto aguas abajo de Pinedo, en la misma terraza.
Martín Aguado (l.c.p.32) cita restos menos importantes de H. amphibius en los niveles inferiores de Pinedo (nota de los
editores).

41
Hippopotamus amphibius da un carácter cálido y h ú m e d o a las asociaciones
faunísticas en las que aparece, y en cualquier caso indica que la temperatura invernal no
descendía de cero grados (Bouchud, 1966).
Cronostratigráficamente las especies de Pinedo son triviales. E l género Cervus apa-
rece en el Mioceno superior. Hippotamus amphibius se da en Europa a partir del Plioce-
no, mientras que Equus lo hace en el Pleistoceno inferior. Todas ellas llegan hasta la ac-
tualidad (3).

(3) A la lista de especies identificadas en el área excavada de Pinedo, hay que añadir los numerosos restos de elefan-
te recuperados con anterioridad, y que Aguirre (1964) atribuye a Palaeoloxodon antiquus (nota de los editores).

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42
INDUSTRIA LITICA. M . Angeles Querol, Manuel Santonja,
Inmaculada Rus y José Luis Peña

1. Introducción
2. Lascas y productos de talla
3. Núcleos
4. Utensilios sobre lasca
5. Bifaces
6. Hendedores
7. Triedros
8. Cantos trabajados
9. Caracteres generales de l a industria de P i n e d o
1. INTRODUCCION

E n el capítulo II se puso de manifiesto como la acumulación estratigráfica de Pinedo


se ha edificado de forma continua y en un lapso de tiempo relativamente breve, incluso
puntual si lo comparamos con la velocidad de evolución de las industrias líticas en el
Pleistoceno medio.
Bajo la premisa indicada, hemos considerado oportuno distinguir solamente, de
acuerdo con los criterios de los autores del capítulo II, dos unidades estratigráficas, que
se han denominado Unidad inferior y Unidad superior. L a primera comprende los niveles
P | . P:> F*3 y F*4 de la estratigrafía, y del P al P la Unidad Superior (Fig. 6, vid. capítulo
5 B

II). Para efectuar esta distinción en solo dos unidades —a pesar de que en la excavación
distinguimos 23 niveles artificiales— también se ha tenido en cuenta que se trata de in-
dustria transportada por el río, quizá con algunas excepciones, como más adelante se
verá.
Hemos efectuado otra división atendiendo al rodamiento. Para ello hemos distin-
guido tres grupos de industrias:
— R - l : las que presentan un rodamiento fluvial muy intenso, causante de que las
aristas de las extracciones aparezcan muy redondeadas. Formado por 494 piezas —289
utensilios—, constituye el 8,31 °Io del total.
— R-2: las que presentan un rodamiento más o menos intenso, pero sin que se lle-
guen a desdibujar los contornos de las extracciones. A este grupo pertenecen 5.142 piezas
— 1274 utensilios—, el 86,54 °7o del total.
— R-3: piezas que no presentan huella alguna de rodamiento fluvial, con todas sus
aristas vivas. 306 ejemplares (106 útiles), el 5,15 °7o del total.
L a separación en estos grupos de rodamiento es bastante evidente, y no ofrece
muchos riesgos de subjetividad. N o obstante se han encontrado algunas piezas problemá-
ticas, que planteaban dudas para ser atribuidas al grupo R-2 o al R-3, o entre R - l y R-2.
En estos casos se ha procurado un consenso unánime entre los autores de este capítulo; no
obstante somos conscientes de que la aplicación de un criterio de este tipo no puede ser
absolutamente unívoco, y siempre fluctuará entre ciertos márgenes de subjetividad, que
hemos procurado reducir al mínimo, y que no creemos afecten a las conclusiones tipoló-
gicas que vamos a establecer sobre cada uno de estos conjuntos; máxime teniendo en
cuenta que el más afectado es el grupo R-2, el más amplio y en el que más se pueden di-
luir las subjetividades debidas a un empleo forzado de estos criterios.
A l efectuar esta separación en grados de rodamiento, nos atenemos a una práctica

45
común en el estudio de conjuntos paleolíticos en depósitos secundarios. Sobre su signifi-
cación nos remitimos al capítulo de conclusiones generales, donde se tendrán en cuenta
los resultados parciales obtenidos a lo largo del presente estudio.
Hemos preferido realizar el análisis tipológico por grupos de utensilios, intentando
resaltar todas las particularidades que a este nivel se manifiesten entre los conjuntos for-
mados atendiendo al rodamiento.
Los resultados tipológicos parciales serán reunidos en un apartado de síntesis al final
de este capítulo.
Dadas las especíales características de la industria de Pinedo, ha sido necesario es-
tablecer una serie de precisiones tipológicas previas para cada tipo de utensilio. Especial-
mente ha sido necesario para los cantos trabajados, para los que se ha establecido un sis-
tema de clasificación que ha constituido la Tesis doctoral de uno de nosotros ( A . Q.), y
que aquí se expondrá brevemente.
Todos los índices y apreciaciones estadísticas que se presentan en este capítulo, de-
ben aceptarse como aproximados, dadas las características del yacimiento. Aunque
creemos que la distancia cronológica entre los conjuntos distinguidos es muy pequeña
—dejando aparte las contaminaciones que existan, especialmente en el grupo de roda-
miento intenso— y que estos conjuntos son bastante homogéneos, no hemos creído opor-
tuno la confección de gráficos acumulativos para caracterizarlos —de acuerdo con los cri-
terios explicitados en múltiples ocasiones por F . Bordes—, pues seria difícil precisar su
representatividad.
De una vez por todas dejamos claros que todas las caracterizaciones estadísticas que
vamos a presentar en las páginas siguientes poseen una significación limitada por las con-
diciones de representatividad de las muestras estudiadas, y que sólo pueden aceptarse
como aproximación a las relaciones existentes en los conjuntos inalterados de los que es-
tas muestras proceden.
E n todo caso creemos encontrarnos ante una muestra suficiente, especialmente por
lo que se refiere al grupo de rodamiento 2, para intentar su caracterización, mediante el
estudio tipológico, dentro del Achelense.
Hemos utilizado como principales elementos de referencia las secuencias industriales
elaboradas para el Paleolítico inferior en regiones inmediatas, especialmente en
Marruecos atlántico (Biberson, 1961) y en todo el Norte de Africa, con yacimientos que
han resultado claves a la hora de establecer comparaciones, tal como Ternifine (Balout,
Biberson y Tixier, 1967). Igualmente hemos recurrido a las principales secuencias re-
gionales establecidas en Francia (Bordes 1954; De Lumley 1969, 1971; Thibault, 1970, et-
cétera).
Entre las secuencias achelenses documentadas en Francia y en el Norte de Africa,
puede darse cierto desfase cronológico. Por una parte, en Francia (op, ext.) se atribuyen
al Mindel las escasas series abbevillienses conocidas (canteras Carpentier y del Champ de
Mars en Abbeville), al Mindel-Riss los raros conjuntos atribuidos al Achelense antiguo
(nivel inferior de Rué de Cagny, Saint Achéul) y al Riss todos los estadios del Achelense
medio (2.° nivel de Cagny —Achelense medio primitivo—, nivel superior de Cagny
—Achelense medio evolucionado—, o Pech de l'Azé II, Nantet —Achelense medio de fa-
cies «meridional»—, etc.) (1). Por otro lado, en Marruecos atlántico se ha obtenido una
serie para el Achelense (Biberson, 1961, 1964, etc.) que comprende ocho estadios, agru-
pados en Achelense antiguo (estadios I a III), Achelense medio (estadios IV-VI) y Ache-

(1) Bourdier (1976) ha expuesto una cronología más elevada para los yacimientos de Normandía.

46
lense evolucionado (estadios V1I-VIII), desarrollados durante el Amiriense (estadios I-V)
y Tensiftiense (estadios VI-VII).
Si es correcta la correlación Amiriense-Míndel, aceptada generalmente, tendríamos
que durante la época en que se ha desarrollado en Europa, al Norte de los Pirineros, el
Abbevilliense, en el Norte de Africa han transcurrido los estadios Achelenses I a V de B i -
berson, el más avanzado de los cuales —por lo menos—, puede compararse desde el
punto de vista técnico y de la complejidad del utillaje —especialmente la macroindustria,
que es la que describe Biberson con más detenimiento— con el Achelense medio.
Para precisar la existencia de este posible desfase, es importante conocer con alguna
precisión la secuencia del Achelense en la Península Ibérica. De todas formas nos parece
evidente que los resultados obtenidos en Francia y en el Norte de Africa permiten hacerse
una idea sobre la evolución cronológica, dentro de ciertos márgenes, del Achelense en el
área (2).

2. LASCAS Y PRODUCTOS D E T A L L A S

L a mayor parte de la industria recogida en la excavación de Pinedo está constituida


por lascas sin transformar. Concretamente más de cuatro m i l piezas, el 67,59 % del con-
junto, que forman parte de manera desigual de los subgrupos de rodamiento: 38,34 °7o de
los materiales muy rodados ( R - l ) ; 70,92 % entre los de rodamiento medio (R-2) y 58,82 °7o
entre los que carecen de rodamiento (R-3).
Para su estudio, hemos distinguido las siguientes clases de lascas:
— Lascas de descortezado: aquéllas cuyo anverso está constituido fundamentalmen-
te por corteza o por una superficie natural de lascado (microclivage de fractura).
— Lascas de semidescortezado: las que presentan en su anverso una cantidad apre-
ciable de corteza, igual o superior a la cuarta parte de la superficie, sin alcanzar la sufi-
ciente para ser incluida en la clase anterior.
— Lascas de «gajo de n a r a n j a » : aquéllas que presentan corteza únicamente en el
dorso, incluso en el talón; en su cara superior conservan el negativo de una extracción an-
terior, cortado por el plano de lascado de esta nueva extracción (Biberson, 1966). Proce-
den de la talla de cantos rodados, muy especialmente de la fabricación de cantos trabaja-
dos. Excepcionalmente se han registrado algunas lascas con corteza en la totalidad del
contorno, y no sólo en un dorso lateral, que proceden igualmente de la talla de cantos ro-
dados, aunque de sección no muy ancha en relación con el espesor, por lo que al extraer
lascas de ellos, una vez descortezados, éstas han afectado a todo el guijarro y conservan
corteza periférica.
— Lascas simples: las que no presentan huellas de corteza en el anverso, o ésta ocu-
pa menos de la cuarta parte de la superficie y no pueden ser incluidas en las clases que
describiremos a continuación. Proceden generalmente de extracciones realizadas en

(2) Algunos autores han citado el ejemplo de Las Gándaras de Budiño (Pontevedra, España), excavado por E. Agui-
rre, como un caso de yacimiento achelense con una cronología reciente, no explicable por el esquema que hemos citado,
que incluso pretenden invalidar aduciendo este caso.
Por nuestro lado queremos destacar que la industria de Budiño ha sido atribuida al Achelense superior (Echaide,
1971) y que la terraza subyacente al coluvio inferior que contiene la industria, ha sido correlacionada con el nivel marino
de + 23/24 m y atribuida a la glaciación Riss (Butzer, 1967), por lo que cabe admitir la posibilidad de que los coluvios que
fosilizan esta terraza correspondan al interglaciar Riss-Wurm, edad que puede aceptarse perfectamente para un conjunto
Achelense superior. En tal caso, habría que pensar que las fechas de C-14 (Aguirre y Butzer, 1967) —16.050 y
24.750 a. de C.— no datan correctamente el yacimiento arqueológico.
H. Nonn (1967) había atribuido al Riss final el depósito que contiene la industria de Budiño.

47
núcleos; en muchos casos pueden haberse originado en la fabricación de útiles de la
macroindustria, o incluso en el avivado de los grandes utensilios. E n cualquier caso, to-
das ellas podrían haberse utilizado directamente, o bien haber sido adecuadas mediante re-
toque para la función requerida; en este epígrafe sólo nos ocuparemos de las no retoca-
das, aunque en el cálculo de algunos índices también hayamos tenido en cuenta las lascas
retocadas.
— Lascas de talla: se trata de lascas de pequeño t a m a ñ o (Bordes, 1961) procedentes
del retoque e incluso del avivado de utensilios; no suelen poseer talones completos y, en
Pinedo, están afectadas por frecuentes fracturas producidas en el momento de la talla por
la fuerza del impacto que las separó. A veces han conservado restos del retoque del uten-
silio del que proceden, que si no son correctamente observados pueden inducir a error en
su clasificación.
— Lascas de preparación de núcleos: incluimos aquí algunas lascas de regularización
de aristas de núcleo (cf. Leroi-Gourham, 1968, pág. 249), que son las únicas que hemos
podido distinguir en Pinedo, de entre las descritas en la bibliografía como lascas de pre-
paración de núcleos.
— Fragmentos: pedazos de lasca que no conservaban elementos suficientes para
incluirlos en ninguna de las clases descritas.

CUADRO 7. CARACTERISTICAS DIMENSIONALES

N.° Interv. Media Mediana Moda Desv. típica

L 2085 12-132 46 43 37 16,87


Unidad
A 2085 11-168 42 38 33 16,89
superior . . .
E 2085 3-66 16 16 15 9,00

L 1065 14-165 54 49 41 22,84


Unidad
A 1065 11-142 51 46 36 22,61
inferior . . .
E 1065 3-115 20 18 16 10,99

Dimensiones en milímetros de longitud (L), anchura (A) y espesor (E) de las lascas de descor-
tezado, semidescortezado, gajos de naranja y simples, de acuerdo con su procedencia estratigráfica.

E l análisis de las dimensiones, longitud, anchura y espesor —tomada en la dirección


de percusión la primera, y en planos perpendiculares las otras dos—, muestra —cuadro
n ú m . 7— el t a m a ñ o superior de las lascas procedentes de la Unidad inferior (véase la
Introducción de este capítulo), ya que con unas desviaciones típicas ligeramente supe-
riores, ofrecen mayor amplitud de intervalos y cifras más elevadas para medias, modas y
medianas en las tres dimensiones consideradas.
Las frecuencias de las clases de lascas para cada unidad estratigrágica, dan unos
polígonos bastante simétricos (Fig. 10, 3). Este dato, así como lo expuesto en el punto an-
terior, indican que en la formación de ambos conjuntos debe haber jugado una fuerte
influencia la dinámica fluvial, lo que impide atribuir significación a sus semejanzas y di-
ferencias.
En cualquier caso, observamos que la proximidad registrada entre la longitud y la
anchura en ambas unidades indica que un importante número de lascas tienden a ser
cuadradas u ovales subcirculares, e incluso que abundan aquellas en las que la anchura es
superior a la longitud, tomada en la dirección de percusión. Probablemente esta tenden-
cia a la igualdad entre anchura y longitud está relacionada con la abundancia de cantos

48
trabajados, puesto que las lascas procedentes de la talla de estos utensilios —que presen-
tan negativos generalmente anchos y poco profundos— suelen adoptar formas subrectan-
gulares o subovales.
Es importante observar que el componente de R - l , R-2 y R-3 en la Unidad superior
(5,59%, 91,23%, 3,18%, respectivamente) e inferior (2,9%, 89,92% y 7,18%, también
respectivamente) presenta diferencias acusadas sólo para los R - l y R-3 (figura 10, 4). Los
elementos muy rodados alcanzan una frecuencia casi doble en la Unidad superior,
mientras que los «frescos» presentan una frecuencia mayor que el doble en la Unidad in-
ferior, en ambos casos respecto de la otra Unidad. U n a de las posibles interpretaciones de
estas cifras, habla en favor de cierta sincronía (en sentido amplio) de los elementos muy
rodados y de los no rodados; los primeros habrían llegado especialmente de yacimientos
localizados lejos, aguas arriba de Pinedo, cuando ya habían llegado a este punto los mate-
riales procedentes de yacimientos más próximos, no removilizados posteriormente (3).
Parece, pues, que la secuencia estratigráfica de la terraza fluvial de Pinedo traduciría tan-
to como una sucesión temporal, una sucesión espacial de sitios de ocupación más o me-
nos contemporáneos situados a l a orilla del río. Indudablemente, en el grupo de mate-
riales líticos de rodamiento fluvial más acusado hay que suponer la existencia de un por-
centaje de piezas procedentes de niveles fluviales más elevados, aunque concretamente en
este apartado dedicado a las lascas no transformadas carezcamos de elementos de juicio
para establecer separaciones en este sentido.
Los índices de facetado (Bordes, 1950) son muy bajos (en torno a dos el índice de fa-
cetado estricto y en torno a siete el de facetado amplio, en los tres grupos de rodamiento).
E l índice levallois, incluyendo lascas levallois atípicas, no llega a uno en ninguno de los
tres grupos (0,99 para R - l , 0,39 para R-2 y 0,64 para R-3).
Resulta interesante examinar las distribuciones de las clases de lascas distinguidas,
para cada grado de rodamiento (figura 10, 5). A priori hay que considerar que las distribu-
ciones más representativas debieran ser las de R-2, dada la amplitud de la muestra y R-3,
por haber experimentado un transporte teóricamente muy reducido. Sin embargo, los
mayores paralelismos los encontramos entre R - l y R-2, mientras que en R-3 se acusa una
proporción muy elevada de lascas de talla y mínima de fragmentos. Esta proporción
mínima de fragmentos podría explicarse por el hecho de que, al haber soportado un
transporte menor, estos elementos han estado expuestos a menos choques y menos frac-
turas por tanto. E l mismo mecanismo, especialmente una gran proximidad del yacimiento
originario, explicaría también la alta concentración —con respecto a los otros grupos—
de lascas de talla, que al ser las de menor t a m a ñ o son las de más lejano transporte, por lo
que sólo es esperable encontrar una proporción elevada de las mismas en las proximida-
des del yacimiento(s) original.
Sería, por tanto, el grupo de rodamiento 3 el que más se aproximaría a expresar el
equilibrio original entre las lascas no transformadas en útiles de los yacimientos represen-
tados en Pinedo.
E n los tres grupos de rodamiento aparece una proporción decreciente de lascas de
descortezado, semidescortezado y gajos de naranja. Esta relación debe estar conectada
con una explotación poco intensa de los nodulos, puesto que si la explotación de estos
hubiese tendido a ser exhaustiva aparecerían más lascas de semi-descortezado que de des-
cortezado; precisamente la desproporción entre lascas de descortezado y semi-
descortezado se atenúa si consideramos sólo las de sílex, lo que indica una tendencia a
una explotación mayor de los nodulos de esta materia prima.

(3) Los cantos avanzan en el lecho de los ríos por saltación o por transporte en masa, durante las grandes crecidas.
La distancia que recorren en cada ocasión puede ser del orden de varios decámetros (cfr. Tricart, 1965, pág. 102).

49
lOO
%

40
R3

30
10 Rl
20

r 80 lO
%
SO LUI

5a
R2 40

30
10
R2
20

80
10
%
1 so G IS LPN
Rl
5b
|40

30
10
R3
c C s 20
íc
Ul 10
us
6

4 5c

2
xiO
C Cz S C Cz S
US
9

US. 7
1PN
6

XIO

20 10 Rl R2 R3 3L R2 R3

Fig. 10.—1) Proporción de materias primas en los grupos de rodamiento 1, rod. 2 y rod. 3; 2) Idem en Unidad superior y
Unidad inferior; 3) Porcentajes de grupos de lascas en Unidad superior y Unidad inferior; 4) Componente de Rod. 1,
Rod. 2 y Rod. 3 en Unidad superior e inferior; 5) Porcentajes de grupos de lascas en Rod. 1, Rod. 2 y Rod. 3, (C) Cuarci-
ta; (Cz) Cuarzo, (S) Sílex, (D) lasca de descortezado; (SD) lasca de semi-decortezado, (G) lasca de gajo de naranja,
(LS) lasca simple; (LT) lasca de talla, (LPN) lasca de preparación de núcleos, (F) fragmentos, (US) unidad superior,
(UI) unidad inferior.
L a abundancia de lascas de talla de sílex, también debe estar relacionada con el
empleo intensivo de este material, y de los utensilios fabricados en él, que serían reaviva-
dos a menudo.
E n los grados de rodamiento 2 y 3 la cuarcita ha sido el material empleado con más
frecuencia, mientras que en el rodamiento 1, domina el sílex (figura 10, 1), a pesar de que
en el conjunto de ambas unidades (figura 10, 2) domina la cuarcita.
Resulta problemático encontrar una explicación para el frecuente empleo de sílex en
el grupo más rodado ( R - l ) . Teniendo en cuenta que estos materiales pueden proceder de
yacimientos alejados, habría que pensar que sus yacimientos originarios se encontraban en
puntos donde el espectro litológico transportado por el Tajo presentaba un porcentaje de
sílex superior al de Pinedo. E l porcentaje de sílex entre los cantos del Tajo en Pinedo llega
como máximo al 2°/o (vid. cap. II), lo cual quiere decir que ha habido una fuerte selección
de esta materia prima, pues entre las lascas alcanza como mínimo el 16,67% (R-3). Sin
embargo, también es posible que se trate de un comportamiento especial del sílex, que
haya resultado más sensible al desgaste fluvial que la cuarcita de esta zona.
N o se ha registrado el uso de percutor elástico ni en las lascas de talla, que presentan
—cuando lo conservan— bulbos bien marcados, ni en los mismos utensilios, como se dirá
en otros apartados de este capítulo. Los bulbos de las lascas de Pinedo suelen ser abulta-
dos, incluso se han registrado cierto número de bulbos gemelos.

3. NUCLEOS

E n el estudio y clasificación de los núcleos se han tenido en cuenta los siguientes ele-
mentos:
— Materia prima.
— Matriz.
— Dimensiones (longitud, anchura y espesor).
— Grado de exhaustividad, distinguiendo núcleos agotados de los que han sido
explotados con intensidad y de los que sólo presentan extracciones dispersas o muy
escasas.
Previamente se han dividido en doce grupos, atendiendo al sistema de remoción de
lascas, inspirándonos en estudios y sistematizaciones de otros autores (especialmente Bor-
des, 1961; Biberson, 1961; Alimen, 1965, y Brézillon, 1971):
—grupo 1: con extracciones dispersas, generalmente escasas, incluso únicas, y en
todo caso con direcciones de talla aleatorias, no jerarquizadas. Planos de percusión natu-
rales. H a n proporcionado lascas de gran t a m a ñ o , que bien pueden haberse empleado en
la fabricación de hendedores (lámina V , 2 y 3).
— grupo 2: extracciones en múltiples direcciones, con utilización frecuente de nega-
tivos como plano de percusión para las siguientes extracciones. Este mecanismo de explo-
tación da lugar, en el límite, a núcleos poliédricos. También han proporcionado, en cier-
tos casos, lascas de grandes dimensiones (lámina V I , 1).
— grupo 3: con extracciones a partir de un plano, con tendencia a converger en una
arista o en un punto opuestos al plano de percusión —que puede ser natural o no—. Pre-
sentan sección triangular y el contorno de la base suele tender a cuadrado (lámina V I I , 3).
— grupo 4: con extracciones a partir de un plano, igual que en el caso anterior, pero
dispuestas en planos paralelos, no convergentes. Las extracciones han estado guiadas por
aristas de negativos anteriores, pero ninguno de los núcleos de este grupo conocidos en

51
Pinedo han proporcionado láminas. Las secciones de estos núcleos suelen tender a rec-
tangulares, al igual que el contorno de la base (lámina VIII, 1).
— grupo 5: con extracciones bifaciales a partir de una arista, que generalmente se
halla en posición ecuatorial. Cada negativo ha servido como plano de percusión para la
siguiente extracción. N o se ha observado que las aristas hayan sido regularizadas para
preparar la superficie de percusión; los talones de las lascas extraídas pueden haber sido
naturales, planos o diedros (láminas VIII, 2 y I X , 1 y 2).
— grupo 6 (a, b y c): núcleos con extracciones centrípetas en una sola cara y con
preparación periférica en todo el contorno (a) —incluye núcleos discoidales—, en parte
del contorno (b) o sin preparación periférica (c). L a preparación periférica suele ser mar-
ginal, en ningún caso ocupa toda la cara inferior. Los del subgrupo c presentan corteza
en el contorno; en los otros dos subgrupos en ocasiones se han preparado sucesivos pla-
nos de percusión, por lo que pueden haber proporcionado algunas lascas con talón face-
tado (láminas X , 1, 2 y 3; X I , 1, y X I I , 3 y 5).
— grupo 7: con extracciones centrípetas en ambas caras, obtenidas unas a partir de
otras, alternativamente. N o se ha observado ningún caso en el que se haya preparado una
superficie periférica como plano de percusión; proceden, por tanto, de una generaliza-
ción del sistema de talla del grupo 5 a todo el contorno (láminas X , 2 y X I I , 1).
— grupo 8 (a, b y c): núcleos con preparación periférica total o prácticamente total,
y extracciones en una cara, paralelas, subparalelas o convergentes; no centrípetas. E n al-
gunos casos, se ha llegado a extraer una lasca que recorta los negativos de las extracciones
de la cara superior, aunque en estos casos tampoco existe preparación especial de plano
de percusión. Muchas de estas extracciones se han efectuado en dirección perpendicular a
la longitud máxima del núcleo, recordando a los que Alimen (1965) denomina nucleus de
type biface ápercusión latérale (a) (láminas V , 1; V I , 2; X I , 3, y X I I , 2).
E n los subgrupos b y c incluimos núcleos —muy escasos— que se ajustan a la
descripción de 8a, pero que además presentan un esbozo de preparación especial de un
plano de percusión en uno de los extremos del eje mayor, por lo que pueden considerarse
«proto-levallois», de lascas (b) o de puntas (c) (láminas X I I , 4 y V I , 3).
E n conjunto hay 156 núcleos en la unidad superior y 105 en la inferior. Predominan
en la unidad superior los núcleos de cuarcita, seguidos de cerca por los de sílex, mientras
que en la inferior el predominio de los núcleos de cuarcita es absoluto, siendo muy esca-
sos los de sílex (cuadros 8 y 9).
E n ambas unidades dominan los núcleos sobre canto rodado: sólo un l°/o, entre los
que se puede identificar la matriz, se han obtenido de cantos angulosos no acarreados
forzosamente por el Tajo (de aporte lateral) o sobre placas de cuarcita. N o se ha registra-
do ninguna lasca-núcleo.
E l estudio de las dimensiones lineales (cuadro 10) demuestra que hay una fuerte dife-
rencia de tamaños entre ambas muestras. Los núcleos de la unidad inferior son mayores,
especialmente los que presentan un rodamiento fluvial nulo o muy escaso (R-3). Estos ca-
racteres indican con claridad la influencia del medio fluvial en la formación de las
muestras de ambas unidades, por lo que a sus diferencias no se les puede conceder ningún
significado a efectos de caracterizar la industria.
A pesar de las diferencia de t a m a ñ o s , la comparación entre la distribución por gru-
pos y rodamiento entre las dos unidades, no denota diferencias acusadas: máximos en los
mismos grupos (2, 6-b y 1) en el R-2; en los otros rodamientos es difícil hacer apre-
ciaciones porque algunos de ellos están mal representados (cuadros 11 y 12).

52
CUADRO 8. MATERIA PRIMA Y MATRIZ DE LOS NUCLEOS
DE LA UNIDAD SUPERIOR

A CR CA Pl. Desc. Total

0 3 0 0 0 3
SILEX 1 10 0 0 1 11
2 31 1 0 26 58

0 11 0 0 0 11
CUARCITA ... 1 20 4 0 0 24
2 35 2 2 4 43

0 0 0 0 0 0
CUARZO 1 0 0 0 0 0
2 2 0 0 1 3

0 0 0 0 0 0
CHERT 1 0 1 0 0 1
2 0 0 0 2 2

En la columna A se indica el grado de explotación del núcleo: 0, cuando sólo ha pro-


porcionado algunas lascas; 1, cuando se ha extraído de él un número indeterminable de
lascas, y 2 cuando el núcleo puede considerarse agotado.
CR = canto rodado; CA = canto anguloso; Pl. - placa; Desc. - desconocido.

CUADRO 9. MATERIA PRIMA Y MATRIZ DE LOS NUCLEOS


DE LA UNIDAD INFERIOR

A CR CA Pl. Desc. Total

0 1 0 0 0 1
SILEX 1 2 0 0 0 2
2 6 0 0 3 9

0 26 3 0 0 29
CUARCITA ... 1 32 0 0 0 32
2 19 3 0 2 24

0 0 0 0 0 0
CUARZO 1 2 0 0 0 2
2 4 0 0 2 6

0 0 0 0 0 0
CHERT 1 0 0 0 0 0
2 0 0 0 0 0

En la columna A se indica el grado de explotación del núcleo: 0, cuando sólo ha pro-


porcionado algunas lascas; 1, cuando se ha extraído de él un número indeterminable de
lascas, y 2 cuando el núcleo puede considerarse agotado.
CR = canto rodado; CA - canto anguloso; Pl. placa; Desc. - desconocido.

Por todo lo expuesto, consideramos que únicamente tiene sentido distinguir grupos
en función del rodamiento, como se ha expuesto en la introducción de este capítulo.

a) Muy rodados (R-1):

N o hay ninguno claramente proto-levallois, sí hay uno con preparación periférica to-
tal y extracción central (lámina V I , 2). También hay un ejemplar con preparación peri-
férica total y extracciones centrípetas.

53
CUADRO 10. VALORES DE LAS DIMENSIONES LINEALES (mm.)
DE LOS NUCLEOS

ESPESOR Intervalo Media Mediana Desv. Típica N.

R, 24-100 44 34 23,38 13
Unidad 16-112 40 36 18,84 139
superior R 2

R 28-95 48 31/39 4
3

R> 38-TO3 62 44 3
Unidad 16-122 56 50/52 25,39 86
inferior R 2

R 30-88 66 62/65 13,46 16


3

ANCHURA Intervalo Media Mediana Desv. Típica N.

R. 50-140 71 62 24,74 13
Unidad 25-140 58 52 26,14 139
superior . . . . R2

R 36-155 76 57/58 4
3

R> 55-107 81 80 3
Unidad 79 72 26,84 86
R 30-130
inferior 2

97 98/108 16,98 16
R 3
63-128

LONGITUD Intervalo Media Mediana Desv. Típica N.

R| 51-165 89 82 32,57 13
Unidad 73 62 37,93 139
R 30-210
superior . . . . 2

86 58/99 4
R 3
41-145

Ri 68-150 117 132 3


Unidad 25-210 106 102 40,90 86
inferior R2

R 75-190 131 128/130 29,61 16


3

Obsérvese cómo generalmente las dimensiones de los núcleos procedentes de la Unidad inferior
son mayores que los de la superior.

L a serie es muy reducida (cuadro 13) y, si atendemos a la intensidad del rodamiento,


podemos pensar que está muy seleccionada por el río y no es muy representativa, aunque
en cualquier caso queremos insitir en la presencia de los elementos progresivos que acaba-
mos de aludir.

b) Rodamiento fluvial neto (R-2)

Es la serie más nutrida (cuadro 13) y probablemente la menos afectada, en cuanto a


su composición original, por el transporte fluvial.
Destaca la presencia de un núcleo protolevallois de puntas (lámina V I , 3), sobre un
fragmento natural de canto anguloso, que presenta claramente tanto las preparaciones de
la cara superior necesarias para conseguir una punta levallois, como la preparación espe-
cial en ú punto adecuado, en un extremo del eje mayor; sin embargo, la preparación pe-
riférica del núcleo es bastante tosca. También comprende dos protolevallois de lascas (lá-
mina X I I , 4) y diez con preparación periférica y extracción central.

54
CUADO 11. MATERIA PRIMA DE LOS NUCLEOS DE LA UNIDAD SUPERIOR EN RELACION CON EL GRUPO
Y EL GRADO DE RODAMIENTO

Materia prima Rod. 1 2 3 4 5 6a 6b 6c 7 8a 8b 8c Total

1 2 0 0 0 0 1 1 0 0 0 0 0 4
SILEX 2 9 18 4 3 2 8 10 5 4 2 1 0 66
3 0 0 0 0 0 0 1 1 0 0 0 0 2

TOTAL SILEX 11 18 4 3 2 9 12 6 4 2 1 0 72

1 1 1 0 0 0 0 3 3 0 1 0 0 9
CUARCITA 2 14 11 1 3 3 2 17 9 3 3 1 1 68
3 0 1 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 1

TOTAL CUARCITA .... 15 13 1 3 3 2 20 12 3 4 1 1 78

1 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0
CUARZO 2 0 0 0 0 0 0 1 0 1 0 0 0 2
3 0 1 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 1

TOTAL CUARZO 0 1 0 0 0 0 1 0 1 0 0 0 3

1 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0
CHERT 2 1 0 0 0 1 1 0 0 0 0 0 0 3
3 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0

TOTAL CHERT 1 0 0 0 1 1 0 0 0 0 0 0 3

TOTAL GENERAL 27 32 5 6 6 12 33 18 8 6 2 1 156


as

CUADRO 12. MATERIA PRIMA DE LOS NUCLEOS DE LA UNIDAD INFERIOR EN RELACION CON EL GRUPO
Y EL GRADO DE RODAMIENTO

Materia prima Rod. 1 2 3 4 5 6a 6b 6c 7 8a 8b 8c Total

I 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0
SILEX 2 0 4 1 1 1 1 1 0 1 1 0 0 11
3 0 1 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 1
T O T A L SILEX 0 5 1 1 1 1 1 0 1 1 0 0 12
1 0 1 0 0 0 0 1 0 0 0 0 0 2
CUARCITA 2 11 24 0 2 2 4 11 8 2 2 1 1 68
3 8 3 0 0 1 0 1 2 0 0 0 0 15
TOTAL CUARCITA .... 19 28 0 2 3 4 13 10 2 2 1 1 85
1 0 0 0 0 0 0 0 1 0 0 0 0 1
CUARZO 2 1 0 0 1 0 0 3 0 2 0 0 0 7
3 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0
TOTAL CUARZO 1 0 0 1 0 0 3 1 2 0 0 0 8
1 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0
CHERT 2 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0
3 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0
TOTAL CHERT 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0

TOTAL GENERAL 20 33 1 4 4 5 17 11 5 3 1 1 105


E l porcentaje del grupo 6 es bastante elevado (31,55%), aunque dominan los más
simples (grupos 1 y 2, 41,33%). Gran parte de los del grupo 1 presentan extracciones úni-
cas, que son las de mayor t a m a ñ o registradas en todo el conjunto; probablemente de es-
tos núcleos se extrajeron las lascas que luego se emplearon en la fabricación de hen-
dedores.

CUADRO 13. DISTRIBUCION POR GRUPOS EN CADA UNIDAD Y EN EL CONJUNTO


DE LOS NUCLEOS, SEGUN EL GRADO DE RODAMIENTO

i 2 3 4 5 6a 6b 6c 7 8a 8b 8c Total

0 01 0 0 0 0 1 1 0 0 0 0 3
Unidad 12 28 1 4 3 5 3 1 1 86
R 2
15 8 5
inferior . . . R 8 4 0 0 1 0 1 2 0 0 0 0 16
3

Unidad R, 3 01 0 0 0 1 4 3 0 1 0 0 13
24 29 5 6 6 11 28 14 8 7 1 0 139
superior .. 0 2 0 0 0 0 1 1 0 0 0 0 4
R 3

R. 3 02 0 0 0 1 5 4 0 1 0 0 16
Conjunto . 36 57 6 10 9 16 43 22 13 10 2 1 225
R 2

R 8 6 0 0 1 0 2 3 0 0 0 0 20
3

c) Sin huellas de rodamiento fluvial (R-3)

E l 70% de los núcleos que no presentan rodamiento fluvial corresponden a los ti-
pos 1 y 2 (cuadro 13), también con extracciones de gran t a m a ñ o .
Los restantes núcleos de este grupo también son, con pocas excepciones, de gran ta-
m a ñ o , lo que sugiere que los más pequeños hayan sido en gran parte transportados por el
río, por lo que no podemos considerar representativa esta serie, particularmente por la
ausencia de los núcleos más progresivos.
De los tres grupos analizados, el único que parece representativo es el de rodamien-
to 2. De él merece la pena insistir en la presencia de núcleos preparados, aunque primiti-
vos, con unos caracteres que se dejan comparar sin demasiado esfuerzo con los del esta-
dio IV del Achelense de Marruecos atlántico (Biberson, 1961), y dentro de la Península
con Torralba (observaciones personales sobre las colecciones depositadas en el M . A . N . ) ,
resultando más primitivo que el conjunto de Galisancho y S. Isidro (Santonja, 1976), que
presentan porcentajes acusados de núcleos levallois.

4. UTENSILIOS SOBRE L A S C A

E n la excavación de Pinedo se recogieron 481 instrumentos sobre lasca, 13 fragmen-


tos retocados y 11 diversos, lo que da un total de 505 piezas. Esta cifra representa el
30,4% sobre los utensilios Uticos en conjunto y el 8,5% sobre el total de las piezas
recogidas.
Su estudio ha planteado algunos problemas tipológicos debido a su atipicidad, rasgo
que constituye su principal característica. Para su clasificación hemos empleado la lista ti-

57
pológica de F . Bordes (1961), incluyendo la numeración de tipos que no están representa-
dos en Pinedo con el fin de resaltar su falta. N o hemos incluido los diagramas acumulati-
vos de cada grupo, primero por las dudas que puedan existir acerca de la homogeneidad
de las industrias y segundo porque, excepto el grupo de rodamiento 2, los demás cuentan
con un número insuficiente para este tipo de representación gráfica.

Unidad superior

Entre instrumentos sobre lascas y diversos, este subgrupo estratigráfico alcanza 370
piezas, lo que representa el 73,3% sobre su total.
Las materias primas se reparten del siguiente modo: 224 cuarcitas (60,5%); 14 cuar-
zos (3,8%), y 132 sílex (35,7%). Comparando estos porcentajes con los obtenidos sobre
el total del grupo «utensilios sobre lasca y diversos» de todo el yacimiento (67,1 % cuarci-
ta, 3% cuarzo y 29,9% sílex), sobresale la gran abundancia de sílex (el 87,4% de esta ma-
teria prima se halla en este subgrupo) y el relativamente bajo porcentaje de cuarcitas. E n
cuanto al cuarzo, señalemos que en el subgrupo «unidad superior» se encuentran todas
las piezas con la excepción de una.
L a presencia de técnica levallois es escasa y con carácter atípico: 16 lascas, de ellas
una retocada, que representan el 4 , 3 % . E l resto de los instrumentos laminares está
confeccionado preferentemente sobre lascas con corteza en su anverso (126 —el 34,1 % —
son lascas de descortezado; 34 — 9 , 2 % — lascas de semi-descortezado; 102 —27,6%—
lascas de gajo de naranja). Las lascas retocadas «simples», sin corteza en el anverso, son
79 (21,3 % ) , mientras que los fragmentos retocados y diversos son sólo el 3,5 % .
Como veremos pormenorizadamente más adelante, el grado de rodamiento en este
subgrupo se reparte así:

R-l 47 (12,7%)
R-2 308 (83,2%)
R-3 15 ( 4 , 1 % )

58
Teniendo en cuenta que los porcentajes para el total del grupo son, respectivamente,
11,5%; 84,5% y 4%, no existen diferencias remarcables.
Del estudio de las medidas sólo queremos destacar la fuerte diferencia existente con
el subgrupo «unidad inferior», cuyas piezas son claramente mayores (figuras 11 y 12):

ESPESORES LASCAS UNIDAD SUPERIOR


MEDIA 17.1
j i mm.

IDEM UNIDAD INFERIOR


MEDIA 2 6 . 9

0-5 11-15 26-30 41-45 56-60

Fig. 12.—Frecuencia de los espesores del grupo «lascas retocadas» en la unidad superior (línea continua) y en la unidad in-
ferior (línea discontinua).

59
Unidad superior Unidad inferior

media de longitud 52.6 mm media de longitud 70 mm


media de anchura 45.7 mm media de anchura 66 mm
media de espesor. 17,1 mm media de espesor. 26,9 mm

Unidad inferior

E l número de instrumentos en este subgrupo, entre lascas retocadas y diversos, al-


canza 135 (el 26,7% sobre el total del grupo).
Las materias primas se reparten así: 115 de cuarcita (85,2%), una de cuarzo (0,7%) y
19 de sílex (14,1%). L a comparación con los porcentajes obtenidos sobre el total del gru-
po nos destaca la gran abundancia de cuarcitas y la escasez de las otras materias primas,
característica que ha sido observada también en otros grupos tipológicos.
L a ténica levallois está poco representada: seis piezas, de las cuales dos con retoques,
lo que representa el 4,4%. Como ocurre con el subgrupo anterior, el resto de los instru-
mentos laminares se ha obtenido preferentemente a partir de lascas con corteza en su an-
verso (27 gajos de naranja —el 20%—; 12 semidescortezados —el 18,9%—; 59 descorte-
zados —el 51,1 % — ) , lo que representa el 8 0 % del subgrupo, porcentaje superior al ob-
servado en el anterior. E l resto son lascas simples (13 —9,6%—) y fragmentos retocados
y diversos (8 —5,9%).

En cuanto al grado de rodamiento, se reparte así:

R-l 11 ( 8,1%)
R-2 116 (85,9%)
R-3 8(6 %)

Comparando estos porcentajes con los equivalentes en el grupo anterior, vemos la


abundancia de rodamiento medio y de piezas frescas, y la relativa escasez de piezas con
fuerte rodamiento.
E l estudio de las medidas que, como antes vimos, presentaban una fuerte diferencia
de medias entre la unidad superior y la unidad interior (figuras 11 y 12), ofrece particula-
ridades interesantes: en todos los grupos tipológicos de mayor t a m a ñ o natural, como, por
ejemplo, los cantos trabajados (ver infra), es mayor el número de instrumentos pertene-
cientes a la unidad estratigráfica inferior que los de la unidad superior. Sin embargo,
entre los instrumentos laminares ocurre lo contrario: un 73,3% provienen de la superior y
sólo un 26,7% de la inferior. Además, como hemos visto, el t a m a ñ o medio de las piezas
de la unidad inferior es evidentemente mayor que el de las de la unidad superior. Esto nos
hace suponer que la distribución de estas piezas en la gravera se debe, no a una evolución
tipológica, sino a una selección de tamaños por gravedad, debido a la competencia de la
corriente de las aguas del río, observación que concuerda con los resultados del estudio
de la granulometría de la terraza (ver supra, capítulo II).
Por lo tanto, para su estudio pormenorizado, vamos a dividir este grupo exclusiva-
mente según su grado de rodamiento.

60
Fig. 13.—1) y 2) raederas simples convexas sobre lascas de descortezado; 3) denticulado sobre lasca de gajo de naranja;
4) raedera simple recta en lasca de descortezado de sílex; 5) raedera simple cóncava; 6) ídem.

61
Grupo I. Rodamiento 1

T O T A L : 58.
1. Lascas levallois típicas. Total: 1 (1,7%), de cuarcita y de la unidad superior. Sus medidas son:
52 x 47 x 14 m m . Talón diedro (figura 20, n ú m . 8).
2. Lascas levallois atípicas. Total: 1 (1,7%) de cuarcita y de la unidad superior. Dimensiones:
43 x 5 0 x 15 m m . Talón liso.
3. Puntas levallois. Ninguna.
4. Puntas levallois retocadas. Ninguna.
5. Puntas seudolevallois. Ninguna.
6. Puntas musterienses. Total: 1 (1,7%.). Cuarcita y de la unidad inferior. Medidas: 8 2 x 9 6 x 4 0 m m .
L a punta se presenta desviada a la izquierda respecto al eje de la lasca. L a forma de los lados es
r e c t a / c ó n c a v a y el retoque simple bifacial. Su carácter es claramente atipico.
7. Puntas musterienses alargadas. Ninguna.
8. Limaces. Ninguna.
9. Raederas simples rectas. Total: 1 (1,7%). De sílex y perteneciente a la unidad superior. Dimen-
siones: 58 x 28 X 19 m m . E l retoque, simple directo, se sitúa en el lado derecho.
10. Raederas simples convexas. Total: 4 (6,9%). Tres son de cuarcita y una de silex; dos de la unidad
superior y dos de la inferior. L a mayor mide 5 8 x 7 0 x 2 4 m m . y la menor 5 0 x 4 1 x 15 m m . Dos de ellas pre-
sentan una anchura mayor que la longitud. E l retoque, simple directo en todas, está situado en el lado de-
recho en dos casos y en el lado izquierdo en otros dos.
11. Raederas simples cóncavas: Total: 3 (5,2%). Dos de cuarcita y una de sílex. Dos de la unidad supe-
rior y una de la inferior. L a mayor mide 84 x 55 x 26 m m . y la menor 59 x 37 x 18 m m . U n a presenta la anchu-
ra mayor que la longitud. E l retoque es simple directo en dos casos y simple alternante en uno. E n todos se
stiúa en el lado izquierdo.
12. Raederas dobles rectas. Ninguna.
13. Raederas dobles recto-convexas. Ninguna.
14. Raederas dobles recto-cóncavas. Ninguna.
15. Raederas dobles bi-convexas. Ninguna.
16. Raederas dobles bi-cóncavas. Ninguna.
17. Raederas dobles cóncavo-convexas. Ninguna.
18. Raederas convergentes rectas. Ninguna.
19. Raederas convergentes convexas. Ninguna.
20. Raederas convergentes cóncavas. Ninguna.
21. Raederas desviadas. Total: 3 (5,2%). Dos de cuarcita y una de cuarzo. Todas de la unidad superior.
L a mayor mide 76 x 85 x 27 m m . y la menor 61 x 47 x 22 m m . U n a presenta la anchura mayor que la longitud.
L a forma de los lados es: convexo-convexo; convexo-recto y recto-recto. E n dos casos los retoques son
simples directos; en el otro simple directo-simple alternante.
22. Raederas transversales rectas. Total: 1 (1,7%). De cuarcita y de la unidad superior. Medidas:
67 x 86 x 36 m m . E l retoque es simple inverso distal.
23. Raederas transversales convexas. Total: 8 (13,8%). Siete son de cuarcita y una de sílex. Siete de la
unidad superior y una de la inferior. L a mayor mide 87 x 111 x 4 9 m m . y la menor 6 3 x 2 7 x 14 m m . Cinco
presentan la anchura mayor que la longitud. E l retoque es simple directo distal en tres y simple inverso distal
en cinco.
24. Raederas transversales cóncavas. Ninguna.
25. Raederas sobre cara plana. Total: 7 (12,1%). Cinco de cuarcita y dos de sílex. Cuatro de la unidad
superior, tres de la inferior. L a mayor: 85 X 110x43 m m . ; la menor, 2 0 x 3 2 x 9 m m . Dos tienen la anchura
mayor que la longitud. E l retoque es simple inverso en todas ellas y su situación: proximal una, lateral iz-
quierdo dos, lateral derecho tres; una es doble, distal y lateral derecha convergente. E l lado retocado es recto
en un caso, convexo en cuatro, cóncavo en uno y bi-convexo en el caso de la raedera convergente (fi-
gura 15, n ú m . 1).
26. Raederas con retoque abrupto. Ninguna.
27. Raederas con dorso adelgazado. Ninguna.
28. Raederas con retoque bifacial. Total: 1 (1,7%). De cuarcita y de la unidad superior. Mide
51 x 4 8 x 2 0 m m . E l retoque es simple bifacial y ocupa los lados distal y derecho, ambos de forma convexa.
29. Raederas alternas. Ninguna.
30. Raspadores. Ninguno.
31. Raspadores atípicos. Ninguno.
32. Buriles. Ninguno.

62
I

Fig. 14. —1) raedera trasversal convexa sobre cara plana; 2) raedera trasversal cóncava; 3) y 4) denticulados trasversales
convexos; 5) raedera trasversal recta sobre cara plana, con retoque parcialmente bifacial.

63
33. Buriles atípicos. Ninguno.
34. Perforadores. Ninguno.
35. Perforados atípicos. Ninguno.
36. Cuchillos con dorso. Ninguno.
37. Cuchillos con dorso atípico. Ninguno.
38. Cuchillos con dorso natural. Total: 4 (6,9%). Dos son de cuarcita, uno de cuarzo y uno de sílex.
Todos de la unidad superior. E l mayor mide 6 8 x 4 5 x 2 2 y el menor 4 6 x 2 1 x 8 m m . U n o de ellos tiene la
anchura mayor que la longitud. E l filo natural es convexo en tres casos y recto en uno (figura 17, n ú m . 3).
39. Raclettes. Ninguna.
40. Lascas truncadas. Ninguna.
41. Tronchéis Musterienses. Ninguno.
42. Escotaduras. A ) simples o clactonienses. Total: 6 (10,3%). Dos son de cuarcita y cuatro de sílex.
Cinco de la unidad superior y una de la inferior. L a mayor mide 69 x 68 x 19 m m . y la menor 28 x 17 x 6 m m . ,
una de ellas con la anchura mayor que la longitud. Tres son directas y tres inversas y su posición es distal en
un caso, lateral derecha en cuatro y lateral izquierda en uno.
B) Retocadas. Total: 2 (3,4%). Ambas son de sílex y de la unidad superior. Miden 5 6 x 6 5 x 2 4 m m . y
31 x 30 x 11 m m . E l retoque es alternante en un caso y simple directo en otro. U n a de las muescas es doble
(proxjmal/distal) y la otra se sitúa en el lado derecho.
43. Utiles denticulados. Total: 6 (10,3%). U n o de cuarcita y cinco de sílex. Cinco son de la unidad su-
perior y uno de la inferior. E l mayor mide 61 x 4 6 x 2 1 m m . y el menor 3 9 x 2 7 x 12 m m . U n o tiene la anchura
mayor que la longitud. Los retoques que definen el denticulado son simple inverso en dos casos y simple d i -
recto en cuatro; la posición del denticulado es: dos lateral izquierdo; dos lateral derecho; uno distal y un caso,
doble, lateral derecho e izquierdo (figura 18, n ú m s . 3 y 6).
44. Bees. Total: 1 (1,7%). De cuarcita y de la unidad superior. Dimensiones: 48 x 63 x 15 m m . E l bec es
lateral derecho, formado por la intersección de un talón facetado y una muesca simple directa.
45-50. Lascas con retoque. Total: 7 (12,1%). Cinco de cuarcita y dos de sílex. Todas de la unidad supe-
rio. L a mayor mide 91 x 115x28 m m . y la menor 4 6 x 3 5 x 2 2 m m . Tres presentan la anchura mayor que la
longitud. Los retoques son irregulares y dispersos.
51. Puntas de Tayac. Ninguna.
52. Triángulos escotados. Ninguno.
53. Pseudomicroburil. Ninguno.
54. Escotaduras en extremo. Ninguna.
55. Hachoirs. Ninguno.
56. Rabots. Ninguno.
62. Diversos. Total: 1 (1,7%). De cuarcita y de la unidad inferior. Medidas: 8 8 x 7 1 x 2 3 m m . Se trata
de un instrumento nuclear sobre canto rodado aplanado, con una cara completamente descortezada y, en la
misma, presencia de retoque de raedera en uno de los lados, convexo. L a otra cara es corteza.
63. Puntas foliáceas bifaciales. Ninguna.

Grupo II. Rodamiento 2

T O T A L : 426.
1. Lascas levallois típicas. Total: 3 (0,7%). Dos de cuarcita y una de sílex. Las tres son de la unidad su-
perior. L a mayor: 65 x 59 x 18 m m . y la menor: 20 x 21 x 6. Los talones son: facetado plano, facetado conve-
xo y natural. U n a de ellas presenta posibles huellas de uso.
2. Lascas levallois atípicos. Total: 5 (1,2%). Dos son de cuarcita y tres de sílex. Tres son de la unidad
superior y dos de la inferior. L a mayor mide 50 X 57 x 19 mm y la menor 38 x 33 x 11 m m . Tres presentan la
anchura mayor que la longitud. Tres talones son facetados convexos, uno natural y uno diedro.
3. Puntas levallois. Ninguna.
4. Puntas levallois retocadas. Ninguna.
5. Puntaspseudolevallois. Total: 2 (0,5%). U n a de cuarcita y otra de sílex. U n a de la unidad superior y
otra de la inferior. Medidas: 5 4 x 6 3 x 13 m m . y 5 0 x 5 7 x 13 m m . Ambas están desviadas y presentan posibles
huellas de uso. U n talón es natural y el otro liso.
6. Puntas musterienses. Total: 9 (2,1%). Todas de cuarcita. Cinco de la unidad superior y cuatro de la
inferior. L a mayor mide 8 0 x 105 X 31 m m . y la menor 51 x 61 x 20 m m . Cuatro presentan mayor anchura que
longitud. Siete tienen la punta desviada respecto al eje de la lasca. E l retoque es simple directo en cuatro casos;
simple directo/simple alternante en uno; simple inverso en dos; alterno en uno y simple bifacial/simple direc-
to en otro. Todas ellas, por sus características de forma y retoque tienen un carácter marcadamente atípico.

64
Fig. 15.—1) y 4) raederas sobre cara plana; 2) y 3) denticulados.

65
7. Puntas musterienses alargadas. Ninguna.
8. Limaces. Ninguna.
9. Raederas simples rectas. Total: 21 (4,9%). Seis de cuarcita, una de cuarzo y catorce de sílex. Quince
son de la unidad superior y seis de la inferior. L a mayor mide 67 x 125 x 48 m m . y la menor 29 x 17 x 7 m m .
Cuatro tienen la anchura mayor que la longitud. E l retoque es en todas simple directo y se sitúa en el lado
derecho en trece, en el lado izquierdo en siete y proximal en uno (figura 13, n ú m . 4).
10. Raederas simples convexas. Total: 18 (4,2 % ) . De cuarcita hay 16, una de cuarzo y una de sílex. De
la unidad superior, 12 y de la inferior, seis. L a mayor: 1 2 2 x 7 4 x 4 1 m m . ; la menor: 4 4 x 5 9 x 19 m m . H a y
cinco con la anchura mayor que la longitud. E l retoque es siempre simple directo, 11 en el lado izquierdo y
siete en el derecho (figura 13, n ú m s . 1 y 2).
11. Raederas simples cóncavas. Total: 9 (2,1 % ) . Cinco de cuarcita y cuatro de sílex. De la unidad supe-
rior son siete y dos de la inferior. L a mayor: 81 x 109x25 m m . ; la menor: 3 6 x 2 0 x 13 m m . ; dos tienen la
anchura mayor que la longitud. E l retoque es simple directo en ocho casos y en uno tiene tendencia a abrup-
to, también directo. Se sitúa en el lado izquierdo en seis casos y en el derecho en tres (figura 13, n ú m s . 5 y 6).
12. Raederas dobles rectas. Total: 2 (0,5%). U n a de sílex y de la unidad superior y otra de cuarcita y de
la inferior. Medidas: 32 x 42 x 10 m m . y 76 x 61 x 30 m m . , respectivamente. E l retoque es simple directo en
ambas y la situación del mismo es lateral derecho/lateral izquierdo y proximal/distal.
13. Raederas dobles recto-convexas. Total: 1 (0,2%). De cuarzo y de la unidad superior: 62 x 36 x 18mm.
Retoque simple alterno en los lados derecho e izquierdo.
14. Raederas dobles recto-cóncavas. Total: 2 (0,5 % ) . De cuarcita/unidad superior y de cuarzo, unidad
inferior (es éste el único caso de un instrumento sobre lasca en cuarzo perteneciente a la unidad estratigráfica
inferior). Medidas: 84 x 49 x 30 m m . y 53 x 49 x 19 m m . , respectivamente. Los retoques son simple directo
lateral en el primer caso y simple alterno lateral en el segundo.
15. Raederas dobles biconvexas. Ninguna.
16. Raederas dobles bicóncavas. Ninguna.
17. Roderas dobles cóncavo-convexas. Ninguna.
18. Raederas convergentes rectas. Total: 1 (0,2%). De cuarcita y de la unidad inferior: 92 x 55 x 30 m m .
Retoque simple directo en ambos lados.
19. Raederas convergentes convexas. Total: 1 (0,2%). Cuarcita y unidad superior: 92 x 65 x 26 m m . Re-
toque simple alterno en los lados (figura 16, n ú m . 2).
20. Raederas convergentes cóncavas. Ninguna.
21. Raederas desviadas. Total: 17 (4%). Trece de cuarcita y cuatro de sílex. De la unidad superior hay
nueve y de la inferior ocho; la mayor mide 148 x 120 x 40 m m . y la menor 34 x 26 x 9 m m . Nueve de ellas pre-
sentan la medida anchura mayor que la medida longitud. Los retoques son simples directos en 12 piezas; sim-
ple bifacial en dos; simple alterno en dos y simple directo/simple alternante en un caso. Los lados retocados
son bi-convexos en cinco casos; rectos en seis; c ó n c a v o / c o n v e x o en cuatro; r e c t o / c ó n c a v o en uno y
recto/convexo en uno (figura 16, n ú m s . 1 y 3).
22. Raederas transversales rectas. Total: 18 (4,2%). Trece son de cuarcita y cinco de sílex. De la unidad
superior son doce y seis de la inferior. L a mayor: 80 x 114 x 34 m m . ; la menor: 23 x 33 X 10 m m . H a y ca-
torce con la anchura mayor que la longitud. E l retoque es simple directo en quince casos, simple inverso en
dos y bifacial en uno (figura 14, n ú m . 5).
23. Raederas transversales convexas. Total: 19 (4,5%). Dieciséis de cuarcita y tres de sílex. Quince de la
unidad superior y cuatro de la inferior. L a mayor: 105 x 135 x 37 m m . ; la menor: 45 x 31 x 17 mm. Diecisiete
presentan mayor anchura que longitud. E l retoque es simple directo en trece y simple inverso en seis.
24. Raederas transversales cóncavas. Total: 7 (1,6%). Cinco de cuarcita y dos de sílex. L a misma pro-
porción en la unidad superior e inferior, respectivamente. L a mayor mide 9 0 x 7 0 x 5 1 m m . y la menor;
3 4 x 3 3 x 9 m m . Cinco con la anchura mayor que la longitud. Retoque simple directo en todos los casos
(figura 14, n ú m . 2).
25. Raederas sobre cara plana. Total: 30 (7%). Veintiocho de cuarcita, una de cuarzo y una de sílex.
Trece de la unidad superior y diecisiete de la inferior. L a mayor: 107 x 91 x 36 m . ; la menor: 24 x 19 x 8
milímetros. Nueve presentan la anchura mayor que la longitud. E l retoque es simple inverso en todos los
casos. Catorce son raederas simples laterales, con el lado retocado convexo (siete casos), recto (cuatro), o
cóncavo (tres). Dieciséis son dobles, de las que quince son convergentes. Los lados retocados son rectos
(siete), convexos (siete) y convexo/rectos (dos) (señalemos que ocho raederas transversales sobre cara plana
han sido incluidas en los grupos de raederas transversales) (figuras 14, 1 y 15, 4).
26. Raederas con retoque abrupto. Ninguna.
27. Raederas con dorso adelgazado. Total: 6 (1,4 % ) . Cinco son de cuarcita y una de cuarzo. Tres de
la unidad superior y tres de la inferior. E l lado retocado es el derecho en cuatro casos y el izquierdo en dos.
Su forma es convexa en cuatro casos, cóncava en uno y recta en uno. E l retoque es simple directo en cuatro

66
Fig. 16.— 1) y 3) raederas desviadas; 2) raedera convergente.

67
Fig. 17. —1), 2), 3), 4), 6) y 7) cuchillos de dorso natural; 5) cuchillo de dorso atipico.

68
casos y simple bifacial en dos. E n cuanto al dorso adelgazado es parcial en la mayoría de los casos, bien
abrupto (2), bien simple (4).
28. Raederas con retoque bifacial. Total: 11 (2,6 % ) . De cuarcita son 10 y una de sílex. De la unidad
superior son siete, de la inferior cuatro. L a mayor: 97 x 84 x 35 mm., la menor 42 x 38 x 16 m m . Cuatro
presentan mayor anchura que longitud. E l retoque es simple bifacial en todos los casos, cinco convexos y
cinco rectos.
29. Raederas alternas. Ninguna.
30. Raspadores. Ninguno.
31. Raspadores atípicos. Total: 8 (1,9 °7o). Cinco de cuarcita y tres de sílex. Misma proporción en uni-
dad superior e inferior. M a y o r : 94 x 75 x 43 m m ; menor: 17 x 24 x 10 m m . Los frentes de raspador son
convexos distales en cinco casos, dos desviados a la izquierda respecto al eje de la lasca y uno situado en el
lado derecho. E l retoque es directo en siete casos e inverso en uno. Se trata de un retoque laminar atípico en
todos los casos (figura 21, n ú m . 4).
32. Buriles. Ninguno.
33. Buriles atípicos. Total: 3 (0,7 °7o). Todos en cuarcita. U n o de la unidad superior y dos de la infe-
rior. Medidas: 74 x 48 x 18 m m ; 48 x 42 x 8 mm y 28 x 20 x 8 m m . Se trata de tres buriles distales
diedros, uno de ellos con doble golpe de buril.
34. Perforadores. Ninguno.
35. Perforadores atípicos. Total: 4 (0,9 °7o). Todos de cuarcita y de la unidad superior. Mayor: 71 x
46 x 24 m m ; menor: 35 x 20 x 8 m m . Los cuatro en posición distal, con los lados retocados cóncavos y
con retoque simple directo.
36. Cuchillos con dorso. Total: 4 (0,9 "lo). Todos en cuarcita. Tres de la unidad superior y uno de la i n -
ferior. Mayor 105 x 68 x 35 m m ; menor 35 x 25 x 10 m m . E l filo natural es simple lateral derecho, con-
vexo en dos casos, cóncavo en uno y recto en uno. Los dorsos presentan retoque abrupto directo.
37. Cuchillos con dorso atípicos. Total: 6 (1,4 °/o). Cinco son de cuarcita y uno de sílex. Todos de la
unidad superior. Mayor: 54 x 87 X 25 m m ; menor: 36 x 32 x 11 m m . Tres presentan mayor anchura que
longitud. E l filo natural es distal (dos casos), lateral derecho (2), lateral izquierdo (1) y doble lateral
derecho/distal (1). Su forma es convexa (4), cóncava (1) y recta (1). E n el dorso presentan retoques parciales
e irregulares abruptos directos (3), abrupto inverso (1) y simple directo (2) (figura 17, n ú m . 5).
38. Cuchillos con dorso natural. Total: 54 (12,7 °7o). 35 son de cuarcita y 19 de sílex. 51 de la unidad
superior y sólo tres de la inferior. E l mayor mide 89 x 122 x 42 mm y el menor 35 x 19 x 6 m m . Veinte pre-
sentan la anchura mayor que la longitud. L a forma del filo natural es recta (35) convexa (18) y cóncava (2)
(figura 17, n ú m s . 1, 2, 4, 6 y 7).
39. «Raclettes». Total: 3 (0,7 % ) . Dos de sílex en la unidad superior y una de cuarcita en la inferior.
T a m a ñ o s : 28 x 20 x 7 m m ; 24 x 11 x 6 mm y 34 x 24 x 11 m m , respectivamente. Presentan retoque
abrupto en todo el contorno. L a forma de la pieza es alargada (1) y triangular irregular (2) (figura 20, n ú -
mero 6).
40. Lascas truncadas. Ninguna.
41. Tronchéis musterienses. Total: 3 (0,7 <7o). P o r su singularidad, los describiremos por separado:
1) Cuarcita, unidad superior. Medidas: 84 x 50 x 31 m m . Peso: 125 g. L a dirección de la talla resulta
imposible de determinar. L a forma del filo natural es convexa y el talón, espeso. E n los lados derecho e iz-
quierdo presenta retoque simple directo y en el talón huellas abruptas directas. L a inclinación del filo es
de 9 0 ° .
2) Sílex, unidad inferior. Medidas: 45 x 33 x 14 m m . Peso: 15 g. L a dirección de la talla es Suroeste.
E l filo natural es convexo y el talón cortante. E n el lado derecho presenta retoque abrupto directo disconti-
nuo, en el lado izquierdo retoque inverso semiabrupto y el talón forma un plano abrupto a continuación. L a
inclinación del filo es de 79° (figura 20, n ú m . 5).
3) Cuarcita, unidad inferior. Medidas: 72 x 42 x 21 m m . Peso: 70 g. L a dirección de la talla es Sur.
E l filo natural es recto y el talón espeso. E n los lados derecho e izquierdo presenta retoque simple directo y
en el talón no tiene. L a inclinación del filo es de 84°.
42. Escotaduras.
A . Simples o clactonienses. Total: 31 (7,3 °lo). Veintidós son de cuarcita, tres de cuarzo y seis de sílex.
Veintidós son de la unidad superior y nueve de la inferior, la mayor mide 113 x 146 x 35 y la menor
40 x 33 x 13 m m . Hay doce con la anchura mayor que la longitud. L a muesca es distal en ocho casos, late-
ral derecha en catorce, lateral izquierda en cinco y proximal en cuatro. Son muescas directas 19 e inversas 12
(figura 19, n ú m s . 1, 2, 3 y 4).
B . Retocadas. Total: 15 (3,5 °Io). Siete de cuarcita y ocho de sílex. Once de la unidad superior y cuatro de
la inferior. L a mayor mide 99 x 74 x 20 mm y la menor 24 x 33 x 11 m m . Seis de ellas presentan la anchura
mayor que la longitud. L a escotadura es lateral izquierda (7 casos), distal (5), lateral derecha (2) y doble late-

69
Fig. 18.—1), 2), 3), 4), 5) y 6) útiles denticulados.

70
ral izquierda/lateral derecha (1). E l retoque es simple directo (12), simple inverso (2) y simple alterno (1) (fi-
gura 19, n ú m s . 6, 8 y 9).
43. Utiles denticulados. Total: 21 (4,9 °7o). Dieciséis son de cuarcita y cinco de sílex. Dieciocho son de la
unidad superior y tres de la inferior. L a mayor: 115 x 85 x 35 mm; la menor: 29 x 30 x 10 mm. Siete pre-
sentan la anchura mayor que la longitud. Los retoques son simple alternante (4), simple directo (12), simple in-
verso (3), simple bifacial (1) e irregular (1) (figura 13, n ú m s . 3; 14, 3 y 4; 15, 2 y 3; 18, 1, 2 y 5 y 19, 5).
44. Bees. Total: 14 (3,3 °7o). Siete son de cuarcita, uno de cuarzo y seis de sílex. Diez pertenecen a la
unidad superior y cuatro a la inferior. E l mayor mide 89 x 115 x 37 mm y el menor 24 x 31 x 8 m m . Cuatro
presentan la anchura mayor que la longitud. E l bec es distal en seis casos, proximal en tres, lateral derecho en
tres y lateral izquierdo en dos. Está formado por:

— dos lados cóncavos con retoque simple directo (cuatro casos);


— muesca inversa/lado cóncavo con retoques irregulares (1);
— dos muescas simples directas (2);
— dos lados cóncavos con retoques simples alternos (3);
— dos muescas retocadas inversas (1);
— muesca simple inversa/retoque simple inverso (1);
— Fractura longitudinal/lado cóncavo con retoque inverso abrupto (1);
— dos lados cóncavos con retoque simple inverso (1) (figura 23, n ú m . 1, 2 y 4).
45-50. Lascas con retoques. Total: 46 (10,8 % ) . 28 son de cuarcita, una de cuarzo y 17 de sílex. 41 son
de la unidad superior y cinco de la inferior. L a mayor mide 81 x 130 x 50 mm y la menor 23 x 18 x 5 m m .
18 presentan la anchura mayor que la longitud. Los retoques son irregulares y discontinuos.
51. Puntas de Tayac. Total: 6 (1,4 °7o). Cuatro de cuarcita y dos de sílex. De la unidad superior son dos
y de la inferior cuatro. L a mayor mide 88 x 73 x 30 mm y la menor 26 X 52 x 9 mm. Dos presentan la
anchura mayor que la longitud. Todas tienen la punta desviada respecto al eje de la lasca y la forma de los la-
dos es denticulada, conseguida con retoques simples directos (figura 21, n ú m . 2); simple inverso (figura 21,
n ú m e r o 3). U n a de ellas procede del reavivado de un hendedor (figura 21, n ú m . 1).
52. Triángulos escotados. Ninguno.
53. Pseudomicroburil. Ninguno.
54. Escotaduras en extremo. Ninguna.
55. «Hachoirs». Total: 1 (0,2 %). De sílex y de la unidad superior. Medidas: 50 x 40 x 23 mm. Pre-
senta un filo transversal recto con retoque simple (tendencia plano) bifacial. Este retoque bifacial se extiende
también al lado izquierdo.
56. «Rabots». Total: 2 (0,5 °7o). Uno de cuarcita y otro de sílex, ambos de la unidad superior. 113 x
88 x 54 mm y 50 x 38 x 26 m m . A m b o s presentan retoques abruptos y están conseguidos sobre fragmentos
de núcleos.
57. Puntaspedunculadas. Ninguna.
58. Utilespedunculados. Ninguno.
62. Diversos. Total: 23 (5,4 °?o). Los dividimos para su estudio en los siguientes grupos:
1) Utensilios diversos dobles: 3. Se tratan de una punta doble, de cuarcita, unidad inferior, 58 x 93
x 30 m m . Las puntas son lateral izquierda con retoques simples directos y lateral derecha con retoque bifa-
cial simple (figura 20, n ú m . 9). U n a raedera/denticulado de cuarcita, unidad inferior, 82 x 79 x 29 m m . E n
el lado izquierdo es una raedera recta con retoque directo semi-quina; en el lado derecho es un denticulado
con retoque simple directo. U n a raedera/muesca de sílex, unidad superior, 45 x 47 x 14 mm, con frente de
raedera distal con retoque simple inverso y forma cóncava y en el lado proximal una muesca retocada simple
inversa.
2) Fragmentos con retoques: 13. Ocho de cuarcita, uno de cuarzo y cuatro de sílex. Diez son de la uni-
dad superior y tres de la inferior. E l mayor mide 96 x 78 x 41 mm y el menor 2 1 x 1 4 x 8 m m . Se trata de
fragmentos de lasca o núcleo que presentan algún retoque, entre los que destacamos:
— U n a raedera doble r e c t o / c ó n c a v a con retoque simple directo.
— U n a muesca retocada directa.
— U n perforador distal con retoque simple en lado derecho.
— U n bec distal formado por dos muescas retocadas.
— U n buril distal sobre fractura.
— Varias raederas simples con retoques directos.
3) «Raederas múltiples»: 2. U n a de cuarcita y otra de sílex, ambas de la unidad superior. Medidas:
58 x 51 x 17 mm y 35 x 41 x 9 m m . Ambas presentan retoques simples directos en tres de sus lados (fi-
gura 20, n ú m . 7).

71
Fig. 19.— 1), 2), 3) y 4) escotaduras simples; 5) denticulado; 6), 7), 8) y 9) escotaduras retocadas.

72
4) Utensilios mucleares diversos: 5. Todos de cuarcita, uno de la unidad superior y cuatro de la infe-
rior. Se trata de cantos con levantamientos amplios e irregulares. E n algunos se destacan lados retocados cla-
sificables como denticulados (2), golpes de buril (2), y raedera (1). E l mayor mide 131 x 96 x 55 mm y el
menor 104 X 94 x 44 m m .
63. Puntas foliáceas bifaciales. Ninguna.

Grupo 111. Rodamiento 3

T O T A L : 21.

1. Lascas levallois típicas. Ninguna.


2. Lascas levallois atípicas. Total: 1 (4,8 %). De sílex y de la unidad inferior. Medidas: 41 x 28 x 8
milímetros. E l talón es liso.
3. Puntas levallois. Ninguna.
4. Puntas levallois retocadas. Ninguna.
5. Puntas pseudolevallois. Total: 2 (9,5 °Io). U n a de cuarcita y otra de sílex. Ambas de la unidad supe-
rior. Medidas: 47 x 45 x 12 mm y 43 x 42 x 11 m m . Son puntas desviadas, una con talón diedro y otra
con talón liso.
6. Puntas musterienses. Ninguna.
7. Puntas musterienses alargadas. Ninguna.
8. «Limaces». Ninguno.
9. Raederas simples rectas. Ninguna.
10. Raederas simples convexas. Total: 1 (4,8 °7<¡). De cuarzo y de la unidad superior. 41 x 20 x 9 m m .
Retoque simple directo en lado derecho.
11. Raederas simples cóncavas. Ninguna.
12. Raederas dobles rectas; Ninguna.
13. Raederas dobles recto-convexas. Ninguna.
14. Raederas dobles recto-cóncavas. Ninguna.
15. Raederas dobles biconvexas. Ninguna.
16. Raederas dobles bicóncavas. Ninguna.
17. Raederas dobles cóncavo-convexas. Ninguna.
18. Raederas convergentes rectas. Ninguna.
19. Raederas convergentes convexas. Ninguna.
20. Raederas convergentes cóncavas. Ninguna.
21. Raederas desviadas. Ninguna.
22. Raederas transversales rectas. Ninguna.
23. Raederas transversales convexas. Ninguna.
24. Raederas transversales cóncavas. Ninguna.
25. Raederas sobre cara plana. Total: 1 (4,8 % ) . Cuarcita y unidad superior. Medidas: 55 x 80 x 14
milímetros. Retoque simple inverso en lado proximal recto.
26. Raederas con retoque abrupto. Ninguna.
27. Raederas con dorso adelgazado. Total: 2 (9,5 °7o). De cuarcita y de la unidad inferior ambas. Medi-
das: 100 x 61 x 36 mm y 88 x 96 x 30 m m . E l retoque de raedera es simple bifacial en un caso y simple di-
recto en otro, que ocupan, respectivamente, el lado derecho convexo y el lado izquierdo recto. Los dorsos
presentan retoques plano directo y simple inverso, irregulares.
28. Raederas con retoque bifacial. Ninguna.
29. Raederas alternas. Ninguna.
30. Raspadores. Ninguno.
31. Raspadores atípicos. Ninguno.
32. Buriles. Ninguno.
33. Buriles atípicos. Ninguno.
34. Perforadores. Ninguno.
35. Perforadores atípicos. Total: 1 (4,8 "lo). De sílex y de la unidad superior. Medidas: 32 x 33 x 15
milímetros. Posición distal, lados cóncavos con retoque simple directo.
36. Cuchillos de dorso. Ninguno.
37. Cuchillos con dorso atípicos. Total: 1 (4,8 % ) . Sílex y unidad superior. E l filo natural es lateral de-
recho recto. Presenta retoque parcial abrupto directo en el dorso.
38. Cuchillos con dorso natural. Total: 3 (14,3 °7t>). Dos de cuarcita y uno de sílex, todos en la unidad
superior. E l mayor mide 67 x 92 x 26 mm y el menor 24 x 40 x 11 m m . Dos presentan mayor anchura
que longitud. E l filo natural es recto en dos casos y convexo en uno.

73
Fig. 20.—1), 2) y 4) bees; 3) escotadura retocada; 5) «tranchet»; 6) «Raclette»; 7) y 9) diversos; 8) lasca levallois.

74
Fig. 21.—1), 2) y 3) puntas de Tayac; 4) raspador atípico.

75
39. «Raclettes». Ninguna.
40. Lascas truncadas. Ninguna.
41. Tranchets musterienses. Ninguno.
42. Escotaduras.
A . Simples o clactonienses. Total: 1 (4,8 % ) . Sílex y unidad superior. Medidas: 39 x 42 x 12 m m . Es
lateral izquierda directa y la lasca presenta además retoques irregulares en el talón y en el lado derecho (fi-
gura 19, n ú m . 7).
B . Retocadas. Ninguna.
43. Utiles denticulados. Total: 6 (28,6 % ) . Tres son de cuarcita y tres de sílex. Misma proporción en
unidad superior e inferior. E l mayor mide 110 x 79 x 53 mm y el menor 36 x 31 x 13 mm. Tres presentan
la anchura mayor que la longitud. E l denticulado está formado por retoque simple directo (tres casos), simple
alternante (2) y simple inverso (1) (figura 18, n ú m . 4).
44. Bees. Ninguno.
45-50. Lascas con retoque. Total: 2 (9,5 °7o). Una de cuarcita y otra de sílex. U n a de la unidad superior
y otra de la inferior. Medidas: 57 x 91 x 19 mm y 24 x 34 x 10 m m . Presentan retoques irregulares y dís-
persos.
51. Puntas de Tayac. Ninguna.
52. Triángulos escotados. Ninguno.
53. Pseudomicroburil. Ninguno.
54. Escotaduras en extremo. Ninguna.
55. «Hachoirs». Ninguno.
56. «Rabots». Ninguno.
57. Puntas pedunculadas. Ninguna.
58. Utiles pedunculados. Ninguno.
62. Diversos. Ninguno.
63. Puntas foliáceas bifaciales. Ninguna

Conclusiones

E n los histogramas de la figura 22 se observa la distribución de los porcentajes de


instrumentos dentro de cada subgrupo de rodamiento y según la lista tipológica de F .
Bordes. Los números no expresados corresponden a tipos que no existen en el material
de Pinedo.
A pesar de la desigualdad de totales en los tres subgrupos puede destacarse la escasa
proporción de raederas en el grupo R-3 en comparación con esa misma proporción en el
R - l . Los cuchillos de dorso natural destacan por su abundancia en los tres subgrupos. L a
proporción de útiles denticulados es mayor en el de R-3 que en los otros dos, y lo mismo
ocurre con las raederas de dorso adelgazado, las puntas pseudolevallois y los perforado-
res atípicos.
E n los histogramas de la figura 23 pueden compararse los tres subgrupos a nivel de
secciones. E n los tres se observa un comportamiento semejante y sólo podemos destacar
la inexistencia de sección Paleolítico superior en el grupo R - l , sección que aumenta, aun-
que mínimamente, en los grupos R-2 y R-3. L o contrario ocurre con la sección Muste-
riense: tiene su máximo en el grupo R - l y va disminuyendo en los otros, llegando al
28,6 °7o en el grupo R-3. L a sección levallois es muy escasa en los tres y la sección diver-
sos, muy amplia también en los tres, si bien varían apreciablemente los porcentajes de
utensilios denticulados.
Estas diferencias observadas podrían tener algún significado si la muestra de los gru-
pos R - l y R-3 fuera más amplia. A l ser tan reducidas respecto al grupo R-2 creemos que,
en realidad, se puede decir que toda la población de instrumentos sobre lasca presenta
una tipología homogénea.

76
LASCAS RETOCADAS Y DIVERSOS CON RODAMIENTO F U E R T E

12

10

O
1 2 5 6 9 10 11 12 13 14 18 19 21 22 23 24 2527 28 31 33 35 36 37 38394142 42 43 44 45 51 55 5662
A 8 5 0
LASCAS RETOCADAS Y DIVERSOS CON RODAMIENTO MEDIO
13 %
12
11
10
9
8
7
6
5
4
3
2
1
om -
\j 1 2 5
a
A B 50
LASCAS RETOCADAS Y DIVERSOS SIN RODAMIENTO

27

24

21

18

15

12

1 2 5 6 9 10 11 12 13 14 18 19 21 22 2324 25 27 28 31 33 35 3637 38 3941 42 42 43 44 45 51 55 56 62


A B 50
Fig. 22.—Histogramas de tipos de instrumentos sobre lasca en los grupos de R-l, R-2 y R-3. Numeración según la lista ti-
pológica de F. Bordes.
55

50

45

40

35

30

25

20

15

10

x z
I SEC. SEC. SEC. SEC. SEC. SEC. SEC. SEC. SEC. SEC. SEC.
LEVALE. MUSTER. PAL.SUP DIVERSOS LEV. MUST. PAL.SUP OIV. LEV. MUST. PAL.SUP DIV.
»• ROD. 2 •+ ROD. 3
100%:58 100% :426 100% : 21

Fig. 23.—Tamaño de las secciones de los instrumentos sobre lasca en los grupos de R-l, R-2 y R-3. Las secciones coinci-
den con los grupos característicos de F. Bordes salvo la sección diversos, que engloba el grupo III de Bordes (señalando
por línea discontinua) y los núms. 38, 39, 41 a 56 y 62 de la lista de Bordes.

En cuanto al retoque, como hemos visto en las descripciones, es siempre simple, con
alguna excepción aislada de plano o abrupto. Se trata de un retoque la mayoría de las ve-
ces irregular y casi liminar, lo que hace que la industria sobre lasca tenga un carácter
atípico y tosco, punto este último acentuado por el hecho de que en la inmensa mayoría
de las piezas esté presente la corteza primitiva del núcleo. Podría pensarse que los autores
no buscaron ni prepararon por lo general las lascas, sino que aprovechaban las prove-
nientes de la talla de los cantos trabajados u otros instrumentos nucleares. E n otras oca-
siones se trata de retoques amplios, que también dan un carácter primitivo a los utensi-
lios, y origina que los límites entre raederas y denticulados sean difusos, por haber per-
manecido muy marcados los negativos bulbares.
La técnica levallois, también con carácter atípico, sólo alcanza 22 piezas, de las que
13 son de sílex, materia prima muy escasa en Pinedo, que sólo se encuentra en nodulos
de pequeño t a m a ñ o y en la que apenas se han encontrado instrumentos nucleares.
De acuerdo con la tipología de F . Bordes (1961, pág. 75) los instrumentos laminares
más «evolucionados» de entre los que aparecen en Pinedo serían las raederas convergen-
tes. Existen 22 (entre normales y desviadas), repartidas entre los subgrupos R - l (3) y R-
2 (19), pero no están presentes en el subgrupo sin rodamiento (4).

(4) Hay que tener en cuenta que en todos los casos se trata de raederas toscas, con las características del retoque que
acabamos de señalar. De todas ellas sólo hay dos convergentes, mientras que 20 son desviadas.

78
E n cuanto a las materias primas, en este conjunto hay un 67,1 °Io de cuarcitas, 3 °7o
de cuarzos y 29,9 °7o de sílex. Destaca claramente la gran abundancia de sílex comparan-
do estos porcentajes con los obtenidos sobre otros grupos tipológicos (por ejemplo en los
cantos trabajados, el silex alcanza el 4,4 °7o). De esto podemos deducir la especial utiliza-
ción de las lascas de sílex para la fabricación de instrumentos.

5. BIFACES

E n la identificación y estudio tipológico de este grupo se ha seguido fundamental-


mente la clasificación de F . Bordes (1961), basada en la silueta de estos utensilios y en sus
dimensiones: longitud de la pieza (L), anchura máxima (m), anchura en la mitad de la al-
tura (n), altura a que se sitúa la anchura máxima, a partir del talón (a), y espesor máxi-
mo (e). Estas medidas dan lugar a una serie de índices entre los que los principales son
e/m (que sirve para distinguir los bifaces planos de los espesos), y L / a y n / m que deter-
minan la silueta.
Para precisar las características del conjunto de bifaces de Pinedo también hemos
efectuado un estudio estadístico de sus dimensiones de acuerdo con diversos análisis apli-
cados con anterioridad a otras series (Alimen y Vignal, 1952; Biberson, 1961; Balout, B i -
berson y Tixier, 1967; Balout, 1967; Tixier, 1960; Oussedik, 1972). Las conclusiones al-
canzadas de este modo completarán las del estudio tipológico que consideramos priori-
tario.
Se han clasificado 74 bifaces procedentes de la excavación. Sólo dos han sido fabri-
cados en sílex (un amigdaloide y un protolimande), mientras que los 72 restantes lo
fueron en cuarcita. E n cuanto a las matrices (figura 24) destaca el empleo de cantos roda-
dos seguido de lascas, que alcanzan algo más del 27 °7o (lascas simples y lascas de descor-
tezado), muy próximo, aunque algo superior, al porcentaje encontrado en el yacimiento
argelino de Ternifine —25,4 °ío— (Balout, Biberson y Tixier l . c ) . E n Marruecos atlánti-
co Biberson (1961, p. 145, 173, etc.) ha señalado también el frecuente empleo de lascas
para fabricar bifaces durante el Achelense antiguo; este uso no parece muy frecuente en
los yacimientos abbevillienses o achelenses antiguos franceses.
E n ninguna ocasión se han encontrado indicios de empleo de percutor elástico en el
retoque.

CR P L D GN ?

CUARCITA 42 1 8 11 1 9

2 2
SILEX

44 1 8 11 1 9

Fig. 24.—Materia prima y matriz en los bifaces de Pinedo; (CR) canto rodado; (P) placa; (L) lasca; (D) lasca de descorte-
zado; (GN) lasca de gajo de naranja; (?) imposible determinar.

79
CUADRO 14. CLASIFICACION DE LOS BIFACES DE PINEDO

B A R R A INF. RESTO TOTAL

Planos % o/o %

(1) Ovalares con talón 0-0 1-100 1-100


Total planos 0-0 1-2,7 1-1,35

Espesos
(2) Ficrones lanceolados 5-26,3 6-35,3 11-30,6
(3) Ficrones micoquienses 1-5,3 1-2,8 1-2,8
(4) Amigdaloides 1-5,3 2-11,8 3-8,3
(5) Amigdaloides con talón 6-31,6 3-17,6 9-25
(ó)Amigdaloides cortos con talón . . . 0-0 1-5,9 1-2,8
(7) Naviformes espesos 0-0 2-11,8 2-5,6
(8) Protolimandes 6-31,6 3-17,6 9-25
Total espesos 19-51,3 17-45,9 36-48,6

Filo recto
(9) F . r. estrecho 1-100 1-100 2-100
Total F . r 1-2,7 1-2,7 2-2,7

Parciales
(10) Subtriangulares 1-20 0-0 1-9,1
(11) Cordiformes 1-20 3-50 4-36,4
(12) Subcordiformes 2-40 2-33,3 4-36,4
(13) Limandes 1-20 1-16,7 2-18,2
Total parciales 5-13,5 6-16,2 11-14,9

Abbevillienses
(14) B . Abbevillienses 6-100 4-100 10-100
Total Abbevillienses 6-16,2 4-10,8 10-13,5

Nucleiformes
(15) Nucleiformes 1-100 4-100 5-100
1-2,7 4-10,8 5-6,8

Diversos
(16) Bifaces con dorso 4-80 3-75 7-77,8
(17) Protolimandes parciales 0-0 1-25 1-11,1
(18) Diversos 1-20 0-0 1-11,1
Total diversos 5-13,5 4-10,8 9-12,2

TOTAL 37 37 74

Estudio tipológico (cuadro 14)

— Bifaces planos:
Aunque algunos de los bifaces parciales presentan índices m/e próximos o superiores
a 2,35, como se verá más adelante, propiamente en este grupo sólo se puede incluir un bi-
faz ovalar con talón y dorso natural, algo atípico, obtenido a partir de una lasca de des-
cortezado, sin que se haya suprimido totalmente la corteza en el talón y dorso. Este bifaz
presenta un bisel conseguido por retoque. Posee rodamiento fluvial claro (R-2) y corres-
ponde a la unidad superior de esta terraza.

80
Fig. 25.—1) t'icrón lanceolado. Cuarcita. Unidad superior. Rod. 2. 2) Diverso: protolimande parcial. Cuarcita. Unidad su-
perior R-l.

81
Fig. 26.— 1) Ficrón lanceolado. Cuarcita. Unidad superior. R-2. 2) Naviforme espeso. Cuarcita. Unidad superior. R-l.

82
Fig. 27.—1) Ficrón lanceolado. Cuarcita. Unidad superior. R-2. 2) Amigdaloide típico. Cuarcita. Unidad inferior. R-2.
3) Ficrón micoquiense. Cuarcita. Unidad inferior. R-2.

83
Fig. 28.—1) Ficrón lanceolado. Cuarcita. Unidad inferior. R-2. 2) Diversos, afín a subcordiforme parcial. Cuarcita.
Unidad inferior. R-2.

84
— Bifaces espesos:
—Ficrones lanceolados: 11 bifaces clasificados en este grupo. Cinco de la barra infe-
rior y seis de la unidad superior. Presentan un grado de rodamiento homogéneo, no muy
acusado, excepto uno de la barra inferior, con rodamiento fluvial intenso (R-3).
Sus longitudes oscilan entre 108 y 159 mm, es decir, son de t a m a ñ o s medianos. M a -
yoritariamente obtenidos a partir de cantos rodados (7), aunque también se han fabrica-
do a partir de gruesas lascas de descortezado (4).
Se han dibujado cuatro (figuras 25, 1; 26, 1; 27, 1 y 28, 1) que son representativos
del grupo. Obsérvese que sus lados, aunque tienden a rectilíneos, en algunos casos son
bastante sinuosos, y los extremos en algunos de ellos son redondeado'. E n general con-
servan zonas de corteza, algunos en ambas caras.
Ninguno de los incluidos en este grupo ofrece elementos suficientes para ser definido
como lanceolado típico.
—Ficrones micoquienses: solamente uno (figura 27, 3), de pequeño t a m a ñ o —80
milímetros— procedente de la barra inferior. Rodamiento fluvial poco acusado (R-2).
Sus lados son claramente cóncavos y su base globulosa. Presenta una fractura anti-
gua en el ápice.
—Amigdaloides: tres amigdaloides típicos (figuras 27, 2; 29, 1 y 30, 1). Uno de ellos
de la barra inferior y dos de la unidad superior. Entre los últimos, uno de sílex —figu-
ra 30, 1— y con aristas vivas (R-3), los otros dos con rodamiento fluvial (R-2). Dos se
han obtenido a partir de canto rodado, mientras que el otro es imposible averiguar de
qué matriz se partió.
—Amigdaloides con talón: nueve. Seis de la barra inferior y tres de la unidad supe-
rior. Los tres últimos se obtuvieron a partir de cantos rodados, de los que dos presentan
rodamiento fluvial moderado (R-2) y uno muy fuerte ( R - l ) . También los de la barra infe-
rior se obtuvieron de cantos rodados — L á m . X I I I , 1 y Fig. 3 1 , 2 , con la punta fractura-
da de antiguo— y todos ellos presentan rodamiento fluvial, cinco moderado y uno muy
intenso. U n o de ellos, con una cara totalmente reservada y la otra descortezada por
completo, presenta claras huellas de percusión en el talón.
—Amigdaloides cortos con talón: solamente uno, de la unidad superior, sobre canto
rodado y con rodamiento fluvial moderado. Tiene talón espeso desviado respecto al eje
principal de simetría. E n el lateral opuesto al talón posee un retoque secundario de
raedera.
E n conjunto los amigdaloides constituyen el grupo más numerosos entre los bifaces
de Pinedo.
—Naviformes espesos: dos. Ambos de la unidad superior. U n o sobre lasca de des-
cortezado y rodamiento fluvial débil y otro sobre canto rodado y rodamiento fluvial in-
tenso (figura 26, 2).
Son de pequeño t a m a ñ o (L = 106 y 80 mm, respectivamente) y sus características de
naviformes se ven algo mitigadas, por lo que al biapuntamiento se refiere, por sus espe-
sores (m/e = 1,71 y 1,88).
—Protolimandes: nueve en total, de los que seis proceden de la unidad inferior y
tres de la superior (figuras 30, 2 y 32, 1); dos de estos últimos están fabricados a partir de
cantos rodados, en un caso de sílex; los tres tienen un rodamiento fluvial moderado que
les afecta en grado similar.
Los seis de la barra inferior se fabricaron a partir de un canto rodado (lámina X I I I ,
2). Dos de ellos presentan rodamiento fluvial muy acusado, siendo moderado el de los
otros cuatro. E n cuanto a las dimensiones, hay que destacar que en este grupo se en-
cuentra el de mayor longitud encontrado en esta excavación (199 mm, lámina X V , 2).

85
Entre todos ellos sólo uno se aproxima a los bifaces planos verdaderos (m/e = 2,19)
y precisamente es uno de los de la barra inferior, con rodamiento fluvial acusado, si bien
está en el límite inferior del grupo, muy cerca de los ovales por su relación entre longitud
y anchura.
—Bifaces de filo recto: solamente dos, uno de cada unidad. E l de la superior presen-
ta rodamiento fluvial intenso y parece obtenido sobre una placa de cuarcita (lasca que si-
gue un plano de esquistosidad de la roca) probablemente natural. E l filo, netamente más
estrecho que la anchura del utensilio en su punto medio, se ha obtenido mediante un gol-
pe de avivado lateral (figura 29, 2). E l de la barra inferior está tallado sobre un canto ro-
dado, presenta una cara totalmente descortezada —salvo el talón— y la otra sólo margi-
nalmente retocada. Filo estrecho y rodamiento fluvial moderado.
— Bifaces parciales:
—Parcial subtriangular: uno, procedente de la barra inferior, sobre lasca de descor-
tezado y con rodamiento fluvial débil. Talón espeso (figura 33, 3).
—Parciales cordiformes: uno de la barra inferior (figura 34, 1) y tres de la unidad
superior (figura 32, 2). E l de la barra inferior con rodamiento fluvial moderado y obteni-
do a partir de canto rodado, conserva amplias zonas de corteza, especialmente en una de
sus caras; la relación entre anchura y espesor es muy elevada (3,04) con respecto a lo ha-
bitual en este yacimiento, pero hay que tener en cuenta que prácticamente la talla no ha
modificado la relación m/e original del canto.
De entre los tres procedentes de la unidad superior dos han sido obtenidos sobre las-
ca de descortezado, de los que uno (figura 32, 2), así como el tercero —obtenido a partir
de una matriz no reconocible— presentan un bisel terminal obtenido por retoque. N o
consideramos estos dos bifaces en el grupo de filo recto, porque el bisel parece represen-
tar con claridad un grado avanzado de uso de estos utensilios que conservan
características suficientes para considerarlos cordiformes. E l rodamiento de los tres es
poco intenso.
—Subcordiformes parciales: dos de la barra inferior y dos de la unidad superior.
Entre los primeros, uno obtenido sobre lasca simple y otro sobre placa de canto rodado
(figura 28, 2), ambos con rodamiento fluvial moderado. Los dos de la unidad superior se
fabricaron sobre lascas de descortezado, ambos presentan rodamiento, uno moderado
(figura 33, 2) y otro muy acusado.
L a silueta de estos bifaces es irregular, uno presenta un lado totalmente sinuoso (fi-
gura 28, 2) por lo que puede considerarse forzada su inclusión en este grupo.
—Limandes parciales: uno en cada unidad. E l de la superior (figura 35) sobre canto
rodado, y el de la inferior sobre lasca de descortezado. Ambos con rodamiento modera-
do. De la relación m/e del primero de ellos (2, 81) puede decirse lo mismo que del cordi-
forme parcial de la figura 34, 1.
—Abbevillienses: 10 en total. Seis de la barra inferior y cuatro de la unidad superior.
Todos los de la barra inferior han sido obtenidos sobre cantos rodados (figuras 34, 2 y
36, 1) salvo uno sobre lasca. Hay uno que no presenta rodamiento (R-3), mientras que
entre los restantes es moderado (R-2).
Los cuatro bifaces abbevillienses de la unidad superior se obtuvieron también a partir
de cantos rodados. Tres de ellos presentan rodamiento fluvial intenso (figura 31, 1)
mientras que en el otro este rodamiento es moderado.
Los bifaces incluidos en este grupo se caracterizan por poseer aristas irregulares o,
cuando esto no es así, por presentar aspecto globular con amplias zonas reservadas: en
algún caso tienden hacia el ficrón lanceolado, si bien los caracteres indicados impiden
incluirlos en dicho grupo.

86
Fig. 29.—1) Amigdaloide típico. Cuarcita. Unidad superior. R-2. 2) De filo recto. Cuarcita. Unidad superior. R-l.

87
Hg. 30.—1) Amigdaloide típico. Sílex. Unidad superior. R-3. 2) Protolimande. Sílex. Unidad superior. R-2.

88
Fig. 31.—1) Abbevilliense. Cuarcita. Unidad superior. R-l. 2) Amigdaloide con talón. Cuarcita. Unidad inferior. R-2.

89
Fig. 32.—1) Protolimande. Cuarcita. Unidad superior. R-2. 2) Parcial cordiforme con talón y bisel. Cuarcita. Unidad
superior. R-2.

90
Fig. 33.—1) Diverso con dorso. Cuarcita. Unidad superior. R-2. 2) Parcial subcordiforme. Cuarcita. Unidad superior.
R-2. 3) Parcial subtriangular. Cuarcita. Unidad inferior. R-2.

91
Fig. 34.—1) Cordiforme parcial. Cuarcita. Unidad inferior. R-2. 2) Abbevilliense. Cuarcita. Unidad inferior. R-2.

92
Fig. 35.—Limande parcial. Cuarcita. Unidad superior. R-2.

—Nucleiformes: cuatro de la unidad superior (figura 36, 2) y uno de la inferior. T o -


dos con rodamiento fluvial moderado y obtenidos a partir de cantos rodados, salvo uno
de la unidad superior sobre lasca de descortezado.
Los bifaces de este grupo presentan una cara casi totalmente descortezada, con le-
vantamientos generalmente centrípetos, y la otra descortezada sólo periféricamente, con
levantamientos más o menos invasores que recuerdan la preparación periférica del
núcleo. Pueden proceder de núcleos regularizados.

— Diversos:
—Bifaces con dorso: se trata de bifaces caracterizados por la presencia de un dorso
en uno de sus laterales, al que se opone un lado generalmente convexo, que en algunos
casos presenta un retoque secundario de raedera (figura 38). Generalmente el dorso de
los bifaces de este tipo que hemos encontrado en Pinedo es natural (figura 33, 1 y 37) pe-
ro hay un caso en que está conseguido totalmente por retoque abrupto y otro que partici-
pa de ambas modalidades.
De los siete bifaces de este tipo de la zona excavada en Pinedo, cuatro se hallaron en
la barra inferior y tres en los niveles superiores. Todos presentaban un rodamiento fluvial
moderado. Dos de la unidad inferior y uno de la superior están fabricados sobre cantos
rodados y otros dos de la barra inferior y uno de la unidad superior sobre lascas; no se
puede discernir el tipo de matriz del restante.
—Protolimande parcial: se trata de un bifaz espeso (m/e - 1,77), con silueta de li-
mande, descortezado totalmente por una cara y sin ninguna extracción en la opuesta.

93
Fig. 36.—1) Abbevillense. Cuarcita. Unidad inferior. R-2. 2) Nucleiforme. Cuarcita. Unidad superior. R-2.

94
Fig. 37.—Diverso con dorso. Cuarcita. Unidad inferior. R-2.

L a regularidad de su silueta nos ha inclinado a clasificarle de esta forma (figura 25,


2) y no como nucleiforme. Procede de la unidad superior y presenta rodamiento intenso.
—Diverso: Este bifaz (figura 39) procede de la barra inferior y se caracteriza por su
contorno pentagonal, con una punta bien desgajada de sección triédrica. Es muy espeso
(m/e = 1,42) y presenta rodamiento fluvial moderado.
Recuerda a los bifaces a rostre aplani del Perigord (J. y G . Guichard, 1966, cfr. figu-
ras 4 y 5; G . Ghichard 1976, cfr. figura 6), aunque el de Pinedo no presenta zona reser-
vada.
—Puntas de bifaz: dos con rodamiento moderado procedentes de la unidad supe-
rior. N o puede distinguirse si se trata de restos de avivado o de piezas fracturadas for-
tuitamente.
Hemos efectuado divisiones internas en este conjunto de bifaces de acuerdo con los
criterios expresados en apartados anteriores, o sea, según el tipo de rodamiento y subsi-
diariamente por la posición estratigráfica (unidad inferior o superior).
Por lo que se refiere al rodamiento, existe una importante desproporción numérica
entre los que presentan rodamiento moderado (61), intenso (12) y los que carecen de
él (2) (figura 40).
Los dos bifaces frescos, que prácticamente no deben haber sufrido transporte flu-

95
Fig. 38.—Diverso con dorso. Cuarcita. Unidad inferior. R-2.

vial, se han clasificado como amigdaloide y abbevilliense, dos de los grupos más
característicos del conjunto.
L a serie, muy rodada, es excesivamente corta para intentar su comparación con la de
rodamiento moderado. Unicamente destaca la baja presencia de bifaces parciales en el
grupo más rodado, que en conjunto —y con las reservas pertinentes dado su t a m a ñ o —
parece algo más primitivo, si bien para afirmar esto nos basamos en características nega-
tivas tan problemáticas como la indicada, o la ausencia total de bifaces planos y amigda-
loides típicos.
E n la comparación de los bifaces con rodamiento moderado de la barra inferior y de
los niveles superiores no se aprecian diferencias importantes. Se ha ensayado el
2
estadístico chi cuadrado ( X ) (Cuadros 15 y 16) sobre las muestras totales de ambas uni-
dades y también sólo sobre los bifaces de rodamiento-2, con el resultado en el caso más
desfavorable (el segundo, cuadro 16) de que no se puede rechazar la hipótesis de que am-
bas muestras procedan de la misma población a un nivel de significación de 10 % , asi co-
2
mo que existe un ajuste bastante bueno entre ambas poblaciones ( X = 2,49, y para
7 grados de libertad, X ¿ , = 2,83 —Spiegel, 1970—), aun cuando las frecuencias com-
1 0

paradas sean un poco bajas. A continuación examinaremos otros test aplicados sobre las
dimensiones, que inciden en el mismo sentido.

96
Fig. 39.—Diverso. Cuarcita. Unidad inferior. R-2.

1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 ti 12 13 14 1f> 16 17
1 U. IMF.
R3
1 U. SUR

1 10 1 2 7 1 i 7 1 1 4 3 2 6 5 7 1 TOTAL
R-2
R2 4 1 1 5 4 i 1 1 2 1 5 1 4 i IL INF

1 6 1 2 i 1 3 3 1 1 1 4 3 II. SUP.

0 1 0 0 2 0 1 2 1 0 0 1 0 3 0 0 i TOTAL
R-1
Rl 1 1 2 II. INF

1 1 1 1 3 1 II SUP.

Fig. 40.—Rodamiento y procedencia estratigráfica de los bifaces de Pinedo. Numeración de las columnas, según
cuadro 14.

97
2
CUADRO 15. TEST DE X APLICADO AL CONJUNTO DE BIFACES DE PINEDO

Barra Resto Total


E
U Oü Eü Oü «?a 0¡j

0,50 0,50 0 0,50 0,50 1 1,38 1


Ficrones lanceolados y micoquienses 6,00 0,00 6 6,00 0,00 6 16,66 12
6,50 0,04 7 6,50 0,04 6 18,06 13
Protolimandes y Naviformes 5,50 0,04 6 5,50 0,04 5 15,28 11
Filo recto 1,00 0,00 1 1,00 0,00 1 2,78 2
Parciales 5,50 0,04 5 5,50 0,04 6 15,28 11
Abbevillienses y Nucleiformes 7,50 0,03 7 7,50 0,03 8 20,83 15
Bifaces con dorso 3,50 0,07 4 3,50 0,07 3 9,72 7

0,72 0,72

Resto = Unidad superior; Barra = Unidad inferior

2
CUADRO 16. TEST DE X APLICADO A LOS BIFACES D E RODAMIENTO 2 D E PINEDO

B A R R A INF UNID. SUP. T.

e e
i °i i °i °i
0,50 0,50 0 0,50 0,50 1 1
Ficrones lanceolados y micoquienses 5,60 0,06 5 5,40 0,03 6 11
Protolimandes y Naviformes 4,10 0,00 4 3,90 0,00 4 8
Amigdaloides 5,60 0,03 6 5,40 0,07 5 11
0,50 0,50 1 0,50 0,50 0 1
4,60 0,03 4 4,40 0,08 5 9
Abbevillienses y Nucleiformes 5,60 0,03 6 5,40 0,07 5 11
Diversos con dorso 3,60 0,04 4 3,40 0,05 3 7

30 29 59

Características dimensionales

Las longitudes, anchuras y espesores de estos bifaces presentan una distribución bas-
tante agrupada en torno a un sólo máximo, así como el peso —algo menos— (figura 41).
E n todas estas dimensiones puede apreciarse los mayores tamaños de la muestra corres-
pondiente a la barra inferior (figura 41), aspecto que está de acuerdo con el resultado ob-
tenido en las granulometrías de estos niveles (vid. cap. II) lo que puede interpretarse en el
sentido de que la dinámica fluvial ha jugado un papel importante en la deposición de es-
tas industrias, por un lado, y que con respecto a los materiales prácticamente in situ a
techo de las barras el t a m a ñ o de los cantos de cada una de estas ha influido en el t a m a ñ o
de los utensilios, especialmente de la macro-industria, al limitar la materia prima dispo-
nible por el hombre.
Los valores característicos de estas distribuciones se dan en el cuadro n ú m . 17. Se
han comparado las medias de longitud, anchura, espesor y peso de los bifaces del con-
junto del yacimiento con los respectivos valores para las series de la unidad inferior y de
la unidad superior mediante el estadístico t (Spiegel, 1970, págs. 189-190), para ensayar la

98
CUADRO 17. CARACTERISTICAS DIMENSIONALES DE LAS BIFACES DE PINEDO

N. Intervalo Media Mediana Moda

Longitud — L — yacimiento . . 73 80-199 121,5 117 100-129 25,6


Longitud — L — barra inf. . . . 36 80-199 128,0 125 120-129 28,0
Longitud — L — resto 37 80-164 115,2 112 90-109 21,1

Anchura — m — yacimiento . . 74 46-102 70,1 69 60-79 11,4


Anchura — m — barra inf. . . . 37 58-102 73,8 75 75-79 11,0
Anchura — m — resto 37 46-83 66,4 68 65-74 10,4

Espesor —e— yacimiento . . . 74 20-73 43,1 41 45-49 11,9


Espesor —e— barra inf
Espesor —e— resto
37
37
20-73
24-71
45,6
40,5
44
40


12,1
11,2

Peso — P — yacimiento 68 110-690 357,1 317 162,7


Peso — P — barra inf
Peso — P — resto
31
37
140-690
110-675
395,8
324,6
370
300


162,1
156,3

Resto = Unidad superior (mm. y g.).

99
hipótesis (H ) de que no hay diferencias entre las medias de las poblaciones a que corres-
0

ponden las muestras comparadas. E l resultado (Cuadro 18) es que no puede rechazarse
H al nivel de significación 0,10, puesto que para un grado de libertad superior a 97 e inferior a
0

109, t .9 = 1,29, y los valores encontrados están comprendidos entre + 1,29 y — 1,29,
0

salvo en el caso de m (anchura), respecto a la cual no puede rechazarse H a un nivel de 0

significación del 0,05 (t ,9 = 1,67) (Spiegel, 1970).


0 5

C U A D R O 18. A P L I C A C I O N D E L ESTADISTICO T

A las medias de longitud, anchura, espesor y peso de los bifaces procedentes de las Unidades superior e
inferior de Pinedo.

X, _
t
V 1/N, + 1 / N 2

Barra Resto

L-yacimiento — 1,19 1,28 L

m-yacimiento — 1,62 1,65 m

e-yacimiento — 1,05 1,07 e

P-yacimiento — 1,09 0,98 P

Se han calculado las ecuaciones de las rectas de regresión lineal entre las variables di-
mensionales, dos a dos (figura 42), con el objeto de poderlas comparar con las obtenidas en
otros yacimientos de caracteristicas semejantes. Se han obtenido los siguientes resultados:
L - — 13,61 + 1,90 m; S,. == -+ 21,29; r = 0,56
m

m = 49,01 + 0,18 L ; S ., = i 7,19; r = 0,77


m

m = 45,99 + 0,56 e; S . = +_ 9,04; r = 0,60


m e

e = 0,31 + 0,62 m; S = _+ 9,46; r = 0,61


e m

L = 68,96 + 1,22 e; S,. = _+ 20,08; r = 0,62


e

e = 17,18 + 0,22 L ; S . , = J l 8,73; r = 0,68


e

Comparando estas ecuaciones con las obtenidas para el yacimiento de Galisancho (Sala-
manca) (Santonja y Querol, 1976), con una muestra de bifaces de cuarcita comparable, re-
sulta claro que la correlación entre L y m es superior en los bifaces de Galisancho (5), por
lo que puede decirse que en conjunto los bifaces de Pinedo son más cortos y menos estiliza-
dos que los del yacimiento salmantino. E l coeficiente de correlación entre L y m encontra-
do en Galisancho, parece indicar que la dependencia entre estas dos variables es superior
en esta población que en la representada en Pinedo, lo que indicaría un mayor grado de
habilidad ténica, o de evolución, en Galisancho.
C o n el fin de caracterizar mejor esta serie de Pinedo, se ha estudiado también el índice
perímetro/peso (en c m / k g . , figura 41, 1) (Leroi-Gourham, 1965, págs. 33-35), con los re-
sultados que indicamos a continuación, en comparación con los de Galisancho (Santonja y
Querol, o.c), que es uno de los que mejor podemos comparar con Pinedo, de la Meseta,
por coincidir en las materias primas utilizadas en gran medida:

(5). L = 16,66 + 1,35 m; S,. = i m 14,06; r = 0,79; m = 32,97 + 0,47 L ; S ., = _+ 28,2.


m

100
Fig. 42.—Correlaciones entre las dimensiones de los bifaces; (L) longitud; (m) anchura; (e) espesor. Dimensiones en m/m.

N Intervalo M Mdna. Desv. tp.


Pinedo 71 17,7-190 81,5 72,7 39,22
Galisancho.... 163 22,6-235 78,0 72,4 31,26

Como se ve, ambas muestras están muy próximas por lo que a este índice se refiere,
aunque los valores obtenidos en Pinedo aparecen menos agrupados. Sin embargo, no nos
atrevemos a extraer demasiadas consecuencias de esta coincidencia, al tener en cuenta la
variedad de factores fortuitos que pueden alterar este índice (tipo de matriz; alteración de
la materia prima posterior a la fabricación del utensilio, que altera el peso; porcentaje de
bifaces parciales, en función de costumbres tipológicas particulares, etc.), al menos
mientras no se haya aplicado a un número abundante de yacimientos y se puedan extraer
conclusiones acerca de su significado.

Comparaciones y conclusiones

Los únicos yacimientos achelenses con un número de bifaces comparable a Pinedo


dentro de la Meseta son S. Isidro (Santonja, 1977) y Galisancho (Santonja y Querol,
o.c). Las comparaciones con el primero de ellos presenta la dificultad de que un porcen-
taje importante de la materia prima empleada es sílex, lo que de alguna forma tuvo que
influir en las características de los bifaces. E n Galisancho, como en Pinedo, la materia
prima utilizada con más frecuencia fue la cuarcita.
Hecha esta salvedad, pueden analizarse los resultados de esta comparación (cua-
dro 19). S. Isidro presenta mayor cantidad de bifaces planos y lanceolados que Pinedo,

101
CUADRO 19. COMPARACION DE PORCENTAJES DE TIPOS DE BIFACES
EN YACIMIENTOS DE LA MESETA (GALISANCHO, PINEDO Y SAN ISIDRO)

Galisancho P-G Pinedo P-S. I. S. Isidro

0,00 0,00 0,00 -1,57 1,57


Cordiformes alargados 0,00 0,00 0,00 —2,09 2,09
Subcordiformes 1,23 -1,23 0,00 0,00 0,00
Subcordiformes alargados 0,00 0,00 0,00 —2,09 2,09
Ovalares 4,29 —2,94 1,35 — 1,27 2,62
Limandes 0,00 0,00 0,00 — 1,05 1,05
Ficrones lanceolados 4,90 9,90 14,80 11,66 3,14
Ficrones micoquienses 0,61 0,74 1,35 0,30 1,05
Lanceolados típicos 0,00 0,00 0,00 — 12,04 12,04
0,00 0,00 0,00 —1,05 1,05
0,00 0,00 0,00 —0,52 0,52
19,63 —3,41 16,22 —7,34 23,56
Amigdaloides cortos 9,20 —7,85 1,35 —1,27 2,62
Protolimandes 11,66 0,50 12,16 —4,08 16,24
0,61 2,09 2,70 1,13 1,57
Filo recto 10,43 —7,73 2,70 —4,10 6,80
Parciales triangulares 0,00 0,00 0,00 — 1,57 1,57
Parciales subtriangulares 1,22 0,13 1,35 1,35 0,00
Parciales cordiformes 1,22 4,18 5,40 4,88 0,52
Parciales subcordiformes 2,45 2,95 5,40 5,40 0,00
Parciales cordiformes alargados 1,84 — 1,84 0,00 — 1,57 1,57
Parciales ovalares 3,06 —3,06 0,00 —3,14 3,14
Limandes parciales 0,00 2,70 2,70 1,13 1,57
Abbevillienses 22,08 —8,58 13,50 1,98 11,52
Nucleiformes 2,45 4,35 6,80 5,75 1,05
Diversos 3,06 9,14 12,20 11,15 1,05

N = 163 N = 74 N = 191

así como micoquienses; incluso en sus niveles inferiores hay bifaces lanceolados, por lo
que creemos que debe considerársele más avanzado. Galisancho resulta más próximo,
aunque la mayor frecuencia de bifaces parciales en Pinedo y, sobre todo, la existencia de
bifaces planos bien típicos en Galisancho, en ocasiones retocadas mediante percutor elás-
tico, hace pensar en un grado mayor de evolución para este último yacimiento.
E n otros yacimientos de la Meseta que han proporcionado bifaces de cuarcita en me-
nor n ú m e r o , como los de la terraza de + 30 m. del Alagón (Santonja y Querol, 1975) o
los de Las Acacias —Jarama— (Santonja y Querol, 1975) también aparecen bifaces de ti-
pos más evolucionados que en Pinedo (planos y lanceolados especialmente).
L a frecuencia de bifaces parciales y la abundancia de rasgos que confieren un aire de
tosquedad al conjunto (asimetría de aristas y secciones, frecuentes placas de corteza con-
servadas, trabajo sumario que apenas modifica la matriz de la que se partió) recuerdan
ligeramente el Achelense de facies «meridional» descrito en el S W de Francia, especial-
mente las series provenientes de yacimientos al aire libre, como Nantet (Thibault, 1970) y
especialmente las del valle del Tarn (Tavoso, 1976).
Por su composición general, la serie de bifaces de Pinedo también puede compararse
con la de Ternifine (Argelia), tal como ha sido descrita por Balout, Biberson y T i -
xier (1967), en la que apenas se documentó percutor blando (1,82%) y predominaban
los ficrones, amigdaloides y abbevillienses, aunque también presenta una alta frecuencia
de lanceolados, y en conjunto parecen más alargados y regulares que los bifaces de
Pinedo.
E n la comparación de nuestra serie con las descritas por P . Biberson en Marruecos

102
atlántico, hemos alcanzado muy escasos resultados. Se encuentran paralelos en los esta-
dios I, II, III (Achelense antiguo) y IV (Achelense medio, según Biberson), si bien en P i -
nedo no aparece nada comparable a los bifaces lanceolados de la cantera S . T . I . C . (esta-
dio III), ni la influencia que el percutor elástico parece tener en el estadio I V . Los bifaces
del estadio V en adelante —ateniéndonos además de a la tipología, a su simetría y
equilibrio de formas— resultan, desde un punto de vista tecnológico, claramente más
avanzados que los de Pinedo.
L a serie de Pinedo posee una gama de tipos presentes en yacimientos atribuidos al
Achelense medio primitivo (Rué de Cagny, 2.° nivel, cfr. Bordes, 1974, pág. 15) y al
Achelense antiguo (Rué de Cagny, xapa 4, Bordes, l.c), si bien la distancia geográfica y
el aire general tan diferente de estas series dificultarían cualquier intento de comparación
detenido. E n el yacimiento de Nantet, ya citado, los bifaces son demasiado escasos para
intentar compararlos a los de Pinedo, y en Terra Amata no abundan los bifaces. Los ele-
mentos más similares, moviéndonos siempre a un nivel exclusivamente tipológico y tecno-
lógico, podrían ser los atribuidos al Achelense medio arcaico en el valle del Tarn (Tavo-
so, 1976), donde dominan en este grupo los abbevillienses (56%), y entre los estandariza-
dos los amigdaloides y ovalares.
Biberson sitúa los estadios I-IV del Achelense de Marruecos atlántico en el Amiriense
(Biberson, 1961, 1963), período comúnmente correlacionado con el Mindel alpino. Para
el Achelense arcaico del Tarn se supone una cronología entre el final del Mindel y el co-
mienzo del Riss (Tavoso, l.c).

6. HENDEDORES

Introducción

C o n el término hendedor nos referimos exclusivamente al hachereau, tal como ha


sido definido por Champault (1951) y Tixier (1956), caracterizado fundamentalmente por
ser un utensilio sobre lasca con filo terminal natural.
E l procedimiento específico empleado en su fabricación (extracción de una lasca
apropiada, preconcibiendo antes de obtenerla la existencia de un filo; o eventualmente se-
lección de una lasca adecuada en función de poseer un filo natural idóneo) y la alta fre-
cuencia con que aparecen estos útiles en el Achelense peninsular, nos fuerza a separarles
de los bifaces de filo recto, sin que con esto se prejuzgue la utilización, similar o distinta,
de ambos tipos.
E n el estado actual de la investigación sobre el Achelense parece que es lícito conce-
der un significado importante a la presencia o ausencia de hendedores, e incluso a sus téc-
nicas de fabricación —el tipo IV de Tixier, por poner un ejemplo extremo, sólo se ha do-
cumentado en una zona restringida del Norte de Africa—. E l insistir sobre su existencia y
características en este yacimiento, frente a un número muy corto de bifaces de filo recto,
nos lleva a separar su estudio del de los bifaces, de la misma manera que se ha hecho en
algunos yacimientos achelenses africanos, con los que el de Pinedo será comparado.
Hemos procurado atenernos a la clasificación de J . Tixier (1956 y 1967 en Balout,
Biberson y Tixier), intentando no forzarla, dada la existencia comprobaba de hendedores
que no encajan en ella (Bordes, 1961, pág. 64). Por otra parte, hemos tenido en cuenta
otros estudios que tratan de su tipología (Alimen, 1967; Balout, 1967; Chavaillon, 1965 y
Guichard, 1966), si bien siempre nos hemos atenido prioritariamente a la definición
adoptada por Tixier.

103
Características generales

De los 38 hendedores de Pinedo, todos de cuarcita, 35 se han obtenido sobre lasca de


descortezado, y sólo tres sobre lasca simple. N o hay ninguno sobre lasca levallois, ni
sobre lasca doble.
E n tres de estos utensilios —dos de tipos O y uno de tipo I — no se aprecia la direc-
ción de percusión, por haber seguido la lasca un plano de esquistosidad de la roca y no
conservar huella visible del bulbo de percusión. E n los treinta y cinco restantes (figura 43)
domina la percusión perpendicular al eje principal de simetría, aunque también es apre-
ciable el porcentaje de percusión S, y de percusión oblicua (SE y SW). Tan sólo uno, de
tipo O , aunque ciertamente atípico (figura 49, 1), presenta percusión Noroeste.
Veintiséis hendedores, todos sobre lasca de descortezado, el 70,27 por 100 del con-
junto, pueden clasificarse en el tipo O de Tixier. E n general, presentan retoques laterales

Fig. 43.—Direcciones de talla en los diferentes tipos de hendedores y en el conjunto.

104
Fig. 44.—Esquema del modo de fabricación dominante en Pinedo de los hendedores de tipo I.

escasos que modifican sólo ligeramente la silueta de la lasca y contribuyen en escasa me-
dida a proporcionar útiles equilibrados y simétricos.
Ocho, el 21,05 % , presentan una extracción de lasca en la zona del filo anterior a la
obtención de la lasca soporte del útil, por lo que han sido clasificados en el tipo I de
Tixier. Entre ellos hay cinco (figuras 54, 1; 55, 1; 56, 4 y 57, 1 y 2) en los que esta extrac-
ción es aproximadamente perpendicular al eje del utensilio (figura 44), en vez de paralela
o subparalela, como suele ser frecuente para este grupo en otros yacimientos y se da en
los tres restantes de Pinedo (figuras 52, 3 y 4, y 56, 5).
Unicamente tres, el 7,89%, se han clasificado en el tipo II por estar fabricados sobre
lasca simple, dos de ellas conservan abundante corteza en el anverso, y uno presenta
nítida huella del reavivado de su filo (figuras 52, 1 y lámina X V I , 1; 52, 2, y 58, 3).
E l P 2 0 U 4 (figura 58, 1) hemos preferido no incluirlo en ninguno de los tipos de
J. Tixier, por ofrecer caracteres tanto del tipo O (lasca de descortezado soporte), como
del V (retoque penetrativo en el anverso, más importante que el que suele aparecer en el
tipo O) (6). N o olvidemos que P . Biberson (1961) cita a partir del estadio I del Achelense
—Sidi Abderrahman ext.—, la presencia del tipo V entre sus hendedores, por lo que no
sería extraño que apareciera también en Pinedo, donde hemos visto que predominan
ampliamente los «proto-hendedores» con manifiestos caracteres arcaicos.

(6) Quizás también el P20G14 (figura 52, 1), que presenta retoque simple con tendencia a invasor en ambos latera-
les, podría ser incluido en un grupo híbrido II/V, aunque en este caso hemos preferido conservarle en el tipo II.

105
Estudio de los contornos

Como habíamos adelantado, la silueta general de los hendedores de Pinedo (figu-


ras 49 a 58) apenas ha sido modificada por el retoque.
A continuación proporcionamos las características del retoque de todos los hende-
dores de este yacimiento, de acuerdo con la clave del cuadro 20:

CUADRO 20. RETOQUE HENDEDORES

1. " Letra mayúscula: D (lado derecho); I (lado izquierdo); T (talón).


2. ° Letra minúscula: d (retoque directo); i (inverso); a (alternante); b (bifacial); f (fractura total); c (dor-
so natural).
3. ° N ú m e r o con arreglo al siguiente código:

Total: 1
„ . Distal: 2
Continuo .
M e s ¡ a l 3

Proximal: 4
T: 5
SIMPLE Discontinuo j^'. j
P: 8
T: 9
.. . D: 10
Unico M. n

P: 12

T: 13
„ D 14
Continuo ^
: 15
P: 16
T: 17
18
ABRUPTO Discontinuo
: 19
P: 20
T: 21
22
Unico M
: 23
P: 24

T: 25
n ,. D: 26
Continuo 27
P: 28
MAnriMAi
T: 29
Discontinuo ^j. ^\
P: 32

106
TIPO O

Dos lados y talón retocados Dd26-27/Idll-i2-3.


DÍ4/IÍ2-3.
Dil/Idl/Til. Db3/Ii26.
Dil/Ic/Ti21. Db3/Ii26.
Ddl/If/TdlO. Db3/Idll.
Dd3-4/Id3-4/Tdl3.
Di3-4/IdlOilO/Til3.

Un lado y talón retocados


Dos lados retocados
Id26-i3-4/Td28.
Ddl/Id21.
Ddl/Ii25.
Ddl/Ii2-3. Un sólo lado retocado
Ddl/Ii2-3.
Dil/Ib3-i4. Ddl.
Dil/Ib3. Ial.
D i l / I d l 1-12. Iil3.
Ddll/Idl3. Id2-3.
Di26/Id9. Id2-3.
Dill/Id2-3-i4. Id2.

TIPO I

Dos lados y talón retocados Dd31/Id27.


Dc/If.
Di9/Id2-3-i4/Ti4.

Un sólo lado retocado


Dos lados retocados
Dd2-3.
Ddl/Iil. Id2-4.
Dd28/Iil2. Di4.

TIPO II

Dos lados retocados Un lado retocado

DÍ13/IÍ2-3. Id4.
Dil/Id4.

TIPO O / V

Dos lados retocados

Ddl/Idl-i4.

107
De las fórmulas se deduce que la silueta de la lasca soporte ha sido modificada por
efectos del retoque en sólo 12 casos: uno que presenta los dos lados y el talón totalmente
retocados y otro casi igual, cuatro con los dos lados totalmente retocados y otros cuatro
casi totalmente retocados los dos lados, y, finalmente, dos con ambos lados retocados en
gran parte. Nueve presentan la silueta original con modificaciones parciales: cinco, un la-
do totalmente y el otro en parte retocado; sólo un lado y el talón en un caso y un lado to-
talmente en tres ejemplares. E n conjunto en 21 casos ha sido modificada de alguna forma
la silueta original de la lasca.
Predominan los filos rectos (56,76%) y las bases espesas (64,86%) (figura 45,1). N i n -
guno de los tres hendedores de tipo II presenta base cortante, mientras que cinco de los
ocho hendedores de tipo I tienen filo recto y base cortante.
L a mayoría de los filos no son demasiado oblicuos; se ha medido el ángulo de su
cuerda con el eje mayor y 31 presentan un ángulo superior a 8 0 ° , sin embargo, algunos
bajan a 70° e incluso menos (figura 45,4).
Dieciséis hendedores presentan huellas de uso en el filo. E n siete casos las huellas
aparecen en el reverso (seis de tipo O y uno de tipo II), en cinco son directas (cuatro de
tipo O y uno de tipo I) y en los cuatro casos que quedan son alternantes y bifaciales, por
lo que dadas las características del yacimiento deben considerarse muy probablemente
fortuitas. E l único hendedor con rodamiento nulo (R-3) no presenta huellas de uso claras
(figuras 45, 3 y 57, 1), pues las que se aprecian en su filo parecen intencionales (7), lo que
le da cierto carácter de atipicidad. Hay un hendedor de tipo O (figura 50, 1) que presenta
huellas de uso en el talón, que es cortante y puede constituir un doble filo.

Estudio de las dimensiones

Destaca, en primer lugar, el pequeño t a m a ñ o de algunos especímenes, por debajo de


los 10 cm. de longitud que señalaba Tixier (1956) como límite inferior encontrado por él
en los ejemplares africanos que había analizado.
De los 12 ejemplares claramente por debajo de tal divisón, siete correponden al
tipo O (figuras 49, 3; 56, 3; 54, 2; 49, 2; 56, 2; 58, 2 y 51, 3) y con excepción de uno de
elos (figura 49, 2), los restantes pueden considerarse típicos; cuatro corresponden al tipo I
(figuras 56, 5; 52, 4; 56, 4 y 55, 1) y sólo uno puede considerarse atípico (figura 55, 1). F i -
nalmente, uno corresponde al tipo II (figura 52, 2), aunque su pequeño t a m a ñ o se debe a
la particularidad de estar revivado. E n cualquier caso, es indudable la existencia en el
conjunto de hendedores de Pinedo de ejemplares de menor t a m a ñ o que los señalados por
J . Tixier en 1956 (8).
E n la figura 46 se presentan los histogramas de longitud, anchura y espesor de los

(7) Cuando las huellas que aparecen en el filo pueden interpretarse como retoques ligeros efectuados sobre un filo
natural, no hemos tenido inconveniente en incluir entre los hendedores el utensilio en cuestión.
(8) En Torralba se ha señalado (Freeman y Butzer, 1966) un hendedor de sólo 6 cm. de longitud en el área 1 del nivel
B4a de la unidad lie.

108
R
E
CT
O cvx. tcv.
o 1 II o\v
X r _r
^0:1
11 — ii1 2 II 1 ÍSE B
AR
RA 3^-2.1
3-1 ^2>2 ^2:2
HE
X
o\vi

0=2 1.1 1:1


10 —1: 5
2^ 1^ Olí. R
E
ST
O1 < 5
\j:3
^2:11

PH. IW. «IT. O 1 II o\v


Blf. 90^ 2 0
8 3
M 0:2 I11
8S89- 7 3 0 i

8tf84- 6 1 0
0
O* O 2 o¡i
CM
75-79 -
-
1 1 1 0
I11
70'-74'- 3 0 0 0
H
69*3 1 0 0 0

t II o\v
4 3 0 0 7

22 4 3 1 30

0 1 0 0 1
26 8 3 1

Fig. 45.—1) relación filo/base; 2) relación tipo/procedencia y rodamiento; 3) relación rodamiento/huellas de uso, por ti-
pos; 4) grado de inclinación del filo en cada tipo; 5) relación rodamiento/tipo.

109
20 40

30

20

10

50—5» 160—16» 15—19 45 — 49

%
30

20

10
INTERVALO MEDI» MEDIANA MODA
(mm)
59-165 107,1 111 110-129
110—119 1*611110
»
4T-110 75,0 73 70-79
AKOM»
»
19-48 33,5 33 30-34
ESPESOR
341 330
Igrl
50-695 300-399
un

Fig. 46.—Dimensiones de los hendedores de Pinedo; (L) longitud; (A) anchura; (E) espesor; (P) peso.

Fig. 47.—Correlaciones entre las dimensiones de los hendedores; (L) longitud; (m) anchura; (e) espesor. En el gráfico de la
relación m/e se indica la divisoria entre hendedores espesos (m/e < 2,35) y planos (m/e > 2,35).

110
hendedores. E n general, estos valores tienden a unimodales, aunque con distribuciones
alejadas de una curva normal; quizá el caso que ofrece una agrupación mayor en torno a
la mediana es el de la anchura, aunque la mejor coincidencia media/mediana se da en los
espesores.
Se ha calculado la correlación lineal de longitud, anchura y espesor (figura 47), obte-
niéndose las siguientes ecuaciones:

L = 27,63 + 1,06 m ; S,. = m 19,92; r = 0,66


m = 32,51 + 0,40 L ; S ., =m 11,30; r = 0,71
L = 20,39 + 2,58 e; S,. = e
18,12; r == 0,73
e = 10,51 + 0,22 L ; S ., = e 2,73; r = 0,93
m = 25,59 + 1,47 e; S . = m e 12,09; r = 0,66
e = 8,99 + 0,33 m ; S = e m 4,79; r -= 0.78

De estas ecuaciones se desprende que las dos dimensiones más correlacionadas son la lon-
gitud y el espesor, y especialmente el espesor en función de la longitud. Este dato quizá
podría interpretarse desde un punto de vista funcional; en este sentido, parece indicar que
eran seleccionadas para transformarlas en hendedor aquellas lascas que presentaban una
relación especial entre espesor y longitud.
Para intentar precisar este aspecto se estudió el índice e / L (figura 48,2), comprobán-
dose que presenta una distribución próxima a la normal, tanto para el total de la muestra
como para los hendedores de tipo O solamente. Esta relación entre espesor y longitud se
sitúa en torno a 0,32 —valor de media, mediana y moda de la muestra total, y de me-
diana y moda de los de tipo O — , lo cual parece indicar que la longitud de las lascas fabri-
cadas o seleccionadas para realizar hendedores tendería a ser el triple del espesor de las
mismas, y de una forma más real indica que se buscaba cierta proporción entre longitud y
espesor de estos utensilios, lo que pudo estar motivado por razones funcionales, al consi-
derarse más adecuados, los hendedores que presentaran una relación entre longitud y es-
pesor próxima a la indicada.
Algunos autores han empleado el índice m/e para estudiar los hendedores (Cha-
vaillon, 1965) t o m á n d o l o probablemente del uso hecho de tal índice en los bifaces (Bor-
des, 1961). Dado el bajo coeficiente de correlación que se ha encontrado entre estas d i -
mensiones (0,66-0,78) creemos que es más significativo el índice e / L —otra característica
que induce a separar el estudio de bifaces y hendedores— y en este mismo sentido incide
la distribución de e/m (9) (figura 48, 4), con un sesgo positivo mucho mayor que el de
e / L , y peor ajuste de medias y medianas.
A efectos comparativos, hemos indicado en la nube de puntos de espesor y anchura
(figura 47), la posición de la recta que separa a los hendedores de índice m/e mayor o me-
nor que 2,35, 16 en el primer caso y 15 en el segundo, mientras que siete son aproximada-
mente iguales a 2,35. Insistimos en afirmar que, por las razones ya expuestas, no conce-
demos mucho valor a este índice con respecto a los hendedores.
Siguiendo a Chavaillon (1965) se ha comparado la anchura del filo —medida en línea
recta de la distancia entre sus puntos extremos— con la anchura máxima del utensilio (lo
que, eliminando accidentes, nos parece más oportuno que el empleo de la anchura en el
punto medio, que en una muestra formada por hendedores de siluetas irregulares, como
sucede en Pinedo, puede ofrecer resultados aberrantes). Solamente hemos encontrado en
tres hendedores, del tipo O un índice filo/anchura máxima comprendido entre 0,9 y 1,1

(9) Se ha utilizado e/m para comparar mejor con e/L, aunque las conclusiones hubieran sido iguales en caso de ha-
ber empleado m/e.

111
JQTALITIPOO
MEDIA • 0 3 2 0.32
MEDIANA--032 0 3 2
MODA - • 0,32 Q32
TOTAL
TIPO O

PINEDO
TOTAL T R O
AL AGON MEDIA 0.44 Q 4 4
GALISANCHO MEDIANA 0.42 Q42
MODA . - . . 0,42 Q42
ALBALA
ACACIAS

TOTAL
TIPO O

Q30-4 Q65 9
4

Fig. 48.—Frecuencia de los índices anchura/Filo (1); espesor/longitud (2); y espesor anchura (4) de los hendedores de Pine-
do. Frecuencias de hendedores en yacimientos de la meseta española (3).

(1,04, 1,08 y 1,00), siendo en los restantes este índice superior a 1,1, es decir, claramente
menor el filo que la anchura máxima (figura 48, 1).
Si se hubiera empleado la anchura en el punto medio, se hubieran hallado algunos
con índice inferior a 0,9, pero la inmensa mayoría hubiera seguido presentando un índice
superior a 1,1. E n cualquier caso, en una muestra de hendedores cuyos lados sólo han si-
do ligeramente modificados por la talla, este índice sólo es representativo de las dimen-
siones de la lasca soporte.

Conclusiones

La comparación de los hendedores de la barra inferior con los de la unidad superior


no delata ninguna diferencia palpable (figura 45, 2); únicamente destaca el mayor porcen-

112
Fig. 49.—Hendedores de tipo O. Pinedo.
I ¡g. 50.—Hendedores de tipo O. Pinedo.
Fig. 51.—Hendedores de tipo O. Pinedo.

115
Fig. 52.—Hendedores de tipo II, núms. 1 y 2, y I, núms. 3 y 4. Pinedo.
I

Fig. 53.—Hendedores de tipo O de Pinedo. El 2 con el filo reavivado.

117
Fig. 54.—1) hendedor de tipo I con preparación del filo obtenida por extracción anterior lateral. 2; hendedor de tipo O.

118
Fig. 55.—1) hendedor de tipo I, bastante atípico, con preparación del filo obtenida por extracción anterior lateral; 2) hen-
dedor de tipo O (sobre placa natural de canto rodado).

119
Fig. 56.—1), 2) y 3) hendedores de tipo O; 4) hendedor de tipo I con preparación del filo obtenida por extracción anterior
lateral; 5) hendedor de tipo I.
120
Fig. 57.—1) y 2) hendedores de tipo I con preparación del filo obtenida por extracción anterior lateral.

121
Fig. 58.—1) hendedor intermedio entre el tipo I y el tipo V; 2) hendedor de tipo O con huellas de uso en el filo; 3) hende-
dor de tipo II.
taje sobre el total que procede de la unidad inferior, a pesar de su menor potencia, igual
que se ha señalado en otros grupos de utensilios.
E l estudio de los grupos de hendedores formados según el grado de rodamiento (fi-
gura 45, 5), apenas de argumentos para establecer subconjuntos dentro del utillaje gene-
ral de Pinedo, pues a la ausencia de hendedores de tipo II en el conjunto más rodado no
puede concedérsele mucha significación dado el t a m a ñ o de la muestra, aunque de todas
maneras retendremos, con todas las reservas apuntadas, para las conclusiones finales que
el conjunto más rodado ( R - l ) parece ligeramente más arcaico que el menos rodado (R-2).
Recientemente se ha puesto de relieve (Santonja y Querol, 1977) la frecuencia de
hendedores en los yacimientos achelenses de la Meseta española, y de la Península Ibérica
en general. E n algunas ocasiones parecen más frecuentes en los yacimientos ibéricos que
en los de Marruecos atlántico, si nos atenemos a los datos proporcionados por P . Biber-
son (1954 y 1961).
E n la figura 48, 3 comparamos los diferentes porcentajes de hendedores en los yaci-
mientos de la Meseta que conocemos directamente. De su examen se desprende un fuerte
contraste entre Pinedo, claramente más arcaico, y todos los demás, que presentan, al me-
nos, un porcentaje sensiblemente más elevado de hendedores de tipo II.
Los hendedores que conocemos de Torralba (Santonja y Querol, l.c.) son difíciles de
encajar en el sistema de Tixier, pero hay un fuerte porcentaje de tipo II y V , mientras que
los tipos O y I son prácticamente inexistentes.
E n el cuadro 21 comparamos el porcentaje de hendedores encontrados en Pinedo,
con los de otros yacimientos achelenses africanos, del Próximo Oriente y europeos. Por
lo que se refiere a la cantidad de bifaces en relación con el resto del utillaje o sólo con la
macroindustria (sólo utensilios) (10), la serie más próxima es la de la cantera S . T . I . C . ,
Achelense III de Marruecos atlántico (Biberson, 1961). Si consideramos el equilibrio
entre bifaces y hendedores en yacimientos achelenses de la misma área (cuadro 21), ve-
mos que, en la mayoría de los yacimientos africanos e israelitas citados, la proporción es
prácticamente 1:1, mientras que en Pinedo es de 2:1 y en Torralba adopta un valor inter-
medio; en los yacimientos franceses citados esta relación se desequilibra totalmente a fa-
vor de los bifaces, con la excepción de Campsas, en el Tarn, cuya proporción se aproxima
a la de Pinedo, aunque es menor.
Como conclusión sintética podemos decir que los hendedores de Pinedo presentan
caracteres arcaicos, tanto por su tipología, como por su silueta y retoque, si bien ya se
aprecia en ellos cierto equilibrio dimensional, especialmente patente en la realción
espesor/longitud.
Dentro de la Mesesta, este conjunto es claramente más arcaico que Torralba,
Ambrona, Galisancho, Alagón I, Acacias y Albalá, con los que ha sido comparado, y
tanto por su tipología como por su frecuencia dentro del conjunto —salvando las distan-
cias geográficas—, puede compararse con el estadio III del Achelense de Marruecos
atlántico, tal como ha sido caracterizado por P . Biberson en el yacimiento de la cantera
S.T.I.C.

(10) Estos porcentajes están muy condicionados por algunos caracteres que pueden depender del sistema de forma-
ción de la serie. En Pinedo, donde existe la garantía de que la colección estudiada no ha sufrido ningún tipo de selección,
el porcentaje está muy influido por el importante número de cantos trabajados que contiene, utensilios no tan frecuentes
en gran parte de las series comparadas.

123
CUADRO 21

a) P r o p o r c i ó n de hendedores sobre el total de utensilios en yacimientos achelenses europeos y africanos.


(Fuentes citadas en el texto).

"lo Macro-industria
°/o Total utillaje
(utensilios)

P I N E D O (global) 2,28 3,26


Ternifine
S i d i - A b d . (Ext. I)


16,41
10,58
S i d i - A b d . (Ext. II) — 0,88
S . T . I . C . (Ext. III) 2,67 3,11
Sidi-Abd.-Cunette-(Ext. V ) . 2,67 —
Grotte Littorines (Ext. VI)
Cap Chatelier (Ext. VIII) .
1,92
1,81


Pech de l'Azé II, c.2b 0,88 —
Pech de l'Azé II, c.8s 0,44 —
Campsas — 12,83

b) Relación entre hendedores y bifaces en yacimientos achelenses africanos y europeos. Porcentajes


sobre el total de hendedores y bifaces de todas clases.

% de bifaces °/o de hendedores

PINEDO 67,83 32,17


Gesher B . Y . (Gilead 1973). 51 49
Torralba 58,40 41,60
Ambrona 58 42
Ternifine 54 46
Olorgesailie L . S . 7 51 49
Olorgesailie L . S . 9 56 44
50 50
Isimila Lower J6-7 55 45
Pech de l'Azé II c.2b 90 10
Pech de l'Azé II c.8s 90 10
Cantalouette 92,30 7,70
Campsas 79,7 20,3

7. TRIEDROS

Estudio descriptivo

E l término triedro (bien triédre, biface triédrique o pie triédrique) se ha aplicado


por prehistoriadores de lengua francesa a ciertos utensilios, cuyas características no han
sido establecidas con demasiada precisión. Leroy-Prost (1974) ha vuelto críticamente
sobre este concepto intentando fijar su contenido.
E n 1923 y 1924 P . Dubalen y E . Passemard caracterizaron un pretendido estadio
pre-chelense en Chalosse (Francia) por la presencia de un «útil chalossiense» fabricado
c o m ú n m e n t e sobre nodulo de sílex, a veces sobre lasca gruesa o canto de cuarcita, en
cualquier caso con base glubulosa, nunca aplastada, y con una punta triédrica —con las
tres caras trabajadas— en la extremidad opuesta, que puede ser puntiaguda o incluso ter-
minar en bisel (Passemard, 1924).

124
Poco después, el padre Bovier describió unos útiles que explícitamente consideraba
similares a los chalossienses del yacimiento de Abbassieh (El Cairo, Egipto). Sin embar-
go, distinguió dos grupos dentro de tales utensilios:

— con talón reservado y punta en forma de pirámide, aunque la sección fuera vaga-
mente triangular, de anchura aproximadamente igual a la longitud, con aristas en zig-zag,
sin retoque que las regularizara,
— con la misma forma general, pero más alargados y con forma triédrica mucho
más neta.
Parece que sólo este segundo grupo resulta estrictamente comparable a los descritos
en Chalosse originalmente.
E n el curso de una sesión mantenida en la S . P . F . en 1930, Vayson de Pradenne pun-
tilizó que no existían factores estratigráficos que obligasen a considerar pre-chelense la in-
dustria con triedros de Chalosse. Por su parte, Neuville precisó que en Egipto y en el P r ó -
ximo Oriente no se conocían industrias con triedros independientes de las industrias con
bifaces. Respecto a su cronología, recientemenet C l . Thibault ha podido situar estratigrá-
ficamente en Nantet una industria del Achelense medio con triedros «Chalossienses»
característicos en el Riss II (Thibault, 1968 y 1970). E n cuanto a su repartición geográfi-
ca, Passemard (1936), Neuville y Ruhlmann (1941), Tixier (1960), Biberson (1961), Ra-
mendo (1963) y otros autores, han señalado su presencia en el Norte de Africa y Sahara.
E n la Península Ibérica son muy frecuentes en los yacimientos Achelenses de la Meseta
(Santonja, 1976) y al Norte de los Pirineos se han señalado, además de en Chalosse,
en las terrazas fluviales del Tarn (Tavoso, 1975, 1976) y en Terra Amata y Grotte del Ob-
servatoire (Lumley, 1976, cfr. figura 8 y figura 12, n ú m . 4).
E l estudio de LeroyProst (1974) sobre su morfología, presenta los fundamentos de
una investigación en curso (tomo IV de las Fiches Typologiques Africaines). E n él se pro-
pone la siguiente definición de triedro: «objet lithique de forme génárale allongée, pre-
sentant une extrémité plus ou moins dégagée á pointe de section triangulaire et une basse
taillée, reservée (en U , en V , píate) ou mixte», que podemos aceptar (con las precisiones
que más adelante estableceremos), aunque consideramos la presencia de una punta
triédrica de tamaño adecuado como el rasgo más característico, siendo accesorios los
restantes. Desde esta perspectiva hemos establecido, en una primera aproximación, dos
grupos entre los triedros:

— Por una parte, los que presentan una punta triédrica claramente desgajada, con
talla invasora que afecta a gran parte del útil, modificando netamente la silueta y propor-
ciones del elemento soporte (canto rodado, placa, descortezado...). E l extremo triédrico
se opone a una zona basal masiva, generalmente reservada.
— Por otro lado, los que sintéticamente podemos denominar cantos trabajados
Médicos, ya que tienen en común con los cantos trabajados el predominio de zona reser-
vada, presentando una punta triédrica generalmente poco destacada y una forma general
que puede no ser alargada, ya que conservan esencialmente la forma de la matriz. A dife-
rencia de los cantos trabajados, presentan filo en dos planos.
Para evitar cualquier tipo de connotación inadecuada —antes de haber efectuado el
estudio tipológico necesario— denominaremos grupo A al primero de los descritos, y gru-
po B al segundo.
Estrictamente sólo el grupo A puede compararse con los triedros clásicos, aunque en
cualquier caso empleamos un criterio más amplio, puesto que incluimos como tales ins-
trumentos que no presentan base globulosa —aunque sí gruesa— y cuya extremidad

125
triédrica se ha obtenido mediante el procedimiento supuesto por Passemard (1924) o bien
por cualquier otro sistema de los que más adelante se describen.
De los grupos que distinguía Bovier-Lapierre (1925), aquel al que atribuía una punta
piramidal vagamente triangular (no a c o m p a ñ a dibujos a esta descripción) recuerda el que
denominamos grupo B , que también resulta próximo a los triedros que Ramendo (1963,
página 71, figuras 71 y 72) incluye en su clasificación para los cantos trabajados de
Reggan.
También resulta comparable este grupo con parte de los llamados «picos de Terra
A m a t a » , los descritos por Fournier (1974, p á g . 114) como obtenidos mediante talla
abrupta (ibídem, figura 72b, por ejemplo).
En la descripción de los triedros de Pinedo, de acuerdo con estos grupos, tendremos
en cuenta los siguientes aspectos:

Fig. 59.—Sistema de denominación de aristas, ángulos y caras de los triedros. Caras: CA, AB y CB; aristas: C, A y B; An-
gulos: C, A y B. Se indica el punto en que se toma la sección y la anchura de la punta: en el arranque de la arista menos
profunda.

126
a) Materia prima.
b) Matriz: canto rodado (CR); canto anguloso ( C A ) ; canto placa (CP); descorteza-
do (D); lasca de gajo de naranja (GN).
c) Tipo de percutor empleado en la talla y en el retoque.
d) Orientación: para analizar cada triedro situamos la extremidad triédrica en posi-
ción distal. De las tres aristas que forman el triedro consideraremos como principal (A) la
opuesta a la cara inferior; su determinación puede efectuarse en la mayor parte de los ca-
sos visualmente, teniendo en cuenta el equilibrio general de la pieza y que la sección de la
punta suele ser —al menos en los triedros que hemos estudiado— en triángulo isósceles,
correspondiendo al ángulo diferente (mayor o menor que los otros dos) la arista principal
(figura 59). E n los casos en los que ni el equilibrio general del utensilio ni los valores de
los ángulos permitan decidirse con claridad, hemos adoptado el criterio de considerar
arista A la correspondiente al diedro mayor, de acuerdo con la experiencia adquirida con
los triedros orientados sin dificultad por sus proporciones. E n el caso de que los tres án-
gulos fueran iguales y las tres caras del triedro afectaran a todo el contorno de la punta,
caso que no hemos registrado, las tres aristas serían equivalentes y no importaría elegir
cualquiera de ellas como principal.
Determinada la arista principal adoptamos como eje principal del utensilio el eje de
simetría que mejor coincide con dicha arista, independientemente de que sea el mayor o
no, puesto que aunque los triedros básicos descritos en la bibliografía prehistórica suelen
ser alargados, pensamos que este es un carácter secundario con respecto a la presencia o
no de una punta triédrica neta.
A las otras dos aristas las denominamos, a efectos descriptivos, B (a la izquierda
de A ) y C (derecha de A (figura 59).
é) Talón: puede ser espeso, cuando está formado por corteza, fractura natural o ta-
lón de una lasca o incluso talla abrupta; cortante si presenta talla que determine un filo
en todo él, o mixto si el talón es en parte cortante y en parte espeso.
f) Sección de la punta: tomada en su arranque, es decir, en el punto en que comien-
za a destacarse de la masa del útil. E n el caso de que esta punta no aparezca destacada,
sino que prolongue de forma gradual al resto de la pieza, tomamos la sección en el extre-
mo proximal de la arista menos profunda (figura 59). L a sección generalmente es triangu-
lar, pero se ha encontrado algún caso, especialmente posible cuando la talla de la cara B C
es bilateral, en que tiende a romboidal.
g) Direcciones de talla: siguiendo el esbozo realizado por Leroy-Prost (1974) hemos
considerado las direcciones de talla esquematizadas en la figura 60. Para llegar a esta
tabla se han considerado todas las variantes posibles, a saber:
— Que sólo esté tallada una cara y en una sola dirección.
— Dos caras talladas en una sola dirección cada una.
— U n a sola cara en dos direcciones.
— U n a cara tallada en dos direcciones y otra en una.
— U n a cara tallada en dos direcciones y dos en una.
— Dos caras talladas en dos direcciones.
— Dos caras talladas en dos direcciones y una en una.
— Tres caras talladas en dos direcciones.

Las combinaciones resultantes han sido reducidas al considerar equivalentes todas


las que se superponen por rotación o que resultan simétricas, quedando reducidas a quin-
ce variantes (figura 60), que se han ordenado teniendo en cuenta si la talla afecta a uno,
dos o tres lados. N o se pretende que esta ordenación posea sentido jerárquico, puesto que

127
GRUPO A lo 2a 3o 3b 3c 4a 4b 5o 6o 6b 7a 7b 7c Sa 9i
U.s./Rl 0 a 1 0 0 0 0 0 0 0 1 0 0 0 0
U.s./R2 0 0 3 0 2 2 0 3 2 0 2 0 1 1 i
0 0 0 0 0 0 0 0 1 0 1 0 0 0 0
U.5./R3
U.i./Rl 0 0 5 0 0 0 0 0 0 0 0 i 0 0 0
U.Í./R2 0 0 18 0 0 0 2 2 3 0 5 i 0 1 1
U.Í./R3 0 0 3 0 0 0 0 0 1 0 2 0 0 0 0

T, U.S. 0 0 4 0 2 2 0 3 3 0 4 0 1 1 j
T. U.i. 0 0 26 0 0 0 2 4 0 0 1 i
TOTAL 0 0 30 0 2 2 2 5 7 0 )1 1 2 ?

GRUPO 8 lo 2a 3a 3b 3c 4o 4b 5a 6a 6b 7o 7b 7c 8a 9a
U.»./R1 0 0 6 1 0 0 1 1 2 a 0 0 0 0 0
U.s./R2 0 0 9 0 4 0 2 0 1 0 0 0 0 0 0
U.s./R3 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0
U.s./Rl 0 0 0 0 0 0 a 0 0 0 0 0 a 0 0
U.5./R2 0 0 9 0 1 0 i 0 0 0 3 1 0 0 0
U.S./R3 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 a 0 0 a 0

T.U.S. 0 0 15 1 4 0 3 .1 3 0 0 0 0 0 0
T.U.i. 0 0 9 0 1 0 1 0 0 0 3 i 0 0 0
TOTAL 0 0 24 1 5 0 4 1 3 0 3 i 0 0 0

Fig. 60.—Esquema de posibles direcciones de talla en las tres caras de los triedros y relación de las encontradas en Pinedo,
grupo A y B, según procedencia estratigráfica y grado de rodamiento.

la presencia de talla en uno, dos o tres lados puede estar muy condicionada por factores
como el tipo de matriz, t a m a ñ o de la materia prima disponible, reavivado, etc. E n cual-
quier caso, en una población numerosa como la que aquí analizamos, la caracterización
global del procedimiento de talla de los triedros puede ser útil a efectos de comparaciones
con otros yacimientos.
h) Valores de los ángulos B A C , A B C y B C A , medidos en el punto en que se toma
la sección (figura 59).
i) Anchura en el punto donde se toma la sección.
j) Longitud, anchura y espesor tomados entre paralelas, en planos perpendiculares
entre sí.
Insistimos en que con este análisis únicamente se pretenden obtener datos que carac-
tericen la serie de triedros de Pinedo y permitan su comparación con otras, especialmente
las procedentes de yacimientos Achelenses de la Meseta.

Características de los triedros de Pinedo

Se ha estudiado esta serie en dos grupos (A y B), de acuerdo con los criterios adopta-
dos m á s arriba. Recordemos que en el grupo A introducimos los triedros que se aproxi-
man al concepto clásico y a la definición propuesta por Leroy-Prost (1974), mientras que
en el grupo B incluimos especímenes que de una manera gráfica podrían denominarse

128
Fig. 61. —1) y 2) triedros del grupo A y B con R-2. Cuarcita.

129
Fig. 62.—Triedro del grupo A sin rodamiento. C uarcita.

130
Fig. 63.—1) triedro del grupo A sin rodamiento; 2), 3), 4) y 5) triedros del grupo A con Rodamiento-2.

131
Fig. 64.—1) triedro del grupo A con R-2; 2) triedro del grupo A sin rodamiento.

132
cantos trabajados triédricos, afines a los triedros incluidos como «diversos» en la clasifi-
cación de galet amenagés, de Ramendo (1963), y a uno de los grupos ya distinguidos por
Bovier-Lapierre (1930).
Los valores dimensionales, diferenciados por series estratigráficas y por rodamien-
tos, pueden verse en los cuadros 29 a 36. Se han calculado las ecuaciones de correlación
lineal entre la anchura de la sección y la arista menor, y entre la anchura de la sección, la
arista menor y el peso. E n el rodamiento 2 este cálculo se ha efectuado únicamente sobre
el grupo A , distinguiendo entre unidad superior y unidad inferior por la fuerte diferencia
de t a m a ñ o s : también se han calculado para el conjunto de rodamiento 1 de la unidad su-
perior:

U N I D A D S U P E R I O R : R O D A M I E N T O 1 (sobre el total)
Anchura sección = 18,02 + 0,82 arista menor; _±_ 9,91; r = 0,68
Arista menor = 7,14 + 0,53 anchura sección; _±_ 8,21; r = 0,65
Anchura sección = 36,48 + 0,067 arista menor + 0,0008 peso; _+ 11,67; r = 0,50

U N I D A D S U P E R I O R . R O D A M I E N T O 2 (sobre grupo A solamente)


Anchura sección = 18,73 + 0,61 arista menor; _±_ 10,45; r = 0,77
Arista menor = 0,94 anchura sección — 0,79; _±_ 13,49; r = 0,75
Arista menor = 0,1979 + 0,9320 anchura sección — 0,0017 peso; _±_ 13,40; r = 0,76

U N I D A D I N F E R I O R . R O D A M I E N T O 2 (sobre grupo A solamente)


Anchura sección = 17,32 + 0,69 arista menor; _+ 7,67; r = + 0,85
Arista menor = 7,06 + 0,72 anchura sección; _±_ 10,87; r = + 0,69
Anchura sección = 18,21 + 0,61 arista menor + 0,003 peso; +_ 10,40; r = 0,70
C o n estas ecuaciones se intentaba comprobar si existen argumentos para suponer
una relación funcional entre la longitud de la punta y su anchura máxima; los resultados
encontrados, por lo que a la muestra de rodamiento 2 se refiere, hacen pensar que esto
puede ser muy verosímil, pero habrá que ampliar esta observación a otras series.

CUADRO 22. PROPORCION


DE TRIEDROS DE LOS GRUPOS A y B
EN LAS DIFERENTES UNIDADES
ESTRATIGRAFICAS Y GRADOS
DE RODAMIENTO DE PINEDO

GRUPO A GRUPO B

Rod. 1 2 11
U n i d . S. Rod. 2 17 16
Rod. 3 2 0
Rod. 1 6 0
U n i d . I. Rod. 2 33 15
Rod. 3 6 0

Total R, 8 11
Total R2 50 31
Total R3 8 0
Total U.s. 21 27
Total U.s. 45 15

133
E n el cuadro 22 puede apreciarse que en la unidad inferior predomina el grupo A ,
mientras que en el grupo B le supera en la unidad superior. Si se atiende al rodamiento,
puede observarse que estas diferencias, en la unidad superior, se suavizan respecto al ro-
damiento 2 y 3, mientras que entre los muy rodados hay un claro predominio del grupo
B , e incluso este predominio, aunque más suavizado, también se da en el rodamiento 1 de
la unidad inferior.
E n el caso de que pueda comprobarse una relación evolutiva entre ambos grupos (lo
que establecido así, sin ningún matiz, resulta demasiado aventurado), estas observaciones
respecto a la abundancia de un grupo u otro en cada unidad y rodamiento, resultan cohe-
rentes, puesto que en el conjuntg teóricamente más antiguo (R-3), el predominio del
grupo B resulta evidente en ambas unidades, mientras que la mayor frecuencia de este
grupo en la unidad superior puede explicarse por el menor t a m a ñ o de los clastos que el
río depositó en estos niveles, y que los triedros del grupo A poseen mayores tamaños
medios que los del grupo B (cuadros 29-36).

C U A D R O 23. MATERIA PRIMA D E


LOS TRIEDROS D E PINEDO

Cuarcita Sílex Cuarzo

U.s./R, 13 0 0
U.s./R 2 31 1 1
U.s./R 3 2 0 0

U.i./R, 5 1 0
U.i./R 2 48 0 0
U.i./R, 6 0 0

Total U . s . . . 46 1 1 48
Total U i 59 1 0 60
TOTAL .... 105 2 3 108

Del examen general de la distribución de los triedros y de su estado, en el área exca-


vada en Pinedo, parece deducirse una diferencia en las proporciones de ambos grupos de
triedros ( A y B) entre el conjunto con rodamiento intenso —mayor proporción de B — y
el de rodamiento medio, si bien los tamaños de los ejemplares de ambos grupos invitan a
pensar que la dinámica fluvial ha tendido a exagerar las diferencias.
A continuación presentamos una descripción, por unidades estratigráficas y grupos
de rodamiento, de los triedros de Pinedo.

Rodamiento 1

a) Unidad superior

Trece piezas, todas de cuarcita (cuadro 23). Solamente en un caso el retoque de un


lateral ha afectado al talón, que sigue siendo espeso; en los casos restantes el talón es na-
tural y espeso. Hay uno sobre lasca de descortezado (lámina X V , 1), los demás sobre can-
to todado, de los que cuatro son tabulares y uno presenta en el plano B C una fractura na-
tural. E n seis casos la sección de la zona no trabajada tiende a rectangular, mientras que
en los restantes tiende a globular. L a zona trabajada presenta sección triangular excepto

134
en un caso en el que la cara B C posee un ángulo diedro natural y, por tanto, sección rom-
boidal (cuadros 24, 25 y 26).

CUADRO 24. TIPO DE MATRIZ EN LOS TRIEDROS DEL GRUPO A.


PINEDO

CR CA C R Tb Pl LD LGN LS

U.s./R, 1 0 0 0 1 0 0
U.s./R 2
8 0 4 ' 2 1 1 1
U.s./R 3
1 1 0 0 0 0 0

U.i./R, 2 1 , 2 0 1 0 0
U.i./R 2
17 1 9 1 5 0 0
U.i./R 3 5 0 0 1 0 0 0

Total U . s . . . 10 1 4 2 2 1 1 21
Total U i 24 2 11 2 6 0 0 45
TOTAL .... 34 3 15 4 8 1 1 66

CUADRO 25. TIPO DE MATRIZ EN LOS TRIEDROS DEL GRUPO B.


PINEDO

CR CA CR Tb Pl LD LGN LS

U.s./R, 6 0 4 1 0 0 0
U.s./R 2 13 0 3 0 0 0 0
U.s./R, 0 0 0 0 0 0 0

U.i./R, 0 0 0 0 0 0 0
U.i./R 2
0 1 13 0 0 1 0
U.i./R, 0 0 0 0 0 0 0

Total U . s . . . 19 0 7 1 0 0 0 27
Total U i 0 1 13 0 0 1 0 15
TOTAL .... 19 1 20 1 0 1 0 42

CUADRO 26. SECCIONES DE LA PUNTA.


TRIEDROS. PINEDO

TRIANGULARES ROMBOIDALES

R, R 2 R, R, R 2 R,

U.s. 2 16 2 0 1 0
GRUPO A 0 1 0
U.i. 6 32 6

U.s. 10 16 0 1 0 0
GRUPO A 0 15 0 0 0 0
U.i.

18 79 8 1 2 0
TOTALES
105 3

135
Predominan los casos en los que el ángulo A es el mayor (cuadros 27 y 28), los valo-
res medios de A se sitúan en torno a 74°, mientras que los de B y C lo hacen en 69° y 7 2 ° ,
respectivamente.
En cuanto a las direcciones de talla (figura 60) predominan los grupos 3 a 5, es decir,
los que poseen dos caras trabajadas.
De los 13 ejemplares que forman este grupo sólo hay dos que respondan con preci-
sión a la definición adoptada para el grupo A , en cuanto que presentan una punta triédri-
ca bien desgajada, base masiva (globular) y un equilibrio general comparable al de los co-
nocidos en otros yacimientos (lámina^ X V , 1 y X V I I I , 2). Otros tres se aproximan bastan-
te, si bien su extremidad distal no está claramente desgajada; en ellos se aprecia que la
extremidad está fragmentada accidentalmente, pero no es posible saber si tal fractura
obedece a golpes fortuitos o accidentes de uso en dos casos, en otro parece deberse a un
avivamiento de la punta.
Los ocho restantes podrían haberse clasificado como cantos trabajados triédricos; se
han introducido en este apartado porque poseen, aunque de forma embrionaria, todos
los caracteres de los triedros (lámina X V I I I , 1).

b) Unidad inferior
Hay seis ejemplares, todos con pocos levantamientos, pero bien típicos.
Cinco son de cuarcita y uno de chert (cuadro 23). E n cuanto al tipo de matriz, se do-
cumentan casi todas las posibilidades que hemos enumerados más arriba: canto rodado,

CUADRO 27. VALOR DEL ANGULO Á,


CON RESPECTO A B Y C EN LOS TRIEDROS
DE PINEDO DEL GRUPO A

MAYOR MENOR INTERMEDIO

U.s./R, 2 (100%) 0 ( 0%) 0 ( 0%)


U.s./R 2 11 ( 65%) 3 (17%) 3 (17%)
U.s./Rj 2 (100%) 0 ( 0%) 0 ( 0%)

U.i./R, 6 (100%) 0 ( 0%) 0 ( 0%)


U.i./R 2 20 ( 61%) 11 (33%) 2 ( 6%)
U.i./R 3 6 (100%) 0 ( 0%) 0 ( 0%)

TOTAL 47 ( 71%) 14 (21%) 5 ( 8%)

CUADRO 28. VALOR DEL ANGULO Á,


CON RESPECTO A B Y C EN LOS TRIEDROS
DE PINEDO DEL GRUPO B

MAYOR MENOR INTERMEDIO

U.s./R, 6 (54%) 4 (36%) 1 ( 9%)


U.s./R 2 — — —
U.s./R, 8 (50%) 4 (25%) 4 (25%)

U.i./R,
U.i./R 2 8 (53%) 1 ( 7%) 6 (40%)
U.i./R, — — —

TOTAL 22 (52%) 9 (21%) 11 (26%)

136
canto anguloso, canto tabular y lasca de descortezado (cuadro 25). Las secciones de todos
ellos son triangulares (cuadro 26).
Uno de ellos posee talla en las tres caras, mientras que los otros cinco sólo en dos, y
en una sola dirección (figura 60). Dominan absolutamente los casos en que el ángulo A es
el mayor (cuadro 27).

Rodamiento 2

a) Unidad superior

Diecisiete corresponden al grupo A . Entre ellos hay tres con talla casi total, aunque
conservan una base globulosa; en los restantes la talla, sólo parcial y con abundantes zo-
nas de córtex, parece dirigida especialmente a adecuar la punta (figura 61, 1 y lámi-
na X V , 4).
L a silueta es frecuentemente asimétrica y hay muchas aristas sinuosas que no se han
intentado regularizar.
Otros diecisiete triedros presentan una elaboración sumaria, por lo que les incluimos
en el grupo B (lámina X V I , 3).
De todos ellos sólo hay dos que no son de cuarcita, uno de cuarzo —de sólo 50 mm.
de longitud— y otro de sílex; ambos del grupo A (cuadro 23).
En el grupo A predominan los triedros con talón globular y fabricados sobre canto
rodado, seguidos por los fabricados sobre canto tabular y con talón aplanado. E n los del
grupo B predominan los fabricados sobre canto rodado, pero con talones más aplanados
que irregulares. Sólo uno —grupo A — posee sección romboidal (cuadros 23-28).

C U A D R O 29. LONGITUD D E LOS TRIEDROS D E L G R U P O A . PINEDO (m.m.)

N INTERVALO MEDIA MEDIANA DESV. TIPICA

U.s./R, 2 90-147
U.s./R 2
17 50-153 112,2 119 25,25
U.s./R, 2 124-153 — — —
U.i./R, 6 98-146 122,8 119 130 21,78
U.i./R 2
33 64-236 130,4 128 35,88
U.i./R, 6 94-150 131,3 135-147 23,04

C U A D R O 30. LONGITUD D E LOS TRIEDROS D E L G R U P O B, PINEDO (m.m.)

N INTERVALO MEDIA MEDIANA DESV. TIPICA

U.s./R, 11 66-180 117,9 109 36,56


U.s./R 2 16 46-159 104,3 102-103 26,12
U.s./R, 0 — — — —

U.i./R, 0
U.i./R 2 15 54-124 101,2 101 20,52
U.i./R, 0 — — — —

137
En el grupo A es clara la tendencia del ángulo A a ser el mayor —once veces—,
mientras que en el grupo B esta tendencia es algo menor —ocho veces—. Los sistemas de
talla de la punta se reparten en el grupo A entre los que afectan a dos lados o a los tres,
llegándose incluso a los sistemas de talla más complejos (figura 60). E n el grupo B predo-
minan los sistemas de talla que afectan a dos lados, sólo hay uno que presenta los tres la-
dos tallados.

b) Unidad inferior

Treinta y tres del grupo A , aunque en algunos de ellos la base no es globular, sino
aplanada. Destacan dos de pequeño t a m a ñ o —figura 63, 3— que además proceden del
mismo nivel y de la misma cuadrícula (figuras 63, 2, 3, 4 y 5; 64, 1; lámina X V , 3, 5 y 6).
Todos son de cuarcita (cuadro 23), predominan los fabricados sobre canto rodado,
sólo uno posee sección romboidal, debido a su sistema de talla —7a— (cuadros 24 y 26).
E n el 94% el ángulo A es el mayor (20) o el menor (11), y sólo en el 6°7o restante pre-
sentan un valor intermedio entre los otros dos ángulos (cuadro 27). Domina el sistema
de talla 3a, o sea, dos caras talladas no adyacentes en una sola dirección, aunque también
están representados los sistemas más complejos (figura 60).
A l grupo B pertenecen quince triedros, con base no globulosa y punta poco destaca-
da (láminas X V , 2 y X V I , 1, 2 y 4).
Todos son de cuarcita y en cuanto a sus matrices predominan los obtenidos de un
canto tabular. Las secciones de la punta en todos ellos son triangulares (cuadros
23, 25 y 26).

CUADRO 31. ANCHURA DE LOS TRIEDROS DEL GRUPO A. PINEDO (m.m.)

N INTERVALO MEDIA MEDIANA DESV. TIPICA

U.s./R, 2 50- 88
U.s./R 2 17 37- 96 62,76 62 16,16
U.s./R, 2 82-107
— — —
U.i./R, 6 55- 88 72,50 66,76 12,76
U.i./R2 33 45-194 83,27 79 28,40
U.i./R3 6 63-137 89,50 83-84 25,30

CUADRO 32. ANCHURA DE LOS TRIEDROS DEL GRUPO B. PINEDO (m.m.)

N INTERVALO MEDIA MEDIANA DESV. TIPICA

U.s./R, 11 46-106 72,31 71 20,62


U.s./R 2 16 43- 90 69,38 66-67 18,12
U.s./R 3 0 — — — —

U.s./R, 0
U.s./R 2 15 45-100 71,07 66 18,66
U.s./Rj 0 — — — —

138
E n ocho ocasiones el ángulo A es el mayor y en una el menor; en las seis restantes
adopta valores intermedios entre B y C (cuadro 28). E n las direcciones de talla predomi-
na, igual que en el grupo A de este apartado, el sistema 3a, aunque están menos represen-
tados los sistemas más complejos (figura 60).

Rodamiento 3

a) Unidad superior

Unicamente hay dos triedros, ambos típicos, con aspecto fresco en esta unidad estra-
tigráfica (figuras 62 y 63, 1). Ambos son de cuarcita, uno obtenido a partir de canto ro-
dado y otro de canto anguloso. Los dos tienen talón espeso y talla que afecta a las tres ca-
ras —sistemas 6a y 7a— y que desgaja puntas triédricas bien netas. Sus dimensiones enca-
jan en los intervalos señalados en otros grupos.

b) Unidad inferior

Seis ejemplares, y todos pertenecen al grupo A . Dos con las puntas rotas probable-
mente de forma fortuita (figura 64,2 y lámina X V , 3).
Uno de ellos se ha obtenido sobre un canto globular, sumariamente trabajado, otros
cuatro sobre cantos rodados de menor t a m a ñ o y uno en placa de canto rodado; todos son
de cuarcita. Las secciones son triangulares y en todos ellos el ángulo A es el mayor. Los

CUADRO 33. ESPESORES DE LOS TRIEDROS DEL GRUPO A. PINEDO (m.m.)

N INTERVALO MEDIA MEDIANA DESV. TIPICA

U.s./R,
U.s./R 2
2
17
34- 50
21- 82 45,94 46
_
14,65
U.s./Rj 2 43- 66
— —
U.s./R, 6 33- 58 43,67 40 46 8,53
U.s./R 2
33 23-110 52,03 51 18,82
U.s./Rj 6 46-104 64,17 53-58 21,80

CUADRO 34. ESPESORES DE LOS TRIEDROS DEL GRUPO B. PINEDO (m.m.)

N INTERVALO MEDIA MEDIANA DESV. TIPICA

U.s./R, 11 24-66 44,31 45 13,49


U.s./R 2 16 21-81 49,50 49-52 16,13
U.s./R, 0 — — — —

U.s./R, 0
U.s./R 2 15 30-64 38,73 38 11,85
U.s./R 3 0 — — — —

139
sistemas de talla se reparten por igual entre los que presentan dos caras no adyacentes
talladas en una dirección —grupo 3a— y los que presentan tres caras talladas, aunque no
se han registrado los sistemas más complejos (figura 60).

Características generales

Los triedros del grupo A de Pinedo se han obtenido mayoritariamente sobre cantos
rodados (74%, de los que un 31% son cantos rodados tabulares), sólo un 15% se han ob-
tenido a partir de lascas (cuadro 24). L a sección de su extremidad triédrica suele ser trian-
gular, pero en ocasiones (3%) se han encontrado secciones romboidales, aunque uno de
los ángulos del rombo sea muy grande y no comparable al opuesto.
E l ángulo A suele ser el mayor (71%), o el menor (21%), sólo raramente adopta va-
lores intermedios —8 % — . Predomina un sistema de talla simple, el 3a, pero también se
han documentado los más complejos —8a y 9a—, un porcentaje importante (38%) pre-
senta talla en las tres caras (figura 60).
Sus dimensiones tienden a unimodales, con medias y medianas no muy alejadas;
por término medio, atendiendo a las medianas, presentan unas dimensiones de
1 2 8 x 7 4 x 4 9 m m . y unos 425 gr. de peso. E n cuanto a su equilibrio dimensional, se han
encontrado índices de correlación relativamente altos (hasta 0,85) entre la anchura de la
sección de la punta y la longitud de la menor arista; para la correlación entre dichas di-
mensiones y el peso se han encontrado coeficientes de hasta 0,76, que invitan a suponer
una proporción de tipo funcional entre estas tres variables.

C U A D R O 35. PESO D E LOS TRIEDROS D E L G R U P O A . PINEDO (g.)

N INTERVALO MEDIA MEDIANA DESV. TIPICA

U.s./R, 2 150- 670


U.s./R 2 17 50- 800 352,9 260 218,43
U.s./Rj 2 370- 770 — — —

U.s./R, 6 250- 740 420,8 425-450 190,90


U.s./R 2 32 90-2880 680,7 490-500 606,31
U.s./R 3 6 150-2140 766,7 500-510 641,58

C U A D R O 36. PESO D E LOS TRIEDROS D E L G R U P O B. PINEDO (g.)

N INTERVALO MEDIA MEDIANA DESV. TIPICA

U.s./R, 11 78-960 453,7 270 336,10


U.s./R2 16 50-990 386,2 325-335 273,19
U.s./Rj 0 — — — —

U.s./R, 0
U.s./R2 15 70-620 332,5 290 188,80
U.S./R3 0 — — — —

140
Los triedros del grupo B se han obtenido casi exclusivamente sobre cantos rodados
(93%) de los que la mitad eran cantos rodados tabulares. Sólo un 2% fue obtenido a par-
tir de lasca (cuadro 25). Las secciones de su extremidad triédrica son triangulares.
En cuanto al t a m a ñ o del ángulo A , hay más casos en que éste adopta un valor inter-
medio (26%), aunque siguen dominando los casos en que A es mayor o menor (52% y
21%, respectivamente). Igual que en el grupo A , la modalidad de talla más empleada ha
sido la 3a (figura 60), aunque en contraste hay pocos ejemplares con talla en las tres caras
(17%) y ninguno correspondiente a los sistemas más elaborados.
Sus dimensiones medianas están en torno a 104 x 68 x 45 mm. y un peso de 297 gr.,
claramente por debajo de los valores obtenidos para el grupo A .
Otra diferencia importante entre ambos grupos, es la gran variabilidad de siluetas
que se aprecia en el B .
E l estudio de los triedros parece indicar, algo más que el de hendedores y bifaces, la
existencia de diferencias entre el conjunto más rodado y los otros dos. E n el conjunto sin
rodamiento fluvial no hay ningún triedro incluible en el grupo B , aunque es demasiado
corto para extraer conclusiones firmes.
C o n anterioridad a este estudio, Martín Aguado describió la industria de Pinedo
(ver bibliografía del capítulo 1), pero siempre sobre colecciones poco representativas, for-
madas con criterios selectivos, y de las que se estudiaron prioritariamente los triedros.
Este hecho ha traído como consecuencia que el yacimiento de Pinedo haya sido ca-
racterizado por la elevada presencia de triedros, cuando en el estudio de una muestra
representativa como la presente se encuentra una proporción de triedros muy inferior a la
de cantos trabajados y ligeramente por encima de la de bifaces: 9,28% sobre la macroin-
dustria; 6,47% sobre el total de los utensilios y 1,82% sobre el total de piezas.

8. CANTOS TRABAJADOS

Definiciones y antecedentes

Consideramos como «canto trabajado» a todo fragmento de roca, rodado o no,


sobre el que se ha conseguido un filo o zona útil que coincide con una parte de su contor-
no, mediante un trabajo de talla que nunca cubre por completo la pieza (Querol, 1973,
1975, 1975a). Equivale a los conceptos ingleses de «plebble-tool», «chopper» y «chop-
ping-tool» y a los franceses «galet taillé», «galet aménagé», «taillant», etc.
Según la definicición propuesta, las principales características de estos instrumen-
tos son:
1. E l soporte no es forzosamente un canto rodado o guijarro. E n España, la deno-
minación más extendida, además de la inglesa, es la de «guijarro tallado», traducción l i -
teral del «galet taillé» francés o del «pebble» inglés. Sin embargo, el término «guijarro»
se refiere tan sólo a un canto rodado y está claro para un buen n ú m e r o de autores que es-
tas piezas no se encuentran sólo sobre clastos erosionados por corrientes de agua, sino
que aparecen también talladas sobre nodulos de sílex, bloques de roca, etc. Autores como
Biberson (1967, pág. 33) y Bordes (1971, p á g . 73) notaron esta deficiencia en la
terminología francesa. Por nuestra parte, introdujimos en España el término «canto»
(Jorge et al, 1973, p á g . 13) que, unido a «trabajado» o «tallado» nos parece la forma
más idónea para hacer referencia a este tipo de piezas.
2. Conservar parte de la corteza o superficie natural de la piedra, sin tallar.

141
3. E l filo o zona útil ha de coincidir con el contorno de la pieza, no ocupándolo en
su totalidad.
4. Este contorno, situado en un sólo plano ideal, divide a la pieza en dos caras: an-
verso y reverso. E l primero será siempre la cara con mayor superficie tallada y el segundo
la contraria, que podrá presentarse también tallada (cantos trabajados bifaciales) o sin
talla alguna (cantos trabajados unifaciales).
Estas cuatro características principales resultan suficientes para diferenciar los cantos
trabajados de cualquier otro de los utensilios nucleares definidos en las tipologías líticas,
algunos incluidos a veces entre ellos, como los triedros (Ramendo, 1963, pág. 71), cuya
principal diferencia reside en presentar el filo situado en más de un plano ideal. También
los poliedros y esferoides se han englobado con los cantos trabajados (Ramendo, o.c:
Biberson, 1967) por todos los autores que aceptan el concepto de «multidireccional»,
adoptado por Biberson para referirse a piezas líticas con más de dos «direcciones» de
talla. Por último, también queremos señalar que a menudo se han incluido como cantos
trabajados instrumentos sobre lasca (Biberson, 1967, tipos 11-15 y 11-16), posibilidad que
nosotros excluimos, por la definición adoptada.

Clasificaciones anteriores

Aunque los cantos trabajados comenzaron a describirse como utensilios en los pri-
meros años de nuestro siglo, hasta 1937 no surgió una investigación destinada a diferen-
ciar los posibles tipos dentro de un conjunto. Fue Van Riet Lowe (1937, 1958, etc.), en el
Este de Africa quien los estudió por primera vez en la industria denominada «Kafuense»
(término tomado de Wayland), separando los diferentes tipos de fracturas de cantos,
aparentemente utilizados. Su clasificación, muy condicionada por el tipo de materia pri-
ma (guijarros aplanados y ovales, de fácil fractura), apenas fue recogida por otros inves-
tigadores.
A partir de 1950, sin duda influenciados por la gran cantidad de hallazgos de cantos
trabajados en el Norte de Africa, varios autores franceses han elaborado tablas de clasifi-
cación o pretendidas tipologías. Así Mortelmans, Choubert y Hollard (1952), quienes,
siguiendo a Breuil, continúan utilizando el sistema de «pátinas» para sus atribuciones
cronológicas. Hugot (1955), Alimen y Chavaillon (1959), Tixier (1960), Biberson (1961,
1967), Ramendo (1963), van añadiendo nuevas observaciones y ampliando el cuadro de
«tipos» de cantos trabajados, tanto desde el punto de vista técnico como del morfológi-
co. Ninguno de los autores mencionados especifica el método seguido para la selección de
los tipos y categorías, ni tampoco el sistema de orientación de las piezas, del que lógica-
mente dependen la mayoría de las medidas. Analizando a fondo catálogos de formas co-
mo el de Biberson (1967) hemos observado que la separación de cada tipo se llevó a cabo
de una forma intuitiva ante un elevado número de cantos trabajados. Como es lógico, es-
te modo de selección hace que cada tabla de formas así elaborada sirva únicamente, y en
la mayoría de los casos de modo no satisfactorio, para la descripción de los cantos traba-
jados pertenecientes al conjunto industrial de referencia y no para otro. Esta parcialidad
va en contra de una de las principales finalidades de cualquier tipología, la de poder
establecer comparaciones entre diversos conjunto.
Por su parte, los trabajos clásicos de F . Bordes (1961), quien llega a establecer un
sistema de clasificación para las industrias del Paleolítico inferior, incluyen sólo tres ti-
pos de cantos trabajados: los unifaciales, los bifaciales y el llamado «chopper inverse»,
un canto partido por su plano más amplio y tallado a partir de la corteza, en ocasiones
por todo el contorno.

142
Otros autores se han encontrado en su investigación con la presencia de cantos traba-
jados y han intentado solucionar el problema de su clasificación con mayor o menor ampli-
tud. Así, Mary Leakey (1971) en el yacimiento de Olduvai (Tanzania), Warren (1951) pa-
ra el de Clacton-on-Sea (Inglaterra), Kretzoy y Vertes (1961) y Vertes (1965) para el de
Verteszollos (Hungría), Ranov (1966) para los de Guissar (Tadjikistan), etc. E l análisis
detallado de todas estas tablas y métodos de clasificación (Querol, 1973) nos demostró:
1. L a gran abundancia y complejidad de los cantos trabajados, a pesar de que, por
considerarse tradicionalmente «toscos», pocas veces se ha profundizado en el análisis de
tal complejidad.
2. L a falta de un sistema de clasificación, válido para cualquier conjunto industrial
de cantos trabajados, con el que por una parte se pudiera caracterizar el grupo y por otra
proceder a comparaciones entre diversos yacimientos.
Estas observaciones, unidas al hecho de que, a lo largo de nuestras investigaciones
sobre el Paleolítico inferior de la Península hemos encontrado cantos trabajados en todos
los yacimientos en mayor o menor medida (Santonja y Querol, 1975: ídem e ídem, 1975a;
Santonja, Querol y Peña, 1975; Santonja, Querol, Pérez González y Hoyos, 1975; San-
tonja y Querol, 1976; Santonja y Querol, 1975b; Thibault, Querol, Viguier y Santonja,
1977, etc.), nos llevó a realizar un trabajo de investigación tipológica (11) que conside-
ramos imprescindible para el estudio detallado de un yacimiento como Pinedo que, como
veremos, alcanza un 56,76% de cantos trabajados entre sus utensilios.

Sistema de clasificación

L a mayoría de los autores parecen estar de acuerdo en que cualquier tipología puede
abordarse desde, al menos, tres puntos de vista: el técnico, el morfológico y el funcional.
Este último es, sin duda, el más interesante para un mejor conocimiento del hombre
paleolítico; pero, hasta el momento no existe medio científico alguno para acceder a esa
funcionalidad. L a vía apuntada por Semenov (1968) de la detallada observación de las
huellas de uso en los instrumentos sólo puede aplicarse, y con limitaciones, a los útiles es-
pecializados en una sola función y con una conservación perfecta. N i lo uno ni lo otro se
da entre los cantos trabajados.
Centrándonos por lo tanto en la morfología y técnica de estos instrumentos, intenta-
mos en un principio reunir todos los caracteres posibles en fichas y cuadros sistemáticos
con el fin de sintetizar después los datos obtenidos. De este modo, pretendimos crear una
tipología que estuviera de acuerdo con la definición que para ella da M . Borillo (1969):
«una serie de conjuntos de elementos descriptivos y de relaciones entre esos elementos su-
ficientes para poder integrar sin ambigüedad todo objeto en alguno de esos conjuntos».
Nos colocamos así en una línea de inv estigación semejante al «primer nivel» de D . Clar-
ke (1968): el paso de una serie de atributos o caracteres a unos «tipos» concebidos como
conjuntos de atributos debidamente relacionados.
Delimitado en primer lugar nuestro campo de trabajo mediante definiciones preci-
sas, dividimos la investigación en tres partes:
1. — D A T O S : selección, discusión y perfeccionamiento de los atributos, basándonos
en el análisis del mayor número de piezas posibles y en la crítica detallada de las clasifica-
ciones anteriores.
2. — O P E R A C I O N E S : una vez codificados los atributos se estudió la distribución in-
terna de cada uno y su capacidad de relación con los demás. Después se aplicaron test pa-
(11) Tesis doctoral de A . Querol.

143
ra establecer el grado de pertinencia o significado de cada uno, con lo cual se llegó a su
definitiva selección y jerarquización.
3 . — R E S U L T A D O S : los atributos y sus variables así seleccionados y jerarquizados
se combinaron entre sí, dando lugar a un conjunto de 48 tipos divididos en dos grupos
básicos. Cada tipo se caracteriza por la presencia de cinco atributos en alguna de sus va-
riantes.
Los caracteres seleccionados en principio ascendieron a 35. C o n ellos se describieron
el 50 °7o de los cantos trabajados de Pinedo. Durante el trabajo de descripción, realizado
en equipo, se fueron perfeccionando los sistemas de obtención y se discutió la pertinencia
de algunos atributos, eliminando unos y añadiendo otros. Tras ello se pasó a una nueva
ficha con 28 atributos (Querol, 1975a) que fue igualmente sometida a prueba descendien-
do, en un tercer paso, a 22 atributos. Después de nuevos análisis y discusiones se cambió
el sistema de obtención de algunos atributos y se pasó a una ficha de 21 que fue codifica-
da. C o n este código se analizó una muestra representativa elegida al azar, de los yaci-
mientos de Pinedo, E l Aculadero (Puerto de Santa María, Cádiz), Torralba (Soria), Gán-
daras de Budiño (Pontevedra) y Campo de Calatrava (Ciudad Real), completando un to-
tal de 302 fichas con 60 dígitos cada una, incluidos los referentes a su localización.
Se utilizaron métodos estadísticos elementales para estudiar la distribución de cada
atributo, divididos en continuos y discretos, y para relacionar cada uno con los demás.
2
Se aplicó después el test de X para establecer el grado de pertinencia de cada uno
de ellos (12). Se seleccionaron así seis atributos con cinco variables cada uno.
C o n este reducido código se perforaron las fichas correspondientes a la totalidad de
los cantos trabajados de Pinedo. A continuación, mediante diferentes procesos compara-
tivos, se redujeron las variables y se jerarquizaron los atributos, quedando definitivamen-
te concretizado un sistema de clasificación (figura 65) dividido en cinco niveles tipoló-
gicos:

N I V E L 1:
a) Cantos trabajados de filo simple: cuando la línea dibujada por el filo es con-
tinua.
b) Cantos trabajados con filo convergente: cuando, de acuerdo con el concepto ti-
pológico de convergencia, existen dos lados que forman un mismo filo.
Este primer nivel de clasificación caracteriza dos grupos tipológicos morfo-técnicos
claramente separados: por una parte, todos aquellos que tradicionalmente se han consi-
derado «toscos» o de talla «somera», aunque como después veremos, aún entre éstos hay
casos de gran complejidad en la talla; y por otra, los cantos apuntados, con un filo divi-
dido en dos lados (derecho e izquierdo) separados por una punta o extremos romo y que
se aproximan por sus características a los llamados «protobifaces».

N I V E L 2. Cada uno de los dos grupos anteriores se divide a su vez en dos posibili-
dades, de tipo técnico:
a) Cantos trabajados con menos de medio anverso tallado.
b) Cantos trabajados con más de medio anverso tallado.
Después de utilizar varios sistemas de medidas para obtener este dato, hemos
comprobado que la mera apreciación visual resulta muy suficiente. E n los casos en los

(12) Se compararon las distribuciones reales de todas las combinaciones binarias de atributos, con las distribu-
ciones esperadas si las variables de estos atributos se hubiesen combinado al azar.

144
CLASIFICACION DE C A N T O S T R A B A J A D O S

Fig. 65.—Tabla de clasificación de los cantos trabajados. Código de los diferentes tipos y sus respectivos porcentajes en la
industria de Pinedo.
que realmente se plantea la duda, se procede a medir la pieza entera y la zona tallada. Si
ésta ocupa exactamente la mitad, la pieza se coloca dentro de la primera categoría.

N I V E L 3. Cada grupo del segundo nivel se divide en dos, también de tipo técnico:
a) Presencia de un reducido n ú m e r o de huellas de golpes o levantamientos: un solo
golpe, dos o tres bien netos.
b) Más de tres levantamientos o un número indeterminable de ellos.
Esta división, al igual que la de los dos niveles anteriores ayuda a separar los cantos
de talla «simples» de los más complejos.

N I V E L 4. A su vez, cada grupo del nivel anterior se divide en dos posibilidades, ya


de tipo morfológico:
a) Filo en posición distal.
b) Filo en posición lateral.
Para determinar estas posiciones se tendrá en cuenta la distancia lineal desde el filo
hasta su extremo opuesto siguiendo un eje de simetría. Si esta distancia fuera mayor que
su perpendicular máxima, el filo será distal; si menor, lateral. E n los casos de coinciden-
cia exacta de ambos ejes, se optará por la primera posibilidad.

N I V E L 5. Por último cada uno de los grupos anteriores se divide en tres posibles
formas del filo: convexa, cóncava y recta. Por su diferente naturaleza hemos de separar
los códigos descriptivos según se trate de filos simples (grupo 1) o de filos convergentes
(grupo 2).
— Para filos simples:
a) Convexo: cuando la forma general del filo, observado desde su inicio hasta su
punto final, se puede decir que es convexa, prescindiendo de su natural mayor o menor
sinuosidad.
b) Cóncavo: cuando esa forma general es cóncava.
c) Recto: cuando es recta.
— Para filos convergentes:
a) Convexo: ambos lados del filo presentan una forma general convexa.
b) Cóncavo: uno de los lados del filo es cóncavo. E l otro puede ser también cónca-
vo, o bien convexo o recto.
c) Recto: presenta uno de los lados recto. E l otro puede ser o bien recto o bien
convexo.
Separando las piezas según estos cinco niveles y tal como se observa en la figura 65,
se forman 48 tipos de cantos trabajados divididos en dos grupos principales: de filo
simple, con 24 tipos caracterizados por el dígito 1; y de filo convergente, con otros 24 ti-
pos con el dígito 2. A estos dos grupos se une un tercero, reducido a un sólo tipo y carac-
terizado por el dígito 3: se trata de los cantos trabajados dobles, es decir, aquellos que
presentan dos filos independientes, normalmente situados uno en cada extremidad.
Los 48 tipos básicos se presentan jerarquizados de menor a mayor complejidad en la
talla, considerando que una pieza de filo simple, aún presentando más de medio anverso
tallado y con más de tres levantamientos (por ejemplo, el tipo 1.21) es siempre menos
compleja en su concepción que una de filo convergente aunque de menor extensión de
talla (por ejemplo el tipo 2.5).
De acuerdo con este sistema, cada conjunto industrial de cantos trabajados se carac-
terizará por la curva acumulativa formada por los porcentajes de cada tipo, ordenados

146
Fig. 66.—Representación esquemática de los tipos de cantos trabajados (anverso) y su correspondiente código.

147
de menor a mayor. También, si se considera necesario puede caracterizarse por el porcen-
taje alcanzado en las variantes de cualquiera de los niveles tipológicos.
E n la descripción de cada pieza, además del código correspondiente al tipo al que
pertenezca, se anotará:
— Materia prima.
— Longitud, anchura y espesor. Estas medidas se obtienen considerando a la pieza
inscrita en un paralelepípedo cuyos lados le son tangentes.
— Grado de rodamiento. E n el yacimiento de Pinedo, ya que este dato se consideró
interesante, el grado de rodamiento se expresó mediante tres categorías: R - l (fuerte); R-
2 (medio) y R-3 (sin rodar o fresco).
— Extensión de la talla a una sola cara del canto (unifacial), o a las dos (bifacial).
Estos datos, unidos al número de orden de la pieza, constituyen una descripción
completa de la misma, suficiente para su clasificación.
Queremos resaltar que los tres primeros niveles de clasificación se refieren al grado
técnico de evolución o de tosquedad de los cantos trabajados, mientras que los dos últi-
mos son meramente morfológicos. Así, para comprender el grado de evolución técnica de
una población deberán estudiarse detalladamente los porcentajes de esos tres primeros ni-
veles.
E n la figura 66 se han representado, esquemáticamente, los 49 tipos de cantos traba-
jados según esta clasificación.

Los cantos trabajados de Pinedo

A) Estudio tipológico
2
En la excavación de 25 m x 4,50 m de profundidad realizada en Pinedo, se recogió
un total de 944 cantos trabajados, lo que supone un 56,6 °Io sobre el total de los utensi-
lios y un 16 °7o sobre el total de las piezas líticas recogidas.
E l reparto de estos cantos trabajados entre los 49 tipos está explícito en el diagrama
acumulativo de la figura 67. Excepto el tipo 1.15, todos los demás están representados en
mayor o menor proporción. E n la figura 65 se observa el reparto de porcentajes en los
cinco niveles de clasificación.
Nivel 1.—69,49 °Io presentan el filo simple; 27,54 °7o el filo convergente; sólo 2,97 °7o
son cantos trabajados dobles.
Nivel 2.—70,7 °7o presenta menos de medio anverso tallado; 29,3 °7o con más de me-
dio anverso.
Nivel 3.—37,6 °7o tienen 1-2-3 levantamientos; 62,4 °Io con más de tres golpes o un
número indeterminado de ellos.
Nivel 4.—50,1 °ío presentan el filo en posición distal; 49,9 °/o en posición lateral.
Nivel 5.—42,5 °Io son filos de forma general convexa; 30,8 °7o son cóncavos y 26,7 "lo
son rectos.
De acuerdo con estos porcentajes, la población de cantos trabajados de Pinedo se
caracteriza mayoritariamente por lo filos simples con menos de medio anverso tallado,
más de tres levantamientos, posición distal y forma convexa. Se trata por tanto de una
población de cantos trabajados tipológicamente intermedia, ya que de los tres primeros
niveles de clasificación que se refieren a la complejidad o tosquedad de la talla, dos al-
canzan su mayoría, aunque no excesiva, en las variantes menos complejas (filos simples y
menos de medio anverso tallado) y sólo uno la alcanza en la más compleja (más de tres

148
100

90

80

70

60

50

40

30

20

15

10

0
1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 fl 12 13 14 15 16 T7 18 19 20 21 22 23 24 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 ti 12 13 14 15 16 17 18 19 20 21 2223 24 3

DA
I GRAMA ACUMULATV
I O Oí CANTOS TRABAJADOS

Fig. 67.—Frecuencias acumuladas de los tipos de cantos trabajados en Pinedo.

levantamientos o un n ú m e r o indeterminado de ellos). N o obstante, creemos que la mejor


representación de esta población es el diagrama acumulativo (figura 67) que, en el futu-
ro, podrá ser comparado con el de poblaciones de otros yacimientos.
Atendiendo a tipos concretos, los mejor representados en Pinedo son, entre los de
filo simple:

—Tipo 1.5, con 7,9 °/o: filo simple, menos de medio anverso tallado, 1-2-3 extrac-
ciones, lateral y cóncavo (figura 68, 1 y lámina 19-2).
—Tipo 1.10, con 7,9 °?o: filo simple, menos de medio anverso tallado, más de tres le-
vantamientos, lateral y convexo (lámina 19-1).
—Tipo 1.7, con 7,1 °?o: filo simple, menos de medio anverso tallado, más de tres le-
vantamientos, distal y convexo.
—Tipo 1.22, con 6,4 % : filo simple, más de medio anverso tallado, más de tres le-
vantamientos, lateral y convexo (figuras 68, 2 y 68, 3).
—Tipo 1.12, con 4,8 % : filo simple, menos de medio anverso tallado, más de tres le-
vantamientos, lateral y recto (lámina 20-1).

149
Destacamos también los tipos 1.1 y 1.2 (figura 69, 1 y 2) como representantes del ni-
vel técnico más simple en nuestra clasificación: filos simples, menos de medio anverso
tallado y 1-2-3 levantamientos.
Como ejemplo de un corto número de levantamientos que llega a cubrir más de la
mitad del anverso, los tipos 1.14 (lámina 20-2) y 1.18 (figura 70, 1) y como muestra de
una talla compleja dentro de la categoría de filos simples, el tipo 1.19 (lámina 21, 2).
Entre los cantos trabajados de filo convergente, destacan:

—Tipo 2.9, con 3,3 "lo: menos de medio anverso tallado, más de tres levantamien-
tos, distal y recto/recto.
—Tipo 2.19, con 3,3 °7o: más de medio anverso tallado, más de tres levantamientos,
distal y convexo/convexo (figura 70, 2).

—Tipo 2.8, con 3,2 °7o: menos de medio anverso tallado, más de tres levantamien-
tos, distal y cóncavo/cóncavo (figura 71, 1).

—Tipo 2.20, con 2,3 % : más de medio anverso tallado, más de tres levantamientos,
distal y c ó n c a v o / c ó n c a v o .

—Tipo 2.21, con 2,9 % : más de medio anverso tallado, más de tres levantamientos,
distal y recto/recto.

Las figuras 71, 2 y 72, 1 y 2, representan, respectivamente, los tipos 2.23 y 2.24,
como representantes en esta serie de los tipos más complejos de nuestra clasificación.

B) Materias primas

Del total de los cantos trabajados de Pinedo, 826 (87,5 °7o) son de cuarcita; 76
(8,1 °7o) de cuarzo y 42 (4,4 °7o) de sílex. Existe una sola pieza de roca metamórfica (un
canto trabajado doble —lámina 21, 1—).
L a división en tipos según las materias primas se puede observar en los diagramas
acumulativos de las figura 73. E n cuanto a las cuarcitas, debido a su gran abundancia, el
diagrama se ajusta al general. Por su parte, el cuarzo y el sílex se comportan de un modo
bastante uniforme, con alto porcentaje del tipo 1.22 y poca representación del grupo de
filos convergentes: del total de cuarzos sólo el 10,4 °7o son de este grupo, y del total de
sílex, sólo el 7,2 °7o, mientras que en las cuarcitas los filos convergentes llegan al 29,8 °7o.
En los diagramas de la figura 74 se puede observar la distribución en porcentajes, de
las longitudes de los cantos trabajados en las tres materias primas. Las cuarcitas presen-
tan un t a m a ñ o netamente mayor (media de 110,3 mm), mientras que cuarzos y sílex son
semejantes entre sí y mucho más pequeños (69,93 y 68,33 mm de media, respectivamente).
Lógicamente estos tamaños dependen de las dimensiones medias de la grava arrastrada
y depositada por el río. Desde el punto de vista tipológico sólo es interesante resaltar que
este menor t a m a ñ o de los nodulos de cuarzo y de sílex puede haber influido en la téc-
nica de talla de estas materias primas. Así la escasez de filos convergentes entre ellas se
puede relacionar con el mayor t a m a ñ o medio de las piezas del grupo de filos convergen-
tes, como a continuación veremos.

150
Fig. 68.—1) canto trabajado del tipo 1.5. Silex; 2) canto trabajado del upo 1.22. Sílex; 3) canto trabajado del tipo 1.22.
Sílex.

151
Fig. 69. —1) canto trabajado del tipo 1.1. Cuarcita; 2) canto trabajado del tipo 1.2. Cuarcita.
:
9 \ \

Fig. 70.—1) canto trabajado del tipo 1.14. Cuarcita; 2) canto trabajado del tipo 2.19. Cuarcita.

153
154
Fig. 72.—1) y 2) cantos trabajados del tipo 2.24. Cuarcita.

155
C. I. 0! SILEX

U7
1 2 3 4 5 6 7 8 9 1 0 11 12 1 3 1 4 1 5 1 6 17 18 19 2 0 2 1 2 2 2 3 24 1 2 3 4 5 6 7 8 9 1 0 T I 1 2 T 3 1 4 15 1 6 T 7 1 8 1 9 2 0 2 1 2 2 2 3 2 4 3

1 2

Fig. 73.—Frecuencias acumuladas de los tipos de cantos trabajados para las diferentes materias primas.

C) Dimensiones
Hemos estudiado cada una de las tres medidas tomadas en el total de los cantos tra-
bajados: longitud, anchura y espesor, separando los del grupo 1 (filos simples) y los del
grupo 2 (filos convergentes) con el fin de establecer diferencias entre ellos.
E n el histograma de la figura 75 se observa la distribución de las longitudes. L a me-
dia es más elevada en los cantos trabajados de filos convergentes (media de filos simples:
106,6 mm; media filos convergentes: 108,6 mm).
L o mismo ocurre con la anchura que, en los filos convergentes es ligeramente ma-
yor, así como el espesor, éste con una diferencia de medias algo más acentuada (media f i -
los simples: 41,8 mm; media filos convergentes: 43,2 mm) (figura 75).
De acuerdo con esto, los cantos trabajados de filo convergente presentan un t a m a ñ o
ligeramente mayor en las tres dimensiones.

D) Talla unifacial y bifacial.


Del total de los cantos trabajados de Pinedo, el 69,8 °?o están tallados por una sola
cara y el 30,2 °7o por ambas. Las piezas unifaciales son más abundantes en los de filo
simple, entre los que alcanzan un 73,8 °/o. E n cuanto a los de filo convergente la talla por

15b
X

29
27

20-29 50-59 1Q0-1Q9 150 159 2Q0 209 250259 CM

Fig. 74.—Dimensiones de los cantos trabajados de Pinedo en las diferentes materias primas.

u n a sola cara se reduce al 59,6 °7o. E s t a d i s t r i b u c i ó n está de acuerdo c o n nuestra idea


i n i c i a l de m a y o r c o m p l e j i d a d técnica en los cantos trabajados de f i l o convergente, a la
que a h o r a se suma la m a y o r c a n t i d a d de gestos técnicos necesarios p a r a llevar a cabo
u n a talla b i f a c i a l . E n el diagrama a c u m u l a t i v o de la figura 76 se ha representado el re-
p a r t o , en los 49 t i p o s , de los cantos unifaciales y bifaciales. Puede observarse una línea más
b a j a , y por lo tanto, de m a y o r c o m p l e j i d a d técnica, en los cantos trabajados bifaciales.

E) Estudio según el rodamiento

C o m o ya se h a expecificado anteriormente, todas las piezas líticas recogidas en P i n e -


do se c l a s i f i c a r o n , según su grado de r o d a m i e n t o , en tres categorías:

R - l : fuerte r o d a m i e n t o ;
R - 2 : medianamente r o d a d a s ;
R - 3 : frescas o sin r o d a m i e n t o a l g u n o .

T a l d i v i s i ó n se basó en la aparente i m p o r t a n c i a del grado de r o d a m i e n t o en u n y a c i -


miento c o m o P i n e d o , en el que los materiales han sido arrastrados por el río en m a y o r o
menor m e d i d a . L a única f o r m a de evaluar el alcance de d i c h o transporte y , por c o n s i -

157
FILOS SIMPLES [EN MEDA
6LINC0I I 1 0 6 , 6 «•>»«•
MEDIANA 101

MEDIA 108.6
MEDIANA 1 0 7

20-29 4M» aqo-aqs 250-250 CM

FILIS SIMPLES I EN SI AN COI ¡ J ¡ T 4


*"
•DIANA 6 2

F. COIVÍIDÍNTESIPVITEIDDI 55. 7 8

MEDIANA 6 4

10-19 «o-e» iqo4qB CM

Fig. 75.—Dimensiones de los cantos trabajados de Pinedo en conjunto. Las barras en blanco se refieren a los cantos traba-
jados de filo simple y las punteadas a los cantos trabajados de filo convergente.

158
80

70

60

30

20

Fig. 76.—Frecuencias acumuladas de los tipos de cantos trabajados unifaciales y bifaciales.

guíente una idea sobre la distancia a la que se podían encontrar los campamentos ache-
lenses cuyos materiales han sido reunidos artificialmente por el río en Pinedo, era el
análisis del grado de desgaste de las aristas en los instrumentos. E n un primer momento
de la investigación sobre los cantos trabajados se decidió analizar el rodamiento de
acuerdo con las cinco categorías utilizadas normalmente en sedimentología: muy rodado,
rodado, subrodado, subanguloso y anguloso. Pero hallamos que tales categorías se apli-
can sin dificultad a los cantos enteros, pero no a los cantos tallados, en los que el roda-
miento que nos interesa es el que afecta a la mayor o menor agudeza de las aristas de la
zona trabajada. Así, las piezas con fuerte rodamiento ( R - l ) provienen probablemente
de localidades apartadas del yacimiento y las piezas sin rodamiento alguno (R-3) puede
suponerse que su lugar de fabricación y uso se encontraría muy cercano a la zona excava-
da, si no allí mismo. Entre uno y otro extremo se encontrarían las piezas con rodamiento
medio (R-2) que son, como veremos, las más abundantes (13). De los 944 cantos trabaja-
dos de Pinedo, 193 (20,4 %) presentan fuerte rodamiento; 677 (71,8 °7o) rodamiento
medio y 74 (7,8 °Io) tienen las aristas frescas.

(13) Otros factores pueden influir en el aspecto más o menos rodado de la industria, por ejemplo el comportamiento
diferencial de cada materia prima, la forma de los cantos y circunstancias topográficas respecto al primitivo cauce, entre
otras. Por ello no puede decirse que el grado de rodamiento sea una función directa del transporte, puesto que influyen
también otras variables.

159
1 2 3 4 S 6 7 8 9 10 11 12 13 V» 15 16 17 18 19 20 21 2 2 2 3 2 4 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 13 14 15 16 17 18 19 2 0 21 22 23 24 3

Fig. 77.—Frecuencias acumuladas de los tipos de cantos trabajados en los tres grupos de rodamiento.

a) Cantos trabajados de R - l
N ú m e r o : 193 (20,4 °Io sobre el total de C . T . ; 67 °7o sobre los utensilios de R - l y
39,1 °7o sobre el total de piezas con R - l ) .
División por tipos: en el diagrama de la figura 77 se observa que la línea correspon-
diente a los cantos trabajados de fuerte rodamiento presenta un trazado más alto, con
mayor abundancia por lo tanto de cantos de tallas someras. Entre ellos, las piezas del
grupo 1 (filos simples) alcanzan el 73 °7o, quedando sólo el 27 °7o para los filos convergen-
tes. Se destaca la casi ausencia de cantos de los tipos 1.13 al 1.21, todos ellos con la
característica de una zona tallada mayor de medio anverso. Se trata, por tanto, de piezas
poco trabajadas.
Dimensiones: hemos analizado las medidas de las piezas en cada grupo de roda-
miento. E n cuanto a las longitudes, teniendo en cuenta que la media sobre el total es de
104,59 mm, los cantos con R - l son ligeramente mayores, con una media de 109,24 mm (ver
diagramas en la figura 78). Las anchuras, con una media de 75,26 mm pueden compararse
con la media general, de 78,1, resultando algo inferiores. Y por lo que respecta a los es-
pesores, ante una media general de 44,5 mm, las piezas con R - l tienen 44,1 mm, es decir,

160
prácticamente la misma. E n conclusión, los cantos trabajados más rodados tienden a ser
más largos y más estrechos.
Materias primas: en las piezas con máximo rodamiento, sobre el total de 193, un
82,4 °Io son cuarcitas, 15 % cuarzos y 2,6 % son de sílex. Comparando estos resultados
con los porcentajes sobre el total de la muestra (87,5 °/o, 8,1 °/o y 4,4 °Io respectivamen-
te), podemos observar la gran abundancia de cuarzo y la escasez de sílex.
Talla unifacial y bifacial: los porcentajes sobre el total de cantos trabajados son:
69,8 °7o unifaciales y 30,2 °7o bifaciales. Entre las piezas con mayor rodamiento, la talla
por una sola cara alcanza un 77 °7o y por ambas caras, el 23 °Io. Resulta obvia, por tanto,
la gran abundancia de talla unifacial en este grupo.
E n resumen podemos señalar que en la población de cantos trabajados con fuerte ro-
damiento se aprecian algunas características especiales que la hacen aparecer como más
tosca o menos compleja en cuanto a la técnica y consecución de la talla.

b) Cantos trabajados con rodamiento 2.


E n este grupo se encuentra la gran mayoría: el 71,7 °7o sobre el total. Lógicamente su
comportamiento estadístico se acerca mucho al de la totalidad.
N ú m e r o : 677 (71,7 °7o) sobre el total de C . T . ; 53,3 °7o sobre los utensilios de R-2 y
13,2 °7o sobre el total de piezas con R-2).
División por tipos: ver diagrama de la figura 77.
Dimensiones: media de longitudes: 102,27 mm, sólo ligeramente inferior a la media
sobre el total (104,59 mm). L a misma semejanza se observa en las otras dos medidas.
Materias primas: 88,5 °7o de cuarcitas; 6,2 °7o cuarzos y 5,3 % sílex. Comparando es-
tas cifras con las obtenidas sobre el total (87,5; 8,1 y 4,4, respectivamente) sólo podemos
destacar que prácticamente todas las piezas de sílex presentan un rodamiento medio.
Talla unifacial y bifacial: 68,5 °7o unifaciales y 31,5 °Io bifaciales. M u y escasas dife-
rencias con la media de la población total: 69,8 y 30,2 % respectivamente.

c) Cantos trabajados sin rodamiento


N ú m e r o : 74 (7,8 °7o sobre el total de C . T . ; 68,9 °Io sobre los utensilios de R-3 y
24,2 °?o sobre el total de piezas con R-3).
División por tipos: Según se observa en el diagrama acumulativo de la figura 77, la
línea correspondiente a los cantos trabajados con R-3 es la más baja, es decir, en la que
se dan los más altos porcentaje de piezas con talla de mayor complejidad. Vemos, por
ejemplo, cómo el tipo 1.22, muy abundante en los grupos R - l y R-2, aquí está poco
representado. Sin embargo, los tipos 2.19, 2.20, 2.21 y 2.22, ya dentro de los de mayor
complejidad en nuestra clasificación, tienen porcentajes más elevados en los de R-3 que
en los otros dos grupos. Sólo el 61,8 por 100 del total presentan el filo simple, llegando al
38,2 °7o los filos convergentes.
Dimensiones: en el diagrama correspondiente (figura 75) vemos cómo la media de
las longitudes para los cantos trabajados de R-3 alcanza 113,74 mm, es decir, la más alta
con diferencia de los tres grupos. E n cuanto a la anchura, ante una media sobre el total
de 75,26 mm, el grupo R-3 llega a 83 cm. Y los espesores, frente a 44,5 mm, este grupo
llega a 49,62 mm. Como se observa, por tanto, el t a m a ñ o medio de las piezas sin roda-
miento es netamente mayor al de las piezas rodadas, tanto en grado fuerte como en gra-
do medio.
Materias primas: sobre un total de 74 piezas, 91,9 °7o son de cuarcita, 6,8 °ío de cuar-
zo y sólo el 1,3 °Io (una sola pieza) es de sílex. Si comparamos estos resultados con los

161
hallados sobre el total de la población (87,5 °Io; 8,1 °7o y 4,4 % , respectivamente) notare-
mos la enorme abundancia de cuarcitas y la escasez de las otras materias primas.
Talla unifacial y bifacial: sobre toda la población, como ya hemos visto, la talla
unifacial alcanza el 69,8 °7o y la bifacial el 30,2 °7o. E n el grupo sin rodamiento, la unifa-
cial llega a 62,5 °Io y la bifacial a 37,5 °7o. Es por lo tanto sensiblemente superior la canti-
dad de cantos trabajados tallados por ambas caras en este grupo.
E n conclusión, podemos apuntar que la población de cantos trabajados de R-3 pare-
ce ser más compleja en su talla, de mayor t a m a ñ o y de mayor uniformidad en su materia
prima.

d) Conclusión.
L a gran cantidad de cantos trabajados que presentan un grado de rodamiento medio
hace que este grupo no ofrezca apenas diferencia con el conjunto. Sí la ofrece, sin em-
bargo, el estudiar por separado los grupos con máximo y con mínimo desgaste fluvial.
Este estudio demuestra que el grupo R - l es en conjunto más tosco y sus dimensiones son
más pequeñas que el grupo R-3. Por parte de las materias primas, parecen agruparse pre-
ferentemente los cuarzos en el grupo R - l , cuarcitas en el R-3 y sílex en R-2, aunque en
todos domina la cuarcita (figura 81).

162
F) Estudio estratigráfico

L o s 23 niveles artificiales en los que se d i v i d i ó la e x c a v a c i ó n del yacimiento de P i n e -


d o d i e r o n , en m a y o r o menor p r o p o r c i ó n pero sin excepciones, cantos trabajados. C o m o
se h a explicado ya en el c a p í t u l o correspondiente, l a división estratigráfica para el estudio
de la t i p o l o g í a se reduce a dos niveles: l a u n i d a d superior y la u n i d a d i n f e r i o r . A m b a s las
estudiaremos por separado.

a) U n i d a d superior

N ú m e r o de cantos trabajados: 391 (41,4 % ) .


D i v i s i ó n por tipos: la c u r v a a c u m u l a t i v a de la figura 79 no presenta grandes diferen-
cias c o n l a m i s m a c u r v a referida a t o d a l a p o b l a c i ó n . T a n sólo u n a menor p r o p o r c i ó n de
piezas c o n f i l o convergente, por lo que podemos considerar a este g r u p o m u y ligeramente
más tosco en su t a l l a .
Dimensiones: el d i a g r a m a de l a f i g u r a 80 demuestra claramente la i n f e r i o r i d a d de las
longitudes medias en este g r u p o . E s t a bien d e f i n i d a característica h a de estar en relación
con el t a m a ñ o medio de las gravas depositadas por el T a j o en este t r a m o .
M a t e r i a s p r i m a s : el 83,4 °7o 'de c u a r c i t a ; 8,2 °7o de c u a r z o y 8,4 °/o de sílex. C o m p a -
rando estas cifras c o n los porcentajes sobre el total observamos la destacada a b u n d a n c i a

1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 13 14 15 16 17 18 19 2021 22 23 24 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 13 14 15 16 17 18 192021 2 2 2 3 2 4 3

Hg. 79.—Frecuencias acumuladas de los tipos de cantos trabajados en la unidad interior y en la unidad superior.

163
de piezas de sílex. E s t o puede estar m o t i v a d o por l a c o i n c i d e n c i a entre el t a m a ñ o m e d i o
menor de esta materia p r i m a y el t a m a ñ o menor de este g r u p o e s t r a t i g r á f i c o .
T a l l a u n i f a c i a l y b i f a c i a l : hay 263 piezas talladas por u n a sola cara (68,7 °/o) y 120
talladas por ambas (31,3 % ) . L a s o c h o restantes pertenecen al g r u p o de cantos t r a b a j a -
dos dobles. Estos porcentajes son m u y a p r o x i m a d o s a los obtenidos sobre l a p o b l a c i ó n
total.
R o d a m i e n t o s : de las 391 piezas del g r u p o « u n i d a d s u p e r i o r » , 67 (17,1 °Io) presentan
r o d a m i e n t o m á x i m o ; 319 (81,6 % ) r o d a m i e n t o medio y c i n c o (1,3 °7o) están sin r o d a r .
C o m p a r a n d o estas cifras c o n las obtenidas sobre el total de l a p o b l a c i ó n (20,4; 71,8 y
7,8, respectivamente) vemos l a a b u n d a n c i a relativa de piezas m u y r o d a d a s , así c o m o la
escasez evidente de cantos sin r o d a m i e n t o .

b) U n i d a d inferior

N ú m e r o : 553 (58,6 °7o del total).


D i v i s i ó n p o r t i p o s : en el d i a g r a m a a c u m u l a t i v o de l a f i g u r a 79 se puede observar l a
gran semejanza entre el trazado de la c u r v a a c u m u l a t i v a del g r u p o « u n i d a d i n f e r i o r » c o n
el « u n i d a d s u p e r i o r » , así c o m o el lógico parecido de ambas c o n la que representa el total
de cantos t r a b a j a d o s . T a n sólo se puede destacar u n a ligera m a y o r a b u n d a n c i a de cantos
c o n f i l o convergente en la u n i d a d i n f e r i o r .
D i m e n s i o n e s : E n los diagramas de l a figura 80 aparece claramente l a gran diferencia
en cuanto a longitudes medias de este g r u p o c o n el de l a « u n i d a d s u p e r i o r » . M i e n t r a s que
la media en éste alcanza los 118,50 m m , en el otro sólo llega a 97,35 m m . C o m o hemos

Fig. 80. — Longitud de los cantos trabajados en las dos unidades csiratigrálicas.

164
dicho anteriormente, esta gran diferencia debe estar relacionada con los tamaños medios
del conjunto de sedimentos depositados por el río en ambas unidades.
Materias primas: De las 553 piezas en análisis, 500 son de cuarcita (90,4 % ) , 44 de
cuarzo (8 °7o) y nueve de sílex (1,6 °7o). Destacamos por tanto la abundancia relativa de
cuarcitas y la escasez de sílex.
Talla unifacial y bifacial: 376 cantos trabajados de este grupo están tallados por una
sola cara (el 70,5 %) y 157 por ambas caras (29,5 % ) . Las restantes 20 piezas pertenecen
al grupo de cantos dobles. Estos porcentajes se aproximan mucho a los sacados de la
población total de cantos trabajados.

TOTAL C.T.
RODAM. 1 RODAM. 2 RODAM. 3

1FA C I A L E S 118 1 404 ¡ 3 3 ¡ 1 3 41 O


! 2 5
! 4
!

BIFACIALES 37
¡ 2
4 175 1
9 ¡ 23 25 ¡ 1 ¡1
DOBLES 4 i 2 O 20 1
O ¡ O 2 O
! 0
!
c. CR. s. C. CR. S. c. CR. s.

UNI. S U P .
ROO 1 ROO 2 ROD. 3

UNIE 36 1 186 ¡ 16 J 12 2 O
i 9
I ¡ 0
i

BIF. 15 ! ! 2 77 ¡ 4 ¡18 2 0
1
! 1
!

DOD. 2 ! ' O 6 ¡ O ¡ O O ! 0
1 0
i
c. CR. s. C. CR. S. c. CR. s.

BARRA INFERIOR
R 0 0. 1 R 0 0. 2 ROO. 3
i i
UN ir. 82 ! 0 218 ¡ 17 ¡ 1 39 ! 0
1 6
! 4
!
i '
BIF. 22 2 98 ¡ 5 j 5 23 1
¡ 1
! : ° i

DOB. 2 ¡ 1 ¡O 15 ¡ O ¡ O 2 Ni 0

c. CR. s. C. CR. S. c. CR. S.

Fig. 81.—Relación de grado de rodamiento, materias primas y tipos de extensión de talla (unifacial, bifacial o doble) en el
total de los cantos trabajados de Pinedo, en la Unidad superior y en la barra inferior.

165
Rodamientos: 22,8 °/o presentan R - l ; 64,7 "lo R-2 y 12,5 % están frescas. Los dos
grupos extremos están representados en mayor cantidad de la correspondiente al porcen-
taje sobre el total. De ambos hemos de destacar el grupo R-3, cuya inmensa mayoría
(69 unidades) se localiza en esta unidad inferior.

c) Conclusiones.
E n los dos grupos estratigráficos las características tipológicas no presentan un com-
portamiento diferenciado. Sí lo presentan, sin embargo, las características físicas, como
son el rodamiento, el t a m a ñ o y las materias primas (figura 81) de ambas unidades, que
pueden depender de factores no culturales.
Centrándonos en los rodamientos, la diferencia visual hallada en las curvas acumu-
2
lativas de las muestras R - l y R-2 no es muy grande. Aplicando el test de X llegamos a la
conclusión de que, al nivel del 5 °7o no se puede rechazar la hipótesis de que ambas
muestras pertenezcan a la misma población (cuadro 37). Exactamente a la misma conclu-
sión se llega aplicando dicho test a las muestras R - l y R-3 (cuadro 38) y R-2 y R-3
(cuadro 39).

G) Comentario final.

Los numerosos cantos trabajados del yacimiento de Pinedo podrían confundir en


cuanto a la antigüedad del conjunto. Pero estos cantos trabajados están asociados a im-
portantes porcentajes de bifaces, triedros y hendedores característicos del Achelense, mo-

2
CUADRO 37. TEST DE X DE LOS GRADOS DE RODAMIENTO 1 Y 2 AL NIVEL
TIPOLOGICO 4 (cantos trabajados)

Rodamiento 1 Rodamiento 2

Tipos al
Frec. obs. Frec. esp. Frec. obs. Frec. esp.
nivel 4

1 31 4,3 21,4 66 1,1 75,2


2 28 0,1 29,7 106 0,0 104,3
3 31 1,4 25,1 82 0,4 88,0
4 30 0,1 31,5 112 0,0 110,4
5 1 0,5 2,0 8 0,1 7,0
6 0 4,4 4,4 20 1,2 15,6
7 2 1,5 4,6 19 0,5 16,2
8 18 0,3 16,4 56 0,0 57,5
9 5 0,4 6,6 24 0,0 23,0
10 1 0,0 1,2 4 0,0 4,1
11 12 0,6 14,9 56 0,2 52,8
12 3 0,0 2,7 9 0,0 9,5
13 2 0,1 2,5 9 0,0 8,8
14 2 0,5 1,2 3 0,3 4,1
15 15 0,0 14,9 53 0,0 52,8
16 6 0,5 7,9 30 0,2 27,8
17 6 0,0 6,0 20 0,0 20,3

193 14,7 192,9 677 4,0 677,4

P a r a v = 16, X 0i9S = 26,3 > 18,7

166
CUADRO 38. TEST DE X DE LOS GRADOS DE RODAMIENTO 1 Y 3 AL NIVEL
2

TIPOLOGICO 4 (cantos trabajados)

Rodamiento 1 Rodamiento 3

Tipos al
Frec. obs. Frec. esp. Frec. obs. Frec. esp.
nivel 4

1 31 0,0 30,3 11 0,0 11,6


2 28 0,0 26,6 9 0,1 10,2
3 31 0,1 28,9 9 0,4 11,1
4 30 0,1 28,2 9 0,3 10,8
5 1 0,6 2,1 2 1.8 0,8
6 0 1,3 1.3 2 0.5 0,5
7 2 0,0 2,1 1 0,0 0,8
8 18 0,5 15,2 3 1,3 5,8
9 5 0,1 5,8 3 0,3 2,2
10 1 0,6 2,1 2 1,8 0,8
11 12 0,0 11,6 4 0,0 4,4
12 3 0,0 3,0 1 0,0 1,1
13 2 0,8 3,7 3 1,8 1.4
14 2 0,3 2,9 2 0,7 1.1
15 15 0,5 18,1 10 1.4 6,9
16 6 0,2 5,0 1 0,4 1.9
17 6 0,0 5,8 2 0,0 2,2

193 5,1 192,7 74 10,8 74,0

P a r a v = 1 6 , 4 9 5 = 26,3 > 15,9

CUADRO 39. TEST DE X DE LOS GRADOS DE RODAMIENTO 2 Y 3 AL NIVEL


2

TIPOLOGICO 4 (cantos trabajados)

Rodamiento 2 Rodamiento 3

Tipos al Frec. esp.


Frec. obs. Frec. esp. Frec. obs.
nivel 4

1 66 0,1 69,0 11 1,6 7,5


2 106 0,1 103,6 9 0,5 11,3
3 82 0,0 81,9 9 0,0 8,9
4 112 0,1 109,0 9 0,7 11,9
5 8 0,1 8,8 2 1,0 1,0
6 20 0,0 19,6 2 0,0 2,1
7 19 0,0 18,3 1 0,5 2.0
8 56 0,1 53,5 3 1.3 5,8
9 24 0,0 24,4 3 0,0 2,7
10 4 0,4 5,4 2 3,3 0,6
11 56 0,1 54,2 4 0,6 5,9
12 9 0,0 8,8 1 0,0 1,0
13 9 0,3 10,8 3 2,7 1.2
14 3 0,6 4,7 2 4,5 0.5
15 53 0,3 56,9 10 2,3 6,2
16 30 0.2 27,8 1 1,3 3,0
17 20 0,0 19,6 2 0,0 2.1

677 2,4 676,3 74 20,3 73,7

P a r a v = 16, X¡5, = 26,3 > 22,7


95

167
mentó en el que no se esperaría encontrar desde un punto de vista clásico un porcentaje
tan importante de cantos trabajados, aunque se han señalado también en otras regiones.
Por su tipología, el conjunto de cantos trabajados de Pinedo puede considerarse
representativo de un estadio intermedio entre yacimientos pertenecientes a un momento
anterior al Achelense (Olduvaiense, etc.) e industrias en las que los cantos trabajados
tienden a ser poco significativos. Si comparamos la curva acumulativa de los cantos tra-
bajados de Pinedo con la de otros yacimientos, vemos c ó m o en Pinedo existe un
equilibrio entre los cantos con filo simple y los cantos con filo convergente, por lo que el
trazado aparece muy cercano a una diagonal, mientras que en el yacimiento de E l Acula-
dero (en estudio), por ejemplo, la mayor abundancia de cantos con filo simple da un tra-
zado iniciado por una línea ascendente casi en perpendicular, seguida por otra casi hori-
zontal.
Parece destacarse ligeramente una diferencia tipológica entre cantos trabajados con
fuerte rodamiento, más toscos en general, y los que no poseen rodamiento alguno, con
técnicas de talla más complejas. Esto podría documentar de algún modo la existencia de
dos conjuntos en Pinedo, uno ligeramente más primitivo que el otro.

9. CARACTERISTICAS GENERALES D E L A INDUSTRIA D E PINEDO

Como resumen de lo expuesto en el presente capítulo, podemos decir que —en


conjunto— la industria de Pinedo se caracteriza por los siguientes aspectos:
— Uso fundamental de la cuarcita (68 % ) , aunque también de sílex (25 °7o) y cuarzo
(7 % ) . E l porcentaje del segundo implica una fuerte selección de esta materia prima, pues
en la gravera oscila entre el 0 °7o y el 2 97o (vid. cap. II).
— Prácticamente el 100 °7o de los utensilios están tallados sobre materiales que se
encontrarían en las barras fluviales. U n porcentaje muy pequeño de utensilios está fabri-
cado sobre cantos angulosos que pudieron recogerse fuera del ambiente fluvial, aunque el
río también transportó este tipo de cantos.
— Nula presencia de instrumentos retocados con percutor elástico.
— Porcentaje superior al 50 °7o de lascas sin transformar, con un índice de face-
tado muy bajo (dos estricto y siete amplio). Infimo número de lascas de preparación de
núcleos.
— Indice levallois técnico nulo, inferior a uno en los tres grupos distinguidos según
el grado de rodamiento.
— Baja presencia de núcleos protolevallois (inferior al 2 "lo del total de núcleos) y
alta de núcleos preparados (algo superior al 30 °7o, véase cuadro 11).
— Altos porcentajes de instrumentos sobre lasca correspondientes a las secciones di-
versos y musteriense, aunque en ésta dominan los instrumentos más simples, frente a las
secciones levallois y Paleolítico superior (figura 23).
— Ausencia casi total de bifaces planos; sólo se ha encontrado un ovalar con talón
con rodamiento fluvial moderado (R-2). Los más frecuentes y característicos de Pinedo
son los amigdaloides (18 °7o del total de bifaces), ficrones lanceolados (15 °7o) y abbe-
villienses (14 °7o). Se han encontrado 18 variedades de bifaces (vid. cuadro 14).
—De 38 hendedores, 34 corresponden a los tipo 0 y I («protohendedores»). Hay tres
del tipo II y uno intermedio entre el II y el V .
—Los triedros alcanzan porcentajes entre el 6 y el 8 °7o sobre el total de utensilios en
los diferentes grupos de rodamiento (cuadro 40), superiores a los de bifaces y hendedo-

168
res, aunque muy por debajo del de cantos trabajados. Algo más de la tercera parte de
ellos no encaja en el concepto clásico de triedro, y se podían denominar con más pro-
piedad cantos trabajados triédricos (vid. cap. I V , 7).
— Los cantos trabajados constituyen el 53 °7o de los utensilios de rodamiento 2, el
67 % de los de rodamiento 1 y el 70 % de los que no presentan rodamiento. Se trata de
porcentajes muy altos, similares a los del «complejo industrial de cantos trabajados» de
Marruecos Atlántico (Biberson, 1961), o a los del bed I de Olduvai ( M . Leakey, 1975).
E n Terra Amata (playa, Achelense antiguo) se cita un 62,5 °7o de cantos trabajados
(Lumley, 1976). E n el valle del Tarn, en el yacimiento Achelense evolucionado de E n Re-
gis se cita un 64,2 °7o de utensilios'sobre canto (Tavoso, 1976), por lo que el porcentaje de
estos utensilios registrado en Pinedo no debe considerarse muy significativo en sentido
cronológico. Por otra parte, en el porcentaje tan elevado de Pinedo debe influir la fuente
de materia prima disponible, cantos rodados de cuarcita, que favorecería la tendencia a
elaborar dichos utensilios.
— Se han encontrado los siguientes índices tipológicos (cfr. Bordes, 1950 y 1954, ex-
cepto aquéllos para los que se indica otra cosa):

Indice levallois tipológico:


R - l : 0,8
R-2: 1,2
R-3: 1,1
Indice de transformación de lascas levallois:
R-l: 0
R-2: 38,4
R-3: 0

Indice total de raederas:


R - l : 11,2
R-2: 14,8
R-3: 4,2

Indice de cuchillos de dorso:


R-l: 0
R-2: 0,9
R-3: 1,0

Indice de bifaces:
R-l: 4,56
R-2: 5,3
R-3: 2,1
Indice de hendedores (calculado por similaridad con el de bifaces).
R - l : 2,7
R-2: 2,6
R-3: 1,0

Indice de triedros (calculado por similaridad con el de bifaces).


R-l: 7,0
R-2: 6,8
R-3: 7,8

Indice achelense total (incluye también hendedores y triedros).


R - l : 13,2
R-2: 14,2
R-3: 11,3

169
C U A D R O 40. COMPOSICION TIPOLOGICA D E LOS
CONJUNTOS R - l , R-2 y R-3. PINEDO
494
Total
piezas

%
Lascas no 289
transformadas 38 Total
Núcleos 3 utensilios

% 231
Utensilios Total utensilios
sobre lasca 12 20 macro-industria

%
Bifaces 2 4 5
Triedros 4 7 8
Hendedores 1 2 3
Cantos trabajados 39 67 84

5142
Total
piezas
R - 2
%
Lascas no 1274
transformadas 71 Total
Núcleos 4 utensilios

% 848
Utensilios Total utensilios
sobre lasca 8 33 macro-industria

%
Bifaces 1 5 7
Triedros 2 6 10
Hendedores 0,5 2 4
Cantos trabajados 13 53 80

306
Total
piezas
R - 3
%
Lascas no 106
transformadas 59 Total
Núcleos 7 utensilios

% 85
Utensilios Total utensilios
sobre lasca 7 20 macro-industria

%
Bifaces 1 2 2
Triedros 3 8 9
Hendedores 0,5 1 1
Cantos trabajados 24 70 87
Indice de cantos trabajados (total de cantos trabajados x 100/número total de utensilios).
R-l: 66,8
R-2: 53,1
R-3: 69,8

Los índices formulados para los grupos R - l y R-3 son menos representativos que los
de R-2, especialmente el índice de transformación de lascas levallois —que en los tres
grupos es escasamente significativo—, debido al t a m a ñ o de las muestras (véase el cua-
dro 40).
Queremos insistir finalmente en las abundantes características particulares que pre-
sente el conjunto industrial de Pinedo, con respecto a la sindustrias achelenses clásicas
del Norte de Francia, sobre las que se definieron gran parte de los tipos usados en esta
clasificación, lo cual ha obligado a matizaciones continuas a lo largo del presente
capítulo.

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174
V. Interpretación y cronología del yacimiento

a
M . Angeles Querol, Manuel Santonja
y Alfredo Pérez González
A lo largo del capítulo IV se ha visto cómo las diferencias entre la composición de ca-
da grupo tipológico de las unidades estratigráficas superior e inferior, se referían especial-
mente a los tamaños y obedecían fundamentalmente a la dinámica fluvial, pero no se
podían establecer diferencias con gran significación cronológica ni atendiendo a la
tipología de los utensilios, ni a las características estratigráficas del depósito (vid. cap. II).
E n algunos grupos tipológicos se han observado pequeñas diferencias entre los con-
juntos formados según el rodamiento. Todos los datos diferenciales coinciden en apuntar
una primitividad ligeramente mayor al conjunto muy rodado ( R - l ) , respecto al de roda-
miento intermedio (R-2):

— Predominio de bifaces abbevilliense en R - l y diversidad tipológica de los bifaces


relativamente menor en R - l que en R-2.
— Inexistencia de hendedores de tipo II en R - l .
— Proporción mayor de triedros del grupo B en R - l .
— Cantos trabajados más toscos, en general, en R - l ; pero con influencia fundamen-
tal de las dimensiones, en las que puede influir considerablemene la dinámica flu-
vial.

De todas formas, la presencia de ciertos utensilios progresivos con respecto al con-


junto, en R - l , R-2 y R-3, y en porcentajes similares (lascas levallois, por ejemplo), hace
pensar que no debe existir una diferencia cronológica importante entre ellos.
Los materiales de R - l deben proceder de puntos más alejados de la zona excavada
que los de R-2 y R-3, y la dinámica fluvial puede haber deformado sus composiciones con
respecto a los sitios originarios, por lo que no es posible atribuir carácter exacto a los di-
ferentes porcentajes encontrados para R - l con respecto a R-2 y R-3, más similares
(fig. 82).
L a máxima presencia de materiales muy rodados en la unidad superior, invita a su-
poner —como se ha señalado en el capítulo I V , 2— que tanto la sucesión estratigráfica
documentada en Pinedo, como las diferencias de rodamiento, dependen más de la distan-
cia de los sitios de procedencia de la industria hasta el punto excavado y de otros factores
físicos, que de aspectos cronológicos. E l desfase entre los yacimientos cuyas industrias
han llegado a Pinedo no debió ser lo suficientemente amplio como para que pueda detec-
tarse mediante el estudio tipológico.
Pensamos que tanto el conjunto de rodamiento fluvial moderado (R-2), como el
fresco (R-3) deben ser bastante representativos del equilibrio industrial interno de los ya-
cimientos originales de donde proceden. N o creemos que dichos yacimientos fueran
exclusivamente talleres, como se ha dicho con anterioridad, pues hay un porcentaje poco

177
Fig. 82.—Composición de los grupos de industrias del R-l, R-2 y R-3.
Abreviaturas: L = lascas no transformadas; N = núcleos; B = bifaces; T = triedros; H = hendedores; CT = cantos tra-
bajados; UL = utensilios sobre lasca.

elevado de núcleos y gran variedad de utensilios (fig. 82). Hay motivos para suponer la
existencia de diversos tipos de establecimientos humanos en las orillas del Tajo durante el
Pleistoceno. L a existencia de sitios de ocupación achelense ligados a un medio fluvial ha
sido documentada con claridad en zonas próximas, en el valle del Jarama (Santonja, Ló-
pez y Pérez González, e.p.), y en otras regiones se conocen campamentos achelenses es-
tablecidos sobre mantos de grava, como G o m b o r é II, en Melka-Kunture, donde se supo-
ne que los homínidos, han buscado dicha superficie en función de la necesidad de utilizar
los guijarros (Chavaillon, J . y N . , 1973).
C o n respecto a Pinedo, ya se ha indicado que la casi totalidad de los utensilios se ela-
boraron a partir de materiales transportados por el río, que poseería cierta estabilidad en

178
su trazado y dejaría al descubierto en los momentos de estiaje barras de grava, como indi-
can las impregnaciones de limo-arcillas que éstas presentan a techo.
Los materiales sin rodamiento fluvial son mucho más frecuentes en la unidad inferior
que en la superior. E n la superficie de aquella unidad no se ha documentado ninguna
concentración superior a las detectadas en los niveles internos de la misma, lo cual puede
interpretarse en el sentido de que los materiales sin rodamiento no proceden de un sólo
momento de ocupación, sino de los diferentes momentos de crecimiento o de desplaza-
miento de la barra que forma la unidad inferior; dichas ocupaciones se producirían cuan-
do ésta quedara al descubierto.
Partiendo de la proximidad tipológica de los materiales de R - l , 2 y 3, puede estable-
cerse una caracterización industrial del conjunto de industrias representadas en Pinedo,
atendiendo fundamentalmente a los siguientes elementos de juicio:

— Presencia mínima de lascas levallois e inexistencia de núcleos claramente levallois


(sólo proto levallois), pero si de un importante número de núcleos preparados pa-
ra una explotación regular.
— Diversidad de utensilios sobre lasca, aunque baja presencia de las secciones le-
vallois y Paleolítico superior.
— Ausencia casi total de bifaces planos. Predominiio de amigdaloides y ficrones
entre los espesos, y alto porcentaje de abbevillienses y parciales.
— Predominio absoluto entre los hendedores de los tipos más primitivos (proto hen-
dedores), acompañados de un tanto por ciento muy reducido de los de tipo II.
— Abundancia de triedros del grupo B (vid. cap. I V , 7).
— Elevado porcentaje de cantos trabajados.

Si comparamos este conjunto con la secuencia Achelense de Marruecos atlántico (Bi-


berson, 1961), las mayores coincidencias se dan con el estadio III (cantera S . T . I . C ) , aun-
que la presencia de una cantidad apreciable de núcleos preparados invita a relacionar P i -
nedo con el estadio IV y la abundancia de cantos trabajados (con las matizaciones que
haya que hacer, dada la fuente de materia prima, similar, por otra parte, a la de los yaci-
mientos del Maghreb), con los estadios I o II de dicha secuencia. Hay que tener en cuenta
que la mayoría de la industria en que se basa la secuencia achelense de Marruecos atlánti-
co no procede de excavaciones sistemáticas y su representatividad es difícil de evaluar.
Respecto a Ternifine (Argelia) (Balout, Biberson y Tixier, 1967), Pinedo presenta ca-
racteres más primitivos, especialmente la inexistencia de instrumentos retocados con per-
cutor blando, la ausencia de hendedores de tipo V I —que en el valle del Manzanares se
conocen sólo en contextos Achelense final (Santonja, 1976)— y el porcentaje mucho me-
nor de hendedores de tipo II, el mayor equilibrio de dimensiones en los bifaces, triedros y
hendedores de Ternifine y el porcentaje inferior, también en Ternifine, de cantos trabaja-
dos con respecto a bifaces, hendedores y triedros (59% en Ternifine y 81°7o en Pinedo).
Las características tipológicas de Pinedo difícilmente permiten una comparación con
la secuencia clásica del valle del Somme. Los caracteres de los bifaces y triedros quizá
permitirían intentetar una comparación con el «Achelense meridional» (Bordes, 1961) del
SW de Francia, especialmente con yacimiento como Nantet (Thibault, 1970), pero la alta
presencia de cantos trabajados vuelve problemática cualquier comparación en este senti-
do. C o n el yacimiento de Terra Amata (Fournier, 1974) y los del Tarn (Tavoso, 1976),
parecen darse mayores coincidencias, pero hay que esperar una publicación completa de
este yacimiento para conocerlas.
En el capítulo IV se han intentado algunas comparaciones con otros yacimientos de
la Meseta española, especialmente con Galisancho (Salamanca), S. Isidro (Madrid) y Las

179
Acacias (Madrid) (Santonja, 1976), todos los cuales resultan más evolucionados que P i -
nedo. Torralba y Ambrona (Soria) parecen más cercanos, aunque en las colecciones de
Torralba conservadas en el Museo Arqueológico Nacional puede observarse la presencia
de instrumentos sobre lasca más evolucionados que en Pinedo (por ejemplo raederas con-
vergentes y raederas con retoque Quina), y lo mismo puede decirse respecto de los bifaces
y hendedores.
Los paralelos indicados para la industria lítica de Pinedo, tanto en el Norte de Africa
como en Francia, remiten a una cronología comprendida entre el pluvial Amiriense
(correlacionado con la glaciación Mindel, fecha propuesta por Biberson para los esta-
dios I al IV del Achelense), hasta el Riss II (fecha propuesta para el yacimiento achelense
medio primitivo de Nantet [Thibault, 1970] en Chalosse).
Desde el punto de vista morfoestructural, la terraza de Pinedo parece estar situada
en el límite inferior de la crisis tectónica que afectó a las terrazas posteriores a ella. E n este
caso, la terraza de Pinedo se situaría en un momento anterior a la acumulación de la uni-
dad litoestratigráfica Arganda I de la terraza de « + 15/20 m . » del Jarama, en la que se
sitúan los sitios de ocupación achelenses de Aridos (Santonja et al, e.p.). Estos yacimien-
tos, con una macro industria atribuible tipológicamente al Achelense antiguo, si bien ya
con presencia importante de técnica levallois — I L técnico de 14,9 en el sitio J R - A R - 0 1 — ,
pueden situarse gracias al nivel evolutivo de Cricétidos y Micrótidos (López, e.p.) entre
los yacimientos franceses de Saint Estéve Janson y el Aragó (niveles inferiores, con una
fecha absoluta de 320.000 años, cfr. De Lumley, 1976), en un momento contemporáneo
del interglaciar Mindel-Riss.
Teniendo en cuenta la atribución de Aridos y la posición morfológica de la terraza
de Pinedo por encima de aquélla, nos inclinamos por considerar un momento antiguo o
medio dentro del intervalo cronológico (Ameriense/Mindel-Riss medio) supuesto compa-
rativamente para la industria lítica.
L a serie de Pinedo constituye por el momento el conjunto achelense más antiguo co-
nocido en la Península Ibérica. Ocasionalmente se han recogido algunas piezas más anti-
guas en terrazas elevadas del valle del Tajo (Santonja, 1976) que no sirven para caracte-
rizar la industria a la que pertenecen. E l sitio de E l Aculadero (Cádiz) (Thibault et al.,
1975) representa un momento anterior a Pinedo y debe situarse entre las industrias de
cantos trabajados.
E n la depresión del Tajo se conocen yacimientos Achelense medio, especialmente en
el valle del Alagón (aún en estudio, datos preliminares en Santonja y Querol, 1975) con
una industria claramente más evolucionada que Pinedo, elaborada también a partir de
cantos rodados de cuarcita. E n estas circunstancias y dada la posición cronológica
de Pinedo —Mindel final— indicada por la microfauna de Aridos I, la industria que
aquí hemos estudiado caracteriza, al menos, un aspecto del Achelense inicial de la Mese-
ta española.

180
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181
LÁMINAS
Lámina I.—Vistas frontal (arriba) y lateral (abajo) del área preparada para excavar, una vez techada. Puede apreciarse la
potencia de la cobertera, tramos c, d y e —arqueológicamente estériles— de la terraza.
2
Lámina II.—Arriba: sistema de plomadas —suspendidas de la estructura metálica— que dividían la excavación en m .
Abajo: un momento de la excavación.
Lámina III.—Dos concentraciones de utensilios —ligeramente rodados— a techo de la unidad inferior.
Lámina IV.—Arriba: secuencia estratigráfica de la pared a - y. Puede observarse la disposición de las facies A y B y la
orientación de los cantos. Abajo: canales en el fondo de la gravera. Surcos orientados N 130° E.
Lámina V.—1) Núcleo del tipo 8a; longitud: 125 mm. Rod. 2. 2) Núcleo del tipo 1; longitud: 160 mm. Rod. 2. 3) Núcleo
del tipo 1; longitud: 133 mm. Rod. 2.
Lámina VL—1) Núcleo del tipo 2; longitud: 74 mm. Rod. 2. 2) Núcleo del tipo 8a; longitud: 118 mm. Rod. 1. 3) Núcleo
del tipo 8c; longitud: 138 mm. Rod. 2.
Lámina VIL—Triedro del grupo A; Longitud: 72 mm. Rod. 2.2) Triedro del grupo B; longitud: 130 mm. Rod. 1, presenta
la punta fracturada. 3) Núcleo del tipo 3; longitud: 38 mm. Rod. 2.
Lámina VIII. —1) Núcleo del tipo 4: longitud: 66 mm. Rod. 2. 2) Núcleo del tipo 5; longitud: 103 mm. Rod. 2.
Lámina IX.—1) Núcleo del tipo 5; longitud: 112 mm. Rod. 2. 2) Núcleo del tipo 5; longitud: 85 mm. Rod. 2.
Lámina X.—1) Núcleo del tipo 6a procedente muy probablemente de 8b; conserva huellas de preparación periférica e
incluso una preparación «especial» en la parte inferior, ligeramente visible en la vista del reverso. Longitud: 97 mm.
Rod. 2.2) Núcleo de tipo 6b, de cuarzo; longitud: 62 mm. Rod. 2. 3) Núcleo de tipo 6c; longitud: 116 mm. Rod. 1.
Lámina XI — 1) Núcleo de tipo 6c; longitud: 53 mm. Rod. 2. 2) Núcleo de tipo 7; longitud: 78 mm. Rod. 2. 3) Núcleo de
tipo 8a; longitud: 60 mm. Rod. 2.
Lámina XII.—1) Núcleo de tipo 7; longitud: 75 mm. Rod. 2. 2) Núcleo de tipo 8a; longitud: 81 mm. Rod. 2. 3) Núcleo de
tipo 6c; longitud: 128 mm. Rod. 2. 4) Núcleo de tipo 8b, reexplotado como discoidal; longitud: 75 mm. Rod. 2. 5) Núcleo
de tipo 6c; longitud: 57 mm. Rod. 1.
Lámina XIII — 1) Bifaz amigdaloide con talón; longitud: 178 mm. Rod. 2. 2) Bifaz protolimande con talón; longitud:
199 mm. Rod. 2. 3) Triedro del grupo B; longitud: 147 mm. Rod. 3.
Lámina XIV: 1) Hendedor de tipo II; longitud: 144 mm. Rod. 2. 2) Hendedor de tipo O; longitud: 104 mm. Rod. 2. 3)
Hendedor de tipo O; longitud: 106 mm. Rod. 2.
Lámina XV.—1) Triedro del grupo A; longitud: 147 mm. Rod. 1. 2) Triedro del grupo B; longitud: 88 mm. Rod. 2. 3)
Triedro del grupo A; longitud: 133 mm. Rod. 2. 4) Triedro del grupo A; longitud: 120 mm. Rod. 2. 5) Triedro del grupo
A; longitud: 177 mm. Rod. 2. 6) Triedro del grupo A; longitud: 128 mm. Rod. 2.
[.amina XVI.—1) Triedro del grupo B, longitud: 101 mm. Rod. 2. 2) Triedro del grupo B; longitud: 83 mm. Rod. 2.
3) Triedro del grupo B; longitud: 117 mm. Rod. 2. 4) Triedro del grupo B; longitud: 122 mm. Rod. 2.
Lámina XVII. —1) Triedro del grupo B; longitud: 127 mm. Rod. 2. 2) Triedro del grupo B; longitud: 146 mm. Rod. 1.
Lámina XVIII.—1) Triedro del gupo B; longitud: 109 mm. Rod. 1. 2) Triedro del grupo A; longitud: 90 mm. Rod. 1.
Lámina XIX.—1) Canto trabajado de tipo 1.10. 2) Canto trabajado de tipo 1.5.
Lámina XX.—1) Canto trabajado de tipo 1.12. 2) Canto trabajado de tipo 1.14 (sílex).
Lámina XXL—1) Canto trabajado de tipo 3, en roca metamórfica. 2) Canto trabajado de tipo 1.19.
CATALOGO
DE LAS

PUBLICACIONES DE L A JUNTA SUPERIOR


DE EXCAVACIONES ARQUEOLOGICAS,
COMISARIA NACIONAL DE EXCAVACIONES,
SERVICIO NACIONAL DE EXCAVACIONES
ARQUEOLOGICAS Y SUBDIRECCION GENERAL
DE ARQUEOLOGIA
MEMORIAS DE L A JUNTA SUPERIOR
DE EXCAVACIONES Y ANTIGÜEDADES
La Junta Superior de Excavaciones y Antigüedades publicó desde los años 1916
a 1935 su serie de «Memorias», según prescripción de la Ley de Excavaciones Ar-
queológicas de 1911. Su sede estuvo en el Palacio del Museo Arqueológico Nacional,
Serrano, 13, cuyo Director fue siempre Secretario General de la Junta citada.

1. E X C A V A C I O N E S D E N U M A N C I A , por José Ramón Mélida. Madrid, 1916.


Precio, 300 ptas.
2. E X C A V A C I O N E S E N M E R I D A , por José Ramón Mélida. Agotado. Ma-
drid, 1916.
3. E X C A V A C I O N E S E N C L U N I A , Por Ignacio Calvo. Agotado. Madrid, 1916.
4. E X C A V A C I O N E S E N E L A N F I T E A T R O D E I T A L I C A , por Rodrigo Ama-
dor de los Ríos. Madrid, 1916. Precio, 350 ptas.
5. E X C A V A C I O N E S E N P U N T A D E L A V A C A (CADIZ), por Pelayo Quin-
tero. Madrid, 1916. Precio, 200 ptas.
6. E X P L O R A C I O N E S E N VIAS R O M A N A S D E L V A L L E D E L DUERO, por
Antonio Blázquez. Agotado. Madrid, 1916.
7. M E M O R I A D E S E C R E T A R I A . Agotado. Madrid, 1916.
8. E X C A V A C I O N E S E N L A C U E V A Y C O L L A D O D E LOS JARDINES
(SANTA E L E N A , JAEN), por Ignacio Calvo y Juan Cabré. Agotado.
Madrid, 1917.
9. E X P L O R A C I O N E S E N VIAS R O M A N A S D E L V A L L E D E L D U E R O Y
C A S T I L L A L A N U E V A , por Antonio Blázquez y Claudio Sánchez Albor-
noz. Agotado. Madrid, 1917.
10. E X P L O R A C I O N E S E N TOLEDO, por Rodrigo Amador de los Ríos. Madrid,
1917. Precio, 400 ptas.
11. E X C A V A C I O N E S E N M E R I D A : U N A CASA-BASILICA ROMANO-CRIS-
T I A N A , por José Ramón Mélida. Agotado. Madrid, 1917.
12. EXCAVACIONES E N PUNTA DE L A V A C A Y E N PUERTA DE TIERRA
(CADIZ), por Pelayo Quintero. Agotado. Madrid, 1917.
13. E X C A V A C I O N E S E N E L D O L M E N D E L L A N E R A (SOLSONA), por Juan
Serra. Madrid, 1917. Precio, 200 ptas.
14. M E M O R I A D E S E C R E T A R I A . Madrid, 1917. Precio, 300 ptas.
15. E X C A V A C I O N E S Y E X P L O R A C I O N E S E N VIAS R O M A N A S : BRIVIES-
C A A P A M P L O N A Y BRIVIESCA A Z A R A G O Z A , por Antonio Blázquez
y Claudio Sánchez Albornoz. Agotado. Madrid, 1918.
16. EXCAVACIONES Y EXPLORACIONES E N L A C U E V A Y COLLADO DE
LOS JARDINES (SANTA E L E N A , JAEN), por Ignacio Calvo y Juan Cabré.
Agotado. Madrid, 1918.
17. E X C A V A C I O N E S Y E X P L O R A C I O N E S E N BILBILIS, C E R R O D E B A M -
BOLA ( C A L A T A Y U D ) , por Narciso Sentenach. Agotado. Madrid, 1918.
18. E X C A V A C I O N E S Y E X P L O R A C I O N E S E N E X T R A M U R O S D E L A CIU-
D A D D E C A D I Z , por Pelayo Quintero. Madrid, 1918. Precio, 200 ptas.
19. E X C A V A C I O N E S Y E X P L O R A C I O N E S E N N U M A N C I A , por José Ramón
Mélida. Agotado. Madrid, 1918. Precio, 300 ptas.
20. E X C A V A C I O N E S Y E X P L O R A C I O N E S E N C A L A D U O R T (IBIZA), por
Carlos Román. Madrid, 1918. Precio, 300 ptas.
21. E X C A V A C I O N E S Y E X P L O R A C I O N E S E N L A C U E V A D E L SEGRE, por
Juan Serra. Madrid, 1918. Precio, 300 ptas.
22. E X C A V A C I O N E S E N L A C U E V A D E C O L L A D O D E LOS JARDINES
(SANTA E L E N A , JAEN), por Ignacio Calvo y Juan Cabré Aguiló. Ago-
tado. Madrid, 1919.
23. E X C A V A C I O N E S E N E L A N F I T E A T R O D E M E R I D A , por José Ramón
Mélida. Agotado. Madrid, 1919.
24. E X P L O R A C I O N E S E N VIAS R O M A N A S : D E BOTOA A M E R I D A ; M E -
RIDA A S A L A M A N C A ; A R R I A C A A SIGÜENZA; A R R I A C A A TI-
T U L C I A ; SEGOVIA A TITULCIA Y Z A R A G O Z A A S E A R N E , por An-
tonio Blázquez y Claudio Sánchez Albornoz. Agotado. Madrid, 1919.
25. E X C A V A C I O N E S E N L A NECROPOLIS IBERICA D E L A G A L E R A
(GRANADA), por Juan Cabré y Federico Motes. Precio, 500 ptas.
26. E X C A V A C I O N E S E N E X T R A M U R O S D E C A D I Z , por Pelayo Quintero.
Precio, 200 ptas.
27. E X C A V A C I O N E S E N C A S T E L L V A L L (SOLSONA), por J. Serra. Precio,
200 ptas.
28. E X C A V A C I O N E S E N IBIZA, por Carlos Román. Madrid, 1920. Precio, 200
pesetas.
29. E X C A V A C I O N E S Y E X P L O R A C I O N E S E N VIAS R O M A N A S : D E C A -
, RRION A A S T O R G A Y D E M E R I D A A TOLEDO. E X C A V A C I O N E S
' E N L A N C I A , por Antonio Blázquez y Angel Blázquez. Agotado. Madrid, 1920.
30. E X C A V A C I O N E S E N E X T R A M U R O S D E C A D I Z , por Pelayo Quintero.
Madrid, 1920. Precio, 200 ptas.
31. E X C A V A C I O N E S E N N U M A N C I A , por José Ramón Mélida y Blas Taracena.
Madrid, 1920. Precio, 300 ptas.
32. E X C A V A C I O N E S E N N E R T O B R I G A , por Narciso Sentenach. Madrid, 1920.
Precio, 200 ptas.
33. E X C A V A C I O N E S E N Y A C I M I E N T O S PALEOLITICOS D E L V A L L E D E L
M A N Z A N A R E S , por Paul Werner y José Pérez de Barradas. Agotado.
Madrid, 1921.
34. E X C A V A C I O N E S E N SEGOBRIGA, por Narciso Sentenach. Madrid, 1921.
Precio, 200 ptas.
35. E X C A V A C I O N E S E N E L POBLADO IBERICO D E A N S E R E S A (OLIUS),
por Juan Serra. Madrid, 1921. Precio, 300 ptas.
36. E X C A V A C I O N E S E N N U M A N C I A , por José Ramón Mélida y Blas Taracena.
Madrid, 1921. Precio, 400 ptas.
37. E X C A V A C I O N E S E N E L A N F I T E A T R O D E I T A L I C A , por el conde de
Aguilar. Madrid, 1921. Precio, 200 ptas.
38. E X C A V A C I O N E S E N MONTE-CILLAS, por Ricardo del Arco. Madrid, 1921.
Precio, 300 ptas.
39. E X C A V A C I O N E S E N M E R I D A , por José Ramón Mélida. Madrid, 1921.
Precio, 300 ptas.
40. E X C A V A C I O N E S Y EXPLORACIONES E N VIAS R O M A N A S , por Antonio
Blázquez y Angel Blázquez. Madrid, 1921. Precio, 300 ptas.
41. E X C A V A C I O N E S E N L A S E R R E T A (ALCOY), por Camilo Visedo Moltó.
Madrid, 1922. Precio, 300 ptas.
42. E X C A V A C I O N E S E N Y A C I M I E N T O S PALEOLITICOS D E L V A L L E D E L
M A N Z A N A R E S , por José Pérez de Barradas. Madrid, 1922. Precio, 400 ptas.
43. E X C A V A C I O N E S E N DIVERSOS L U G A R E S D E L A ISLA D E IBIZA, por
Carlos Román. Madrid, 1922. Precio, 300 ptas.
44. E X C A V A C I O N E S E N E L POBLADO IBERICO D E S A N M I G U E L D E
SORBA, por Juan Serra y Vilaró. Madrid, 1922. Precio, 500 ptas.
45. E X C A V A C I O N E S E N L A S E R R E T A (ALCOY), por Camilo Visedo. Madrid,
1922. Precio, 400 ptas.
46. E X C A V A C I O N E S E N DIVERSOS L U G A R E S D E L A ISLA D E IBIZA, por
Carlos Román. Madrid, 1922. Precio, 400 ptas.
47. E X C A V A C I O N E S E N SENA, por Vicente Bordaviú. Madrid, 1922. Precio, 300
pesetas.
48. E X C A V A C I O N E S E N S A G U N T O , por Manuel González Simancas. Madrid,
1923. Precio, 500 ptas.
49. E X C A V A C I O N E S D E N U M A N C I A , por Ramón Mélida y Blas Taracena
Aguirre. Madrid, 1923. Precio, 300 ptas.
50. E X C A V A C I O N E S E N Y A C I M I E N T O S PALEOLITICOS D E LOS V A L L E S
D E L M A N Z A N A R E S Y D E L J A R A M A , por José Pérez de Barradas.
Madrid, 1923. Precio, 400 ptas.
51. E X C A V A C I O N E S E N E L A N F I T E A T R O D E I T A L I C A , por el conde de
Aguilar. Madrid, 1923. Precio, 300 ptas.
52. EXCAVACIONES Y EXPLORACIONES E N VIAS R O M A N A S , por Antonio
Blázquez y Angel Blázquez. Madrid, 1923. Precio, 300 ptas.
53. E X C A V A C I O N E S E N L A C U E V A D E L R E Y , E N V I L L A N U E V A (SAN-
TANDER), por Jesús Carballo. Madrid, 1923. Precio, 300 ptas.
54. E X C A V A C I O N E S E N M E D I N A A Z A H A R A , por Ricardo Velázquez Bosco.
Madrid, 1923. Precio, 600 ptas.
55. E X C A V A C I O N E S E N U N ' M O N U M E N T O CRISTIANO BIZANTINO D E
G A B I A L A G R A N D E (GRANADA), por Juan Cabré. Madrid, 1923.
Precio, 400 ptas.
56. E X C A V A C I O N E S E N E L M O N T E «LA SERRETA», C E R C A D E A L C O Y ,
por Casimiro Visedo. Madrid, 1923. Precio, 300 ptas.
57. E X C A V A C I O N E S E N E X T R A M U R O S D E C A D I Z , por Francisco Cervera.
Madrid, 1923. Precio, 400 ptas.
58. EXCAVACIONES E N IBIZA, por Carlos Román. Madrid, 1923. Precio, 300 ptas.
59. E X C A V A C I O N E S E N VIAS R O M A N A S : D E S E V I L L A A CORDOBA, POR
A N T E Q U E R A ; D E CORDOBA A C A S T U L O , POR EPORA; D E COR-
DOBA A C A S T U L O , POR E L CARPIO; D E P U E N T E L A H I G U E R A
A C A R T A G E N A , Y D E C A R T A G E N A A C A S T U L O , por Antonio
Blázquez y Delgado Aguilera y Antonio Blázquez Jiménez. Madrid, 1923.
Precio, 300 ptas.
60. E X C A V A C I O N E S E N YACIMIENTOS PALEOLITICOS D E L V A L L E D E L
M A N Z A N A R E S , por José Pérez de Barradas. Madrid, 1924. Precio, 300 ptas.
61. E X C A V A C I O N E S E N N U M A N C I A , por José Ramón Mélida, Manuel Aníbal
Alvarez, Santiago Gómez Santa Cruz y Blas Taracena. Madrid, 1924. Pre-
cio, 400 ptas.
62. E X C A V A C I O N E S E N E L M O N T E «SANTA TECLA», E N G A L I C I A , por
Ignacio Calvo y Sánchez. Madrid, 1924. Precio 300 ptas.
63. E X C A V A C I O N E S E N U N A ESTACION IBERICA, T E R M A S R O M A N A S
Y T A L L E R D E «TERRA SIGILLATA», E N SOLSONA (LERIDA), por
Juan Serra Vilaró. Madrid, 1924. Precio, 400 ptas.
64. E X C A V A C I O N E S E N Y A C I M I E N T O S PALEOLITICOS D E L V A L L E D E L
M A N Z A N A R E S (MADRID), por José Pérez de Barradas. Madrid, 1924.
Precio, 400 ptas.
65. E X C A V A C I O N E S E N E L C E R R O D E L B E R R U E C O , por P. César Moran.
Madrid, 1924. Precio, 300 ptas.
66. EXCAVACIONES E N EL CABEZO DEL CUERVO, TERMINO D E ALCA-
NIZ (TERUEL), por Pedro París y Vicente Bordaviú. Madrid, 1924. Precio,
300 ptas.
67. E X C A V A C I O N E S E N M E D I N A A Z A H A R A , por Rafael Jiménez, Rafael
Castejón, Félix Hernández Jiménez, Ezequiel Ruiz Martínez y Joaquín
María de Navascués. Madrid, 1924. Precio, 300 ptas.
68. E X C A V A C I O N E S E N L A ISLA D E IBIZA, por Carlos Román. Madrid, 1924.
Precio, 400 ptas.
69. EXCAVACIONES Y EXPLORACIONES E N VIAS R O M A N A S , por Antonio
Blázquez y Angel Blázquez. Madrid, 1925. Precio, 300 ptas.
70. E X C A V A C I O N E S E N E L A N F I T E A T R O D E I T A L I C A , por el conde de
Aguilar. Madrid, 1925. Precio, 300 ptas.
71. E X C A V A C I O N E S E N DIVERSOS SITIOS D E L A S PROVINCIAS D E SE-
G O V I A Y D E CORDOBA, por Manuel Aulló Costilla. Madrid, 1925.
Precio, 400 ptas.
72. E X C A V A C I O N E S E N E L CIRCO R O M A N O D E M E R I D A , por José Ra-
món Mélida, Madrid, 1925. Precio, 300 ptas.
73. E X C A V A C I O N E S E N A B E L L A (SOLSONA), por Juan Serra Vilaró. Madrid,
1925-1926. Precio, 400 ptas.
74. EXCAVACIONES E N LAS FORTIFICACIONES D E N U M A N C I A , por Gon-
zález Simancas. Madrid, 1926. Precio, 400 ptas.
75. E X C A V A C I O N E S E N L A PROVINCIA D E SORIA, por Blas Taracena.
Madrid, 1926. Precio, 500 ptas.
76. E X C A V A C I O N E S E N LOS E X T R A M U R O S D E C A D I Z , por Pelayo Quin-
tero. Madrid, 1926. Precio, 300 ptas.
77. E X C A V A C I O N E S E N E L S A N T U A R I O IBERICO D E N T R A . SRA. D E L A
L U Z , E N M U R C I A , por Cayetano de Mergelina. Madrid, 1926. Precio,
300 ptas.
78. EXCAVACIONES E N «MAS D E MENENTA» (ALCOY), por Fernando Ponsell.
Madrid, 1926. Precio, 300 ptas.
79. E X C A V A C I O N E S E N M O L A A L T A D E SERELLES (ALCOY), por Ernesto
Gatella. Madrid, 1926. Precio, 300 ptas.
80. E X C A V A C I O N E S E N IBIZA, Por Carlos Román. Madrid, 1926. Precio, 300
pesetas.
81. E X C A V A C I O N E S E N ITALICA, por el Conde de Aguilar. Madrid, 1926. Pre-
cio, 300 pesetas.
82. E X C A V A C I O N E S E N OCILIS (MEDINACELLI), por José Ramón Mélida.
Madrid, 1926. Precio, 300 ptas.
83. E X C A V A C I O N E S E N SOLSONA, por Juan Serra Vilaró. Madrid, 1926.
Precio, 300 ptas.
84. E X C A V A C I O N E S E N E X T R A M U R O S D E C A D I Z , por Pelayo Quintero.
Madrid, 1926. Precio, 300 ptas.
85. E X C A V A C I O N E S E N M E D I N A A Z A H A R A , por Rafael Jiménez Amigo,
Ezequiel Ruiz Martínez, Rafael Castejón y Félix Hernández Jiménez. Ma-
drid, 1926. Precio, 500 ptas.
86. E X C A V A C I O N E S E N L A S PROVINCIAS D E SORIA Y LOGROÑO, por
Blas Taracena Aguirre. Madrid, 1927. Precio, 500 ptas.
87. E X C A V A C I O N E S Y E X P L O R A C I O N E S E N E L C E R R O D E L CASTILLO
D E SORIA, por Manuel González Simancas. Madrid, 1927. Precio, 300 ptas.
88. E X C A V A C I O N E S E N L A NECROPOLIS ROMANO-CRISTIANA D E T A -
R R A G O N A , por Juan Serra Vilaró. Agotado. Madrid, 1927.
89. E X C A V A C I O N E S E N L A S MESAS D E V I L L A R R E A L , E L C H O R R O (MA-
L A G A ) , por C. de Mergelina. Madrid, 1927. Precio, 500 ptas.
90. E X C A V A C I O N E S E N M O N T E A L E B R E (DOMAYO), por Antonio Losada.
Madrid, 1927. Precio, 300 ptas.
91. EXCAVACIONES E N IBIZA, por Carlos Román. Madrid, 1927. Precio, 300 ptas.
92. E X C A V A C I O N E S E N S A G U N T O , por Manuel González Simancas. Madrid,
1927. Precio, 500 ptas.
93. E X C A V A C I O N E S E N L A NECROPOLIS ROMANO-CRISTIANA D E T A -
R R A G O N A , por Juan Serra Vilaró. Agotado. Madrid, 1928.
94. E X C A V A C I O N E S E N M O L A A L T A D E SERELLES (ALCOY), por Ernesto
Botella. Precio, 300 ptas.
95. E X C A V A C I O N E S E N E X T R A M U R O S D E C A D I Z , por Pelayo Quintero.
Madrid, 1928. Precio, 300 ptas.
96. E X C A V A C I O N E S E N E L CIRCO R O M A N O D E TOLEDO, por Manuel Cas-
taños Montijano, Ismael del Pan Fernández, Pedro Román Martínez y
Alfonso Rey Pastor. Madrid, 1928. Precio, 300 ptas.
97. E X C A V A C I O N E S E N E L C E R R O D E L TRIGO, T E R M I N O D E A Y A -
M O N T E (HUELVA), por Jorge Bonsor. Madrid, 1928. Precio, 300 ptas.
98. E X C A V A C I O N E S D E M E R I D A , por José Ramón Mélida y Maximiliano Ma-
clas. Madrid, 1929. Precio, 400 ptas.
99. E X C A V A C I O N E S E N C A D I Z , por Pelayo Quintero. Madrid, 1929. Precio,
300 ptas.
100. E X C A V A C I O N E S E N T O R R E M A N Z A N A S (ALICANTE), por José Belda
Domínguez. Madrid, 1929. Precio, 350 ptas.
101. E X C A V A C I O N E S E N E L ROQUIZAL D E L R U L L O , T E R M I N O D E F A -
B A R A (ZARAGOZA), por Lorenzo Pérez Temprano. Madrid, 1929. Pre-
cio, 400 ptas.
102. E X C A V A C I O N E S E N C A R T A G E N A , por Manuel González Simancas. Ma-
drid, 1929. Precio, 300 ptas.
103. E X C A V A C I O N E S E N L A S PROVINCIAS D E SORIA Y LOGROÑO, por
Blas Taracena Aguirre. Madrid, 1929. Precio, 400 ptas.
104. E X C A V A C I O N E S E N L A NECROPOLIS ROMANO-CRISTIANA D E TA-
R R A G O N A , por Juan Serra Vilaró. Agotado. Madrid, 1929.
105. E X C A V A C I O N E S E N L A NECROPOLIS CELTIBERICA D E L A L T I L L O
D E CERROPOZO (ATIENZA, G U A D A L A J A R A ) , por Juan Cabré, con la
cooperación de Justo Juberías. Madrid, 1930. Precio, 500 ptas.
106. E X C A V A C I O N E S E N L A COLONIA D E S A N PEDRO D E A L C A N T A R A
( M A L A G A ) , por José Pérez de Barradas. Madrid, 1930. Precio, 400 ptas.
107. E X C A V A C I O N E S E N L A NECROPOLIS D E L M O L A R , por J. J. Sennent
Ibáñez. Madrid, 1930. Precio, 400 ptas.
108. E X C A V A C I O N E S E N E L C A M I N O D E L MESTE, P R O X I M O A L P U E N T E
D E L A R R O Y O D E PEDROCHES (EXTRAMUROS D E CORDOBA), por
Enrique Romero de Torres. Madrid, 1930. Precio, 350 ptas.
109. E X C A V A C I O N E S E N E L CIRCO R O M A N O D E TOLEDO, por Francisco
de B. San Román, Ismael del Pan Fernández, Pedro Román Martínez y
Alfonso Rey Pastor. Madrid, 1930. Precio, 300 ptas.
110. E X C A V A C I O N E S E N L A COGOTAS (CARDEÑOSA, AVILA), por Juan
Cabré Aguiló. Agotado. Madrid, 1930.
111. E X C A V A C I O N E S E N L A NECROPOLIS ROMANO-CRISTIANA D E
T A R R A G O N A , por Juan Serra Vilaró. Madrid, 1930. Precio, 400 ptas.
112. E X C A V A C I O N E S E N T O R R E M A N Z A N A S (ALICANTE), por José Belda
Domínguez. Madrid, 1931. Precio, 500 ptas.
113. E X C A V A C I O N E S E N LOS D O L M E N E S D E S A L A M A N C A , Por César Mo-
ran. Madrid, 1931. Precio, 600 ptas.
114. E X C A V A C I O N E S E N L A NECROPOLIS VISIGODA D E D A G A N Z O D E
A R R I B A (MADRID), por Saturio Fernández Godín y José Pérez de Barra-
das. Madrid, 1931. Precio, 400 ptas.
115. E X C A V A C I O N E S E N L A C I T A N I A D E TROÑA (PUENTEAREAS, PON-
T E V E D R A ) , por Luis Pericot García y Florentino López Cuevillas. Madrid,
1931. Precio, 400 ptas.
116. E X C A V A C I O N E S E N L A NECROPOLIS ROMANO-CRISTIANA D E
T A R R A G O N A , por Juan Serra Vilaró. Madrid, 1932. Precio, 1.000 ptas.
117. E X C A V A C I O N E S E N C A D I Z , por Pelayo Quintero Atauri. Madrid, 1932.
Precio, 500 ptas.
118. E X C A V A C I O N E S E N E L T E A T R O R O M A N O D E M E R I D A , por José
Ramón Mélida y Maximiliano Macías. Madrid, 1932. Precio, 400 ptas.
119. E X C A V A C I O N E S E N L A PROVINCIA D E SORIA, por Blas Taracena Agui-
rre, Madrid, 1932, Precio, 600 ptas.
120. E X C A V A C I O N E S E N L A S COGOTAS (CARDEÑOSA, A V I L A ) , por Juan
Cabré Aguiló. Madrid, 1932. Precio, 1.500 ptas.
121. EXCAVACIONES E N E L CABEZO D E CASCARUJO, TERMINO D E AL-
CAÑIZ (TERUEL), por Adrián Bruhl. Madrid, 1932. Precio, 400 ptas.
122. E X C A V A C I O N E S E N C A D I Z , por Pelayo Quintero Atauri. Madrid, 1933.
Precio, 400 ptas.
123. E X C A V A C I O N E S E N E L P E N D O (SANTANDER), por Carballo y Larín.
Madrid, 1933. Precio, 600 ptas.
125. E X C A V A C I O N E S E N L A NECROPOLIS VISIGODA D E H E R R E R A D E
PISUERGA, Por Julio Martínez Santaolalla. Agotado. Madrid, 1933.
126. E X C A V A C I O N E S E N L A A L B U F E R A D E A L I C A N T E (ANTIGUA L U -
C E N T U M ) , por José Lafuente Vidal. Madrid, 1934. Precio, 1.200 ptas.
127. E X C A V A C I O N E S E N ITALICA, por Andrés Parladé. Madrid, 1934. Precio,
600 ptas.
128. E X C A V A C I O N E S E N L A NECROPOLIS D E V E G A D E L M A R (SAN
P E D R O D E A L C A N T A R A , M A L A G A ) , por José Pérez de Barradas. Ma-
drid, 1934. Precio, 400 ptas.
129. E X C A V A C I O N E S E N C A D I Z , por Pelayo Quintero Atauri. Madrid, 1934.
Precio, 400 ptas.
130. EXCAVACIONES E N OCAÑA, por Manuel González Simancas. Madrid, 1934.
Precio, 400 ptas.
131. E X C A V A C I O N E S E N P O L L E N T I A , por Juan Llabrés Sernal y Rafael Isasi
Ransome. Madrid, 1934. Precio, 500 ptas.
132. E X C A V A C I O N E S E N L A ISLA D E L C A M P E L L O , por Francisco Figueras
Pacheco. Madrid, 1934. Precio, 400 ptas.
133. E X C A V A C I O N E S E N L A NECROPOLIS ROMANO-CRISTIANA D E T A -
R R A G O N A , por Juan Serra Vilaró. Madrid, 1935. Precio, 1.000 ptas.
134. E X C A V A C I O N E S E N C A D I Z , por Pelayo Quintero Atauri. Madrid, 1935.
Precio, 300 ptas.
135. E X C A V A C I O N E S E N LOS D O L M E N E S D E S A L A M A N C A , por César Mo-
ran. Madrid, 1935. Precio, 300 ptas.
136. E X C A V A C I O N E S E N L A C U E V A R E M I G I A (CASTELLON), por Juan B.
Pocar, Hugo Obermaier y Henri Breuil. Madrid, 1935. Precio, 1.500 ptas.
INFORMES Y MEMORIAS DE L A COMISARIA
GENERAL DE EXCAVACIONES ARQUEOLOGICAS
La anterior Junta Superior de Excavaciones y Antigüedades quedó reorganizada
en 1940 en la Comisaría General de Excavaciones Arqueológicas, que continuó sus
publicaciones con la serie siguiente (1942-1956).
1. M E M O R I A SOBRE L A SITUACION A R Q U E O L O G I C A D E L A PROVIN-
a
CIA D E C A D I Z E N 1940, por César Pemán. 1942. 2. edición. Precio,
300 ptas.
2. E L TESORO PREHISTORICO D E C A L D A S D E R E Y E S (PONTEVEDRA),
por Fermín Boúza Brey, 1942. Precio, 300 ptas. Agotado.
3. M E M O R I A D E LOS TRABAJOS R E A L I Z A D O S POR L A COMISARIA
PROVINCIAL DE EXCAVACIONES ARQUEOLOGICAS DE ALBA-
C E T E E N 1941, por Joaquín Sánchez Jiménez, 1943. Precio, 300 ptas.
4. L A S E X C A V A C I O N E S D E L P L A N N A C I O N A L E N LOS BAÑALES D E
S A D A B A (ZARAGOZA), por José Galia Sarañana, 1944. Precio, 300 ptas.
5. E X C A V A C I O N E S A R Q U E O L O G I C A S E N M O N T E BERNORIO (PALEN-
CIA), P R I M E R A CAMPAÑA 1943, por Julián San Valero Aparisi. 1944.
Precio, 250 ptas.
6. L A C A V E R N A PREHISTORICA D E «EL CUETU», LLEDIAS (ASTURIAS),
Y SUS PINTURAS RUPESTRES, por Juan Uría Riu, 1944. Precio, 250 ptas.
7. E L CASTRO D E Y E C L A , E N SANTO D O M I N G O D E SILOS (BURGOS),
por Saturio González Salas, 1945. Precio, 250 ptas.
8. E X C A V A C I O N E S DEL P L A N N A C I O N A L E N M E D I N A A Z A H A R A (COR-
DOBA), CAMPAÑA D E 1943, por Rafael Castellón y Martínez de Arizala,
1945. Precio, 300 ptas. Agotado.
9. E L TESORO P R E I M P E R I A L D E P L A T A D E DRIVES ( G U A D A L A J A R A ) ,
por Julián San Valero Aparisi, 1945. Precio, 500 ptas.
10. E L TESORILLO VISIGODO D E TRIENTES D E L A S E X C A V A C I O N E S
D E L P L A N N A C I O N A L D E 1944-1945, E N ZORITA D E LOS C A N E S
( G U A D A L A J A R A ) , por Juan Cabré Aguiló. 1946. Precio, 500 ptas.
11. EXCAVACIONES ARQUEOLOGICAS E N G R A N C A N A R I A DEL P L A N
N A C I O N A L D E 1942, 1943 y 1944, por Sebastián Jiménez Sánchez. 1946.
Precio, 500 ptas.
12. M E M O R I A ARQUEOLOGICA D E L A PROVINCIA D E M A L A G A HASTA
1946. por Simeón Jiménez Reina. 1946. Precio, 1.000 ptas.
13. P R I M E R A CAMPAÑA D E E X C A V A C I O N E S E N E L C A B E Z O D E L TIO
PIO (ARCHENA), por Julián San Valero Aparisi y Domingo Fletcher Valls.
1947. Precio, 500 ptas.
14. E X C A V A C I O N E S A R Q U E O L O G I C A S E N T E N E R I F E (CANARIAS), por
Juan Alvarez Delgado y Luis Diego Cuscoy. 1947. Precio, 1.000 ptas.
15. E X C A V A C I O N E S Y TRABAJOS ARQUEOLOGICOS E N L A PROVINCIA
D E A L B A C E T E , D E 1942 A 1946, por Joaquín Sánchez Jiménez. 1947.
Agotado.
16. E X C A V A C I O N E S E N L A C I U D A D D E L B R O N C E , II M E D I T E R R A N E O
D E L A BASTIDA, D E T O T A N A (MURCIA), por Julio Martínez Santa-
olalla, Bernardo Sáez Martín, Carlos F. Ponsac, José A . Soprano Salto y
Eduardo del Val Caturia. 1947. Precio, 1.000 ptas.
17. L A S PINTURAS RUPESTRES D E L A C U E V A D E L P O L V O R I N (PUEBLO
D E B E N I F A Z A , PROVINCIA D E CASTELLON), por Salvador Vilaseca,
1948. Precio, 500 ptas.
18. E X C A V A C I O N E S E N S A N T A M A R I A D E E G A R A (TARRASA), por José
de C. Serra-Rafols y Epifanio de Fortuny, Barón de Esponellá. 1949. Pre-
cio, 500 ptas.
19. S E G U N D A CAMPAÑA D E L P L A N N A C I O N A L E N LOS BAÑALES (ZA-
R A G O Z A ) , por José Galiay Sarañana. 1949. Precio, 250 ptas.
20. E X C A V A C I O N E S D E L P L A N N A C I O N A L E N E L C A S T E L L E T D E BA-
ÑOLAS, D E TIVISA (TARRAGONA), por Salvador Vilaseca Anguera,
José de C. Serra-Rafols y Luis Brull Cedo. 1949. Precio, 500 ptas.
21. E X C A V A C I O N E S E N E L S A N T U A R I O IBERICO D E L C I G A R R E L E J O
(MULA, M U R C I A ) , por Emeterio Cuadrado Díaz. 1950. Precio, 1.000 ptas.
22. E X C A V A C I O N E S D E A S T A R E G I A (MESAS D E A S T A , JEREZ), C A M -
PAÑA D E 1945-1946, por Manuel Esteve Guerrero, 1950. Agotado.
23. E X C A V A C I O N E S A R Q U E O L O G I C A S E N E L C A S T R O Y SU NECRO-
POLIS D E M E I R A S (LA CORUÑA), por José María Luengo y Martínez,
1950. Precio, 600 ptas.
24. A C T A S D E L A I A S A M B L E A N A C I O N A L D E COMISAROS D E E X C A -
V A C I O N E S A R Q U E O L O G I C A S , 1950. 1951. Precio, 500 ptas.
25. L A NECROPOLIS D E VILLARICOS, por Mirian Astruc. 1951. Precio, 1.000
pesetas. Agotado.
26. LOS SEPULCROS MEGALITICOS D E H U E L V A . E X C A V A C I O N E S A R -
QUEOLOGICAS D E L P L A N N A C I O N A L 1946, por Carlos Cerdán Már-
quez, Georg Leisner y Vera Leisner, 1952. Precio, 1.200 ptas.
27. L A L A B O R D E L A COMISARIA P R O V I N C I A L D E E X C A V A C I O N E S
A R Q U E O L O G I C A S D E G E R O N A D U R A N T E LOS AÑOS 1942 A 1948,
por Luis Pericot y García, con la colaboración de J. M . Corominas Planelles,
M . Oliva Prat, etc. 1952. Precio, 1.200 ptas.
28. N U E V A S EXCAVACIONES ARQUEOLOGICAS E N LAS CANARIAS
OCCIDENTALES. YACIMIENTOS E N TENERIFE Y L A G O M E R A
(1947-1951), por Luis Diego Cuscoy, 1953. Precio, 1.200 ptas.
29. A C T A S D E L A II A S A M B L E A N A C I O N A L D E COMISARIOS D E E X C A -
V A C I O N E S A R Q U E O L O G I C A S , 1951-1954. Agotado.
30. L A L A B O R D E L A COMISARIA P R O V I N C I A L D E E X C A V A C I O N E S
A R Q U E O L O G I C A S D E G E R O N A D U R A N T E LOS AÑOS 1952-1953,
por Miguel Oliva Prat. Precio, 500 ptas.
31. MEMORIA DE LAS EXCAVACIONES DEL P L A N NACIONAL REALI-
Z A D A S E N CORDOBA (1948-1950), por Samuel de los Santos Gener, 1955.
Agotado.
32. VIII R E U N I O N D E L A COMISARIA P R O V I N C I A L D E E X C A V A C I O N E S
ARQUEOLOGICAS DE BARCELONA, C E L E B R A D A E N B A D A L O N A
E L 23 D E O C T U B R E D E 1955. 1956. Agotado.
Pedidos: Biblioteca del Museo Arqueológico Nacional
Serrano, 13
Madrid-1

ACTA ARQUEOLOGICA HISPANICA


La Comisaría General de Excavaciones Arqueológicas también publicó la serie «Ac-
ta Arqueológica Hispánica» (1943-1950), que se continuará próximamente.
I.—EL P O B L A D O Y L A NECROPOLIS PREHISTORICOS D E L A M O L A
(TARRAGONA), por Salvador Vilaseca. Precio, 1.000 ptas.
II. — E L S A H A R A ESPAÑOL A N T E I S L A M I C O (ALGUNOS RESULTADOS D E
L A P R I M E R A E X P E D I C I O N P A L E T N O L O G I C A A L S A H A R A . JULIO-
SEPTIEMBRE 1943), por Julio Martínez Santaolalla. Precio, 2.000 ptas.
III. — E X C A V A C I O N E S E N A S T A R E G I A (MESAS D E A S T A , JEREZ), por Ma-
nuel Esteve Guerrero. Campaña de 1942-1943. Precio, 2.000 ptas.
IV. — L A NECROPOLIS VISIGODA D E D U R A T O N (SEGOVIA). E X C A V A -
CIONES D E L P L A N N A C I O N A L D E 1942 Y 1943, por Antonio Molinero
Pérez. Precio, 2.500 pesetas.
V . - E L CASTRO Y L A S NECROPOLIS D E L H I E R R O CELTICO D E C H A -
M A R T I N D E L A SIERRA (AVILA), por Juan Cabré Aguiló, Encarnación
Cabré de Moran y Antonio Molinero Pérez. Precio, 3.500 ptas.
VI. — E X C A V A C I O N E S E N L A NECROPOLIS D E «EL BARRANQUETE» (AL-
MERIA), por María Josefa Almagro Gorbea. Precio, 2.000 ptas.
V I L — E X C A V A C I O N E S E N L A V I L L A R O M A N A D E L A O L M E D A , por Pedro
de Palol y Javier Cortés. Precio, 2.000 ptas.
VIH.—CASTULO I, por José María Blázquez, p. 344. Lám. L X X X I I I . Madrid, 1975.
Precio, 2.000 ptas.
EXCAVACIONES ARQUEOLOGICAS E N ESPAÑA
A partir de 1962 el Servicio Nacional de Excavaciones Arqueológicas sustituyó a
la anterior Comisaría General de Excavaciones Arqueológicas, publicando la nueva
serie con el título «Excavaciones Arqueológicas en España». Esta serie se publica
actualmente por la Subdirección General de Arqueología.

1. L A N C I A , por Francisco Jordá Cerda. Precio, 200 ptas.


2. H E R R E R A D E PISUERGA, por A . García Bellido, A . Fernández de Aviles,
Alberto Balil y Marcelo Vigil. Precio, 350 ptas.
3. M E G A L I T O S D E E X T R E M A D U R A , por Martín Almagro Basch. Precio, 200
pesetas.
4. M E G A L I T O S D E E X T R E M A D U R A (11), por Martín Almagro Basch. Precio,
200 ptas.
5. TOSSAL D E L M O R O , Por Juan Maluquer de Motes. Precio, 200 ptas.
6. A T Z B I T A R T E , por José Miguel de Barandiarán. Precio, 200 ptas.
7. S A N T I M A M I N E , por José Miguel de Barandiarán. Precio, 100 ptas.
8. L A A L C U D I A , por Alejandro Ramos Folques. Precio, 150 ptas.
9. A M P U R I A S , por Martín Almagro Basch. Agotado.
10. T O R R A L B A , por F . C. Howel, W. Butzer y E. Aguirre. Precio, 100 ptas.
11. L A NECROPOLIS D E MERIDA, por Antonio García y Bellido. Precio, 150 ptas.
12. C E R R O D E L R E A L (GALERA), por Manuel Pellicer y Wilhelm Schüle. Pre-
cio, 200 ptas.
13. LAS FORTIFICACIONES D E L MONTGO, C E R C A D E DENLA (ALICANTE),
por Hermanfrid Schubart, Domingo Fletcher Valls y José Oliver y de Cár-
denas. Precio, 200 ptas.
14. NECROPOLIS Y C U E V A S ARTIFICIALES D E S'ON S U N Y E R ( P A L M A
D E M A L L O R C A ) , por Guillermo Roselló Bordoy. Precio, 200 ptas.
15. E X C A V A C I O N E S E N «ES VLNCLE VELL» (PALMA D E MALLORCA), por
Guillermo Roselló Bordoy. Precio, 200 ptas.
16. E S T R A T I G R A F I A PREHISTORICA D E L A C U E V A D E N E R J A , por Ma-
nuel Pellicer Catalán. Precio, 300 ptas.
17. E X C A V A C I O N E S E N L A NECROPOLIS P U N I C A «LAURITA», D E L
C E R R O D E S A N CRISTOBAL (ALMUÑECAR, G R A N A D A ) , por Ma-
nuel Pellicer Catalán. Precio, 400 ptas.
18. I N F O R M E P R E L I M I N A R SOBRE LOS TRABAJOS R E A L I Z A D O S E N
C E N T C E L L E S , por Helmut Schlunk y Theodor Hauschild. Precio, 500 ptas.
19. L A V I L L A Y E L MAUSOLEO ROMANOS D E SADABA, por Antonio García
y Bellido. Precio, 150 ptas.
20. E X C A V A C I O N E S E N SEPULCROS M E G A L I T I C O S D E V A L D O S E R A
(QUEROL, T A R R A G O N A ) , por Juan Maluquer de Motes, P. Giro y J. M .
Masachs. Precio, 150 ptas.
21. C U E V A D E LAS C H I M E N E A S , por Joaquín González Echegaray. Precio, 400
pesetas.
22. E L C A S T E L L A R ( V I L L A J I M E N A , PALENCIA), por M . A . Guinea. P. Joa-
quín González Echegaray y Benito Madariaga de la Campa. Precio, 300 ptas.
23. U N A C U E V A S E P U L C R A L D E L B A R R A N C O D E L A G U A D E DIOS,
E N T E G U E S T E (TENERIFE), por Luis Diego Cuscoy. Precio, 200 ptas.
24. L A NECROPOLIS D E «SON REAL» Y L A «ILLA DELS PORROS», por
Miguel Tarradell. Precio, 200 ptas.
25. POBLADO IBERICO D E E L M A C A L O N (ALBACETE), por M . A . García
Guinea y J. A . San Miguel Ruiz. Precio, 250 ptas.
26. C U E V A D E L A C H O R A (SANTANDER), por P. J. González Echegaray,
doctor M . A . García Guinea, A . Begines Ramírez (Estudio Arqueológico); y
B. Madariaga de la Campa (Estudio Paleontológico). Precio, 300 ptas.
27. E X C A V A C I O N E S E N L A PALAIAPOLIS D E A M P U R I A S , por Martín A l -
magro. Precio, 800 ptas.
28. P O B L A D O P R E R R O M A N O D E S A N M I G U E L V A L R O M A N E S (MON-
TORNES, BARCELONA), por E. Ripoll Perelló, J. Barbera Farras y L. Mon-
real Agustí. Precio, 200 ptas.
29. F U E N T E S T A M A R I C A S , V E L I L L A D E L RIO C A R R I O N (PALENCIA),
por Antonio García Bellido y Augusto Fernández de Aviles. Precio, 250 ptas.
30. E L P O B L A D O IBERICO D E ILDURO, por Mariano Ribas Bertrán. Precio,
200 ptas.
31. LAS G A N D A R A S D E BUDIÑO (PORRINO, P O N T E V E D R A ) , por Emiliano
Aguirre. Precio, 300 ptas.
32. E X C A V A C I O N E S E N L A NECROPOLIS D E S A N J U A N D E BAÑOS
(PALENCIA), por Pedro de Palol. Precio, 350 ptas.
33. E X C A V A C I O N E S E N L A V I L L A R O M A N A D E L «CERCADO D E S A N
ISIDRO» (DUEÑAS, P A L E N C I A ) , por el Rvdo. D. Ramón Revilla Vielva,
limo. Sr. D. Pedro de Palol Salellas y D. Antonio Cuadros Salas. Precio,
350 ptas.
34. C A P A R R A (CACERES), por J. M . Blázquez. Precio, 350 ptas.
35. E X C A V A C I O N E S E N E L CONJUNTO T A L A Y O T I C O D E SON OMS (PAL-
M A D E M A L L O R C A , ISLA D E M A L L O R C A ) , por Guillermo Rosselló
Bordoy. Precio, 300 ptas.
36. E L TESORO D E V I L L E N A , por José María Soler García. Precio, 600 ptas.
37. TRES C U E V A S S E P U L C R A L E S G U A N C H E S (TENERIFE), por Luis Diego
Cuscoy. Precio, 350 ptas.
38. L A C A N T E R A D E LOS ESQUELETOS (TORTUERO, G U A D A L A J A R A ) ,
por Emeterio Cuadrado, Miguel Fuste y Ramón Justé, S. J. Precio, 200 ptas.
39. E L C O M P L E J O ARQUEOLOGICO D E T A U R O A L T O (EN M O G A N , ISLA
D E G R A N C A N A R I A ) , por Sebastián Jiménez Sánchez. Precio, 200 ptas.
40. POBLADO D E PUIG C A S T E L L A R (SAN V I C E N T E DELS HORTE, BAR-
CELONA), por E . Ripoll Perelló, J. Barbera Farras y M . Llongueras. Precio,
200 ptas.
41. L A NECROPOLIS CELTIBERICA D E L A S M A D R I G U E R A S (CARRASCO-
SA D E L C A M P O , CUENCA), por Martín Almagro Gorbea. Precio, 350 ptas.
42. L A E R E T A D E L P E D R E G A L ( N A V A R R E S , V A L E N C I A ) , por Domingo
Fletcher Valls, Enrique Pía Ballester y Enrique Llobregat Conesa. Precio,
200 ptas.
43. E X C A V A C I O N E S E N SEGOBRIGA, por Elena Losada Gómez y Rosa Do-
noso Guerrero. Precio, 350 ptas.
44. M O N T E BERNORIO (AGUILAR D E C A M P O O , P A L E N C I A ) , por Julián
San Valero Aparisi. Precio, 250 ptas.
45. M E R I D A : L A G R A N NECROPOLIS R O M A N A D E L A SALIDA D E L
P U E N T E (Memoria segunda y última), por Antonio García y Bellido.
Precio, 150 ptas.
46. E L C E R R O D E L A V I R G E N , por Wilhelm Schüle y Manuel Pellicer. Pre-
cio, 350 ptas.
47. L A V I L L A R O M A N A D E L A T O R R E L L A U D E R D E M A T A R O , por Ma-
riano Ribas Beltrán. Precio, 300 ptas.
48. S1LLOT, por Guillermo Rosselló Bordoy y Orto Hermann Frey. Precio, 300 ptas.
49. L A S CASAS R O M A N A S D E L A N F I T E A T R O D E M E R I D A , por Eugenio
García Sandoval. Precio, 600 ptas.
50. MEMORIA D E L A EXCAVACION D E L A MEZQUITA MEDINAT AL-
Z A H R A , por Basilio Pavón Maldonado. Precio, 750 ptas.
51. E X C A V A C I O N E S E N E L C I R C U L O F U N E R A R I O D E «SON B A U L O D E
DALT» (SANTA M A R G A R I T A , ISLA D E M A L L O R C A ) , por Guillermo
Rosselló Bordoy. Precio, 200 ptas.
52. EXCAVACIONES E N E L CERRO D E L R E A L (GALERA, GRANADA),
por Manuel Pellicer y Wilhelm Schüle. Precio, 200 ptas.
53. C U E V A D E L OTERO, por P. J. González Echegaray, doctor M . A . García
Guinea y A . Begines Ramírez. Precio, 350 ptas.
54. C A P A R R A II (CACERES), por J. M . Blázquez. Precio, 350 ptas.
55. CERRO D E LOS SANTOS (MONTEALEGRE D E L CASTILLO, ALBACETE),
por A . Fernández de Aviles. Precio, 400 ptas.
56. E X C A V A C I O N E S ARQUEOLOGICAS E N IBIZA, por María José Almagro
Gorbea. Precio, 300 ptas.
57. E X C A V A C I O N E S E N N I E B L A (HUELVA), por Juan Pedro Garrido Roiz y
Elena María Orta García. Precio, 300 ptas.
58. C A R T E I A , por Daniel E. Woods, Francisco Collantes de Terán y Concep-
ción Fernández Chicharro. Precio, 600 ptas.
59. L A NECROPOLIS D E «ROQUES D E S A N FORMATGE» (EN SEROS,
LERIDA), por Rodrigo Pita Mercé y Luis Diez-Coronel y Montull. Precio,
350 ptas.
60. E X C A V A C I O N E S E N L A NECROPOLIS CELTIBERICA D E RIBAS D E
SAELICES, por Emeterio Cuadrado. Precio, 350 ptas.
61. E X C A V A C I O N E S E N M O N T E C I L D A (OLLEROS D E PISUERGA, P A -
LENCIA), por M . A . Garcia Guinea, J. González Echegaray y J. A . San
Miguel Ruiz. Precio, 600 ptas.
62. O T R A C U E V A A R T I F I C I A L E N L A NECROPOLIS «MARROQUIES A L -
a
TOS», D E J A E N ( C U E V A IV), por M . Rosario Lucas Pellicer. Precio,
250 ptas.
63. E X C A V A C I O N E S E N H U E L V A , E L C A B E Z O D E L A E S P E R A N Z A , por
Juan Pedro Garrido Roiz. Precio, 250 ptas.
64. A V A N C E A L ESTUDIO D E L A S C U E V A S PALEOLITICAS D E L A H O Z
Y LOS C A S A R E S ( G U A D A L A J A R A ) , por Antonio Beltrán Martínez e
Ignacio Barandiarán Maestu. Precio, 300 ptas.
65. E X C A V A C I O N E S E N L A «TORRE D E PILATOS» (TARRAGONA), por
Alberto Balil. Precio, 400 ptas.
66. TOSCANOS, por Hermanfrid Schubert, Hans Georg Niemeyer y Manuel Pelli-
cer Catalán. Precio, 900 ptas.
67. C A P R A III, por J. M . Blázquez. Precio, 400 ptas.
68. E L TESORO Y LAS PRIMERAS EXCAVACIONES E N «EL CARAMBOLO»,
por J. de M . Carriazo. Precio, 500 ptas.
69. E L TESORO Y LAS PRIMERAS EXCAVACIONES D E EBORA, por J. de M .
Carriazo. Precio, 350 ptas.
70. ALCONETAR, E N L A VIA ROMANA DE L A PLATA. GARROVILLAS
(CACERES), por L. Caballero Zoreda. Precio, 700 ptas.
71. E X C A V A C I O N E S E N L A NECROPOLIS D E «LA JOYA», H U E L V A , por
J. P. Garrido Roiz. Precio, 600 ptas.
72. APORTACIONES D E L A S E X C A V A C I O N E S Y H A L L A Z G O S C A S U A L E S
(1941-1959) A L M U S E O ARQUEOLOGICO D E SEGOVIA, por Antonio
Molinero Pérez. Precio, 1.000 ptas.
73. E L P O B L A D O D E A L M A L L U T X (ESCORCA, BALEARES), por Manuel
Fernández Miranda, Bartolomé Enseñat y Catalina Enseñat. Precio, 500 ptas.
74. E X C A V A C I O N E S ALTOMEDEEVALES E N L A S PROVINCIAS D E SORIA,
LOGROÑO Y BURGOS, por Alberto del Castillo. Precio, 500 ptas.
75. P O L L E N T I A : I. E X C A V A C I O N E S E N SA P O R T E L L A , A L C U D I A (MA-
L L O R C A ) , por Antonio Arribas, Miguel Tarradell y Daniel E . Woods.
Precio, 750 ptas.
76. L A C U E V A D E LOS C A S A R E S (EN RIBA D E SAELICES, G U A D A L A -
JARA), por Ignacio Barandiarán. Precio, 750 ptas.
77. S E G U N D A CAMPAÑA D E E X C A V A C I O N E S E N «LA C U E V A D E LOS
MURCIELAGOS» (ZUHEROS, CORDOBA), por Ana María Vivent Zara-
goza y Ana María Muñoz Amilibia. Precio, 750 ptas.
78. EXCAVACIONES E N ITALICA, ESTRATIGRAFIA E N E L PAJAR D E
A R T I L L O (Campaña 1970), por J. M . Luzón Nogué. Precio, 750 ptas.
79. E X C A V A C I O N E S D E L A C A S A D E V E L A Z Q U E Z E N BELO (BOLONIA,
CADIZ), CAMPAÑAS 1966 A 1971, por C. Domergue, G . Nicolini, D. No-
ny, A . Bourgeois, F . Mayet y J. C. Richard. Precio, 750 ptas.
80. L A NECROPOLIS T A R D O R R O M A N A D E FUENTESPREADAS (ZAMORA),
U N A S E N T A M I E N T O E N E L V A L L E D E L D U E R O , por L . Caballero
Zoreda, con un apéndice redactado por Tito Várela. Precio, 750 ptas.
81. E X C A V A C I O N E S E N E L POBLADO D E L A E D A D D E L BRONCE «CERRO
D E L A ENCINA», M O N A C H I L (GRANADA), por A . Arribas Palau.
Precio, 750 ptas.
82. E X C A V A C I O N E S E N M O N T E C I L D A (OLLEROS D E PISUERGA, P A -
LENCIA), por M . A . García Guinea, J. M . Iglesias G i l y P. Caloca. Pre-
cio, 750 ptas.
83. LOS C A M P O S D E T U M U L O S D E P A J A R O N C I L L O S , por M . Almagro
Gorbea. Precio, 750 ptas.
84. L A NECROPOLIS HISPANO-VISIGODA D E SEGOBRIGA, SAELICES
(CUENCA), por M . Almagro Basch. Precio, 750 ptas.
85. A B D E R A . E X C A V A C I O N E S E N E L C E R R O D E MONTECRISTO (ADRA,
A L M E R I A ) , por M . Fernández-Miranda Fernández y L . Caballero Zoreda.
Precio, 750 ptas.
86. E X C A V A C I O N E S E N E L P O B L A D O D E L A C U E S T A D E L N E G R O (PU-
R U L L E N A , G R A N A D A ) , por F . Molina González y E . Pareja López. Pre-
cio, 750 ptas.
87. L A NECROPOLIS VISIGODA D E L L U G A R L A V A R E L L A - C A S T E L L A R
(CODO, Z A R A G O Z A ) , por José Luis Argente Oliver. Precio, 400 ptas.
88. E X C A V A C I O N E S E N E L POBLADO M E D I E V A L D E CAULERS (CALDES
D E M A L A V E L L A , G E R O N A ) , por Manuel Riu. Precio, 400 ptas.
89. L A BASILICA P A L E O C R I S T I A N A D E C A S A H E R R E R A E N L A S CER-
C A N I A S D E M E R I D A (BADAJOZ), por Luis Caballero Zoreda y Thilo
Ulbert. Precio, 750 ptas.
90. T R A Y A M A R (Los hipogeos fenicios y el asentamiento en la desembocadura
del río Algarrobo), por Hermanfrid Schubart y Hans Georg Niemeyer.
Precio, 1.200 ptas.
91. E X C A V A C I O N E S E N L A A L C U D I A D E E L C H E , por Alejandro Ramos Fol-
ques y Rafael Ramos Fernández. Precio, 750 ptas.
92. E L Y A C I M I E N T O IBERICO D E L A L T O C H A C O N , por Purificación Atrian
Jordán. Precio, 750 ptas.
93. M I N A S D E ORO R O M A N A S D E L A PROVINCIA D E L E O N , T O M O I, por
Claude Domerge y Pierre Silliere. Precio, 750 ptas.
94. M I N A S D E ORO R O M A N A S D E L A P R O V I N C I A D E L E O N , TOMO II,
por Claude Domerge y Pierre Silliere. Precio, 750 ptas.
95. E X C A V A C I O N E S E N E L P O B L A D O D E «EL PICACHO», por Francisca
Hernández Hernández e Inés Dug Godoy. Precio, 750 ptas.
96. E X C A V A C I O N E S E N L A NECROPOLIS D E L A «JOYA», H U E L V A , por
Juan Pedro Garrido Roiz y Elena María Orta García. Precio, 750 ptas.
97. H A L L A Z G O S ISLAMICOS E N B A L A G U E R Y L A A L J A F E R I A D E Z A -
R A G O Z A , por Christian Ewert. Precio, 1.750 ptas.
98. P O L L E N T I A II, por A . Arribas, M . Tarradell y D. Woods. Precio, 1.750 ptas.
99. EXCAVACIONES E N E L YACIMIENTO PROTOHISTORICO D E L A PEÑA
N E G R A , C R E V I L L E N T E (ALICANTE), por Alfredo González Prats.
Precio, 1.500 ptas.
100. L A V I L L A T A R D O R R O M A N A D E BAÑOS D E V A L D E A R A D O S (BUR-
GOS), por José Luis Argente Oliver. Precio, 1.500 ptas.
101. C A L E S COVES, por Manuel Fernández-Miranda y María Belén. Precio, 1.500
pesetas.
102. E X C A V A C I O N E S E N E L C A B E Z O D E S A N PEDRO (HUELVA), por J. M .
Blázquez Martínez, D . Ruiz Matz, J . Remesal Rodríguez, J . L . Ra-
mírez Sadaba y K . Claus. Precio, 1.500 ptas.
103. E L P O B L A D O IBERICO D E CASTILLEJO D E L A R O M A N A (LA
P U E B L A D E H I J A R , T E R U E L ) , por Miguel Beltrán Lloris. Precio,
1.500 ptas.
104. L A N E C R O P O L I S S U R E S T E D E B A E L O , por José Remesal Rodrí-
guez. Precio, 1.500 ptas.
a
105. C A S T U L O II, José M . Blázquez.
a
106. E L Y A C I M I E N T O A C H E L E N S E D E P I N E D O (TOLEDO), M . A .
Queral, M . Santonja.

NOTICIARIO ARQUEOLOGICO HISPANICO


Paralelo a la serie reseñada de «Memorias», desde 1953 se publicó el « N o -
ticiario Arqueológico Hispánico», por el Servicio Nacional de Excavaciones
Arqueológicas. Desde 1968, al organizarse de nuevo la Comisaría General de
Excavaciones Arqueológicas, se sigue publicando el «Noticiario» en uno o más
volúmenes cada a ñ o . A partir de 1972 ha quedado subdividido en dos series:
Prehistoria y Arqueología, cada una de las cuales recoge las memorias corres-
pondientes a las épocas que indican sus títulos.

TOMO I, 1953. Precio, 2.000 ptas.


TOMO II, 1955. Precio, 2.000 ptas.
TOMO III-IV, 1954-1955. Precio, 3.000 ptas.
TOMO V , 1956-1961. Precio, 1.000 ptas.
TOMO V I , 1962. Precio, 3.000 ptas.
TOMO V I I , 1963. Precio, 1.500 ptas.
TOMO V I I I - I X , 1964-1965. Precio, 2.000 ptas.
TOMO X - X I - X I I , 1966-1968. Precio, 1.500 ptas.
TOMO X I I I - X I V , 1969-1970. Precio, 2.000 ptas.
TOMO X V , 1971. Precio, 1.800 ptas.
TOMO X V I , 1971. Precio, 3.000 ptas.

NUEVA SERIE
Prehistoria 1. 1972. Precio, 1.200 ptas. Arqueología 1. 1972. Precio, 1.200 ptas.
Prehistoria 2. 1973. Precio, 1.200 ptas. Arqueología 2. 1973. Precio, 1.200 ptas.
Prehistoria 3. 1975. Precio, 1.200 ptas. Arqueología 3. 1975. Precio, 1.200 ptas.
Prehistoria 4. 1975. Precio, 1.200 ptas. Arqueología 4. 1976. Precio, 2.000 ptas.
Prehistoria 5. 1976. Precio, 1.200 ptas. Arqueología 5. 1977. Precio, 2.000 ptas.

N . A . H . 6. 1979. Precio, 2.500 ptas.

Pedidos: Administración de Publicaciones del Patronato


Nacional de Museos
C/. San Mateo, 13
Madrid-14

Museo Arqueológico Nacional


Serrano, 13
Madrid-1
•C

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