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LOS HITOS.

SERIE HISTÓRICA 1

ELBORAVASCOS:
DE OBISPADO VISIGODO
A RIBAT DE TALAVERA
DOS ESTUDIOS SOBRE EL TERRITORIO TOLEDANO OCCIDENTAL
ENTRE LA TARDÍA ANTIGÜEDAD Y LA ALTA EDAD MEDIA

RAFAEL BARROSO CABRERA


JORGE MORÍN DE PABLOS
ISABEL M. SÁNCHEZ RAMOS
ESTE LIBRO FORMA PARTE DEL PROYECTO DE INVESTIGACIÓN “PAISAJES Y ARQUITECTURA DE
PODER EN EL TERRITORIO DE LA SEDE REGIA TOLETANA” FINANCIADO POR EL EXCMO. AYUN
TAMIENTO DE ORGAZ Y LA DIPUTACIÓN PROVINCIAL DE TOLEDO.
© DE LA PRESENTE EDICIÓN, LOS AUTORES
DIRECCIÓN EDITORIAL: JORGE MORÍN DE PABLOS E ISABEL M. SÁNCHEZ RAMOS
DISEÑO Y MAQUETACIÓN: ESPERANZA DE COIGO´DONNELL

EDITA: AUDEMA
ISBN: 9788416450350
DEPÓSITO LEGAL: M83232018

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Los Hitos. Serie Histórica 1

ELBORAVASCOS:
DE OBISPADO VISIGODO
A RIBAT DE TALAVERA
DOS ESTUDIOS SOBRE EL TERRITORIO TOLEDANO OCCIDENTAL
ENTRE LA TARDÍA ANTIGÜEDAD Y LA ALTA EDAD MEDIA

RAFAEL BARROSO CABRERA


JORGE MORÍN DE PABLOS
ISABEL M. SÁNCHEZ RAMOS
2018
ÍNDICE

Prólogo. Elbora y Vascos: Dos ciudades,


dos cuestiones aún pendientes. 7

La ciudad vetona de Ebura y el obispado visigodo de Elbora.


Una hipótesis de identiicación. 15
Los orígenes del obispado de Elbora: obispos y mártires 15
Évora vs. Talavera. 24
Una tercera en discordia: Talavera la Vieja 32
La identiicación de Elbora con Talavera de la Reina 38
Aebura no puede identiicarse con Talavera de la Reina 43
La Aebura de Livio 47
Aebura en la Hispania antigua 57
El obispado de Aquis 61
Conclusiones: ubicación y territorium 70

Rubuṭ y husun en la Marca Media toledana: del ṯagr al awsaṭ a


la Transierra de Castilla 87
Introducción 87
Castillos, fortalezas, torres y rábitas en al-Andalus:
la defensa de la frontera. 91
La Marca Media andalusí en tierras de Toledo. 98
El eje Norte-Sur: los corredores del Guadarrama y el Alberche 123
Conclusiones 144
Prólogo
Elbora y Vascos: Dos ciudades, dos cuestiones
aún pendientes.
Rafael Barroso Cabrera, Jorge Morín de Pablos e Isabel M. Sánchez Ramos

ELBORA: UN OBISPADO VISIGODO ENTRE ELVORA VER-


SUS TALAVERA

La cátedra de Elbora aparece documentada como una de las sedes episcopales más anti-
guas de la península ibérica. La sede se encuentra mencionada en el concilio de Iliberris,
celebrado en esta ciudad, la actual Granada, a comienzos del siglo IV d.C., poco antes
de la gran persecución ordenada por Diocleciano. Durante la Edad Media, y dentro del
proyecto de restauración de las antiguas sedes episcopales visigodas efectuado durante
la Reconquista, se identiicó a la sede episcopal de Elbora con la ciudad portuguesa de
Évora. Parte del éxito de dicha identiicación tuvo que ver con su importante comuni-
dad mozárabe, pero muy especialmente con la difusión en la zona del culto a San Man-
cio. Considerada la patria natal del mártir, la identiicación entre la ciudad portuguesa
y la sede episcopal visigoda apenas fue discutida en la Edad Media, gozando incluso de
una gran tradición dentro de la cronística medieval. Así, aparece registrada de forma
implícita en algunos manuscritos de la División de Wamba y después, de forma ya dei-
nitiva, en el De rebus Hispaniae de Ximénez de Rada, crónica redactada hacia mediados
del siglo XIII. Debido a la enorme repercusión de esta obra en la cronística medieval,
la identiicación Elbora y Évora hizo fortuna en la posterior historiograf ía castellana.
La reducción de Elbora a Évora concitó sin embargo un nuevo problema para los cro-
nistas y tratadistas eclesiásticos, ya que dejaba a Talavera sin cátedra episcopal. Esa au-
sencia contrastaba con el testimonio de algunas tradiciones manuscritas que se conser-
vaban de las divisiones eclesiásticas visigodas y que mencionaban a Talavera como sede
episcopal. Además, desde los tiempos de la conquista de Alfonso VI en 1083, Talavera
se había convertido en una de las plazas más importantes del dispositivo fronterizo de
Castilla y esa importancia político-militar era una razón más que apoyaba la idea de la
existencia de una cátedra en época visigoda. Por lo demás, la tradición local, alimentada
por la tradición martirial de San Vicente y sus hermanas, siempre defendió la existen-
cia en esta ciudad de un antiguo obispado y de hecho, como hemos apuntado líneas
más arriba, varios manuscritos de la citada División de Wamba parecen certiicarlo.

7
El problema era que como entonces se consideraba que la antigua Elbora se localizaba
en Évora, la ciudad toledana quedaba huérfana de sede. De esa notoria contradicción
nació el intento de buscar una cátedra a la ciudad toledana. Precisamente del arzobispo
Ximénez de Rada arranca una tradición que llevó a identiicar Talavera con Aquis, un
obispado creado por el rey Wamba que tuvo una vida ef ímera. Se trata, como bien
puede comprenderse, de un intento por dotar de una sede episcopal a Talavera que
estuviera en consonancia con su el rango de la ciudad y al mismo tiempo que hiciera
justicia a la tradición local.
La situación se mantuvo en un plácido status quo hasta que, ya en el siglo XVI, la difusión
del pensamiento humanista y el aumento de hallazgos arqueológicos y epigráicos en el
entorno de Talavera reavivó la polémica en relación con la localización del obispado de
Elbora. La controversia enfrentó a distinguidos humanistas de los reinos de Portugal y
Castilla. En el bando español, y como es lógico, el peso de la polémica fue llevado sobre
todo por eruditos originarios del reino de Toledo o vinculados a la ciudad de Talavera.
En principio puede parecer que la identiicación de un antiguo obispado godo no podía
tener mayor interés que el de ijar los límites de geograf ía eclesiástica del reino de Tole-
do. Sin embargo, como tantas veces a lo largo de la historia, lo que en principio era una
mera discusión eclesiástica y docta derivó en un enfrentamiento con implicaciones en
la política. Con los reinos de Portugal y España uniicados en torno a la corona de Felipe
II en 1581, en el fondo lo que venía a plantearse era la creciente inluencia de los círculos
aristocráticos portugueses en la corte española, inluencia que no dejaba de suscitar la
animadversión de un importante sector de la nobleza castellana. Se produjo así una
lucha soterrada entre eruditos de uno y otro bando que se veía alimentada además por
los intereses de las respectivas noblezas de uno y otro reino.
En el enrarecido ambiente intelectual y político que se vivía a comienzos del siglo XVI,
el racionero de la catedral de Toledo, Bartolomé de Quevedo publicó una obra en la
que defendía el origen talaverano de los mártires Vicente, Sabina y Cristeta. Lógica-
mente la obra de Quevedo fue rápidamente contestada por el portugués Andrés de
Resende, erudito natural de Évora, quien llegó al punto de falsiicar un epígrafe en el
que se mencionaba al praeses Daciano, el gobernador responsable del martirio de los
santos hermanos. A pesar del conocimiento de los descubrimientos arqueológicos que
venían sucediéndose en Talavera y de que los argumentos literarios parecían en prin-
cipio favorables a la ciudad toledana, la publicación del epígrafe por parte de Resende
alimentó las dudas del padre Flórez, de ahí que el ilustre agustino no se pronunciara de
forma concluyente sobre la cuestión. Tampoco ayudó mucho a la causa, todo hay que
decirlo, el hecho de que la tesis de Quevedo fuera defendida por muchos autores, sobre

8
todo vinculados a Toledo, que no dudaron en utilizar las noticias aireadas por los falsos
cronicones de Román de la Higuera. No obstante, el apoyo a la tesis talaverana de un
historiador de la talla de Juan de Mariana en su Historia General de España pareció por
un momento acallar deinitivamente la polémica.
Pero nada más lejos de la realidad. Pronto el estudio de Mariana encontró una nueva
respuesta a cargo del erudito portugués A. de Sousa Macedo en un escrito en el que
básicamente volvía a repetir lo dicho por Resende, si bien de una forma más crítica con
respecto a los argumentos esgrimidos por los toledanos, algo lógico teniendo en cuenta
el cariz que estaba tomando la polémica. Algunos autores españoles como Pedro Man-
tuano, secretario del Condestable de Castilla don Juan Fernández de Velasco, se unieron
al bando contrario a Mariana. No obstante, esto era la excepción, pues la mayoría de los
autores castellanos, y singularmente los oriundos de la tierra toledana, se pusieron de
parte de Mariana y la tradición talaverana.
La discusión quedó, pues, encallada por ambas partes, cada una de las cuales juzgó ne-
cesario defender su postura con todas las armas a su alcance, más como una cuestión de
honor que de ciencia. No en vano se encontraban en juego asuntos de importancia más
que simbólica: la patria natal de los mártires abulenses y de San Mancio, el título epis-
copal, la rivalidad entre reinos peninsulares y el deseo de medrar en la corte madrileña.
Que el elemento simbólico pesaba mucho en la discusión lo demuestra el hecho de que
la separación de Portugal en 1668 no acabó con la polémica.
Para colmo de males, la cuestión se vio enmarañada por la aparición, a mediados del si-
glo XVIII, de un nuevo epígrafe en Talavera la Vieja en el que se detallaba en esta ciudad
el origo de los mártires abulenses. Ésta era una opinión que lotaba en el ambiente y que
se encuentra ya en los escritos de Fray Pablo de San Nicolás. Sin embargo, el hallazgo
en 1887 de una inscripción alusiva al senatus populusque Augustobrigensium venía a
ijar en Talavera la Vieja la antigua Augustobriga citada por las fuentes clásicas y hasta
entonces en paradero desconocido.
En cualquier caso, la identiicación de Elbora con Talavera de la Reina fue la postura de-
fendida por la mayoría de los autores españoles de los siglos XVI-XVII, a excepción del
padre Flórez, que siempre mantuvo sus dudas, dando con ello por buena la identiica-
ción con Évora. En el siglo XVIII, y dejando aparte los eruditos toledanos, el gran pres-
tigio alcanzado por Flórez hizo que la identiicación de Elbora y Évora fuera communis
opinio dentro de la investigación. Dicha postura ha durado hasta fechas relativamente
recientes, en lo cual también tuvo parte de culpa el apoyo que algunos numismáticos
dieron a esa identiicación.

9
10
11
Así se llegó hasta que en un artículo publicado en 1991 M. Vallejo Girvés volvió a de-
fender la reducción de Elbora a Talavera. De nuevo acudió a los argumentos esgrimidos
por los autores castellanos: el testimonio de las passiones de Vicente y sus hermanas
y de Santa Leocadia de Toledo y la identiicación entre Talavera y la Aebura de Livio.
La identidad de Elbora y Talavera se veía corroborada además porque no existen en la
ciudad portuguesa hallazgos numismáticos de la ceca visigoda, mientras que éstos son
relativamente frecuentes en el área lusitana próxima a Talavera de la Reina.
Éste que aquí se ha descrito era, en resumen, el estado de la cuestión cuando decidimos
retomar el tema dentro de la revisión arqueológica que venimos realizando del antiguo
territorio toledano en época visigoda como continuación de nuestro estudio sobre la
regia sedes Toletana. Nuestras conclusiones sobre el asunto, como podrá comprobar el
lector, diieren notablemente de lo que viene siendo aceptado por la investigación.

VASCOS: UNA FORTALEZA EN BUSCA DE AUTOR Y NOMBRE

El segundo de los estudios aquí publicados está dedicado a la evolución de la Marca


Media andalusí en la zona occidental de la provincia de Toledo hasta llegar a lo que se
conoce como la Transierra castellana. Dentro de este contexto nos vemos obligados a
tratar el papel desempeñado por el yacimiento de Vascos en relación con el control del
territorio del valle medio del Tajo.
La ciudad hispanomusulmana de Vascos fue, como se sabe, una de las principales forta-
lezas dentro del dispositivo militar de la Marca Media andalusí. Rodeada por un mag-
níico circuito de murallas, la ciudad contaba también con una alcazaba con su propia
muralla, una obra poliorcética excepcional dotada de once torreones defensivos. Las
excavaciones arqueológicas efectuadas en el lugar desde 1975 bajo la dirección de R.
Izquierdo Benito han puesto al descubierto también dos cementerios (maqābir) extra-
muros, un recinto para baños públicos situado en el arrabal, dos mezquitas, una de ellas
dentro de la alcazaba. La arqueología demuestra que se trataba de un núcleo importante
dentro del sistema militar andalusí de frontera, algo por lo demás muy evidente, ya que
de la ciudad dependía también una serie de fortalezas (Azután, Castros, Alija y Espejel)
que servían para la custodia del vado del Tajo o del territorio dependiente.
El problema principal de este yacimiento es el de la identiicación de la ciudad y la fun-
ción que ésta tenía dentro del dispositivo defensivo de la Marca Media. Félix Hernández
la identiicó con la ciudad de Nafza, asentamiento de la tribu beréber homónima. Su
excavador, R. Izquierdo Benito supone que Vascos era la capital del distrito de Bāšk/

12
Bāšak, uno de los tres distritos en que, según el geógrafo árabe Ibn Gālib, estaba dividida
la tierra de Talavera. Esto llevaría a descartar la hipótesis de Hernández o suponer que
Nafza era el nombre de la ciudad y Bāšk el del distrito en que se ubicaba. Esta parece
ser a día de hoy la opinión mayoritaria, si bien algunos autores, como Jiménez Gadea,
partiendo del estudio de la cultura material bereber, han elevado sus dudas al respecto.
La ciudad parece nacer a partir de un primitivo asentamiento romano-visigodo, seguida
más tarde por la construcción de un ḥiṣn emiral ceñido al área posteriormente ocupa-
da por la alcazaba. Con posterioridad, siempre según sus excavadores, se produciría
un periodo de expansión urbana durante la época califal que transformaría la antigua
fortaleza en una verdadera madīna con alcazaba. La ciudad tendría una triple función:
una inalidad estratégica en relación con el dominio del vado del Tajo (Vascos se halla
situada muy cerca de la población del Puente del Arzobispo); otra política en relación
con el control de las poblaciones bereberes asentadas en la zona, y un último interés
económico derivado de la riqueza minera del territorio.
Un problema distinto, pero especialmente llamativo, es el que plantea el extraño nombre
de la ciudad. Desde antiguo se ha supuesto que el nombre de Vascos derivaba de supuestos
repobladores de origen vasco que habrían llegado a la zona en plena expansión cristiana.
Se trata de una explicación lógica teniendo en cuenta el proceso de repoblación llevado a
cabo durante la expansión de los reinos cristianos. Sin embargo, esta hipótesis no cuenta
con apoyo documental y en todo caso plantea varios problemas, de ahí que se hayan pro-
puesto explicaciones alternativas. Quizá la más atractiva de todas sea la que planteó hace
unos años J. Zozaya. Este investigador supuso que el nombre de Vascos hacía referencia a
una especie de campo de trabajo para prisioneros vascones capturados por los árabes. Se
trata sin duda de una hipótesis sugestiva, pero mucho nos tememos que errónea.
Fuera de estas interpretaciones sin mucho apoyo textual, el signiicado del nombre y la
identiicación de esta ciudad siguen permaneciendo ocultos hasta el día de hoy, de ahí
que dediquemos un apartado especial en nuestro estudio sobre la Marca Media anda-
lusí y sus repercusiones dentro del territorio toledano en época árabe y medieval. El pre-
sente estudio pretende analizar críticamente el carácter y naturaleza del asentamiento
de Vascos y su relación con la ciudad de Ṭalabīra. Nuestro objetivo en este sentido no se
ha limitado sólo a un estudio del yacimiento de Vascos, sino al análisis de la imbricación
de este yacimiento dentro de la compleja estructura defensiva de ciudades y fortalezas
que componían la frontera entre los reinos cristianos y el dominio andalusí, así como
su posterior evolución dentro del sistema de la Transierra castellana. Lógicamente, y
aunque la realización de este estudio es casi cinco años anterior al que hemos dedicado
a Elbora, la cronología del tema que se trata impone que aparezca cerrando este libro.

13
YACIMIENTO "CIUDAD DE VASCOS" PLANO NÚMERO 1
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Fotograf ía aérea del yacimiento de Vascos con el recinto amurallado y las zonas excavadas (según Miguel
Ángel Bru Castro.

14
La ciudad vetona de Ebura y el obispado
visigodo de Elbora. Una hipótesis de
identiicación.
Rafael Barroso Cabrera, Jorge Morín de Pablos, Isabel M. Sánchez Ramos y
Dionisio Urbina Martínez

LOS ORÍGENES DEL OBISPADO DE ELBORA: OBISPOS Y


MÁRTIRES

La sede episcopal de Elbora es una de las de mayor antigüedad de la Iglesia en España,


al menos en lo que se reiere a registro documental. El obispado de Elbora aparece men-
cionado ya por vez primera en el concilio celebrado en Elvira (Granada) hacia los años
300 y 302 d.C., justo antes de la gran persecución de Diocleciano, entre cuyos asistentes
iguró en representación de la sede un tal Quintianus episcopus Elborensis1. Es intere-
sante hacer notar que se trata de una de las pocas sedes episcopales representadas en di-
cho concilio que no pertenecían a la Bética. Este hecho puede dar una idea aproximada
de la importancia de la comunidad cristiana local y de su alto grado de organización en
una fecha tan temprana y en medio de un contexto cada vez más hostil de las autorida-
des imperiales hacia los cristianos. A tenor de la relación de las sedes no pertenecientes
a la provincia Bética que asistieron al concilio eliberritano (Legio, Toletum, Emerita,
Caesaraugusta y Ossonoba), prácticamente todas ellas importantes ciudades de la His-
pania tardorromana, podría suponerse que nos encontramos ante uno de los grandes
núcleos urbanos de la península. No necesariamente hubo de ser así, sino que es posible
que esa temprana organización de la Iglesia local deba explicarse sobre todo por su pri-
vilegiada situación geográica entre dos grandes núcleos urbanos –Toledo y Mérida– y
muy especialmente por su temprana vinculación a la capital de la diocesis Hispaniarum.
Fuera de la mención aislada de las actas del concilio de Elvira, poco más es lo que se
conoce de este obispado. Se sabe que acuñó moneda en tiempos del reino visigodo de
Toledo2. Y conocemos también los nombres de los obispos suscriptores de las actas
conciliares del periodo: el ya citado Quintianus que irmó en el concilio de Elvira, Iosi-

1 Vives, 1963: 1. Sobre las circunstancias y los problemas que plantea este sínodo vid. Sotomayor, 1979: 81-
115 y Sotomayor – Fernández Ubiña, 2005.
2 Heiss, 1870: 50; Miles, 1952: 116s; Mateu, 1974: 29-36.

15
mus (con. Tol. a. 597), Sisisclus (IV, VI y VII con. Tol. aa. 633, 638 y 646), Abientius (VIII
con. Tol. a. 653), Zosimus (X con. Tol. a. 656), Petrus (con. Emer. a. 666), Tructemundus
(XII, XIII y XV con. Tol. aa. 681, 683 y 688) y Arcontius (XVI con. Tol. a. 693)3. Además
de esto poco más es lo que se conoce de la sede. El resto de las noticias referidas a Elbora
tienen como protagonistas a sus santos mártires y muy concretamente a las iguras de
San Mancio y San Vicente y sus hermanas, naturales de Elbora y martirizados en Abula.
Lógicamente estas noticias son mucho más dif íciles de valorar en cuanto al posible cré-
dito histórico que merecen, si bien en algún caso aportan algunos indicios importantes
de cara al problema que aquí nos interesa, esto es, la localización de la sede episcopal
de Elbora.
El primero de los santos que conmemora la Iglesia de Elbora es el mártir San Mancio.
La redacción de la Passio Mantii es de cronología discutida. Para algunos se trata de
una Passio elaborada hacia mediados del siglo VI en la que podrían adivinarse algunos
indicios de la polémica antiarriana, aunque en la actualidad la mayoría de los autores
preieren fecharla en torno a los siglos VII-VIII, incluida luego en un Legendario del
siglo X y en varios calendarios del siglo XI4. El culto a San Mancio aparece insertada
también en el Calendario de Recemundo de 961, pero no así en el Breviario mozárabe5.
Aunque la profesión de fe del santo insiste en la polémica trinitaria y parece dirigida
expresamente contra el arrianismo, la Passio Mantii parece entrar dentro de los relatos
propios de la apologética antijudía, lo cual encajaría bien con la cronología propuesta
para su redacción en un momento inal del reino visigodo o poco después de la invasión
de 7116. Su protagonista es un esclavo cristiano de nombre Mancio, que fue torturado y
inalmente asesinado por sus amos judíos por negarse a apostatar y convertirse a la reli-
gión hebrea. Su cuerpo fue arrastrado y mal enterrado bajo estiércol en un lugar desco-
nocido para la comunidad cristiana local. Finalmente el cadáver del mártir es hallado por
un noble viajero de forma milagrosa gracias a una revelación en sueños del propio santo.
El peregrino encarga la construcción de un primer túmulo a modo de memoria que
sirviera de sepultura al mártir. Años más tarde, de nuevo tras otra revelación milagrosa,
otros dos personajes ilustres, llamados Iulia y Iulianus, encargan la construcción de un
verdadero complejo de culto dedicado al santo, compuesto por una basílica martirial,

3 Florez, ES t. XIV: 119-122. Cfr. García Moreno, 1974: 178s, nº 470-476.


4 Flórez, ES t. XIV: 122-127; Fábrega, 1953: 227; Díaz y Díaz, 1982: 333; Fernández Catón, 1983: 158 y 187;
Guerreiro, 1993: 545.
5 MAJUS. XXI. In ipso est festum Mantii in Ispania in Elbore (Simonet, 1871: 24).
6 De hecho, su culto no aparece desarrollado en época visigoda, vid. Riesco, 1995: 324-333; González
Salinero, 1998: 443-446; Ibid. 2002; Castillo, 2004: 48-50; Beltrán, 2003: 85-127.

16
Planta da Igreja Paroquial de São Manços (según Patrícia Maximino).

otra anexa para catecúmenos y


un baptisterio octogonal. Todo
el conjunto se hallaba rodeado
por un muro con torreones y
amplios jardines7.
Hasta aquí lo referente a la
leyenda. El contexto históri-
co y arqueológico en el que
se inserta es, sin embargo,
hasta la fecha desconocido.
Se ha querido identiicar el
conjunto ordenado construir
por los nobles Julia y Juliano
con un complejo excavado a
inales de la década de los 80
en el pueblo de São Manços,
a unos 20 km al SE de Évora.
El conjunto estaría compuesto
por un mausoleo monumental Igreja Paroquial de São Manços (Fot. Patrícia Maximino).
del siglo I d.C. perteneciente

7 Passio Mantii, 6-10; Fernández


Catón, 1983: 162.

17
a un rico propietario sobre el que se superpone una construcción aparentemente del
siglo VII interpretada como posible iglesia martirial, que se ha mantenido en pie hasta
nuestros días después de numerosas modiicaciones a lo largo de los siglos. Del mismo
modo, el lugar fue objeto de un continuado uso como área cementerial a través de los
tiempos. Según algunos autores, los datos arqueológicos parecen corroborar el testimo-
nio de las fuentes escritas, hasta el punto que incluso se ha sugerido que la toponimia
vendría a avalar tal identiicación al especularse con una relación entre los topónimos
“Val de Ricomem”, “Monte do Rico Homem”, correspondientes a un lugar cercano a San
Manços, y la expresión “varón distinguido” (rico homem) con que el Leccionario de Bur-
gos deine a Iulianus8.
No obstante, a nuestro modo de ver, esta lectura de la evolución del yacimiento parece
un tanto forzada por el interés de ajustar la interpretación de los restos excavados al
relato literario más que por lo que realmente puede extraerse con seguridad del análisis
arqueológico en sí. Es cierto que la advocación de la iglesia y villa a San Mancio es un
dato importante a tener en cuenta, pero la cuestión reside en saber si esta dedicación se
debe a la existencia de un lugar donde se rendía culto a la memoria del mártir antes del
paso de la zona a manos cristianas a mediados del siglo XII o si por el contrario, como
parece más lógico, fue la asociación en época medieval de Évora a la antigua Elbora lo
que dio origen a la devoción en el lugar por San Mancio, devoción que inluiría a su vez
en el desarrollo de una hagiotoponima vinculada al mártir. Otro dato a tener en cuenta
también es la disposición anómala de la iglesia parroquial con respecto al núcleo de
población, que en este caso se encuentra descentrada con respecto al núcleo urbano,
caso al parecer excepcional en la zona9. En cualquier caso, las intervenciones arqueoló-
gicas no han puesto al descubierto el triple conjunto edilicio que describe la Passio, ni
siquiera el baptisterio octogonal, y, a falta de nuevos datos, la relación entre el mausoleo
altoimperial y la leyenda se nos antoja poco menos que un mero ejercicio voluntarista.
Más interesante para nuestro tema es sin duda la Passio de los hermanos Vicente, Sabina
y Cristeta. El Oicio de los mártires abulenses está registrado en un manuscrito fechado
entre los siglos X-XI procedente del monasterio de Silos. La Passio está documentada
en una Gesta Martyrum de mediados del siglo X que se conserva en un manuscrito en
escritura visigótica procedente del monasterio benedictino de San Pedro de Cardeña

8 Fernández Catón, 1983: 175s; Wolfram, 2011: 34-36 y 173-175. Recuérdese que en la Passio Mantii (8),
es decir, el texto del que derivan todos los demás, este Iulianus no es llamado así, sino homo nobilissimus,
indicio claro de que de existir alguna vinculación entre el topónimo y el relato, ésta se basaría en testimonios
medievales. La propia autora es consciente de la debilidad de esta tesis al reconocer que se trata de “meras
hipótesis toponímicas sin fundamento arqueológico” (Wolfram, 2011: 174, n. 92).
9 Wolfram, 2011: 175.

18
que pasó posteriormente al British Museum. En la liturgia mozárabe se les dedicó una
misa en su festividad, ijada para las V kalendas novembres10. El Calendario de Rece-
mundo también cita el culto de los mártires abulenses ijando la memoria para el 28 de
octubre11.
En cuanto a la Passio, se trata de una obra de redacción tardía, sin elementos que pue-
dan servir de contrastación histórica, bien sean de tipo epigráico o literario. La Passio
Vicentii, Sabinae et Cristetae está claramente inspirada en la de Santa Leocadia, aunque
es posible percibir en ella algunos elementos de simbología pagana, como la cueva y la
serpiente en la sierra de San Vicente12. En realidad, la Passio Vicentii, Sabinae et Cristetae
forma parte de un conjunto de relatos novelados de pasiones de mártires que presentan
una estructura similar y que se engloban en un grupo propio denominado Passiones
sub Datiano Praeside que, en deinitiva, son antes el producto de un género literario al
servicio de la religión que un relato idedigno de carácter histórico. Por ello, Margarita
Vallejo Girvés atiende a la mención geográica de Elbora sin entrar en la veracidad de la
Passio, ya que entiende que las referencias geográicas son tan sólo una forma de dotar
de verosimilitud al relato13. Esto es lo que realmente nos interesa ahora del relato de los
santos mártires elborenses.
Más interés para nuestro estudio tiene una alusión hecha al martirio de los santos Vi-
cente, Sabina y Cristeta en la Passio de la mártir toledana Santa Leocadia. En efecto,
después de narrar el cautiverio de la santa en Toledo, la Passio Leocadiae narra cómo
el praeses Daciano se encaminó rápidamente hacia Elbora para continuar allí la per-
secución contra los cristianos. Una vez delatados al praeses, Vicente y sus hermanas,
Sabina y Cristeta huyen de la ciudad. Daciano los persigue en su huida hasta Abula
(Ávila), donde los tres hermanos son capturados y martirizados. Desde Abula (o Elbora
en algunos manuscritos) Daciano prosiguió su camino hacia Mérida, ciudad en la que
continuó con la persecución sobre los cristianos y donde sufrió martirio Santa Eulalia:
“Marchando rápidamente a Évora (Elbora) y entrando en ella, ordenó a
todos sus oiciales que, haciendo una búsqueda, presentaran ante su tribu-
nal a todos los cristianos que encontraran. Inmediatamente le presentan

10 Férotin, LM cols. 502-506 (Missa in diem Sancti Vicentii, Sabine et Christete), 837 (Silos, ms. 6, fol. 136 ;
British Museum nº 30.845) y 940 (Cardeña, fol. 250 ; British Museum, nº 25.600). Cfr. Fábrega, 1953: 25-32 y
46.
11 OCTOBER. XXVIII. in ipso est christianis festum Vicentii et Sabine et Cristete interfectorum in civitate
Abule per manus Daciani prefecti Ispaniarum (Simonet, 1871: 31).
12 Passio Vicentii, Sabinae et Christetae, ed. Fábrega, 1955: 358-363; Puertas, 1975: 302.
13 Vallejo, 1991: 26

19
Cenotaio de los Santos Vicente, Sabina y Cristeta, Basílica de San Vicente (Ävila).

20
Escenas con la representación del martirio de los Santos Vicente, Sabina y Cristeta, Basílica de San Vicente
(Ävila): San Vicente ante el pretor Daciano; el santo es llevado a prisión; visita de Cristeta y Sabina a la cárcel;
huida del Santo y sus hermanas y escenas del martirio. (los mártires despojados de sus vestiduras y escenas
de martirio).

21
22
23
ante su vista a un joven que habían hallado y hecho preso, de nombre
Vicente, cuya fortaleza era digna de tal nombre. Persiguiéndolo a él junto
con sus hermanas Sabina y Cristeta hasta la ciudad de Ávila, los sacrii-
có como ofrendas agradables a Cristo. Saliendo de Ávila [Elbora], llegó a
la ciudad de Emérita; inmediatamente dio orden de que se formara un
tribunal y entregó a Dios a muchos santos, después de haber derramado
cruelmente su sangre. Entre éstos, sacriicó a Dios a Santa Eulalia tras
martirizarla con muchas torturas, lagelaciones y fuego”14.
La traducción de Riesco Chueca, que es la que básicamente hemos seguido, interpreta
Elbora como Évora, aunque señala la disparidad de opiniones al respecto15. Siguiendo la
lógica de la narración, la autora coloca en Ávila el itinerario del praeses hacia Mérida (5
11), si bien en la versión utilizada por Fábrega igura la propia Elbora (V 8). Cualquiera
de las dos opciones podría ser válida, siempre a condición de situar Elbora en un punto
diferente a Évora (en el Alentejo portugués), pues en caso contrario violentaría el itine-
rario seguido por Daciano al hacerle volver de nuevo sobre sus pasos, algo de lo que ya
se dieron cuenta Bartolomé de Quevedo y el padre Flórez. Acertadamente el agustino
lo interpretó como un argumento favorable a Talavera al tratar sobre las Iglesias de Ávila
y Évora, si bien eso no le impidió continuar identiicando Elbora con Évora debido a la
fuerza de la tradición16. Pero resulta obvio que, de aceptarse el testimonio de la Pas-
sio, éste constituiría una prueba concluyente de que Elbora se hallaba situada en algún
punto al este de Mérida y de que, por tanto, hay que descartar su reducción a la ciudad
portuguesa.

ÉVORA VS. TALAVERA

Tradicionalmente se ha venido identiicando la ciudad y sede episcopal de Elbora con la


ciudad de Évora, en el Alentejo norte portugués. Es poco lo que se conoce con certeza
de la ciudad antigua. Durante el periodo romano Elbora perteneció a la provincia de Lu-

14 Properans itaque Elboram ingressus, oicium omne premonet ut, indagine percurrente, christianos
quoscumque invenissent eius tribunali presentarent. Statimque reppertum adulescentem quendam nomine
Uincentium, cuius meritum nomini comitabatur suo, conpreensum eius conspectibus sistunt; quem cum Sabina
et Christete, eius sororibus, in Abelensem urbem persequens, digna Christo munera dedicauit. Profectusque ab
Abela [Elbora], Emeretensem ingreditur ciuitatem; ilico tribunal sibi abtari precepit, multosque sanctorum,
crudeliter sanguine fuso, transmisit ad Dominum. Inter quos sanctam Eulaliam, multisque berberibus alictam,
igne adplicito, Domino consecrauit. (Fábrega, 1955: 67; Riesco, 1995: 46s).
15 Riesco, 1955: 217 n. 3.
16 Flórez, ES t. XIV: 29s y 109s.

24
sitania. Con Julio César la ciudad fue
elevada a la categoría de municipio
ostentando el nombre honoríico de
Ebora Liberalitas Iulia. Sin embar-
go, el conocimiento arqueológico
de las fases de ocupación anterior al
periodo árabe continúa siendo muy
sucinto, en parte por la carencia de
intervenciones arqueológicas y en
parte también por la superposición
de la ciudad árabe sobre el antiguo
entramado urbano romano. Así, a
día de hoy apenas puede reconocer-
se la disposición general de la trama
urbana sobre la parte más alta de la
ciudad, con puertas y viario orienta-
do según los puntos cardinales17. No
obstante, la identiicación de la sede
de Elbora con la Évora portuguesa Templo romano de Evora. Archivo Pitti.

goza de una gran tradición literaria,


igurando ya de hecho en la crónica De rebus Hispaniae de Ximénez de Rada, compues-
ta hacia 1243. Reducida Elbora a Évora sin margen de duda, el Toledano pasó a identi-
icar Talavera con Aquis, un obispado creado ex nihilo por el rey Wamba que tuvo una
vida ef ímera (vid. infra)18. Se trataba, en cualquier caso, de dotar de una sede episcopal
a Talavera que estuviera en consonancia con su importancia histórica y con la tradición
local. De hecho, a partir de entonces la costumbre de ubicar Aquis en Talavera de la
Reina o sus inmediaciones corrió pareja a la confusión entre la sede episcopal de Elbora
y la ciudad de Évora.
En efecto, reducida la antigua Elbora visigoda a Évora, hubo desde la Edad Media una
corriente erudita que insistía en colocar en Talavera una cátedra episcopal acorde con
su rango. No obstante, la documentación medieval es, en este punto, poco concluyente
porque de nuevo vemos reproducir aquí las dos tradiciones. En la segunda mitad del
siglo XII, la llamada División de Wamba sitúa a Elbora entre las sedes de Olisibona (Lis-

17 Simplício, 2003.
18 Flórez, ES t. XIV: 105s.

25
boa) y Exonoba (Estômbar, cerca de Faro)19, pero otros códices de la Divisio Wambae,
siguen una tradición manuscrita diferente e insisten en colocarla junto a Abela (Ávila)
y Cauria (Coria). El Chronicon Emilianensis (Códice Vigilano, del año 881), la nom-
bra después de Talamantica (Salamanca), Abila y Talabayra (¿Aquis?) y por delante de
Cauria. El códice Escurialense de 962 la sitúa de nuevo después de Avela y Salmantica
y, otra vez, por delante de Caurio. Otro códice procedente de Oviedo, más moderno
como prueba la mención a Numantia, i. çamora pero basado en fuentes antiguas por-
que reproduce ielmente el catálogo lusitano de época de Recesvinto, vuelve a listarla
por detrás de Cauria y por delante de Abela y Salmantica20. Las relaciones contenidas
en los catálogos medievales ofrecen, pues, un panorama confuso, si bien parece vislum-
brarse una tendencia más antigua a encuadrar la sede de Elbora junto a las de Ávila,
Salamanca y Coria. Esta tendencia no puede explicarse en modo alguno como un in-
tento de ensalzar a la villa de Talavera, ya que en todos los casos se trata de documentos
anteriores a inales del siglo XI y, por tanto, correspondientes a un estadio anterior a la
conquista cristiana de la ciudad en tiempos de Alfonso VI.
No obstante estas tradiciones, la identiicación entre el antiguo obispado visigodo y la
ciudad portuguesa quedó avalada en la literatura posterior al siglo XVII por la opinión
favorable, o al menos escéptica –en el sentido de la imposibilidad de encontrar una
solución satisfactoria a falta de pruebas concluyentes– del padre Flórez. Sin embargo,
dicha postura contó también con la oposición de algunos estudiosos españoles que pre-
ferían reducirla a Talavera de la Reina. De hecho, entre los siglos XVI y XVIII se abrió
paso una polémica de fuerte sabor localista donde lo que estaba en juego no era tanto el
interés cientíico de ijar el emplazamiento de la antigua ciudad de Elbora como la gloria
y el prestigio de sus respectivas Iglesias locales.
La controversia arrancó a comienzos del siglo XVI a raíz de una apología escrita por el
racionero y maestro de capilla de la catedral de Toledo Bartolomé de Quevedo en la que
se postulaba el origen talaverano de los mártires Vicente, Sabina y Cristeta. Quevedo
se basaba para ello en el itinerario seguido por el praeses Daciano en su actuación en la
península21. El escrito de Quevedo tuvo su correspondiente contestación en una carta
redactada por el erudito portugués y natural de Évora Andrés de Resende, quien defen-
día la tesis opuesta que ijaba en la ciudad portuguesa la patria de los santos mártires22.

19 Flórez, ES t. IV: 239.


20 Flórez, ES t. IV: 233-261. Heiss, 1870: 163-169; Vázquez de Parga, 1943: 81; Gil – Moralejo – Ruiz de la
Peña, 1985: 154 y 225.
21 Cornide, 1796: 376.
22 Soares, 1988.

26
Sin duda fue la autoridad de los tes-
timonios aportados por el erudito
portugués lo que alimentó las dudas
del padre Flórez, porque el ilustre
agustino era consciente de algunas
evidencias que parecían apoyar de-
cididamente la tesis talaverana23.
Resende fundamentaba su tesis en
tres importantes argumentos: la
homofonía del nombre de Elbora y
Évora, un epígrafe que demostraría
la estancia de Daciano en Évora y las
citas del Breviario de Évora relativas
al tema24. La inscripción alusiva al
praeses Daciano era sin duda el ar-
gumento principal de los esgrimidos
por Resende. Se trata de un epígrafe
que conmemoraría la instauración Padre Juan de Mariana. Matías Moreno, 1878. Museo del
Prado.
por el propio Daciano de los límites
territoriales entre las ciudades de Pax Iulia (Beja), capital del convento pacense, y Libe-
ralitas Iulia. El problema es que la inscripción es una falsiicación casi con seguridad
hecha por el propio Resende y como tal ya levantó las sospechas de Hübner, quien la re-
legó al apéndice de las inscripciones consideradas Falsae et Alienae25. Del mismo modo,
también las citas contenidas en el Breviario se consideran una interpolación posterior,
lo que echa por tierra deinitivamente la argumentación del erudito portugués y reduce
la identiicación de Elbora y Évora a la homofonía y la mera tradición26.
Mientras tanto la tesis defendida por Quevedo era seguida por un gran número de au-
tores españoles, sobre todo por eruditos vinculados a Toledo y la tierra de Talavera, con
argumentos muchas veces viciados de origen al basarse en noticias extraídas de los fal-
sos cronicones ideados por el jesuita Román de la Higuera y en concreto del Cronicón
de Flavio Dextro.

23 Flórez, ES t. XIV: 103-105. Vid. Vallejo, 1991: 28s. Lo mismo le había sucedido antes a Ambrosio de
Morales, 1792: 371.
24 Vallejo, 1991: 28-30.
25 Hübner, CIL II 17*.
26 Vallejo, 1991: 29.

27
Entre los máximos publicistas de la teoría de la identidad de Elbora y Talavera se en-
cuentra el ilustre humanista e historiador talaverano Juan de Mariana (1536-1624), cuya
Historia General de España contribuyó mucho a la divulgación de esta opinión. La His-
toria de España de Mariana salió a la luz primero en su versión latina (Historiae de rebus
Hispaniae Libri XXX) editada parcialmente en 1592, aunque la obra completa no lo fue
hasta la edición de 1605 hecha en Maguncia. Entre tanto, en 1601, había aparecido im-
presa en Toledo su propia traducción al castellano donde insiste en identiicar su ciudad
natal con la antigua Elbora. Los argumentos del ilustre jesuita son consistentes y, como
veremos, serán recogidos en buena parte en el estudio de Margarita Vallejo Girvés. La
exposición del padre Mariana se basaba en:
-- el punto de partida del itinerario de Daciano en Toledo.
-- la vecindad entre Toledo, Talavera y Ávila, marco geográico de la Passio Vicentii.
-- la ruta seguida por el praesses desde Toledo a Mérida en la Passio Leocadiae.
-- la reducción de Elbora a Talavera en los Breviarios de Ávila, la Orden de Santiago
y Plasencia
-- los testimonios de Lucas de Tuy, Ptolomeo y Livio
-- la autoridad del Chronicon de Flavio Dextro27.
La obra de Mariana tuvo su correspondiente respuesta a cargo del caballero portugués
D. Antonio de Sousa de Macedo, quien volvió a defender la identidad de Elbora y Évo-
ra, así como el origen portugués de los santos mártires abulenses. Para ello, además de
utilizar los argumentos elaborados por Resende, relativiza, sin llegar a negarla del todo,
la autoridad en este punto del Cronicón de Flavio Dextro, ya que éste no se había pro-
nunciado en cuanto a la exacta localización de Elbora28. Además ridiculiza la pretensión
de los defensores de la tesis talaverana de la variedad de nombres de la ciudad en la
antigüedad29.

27 Mariana, 1794: lib. IV cap. XIII, 359-363. Puesto que la Omnimoda Historia de Dextro no salió a la luz
hasta 1619, es decir, 18 años después que la primera edición de la obra de Mariana, éste tuvo que conocer el
material antes de su publicación. Se sabe que Román de la Higuera redactó su falsiicación hacia 1594 y que
la obra había sido ampliamente comentada antes incluso de su publicación con motivo de un debate en torno
a su autenticidad en el que intervino el propio Higuera. Pero incluso antes de esto, circulaba por España un
escrito atribuido a Dextro, vid. Godoy, 1868 y Yelo, 1984-85.
28 Lo que no era cierto del todo, pues como cita Mariana: “Y así lo dice Dextro el año de Christo de trecientos
por estas palabras: ‘S. Christi Martyres Vincentius, Sabina & Christeta ejus sorores, qui nati in Eborensi oppido
Carpetanise’” (Mariana, 1794: 362). En efecto, el Chronicon de Fl. Dextro emplaza Ebura en la Carpetania al
menos en dos ocasiones (martirios de Félix, Luciolus, Fortunatus y Eusebius y éste de Vicente y sus hermanas:
Fl. Dextro, 1627: fols. 102 y 110). El problema es que al hablar de San Mancio sitúa la misma ciudad en Lusitania
(Ibid. fol. 48).
29 Macedo, 1631: 95-98.

28
Grabado del padre Mariana de Francisco Montaner Grabado de Antonio de Sousa.
sobre dibujo de José del Castill, 1790

Por supuesto la tesis del padre Mariana tuvo mayor repercusión dentro de los eruditos
ligados a Toledo. Dentro de este catálogo merece destacarse la labor de Cosme Gómez
de Tejada y de los Reyes (1593-1648), con cuya Historia de Talavera se da inicio a una
serie de obras defensoras de la identidad de Talavera de la Reina con la antigua Elbora/
Aebura. Tejada de los Reyes sitúa aquí tanto la batalla de Q. Fulvio Flaco como el lugar de
nacimiento del mártir Vicente y sus hermanas. La obra no llegó a publicarse aunque en
la Biblioteca Nacional se conserva un original manuscrito de la misma a cargo del fraile
jerónimo Alonso de Ajofrín que parece ser el mismo que se guardaba en la Biblioteca
Arzobispal de Toledo. Esta Historia de Talavera, obra de encargo compuesta a instancias
del consistorio de la ciudad, fue utilizada después por Pedro de Bores para redactar su
obra en 176830. Dentro de este elenco cabe citar también al toledano P. de Rojas, conde
de Mora, autor de una notable Historia de Toledo en dos volúmenes publicada apenas
tres años después de la de Gómez de Tejada. Rojas reduce la Elbora carpetana a Talavera
a partir del itinerario de Daciano y la supone, siguiendo la autoridad del falso cronicón
de Dextro y del racionero Quevedo, patria de los mártires abulenses. Para el autor, Elbo-
ra, Libora y Aquis son todas ellas una misma y única ciudad31.

30 Gómez de Tejada, 1651 (BN ms. 8396: fols. 75-77 y 94-100).


31 1654: 210-213 y 509.

29
Cosme Gómez de Tejada y de los Reyes (1543-1648) Historia de Talavera. Biblioteca Nacional.

30
de España
31
Los mismos o parecidos razonamientos a los utilizados por el padre Mariana y el conde
de Mora hallamos posteriormente en la obra de Pedro A. P. García de Vores (o Bores),
publicada en 1768, cuyo título es ya de suyo una declaración de intenciones32. Asimis-
mo, en la misma línea se sitúa también la obra de Francisco de Soto y el citado García
de Bores Anotaciones a la historia de Talavera aparecida ese mismo año33. La identidad
de Elbora y Talavera continuó defendiéndose a ultranza entre los eruditos hispanos,
sobre todo del ámbito toledano, hasta fechas bien tardías como es el caso de Ildefonso
Fernández y Sánchez34. No obstante, también hubo señalados autores españoles que se
negaron a aceptar esta tesis, como es el caso ya citado del padre Flórez, o que la comba-
tieron por errónea, como sucedió con Pedro Mantuano, secretario del Condestable de
Castilla Juan Fernández de Velasco y autor de una obra crítica escrita como advertencia
a la Historia de España del padre Mariana publicada en latín en 1592 y castellano en
160135. La obra de Mantuano tuvo su correspondiente respuesta en un libro escrito ad
hoc por el erudito y catedrático de la Universidad de Toledo Tomás Tamayo de Vargas
que vio la luz en 1616. Mantuano juzgó injuriosa para su persona la defensa de Tamayo
y el caso acabó en un pleito dirimido por el Consejo de Castilla36.
Hoy día esta ijación por el tema puede parecer algo exagerada y fuera de lugar, pero no
debemos olvidar que estamos hablando de un problema que llevaba aparejadas conno-
taciones de fuerte fervor local, como es la adscripción de la sede episcopal visigoda, con
el prurito de legitimidad que ello comporta, así como el honor de ser la patria natal de
los santos mártires Mancio y Vicente, Sabina y Cristeta. El problema, además, se agra-
vaba por varias cuestiones colaterales como la rivalidad entre reinos (Burgos y Portugal
frente a Toledo) y las luchas soterradas por agradar a los mecenas de turno (Felipe III, el
Condestable de Castilla o el cardenal Sandoval y Rojas).

UNA TERCERA EN DISCORDIA: TALAVERA LA VIEJA

En medio de toda esta polémica y dentro del ambiente de recuperación de la memoria


martirial que vive la diócesis de Toledo hacia mediados del siglo XVIII un erudito lo-
cal decidió falsiicar otra inscripción sobre un ara de cronología romana37. El epígrafe

32 García de Bores, 1768.


33 BCLM ms 82.
34 Fernández y Sánchez, 1896
35 Mantuano, 1611: 64-69.
36 Tamayo de Vargas, 1616; González Palencia, 1924.
37 Pacheco, 2012: 159-172.

32
en cuestión pretendía certiicar el origo de los hermanos mártires no en Talavera de la
Reina, sino en su vecina Talavera la Vieja, a la que identiicaba además con la antigua El-
bora. Talavera la Vieja es una población perteneciente a la provincia de Cáceres situada
a unos 50 km al oeste de Talavera de la Reina. En la actualidad la ciudad se halla inun-
dada bajo las aguas del pantano de Valdecañas (Cáceres), aunque en época de sequía es
posible ver todavía algunos de sus restos. Parte de sus ruinas más monumentales fueron
trasladadas a la cercana población de Bohonal de Ibor donde aún pueden admirarse.
La existencia de una importante población romana en Talavera la Vieja se conoce al
menos desde 1572, cuando el humanista toledano Alvar Gómez de Castro pasó por allí
camino de Plasencia. Por esas mismas fechas, Ambrosio de Morales cataloga parte de
los restos conservados en la villa, si bien no será hasta el siglo XVIII cuando Talavera la
Vieja será objeto de atención por parte de los académicos Ignacio de Hermosilla y José
de Cornide de Folgueira y Saavedra, quienes emitieron sendos informes sobre ella. En
1916 José Ramón Mélida realizó un nuevo catálogo de las ruinas de Talavera la Vieja que
completaba los anteriores de Hermosilla y Cornide. Dada la importancia de los restos
conservados, en 1931 se incoó expediente declarando Monumentos Histórico-Artísti-
cos a los conjuntos más emblemáticos de la ciudad: el templo llamado “Los Mármoles”
y otra construcción denominada popularmente “La Cilla”. Esto hizo posible que entre
1956 y 1962, con motivo del proyecto de construcción del embalse de Valdecañas, se
efectuaran excavaciones de urgencia bajo la dirección de Antonio García y Bellido,
quien emitió un breve informe que sería publicado en 196238.
Por la grandiosidad de los restos arquitectónicos conservados en Talavera la Vieja era
patente que la población había sido una importante ciudad en época romana, si bien
no se conocía exactamente a cuál de ellas podían corresponder. En este contexto es
donde hay que enmarcar la aparición del ara romana con la mención a Vicente y sus
hermanas. El origen y circunstancias que rodearon al descubrimiento de la pieza nos
son bien conocidos gracias a las referencias que proporcionaron Hermosilla y Cornide
en sus respectivas memorias académicas. Según se desprende de los informes de la Real
Academia de la Historia, el teniente cura de la villa, Sebastián Rufo Morgado, aseguraba
haber encontrado la reliquia al abrir los cimientos de su casa. Testigo de esta invención
habría sido el presbítero Francisco Ayuso. Esto debió ocurrir entre los años 1742 y 1744,
pero, según las indagaciones de J. de Cornide, habría sido el propio cura el artíice de la
falsiicación enterrándola unos años antes, aunque sólo lo hizo público en esos años, “en
lo que conforma admirablemente con lo que dice el señor Hermosilla en sus expresadas
memorias, cuyas observaciones nos da a entender haber visto, y por consiguiente las

38 García y Bellido, 1962.

33
Calzadas romanas en la Meseta sur (Roldán, 1975).

Grabado de “Los Mármoles”.

34
Grabado de “Los Mármoles”.

Fotograf ía de “Los Mármoles” durante sus traslado..

35
hace por su parte para demostrar la falsedad de este monumento”39. El epígrafe estuvo
durante un tiempo en la casa del cura y luego fue colocado en algún lugar de la iglesia
parroquial donde todavía alcanzó a verlo Antonio Ponz40.
Hay que señalar que unos años antes de la aparición del epígrafe, en 1725, fray Pablo
de San Nicolás había defendido la idea de reducir Elbora a Talavera la Vieja. Se basaba
en la existencia de varias ciudades con este nombre en la península y, sobre todo, en el
itinerario seguido por el praeses (“irse a Mérida por alguna de las otras Elboras, es tan
gran descamino, como irse desde Segovia a Madrid por Valladolid”). Según este autor la
ciudad cambiaría su nombre con los árabes al de Talavera (Tala-Ebura). Sería a partir de
esta Talavera (la Vieja) de donde habría tomado su nombre Talavera de la Reina41. Dada
la cercanía de las fechas, es posible que la obra de Pablo de San Nicolás inspirara al cura
Rufo Morgado la idea de la falsiicación de la inscripción de los santos abulenses.
Dejando a un lado el tema del epígrafe, la idea de reducir Elbora a Talavera la Vieja sería
recogida por el propio Cornide, quien, pese a descartar la autenticidad de la inscripción
de los mártires abulenses, rechazó también la identiicación de Elbora con Évora y pos-
tulaba para ella una localización en alguna de las dos Talaveras, aunque sin decidirse
abiertamente por ninguna de ellas, dada la poca iabilidad de los datos disponibles. En
principio parece inclinarse más por considerar que Aebura debía asentarse en Talavera
la Vieja, cuya topograf ía se adecuaba mejor a la descrita por Livio como escenario de
enfrentamiento entre carpetanos y romanos, al tiempo que llevaba el obispado de Aquis
a Talavera de la Reina42. Debe tenerse presente que por aquel entonces, esto es, a inales
del siglo XVIII, todavía no se había descubierto la inscripción que identiicaba Talavera
la Vieja con Augustobriga.

39 Ibid. 167-171.
40 Ponz, 1778: 82, tomo VII carta V. 14: “La siguiente es la más estimada por los del pueblo, considerándola
como prueba de que él fue la antigua Elvora o Evura, y patria de los Santos Mártires Vicente, Sabina y Cristeta.
Se encuentra hoy en la sacristía de la parroquia de la parroquia (de Talavera la Vieja) y en caracteres bastante
buenos está escrito lo siguiente: “VINCENTIUS/ SABINA ET/ CRISTETA / IN (H)AC CIVITATE EBURAE
NATI/ FUERUNT ET /VINCENTIUS INCLUS / IN CARCERE PAT. COE(LI)”. Usted conocerá desde luego
la poca opinión que dicha piedra puede hacer. En mi opinión la piedra se labró antes que las letras, aunque
imitan a las del buen tiempo; es fragmento de ara de mármol”. Según Ponz, “De los antiguos nombres que dan
nuestros escritores á Talavera, como Libora, Ebura, Evora, ó Talabrica, escoja V. el que le parezca que sirva de
origen al de hoy… En varios parages de Talavera se hallan lápidas con inscripciones Romanas, cuyas copias
con algunas piezas originales posee D. Francisco Aponte… él mismo tiene trabajada una obra con el in de
darla al público, y probar que Talavera es la “Aevura” mencionada por Livio, y que los Santos Mártires Vicente,
Sabina y Christeta fueron naturales de la misma (VII 15 y 26: 14s y 26). Hermosilla, 1796: 345-362.
41 San Nicolás, 1725: 372.
42 Cornide, 1796: 406-408.

36
En efecto, casi un siglo después del informe de Cornide, en el año 1887, fue descubierta
junto a uno de los tramos de muralla de Talavera la Vieja una inscripción en la que
se mencionaba al Senatus populusque Augustobrigensium. En opinión de Fidel Fita el
epígrafe venía a identiicar de manera fehaciente que las ruinas de Talavera la Vieja no
eran otras que las de la Augustobriga lusitana citada en los autores clásicos y los itine-
rarios romanos y que, en 1832, Ceán Bermúdez había situado en el pueblo cacereño de
Villar del Pedroso43. La opinión de Fita encontró el respaldo del epigraista alemán Emil
Hübner44.
El epígrafe en cuestión es una inscripción honoríica que testimonia un pacto de hos-
pitalidad suscrito entre un tal C. Iulius Gl(…) y el pueblo y el senado de Augustobriga:
C(aius) · Iulius C(ai) · f(ilius) Gl[- - -] / senatui · popu[loq(ue)] / Augusto-
br[igensi] / hospes · d[onum] / dat
Con el hallazgo de la inscripción y el consiguiente estudio de la misma hecho por F. Fita
se cerraba de forma deinitiva el debate suscitado acerca de la identiicación de la ciudad
cacereña45. Aun así, hubo alguna excepción señalada, como es el caso del ilustre militar
y polígrafo Antonio Blázquez y Delgado-Aguilera, quien basándose en los testimonios
de Sampiro y el Silense, así como en las leyendas monetales de época visigoda, se posi-
cionó contra la opinión mayoritaria situando a Elbora en Talavera la Vieja46. Todavía en
fechas recientes José Mª. Roldán prefería ubicar Augustobriga en las ruinas de Vascos,
ya que en su opinión la distancia que concede el Itinerario con respecto a Toledo (LV
millas) se ajustaría mejor47. Luego volveremos sobre el tema, por ahora baste señalar
que la inscripción alusiva al Senatus populusque Augustobrigensium hizo que quedara
ijada de nuevo entre los investigadores la tradicional reducción de la antigua Elbora a
la Évora portuguesa, al tiempo que la opinión favorable a las dos Talaveras pasaba a un
segundo plano, como algo propio de eruditos locales empeñados en ennoblecer a su
ciudad llevados por el amor a su patria48.

43 Ceán Bermúdez, 1832: 114s; Fita, 1887: 359.


44 CIL II: 5346 (CPILC 941); Hübner, 1869: 111-113. Gamallo – Gimeno – Vargas, 1992: 406, nº 13.
45 Morán, 2014.
46 Blázquez, 1907: 43s.
47 “AUGUSTOBRIGA (conv. Emeritensis). - It. 438, 6. Rav. IV 44 (312 12): Augus/abria. Plin. IV 118:
augus/obrigenses. Ptol. II 5 7: Άugustόbriga CIL II 941: Augus/obrig(ensis). 5346: sena/us populusque Augus/
obrigensis. De acuerdo con el lugar de hallazgo de esta segunda inscripción se ubicada en Talavera la Vieja
(Miller, Ptol. 141). Parece mejor situarla en las ruinas de Bascos, a 93 kms. de Toledo, distancia que según el
Itinerario había entre la mansio y Toletum (LV millas).” Roldán, 1975: 220.
48 Este es el juicio que tal opinión había inspirado a Ceán Bermúdez (1832: 114).

37
LA IDENTIFICACIÓN DE ELBORA
CON TALAVERA DE LA REINA

Aunque hasta la década de los 90 fue una opinión minoritaria, la reducción de Elbora
a Talavera de la Reina ha tenido a lo largo de la historia una gran tradición dentro de
la historiograf ía española, remontándose de hecho a la temprana Edad Media49. Ya a
comienzos del siglo XI Sampiro, hablando de un acontecimiento sucedido en tiempos
del rey Ramiro II (931-951), daba por buena la localización del antiguo obispado en
Talavera:
XIX anno Regni sui consilio initio exercitu agregato, perrexit Elboram ciui-
tatem Agarenorum, quae nunc Talavera a populis uocitatur…50
Y en la misma línea, apenas un siglo más tarde, la crónica Legionense o Silense (ca. 1110-
1118), hacía lo propio con otra noticia referente esta vez al padre de Ramiro II, el rey
Ordoño II (914-924):
Defuncto uero patre et Garsya fratre ei succedente, Ordonius belliger exer-
citum rursus mouens in Elboram ciuitatem Tolletani regni, que nunc Ta-
lauera uocatur, profectus est51.
La noticia de la campaña de Évora se repite otra vez en la Chronica Naierensis (ca. 1180),
que la recoge casi con las mismas palabras:
Defuncto uero patre et Garsia fratre eius succedente, Ordonius belliger
exercitum rursus mouens, in Ebboram ciuitatem Toletani regni, que nunc
Talauera uocatur, profectus [est]52.
Y asimismo sucede también en el Chronicon Mundi de Lucas de Tuy (ca. 1238):
Defuncto uero patre et fratre Garsia ei succedente Ordonius belliger rursus
exercitum mouens in Elboram, ciuitatem Toletani regni, que nunc Talaue-
ra uocatur, profectus est53.
Puesto que, como se ha señalado unas líneas más arriba, Ximénez de Rada había iden-
tiicado previamente Aquis con Talavera, el autor pasó de largo la alusión a Elbora de
las crónicas anteriores y, guiado por la glosa, erróneamente atribuyó la acción del rey
Ordoño como sucedida en Talavera:

49 Sobre el tema de la tradición manuscrita de estos topónimos en las distintas crónicas medievales vid.
Martínez Ortega, 2012. El autor, sin embargo, no tiene en cuenta el precedente de Sampiro.
50 Gómez Moreno, 1921: 105; Pérez de Urbel, 1952: 330.
51 Flórez, ES t. XIV: 29; Santos Coco, 1921: 37; Pérez de Urbel – González, 1959: 154.
52 Estévez Sola, 1995: 116.
53 Puyol, 1926: 318; Falque, 2003: 251.

38
Tremisses. Ceca de Elbora. Anv: Busto de frente. Leyenda: +SVINTHILA-
REX. Rev: Busto de frente. Leyenda: +TVSELVORAIVS (Pliego, 2009: 260).

39
In inicio autem regni rex Ordonius collecto exercitu Talaueram oppidum
animosus obsedit54.
En esto el Toledano creó escuela, siendo seguido después por los redactores de la Pri-
mera Crónica General de España y otras crónicas posteriores que situaron la acción en
la misma Talavera aunque efectivamente la campaña había tenido lugar sobre Évora:
“Otrossi luego que començo a regnar saco su hueste et fue cercar Talauera”. Asimismo
se encuentra la misma identiicación en la Versión crítica de la Estoria de España (ca.
1282-1284): “Et luego que començo a rreynar, saco su hueste et fue a çercar Talauera”. De
igual forma se encuentra en la Crónica Abreviada (ca. 1320-1325): “E luego, en comienço
de su regnado, fue çercar a Talauera e derribola e entrola”, así como en la llamada Crónica
de los estados peninsulares, compuesta hacia 1328, (“plego Ordonio sus gentes sobre Ta-
lavera”) y en la Crónica d’ Espayña ordenada por Eugui (ca. 1387) se lee: “& despues que
regno çerquo a Talavera”. Pero estas referencias no nos interesan por cuanto derivan,
de forma directa o indirecta, de la versión de Ximénez de Rada en la que ya se había
eliminado cualquier referencia a Elbora55.
En cualquier caso, y como ya se ha señalado, la reducción de Elbora a Talavera de la Rei-
na fue la opinión generalizada entre buena parte de los autores españoles de los siglos
XVI-XVIII, exceptuando al padre Flórez, que no se decantó claramente por ninguna
opción, aunque siempre dio por buena la identiicación del antiguo obispado con la
ciudad de Évora. La postura de Flórez ha sido la communis opinio dentro de la investi-
gación hasta fechas relativamente bien recientes, al menos fuera del ámbito toledano.
Buena parte de la culpa de ello, si se nos permite la expresión, se debe a los estudios
numismáticos. Así, por ejemplo, George C. Miles, en su magna obra sobre la numis-
mática visigoda, daba por hecha la identiicación de la ceca visigoda de Elbora con la
ciudad portuguesa y eso que era consciente que ya en el siglo anterior Alois Heiss había
reparado en que las acuñaciones de Elbora no se parecían a los tipos lusitanos. Por esa
razón Heiss se había mostrado partidario de reducir dicha ceca a Talavera de la Reina en
contra del criterio de autoridad ijado por Flórez56. Dos décadas más tarde del estudio
de Miles, Mateu y Llopis, en un artículo sobre la ceca de Elbora, conirmaba de nuevo la
identiicación entre esta ciudad y Évora57.

54 Fernández Valverde, 1987: 145.


55 Martínez Ortega, 2012: 61-65. Que la campaña sucedió en Évora (Yābura) se conoce por una noticia
contenida en el Muqtabis de Ibn Hayyān: Viguera – Corriente, 1981: 62s y 81s.
56 Miles, 1952: 116s. Cfr. Heiss, 1870: 50; Vallejo, 1991: 30 n. 36.
57 Mateu, 1974.

40
Como decimos, y salvo alguna rara excepción, tal era la opinión mayoritaria en la his-
toriograf ía hasta que en el año 1991 un nuevo estudio realizado por Margarita Vallejo
Girvés volvió a defender –esta vez con éxito– la identiicación de Talavera de la Reina
con la antigua Elbora58. Se valía para ello sobre todo del testimonio de las passiones de
Vicente y sus hermanas y de Santa Leocadia de Toledo, así como de la identiicación
entre Talavera y la Aebura de Livio que ya A. Tovar había situado en esta zona59.
En efecto, a partir del estudio del itinerario seguido por el praeses Daciano en Hispania,
Vallejo Girvés llegó a la conclusión de que Elbora debía hallarse en un lugar intermedio
entre Toledo (martirio de Santa Leocadia) y Mérida (martirio de Santa Eulalia) y que
además la ciudad debía estar bien comunicada con Ávila (lugar de huida y refugio de
Vicente y sus hermanas)60. Siguiendo esta premisa, y teniendo en cuenta las diferentes
Eboras prerromanas citadas por las fuentes latinas, la citada autora consideró que la
única población que cumplía los requisitos era la Aebura citada por Tito Livio (XL 30 y
33) en relación con la campaña desarrollada por Q. Fulvio Flaco en la Carpetania en el
año 181 a.C.61
La suposición de esta identidad se veía certiicada además por el hecho de que los ha-
llazgos numismáticos de la ceca visigoda de Elbora se encuentran totalmente ausentes
en la ciudad portuguesa de Évora, mientras que están relativamente bien documenta-
dos en el área lusitana próxima a Talavera de la Reina. Sólo una moneda correspondien-
te al reinado de Suintila parece proceder de Évora, pero se trata de un ejemplar que ya
hizo dudar a Flórez pues aparece con la graf ía Elvora que era extraña al resto de las
emisiones conocidas (Erbora, Ebora, Elbora)62. Adelantemos, sin embargo, y sin ne-
gar que la moneda de Suintila fuera efectivamente una falsiicación, que existe un buen
número de monedas correspondientes al último tercio del siglo VI y el primero del VII
con esa misma graf ía63. Dejando a un lado este problema, lo fundamental es que, como
señala Vallejo Girvés, el resto de las monedas de la ceca de Ebora se han hallado fuera
de la ciudad portuguesa: dos tremisses de Leovigildo de Talavera de la Reina, uno de
Recaredo en Candeleda (en la ruta Talavera-Ávila) y los ejemplares pertenecientes a los
tesorillos de Garrovillas (Cáceres), La Capilla (Sevilla) y El Abusejo (Salamanca). Aparte

58 Vallejo, 1991: 25-32.


59 Tovar, 1976: 218.
60 Vallejo, 1991: 26s. Argumento que ya había sido utilizado por el padre Mariana, 1794: 360.
61 Ibid. 27. Cfr. Mariana, 1794: 361.
62 Miles, 1952: 447 y 463 nº 33.
63 Miles, 1952: p. 193, nº 36a, 36c (Leovigildo); 221 nº 90a (Recaredo); 237 nº 121 (Liuva II); 246 nº 142a, 142b
y 142d (Witerico); 256 nº 171 (Gundemaro); 266 nº 191a (Sisebuto) y 292 nº 234 (Suintila).

41
de éstos se han documentado también sendos ejemplares en Jaén, en Torredonjimeno
(Recaredo) y Martos (Liuva II), Recópolis (Leovigildo) y 4 ejemplares de la mina de La
Condenada (Osa de la Vega, Cuenca)64.
Por otra parte, Vallejo Girvés aporta además el testimonio de la Historia Silense antes
citado referente a la campaña de Ordoño II. Como bien advierte la autora, no importa
aquí que el autor errase al ijar el contexto geográico de la campaña, sino el hecho en sí
de que en la época en que el cronista redactó su obra, hacia comienzos del siglo XII, era
comúnmente aceptada la identiicación entre Elbora y Talavera65. Ya hemos visto cómo
el error se daba ya un siglo antes en la crónica compuesta por Sampiro.
Un último argumento utilizado por Vallejo Girvés que según la autora probaría la iden-
tiicación entre la antigua Elbora y Talavera de la Reina es el nombre de la ciudad: Ta-
lavera podría descomponerse sin problemas en dos elementos Tal/avera, en el que el
primer elemento derivaría del árabe tal- (“barrio”) y el segundo sería una evolución de
Aebura/Elbora. Talavera sería, pues, el “barrio de los eborenses”66.
Como se ha dicho, después del trabajo dedicado por M. Vallejo Girvés a Elbora, la iden-
tiicación de la antigua sede episcopal visigoda con Talavera de la Reina parece haberse
consolidado en la investigación, abriéndose paso tanto entre los historiadores como en-
tre los numismáticos67. Sin embargo, siendo la argumentación de Vallejo Girvés cier-
tamente impecable, existen algunos problemas que a nuestro juicio echan por tierra la
pretendida identiicación de la Elbora visigoda con Talavera de la Reina. A continuación
pasaremos a repasar algunas de las diicultades que presenta dicha teoría, al tiempo que
aportamos una solución al problema de la localización de la antigua Elbora.

64 Vallejo, 1991: 30. Sobre las monedas de Elbora: Miles, 1952: 138 y 221-223. Mateu, 1974; Barral, 1976:
111, 139, 179 y 176; Pliego, 2009: 232-234 y 250. Canto – Martín – Vico, 2002: 92; Castro Priego, 2008: 134s,
ig. 2; Bernárdez – Guisado, 2005.
65 Vallejo, 1991: 30s. Defuncto vero patre et Garsia fratre ei succedente, Ordonius belliger exercitum rursus
movens, in Elboram civitatem Toletani regni, que nunc Talavera vocatur (ed. Santos Coco, 1921: 37).
66 Ibid. 32.
67 García Moreno, 2007: 442, n. 40; Ibid. 2005: 179; Metcalf, 1988. En las modernas ediciones de las crónicas
medievales se observa la misma inclinación, aunque a veces se den incongruencias en relación a las noticias
sobre las campañas de Évora efectuadas por Ordoño II y Ramiro II: Martínez Ortega, 2012: 61-65.

42
AEBURA NO PUEDE IDENTIFICARSE CON TALAVERA DE
LA REINA

El primero de ellos es de índole arqueológica y tiene que ver con la imposibilidad de


identiicar Talavera de la Reina con la Aebura citada por Livio porque hasta el momento
la arqueología no ha podido documentar asentamiento alguno previo a la fundación
romana de la ciudad. En este sentido, las investigaciones arqueológicas efectuadas en
la ciudad han demostrado sin lugar a dudas que no existe poblamiento prerromano en
el área urbana de la actual Talavera y que la ciudad es una fundación ex nouo probable-
mente de época de Augusto sobre un antiguo campamento militar cesariano68.
En segundo lugar debemos mencionar el problema que supone el nombre de la ciudad.
En época romana Talavera siempre ostentó el nombre de Caesarobriga, como se deduce
de una serie de inscripciones con mención de origo halladas en la misma Talavera, sin
alusión alguna a un asentamiento anterior como sería lo usual en estos casos69. Y lo
que, a nuestro juicio está claro, es que con independencia de que identiiquemos o no a
Elbora con la Ebura mencionada por Livio –problema sobre el que habremos de volver
más adelante–, el propio nombre de la sede episcopal visigoda sugiere que era una ciu-
dad asentada sobre una antigua población indígena. De lo contrario no se explicaría el
cambio de denominación de la ciudad en el Bajo Imperio, algo totalmente sorprendente
si tenemos en cuenta que nos encontramos ante una ciudad con un nombre de enorme
trasfondo ideológico y honoríico (Caesarobriga, es decir, “la fortaleza de César”) y que
no se trata de una zona aislada sino que se encontraba situada en plena vía XXV del
Itinerario de Antonino, la calzada que comunicaba Toletum con Emerita Augusta, y,
por tanto, en una ruta bien transitada durante todo este periodo. Lo dicho aquí para
Talavera de la Reina sirve también evidentemente para su homónima Talavera la Vieja
(Augustobriga): si cualquiera de las Talaveras fuera la visigoda Elbora habría que explicar
el cambio de nombre de la ciudad en época tardía, pues no hay indicios de poblamiento
prerromano de entidad anterior a las fundaciones cesarianas.
En realidad, la suposición de la existencia de núcleos prerromanos tanto en Augustobri-
ga como en Caesarobriga se debe exclusivamente a la presencia en el nombre del suijo
celta –briga. Pero esto parece una concesión romana a la población céltica de la que
debieron nutrirse ambas ciudades como parte de un ambicioso programa de reestruc-
turación y organización territorial llevada a cabo por las autoridades romanas70. Es cier-

68 Urbina, 1999: 231.


69 CIL II: nº 896-897 y 5320.
70 Bendala, 1999: 132s.

43
to que para Augustobriga se ha supuesto un núcleo anterior indígena que habría tenido
una cierta preeminencia sobre su territorio de inluencia a juzgar por el hallazgo de un
ajuar funerario de raigambre orientalizante71. Sin embargo, esta suposición choca abier-
tamente con lo que conocemos de los patrones de asentamiento en la zona durante la
Edad del Hierro y no es descartable que dicho hallazgo se corresponda en realidad con
un palacio-fortín de tipo tartésico u orientalizante. Como se sabe, tanto el poblamiento
vetón como el carpetano se caracterizan precisamente por su localización en zonas de
altura y sólo con la República se establecieron las pautas de una verdadera ocupación
del llano, creándose nuevas poblaciones que actuarían como campamentos militares,
así como de centros de distribución y recepción de la riqueza agraria y minera de las
zonas circundantes72. Pero incluso aceptando la existencia de un núcleo prerromano en
este lugar, el nombre del mismo sería Talabriga o Talabara, no Aebura.
En cuanto al testimonio del Silense, ya hemos visto cómo el error se remonta a Sampi-
ro, si bien el primero se vio en la obligación de precisar aún más la cita del obispo de
Astorga al situar la ciudad de Elbora/Talavera “en el reino de Toledo”. La confusión es
perfectamente comprensible por cuanto parecía evidente la identiicación de Elbora y
Évora y porque en algunos documentos anteriores Talavera aparecía nombrada como
una más entre las sedes episcopales de época visigoda. Así, por ejemplo, en la división
eclesiástica contenida en la Crónica de Albelda, iguran las siguientes sedes para la pro-
vincia Lusitania:
Emerita metrópoli, Pace, Olixbona, Exonoba, Agitania, Conibria, Beseo,
Lameco, Caliabria, Talamantica, Abila, Talabayra, Elbora et Caurio:
XII.73
El mismo error lo vemos reproducido en dos códices de la familia Oreto (I y B) de
la llamada Hitación de Wamba que incluyen a Talabaura/Talabayra dentro de las se-
des episcopales visigodas y lo veremos repetido en la Crónica de Rasis (XCVII) y en la
Pseudo-Isidoriana (8)74. Es probable que la fuente utilizada por el autor de la Albeldense
utilizara un catálogo de la época de Wamba en la que, en efecto, igurara como obispado
Aquis y que, al igual que siglos después hiciera Ximénez de Rada, identiicara esta sede

71 Morán, 2014: 235.


72 Mangas – Carrobles, 1992; Urbina et al. 1994; Bendala, 1999: 137s; Álvarez-Sanchís, 2003: 127s. Cfr.
Urbina, 1998.
73 Gil – Moralejo – Ruiz de la Peña, 1985: 154.
74 Los códices en cuestión son el Vigilano o Albeldense y la Exquistio Yspaniae 2ª. Por otro lado, Talavera no
aparece registrada en el Prouinciale Visigothicum (siglo VII). Vid. Vázquez de Parga, 1943: 16s; Gil – Moralejo
– Ruiz de la Peña, 1985: 91; Martínez Ortega, 2012: 64.

44
con Talavera bien porque en su época era algo conocido, o bien porque es la única po-
blación importante de la zona que no contaba con sede episcopal. Sea como fuere, en lo
que no reparó (o bien no quiso reparar) Sampiro y el resto de los cronistas que le siguen
hasta Ximénez de Rada es que en sus fuentes debía aparecer citada Elbora junto a Tala-
vera y que, por tanto, debía estar claro que se trataba de dos sedes diferentes, de ahí que
el Toledano optara inalmente por desechar cualquier alusión a Elbora en la narración
de la campaña de Ordoño II. Para el arzobispo de Toledo era evidente que Elbora era
Évora y Talavera un obispado diferente que no dudó en identiicar con la antigua Aquis,
la única sede lusitana que no tenía una identiicación clara75.
Dejando a un lado estas dos primeras objeciones, debemos tener en cuenta una tercera
en contra de la reducción de Elbora a Talavera de la Reina que se colige del propio razo-
namiento de Vallejo Girvés. Y es que si, tal como quiere la autora, el topónimo Talavera
fuera de origen árabe con indicación de “barrio de los elborenses”, eso apuntaría a que
nos encontramos ante una población alóctona asentada posteriormente en la ciudad (al
estilo de la citada Talara<Tal-arab)76. Es decir, estaríamos ante un fenómeno semejante
a lo que sucedió siglos después en Granada con el barrio de al-bayyazin, cuyo nombre
deriva de haber sido repoblado por gentes llegadas de Baeza (aunque en este topónimo
no se dé el elemento tal-). Dicho en otras palabras, en el caso de aceptar la etimología
propuesta por Vallejo Girvés, eso sólo probaría que Aebura no es Talavera, sino un nú-
cleo de población cercano desde donde habrían llegado los nuevos pobladores.
Por desgracia hay que decir, una vez más, que la etimología no es en modo alguno con-
cluyente para nuestro caso, ya que se han propuesto diversas explicaciones para escla-
recer el origen y signiicado del nombre de la ciudad. Es cierto que la mayoría de los
autores que han defendido la localización de Elbora en Talavera suponen que el nombre
derivaba del árabe y estaba en relación con el nombre de Elbora. Así pensaba fray Pablo
de San Nicolás y recogía también Cornide, quien suponía que el vocablo tenía relación
con el árabe “atalaya”, opinión que compartirá después Ceán Bermúdez. Modernamente
es de la misma opinión D. Urbina, quien considera que el nombre que le otorgaron los
árabes (Ta al-Elbora o Tal-abera) podría traducirse como “próximo a Elbora”, lo cual,
dicho sea de paso, impugnaría la identiicación entre esta ciudad y Talavera 77.

75 Estos pasajes confundieron al conde de Mora, que insistió en identiicar en Talavera tanto con Elbora,
como con Libora y Aquis: “Despues que Talabriga, ó Alabriga, en algún tiempo Libora, y en otro Ebora, ó
Ebora, ó Aquis, aora (sic) Talavera…” (Rojas, 1654: 213). Esa misma multitud de nombres para una misma
ciudad había sido defendida por el padre Mariana y fue motivo de una grave censura por parte de Sousa
(1631: 97s).
76 Vallejo, 1991: 32.
77 San Nicolás, 1725: “Despues (presumo, que en la entrada primera de los Moros) se le añadió el nombre de

45
Pero junto a esta opción existe de antiguo una teoría que hacía derivar el topónimo
de la “lengua antigua de España”, tal como la deine el padre Mariana78. Autores como
Francisco Villar rechazan el origen árabe del nombre y suponen por el contrario que la
raíz tal- derivaría en realidad de *-(s)tel una raíz céltica para “pantano, charca, estan-
que” presente en otros topónimos relacionados con cursos de agua como el de la propia
Toledo o Talamanca79. Álvaro Galmés de Fuentes, por su parte, considera improbable
que el segundo elemento pueda derivarse a partir de la raíz –briga y proporciona otra
etimología para la ciudad a partir de las voces celtas *tal- (“tierra pedregosa”) y *-bher
(“brillante”). A. Canto sugiere el nombre céltico de Talabara/Talabrica y su relación con
“valle”, tal como se conserva en alemán 80.
En cualquier caso resulta complicado llegar a una conclusión segura a través de esta
vía porque hay propuestas para todos los gustos. No obstante, desde el punto de vista
arqueológico la hipótesis de un nombre céltico resulta dif ícil de aceptar, debido a la
inexistencia de núcleos de población de entidad que puedan fecharse con anterioridad
a la fundación romana de Caesarobriga o que se encontraran próximos a ella, así como
por las razones expuestas por Galmes de Fuentes de la diicultad que entraña hacer
derivar el suijo –vera del celta –briga. En este sentido, la hipótesis árabe parece más ve-
rosímil por cuanto se intuye su relación con Elbora. Pero incluso aceptando cualquiera
de las dos hipótesis, lo único que podemos deducir con seguridad es:
-- que no se trataba de Aebura, sino de un núcleo indígena llamado Talabara/Talabri-
ca (hipótesis céltica)
-- que se trataría de una población llegada desde un lugar cercano a Talavera llamado
Elbora (Vallejo Girvés) o de una población cercana a esta última (Urbina). Y esto
nos parece un dato importante a tener en cuenta, como tendremos ocasión de ver.
(hipótesis árabe).
En todo caso, lo que queda claro sin lugar a dudas es la imposibilidad de identiicar
Talavera con la antigua Ebura.

Tala, que assimismo se añadió á muchos Pueblos, como Talamanca, Talarubias, Talayuelas, y otros muchos,
que oy suenan en España, y assi como á muchas poblaciones añadieron el nombre Guada, que quiere dezir
Rio, assi á otras el nombre , de Tala, que es llanada, y de Tala, y Ebura, se corrompió en Talavera: Trasladóse
esta población de Talavera la Vieja á la Nueva, y traxose consigo el nombre en el lugar donde oy está, quesfe
llamó antiguamente Aguas”. Cornide, 1796: 378 y 407s; Ceán Bermúdez, 1832: 114; Urbina, 1999: 24.
78 Mariana, 1794: 363: “sospecho que Tala en la lengua antigua de España es lo mismo que pueblo, como
Talavan, Talarruvia, Talamanca lo dan á entender; y que de Tala y Ebura primero este pueblo se llamó Talebura
ó Talabura , y de aquí con pequeña mudanza se forjó el nombre de Talavera,…”
79 Villar, 1993; Urbina, 1999: 20. Canto, 2001: 108 n. 6.
80 Galmés de Fuentes2000: 17s.

46
LA AEBURA DE LIVIO

Un nuevo argumento que en principio parece contradecir la identiicación entre Elbora


y Talavera de la Reina es precisamente la diicultad que existe para conciliar la geograf ía
de la campaña narrada por Livio con el área de Talavera. El itinerario seguido por Q.
Fulvio Flaco parece indicar con claridad que la Aebura citada en esta ocasión se hallaba
en algún lugar situado en la Hispania Citerior, provincia sobre la que tenía competencia
el pretor. Según la narración de Livio, Q. Fulvio atravesó el territorio carpetano para
marchar hacia Contrebia [Carbica], dejando en Ebura una guarnición:
“Al comienzo de la primavera [Q. Fulvio Flacco] condujo el ejército a Car-
petania y emplazó el campamento cerca de la ciudad de Ebura, dejando
una pequeña guarnición en la ciudad. Pocos días después, los celtíberos
instalaron su campamento a un par de millas de allí, al pie de una colina…
Luego, una vez trasladados los heridos a Ebura, condujo las legiones a
través de la Carpetania hasta Contrebia”81.
El problema es que, al menos a primera vista, el curso medio del Tajo parece quedar
muy distante del ámbito jurisdiccional del pretor de la provincia Citerior, algo que pare-
ce corroborar también el hecho de que Contrebia se sitúa en Fosos de Bayona (Huete,
Cuenca), en los límites orientales de la Carpetania y, por tanto, próxima al levante, es
decir, al ámbito natural de competencia de Q. Fulvio82. Es cierto que en ocasiones se
transgredieron los límites legales, bien porque se iniciaban campañas conjuntas entre
ambos pretores, o bien por motivos puramente prácticos debido a la todavía precaria
administración romana. Sin embargo, no parece ser éste el caso, ya que la narración
supone a Fulvio muy distante de sus presuntas bases levantinas y, además, la decisión
de dejar allí un destacamento militar junto con los heridos de la campaña sugiere la
existencia allí de algo más que una infraestructura básica.
A pesar de estas objeciones creemos que en este caso sí existen razones para pensar
que, en efecto, la Aebura citada por Livio se hallaba situada en el valle del Tajo y no en
la zona oriental de la meseta. Para entender el pasaje debemos ir al relato mismo de
Livio y entenderlo después dentro de la lógica de las campañas militares efectuadas por

81 Livio, 40 30: Q. Fulvius Flaccus eam obtinebat provinciam. is quia armare iuventutem Celtiberos audierat,
et ipse quanta poterat a sociis auxilia contraxerat, sed nequaquam numero militum hostem aequabat. principio
veris exercitum in Carpetaniam duxit et castra locavit ad oppidum Aeburam, modico praesidio in urbe
posito…40 33: sauciis deinde in oppidum Aeburam devectis per Carpetaniam ad Contrebiam ductae legiones.
82 Esto llevó a Urbina (1999: 22s) a rechazar la posibilidad de que Ebura estuviera en Talavera y la redujera a
Consuegra, que mantendría la raíz (Consabura).

47
Roma contra carpetanos y vetones. En este sentido, debemos reparar en primer lugar en
la expresión utilizada por el historiador latino para describir el itinerario seguido por el
ejército de Q. Fulvio: per Carpetaniam ad Contrebia. Esta frase sólo puede indicar que
Fulvio y sus legiones se encontraban al otro extremo de la Carpetania y que tuvieron
que atravesar su territorio para llegar hasta Contrebia. Eso descarta que el pretor se
hallara en el levante, es decir, en la Citerior bajo dominio romano, porque en tal caso
habría marchado directamente sobre Contrebia sin necesidad de atravesar la Carpe-
tania. Esta es una razón que nos lleva a no descartar que la Aebura de Livio se hallara
efectivamente en el valle del Tajo, sino más bien al contrario darlo como cosa segura.
Además, por si quedara todavía algún resquicio de duda sobre cuál fue el escenario
donde habría que situar la acción de Q. Fulvio, el propio Livio hace mención en el si-
guiente pasaje a las campañas realizadas por su colega de la provincia Ulterior contra
los lusitanos:
“Estos fueron los hechos de ese año en Hispania Citerior. En la provincia
Ulterior, el pretor Manlio libró con éxito varios combates sobre los lusi-
tanos” 83
Ambas noticias deben enmarcarse, pues, dentro del contexto de las campañas iniciadas
por Roma para la sumisión de los pueblos de la Hispania central y occidental: carpeta-
nos, vetones y lusitanos. Dicha lectura proporciona una lógica a los acontecimientos
narrados por Livio que va más allá de la precaria organización territorial republicana de
Hispania: Fulvio se había retirado a Ebura, ciudad vetona situada en el límite provincial,
convertida ahora en castra hiberna, para, llegada ya la primavera, iniciar su expedición
contra Contrebia. De esta forma, durante el periodo invernal en el que los combates
habían cesado las fuerzas de ambos pretores podían apoyarse mutuamente y socorrer-
se en caso de necesidad, al tiempo que les permitía organizar conjuntamente nuevas
operaciones militares. De hecho, ya sabíamos por la misma fuente que en diferentes
ocasiones el propio Q. Fulvio se había adentrado por las tierras de Toledo para atacar a
los carpetanos y que asimismo combatió también contra los vetones84.
En realidad, el mismo modus operandi había sido ensayado con éxito ya antes de Fulvio
en una campaña efectuada en el año 185 a.C. por los pretores C. Calpurnio y L. Quinc-

83 Livio, 40 34: haec in citeriore Hispania eo anno gesta. in ulteriore Manlius praetor secunda aliquot proelia
cum Lusitanis fecit.
84 Livio, 35 7 8: [M. Fulvius] apud Toletum oppidum cum Vacceis Vectonisque et Celtiberis signis collatis
dimicavit exercitum earum gentium fudit fugavitque regem Hilernum vivum cepit. Livio, 35 22 8: Toletum ibi
parva urbs erat, sed loco munito eam cum oppugnaret, Vectonum magnus exercitus Toletatis subsidio venit
cum iis signis collatis prospere pugnavit et fusis Vectonibus operibus Toletum cepit.

48
tio, quienes a principios de la primavera unieron sus tropas en la Baeturia para marchar
después sobre Carpetania. Una vez aquí los ejércitos romanos avanzaron por la región
hasta enfrentarse a un ejército de hispanos en un punto que Livio sitúa “entre las ciuda-
des de Dipo y Toledo”:
“En Hispania aquel mismo año los pretores Gayo Calpurnio y Lucio
Quincio sacaron sus tropas de los cuarteles de invierno a comienzos de
la primavera y las concentraron en Beturia, y después avanzaron hacia
Carpetania, donde se encontraba el campamento enemigo, decididos a
conducir las operaciones de común acuerdo. No lejos de las ciudades
de Dipo y Toledo se originó un combate entre los forrejeadores y como
éstos recibían refuerzos de los respectivos campamentos, poco a poco
fueron saliendo todas las tropas al campo de batalla… Los dos ejércitos
romanos fueron derrotados y rechazados hasta el campamento… Entre
el combate y la huida murieron unos cinco mil romanos y aliados, con
cuyos despojos se armaron los enemigos. Desde allí se encaminaron ha-
cia el río Tajo”85.
Dipo se sitúa en Guadajira (Badajoz), a unos 8 km al este de Talavera la Real86. Entre este
punto y Toledo la distancia es considerable, por lo que la información que proporciona
el historiador latino en este sentido, por vaga e imprecisa, apenas es de utilidad, si bien
permite intuir que fue Dipo el primer objetivo de la campaña porque el punto de reu-
nión de los ejércitos fue en la Beturia. Para entender cómo se desarrolló la operación
debemos proseguir con la narración de Livio.
Como decimos, una vez tomada Dipo, los pretores continuarían su expedición por la
futura vía de la Plata hasta alcanzar el Tajo. En este punto hay un dato en la narración de
Livio que puede ayudar a esclarecer dónde tuvieron lugar los enfrentamientos (pues en
realidad hubo dos) entre romanos e indígenas:
“Cuando sus fuerzas se restauraron e incluso los soldados demandaban el
encuentro con el enemigo para borrar la ignominia de la anterior derro-
ta, acamparon a 12 millas del río Tajo. Desde aquí, poniéndose en marcha

85 Livio, 39 30 1-6: eodem anno in Hispania praetores C. Calpurnius et L. Quinctius, cum primo vere ex
hibernis copias eductas in Baeturia iunxissent, in Carpetaniam, ubi hostium castra erant, progressi sunt
communi animo consilioque parati rem gerere. haud procul Dipone et Toleto urbibus inter pabulatores pugna
orta est, quibus dum utrimque subvenitur a castris, paulatim omnes copiae in aciem eductae sunt. in eo
tumultuario certamine et loca sua et genus pugnae pro hoste fuere. duo exercitus Romani fusi atque in castra
compulsi sunt… Romanorum sociorumque in proelio fugaque ad quinque milia occisa, quorum se spoliis hostes
armarunt. inde ad Tagum lumen profecti sunt.
86 Almagro – Ripollès – Rodrígues, 2009.

49
a la hora de la tercera vigilia, llegaron al amanecer en formación cuadrada
a la orilla del Tajo. Al otro lado del río, sobre una colina se encontraba el
campamento de los enemigos. Donde el río tenía dos vados, Calpurnio
a la derecha y Quinctio a la izquierda, condujeron al ejército hacia el río
con celeridad, mientras el enemigo permanecía quieto maravillado de
la rápida marcha y debatiendo si podrían causar confusión mientras los
romanos estaban desorganizados cruzando el río.”87
Conseguida la victoria sobre los hispanos, el ejército romano se asentó sobre el campa-
mento indígena, ya que, como cumplidamente informa el historiador latino, no habían
tenido tiempo de fortiicar su propio campamento88.
Este pasaje es importante porque permite reconstruir con cierta seguridad el itinera-
rio seguido por los pretores en su marcha hacia Carpetania: siguiendo la ruta que será
habitual en este tipo de campañas, el ejército romano habría remontado el Guadiana
hasta lo que después será Cáceres y desde allí girar hacia el Este siguiendo el corredor
del Tajo hacia Toledo. Una segunda opción podría llevar esta ruta por el interior de la
Beturia a través de Conistorgis (Medellín), Turgalium (Trujillo) hasta la futura Augus-
tobriga, puesto que la primera era una ciudad aliada de los romanos89. Pero avanzar
directamente desde Conistorgis hacia el valle del Tajo por el interior de la Lusitania les
habría supuesto asumir demasiados riesgos, puesto que obligaría al ejército romano a
franquear el corredor situado entre las Sierras de Guadalupe y Villuercas y los Montes
de Toledo, en un medio por aquel entonces todavía hostil. Por el contrario, la mención a
la toma de Dipo sugiere que no fue ése el camino seguido, sino que Conistorgis –ciudad
que después aparecerá como iel aliada y base de operaciones del ejército romano en la
Lusitania septentrional– fuera el punto de reunión de los ejércitos romanos en la Be-
turia antes de partir sobre Dipo90. El propio Livio parece corroborar el trayecto seguido
por las legiones cuando relata textualmente que “El campamento enemigo estaba sobre
una colina, al otro lado del río” (39 30 10). A nuestro juicio esto sólo puede indicar que

87 Livio, 39 30 8-10: Ubi satis placuere vires et iam miles quoque ad delendam priorem ignominiam hostem
poscebat, duodecim milia passuum ab Tago lumine posuerunt castra. Inde tertia vigilia sublatis signis quadrato
agmine principio lucis ad Tagi ripam pervenerunt. Trans luvium in colle hostium castra erant. Extemplo, qua
duobus locis vada nudabat amnis, dextra parte Calpurnius, laeva Quinctius exercitus traduxerunt quieto
hoste, dum miratur subitum adventum consultatque, qui tumultum inicere trepidantibus in ipso transitu amnis
potuisset.
88 Livio, 39 31 16: ...in castris hostium, quia ipsis spatium sua communiendi non fuerat, manserunt.
89 Cfr. Almagro et al. 2009: 118.
90 Conisturgis actuaría como campamento de invierno de Sulpicio Galba antes de su campaña contra los
lusitanos en 151 a.C. (Ap. Iber. 58) y, de nuevo, en 141 a.C. sería utilizada por Serviliano durante las guerras de
Viriato (Ap. Iber. 68). Sobre esta ciudad y su identiicación con la actual Medellín vid. Almagro, 2008.

50
el campamento de los hispanos se encontraba en la margen izquierda del Tajo, que es
la zona realmente montañosa (zona de Las Villuercas-Guadalupe y Altamira), ya que
por la margen derecha se halla la llanura correspondiente a la vega del Tajo, sin apenas
elevaciones orográicas de importancia, y la que realmente debía estar controlada por
los ejércitos romanos desde antiguo.
Si comparamos este relato con el de la campaña de Fulvio Flaco parece evidente que
nos encontramos ante un mismo marco geográico para el lugar donde se desarrollaron
los combates. De hecho, estas campañas sitúan la geograf ía de las expediciones en el
espacio comprendido entre el interior de Lusitania (Dipo), el territorio limítrofe entre
la Vetonia y la Carpetania (Aebura) y el oriente de la Carpetania y sur de la Celtiberia
(Contrebia). Y puesto que el enfrentamiento del año 185 a.C. tuvo lugar entre Dipo y
Toledo, a orillas del Tajo, lo lógico es suponer que éste debió producirse en la propia
Ebura, ciudad que luego quedaría como campamento romano porque no habían tenido
tiempo de levantar el suyo propio (39 30 16). Esto explicaría la elección de esta plaza
como base de operaciones de Q. Fulvio en la posterior campaña de 181 a.C.
Por otro lado, debemos recordar además que el valle medio del Tajo constituye un te-
rritorio limítrofe entre las provincias Citerior-Tarraconensis y Ulterior-Lusitania. Según
Alicia Canto la divisoria entre ambas provincias pasaba aproximadamente entre los
meridianos 4º-5º, en una línea que se proyecta N-S desde los toros de Guisando hasta la
Peñaescrita de Cenicientos; es decir, en un punto intermedio entre las actuales ciudades
de Toledo y Talavera de la Reina91.
El episodio, pues, puede entenderse a la luz del posterior desarrollo histórico en la re-
gión: la geograf ía en la que se enmarca las acciones de Q. Fulvio nos está hablando de
dónde habrían de ijarse en el futuro los límites entre la Tarraconense y la Lusitania y de
la importancia militar que adquirirá la vía que conduce a través de la Carpetania hacia la
Lusitania, algo que vendrá a corroborar la fundación de las ciudades de Caesarobriga y
Augustobriga sobre antiguos castra romanos. El carácter fronterizo de la zona se mantu-
vo inmutable a lo largo de los siglos y, en lo que parece ser una constante histórica, esta
parte concreta del territorio de la Carpetania basculará durante toda su historia entre la
Lusitania y la Tarraconense/Cartaginense y entre la jurisdicción de los metropolitanos
de Toledo y Mérida92.

91 González-Conde, 1986; Canto, 1994: 282s.


92 Todavía en el siglo II d.C. el territorio mantenía intacta buena parte de su personalidad como demuestra
la subdivisión de la provincia lusitana en Lusitania et Vettonia, vid. Canto, 1995: 159.

51
En resumen, estos pasajes pueden interpretarse de dos formas: bien rechazando la re-
ducción de la Aebura de Livio a ninguna de las candidatas que se disputan tal honor
por cuanto todas ellas pertenecieron a la Lusitania, esto es, a la provincia de Hispania
Ulterior93, o bien suponiendo que Q. Fulvio se retiró con sus tropas a un territorio de la
Lusitania limítrofe con la Carpetania/Tarraconense donde el poder romano ya estaba
implantado (campaña de C. Calpurnio y L. Quinctio) y que, aunque en principio no
estaba dentro de su ámbito jurisdiccional, le reportaba grandes beneicios estratégicos,
porque de esta forma sus legiones podían encontrar el apoyo del ejército de Manlio en
caso de necesidad y, viceversa, ofrecer apoyo a su colega en sus enfrentamientos contra
los lusitanos. Finalizado el invierno cada uno organizaría sus expediciones siguiendo
direcciones opuestas: Manlio contra los lusitanos y Fulvio contra los carpetanos y celtí-
beros. Vista la lógica interna del relato de Livio y el contexto en el que se enmarca, debe-
mos considerar seriamente esta última posibilidad y rechazar la primera opción. De he-
cho, hay un célebre episodio de las guerras celtibérico-lusitanas que podría servir para
ilustrar la actuación de Q. Fulvio y su marcha hacia Contrebia a través de la Carpetania.
Nos referimos, por supuesto, al relato de Frontino que narra el asalto a la ciudad de
Segobriga efectuado por Viriato. La acción es de sobra conocida: durante un ataque a
Segobriga, Viriato inge retirarse de la ciudad durante tres días. Posteriormente el caudi-
llo lusitano vuelve sobre sus pasos, recorriendo en una sola jornada lo que antes había
realizado en tres días. Con esta hábil estratagema Viriato cogió desprevenidos a los se-
gobricenses que estaban sacriicando y logró un cuantioso botín:
“Viriato, después de retirarse durante tres días, dio la vuelta de repente
y cruzó la misma distancia en un día. Así aplastó a los Segobrigenses,
tomándolos sin su guardia en un momento en que estaban seriamente
ocupados en sacriicar”94.
No se conoce con exactitud dónde estaba localizada la guarida del caudillo lusitano,
pero Apiano aporta algunos datos que pueden servir para su identiicación. Por un lado,
el autor conirma las incursiones de Viriato por la Carpetania y, por otro, relata que,
acosado por los romanos y repudiado por los celtíberos y carpetanos, Viriato encontró

93 Opinión defendida anteriormente por Urbina, 1999: 22s.


94 Front. Stratag. 3 11 4: Viriathus, cum tridui iter discedens confecisset, idem illud uno die remensus
securos Segobrigenses et sacriicio cum maxime occupatos oppressit. No está claro si hay que identiicar esta
acción con la del robo de ganado a los segobricenses narrada un capítulo antes: Stratag. 3 10 6: Viriathus
disposito per occulta milite paucos misit, qui abigerent pecora Segobrigensium; ad quae illi vindicanda cum
frequentes procurrissent simulantesque fugam praedatores persequerentur, deducti in insidias caesique sunt.
(“Viriato, en una ocasión, habiendo emboscado a sus hombres, envió a otros para ahuyentar los rebaños de
los Segobrigenses. Cuando éstos se precipitaron en gran número para defender sus rebaños y persiguieron
a los merodeadores, que ingían huir, fueron conducidos a una emboscada y despedazados”). Sobre esto vid.
Gozalbes, 2007: 241s.

52
Castro de La Estrella.

refugio en el monte de Afrodita, un “monte poblado de olivos”95. Adolf Schulten pensa-


ba que tal monte debía encontrarse en la Sierra de San Vicente, al norte de Talavera

95 Apiano, Iber. 64 “Viriato penetró sin temor alguno en Carpetania, que era un país rico, y se dedicó a
devastarla hasta que Gayo Plaucio llegó de Roma con diez mil soldados de infantería y mil trescientos jinetes.
Entonces, de nuevo Viriato ingió que huía y Plaucio mandó en su persecución a unos cuatro mil hombres,
a los cuales Viriato, volviendo sobre sus pasos, dio muerte a excepción de unos pocos. Cruzó el río Tajo y
acampó en un monte cubierto de olivos, llamado monte de Venus”; Iber. 66: “Este último [Viriato] tuvo un
enfrentamiento con Quintio, otro general romano, en la otra parte de Iberia y, al ser derrotado, se retiró de
nuevo al monte de Venus.”

53
Mina de La Condenada (Osa de la Vega) -según M.J. Bernardez y J.C. Guisado-.

de la Reina, opinión que hasta hace


pocos años era comúnmente acepta-
da, si bien en los últimos años algunos
autores han mostrado sus dudas y pre-
ieren ubicarlo en la zona meridional
de la Lusitania cercana al conuentus
Astigitanus que habría sido el escena-
rio de algunas campañas del caudillo
lusitano96.
A pesar del escepticismo con respecto
a la versión tradicional, un interesante
artículo de Gozalbes Cravioto ha vuel-
to a insistir en situar el escenario de las

96 Vid. Schulten, 1937: 96-140; Seguido, 1981;


García Moreno, 1988; Gómez Fraile, 2005.

Mina de La Condenada (Osa de la Vega). Tesorrillo, se-


gún M.J. Bernardez y J.C. Guisado)

54
correrías de Viriato en Carpetania. A nosotros nos resulta interesante señalar varios
puntos de este trabajo por su relación con la posible situación de la antigua Ebura. En
primer lugar conviene recordar que la actuación de Viriato en Carpetania está corro-
borada por otros autores clásicos como Floro (1 33 15: omnia citra ultraque Hiberum
et Tagum igni ferroque populatus), aparte de las referencias de Frontino sobre los dos
ataques a Segóbriga, por lo que situarla en tierras más meridionales –al menos en este
caso– resulta bastante inverosímil. Un segundo punto que debemos reseñar es precisa-
mente un dato que, a pesar de resultar evidente en la narración, hasta el momento había
pasado un tanto inadvertido: el famoso mons Veneris debía encontrarse forzosamente
al sur del Tajo, puesto que, como airma Apiano, Viriato “cruzó el Tajo” desde la Carpe-
tania para dirigirse a su campamento-guarida en el monte de Venus. Esto lógicamente
descarta que pueda identiicarse con la Sierra de San Vicente que, como se sabe, se
encuentra al norte de Talavera, lo que haría innecesario cruzar el río. Por otro lado, la
Sierra de San Vicente es un hito geográico aislado que resalta sobre la llanura de los ríos
Alberche y Tiétar y que por tanto dif ícilmente puede pasar inadvertida desde el punto
de vista militar. Menos aún teniendo en cuenta que dicha altura era considerada un
lugar sagrado objeto de peregrinación en la Antigüedad97.
En realidad, creemos que siempre que los escritores latinos hablan de “cruzar el Tajo”
debe entenderse en el sentido de cruzar el río hacia el sur, ya que el corredor del Tajo (es
decir, la margen derecha del río) debía estar controlado por Roma. Es en el sur monta-
ñoso y agreste el territorio donde los vetones y lusitanos aún rebeldes pueden encontrar
cobijo.
Por último, conviene reparar en la tercera de las hipótesis planteadas por el autor en el
sentido de una estrecha relación entre las ciudades de Contrebia Carbica y Segobriga. En
este lugar debemos advertir un hecho señalado por Gozalbes Cravioto:
“Sin duda es correcta la interpretación de Salinas de Frías, acerca de que
estas actuaciones de Viriato se producían gracias a dominar y conocer,
por los informes de sus colaboradores locales, los “caminos sin tránsito”
(Apiano, Iber 62), que podían ser con mucha probabilidad las veredas
pastoriles”98.
Santiago Palomero, que ha estudiado estos episodios de la vida del caudillo lusitano en
relación con los trazados viarios de la Antigüedad, recoge una hipótesis de Muñoz Villa-
rreal y Ruiz Carmona que nos parece sumamente interesante al hilo de lo que venimos

97 Seguido, 1981.
98 Gozalbes, 2007: 239-246.

55
diciendo aquí. Según los citados autores, es posible que existiera un camino alternativo
a la vía XXV que fuera desde La Jara hasta el sur de Cuenca a través de Belvís, San Mar-
tín de Pusa, Melque, Gálvez, Polán y Guadamur hasta Toledo. Desde allí la ruta seguiría
por Ocaña, Noblejas, Santa Cruz de la Zarza, Tarancón, Huelves, Uclés y Segobriga.
Palomero pone en relación esta ruta de la Jara con los ataques de Viriato a esta última
ciudad, por lo que propone denominar a esta ruta como “Camino de Viriato o de los
ladrones”. Además, con una gran intuición, supone que el mons Veneris debía situarse
en el entorno de la ciudad hispano-musulmana de Vascos99. Y, en efecto, muy cerca de
Vascos se halla un importante asentamiento de la Edad de Hierro que parece cumplir
con todos los requisitos para ser identiicado con la guarida de Viriato: el castro de la Es-
trella100. Hasta la vegetación dominante, compuesta por jaras (cistus ladaniferus), olivos
y acebuches, así como encinas y alcornoques en bosques adehesados, se aviene bien con
la descripción de Apiano, que sugiere un ambiente sobremanera bucólico.
Si el castro de la Estrella se muestra como una irme candidata a ser el campamento
refugio de Viriato, el yacimiento de Vascos se vislumbra como el lugar donde se pro-
dujeron los hechos narrados por Livio a propósito de la batalla librada “entre Dipo y
Toledo” en 185 a.C. y, por consiguiente, también con la Aebura donde Q. Fulvio Flaco
estableció sus cuarteles de invierno en 181 a.C. Recordemos que no lejos de Vascos y en
relación histórica con ella se encuentran Azután y el puente de los Pinos de Calera, dos
importantes vados del Tajo en esta zona. La situación de Vascos en la margen opuesta
del Tajo, con el río como defensa frente a posibles ataques de carpetanos y vetones y con
una buena comunicación con el dominio romano de la Ulterior a través de Turgalium
y Conistorgis, así como su importancia estratégica en relación con el paso del río en
dirección N-S, hacía de este punto un lugar privilegiado desde el punto de vista militar.
La hipótesis de una identiicación de Vascos y Elbora parece tener conirmación ar-
queológica en el tesorillo de La Condenada (Osa de la Vega, Cuenca)101. Se trata de una
ocultación de monedas bastante homogénea en cuanto a su composición (1 triente de
Leovigildo de 568-578 y otros 14 tremisses acuñados entre 680 y 710, correspondien-
tes a los reinados de Ervigio, Egica-Witiza y Witiza). La distribución de monedas en
relación a la ceca de emisión nos resulta altamente signiicativa: 4 monedas de Ispali, 4
de Elbora, 2 de Corduba, 2 de Emerita, 1 de Toleto y 2 de cecas desconocidas. Resulta
sencillo explicar la presencia de ejemplares de ciudades como Ispali, Corduba, Toleto o
Emerita, todas ellas grandes ciudades del reino visigodo que debieron emitir gran can-

99 Muñoz – Ruiz, 1993; Palomero, 2001: 326s.


100 Morín et al. 2007.
101 Bernárdez – Guisado, 2005.

56
tidad de numerario. Pero es dif ícil justiicar la presencia de un número tan elevado –en
términos relativos: 4 ejemplares sobre 15, sólo comparable a Ispali– de tremisses de la
ceca de Elbora, una ciudad de segundo orden y que aparentemente –si aceptamos su re-
ducción a Évora– se encuentra muy alejada y mal comunicada con Segobriga. A nuestro
juicio, la explicación más sencilla y lógica a la sobrerrepresentación de las emisiones de
Elbora es precisamente la buena comunicación de Vascos con Segobriga a través de ese
camino de los pastores que antes hemos mencionado que debía comunicar las tierras
de la Serranía de Cuenca con las zonas de pastos de las dehesas de la antigua Baeturia
céltica.

AEBURA EN LA HISPANIA ANTIGUA

En la Hispania antigua hubo varias ciudades u oppida que ostentaron el nombre de


Aebura o uno semejante. Aparte de la Ebora/Évora portuguesa y la Aebura vetona de
la campaña de Q. Fulvio ya citadas, existen menciones a una Ebora en Galicia, sobre la
desembocadura del Tambre (Mela, 2 1 11), otra en Cádiz (Ptol. 2 4 9; Strab. 3 1 9; Mela, 3
1 4), una Eburobrittium (Óbidos, Portugal) entre los túrdulos (NH 4 4 113) y otra más en
la Bética (NH 3 10). Es un nombre muy extendido en toda la Céltica, y de hecho existía
también una Eburobriga en la Galias, otra Eburodunun en Helvetia, etc. Este elemento
se halla presente también en el paraje donde Valerio del Bierzo levantó su célebre ora-
torio: Ebronanto102.
No hay que extrañarse de la frecuencia de topónimos con esta raíz, ya que todos ellos
derivan del vocablo celta eburo (“tejo”). El tejo (taxus baccata) llegó a ser una especie
muy abundante en la España antigua y medieval hasta que las talas indiscriminadas para
su aprovechamiento en la fabricación de arcos y navíos durante la Baja Edad Media y
la Edad Moderna redujeron considerablemente la extensión de sus otrora inmensos
bosques. El tejo era además un árbol considerado sagrado entre los pueblos prerroma-
nos de Hispania, sobre todo entre los pueblos de raigambre céltica. Sus hojas y corteza
son altamente tóxicos, siendo utilizadas en la antigüedad para el suicidio, a veces de
forma ritual, como sabemos que sucedió entre los cántabros y entre los galos. Entre los
primeros está atestiguado por Floro103. Para los galos, se deduce de un texto de César,
quien informa del suicidio de Catuvolco, caudillo de los eburones (un pueblo de la Galia

102 Val. Ord. Querim. 4 3-4: … et in supra memorato Petrense Castro predio quae nuncupatur Ebronanto…
Para la importancia de este topónimo en la identiicación de los episodios inales de las guerras cántabras, vid.
Barroso – Morín – Sánchez, 2015: 55-57.
103 Floro, 2 33 50-51. Cfr. Plinio 4 113; Isid. Hisp. Etym. 17 9 25.

57
Bélgica cuyo nombre podría traducirse como “los del tejo”), tras su derrota a manos de
los romanos104.
Sin duda, el gran número de topónimos relacionados con este árbol hace dif ícil la iden-
tiicación de la Ebura de Livio. Por esta razón tiene especial interés para nosotros la exis-
tencia de una mansio llamada Libόra o Libura que Ptolomeo sitúa en la parte occidental
del curso medio del Tajo105. A tenor de las coordenadas proporcionadas por el geógrafo
griego parece segura su identiicación con la Lebura del Anónimo de Rávena (siglo VI),
quien la incluye entre las mansiones situadas entre Augustobriga (Talavera la Vieja) y
Toleton (Toledo), ambas citadas también como puntos de referencia en la denominada
vía XXV del Itinerario de Antonino106:
Rav. 4 44:
7. Complutum, cuius ainalis est
8. civitas quae dicitur:
9. Titultiam
10. Toleton, item civitas
11. Lebura
12. Augustabria
13. Lomundo
14. Turcalion
15. Rodacis
16. Lacipea107.
Itin. Ant. (Wess. 438) :
Alio itinere ab Emerita Caesarea Au
3 gusta .............................................................................................................................................................. m.p. CCCXLVIII, sic:
4 Lacipea ..................................................................................... m.p. XX
5 Leuciana................................................................................... m.p. XXIIII
6 Augustobriga .......................................................................... m.p. XII
7 Toletum .................................................................................... m.p. LV108

104 Caesar, BG 6 24 y 31. Entre los celtíberos también se documenta la gentilidad de los eburancos.
105 Ptol. Geogr. 2 6 57.
106 “LEBURA. - Rav. IV 44 (312, 11). Ptol. 11 6, 56: Libόra. Liv. XL 30: Aebura? El Ravennate le sitúa entre
Toletum y Augustobriga. Miller, Ptol.176, opina que podría ser Montalbán junto al Tajo, o Cueva”. (Roldán,
1975: 245).
107 Pinder –Parthey, 1860: 312
108 Roldán, 1975: 86s.

58
Calzadas romanas en la Meseta sur (Roldán, 1975).

Vías de comunicación entre Toledo y Mérida a través de Las Villuercas (J. Gil Montes. 2008 https://logrosanaldia.
net/2014/01/27/la-historia-de-aquilos-caminos-romanos-entre-merida-y-toledo/)

59
Si tenemos en cuenta la ecuación Elbora=Ebura=Lebura/Libura eso implica lógicamen-
te que la antigua sede episcopal de Elbora debe buscarse en algún paraje situado dentro
la franja de terreno situada entre el embalse de Valdecañas (Augustobriga) y la ciudad
de Toledo pero, por las razones antes expuestas, en un lugar distinto a Caesarobriga
(Talavera de la Reina). Y posiblemente la clave de todo el asunto resida en una lectura
coherente de los itinerarios en relación con la intención que dirigió su redacción, así
como con la funcionalidad para la que fueron realizados.
En este caso llama poderosamente la atención que ni el Ravennate ni el Itinerario de
Antonino nombren a Caesarobriga en su relación mientras que, por el contrario, el pri-
mero sí registra Lebura, un núcleo de población que con toda seguridad era de menor
entidad. Caesarobriga alcanzó el rango municipal en época Flavia y debía tener un im-
portante potencial económico durante todo el imperio, de ahí que haya autores como
González-Conde que consideran que su ausencia en el itinerario de Antonino sea fruto
de “un error”109.
En efecto, por mucho que se hubiera visto afectada por la crisis bajoimperial resulta
dif ícil pensar que una ciudad como Caesarobriga hubiese dejado de ser un referente en
la época en que se redactaron ambos itinerarios, sobre todo teniendo en cuenta que en
el momento de la conquista islámica debía ser todavía un núcleo de cierta relevancia.
Así, según una tradición recogida en el Ajbar Machmua fue en un lugar cercano a Ta-
lavera donde tuvo lugar la famosa entrevista entre Muza y Tarik del año 713. La misma
fuente recoge la noticia de que la ciudad se había visto afectada por la sublevación de
los bereberes y de la campaña que contra ellos movieron los contingentes sirios de Balch
b. Bisral al-Qusayrī110.
Por esta razón más bien nos inclinamos a pensar que en dicha omisión debió pesar más
otro motivo que tiene que ver precisamente con la inalidad con la que fueron compues-
tos los itinerarios. Y en este sentido, debemos tener bien presente que se trata de guías
de caminos cuya función no era otra que describir de forma escrita o gráica las princi-
pales rutas de comunicación que atravesaban los distintos territorios que conformaban
el Imperio. Para su redacción, sin embargo, debieron centrarse en las principales rutas
de comunicación y dejar al margen otras vías de segundo o tercer orden que habrían

109 González-Conde, 1986: 92.


110 “A ines de Xawel (=in. julio 713) salió Muga de Mérida para Toledo, y apenas supo Tárik su próxima
llegada, salió á recibirle para ofrecerle sus respetos, y le encontró en el. distrito de Talavera, en un lugar
llamado [vacat]”; “Congregados los berberiscos de Galicia, Astorga, Mérida, Coria y Talavera, eligieron por
jefe á Ebn […] y con un ejército innumerable pasaron el rio Tajo, en busca, de Abd-el-Mélic ben Kátan, el cual
mandó contra ellos á sus dos hijos Kátan y Omeyya, con los siriacos compañeros de Balch y los beledíes de
España”. Lafuente Alcántara, 1867: 30 y 49s. Vid. Martínez Lillo, 1996: 72s.

60
supuesto un considerable enredo en la descripción de los principales itinerarios. Por
consiguiente, la aparición de mansiones que en principio parecerían fuera de lugar –ha-
blando en términos relativos, esto es, en comparación con otras de mayor importancia
como sucede en el caso de Lebura y Caesarobriga– tendría su razón de ser en que se
trataban de puntos que, por alguna razón, tenían cierto interés para el viajante. Y, a
nuestro juicio, resulta muy probable que esa importancia tuviera que ver con el hecho
de tratarse de puntos de unión con caminos secundarios que no aparecen relejados en
los itinerarios.
Dada la situación de la mansio de Lebura, entre Toleton y Augustobriga pero muy cerca
de esta última, puede suponerse que ese interés no era otro que marcar el vado del Tajo
en el punto en el que la vía XXV se cruzaba con el camino que conduce desde Mérida
hasta Ávila bordeando la Sierra de Guadalupe y a través de la serranía de Gredos. A
nuestro juicio esa opción se encuentra corroborada por el relato de la huida de Vicente y
sus hermanas desde Elbora hacia Abula. De ser cierta esta hipótesis, eso proporcionaría
un nuevo argumento en favor de la reducción de Lebura a Vascos e, indirectamente, de
la veracidad de la tradición de los mártires abulenses.

EL OBISPADO DE AQUIS

Antes de proseguir con nuestro estudio creemos necesario hacer un pequeño parénte-
sis y volver de nuevo sobre la localización del obispado de Aquis porque de ello depende
en buena parte la resolución del problema de la identiicación de la antigua Elbora.
Como se sabe, esta nueva sede episcopal fue fundada por el rey Wamba sobre un mo-
nasterio dedicado a la memoria del confesor Pimenio en algún lugar situado entre To-
ledo y Mérida pero perteneciente a la provincia de Lusitania. Los datos sobre el santo
titular del monasterio que dio origen a la sede episcopal de Aquis son bastante escuetos
y seguramente pertenecen al ámbito legendario. Se sabe de cierto que Pimenio era un
presbítero romano a quien la tradición quiere que fuera arrojado al Tíber por orden del
emperador Juliano. Su iesta se celebraba el 2 de diciembre, en Roma, en el cementerio
de Ponciano, en la uia Portuensis. En cuanto a la tradición literaria, la Passio Pimenii se
asocia a las de los mártires romana Fausto y Bibiana, con las cuales comparte muchas
similitudes. De San Fausto se dice además que fue enterrado en Aqua Tauri, mientras
que Bibiana lo habría sido en Aquas Taurianas. Aquas Tauri/Taurianas es un lugar del
Lazio (donde hoy Civitavecchia) que era famoso por su manantial de aguas sulfurosas y
que aparece citado por Plinio el Viejo y el poeta galo Rutilio (siglo V d.C). La relación de

61
los santos Fausto y Bibiana con el confesor Pimenio parece establecerse, pues, a través
del agua: uia Portuensis, Aqua Tauri, Aquas Taurianas y Tíber. Y precisamente con el
agua puede hallarse una conexión entre el mártir romano y el monasterio visigodo de
Aquis111.
En cuanto a este lugar, la única mención que conservamos del obispado-monasterio de
Aquis se halla en las actas del XII Concilio de Toledo, celebrado entre los días 9 y 25 de
enero de 681. Es éste un sínodo de gran importancia política por cuanto en el mismo se
trató la deposición de Wamba y la elección de Ervigio como sucesor en el trono. Según
se desprende del relato de las actas de dicho concilio, el obispo Esteban de Mérida había
sido obligado a ordenar un obispo para una nueva sede sita en un monasterio llamado
Aquis, donde reposaban los restos de San Pimenio:
“Dijo (Esteban, obispo de Mérida) que había sido obligado por presiones
del rey (Wamba) a hacer una nueva ordenación episcopal en la sede del
monasterio de la aldea de Aquis, donde descansa con el debido respeto
el venerable cuerpo del santísimo confesor Pimenio… que no hicieran
obispo en el lugar de Aquis, …ni en ningún pueblo ni aldea similar lo
hagan…determinamos por decisión común lo siguiente: que de ahora en
adelante no continúe la sede episcopal en la referida aldea de Aquis, ni se
constituya en adelante por allá ningún obispado…quedando el referido
lugar en adelante, bajo la institución monástica, sin gozar del privilegio
episcopal, sino sujeto en todo al régimen de un abad, como hasta aquí ha
estado…”112
A partir de la breve referencia conciliar ha habido varios intentos de localización del
monasterio y obispado de Aquis y hasta la fecha han sido numerosos los intentos de
reducir esta sede a algún punto concreto de la geograf ía toledana, generalmente a Ta-
lavera de la Reina.
En realidad, la tradición de ubicar Aquis en esta ciudad o sus inmediaciones es antigua,
apareciendo ya en la crónica del arzobispo Rodrigo Ximénez de Rada. Puesto que daba
por hecho la identiicación de Elbora y Évora, Ximénez de Rada supuso que Talavera

111 Bib. Hag. Lat. Ant. 1898, I, pag. 224n 2289. Urbina, 1999: 19s.
112 XII Conc. Tol. c. 4. Dixit enim violentia principali se impulsum fuisse, ut in monasterio villulae Aquis,
ubi venerabile corpus sanctissimi Pimenii confessoris debito quiescit honore, novam espiscopalis honoris
ordenationen eiceret…ut in praedicto loco Aquis episcopus ieret…nec non et in aliis vicis vel villulis similiter
faceret…in comuni deinitione elegimus, ut in loco villulae supradictae Aquis deinceps sedis episcopalis
non maneat, neque episcopus illic ultra constituendus existat…et praedictus locus sub monastica deinceps
institutione mansurs non episcopali ultra privilegio fretus, sed sub abbatis regimine, sicut hucusque fuit…(Vives,
1963: 389-392).

62
era la antigua Aquis, situándola, sin duda de forma interesada, “en la diócesis de Tole-
do” cuando las actas del XII Concilio indican de forma implícita que era sufragánea de
Mérida ya que el obispo había sido ordenado por el metropolitano de esa sede113. La
interpretación del Toledano inluyó en crónicas posteriores, añadiendo un punto de
confusión al tema. Así sucede, por ejemplo, en la Crónica General de España:
“en esse anno saco el rey don Ramiro su hueste muy grand, et fue e tierra
de moros correr un castiello que antiguamientre avie el nombre Aguas,
et es al que agora dizen Talavera, et es en la ribera de Teio de yuso de
Toledo” 114.
En esta línea debe entenderse también la inclusión de Talabaura-Talabayra en los tex-
tos de la división de Wamba correspondientes a la familia de Oreto (Esc. d.I.2, Albelden-
se y Exquisitio Yspanie 2ª Lib. Priv. II f.131 r.a.)115. Todavía a inales del siglo XVIII, antes
del hallazgo de la inscripción del senatus Augustobrigensium José Cornide se mostraba
partidario de identiicar Talavera la Vieja con Aebura y llevar Aquis a Talavera de la
Reina116.
Sin embargo, la designación de Aquis como villula en las actas del concilio no deja de
plantear problemas para la identiicación de este obispado con Talavera, ya que cual-
quiera que sea la acepción que otorguemos a este término (pequeña villa, pueblo o,
lo más probable en este caso, una villa noble) ninguno de ellos puede aplicarse con
propiedad a la ciudad toledana, que en esa época debía ser un centro urbano de cierta
magnitud117. Las referencias del Ajbar Machmua antes citadas parecen apuntar también
en ese sentido en una fecha que se sitúa a comienzos del siglo VIII. En textos medie-
vales posteriores, como los de la Crónica General de España o los Anales Toledanos, e
incluso en fuentes musulmanas como Al-Razī, Talavera es considerada como una de las
ciudades principales de la Marca Media, un castillo muy fuerte, dicen tanto los autores
musulmanes como cristianos118. Y también parece sugerir lo mismo su privilegiada si-
tuación, en una rica y fértil vega y en un lugar intermedio entre Toledo y Mérida, que
favorecía sin duda un importante desarrollo económico y demográico.

113 Reb. Hisp. 5 8: Decimonono regni sui anno obsedit oppidum, quod olim Aquis, nunc Talavera vocatur in
dioecesi Toletanensi.
114 I 537: De las cibdades que an los nombres cambiados.
115 Vázquez de Parga, 1943: 16s. Gil – Moralejo – Ruiz de la Peña, 1985: 154 y 225. Sobre todo esto vid.
Urbina, 1999: 13-15.
116 1796: 399 y 407.
117 Sobre el término uilla/uillula: Isla, 2001; Arce, 2006; Barroso – Carrobles – Morín, 2011: 49.
118 Urbina, 1999.

63
Localización del mausoleo de Las Vegas de Pueblanueva, Toledo. Según S. de la Llave y A. Escobar

Planta del mausoleo de Las Vegas de Pueblanueva, Toledo. Según S. de la Llave y A. Escobar.

64
Mausoleo de Las Vegas de Pueblanueva, Toledo. Según S. de la Llave y A. Escobar

65
Iglesia y placa de las Tamujas, según
A. Palomeque (Malpica de Tajo). La
placa-nicho representa la escena del
bautismo de Cristo en el Jordán, uno de
los pocos pasajes sagrados en los que se
explicita la Trinidad.

66
En realidad, los únicos datos de que disponemos para ijar la reducción de Aquis es que
la nueva sede episcopal se hallaba bajo la jurisdicción del metropolitano de Mérida y,
por tanto, pertenecía a la provincia de Lusitania. El problema es que, como ya hemos
adelantado, esta provincia extendía sus límites hasta muy cerca de Toledo: la línea de
frontera se supone iba en dirección N-S en una línea que comienza en Arévalo (Ávila)
y seguía en dirección Sur hacia Cenicientos (Madrid)–Puebla de Montalbán (Toledo)–
Corral de Cantos/Alto del Puerco (Toledo). Prácticamente a unos 35 km al W de Tole-
do y otros tantos al E de Talavera de la Reina119. Esto abre un abanico de posibilidades
que abarca desde el curso medio del río Alberche hasta las Villuercas, entre las cuales
pudiera estar Cazalegas, como airman Soto y otros autores que siguen el falso cronicón
de Luitprando, o asimismo, desde que a inales del XVIII lo planteara Cornide, junto a
Talavera de la Reina, en el antiguo monasterio de los frailes jerónimos120.
Aunque hemos puesto objeciones a tal hipótesis porque el monasterio se halla en la
misma Talavera, creemos sin embargo que el académico coruñés no iba muy desenca-
minado en su propuesta. En anteriores trabajos hemos defendido la ubicación del obis-
pado de Aquis en yacimientos próximos a Talavera, si bien en antiguas villas romanas
situadas a una cierta distancia de la ciudad que pudiera justiicar la denominación de
uillula utilizada en la redacción de las actas conciliares. Así, D. Urbina propuso como
hipótesis su localización en Santa María de las Albueras, donde se halla el yacimiento
de Las Vegas de Pueblanueva, que cuenta con uno de los más importantes mausoleos
cristianos de la península, con un sarcófago con la escena de Cristo entre apóstoles, y
cuyo nombre, Albueras podría ponerse en relación con el agua y con Elbora121. Algunos
de nosotros hemos supuesto que el monasterio-obispado de Aquis debía localizarse no
lejos de este mismo lugar, en el yacimiento de Las Tamujas, entre Malpica de Tajo y
Carpio de Tajo, de donde proceden importantes restos de época visigoda122. También la
doctora Canto se inclina a pensar en una relación entre el obispado de Aquis y el yaci-
miento de El Saucedo, a unos 5 km al SE de Talavera de la Reina123.
Conviene ijar nuestra atención en el topónimo Las Tamujas. El nombre indica una zona
de humedales (el tamujo o securinega tinctoria es un arbusto propio de zonas de ribera
y pantanosas) que justiicaría plenamente el apelativo dado al paraje en época visigoda.

119 González-Conde, 1986; Canto, 1994: 282s.


120 Cornide, 1796: 399.
121 Urbina, 1999: 24. La relación con Elbora, aunque no es descartable, es más dif ícil de aceptar, pues parece
claro que se trata de un derivado del árabe árabe al-buhayra (“lago, pantano, ciénaga”) y, por tanto, con
ninguna relación con el topónimo latino. Para el mausoleo tardorromano, vid. Hauschild, 1969.
122 Barroso – Morín, 2007: 120-122.
123 Canto, 2001: 122s n. 55.

67
Asimismo, nos parece signiicativo también que, entre la escasa producción escultórica
visigoda de tipo igurado que se nos ha conservado, sea precisamente la placa de Las
Tamujas una representación bautismal de Cristo, escena en la que las aguas tienen lógi-
camente un protagonismo fundamental124. El yacimiento de Las Tamujas se encuentra,
además, en una zona de vado del río Tajo hacia las poblaciones de Mesegar y Maqueda,
desde donde enlazaría con la ruta que atraviesa la Sierra de Gredos por San Martín de
Valdeiglesias (toros de Guisando) y El Barraco125. Ya había sido objeto de ocupación en
época romana con restos conocidos desde antiguo, como demuestran las Relaciones
topográicas de Felipe II y el informe redactado por Ceán Bermúdez a propósito de este
lugar126. Prospecciones efectuadas por Antonio Palomeque a mediados del siglo pasado
pusieron al descubierto una villa romana decorada con ricos mosaicos de pavimento y
con termas, así como diversos restos correspondientes a época visigoda entre los que se
incluye lo que A. Palomeque consideró una iglesia y que recientemente Javier Arce ha
interpretado dichas estructuras como parte de un pabellón privado de la villa romana
destinado sobre todo a funciones de representación. No obstante, y tal como sucedió
también en otros ejemplos semejantes (Carranque, Saucedo, Los Hitos), dicho pabellón
sería posteriormente transformado en iglesia, lo que le aseguró su supervivencia entre
los siglos VI y VII. Por otro lado, Palomeque informó también de la existencia de un
gran sarcófago de granito con tapa y restos humanos en su interior127.
En cualquier caso, tanto Santa María de las Albueras como Las Tamujas o Saucedo se
encuentran en un área rica en yacimientos de época bajoimperial y visigoda (villas de
Saucedo, mausoleo de Las Vegas, villa de Las Tamujas, necrópolis de Carpio de Tajo,
etc.) y, como acabamos de ver, todas ellas cuentan con importantes argumentos a su
favor para ser consideradas candidatas a la sede de Aquis. En los casos de Las Albueras
y Las Tamujas, ambas se localizan al sur del Tajo y cerca del camino alternativo a la vía
XXV que antes mencionábamos, lo que las pone en relación con otros importantes
yacimientos de época visigoda como Melque o Guadamur (Guarrazar). Puesto que se
trata de un camino pastoril que enlazaba con Toledo y Segóbriga, podría especularse
una inalidad de control de pasos ganaderos entre la Serranía de Cuenca y los pastos de
la Alta Extremadura, tal como hemos supuesto en otro lugar para la propia Melque128.
Pero, en cualquiera de los casos tratados, lo que a nosotros nos interesa ahora es que la

124 Barroso – Morín, 1994.


125 De hecho la parcela está atravesada en dirección SW-NE por un camino denominado precisamente
Camino del Vado.
126 Ceán Bermúdez, 1832: 114.
127 Palomeque, 1955; Arce, 2006: 24; Barroso – Carrobles – Morín, 2011: 10-21 y 27-92; de la Llave, 2009.
128 Barroso – Carrobles – Morín, 2011: 63.

68
identiicación de Aquis con cualquiera de estas villas diicultaría la ubicación de Elbora
con Talavera de la Reina, pues de otro modo nos encontraríamos con dos sedes episco-
pales demasiado próximas entre sí mientras que habría un enorme vacío hacia el oeste
que resultaría dif ícil de justiicar.
Y es que la cuestión de por qué Wamba decidió fundar una nueva sede episcopal debe
verse a la luz de la división administrativa de la región limítrofe entre el territorio tole-
dano y el de los sufragáneos de Mérida. Aunque siempre se ha supuesto que hubo la
intención de quebrantar el poder de la Iglesia, no se conocen las razones concretas que
llevaron a Wamba a erigir nuevas sedes episcopales (pues el XII Concilio menciona otras
sedes cuyos nombres no se citan). A pesar del conservadurismo visigodo en cuanto a la
organización territorial heredada de época romana, lo cierto es que durante los dos siglos
de vida del reino de Toledo se produjeron algunas novedades en el mapa administrativo
y eclesiástico. En el caso de otros obispados fundados a inales del siglo VI y el primer
tercio del VII se intuye la intención por parte del poder visigodo de crear una estructura
episcopal paralela a la de la zona ocupada por los bizantinos. Pero éste no es en absoluto
el contexto en el que Wamba lleva a cabo su nueva organización eclesiástica. De la cáte-
dra establecida en la basílica pretoriense de los Santos Apóstoles Pedro y Pablo es posible
suponer el interés del monarca en crear una auténtica sede palatina para contrarrestar el
poder del metropolitano de Toledo y establecer una mayor subordinación de la Iglesia
nacional al poder político siguiendo la política de los emperadores bizantinos129.
En el caso de Aquis, sin embargo, las razones son todavía más oscuras. Aquí se creó un
obispado en una zona del interior, cercana además a la sede regia, a base de desgajar la
parte oriental del territorium de una sede sufragánea de Mérida limítrofe con el territo-
rio toledano. Es posible que esta decisión sólo respondiera en su día a criterios funciona-
les en relación con la idea de optimizar la organización territorial, ya que, cualquiera que
fuera la ubicación de Elbora dentro del valle medio del Tajo, la sede poseía, en efecto, un
territorio excesivo para la importancia de su sede titular, pues abarcaba desde la comarca
de La Vera, en Cáceres, hasta aproximadamente el río Torcón, a 30 km de Toledo. Desde
esta óptica resulta evidente que la creación de una sede intermedia entre Elbora y Toledo
suponía una mejora notable en cuanto a la organización eclesiástica del occidente de la
provincia eclesiástica de Lusitania. En ese caso la posterior supresión de Aquis puede
entenderse como una consecuencia colateral a la propia supresión del obispado pre-
toriense, que era realmente el punto de conlicto entre el rey y la jerarquía eclesiástica,
sobre todo con el obispo de Toledo130.

129 Barroso – Carrobles – Morín, (e.p.)


130 Podemos establecer un paralelo en la cuestión planteada a propósito de la penitencia del obispo

69
Pero no hay que descartar tampoco que el monarca tuviera ya en mente una futura am-
pliación de los límites jurisdiccionales del metropolitano de Toledo hacia el oeste, usurpan-
do una parte correspondiente a la Lusitania, quizá como una compensación a la creación
de la cátedra pretoriense, y que eso explique las suspicacias del metropolitano de Mérida
más allá de la ilegalidad de la medida adoptada por Wamba. Recordemos que esta am-
pliación de los límites jurisdiccionales de Toledo es un deseo largamente acariciado que
se vería cumplido entre 1189 y 1217 por intervención expresa del arzobispo Ximénez de
Rada bajo los auspicios del rey Alfonso VIII de Castilla131. En este sentido es probable que
a esta primera intención se uniera además un motivo personal para ensalzar a este paraje.
Nos referimos a la posibilidad de que Aquis fuera simplemente una villa residencial del
propio monarca, al estilo de la uillula de Recesvinto en Gérticos132. Por una de esas raras
coincidencias que nos depara la historia (¡!), Gérticos se encontraba no lejos de Plasencia,
donde siglos después se elevaría una nueva sede episcopal a instancias precisamente del
arzobispo Rodrigo133.

CONCLUSIONES: UBICACIÓN Y TERRITORIUM

A partir de los argumentos expuestos en líneas precedentes podemos establecer una se-
rie de criterios indiscutibles para la localización e identiicación de la ciudad de Aebura
y el obispado de Elbora. Resumiendo lo dicho hasta ahora, los datos fehacientes de que
disponemos son:
-- Se presume su localización en el límite occidental del territorio de los carpetanos
o incluso fuera de ellos, ya en el extremo de la Ulterior (campaña de 185 a.C. de
Gayo Calpurnio y Lucio Quincio, castra de Q. Fulvio en Aebura y campaña contra
Contrebia).
--

Gaudencio elevada por el abad Vicentius al XIII concilio de Toledo (canon 10), apenas dos años después de
que el propio rey Wamba hubiera sido depuesto por otro concilio (a. 681). Recordemos que en el concilio de
Mérida celebrado en el año 666, durante el reinado de Recesvinto, se había acometido una redeinición de los
límites provinciales de la Lusitania, que recuperaba sedes que le habían sido arrebatadas por los suevos.
131 Martínez y Martínez, 1904: 270-273 y Apéndice XVI.
132 Iul. Tol. HWR 3: Quorum non tam precibus quam minis superatus, tandem cessit, regnumque a suscipiens,
ad suam omnes pacem recepit, et tamen dilato unctionis tempore usque in nono decimo die, ne citra locum sedis
antiquae sacraretur in principe. Gerebantur enim ista in uillula, cui antiquitas Gerticos nomen dedit, quae fere
centum uiginti milibus ab urbe regia distans in Salamanticensi territorio sita est. (ed. Levison, 1910: 502).
133 Menéndez Pidal, 1985: xxiv; Bodelón, 1992-93: 211; Barroso – Morín, 1992: 68; Barroso – Morín –
Sánchez, 2015: 88s

70
-- Sabemos además que la ciudad se hallaba en un punto desde donde no era dif ícil
avanzar hasta el extremo oriental de la Carpetania (campaña de Q. Fulvio sobre
Contrebia y ataque de Viriato sobre Segobriga).
-- No puede tratarse de Caesarobriga ni Augustobriga porque ambas ciudades son
de fundación ex nouo y Elbora sugiere un núcleo prerromano de nombre Aebura.
Tampoco se entendería el posterior cambio de nombre. Además, sabemos que Ae-
bura/Elbora se hallaba “al otro lado del Tajo”, en un cerro.
-- Se trataba de una ciudad bien comunicada tanto con la vía XXV del itinerario de
Antonino (Ravennate) como con las rutas que conducían hacia Abula (Passio Vi-
centii) y Mérida (estancia de Daciano), razón que explicaría su aparición en el Anó-
nimo de Rávena en detrimento de la propia Caesarobriga.
-- Elbora/Lebura se encontraba en un lugar situado al oeste de la divisoria entre la
Cartaginense y Lusitania (Aquis) pero algo más al este de Augustobriga (Ravennate)
aunque próxima a ella.
Como hemos visto, todas estas razones aconsejan identiicar la Aebura de Livio y la pos-
terior sede episcopal de Elbora con el yacimiento de Vascos (Navalmoralejo, Toledo).
Vascos, en efecto, se halla situada en la margen izquierda del Tajo y tuvo gran importan-
cia en época califal como parte del dispositivo defensivo de la Marca Media andalusí134.
Totalmente despoblada desde antiguo, la ciudad de Vascos se halla situada en un cerro
aislado de dif ícil acceso, a unos 2 km de la conluencia del río Huso (o Juso) con el Tajo.
La ciudad islámica ocupaba unas 9 Ha de extensión y, como se ha dicho, fue una impor-
tante base militar durante el califato. Durante este periodo, la ciudad contaba con una
serie de fortalezas dependientes que servían para la custodia del vado del Tajo y de las
comunicaciones N-S, así como del territorio dependiente. Entre ellas se contaban las
fortalezas y castillos de Azután, Castros, Alija y Espejel.
A pesar de la importancia que parece haber tenido la ciudad en época islámica, su nom-
bre es desconocido. Dos fuentes árabes tardías –Ibn Gālib y Yāqūt al-Rūmī– informan
que Bāšk/Bāšak era uno de los tres distritos en que estaba dividida la tierra de Talavera.
El nombre del distrito en época islámica parece haber sido el origen del actual topónimo,
con seguridad por haber sido la capital del mismo135.

134 Torres Balbás, 1957: 52-60; Izquierdo, 1988; Id. 1999; Id. 2000; Id. 2005; de Juan, 2007. Barroso – Carrobles
– Malalana – Morín, (e.p.)
135 Vallvé, 1975: 378; Abd al-Karim, 1974: 105, 186 y 222-230.

71
Vista aérea de la fortaleza de Vascos y puerta meridional.

72
Durante la Edad Media, después de una breve ocupación cristiana en el siglo XI, el lugar
fue abandonado por su población, perdiéndose la memoria de su existencia como tal, así
como la razón de su extraño nombre. La conquista de Toledo y Talavera hacia 1085 acele-
ró la decadencia de la ciudad. Poco tiempo después el ocaso de la ciudad era ya evidente,
favorecido además por su aislamiento con respecto a las principales rutas de comunica-
ción del momento. No obstante, los restos de la ciudad eran conocidos de antiguo, y se
encuentran referencias a ellos ya en el siglo XIV, en el Libro de la Montería de Alfonso XI,
el cual cataloga al berrocal de Vascos como buen cazadero de osos en invierno136. Más
tarde, las Relaciones de Felipe II hacen referencia a las ruinas de Vascos describiendo con
mayor detalle las estructuras arquitectónicas que podían verse en su época137.
La pérdida de la memoria histórica y del propio nombre de la ciudad ya en época árabe
es un dato a tener en cuenta en relación con la localización de la antigua Ebura/Elbora
porque es un factor de contribuyó a la confusión acerca de su emplazamiento exacto.
Sabemos que durante la dominación árabe Ṭalabīra contaba con un extenso territorio
dependiente que se hallaba dividido en tres distritos que los geógrafos árabes denomina-
ban al-Faḥṣ (“La Vega”), al-Sanad (“La Ladera”) y Bāšk (Vascos). Los dos primeros tér-
minos hacen referencia a dos ámbitos geográicos y ecológicos determinados (“la vega”
y “la ladera” respectivamente, esto es, la vega del Tajo y el pie de monte de la Sierra de
San Vicente y Gredos), luego lo más probable es que la división se corresponda con las
tres grandes áreas paisajísticas y geomorfológicas del alfoz de Talavera: el valle del Tajo,
el Berrocal y La Jara. Esto signiica que el tercero de los distritos debe identiicarse forzo-
samente con la comarca de La Jara que se extiende entre los montes de Toledo y la sierra
de las Villuercas-Guadalupe, comarca que estuvo integrada en la tierra de Talavera hasta
la división administrativa de 1833.
Históricamente la comarca de La Jara siempre se ha distinguido por sus bosques y de-
hesas de robles, encinas y alcornoques –a veces degradados en jarales y retamares hoy

136 Libro de la Montería, Lib. III [Cap. XVII] fol. 68v: La Foz de Iuso e el Berrocal de Vascos es todo un monte,
e es bueno de Osso en inuierno….
137 Navalmoral-Fuentelapio: A cuarto de una legua de Fuentelapio estan ciertos ediicios arruinados
e caidos, a donde se dice haber sido una ciudad que se llama Bascos, cuyas muralla e cerca estan hoy enteras
de cal e canto e por los ambito e cerco de ella parece que ha sido poblacion de mil e quinientos e mas vecinos,
e paresce asi mesmo haber sielo muy fuerte porque cercada en algunas partes tiene agora siete pies de ancho e
paresce haber tenido castillo o alcazar con sus cercas e barbacanas delante de piedra, muy bien labrada e fuera
de la dicha ciudad, alrededor de ella, paresce haber tenido baños porque las bovedas y ediicios de ellos estan hoy
enteros e se hallan gran cantidad de sepulcros, a donde los vecinos debian enterrarlos e al pie de la misma ciudad
por las partes de oriente pasa el dicho rio que se llama Juso con grandes asperezas de riscos e montes por donde
aun a pie se anda con mucha diicultad; Talavera: …y cerca del rio que se dice Juso, poco antes ele donde entra
en el rio de Tajo esta una villeta muy pequeña que llaman los labradores la ciudad de Vascos, que esta cercada
de cal y piedra labrada, 10 mas de ello en cuadra de muy hermoso muro… Viñas – Paz, 1951: 146 y 450.

73
Plano de Vascos. 1897. Levantado por Antonio Prieto y Antonio Ávarez Redondo.

74
75
día– sus ricos pastizales y sus excelentes re-
cursos cinegéticos. Así la hemos visto caracte-
rizada por ejemplo en el Libro de la Montería
de Alfonso XI. Ese carácter agreste y pastoril,
escenario inal de la Cañada Real Segoviana,
permite especular que el distrito de Bāšk fuera
en realidad el espacio ganadero que comple-
mentaba el ámbito agrícola cercano a Talave-
ra. Y dado que el término no tiene solución
en árabe, cabe pensar en una derivación del
nombre de dicha circunscripción a partir del
término latino pascua (cast. ant. “pascos”, cast.
mod. “pastos”), a través del fem. pasca cast.
“[terreno] apropiado para pasto”138.
Un dato que quizás sea poco conocido es que,
antes de la ocupación musulmana, el cerro
donde se emplaza la ciudad de Vascos había
sido poblado ya en la Edad del Bronce y en
Tenante de altar localizado en Vascos.
época romana y visigoda139. Aunque, como
decimos, esta ocupación anterior a lo emiral
es todavía mal conocida a nivel arqueológico, se han hallado diversos materiales numis-
máticos y cerámicos de época romana que sugieren la existencia de un asentamiento
previo relacionado con las explotaciones auríferas de los alrededores140. Pavón Maldo-
nado, basándose en la técnica de ejecución de la entrada occidental, llegó a plantear
incluso que parte del lienzo de este sector de la muralla así como la propia puerta serían

138 Hemos tratado de forma extensa el tema del signiicado del nombre de la ciudad y su carácter y razón
de ser en época califal y taifa en el estudio que acompaña a este artículo: Barroso – Carrobles – Malalana –
Morín, (e.p.). Para los términos pascua/pasca, cfr. L.V. VIII 3 9: Si loca fructifera vel pascuosa nimia congustia
coartentur; VIII 4 27: Ne iter agentibus pascua non conclusa vetentur; VIII 5 5: Si quorumcumque animalium
grex in pascuis intraverit alienis, ed. Zeumer, 1894: 238, 253 y 257; F.I. VIII iv 26: Si algún omne tuelle ganado al
que va por su camino que non pasca; vid. también VIII iv 24 (índice): Si el omne tuelle á aquel que va su camino,
que nol pasca el ganado (ed. RAE, 1815: 146 y 142).
139 Fita, 1883: 247s: “El castillo de Peñalor y la ciudad de Vascos ofrecen muy claros indicios de haber tenido
en la antigüedad población romana. Como Valdeverdeja, Vascos está comprendida en el distrito de Puente del
Arzobispo; pero descuella en la otra ribera del Tajo, sobre el cerro de la conluencia del Juso. El reconocimiento
de sus fuertes murallas, casi intactas, en donde habita la soledad, y la luz que sobre la explotación de sus minas
de oro pueden asimismo derramar las crónicas árabes, mayormente al tratar de la época de los Almoravides,
no serían de poca, sino de mucha utilidad para los adelantos históricos”.
140 Izquierdo, 2000: 100-102; Id. 2005: 43s.

76
de época romana reformadas posteriormente por los
musulmanes141.
Más interés para nosotros tienen las noticias referentes
a hallazgos de época visigoda en el yacimiento. En con-
creto, sus excavadores hablan de algunas hebillas de
cinturón y, sobre todo, parte de un tenante de altar con
las cuatro caras talladas, encontrado como parte de
uno de los muros de la mezquita de la alcazaba. El te-
nante de Vascos es un ejemplar característico del gru-
po toledano, de esquema en columna y decorado con
una gran cruz patada con botón central. La aparición
de este tenante de altar implica la existencia en el lugar
de una iglesia, aunque su localización precisa dentro de
la trama urbana es, a día de hoy, desconocida. Izquier-
do Benito supone que dicha iglesia debía localizarse en
el lugar que ocupa la mezquita o cerca del mismo y que
el poblamiento de época visigoda estaría concentrado
en la zona de la alcazaba islámica142.
No obstante, esta interpretación se basa en el desco-
nocimiento de los niveles arqueológicos correspon-
dientes a época visigoda y no nos parece imposible
que el poblamiento visigodo se extendiera por todo
el cerro, dadas las singulares características del yaci-
miento. Hay que tener en consideración que, aparte
de la importancia de las explotaciones mineras, es
lógico que la ciudad adquiriera un nuevo protagonis-
mo como punto estratégico en la comunicación entre
el norte de la Sierra de Gredos, Talavera y Mérida a
través de las Villuercas cuando hacia el inal de la Re-
pública, después del sometimiento de los vetones y
lusitanos, este territorio quedó completamente pacii-
cado. Desde esta óptica el trayecto N-S que rodeaba la
sierra de Guadalupe para dirigirse directamente hacia

Tenante de altar de El Puerto de San


141 Pavón, 1982: 421. Vicente. Detalle del loculus y de la cruz
142 Izquierdo, 2000: 100-102; Id. 2005: 43s; Pérez – Pacheco, tallada en el frente. (Pérez López – Pa-
2010-2011: 203, ig. 15. checo Jiménez, 2010-2011)

77
Tenante de altar localizado en Vascos antes de su excavación (fot. Jorge de Juan Ares).

Puerta este de la mezquita. En verde la posición que ocupaba el tenante de altar (fot. Jorge de Juan Ares).

78
Materiales tardoantiguos hispanovisigodos procedentes del yacimiento de Vascos (según Jorge de Juan Ares).

79
Metellinum y Mérida se coniguró como un ramal importante –sobre todo en lo referente
al tránsito ganadero– en la comunicación entre la Meseta norte y las tierras extremeñas.
Eso supone un acceso mucho más directo y corto que el tradicional recorrido siguiendo
el curso del Tajo hasta Norba (Cáceres). Este camino estuvo en uso durante los periodos
romano y visigodo, cuando la comunicación N-S estaba asegurada y la Sierra de Gredos
no constituía una línea de frontera sino un espacio complementario. De hecho, pensa-
mos que la existencia de oro en el territorio de Vascos, la proximidad de esta ciudad a las
minas de la Sierra Jaeña (recordemos que Elbora acuñó moneda en época visigoda) y su
estratégica situación viaria como intersección de las rutas E-W y N-S en relación con la
trashumancia ganadera, son factores todos ellos que pueden explicar la importancia que
pudo cobrar este enclave en época visigoda. En realidad, más que un centro minero de
primer orden cabe suponer para Elbora un lugar de redistribución de los minerales de
las comarcas de Las Villuercas y La Jara, sobre todo del mineral procedente de las minas
de La Nava de Ricomalillo, hacia la vía XXV y, desde allí, hacia la corte de Toledo143. Esa
importancia de la minería explicaría, por otro lado, la aparentemente inaudita –por el
porcentaje de monedas y el escaso número de cecas representado– presencia de tremisses
de Elbora en el tesorillo de La Condenada.
Otro ramal de esta vía se dirigía desde el Puerto de San Vicente hacia el Sur, hacia Cas-
tilblanco (muy cerca de la antigua Lacimurga lusitana, en Valdecaballeros), para alcan-
zar después el valle de Los Pedroches, en Córdoba, y acabar en Sevilla. No es necesario
recordar que este camino tuvo una gran importancia militar en época medieval, siendo
escenario de diversas expediciones del concejo de Ávila, así como de los musulmanes en
sus correrías hacia Talavera y Toledo. De nuevo una ojeada a las cecas de las monedas
del tesorillo de La Condenada resulta altamente reveladora: todas las ciudades repre-
sentadas en las emisiones de esta ocultación (Ispali, Corduba, Emerita, Toleto) forman
parte de la red de caminos que conluían en Elbora-Vascos, ciudad que hemos visto bien
comunicada desde antiguo con el área segobricense.
Un testimonio privilegiado de la proyección de Elbora-Vascos hacia el suroeste antes
señalada es el magníico tenante de altar visigodo hallado en San Vicente del Puerto. Se
trata de un ejemplar de tenante característico del tipo emeritense-toledano, en forma de
pilastra cuadrangular con los elementos constitutivos de una columna (capitel, fuste y
basa), con sus caras decoradas con grandes cruces patadas de brazos cóncavos y botón
central. San Vicente del Puerto debió ser un importante punto en el camino de Elbora

143 La riqueza minera de la zona es bien conocida al menos desde la Edad de Hierro: Urbina et al. 1994.

80
a Mérida por cuanto constituye el paso natural de la Sierra de Altamira que pone en
comunicación las comarcas de La Jara y Las Villuercas-Guadalupe144.
El mismo topónimo del lugar parece indicar la propagación hacia el sur del culto al már-
tir de Elbora, por más que se haya querido ver en él una alusión a su homónimo oscense,
dada la amplia difusión del culto al mártir valenciano en Occidente desde el siglo IV145.
Esto, sin embargo, resulta dif ícil de aceptar por dos razones: la primera, lógicamente,
porque la memoria de los mártires abulenses debía estar viva en la zona ya en época visi-
goda –como demuestran las redacciones de la Passio Vicentii y de la Passio Leocadiae– y,
sobre todo, en época altomedieval, teniendo en cuenta la construcción en el primer ter-
cio del siglo XII de la gran basílica románica de San Vicente de Ávila; y la segunda porque
el lugar en cuestión es un importante nexo de comunicaciones entre Toledo y Mérida y
las tierras del norte de Andalucía, así como una transitada ruta de trashumancia gana-
dera entre las tierras de la vertiente norte de la Sierra de Gredos y los pastos extremeños
y andaluces146. En ese sentido el Puerto de San Vicente sería el paralelo meridional a la
Sierra de San Vicente, situada como se sabe en el camino de Talavera a Ávila.
Un problema distinto es si esa toponimia relacionada con San Vicente de Elbora puede
remontarse a época visigoda o si, por el contrario, no va más allá del siglo XII, pues la
aparición del altar visigodo sólo conirma la existencia de un ediicio religioso en el lugar.
El testimonio y antigüedad de las Passiones de Vicente y sus hermanas y de Santa Leoca-
dia, que parecen conocer bien la geograf ía de esta ruta, podrían ser argumentos a tener
en cuenta en favor de la antigüedad del topónimo. Incluso la existencia de una famosa
gruta cerca de la localidad (la Cueva de la Muñana, en la sierra de Altamira), entre ésta y
Puerto del Rey, próxima por tanto al camino que conducía hacia la Bética, se aviene bien
con la leyenda de la serpiente que surge de la caverna para resguardar los cadáveres de
los mártires y la milagrosa inuentio del judío147.
En realidad, de aceptarse inalmente la identiicación del yacimiento de Vascos con la
ciudad y sede episcopal de Elbora que aquí proponemos, la ciudad debió conigurarse
como capital de un amplio territorio que, a grandes rasgos, englobaría todo el espacio
que media entre Coria y Toledo, incluyendo núcleos de la importancia de Augustobriga

144 Pérez – Pacheco, 2010-2011: 206-209, figs. 22-25.


145 Ibid. 207.
146 En realidad, en Vascos se unían dos importantes rutas ganaderas: ésta que acabamos de nombrar que va
en dirección N-S y la que venía desde las serranías conquenses siguiendo la margen izquierda del Tajo (la ruta
denominada por Palomero como “camino de Viriato”) y que, en la parte toledana, comunicaba la ciudad con
los yacimientos de Las Tamujas, Melque y Guarrazar (vid. supra).
147 Passio Vicentii, Sabinae et Christetae, 10. (ed. Fábrega, 1953: 362; Riesco, 1955: 222s). La cueva se
encuentra a unos 8 km al SE de Puerto de San Vicente y 3 km NW de Puerto del Rey.

81
y Caesarobriga. Cerca de Vascos se halla también la villa de Azután, un paraje de enorme
importancia militar como demuestra la existencia en el mismo de una fortaleza (Burŷ
al-Sultān) en época de dominación islámica. Como se sabe, esta villa era otro importan-
te vado del Tajo en la zona antes de la construcción del puente medieval que da nombre a
la vecina población del Puente del Arzobispo. De hecho, anteriormente hemos señalado
la posibilidad de que Azután fuera uno de los vados citados por Livio a propósito de la
campaña de 185 a.C. Al igual que en Vascos, también en el caso de Azután ha podido
documentarse un asentamiento previo a lo islámico, como demuestra la presencia en
la zona de una necrópolis visigoda de inales del siglo VI que ha llegado a nosotros sólo
de forma parcial. El asentamiento visigodo y su posterior ocupación islámica ponen de
maniiesto la importancia estratégica de este lugar dentro del corredor Mérida-Toledo
y del paso del Tajo en dirección norte hacia los puertos de la Sierra de Gredos, carácter
éste que sería una constante histórica del lugar, como prueba el posterior desarrollo de la
villa del Puente del Arzobispo148.
Poco sabemos de los límites diocesanos del obispado de Elbora, puesto que no conser-
vamos documentación al respecto o bien ésta es de época tardía con retoques de épo-
ca medieval que diicultan enormemente su interpretación. En la llamada Hitación de
Wamba se ijan como límites del obispado de Elbora, los lugares de Sotobra, Pera, Rutella
y Paratam y se le hace coninar con las diócesis de Salamanca, Ávila y Coria149.
Con estos datos resulta dif ícil intentar dar siquiera un esbozo de los límites de la diócesis.
Piedra, generalmente identiicada con Piedrahita, podría corresponder mejor a Piedrala-
ves, a unos 15 km al oeste del límite provincial entre la Cartaginense y Lusitania, puesto
que no aparece mencionada como uno de los límites de Salamanca. Este punto sería el
hito nororiental del territorio de Elbora. Villa ha de situarse entre Abula y Cauria, siendo
por tanto el hito noroccidental de la diócesis de Elbora, aunque no se la cite en relación
con esta última. El resto de los puntos citados en la Hitación de Wamba son desconocidos.
A pesar de la ausencia de datos documentales, la toponimia y la geograf ía permiten un
acercamiento aproximado a los límites del obispado de Elbora. Si aceptamos que existe
una relación entre la actual comarca de Ibor<Libora/Lebura<Aebura, eso supondría que
la línea divisoria occidental iría en dirección N-S siguiendo el cauce del río Ibor, al este
de la Sierra de las Villuercas. Al oeste de esta línea se situaría la diócesis de Cauria, que
comprendería todo el espacio comprendido al norte del Tajo hasta el límite con Sala-

148 Barroso Cabrera et al. 2007: 275-306.


149 Elbora teneat de Sotobra usque Peram, de Rutella usque Paratam. Salamantica teneat de Albena usque
Sotobra de Rusca usque Siberam Abela teneat de Petra usque Villam, de Masco usque Terrero. Cauria teneat de
Villa usque Duriam, de Asa usque Pumar... (Vázquez de Parga, 1943: 81).

82
manca, al sur de las Sierras de Gata y Gredos. Por el norte los límites de Elbora llegarían
hasta las estribaciones de la Sierra de Gredos, limitando por esta parte con el territorium
de Abula y, en su zona noroccidental, con el de Salmantica. El límite oriental se exten-
dería hasta el territorio de Toledo, es decir, hasta el límite marcado entre las provincias
de Lusitania y Cartaginense descritos anteriormente, con ambas Talaveras (Ta al-Elbora,
Tal Elbora, ár. “próxima a Elbora”) dentro de la diócesis elboritana y, en el caso de Talave-
ra de la Reina, heredera medieval de la antigua sede episcopal visigoda.
Como puede verse, los límites propuestos implican que la diócesis de Elbora abarcaría un
espacio considerable –más bien excesivo– para la importancia que la ciudad parece haber
tenido en época visigoda, ya que de hecho se extendía por todo lo que actualmente cono-
cemos como Tierra de Talavera, incluyendo las Villuercas y Guadalupe. Ya hemos sugerido
que esta amplitud de sus límites diocesanos pudo ser una de las razones que movieron a
Wamba a fundar el obispado de Aquis entre Elbora y Toledo. De haber tenido éxito esa
medida la diócesis de Elbora habría quedado reducida hasta el límite occidental de la tierra
de Talavera, es decir, a las actuales comarcas del Campo Arañuelo, La Jara y Las Villuercas,
mientras Aquis habría actuado como cabeza del espacio comprendido entre Talavera de la
Reina y el territorium de Toledo.
Aunque hemos hablado repetidamente de la signiicación que Elbora tuvo dentro del
valle medio del Tajo, hay que relativizar la importancia que la ciudad tuvo dentro de las
estructuras políticas del reino visigodo de Toledo. Es muy posible que la presencia de
minas de oro en sus alrededores y la importancia que pudo tener en relación a la circula-
ción de ganados, así como su situación cercana a una vía tan importante como la calzada
que conducía de Toledo a Mérida, fueran factores que contribuyeran de forma decisiva
a su perduración como ente urbano a lo largo del periodo. No obstante la trascendencia
que pudo tener en cuanto a capital de un distrito minero, y frente al potencial agrario que
presentaban sus vecinas Augustobriga y Caesarobriga, no hay duda que el mayor mérito
de Elbora consistió en un hecho puramente accidental: haber sido considerada la cuna
de los santos mártires Vicente, Sabina y Cristeta. Alrededor de la memoria de los már-
tires abulenses debió organizarse la primitiva sede episcopal que, como ya se ha dicho,
puede considerarse una de las más antiguas de España.
La crisis provocada por la invasión de 711, el asentamiento bereber y la consiguiente des-
estructuración del territorio centro-peninsular favorecerían la decadencia y posterior
ruina de la ciudad, de la que llegó a olvidarse incluso el nombre y situación. En el siglo X
la ciudad sería de nuevo reconstruida y ampliada, ahora como madīna, por el califa ‘Abd
ar-Raḥmān III o, quizás, por su sucesor al-Ḥakam II, adoptando el nombre del distrito

83
Situación de yacimientos y vías de comunicación en el entorno de Elbora.

84
85
del que era cabeza. Se perseguía con ello un triple objetivo: uno estratégico, en relación con
el dominio de la línea del Tajo; otro político, para someter a las siempre levantiscas pobla-
ciones bereberes allí asentadas y, por último, un interés económico que habría que poner en
relación con la minería del oro y la metalurgia del hierro. A partir de ese momento Vascos
quedó ijada como ribāṯ de Talavera, ligando de esta forma su historia a la de esta ciudad150.
Con la caída de Toledo, Talavera y Azután en manos de Alfonso VI a inales del siglo XI,
la línea de frontera quedó ijada en el Tajo y la ciudad fue abandonada por su población,
siendo posteriormente ocupada por una guarnición cristiana. Las inhumaciones documen-
tadas en la mezquita mayor hacen suponer una ocupación residual que evidencia la pérdida
de su condición de núcleo militar de primer orden, quedando desde entonces reducida a un
núcleo secundario dentro del dispositivo defensivo cristiano151. Sin embargo, el recuerdo de
la existencia de un antiguo obispado en el entorno de Talavera así como la memoria de los
santos mártires Vicente, Sabina y Cristeta nunca llegaron a olvidarse por completo, contri-
buyendo a una confusión que ha durado hasta nuestros días.

150 Izquierdo, 2005: 41s; de Juan, 2007: 300.


151 Cfr. Izquierdo, 1988: 171s; Id. 2000: 108-112.

86
Rubuṭ y husun en la Marca Media toledana:
del ṯagr al awsaṭ a la Transierra de Castilla
Rafael Barroso Cabrera, Antonio Malalana Ureña, Jesús Carrobles Santos,
Jorge Morín de Pablos e Isabel M. Sánchez Ramos

INTRODUCCIÓN

La situación de Toledo como punto estratégico de primer orden en la red viaria penin-
sular y como paso obligado del Tajo en la ruta que llevaba desde el SO y el S hacia las
tierras de la meseta norte ha sido uno de los factores determinantes de su evolución
histórica. Tan importante como esa posición estratégica fue el valor simbólico que ad-
quirió la ciudad desde la séptima centuria una vez que Toledo pasó a convertirse en urbs
regia visigoda. Por eso la caída de la taifa de Toledo en poder de Alfonso VI en 1085
supuso tanto en el plano estratégico como en el simbólico un acontecimiento señalado
en la historia de la reconquista.

Toledo en época visigoda. Desperta Ferro.

87
El recuerdo de Toledo como asiento de la corte visigoda había continuado vivo después
de la invasión de 711. Así, algunas fuentes árabes utilizan la expresión Madinat al-Mu-
luk (“ciudad de los reyes”) para denominar a la capital del Tajo. También son signiica-
tivos a este respecto los lamentos de los escritores árabes tras la conquista de la ciudad
por Alfonso VI en 1085, una conquista que consideran presagio de la caída de todo
al-Andalus en manos de los cristianos. Así, por ejemplo, el poeta Ben al-Gassel imagina
ya el principio del in de la dominación árabe sobre al-Ándalus y anima a sus correligio-
narios a emprender el camino hacia el destierro: “Poneos en camino, oh andaluces, pues
quedarse aquí es una locura”. También los sentidos versos del alfaquí Ibn al-Assal al-Tu-
laytulī dejan poco margen a la esperanza para los musulmanes andalusíes: “Oh gentes
de al-Andalus arread vuestras monturas porque no hay sitio en él sino para el error/ los
vestidos se deshilachan por sus extremos y veo que el vestido de la Península se ha deshi-
lachado por el centro.” 1 Todavía en el siglo XIII el historiador Ibn al-Athir (1160-1233)
señalaba la conquista de Toledo como uno de los hitos de la contraofensiva cristiana
frente al islam junto con la invasión normanda de Sicilia o las acciones de los cruzados
en Tierra Santa, en una suerte de crescendo que perseguía la expulsión del islam de las
tierras del Mediterráneo2.
Como es evidente tampoco entre las ilas cristianas pasó desapercibida la trascendencia
que suponía la conquistade la antigua sedes regia hecha por castellanos y leoneses. De
hecho, el rey Alfonso VI tuvo especial interés en apropiarse de la legitimación visigoda
que le ofrecía la conquista del reino toledano, hasta el punto que el autor de la Crónica
Silense llega a saludar al monarca leonés como Adefonsus… ex illustri Gotorum prosapia
ortus y como orthodoxi Ispani inperatoris. De este modo, la pretendida vinculación de
Alfonso al linaje de los godos –digamos de pasada que esta vinculación es por lo demás
icticia, por cuanto Alfonso, a pesar de su nombre godo, procedía de una dinastía de
origen navarro– y la asunción de los títulosde imperator y orthodoxus, titulación que ya
habían asumido los monarcas godos después del III Concilio de Toledo (a. 589), es un
ejercicio deliberado y consciente de subrayar la hegemonía del trono castellano sobre
el resto de los reyes de la península. Las fuentes musulmanas se hacen eco también de

1 El Libro de las banderas de los campeones, ed. García Gómez, E. (Barcelona 1978) 40 y 196. Recogemos
aquí, por expresar mejor el aspecto simbólico de la acción, la traducción de Maíllo, F. Ibn Al-Kardabūs.
Historia de al-Andalus. (Madrid 1986) 108 nt. 191.
2 Ibn al-Athir, al-Kāmil i’l-ta’rīkh, 272, H. 491 (a. 1097-1098) trans. D. S. Richards, he Chronicle of Ibn al-
Athir for de Crusading Period from al-Kamil i’l-Ta’rikh. Part. 1: he Years 491-541/1097-1146. he Coming
of the Franks and the Muslim Response. (Farnham 2010) 13: “he power of the Franks and their increased
importance were irst manifested by their invasion of the lands of Islam and their conquest of part of them in the
year 478 [1085-86], for [that was when] they took the city of Toledo and the other cities of Spain… hen in the
year 484 [1091-92] they attacked and conquered the island of Sicily… When it was the year 490 [1096-7] they
invaded Syria…”

88
La Península Ibérica a inales del siglo XI y principios del XII. Campañas leonesas y almorávides.

esta pretendida supremacía del rey de Toledo sobre los otros príncipes hispanos. Así,
Al-Maqqarī comenta que Alfonso, ante la actitud servil de los príncipes musulmanes“-
tomó el título de emperador, que es en la lengua de ellos Amir al Mu’minin (Príncipe de los
Creyentes) y empezó a titularse en los documentos que procedían de él, de Emperador de
las dos Religiones”3. Una titulación que veremos repetida en la diplomática cristiana del
momento –donde en ocasiones se nombra al conquistador de Toledo como “imperante
christianorum quam et paganorum omnia Hispanie regna”– y que tanto molestó al rey
taifa de Sevilla4.

3 “Seeing the Moslem princes become subservient to him, he took the title of Emberátur (Imperator), which,
in the language of the Christians, means as much as Amíru-l-múmenín (Commander of the Faithful) with
us. Whenever he addressed any of them in writing, he would style himself ‘king of the two nations’” ed. P. de
Gayangos, he history of the Mohammedan Dynasties in Spain, vol. II (Londres 1843) Appendix C p. xxxii.
4 Hist. Sil. 7, ed. Pérez de Urbel, J. – González Ruiz-Zorrilla, A. Historia Silense. (Madrid 1959) 118s.
Ximénez de Rada, R. Historia de rebus Hispaniae siue Historia Gothica, VI 28, ed. Fernández Valverde, J.
Historia de los hechos de España. (Madrid 1989) 256: “Y como su situación era tan hegemónica, irmaba como
‘Emperador de Hesperia’ en los privilegios que otorgaba a las personas o a las iglesias”. Ibn Al-Kardabūs, Kitāb
al-Iktifa 44, ed. Maíllo, F. 1986: 110. Sobre este todo este tema v. Menéndez Pidal, R. “El imperio hispánico y
los cinco reinos: dos épocas en la estructura política de España”. Revista de Estudios Políticos 50 (1951) 15-32

89
La Península Ibérica después de las ofensivas almorávides.

Desde el punto de vista histórico, sin embargo, la consecuencia inmediata de la conquis-


ta de Alfonso VI fue sobre todo la de haber estabilizado la frontera sur de Castilla en la
línea del Tajo, marcando con ello el comienzo del predominio de los reinos cristianos
sobre al-Andalus. En efecto, a partir de ese momento, y a pesar de las transitorias luc-
tuaciones provocadas por las contraofensivas almorávide y almohade, la preponderan-
cia cristiana es un hecho evidente que se volverá incuestionable después de la batalla de
las Navas de Tolosa en 1212.
El presente trabajo pretende ser un estudio de la frontera que se extiende a lo largo de
la línea del Tajo, especialmente entre los siglos IX-XI, esto es, en el periodo que media
entre el asentamiento del emirato de Córdoba y la conquista castellana de Toledo. No
pretendemos hacer aquí un recorrido por todas las fortalezas de época andalusí del
territorio toledano, tarea ciertamente colosal y que ha sido en gran parte abordada ya
por distintos investigadores5, sino que nuestro interés se centrará de forma exclusiva en

y, del mismo autor, Adefonsus Imperator Toletanus Magniicus Triumphator, en Idea imperial de Carlos V.
(Madrid 1971)6 127-163.
5 Martínez Lillo, S. – Serrano-Piedecasas Fernández, L. Mª. “El poblamiento andalusí en al-ṯagr al-awsaṭ
(marca media). El mundo omeya”, en Malpica Cuello, A. (coord.): Castillos y territorio en al-Andalus, I
Jornadas de Arqueología Medieval (Granada 1998) 71-115; Sáez Lara, F. – Martínez Lillo, S. y Malalana

90
los principales centros de defensa del ṯagr o frontera, aquéllos que aparecen citados en
las fuentes escritas y para los que existen datos arqueológicos más o menos iables.

CASTILLOS, FORTALEZAS, TORRES Y RÁBITAS EN AL-AN-


DALUS: LA DEFENSA DE LA FRONTERA

A menudo se ha descrito a al-Andalus como un país de ciudades6. Este paisaje relativa-


mente urbanizado –en el sentido no sólo de la simple presencia de entidades urbanas,
sino de la existencia de una estrecha relación económica y política entre campo y ciu-
dad– era sin duda el elemento que marcaba la diferencia entre el dominio musulmán
peninsular con respecto al occidente cristiano altomedieval. Sin embargo, esta airma-
ción, siendo cierta en líneas generales, no deine por completo la compleja realidad de
la civilización andalusí. Al-Andalus fue, en efecto, un país de ciudades, pero también un
país de fortiicaciones, un territorio sembrado de recintos castrenses. Evidentemente,
la lucha de los emires y califas cordobeses contra las fuerzas disgregadoras que ame-
nazaban el poder central (muladíes, mozárabes y tribus beréberes), el continuo enfren-
tamiento con los reinos cristianos del norte, así como el deseo de imponer un sistema
iscal y político sobre el territorio sujeto a su jurisdicción, impulsó la construcción de un
variopinto dispositivo de fortiicaciones en todo el país: castillos (qal’at), fortalezas de
diverso tipo y rango (ḥiṣn, qulaiya, burŷ, qubba, sajra) y atalayas. Estas construcciones
de carácter militar, o castrense en sentido amplio, completaban el paisaje andalusí junto
a las ciudades (madīna/mudun), con las que se encontraban relacionadas, de manera
que al-Andalus estaba tejido por una tupida red de fortalezas cuyo objeto era asegurar
el dominio islámico en todos los sentidos: político, militar y iscal.Este paisaje marcada-
mente castrense era especialmente maniiesto en la línea de frontera7.
Entre los siglos VIII al X la organización territorial de al-Andalus conoció diferentes
fórmulas que, en general, trataban de adaptar la antigua división administrativa goda a

Ureña, A. Poblamiento y red viaria en la marca media. Un comienzo de aproximación (ss. VIII-X), en de Balbín
Behrmann, R. – Bueno Ramírez, P. (eds.): II Congreso de Arqueología Peninsular. Tomo IV: Arqueología
romana y medieval. Universidad de Alcalá, Fundación Rei Afonso Henriques (Alcalá de Henares 1999) 537-
554. Muñoz Ruano, J. Construcciones histórico-militares en la línea estratégica del Tajo. Tesis doctoral dir. de
la Morena Bartolomé, Á. UCM (Madrid 1997).
6 Izquierdo Benito, R. – Carrobles Santos, J. (dir.) Al Andalus: país de ciudades. Actas del Congreso celebrado
en Oropesa (Toledo), del 12 al 14 de marzo de 2005 (Toledo 2007).
7 Acién Almansa, M. “Fortiicaciones en al-Andalus.” Archeologia Medievale XXII (1985) 7-36. Zozaya
Stabel-Hansen, J. ¿Poblados? ¿ciudades? ¿campamentos? ¿recintos castrales? en la Marca Media: hacia una
tipología, en Izquierdo Benito, R. – Carrobles Santos, J. (dir.) Al Andalus: país de ciudades. Actas del Congreso
celebrado en Oropesa (Toledo), del 12 al 14 de marzo de 2005 (Toledo 2007) 23-63.

91
la nueva realidad impuesta tras la conquista8. Sin embargo, ni siquiera en la actualidad
es posible elaborar una relación completa de las kuwar o provincias en las que estaba
dividido el territorio andalusí. Como es sabido, la kūra era una circunscripción admi-
nistrativa de carácter provincial que contaba con una capital que servía de residencia al
gobernador. El término fue adoptado en la Península en el siglo VIII durante el llamado
periodo de los gobernadores, y aunque el concepto se había importado de Oriente, aquí
incorporó una variación importante con respecto al modelo original como era que la
dimensión del territorio dependiente era mucho más extenso que en su tierra de origen.
La motivación no era otra, obviamente, que la intención de mantener intacto el arma-
zón administrativo de la España visigoda, con su estructura a base de ducados territo-
riales bajo la dirección de un dux con atribuciones judiciales y militares, que en buena
medida había favorecido el establecimiento de pactos entre invasores y los visigodos9.
Más allá de las kuwar, el territorio andalusí diferenció las regiones en función de su lo-
calización próxima a la frontera o alejadas de ella. En cualquier caso la unidad territorial
básica seguía siendo la kūra, aunque habrá que esperar hasta el gobierno del emir ‘Abd
ar-Raḥmān I para que en al-Andalus estas circunscripciones se constituyan en una ver-
dadera estructura administrativa. Para ello las marcas militares pasaron a convertirse en
provincias (kuwar), que, a su vez, se subdividieron en distritos (aqālīm, sing. iqlīm). Este
segundo nivel territorial tendrá como objetivo primordial crear demarcaciones isca-
les10. En efecto, cada kūra estaba organizada en distritos (iqlīm), que a su vez se dividían
en alquerías. En cada iqlīm dominaba una población, frecuentemente fortiicada, de
ahí que con frecuencia se las identiique como husun. La defensa del territorio se com-
pletaba con la presencia de torres fortiicadas y de vigía (burŷ y atalayas). En bastantes
ocasiones el concepto de alquería y burŷ se fusionaban y confundían, conformando una
unidad dif ícilmente diferenciable en las fuentes escritas.
Tal como adelantamos antes, fue en la época de los califas ‘Abd ar-Raḥmān III y al-Ḥakam
II cuando el estado hispanomusulmán pasó a estructurarse en provincias (kūwar)y mar-
cas (ṯugūr, sing.ṯagr)11. Eduardo Manzano ha utilizado la narración de Muqtabis V de
Ibn Ḥayyān para hacer una reconstrucción de la administración califal. El Muqtabis V
proporciona una lista de los gobernadores durante el gobierno de ‘Abd al-Raḥmān III,

8 Vallvé Bermejo, J. La división territorial de la España musulmana. (Madrid 1996) 227.


9 Lévi-Provençal, E. “Instituciones y Cultura”, en España musulmana hasta la caída del califato de Córdoba
(711-1031 de J.C.). Instituciones y vida social e intelectual, en Historia de España dirigida por R. Menéndez
Pidal, t. V (Madrid 1973) 26.
10 Salvatierra, V.– Canto, A. Al-Ándalus. De la invasión al califato de Córdoba. (Madrid 2008) 51.
11 Lévi-Provençal, E. L’Espagne musulmane au Xème siècle. Institutions et vie sociale. (París 1996) 118.

92
entre los años 912-942, nómina que identiica un total de 26 kuwar, entre las que se
encuentran las de Calatrava, Santaver y Tudmīr12. Como se ha apuntado, al margen de
las kuwar se encontraban las regiones fronterizas o ṯugūr. Aquí cada territorio se arti-
culaba en torno a una ciudad que actuaba como capital del distrito y que contaba con
el respectivo gobernador al frente. En total, a lo largo de la narración de Muqtabis V se
citan 18 de estas ciudades, descollando Madrid, Toledo, Talavera, Guadalajara o Zorita.
Esta diferencia entre ambos tipos de circunscripciones territoriales viene dada por el
hecho de que la kūra no era en principio una división administrativa pensada para las
regiones fronterizas (la excepción es Santaver, que señala un singularidad notable, pues
su territorio sí puede ser considerado como de frontera). En deinitiva, durante el califa-
to, sin que sea un sistema totalmente estable, el territorio se organizó en kuwary mudun
fronterizos. Mientras las primeras suelen estar gobernadas por linajes locales, para las
ciudades se designaron gobernadores militares que ejercían su poder bajo el control
directo de los califas omeyas13.
Al margen de las ciudades desde donde se gobernaban las provincias, al-Andalus se
organizaba alrededor de distritos menores, iqlīm, encabezado por un ḥiṣn.Así, pues,
todo el país estaba poblado de husun, denominación que hace referencia tanto a simples
lugares de refugio como a centros más amplios y complejos, que podían contar incluso
con qasaba(ciudadela) y arrabales, bajo el dominio de un sahib. Estos últimos son los
llamados por las fuentes ummahat al-husun14. En realidad, el ḥiṣn, más que a un tipo
determinado de fortaleza, parece hacer referencia a una institución de carácter militar
contrapuesta al qa’lat 15.
Dentro del sistema de construcciones militares al que hemos hecho referencia al inicio
de estas páginas ocupa un lugar de cierta relevancia el ribāṯ. El término ribāṯ deriva
de la raíz árabe rābata, yurābitu, que signiica “atar, trabar”, en el sentido de lugar de
reunión de la caballería, tal como se ve en la surat al-Anfal (o del botín) del Corán:
“Preparad contra ellos (los inieles) toda la fuerza, toda la caballería (ribāṯ) que podáis
para amedrentar al enemigo de Dios” (8: 60). En otro lugar, se reiere a mantenerse irme

12 Manzano Moreno, E. Conquistadores, emires y califas. Los omeyas y la formación de al-Ándalus.


(Barcelona 2006) 430; Ibid. “La organización territorial de al-Andalus en la época del califato omeya”, en J.
L. del Pino García (coord.): La Península Ibérica al ilo del año 1000. Congreso Internacional Almanzor y su
época. (Córdoba 2008) 519.
13 Manzano Moreno, 2006: 431; ibid. 2008: 521s.
14 Acién Almansa, M. Poblamiento y fortiicación en el sur de Al-Andalus. La formación de un país de
Husun. III CAME t. I (Oviedo 1989) 135-150.
15 Mazzoli-Guintard, C. “Ḥiṣn, qal’a, qaṣaba… chez al-Idrīsī”, Qurṭuba 3 (1998) 95-11. Zozaya Stabel-Hansen,
J. “Las fortiicaciones andalusíes.” Artigrama 22 (2007) 233-257.

93
en la batalla: “¡Oh tú que crees, sé irme, mantente irme (rābitu) en el campo de batalla,
temeroso de Dios, y tu esperanza será recompensada.” (3: 200). En el comentario a esta
sura contenido en el capítulo dedicado a la ŷihād y las campañas militares de la Sahih
de Al-Bukharī se considera al ejercicio del ribāṯ como el más excelente: “Es tradición de
Sahl ibn Sa’d as-Sa’idi que el Mensajero de Dios, bendígalo Dios y le dé su paz, dijo: Un
solo día de ribāṯ en el nombre de Dios es mejor que todo este mundo y lo que él contiene”16.
La Risala de Al-Qayrawānī(922-996) considera, en el apartado dedicado al ribāṯ, que
la custodia de los puestos fronterizos es una acción excelente que aumenta la virtud17.
Del sentido primitivo de reunión de la caballería, ribāṯ pasó a denominar un lugar de
residencia y defensa de la frontera. Por esta razón el término se difundió a través del
mundo islámico según se expandía la nueva fe. Pronto la idea de ribāṯ pasó al Magreb
y de aquí a otras zonas del occidente islámico como Al-Andalus o Sicilia. En España,
el término ha dado lugar a las formas “rábita”/“rápita”/“rábida”/ “riba”, como lugar des-
tinado a residencia militar (aunque, como veremos, existen en principio matices que
diferencian el ribāṯ, con una función eminentemente militar, de la rábita, más orientada
hacia las formas religiosas), y “rebato”, en el sentido original de ataque súbito realizado
por un cuerpo de caballería, de acuerdo con las tácticas propias de los ejércitos musul-
manes. Con el tiempo la palabra se enriqueció semánticamente y pasó a denominar el
lugar donde se reunían los luchadores de la ŷihād (muŷāhidīn) y donde los creyentes
se congregaban para orar y estudiar la tradición mālikī(iqh). El ribāṯ, por consiguiente,
hacía referencia tanto a un emplazamiento fortiicado de tipo castrense como a un lugar
destinado a la oración y centro de estudio de los preceptos legales suníes. Los poblado-
res del ribāṯ eran llamados murābitun, de donde deriva el término almorávide18.
En cuanto lugares de residencia, se ha señalado la existencia de una serie de rasgos co-
munes a los rubuṭ como son:
-- la elección de lugares cercanos a ríos y fuentes de agua, con pastos y zonas fértiles
que proporcionen recursos económicos para su subsistencia.

16 Al-Bukharī, Sahih, 61 LXXII 2735: 2735: “It is related from Sahl ibn Sa’d as-Sa’idi that the Messenger of
Allah, may Allah bless him and grant him peace, said, ‘Ribāṯfor one day in the way of Allah is better than this
world and what it contains…” (he Sahih Collection of al-Bukharī, trans. Aisha Bewley, U.).
17 ‘Abdullah ibn Abi Zayd al-Qayrawanī, Risala 30 5 (trans. Bello Mohammad Daura, A. he Risala: A
Treatise on Maliki Fiqh. Londres).
18 Oliver Asín, J. “Origen árabe de rebato, arrobda y sus homónimos. Contribución al estudio de la historia
medieval de la táctica militar y de su léxico peninsular.” BRAE (Madrid 1928) 13; M. ‘Abdu’s-Salam al-
Mahmah, he ribāṯs and their inluence in spread of knowledge and tasawwuf, en: Al-Imra’a al-Maghribiyya
wa’t-Tasawwuf (he Moroccan Woman and Tasawwuf in the Eleventh Century) (http://bewley.virtualave.
net/ribāṯ.html).

94
Planta de la instalación de la rábita califal de Guardamar del Segura (Alicante) con propuesta de ordenación
funcional del yacimiento, según R: Azuar Ruiz, coord. (2004:16, ig. 9)

-- la localización en zonas habitadas que procure recursos humanos sin necesidad de


recurrir a la emigración desde otras regiones.
-- el emplazamiento en lugares distantes y en altura, en cerros o desiertos, para evitar
el contacto con el mundo urbano y la corrupción social que ello acompaña.
-- la proximidad a la costa, sobre todo en el Magreb y al-Andalus, tanto en el sharq
al-Andalus (San Carles, Guardamar) como en el sur y occidente (Rota, Huelva,
Setúbal), con objeto de hacer frente a las incursiones piráticas.
En la península se han documentado algunos rubuṭ, generalmente situados en la zona
costera. Sin duda, el ejemplo mejor estudiado de ribāṯ es el de las dunas de Guardamar
de Segura (Alicante). Situado en la desembocadura del río Segura,su fundación viene
a fecharsehacia ines del siglo IX, aunque parece haber sido refundado en torno al año
944. La rábita de Guardamar fue abandonada a mediados del siglo XI como consecuen-
cia del terremoto de 1048 que asoló esta parte de la península, siendo posteriormente
enterrada por las dunas19. Hasta la excavación de este yacimiento levantino, los espe-
cialistas suponían que las primitivas rábitas andalusíes tenían una planta similar a las
tunecinas de Monastir y Susa, es decir, plantas centralizadas de tipo rectangular a modo

19 Azuar, R. et al. “La Rábita de Guardamar (Alicante): su arquitectura.” Cuadernos de Madinat al-Zahra
2 (1988-1989) 55-83; El ribāṯ de Guardamar. Arqueología e Investigación (1984-1992). Casa de Velázquez-
Museo Arqueológico de Alicante (Alicante 2004); Azuar, R. Formación de la ciudad islámica en el Sharq Al-
Andalus (siglos IX-X III-IV), en Izquierdo Benito, R. – Carrobles Santos, J. (dir.) Al Andalus: país de ciudades.
Actas del Congreso celebrado en Oropesa (Toledo), del 12 al 14 de marzo de 2005 (Toledo 2007) 79-99.

95
Rábita califal de Guardamar del Segura

de castillos (qasr),cuyo modelo parece inspirarse en los khans o caravansares orienta-


les20.La excavación del yacimiento de Guardamar, por el contrario, puso al descubierto
un asentamiento primitivo de estructura dispersa, con ediicios de planta simple orde-
nados respecto a un eje que forma el muro de qibla. Más tarde, en época califal, este
asentamiento sufrió una gran trasformación que transformó al poblado en un complejo
eminentemente cultual, compuesto por al menos 22 mezquitas u oratorios con miḥrāb,
cuya máxima expresión es la gran mezquita de la comunidad en la parte superior del
conjunto21.
En opinión de R. Azuar, la rábita de Guardamar debió ser un hábitat de tipo temporal
más que permanente, cuya función no fue únicamente religiosa, sino que parece que
estuvo en relación, al menos en origen, con el establecimiento de redes comerciales a
través de los cursos luviales, dentro de una dinámica de formación de una red comer-

20 Lezine, A. Le ribat de Sousse, suivi de notes sur le ribat de Monastir. (Túnez 1956); Djelloul, N. El ribat de
Susa. (Túnez 2006); Ibid. El ribat de Monastir. (Túnez2007); Martínez Salvador, C. “Arquitectura del ribat en el
Sahel tunecino: Modelo y evolución.” AnMurcia 13-14 (1997) 251-269.
21 Azuar, R. “El ribāṯ en Al Andalus: espacio y función.” Ilu. Revista de Ciencias de las Religiones. Anejos
X (2004) 23-38 y El ribāṯ de Guardamar en los estudios sobre el califato andalusí, en Azuar Ruiz,R. (coord.),
Excavaciones (1984-1992). Espacios, arquitectura y estratigraf ía. Fouilles de la Rábita de Guardamar I
Collection de la Casa de Velázquez vol. 85 (Madrid 2004).

96
cial que comunicaba la costa andalusí con los puertos del norte de África y Egipto. En
época califal el asentamiento parece haber evolucionado hacia un conjunto de retiro
religioso, orientado hacia la relexión y transmisión de ideas místicas de acuerdo con la
concepción suf í de la vida en comunidad22.
No obstante, para Peter C. Scales, la estructura urbana de Guardamar a base de cel-
das-oratorio perfectamente ordenadas y en relación con una gran mezquita permite
identiicar a este yacimiento como un buen ejemplo de zawiya, en cuyo caso sería cro-
nológicamente anterior en varios siglos a los primeros ejemplares documentados en el
Magreb, que pertenecen ya al siglo XIII23.
El problema aquí es doble, dada la propia indeinición de los términos ribāṯ y zawiya
en las fuentes árabes, pues no faltan autores que consideran ambos términos como si-
nónimos y otros testimonios que dan pie a la duda. No cabe duda, en efecto, que todo
esto ha provocado una cierta confusión terminológica que se ha trasladado a los estu-
dios arqueológicos, sin que el problema se haya cerrado por completo. En un intento
de clariicación de los conceptos, Torres Balbás deinió la zawiya como el conjunto de
ediicaciones que rodeaban a una rábita, siendo esta última una ermita que conserva
el sepulcro del santón que residió en ella. Este conjunto incluía una serie de ediicios
destinados a funciones sociales y religiosas24. Esta deinición encaja mejor con lo que la
arqueología ha puesto al descubierto en Guardamar, tal como propone Peter C. Scales.
Por el contrario, ribāṯ sería una especie de convento fortiicado habitado por devotos
encargados de realizar el ŷihād. En origen, sin embargo, zawiya hacía referencia simple-
mente al oratorio de un santón, de manera que sería sinónimo de rábita, aunque éste
con el tiempo deviniera en un lugar de práctica religiosa en comunidad.
Pero, como se ha dicho, los términos son confusos y muchas veces parecen referirse a
un mismo concepto, aunque en unas ocasiones prime el sentido religioso y en otras la
funcionalidad militar. Por eso no ha de extrañar que en el siglo XIV, Ibn Marzuq, en su
obra al-Musnad, airmara literalmente que zawiya es en Occidente lo mismo que en
Oriente aparece designado como ribāṯ y jānqa, o que en algunos textos se hable de la
zawiya conocida como rábita de al-Uqab. Para complicar más aún el tema, es normal
que a partir del siglo XI se confundan los términos de ribāṯ y rábita. Se sabe, además,
que la práctica de ribāṯ se hacía tanto en ciudades propiamente dichas (caso de Tudela o
Badajoz) como en castillos y fortalezas (Olmos, Gormaz, Alhamín), es decir, en lugares

22 Ibid.
23 Scales, P. C. “he Ribāṯ. he Archaeology of a Muslin Religious Community, Spain”. Boletín de Arqueología
Medieval 7 (1993) 65-75.
24 Torres Balbás, L. “Rábitas hispanomusulmanas.” Al Andalus XIII/2 (948) 476s.

97
que a priori no estaban destinados única y exclusivamente para este in, pero que resul-
taban convenientes para ello debido a su situación en la frontera25.
Aparte de éste de Guardamar, dentro de la península se sabe por referencias textuales
de la existencia de otros rubuṭ, algunos de ellos impulsados directamente por el poder
central, como son los de Almería, fundado por ‘Abd ar-Raḥmān II, y la rábita de Qabta,
fechada en tiempos de al-Ḥakam II. Del primero se conserva una cita de al-Udri, quien
airma que “los árabes la utilizaron [a Almería] como ribāṯ y construyeron en ella maha-
ris; la gente la visitaba y hacía ribāṯ allí. Entonces no tenía viviendas ni población”. De la
segunda, de discutida localización (en Gata o en Cobda, incluso en la propia Almería)
pero sin duda cercana a Almería, el Bayān al-mugrib de Ibn ‘Idārī relata la visita de al-
Ḥakam II efectuada en 353 H (964 d.C.) para interesarse por el estado de las obras del
ribāṯ de al-Qabta26.

LA MARCA MEDIA ANDALUSÍ EN TIERRAS DE TOLEDO

EL EJE EO: EL CORREDOR DEL TAJO

La Marca Media era una de las demarcaciones en que estaba dividida la frontera entre
el dominio islámico y los reinos cristianos del norte. Era un amplio territorio que grosso
modo se extendía por tierras de la meseta Sur, incluyendo el sistema Central, los valles
alto y medio del Tajo, y el valle medio del Ebro, en una línea diagonal que iba desde
Ágreda (Soria) y Calatayud por el NE hasta Navalmoral (Cáceres), en el SO, y cuya ca-
pitalidad residió primero en Toledo (Ṭolayṯula) y más tarde, desde el reinado del califa
‘Abd ar-Raḥmān III, en Medinaceli (Madināt Salim)27. Aparte de estas dos mudun, se
conocen tres qal’a en la Marca Media: Qal’at Rabah (Calatrava la Vieja, Ciudad Real),
Qal’at Jalifa (Villaviciosa de Odón, Madrid) y Qal’at al-Salam (Alcalá de Henares). Al

25 Martínez Salvador, C. Sobre la entidad de la rábita andalusí omeya. Una cuestión de terminología: Ribāṯ,
rábita zawiya, en Azuar Ruiz, R. (coord.), Excavaciones (1984-1992). Espacios, arquitectura y estratigraf ía.
Fouilles de la Rábita de Guardamar I Collection de la Casa de Velázquez vol. 85 (Madrid 2004) 173-190.
26 Sobre el tema vid. Martínez Salvador, C. “Los rubuṭ de Al-Andalus: Ensayo de localización.” 1º Congresso
de Arqueologia Peninsular, t. IV (Oporto 1994) (=Trabalhos de Antropologia e Etnologia vol 34 cuad. 3-4) 361-
370 y Marín, M. La práctica del Ribāṯ en al-Andalus (ss. III-V/IX-XI), en Azuar Ruiz, R. (coord.), Excavaciones
(1984-1992). Espacios, arquitectura y estratigraf ía. Fouilles de la Rábita de Guardamar I Collection de la Casa
de Velázquez vol. 85 (Madrid 2004) 191-202.
27 Viguera Molins, Mª. J. “La organización militar en Al-Andalus.” Revista de Historia Militar nº extraordinario
(2001) 15-60; Zozaya Stabel-Hansen, J. Recientes estudios sobre la Arqueología andalusí: la frontera Media, en
Aragón en la Edad Media 9 (1991) 371-388.

98
La Península Ibérica con la situación de las Marcas andalusíes (inferior, media y superior).

menos estos dos últimos qal’a fueron en principio fortalezas ligadas a un grupo familiar,
de ahí que J. Zozaya haya supuesto para ellas que tuvieran que ver con iniciativas de tipo
privado, familiar o clánico en forma de encomiendas que posteriormente pasarían al
control estatal. Esta evolución podría verse en la mutación de Qal’at al-Salam en Qal’at
Hanar, topónimo puramente geográico que no hace referencia ya al clan de pertenen-
cia, así como también en algunos datos transmitidos por las fuentes escritas, como un
pasaje del Muqtabas III fechado en el año 259 H/872 d.C. que reiere que Muḥammad I
restauró Qal’at Ribah, a la que previamente había arruinado, denominándola Madināt,
esto es, “ciudad”, y que posteriormente la repobló haciéndola ḥiṣn28.
Con posterioridad al hundimiento del califato y con el surgimiento de las taifas en el
siglo XI, este espacio fronterizo pasó a depender de la dinastía de los Banū Di l-Nun de
Toledo. El nuevo reino limitaba al O con la taifa de Badajoz, a partir de Coria; por el S

28 Zozaya Stabel-Hansen, 1991: 377s; 2007a: 26-33; 2007b: 247s.

99
con la taifa de Córdoba, con el valle de la Alcudia dentro de sus límites, y con la taifa
de Granada, al norte de la ciudad de Úbeda; por el SE lindaba con la taifa de Denia y,
cuando ésta fue absorbida por los hudíes, con la de Zaragoza. Por el E la taifa de Toledo
limitaba con el reino de Valencia, las tierras de los Banū Qasim de Alpuente y los Banū
Razi. Su territorio, pues, englobaba prácticamente la totalidad de las actuales provincias
de Toledo, Ciudad Real, Cuenca, Guadalajara y Madrid, aunque con el tiempo los lími-
tes se vieron sometidos a diversas alteraciones debido a los enfrentamientos con otros
taifas y conforme el poder castellano avanzaba hacia el sur29.
El sector que interesa para nuestro estudio, esto es, la parte occidental de la Marca Me-
dia perteneciente a la actual provincia de Toledo, estaba poblado por numerosas for-
talezas como corresponde a una zona que tuvo gran interés militar entre los siglos X
y XIII. Entre ellas se pueden citar varios enclaves fortiicados que no llegaron a poseer
nunca categoría de entes urbanos (Canales/Qanāliš, Canturias/Qūriya, Azután/burŷ
al-Sultān, Olmos/ḥiṣn Walmuš, Huecas/Waqqāš, Maqueda/Makkāda, Santa Olalla/
Šant Ulāliya) junto con dos centros de mayor importancia militar como eran Talavera
(madīna Ṭalabīra) y Vascos (Bāšak), este último subordinado al anterior, pero con di-
mensiones de auténtica ciudad. Esta proliferación de núcleos castrenses en la zona tiene
que ver sin duda con la custodia de la importante vía de comunicación que enlazaba
Mérida con Toledo, siguiendo el corredor E-O, así como con el objetivo estratégico
de dominar la Transierra y los pasos N-S del Sistema Central apoyándose en la línea
del Tajo. Muchos de estos enclaves tuvieron, de hecho, su verdadera razón de ser en el
objetivo estratégico de asegurar el control sobre el vado del Tajo, circunstancia que se
pone aún más de relieve en los casos de Azután, Talavera y Vascos30. En cualquier caso,
lo que se trasluce de todo este amplio despliegue de fortalezas es la existencia de un ei-
caz sistema defensivo desarrollado a partir de un número signiicativo de fortiicaciones
dependientes de dos centros principales: Madīnat Ṭalabīray Ṭolayṯula.

TALAVERA/ MADINĀT ṬALABĪRA


En efecto, dentro de este grupo de fortiicaciones hay que hacer mención en primer
lugar a Talavera. Asentada en la ribera del río Tajo, Talavera es una fundación romana
de época de César o Augusto situada a medio camino entre Toledo y Mérida. Desde

29 Boloix Gallardo, B. “La taifa de Toledo en el siglo XI. Aproximación a sus límites y extensión territorial.”
Tolaytula 8 (2001) 23-57.
30 Vallvé Bermejo, J. La frontera de Toledo en el siglo X. Simposio Toledo Hispanoárabe (Toledo 1986)
87-97; Chavarría Vargas, J. A. De geograf ía hispanoárabe toledana, en el I Milenario de la mezquita de Bab
al-Mardum (Toledo, 999-1000). Añil 20 (primavera 2000) 47-50.

100
Fotograf ía de Talavera de la Reina. En primer término las murallas andalusíes antes de las actuaciones con-
temporáneas.

antiguo Talavera ha sido un paso obligado desde tierras extremeñas hacia Toledo, lo
que le ha procurado una cierta importancia a lo largo de la historia. Esta situación en el
paso hacia tierras del centro peninsular es remarcada por los autores árabes. Una fuente
tardía, ya del siglo XIV, pero que recoge informaciones más antiguas, al-Ḥimyarī, co-
menta con respecto a la situación de la ciudad: “Está en la extremidad de las marcas mu-
sulmanas y es una de las puertas por las cuales se accede al país de los cristianos” 31. En
una descripción anterior debida al geógrafo andalusí al-Bakrī (1014-1094) encontramos
repetidos los mismos términos: “Ṭalabīra es el punto más alejado de la frontera musul-
mana en al-Andalus, puerta de entrada a la tierra de los politeístas” 32. En la descripción
de al-Idrīsī, el autor árabe que más informaciones ofrece acerca de esta ciudad de la
frontera media, Talavera formaba parte de la extensa región central de la península que
este autor denomina LasSierras –en referencia a la cadena montañosa que se extiende
desde Medinaceli hasta Coimbra–, comarca que abarcaría las provincias de Madrid y
Toledo y gran parte de las de Ciudad Real, Guadalajara y Cuenca33.

31 Ibn ‘Abd al-Mun’im al-Himyari, ed. Lévi-Provençal, E. La Péninsule Ibérique au Moyen Age d’après le Kita
bar-Rawd al-Mi’tar i Habar al-Aktar. (Leiden 1938) 155.
32 Abū ‘Ubayd al-Bakrī, Geograf ía de España (Kitāb al-masālik wa-l-Mamālik), trad. Vidal Beltrán, E. Textos
Medievales 53 (Zaragoza 1982) y he geography of al-Andalus and Europe, from the book al Masālik wa-
l-Mamālik (he routes and the countries) by Abû ‘Ubayd al-Bakrî (d. 487/1094), ed. El-Hajji, A. A. (Beirut
1968) 89.
33 Al- Idrīsī, Description de l’Afrique et de l’Espagne, ed. Dozy, R. –de Goeje, M. J. (Leyden 1866) 211;

101
Los orígenes de la ciudad, sin embargo, parecen remontarse a un antiguo campamento
militar romano de época de César. En los años 61-60 a.C., siendo gobernador de la His-
pania Ulterior, César se vio obligado a sofocar varias revueltas en Lusitania y Vetonia,
probablemente secuelas de las guerras sertorianas de la década anterior. Este primitivo
asentamiento cesariano debió ser elevado a rango municipal en tiempos de Augusto,
recibiendo el nombre de Caesarobriga. En época romana tardía la ciudad vivió un pe-
riodo de cierto esplendor, como pone de maniiesto el gran conjunto de sigillatas tardías
e inscripciones romanas del siglo IV documentados en la misma. Por esta misma época
la ciudad debió dotarse de una muralla y un puente que cruzaba el Tajo. Es presumible
que ambos continuaran activos todavía en época visigoda. Posiblemente haya que expli-
car la riqueza de la ciudad tardoantigua gracias tanto a su situación entre dos ciudades
en alza como eran Toledo y Mérida, como a las explotaciones de su fértil vega, lugar
de asentamiento de numerosas y prósperas villas que prolongarán su vida todavía en
época visigoda: Saucedo (Talavera la Nueva), Las Tamujas (Malpica de Tajo), Vegas de
Pueblanueva (Santa María de las Albueras), etc.34
Durante la dominación islámica, Talavera fue, junto con Calatrava y Zorita de los Ca-
nes, un contrapeso a la siempre levantisca Toledo. Puede decirse de ella, sin duda al-
guna, que es un ejemplo paradigmático de lo que Eduardo Manzano identiicó como
fronteras interiores, es decir, puntos destinados a la vigilancia de un enemigo interior,
personalizado aquí en Toledo. En este caso, el cerco sobre la antigua capital de los go-
dos estaba formado por Calatrava, Zorita, Talavera, Peñafora, Talamanca y Madrid35. Al
mismo tiempo que contrapeso de Toledo, Talavera constituía un punto importante en
la defensa del ṯagr al-awsaṭ contra las incursiones de los reyes cristianos36.

Geograf ía de España, textos preparados por Dozy, R. –de Goeje, M. J. (Valencia 1977) 163.
34 Urbina Martínez, D. Talavera de la Reina en la Antigüedad. Una ciudad romana, de los orígenes al siglo
V d.C. (Talavera de la Reina 2001). Para la ciudad y su entorno en época visigoda vid. Jiménez de Gregorio,
F. “Hallazgos arqueológicos en la provincia de Toledo.” AEspArq XXXIV (1961) 216-217; Ibid. “Hallazgos
arqueológicos en la provincia de Toledo.” AEspArq XXXIX (1966) 174-186; Ibid. Aproximación al mapa
arqueológico del occidente provincial toledano. I Jornadas de Arqueología de Talavera de la Reina y sus
tierras. (Toledo 1992) 5-38; Urbina Martínez, 2001: 32; Hauschild, h. “El Mausoleo de Las Vegas de Puebla
Nueva.” Noticiario Arqueológico Hispánico XIII-XIV (1971) 332-352; Ibid. “Das Mausoleum von Las Vegas
de Pueblanueva (prov. Toledo). Grabungen den Jahren 1971/1974.” Madrider Mitteilungen 19 (1978) 307-339;
Bendala Galán, M. et al. “La villa romana de El Saucedo (Talavera la Nueva, Toledo).” Madrider Mitteilungen
39 (1998) 298-310; Barroso Cabrera, R. – Morín de Pablos, J. La ciuitas regia Toletana en el contexto de la
Hispania de la séptima centuria, en R. Barroso, J. Carrobles, J. Morín y F. Valdés. Regia Sedes Toletana. La
topograf ía de la ciudad de Toledo en la Antigüedad tardía y alta Edad Media. (Toledo, 2007) 122 y 145; Tisiolis,
V. Del paganismo al cristianismo. Espacios cristianos, reales e imaginarios, en el Toletum tardoantiguo y su
entorno, en Vigueta Mendoza, J. C. – Martín Sánchez, J. (coord.) Sacra loca toletana. (Cuenca 2008) 115-133.
35 Manzano Moreno, E. “Madrid, en la frontera omeya de Toledo,” en Madrid del siglo IX al XI. (Madrid
1990) 127; Ibid. La frontera de Al-Andalus en época de los omeyas. (Madrid 1991) 170s.
36 González, J. La repoblación de Castilla la Nueva. (Madrid 1975) 57s; Martínez Lillo, S. “Un ribāṯ interior

102
Diversas fuentes arábigas hacen referencia a Talavera, primero a raíz de los sucesos acaeci-
dos en Toledo y más tarde en relación con los enfrentamientos con los cristianos del nor-
te37. Los cronistas árabes reieren que fue en Talavera o en algún término de su alfoz donde
tuvo lugar el encuentro entre Mūsà b. Nusayr y su cliente (mawla) Tāriq b. Ziyāb en 71338.
En 123 H (741 d.C.) hay noticia de que se asentó en ella el contingente sirio de Balŷ b. Bišr
al-Qušayrī para luchar contra los beréberes sublevados de Astorga, Mérida, Coria y Tala-
vera. Esta noticia es, sin embargo, de dudosa iabilidad porque el contexto hace suponer
que se trata de otra Talavera, esto es, de Talavera la Vieja, la antigua Augustóbriga39. En
cualquier caso, no cabe duda de que en época árabe Ṭalabīra era una gran ciudad. En la
primera mitad del siglo XII al-Idrīsī hizo una cumplida descripción de ella: “Talavera es
una gran villa construida en la orilla del Tajo, el castillo está perfectamente fortiicado y la
villa es notable por su belleza, su extensión y la variedad de sus producciones. Los bazares
son dignos de verse, y las casas están agradablemente dispuestas; un gran número de mo-
linos se elevan sobre las aguas del río. Capital de una provincia importante, Talavera está
rodeada de campos fértiles. Sus barrios son hermosos y antiguos, y se encuentran allí monu-
mentos de remota antigüedad. Está situada a setenta millas de Toledo.” 40
En época árabe aún se mantenía en pie el importante recinto amurallado de origen romano,
si bien debió ser objeto de algunas mejoras y añadidos conforme a los intereses de los nuevos
gobernantes. Según Martínez Lillo, es posible que ya en tiempos de ‘Amrūs, en 181 H (797
d.C.), con motivo de la sublevación de los toledanos en apoyo de ‘Ubayd Allāh b. Humayd,

en la Marca Media. El caso de Ṭalabīra.” CuPAUAM 21 (1994) 297-312; Pacheco Jiménez, C. El espacio
urbano en Madinat Ṭalabīra (Talavera de la Reina). Una aproximación histórico-arqueológica, en Izquierdo
Benito, R. – Carrobles Santos, J. (dir.) Al Andalus: país de ciudades. Actas del Congreso celebrado en Oropesa
(Toledo), del 12 al 14 de marzo de 2005 (Toledo 2007) 283-295.
37 Para las fuentes árabes que tratan de Talavera y Toledo en general vid. Delgado Valero, C. “Noticias sobre
Toledo suministradas por los geógrafos árabes”, en la España Medieval 5 (1986) 299-312; Martínez Lillo, S.
Talavera de la Reina en las fuentes medievales. Cuaderna. Revista de estudios humanísticos de Talavera y su
antigua tierra nº 4 (1996) 66-91.
38 “… A ines de Xawel (Julio 713) salió Muça de Mérida para Toledo, y apenas supo Tárik su próxima llegada,
salió a recibirle para ofrecerle sus respetos, y le encontró en el distrito de Talavera, en un lugar llamado [vacat]
Al divisarle, apeóse de su caballo y Muça le dio con su látigo un golpe en la cabeza, reprendiéndole ágriamente
por lo que había hecho contra su parecer, y llegado á Toledo, le dijo: ‘Preséntame todo el botín que hayas recogido
y la mesa’. Presentóla, en efecto falta de un pié, que le había arrancado, y como le preguntase Muça que dónde
estaba, respondió: ‘Nada sé; la encontré de esa manera.’ Muça mandó que se le hiciese un pié de oro y una caja de
hojas de palma, dentro de la cual fue colocada” Ajbar Machmuâ (Colección de tradiciones). Crónica anónima
del siglo XI, ed. Lafuente y Alcántara, E. (Madrid 1867) 30s; Grego Gómez, M. “Posible encuentro de Tariq
y Musà en Talavera de la Reina según las fuentes árabes.” Cuaderna. Revista de estudios humanísticos de
Talavera y su antigua tierra nº 6 (1998) 31-34; Ibid. “El encuentro de Tariq y Musà.” Tolaytula 9 (2002) 83-103.
39 Martínez Lillo, S. Talavera de la Reina en las fuentes medievales. Cuaderna. Revista de estudios
humanísticos de Talavera y su antigua tierra nº 4 (1996) 73s.
40 Al-Idrisi, Kitāb nuzhat al-mustaq i ijtiraq al-afaq, ed. Blázquez, E. –Saavedra, E.Geograf ía de España.
(Valencia 1974).

103
se efectuaran algunas obras en las defensas de Talavera, pues el qā’id utilizó la ciudad como
base para someter a los rebeldes41. Además, el Bayān al-mugrib documenta nuevas activi-
dades edilicias en el año 241/242 H (mayo 855- mayo 856 d.C.). Según dicha fuente, en ese
año“el emir Muḥammad I llenó de ḥašams [reclutas]Calatrava y Talavera y estableció allí a
los jinetes, dejando como ‘amail a Ḥāriḥṯ b. Bazī’”. La acción se inscribe dentro de las activi-
dades antitoledanas del referido emir. En ese mismo momento se realizaron nuevas obras en
Talavera, cuando el emir [re]construyó la muralla y la pobló con gente42.
Durante el reinado de ‘Abd ar-Raḥmān III, en el año 325 H (936-937 d.C.), se acometie-
ron nuevamente obras de restauración en la muralla de la ciudad. El texto de Mu’ŷam
al-buldān de Yāqūttiene una apreciación muy interesante: Talavera Madinā de al-An-
dalus, de los a’māl de Toledo, “es muy grande y de construcción antigua [qadīmat al-binā].
Está situada junto al río Tajo. Constituyó una barrera (ḥāŷiz) entre los musulmanes y los
cristianos... hasta que éstos se apoderaron de ella... La ruina se había apoderado de ella,
pero la mandó reconstruir (wa-kāna stawlā ‘alay-hā l-jartāb fa-staŷadda-hā) ‘Abd al-
Raḥmān III” 43. Según relata la Crónica de Aḥmad al-Razī, bajo el mandato del primer
califa se llevó a cabo la construcción de una alcazaba para residencia del gobernador y
nuevas reformas en la muralla que separaba la madīna de los arrabales: “E el muro de
Talavera es muy fuerte e muy alto e de muy altas torres. E cuando andaba la hera de los
moros en doscientos y veinte y cinco años mandó el Miramamolín hijo de Mahomad, que
iziesen un departimiento entre los de la villa e los de fuera, que iziesen un alcázar en que
morasen los almojarifes” 44. Esta noticia la recoge también al-Ḥimyarī: “Sus muros son
sólidos y elevados con altas torres. En 325 H. el emir de los creyentes, hijo de Muḥammad,
ordena una separación entre la ciudad y el exterior y la construcción de una ciudadela
que servía de residencia a los gobernadores. Después de inalizar su construcción, se podía
defender gracias a su buen sistema de fortiicaciones” 45. Este esquema resulta semejante
al empleado por ‘Abd ar-Raḥmān III en la misma Toledo y se enmarca dentro de un
ambicioso programa de sometimiento deinitivo de las ciudades al poder califal46.

41 Ibn ‘Idarī, Al-Bayāno’ l-Mogrib, t. II, 111-112; Ibn al-Atir, Annales du Magreb et du l’Espagne, ed. Fagnan,
E. (Argel 1898) 160s.
42 Souto Lasala, J. A.“El emirato de Muḥammad I en el Bayān al-Mugrib de Ibn ‘Iḏārī.” Anaquel de Estudios
Árabes VI (1995): 215.
43 Souto Lasala, J. A. “Obras constructivas en al-Andalus omeya según el Mu’ŷam al-buldān de Yāqūt.” AM
6 (Cádiz 1998) 98.
44 Ahmad al-Razī, ed. Catalán, D. –de Andrés, M. J. Crónica del Moro Rasis. Descripción geográica de
Al-Andalus (Madrid 1975) 66s; ed. Lévi-Provençal, E. “La Description de l’Espagne: Essai de reconstitution le
l’original árabe et traduction française.” Al-Andalus XVIII (1953) 82.
45 Al-Himyarī, Kitāb ar Rawd al-Mi’tar, 155 nº 111; trad. Maestro, Mª. P. Textos medievales 1 (Valencia 1963).
46 Martínez Lillo, 1994: 304-307, quien cita los probables casos de Tudela, Córdoba, Mérida, Coria y Zamora.

104
Una última referencia histórica referida a Talavera narra que en el año 937 el califa ‘Abd
ar-Raḥmān tiene noticia en Toledo que los beréberes nafza se habían rebelado en la
zona de Talavera. Para sofocar esta sublevación el califa envió un ejército al mando del
qā’id Durri b. ‘Abd ar-Raḥmān47.
Los autores árabes ponderan la calidad de sus defensas y dan noticia de la existencia
de un ingenioso sistema hidráulico construido ex profeso. Para el año 1109 Ibn Qattan
informa de la existencia de esta presa que canalizaba el cauce del río Tajo al pie de las
murallas para formar un foso. Esta noticia la recoge también al-Faraḍī (962-1012), quien
señala que la ciudad era poco accesible por “…la presa que había en el Tajo, cuya agua se
remansaba hasta las murallas” 48. Un sistema similar parece haberse dado también en
otras ciudades andalusíes –en concreto en Calatrava, ciudad objeto de reformas tam-
bién durante el reinado de Muḥammad I– por lo que se ha supuesto que el sistema que
describen Ibn Qattan y al-Faraḍī para Talavera fuera, en realidad, de origen islámico49.
Aparte de sus murallas y su alcazaba, Ṭalabīra contaba también con un sistema de for-
talezas dependientes que le servían de protección frente a los ataques enemigos: las
fortalezas de Espegel, Alija y Canturias, esta última en la conluencia del Gévalo y el
Tajo50. Según consta por el testimonio de Ibn Gālib, recogido después por Yāqūt ibn
‘Abdullah al-Rūmī al-Hamawī, Ṭalabīra contaba con un extenso territorio dependiente,
que a su vez se encontraba dividido en tres distritos llamados respectivamente al-Faḥṣ
(“La Vega”), al-Sanad (“La Ladera”) y Bāšk (Vascos)51. El autor granadino reiere asimis-
mo la existencia de dos torres de señales (almenaras) en las cercanías de esta ciudad que

47 Ibn Haŷŷan, Crónica del califa ‘Abdarrahman III an-Nasir entre los años 912 y 942 (al-Muqtabas V). ed.
Viguera, Mª. J. – Corriente, F. (Zaragoza 1981) 294s y 267.
48 Ibn al-Faraḍī, Tarif ‘ulama al-Andalus, ed. Codera, F. Historia virorum doctorum Andalusiae ab Aben
Alfahrdi. Bibliotheca Arabico Hispana vols. VII-VIII (Madrid 1892).
49 Terrasse, M. “Talavera hispano-musulmane (Notes histórico-archéologiques). Mélanges de la Casa de
Velázquez 6 (1970) 79-112; Martínez Lillo, S.1994: 300s; Ibid. “Talavera de la Reina en las fuentes medievales.”
Cuaderna. Revista de estudios humanísticos de Talavera y su antigua tierra nº 4 (1996) 69; Martínez Lillo, S. et
al. La muralla medieval de Talavera de la Reina. Estado de la cuestión, en J. M. Millán Martínez – C. Rodríguez
Ruza (coord.) I Jornadas Arqueológicas de Castilla-La Mancha (Cuenca 2005); Urbina Martínez, 2001: 71-75.
Para Calatrava la Vieja vid. Retuerce Velasco, M. – Zozaya Stabel-Hansen, J. Un sistema defensivo hidráulico
autónomo: Calatrava la Vieja. III CAME t. II (Oviedo 1992) 353-359; Retuerce Velasco, M. Calatrava la Vieja.
Diez años de investigación arqueológica, en J. Sánchez et al. (coord.) Arqueología en Ciudad Real. (Toledo
1994) 211-241.
50 Martínez Lillo– Serrano-Piedecasas Fernández, 1998.
51 Vallvé Bermejo, J. “Farhat al-anfus. Una descripción de España de Ibn Gālib.” Anuario de Filología 1 (1975)
378; Abd al-Karim, G. “La España musulmana en la obra de Yâqût (Siglos XII-XIII). Repertorio enciclopédico
de ciudades, castillos y lugares de al-Andalus extraído del Muğan Al-Buldān (Diccionario de los países).”
Cuadernos de Historia del Islam 6 (1974) 105, 186 y 222-230.

105
Atalaya de El Casar de Talavera.

podrían corresponderse con las atalayas de Segurilla y Velada52. Esta última, que parece
que hay que identiicarla con la atalaya de El Casar de Talavera, es una torre construida
con mampuesto de piedra caliza regularizado con lajas de piedra a modo de rafas de
ladrillo, para la que se ha supuesto una cronología de época islámica53. A esta nómina
tendríamos que añadir también la del Cerro de San Vicente en el término de Hinojosa
de San Vicente. La red de atalayas y torres vigías que jalonan el pie de monte de la sierra
al norte y al sur del valle del Tiétar (Torre de Almendral de la Cañada, atalaya de To-
rrejón, La Calahorra), podrían conformar, junto a la propia ciudad de Talavera, lo que
alguna fuente árabe ha identiicado como el ṯagr Ṭalabīra54.
Por otra parte, la ciudad y los distritos que dependían de Talavera fueron lugar de asen-
tamiento para tribus beréberes desplazadas de Takurunna, iqlīm de Ronda (Málaga),
después de su frustrado alzamiento contra el emir al-Ḥakam I, lo que indujo a pensar a

52 Martínez Lillo, 1996: 70;Lázaro Molinero, Mª. I. – Maquedano Carrasco, B. y Turienzo-Veiga, G. “Algunos
datos sobre los sistemas de fortiicaciones del suroeste de Madrid.” Castillos de España 101 (Madrid 1992) 47-
57; Chavarria Vargas, J. A. “El valle del Tiétar en la Marca Media de Al-Andalus (Al-Tagr Al-Awsaṭ).”Trasierra
2 (1997) 95-112;Martínez Enamorado, V. “Frontera de al-Andalus. El Valle del Tiétar en el contexto de la Ṯagr
al-Awsaṭ”, en J.Mª González Muños, J. A. Chavarría Vargas y J. A. López Sáez (eds.): Lanzaita (Ávila). Historia,
naturaleza y tradiciones. Sociedad de Estudios del Valle del Tiétar (Madrid 2004) 61-74; Rodríguez Morales, J.
– Sáez Lara, F. Las atalayas entre Talavera y Talamanca ¿un limes de época andalusí?, en Espacios fortiicados
en la provincia de Toledo (Toledo 2005) 481-507.
53 Muñoz Ruano, 1997, t. I: 294-297.
54 Ibn Ḥayyān, Crónica del Califa ‘Abdarraḥmān III an-Nāṣir entre los años 912 y 942 (al-Muqtabis V),
traducción, notas e índices por Viguera, Mª. J. – Corriente, F. (Zaragoza 1981) 237.

106
Helena de Felipe que no se trataba de un destino elegido al azar, sino más bien escogido
por razones prácticas de demanda de apoyo a otros grupos beréberes. En este mismo
sentido, otras tres noticias parecen avalar igualmente la importancia del asentamiento
beréber en la zona. La primera es una referencia a los beréberes de Ṭalabīra con motivo
de la ya mencionada rebelión en Toledo de ‘Ubayd Allah b. Humayd en 181 H (797-
798 d.C.). La segunda es la también citada rebelión de los beréberes nafza de la zona
de Talavera en 937 sofocada por el qā’id Durri b. ‘Abd ar-Raḥmān. Por último hay que
mencionar una noticia trasmitida por Ibn Haŷŷan que relata que gentes de Talavera
participaron en la expedición del rebelde Ibn al-Qiṭṭ sobre Zamora del año 901 d.C. En
este caso, aunque no haya mención expresa a grupos beréberes por parte del cronista, el
propio carácter de este movimiento parece sugerirlo, ya que el llamamiento al ŷihād de
este supuesto mahdī(“imām impecable”) fue particularmente popular entre el elemento
beréber55. A pesar de estas noticias literarias, el registro arqueológico de este elemento
beréber es cuando menos problemático, dado el estado fragmentario de nuestros cono-
cimientos y el carácter ambiguo de la cultura material del momento56.
En cualquier caso, Ṭalabīra continuó siendo un objetivo militar prioritario, tanto para
cristianos como musulmanes, a lo largo de los siglos X y XI. Así, el rey Ordoño II de
Oviedo realizó sendas campañas de castigo sobre la zona de Talavera en 918 y 92457.
También el rey al-Mu’tamid de Sevilla efectuó una campaña sobre la ciudad tras la su-
bida al trono toledano de Yahya al-Qādir. Como consecuencia de esta campaña contra
la taifa de Toledo, al-Mu’tamid se apropió de Córdoba, Gaiq (Belalcázar) y Talavera58.
Sin embargo, ya en los años previos a la conquista de Toledo por Alfonso VI, Talavera
había pasado a manos del rey cristiano por entrega del propio al-Qādir junto con otras
poblaciones pertenecientes al ṯagr al-awsaṭ como Santa Olalla, Maqueda, Alamín, Ol-

55 Ibn Haŷŷan, Muqtabis III ed. Martínez Antuña, M. Chronique du règne du calife Umaiyade Abd Allah à
Cordue. (París 1937) 137-138; de Felipe, H. Identidad y onomástica de los beréberes de Al-Andalus. (Madrid
1997) 341-343; Fierro, M. “¿Hubo propaganda fatimí entre los kutāma andalusíes?” Al-Qantara XXV 1 (2004)
239-243.
56 Especialmente crítico sobre el asunto es Jiménez Gadea, J. “Los asentamientos beréberes en al-Andalus.”
V Semana de Estudios Medievales. Nájera, 1 al 15 agosto 1994 (1995) 209-215.
57 Rod. Tol. De rebus Hispaniae, IV 22 12-18: “Al comienzo de su reinado el rey Ordoño, formando un ejército,
sitió con gran coraje la fortaleza de Talavera; y cuando llegaron los árabes para socorrer a los sitiados, no
sólo fueron éstos derrotados en combate y quedaron los asediados sin esperanza, sino que unos y otros fueron
pasados a cuchillo, y, saqueada la fortaleza, los que allí vivían engrosaron el botín del rey Ordoño, y se llevó
prisionero al jefe del ejército cordobés y regresó cubierto de gloria a su reino con ingente botín y largas columnas
de prisioneros que rubricaban su gloria.” ed. Fernández Valverde, 1989:188.
58 Ibn al-Kardabūs, Kitāb al-Iktifa’ 40: “El primero que dejó ver sus pretensiones fue Ibn ‘Abbad, a causa de la
hostilidad y el odio que hubo entre él y su abuelo. Obtuvo Córdoba para él y atacó sus distritos, como Talavera
y Gaiq y lo que había entre ambos.” (ed. Maíllo, 1986: 100).

107
mos, Madrid, Talamanca, etc.59 Poco más tarde Talavera sería objeto de una nueva cam-
paña dirigida por el sultán almorávide Ali b. Yūsuf en 1109-1110, campaña que parece
ser culminación de una serie de ataques anteriores por parte de los musulmanes. Las
fuentes en este punto no son del todo concluyentes: los cronistas cristianos indican que
la alcazaba de Talavera no llegó a ser tomada por los almorávides y sus aliados, pero las
fuentes árabes parecen indicar lo contrario o, al menos, sería dif ícil explicar la consi-
guiente campaña contra la propia Toledo60. No obstante, sea como fuere, parece claro
que el dominio almorávide sobre Talavera no se sostuvo largo tiempo y que tan solo dos
décadas después de su conquista la ciudad volvía de nuevo a manos cristianas, quienes
la retuvieron bajo su control hasta la llegada de los almohades.
La importancia militar de Talavera continuó todavía cuando la ciudad pasó a manos
cristianas y tuvo que sufrir las acometidas de almorávides y almohades. En 1171 se do-
cumentan nuevas campañas contra la ciudades de la frontera sur de Castilla y, un año
después, el sultán Abū Yaqub Yūsuf enviaba un ejército contra Talavera y Toledo al
mando de Ganim b. Muḥammad. Un año más tarde el ataque musulmán se repetía,
esta vez desde Badajoz, obligando al rey Alfonso VIII a la irma de una tregua. En otoño
de 1182 se registra un nuevo intento de conquista por parte del sultán almohade Abū
Abd Allah b. Wanudin, al parecer el primero que sufría la ciudad en siete décadas, lo
que fue motivo de sorpresa entre los habitantes de la ciudad. Durante la ofensiva almo-
hade que concluyó en la batalla de Alarcos, gran parte de la frontera sur castellana se
vio amenazada, perdiéndose numerosas fortalezas que habían pertenecido a la antigua
Marca Media. Como consecuencia de la victoria sobre las armas cristianas, el sultán al-
mohade ideó en 1196 una nueva campaña, esta vez remontando el curso del Tajo, en el
transcurso de la cual la ciudad de Talavera fue objeto de un nuevo ataque. Una campaña
similar, esta vez por ambos lancos, tuvo lugar tan solo un año después, afectando a la
tierra de Talavera y las localidades de Maqueda, Madrid, Toledo, Alcalá, Uclés, Huete,
Cuenca y Alarcón61.

59 Ibn al-Kardabūs, 41: “[Alfonso] le dijo: ‘Dame la fortaleza de Qanāliš en prenda’. Él entonces se la dio.
Cuando la alcanzó su mano, puso en ella gente de su conianza y la abasteció de provisiones, y se marchó a
Castilla ganancioso, seguro y con las gruperas rebosantes.” (ed. Maíllo, 1986: 104); Porres, J. “La llamada dote
de la mora Zaida.” Tolaytula 3 (1998) 31-36. Probablemente ya obraban en poder de Alfonso antes del reinado
de al-Qādir como pago a la ayuda que el rey castellano había prestado al abuelo de éste en su lucha contra
el rey taifa de Sevilla: Rod. Tol. De rebus Hispaniae, VI 22: “Su padre Almemón había regalado al rey Alfonso
las plazas fuertes de Canales y Olmos, en las que dejaba a los heridos y enfermos cuando acudía en ayuda de
Almemón…” ed. Fernández Valverde, 1989: 247.
60 Martínez Lillo, 1996: 79-81.
61 Huici Miranda, A. Las grandes batallas de la Reconquista. (Madrid 1956) 171-176; González, J. El reino de
Castilla en tiempos de Alfonso VIII. (Madrid 1960); Martínez Lillo, 1996: 87-90.

108
Todos estos datos históricos permiten valorar en su justa medida la gran importancia
estratégica que tuvo el distrito de Ṭalabīra hasta principios del siglo XIII, es decir, hasta
que la victoria de Alfonso VIII en las Navas de Tolosa conjuró deinitivamente el peli-
gro almohade y llevó la frontera entre el reino de Castilla y los taifas islámicos a la Baja
Andalucía. Este marcado carácter fronterizo y militar se pone aún más de maniiesto si
cabe en los ejemplos de murābitin que hicieron vida de retiro en el ribāṯ de Ṭalabīra. El
tema ha sido bien estudiado por C. Martínez Salvador, quien, después de ponderar la
importancia que tuvo este ribāṯy la continuidad de pensamiento entre Ibn Tāhir y otros
ascetas que le siguieron, llega a postular la posibilidad de que existiera en Talavera una
verdadera escuela de murābitin 62.
El primero y más importante de estos murābitindesplazados a Talavera fue Abū‘Abd
Allāh Muḥammad b. Tāhir al-Qaysī, llamado “el mártir”. Oriundo de Tudmīr, era
miembro de una de las más honorables familias de al-Andalus. Después de formarse en
al-Andalus, peregrinó al Ḥaramayn y Jerusalén. Más tarde se dirigió a Iraq, donde estu-
dió con el saŷj Abū Bakr al-’Abharī, alfaquí de formación malikí. Allí Ibn Tāhir entró en
contacto con los nussāk, especie de santones dedicados al servicio divino que llevaban
una vida de retiro ascético, a los que se unió siguiendo su estilo de vida, vistiendo hu-
milde vestiduras de lana y alimentándose únicamente de pan. De regreso a Tudmīr en
376 H (986/987 d.C.) o un año después, Ibn Tāhir se negó a vivir en Murcia y pasó a
instalarse en una villa propiedad de su familia. Allí llevó una vida sencilla, siguiendo las
enseñanzas ascéticas que había aprendido de los nussāk. Poco tiempo después participó
en el ŷihād uniéndose al ejército califal en la campaña que Muḥammad b. Abī‘Āmir rea-
lizó contra Zamora y Coimbra. Al-Maqqarī añade que, tras dos años de vida retirada en
Murcia, se “dirigió a la frontera para hacer constantemente el ejercicio del ribāṯ, ijando
su residencia para eso en Talavera. Desde allí hacía entradas en la tierra del enemigo, for-
mando parte de los escuadrones de caballería dedicados a ello. Vivía del producto que le
correspondía del botín del enemigo. Montaba sobre un caballo propio, que se había traído
ex profeso para el ejercicio del ribāṯ”. Ibn Tāhir murió en el año 378 H (989 d.C.) en el
transcurso de una algara contra Astorga63.
Otro murābit que sabemos residió en el ribāṯ de Talavera fue Abū‘Umar b. Muḥam-
mad b. Ahmad. Discípulo de Ibn Tāhir, de quien recibió nociones de poesía ascética,
Abū‘Umar era reconocido entre los suyos como hombre bueno y virtuoso. De él sabe-

62 Terrasse, 1970: 81-83; Martínez Salvador, 1994.


63 Al-Maqqarī, Kitāb Nafh al-tib II, ed. ‘Abbas, I. (Beirut 1968) 145; Ibn al-Faraḍī (1890) 203s nº 1349 y (1966)
nº 1351: 87s; Martínez Salvador, C. 1994: 363s; Marín, M. 2004: 194.

109
mos que, al igual que su maestro, participó en varias campañas sobre territorio cristiano
como combatiente (gazi) hasta alcanzar inalmente el martirio64.
Por último, Ibn Baškwāl cita también a Ibn Sumarik como hombre dedicado a la ŷihād
como murābit en el ṯagr de Talavera65.

VASCOS (NAVALMORALEJO, TOLEDO)


La ciudad hispanomusulmana de Vascos, situada apenas a 30 km al SO de Talavera de
la Reina y a menos de 10 km al SE de Puente del Arzobispo, formaba parte destacada
del dispositivo militar de la Marca Media andalusí. Poco se sabe con seguridad de esta
ciudad. Dos fuentes árabes tardías –Ibn Gālib y Yāqūt al-Rūmī– informan que uno de
los tres distritos en que estaba dividida la tierra de Talavera era Bāšk/Bāšak, nombre que
parece haber heredado posteriormente esta población seguramente por ser el centro
del distrito homónimo66.
La ciudad, totalmente despoblada de antiguo, se halla situada a unos dos kilómetros
de la conluencia del río Huso con el Tajo y abarca unas 9 Ha de extensión. Vascos se
encuentra enclavada en un cerro aislado de muy dif ícil acceso, rodeado por el N y el E
por el río Huso o Juso, cuyo profundo cauce sirve de defensa natural a la ciudad por esta
parte, mientras que por el O y el S el desnivel es menos abrupto.
A pesar de que el lugar fue abandonado por su población en plena Edad Media, los
restos de la ciudad eran conocidos de antiguo, y se encuentran referencias a ellos ya
en el siglo XIV, en el Libro de la Montería de Alfonso XI, el cual cataloga al berrocal de
Vascos como buen cazadero de osos en invierno67. Más tarde, las Relaciones de Felipe II
hacen referencia a las ruinas de Vascos describiendo con mayor detalle las estructuras
arquitectónicas que podían verse en su época68. Desde el año 1975 el yacimiento viene

64 Ibn Baškwāl, Kitāb al-Sila, ed. Codera, F. (Madrid 1882-1883) nº 117; Martínez Salvador, 1994: 364.
65 Ibn Baškwāl, Kitāb al-Sila, ed. Al-Husaynī, ‘I. (El Cairo 1920) 49 nº 111; Martínez Salvador, 1994: 364.
66 Vallvé Bermejo, 1975: 378; Abd al-Karim, 1974: 105, 186 y 222-230.
67 Libro de la Montería que mando escrevir el muy alto y muy poderoso Rey Don Alonso de Castilla, y de
Leon, Vltimo deste nombre… Impresso en Sevilla, por Andrea Pescioni, Año 1582. Lib. III [Cap. XVII] fol.
68v: La Foz de Iuso e el Berrocal de Vascos es todo un monte, e es bueno de Osso en inuierno….
68 Navalmoral-Fuentelapio: A cuarto de una legua de Fuentelapio estan ciertos ediicios arruinados e
caidos, a donde se dice haber sido una ciudad que se llama Bascos, cuyas muralla e cerca estan hoy enteras
de cal e canto e por los ambito e cerco de ella parece que ha sido poblacion de mil e quinientos e mas vecinos,
e paresce asi mesmo haber sielo muy fuerte porque cercada en algunas partes tiene agora siete pies de ancho e
paresce haber tenido castillo o alcazar con sus cercas e barbacanas delante de piedra, muy bien labrada e fuera
de la dicha ciudad, alrededor de ella, paresce haber tenido baños porque las bovedas y ediicios de ellos estan
hoy enteros e se hallan gran cantidad de sepulcros, a donde los vecinos debian enterrarlos e al pie de la misma

110
Alcazaba de la ciudad de Vascos.

Plano de la Alcazaba de la ciudad de Vascos según Jorge de Juan Ares.

111
siendo objeto de excavaciones arqueológicas sistemáticas bajo la dirección de Ricardo
Izquierdo Benito, gracias a las cuales se ha podido documentar con detalle tanto sus
estructuras como su cultura material y evolución temporal69.
La ciudad estaba rodeada en su perímetro por una muralla de entre 1,5 y 2 m de anchura
media. Esta muralla estaba construida sobre un paramento inferior de sillares que según
parece estaba recrecido con tapial. Las excavaciones han podido documentar únicamente
dos accesos principales (las denominadas puerta Oeste y puerta Sur, ambas con sendos
torreones de lanqueo) y cinco portillos menores destinados a actividades funcionales.
En el cerro situado en el extremo NO, dominando la ciudad y su territorio, se encontra-
ba la alcazaba. Esta alcazaba o ciudadela, excavada en su totalidad entre los años 1995
y 2001, tiene forma triangular y se encuentra aislada del resto de la ciudad por una mu-
ralla. La muralla de la alcazaba, de forma triangular, estaba jalonada por 11 torreones y
rematada en uno de sus extremos por una torre barbacana construida en muro de tapial
sobre bloques de piedra. A la barbacana se accedía por una puerta que se abre en su lado
occidental y que comunicaba con la puerta del recinto principal, que estaba lanqueada
y defendida por dos torreones.
Aparte de la alcazaba, los diferentes trabajos de excavación han permitido documentar
dos cementerios (maqābir) extramuros, uno al sur y otro al oeste de la ciudad, éste úl-
timo de dimensiones más reducidas que el anterior. Ambos cuentan con sepulturas de
inhumación señaladas mediante cipos anepígrafos y separadas entre sí por dos caminos
que conducían a las puertas de la ciudad. Asimismo, en el arrabal de la ciudad, junto
a una de las puertas de la misma, se ha documentado un recinto para baños públicos.

ciudad por las partes de oriente pasa el dicho rio que se llama Juso con grandes asperezas de riscos e montes
por donde aun a pie se anda con mucha diicultad;Talavera: …y cerca del rio que se dice Juso, poco antes ele
donde entra en el rio de Tajo esta una villeta muy pequeña que llaman los labradores la ciudad de Vascos, que
esta cercada de cal y piedra labrada, 10 mas de ello en cuadra de muy hermoso muro… Viñas Mey, C. –Paz, R.
Relaciones histórico-geográico-estadísticas de los pueblos de España hechas por iniciativa de Felipe II: Reino
de Toledo. (Madrid 1951) 146 y 450.
69 Torres Balbás, L. “Ciudades yermas de la España musulmana.” BolRAH 141 (1957) 52-60; Izquierdo Benito,
R. “La cerámica hispanomusulmana decorada de Vascos (Toledo).” Homenaje al prof. Martín Almagro Basch,
t. IV (1983) 107-115; Ibid. “Una ciudad de fundación musulmana: Vascos.” Castrum 3. Guerre, fortiication et
hábitat dans le monde Méditerranéen au Moyen Àge. Madrid, 24-27 novembre 1985 (1988) 163-172 ; Ibid.
“Los baños árabes de Vascos (Navalmoralejo, Toledo).” NAH 28 (1986) 193-242; Ibid. Los cementerios de la
ciudad hispanomusulmana de Vascos. III CAME, t. II (1992) 391-396; Ibid. Vascos: La vida cotidiana en una
ciudad fronteriza de Al-Andalus. (Toledo 1999); Ibid. “Nuevas formas cerámicas de Vascos.” AyTM 6 (1999)
191-206; Ibid. La ciudad hispanomusulmana de Vascos. Navalmoralejo (Toledo). (Toledo 2000); Ibid.“Una
ciudad de la Marca Media: Vascos (Toledo).” AyTM 12.2 (2005) 35-55. Además, puede consultarse también J.
de Juan Ares, La ciudad de Vascos y el fenómeno urbano en el Occidente toledano, en R. Izquierdo Benito – J.
Carrobles Santos (dir.) Al Andalus: país de ciudades. Actas del Congreso celebrado en Oropesa (Toledo), del
12 al 14 de marzo de 2005 (Toledo 2007) 297-303.

112
La ciudad contaba además con dos mezquitas, una de planta cuadrangular, compuesta
únicamente por dos dependencias, y otra, de mayores dimensiones y de construcción
más cuidada, situada dentro de la alcazaba. La mezquita menor es de planta trapezoidal
con dos dependencias comunicadas entre sí por una puerta abierta en la parte central
del muro de separación. Una de las dependencias se interpreta como sala de oración y
cuenta con su correspondiente qībla y miḥrāb enmarcado por dos bloques de granito
a modo de jambas. La gran mezquita, por su parte, es de forma igualmente trapezoidal,
de aproximadamente 20 x 7 m, y se compone de tres espacios: un zaguán o vestíbulo,
un patio de abluciones y el oratorio. La sala principal o de oración tenía 4 naves longi-
tudinales y otras tantas transversales, separadas por columnas y pilares que sostenían
arcos de herradura fabricados en ladrillo con falso dovelaje pintado en blanco y rojo. El
mihrab se encuentra tallado en el muro sur y probablemente iba revestido de moldu-
ras de cal decoradas. Posteriormente el lugar sería utilizado como espacio cementerial,
documentándose en el mismo siete enterramientos que parecen corresponderse a un
momento de ocupación cristiana, ya del siglo XI. Para esta época, una vez conquistada
Toledo en 1085, y con Talavera en manos cristianas algún tiempo antes, la decadencia
de la ciudad era ya evidente, favorecida por su aislamiento con respecto a las rutas de
comunicación principales. Anteriormente, sin embargo, entre los siglos X y XI, Vascos
había vivido una cierta prosperidad avalada por las magníicas ruinas que todavía con-
serva. La ciudad contaba además con una serie de fortalezas dependientes que servían
para la custodia del vado del Tajo o del territorio dependiente: Azután, Castros, Alija y
Espejel.
El problema principal de este yacimiento es el de su identiicación y función dentro del
dispositivo defensivo de la Marca Media andalusí. Tradicionalmente, desde que lo pro-
pusiera Félix Hernández por vez primera, se viene identiicando a Vascos con la ciudad
de Nafza, principal centro de asentamiento de la tribu beréber homónima70. Izquierdo
Benito, por otro lado, supone que Vascos es la capital del distrito de Bāšk/Bāšak, uno
de los tres distritos en que, según Ibn Gālib, estaba dividida la tierra de Talavera, por lo
que o bien habría que rechazar su identiicación con Nafza, o bien suponer que Nafza
era el nombre de la población y Bāšk/Bāšak el del distrito71. Según este autor, es posible
incluso que Vascos fuera la ciudad (re)construida por al-Ḥakam II entre 930 y 950 en

70 Hernández Jiménez, F. “Caminos de Córdoba hacia el Noroeste en época musulmana. Nafza, actual
despoblado de Vascos; localización segura de los castillos de Viandar y de Abal y probable de al-Saraf;
precisiones sobre la recuperación almohade de Cáceres.” Al Andalus XXXII 1 (1967) 37-124 (págs. 110ss).
Sobre esta tribu beréber v. de Felipe, H. Identidad y onomástica de los beréberes de Al-Andalus. (Madrid
1997) 319s y Fierro, 2004: 239s.
71 Izquierdo Benito, 2005: 42s.

113
la frontera toledana, y que ese carácter de fundación oicial omeya se viera de alguna
manera relejado en la calidad de sus construcciones72.
Sin embargo, pese a que la identiicación entre Nafza y Vascos parece ser la opinión
mayoritaria entre los investigadores, Jiménez Gadea plantea serias objeciones a esta
teoría. En primer lugar, no hay en Vascos constancia de una cultura material que pue-
da atribuirse sin problemas a los beréberes nafza. Los restos documentados en Vascos
son típicamente andalusíes y presentan paralelos con otros yacimientos andalusíes pe-
ninsulares: cerámicas de cuerda seca, verde y manganeso, y objetos de bronce y hierro
similares a los documentados en Medina Azahara, Mallorca, Jijona o Alcoy. En segundo
lugar, el relato hecho por el qā’id Mundir b. Said al-Ballutī a al-Ḥakam II sobre el levan-
tamiento de Ibn al-Qiṭṭ en tiempos de ‘Abd Allāh, transmitido por Ibn Haŷŷan, indica
literalmente que la ciudad de Nafza estaba situada junto al Guadiana y no junto al Tajo,
lo que rechaza de plano esta pretendida identidad73.
También la función de esta ciudad dentro de la Marca Media ha resultado ser objeto de
debate debido sobre todo a su marcado aislamiento con respecto a las vías de comunica-
ción dominantes. Izquierdo Benito supone una evolución de Vascos a partir de un pri-
mitivo asentamiento romano-visigodo, seguida luego de un ḥiṣn emiral ceñido al área
posteriormente ocupada por la alcazaba, y una expansión en época califal que trans-
formaría el primitivo ḥiṣn en una madīna con alcazaba74. En cuanto a la funcionalidad
de esta fundación, Izquierdo Benito piensa en la posibilidad de que su origen estuviera
ligado al deseo de escapar de las exigencias tributarias impuestas por los Omeyas75.
Más tarde, en época califal, la ciudad sería reconstruida y ampliada como madīna a
instancias de ‘Abd ar-Raḥmān III, dentro de un ambicioso programa oicial de (re)cons-
trucción de ciudades que incluyó a Qal’at Jalifa, Saktan o la propia Ṭalabīra, o, mejor,
de su sucesor al-Ḥakam II en función de tres supuestos: uno estratégico, en relación
con el dominio de la línea del Tajo; otro político, para someter a las siempre levantiscas
poblaciones beréberes allí asentadas y, por último, un interés económico que habría que
poner en relación con la minería y metalurgia del hierro76.

72 Ibid. 41.
73 Jiménez Gadea, J. Los asentamientos beréberes en al-Ándalus, en V Semana de Estudios Medievales.
Nájera, 1 al 15 agosto 1994 (1995) 209-215 (pág. 212s y nt. 6). Ibn Haŷŷan, 1937: 137s: “Desde allí [ibn al-Qiṭṭ]
salió hacia Nafza entre los Banū Rashid, junto al Wadi Ana a donde permaneció varios meses y dio a conocer
sus proyectos…”
74 Izquierdo Benito, 1999: 87-96; 2005: 40-48. Las fases romana y visigoda están atestiguadas por algunos
fragmentos cerámicos y de tégulas, así como por la aparición de un ara votiva romana y un tenante de altar
visigodo (este último en uno de los muros de la mezquita de la alcazaba).
75 Izquierdo Benito, 1999: 89.
76 Izquierdo Benito, 2005: 41s; de Juan Ares, 2007: 300.

114
Más sugestiva –aunque discutible, como veremos en seguida– es, sin duda, la propuesta
hecha por J. Zozaya, para quien la ciudad no sería sino una especie de campo de trabajo
para prisioneros vascones, de donde derivaría el extraño nombre que tiene la ciudad77.
Ya en el siglo XVIII autores como Ignacio Hermosilla o José Cornide habían supuesto
que el nombre de la ciudad derivaba de haber sido habitada por repobladores de origen
vasco en tiempos de Fernando IV o Alfonso XI78. Y es que, ciertamente, Vascos resulta
un extraño nombre para una ciudad árabe. No obstante, hay que decir que el gentilicio
empleado por las fuentes árabes para las poblaciones del norte es siempre el de Bāškunis
(lat. vascones), incluso galasqī (“gascones”) en Ibn Haŷŷan, y no “vascos”, gentilicio éste
de origen ultrapirenaico que en origen hacía referencia exclusivamente al territorio en
torno a Ausci. Este término fue usado al sur de los Pirineos a partir de la Baja Edad Me-
dia y sólo modernamente extendido como uso común en toda España79.
No parece, pues, que el nombre de la ciudad tenga que ver con supuestas poblaciones
vasconas empleadas en campos de trabajo, sino que, por el contrario, pensamos que el
signiicado de Bāšk hay que buscarlo por vías diferentes y sin duda más seguras.En este
sentido, debemos volver de nuevo sobre la noticia de Ibn Gālib y Yāqūt al-Rūmī acerca
de que el territorio de Talavera se hallaba dividido en tres distritos llamados respecti-
vamente al-Faḥṣ, al-Sanad y Bāšk. Como se puede observar, los dos primeros nombres
hacen referencia a dos ámbitos económicos y ecológicos muy determinados: la Vega
y la Ladera, es decir, la rica vega del Tajo y el pie de monte que se extiende al sur de la
Sierra de San Vicente. La división de los geógrafos árabes se corresponde, por lo demás,
con las tres grandes áreas paisajísticas y geomorfológicas del alfoz de Talavera: el valle
del Tajo, el Berrocal y La Jara. Todo ello permite inferir que el tercero de los nombres de
que dan noticia los geógrafos árabes se refería igualmente a un ámbito espacial o nicho
ecológico concreto y que, en nuestra opinión, cabe identiicar con la antigua comarca
de La Jara, que se extiende entre los Montes de Toledo y el macizo de las Villuercas;
comarca singular que en la antigüedad y hasta la división administrativa de 1833 perte-
neció íntegramente a la tierra de Talavera y que es donde se localiza la ciudad de Vascos.

77 Zozaya Stabel-Hansen, J. 2007: 30s y 32, que la incluye dentro de un grupo de ciudades “de reclusión” o
“de producción forzosa”.
78 Cornide, J. “Continuación de la memoria de don Ignacio Hermosilla sobre las ruinas de Talavera la vieja”.
Memorias de la Real Academia de la Historia. Tomo I (1796) 363-408 (en p. 398s).
79 Caro Baroja, J. Los vascones y sus vecinos. Estudios Vascos t. XIII (Estella 1985) 11-13; Pérez Orozco,
S. “Suijos nominales y protohispánicos: los étnicos y gentilicios.”Arse 43 (2009) 33-50 (págs. 46-49).
Históricamente en castellano el término usual ha sido “vascongado/bascongado” para el gentilicio y
“vascuence” para el idioma.

115
Históricamente la comarca de La Jara siempre se ha distinguido por sus bosques y de-
hesas de robles, encinas y alcornoques –a veces degradados en jarales y retamares hoy
día– sus ricos pastizales y sus excelentes recursos cinegéticos. Ya hemos visto que así
aparece caracterizada en el Libro de la Montería de Alfonso XI. Este carácter agreste y
pastoril, escenario inal que fue de la Cañada Real Segoviana de la otrora todopoderosa
Mesta80, permite especular que el distrito de Bāšk fuera en realidad el espacio ganadero
que complementaba el ámbito agrícola cercano a Talavera, y, puesto que el término no
tiene solución en árabe, pensar así en una derivación del nombre de dicha circunscrip-
ción a partir del término latino pascua (cast. ant. “pascos”, cast. mod. “pastos”), a través
del fem. pasca cast. “[terreno] apropiado para pasto”81.
Esto permitiría explicar satisfactoriamente el nombre dado al distrito y, por extensión, a
la ciudad que le sirvió de capital, pero no su función dentro del entramado de ciudades
de la Marca Media. De nuevo debemos recurrir a las fuentes árabes acerca de las gentes
que marchaban al ribāṯ de Talavera para hacer elŷihād contra los inieles. Ya hemos
comentado anteriormente cómo no ha sido posible determinar un espacio dentro de la
madīnat Ṭalabīra que pudiera corresponderse con ese ribāṯ al que aluden las fuentes
escritas, puesto que la alcazaba hubo de estar destinada al gobernador y las tropas a él
encomendadas (vid. supra). Sin embargo, la importancia que las fuentes otorgan a este
ribāṯ de Talavera (hasta el punto que C. Martínez Salvador llegó a intuir la existencia
de una verdadera escuela talaverana de murābitun), la marcada impronta ascética y
la tendencia a la vida retirada que caracteriza la biograf ía de Ibn Tāhir, el fundador de
esta hipotética escuela de murābitun, son otros datos más a tener en cuenta porque
coinciden plenamente con la doble condición de Vascos como centro militar y religioso

80 Klein, J. he Mesta: A Study in Spanish Economic History, 1273-1836. (Harvard Univ. Press 1920) 19.
81 Cfr. L.V. VIII 3 9: Si loca fructifera vel pascuosa nimia congustia coartentur; VIII 4 27: Ne iter agentibus
pascua non conclusa vetentur; VIII 5 5: Si quorumcumque animalium grex in pascuis intraverit alienis,
ed. Zeumer, K. Fontes Iuris Germanici Antiqui in usum scholarum 5. Leges Visigothorum Antiquiores.
MGH(Hannover-Lipsia 1894) 238, 253 y 257; F.I. VIII iv 26: Si algún omne tuelle ganado al que va por su
camino que non pasca; vid. también VIII iv 24 (índice): Si el omne tuelle á aquel que va su camino, que
nol pasca el ganado; ed. Real Academia Española, Fuero Juzgo en latín y castellano. (Madrid 1815) 146 y
142. Conviene recordar que en la iesta de las Mondas de Talavera, cuyo origen parece remontarse a un
antiguo ritual en honor a Ceres/Pales, se pone también de maniiesto esta dualidad agraria y ganadera de la
tierra de Talavera. Si los panecillos que se ofrendan a la Virgen del Prado son indicativo del ambiente agrario,
el aspecto ganadero se ve relejado en el carro tirado por carneros de Gamonal: Caro Baroja, J. Mondas y
móndidas, en Del viejo folklore castellano. Páginas sueltas. (Valladolid 1998) 173-228. El carácter ganadero
se advierte también en que en la antigüedad este festival era conocido como “iesta de los toros”, porque se
lidiaban numerosos toros en honor a la Virgen, circunstancia que explica que la festividad se desarrolle en
torno a un prado. La descripción del insigne talaverano J. de Mariana en su Historia General de España, lib.
XX (Toledo 1592) subraya ese carácter pastoril: “Extra oppidum ipsa militari via, qua Toletum itur, templum
satis amplum est Virginis Matris nomine, sanctum omnibus circa populis: prope compascuus ager laeta pascua
habens, frequensque lucus proceris populis, ulmisque consitus.”

116
de primer orden, a la vez que núcleo aislado con respecto a Ṭalabīra, el centro urbano de
referencia. De este modo, Vascos no sería sino la rábita –en el sentido concreto de centro
donde se practica la vida de ribāṯ– a la que aluden al-Maqqarī, Ibn Baškwāl y al-Faraḍī en
relación con aquellos ilustres personajes que se retiraron a practicar el ribāṯ en Talavera a
los que antes hemos hecho mención. Su función, por consiguiente, no fue otra, como es
lógico, que la que cabe esperar para un asentamiento de este tipo: por un lado, efectuar
la defensa del ṯagr al-awsaṭ–más concretamente el ṯagr Ṭalabīra citado por Ibn Haŷŷan–
frente a los ataques cristianos y servir de base de las algaras contra las ciudades cristianas
del norte, mientras que, por otro lado, servía para la práctica de la vida en comunidad
según las enseñanzas de perfeccionamiento espiritual de la áscesis suf í82.
Es posible, por tanto, que la fundación de este ribāt se hubiera beneiciado del apoyo
oicial de la corte y que la noticia referida a al-Ḥakam II como (re)constructor de una
ciudad en la frontera toledana se reiera efectivamente a Vascos. De esta forma el ribāt
de Talavera/Vascos entraría en la nómina de rábitas (re)construidas por la corte califal
junto a las ya mencionadas Almería y Qabta (si es que no son una misma). Llegados a
este punto podría ser interesante también reseñar una noticia contenida en el Muqtabis
II que relata cómo el emir Muḥammad I, con ocasión de una campaña efectuada por
su hermano al-Ḥakam en 239 H (853-854 d.C.), (re)construyó lo que se había deshecho
en Calatrava y en un misterioso ḥiṣn del que sólo se conservan las dos últimas letras:
-bh. Allí instaló abundante caballería e infantería, y la convirtió “en sede para los caídes y
ribāṯ para los hombres”. Aunque esta cita no parece ser de aplicación a Vascos, hay que
señalar que en otros textos árabes es Talavera la ciudad que igura junto a Calatrava en
la campaña del año 241 H (855/856 d.C.), por lo que no es imposible que este misterioso
ḥiṣn fuera el mismo ribāṯ de Talavera, es decir, Vascos83.
En cualquier caso, la rábita de Ṭalabīra acabó por asumir el nombre de la comarca de
la que era cabeza una vez que, con la sumisión de la tierra de Talavera al estado califal,
quedara encuadrada en el sistema de defensa de la Marca Media andalusí. Es quizá en
este contexto donde habría que incluir también la referencia a esa ciudad de nombre
desconocido que al-Ḥakam II ordenó (re)construir a su arquitecto Ahmad b. Nasr b.
Jalid en la frontera de Toledo84.

82 Anteriormente ya se había sugerido la posibilidad de que Vascos hubiera actuado como ribāṯ, al menos
en época taifa, pero sin identiicarlo con el ribāṯ de Talavera citado por las fuentes:Izquierdo Benito, 1999: 93.
83 Souto, J. A. Obras constructivas en Al-Andalus durante el emirato de Muḥammad I según el volumen II
del Muqtabis de Ibn Haŷŷan, en 1º Congresso de Arqueologia Peninsular, t. IV (Oporto 1994) (=Trabalhos de
Antropologia e Etnologia vol 34 cuad. 3-4) 351-360 (p. 357s). “El emir Muḥammad[re]construyó la muralla y l
aalczaba de la ciudad de Calatrava y [re]construyó la muralla de Talavera y [re]pobló el lugar”, en Souto, 1995: 213.
Es digno reseñar también el hecho de que esta ignota población era un ribāṯ destinado exclusivamente a hombres.
84 Barrucand, M. Arquitectura islámica en Andalucía. (Colonia 1992) 101-103; Izquierdo Benito, 2005: 41s.

117
El premeditado aislamiento de la ciudad obedecería, por tanto, al planteamiento reli-
gioso más ortodoxo del ribāṯ –manifestado explícitamente en la mezquita mayor in-
cluida en la alcazaba y levantada frente al recinto principal de la misma–, así como a
la impronta rigorista impuesta por personajes de profunda formación ascética como el
citado Ibn Tāhir, de quien sabemos que a su vuelta de Oriente se retiró fuera de su Mur-
cia natal. Precisamente este aislamiento con respecto a la línea de frontera sería, junto
con su posición retirada con respecto al eje Mérida-Toledo marcado por el Tajo, uno
de los factores que propiciarían el abandono de la ciudad como consecuencia del paso
de la tierra de Talavera al dominio de Alfonso VI. Las inhumaciones documentadas en
la mezquita mayor hacen suponer su persistencia como núcleo secundario dentro del
dispositivo defensivo cristiano durante al menos el siglo XI, una ocupación ef ímera, en
palabras de su excavador, pero que evidencia sin el menor asomo de duda la pérdida de
su condición de núcleo militar de primer orden en la línea de frontera. En realidad, el
carácter de ribāṯ permite explicar de forma convincente el rápido abandono de la ciu-
dad sin que mediara destrucción alguna una vez que ésta cayó en manos cristianas, un
hecho que siempre ha desconcertado a los investigadores85.
Dentro de este contexto de vida de ribāṯ los restos de metalurgia del hierro documenta-
dos en Vascos cobran un nuevo sentido, como testigos del carácter de centro destinado
preferentemente a la actividad guerrera. Nos referimos a toda una serie de utensilios
necesarios para las operaciones militares (espadas, moharras y regatones, cascos, um-
bos y apliques para escudos, dagas, etc.) que precisarían el empleo total o parcial de
hierro para su manufactura. Quizá en tal sentido haya que explicar la aparición durante
la campaña del año 2000 de un ediicio de grandes dimensiones, que se ha supuesto
destinado a una doble función industrial y de almacenaje86. La extracción de oro, asi-
mismo atestiguada en el yacimiento, podría ponerse en relación con la necesidad de
inanciar las campañas militares de estos muŷāhidīn. En cualquier caso, la minería no
parece haber sido una actividad primordial en la vida de la ciudad y en modo alguno
puede considerarse un factor decisivo en la fundación de Vascos, pues de otra forma
no se comprendería por qué no fue aprovechada cuando la ciudad cayó en poder de los
cristianos87.

85 Cfr. Izquierdo Benito, 1988: 171s.; Ibid. 2000: 108-112.


86 Izquierdo Benito, R. –de Juan Ares, J. Un ediicio signiicativo excavado en la ciudad hispanomusulmana
de Vascos (Toledo), en J. M. Millán Martínez – C. Rodríguez Ruza (coord.) I Jornadas Arqueológicas de
Castilla-La Mancha (Cuenca 2005)755-774.
87 Izquierdo Benito, 1985: 172.

118
AZUTÁN (BURŶ ALSULTĀN)
En relación con el ribāṯ de Vascos y para el control del vado del Tajo en este punto se
levantaron sendas fortalezas a ambos lados del río: Alcolea y Azután. Apenas se con-
servan restos de estas fortalezas musulmanas, aunque la toponimia de ambos lugares es
bien explícita y su situación estratégica, en un punto cercano donde luego se alzará el
Puente del Arzobispo, no debió pasar desapercibida a la hora de trazar la línea defensiva
en torno al Tajo. De hecho, el Cerro de Alcolea presenta momentos de ocupación desde
la Edad del Bronce88.
También en el caso de Azután se documenta un asentamiento previo, como demuestra
la presencia en la zona de una necrópolis visigoda de inales del siglo VI que ha llegado
a nosotros sólo de forma parcial. El asentamiento visigodo y su posterior ocupación
islámica ponen de maniiesto la importancia estratégica de este lugar dentro del corre-
dor Mérida-Toledo y del paso del Tajo en dirección norte hacia los puertos de la Sierra
de Gredos, carácter este que se convertirá en una constante histórica del lugar, como
prueba el posterior desarrollo de la villa del Puente del Arzobispo89.
En 1135 Alfonso VII el Emperador entregó la torre de Azután al magnate mozárabe Mi-
guel Midiz y su descendencia90. Años más tarde el lugar pasó a pertenecer al convento
de San Clemente de Toledo. La descripción del privilegio de donación de Alfonso VII
parece sugerir que la turris de borge Azultan constituye un ejemplo de lo que la biblio-
graf ía conoce como “torre-almunia”, un modelo que integra una función agropecuaria
–representada por una almunia, de ahí que se le entregue “…cum azudiis, canalibus,
scitiis, molendinis…”– y otra de tipo militar y simbólico, cuya expresión es la propia tu-
rris 91. Sin embargo, parece razonable pensar que nos encontramos ante un ejemplo de

88 Chapa Brunet, T. El asentamiento protohistórico del Cerro de la Mesa (Alcolea de Tajo, Toledo), en J.
M. Millán Martínez – C. Rodríguez Ruza (coord.) I Jornadas Arqueológicas de Castilla-La Mancha (Cuenca
2005) 797-810.
89 Barroso Cabrera, R. et al. La necrópolis del Cerro de las Sepulturas (Azután, Toledo): Una aproximación
al asentamiento de los visigodos en el centro peninsular, en I Simposio de la investigación y difusión
arqueopaleontológica en el marco de la iniciativa privada. Madrid-Guadalajara 24-25 de octubre de 2007
(Madrid 2007) 275-306.
90 In dei nomine ego adefonsus dei gratia imperatori hispaniarum una cum coniuge regina domina berengaria
facimus tibi michaeli midiz cartam donationis et conirmationis de illa turre que dicitur borge azultan que stat
sub talavera cum totos suos terminos… Facta carta mense febroaris Era mclxxiii imperante dompno aldefonsus
rege en Toleto, Çaragoza, Leione, Castelle, Galicia, Navarra. Ego aldefonsus dei gracia imperator in Spanie hanc
carta conirmo propia mano corroboro [signum regis]…El privilegio procede del convento de San Clemente de
Toledo, RAH Sign. 2/Ms Caja 1 nº 2. Véase también Recuero Astray, M. “Donaciones de Alfonso VII a sus
ieles y servidores.” En la España Medieval V (1986) 911.
91 Pacheco Jiménez, C. “La fortiicación en el valle del Tajo y el alfoz de Talavera entre los siglos XI y XV.”
Espacio, Tiempo y Forma. Serie III Historia Medieval, t. 17 (2004) 485-517, que recoge el concepto acuñado
anteriormente por Xavier Eritja Ciuró.

119
Localización del yacimiento de Cerro de las Sepulturas.

Yacimiento de Cerro de las Sepulturas.

120
Necrópolis hispanovisigoda del Cerro de las Sepulturas.

121
fortiicación vinculada a una al-qayra (alquería) o poblado rural del que a su vez depen-
derían cortijos, almunias y granjas. En este sentido, y no obstante la ausencia de datos
arqueológicos en torno al Burŷ al-Sultān que puedan corresponderse con la ocupación
musulmana, resulta signiicativo el hallazgo de un campo de silos con rellenos de época
emiral en el propio término de Azután. En total, las diversas intervenciones realizadas
en el yacimiento han permitido documentar sendos conjuntos de tres y cinco “silos”
destinados a almacenaje de productos agrarios92. Estaríamos hablando, por tanto, de
un hábitat de cierta importancia del que dependerían otros núcleos rurales menores.
El sitio donde se enclava la torre de Azután era además un lugar de gran relevancia es-
tratégica al constituir un paso natural del Tajo repetidamente utilizado por los pastores
trashumantes para el tránsito de ganado desde las tierras del norte de la serranía hacia
los pastos invernales del sur. La necesidad de proteger estos pasos de ganado sería otra
de las razones que llevaría a mantener la fortaleza aún después del traspaso de esta
área al dominio cristiano a inales del siglo XI, circunstancia ésta que marca un claro
contraste con lo ya visto en el caso de Vascos, cuya fundación no obedeció a patrones
económicos, sino religiosos. Por esta misma razón, durante la repoblación cristiana el
convento de San Clemente de Toledo proyectó la construcción de un puente en Azután
que facilitara el tránsito ganadero sobre el Tajo, requiriendo para ello una licencia al
concejo de Ávila. El puente fue construido inalmente en el año 1225 y con el tiempo
daría lugar al nacimiento de un núcleo de población en torno a la antigua fortaleza. En
1260 el rey Alfonso X concedió a la abadesa del convento de San Clemente de Tole-
do 100 vasallos para poblar la villa de Azután. Años más tarde, en 1274, Dª. Leocadia
Fernández, abadesa del convento de San Clemente, previa autorización del mismo rey,
concedió una carta de población que señala el origen de la actual villa de Azután93.

92 Barroso Cabrera, R. –Morín de Pablos, J. (coord.). Excavaciones arqueológicas en Azután, Toledo. Un


modelo de evolución en el poblamiento entre los periodos visigodo y emiral. Memorias Arqueológicas
Audema. Serie Romana/ Antigüedad Tardía 5 (Madrid 2007).
93 Malalana Ureña, A. “Puentes-fortaleza en el Tajo: el tramo Zorita de los Canes (Guadalajara)-Castros
(Cáceres)”. Boletín de Arqueología Medieval 4 (Madrid, 1990) 202-203. Rodríguez-Picavea, E. La villa y la
tierra de Talavera. (Talavera 1996) 136.

122
EL EJE NORTE-SUR: LOS CORREDORES DEL GUADARRAMA
Y EL ALBERCHE

Las rutas del Guadarrama (ár. Wadi-r-Raml, “río de arena”)94 y el Alberche son dos vías
naturales que comunican ambas mesetas en dirección norte-sur. La primera de ellas
comunicaba las tierras del reino de Castilla con el valle del Tajo a través de los puer-
tos serranos de Tablada y la Fuenfría. La segunda unía el valle del Tajo con las tierras
abulenses a través de los pasos de El Tiemblo y Cebreros, siguiendo un trayecto que
posteriormente será transformado en camino real.Ambas rutas contaban con un buen
número de fortalezas de defensa y torres vigía que controlaban la comunicación hacia
la rica vega del Tajo. En concreto, la vía que remonta el Guadarrama desde Toledo hacia
el norte, jalonada como estaba de abundantes fortalezas y plazas fuertes, debe consi-
derarse como una verdadera vía militar: al-Famīn,Qal’at Jalifa, Mayrit, Qalat al-Hanar
y Talamanka. Ya en el siglo XII el geógrafo granadino Ibn Gālib señalaba la comarca
de Šāqira (La Sagra) como un distrito de Toledo que estaba poblado por gran número
de fortalezas95. Dichas fortalezas cumplían una doble función: por un lado servían de
custodia de la vía que conducía hacia las tierras del norte cristiano, mientras por otro
ejercían el control de la numerosa población mozárabe que habitaba las tierras com-
prendidas entre Madrid y Toledo.
Los mozárabes toledanos, en efecto, tuvieron un destacado papel en la rebelión de To-
ledo frente a Córdoba y en algún caso contaron con el auxilio de los ejércitos leoneses.
Así sucedió, por ejemplo, cuando en 854 Ordoño I envió un ejército al mando del conde
Gatón en ayuda de los rebeldes toledanos que se habían sublevado contra el emir al-
Ḥakam. El dispositivo, pues, tejía una red de fortalezas alrededor de la siempre rebelde
Toledo, ciudad levantada “sobre la rebelión y la guerra” –en palabras de Al-Bakrī– que
constituyó hasta el siglo X un permanente foco de tensión para el estado andalusí96. Una
vez sometida la antigua urbs regia goda por ‘Abd ar-Raḥmān III y, después, ya en época
taifa, esta red de fortalezas girará en torno a la ciudad del Tajo, primero como jalones de
la ruta de las tradicionales campañas califales contra los reinos cristianos, y más tarde

94 Terés, E. Materiales para el estudio de la toponimia hispanoárabe, t. I: nómina luvial. (Madrid 1986)
421-423.
95 “entre sus distritos están el de Šāqira, que tiene numerosas fortalezas, el de Šišla, el de Waqqāš, el de al-
Ušbūra, el de al-Qāsim, etc.” Delgado Valero 1986: 306; Luftī ‘Abd al-Badī, “Naṣṣ andalusī ŷadīd. Qit’a min
Kitāb Farḥat al-Anfus li-bn Gālib”. Revue de l’Institut de Manuscrits Arabes II (1955) 272-310.
96 El-Hajji, A. A. he geography of al-Andalus and Europe, from the book al Masālik wa-l-Mamālik (he
routes and the countries) by ‘Ubayd al-Bakrī, A. (d. 487/1094). (Beirut 1968) 86-88; Delgado Valero 1986: 303s
“Toledo se construyó sobre la rebelión y la guerra. Si sus habitantes se convierten al politeísmo no quedará en ella
ni plebe ni rey. Por este hecho aparecen los desórdenes y sus gentes salen de esas tierras.”

123
Localización de los yacimientos islámicos en el entorno de Vascos.

124
125
como sistema de defensa del ṯagr al-awsaṭ. Lógicamente hemos obviado aquí a Toledo,
cabeza de todo el sistema, porque su estudio rebasa con mucho los límites impuestos
para este trabajo97.

OLMOS (ḤIṢN WALMUŠ)


Situado en el camino de Toledo hacia los pasos de la sierra del Guadarrama, Olmos (El
Viso de San Juan) tuvo siempre un destacado valor en la defensa de la frontera toledana,
así como punto de descanso y apoyo para los ejércitos califales en sus expediciones
contra los reinos cristianos del norte. Aparece citado por Ibn Haŷŷan como uno de los
puntos de acampada del ejército califal en la campaña de Alhándega o Simancas, la
célebre “campaña de la Omnipotencia” de ‘Abd ar-Raḥmān III del año 939 d.C. El califa
pernoctó en esta población el 19 de julio antes de su partida hacia Calatalifa un día
después. Es posible, no obstante, que ya existiera una fortaleza anterior en tiempos de
Muḥammad I, pues es conocida la gran actividad constructora de este emir en relación
con las posiciones de la Marca Media, si bien no existe prueba documental que lo ates-
tigüe con seguridad98.
El geógrafo Yāqūt cita a esta fortaleza en su descripción de la comarca toledana de
Šāqira (La Sagra): “... es un distrito (nahiya) de al-Andalus, situado al este de Toledo.
En él está el castillo (ḥiṣn) de Olmos (Walmuš)”99. En cualquier caso, el ḥiṣn Walmuš
debió estar en conexión con otros husun que dominaban la ruta entre Toledo y las tie-
rras del reino de Castilla, como Canales, Calatalifa y Alfamín100. Ese carácter de núcleos
vinculados estrechamente entre sí, garantes de la comunicación con la Meseta norte a

97 Una bibliograf ía básica sobre el Toledo islámico en Carrobles Santos, J. (coord.) Las murallas de Toledo.
(Madrid 2004); Ruiz Taboada, A. – Carrobles Santos, J. Una puerta entre dos mundos. La Puerta del Vado
en el segundo recinto amurallado de la ciudad de Toledo, en T. G. Schattner – F. Valdés (coord.) Stadttore
Bautyp und Kunstform – Puertas de ciudades. Tipo arquitectónico y forma artística. (Mainz am Rhein
2006) 391-406; Valdés Fernández, F. Puertas de recintos urbanos y cambio político. Los casos de la muralla
urbana de Toledo y de las alcazabas de Mérida y Badajoz, en T. G. Schattner – F. Valdés (coord.) Stadttore
Bautyp und Kunstform – Puertas de ciudades. Tipo arquitectónico y forma artística. (Mainz am Rhein
2006)407-429;Valdés Fernández, F. El proceso de islamización de la ciudad de Toledo, en J. Carrobles Santos
et al. Regia Sedes Toletana. La topograf ía de la ciudad de Toledo en la Antigüedad Tardía y Alta Edad Media.
(Toledo 2007) 165-206; Carrobles Santos, J. Fortiicaciones de Toledo. Las corachas del Alicén. (Toledo 2009).
98 Torres Balbás, L. “Ciudades yermas de la España musulmana.” BolRAH 141 (1957) 52.
99 Yāqūt, Mu’ŷan al-buldān trad. ‘Abd al-Karīm, “La España musulmana en la obra de Yāqūt (s. XII-XIII).
Repertorio enciclopédico de las ciudades, castillos y lugares de al-Andalus, extraído del Mu’ŷan al-buldān
(Diccionario de los países).” Cuadernos de Historia del Islam 6 (1974) 60-307.
100 Sobre la ruta del Guadarrama v. Chavarria Vargas, 2000: 47s. Vid. también Zozaya Stabel-Hansen, J.
Asentamientos islámicos en la región de Madrid, en Turina Gómez, A. et al. (coord.) Testimonios del Madrid
Medieval. El Madrid Musulmán. Museo de San Isidro 2. (Madrid 2002) 43-79.

126
Castillo de Olmos, situado sobre el río Guadarrama.

Castillo de Olmos, estructuras Bajomedievales.

127
Cerámicas andalusíes localizada en el yacimiento de Castillo de Olmos.

128
través del valle del Guadarrama,
se muestra más que explícito en
la documentación medieval, don-
de a menudo aparecerán asocia-
dos. Así sucede, por ejemplo, en
la relación de conquistas de Al-
fonso VI hecha por Ximénez de
Rada, donde se enumera la serie
de ciudades y plazas-fuertes so-
metidas por el monarca leonés
en sus campañas de anexión del
que fuera reino taifa de Toledo:
“Pero en los conines del reino de
Castilla Alfonso, el conquistador
de Toledo, conquistó también Ta-
lavera, Maqueda, Santa Olalla y
Alfamín; repobló Escalona; con-
quistó Madrid, Canales y Olmos,
Talamanca, Uceda, Guadalajara,
Hita y Almoguera; repobló Buitra-
go”101.
Otros documentos de distinto
signo insisten en dicha asocia-
ción. En una bula de Eugenio III,
fechada en Reims el 16 de abril de
1148 y dirigida al arzobispo don
Candil de piquera localizado en el yacmiento de Castillo de
Raimundo, se considera a Olmos, Olmos.
Canales y Calatalifa como encla-
ves de realengo pertenecientes la
diócesis de Toledo102. Otra bula
de Inocencio III dada en Letrán el

101 Rod. Tol. De rebus Hispaniae, IV 11, ed. Fernández Valverde, 1989: 173; Boloix Gallardo, 2001: 33-35.
102 Fita, F. “Santuario de Atocha (II). Bulas inéditas del siglo XII”. BolRAH 7 (1885) 216-218: “Nomina vero
opidorum, que in tua diocesi a dei idelibus incoluntur in presenti pagina daximus annotanda: Talavera,
Alfamim, Maqueda, Sancta Eulalia, Ulmus, Canales, Mageritum, Alkala, Godelfaiara, Fita, Pennafora,
Belegna, Uzeda, Talamanca, Butracum, Calatalifa, Eskalona, Zurita, Kalatrava. Conirmamus etiam tibi et
ecclesie tue ecclesiam sanctorum iusti et pastoris, Ecclesiam sancte Marie de Antochio, Ecclesiam sancte Marie
de Batris, Ecclesiam sancti vincentii de Monte; Ecclesiam sancte Marie de valle ecclesiarum, Ecclesiam sancte

129
Ubicación del Castillo de Olmos en plano de relieve (IGME).

4 Marzo 1210, nombra a esta población otra vez junto a las plazas fuertes de Alhamín
y Canales, marcando el itinerario de Toledo hacia Madrid y la meseta norte a través del
Guadarrama anterior al desvío de esta ruta por Illescas103.
Según el Toledano e Ibn al-Kardabūs, el rey taifa de Toledo Isma’il ibn Di-l-Nun –lla-
mado Al-Ma’mūn en las crónicas cristianas– cedió a Alfonso VI las plazas de Canales y

Marie de Balatalmelc; Castrum quoque Alkala, Castrum Canales cum pertinentiis eorum…”.
103 Fita, F. “Madrid desde el año 1228 hasta el de 1234.” BolRAH 8 (1889) 400s: “Ecclesiam sanctorum iusti
et pastoris, abbatiam sancte Leocadie, ecelesiam sancte Marie de Tocha, ecclesiam sancte Marie de Batres,
ecclesiam sancti Vincentii de Monte, ecclesiam sancte Marie de valle ecclesiarum, ecclesiam sancte Marie de
valadelmec, ecclesiam de Calatrava; Castrum quoque Alcala, castrum de Brioga, castrum Canales, castrum
Alfamin cum pertinentiis eorum.”

130
Olmos para dejar a los heridos y enfermos de su ejército durante la campaña que el rey
cristiano emprendió en auxilio de su vasallo104. Más tarde, a la muerte de Al-Ma’mūn,
la plaza debió pasar a poder de Alfonso VI por entrega de su nieto Yaḥya Al-Qādir en
1083/1084. En cualquier caso, en el Carmen de la conquista de Toledo de Ximénez de
Rada, Olmos igura ya, junto a Canales, entre las plazas conquistadas por Alfonso VI:
“Aplaudan a éste Medinaceli, Talavera, Coimbra, Ávila, Segovia, Salamanca, Sepúlveda,
Coria, Coca, Cuéllar, Íscar, Medina, Canales, Olmos y Olmedo, Madrid, Atienza, Riba,
Osma con Río de Piedras, Valeránica, Mora, Escalona, Hita, Consuegra, Maqueda, Bui-
trago…”105. A pesar de ello todavía en 1109-1110 d.C. Olmos sufrió el asedio del ejército
de Alī b. Tāšfīn, que destruyó el poblado, aunque el castillo pudo resistir la embestida
de los almorávides.
En 1144, reinando Alfonso VII, la plaza pasó a manos de los caballeros del Hospital de
San Juan de Jerusalén, siendo ésta la primera noticia de la presencia de la Orden hospi-
talaria en el reino de Toledo106. Más tarde la fortaleza fue entregada a la iglesia catedral
de Toledo, en un intento de Alfonso VII por frenar el expansionismo del Concejo de
Segovia. Así, a la donación a la sede toledana de la fortaleza de Calatalifa, siguieron las
de Canales (1143), Olmos (1166) y Alamín (1180). Después de varias vicisitudes, el cas-
tillo aún se mantenía en pie en el reinado de Juan II. Fue este monarca quien mandaría
inalmente derribar la fortaleza de Olmos por considerar que sólo servía como refugio
a malhechores.
En las fuentes árabes el ḥiṣnWalmuš aparece citado como lugar de retiro de algunos per-
sonajes para hacer vida de ribāṯ. Entre ellos se encuentra Abd ‘Allāh b. Sa’id b. Abi’Awf
al-’Amilī al-Ribaḥī, natural de Calatrava, a quien las fuentes deinen como hombre vir-
tuoso, religioso, prudente, precavido y constante en la oración en la mezquita de Toledo.
Había estudiado en el círculo de Ibn Abī Zamnīn. Hasta su muerte, acaecida en 432
H (1040-1041 d.C.), Abd ‘Allāh b. Sa’id se desplazaba en el mes de ramadān hasta la
cercana Walmuš para hacer vida de ribāṯ107. Este retiro temporal, limitado a una época
determinada del año (ramadān) es una característica que deine la práctica del ribāṯ y
lo diferencia de prácticas aparentemente semejantes que se documentan en el mundo

104 Ibid. 365; Rod. Tol. De rebus Hispaniae, VI 22: “Su padre Almemón había regalado al rey Alfonso las
plazas fuertes de Canales y Olmos, enlas que dejaba a los heridos y enfermos cuando acudía en ayuda de
Almemón…” (ed. Fernández Valverde, 1989: 247s); Ibn al-Kardabūs, Kitāb al-Iktifa’ 41 (ed. Maíllo, F. Historia
de al-Andalus. Madrid 1986: 104) sólo menciona Qanāliš.
105 Rod. Tol. De rebus Hispaniae, VI xxii, ed. Fernández Valverde, 1989: 247s.
106 Rodríguez-Picavea Matilla, E. “Orígenes de la Orden del Hospital en el reino de Toledo (1144-1215)”.
Espacio, Tiempo y Forma. Serie III Historia medieval 15 (2002) 152.
107 Martínez Salvador, C. 1994: 364s; Marín, M. 2004: 197.

131
cristiano, como el de las Órdenes Militares, con las que en ocasiones se ha relacionado
esta institución.
Otro personaje citado en relación con este ḥiṣn es el toledano Yūsuf b. Mūsā b. Yūsuf
al-Asadī, conocido como Ibn al-Babs, muerto después de retirarse a Walmuš en 1083
d.C. Fue enterrado en esta plaza poco tiempo antes de que ésta pasara a poder de Alfon-
so VI por entrega de su aliado el rey al-Qādir de Toledo.
Los restos del castillo de Olmos se encuentran en una colina aislada por el curso del río
Guadarrama al N y un barranco al S. El yacimiento se localiza en el interior de una inca
privada dedicada a la extracción de áridos, lo que ha provocado la destrucción de gran
parte de los restos arqueológicos. Entre 1983 y 1984 S. Martínez Lillo efectuó una serie
de trabajos de prospección y excavación en los dos cerros de la fortiicación y poblado
de Olmos, sin que se pudieran documentarse más que materiales cerámicos corres-
pondientes a los siglos IX-XIII108 En la actualidad sólo conserva en pie restos de una
torre bajomedieval y el aljibe de la fortiicación. Esta circunstancia plantea el problema
de localización del lugar que sirvió de ribāṯ a los combatientes citados por las fuentes
literarias, por lo que Martínez Salvador sugiere la posibilidad de que en realidad estos
murābitun formaran parte de un destacamento de la misma guarnición de Talavera.
Estaríamos entonces ante un claro ejemplo de ribāṯ como institución –es decir, como
acción de retiro a un puesto del ṯagr para defenderlo de los ataques cristianos– y no
como el complejo destinado a tal in, tal como hemos propuesto para el caso de Vascos.
Sin embargo, las fuentes árabes y su posición estratégica parecen apuntar a una estrecha
relación con Toledo y no tanto con Talavera, cuyo ribāṯya hemos visto que sería la pro-
pia Vascos y las fortiicaciones subordinadas a ella.
Entre los meses de junio y julio de 2003 se realizaron nuevas actuaciones arqueológicas
en el entorno extramuros de la fortiicación. Las intervenciones dieron como resultado
el descubrimiento de un conjunto de 11 silos excavados en las arenas naturales y la do-
cumentación, y en algún caso excavación, de otros 22 silos. Los rellenos de dichos silos
son mayoritariamente materiales cerámicos de los siglos XI-XII, aunque se han docu-
mentado algunos fragmentos cerámicos más antiguos fechables en los siglos IX-X109. La

108 Martínez Lillo, S. “Primeros materiales arqueológicos del Castillo de Olmos. El Viso de San Juan
(Toledo)”. Actas del I Congreso de Historia de Castilla-La Mancha t. V (Talavera de la Reina, 1988) 95-104;
Ibid. “El poblado fortiicado de Olmos (Walmus).” Madrid del siglo IX al XI (Madrid 1990) 131-140.
109 Agustí García, E. et al. Walmus: una fortaleza islámica en el Valle del Guadarrama (El Viso de San Juan,
Toledo). II Jornadas de Arqueología de Castilla-La Mancha. (Toledo 2007) 1-23; Morín de Pablos, J. et al. La
fortaleza de Walmus –Olmos– (El Viso de San Juan, Toledo). Resultados preliminares de las excavaciones
arqueológicas. IV Congresso de arqueología peninsular. A Ocupação Islâmica da Península Ibérica. Faro, 14
a 19 setembro de 2004 (Faro 2008) 9-18.

132
zona donde se localiza esta fortaleza era de una gran riqueza agraria ya en la antigüedad
–no lejos de ella se encuentra la villa tardorromana de Carranque (Santa María de Aba-
jo)– y la fertilidad de la comarca donde se enclava fue elogiada por los viajeros árabes.
En el caso de Olmos vemos integradas de nuevo la función militar y la de explotación
económica del territorio. Las dimensiones del conjunto, sin embargo, parecen trascen-
der la idea de que nos encontremos ante un ejemplo de torre-almunia. Por los datos
que proporcionan las intervenciones arqueológicas, parece que ya en el siglo X el ḥiṣn
contaba con un arrabal. A partir de la caída del califato se advierte también un aumento
demográico en el núcleo, quizá como consecuencia del aumento de la inseguridad en
el campo circundante, así como resultado de la descentralización operada en el poder
político andalusí que se tradujo en un aumento del nivel económico de los diferentes
estados en los que se dividió el califato. En este sentido, no cabe duda que el auge de
la taifa toledana supuso un lorecimiento de núcleos de tamaño mediano, quizá como
consecuencia del inicio de nuevas relaciones comerciales entre los diversos centros que
componían la taifa y, sin duda, debido al progreso operado en las técnicas y sistemas hi-
dráulicos110. De este modo, el mismo fenómeno de resurgimiento económico de núcleos
de mediano tamaño después del colapso del califato se documenta también en otros
asentamientos de la antigua Marca Media, como Calatalifa, Madrid o Alcalá la Vieja, que
en principio habían surgido como simples centros militares.

CANALES (QANĀLIŠ)
Como hemos tenido ocasión de ver anteriormente, la historia del castillo de Canales se
encuentra íntimamente ligada a los castillos de Olmos y Calatalifa. Se encuentra situado
en el término municipal de Recas (Toledo), unos 9 km al sur de Olmos en dirección a
Toledo, siguiendo el curso del Guadarrama. En julio de 930 los notables de Qanāliš y
al-Fahmīn rindieron homenaje a ‘Abd ar-Raḥmān III con motivo de la campaña empren-
dida por an-Nāṣir contra la rebelde Toledo: “Estando acampado frente a Toledo, llegaron
a an-Nasir los señores de las fortalezas de Canales y Alfamen, de la marca toledana, a
rendirse y acogerse a su obediencia, siendo recibidos y agasajados y ordenándose su tras-
lado a la capital e ingreso en el rol militar con amplias mercedes, para corresponder a su
defección e intención”.111

110 Carrobles Santos, J. et al. Sistemas hidráulicos y espacios irrigados en los alrededores de Toledo.
Continuidades y rupturas entre la Antigüedad y la Edad Media.(e. p.)
111 Ibn Haŷŷan, Muqtabis V 188-189: 214; Boloix Gallardo, 2001: 34.

133
Ubicación del Castillo de Canales en plano de relieve (IGME).

Parece ser una población de cierta antigüedad. El topónimo, al igual que el de Olmos,
es claramente mozárabe y probablemente esté relacionado con algún tipo de sistema
hidráulico utilizado para el cultivo de la vega del Guadarrama. La profusión de topo-
nimia mozárabe en toda la comarca de La Sagra, tanto en la parte toledana como en
la madrileña, avala una perduración del elemento hispanogodo anterior a la invasión,
favorecida sin duda por la situación de rebeldía de Toledo frente al poder omeya. De
ahí la importancia que otorgan las fuentes a la sumisión de las fortalezas de Qanāliš y
al-Fahmīn a ‘Abd ar-Raḥmān112.
La historia de Canales, como se ha dicho, corre paralela a la de Olmos. De forma sucinta,

112 Miranda Calvo, J. “La ayuda mozárabe en la reconquista de Toledo.” Toletum 19 (1986) 113.

134
y para no repetirnos, podemos señalar como hitos principales la cesión de la plaza a Al-
fonso VI en vísperas de la conquista de Toledo por al-Ma’mūn, como recompensa por la
ayuda prestada por el monarca castellano al rey taifa en la guerra que éste mantenía con-
tra Al-Motawaquil de Badajoz. Ibn al-Kardabūs ofrece un relato de la entrega deinitiva
de Canales a Alfonso VI por al-Qādir y cómo aquél la abasteció antes de volverse a Casti-
lla: “Al-Qādir, entonces, entro en ella [la ciudad] y arrancó todas sus riquezas, pero Alfonso
no se las aceptó. En seguida trajo todo lo que tenía de precioso, los tesoros heredados de
su padre y de su abuelo. Aun así no bastaba <para pagar> lo que había ajustado con él,
entonces le rogó que le concediese una prórroga en ello y lo pondría entre sus manos [lo
convenido] <Alfonso> le dijo: ‘dame la fortaleza de Qanāliš (Canales) en prenda’. Él enton-
ces se la dio. Cuando la alcanzó su mano, puso en ella gente de su conianza y la abasteció
de provisiones, y se marchó a Castilla ganancioso, seguro y con las gruperas rebosantes.”113
En 1109-1110 la plaza sufrió el asedio del ejército almorávide de Yūsuf b. Tāšin. Duran-
te esta campaña la villa es arrasada junto con otras plazas fuertes de la frontera, si bien
el alcázar pudo resistir el ataque de los almorávides, tal como relata la crónica del em-
perador Alfonso VII: “Por su parte, viendo el rey Alí que todo el peso de la batalla había
recaído sobre los musulmanes y que sus jefes militares perecían y sus soldados sucumbían
en incontable número, él mismo y todo su ejército se retiraron de la ciudad [Toledo]. Lle-
garon a todas las ciudades y castillos que están en la Transierra y los asaltaron. Entonces,
en castigo por nuestros pecados, destruyó las murallas de Madrid, de Talavera, de Olmos,
de Canales y de otros muchos lugares. Tomó un gran número de cautivos, apresando un
gran botín y dejando tras de sí un reguero de destrucción. Sin embargo, los alcázares de
esas ciudades no fueron conquistados, y muchos cristianos pudieron ponerse a salvo en su
interior.” 114

113 Ibn al-Kardabūs, Kitāb al-Iktifa’ 41 (ed. Maíllo, 1986: 103s).


114 La Crónica dice textualmente: “Sed, peccatis exigentibus, fregit muros de Magerit et de Talavera et de
Olmos et de Canales et de aliis multis…”(Chron. Adef. Imp. VII, II 102). La edición castellana de Sánchez
Belda corrige Olmos por Álamo, y los autores que le siguen, como Maya Sánchez o M. Pérez, la ubican en El
Álamo, cerca de Navalcarnero (Madrid), pero es claro que el itinerario del ejército almorávide sigue la ruta del
Guadarrama y que la fortaleza, por tanto, es la mencionada Olmos. “Entonces destruyó las murallas de Madrid,
de Talavera, de Álamo, de Canales… e hizo gran número de prisioneros, matanzas y botines. Pero las torres más
fortiicadas de las ciudades mencionadas, que en nuestra lengua se llaman alcázares, no fueron tomadas y en
ellas permanecieron muchos cristianos supervivientes.” (ed. Pérez González, M. Crónica del Emperador Alfonso
VII. León 1997: 95-97). Para una identiicación correcta del lugar: Martínez Ortega, R. “La Chronica Adefonsis
Imperatoris. Acerca de su toponimia” Cuad. Filología Clasica. Estudios latinos 14 (1998) 142s. La edición
inglesa, que es la que aquí hemos traducido, sigue el texto latino al pie de la letra: “King Alii then saw that in
the battle the scales had been turned against the Saracens. heir leaders were perishing, and their people were
dying in countless numbers, so he and all his army withdrew from the city. hey went out and captured cities and
castles in the Trans-Sierra region. Because of our sins he was successful in destroying the walls of Madrid, Olmos,
Canales and, many other places. He took a large number of captives, carried away much booty and left behind
him a path of destruction. However, the more highly fortiied towers of these cities were not captured, and many

135
La amenaza almorávide continuó irme hasta inales de la década de los veinte, aprove-
chando la turbulenta situación que vivió el reino de Castilla a la muerte de Alfonso VI.
Alfonso I el Batallador y Alfonso VII conseguirán, no sin grandes esfuerzos, estabilizar la
frontera sur en los límites que había conocido en tiempos del conquistador de Toledo. A
pesar de ello, la rivalidad entre ambos reyes y los ataques de García de Navarra y Alfonso
de Portugal favorecieron nuevos ataques almorávides.
A partir de ese momento la documentación sobre el castillo de Canales se reiere por
completo a asuntos civiles. Después de la conquista, Canales, Calatalifa y otras villas pa-
saron a contribuir con un tercio de los ingresos por alcabala al sostenimiento del cabildo
de la catedral de Toledo. En marzo de 1127 aparece citada en una bula de Honorio II
entre los enclaves pertenecientes a la jurisdicción de Toledo. En 1138, en el documento
de división de bienes correspondiente a la mesa arzobispal y la capitular, se menciona a
la villa de Canales como perteneciente a la iglesia de Toledo. El 21 de agosto de 1143 el
rey Alfonso VII concedió al arzobispo de Toledo don Raimundo el Señorío de Canales
–separando así su historia de la del castillo de Olmos–, el cual lo donaría un año después
a la Orden del Hospital. Ese mismo año de 1143, el arzobispo concedió la mitad de la al-
cabala que recibía de Canales y otras villas a sus clérigos, para sostenimiento de la paz. En
la bula del papa Eugenio III de 1148 aparece citada esta plaza como enclave de realengo
en la diócesis de Toledo. Finalmente, en 1368 el rey Pedro I ordenó su desmantelamiento,
aunque posteriormente fue reconstruido por el arzobispo Pedro Tenorio. Todavía en
1474 el castillo estaba en pie, al menos parcialmente, siendo escenario de las correrías del
capitán Cristóbal Bermúdez. Para poner in a los desmanes de la guarnición destacada
en la fortaleza, el arzobispo de Toledo Pedro Carrillo ordenó tomarlo con gran desplie-
gue de medios, enviando para ello a Fernando de Ribadeneyra y Gómez Manrique al
mando de 450 lanzas y 300 peones. Para esta época la población había experimentado
un proceso de abandono que podría haberse iniciado ya un siglo antes115.

HUECAS (MADĪNA WAQQĀŠ)


Según las fuentes árabes la fortaleza de Huecas fue reconstruida por el piadoso prócer
toledano Abū Nasr Fath ibn Ibrahim al-Amawī en tiempos de Almanzor116. Ibn Gālib

Christians remained safely inside them.” (ed. Lipskey, G. E. he Chronicle of Alfonso the Emperor. A Translation
of the Chronica Adefonsi imperatoris, with a study and notes. Northwestern University, 1972: 106s).
115 Muñoz Ruano, 1997: 464-476.
116 Marín, M. 2004: 200.

136
Ubicación de Huecas en plano de relieve (IGME).

airma que Waqqāš era uno de los distritos dependientes de Toledo117. Aparte de estos
escuetos datos poco más se sabe de esta fortaleza. Una anécdota transmitida por al-Ḥim-
yarī reiere que los habitantes del castillo lograron acabar con una plaga de sanguijuelas
en una fuente cercana arrojando a la misma una sanguijuela de cobre que habían encon-
trado por casualidad en el fondo118.
Tal como constata su nisab, de esta villa era natural el sabio alfaquí y poeta Abū-l- W’aid
Hissam ibn Ahmad al-Kinani al-Waqqāšī (m. 489 H/1095-96 d.C.). Desde el año 1017
ijó su residencia en Denia y Valencia. Fue considerado uno de los mejores gramáticos

117 Delgado Valero, 1986: 306.


118 Chavarria Vargas, 2000: 47.

137
de al-Andalus, siendo autor de una Elegía por la pérdida de Valencia compuesta durante
el asedio de esta ciudad por el Cid. Al-Waqqāšī era partidario de la entrega de Valencia,
siendo el encargado de pactar la rendición de la ciudad a los cristianos. Después de la
entrega fue nombrado cadí por el propio Campeador, pero abandonó Valencia para mar-
char a Denia con los almorávides, encontrando allí la muerte en 1095-96119.

MAQUEDA (MAKKĀDA)
Maqueda se encuentra situada en un importante nudo de comunicaciones formado por
las vías que conducen a Ávila por Cebreros remontando el Alberche y la que procede del
Guadarrama a través de Huecas.
Aparece citada en las fuentes árabes indistintamente como madīna (ciudad) y ḥiṣn (for-
taleza). Debió ser un punto importante dentro del dispositivo fronterizo del corredor del
Alberche, pues contaba con muralla, alcázar, puertas –algunas todavía en pie– y mezqui-
ta aljama. Todo esto justiica el carácter de medina que le dan algunas fuentes árabes120.

119 Lachica, M. “Poetas árabes del País Valenciano.” Anales de la Universidad de Alicante. Historia Medieval
9 (1992-93) 21.
120 Chavarria Vargas, 2000: 47.

Castillo de Maqueda.

138
Ubicación de Maqueda en plano de relieve (IGME).

Con la caída de Toledo en 1085 la villa pasó a poder de Alfonso VI, integrándose dentro
de la diócesis de la sede primada y siendo repoblada por mozárabes andaluces121. En

121 Abd al-Wahid al-Marrakusī, Ajbar al-Magrib, 516: “…de Toledo, Cuenca, Uclés, Talavera, Maqueda,
Madrid, Huete, Ávila y Segovia, de todas ellas las cuales se apoderó Alfonso –maldígale Dios–, llamándose
ese territorio Castilla.” Viguera Molins, Mª. J. Madrid en al-Andalus, en III Jarique de Numismática Hispano-
Árabe. (Madrid 1992) 24; Chronica naierensis, ed. Estévez Sola, J. A. Chronica hispana saeculi XII. Pars II.
Corpus Christianorum, continuatio medievalis, LXXIA (Turnholt 1995) III52 : “Et cum predictus rex multa
agmina haberet militum, sub era Ma. Ca. XVIIa. ad partes Toletanas accedens usque ad sex annos continuos,
unoquoque anno panem sarracenis auferens et ab obsidione non recedens, cepit Toletum era Ma. Ca. XIIIa. /
Deinde perlustrans ciuitates multas et oppida sarracenorum, predauit, uastauit, depopulauit, obsedit et cepit.
Hee sunt : Talauera, Sancta Eulalia, Maqueda, Alfamin, Argenza, Magderit, Olmos, Canales, Talamanca,
Uzeda, Guadalfaiara, Ualuerde, Consogra, Ucles, Fita, Rippas, Bannos, Caracol, Mora, Massatrigo, Conca,
Alarcon, Almodauar, Alahet, Ualentia ; ex alia parte : Cauria, Olixbona, Sintria, Sanctus Aren. Populauit
etiam per totam Extremaduram catella et ciuitates: Salamanticam, Abulam, Cocam, Areualum, Ulmetum,
Metinamen, Secouiam, Yscar, Collar”; Luc. Tud. Chron. Mundi, fol. 100r: “Talaueram, Sancta Eulaliam,
Maquedam, Alphamin, Argenzam, Mageritam, Olmos, Canales, Calatalipham, Talamancam…” ;Rod. Tol. De
reb. Hisp. IV 11 “in inibus regni Castelle Aldefonsus, qui cepit Toletum, cepit etiam Talaueram, Maquedam,
Sanctam Eulaliam et Alfanum, populauit Scalonam, cepit Mageritum,Canales et Vlmos, Talamancam,
Vzetam, Guadalfaiaram, Fitam et Almocariam, populauit Buytragum...” ed. J. Fernández Valverde, Historia
de Rebus Hispanie sive Historia Gothica, en Corpus Christianorum. Continuatio Mediavalis (Turnholt 1987).

139
1196 el califa almohade Abū Yūsuf Ya’qub al-Mansur avanzó por la calzada de Mérida
a Toledo arrasando las ciudades y villas que le opusieron resistencia. Algunas, como
Plasencia, fueron tomadas por la fuerza; otras, como Montánchez, se vieron obligadas
a capitular la rendición, y en algún caso, como sucedió en Trujillo, fueron abandonadas
por sus pobladores. Llegados los almohades a la región de Talavera, se dedicaron a co-
rrer todas sus plazas fuertes, entre ellas Olmos, Santa Olalla y Maqueda, hasta llegar a
Toledo, talando y asolando el territorio por doquier122.

SANTA OLALLA (ŠANT ULĀLIYA)


Situada en un importante nudo de comunicaciones entre las localidades de Maqueda
y Talavera, Santa Olalla formaba parte del sistema de fortalezas que cubría el itinerario
trazado por el río Alberche. El topónimo, como otros del alfoz toledano (Olmos, Ca-
nales, Olías, etc.), es claramente mozárabe y apunta a un origen anterior a la conquista
islámica. Santa Eulalia, en efecto, fue una mártir emeritense cuyo culto estuvo muy di-
fundido por toda España a inales del siglo VI, fecha en la que será postergada por Santa
Leocadia de Toledo.
Los geógrafos árabes apenas proporcionan datos sobre esta población. Yāqūt la sitúa
próxima a Makkāda, y al-Idrīsī menciona una vía que iba desde Ṭalabīra a Makkāda
y que se cubría en dos jornadas. Esta ruta es mencionada en las Relaciones de Felipe
II como vía de Toledo a Plasencia. Además de esta vía, otra ruta se dirigía desde Santa
Olalla hacia el sur, a través del Carpio, donde cruzaba el río Tajo por un puente. Esta
vía será conocida posteriormente como “carrera toledana” y cubría el trayecto entre las
tierras de Toledo hacia Ávila por Escalona y Cebreros. Era, pues, una importante vía
pecuaria123.
Santa Olalla pasó a manos cristianas con la conquista de Toledo en 1085. Poco después,
en un documento de 1128, la villa aparece junto a otros 15 núcleos a los que se deine

Vid. también Reilly, B. F. he Kingdom of León-Castilla under King Alfonso VI, 1065-1109. (Princeton 1988)
161-184.
122 Anales Toledanos I: “Prisio el rey de Marruecos à Montanchez, Santa Cruz, è Trugiello, è Placencia,
è vinieron por Talavera, è cortaron el Olivar, è Olmos, Santa Olalla, è Escalona, è lidiaron Maqueda è non
prisieron, è vinieron cerca Toledo, è cortaron las viñas, è arboles, è duraron y X dias en el mes de Junio, Era
MCCXXXV.” ed. Porres Martín-Cleto, J. Los Anales Toledanos I y II. Toledo 1993: 161. Es la campaña relatada
por Ibn Abi Azar, Raw al qirtas, 329: “Entró luego el año 592 (1196) y en él emprendió el Emir de los Creyentes
su tercer algazúa; tomó Calatrava y Guadalajara y Madrid y Yabal Sulayman y Uclés y muchos de los alfoces de
Toledo, donde se hallaba Alfonso y allí le cercó… Tras tomar muchos castillos y tomar Albafat y Trujillo, volvió
a Sevilla, donde entró a comienzos de safar del 593”, Viguera Molins, 1992: 17s.
123 Muñoz Ruano, 1997, t. II: 346-353.

140
Ubicación de Santa Olalla en plano de relieve (IGME).

como oppida formando parte de la diócesis de Toledo. En mayo de 1187 vuelve a apa-
recer en otra relación de términos de la jurisdicción eclesiástica de la sede toledana124.
Con Alfonso VIII la villa y su territorio pasaron a poder de Pedro Fernández de Cas-
tro posiblemente como compensación por la villa de Trujillo. Pedro Fernández hizo
algunas donaciones en el término a favor de la Orden de Calatrava. A inales del siglo
XIII el dominio de Santa Olalla fue disputado entre los herederos de Pedro Fernández
de Castro y la Orden de Calatrava, pleito que inalmente se saldó a favor de don Diego
López de Haro.

124 Rivera Recio, J. F. La iglesia de Toledo en el siglo XII (1086-1208). t. I (Roma 1966): 80s. “Talavera,
Alfamín, Maqueda, Santa Eulalia, Ulmus, Canales…”

141
No obstante, hacia el primer tercio del siglo XIV la villa había pasado a manos de don
Juan Manuel. En 1330 Alfonso XI entró en la plaza para hacer un escarmiento sobre
unos malhechores que asolaban la tierra y que se habían refugiado en ella. A mediados
de esa centuria Santa Olalla pasó a las casas de Guzmán y Mendoza.

ALAMÍN (AL-FAHMĪN)
Situada en la margen izquierda del Alberche, Alamín (Alhamín o Alfamín) es una villa
relativamente nombrada en las fuentes árabes. Hoy día es un despoblado perteneciente
al término de Santa Cruz de Retamar que da nombre a una dehesa, unos montes y un
caserío. En las fuentes cristianas aparece citada en relación con la vecina Escalona, que
podría considerarse su heredera natural tras el paso de la región a dominio cristiano.
Ambas formaban parte del dispositivo castellano de defensa del corredor del Alberche,
al que pertenecían también las plazas fuertes de Makkāda y Šant Ulāliya, en relación
con los pasos desde Toledo hacia Ávila por El Tiemblo y Cebreros. Era, por tanto, un
punto avanzado en la frontera de Toledo contra los cristianos del norte125.
Según Yāqūt al-Rūmī, el nombre de la villa procede de fahmi, nombre de la tribu beré-
ber que se asentó en este lugar después de la conquista126 y que habría sido fundada en el
siglo IX. Oliver Asín cree que sus habitantes son los fundadores de la villa de Alaminos,
en Guadalajara127. La explicación de al-Rūmī, sin embargo, parece una etimología eru-
dita, tal como sucede en otros muchos casos de la geograf ía árabe peninsular. A nuestro
juicio, el topónimo podría explicarse mejor como alusión al alamín, juez de la aljama, sin
que quepa descartar incluso que se trate de un vocablo de origen latino (<Álamo), dada
la abundancia de toponimia latina en la zona.
En cualquier caso, existen referencias a la villa desde el año 930 en que los señores de
Alamín (Al-Fahmīn) y Canales (Qanāliš) fueron a rendir pleitesía a ‘Abd ar-Raḥmān III
mientras éste asediaba Toledo. El califa, después de acogerlos benévolamente, los envió
a Córdoba para que fueran inscritos en el registro del ejército (vid. supra Canales).
Al-Himyarī describe la plaza como una villa de cierta importancia, bien poblada, con
bellos zocos, buenos ediicios y dos mezquitas, una mayor, donde se hacía la jutba, y
otra parroquial128. Al-Idrīsī la coloca en el camino que venía desde Córdoba, pertene-

125 Chavarria Vargas, 2000: 47s; Muñoz Ruano, 1997, t. II: 324-331.
126 Oliver Asín, 1928: 22 y Asín Palacios, M. Contribución a la toponimia árabe en España. Escuela de
Estudios Árabes. CSIC (Madrid 1944) 44s.
127 Lázaro Molinero– Maquedano Carrasco – G. Turienzo-Veiga, 1992: 54.
128 Al-Himyarī, Kitāb ar-Rawd al-mi’tār: “Ciudad de al-Andalus, situada en los alrededores de Toledo. Era

142
Ubicación de Alamín en plano de relieve (IGME).

ciente al distrito de Toledo, y Al-Qazwinī, ya en el siglo XIII, señala que Al-Fahmīn era
un castillo fortísimo129.
Por su parte, Ibn Baškwāl da noticia también de algunos importantes personajes toleda-
nos que se retiraban al ribāṯ o munastīr de Alamín para orar, ayunar en ramadān y hacer
el ŷihād. Todas estas noticias permiten suponer que Alamín y otras relacionadas con
ella como Canales y Olmos fuero plazas fuertes semejantes a otras de la frontera media

un pueblo de aspecto ciudadano, con hermosos bazares y bellas construcciones. Poseía una mezquita mayor en
la que, todas las semanas, se pronunciaba la plática. Los cristianos se apoderaron de ella cuando se adueñaron
de Toledo.” (ed. Maestro González, Mª. P. Valencia, 1963: 289).
129 Torres Balbás, 1957: 60; Delgado Valero, 1986: 306.

143
como es el caso de Maŷrīṭ, Talamanca o Peñafora; pequeñas ciudades de frontera con
un gobernador y mezquita aljama que cumplen la función de representación oicial del
estado y de la religión130.
Uno de estos personajes destacados en Alamín como murābitrecordados por Ibn
Baškwāl fue Abū Ya’far Ahmad b. Muḥammad b. Muḥammad (353-400 H/ 964-1010
d.C.), conocido por Ibn Maymun. Era natural de Toledo y seguidor de la escuela malikí.
Después de realizar estudios en su ciudad natal marchó a Córdoba, donde conoció a
AbūIsḥāq, con quien realizó una peregrinación a Oriente en el año 380 H (990-991 d.C.).
Pudo, así, visitar La Meca, Medina, Wadi al-Qura, Maydan, Ayla, Al-Qulzum, Misr, Trí-
poli, Qayrawān, Masila y Túnez. En Maydan tuvo contacto con los suf íes. A inales del
siglo XI o comienzos de la siguiente centuria se desplazó a Al-Fahmīn para hacer vida
de ribāṯ, aunque mantuvo su residencia en Toledo. Según su biógrafo, tenía buena fama,
gracia, zuhd y prudencia y que se condujo en vida por el camino de los abdal (“genero-
sos”, una categoría de los suf íes)131.
Compañero de Ibn Maymun fue Abū al-Walid Hišām b. Sulayman b. Isḥāq al-Qaysī (m.
420 H /1029-1030 d.C.). Como el anterior, AbūIsḥāq era originario de Toledo. Durante
su estancia en Córdoba, donde conoció a Ibn Maymun, fue discípulo de Ibn al-Hindī y
de Ibn Abā Zammin. Más tarde hizo la peregrinación a Oriente, visitando La Meca y
Qayrawān. Ibn Baškwāl lo considera como zāhid, virtuoso, puro y dedicado a Dios, y
separado de la vida. Tenía la costumbre de retirarse a hacer vida de ribāṯ en Al-Fahmīn
durante el mes de ramadān. AbūIsḥāq debía ser poseedor de un importante patrimonio
personal, ya que al terminar el preceptivo ayuno ritual hacía preparar a su costa grandes
cantidades de comida para la gente del ḥiṣn y los murābitun retirados en Alfamín. Mar-
tínez Salvador subraya el carácter temporal del retiro de ambos personajes para hacer
ribāṯ en Alfamín, mientras al mismo tiempo mantenían su residencia habitual en Toledo.
Dicha autora pone en relación esta temporalidad del retiro con lo que sucedía en otros
rubuṭ del Sahel tunecino e incluso en la propia Qayrawān132. En realidad, como hemos
dicho anteriormente en relación a Olmos, parece como si estas tres villas hubieran ac-
tuado respecto a Toledo al estilo de Vascos con Talavera, de ahí el agrio reproche que los
nobles toledanos hicieron a al-Qādir por la entrega de Canales a Alfonso VI.
Más tarde, después de su paso a manos cristianas, Alamín constituyó también un punto
importante en la defensa castellana del corredor N-S dentro de la Transierra y como tal

130 Viguera Molins, 1992: 33; Marín, M. “Una ciudad en la frontera de al-Ándalus: Maŷrīṭ.” RDTP LVI/1
(2001) 9-20.
131 Ibn Baškwāl, Kitab al-ṣila, ed. ‘I. al-Husaynī 1955: 25-28; Martínez Salvador, 1994: 366.
132 Ibn Baškwāl, Kitab al-ṣila, ed. ‘I. al-Husaynī 1955: 614; Martínez Salvador, 1994: 366s; Marín, 2004: 197.

144
soportó a menudo el embate de los invasores almorávides y almohades. En 1131 falle-
ció en Alamín el alcaide de Toledo don Gutierre Armíldez como consecuencia de un
enfrentamiento que éste mantuvo con los caudillos Farax de Calatrava y Alí de San Este-
ban, en un intento por detener las correrías que ambos efectuaron por el valle del Tajo133.
Pocos años más tarde, en 1136-37, todo el dispositivo fronterizo del Alberche sufrió un
importante asalto por parte de los reyes Azuel de Córdoba y Abenzeta de Sevilla que
causó notables daños en Escalona y Alfamín y concluyó con la toma de Mora. Según
las crónicas árabes, la campaña fue todo un éxito, al conseguir capturar un magníico
botín y más de 6.000 cautivos que fueron enviados a Marruecos. Las fuentes cristianas
reducen sin embargo las consecuencias de la campaña, aunque no esconden la pérdida
de Mora por negligencia de su gobernador Munio Alfonso134.
En tiempos de la reina doña Urraca y de Alfonso VII, Alamín pasó a pertenecer a la mitra
arzobispal toledana. El obispo Cerebruno construyó allí un castillo que fue destruido
en 1357 por orden del rey Pedro I. Más tarde, en 1389, el castillo sería reediicado por
Pedro Tenorio, construyéndose también un puente de fábrica sobre el Alberche. Según
las Relaciones de Felipe II, este puente sería destruido en tiempos del condestable Álvaro
de Luna, señor de San Martín de Valdeiglesias y de Escalona, que se había hecho con
el señorío a través de un trueque con el obispado de Toledo y que tenía la intención de
ennoblecer a Escalona a costa de Alamín. Es más probable, sin embargo, que, tal como
deiende J. P. Molénat, la villa hubiera entrado en decadencia mucho tiempo antes. Indu-
dablemente, su situación en la margen izquierda del Alberche constituía un serio incon-
veniente una vez que el territorio pasó a manos cristianas. En cualquier caso, en adelante
el paso hacia tierras abulenses se hizo a través de Escalona, por lo que Alamín entró en
un deinitivo declive con su paulatina despoblación a favor de las vecinas poblaciones de
La Torre de Esteban Hambrán, Méntrida y Villa del Prado. Una vez pasada la propiedad
a la familia de los Mendoza, Alamín perdió la facultad de juzgar algunos pleitos de las
villas cercanas y, por tanto, se vio innecesaria la igura del alcaide de la plaza, hecho que
marca el abandono de la fortaleza. Convertida en refugio de ladrones, inalmente los
duques del Infantado autorizaron el derribo del castillo135.

133 Chron. Adef. Imp. II 110-112; Anales Toledanos II (año 1131) (ed. Porres Martín-Cleto, 1993: 111).
134 Chron. Adef. Imp. II 141: “Post annos vero aliquot, rex Azuel Cordubae et Abenzeta rex Sibiliae et caeteri
reges et príncipes, congregata magna multitudine militum et peditum, quae erat Agarenorum, rursus venerunt
in civitatibus Toletanis et feceerunt multas strages et multa mala in Ascalona et in Alfamin, et acceperunt
castellum quod dicitur Mora per negligentiam Munionis Adefonsi.”
135 Muñoz Ruano, 1997, t. II: 329-331.

145
CONCLUSIONES

Después de la conquista islámica, el territorio toledano pasó a conigurarse pronto como


un espacio de frontera. Una frontera (ṯagr) que se estructuró pensando en un doble objeti-
vo militar: por un lado, contrarrestar el peligro de un Toledo en permanente rebeldía frente
al poder cordobés y, por otro, defender el territorio de al-Andalus de la ofensiva cristiana
que tuvo lugar a la caída del califato. Su situación al sur del macizo central, en el centro mis-
mo de las rutas que comunicaban ambas mesetas, otorgó a este espacio una importancia
de primer orden en los planteamientos estratégicos de los emires y califas cordobeses, de
ahí que ya desde una época muy temprana se conigurase como un país de fortalezas de
diverso tipo. Fueron dos las rutas principales sobre las que se vertebró dicho territorio: una
primera en dirección E-O, siguiendo el corredor del Tajo, y otra segunda, en dirección N-S,
en relación con el curso del Guadarrama. Ambos ejes tenían como centro sendas ciudades
(Talavera y Toledo respectivamente), alrededor de las cuales se erigió un complejo sistema
de fortalezas y plazas-fuertes que dominaban las rutas de paso hacia el Tajo desde el norte
cristiano.
Es en este contexto de defensa de la frontera donde cabe enmarcar la construcción de un
número signiicativo de fortiicaciones que, si por un lado actuaron como centros para
dominar el territorio frente a posibles sublevaciones internas, bien sea de beréberes des-
contentos con el poder central o bien de los rebeldes toledanos, por otro sirvieron para
encauzar el ideal de guerra santa (ŷihād) que se desarrolló sobre todo a partir del siglo XI
entre ciertas elites andalusíes. Los casos de Canales, Olmos y Alfamín sirven de ejemplo
de lo que sería el sistema de rubuṭ que articulaba la defensa del ṯagr islámico frente a la
ofensiva cristiana en el sector de Toledo. Dentro de esta interpretación de los principales
asentamientos de la Marca Media andalusí y de la taifa de Toledo, la enigmática ciudad
de Vascos tendría su verdadera razón de ser como punto de defensa del sector occiden-
tal de la misma, identiicándose como el ribāṯde Talavera que algunas fuentes árabes
mencionan en relación con la retirada a esta ciudad de ciertos piadosos personajes para
realizar allí el preceptivo ŷihād. Esto explica la ausencia de una denominación concreta
para este yacimiento –precisamente por tratarse del ribāṯ por antonomasia, si no el úni-
co, de este sector–, ausencia que explica que inalmente la ciudad recibiera el nombre de
la comarca de la que había actuado como capital.

146
BIBLIOGRAFÍA CAPÍTULO LA CIUDAD VETONA DE EBURA Y EL OBIS-
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