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La violencia simbólica es un concepto acuñado

por Pierre Bourdieu en la década de 70 y se


utiliza para describir una relación social donde el
“dominador” ejerce un modo de violencia
indirecta y no físicamente directa en contra de
los “dominados”, los cuales no la evidencian y/o
son inconscientes de dichas prácticas en su
contra, por lo cual son “cómplices de la
dominación a la que están sometidos” (Bourdieu,
1994).
Esta violencia está interiorizada y naturalizada hasta el punto de
que creemos que las cosas “siempre fueron así” y por lo tanto,
nuestros valores y lugares dentro de la sociedad serían no solo
incuestionables, sino también inmutables.

En los medios de comunicación, es violencia simbólica todo lo que


refuerza los estereotipos, pues están poniendo a cada uno “en su
sitio”, todo el que es capaz de estigmatizar es responsable del
pensamiento segregacionista, todos los segregados son “distintos
a mi” y vistos como menos personas en el inconsciente. Cuanto
menos persona se es, menos derechos y más susceptible se vuelve
uno a los abusos en todas las esferas.

–En primer lugar, es importante distinguir entre distintos tipos o niveles de


violencia: la violencia física, la violencia psicológica y la violencia simbólica. La
física es cualquier forma de agresión o maltrato que produce un daño físico; es
claramente identificable porque deja marcas visibles. La violencia psicológica, en
cambio, produce un daño emocional y una disminución de la autoestima; busca
degradar o controlar las acciones de la mujer mediante amenazas, intimidaciones,
humillaciones, manipulación o aislamiento, entre otras formas. La violencia
simbólica es la que utiliza patrones estereotipados, mensajes, valores, íconos o
signos para transmitir y reproducir la dominación, la desigualdad y la
discriminación, naturalizando la subordinación de la mujer en la sociedad. Es la
más difícil de distinguir y percibir.
Porque la violencia física es evidente: hay un moretón que se puede ver o un golpe
que puede ocasionar una lesión y se puede comprobar, y existe un consenso casi
unánime en condenarla. A la violencia psicológica hay cada vez más consenso
para condenarla, pero todavía existe una dificultad para reconocer la manipulación
o la amenaza velada, y además exige una conciencia mayor de la mujer que la
sufre. De todas maneras, una vez desenmascarada, resulta evidente e igualmente
condenable que la violencia física. En el caso de la violencia simbólica es
diferente, porque está metida en el lenguaje cotidiano y, aunque el principal canal
o vehículo de transmisión sean los medios de comunicación, atraviesa todas
nuestras expresiones culturales, cada una de nuestras palabras.
Es violencia simbólica un aviso publicitario que pone a la mujer como única
responsable del cuidado de la casa, de los hijos, de la limpieza y, sobre todo,
cuando la muestra como un mero objeto de deseo. Es violencia simbólica un cartel
en un aeropuerto que para indicar un baño pone sólo el ícono masculino; es
violencia simbólica cuando se dice “los hombres” en lugar de decir “varones y
mujeres”. Se genera violencia simbólica cuando a una mujer se la considera
“sujeto” y se la respeta sólo cuando es madre y se habla del “coraje de las madres”
en lugar del “coraje de las mujeres”. Así, se utiliza un lenguaje que no nos
contiene, que no nos tiene en cuenta.
En primer lugar, hacer visible lo que es invisible; “visibilizar” esa violencia; mostrar
ese lenguaje que contiene todo el tiempo marcas que nos excluyen, que nos
relegan y que hace que “naturalicemos” una situación social de violencia, de
dominación, donde nosotras siempre somos “lo que no se ve”, el resto, el
complemento, el opuesto del varón, lo que no se nombra con nombre propio, “lo
incompleto”. Desnaturalizar es, en definitiva, generar conciencia en todas y en
todos. Que se den cuenta de que no es “natural” que el hombre sea violento como
nos dice una publicidad de desodorante masculino, o que es “cazador de mujeres”,
o que el varón desde chiquito está determinado a la acción y la mujer, a ser la
princesita de la casa que se queda sentadita frente al espejo para que la miren.

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