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UNIVERSIDAD POPULAR DE LA CHONTALPA

“UNIVERSIDAD DEL PUEBLO Y PARA EL PUEBLO”

PSICOLOGIA

DECIMO CUATRIMESTRE. C. D.

PSICOLOGIA JURIDICA.

ANTOLOGIA

PSICOLOGIA CRIMINALISTICA.

CATEDRATICO: MARCO ANTONIO SOSA LEON

SARA MORALES MENA

C41CS18

H. CARDENAS. TAB. A 04/12/2021


CONTENIDO

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Unidad 1: Aspectos fundamentales y generales de la psicología jurídica
Introducción de la psicología jurídica…………………………………………………p.4
Intervención del psicólogo en la administración de la justicia…………………......p.5
Áreas de intervención y delimitación de la psicología en el campo del derecho...p.6
Problemas legales y su análisis psicológico…………………………………………p.7
Personalidad, psicopatología y responsabilidad penal……………………………..p.8
Unidad 2: Psicología criminalística
Teorías biológico-conductuales del delito en la psicología criminalística……….p.10
Criminología y control social o criminología y sociedad…………………………..p.11
Perfil psicológico criminal…………………………………………………………….p.12
Enfermedades mentales con incidencias delictivas……………………………….p.13
Unidad 3: problemáticas legales y su análisis psicológico
Violencia y maltrato intrafamiliar……………………………………………………..p.15
Victimología y agresión sexual……………………………………………………….p.16
Consecuencias psicosociales en las víctimas de
violencia………………………..p.17
Supervisión de practicas en familia y victimas………………………………………
p.18
Informes psicológicos clínicos y
periciales…………………………………………..p.19
Unidad 4: El encarcelamiento y sus alternativas: hacia una reinserción social
La organización social informal de la prisión: subcultura,
carcelaria/habituación..p.21
El ambiente en prisión: la atención recibida por las reclusas y las relaciones
intramuros………………………………………………………………………………p.22
Efectos psicosociales del encarcelamiento…………………………………………p.23
Alternativas psicosociales al encarcelamiento: en busca de a reinserción
social.p.24
Fuentes de
consulta………………………………………………………………….p.25

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INTRODUCCIÓN A LA PSICOLOGÍA JURÍDICA


El concepto de Psicología Jurídica se ha utilizado en algunos contextos como
sinónimo de otros términos tales como Psicología Legal, Psicología Forense y
Psicología Criminológica. En la actualidad, el desarrollo histórico y conceptual de
esta área permite realizar algunas precisiones sobre la definición y distinción de

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unos y otros conceptos. En primer lugar, la revisión de la literatura sugiere que en
los países de habla inglesa se utilizan de forma frecuente los términos: Psicología
Forense (Forensic Psychology) y Psicología Legal (Legal Psychology). En países
de habla castellana, y en parte del continente europeo, se emplea el concepto de
Psicología Jurídica y se le diferencia de sub-áreas como la Psicología
Criminológica o la Forense. En general, la Psicología Forense en el mundo
anglosajón se define como la relación entre la Psicología y la ley. Aunque es de
anotar que esta relación suele circunscribirse a la tarea específica de evaluación
psicológica, con el propósito de asistir a los administradores de justicia (como un
área auxiliar del Derecho).
La psicología jurídica se fundamenta como un campo de estudio multidisciplinario
con un enfoque teórico, explicativo y empírico, que comprende el análisis,
explicación, promoción, evaluación, diagnóstico, prevención, asesoramiento y
tratamiento de aquellos fenómenos psicológicos y sociales que inciden en el
comportamiento jurídico de los individuos en el ámbito del derecho, de la ley y de
la justicia. Asimismo, pretende orientar y asesorar a los órganos judiciales en
materia de conflictos jurídicos, por medio de una intervención mediadora. Este
campo de estudio multidisciplinario, sintetiza en forma armónica numerosas
perspectivas previas, al tiempo que replantea la discusión a campos, situaciones y
personas, en supuestos actuales, diversos y complejos, que incorpora el concepto
de conducta jurídica (acto jurídico o antijurídico que se manifiesta de manera
externa, que se ajusta o contraviene a lo dispuesto en la norma de derecho), que
está influido por normas vigentes y por procesos psicosociales de individuos o
grupos relacionados, establecidos y controlados por el derecho en sus diversas
vertientes, así como aquel los procesos psicosociales que guían o facilitan los
actos y las regulaciones jurídicas, como las creencias, motivaciones y actitudes.
Las investigaciones psicológicas en el campo del derecho, se centran en las
causas sociales y estructurales del delito como producto de una alteración del
individuo en particular. Asimismo, analizan los factores que originan la conducta
jurídica en un proceso penal. Como se puede observar, en las diferentes
definiciones existe un punto en común que da identidad a este ramo de la
psicología: el estudio del comportamiento humano en el ámbito jurídico (contextos
sociales regulados por normas legalmente establecidas). En general, se puede
entender la Psicología Jurídica como un área que, tal como lo explicó, se ha
desarrollado por la necesidad de intervención en determinados ambientes, es
decir, ante demandas sociales específicas, y se ha ido consolidando en un cuerpo
organizado de conocimientos, con un uso cada vez más frecuente del método
científico.

INTERVENCION DEL PSICOLOGO EN LA ADMINISTRACION DE


LA JUSTICIA

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En todo grupo social y en toda época histórica ha existido la realidad de individuos
que han manifestado sus intereses, necesidades y hasta dificultades en el ajuste
de su comportamiento y adaptación a las normas, por lo cual, en todo momento y
cultura existirán sujetos que en algún momento de sus vidas se encuentren
involucrados en una situación legal. Siendo el ser humano y su conducta un
aspecto obligatorio de estudio y análisis por parte del Derecho y la Psicología, se
establece un punto de conexión e interrelación entre ambas disciplinas científicas,
y es cuando el Derecho en aras de interpretar de una forma más justa la conducta
humana para así sancionarla o no, comienza a demandar diferentes evaluaciones
de situaciones específicas de cuyos conocimientos carecen los operadores de
justicia. Es así como la psicología en respuesta al sistema legal o Administración
de Justicia, da cabida a una nueva rama de conocimientos, donde se delinearán
los conocimientos específicos de los psicólogos que entrarán en auxilio del
Derecho, llamados Psicólogos Forenses. Rama de la psicología general que
desde hace poco sufre un proceso de consolidación dentro del campo del
derecho. En nuestra sociedad actual, es el Estado, en la persona del legislador;
quién elabora y define qué conductas son las que violan la ley. De allí que la
persona, a través, de su conducta pueda estar en un momento determinado
involucrada en algún proceso legal, cuando ha violado la ley del Estado. Es
cuando la psicología en su interés por responder a esa sociedad que evoluciona y
que demanda diferentes tipos de análisis desde áreas diversas, se une al Derecho
e intenta realizar evaluaciones psicológicas, tomando en cuenta, la ciencia del
derecho. Es allí, cuando tanto el Derecho como la Psicología se encuentran en un
mismo camino, con la necesidad de compartir, contrastar, evaluar e investigar
sobre los mismos eventos para una mejor y más satisfactoria impartición de la
justicia, pues es el Juez quién requiere la colaboración de la psicología y, en
consecuencia del profesional de ésta área, para que a través de la elaboración y
aportación de dicho informe psicológico, que más adelante se llamará peritaje,
pueda interpretar de forma más justa su sentencia. Igualmente, la psicología
aporta diferencias individuales y comportamientos sociales, diferenciación esta
que sugiere que los seres humanos actúan de distintas formas; que cada uno
asume y actúa de determinada forma, marcando así las diferencias entre unos y
otros. Así mismo, la psicología trae a análisis elementos culturales y sociales que
influyen el comportamiento humano, como las costumbres y normas. Todo lo cual
deberá ser tomado en cuenta por el derecho para una mayor comprensión del
individuo que viola una norma, y por ende para una elaboración más justa y
respetuosa de las diferencias de cada uno de estos. Por todo lo antes
mencionado, a partir de este momento, cuando se haga referencia a la psicología
forense, se estará haciendo referencia a aquella rama de la psicología aplicada a
la búsqueda, examen y presentación de pruebas psicológicas con propósitos
judiciales.

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AREAS DE INTERVENCION Y DELIMITACION DE LA PSICOLOGIA
EN EL CAMPO DEL DERECHO
El delimitar un campo de acción para la psicología jurídica es una tarea que a
primera vista no implica demasiado esfuerzo, pues, aparentemente, el universo
legal se restringe, a la norma escrita y a su interpretación. Tal afirmación podría
hacerse desde un punto de vista meramente jurídico formal, sin embargo, la
realidad es diferente. El autor Mergargee divide la tarea del psicólogo jurídico en
tres áreas básicas: evaluación, tratamiento, y entrenamiento de los profesionales
que laboren en el escenario legal, o en organismos de seguridad, en tribunales, en
sistemas penitenciarios, y a la ciudadanía en general. Ello le lleva a desempeñarse
en tareas tan diversas como las actuaciones judiciales y extrajudiciales, a
intervenir en un medio carcelario, o a trabajar con un conjunto de individuos que
están sujetos a ciertas obligaciones o bajo ciertos reglamentos. El estado actual
de la Psicología Jurídica se puede entender según las distintas áreas en que se
esté trabajando. Sin embargo, la clasificación no es unánimemente compartida,
debido a las peculiaridades culturales, científicas y de legislación de cada país, y
así, por ejemplo, la Psicología Policial tiene un escaso o nulo desarrollo en países
latinoamericanos, pero ha adquirido, por el contrario, un excelente nivel en países
anglosajones, así como en el este de Europa. Parece ser que el campo de acción
de la Psicología Jurídica, se va definiendo y a la vez consolidando, con el
creciente trabajo que se ha venido desarrollando a nivel global. Asimismo, se
están estableciendo sus límites y estados fronterizos con otras áreas de la
psicología y otras ciencias sociales, con las cuáles colabora, de manera
interdisciplinaria. La demanda que se ha observado en el plano jurídico, así como
la iniciativa que han mostrado los psicólogos interesados, permiten vislumbrar, un
vasto panorama en cuanto a campos de interés, donde será posible llevar a cabo
investigación sistemática, así como desarrollar estrategias de intervención en los
asuntos jurídicos. Hay que considerar, sin embargo, que, en la mayor parte del
trabajo realizado, no se han seguido criterios muy ortodoxos, esto ha provocado el
surgimiento de áreas y temáticas un tanto frágiles, que en ocasiones sólo revelan
el interés particular de quien las concibió. La Psicología Forense consiste en la
aplicación de la Psicología, (métodos y conocimientos), a la realización de pruebas
periciales en al ámbito del Derecho. Aunque no existe una taxonomía clara de esta
área aplicada, ya que frecuentemente se confunden las distintas especialidades,
su ámbito de aplicación está enmarcado en la Psicología Jurídica, junto con otras
especialidades Existen también una serie de áreas, en las que se sugiere trabaje
el psicólogo. Algunas parecen complementarias, algunas otras son únicas y
específicas para una región. Parece ser que la denominación de psicología
jurídica o criminológica o forense, depende del área geográfica en que esté
trabajando el psicólogo. El grado de desarrollo alcanzado en cada área y subárea,
parece, depende también de la zona geográfica, así como del grado de
organización y recursos con que se cuenta.

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PROBLEMAS LEGALES Y SU ANALISIS PSICOLOGICO
La violencia inter parental es un fenómeno preocupante ya que amenaza
seriamente la salud y el bienestar de los niños que la testimonian. Sin embargo,
durante demasiado tiempo, los niños expuestos a la violencia inter parental fueron
ignorados, considerados como víctimas invisibles. No hay todavía un consenso en
la comunidad científica con respecto a los conceptos, definiciones y terminología
de la exposición de los niños a la violencia inter parental, lo que se traduce en un
impedimento para la realización de estudios sobre esta problemática. Esta falta de
consenso dificulta, por ejemplo, además de otros aspectos, el acceso a los datos
sobre la prevalencia de los niños expuestos a la violencia inter parental. Aunque
haya una amplia gama de aspectos que pueden y deben ser objeto de atención
por la comunidad científica con respecto al fenómeno de la exposición a la
violencia inter parental, este estudio pretende hacer una pequeña contribución
para una mejor comprensión de las cuestiones planteadas, especialmente en
relación a las creencias que estos niños tienen sobre la violencia en general y,
más concretamente, sus percepciones sobre los conflictos inter parentales. Varias
investigaciones y teorías han demostrado un mayor riesgo de exposición de los
niños a la violencia inter parental, y los estudios revelan un número elevado de
violencia sufrida por menores de edad. Un estudio reciente muestra que la
exposición de los niños a la violencia inter parental surge en mayor número que el
maltrato infantil. En 2003 un estudio reveló que el 44% de los casos de violencia
doméstica eran presenciados por niños. En España, un estudio con mujeres
víctimas de malos tratos por sus parejas reveló que el 85% de los niños eran
testigos de violencia doméstica y que en el 66% de los casos el niño era también
víctima de malos tratos. En una muestra de 219 niños de 6 a 12 años de edad, los
resultados indican que el 100% de los niños fue testigo de episodios de amenazas
y violencia moderada por el progenitor hacia la progenitora y el 78% fue testigo de
episodios de violencia grave. Según las estadísticas del estudio los niños asisten
al año a un promedio de 73 episodios de violencia entre los progenitores. El
impacto de la violencia inter parental en los niños viene siendo documentado,
poniendo en evidencia problemáticas más frecuentes en estos niños a los niveles
emocional, cognitivo, social y también de comportamiento. La Teoría del
Aprendizaje (Learning Theory) demuestra que los niños que presencian actos de
violencia entre los padres tienen más dificultad en hacer frente a los conflictos,
puesto que aprenden inadecuadamente a relacionarse con el conflicto. Al mismo
tiempo, este niño puede tener incluso un comportamiento agresivo, reforzado por
las actitudes que adopten los padres entre sí; tales comportamientos son también
de uso frecuente con el grupo de pares y en futuras relaciones. El desarrollo de la
psicopatología se presenta como uno de los riesgos del testimonio de violencia
entre los padres, desarrollándose problemas somáticos y del sueño, enuresis,
fobias, problemas comportamentales de externalización, dificultades académicas y
sociales, de personalidad e incluso de los síntomas de estrés postraumático.

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PERSONALIDAD, PSICOPATOLOGÍA Y RESPONSABILIDAD
PENAL
Cuando hablamos de personalidad nos referimos a un conjunto de pensamientos,
sentimientos y comportamientos profundamente incorporados, que persisten en el
tiempo y nos hacen únicos e irrepetibles. Las personas tendemos a responder de
un modo similar al enfrentarnos a ciertas situaciones. Sin embargo, nuestro
comportamiento no está determinado tan solo por la personalidad. El aprendizaje,
el ambiente o los estados anímicos nos condicionan a la hora de actuar en ciertos
momentos. Si bien la personalidad puede, en cierta medida, predecir o determinar
cómo nos comportaremos ante diferentes situaciones, no podemos pretender que
la exactitud sea al cien por cien. La complejidad del ser humano y la inmensa
cantidad de factores que intervienen en nuestra manera de actuar hacen imposible
la identificación de un único predictor de comportamiento. Tanto en el ámbito
psiquiátrico como en el ámbito psicológico, los TP son parcialmente desconocidos
debido a la confusión en la terminología o en el diagnóstico, o a la escasez de
investigaciones en comparación con otro tipo de anomalías, provocando
controversias jurídico-penales respecto al tratamiento jurídico de los mismos. Las
conclusiones que surgen están fundamentadas en un planteamiento principal: la
determinación de la responsabilidad penal. Para imponer una pena, siendo esta la
principal consecuencia jurídico-penal del delito, se necesita, no solo de la comisión
del hecho típico y antijurídico para poder reprochar penalmente al individuo por el
hecho delictivo, sino también de la capacidad de comprensión y de conocimiento
de la antijuridicidad, y de comportarse conforme dicha comprensión. Para poder
responsabilizar penalmente a un sujeto por la comisión de un hecho delictivo es
necesario que pueda ostentar la condición de imputable y, en consecuencia, poder
ser culpabilizado. Esta afirmación se deduce de la vertiente positiva de la
culpabilidad penal. Concretamente, solo puede ser imputable aquel individuo que
tenga capacidad de culpabilidad, manteniendo sus capacidades volitivas e
intelectivas prácticamente intactas en el momento de la comisión del delito. La
imputabilidad (que requiere normalidad psíquica, ausencia de perturbaciones
mentales, madurez o desarrollo personal y suficiente edad) elemento y
presupuesto necesario para poder establecer el reproche penal por la conducta
ilícita llevada a cabo, se considera la capacidad de culpabilidad, que necesita de la
comprensión de la ilicitud del hecho y actuar conforme dicha comprensión. Debe
concluirse respecto a la personalidad que esta determina las características
psíquicas de un sujeto, y puede influir en la realización de un ilícito penal, puesto
que, como se ha comprobado, hay diferentes rasgos de la personalidad que si se
convierten en disociativos pueden incidir en la constitución de un trastorno,
concretamente, un TTP. Estudiando este tipo de trastorno junto con la
imputabilidad penal y las consiguientes causas de inimputabilidad, se pretende
concluir respondiendo qué consideración y tratamiento jurídico doctrinal tiene este
tipo de alteración psíquica.

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Psico
Crim l og ia
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TEORIAS BIOLOGICO-CONDUCTUALES DEL DELITO EN LA
PSICOLOGIA CRIMINALISTICA
Hoy en día (y acompasada con los avances de la investigación) cobra nueva
fuerza la vieja discusión relativa a si la base biológica que cada uno portamos es
la responsable de los comportamientos criminales. Esta discusión, como
apuntamos, no es nueva. La génesis de los estudios de los factores biológicos
como generadores de criminalidad hay que buscarlos en el siglo XVIII, con Franz
Gall, que investigó en los cráneos de reclusos las protuberancias y otras
irregularidades para encontrar una explicación biológica a las conductas de estos
sujetos. La ciencia biológica trata de localizar e identificar en alguna parte del
cuerpo humano un factor patológico, disfunción o trastorno orgánico que dé una
explicación a la conducta delictiva. La localización que la biología pretende
establecer la lleva a cabo a través de una serie de especialidades como la ciencia
antropológica, biotipológica, endocrinóloga, genética, neurofisiológica, bioquímica,
etc. Entre las especialidades anteriores haremos referencia en este estudio
únicamente a la relativa a la genética por razones de espacio ya que, pretender
abarcar el resto de las especialidades, aun de forma básica, sería una tarea
inconmensurable. No obstante, es conveniente puntualizar que los últimos
descubrimientos sobre la genética del comportamiento se encuentran en una fase
inicial que necesitan para consolidarse un camino muy largo que recorrer, y esta
consolidación no llegará en tanto en cuanto no se determine cuántos genes
participan en el comportamiento, ni de qué forma actúan ni cómo se heredan y si
algunos son dominantes. Se puede concluir indicando que la presencia de un gen
asociado con algún rasgo del comportamiento no es determinante para explicar
las conductas delictivas, ya que en éstas intervienen desde los planteamientos de
los enfoques biológicos moderados que consideramos la postura más adecuada a
los factores genéticos o ambientales. El reto científico será determinar si ello es
posible en qué grado influyen los factores en cuestión en el desarrollo de las
conductas delictivas. No hay que olvidar varias ideas: que, aunque se haya
encontrado relación entre algunos factores biológicos y la mayor o menor
tendencia a la agresividad que tienen las personas, ello no implica
necesariamente, como señala Garrido Genovés, que el rasgo agresividad conlleve
la comisión de delitos, pero sí la constatación de que unas personas son más
propensas que otras a conducirse violentamente. Ahora bien, justo es decirlo, el
Derecho Penal siendo acorde con los actuales planteamientos relativos a que en
la conducta criminal concurren una pluralidad de factores en la categoría
“culpabilidad” establece, en su aplicación, una serie de garantías, y en especial,
los límites que impone dicho instituto a la intervención Estatal. No se puede dudar,
hoy en día, de que estos límites son trascendentes, se han ido conquistando en el
tiempo, porque no están ahí desde siempre. Destaca significativamente el trato
diferente que da al hecho dependiendo de si es cometido de forma dolosa o
culposa. Otras garantías y límites, muy importantes, son que ante un hecho

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fortuito no cabe castigo, o la proporcionalidad entre el hecho cometido y la pena
merecida por la realización.

CRIMINOLOGIA Y CONTROL SOCIAL O CRMINOLOGIA Y


SOCIEDAD
El hombre y su conducta siempre han sido sujetos a estudios y críticas por ser
desde tiempos remotos un tema preocupante para las ciencias y los estudiosos.
Dentro de las ciencias jurídicas, la criminología como ciencia interdisciplinaria que
utiliza métodos empíricos, se ocupa de la persona del infractor, la víctima y el
control social del comportamiento delictivo. Trata de suministrar información
válida, contrastada sobre la génesis, dinámica y variables principales del crimen.
Lo contempla como problema individual y social al mismo tiempo; así como realiza
programas de prevención eficaz del mismo y técnicas de prevención positiva en el
hombre delincuente. Con el objetivo de profundizar sobre aspectos teóricos
asociados a la criminología en su vínculo con las normas y valores que han de
tenerse en cuenta referidos al control social ante el comportamiento de los
individuos y como reguladora de su conducta. El control social puede definirse de
una forma genérica como el conjunto de instituciones, estrategias y sanciones
sociales que pretenden garantizar el sometimiento del individuo a las normas
sociales o leyes imperantes, generalmente dichos mecanismos actúan en el
individuo de una forma inconsciente ya que las ha aprendido durante el proceso
de socialización. Durante la infancia, en el proceso de socialización el individuo
aprende e interioriza lo que en su sociedad y cultura se considera o no apropiado,
más tarde también aprenderá cuáles son los comportamientos que se consideran
delictivos y penados por las leyes vigentes. El control social puede entenderse por
un lado como una estrategia de administración del orden, y por otro, como un
instrumento de dominación legitimado por la base social. La Criminología está
concebida dentro de las ciencias sociales, no es una ciencia exacta. Con los
métodos empíricos que utiliza trata de estudiar mediante la observación de los
hechos, las diferentes manifestaciones de la delincuencia y sus eventos concretos.
Se trata de una ciencia del deber ser y estudia el ser como tal. Estudia la realidad
y el conocimiento científico de la realidad, es siempre parcial, fragmentario,
provisional, cambiante. Hace aproximaciones al fenómeno delictivo sin prejuicio,
sin mediaciones, procurando obtener una información directa de éste. Debemos
tomar en cuenta que, la criminología debe ayudar a educar a la población en el
tema del delito. Al constituir un fenómeno comunitario y social, de nada servirá
ignorarlo, por el contrario, debatir el tema sin tabú, sin reminiscencias y sin tanta
problemática, nos hará mucho más asequibles y preparados para contribuir con la
obra social de nuestra Revolución, al aportar una valoración más real, objetiva y
de alerta al legislador, en el caso de enfrentarnos a consecuencias negativas de
una normativa penal, o que esté en conflicto con el sentimiento social. La
prevención es una de las estrategias del control social, que no sólo está dirigida a
evitar el delito, como comúnmente se le interpreta. Ésta se emplea en todos los

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ámbitos de la vida social. Es un concepto que tiene varias aplicaciones, en
dependencia del objeto al cual esté dirigida.

PERFIL PSICOLOGICO CRIMINAL


En las últimas décadas, la criminología y la psicología aplicada a la investigación
criminal ha dado pasos agigantados para sacar información, estructurarla y llegar
a conclusiones que nos permitan desvelar la identidad de los criminales. El perfil
criminológico o profiling puede definirse como una estimación acerca de las
características biográficas y del estilo de vida del responsable de una serie de
crímenes graves y que aún no se ha identificado. El objetivo de este perfil es
delimitar las características del presunto culpable para disminuir el rango de
posibles culpables y ayudar a la policía focalizando y restringiendo las
posibilidades de investigación, posibilitándoles el centrarse en los blancos
realistas. Este punto es muy importante, ya que cuando se tratan de crímenes
violentos o seriales, la alarma social y las posibilidades de que se vuelvan a repetir
los hechos, hacen necesaria actuar con rapidez y detener cuanto antes al asesino.
No obstante, el perfil psicológico criminal tiene sus limitaciones, no es una ciencia
exacta, está basada en el análisis de la huella psicológica que el asesino deja en
sus crímenes y en datos estadísticos recolectado de otros casos y de los datos
teóricos aportados por la psicología y la criminología. Estamos por tanto hablando
de probabilidades. En palabras, las personas que realizan un perfil buscan
patrones e intentan encontrar las características del probable autor, se usa el
razonamiento analítico y lógico, “qué” más “por qué” igual a “quién”. El uso de la
psicología para combatir y estudiar el crimen debe estar relacionado desde el
inicio mismo de ésta, sin embargo, ha sido relativamente reciente en el tiempo la
intención de algunos expertos de elaborar una metodología más o menos
sistemática que nos ayude a capturar a criminales usando las aportaciones que la
psicología nos brinda. La perfilación criminal ha estado basada principalmente en
la creación, desarrollo y uso de técnicas clasificatorias y de etiquetajes del
delincuente criminal, teniendo inicialmente como principal objetivo la captura del
criminal. El acopio de datos ha posibilitado un estudio más en profundidad, que ha
dado lugar a diversas teorías psicológicas del crimen, teorías que tratan de
explicar el hecho criminal al igual que hace con cualquier patología mental.
Generalmente, el uso del perfil criminológico se restringe generalmente a
crímenes importantes tales como homicidios y violaciones. Como mencionamos
anteriormente, las características de estos hechos hacen que la policía deba
trabajar contrarreloj para resolver estos casos. Cuando se trabajan en homicidios
donde el culpable es un desconocido para la víctima, el perfil puede ayudar a dar
luz sobre el crimen y encaminar a la policía en sus investigaciones. Cuando se
quiere evaluar la posibilidad de relacionar varios homicidios, realizar un perfil
sobre el autor de los asesinatos puede ayudar a determinar si estamos ante un

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asesino en serie o ante asesinos inconexos. En otras ocasiones, el perfil
psicológico criminal ayuda a conocer ante qué tipo de personas nos enfrentamos y
éste arma puede usarse antes de su captura, provocando por ejemplo al agresor
en los medios de comunicación, y después de su captura, preparando los
interrogatorios.

ENFERMEDADES MENTALES CON INCIDENCIAS DELICTIVAS


La relación entre trastorno mental y delito ha sido motivo de estudio y discusión a
lo largo de la historia. Han sido muchos los estudios realizados que han analizado
esta relación. Sin embargo, aún no se ha llegado a conclusiones unánimes sobre
este tema. Algunos estudios han encontrado relación entre trastorno mental y
crimen violento y otros no. Los estudios que han encontrado relación entre
psicopatología y delito coinciden en señalar que las tasas de violencia difieren
entre las diferentes categorías diagnósticas sugiriendo que es esencial analizar
separadamente cada una de ellas en relación al riesgo específico de conducta
violenta. A continuación, se presentan aquellos trastornos mentales que más
repetidamente se han relacionado con la conducta antisocial y delictiva. Se
analizará el perfil delictivo asociado en general a cada una de estas categorías
diagnósticas.
Trastorno antisocial de la personalidad: La peligrosidad de las personalidades
antisociales es obviamente muy elevada ya que es su conducta antisocial la que
caracteriza al cuadro clínico. No obstante, no podemos identificar psicopatía con
delincuencia, ya que si bien es verdad que existen psicópatas delincuentes, no
todos los delincuentes son psicópatas. Las personalidades antisociales se ven con
frecuencia envueltas en multitud de actitudes delictivas como autores,
encubridores o cómplices. Su desprecio por las normas de convivencia, su frialdad
de ánimo y su incapacidad para aprender por la experiencia los hace
eminentemente peligrosos.
Trastorno Explosivo Intermitente: El patrón de este trastorno es una
impulsividad caracterizada por una excesiva irritabilidad y rabia incontrolada. Los
delitos que pueden estar ligados esta conducta están relacionados con la
propiedad y la integridad física. Se trata de un trastorno incluido dentro del grupo
de control de los impulsos. Un área donde también destacan otras afectaciones
como la piromanía o la cleptomanía. En estos casos, la falta de control de los
impulsos puede desencadenar episodios agresivos sin premeditación con
posterior remordimiento.
Esquizofrenia Paranoide: La esquizofrenia paranoide y otras psicosis también
pueden asociarse a actos delictivos. Además, sus características como la pérdida
de la realidad, la manía persecutoria y la suspicacia hacia el resto, desencadenan
en muchos casos un trastorno antisocial añadido.

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Trastorno Explosivo Intermitente: El patrón de este trastorno es una
impulsividad caracterizada por una excesiva irritabilidad y rabia incontrolada. Los
delitos que pueden estar ligados esta conducta están relacionados con la
propiedad y la integridad física. Se trata de un trastorno incluido dentro del grupo
de control de los impulsos. Un área donde también destacan otras afectaciones
como la piromanía o la cleptomanía. En estos casos, la falta de control de los
impulsos puede desencadenar episodios agresivos sin premeditación con
posterior remordimiento.

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VIOLENCIA Y MALTRATO INTRAFAMILIAR
La familia es el núcleo de la sociedad y por ello resulta importante el estudio de la
violencia intrafamiliar, no sólo porque causa daños en la vida emocional y social
de los integrantes de la familia, sino también por las repercusiones que esto causa
hacia el exterior; como, por ejemplo, la desintegración de los valores sociales e
individuales, la disolución del núcleo familiar y el incremento de la delincuencia La
violencia comienza en el hogar, un lugar donde se espera que todos sus miembros
reciban cuidados, respeto, amor, con la reproducción de estereotipos culturales
socialmente aprobados; donde es aprendida a través del modo en que se
relacionan sus integrantes y se exterioriza con familiares, amigos, compañeros y
otros miembros de la sociedad mediante actos de violencia comunes para quien
vive en un ambiente en donde la agresión constante es una forma de vida. Por
mucho tiempo, la sociedad, las autoridades encargadas de impartir justicia y los
encargados de crear las leyes fueron cómplices en la existencia y reproducción del
problema de la violencia intrafamiliar, al callar los hechos, no reconocerlos y no
reprobarlos tanto en el ámbito privado como en el público. La violencia intrafamiliar
encuentra su origen en patrones de relaciones desiguales en la que hay un abuso
de poder sustentado en la figura patriarcal por la que se otorgaba al paterno
familias la calidad de dueño y la posibilidad de disponer como lo considerara
conveniente tanto de los bienes como de las personas que se encontraban bajo su
potestad. Si bien en la actualidad se han comenzado a dar las pautas sociales y
jurídicas para que existan y se practiquen tanto relaciones de igualdad entre el
hombre y la mujer como de respeto entre el adulto y el menor, en la que se les
considera como sujetos de los mismos derechos y obligaciones, también es cierto
que culturalmente se mantiene todavía el juego de roles y de abuso de poder
hombre-mujer, adultos-menores, en el que los primeros continúan siendo la
cabeza de familia o tienen una posición de fuerza, física o psicológica, frente a la
víctima, y los segundos una situación de subordinación. En la familia se desarrolla
un proceso continuo de aprendizaje, tanto entre adultos como entre menores, de
carácter afectivo, cultural, social, formativo y, por lo tanto, ¿porque no?, también
de la violencia, por lo que su ejercicio se va integrando a la personalidad de los
integrantes, ya sea en forma pasiva (víctima) o en forma activa (agresor). Habrá

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ocasiones en que alguno de ellos juegue un doble papel en este fenómeno, es
decir, víctima-agresor, como por ejemplo aquellos casos en que la madre es o fue
receptor de violencia y la reproduce ejecutando actos de violencia contra sus hijos
menores. La violencia ejercida contra la mujer y los niños es la que más preocupa,
ya que cuando se conoce del caso de una mujer víctima de violencia en el hogar,
que sufre vejaciones de todo tipo, lo siguiente es preguntarse ¿en qué situación se
encuentran sus hijos?,¿sufrirán de las mismas agresiones o más graves?, ¿cuáles
son las consecuencias de que un menor viva o presencie la violencia en el hogar?
Como consecuencia de estas interrogantes y cualquier otra que pueda surgir es
necesario pensar y actuar con la convicción de que hay más de una víctima en
estos casos y que es necesario ayudar y proteger por todos los medios posibles
tanto a la madre como a los hijos.

VICTIMOLOGÍA Y AGRESIÓN SEXUAL


La violencia sexual ha sido desde hace varios años un tema de gran interés para
la psicología jurídica. La agresión sexual incluye una amplia gama de conductas
sexuales no deseadas que se realizan en contra de la voluntad de una persona, o
cuando una persona no es capaz de dar su consentimiento por motivos de edad,
discapacidad, nivel de intoxicación u otras razones . Desde la infancia, las mujeres
están sometidas a reglas de comportamiento y sanciones más estrictas, si se
comparan con las dispuestas para los hombres. El hogar y la escuela son
espacios propicios para el ejercicio del control informal. El control social que se
ejerce sobre las mujeres en el núcleo familiar, trae consigo múltiples
manifestaciones de violencia y victimización “invisibles” por tener lugar en el
ámbito de la privacidad doméstica; adicionalmente este escenario facilita
relaciones desiguales de poder entre los géneros, en donde la mujer se encuentra
en situación de desventaja por haber internalizado las sensaciones de debilidad y
vulnerabilidad propias del constructo social la feminidad, pues al tiempo que los
valores de la masculinidad son dominantes, fortalecen las representaciones
masculinas en las que subyace el recurso a la violencia para destacarse,
imponerse y subyugar. Por tanto, no suele verse como algo extraño el que los
varones demuestren ante sus congéneres las “hazañas” sexuales como una forma
de reafirmar su virilidad. La situación de vulnerabilidad que genera el elevado
índice de agresiones sexuales contras las mujeres condiciona profundamente sus
vidas cotidianas. Se ha destacado que esta situación hace conscientes a las
mujeres de su propio cuerpo y, por ello, que influye en su manera de vestir, de
caminar, de sentarse. Esta toma de conciencia sobre sus cuerpos, gestos y
actitudes es la consecuencia necesaria del miedo a ser violada. Delitos sexuales y
feminismo legal: (algunas) mujeres al borde de un ataque de nervios. El tema de
los miedos de las mujeres respecto de la violencia masculina puede llegar a
justificar la percepción sobre la vulnerabilidad de las mujeres. Todo lo anterior
fortalece un modo de pensar, una ideología, al igual que una práctica masculina
desconocedora de la autonomía femenina, por cuanto de manera frecuente las

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actuaciones de las mujeres reflejan en los ámbitos de la vida privada y pública, el
temor fundado en la desigualdad de poder que en múltiples casos coarta su
capacidad para actuar como ciudadanas titulares de derechos, hasta el punto de
tolerar y callar variadas expresiones de violencia (incluida la sexual). En todo caso,
la violencia sexual contra la mujer refleja a lo largo de la historia un denominador
común al provocar en las victimas variadas consecuencias que transcienden su
esfera individual. Una de las contribuciones más significativas de la perspectiva de
género radica en poner en evidencia cómo las relaciones entre hombres y mujeres
están mediadas por la existencia de patrones sociales y culturales específicos, lo
cual no solo determina la asignación de roles de acuerdo al género, sino a la vez,
los derechos y obligaciones. A la par, las relaciones de género son también
relaciones de dominio y, por lo general, los varones monopolizan las posiciones
con mayor poder y prestigio.

CONSECUENCIAS PSICOSOCIALES EN LAS VÍCTIMAS DE


VIOLENCIA
La violencia psicológica es una grave forma de agresión que no utiliza el contacto
físico, pero puede dejar graves secuelas en la psique de la víctima ya que es una
modalidad muy efectiva de ejercer poder sobre otro. Entre las alternativas posibles
que se imponen al ser humano desde que nace, están las de crear o de destruir;
de favorecer la vida y lo vivo o bien, de convertir lo vivo en cosa, en objeto, en algo
sin vida. Nuestra condición humana obliga esta alternativa que nos permite
trascender la pasividad de sentirnos juguetes del destino, puesto que nacemos sin
nuestra voluntad y, en general, hemos de morir también sin ella. La violencia está
implícita en el acto de destruir, pero el destruir, siempre va más allá de la mera
violencia y culmina en el matar a seres vivos, sean plantas, animales o humanos.
Además de las consecuencias visibles a simple vista, como las secuelas físicas,
este tipo de victimización puede producir en la mujer enormes daños a escala
psicológica y emocional. Toda violencia de género conlleva una mayor o menor
alteración de los rasgos del comportamiento en las víctimas que lo padecen,
destacando, por su importancia, algunos trastornos con tintes patológicos como el
síndrome de estrés postraumático, el síndrome de la mujer maltratada y la
depresión.
El síndrome de estrés postraumático: Bajo esta denominación se engloba un
conjunto de síntomas que se manifiestan en las personas que han vivido una
experiencia traumática. El estrés postraumático fue catalogado como un trastorno
de ansiedad, ya que se trata de un daño que se presenta en forma de miedo o
terror incontrolable que se repite cada vez que se recuerda la vivencia. Suele
presentarse especialmente en situaciones de agresiones sexuales, pero también
está asociado a los rasgos peculiares que muestran las mujeres víctimas de
maltrato.

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El síndrome de la mujer maltratada: El maltrato continuado en el ámbito
doméstico genera en la mujer un proceso patológico de adaptación conocido como
Síndrome de la mujer maltratada, que aparece después de la exposición a este
tipo de violencia de manera reiterada e intermitente Además de la aparición de
síntomas traumáticos como la ansiedad, la hipervigilancia, la reexperimentación
del trauma, recuerdos recurrentes o embotamiento emocional, este síndrome se
caracteriza especialmente por lo siguiente: indefensión aprendida, pérdida del
control y baja respuesta conductual, Identificación con el agresor.
La depresión: La violencia acaba reduciendo las defensas psicológicas de la
mujer y deteriorando toda su personalidad. Disminuyen sus recursos personales
por miedo y la presión que soporta, y frecuentemente pierde su asertividad,
volviéndose muy complaciente con los deseos ajenos. La violencia doméstica
actúa como inhibidor de las relaciones sociales, aislando a la mujer de cualquier
otra fuente de refuerzo emocional positivo y apoyo social, y le lleva a caer con
frecuencia en la depresión.

SUPERVISIÓN DE PRÁCTICAS EN FAMILIA Y VICTIMAS


Diversos documentos normativos internacionales, nacionales y del orden local,
establecen principios rectores que deben ser observados en la implementación de
acciones afirmativas orientadas a la protección de víctimas de violencia
intrafamiliar, como son la igualdad jurídica entre el hombre y la mujer, el respeto a
la dignidad humana, la no discriminación y la libertad. En ese marco, el Estado
Mexicano ha participado activamente siendo parte de la Convención para la
Eliminación de todas las formas de Discriminación contra la Mujer (CEDAW) y la
Convención Interamericana para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia
contra la Mujer, que cuentan con el más alto índice de aceptación dentro del
Sistema Universal de Derechos Humanos. Ante estos compromisos, México inició
un proceso de cambio trascendental en el ámbito legislativo para dar respuesta y
establecer mecanismos de prevención y protección a quienes son objeto de
violencia intrafamiliar, los cuales se encuentran plasmados en diversas leyes
generales en la materia, mismas que repercuten en todo el orden jurídico nacional.
En Sinaloa, nuestra Constitución establece que toda persona es titular de los
derechos humanos reconocidos en la Constitución Política de los Estados Unidos
Mexicanos y en la propia, así como de los previstos en los instrumentos
internacionales incorporados o adoptados por el Estado Mexicano. Precisa la
Constitución Política Sinaloense que el Estado, tomará las medidas
correspondientes a efecto de dar cumplimiento a los derechos y deberes tales
como el disfrutar de una vida libre de violencia, para lo cual la ley habrá de
establecer las bases de la actuación de las autoridades para prevenirla y atender a
las personas que sufran de ella, así como generar una cultura que permita eliminar
las causas y patrones que la generan, poniendo especial atención en la
erradicación de la violencia intrafamiliar. Para tal efecto, el Estado debe adoptar

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las medidas necesarias para prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra la
mujer, entendida como cualquier acción o conducta, basada en su género, que
cause muerte, daño o sufrimiento físico, sexual o psicológico, tanto en el ámbito
público como en el privado. Desde el enfoque preventivo, debe promover y
estimular una cultura que favorezca y coadyuve a crear un marco objetivo de
libertad e igualdad entre los miembros de la familia, eliminando las causas y
patrones que la generan, estableciendo a su vez, desde la perspectiva de
atención, mecanismos cuyo propósito sea salvaguardar la integridad y derechos
de las personas receptoras de este fenómeno, procurando un tratamiento integral
de los miembros de la familia. La Ley para Prevenir y Atender la Violencia
Intrafamiliar del Estado de Sinaloa, define a la Orden de Protección como el
mandato expedido por escrito de autoridad competente, en el cual se ordenan las
medidas cautelares que para la familia señala la legislación civil del Estado. Dicha
Ley establece en su artículo 24, que corresponde a los jueces de primera instancia
en materia familiar o mixtos en su caso, librar las órdenes de protección que
establece la supra citada Norma, así como ordenar la separación de la parte
peticionada de la casa habitación que comparta con la o las víctimas de la
violencia intrafamiliar.

INFORMES PSICOLÓGICOS CLÍNICOS Y PERICIALES


La evaluación psicológica clínica y la forense comparten un interés común por la
valoración del estado mental del sujeto explorado. La primera tiene como objetivo
principal de su actuación poder llevar a cabo una posterior intervención
terapéutica; la segunda, analizar las repercusiones jurídicas de los trastornos
mentales. Las diferencias en relación al contexto de aplicación (clínico o judicial) y
al objeto de la demanda (asistencial o pericial) marcan las características propias
que adquiere el proceso de evaluación psicológica en cada uno de los dos
ámbitos. Los instrumentos de evaluación más utilizados en el ámbito clínico y
forense son los autoinformes y las entrevistas estructuradas. En el entorno clínico
ha habido un esfuerzo en los últimos años por diseñar instrumentos de evaluación
cortos y específicos, que cuenten con buenas propiedades psicométricas, que no
se solapen entre sí, que estén adaptados o validados con muestras españolas y
que sean sensibles a la detección temprana de los trastornos mentales, así como
a los cambios terapéuticos. Sin embargo, la evaluación pericial psicológica se
encuentra con algunas dificultades específicas. Así, el sujeto no se presenta de
forma voluntaria ante el profesional, sino que su participación está determinada
por su papel en el proceso judicial (denunciado/denunciante; demandado/
demandante). Además, las consecuencias directas del dictamen pericial para el
evaluado aumentan la probabilidad de manipulación de la información aportada
para conseguir un beneficio o evitar un perjuicio. Junto a esto, el asesoramiento
legal por el que, en muchas ocasiones, han pasado los evaluados (la estrategia
letrada de la defensa) y las múltiples exploraciones periciales (efecto aprendizaje)
complican aún más la evaluación psicológica forense. De este modo, los peritos

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pueden disponer de instrumentos de medida adecuados, pero el sujeto puede no
colaborar en la evaluación y falsear, más o menos conscientemente, las
respuestas. Ya no se trata, por tanto, sólo del uso de herramientas inapropiadas,
sino del control de las respuestas inadecuadas a los instrumentos (test y
entrevistas) adecuados. La evaluación psicológica forense se ha extendido a
múltiples campos.
El contexto y el objeto de la exploración psicológica delimitan las diferencias entre
la evaluación clínica y la evaluación forense. El marco mismo de la intervención
(en un caso un consultorio clínico, un ambulatorio o un hospital; en el otro, un
calabozo, un juzgado o una prisión) marca pautas relacionales distintas entre el
profesional y el sujeto evaluado (relación empática en el contexto clínico; relación
escéptica en el contexto forense).
La evaluación forense presenta diferencias notables respecto a la evaluación
clínica. Al margen de que en uno y otro caso el objetivo pueda ser la exploración
del estado mental del sujeto evaluado, el proceso psicopatológico en la evaluación
forense sólo tiene interés desde la perspectiva de las repercusiones forenses de
los trastornos mentales, a diferencia del contexto clínico, en donde se convierte en
el eje central de la intervención.

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4

LA ORGANIZACIÓN SOCIAL INFORMAL DE LA PRISIÓN:


SUBCULTURA, CARCELARIA/HABITUACIÓN
El papel sobre el que se fundamenta la prisión es, como se ve, ser un aparato de
reforma que transforma individuos: pero transformar individuos, no significa aquí
“derrotar culturalmente a los delincuentes”, otorgándole una educación total; es
decir, aquella que entra en posesión del hombre entero; sino, más bien, la
comprensión de toda la cárcel, sobre la que se monta la esquematización de la
organización carcelaria. Partimos del supuesto de que todos conocemos la historia
jurídica de la prisión; es decir, que fueron emplazamientos erigidos para el
aseguramiento de las penas, o para que ciertas penas pudieran ser ejecutadas.
Herencia doblemente ilusa: por un lado, asignarle el papel de reprimir los delitos;
por el otro, convertirla en la sanción unitaria y “exclusiva” de la sociedad civilizada.
Esta siempre ha estado ligada a los cambios sociales y al desarrollo industrial,
unida más al desarrollo jurídico que al derecho, más al castigo rehabilitador que a
la defensa social; ha dependido más de la evolución del derecho penal que del
derecho general, y el derecho penal es un verdadero reproductor de presos. Unos
prefieren denominarla institución total, por estar “organizada para proteger a la
comunidad contra quienes constituyen intencionalmente un peligro, no se propone
como finalidad inmediata el bienestar de los reclusos.” Porque para el interno, el
pequeño establecimiento llega a significar la totalidad del mundo. Otros prefieren,
en cambio, considerar las cárceles como instituciones austeras y completas,
porque se ocupan de toda la vida del penado, en todos sus aspectos y sentidos. A
lo largo de toda su historia, cuatro han sido las funciones que mejor la han
definido, según la evolución propia de su campo de funcionamiento: 1) retención

21
gradual, que “cuantifica las penas, según la variable de tiempo”; 2) custodia, que
es una virtud de la vigilancia; 3) rehabilitación y 4) readaptación. Estas dos
últimas, llamadas con razón “supra penitenciarias”, porque están lejos de los fines
que actualmente pueden lograr. La vigilancia es la primera y más importante de
todas las funciones citadas, a los fines de estos establecimientos; es la que
permite, en el orden jerárquico, que las otras funciones puedan realizarse. Porque
las cárceles son, en realidad, lugares de residencia y trabajo, bajo la vigilancia.
Fundamentan su razón basada en las necesidades humanas de los internos que,
como se ve, deben ocuparse de la educación física, la disposición para el trabajo,
la conducta cotidiana y la actitud moral. Estas necesidades de los reclusos son
muy intensas y la tendencia es que lejos de integrar la vida del hombre preso han
estado ausentes en dichos lugares. Hará falta, quizás, repartirla en favor de la
prisión. Necesidades formales, que requiere satisfacer el sistema penitenciario
como tal. Y necesidades materiales de los reclusos, que nos permitan justificar la
racionalidad de la pena de prisión. El sistema penitenciario no es un concepto a
priori. Pero, por qué eso ha ocurrido no es parte de este trabajo.

EL AMBIENTE EN PRISIÓN: LA ATENCIÓN RECIBIDA POR LAS


RECLUSAS Y LAS RELACIONES INTRAMUROS
Las relaciones que se producen a diario dentro de los centros penitenciarios se
configuran a partir del estatus social creado en ese contexto y de los roles que se
ejercen en él. Así, se producen relaciones claramente diferenciadas entre
funcionarios, de éstos con los internos/as, entre las personas recluidas y entre
todos ellos dependiendo de su sexo. El ser mujer en un lugar creado para varones
y en inferioridad numérica a ellos, repercute de diversas maneras y, en lo
respectivo al tratamiento, se traduce en que no siempre existan módulos
destinados a albergarlas y, por lo tanto, con frecuencia no sea posible clasificarlas
-por edades o situación penal- para ofrecerles recursos diferenciados. Así, son las
madres reclusas con sus hijos menores de tres años en la cárcel, las únicas que
siempre disponen de un espacio propio para su internamiento. Del mismo modo,
los recursos que se destinan a las mujeres son menores que los destinados a los
hombres, ya que disponer de recursos formativos, laborales y de tratamiento
específicos para mujeres resulta más costoso. Es destacable además el hecho de
que esos programas socioeducativos, formativos o de tratamiento específicos de
mujeres sean limitados en cuanto a temática, en su mayoría vinculados al mundo
doméstico y la ética del espacio privado, y que incluyan muy escasamente la
perspectiva de género siendo habitual que sean los peor remunerados y
previamente rechazados por las cárceles masculinas. A las presas se les aplican
de modo indiscriminado medidas de control y vigilancia existentes en las prisiones
de hombres, sin que estas medidas se ajusten al peligro real que representa la
población femenina. Por añadidura, la separación de hombre y mujeres en los

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centros provoca que el disfrute de los espacios comunes no siempre sea
equitativo entre ambos colectivos, teniendo las mujeres el acceso más restringido
a espacios como polideportivos, bibliotecas, enfermerías, etc.
Las relaciones de las personas encarceladas deben ser abordadas distinguiendo
dos escenarios: el de las relaciones externas (con familiares, con el sistema
judicial) y el de las relaciones internas (con otras personas, con familiares dentro
de prisión, con los profesionales de la institución penitenciaria). Si bien el
desarrollo de unas relaciones equilibradas en ambos escenarios por parte de
los/las reclusos/as son indispensables para el bienestar y condiciones de vida en
prisión, hasta ahora se han potenciado más los vínculos con el exterior, con
notoria presencia de los estudios sobre la maternidad vivida en prisión en el caso
de las mujeres presas, dejando como aspecto secundario y de menor interés la
exploración de las interacciones que se producen dentro de prisión, que
constituyen la parte central del trabajo que aquí aportamos. s. En el caso de las
reclusas, se establece una tendencia a constituir el grupo de acuerdo a la
estructura familiar tradicional que prevalece en la sociedad libre, con una figura
central que adquiere el rol materno -a modo de “madre” o “abuela”- y que es
reconocida como líder.

EFECTOS PSICOSOCIALES DEL ENCARCELAMIENTO


La prisionización es la adopción en mayor o menor grado de los modos comunes,
las costumbres y la cultura de la cárcel. Existen diversos estudios que han
abordado el tema de la adaptación psicosocial a la prisión. Paulus y Dzindolet
(1993) hicieron dos mediciones en dos espacios de tiempo, una al mes del ingreso
del individuo en la prisión y la segunda cuatro meses después. Estos autores
encontraron que la evaluación de la prisión se hizo más negativa en la segunda
valoración, los reportes acerca de los problemas sociales dentro de la prisión
aumentaron con el tiempo y los problemas fuera de ésta disminuyeron después de
cuatro meses de internamiento, mientras que las medidas de problemas
ambientales no cambiaron. Las tasas de ira, depresión, ansiedad y grado de
control, no cambiaron con el paso del tiempo; como tampoco lo hizo la tolerancia a
los estresores y el uso de tipos de afrontamiento. Por otro lado, el soporte social
del interno, declinó con el tiempo, así como la satisfacción del individuo con el
mismo. Los autores concluyen que las evaluaciones tanto de los hombres como
de las mujeres se hacen más negativas con el paso del tiempo y las medidas de
presión sanguínea disminuyen. Los hallazgos del estudio apoyan el modelo de
ajuste en prisión propuesto por estos autores, sugiriendo que la evaluación de la
vida en prisión se hace más negativa mientras más tiempo pase, por las continuas
privaciones. y los problemas de interacción con el staff y los otros internos; pero
debido al incremento en la familiaridad con el personal de la prisión, los
procedimientos y la población, el nivel de incertidumbre disminuye lo que se refleja
en la reducción del estrés psicológico. Por supuesto, el impacto de la vida en

23
prisión y el tipo de adaptación que la persona llevará a cabo en ese medio variará
entre individuos, en función de variables diversas. Hay una diversidad de factores
que condicionan los efectos de la vida en prisión, unos de carácter penal y
penitenciario y los otros personales y sociales; dentro de los primeros se
encuentran, la finalidad y naturaleza de socializadora de las cárceles, el tiempo de
estancia, el número de ingresos, la frecuencia y el tiempo de cada ingreso, las
características de cada centro, la situación penitenciaria, si es condenado o
sindicado, o las ocupaciones durante la estadía. Entre los factores personales y
sociales más importantes destacan la situación familiar y laboral, la edad, el
estado civil, el estado de salud, el carácter y la personalidad. En síntesis, la
adaptación a la vida en prisión como recluso/a se expresa en aspectos cognitivos,
emocionales, comportamentales y socioculturales, y tal adaptación va a estar
mediada por experiencias previas al encierro, como las experiencias tempranas en
los ámbitos familiar, escolar y/o sociocultural, y por características y situaciones
particulares de los sujetos, como la edad de ingreso, el sexo, el apoyo social, entre
otras. El presente trabajo tuvo como objetivo poner en relación estos grupos de
variables (adaptación a la prisión, tiempo de estancia en prisión, aspectos
familiares, psicosociales) para contribuir a comprender mejor cómo se adaptan las
personas a la vida en prisión y qué variables actúan como factores de riesgo y de
protección.

ALTERNATIVAS PSICOSOCIALES DEL ENCARCELAMIENTO: EN


BUSCA DE LA REINSERCIÓN SOCIAL
Como muestran los estudios de reincidencia nacionales, una de cada dos
personas que egresan de las cárceles, son condenadas nuevamente. Este
indicador, muestra un bajo desempeño del sistema penitenciario en la prevención
de la reincidencia delictual. En relación a la gestión de casos, todos los modelos
de reinserción social revisados se caracterizan por levantar de manera separada
información administrativa, tendiente a tomar decisiones de segregación, para
luego levantar información diagnostica que permita contar con un perfil
criminológico del infractor de ley. Todos ellos, declaran que además de participar
de la ejecución penal, cumplen un rol prestando asistencia médica, psicológica,
social y educativa, en tanto ello permite que el interno pueda ejercer los derechos
sociales que conserva como ciudadano. Además, todos declaran tener como
finalidad reducir la reincidencia delictual, indicador que adoptan como criterio de
gestión técnica, en tanto de ello se derivan también beneficios sociales para toda
la ciudadanía. Esto trae como consecuencia, una necesidad permanente de
producción e integración del conocimiento científico sobre las probabilidades de
reincidencia de su población penal, la adopción de prácticas efectivas de
diagnóstico y tratamiento de las variables asociadas a la reincidencia y la adopción
de prácticas de gestión destinadas a crear un entorno organizacional propicio para

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ejecutar programas técnicamente sofisticados. En relación a los procesos de
evaluación diagnóstica, todos los modelos revisados realizan un diagnóstico inicial
al sujeto infractor de ley, priorizando el análisis de las variables directas y
causalmente relacionadas con la probabilidad de reincidir en la comisión de
delitos. Estos procesos son informados a diversas instancias de toma de
decisiones (aquellas que deciden la segregación, la asignación del caso a
tratamiento, las recomendaciones a beneficios intrapenitenciario y los servicios de
apoyo a la red intersectorial, entre otros) y en el caso de algunos de los países
revisados se contempla la obligación de triangular la información sobre la base de
fuentes documentales tales como sentencias, informes policiales y otros. En
general, la base científica y rigurosidad en el procedimiento de aplicación de
instrumentos de evaluación permite que estos tengan valor pronóstico y
contribuyan con información relevante al proceso de toma de decisiones del
sistema penitenciario. Finalmente, en lo que guarda relación con los programas de
intervención correccionales, los países analizados cuentan con una oferta de
programas que es amplia, especializada y estructurada para intervenir en las
condiciones personales y sociales asociadas a la probabilidad de reincidencia de
la población penal. Es por ello que intervienen separadamente a diferentes perfiles
de infractores de ley, tales como mujeres, personas con problemas de salud
mental, personas con antecedentes de delitos violentos, sexuales o contra la
familia, contando, además, con oferta diferenciada para cada uno de estos grupos
y acorde al nivel de riesgo de reincidencia detectado.

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