Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
MACBETH
de
WILLIAM
SHAKESPEARE
PERSONAJES
MACBETH
Mañana, ası́ lo ha decidido.
LADY MACBETH
¡Nunca habrá de ver el sol ese mañana!
Tu rostro, mi señor, es como un libro donde el hombre
puede leer extrañas cosas. Para engañar al mundo,
toma del mundo la apariencia; pon una bienvenida en tu mirada
y en tus manos y lengua; procúrate el inocente aspecto de la flor
pero sé tú la vı́bora que oculta. Habremos de atender
al que ha de venir y tendrás que dejar que sea yo
quien se ocupe esta noche de nuestro gran proyecto
que dará a nuestros dias venideros y a todas nuestras noches
absoluto dominio soberano, y el poder.
MACBETH
Hemos de hablarlo más.
LADY MACBETH
Mantén en tus ojos la serenidad
que es de temer el que se mude el gesto.
Y deja lo demás a mi cuidado.
Salen
LADY MACBETH
¿Estaba ebria la esperanza
que te vestı́a? ¿O duerme desde entonces?
¿O se despierta ahora, verde y pálida,
frente a lo que miró tan arrogante? Desde hoy
ésa será la cuenta que haga de tu amor. ¿Te asusta
el que tus actos y tu valentı́a lleguen a ser quizás
igual que tu deseo? ¿Quieres, acaso, poseer
lo que ornamento crees de la vida
y vivir ante ti como un cobarde,
dejando que a ”quisiera”suceda ”no me atrevo”
como hace el pobre gato del refrán?
MACBETH
Basta, te lo suplico.
Tengo el valor que cualquier hombre tiene,
y no es un hombre quien se atreve a más.
LADY MACBETH
¿Cuál fue la bestia
que te hizo proponerme empresa como ésta?
Eras un hombre cuando te atrevı́as
y serı́as más hombre, mucho más,
si fueses aún más de lo que eras. Ni tiempo ni lugar
eran propicios, sin embargo tú querı́as crearlos.
Y ahora que se presentan ellos mismos, su oportunidad
abatido te deja. Mi leche yo la he dado y sé cuán tierno
es amar al ser que se amamanta;
pues bien, en ese instante en que te mira sonriendo,
habrı́a arrancado mi pezón de sus blandas encı́as
y machacado su cabeza si lo hubiese jurado
como juraste tú.
MACBETH
¿Y si fallase?
LADY MACBETH
¿Quién? ¿Nosotros?
Tensa hasta donde puedas las cuerdas de tu valor
y no fallaremos. Cuando Duncan duerma
(puesto que el fatigoso viaje que hizo hoy sin duda ha de invitarle
a un sueño muy profundo) a sus dos camarlengos
he de vencer con vino y ambrosı́as, de tal forma
que la guardiana del cerebro, la memoria,
humo será; y puro alambique
lo que es asilo de razón. Cuando en sueño animal,
como en la muerte, se hundan sus naturalezas
¿qué no ejecutaremos, contra Duncan
indefenso, tú y yo? ¿Qué no pondremos en la cuenta
de oficiales tan ebrios para que los culpen
de nuestro asesinato?
MACBETH
Sean sólo varones lo que traigas al mundo
porque tu metal duro deberı́a servir para la forja
solamente de machos. ¿Cómo no creerán
si marcamos con sangre a los que duermen
junto a él, en su cámara, y usamos sus puñales,
que ellos lo hicieron?
LADY MACBETH
¿Y quién se atreverá a pensar de otra manera
si hacemos que nuestro clamor y nuestro llanto
rujan sobre su muerte?
MACBETH
Está ya decidido.
Concentraré toda la fuerza de mi cuerpo en este horrible acto.
Adelante, y engañemos a todos fingiendo la inocencia:
que esconda el rostro hipócrita lo que conoce el falso corazón.
Salen
ACTO II
Escena primera. Entran Banquo y Fleance con una antorcha
BANQUO
¿Cómo va la noche, hijo?
FLEANCE
Está oculta la luna; no he oı́do el reloj.
BANQUO
Se oculta a medianoche.
FLEANCE
Creo que es más tarde, mi señor.
BANQUO
Ten, toma mi espada. El cielo economiza:
ha apagado sus velas. Toma esto también.
Me pesa el sueño como si fuese plomo,
mas no quiero dormir. ¡Tú, piadoso poder,
frena en mı́ los malditos pensamientos que la Naturaleza
nos trae al reposar!
Entran Macbeth y un sirviente con una antorcha
Dame mi espada.
¿Quién va?
MACBETH
Un amigo.
BANQUO
¿Aún levantado, mi señor? El rey ya duerme.
Ha estado más alegre de lo habitual
y dió regalos generosos a vuestros servidores.
Con este diamante envı́a su saludo a vuestra esposa,
como la más gentil de sus anfitrionas, para retirarse
después lleno de gozo.
MACBETH
Al no estar preparados,
nuestro deseo se convirtió en esclavo de la improvisación;
no siendo ası́, habrı́a procedido con mayor largueza.
BANQUO
Todo va bien.
Anoche aparecieron en mi sueño las tres brujas.
Estuvieron certeras con respecto a ti.
MACBETH
No pienso en ellas.
Mas, si es posible hallar el momento propicio,
tendrı́amos que hablar más de este asunto,
si es tu deseo.
BANQUO
Estoy a tu disposición.
MACBETH
Si mis planes aceptas, cuando llegue el momento
tendrás honores.
BANQUO
Mientras no los pierda
al tratar de aumentarlos, y pueda conservar
aún libre mi conciencia e ı́ntegra mi lealtad,
15
aceptaré consejos.
MACBETH
Buen reposo, entretanto.
BANQUO
Te lo agradezco, mi señor. Lo mismo te deseo.
Salen Banquo y Fleance
MACBETH
Ve y dile a tu señora que cuando esté dispuesta mi bebida
haga que suene la campana. Puedes irte a dormir.
Sale el sirviente
¿Es una daga eso que contemplo ante mı́,
con la empuñadura cerca de mi mano? ¡Ven, que pueda cogerte!
Yo no te tengo y, sin embargo, siempre te veo ahı́.
Visión fatal, ¿no eres sensible
al tacto y la mirada? ¿O eres, quizá, tan sólo
un puñal en mi mente, imagen falsa
que surge en mi cerebro al que la fiebre oprime? Puedo verte de forma tan palpable
como el que empuño ahora.
Me indicaste el camino por el que ya avanzaba
y el arma misma que debı́a usar.
Mis ojos son la burla de mis otros sentidos,
o quizá a todos ellos superen en valor... Todavı́a te veo;
también las gotas, en el filo y en la empuñadura, de una sangre
que antes no estaba. No, no eres real.
Es mi sangrienta empresa que ası́ crece
ante mis ojos... Sobre medio mundo, ahora, se dirı́a,
Naturaleza ha muerto, y los sueños corruptos
al sueño oculto en su dosel engañan. El hechizo celebra
los ritos de la apagada Hécate; y el escuálido Crimen
avisado por su centinela, el lobo,
cuyo aullido es la alarma, sigilosamente
con zancadas lascivas de Tarquino,
a su designio avanza como espectro. Tierra, segura y firme,
no escuches mis pisadas, vayan donde vayan,
no sea que tus mismas piedras descubran dónde voy
arrebatando al Tiempo el horror de este instante
que tan bien le acomoda... Mientras le amenazo, vive todavı́a;
las palabras congelan con su hálito el calor de los actos.
Suena una campana
Es un hecho, ¡ya voy!: la campana me invita.
No la escuches tú, Duncan, pues que su tañido
al cielo te reclama, o al infierno.
Sale
MACDUFF
Yo sé que este trabajo os gratifica,
aunque trabajo al fin.
MACBETH
El trabajo que agrada nos cura del dolor.
Ésa es la puerta.
MACDUFF
Me tomaré la libertad de entrar
puesto que ası́ ordenaron que lo hiciera.
Sale Macduff
LENNOX
¿El rey partirá hoy?
MACBETH
Ası́ lo ha decidido.
LENNOX
La noche fue agitada. Allı́ donde dormimos
el viento ha derribado chimeneas, y según se comenta
se escucharon lamentos en el aire, gritos de muerte extraños
y voces que anunciaban con acento terrible
grandes revueltas y sucesos confusos,
que acontecerán en este tiempo de miseria. El ave tenebrosa
clamó toda la noche. Se dice que la tierra
tuvo fiebre y tembló.
MACBETH
Áspera fue la noche.
LENNOX
Mi aún joven memoria no acierta a recordar
ninguna parecida .
Entra Macduff
MACDUFF
¡Horror, horror, horror!
¡Ni corazón ni lengua pueden nombrarlo o concebirlo!
MACBETH y LENNOX
¿Qué sucede?
MACDUFF
¡La destrucción ya completó su obra maestra!
El más sacrı́lego asesino ha violentado
el sagrado templo del Señor y ha robado
la vida de su santuario.
MACBETH
¿Qué decı́s? ¿La vida?
LENNOX
¿Queréis decir la de Su Majestad?
MACDUFF
Acercaos a la alcoba y que vuestra mirada se destruya
ante esta nueva Górgona. No me digáis que os hable.
¡Mirad y que hable vuestra lengua! ¡Despertad! ¡Alerta!
Salen Macbeth y Lennox
¡Tocad la alarma! ¡Traición! ¡Asesinato!
¡Banquo! ¡Donalbain! ¡Malcolm! ¡Despertad!
¡Sacudı́os ese blando sueño, parodia de la muerte,
y contemplad la muerte como es! ¡Arriba, arriba,
y mirad la imagen del Juicio Final! ¡Malcolm, Banquo,
salid como de vuestras tumbas y avanzad tal espı́ritus
para enfrentaros a este horror! ¡Tocad la alarma!
Suena una campana
Entra Lady Macbeth
LADY MACBETH
¿Qué es lo que ocurre aquı́,
que con tan estremecedores toques de trompeta se convoca
a los que duermen en la casa? ¡Hablad! ¡Hablad!
MACDUFF
Oh, mi señora,
no es bueno que escuchéis lo que puedo decir.
Repetirlo en oı́dos de una dama
serı́a verter en ellos la muerte.
Entra Banquo
¡Oh, Banquo, Banquo!
Nuestro regio señor ha sido asesinado.
LADY MACBETH
¡Dios! ¡Oh, Dios!
¿En nuestra propia casa ?
BANQUO
¡Maldita crueldad, de donde venga!
Noble Duff, te lo ruego, desdı́cete,
y dime que no es cierto.
Entran Macbeth, Lennox y Ross
MACBETH
Si yo hubiera muerto una hora antes de este suceso,
habrı́a tenido una vida feliz; pero desde este instante
nada vale la pena en la vida mortal.
Todo es como un juguete; renombre y gracia han muerto,
se ha derramado el vino de la vida y sólo quedan
posos para gloriarse en la bodega.
Entran Malcolm y Donalbain
DONALBAIN
¿Qué mal es éste?
MACBETH
El vuestro, y no lo sabéis:
el principio, el origen, la fuente de vuestra sangre
se ha agotado, su mismo manantial se ha detenido.
MACDUFF
Vuestro padre ha sido asesinado.
MALCOLM
¡Dios! ¿Por quién?
LENNOX
Los guardias de su alcoba, al parecer, lo hicieron:
sus manos y sus rostros tenı́an manchas de sangre
y sus dagas también, que aún sin limpiar hallamos
sobre sus almohadas; miraban fijamente y como trastornados;
no debió confiarse a su cuidado la vida de hombre alguno.
MACBETH
Aun ası́ me arrepiento del furor
que me llevó a matarlos.
MACDUFF
¿Y, por qué lo hicisteis?
MACBETH
¿Quién puede ser, a un tiempo, sabio y necio,
ponderado y furioso, leal e indiferente? Nadie.
Lo impulsivo de mi violento amor
le pudo a la prudencia de la razón. Aquı́ yacı́a Duncan,
su plateada piel bordada con oro de su sangre,
y sus hondas heridas como una brecha en la Naturaleza,
devastadora entrada de la ruina. Allı́ los asesinos,
en el color inmersos de su oficio, con las dagas
torpemente cubiertas de coágulos de sangre. ¿Quién renunciarı́a,
21
VIEJO
Tres veintenas y puedo recordar bien aún diez más,
y en el transcurso de ese tiempo he visto
horas horribles y extraños sucesos; pero esta dura noche
ha reducido a nada cuanto conocı́.
ROSS
Ay, buen anciano,
contempla cómo el cielo, turbado por los actos del hombre,
amenaza su sangriento escenario. Por el reloj es dı́a;
pero la oscura noche atenaza ya la luz errante.
¿Es porque triunfa la noche, o porque el dı́a se avergüenza
por lo que la oscuridad sepulta el rostro de la tierra
cuando tendrı́a que besarla la luz viva?
VIEJO
Todo es contra natura,
como lo es el acto que se cometió. El martes ya cumplido,
un halcón que ascendı́a al cenit de su vuelo fue atacado
por un búho ratonero, y muerto.
ROSS
Y (cosa extraña, pero cierta) los caballos de Duncan,
hermosos y ligeros, los favoritos de su raza,
se volvieron salvajes, rompieron sus establos y emprendieron la huida,
rebeldes a obediencia, como si declarasen
la guerra al hombre.
VIEJO
Se dice que se devoraban entre sı́.
ROSS
Ası́ fue, para asombro de mis propios ojos
que lo pudieron ver.
Entra Macduff
Ahı́ llega el buen Macduff.
¿Como va el mundo, amigo?
MACDUFF
¿No lo veis vos mismo?
ROSS
¿Se sabe quién cometió este acto tan sangriento?
MACDUFF
Aquellos que Macbeth hirió de muerte.
ROSS
¡Oh, dı́a desventurado!
¿Y qué provecho esperarı́an?
MACDUFF
Fueron sobornados.
Malcolm y Donalbain, los dos hijos del rey,
han desaparecido y dado en fuga, lo que hace recaer en ellos
las sospechas del crimen.
ROSS
¡De nuevo contra la Naturaleza!
¡Oh, pródiga ambición, devorarás un dı́a
lo que a tu vida da sustento! Es, por tanto, probable
que la soberanı́a caiga ahora en Macbeth.
MACDUFF
Ya ha sido proclamado y ha partido hacia Scone
para la investidura.
ROSS
Y el cuerpo de Duncan, ¿dónde está?
MACDUFF
Camino de Colmekill,
23
ACTO III
Escena primera. Entra Banquo
BANQUO
Ahora ya eres rey, Glamis y Cawdor, todo,
como las brujas prometı́an, y me temo
que has jugado muy sucio para conseguirlo. Se nos dijo también
que no podrı́as perdurar en herederos
y que yo mismo, yo, serı́a padre y raı́z
de muchos reyes. Si hablaron con verdad,
como sobre ti, Macbeth, brilló lo que dijeron,
¿por qué, si esas verdades pudieron confirmarse sobre ti,
no ha de ocurrir lo mismo también con mis oráculos
para darme esperanza? Pero, silencio. Basta.
Sonido de trompas
Entran Macbeth como rey, Lady Macbeth, Lennox, Ross, caballeros y sirvientes
MACBETH
Aquı́ está nuestro huésped de honor.
LADY MACBETH
El no invitarlo
habrı́a supuesto un hueco en nuestro gran banquete,
un gran error imperdonable.
MACBETH
Esta noche, señor, ofrecemos una cena solemne
para la que requerimos vuestra presencia.
BANQUO
Disponed, Majestad,
de todo mi respeto, puesto que os aseguro mis servicios
que con indisolubles vı́nculos
a vos me unen para siempre.
MACBETH
¿Cabalgaréis esta tarde?
BANQUO
Sı́, mi señor.
MACBETH
Hubiéramos solicitado, de no ser ası́, vuestro buen parecer
(que ha sido siempre ponderado y fecundo)
en el consejo de hoy; quede para mañana.
¿Iréis muy lejos?
BANQUO
Tanto, señor, como permita el tiempo
que media hasta la cena. Si no lo hiciera, mi caballo
tendrı́a que tomar prestadas a la noche
una o dos horas de su oscuridad.
MACBETH
No faltéis al banquete.
BANQUO
No faltaré, señor.
MACBETH
Hemos oı́do que nuestros sanguinarios familiares se refugian
en Inglaterra y en Irlanda, y no sólo ocultando
su cruel parricidio, sino contando a quienes les escuchan
extrañas invenciones. Pero de esto, mañana cuando asuntos de Estado nos reúnan,
ya hablaremos. Id a cabalgar. ¡Adiós!
Hasta vuestro retorno esta noche. ¿Se va Fleance con vos?
BANQUO
Sı́, mi señor. Y el tiempo nos reclama.
MACBETH
Que sean vuestros caballos veloces y seguros;
a su sólida grupa os encomiendo.
Quedad con Dios.
Sale Banquo
Que cada cual sea dueño de su tiempo
hasta las siete de la tarde.
Por dar a nuestros invitados la mejor bienvenida
nos quedaremos solos hasta la hora de la cena.
Entretanto, ¡id con Dios!
Salen todos excepto Macbeth y un sirviente
¡Escucha, tú! ¿Esperan esos hombres
nuestras órdenes?
SIRVIENTE
Sı́, mi señor. Esperan a la puerta de palacio.
MACBETH
Tráelos a mi presencia.
Sale el sirviente
¡De nada sirve estar ası́
si no hay seguridad! Nuestro miedo hacia Banquo
ha penetrado en lo más hondo, y hay en su realeza natural
algo que deberı́a ser temido. Su atrevimiento es mucho
y al carácter indómito de su alma
añade un saber que guı́a su valor
haciéndole que actúe con seguridad. Ninguna otra existencia
temo más que la suya; y bajo él
mi genio está abrumado como, dicen,
ante César lo estaba Marco Antonio. En el mismo momento
en que rey me llamaron, increpó a las brujas
y les hizo que hablaran. Como una profecı́a, entonces,
le saludaron como padre de una estirpe de reyes.
Una infecunda corona ciñeron sobre mi cabeza,
me hicieron empuñar un cetro estéril
que deberá arrancarme un dı́a mano extraña
sin tener hijo alguno para que me suceda: si es ası́
mi alma he mancillado por la estirpe de Banquo;
por ellos he matado al noble Duncan,
llenado de rencor mi copa de reposo
sólo por ellos, dando la joya eterna de mi vida
al enemigo común de los mortales,
para hacer de ellos reyes. ¡Reyes a las semillas
de Banquo! ¡Ven, destino, antes de que ası́ sea! ¡Ven y lucha!
25
Entra Macbeth
Y bien, mi señor, ¿por qué permanecéis a solas
llevando tristes pensamientos por toda compañı́a,
alimentando fantası́as que tendrı́an que haber muerto
con los que las provocan? Lo que no puede remediarse
no debe ser considerado: lo hecho, ya está hecho.
MACBETH
Hemos herido la serpiente, no le hemos dado muerte;
volverá a revivir y a ser la misma; nuestra malicia, pobre,
a merced quedará de mordeduras, como antes.
Que la máquina del mundo se desmembre, que cielo y tierra sufran
antes que comer con miedo, y que dormir
con la aflicción de estos horrendos sueños
que nos agitan en la noche; mejor estar con los que han muerto,
a quienes para obtener la paz a la paz enviamos,
que yacer con la mente atormentada
en un delirio que no cesa. Duncan está ya en su tumba
y reposa tranquilo tras la convulsa fiebre de la vida;
la traición hizo ya todo el mal. Ni la daga, ni el veneno,
la perfidia intestina o fuerzas exteriores,
nada puede afectarle.
LADY MACBETH
Vamos,
mi buen señor, quitaos las arrugas de ese adusto ceño,
sed alegre y jovial esta noche con vuestros invitados.
MACBETH
Lo he de ser, amor mı́o; lo mismo os ruego a vos.
Dedicad a Banquo vuestras atenciones,
mostradle preferencia con palabras y con vuestros ojos.
Peligroso tiempo el que nos hace
lavar nuestro honor en rı́os de lisonja
y en máscara del corazón convierte nuestro rostro
disfrazando lo que es.
LADY MACBETH
Abandonad esa actitud.
MACBETH
¡Mi mente está llena de escorpiones, amor mı́o!
Vos sabéis que Banquo y Fleance están vivos.
LADY MACBETH
Pero la imagen de la vida en ellos no es eterna.
MACBETH
¡Aún hay esperanza; ya que son vulnerables!
¡Alégrate, pues! Antes de que el murciélago complete
su vuelo por el claustro; antes que a la llamada de la negra Hécate
el escarabajo nacido del estiércol, con un zumbido soñoliento
haga sonar la bostezante campana de la noche, ya se habrá confirmado
lo que se conocerá por su horror.
LADY MACBETH
¿Qué es lo que váis a hacer?
MACBETH
No queráis saberlo, mujer mı́a,
hasta que os sea posible el aplaudirlo... Ven, noche cegadora, ven;
pon vendas en los tiernos ojos de este piadoso dı́a
y con tu ensangrentada e invisible mano
detén y rompe en mil pedazos esta gran atadura
con la que palidezco. Ya se espesa la luz
y el cuervo vuela hacia el sombrı́o bosque.
Todo lo que de bueno hay en el dı́a se duerme y desvanece
mientras los negros agentes de la noche se despiertan para la rapiña.
Mi palabra os asombra; pero tranquilizaos:
que lo que empieza con el mal, con él se fortalece.
Venid conmigo, os ruego.
Salen
ASESINO SEGUNDO
Hemos perdido
la mejor mitad de nuestro asunto.
ASESINO PRIMERO
Bien, partamos
y demos cuenta de lo que hemos hecho.
Salen
ACTO IV
Escena primera. Truenos
Entran las tres brujas
BRUJA PRIMERA
Por tres veces maulló el gato atigrado.
BRUJA SEGUNDA
Tres veces y una más se quejó el puerco espı́n.
BRUJA TERCERA
Grita la arpı́a ¡Es hora! ¡Ya es la hora!.
BRUJA PRIMERA
Rodad, rodad, en torno a este caldero;
arrojemos en él envenenadas vı́sceras.
Sapo que bajo piedra frı́a
treinta y un dı́as con sus noches
su veneno destila medio en sueños,
hierve primero en la tina encantada.
TODAS
Dobla, dobla, trabajo y afán.
Avı́vate, fuego, y tú, caldero, hierve.
BRUJA SEGUNDA
Carne de culebra de pantano,
cuécete y hierve en el caldero;
ojo de tritón, pata de rana,
cabello de murciélago y lengua de can
y lengua de una vı́bora y aguijón de áspid,
ojo de lechuza, pata de lagarto,
filtro de gran poder,
hierve, hierve, mezcla del infierno.
TODAS
Dobla, dobla, trabajo y afán.
Avı́vate, fuego, y tú, caldero, hierve.
BRUJA TERCERA
Escama de dragón, diente de lobo,
momia de bruja, y tripas y mandı́bula
de voraz tiburón; raı́z de cicuta
cogida de la oscuridad;
hı́gados de judı́o blasfemo;
bilis de cabra, brotes de un abeto
arrancados en eclipse de luna;
labios de tártaro y nariz de turco,
dedo de niño que se ahogó en el parto
alumbrado en la fosa por perversa mujer;
haz el brebaje espeso, hazlo viscoso.
Y echa tripas de tigre,
como nuevo ingrediente, en el caldero.
TODAS
Dobla, dobla, trabajo y afán.
Avı́vate, fuego, y tú, caldero, hierve.
BRUJA SEGUNDA
Que te enfrı́e la sangre del simio;
que el hechizo seguro ası́ funcionará.
Entran Hécate y las otras tres brujas
HÉCATE
Bien hecho, aplaudo vuestro esfuerzo,
y cada cual tendrá su recompensa.
Y ahora, en torno al caldero cantad,
como hadas y silfas cantad,
y hechizad todo lo que hierve.
Música y una canción ¡Negros espı́ritus y blancos!, etcétera
Salen Hécate y las otras tres brujas
BRUJA SEGUNDA
Por el picor que hay en mis dedos
sé que la infamia se aproxima.
A quienquiera que sea, abridle los cerrojos.
Entra Macbeth
MACBETH
¿Y ahora qué, secretas y oscuras brujas de la noche?
¿Qué es lo que estáis haciendo?
TODAS
Una cosa sin nombre.
MACBETH
Yo os conjuro por lo que profesáis
(venga de donde venga su saber), dadme respuesta:
aunque desatéis los vientos para que se estrellen
contra los templos, aunque las olas encrespadas
confundan y se traguen todo cuanto navega;
aunque el grano aún verde sea abatido y el viento arranque árboles;
aunque los castillos se derrumben sobre las cabezas de quienes los guardan
y palacios y pirámides inclinen
su frente en los cimientos; aunque se mezclen
los gérmenes preciados de la Naturaleza
hasta que fuera náusea la destrucción; dadme respuesta
para lo que pregunto.
BRUJA PRIMERA
Habla.
BRUJA SEGUNDA
Di lo que quieres.
BRUJA TERCERA
Hemos de responder.
BRUJA PRIMERA
Dinos, ¿quieres saberlo por nuestra propia boca,
o por la boca de nuestros superiores?
MACBETH
Dejadme que los vea; llamadlos.
BRUJA PRIMERA
Echad la sangre de una cerda cebada
con sus nueve lechones; grasa que es exudada
desde el patı́bulo del asesino,
echadla al fuego.
TODAS
Acudid, de lo alto o del abismo.
Mostrad vuestro poder y lo que sois.
Truenos
Aparición primera, una cabeza armada
MACBETH
Habladme, poder desconocido.
BRUJA PRIMERA
Él sabe todo lo que piensas
Escucha sus palabras y no digas nada.
APARICIÓN PRIMERA
¡Macbeth, Macbeth, Macbeth, guárdate de Macduff,
y del Señor de Fife! Dime adiós. ¡Basta ya!
Desciende
MACBETH
Quienquiera que tú seas, por tu advertencia, gracias;
37
MACBETH
Aparte
¡Oh, tiempo! Te has anticipado a mi horrible designio.
El propósito fugaz no llega a ejecutarse
sino acompañado por hechos. Desde ahora
el principal deseo de mi corazón será
el deseo principal de mi mano. Ahora mismo,
para que mis pensamientos se coronen con actos, hágase lo que pienso:
asaltaré el castillo de Macduff por sorpresa
y pondré sitio a Fife, pasaré por el filo de mi espada
a su esposa, sus hijos y a los desventurados
de su linaje. No más necias bravatas.
Antes de que el propósito se enfrı́e, consumaré esta acción.
¡Basta ya de visiones! ¿En dónde están los caballeros?
Vamos, llevadme donde están.
Salen
ACTO V
Escena primera. Entran un doctor y una dama de compañı́a
DOCTOR
Por dos noches he velado con vos y aún ası́ no puedo confirmar la veracidad de vuestro relato. ¿Cuándo
fue la última vez que de ese modo caminó?
DAMA
Desde que Su Majestad partió hacia el campo de batalla, la he visto levantarse del lecho, echar sobre
sus hombros su ropa de noche, abrir el escritorio, tomar papel, plegarlo y escribir, leerlo, sellarlo después
y regresar al lecho; y todo esto dentro del más profundo de los sueños.
DOCTOR
Grave perturbación de la naturaleza el recibir a un tiempo beneficio del sueño y actuar como el que
está despierto. En esa somnolienta agitación, además de sus paseos y otros actos, ¿no la habéis oı́do, en
algún momento, decir algo?
DAMA
Algo, señor, que no he de revelar.
DOCTOR
A mı́ podéis decı́rmelo, y es conveniente que lo hagáis.
DAMA
Ni a vos, ni a nadie, sin tener testigos para que confirmen mis palabras.
49
CATHNESS
Bien, marchémonos pues,
a mostrar obediencia donde se debe de verdad.
Vayamos al encuentro de la medicina de este enfermo Estado
y vertamos en ella, para curar a nuestra patria,
hasta la última gota.
LENNOX
O todo cuanto sea necesario
para regar la flor de la soberanı́a y ahogar la cizaña.
Ahora, en marcha hacia Birnam.
Salen, en formación
MENTETH
No lo dudamos.
SEYWARD
¿Qué bosque hay ante nosotros?
MENTETH
Es el bosque de Birnam.
MALCOLM
Que cada soldado corte una rama
y la lleve en la mano; ocultaremos de ese modo
el número de nuestras tropas; y que los espı́as al
informar sobre nosotros se equivoquen.
SOLDADO
Ası́ haremos.
SEYWARD
Sólo sabemos que el tirano, confiado,
aún permanece en Dunsinane y allı́ resistirá
nuestro asedio.
MALCOLM
Es su gran esperanza,
pues allı́ donde es propicia la ocasión,
grandes y pequeños contra él se rebelan,
y ya nadie le sirve salvo los que se sienten obligados
y cuyos corazones están lejos también.
MACDUFF
Que el juicio ponderado
resulte de los hechos; y, mientras tanto, armémonos
con todo el valor propio de un soldado.
SEYWARD
Se aproxima la hora
que nos ha de enseñar, con precisión inequı́voca,
qué cosas son las que tenemos, y qué lo que debemos.
Los pensamientos y su especulación nos conducen a esperanzas inciertas.
Sólo los golpes verdaderamente deciden el final;
hacia allı́ la guerra se encamina.
Salen, en formación