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Hugo B.

Bleichmar

Introducción al estudio
de las perversiones
La teoría del Edipo en Freud y

Ediciones Nueva Visión


Buenos Aires
© 1980 por Ediciones Nueva Visión S A iC
Tucumán 3748, Buenos Aires, República Argentina
Queda hecho el depósito que marca ¡a ley 1 1.723
Impreso en la Argontina/Printed in Argentina
Prohibida la reproducción total o parcial
PR ESEN TA CIO N

Durante 1975 en el Centro de Docencia e Investigación abordamos


el tema de las perversiones como parte de un proyecto más amplio
centrado alrededor del papel que desempeñan las relaciones inter­
subjetivas en la psicogénesis de los diferentes cuadros psicopatológicos.
En la presente publicación se reproducen siete clases que diéramos en
aquella oportunidad, las que en realidad sirvieron de introducción
al tema.
E n un principio nos resistimos a que las ciases aparecieran en forma
de compilación: era urticante para un cierto pudor intelectual el carác­
ter más bien esquemático que tenían y la intención pedagógica que
simplificaba muchas problemáticas. Sin embargo un argumento nos
decidió para que fueran impresas: tratan de presentar en una forma
raciona! tópicos que ofrecen grandes dificultades de lectura. En este
sentido pueden servir de ayuda para ubicar al lector ante los textos
originales, pudiendo decirse, como es costumbre en estos casos, que
no ios reemplazan sino que obligan a una remisión a los mismos. A q u í
la aseveración está más que justificada.
Vamos a comenzar con el problema del Complejo de Edipo en la
teoría psicoanalítica, planteando algunas cuestiones como para ir
orientando la lectura.
Con respecto al Complejo de Edipo existen, en Freud, tres momen­
tos de síntesis que pueden ser tomados como tres elaboraciones sucesi­
vas. La primera es la exposición que Freud hiciera en la carta que envia­
ra el 15 de Octubre de 1897 a Fliess, exposición que retoma en " L a In ­
terpretación de los sueños" en el apartado sobre "Muerte de seres que­
ridos". La segunda síntesis es la que Freud realizara en*"Psicología de
las masas y análisis del Y o " (cap. V II) y en " E l Y o y el E llo " (cap. I I I ,
E l Y o y el Superyo). Y el tercer momento podemos considerar que
comienza en el trabajo " L a organización genital infantil" (1 9 2 3 ), y
concluye en el artículo del 31 sobre la Sexualidad Femenina.
Cuando nosotros decimos que existen tres momentos o tres form ula­
ciones de Freud, nos estamos refiriendo a aquellos lugares de la obra
en que intenta explicitar una teoría con la cual está trabajando. Y como
en toda expücitación que un autor hace de su teoría existe en realidad
un recorte y una selección, nos encontramos entonces con una situación
m uy particular: algunas de las formulaciones son incompletas con. ves­
pecio al trabajo que Freud presenta, por ejemplo, en los histoiiules
clínicos. Sucede algo bastante similar al trabajo sobre " L o Inconscien­
te" de la Metapsicología: en él Freud intenta una síntesis del conoci­
miento del inconsciente que, sin embargo, no contempla suficiente­
mente toda la elaboración freudiana sobre el tema del inconsciente, tal
como se desprende de los trabajos existentes hasta ese momento.
Por lo tanto hay que diferenciar entre la síntesis que un autor realiza
—la forma en que un autor se representa su propia te o ría - y la puesta
en práctica de su teoría más allá de la representación que ese autor se
haga. Con esto estamos retornando, en otro nivel, toda una problemáti­
ca que ya trabajamos el año pasado: la diferencia existente entre el ser y
(a representación que se toma como reflejando a ese ser. En este caso
tomamos por un lado la explicitación que se realiza de la teoría, pero
por el otro,1a puesta en acción de esa teoría que puede mostrar puntos
de fractura con respecto a la misma explicitación.
Partiendo de la explicitación, decía, se pueden encontrar tres
conceptuaüzaciones en Freud con respecto al Edipo, Comencemos con
la que aparece en la carta a Fliess de Octubre del 97, la del cap. de
"Muerte de seres queridos" y la mencionada en "U n tipo especial de
elección de objeto hecha p o r el hom bre", ei artículo de 1910. Freud
plantea lo que ya todos sabemos pero que en su época significó una
revolución: el deseo amoroso al progenitor del sexo opuesto y el deseo
hostil frente al progenitor del mismo sexp, deseo hostil que culmina en
el de muerte. Es en ese trabajo "Un tipo'especial de elección de objeto
frx h a p o r / h om bre" que Freud acuña por primera vez en su obra
escrita la expresión Complejo de edipo.. Previamente había utilizado
Edipo, por éjemplo en " L a Interpretación de los sueños" cuando
plantea el mito del Edipo, pero recién entonces utiliza la expresión
"Com plejo de Ed ip o ". Van a ver que no es por un mero interés de
erudición que hago hincapié en que la expresión "Complejo de Edipo"
aparece en 1910. Lo que estoy ubicando es una problemática y una
conceptuaüzación, que ya queda implicada por la elección de una
expresión como Complejo de Edipo y que corresponde a una época
definida. El término Complejo había sido utilizada por ei grupo suizo
de Bleuler y Jung, con quien Freud había empezado a intercambiar
científicamente. Freud toma de Jung lo básico del concepto denotado
por complejo. En Jung com plejo estaba implicando un conjunto de
ideas cargadas afectivamente que era capaz de guiar el curso asociativo.
E l primer uso del término "complejo" to hace Freud en 1906, en un
trabajo en el cual nos vamos a detener porque ha sido prácticamente
olvidado en Psicoanálisis y creemos que ofrece interés teórico: " E l
Psicoanálisis y el establecimiento de los hechos en los procedimientos
legales", escrito poco tiempo después de entrar en contacto con Jung.
En ese artículo Freud explica los experimentos de Jung, y de ahí va a
surgir ei concepto de complejo. Dice así: "L o s experimentos que ellos
llevaron a cabo (se refiere a Bleuler y Jung) adquirieron su valor por el
hecho de que ellos supusieron que la reacción a la palabra estímulo no
podía ser una cuestión de azar sino que debía estar determinada por un
contenido ideacional presente en la mente del sujeto que reaccionaba".
Les recuerdo los experimentos de Jung: se daban palabras-estímulo
V se registraban las asociaciones. La respuesta dfi acuerdo a la teoría nc
era por azar sino que ése estímulo caía sobre una estructura presente
del sujeto, y la respuesta nos informaba sobre la misma. Dice Freud:
"Se ha hecho costumbre nombrar como complejo a un contenido
ideativo de este tipo que es capaz de influenciar la reacción a fa palabra
estím ulo". Es decir, que Freud toma ese sentido que es el que va a ser
utilizado en su teoría. Y poco más adelante en el mismo artículo dice:
"Esta influencia —se refiere a la del complejo ideativo— actúa ya sea
porque ia palabra estímulo toca al complejo directamente, o porque el
complejo logra hacer una conexión con la palabra a través de lazos
intermedios".
¿Cuál es la importancia de ésto? Acá hay toda una teoría del
funcionamiento psíquico y de ¡a asociación de ideas: la teoría del<
determínismo. La teoría es de que aquéllo que preexíste a la palabra
estímulo es decisivo para la organización de la respuesta. El modelo
que plantea es el siguiente: 1o) algo existente dentro del psiquismo del
individuo, 2o) un estímulo y 3o) un efecto. La primacía no está dada
por el estímulo sino por el existente.
Esta idea constituye en Freud una verdadera estructura formal, cuyas
versiones particulares las vamos a reencontrar en el análisis de tos
sueños, de la transferencia, de las producciones psicopatológicas. A si:

I o) Existente Estím ulo contingente Efecto

2o) Deseo reprimido + Resto diurno Producción


onírica

Viejas relaciones Persona dei analista Transferencia


de objeta, fanta­ clínica
sías, emociones
an estada de re­
presión

4 °| Herencia + expe­ Acontecimiento Producción


riencias infantiles desencadenante sintomática

Lo importante a retener aquí es que el resto diurno, la persona del


analista o el acontecimiento desencadenante adquieren su eficacia no
por lo que son en sí mismo sino por su conexión con el existente.
Más aún, lo que determina que de la diversidad de estímulos presentes
alguno dé ellos se convierta en resto diurno es exclusivamente que
"despierta" e! complejo. A tal punto esto es así para Freud que entiende
a la transferencia clínica como algo que está en el paciente listo para
aprovechar a la figura del analista —éste sería la famosa pantalla neu­
tra— para abrirse paso. Más allá de la verdad que esté contenida en
esta suposición lo que ilustra es un modelo general: lo previo constituye
a lo posterior en significativo * .
Obsérvese entonces que lo que podría verse como simplemente una
teoría de la asociación de ideas es algo más, es toda una concepción de
la estructura y de) funcionamiento psíquico como lo evidencia el que la
reencontremos en el sueño, en la transferencia y en las series comple­
mentarias de la formación de síntomas. Resulta entonces que con el tér­
mino complejo Freud lo que estaba planteando es que hay aigo que
existe en el sujeto, frente a lo cual un elemento externo actúa ya sea
como un disparador que evoca, o como algo que permite la exterioriza-
ción de aquéllo que pugnaba por abrirse paso.
De esta manera se puede entender porque Freud dice en esta primera
época de su teorización, que el complejo de Edipo es central: hay un
conjunto de sentimientos, de aptitudes, de emociones, de ideas —ai cual
llama complejo—, que existen en el chico y que orientan su relación
hacia sus padres.
¿Por qué hago el énfasis en un conjunto de ideas, sentimientos,
afectos que existen en el chico? Porque toda esta caracterización de!
complejo de Édipo aparece centrada en el análisis de io que le pasa ai
chico. Es un existente que en función de sus pulsiones se orienta de
determinada manera frente a sus padres. Más aún, si tuviéramos que
elegir una metáfora o algún modelo que permitiera visualizar ésto
podríamos decir que en esta concepción el chico es el equivalente a un
imán dentro de un campo magnético; el imán ya tiene propiedades
de por sí, independientemente del campo magnético y en función de

* Hay por supuesto un otro modelo an F ro u d qua rompa con ia lirwaiidsd da )<s
carnación psicológica ¡jal antas qua condicione a lo posterior: 91 «I principio
da ia retroacción qus y* «parecí» mn ' •- y 'cto da 1895 {sacciom s 4, 5 y 8 da
la parta II) y muy *sp*cislmant« an *1 apartado 1 d » "Nuevas ob-tarvaeiorm
labra las neuropstcow* da dafansa" (1396$ y an ia "Etiología da la H ittarú"
(1897).
éste se orienta, entra en determinada relación con el campo magnético,
pero sus propiedades preexisten al campo, a tal punto que se orienta
de acuerdo a cómo estén previamente constituidos sus polos»
Para que se vea desde ya más claramente la diferencia con lo que
podría ser otra concepción del Edipo, que se desarrollará más tarde,
pensemos ahora en un trozo de hierro que no sea un imán y que se
halle en el interior de un poderoso campo magnético. Sus moléculas se
orientarán por influencia del campo, y luego ya fuera de éste se conver­
tirá en un imán artificial. A q uí ya no es un imán que se orienta de
acuerdo al campo sino algo que se convierte en imán en función del
campo, éste estructura a aquél. Por supuesto que el hierro tiene ya
propiedades que hacen que el campo magnético pueda influenciado
—no sucedería lo mismo con un trozo de madera—, pero el campo
aparece no simplemente interactuando con él, como era en el primer
modelo, sino organizándolo.
Volviendo ahora a la sexualidad del chico y de sus padres, aquél es
como eí trozo de hierro y no como el imán: lo biológico, lo previo, es
la condición de posibilidad para que actúe el campo edípico. Pero no es
una sexualidad ya constituida —como podría serlo la del anim al-
sino que se organiza en el seno de la estructura edípica. Y a tendremos
ocasión a lo largo del curso de ir dotando de contenido particular a esta
aseveración general.
Ahora bien, la concepción que aparece en la primera formulación
freudiana del Edipo es la de una sexualidad biológicamente determina­
da que orienta al chico — imán en el campo dinámico de la relación
con sus padres. Con todo Freud hace intervenir a los padres, aunque de
una manera muy particular. En el apartado sobre la "Muerte de seres
queridos", hay algunos párrafos que muestran que Freud no solamente
tenía en cuenta el Complejo de Edipo en el chico sino qoe otorgaba
también alguna participación a los padres. Dice así: "La atracción sexual
actúa también generalmente sobre los mismos padres, haciendo que
por un rasgo natural (enfatizo lo de natural) prefiera y proteja la madre
a los varones, mientras que el padre dedica mayor ternura a las hijas".
Y dice poco más adelante Freud: "Lo s niños se dan perfecta cuenta de
tales preferencias y se rebelan contra aquél de sus inmediatos ascendien­
tes que los tratan con mayor rigor". O sea, lo que hacen ¡os padres
provoca algún tipo de reacción en los chicos. Pero para que se vea
cómo todavía la influencia de los padres es entendida como p ura­
mente de interacción dice: "De este modo siguen (se refiere a los chicos)
su propia pulsión sexual (la palabra que subrayo es siguen). Y renuevan
at mismo tiempo con ello si estímulo que parte de ios padres cuando su
elección coincide con la de ellos". O sea, en última instancia Freud ve
como un encuentro entre dos entidades constituidas: los chicos siguen
su propia pulsión sexual y renuevan al mismo tiempo con ello el
estímulo que parte de los padres. Fíjense que aquí*el papel que queda
reservado a los padres no es de constituyentes de la sexualidad del chico
sino de algo que ¡nteractúa con algo que es propio del chico.
Y acá es donde se ve claro ia diferencia entre un enfoque inter-
accíonalista y un enfoque intersubjetivo. En el primero existen entidades
que interactúan, es decir que intercambian, que se influencian mutua­
mente. En un enfoque intersubjetivo no preexisten entidades que Ínter-
actúan sino que se constituyen como entidades en el proceso mismo de
la interrelación.
Ahora bien, el complejo de Edipo de la primera época freudiana,
caracterizado así, aparece como orientando la sexualidad infantil y sus
emociones. Por lo que habíamos dicho está centrado en qué le sucede
á! chico. Y fíjense que no es casual que se llame complejo de Edipo.
Si algún sentido tiene el genitivo "de", es que es el complejo que tiene
Edipo. O sea, complejo de Edipo nos está diciendo el complejo que
"te n ía " Edipo, con lo cual la misma expresión está marcando el interés
que centra la conceptuaüzación: ver qué es lo que le pasa a ese sujeto
que es Edipo.
Esto va a hacer que nosotros tengamos que diferenciar entre ei
complejo de Edipo, como algo que vive subjetivamente alguien,
y el Edipo como una estructura en la cual se da el complejo de Edipo,
diferencia que es central, y a ia cual más adelante me voy a referir.
Recapitulando: el complejo de Edipo está centrado en el chico, se
lo supone a éste un ente constituido en su sexualidad, cuya evolución de
naturaleza biológica y predeterminada lo hace dirigirse hacia sus padres.
Esta conceptuación no describe cómo se constituye su sexualidad ni
cómo se construyen sus deseos, ni eí papel que tienen los padres en ia
construcción de esta sexualidad.
Se podría decir que desde este punto de vista este Edipo no se puede
considerar un Edipo estructural. Primero porque no trata de caracterizar
a la totalidad de la estructura en juego, a los padres y al chico, y porque
no cumple con el sentido modarnv con que se utiliza el término
estructura, como un conjunto de elementos que se constituyen en la
relación y que son por lo tanto rigurosamente interdependien :
Sin embargo, este Edipo que no es estructural en sentido riguroso ya
Freud lo entrevee como estructurante. Ahora bien, en qué sentido es
estructurante? Este Edipo es estructurante de! sujeto en un sentido’
como consecuencia de esta sexualidad que se desarrolla en e! seno de
una situación edípica, como consecuencia de estos deseos -de tipo
incestuoso y hostiles que entran en contradicción con lo que Freud
llamaría las corrientes dominantes de la vida anímica del sujeto
—en síntesis la cultura—, todos estos sentimientos repugnan al sujeto,
y entonces Freud establece la concepción de la represión, de la
censura, como el mecanismo que constituye un tratar de colocar fuera
de la conciencia del sujeto aquéllo que lo repugna. Desde este punto de
vista el complejo de Edipo, aún con las limitaciones de esta época,
es estructurante en el sentido de la primera tópica, ya que contribuye a
la constitución del inconsciente. No lo funda, porque en Freud es la
represión primaria la que funda el inconsciente, pero contribuye a su
constitución. La sexualidad aparece así como dando origen a exclusio­
nes, y por lo tanto, en última instancia, a producciones sintomáticas
como retorno de lo reprimido.
Para poder diferenciar semánticamente a este Edipo del de la es­
tructura puede ser adecuado llamar al primero "el Edipo del m ito"
y reservar "el Edipo" para el estructural, como es la tendencia en el
psicoanálisis francas actual.
Había dicho que hay un segundo momento en Freud, que es el que
aparece explicitado ert "Psicología de las masas y análisis del Y o ".
Acá no solamente plantea lo que pasa durante ei período edípico y lo
complejiza —el Edipo completo: ambivalencia hacia ambos padres-
sino que plantea algo nuevo: la salida del Edipo con las identificaciones.
En este trabajo "Psicología de las masas y el análisis del Y o "
como consecuencia de lo que pasa en el Edipo el sujeto saie con deter­
minadas identificaciones, por dé pronto con su identidad sexual.
Hay un cambio-sustancial con respecto a la formulación anterior, por­
que la identidad sexual ya no se da por dada, por natural, sino que ia
identidad sexual es algo que se debe asumir, es algo que puede no
ocurrir, o puede ocurrir en una dirección distinta de lo que la biología
estaría determinando, como es el caso de la homosexualidad por
ejemplo.
Como consecuencia de estas identificaciones a )a salida del Edipo se
se forma el Superyo. Recuerden: heredero del complejo de Edipo en
el sentido que es el reemplazo de las q atexísW o b jeto -^ p o r las
identificaciones, y además se forma el carácter, como Freud lo plantea
en esa primera página del cap. III de " E l Yo y el E llo ".
E l Edipo acá adquiere un carácter más estructurante de la personali­
dad porque ya no aparece solamente constituyendo al inconsciente
sobre la base de una fundación previa sino que surge —estamos ya en la
segunda tópica— integrando parte de toda la arquitectónica del sujeto.
El sujeto se constituye como tal en el seno de ia situación edípica, por­
que si e! Superyo y el carácter se forman a consecuencia de lo que pasa
en ella, esta situación entonces aparece como condición estructurante
del sujeto.
En este sentido no hay un sujeto que preexista a la relación con los
padres. Es en el contacto con esos padres, movido por su sexualidad y
por su odio a sus padres que el sujeto se estructura de una manera de­
terminada. Podemos decir que es menos interaccionalista que el primer
modelo dado por Freud: ya no hay alguien que sigue su pulsión natu­
ral, sino que hay un interjuego que constituye a un sujeto. Considera
no sólo lo que pasa en el acmé de la situación edípica sino a ia salida
de ella, por lo tanto plantea la existencia de dos tiempos en ei Edipo.
En la obra freudiana viene después un tercer período, aquél en que
Freud dice que el Edipo no es igual para ia mujer que para ei hombre.
Establece una diferencia ya con respecto al período que acabamos de
reseñar en.que el Edipo era equivalente para ambos. Además convierte
a la castración en el centro del Edipo.
Con todo no aparece claro aún en estas formulaciones más tardías
sobre el Edipo cuál es la función, o qué es lo que quiere la madre. O sea,
qué es lo que pasa en la totalidad de la estructura edípica. Sigue centra­
do el análisis en uno de los polos de la estructura edípica, el chico.
Es acá donde aparece verdaderamente el mérito de Lacan, quien
amplía el concepto de complejo de Edipo, ya no a io que pasa en el
chico sino a lo que pasa en una situación dentro de la cual el chicó está
incluido. Cuando afirma que el chico es el falo de la madre ya está
diciendo qué es el chico para la madre, pero además de que nos está
hablando de la madre nos muestra a ésta constituyéndose en relación
con et chico. Porque si el chico es el falo para ia madre ésta se constituye,
en función del chico, como teniéndolo. La madre ya no es un ente sino
que es alguien que se conforma, se estructura, en interdependencia con
ese chico. Sin embargo el análisis del padre en tanto sujeto no aparece
tan claramente delimitado. .Se podría decir, y ya io vamos a trabajar,
que se ha llevado a un primer plano la función de! padre, ó sea el pape!
que juega para esa diada madre-hijo, pero lo que no aparece estudiado
es qué significa para el padre que la madre tenga el falo a través del hijo,
que sea ilusoriamente la ley, etc. Mientras que se describen los efectos
que las funciones de la estructura inducen en lo imaginario de la madre,
y del chico no sucede lo mismo con el padre, inclusive algunos trabajos
como e! de Moustafá Saffouan, miembro destacado del grupo lacaniano,
cuando analiza la función del padre real lo que le interesa es qué pro­
duce éste erí la diada madre-hijo.
Ahora bien, no queremos anticipar en forma de aforismos lo que
merece ser objeto dé un estudio detallado y de lectura de textos, pero
teníamos interés en plantear cuestiones que dieran dimensión a ia
discusión. Hay muchos otros problemas que deberemos debatir con
detenimiento: ¿Cómo se constituye la sexualidad, la elección de objeto?
¿Qué papel juegan las. pulsiones? ¿Cómo se encuentran éstas y se
inscriben en un orden cultural? ¿Cómo se pasa de lo biológico a lo
cultural? Esto es en síntesis de lo que trata de dar cuenta el complejo
de Edipo de la segunda época freudiana —El Yo y el E llo - , cómo se
pasa de lo biológico a lo cultural. .
, Pero el Edipo es clave también para entender la constitución de
los mecanismos de funcionamiento psíquico y entre ellos los de defensa.
Durante mucho tiempo se pensó que los mecanismos de defensa eran
algo que naturalmente estaban dentro de un individuo, y de los que dis­
ponía para protegerse de las ansiedades de la situación edípica.
Mientras que la fuga frente al peligro puede ser un instinto —en el
sentido de los etólogos— que se trae desde la filogenia, la negación
freudiana, para tomar un ejemplo, depende del lenguaje. Por algo lo que
la caracteriza es el signo lingüístico “ no". Y si es del resorte del lenguaje
ésto implica que el sujeto no sólo debe adquirirlo sino que lo recibe de
los que le aportan el lenguaje: sus padres. Más aún, si los mecanismos
de defensa son operaciones del pensamiento, formas de manejar
sím bolos, en el código operatorio que se aporta en la situación edípica
al chico por parte de los padres se halla la condición de posibilidad
de la existencia de los mecanismos defensivos.
Pero esto no es todo. No solamente los padres aportan un conjunto
de operaciones posibles sino que privilegian algunas dentro de ellas.
A sí, para tomar un sólo ejemplo que sabemos simplificante pero al
mismo tiempo ilustrativo, el discurso colectivo de ciertas famil.ias que
constituyen verdaderos rodeos en torno a temas que no son tocados
directamente sino que quedar, demarcados por su ausencia,,facilita por
¡htroyección un tipo de pensamiento individual en que la evitación gs
un rasgo-distintivo. La identificación juega, por tanto, un papel central
en la constitución de los mecanismos de defensa 8n a! sujeto. Y como
son procesos que ocurren en el seno de una situación, la edrpica, que
está marcada por i f e e o s , los mecanismos de funcionamiento de los
padres serán aceptados o rechazados según como quede ubicado el
chico frente a aquéllos.
El Edipo aparece así condicionando los mecanismos de defensa, y no
éstos como algo que enfrenta a lo edípico. Y a volveremos en el curso a
tratar de desarrollar lo que ahora aparece como una formulación
general.
Les había dicho que Lacan amplía el Edipo mediante una conceptua-
lización que puede ser considerada más estructural, y surge entonces la
pregunta: ¿cuál es la relación entre este Edipo y la cultura? El Edipo
que nosotros analizaremos es un Edipo mutilado, es un Edipo que a su
vez no está definido con respecto a una estructura más amplia en la
cual está inscripto que es la estructura de la cultura. Existen en este
momento pistas para tratar de estudiar una articulación entre la cultura
y el Edipo, pero son pistas a ser desarrolladas y quizás es el terreno más
inexplorado de toda la teoría. Pero se nos plantean muchos problemas
más que yo quiero ir señalando para que tengamos motivo de reflexión
y que se puedan convertir en problemática que nos sea fructífera a lo
largo del curso.
El complejo de Edipo es inconsciente en el sentido sistemático,
es decir algo que no puede hacerse concieot» mediante catexis de
atención —que sería el caso del prrtonsciente— ya que los deseos
incestuosos y hostiles constituyen el núcleo de lo reprimido. Tenemos
entonces una primera tesis: el complejo de Edipo pertenece al in­
consciente en sentido sistemático. Ahora bien, si en ese complejo
inconsciente se desea eliminar al padre para poderse quedar con la
madre —ya que ésa es en ia conceptualización freudiana la causa prin­
cipal del deseo de muerte sobre e! progenitor del mismo sexo—
ésto implica una lógica de oposición: '’o él o y o " , ''si él tiene a mamá
no la puedo tener yo, luego él debe desaparecer".
Por otra parte si existen conflictos inconscientes, con ideas que se
oponen entre s í y que serían la causa de defensas también in­
conscientes, ¿todo ésto no indicará que en el inconsciente existe con­
tradicción, que los contrarios no pueden coexistir, ya qué de ser asi
cómo podría haber conflicto?.
Y entonces, ¿cómo se articula !a existencia del conflicto inconscien­
te y de la contradicción que implica si completo de Edipo reprimido
con ' 3 aseveración repetida hasta ei cansancio ro sin extraer conse­
cuencias de ella de que en el inconsciente o hay contradicción?
¿Cómo se articula la teoría del Complejo de Edipo con la teoría del
inconsciente? Esta es una problemática que deberemos también encarar
en nuestras rsur^onas.
Uds. se pueden preguntar a esta altura ¿y qué tiene todo ésto que
ver con la Psicopatología, con las perversiones? Demos desde ya la
respuesta; sí el Edipo interviene determinando el tipo de elección de
objeto, la identidad del sujeto, cómo éste y su deseo se constituyen,
sus mecanismos de defensa, la perversión que implica una determinada
identidad, una posición frente al deseo, una elección de objeto, estará
entonces marcada por el Edipo.
Es por ello que abordar al tema de! Edipo no es dar un rodeo sino
iniciar la consideración del problema que nos ocupa.
Hoy vamos a empezar !a presentación del Edipo según Lacan.
Es verdaderamente una empresa pedagógica sumamente complicada la.
de trasmitir una lectura sobre este tema a una población de formación
desigual. Hay quienes no saben absolutamente nada de Lacan y hay
quienes tienen una lectura previa. Por otro lado hacer esa trasmisión
tratando de ser lo más fiel a los textos exige un trabajo de interpreta­
ción de los mismos, dado que el texto no es transparente —y mucho
menos en Lacan—, con lo cual la deformación por parte de cualquier
expositor es un riesgo difícil de sortear. Hay una dificultad adicional
que'es la de que nosotros tenemos un corpus reducido de textos, faltan
aquellos seminarios que nunca se han publicado. En este sentido no
queremos dar la imagen de una lectura acabada. Pero al mismo tiempo
nos preocupa que ei decir ésto —de que no es una lectura acabada— nos
lleve a la conclusión de que la incomprensión o contradicciones que
podamos descubrir sean atribuidos exclusivamente a lo completo de
la lectura, y que aparezca la ilusión de que cuando se publiquen los
seminarios esas incomprensiones o contradicciones desaparecerán.
A la conclusión de que la lectura es incompleta no se opone aquella
otra: de que la teoría presenta incompletudes, ambigüedades, puntos
importantes no aclarados. En Lacan uno tiene la convicción de que
muchos problemas importantes han sido intuidos, o se los ha rozado,
se han dado pistas, pero no han sido desarrollados.
Quisiéramos, hacer una aclaración ulterior, y el hecho de tantas
aclaraciones marca lo que significa para nosotros tener que introducir a
Lacan. Su incorporación al programa de este año no debe tomarse como
adherencia a! sistema mismo, sino como resultado de la convicción de
que en ciencia no nos podemos permitir el lujo de descartar una teoría
por las dificultades que presente su comprensión. Obviamente estas
dificultades tampoco son indicio de verdad, pues !a fascinación que
ejerce lo misterioso que haya en una teoría no nos asegura que‘en ella
haya un tesoro oculto. No siempre la selva encierra una ciudad perdida,
a veces al cabo de mucha búsqueda uno termina descubriendo que
sólo hay una maraña de vegetación.
Las dificultades de una teoría, la pedantería de su autor, el ornato
que otorga su difusión, que de ella se hayan derivado preceptos técnicos
que sean adecuados o no, no constituyen elementos para prejuzgar
sobre la verdad o falsedad de la misma. En todo caso esos son puntos de
reparo cuando a falta de comprensión de la teoría no se tiene más reme­
dio que ir a ¡a búsqueda de indicios exteriores a la teoría misma para
poder juzgar su validez. No se puede estar a la pesca de signos superfi­
ciales que permitan una ubicación fácil para aceptar o descartar ia
teoría, como serían por ejemplo si ei movimiento lacaniano tiende a
expandirse o tiene signos de decadencia o no. Sería lo mismo que
suponer que la verdad de una teoría matemática depende, a favor o en
contra, de que su expositor use polera o le guste imprimirla al revés.
Los defectos o virtudes personales de los sostenedores de una teoría no
dicen nada de ella, de su contenido de verdad.
Vayamos ahora a nuestro tema.
El Edipo en Lacan es la descripción de una estructura intersubjetiva,
ésta es la primera aproximación.
Trataremos de ver, entonces, cuál es el concepto de estructura que
está en juego en el Edipo lacaniano.
11 Una estructura como una organización caracterizada por posicio­
nes o lugares vacantes que pueden ser ocupados por distintos persona-,
jes. Tomemos una metáfora: una pieza teatral en que existen personajes
o roles que son protagonizados por los actores, que al asumir el rol
ejercen las funciones marcadas por el mismo. E? evidente que el actor
no es el rol sino que lo encarna. Una segunda metáfora: el teatro griego
de máscaras, donde bajo la máscara de los perspnajes sólo tres actores
eran los que representaban la totalidad de los mismos.
2) Es importante también el concepto de función matemática. Una
función matemática es una relación entre dos variables- Cuando se dice
por ejemplo que " y " es función de " x " , y se toma una de ambas, en
este caso a " x " como la variable independiente y a " y " como la variable
dependiente, lo que se está queriendo decir con que “ y " es función de
" x " es que “ y " varía en la medida que varía " x " , o que tiene una cierta
correspondencia con las variaciones de " x " , dada una determinada ley.
Esto resulta bastante importante en la concepción del Edipo lacanÍ3no,
dado que en realidad no se trata de valores fijos o lugares vacantes que
se definan de por sí sino que cada uno es función del otro personaje.
A sí, por ejemplo, el padre as tal en relación a alguien que es híjo y
viceversa.
Con una complicación adicional: cuando uno crea una estructura
matemática, un algoritmo del tipo "y es función de x " , en esas condicio­
nes hay algo que es la variable independiente. En el Edipo lacaniano na
hay hada que sea variable independiente, están mutuamente condicio­
nadas. Y sí en todo caso hubiera una cierta semejanza con la metáfora
que estoy haciendo, lo que ia validaría como metáfora, es que en el
primer tiempo del Edipo la variable independiente sería la madre,
aquélla de la cual , depende el chico, quedando éste determinado en
función del deseo de aquélla. Pero tampoco llega a constituir una varia­
ble independiente en el sentido literal que tiene en matemáticas, pues
la madre fue variable dependiente en relación a un Edipo, y así en la
cadena de las generaciones.
35 Otro elemento para tener en cuenta en el concepto de estructura.
es eí que ha sido tomado de Levi-Strauss: Las estructuras elementales
del parentesco como codificación de alianzas que resultan del inter­
cambio de mujeres. Las mujeres son cambiadas entre los hombres,
circulan entre ellos.
4) Derivado de lo anterior: lo que circula es lo que va a determinar
la posición deí personaje. Nuevamente una metáfora, tomada de Lacan,
para ¡lustrar qué es lo que se quiere decir con que lo que circuía va
determinando la posición del personaje, o mejor dicho va marcando una
determinada posición en la cual la persona que se encuentre en esa
posición tomará las funciones, las propiedades de la misma. Pensemos
en ese juego dei aniiiito en que varios personajes en círculo hacen
circular un aniiiito. El valor que toma una de las personas en el juego
depende del lugar donde el aniiiito esté escondido. Este es el que deter­
mina qué persona adquiere un valor especial. Las personas en sí, por lo
que son, no se diferencian las unas de las otras en cuanto al juego.
Sólo por el hecho de que en poder de una de ellas cae el aniiiito
adquiere un status particular. Se puede decir que ei aniiiito marca e
instituye una posición: aquélla en que el anillo se encuentra. Pero no
sólo determina la posición del que tiene el anillo sino que por contraste
los demás integrantes de la ronda quedan marcados como no teniéndolo.
Ei que tiene el anillo pasa a desempeñar determinado rol, los que no,
tienen otro, y el personaje que está buscando elj)¡jiü%.qu*da^m:»rcado
como equivocado o acertando, haciéndose acreeddr al premio o al casti­
go, de acuerdo a que diga que tiene el anillo aquél que en efecto
lo tiene.
Supongamos ahora una condición psíquica tai que uno de los miem­
bros del círculo cuando el anillo llega a su lugar en vez de creer que el
el anillo le otorga a él una posición y un valor, se cree que él mismo es
el anillo, que el valor que tiene es por é! y no por el anillo. Para él,
si él es el anillo no existe éste como algo que circula y otros lo' pueden
eventualmente tener y él a su vez no tenerlo, perderlo; él es el anillo y
no hay distancia con respecto al anillo. El anillo como elementcr inde­
pendiente de él ha desaparecido de la representación que él se hace.
Ahora bien, desde el punto de vista de un observador que teorizase
sobre la estructura de ese círculo de persogas las cosas son como hemos
descripto en la primera parte: hay un conjunto de personas y algo —el
anillo— en circulación que determina las posiciones. Pero desde la
representación que se hace este hipotético sujeto está aquél que es el
anillo y están los que no son anillos. Quisiera que mantuvieran a todo
lo largo de la presentación hoy esta diferencia existente entre obser­
var el círculo desde alguien que teoriza la estructura y la representación
ilusoria que se puede hacer alguien desde adentro de la estructura,
Imaginemos ahqra que ese personaje que se creyó el anillo tuvo
sentado a su lado, como socio, a un otro personaje que deseaba intensa­
mente tener pl anillo. Que siempre sintió que ese anillo lo haría
inmensamente teljz, que era aigo que le faltaba y que el día que tuviese
un anillo sería completo. La metáfora no está tan alejada de la realidad
si se reemplaza anillo por cualquier otra cosa, inclusive c: se la literaliza
en el anillo mismo- En un momento dado le dice a su socio' "vos sos el
anillo", y é$tq cree serlo. Ni siquiera le llegó el anillo real, pero el socio
lo convence qwe lo es para de esa manera tener ai anillo. E l socio que
desea fervientemente tener el anillo, lo puede lograr si él mismo se
convence de que el otro es el anillo y para completar la ilusión requiere
que el otro se convenza de que efectivamente lo es. Queda claro acá
que !a representación que se hace alguien, en este caso el personaje
hipotético y su socio, está bien alejada de la descripción de la
estructura real.
Ahora bien, el Edipo lacaniarto es la descripción de una estructura y
de ios efectos de representación que esa estructura produce en ios que
la integran.
La pregunta clave acá es entonces: si lo que determina la posición de
tos personajes es algo que circula, ¿qué es lo que circula entre los
miembros de la estructura dsl Edipo? Y la respuesta es taxativa: ei falo,
por lo tanto la elucidación del concepto de falo se va a convertir en
algo Central para nuestra exposición, y no puede reemplazar al concepto
de falo la descripción simple de los tres tiempos del Edipo. Es necesario
captar qué es lo que se quiere decir en la teoría lacaniana sobre el falo.
Nuevamente la empresa no es simple y, para poder construir el con­
cepto de falo en Lacan, vamos a seguir un doble movimiento expositivo:
vamos a ir de la abstracción del concepto de falo a lo que es su ejempli-
frcación en los tres tiempos del Edipo, deteniéndonos en el primero.
De ahí vamos a volver al concepto de falo para tratar de precisarlo.
Al mismo tiempo para dar solidez a los conceptos que expondremos
intentaremos ir marcando la procedencia de los mismos en los textos
de Lacan que recorremos para su construcción.
Veamos dos definiciones del falo: 1) "el falo es el significante de una
falta" (en La significación del falo, que está en "Lectura e stru ctu ra r­
ía de Freud"); 2) "el falo es el significante det deseo", en "Las forma­
ciones del inconsciente" ¡edit. Nueva Visión, pág. 112).
Acá aparece la necesidad de aclarar un otro articulador, el concepto
de significante ya que forma parte de la definición y así vamos a tener
que ir procediendo en la exposición, con lo cual se dan cuenta que
a medida que vamos-introduciendo algo, tenemos que ir introduciendo
una otra cosa. Esperemos no hacer una regresión al infinito que sea una
especie de deslizamiento interminable que realmente no permite
captar nada.
Veamos cuál es el concepto de significante en Lacan. Por de pronto
una aclaración: el concepto de significante de Lacan no es una copia
no es una reproducción del concepto de significante en lingüística, es
en realidad una derivación del concepto de significante en lingüistica.
Hay un artículo en castellano que puede ser útil, el de Jorge Jinkis
sobre " E l significante", en la Revista ¡mago, en el número "Qué dice
Lacan? " , artículo que en lo esencial sintetiza e¡ trabajo "Le titre de la
iéttra", de Labarthe, P .L . y Jean L. Nancy, Editions Galilée, 1;973.
Este trabajo es, en lo que yo conozco, el intento más sistemático de
precisar el concepto de significante en Lacan, en base al estudio de
" L a instancia de la letra en el Inconsciente", que está traducido —este
últim o—, en "Lectura estructuralista de Freud".
Dejo de lado una serie de propiedades que tiene el significante en
Laqan a fin de señalar en una primera aproximación las que me parecen
particularmente relevantes para poder entender qué se quiere decir con
que el falo es el significante de una falta *. En primer lugar el significan­
te es una traza materia!. Es una huella acústica, una imagen visual, algo
del orden de lo sensible o capaz de convertirse en perceptible. Simple­
mente para aclarar más: una imagen del sueño tal como se presenta, un
fonema, una palabra, un olor determinado, todos ellos en la medida en
que se diferencian de otras imágenes, fonemas, palabras, olores, se
constituyen en significantes.
Segundo, en el significante y por medio del significante algo queda
inscripto que es de otro orden. Esto es central: el significante sirve para
que en él se inscriba algo que es de otro orden. ¿Qué se quiere decir con
que algo queda inscripto? Un ejemplo, se siente una necesidad orgánica
y se dice: "tengo hambre", se transpuso la necesidad orgánica en térmi­
nos del lenguaje; el "tengo hambre" ya tiene una diferencia con res­
pecto a la necesidad orgánica. Simplemente por el hecho de que algo
pasa a ser registrado en otro nivel, como el del lenguaje, hay algo que no
va a ser registrado, hay una transposición. O sea algo que es deformado,
capturado en otro registro. En el concepto de inscripción, de que algo
queda inscripto en un significante, está involucrado el concepto de
transposición, de deformación, de algo que queda sin inscribir, simple­
mente por el hecho de que se pase de un orden a otro orden. En este
sentido digo que inscribir es trasponer, alterar. Hay una distancia
esencial entre lo que se va a inscribir y el material que va a servir de
soporte para esa inscripción. Un chico se inscribe en el Registro Civil,
lo que en un nivel es un chico, en el otro es un nombre; se ve muy claro
que en ia inscripción hay una transposición. Más aún, alguien puede
estar inscripto en el Registro de Defunciones, está inscripto —presente—
en el registro pero está inscripto en tanto ausente, es decir en tanto
inexistente, y éste es un rasgo esencial del significante. El significante
inscribe algo que es una ausencia, aparece en lugar de la cosa, en

* Ex-profeso, para no complicar desmesuradamente ei desarrollo, no examino el


encadenamiento significante, la primacía del significante sobre el significado,
la barra resistente a la significación, ia diferencia entre significado, significa­
ción y significancia. Me remito a los artículos citados y ai articula "L a prima­
cía del significante" en pág. 392 del "Diccionario Enciclopédico de tas
Ciencias del Lenguaje", de Ducrot y Todorov, Siglo X X I.
sustitución de una ausencia; no se inscribe en realidad un existente
—el chico en el Registro Civil no queda a llí— sino que lo que se
inscribe és'un ausente.
Ahora bien, ¿qué es lo que pasa cuando lo que hay que inscribir en
vez dé ser un existente que va a ser transpuesto, es una falta, una
carencia? Ló notable es que el significante, traza material, en el que
esa falta se inscribe aparece como una presencia, el significante materia­
lidad aparece como aquéllo en que queda registrada la falta. Se puede
producir entonces la ilusión de que si está el significante, si hay algo
—incluso que es material— no falta nada. Es porque la falta se inscribe
como presencia que se puede producir la ilusión. Hay otros tres atribu­
tos del concepto de significante en Lacan que son: el de que un
significante remite siempre a otro significante —la cadena articulada—,
el que se define por los rasgos o elementos diferenciales en pares de
oposición, y e¡ último que aún cuando no lo desarrollemos hoy veremos
que tiene una importancia realmente central para poder salir de algunas
impasses teóricas: que los significantes se combinan de acuerdo a leyes
de un orden cerrado. Esa expresión de Lacan que puede parecer
enigmática sin embargo puede ser aclarada. ¿Qué se quiere decir con que
el significante se combina de acuerdo a leyes de un orden cerrado?
Significa que las leyes combinatorias no son azarosas, responden es­
trictamente a leyes; o sea que el significante no puede hacer cualquier
cosa, sino que existen leyes que rigen su combinación.
Lo relevante para lo que nos ocupa es que el significante a) es una
traza material, b) que en él y por medio de él algo queda inscripto,
algo que es de otro orden, que'hay una transposición. Y la otra pro­
piedad que también es esencial para la discusión de hoy es que el signi­
ficante siempre puede ser tachado —dice Lacan— anulado, destituido
de su función (Formaciones del Inconsciente, pág. 112). Qué se quiere
decir con tachado, anulado, destituido de su función. Tachado, o sea si
está presente podría no estar presente, o sea el significante aparece como
presente por contraste con una ausencia posible. En este sentido puede
ser anulado o reemplazado por otro significante, y acá es donde está la
idea de que puede ser reemplazado siempre por otro significante.
Vemo presentado asi muy esquemáticamente el concepto de signifi­
cante en Lacan *. Apliquémoslo al falo. Ei falo es entonces ¡o que

* Ei otro a»,ecto esencial dei significante sn ia teoría i¿cancana es ei da qtia no


representa a la significación sino que la engendra.
aparece como lo que está en lugar de la falta. O sea "el falo es el signifi­
cante de la falta'' significa el falo es aquéllo en lo cual se inscríbe la
falta, está en lugar de la falta. Desde la subjetividad del sujeto —aún
cuando parezca una redundancia creo que es importante este nivel des­
criptivo—, desde esa subjetividad, al aparecer como una presencia el
falo produce la ilusión o posibilita la ilusión de que no falte nada,
flepárese entonces que desde la descripción de la estructura el falo es la
marca de la falta —cómo está inscripta la falta—, pero debido á que esa
falta aparece inscripta como una presencia, desde la subjetividad apare­
cen dos posibilidades: 1) Si está presente la imagen hay ilusión de
completud, no falta nada; 2) Pero la segunda posibilidad en la cual
vamos a insistir cuando hablemos del falo simbólico es la de que algo
que está presente se pueda perder. O sea que hay un aspecto esencial­
mente paradojal entre este doble punto de vista sobre el falo: que desde
la teorización de la estructura sea siempre el significante de una falta,
pero sin embargo desde la subjetividad pueda ser vivido como un pleno,
como una completud. Veamos entonces una primera aproximación a la
caracterización del falo. El falo imaginario es lo que completa una
falta (ya vamos a ir viendo en la tercera clase por qué hablamos del
falo imaginario). El falo imaginario —decía— es lo que completa una
falta produciendo la expansión del narcisismo, su satisfacción. Algo
que es vivido por el sujeto, como falta —estamos en el nivel de la
subjetividad— encuentra algo, que puede ser cualquier cosa, que produce
1a ilusión cuando se lo tiene de que se está completo. 0 en otros térmi­
nos, el individuo siente que algo le falta, ese algo sería para él lo que le
completaría si lo tuviera. El falo imaginario le permite mantener la
ilusión, entonces, de que nada falta. Esto es lo que se llama la función
imaginaria del falo. Y el objeto que lo cumple, cualquier cosa se
convierte en el falo imaginario.
Examinemos más en detalle la idea de que cualquier cosa puede ser
el falo imaginario. Para indicar cómo el falo imaginario en la teoría
lacaniana no es solamente el pene sino aquéllo que produce la sensación
de completud, de perfección, veamos dos citas de Lacan. Este dice:
"esa experiencia privilegiada que hemos descripto como fase del espejo
y que le abre nuevas posibilidades, la de situar al falo en tanto objeto
imaginario, coq que el niño debe identificarse para satisfacer un deseo
de la madre, y que se enriquece con esa cristalización del Yo bajo la
forma de imagen del cuerpo" (Formaciones del Inconsciente, pág. 91).
Acá se presenta una dificultad expositiva en el curso: los que vieron
la fase del espejo el año pasado tienen una mayor captación de éste,
pero para los nuevos hago una digresión aclarativa.
El chico siente su incoordinación motriz. A determinada edad ve en
el espejo su imagen que se le aparece como completa en contraste con
su incoordinación motriz. Con esa imagen de completud é! se identifica.
El cree que es ese ser completo. Esa imagen con ia cual se identifica es'
su Yo . Como se dan cuenta la imagen en e! espejo lo que logra es
obturar, cerrar, tapar una sensación de incompletud que estaba dada
por su incoordinación muscular. El es —en su representación— ese ser
completo que aparece en el espejo.
Hay una segunda cité en "Las formaciones de! Inconsciente", pág. 9 2 ;
"y en !o imaginario el falo representa lo que siempre se disfraza por el
mismo hecho de la existencia del significante. Ciertos elementos desem-,
peñan en él ün papel cristalizante, la imagen del cuerpo y la dominación
de sus miembros por et sujeto" (subrayado m ío!. O sea, cuando el falo
como significante de una falta queda ímaginarizado en términos de un
objeto concreto, este objeto puede ser el cuerpo, la dominación de los
miembros, el pene, e! dinero, el auto. Entonces todas esas pueden ser
versiones del falo imaginario en la medida que en la subjetividad lo que
hsc' ri es completar una falta.
veamos un poco más ésto. Si el falo es el significante de la falta,
aquéllo en lo que se inscribe la faíta, pero a! mismo tiempo lo que
completa la perfección, este completar la perfección implica una escala
de valoraciones. ¿Qué se quiere decir con escala de valoraciones? Se
quiere decir que si tiene determinado atributo el sujeto tiene e! máximo
valor narcisiste y ocupa un tugar de preferencia a los ojos del deseo
de! otro. En términos de la segunda tópica, se está identificado con el
Y o Ideal. ¿Cómo se puede inscribir este máximo valor que le permite al
sujeto ocupar el lugar de preferencia, ser objeto del deseo en definitiva,
ser el Yo Ideal? A través de cualquier atributo, de cualquier rasgo que
para la madre —para el deseo de la madre— se haya convertido en la
máxima valoración. Podrán ser los rulos de la nena, podrí s,er la habili­
dad futbolística del nene, la inteligencia, lo que sea, pues entonces
cada uno de estos elementos constituye verdaderamente un significante
en el sentido efe que es una imagen en 1a cual Se inscribe algo. Y ese
■significante podrá ser un hijo, podrá ser el pecho, podrán ser las heces,
podrá ser el pene, ese significante podrá ser realmente un número infini­
to de imágenes posibles, el dinero, la inteligencia, la belleza, la sabidu­
ría, la rectitud, la bondad, etc.
Aclaremos ya que habíamos dicho antes que e! significante tiene una
traza material y ahora decimos que la belleza, la inteligencia, la sabidu­
ría, la rectitud, la bondad son significantes. Que estos términos designan
entidades abstractas, desde el punto de vista de una teoría del lenguaje,
no impide que en la subjetividad la inteligencia aparezca en forma de
entidades concretas: alguien haciendo rápidamente tal cálculo, resol­
viendo tal problema, etc. La bondad como alguien dando a otro el
último trozo de pan que le queda, perdonando una ofensa, etc., etc.
En la individualidad de cada sujeto las cualidades abstractas quedan
inscriptas en términos singulares, discretos. Para cada uno la bondad
será tal o cual acción, percibida alguna vez o nunca —simplemente
imaginada— pero siempre ubicable en términos de una situación pensa­
da, es decir existente en el psiquismo en términos de imágenes, palabras.
Es decir, ubicable en términos de traza.
Ahora bien, ¿por qué decimos, que éstos sen significantes? Porque
pueden tener distintos significados. ¿En qué sentido se diferencia ésto
de un signo? Recuerden que en Saussure el signo es esa entidad, esa
unidad bifásica de significante y significado. En cambio acá el hijo en
tanto significante no tiene de por sí un valor. Por ejemplo el hijo de ia
madre soltera, o el hijo mogólico para la madre es un hijo —está ahí el
significante hijo— pero sin embargo ¿cuál es el significado que tiene
para la madre? ¿Máximo valor ideal narcisista. Y o Ideal qus •;
chico y por eso la convierte a la n-adre en ia que tiene el Y o Idsi»/
No, muy por el contrario. 0 sea que lo interesante es que cada una de
estas cosas pueda tener ei valor totalmente contrario. El significante
no está soldado al dignificado. Otro ejemplo: el dinero en tanto signifi­
cante. Puede ser el máximo valor para alguien pero por el contrario
puede ser el mínimo valor para el asoí' i. Hasta el pecho cuyo volumen
fue realmente un significante en e! cuai se inscribía la máxima valora­
ción de la belleza, en la actualidad con Twiggy o personajes como ella se
han convertido ahora en aquéllo que de ser tenido en esas dimensiones
voluminosas convierten en el negativo det Y o Id*-?! Lo prosaico det
ejemplo no obstaculiza el captar q'ye ei pecho de prXui no es un signe,
sino un significante que puede ser significado y se a inscribir en I»
máxima valoración o no.
Acá ya podemos hacer una primera aseveración de tipo general que
nos va a permitir ir adentrándonys ?rt la lectura del Edipo lacan i ano.
Ef Edipo freudiano está centrado u,s<tedor de la satisfacción de la
pulsión, el lacaniano en realidad ai¡gtifiü! jí < satisfacción del
narcisismo. De acuerdo al falo que va circulando, otorgando la máxima
valoración, se puede entender cómo se van ubicando los distintos perso­
najes frente a ese falo cuya posesión otorga una determinada satis­
facción narcisista. En el primer tiempo: e! niño es el falo, la madre
tiene el falo; eí padre no aparece suficientemente desarrollado en la
teoría, qué es lo que pasa con él (me refiero al padre real, no al padre
simbólico). En el segundo tiempo el niño deja de ser el falo, la madre
deja de tener el falo, pero todavía en el segundo tiertipo el padre es el
falo omnipotente que puede privar a la madre. Recién en el tercer
tiempo el padre tiene el falo pero no es el falo. El falo se encuentra por
fuera de! padre. El es alguien que lo posee. Es decir que en el tercer
tiempo el falo es reinstaurado en la cultura, dice Lacan. No es la madre,
ni el niño, ni el pene del padre, ni e! padre mismo; el padre y el niño
pueden tener penes pero estos son diferentes del falo. Fíjense entonces
que el Edipo consiste en superar el falo como aquéllo que se es, para
arribar al falo como aquéllo que se tiene, o en un sentido más riguroso
consiste en separar el falo de sus representaciones, entre ellas el pene
en primer lugar.
Una acotación acá que puede ser interesante aunque sería digna de
todo UQ desarrollo. Cuando Melanie Klein convierte al pecho en ia
máxima valoración, o sea aquéllo que es envidiado, deseado por el
chico, y que da lugar a todo ese juego intersubjetivo en torno al pecho,
en realidad M .K. estaba describiendo algo verdaderamente importante.
Lo que pasa es que no ubicaba ai pecho como aquéllo que quedaba
revestido de valor fálico en un período determinado, o sea había con­
vertido a! pecho en vez de un significante verdaderamente en un signo.
Y no se puede decir que ia diferencia con Lacan está simplemente en
que Lacan hable de falo y M .K . de pecho, porque el falo de Lacan no.es
él pene, no es un objeto parcial. Por lo tanto no es el reemplazo de la
importancia del pecho sino que es entrar en un orden de conceptualiza-
ción completamente distinta como se ve por este análisis que estamos
haciendo.
Retomando, había planteado que luego de introducir así brevemente
e! concepto de lato, vamos a tratar de caracterizar el primer tiempo del
Edipo lacaniano para después volver nuevamente al concepto de falo,
tratando de precisar con mayor rigor el falo simbólico y el falo ima­
ginario.
E n el primer tiempo del Edipo se consideran dos personajes y la
relación entre ambos. Esos dos personajes: el niño por un lado desea
ser todo para la madre, desea ser ei objeto del deseo de la madre;
para eilo sé convierte en aquéllo que la madre desea. Su deseo es deseo
del otro, en el doble sentido, o sea ser deseado porel otro, y de tomar
el deséo del afro como si fuera el propio.
¿Qué es to ■que determina que el chico desee ser el objeto del deseo
de la madre? Lacan responde: No la dependencia vital sino la depen­
dencia de amor. El niño se identifica con aquéllo que es el objeto del
deseo de la madre, cree que es por él que la madre es feliz. En la
metáfora que habíamos utilizado él se siente ei anillo y cree que la
madre lo ama a él; no sabe que la madre busca otra cosa más allá de él:
la completud narcisista de ella.
O sea, que en el primer tiempo del Edipo tenemos a ia madre, el
niño y el falo; se ha creado así lo que en Lacan se llama el ternario
imaginario (por ejemplo en el trabajo sobre "D e una cuestión preliminar
a todo tratamiento posible de la psicosis"). En el primer tiempo Lacan
dicfc que la metáfora paterna actúa en sí porque está inscripta en ia
cultura. Quiere decir que si bien para ei chico no existe el falo simbólico
—él se cree el falo— y no sabe que existe otra cosa más allá de él
—en el inconsciente de ia madre sí existe el falo— o sea en el in­
consciente de la madre el falo está simbolizado.
Lacan plantea que para el chico en la relación primordial con la
madre ésta es el Otro. ¿Qué significa el Otro con mayúsculas? El lugar
desde e! que se le aporta el código, es decir el lenguaje, las palabras»
que van a captar y a moldear por tanto sus necesidades. La expresión
puede parecer enigmática: "el Otro como el lugar del código". Significa
que el chico tiene una necesidad, pero la única manera de captar esa
necesidad es en términos de lenguaje, lenguaje que no es dé él, que se
le aporta desde afuera; es en ese sentido que se dice que el Otro constitu­
ye el lugar del código, o sea desde donde se le aporta el lenguaje.
Lacan también dice que el chico lee la satisfacción de sus necesidades
en ios movimientos esbozados de la madre. A cá está en juego todo el
problema del transitivismo, o sea de que alguien lea lo suyo en el rostro
del otro.
Un ejemplo que quizá permita a los que no trabajaron el transitivis­
mo el año pasado tener un cierto acceso a él: un padre juega con su
nena de menos de tres años de edad; juegan a que el padre se esconde en
un rincón, la nena pasa corriendo, y el juego consiste en que el padre la
debe sorprender y asustar. El placer de ia nena consiste en ser sorpren­
dida por el padre y ser asustada. La nena sabe dónde está el padre
-siem pre es la misma localización— pero el juego se repite con la nena
reencontrando al padre y jugando a su vez ella a que es asustada. En un
momento determinado ia nena le dice al padre "cerré los ojos", el
padre le pregunta "para qué" y la nena le dice "para que no me de
cuenta". El juego se repite a la semana. La nena pide que el padre cierre
los ojos: "¿para qué? " La nena responde: "Para que no te vea y no me
doy cuenta". Ei padre le pregunta: " ¿ Y si los abro? " , "T e veo" es ia
respuesta.
A los pocos días el juego se repite. La que está en el rincón escondida
es la nena. Cierra los ojos. El padre le pregunta: "¿Para qué cerrás los
ojos? " . La respuesta: "Para que no me vean". Acá no hay ninguna
finalidad defensiva, no es una proyección para tratar de sacarse, por
razones de censura, la visión de sí misma y colocarla en el padre.
Es un fenómeno de transitivismo *; ella lee lo propio en el otro, lo que

» So puede leer: Lacan, " E l estadio de) espejo como formado? de la función
dei Y o " y " L a agresividad en psicoanálisis". Com o muy buena síntesis
conceptual de ambos la clase de Diana Rabinovich, dada en ei curso da
Psicopatología, 1974. Muy recomendable de Wallon: ei cap. IV : " E l propio
cuerpo y mi imagen exteroperceptiva", del libro " L o s orígenes del caráster
en ei niño".
le pasa al otro le esta pasando a ella. Y no es un problema simplemente
de una dificultad en la adquisición de algunas categorías gramaticales
que le haga confundir el "fríe" o el "te ", uno en lugar del otro, loque,
por otra parte, ella es capaz de usar con toda corrección fuera de las
situaciones descriptas.
En ese sentido el chico lee en los movimientos esbozados de la
madre le satisfacción de sus necesidades. Por otro lado la madre lc-
aporta al chico el lenguaje que le dice qué es lo que está pasando; le
dice "tenés frío " , "tenés hambre". No sólo ¡a madre lee sus necesidades
sino le construye necesidades. En ese sentido la madre de lo que Lacan
llama primera relación primordial es el Otro con mayúsculas; pero al
mismo tiempo es e! otro con minúscula, el de! transitivismo, la imagen
con la que se va a identificar y va a constituir su Y o en tanto Y o
representación. Es el Otro en tanto la madre le aporta ei código, pero
es el "o tro " en tanto es el "o tro " imaginario, el semejante especular,
con el cual el chico se identifica y cree que ese otro es él.
Ahora bien, en este primer tiempo del Edipo se está caracterizando
al falo como objeto imaginario. Lacan dice: "todo el problema de tas
perversiones consiste en concebir cómo un niño en su relación con su
madre, relación constituida eh el análisis no por su dependencia vita!
sino por su dependencia de amor, es decir por el deseo de su deseo,
se identifica con el objeto imaginario de este deseo en tanto que la
madre misma lo simboliza en ei fa lo ". (De una cuestión prelim inar a
todo tratamiento posible de la psicosis, pág. 554, " É c rits " ).
Fíjense, el chico se identifica con un objeto imaginario: el falo, pero
en tanto que la madre lo simboliza en el falo. A primera vista parecería
una contradicción; ¿cómo el falo es un objeto imaginario, y la madre
•lo simboliza en el falo? Vamos a tratar de ir viendo dónde radica la
dificultad de esta lectura.
Hay algo —cualquier cosa— el chico que es bueno o que es inte­
ligente, o que es hermoso, o que es valiente, o que es obediente, o
el que va a hacer fortuna, o el que va a ser médico famoso, etc.; la
madre simboliza al falo $n esa forma particular, específica para ella.
El chico se identifica con esa imagen de perfección: es el bravo, el
inteligente, el hermoso, e^ valiente, e! obediente, el que va a hacer
fortuna, el médico famoso. Jo m a esa identidad como si fuera la de él;
toma de la madre el deseo de ser éso. Si es éso, entonces, es aquéllo que
para la madre es el falo qué la completa. Por eso Lacan dice: para el
niño es necesario y es suficiente para obtener el amor de la madre
con ser el falo, entendiéndose por ser el falo cada una de estas ejempli-
ficaciones que di. En ¡a madre hay una simbolización. En el niño no es
que él simbolice a! falo, lo es. Desde la madre el niño ha sido simboliza­
do como falo y éste es un objeto imaginario.
A quí se entiende en qué sentido el falo es el significante del deseo.
Es aquéllo —como decía antes— bajo lo cual va a quedar inscripto el
deseo de la madre. Acá volvemos a aclarar las dos citas de "Las forma­
ciones del Inconsciente" de la pág. 113, en que dice Lacan: " E l falo es
el signo mismo de lo deseado", "el falo es el significante del deseo del
otro". Ahora bien, aún a riesgo de redundar, si lo deseado es algo que
está ausente, que falta, por ello el falo es el signo de la falta y ai mismo
tiempo !o que la completa.
Veamos lo que pasa con la madre en el primer tiempo dei Edipo:
ésta siente su carencia de ser, su incompletud» su propia castración,
se reconoce como castrada, como faltándole algo: el falo. Este recono­
cimiento de su castración (porque ella pasó por su Edipo) porque ella
reconoció su castración, y en esto Lacan sigue a Freud, cuando dice que
la niña -reconoce su castración, hace que ella busque algo que la haría
perfecta, que lo puede simbolizar en el chico como falo. La madre
produce entonces la -ecuación niño—falo. El hijo la hace sentir com­
pleta, éste es para ella el falo. Todas las expresiones conocidas que
encontramos en la vida cotidiana por parte de la mujer embarazada:
"nunca me sentí m ejor", ei bienestar y la expansión narcisista de la
maternidad, lo tenemos aquí ai desnudo. Siente que ya tiene todo.
Podemos entonces definir a la madre fálica: es aquélla que siente
que no le falta nada, está completa; en ese sentido tiene al falo que
la completa. Si imaginariza como que eso que la completa es el pene,
esta es una versión posible del falo, pero no se tiene que pensar que
siempre lo imaginariza como que io que la completa es el pene. Todas
las insatisfacciones, las frustraciones, los anhelos, los sueños de gloria, de
reina, encuentran en su hijo la posibilidad de crearse la ilusión de qus
se realizan. Tiene alguien para quien ella es todo, tiene un súbdito
incondicional. El niño es ei falo para la madre.
Desde ia perspectiva del niño él es el que la hace feliz; no sabe por
qué, porque no sabe de la castración simbólica de la madre.
Utilicé recién una metáfora que tenía una intencionalidad: dije que
la madre es la reina que tiene un súbdito, pero, ¿por qué traigo esta
metáfora? Porque tiene un súbdito al que ella dicta una ley que es ia
ley del deseo del hijo, o sea aparece como aquélla que goza del atributo
de poder marcar la ley del deseo, como ley omnipotente. Lo que se le
ocurre a ella como valioso es lo valioso para el hijo, lo que se le ocurre
como indigno es lo indigno para el hijo.
Fíjense que acá está el concepto de ley que lo vamos a tratar en otra
reunión, pero ya lo quería introducir. En el primer tiempo del Edipo
en la madre está encarnada una ley omnímoda. No es que haya una ley
y le madre es la representada de ella. Es la ley misma. A s í como el hijo
es ei falo, ella es la ley.
Ei niño y la madre forman una unidad narcisista en que cada uno
posibilita la ilusión en el otro de su perfección y produce narcisismo
satisfecho. La madre convierte al chico en el falo para poder ser como
decíamos antes la madre fálica.
¿Cuál es la consecuencia de que ia ubicación del chico como falo
le venga desde afuera, de la madre? Es una concepción totalmente
distinta de aquélla que entiende al narcisismo primario como simple­
mente algo que nace en el propio chico. *
Ahora bien, esta ubicación del chico como falo puede producirse
pero también puede no tener lugar, o sea el chico puede no constituirse
como falo. Piénsese en las situaciones que ya mencioné antes de la
madre soltera: para ella su hijo es el testimonio de la indignidad, de ia
castración simbólica; piénsese en la madre que tiene un híjo mogólico.
Lo anterior tiene una consecuencia verdaderamente importante:
que si ei chico puede quedar ubicado o no como el falo para la madre,
no hay que tomar el primer tiempo del Edipo lacaniano como algo
obligatorio bajo la forma con que comúnmente aparece descripto.
No se trata solamente que las vicisitudes del Edipo transcurran entre
el pasaje al segundo o al tercer tiempo, en la falta de la castración;
hay algo que también puede suceder con el primer tiempo del Edipo.
Y es acá donde cabe una conclusión: si el primer tiempo puede no
constituirse bajo la forma comúnmente descripta, es decir no produ­
cirse la unidad narcisista del niño que es falo—madre fálica, resulta que
la descripción del Edipo lacaniano de los tres tiempos es una variante,
ia versión más frecuente de una estructura más abarcativa, pero es­
tructura que tiene por lo menos la otra versión como posible. E l hecho
de que el hijo no se convierta para la simbolización de esa madre en el fa­
lo, y que por consecuencia ella no sea la madre fálica, no significa que el
falo —como lo queuconvierte en perfecta— no existe para esa madre.

* Véase ai respecto ef curso sobre el narcisismo que dimos en 1974.


En efecto, volviendo ai ejemplo de la madre que tiene un hijo mogólico,
para esa madre el hijo—falo será el que posee otra mujer cuyo hijo sea
normal. La ecuación hijo —falo igual existe en su inconsciente aunque
referida a otra dupla madre—hijo.
Pero si en el caso que estamos analizando el hijo no queda ubicado
como el falo de la madre, ¿se puede decir entonces que el primer
tiempo del Edipo sea universal? S í, por lo siguiente: en este caso el hijo
queda’ constituido como no falo -esa es ia identidad que su madre le
otorga— con lo que se mantiene lo esencial: alguien —el hijo— que lee
su identidad en el discurso de alguien exterior a él, y que por su de­
pendencia de amor va a tomar el deseo del otro como el propio. El
deseo de la madre continúa siendo de tener un hijo que sea el falo, lo
que es sentido como no alcanzable. Esa meta será también la del hijo,
meta con la que no se podrá identificar. Entonces lo que se describe en
el primer tiempo del Edipo tiene algunas características generales en las
que vate la pena reparar pues son ¡as que ío definen: 1) es una relación
dual, imaginaria, especular (aquí utilizados como equivalentes). ¿Qué
es lo que caracteriza a esta relación? Que dos personajes están presos
de la misma ilusión y cada uno de ellos posibilita que el otro se man­
tenga en la misma. Por ejemplo,que la madre haga del chico ei falo de­
termina que ella puede ser madre fálica. Es una relación que tiene una
asimetría: la madre es determinante, es exterior ai chico, le preexiste,
le moldea, le aporta el deseo, la identidad.
Fíjense que así como dijimos que el narcisismo en Lacan está lejos
de toda concepción en que sea simplemente la captación de una omni­
potencia intrínseca a! sujeto, también digamos ahora cuán alejado está
de ver al objeto externo como un simple modulador de un juego
pulsional interno. En la concepción lacaniana el elemento externo —la
madre—, es por un lado el Otro —el lugar del código— y además el otro,
o sea ¡a imagen con la cual el chico se va a identificar. A su vez esa
madre depende de un orden simbólico que la determina.
¿Qué es io característico de todo esto? Se está describiendo una
estructura intersubjetiva que vale para el primer tiempo del Edipo,
pero vale para muchas otras situaciones. Esta situación intersubjetiva
se caracteriza por ¡a posición de alguien frente al deseo de otro. Alguien
está sujeto al deseo de otro. Y para que se vea que es la descripción de
una estructura intersubjetiva que va más allá simplemente de que se la
ejemplifique en ei primer tiempo del Edipo, piensen en ¡a situación
analítica, en el analizado tratando de satisfacer el deseo del analista.
Ser el objeto de su deseo. Se puede entender entonces porque el analiza­
do termina soñando lo que el analista desea que sueñe, porque el
analizado termina en la posición depresiva penando por el fin de semana,
el duelo por las partes perdidas del yo, por los ataques realizados al
analista, o por el contrario haciendo de la posición maníaca su ideal.
Se identifica y constituye su Y o a imagen y semejanza del Y o que le
marca el analista.
A hora bien, cuando el analizado llega a ser lo que el analista desea,
entonces éste puede caer en la ilusión de que ha tenido un éxito
terapéutico. El analista es en estos casos el equivalente a ¡a madre
fálica, dado que el analizado es en ese momento el falo. O sea, el analista
tiene una expansión narcisista porque ha sido capaz de "cu rar" a alguien
que aparece como "perfecto". En verdad de lo único que ha sido capaz
es de convertir a alguien a imagen y semejanza de su Y o y tener
en ese momento la ilusión de que realmente ha producido una transfor­
mación. El ejemplo además de señalar una desviación del objetivo que
debe guiar un Psicoanálisis, tiene por finalidad mostrar que lo que se
está describiendo con e! concepto de relación dual no es simplemente
un momento genético, sino una estructura: alguien podrá haber pasado
el primer tiempo del Edipo, pero sin embargo podrá haber recaídas
siempre en esta estructura de la relación dual. Es acá donde uno tiene
que hacer un reconocimiento a Melanie Klein cuando decía que la
posición esqui2o-paranoide era una posición (una estructura), no simple­
mente una fase o un momento evolutivo, que había posibilidades de
recaída, etc. M. Klein estaba describiendo una estructura que va más
allá de su reducción cuando se trata de localizarla en un momento del
desarrollo a determinada edad.
2i Los ejes teóricos alrededor de los que gira la "relación primordial''
son: el deseo, el del narcisismo, y el concepto de Ley.

¡¿O TA No. 1: Como lo han hecho notar L A B A R T H E y N A N C Y cuando


Lacón emplea el algoritmo | está invirtiendo el signo saussuriano,
que en realidad es significado sobre significante.
N O TA No. 2: Que se diga que eñ el significante se inscriban diferencias
"Krdebejde entenderse como que esas diferencias estaban ya en el pensa­
miento y que el significante sea un mero registro. No hay el mismo tipo
de conceptos antes de las palabras que cuando éstas existen y los deli­
mitan. Las palabras, como paradigmas de significantes, instituyen los
conceptos mismos. El chico del ejemplo de la primera parte de ia clase
existe, sin iugar a dudas, en tanto cosa antes de que se te dé un nombre,
se lo inscriba en el Registro C ivil, se !e diga que es el hijo de tal y el
hermano de tal, que es de tai nacionalidad, que tiene tal sexo, tantos
años, etc., etc. Pero antes que quede ubicado con respecto a todos esos
■sistemas de filiación, tablas de edad, par de oposiciones de sexos, no es
un chico en el sentido humano del término, que precisamente se ca­
racteriza por ese entrecruzamiento de sistemas en el que queda ubicado.
>Como dice Lacan: "Ninguna necesidad de un significante sin dudas para
ser padre, tampoco para estar muerto, pero sin significante, nadie sabría
nunca nada de uno y otro de estos estados del ser" (De Una cuestión
prelim inar a todo tratamiento posible de las psicosis, " É c rits " , pág.
556). Véase la primera parte del seminario "La s formaciones del In­
consciente" para tener en. "fam ilionaris" un ejemplo de cómo la forma
de combinarse el significante es capaz de producir un nuevo significado.
E L CON CEPTO D E F A L O EN F R E U D Y LA C A N
Antes de pasar a la descripción del segundo y del tercer tiempo del
Edipo en Lacan veamos el concepto de falo.
En Freud con falo se designa una teoría infantil, la de que todos los
seres tienen pene, lo que se ha llamado la premisa universal del falo.
Vamos a ver que tendremos que acotar esta definición estableciendo
algunas precisiones.
Esta caracterización del falo es la que da Freud en 1923 en "Algunas
consecuencias psíquicas de la diferencia anatómica de los sexos".
Dice: "para ambos sexos sólo un genital, el masculino, es tenido en
cuenta; lo que está presente por lo tanto no es una primacía de los
genitales sino una primacía del falo". Evidentemente Freud al decir
"es tenido en cuenta" se está refiriendo al orden de la representación
que un individuo se hace de un estado de cosas, es decir al orden de la
subjetividad. El término falo es entonces el que designa en la teoría esa
creencia, pero en tanto esa creencia contrasta con otra creencia, ia del
teórico. Si Freud destaca como digno de ser comentada esa teoría
infantil—de que todos los seres tienen pene— es porque la coloca como
contrastando con otra existente en la pubertad, aquélla en que se reco­
noce la existencia del pene y de la vagina, creencia que es también
obviamente la del que teoriza, que toma la suya como la adecuada para
representar la realidad. Que esta creencia —la del teórico— se correspon­
da con la realidad no le quita el carácter de ser una creencia. De la com­
paración entre la creencia del sujeto infantil —de que todos los se­
res tienen pene— y la creencia del teórico de que no es así surge una
articulación; esta articulación es precisamente lo que se llama falo.
Ei falo no es, rectificando ahora el comienzo de la exposición, la
creencia del niño en sí, sino esta creencia sobre el fondo de otra creen­
cia que es la creencia del teórico. Hagamos un sím il que facilite la
comparación: supongamos que tuviéramos una jaula dibujada sobre un
papel transparente, que sobre otro papel que es opaco —blanco— hubie­
ra dibujado un pajarito. Si superponemos los dos papeles colocando e!
transparente sobre ei opaco el pajarito aparecerá dentro ds la jaula.
El concepto de "pajarito enjaulado" es un concepto que surge de la
articulación entre los dos papeles. No está ni en ei pajarito ni en la jaula,
sino en la superposición de ambos, t i concepto de falo es equivalente.
La creencia del chico de que todos tienun un pene, sería una creencia
que en sí misma no daría lugar a! concepto de falo. Sí da iugar ai
concepto de falo en la teoría as porque; si que teoriza contrasta esa
creencia del chico y la juzga ilusoria con respecto a otra. De modo que
de! contraste entre las dos creencias surge el concepto de algo que no
estaba ni en el chico ni en el teórico previamente. E! falo es entonces
la forma en que el teórico conceptualiza la creencia del chico de que
todos los seres tienen pene desde su propio conocimiento de que existe
pene y vagina. De modo que falo designa una entidad de dos caras:
del lado de la subjetividad del niño al pene, def lado de la teoría a ia
falta del mismo.
Observen esta articulación: en el niño aparece como presente lo que
en la teoría corresponde a una falta.
Esto nos permite entender por qué el falo en la doctrina, como dice
Lacan, no es la imagen sensible, es la falta con respecto a una presencia
ilusoria, pues e! concepto de falta surge también en relación a algo que
se cree que está.
El concepto de falta —por parte del teórico— surge por contraste con
otro concepto que es el de presencia, de modo que la presencia en el
chico queda definida con respecto a una falta y la falta que considera el
teórico con respecto a una presencia supuesta.
Ahora bien, como uno de los atributos esenciales del significante es
el de ser una presencia material en que está inscripta la cosa en tanto
ausente (por ejemplo: la palabra silla es la presencia en el significante
"silla " de una cosa que en realidad está ausente), entonces, de acuerdo
a lo que habíamos dicho de que lo que aparece inscripto en el chico
como presencia es la imagen de una falta, se puede decir en la teoría
lacaniana que el falo es el significante de una falta. Como se ve el falo
en Lacan aparece conceptualizado en términos propios —en términos de
la teoría del significante— a la teoría freudiana de! falo. Pero el hecho
de que la teoría lacaniana retome la teoría freudiana del falo no nos
debe hacer pensar que el falo en Freud y el falo en Lacan son exacta­
mente lo mismo. Lacan no sólo retraduce Freud a otro lenguaje, sino
que en esa nueva inscripción hay transformación, creación de algo que
es distinto, con todas las posibilidades de confusión que se produce
cuando se deriva un concepto de otro manteniendo el nuevo concepto
la misma denominación que el anterior.
Acá una digresión: el concepto da derivación es bastante importante.
en las ciencias del hombre, en donde se toma un concepto de un campo
y se lo trabaja en otro ¡por ejemplo el concepto de significante en ia
lingüística saussuriana). Peto como vimos en la reunión pasada el signi­
ficante en Lacan \ •> - o es e! significante an Saussure y sin embargo
guarda una cierta i, juaxió n con lo anterior, ésto es io que se conoce,
como derivación de un concepto. En toda derivación de un concepto
hay un mantenimiento de alguna de las características dei concepto
original. Pero al mismo tiempo aparecen nuevas propiedades quo on las
del concepto derivado. Tiene su ventaja y su desventaja el mantener
el m:smo término para denominar al nuevo concepto derivado.
Uno se podría preguntar por qué para el concepto derivado se utiliza
el término de falo y no se utiliza un nuevo término, dado que el utilizar
el término de falo pareciera que es el mismo concepto que el original.
Igualmente cuando Lacan habla de significante pareciera que se está
refiriendo al significante saussuriano y no es así. El mantenimiento
del mismo término para designar un nuevo concepto tiene el incon­
veniente qye predispone a ‘a confusión, tiene la ventaja de que introduce
una continuidad y una relación entre dos campos articulados. Si cuando
se deriva un concepto, utilizando para designar al nuevo concepto
el término que designaba al concepto anterior, tenemos en cuenta que
se trata de una derivación, podremos gozar de la ventaja de articularlo
con el carneo anterior y obviar el inconveniente de que caigamos en la
confusión de creer que es ¡o mismo.
Después de esta digresión, volviendo a Freud, su descripción de la
subjetividad dei niño en relación al falo reconoce dos momentos:
un primer momento de ia fase fálica con la creencia de que todos tienen
pene; el pene nunca falta en esas condiciones y ni siquiera está planteada
la posibilidad de que ésto ocurra; el chico cree que todos tienen pene;
recuerden a Juanito no solamente con los seres animados sino también
con los objetos; no está planteado para él que pueda no existir ei pene.
En realidad se trata de un preconcepto, la generalización—a partir de
una experiencia singular—. Como él tiene pene entonces todos los seres
tienen pene. No existe en su psiquismo considerada la posibilidad de
que alguien no tenga pene. Para ser más ciaro aún a riesgo de redundar:
no es que él reconozca que alguien no tiene pene y reniegue de este
conocimiento, sino que no está planteada la cuestión de qué existen
seres sin pene.
Este es un primer momento en ia subjetividad del chico. Pero hay un
segundo momento dentro mismo de la fase fálica en que el pene es un
presente,.presente en ei sentido de existente, pero que se puede perder;
aparece así la angustia de castración en el varón; o que se ha perdido en
la niña (de acuerdo a ¡a visión del varón), o que no lo recibió (de
acuerdo a la visión de la niña). O sea que en este segundo morhento de la
fase fálica, aunque el varón se considera a sí mismo como dotado de
pene, piensa que puede perderlo y cree que la niña no lo tiene porque
lo perdió. La niña considera que eí varón tiene pene, es Completo y
que ella no io tiene pues no se io dio la madre.
E l pene es entonces una presencia que se define en relación a una
ausencia posible y una ausencia que se hace posible en relación a una
presencia supuesta.
Ahora bien, qué significa en Freud la oposición fálico-castrado: pri­
mero la oposición entre presencia—ausencia del pene, o sea significa pe­
ne presente—pene ausente; segundo la oposición entre máxima valora­
ción y mínima valoración. Fíjense que decimos que en Freud ia oposi­
ción fálico castrado significa dos oposiciones: presencia/ausencia de pe-,
ne, y máxima valoración versus mínima valoración. Se realiza entonces
una correlación, en la subjetividad del chico: el pene es a la ausencia del
pene como la máxima valoración es a la mínima valoración. Inclusive se
podría representar como una ebuación, donde en el primer término
estuviera:
pene máxima valoración
ausencia de pene mínim a valoración

Freud en "Algunas consecuencias psíquicas, después de señalar el


lechazo de. la niha al reconocimiento de su falta de pene dice: "Después
de que una mujer ha tomado conocimiento de la herida a su narcisi¡;mo,
ella desarrolla como una cicatriz, un sentimiento dé inferioridad", o sea
que la nona correlaciona no tener pene con el ser inferior. Es la correla­
ción a la cual yo me refería recién. Y una segunda cita —en ''L a organi­
zación sexual infantil"— dice: “ el chico cree que solamente ias muyeres
no valiosas han perdido sus genitales, mujeres que con toda probabi­
lidad eran culpables de impulsos inadmisibles similares a ¡os suyos,
las mujeres a las que él respeta —como su madre— retienen su pene
por un largo tiempo". Esta cita es muy importante porque muestra
estrictamente la correlación entre presencia de pene y máxima valora­
ción, ausencia de pene mínim a valoración. Es decir que fálico en Freud
(no solamente en Lacan, sino en Freud) implica valioso, mientras que
castrado es no valioso.
Entonces en Freud falo es lo que completa, el narcisismo satisfecho,
el Y o Ideal. Además por algo Freud sostiene que el Complejo de castra­
ción es angustia da castración en el hombre y envidia dei pene en la
mujer, és decir sentimiento de inferioridad frente al hombre.
¿Qué es lo que se desprende de todo esto? Que en una lectura
cuidadosa de Freud castración implica por un lado sin pene pero tam­
bién implica pérdida de la identificación con él Y o Ideal, es decir que
hay dos niveles en Freud mismo de acuerdo a las citas que expuse, en
que se puede leer el concepto de castración. Por un lado como angustia
frente a la pérdida dei pene, pero básicamente como la pérdida de la
identificación con la máxima valoración, de acuerdo a lo que habíamos
visto el año pasado como la pérdida de la identificación qon el Yo
Ideai. *

Ei falo en la teoría lacaniana

Veamos ahora en Lacan el concepto de falo. En realidad estamos


retrabajando el tema porque ya lo habíamos introducido en nuestra
reunión anterior. Por ello se va a producir un cierto nivel de redun­
dancia.
Hay que diferenciar el falo en la estructura edípica, o sea el falo
simbólico en la estructura edípica, dei faio en la subjetividad.
¿Qué quiero decir con falo simbólico en la estructura edípica y falo
en la subjetividad? Una cosa es el papel que en la caracterización
teórica de! Edipo juega ese significante que es el falo como articulador
mayor de la teoría, y otra cosa es cómo lo viva un sujeto que esté
inserto en esa estructura.
Un desvío para aclarar conceptos. Lacan utiliza lo imaginario y lo
simbólico para diferenciar dos maneras bajo las cuales algo puede estar
organizado. Supongamos, a modo de ilustración, el caso de ¡as imágenes
del contenido manifiesto de un sueño. Para el soñante esas imágenes
representan lo que ellas muestran. Si en el contenido manifiesto aparece

* V er " L a depresión, un estudio psicoanalítico. M.V.


do r ejemplo un barco, ésto es lo que significa para el soñante. Sin
embargo, después de analizado el sueño, ei B A R C O por su vinculación
con B A R C A , éste con N O E, y esta palabra con N O EM I, puede estar
representando a la chica de ese nombre. La imagen del barco cuando ella
no es sino un barco se halla en lo imaginario. Cuando ya no es una
embarcación, sino otra cosa a través de una serie de elementos articula­
dos pertenece al orden simbólico.
En síntesis: un elemento pertenece a lo imaginario cuando es algo
en s í foismo; y a lo simbólico cuando adquiere valor en relación a otros
elementos, de modo que un elemento en sí no es simbólico o imaginario
sino que depende del tipo de articulación en ia que entre.
Se podría pensar que en lo imaginario no existe ningún tipo de
articulación, que ésta sena privativa de lo simbólico. Sin «mbargo el
problema no reside en la oposición articulado versus no articulado, sino
en las características que tenga la articulación. A sí por ejemplo cuando
tas imágenes del sueño se presentan siendo lo que son para el soñante,
hay en ello un tipo de articulación: ellas se pueden diferenciar entre sí,
no se confunden pues conforman un sistema de diferencias. Si así no
fuera ni siquiera tendrían el carácter de imágenes particulares que recor­
tan de determinada manera el campo de la percepción. Pero lo que las
caracteriza es la fijeza de lo que son. Un ejemplo de lo imaginario de
Lacan que permite corroborar estas afirmaciones: la imagen en el espejo
de la fase del mismo nombre está articulada con la percepción del
chico de su incoordinación sensoriomotor. Si la imagen especular apare­
ce como completa es por oposición a esta últim a. Si el cuerpo aparece
como fragmentado es por oposición a la imagen especular. Pero esta
articulación de oposiciones, en que cada una es ia condición de posibili­
dad de la otra, el fenómeno de ia fase especular es en Lacan el ejemplo
paradigmático de lo. imaginario. Y ello es así pues si bien la imagen en el
espejo tiene un correlato opositivo el chico se identifica con ella: él es
esa imagen. A h í, en la imagen está él.
Para ver la diferencia de io anterior con un ordenamiento simbólico
volvamos al ejemplo del sueño Barco—Barca—Noé—Noemí. En este caso
algo —el Barco— puede ser otra cosa, puede sustituir, no tiene valor
fijo sino que depende de su articulación con los otros elementos.
Las relaciones del parentesco son un ejemplo de un orden simbólico
pues alguien, ubicado en una trama, no es de por s í sino en relación
a los otros elementos. Alguien es padre porque hay un hijo y viceversa.
Alguien es sobrino porque hay un tío que lo es pues hay un hermano o
hermana que e? padre o madre. Pero además alguien puede ser hijo,
padre de su hijo, tío del hijo de su hermana y sobrino dei hermano de
su madre de acuerdo a quien se remita en su relación. No es ni algo en sí
mismo, ni tampoco tiene un valor fijo.
Los sistemas matemáticos son otro ejemplo de orden*simból¡co ,co^
mo así también la lógica simbólica en que ios símbolos no significan
nada sino que se relacionan con otros símbolos a través de operaciones
que les otorgan v^lor.
El lenguaje es el ejemplo por excelencia de orden simbólico. No
solamente porque los fonemas constituyen sistemas de oposiciones y se
delimitan en el seno de los mismos» sino además porque las palabras
pueden ser sustituidas por otrts palabras, como lo demuestra ei ejemplo
del diccionario en que las definiciones de palabras son reemplazos de
unas por otras. Además las palabras pueden no querer significar lo que
aparentan sino servir para decir otra cosa.
Pero acá una aclaración importante para nosotros como psicoanalis­
tas. Que el lenguaje sea un orden simbólico no quiere decir que siempre
que en un sujeto aparezcan palabras nos encontramos en presencia de lo
simbólico. Si están coaguladas en su significación, si sólo son lo que
dicen y nada más, si su valor no depende del sistema con el que se
articulan nos encontramos en el registro de lo imaginario. Un buen
ejemplo es el del esquizofrénico que toma un refrán no en su sentido
figurado sino litera!. En este caso las palabras tienen un valor fijo , y
dicen para él sólo una significación coagulada.
Volviendo ahora al falo simbólico en la estructura edípica se puede
encontrar una aproximación a éste en " L a significación del fa lo ", cuan­
do Lacan dice: " E l falo aquí se esclarece por su función. E l falo en la
doctrina freudiana no es un fantasma, sí es necesario entender por
aquéllo un efecto imaginario. No es tampoco como tal un objeto
(parcial, interno, bueno, malo, etc.), en la medida en que este término
tienda a apreciar la realidad interesada en una relación. Ei es aún menos
el órgano, pene o clítoris que simboliza". Remarco "el falo en la
doctrina freudiana", porque acá el énfasis de Lacan cuando dice que el
falo no es un represen tabla, es porque interpreta a! falo no desde la
subjetividad de los que están en la situación edípica, sino desde una
teoría que caracteriza al Edipo y la variación de sus tiempos en función
de cómo queden ubicados los personajes en relación ai falo. (E n el
primer tiempo el chico es el falo de la madre sin saberlo y ésta por
poseerlo a aquél es la madre fáiíca. En el segundo tiempo ambos dejan
de ser el fsío y de tenerlo respectivamente, pero todavía hay un'perso-
naje que lo es: el padre. En el tercero nadie lo es, el falo queda instaura­
do en la cultura más allá de cualquier persona. El falo se tiene pero
no se es).
Planteado así el falo simbólico en la estructura recurramos nueva­
mente al sím il que diéramos en la clase anterior. Recuerdan la metáfora
del anillito en el círculo, etc. E l falo simbólico sería el anitlito. Digo
sería porque obviamente no es una entidad de orden material. De
acuerdo a las posiciones que va tomando el anillito va marcando el
valor de los personajes. Entonces hay una organización del juego, una
determinada regla del juego: aquél al que le cae el anillito ése tiene
determinado un valor.
En ese sentido al existir una ley que fija posiciones en base a un
elemento en circulación estamos dentro de la caracterización de un
orden simbólico. El falo en la doctrina es precisamente el equivalente
del anillito, eso que en su circulación va determinando posiciones,
independientemente que un sujeto se llegue a dar cuenta jamás que
está determinado por eso.
Más aún en el primer momento del primer tiempo del Edipo, el
chico no tiene idea de que está determinado por el deseo de la madre.

Falo en la subjetividad

Veamos ahora cómo aparece el falo en la subjetividad, es decir qué


características poseen las representaciones que se hacen los personajes
que están involucrados en la estructura edípica.
La representación que se hace alguien del falo puede tener las ca­
racterísticas pertenecientes a lo imaginario, o por el contrario la forma
de estar articulada su representación con otras representaciones, ser del
tipo de las que sirven para definir a un orden simbólico.
En la subjetividad habrá pues un “ falo—representación" que podrá
estar estructurado de dos maneras: a) Siguiendo las leyes de organiza­
ción que son propias de lo imaginario; b) Siguiendo las leyes de organiza­
ción que son propias del orden simbólico.
Veamos el falo que en la subjetividad está estructurado de acuerdo
a lo imaginario.
En la pág. 91 de "La s formaciones de! Inconsciente" hay una cita
que justifica traerla in extenso por su importancia: "De hecho el niño
se interesa primero en toda dase de objetos antes de hacer esa expe­
riencia privilegiada que hemos descripto con ei nombre de fase del
espejo y que íe abre nuevas posibilidades: la de situar ai falo en tanto
objeto imaginario, con ei que el niño debe identificarse para satisfacer
e! deseo de la madre, y que se enriquece con esa cristalización de i Y o
bajo ia forma de imagen del cuerpo."
Vamos a ver las partes de esta cita: a) "antes de hacer esa experiencia
privilegiada", estamos en a! orden de ¡a subjetividad, de algo que es
experienciado; b) "sitúa al falo en tanto objeto imaginario con el que
el niño debe identificarse"; ésto no debe entenderse como que el niño
tiene el concepto de falo, él tiene ei cuerpo como aquéllo que lo com­
pleta, es decir aún cuando eso ni lo llame falo ni para él tenga ninguna
vinculación con el pene; c> "para satisfacer el deseo de la madre y que
se enriquece cqn esa cristalización del Y o bajo la forma de imagen de!
cuerpo", ésta sería la primera imagen fálica; no significa que eS chico
esté haciendo la ecuación imagen dei cuerpo / falo, imagen del cuerpo /
pene, sino que para el chico esa imagen del cuerpo, imagen totalizante
que le contrarresta la sensación dada por la incoordinación sensorio
motriz aparece como la compietud y por lo tanto es lo que la teoría
designa como imagen fálica.
Hay otra cita del falo ¡pág. 552, "E c rits") que dice: "Objeto imagi­
nario con que el sujeto se identifica", y aclara Miller, que es un episte-
mólogo de la escuela lacaniana que ha hecho una lectura muy cuidadosa
de Lacan: "Falo imaginario, especie bajo la cual el sujeto se representa
a s í" {pág. 906 de los "É c rits"). A este falo imaginario Lacan lo llama
también imagen fálica (pág. 552). Ahora bien, falo imaginario o imagen
fálica es la designación en ia teoría de la forma bajo ¡a cual el sujeto se
representa a sí mismo.
¿Cuáles son los atributos de esta imagen fálica? Porque no cualquier
representación de sí es falo imaginario o imagen fálica. Falo imaginario
es la forma bajo ia cual ei sujeto se representa a sí cuando ésta tiene
determinados atributos y uno esencial: la perfección. Imagen fáiica es
aquéllo a lo que no le falta nada. ¿Para qué? Para ser perfecto, ya que
lo es por antonomasia.
Falo imaginario es así todo !o que completa una falta de per­
fección, anulando la imperfección. El niño cuando se identifica al falo
imaginario es la perfección. La perfección en ese momento existe
como una categoría cognitiva y él identificado con «i falo es ia per­
fección.
La expansión narcisista es como derivación la experiencia subjetiva
de felicidad dada por el vivirse como perfecto.
En el momento de la identificación con el falo imaginario la cues­
tión de la falta no está planteada para el chico.
Ahora bien, ¿qué se quiere decir con la afirmación de que cuando el
chico se identifica con el falo la falta no está planteada? ¿Acaso se
quiere decir que no existe el concepto de falta en el psiquismo? ¿Que
no existen las categorías completo / incompleto? No es así, y hay una
cita de Lacan en el "Seminario sobre las relaciones de objeto" que
muestra claramente que cuando el chico se identifica al falo tiene las
categorías cognitivas de completo / incompleto. La cita dice: " E n la
experiencia especular el sujeto descubre (palabra ftjue evidentemente
está aludiendo a un orden de la subjetividad) una totalidad en relación
a la cual a él le falta algo; en la relación primordial con la madre él
hace la experiencia (nuevamente hace la experiencia se está refiriendo
al orden de la subjetividad) de lo que le falta a ésta" (lo que está entre
paréntesis es comentario nuestro).
Veamos las dos partes primeras de la cita: "relación especular",
su incoordinación muscular hace que su imagen en el espejo se le apa­
rezca como completa, está por lo tanto la categoría completa / incom­
pleta, como una unidad indisoluble, pero el chico se representa bajo Sa
imagen de completo. O sea: él tiene la categoría de incompleto —su
incoordinación sensorio-motriz percibida- pero él se ve en un espejo
y dice "éste soy y o " ; entonces él se representa como completo. La
categoría de completo e incompleto está, pero la especie bajo la cual él
se representa -com o diría Miller— es la especie de completud, de per­
fección, por lo tanto el falo.
Lo mismo pasa en la relación primordial. El chico descubre que a la
madre le falta algo, que es él mismo en tanto falo lo que le falta a ella.
Lo necesita a él, él la completa. Esto no quiere decir que el chico sepa
que la madre simboliza en él al falo. El simplemente se siente el causan­
te de la felicidad de la madre, experiencialmente el que es perfecto;
en esta representación de él en tanto perfecto, desde la teoría se la
llama falo, pero el chico —como decía antes— no se vive como un pene,
sino como aquéllo que constituye la felicidad de la madre.
Concluyendo: el chico hace la experiencia de que a la madre le
falta algo —él mismo— pero como io tiene a él entonces no le falta
nada, es madre fálica, es completa.
Ahora bien, hay otra cita de Lacan que pareciera en contradicción
con lo anterior. Dice en ei mismo Seminario dé las relaciones de objeto:
"pero qué va a suceder cuando e! chico al descubrir ia diferencia de
sexos descubra también que su madre no tiene falo y que desea en éí
otra cosa que él m ism o". Si comparamos las dos citas pareciera que hay
una contradicción. Porque en la primera (" ... en ia relación primordial
con !a madre él hace la experiencia de lo que !e falta a ésta, si falo "),
pareciera que habría descubierto el falo en tanto falo. En la* segunda,
sin embargo, dice: "Qué pasa cuando el chico al descubrir la diferencia
de sexos descubre también que su madre no tiene falo'*. Entonces pare­
ciera que hay dos momentos de descubrimiento del falo. ¿Cómo se debe
interpretar el cotejamiento entre las dos citas? ¿Se trata dei mismo falo?
En la relación primordial se trata dei falo imaginario, pero lo va a
tener en cuanto el hijo sea el falo. Si bien a la madre le falta algo
—el falo— como él lo es, entonces a la dupla madre / hijo ya no le falta
nada porque está completa, desde el momento que !a madre lo tiene a
él. En cambio, en la segunda cita falo designa a algo que es diferente de
él. E l chico ya no es lo que completa a la madre, el falo se independiza
del chico; él ya no es el falo. Lo que comprueba es que la madre fo
desea a él porque estaba representando —sin saberlo— para la madre una
otra cosa. Y en ia medida que él estaba representando para ia madre una
otra cosa significa que hay una distancia entre aquéllo que representa
para la madre y lo que es él. El simboliza al falo pero no lo es.
S« entiende entonces por qué Lacan dice que la castración simbólica
permite el acceso al orden simbólico. No sólo porque el sujeto queda
ubicado como elemento en una estructura, porque nace a una subjetivi­
dad independiente, sino porque se posibilita la categoría cognitiva de
símbolo como algo articulado, relacionado con una cadena y no algo en
s í mismo. En efecto cuando el chico es el falo, desde su subjetividad no
es que él lo representa, lo es. No está el falo y algo que lo simboliza,
pero que es diferente de !o simbolizado.
Esto es lo que sucede desde la subjetividad del chico. Pero desde la
madre que s í accedió a su Edipo y simboliza, el chico es un símbolo del
falo, lo representa para su inconsciente. O sea, que en ese encuentro
entre el deseo de la madre y el deseo del chico, el chico es ei falo sin
que haya diferencia con el Falo desde la subjetividad del chico, pero,
desde la madre es la simbolización en el chico del falo.
Ahora bien, cuando el chico accede a la castración simbólica, accede
a que ya no es el falo sino que el falo es otra cosa, o sea que hay algo
que representa otra cosa, está por lo tanto toda la distancia del símbolo
y lo simbolizado. Y por lo tanto el chico captaría y entraría en un tipo
de construcción donde existe una simbolización, dado que una cosa
remite a otra cosa, se refiere a otra cosa, está en reemplazo de otra cosa.
El falo empieza s aparecer en un ordenamiento diferente del imagi­
nario con que se presentaba en el 1er. tiempo del Edipo. En Lacan, por
la castración se inscribe el falo en tanto simbólico. Una cita de! Semina­
rio sobre las relaciones de objeto: "Para comprenderlo hay que'distir»-
guir nuevamente entre el plano imaginario y el orden simbólico, o sea
entre la inferioridad que puede sentir la mujer por no tener pene o por
tener uno muy pequeño y la ausencia / presencia del falo simbólico,
ausencia / presencia de la castración que implica para la niña no tersar
el falo pero que puede recibiría". Fíjense que para que sigo sea el falo
simbólico en Lacan no basta con sentir que no se tiene el pene. La cita
dice: "para comprender hay que distinguir nuevamente entre al plano
imaginario y el orden sim bólico". O sea, en el plano del orden imagina­
rio ia mujer está reconociendo que no tiene pene con respecto a un
pene existente, o por tener uno muy pequeño —el el ítoris— con respecto
a otro grande se siente inferior. Hay un reconocimiento de algo que
está sobre la posibilidad de que no esté, es decir que lo tiene el varón y
ella no lo tiene, pero igual Lacan lo ubica en el plano imaginario. Lo que
caracteriza al falo simbólico no es, por tanto, la oposición presencia /
ausencia, sino que lo ausente puede ser sustituido por otra cosa que lo
representa. No se tiene falo pero se lo puede reemplazar. Y un orden
en que algo puede ser sustituido por otra cosa, en que no hay valores
fijos es, como habíamos visto antes, lo propio de un orden simbólico.
E l hijo puede reemplazar al falo.
Sintetizando, el falo simbólico en la subjetividad tiene los siguientes
atributos: 1) Algo que se puede tener pero no se es. Se puede tener el
falo pero no hay nadie que lo sea. 2) Se lo puede perder. En el caso de
que el falo esté representado por el pene éste se puede perder por la
castración. El varón tiene el pene pero ya nunca más'en forma segura y
definitiva, siempre podría ser castrado. La niña desde la perspectiva
de! varón lo tenía y lo perdió por la castración. Desde la perspectiva de
la niña no lo tiene porque la madre no se lo dio, pero es una ausencia
sobre la base de una presencia supuesta. 3) Es algo que circula, se da,
se recibe. Ei varón lo recibe del padre a través del uso de suppene, ia
niña del hijo que recibe de aquél. 4) Puede ser reemplazado por otra
cosa. Se establecen equivalencias simbólicas, pero se mantiene la distan­
cia entre el símbolo y lo simbolizado.
Una fantasía * puede estar organizada de acuerdo a un ordenamiento
simbólico si cumple con tas condiciones que sirven para definir a éste.
Puede por el contrario pertenecer a lo imaginarioímás puro si su signifi­
cación está coagulada, aisiatía de una articulación en la que desempeñe-
el papel de un significante. Todo ei orden de !a subjetividad está com­
puesto por representaciones, es imaginado, pero el problema es en qué
forma, siguiendo qué leyes combinatorias.
Aún cuando imaginario en Lacan tenga como origen, para la
elección del término a la relación con una imagen —fase del espejo— no
todo lo formado por imágenes es imaginario."Lo importante con la dife­
renciación entre imaginario y simbólico es el caracterizar dos modos
bajo los cuales se organizan determinados elementos, independiente­
mente de qué son en s í, sean imágenes o palabras.
Es algo que guardauna cierta similitud con la diferenciación que
Freud hiciera entre Inconsciente y Preconsciente. El Inconsciente con
sus leyes de falta de contradicción, de atemporalidad, de tendencia a la
descarga, de regularsa por el principio del displacer—placer, por su poca
consideración por la realidad externa, por regirse por el Proceso Prima­
rio (libre desplazamiento y condensación) fue en uri principio correla­
cionado con la cualidad de no conciencia y de reprimido. De ahí la
denominación de Inconsciente para ese modo de existir lo psíquico.
Sin embargo en el traba j o " Lo Inconsciente" Freud dice: "Más aún, en
los seres humanos debemos estar preparados para encontrar condicio­
nes patológicas en las cuales tes dos sistemas (se refiere ai Inconsciente y
al Preconsciente) alteran o aun intercambian tanto su contenido como
sus características''. (Standard E d ., V ol. X |jV , p. 189, subrayado nuestro)!
Por características Freud se está refiriendo al modo de funcionamiento.
Y después en el cgp. siguierite ilustra córtio el psicótico esquizofrénico
posee un funcionamiento consciente que sigue las leyes del inconsciente.
Además, el propio qontenido manifiesto del sueño, que se produce en la
consciencia del soñante, se organiza de acuerdo a las leyes del In­
consciente: hay personajes da distintos tiempos simultáneamente pre­
sentes (atemporalidad), alguien está muerto y habla (falta de contra­
dicción), etc., etc. Que la causa de este tipo de organización de lo
consciente sea su vinculación con- lo reprimido no resta importancia a
que lo consciente se rija por leyes que sirven para definir a lo in­

* N a » deba da confundir imaginario —una forma da organización— con imagi­


nado o con fanta«ía.
consciente.
Por otra parte en eí capítulo que sigue a la cita de " L o inconsciente"
que consignamos —aquel titulado " V Comunicación entre ¡os sistemas"—
Freud concluye que la diferencia que había hecho entre lo inconsciente
y lo Preconsciente no es tan tajante. En efecto, hay fantasías con un
alto grado de organización, coh'erentes, lógicas que se hallan reprimidas
y no simplemente desatendidas. E s decir que no se podrían, hacer
conscientes por una simple catexis de atención. Con lo cual existen
entidades reprimidas organizadas de acuerdo a las leyes del Preconscien­
te (recuérdese que Freud hrace aquí la metáfora de los mestizos).
Si a ésto le agregamos ios ejemplos det contenido manifiesto de los
sueños y del pensamiento consciente del esquizofrénico nos encontra­
mos ante entidades que desde el punto de vista de ias leyes de organiza­
ción pertenecen a un sistema y desde el punto de vista de su relación
conlla cualidad de conciencia a otro.
Por algo Freud reiteradamente insiste en tratar de independizar a
¡as leyes de organización de un sistema de ia cualidad de >conciencia y
por ello dice: "Por lo tanto la consciencia (como propiedad) no se halla
en una relación simple con los diferentes sistemas o con la represión"
(Standard E d .( vol. X I — X I V , p. 192). Y poco más adelante: "Cuanto
más buscamos obtener un camino hacia una perspectiva metapsicológiea
de la vida mental, tanto más debemos aprender a emanciparnos de ia
importancia del síntoma de ser consciente", (p. 193).
En síntesis: aún cuando en su origen una forma de .existir lo
psíquico en relación con ia conciencia —su cualidad de inconsciente-
sirviera para nombrar también a un modo de funcionamiento, la
no concordancia sistemática entre la cualidad de conciencia y el tipo
de organización nos aporta evidencia de que lo significativo no
es tal correlación sino las leyes de organización. Si el Psicoanálisis
ha merecido la atención de los que se dedican a las ciencias del
hombre no ha sido ni por la difusión de una moda, por ei peso
de su práctica profesional, por sus éxitos o fracasos terapéuticos
sino porque aporta un modelo de cómo pueden estar articulados
elementos que no siguen las leyes de ia lógica clásica. Sería in­
teresante pensar cuáles pueden haber sido los troncos comunes que
permitieron pensar en campos tan diversos como el de la Psicología
y el de la lógica, la lógica del Inconsciente por un lado y las lógicas
modales, las plurivalentes y ias llamadas disminuidas, todas desarro­
lladas en este siglo. En caso de que un tal proyecto encontrase
alguna concreción no sería más que la repetición tan frecuente en
(a historia del pensamiento de que algunas grandes ¡deas o preocu­
paciones impregnan una época y producen efectos en campos di­
versos.
En primer lugar una aclaración: cuando en la descripción del Edipo
que realiza Lacan se habla de madre o padre, lo que se está denominan­
do tras esos términos son determinadas posiciones que puede ocupar un
personaje, o mejor aún las funciones que realiza. Dado el tipo de familia
existente en nuestra sociedad las funciones designadas por esos nombres
son frecuentemente desempeñadas por los que efectivamente son los
padres o madres reales. Sin embargo, si un padre tiene con su hijo una
relación dual, en la que el deseo de éste es ser el objeto del deseo de
aquél, en que el chico es el falo del padre y gracias a ésto, éste no se
reconoce como castrado, sino que es fálico, entonces ese padre real
puede ocupar la posición de lo que en el primer tiempo se llama madre.
Vayamos ahora al estudio del segundo tiempo del Edipo. Dice Lacar
en "La s formaciones del Inconsciente": " E l padre interviene efectiva­
mente como privador de la madre en doble sentido, en tanto priva al
niño del objeto de su deseo y en tanto priva a la madre del objeto fálico.
A q uí hay una sustitución de ia demanda del sujeto, al dirigirse hacia el
otro, he aquí que encuentra al Otro del otro, su le y ".
Veamos los elementos de esta, cita que parece verdaderamente un
juego de palabras:
a) Con respecto al niño: "priva al niño del objeto de su deseo",
el niño deja de ser el falo de la madre, vé que ésta prefiere a otro que
río es él, porque supone que aquél tendría algo que él no tiene. Lacan
considera como esencial que la madre desea al padre, o sea que se vuelve
del hijo al padre. Es aquí donde se puede ver que tiene importancia la
madre real, lo que realmente haga la madre.
b) Con respecto a la madre: para que haya privación efectiva del
objeto fálico es esencial no sólo que la madre cambie al chico por el pa­
dre sino que éste no quede ubicado como totalmente dependiente del
deseo de la madre. Si ésto no sucede '<>madre se cbnsetva como riyyivr
fálíca: tendría en este caso con el padre el mismo tipo de relación dual,
narcisista que poseía con el chico; ella sería en estas condiciones lo que
determinaría el deseo del otro. A esto se refiere Lacan cuando en la
pág. 90 de "La s formaciones del Inconsciente" habla; "sobre los efectos
que tiene que la madre haya dictado la ley ai padre, como sucede cuan­
do ésta está muy enamorado de aquélla o también cuando el padre se
mantiene muy a distancia y sus mensajes llegan poi intermedio de la
madre".
Se puede ver entonces que es posible que haya pérdida del valor
fálico para si chico pero con conservación de la madre fálica. Esta retie­
ne sus atributos fálicos en otro, en este caso el padre, que depende de
ella totalmente. Sería equivalente a la situación en que la madre prefi­
riera a un hermano del niño: este hermano pasa a ser el falo. Ya no lo es
el niño primero, pero la que sigue siendo la ley, la que enviste a su total
voluntad a otro del valor fálico, o por el contrario se lo priva también a
su total arbitrio continúa siendo la madre.
Hay que diferenciar entonces colapso narcisista de castración simbó­
lica. En el colapso narcisista —pongamos por caso el nacimiento de un
hermano que pasa a ser el preferido— el chico deja de ser el falo, el
Y o Ideal. El hermano pasa a serlo. Oe modo que colapso narcisista es
la pérdida de la identificación con el valor fálico, o como planteamos en
otra oportunidad es la pérdida de la identificación con el Y o Ideal.
En la castración simbólica, en cambio, el niño reconoce que a la
madre le falta algo que lo debe de buscar en otra parte, corresponde al
momento en que el niño deja de ser el falo y éste pasa a existir para él
como entidad independiente de tin personaje. Por ello la castración
simbólica para completarse * exige que el chico reconozca que hay algo
más allá no sólo de él —el falo— sino también de. la posibilidad de la
madre de instaurarlo, de dotar a su total arbitrio del falo al personaje
que a ella se le ocurra; que ella a su vez está sometida a un orden que le
es exterior. Esto es lo esencial de la castración simbólica: en el psiquismo
del chico es el reconocimiento de la castración de la madre, y de toda
persona, incluido el padre.
Se aclara ahora la última parte de la cita cuando dice: "A q u í hay una

* "Para completarse" quiera indicar que en el 2o. tiempo dei Edipo es inicia ¡a
castración simbólica con la castración de la madre, pero recién cuando en ei
tercer tiempo at padre aparezca como castrado se habrá producido la totalidad
del movimiento que lleva a independizar al falo y a la ley de todo personaje real.
sustitución de la demanda del sujeto: al dirigirse hacia el otro (por lo
tanto el semejante, el otro de la relación especular, la madre), he aquí
que se encuentra al Otro del otro, su Le y ". O sea, el chico al dirigirse a
su madre encuentra que hay un Otro, en este caso Otro como el lugar de
ia ley o significando a la ley, a la cual la madre debe someterse. Por lo
tanto la castración simbólica no es el pasaje de la dominación de la ma­
dre a la dominación del padre, sino que consiste en la instauración dei
falo como algo que está por fuera de cualquier personaje, de la madre o
del padre, que no se lo puede poseer a su solo arbitrio. Es por eso que
el falo se instituye en la cultura como una entidad desde la cual todos
quedan ubicados como castrados simbólicamente.
¿Cómo aparece en el segundo tiempo el padre interdictor, el padre
terrible? Esto es lo que piantea Lacan en la pág. 89 de "L a s formacio­
nes dsl Inconsciente": " E n el discurso de la madre, como mediada por
ésta. Vlenos velado por consiguiente que en ia primera etapa, pero aún
no revelado". ¿Por qué no revelado? Por el hecho de que todavía el
padre en tanto algo que está por fuera de la madre y de un personaje en
particular, o sea en tanto que padre simbólico no está totalmente consti­
tuido. En este segundo tiempo de pasaje todavía el chico cree que el
padre es el falo, y continúa la cita: "interviene a título de mensaje para
la madre y , por lo tanto, para el niño, a título de mensaje sobre un men­
saje: una prohibición, un no. Doble prohibición. Con respecto al niño:
no te acostarás ^on tu madre. Y con respecto a la madre: no reintegrarás
tu producto. A q uí el padre se manifiesta en tanto o tro", dice Lacan, y
significativamente coloca otro con minúscula, o sea que el padre se ma­
nifiesta en tanto otro, no en tanto ley; en tanto un semejante con el cual
el chico rivaliza. Continúa la cita: " Y el niño es profundamente sacudido
en su posición de sujeción (al deseo de la madre): el objeto del deseo
de la madre es cuestionado por la interdicción paterna".
Esta representación del padre interdictor, como padre terrible no es
el padre simbólico. Por el contrario,tiene los atributos, por un lado, de
la madre del primer tiempo —es el que dicta la ley y no aquél que está
en representación de la m ism a-, por eso Lacan utiliza la expresión
"el padre interdictor", "el padre terrible"; hay un matiz de ironía en
lo de "padre terrible", aparece como terrible pero en realidad esto no
es más que una impostura, o sea tiene ei atributo presuntuoso de dictar
la ley. Además aparece como siendo el falo —porque en la subjetividad
del chico es aquél que lo desplaza en el deseo de la madre—, o sea para
él chico es lo que él no es, por lo tanto sería perfecto, es aquéllo
que él pasa a sentir que no es-‘ el falo. Es una representación imagina­
ria, en el sentido de que es algo en sí mismo.
Para captar un poco más el concepto de ese padre terrible h&y un
artículo de Moustafá Saffouan, que es un miembro destacado de la
escuela lacaniana, en su libro "Estudios sobre el Edipo" que publicó
Du Seuil. El estudio se llama " L a figura del Padre Ideal". Este es el
padre imaginario que aparece como ún interdictar; es ei padre que en
el mito de "Tótem y Tab ú" corresponde al padre omnipotente de la
horda primitiva. Y acá se requiere una aclaración: cuando decimos que
el Padre Ideal o padre imaginario es aquél que en el mito de "Tótem
y Tabú" corresponde al padre omnipotente de la horda primitiva nos
referimos a que en la descripción m ítica de la horda primitiva había
alguien que funcionaba como un interdictor que poseía a las mujeres,
que castraba a los hijos, y que después fue muerto. Es Padre Ideal
dentro del momento que describe el mito de ia horda primitiva.
Pero cuando se realiza la muerte del padre, y nosotros desde aquí
nos estamos refiriendo a ese padre de la horda primitiva —desde la
situación actual— como un padre no existente en este momento,
como un padre que dictó la ley, ya no cumple el mtismo papel que en
la situación original describe el mito como que cumplía. O sea en
la situación original del mito, suponiendo que hubiera existido esa con­
dición, para los personajes ese padre terrible era la Ley, no ¡a re­
presentaba sino que la era. Mientras que para nosotros, en la re­
presentación que nos hacemos de aquella situación m ítica, la ley nos
viene desde la muerte de ese padre como plantea Freud en "Tótem y
Tabú". A partir de ahí se edifican una serie de regulaciones, etc.
Entonces ese padre en tanto muerto, con todas las consecuencias que
se derivan origina una ley que está más allá de un personaje particu­
lar en este momento, de modo que ahora sí va a pasar a tener los
atributos del padre simbólico.
Como digresión, Saffouan es realmente un personaje que merece
la mayor de las admiraciones. Es el traductor al árabe de " L a Inter­
pretación de los sueños" Ésto es en cierta medida un homenaje a todos
aquéllos que introducen eft un dominio determinado una teoría muy
importante; es el papel qué cumplió López Ballesteros para nosotros.
Con todas las imperfecciones de la traducción, realmente significó
para la gente hispano habíante la apertura ai Psicoanálisis.
Volvamos a la castración simbólica. ¿Por qué se llama castración
simbólica? En primer lugar castración es utilizado en sentido metafó­
rico: la castración en el sentido concreto, literal, sería el corte de una
parte del cuerpo que se separa del resto. El elemento que constituye
la base de la comparación, de la metáfora es: algo que se corta, o una
separación entre dos partes. En el caso de la castración simbólica se
introduce un corte, una separación entre la madre y el hijo, pero al
•mismo tiempo para cada uno se produce un corte y una pérdida. El
chico se separa del falo, pierde su identificación con él, deja de ser el
falo. La madre pierde a su falo, deja de poder instaurar el falo a volun­
tad y de tenerlo. O sea, metafóricamente, la unidad niño—falo / madre—
fálica se corta, entre ambos, y se le corta algo a cada uno de los dos
integrantes de la cupla.
E l segundo término —"sim bólico"— alude primero a que no es real
en el sentido concreto de castración como pérdida del pene, pero
ésto no es lo más importante; lo más importante es que designa en la
teoría al corte mismo, es decir en la descripción de la estructura edípica
caracteriza a esa separación con las distintas propiedades que adquieren
después los elementos a partir de! corte. Los miembros individuales,
el chico, la madre, el padre podrán representarse, imaginar de diversas
maneras esa castración, pero la castración simbólica no es la forma bajo
la cual alguien se imagina la castración, sino la descripción teórica
de esa circunstancia del corte en la estructura edípica.
La castración simbólica al ser para el chico la pérdida de la iden­
tificación con el falo y para la madre la pérdida del falo —en tanto
una posesión de la que puede dotar o privar a alguien—, no está rela­
cionada con el pene sino con el falo, en el sentido que tiene falo en
Lacan. Por eso Lacan dice en el Seminario de las relaciones de objéto:
" L a castración no es nunca real sino simbólica y concierne a un objeto
imaginario, el falo ".
Ahora bien, si un objeto —el pecho, el pene, las heces— pasan a
quedar investidos de valor fálico, representan al falo, entonces la pérdi­
da de los objetos será vivida como pérdida del falo. La conclusión es
entonces que la castración designa: a) en la teorización de la estructura
edípica, al corte; b) en la subjetividad, a la pérdida d^Kfalo, cualquiera
sea la forma en que se represente a éste.
Otro articulador teórico al cua! debemos aludir es el de "padre
sim bólico". Caracterizada la castración simbólica existe en la estructura
edípica una posición o lugar: la del padre simbólico. Es cualquiera
o cualquier cosa que ejerza la función de la castración simbólica, o sea
que el padre simbólico se define en función de la castración simbólica.
E l que ejerza la castración o io que la ejerza constituye el padre simbóli­
co. Dice Lacan, en "Las formaciones del Inconsciente", en la pág. 86:
" L a existencia de un padre simbólico no depende del hecho deque en
una cultura dada se haya más o menos reconocido; el vínculo entre
coito y alumbramiento, sino que haya o no algo que responda a esa fun­
ción definida por el hombre—de!—padre" (subrayado m ío).
Como habíamos dicho no tiene por qué ser ei padre reai. En una
cultura en que se realice el culto de los antepasados como aquéllos que
crearon la ley a la que todos deben acatar, incluida la madre, esos ante­
pasados desempeñan la función del padre simbólico. En efecto, si la
madre reconoce ante su hijo que ella misma no puede hacer lo que quie­
re, que hay algo exterior a lo que se debe someter, que su hijo no le
pertenece sino que también está sometida a ese sistema de regulaciones
fijados por la tradición y atribuidas a los muertos en un acto de legisla­
ción, el que la madre se presente así implica una restricción de su poder
sobre su hijo; éste se ubica entonces no en relación al deseo de ella
sino a un orden compartido por todos y no detentado con exclusividad
por nadie. El mito de los antepasados desempeña entonces la función de
(a castración simbólica pues corta la unidad narcisista madre—fáiica /
hijo—falo, e instaura una ley que está más ailá de cualquier personaje
real, inclusive del propio padre del sujeto, con lo cual también cuando
ss realiza la castración simbólica no solamente queda castrada ia madre
sino que queda castrado el padre, como alguien que debe depender de
un otro orden exterior a él.
Con lo anterior nos introducimos en el concepto de ley. La ley
en Lacan es la regulación que está más allá del deseo o voluntad de un
individuo. El prototipo de la ley es la prohibición del incesto. Es una
ley de la cultura que regula los intercambios sexuales.
Un individuo particular puede actuar en representación de la ley
pero no serla para que se hable de orden simbólico. Si-en el primer
tiempo del Edipo la madre es la ley para el chico esta ley no pertenece
en realidad al orden simbólico y en sentido estricto no merece el cali­
ficativo de ley. Cuando la madre ya no es la ley, recién en ese momento
queda separada la madre de aquélla, la madre—personaje queda ubicada
en relación a esa otra cosa independiente que es la ley.
Resumamos entonces cuál es la articulación entre castración simbó­
lica, padre simbólico y le y;la podríamos plantear de la siguiente manera-
par la operación de la castración simbólica, que es ejercida por ei
padre simbólico, el niño deja de representarse como siendo el falo y
la madre de ser faitea en ¡a medida en que inviste al chico del atributo
fálico; la madre pierde su identificación con la ley, con ser aquéllo
que le dicta; la ley como entidad más alfa de un personaje queda instau­
rada. Por ello se puede decir que el padre simbólico es el prom otor de
la ley.
Veamos ahora otro articulador, aquél que se conoce como "Nombre
—del—padre". A l ejercer el padre simbólico su función de castración
simbólica, produce en la subjetividad del chico el reemplazo de la ley
omnímoda del deseo de la madre por la ley como instancia exterior a
todo personaje. Esto queda inscripto de maneras muy diverges. Para
cada uno asumirá una forma particular, pero lo importante es que en
el psiquismo del chico aparece como algo que limita el poder de la ma­
dre. Este algo, cualquiera sea !a forma bajo la cual se le representa al
sujete, ya sean las Tablas de la Le y, la tradición, las normas morales,
etc., produce los siguientes efectos:
I o: Reemplazo del poder de ¡a madre por la ley.
2°: Determina que el chico que era el falo deje de serlo, que éste
se instaure como algo más allá de todo personaje; de algo que se es pasa
a instaurarse como algo que se tiene, que se da y se recibe; es decir
pasa a ser falo simbólico. En.este sentido la castración simbólica produ;
ce en el psiquismo la emergencia de la significación fálica, entendiendo
por ésta al falo en tanto simbólico.
Por lo tanto si es algo que reemplaza a otra cosa, si está en un
encadenamiento que le otorga valor, si produce efectos de significación,
reúne los atributos que para Lacan entran en la caracterización del
significante. Ahora bien, a este significante se lo llama en la teoría el
"Nombre—del-Padre". O sea, que se puede caracterizar al "Nombre—
del—Padre" como ia expresión que en la teoría designa al significante
que inscribe en la subjetividad del chico a la fundón del padre simbóli­
co. Pero si el "Nombre—del—Padre" es la inscripción en el psiquismo de
la función del pjadre simbólico implica obviamente a la castración
simbólica y prorFípeve la instauración de la ley, ya que no hay padre
simbólico sin castración simbólica y sin ley; no existen el uno sin el
otro, sino que se implican.
Veamos ahora una cita de Lacan que pese a lo compleja que apa­
rece en un primer momento resulta clara si se ubican los términos que
ella utiliza en un cierto vocabulario lacaniano. Lacan'dice en el trabajo
"De una cuestión'preliminar a todo tratamiento posible de la-psicosis",
pág. 583: " E l Nombre—del—Padre, es decir el significante que en el Otro,
en tanto que fugar del significante es ef significante del Otro en tanto
que lugar de la le y ". Veamos qué es lo que significa. La clave está en el
significado de Otro. Otro significa dos cosas: por un lado código y
además ley. 0 sea que en el código —el lugar del significante, el Otro—
hay un significante. 0 en otros términos: en el lugar del significante
hay un significante que ubica un lugar, el lugar de la ley. Donde era el
lugar (lugar como un espacio que puede ser ocupado, que no es algo
en sí mismo) de la madre como ley absoluta aparece la Le y.
La cita quiere decir entonces que el Nombre—del—padre es el signifi­
cante que instaura el lugar de la ley dentro del código.
¿Por qué la expresión Nombre del Padre? La expresión intenta
subrayar la conexión con el contexto bíblico en que se realiza la invo­
cación " E n el nombre del padre...", o sea en representación de una auto­
ridad últim a que sería la ley misma. Cuando en el contexto bíblico se
dice "en el nombre del Padre", el que lo dice no es la ley, está actuando
en representación de, invocando. Por eso lo que se quiere indicar con
el Nombre—del-padre es que algo queda inscripto en la ley, y los perso­
najes como actuando en representación de la misma. En el texto bíblico
las Tablas de la Ley le son entregadas a Moisés; éste actúa en represen­
tación de el Dios y él no es la ley. La ley es identificada con la figura
del Padre Eterno, pero no con Moisés. Por eso dice Lacan en el discurso
de Roma en e! 53, el texto que se titula “ Función y campo de la
palabra" en la pág. 98 de Lectura estructuralísta: " E n el nombre de!
padre es donde tenemos que reconocer el sostén de la función simbólica
que desde el albor de los tiempos históricos identifica su persona con
ia figura de la le y ". O sea desde el albor de tos tiempos históricos, desde
esos tiempos a los cuales remiten los textos sagrados, se identifica
Dios con la ley, o sea con aquél que realiza ¡a ley, que la legisla,
pero a partir de esa legislación ya no hay nadie más que sea la ley,
' todos actúan en representación de etla.
A q u í resulta necesario disipar varios equívocos posibles: el pri­
mero, al decirse que el padre simbólico realiza la castración simbó­
lica sobre la madre y el chico se puede pensar que es necesaria la pre­
sencia física de una persona real, que si por ejemplo una madre vive
sola con su hijo la falta de padre ocasionará la no existencia de padre
simbólico. Esto no es así. La madre puede imaginar una pareja para ella,
desearla y de esa manera introducir un padre inexistente pero que cum­
ple !a función del padre simbólico como capaz de señalar al chico que
hay alguien que está más allá de él que a la madre le falta, con lo que
se produce esta circunstancia la castración simbólica a través de un
elemento imaginado, elemento imaginado que al jugar la función del pa­
dre simbólico estructura la cupla madre / hijo en relación a él. *
' Lo deseado por la madre más allá del chico puede incluso no ser
una persona real o imaginada. Supongamos una madre pintora, que sus
cuadros, su éxito artístico es más importante para ella que su hijo mis­
mo; éste siente que hay algo más allá de ella que la madre desea. El
no es el falo de ella: el falo serían sus cuadros, pero ésto no basta
para que sea castración simbólica. Puede ser colapso narcisista si ¡a
madre mantiene una relación con sus cuadros en que estos son su falo y
ella es fálica porque los posee. Ella no está castrada, el hijo no es el
falo pero la madre sí es fálica a través de los cuadros. Mirado desde
el chico la madre continuará siendo idealizada, figura omnipotente,
que en vez de verlo a él como falo ve así a sus cuadros; se produce
rivalidad con el cuadro—falo, rivalidad equivalente a la que se tendría
con un hermano. Pero bastará que la madre considere que sus cuadros se
tienen que ajustar a determinados cánones.estéticos, que si no cumplen
estos requisitos sus cuadros no valen, para que ella entonces ya no sea
mujer fálica, en el sentido de que ya no instaura a voluntad eí faío.
Que ella admita la existencia de algo que está más allá de ella, de su
voluntad —un ordenamiento exterior— posibilita la castración simbó­
lica.
Lo anterior nos lleva a poder concluir que cuando se dice que eí
padre simbólico efectúa la castración simbólica no se presupone que
hay alguien que ejecuta una acción sino que hay algo, que puede sí ser
alguien, en relación a lo cual la madre queda ubicada como no siendo la
ley. Más aún el padre real puede no hacer nada, ser débil, pero ante los
ojos de la madre ser alguien que es deseado, cuya palabra escucha —co­
mo dice La ca n - e igual tiene lugar la castración.
¿Cómo se compatibiliza ésto con lo que Lacan dice en el Seminario
de las relaciones de objeto? Recordemos el texto: "Sólo se vive el
complejo de castración si el padre real juega realmente su juego". O
sea que el padre real tiene importancia, tanto más cuando la madre ten­
ga demasiada tendencia a conservar al hijo en el lugar del falo. En ese

* Es interesante ésto de que un elemento imaginado pueda desempeñar un papel


simbólico, porque este elemento imaginado no pertenece a un orden imaginario
sino quo está articulado en un orden «¡mbóltco como lo seftalsmos en el
capítulo anterior.
caso si padre rea! puede contrarrestar esa tendencia. A su vez si ei
padre rea! es totalmente incapaz de ponerse a ia altura que le exige su
fuñe íón con todo !a madre podrá encontrar en otro elemento real o
imaginado al padre simbólico. 0 sea, que ei padre real es tanto o m.ís
importante cuando mayor sea la tendencia de la madre a excluir al pa­
dre simbólico. Hay circunstancias en que el padre reai para poder produ­
cir la castración simbólica tiene que realizar algo semejante a una verda­
dera violación en la cupla madre—fálica / hijo—falo.
En síntesis: se trata de un verdadero balance. Ei elemento tercero
rsgi será tanto más importante cuanto más tendenciatenga lamadre
de !a relación dual a conservar ese papel, y viceversa.
£1 segundo equívoco a disipar es el de suponer que un padre
fuerte, en el sentido de dominante y autoritario, es más apto para pro­
ducir la castración simbólica. Por lo que se verá es todo lo contrario.
Si un padre es el poder omnímodo, arbitrario, despótico en su familia,
actúa como aquéllo que llamamos la función madre de la relación dual.
Entonces no realiza la castración simbólica; tanto el hijo como la ma­
dre real se colocan frente a él como esclavos de sus deseos, el padre en
vez de representar la ley, lo es. O sea mantiene la esencia de Sa rela­
ción dual. El caso prototípico en este sentido es ei dei padre de
Schreber. Recuerden: padre terrible, figura caracterizada de la sociedad
germana, autor de múltiples libros, dueño de gimnasios, que fijaba la
ley a su voluntad. En sus libros de enseñanza mostraba cómo su meta
era que el padre se convirtiera en omnímodo para su hijo. En este caso
el padre real de Schreber es la función madre de la relación dual, de
modo que Schreber desde ese punto de vista permaneció sin que se
realizase en él la castración simbólica. Por eso dice Lacan en el tra­
bajo " D e u n a c u e stió n p r e lim in a r a to d o tra ta m ie n to p o s ib le de ¡a
p s ic o s is " : "Pero aquéllo sobre io que nosotros queremos insistir es
que no es únicamente de la manera como la madre se acomoda a la
persona del padre que convendría ocuparse, sino de! caso que ella
‘haga de su palabra, de su autoridad, es decir del lugar que ella reserva
al Nombre—del—Padre en la promoción de ia le y ", y continúa: "Más
aún la relación del padre con la íey debe ser considerada en sí misma,
pues allí se encontrará ia rizón de esta paradoja por ia cual los efectos
devastadores de la figura paterna se observar» con particular frecuencia
en les casos en tjae ei padre tiene realmente la función de legislador o
se aprovecha, que él sea en verdad de aquéllos que hacen las leyes o
se colocan como pilares de la ley, en mpdelo de ia medida de la
integridad o de la devoción, en virtuoso o en exim io ...", y concluye la
cita diciendo: " Y para decirlo todo, de excluir del Nombre—del—Padre
de su posición en el significante". Lo decisivo no es por lo tanto.que
el padre venga a reemplazar a la madre en su lugar de amo absoluto, de
omnipotente, pues eso deja igual ai sujeto en la relación dual frente
a un personaje que es la ley, sino que éste venga como tercero a indicar
que el otro no es el amo absoluto, que el otro tiene que aceptar a su
vez una !ey. Pero a su vez en el tercer tiempo del Edipo el padre debe
ser también alguien que acepte la ley, o sea castrado por su parte.
La presentación de hoy es un exponente de las dificultades de tipo
pedagógico que resultan de que tengamos entre los alumnos de! curso
dos niveles de formación diferentes, con expectativas que también di­
vergen. Algunos alumnos nos soiicitan una lectura lo más exhaustiva
posible de! Edipo lacani^no. Quieren entender párrafos que les han
resultado oscuros. Nos pidfn no pasar a otro tema hasta que hayamos
agotado, dentro de las limitaciones de nuestro conocimiento de Lacan,
lo que podamos aclarar.
Otros alumnos, por el contrario, tienen tanta necesidad de conocer
aspectos básicos de la Psicopatología Psicoanalítica que el detenimiento
en la pormenorización de un aspecto parcial les representa un verda­
dero lujo.
Nosotros nos encontramos así sometidos a una doble demanda, las
que por otra parte nos parecen legítimas por igual. El Centro Docente
debe ser un lugar en el que nos podamos internar por vías sofisticadas
y que incluso puedan llegar hasta demostrarse como estériles. El poder
arribar mediante un trabajo serio a desechar una teoría, a ver sus fallas
y sus aportes, es productivo porque en el proceso se han ido delimitando
más claramente las problemáticas. Más aún el rechazar una concepción
errónea, cuando se puede decir en qué no acierta, implica necesaria­
mente hacerlo por contraste con respecto a aquéllo que queda marcado
como verdadero. Toda eliminación del error se hace sobre la base de
une afirmación de la verdad, que surge así a la luz.
Al mismo tiempo el Centro Docente debe de proveer de información
básica de! tipo de aquélla que ya tiene una cierta carta de ciudadanía
en ei conocimiento, y que además permita operar en la práctica.
Es muy probable que la forma organizativa que podría satisfacer
la doble demanda sería la existencia de seminarios especiales y sepa­
rados de los cursos generales. Sin embargo las disponibilidades docentes
nos impiden por el momento una diversificación así. El Centro es una
estructura en desarrollo, que debemos cuidar contra dos mutilaciones:
una la de cerrarse a las necesidades formativas de amplios sectores
insertos en una práctica que los requiere; la otra, la de que se convierta
en una "escuelita" de bajo nivel sin aspiraciones de producción científi­
ca. El justo equilibrio es un ideal nunca alcanzable. Inclusive el plan­
tearlo así en términos de dicotomía es ya una deformación.
Hoy en ¡a primera parte de la reunión quizá oscilemos hacia el polo
de la demanda de un tipo de alumnos. Con saberlo creemos que ya
hemos dado ün paso para no quedarnos fijados a esa posición.
Entremos ahora en materia y detengámonos en la metáfora paterna,
así llamada en la teoría lacaniana.
Lacan define la metáfora como la fórmula de la sustitución signifi­
cante y ¡a escribe de la siguiente manera:

s t 1
X S

En la fórmula un significante S reemplaza a otro sig n ificantes', te­


niendo este último un significado x, desconocido para el sujeto, ya que
la producción del significado s tiene lugar como consecuencia de la sus-
titución significante. El tachar S ' es para indicar que en la operación
de la metáfora queda eliminado, simplificado en el sentido matemático
del término.
Una aclaración sobre esta fórmula: en primer lugar Lacan utiliza
las fórmulas matemáticas para ¡lustrar algo en forma analógica. No se
deben entender en el sentido matemático estricto. Una indicación de
eso es que la fórmula de la metáfora no es una ecuación {no aparece
el signo igual entre los dos términos sino una flecha). La flecha esa tie­
ne el sentido de indicar que esta operación produce un producto. No
conozco indicaciones de dónde Lacan sacó la flecha, pero si uno tuviera
que pensar en un contexto en donde la flecha tiene un significado de
producir algo es en las ecuaciones químicas, en donde el primer término
de la fófmula produce e! segundo término. *
De cualquier manera por el uso que hace Lacan 'de la flecha resulta

* En matemáticas no es así, al manos en lo que conozco; en el cálculo infinite­


simal se emplea la flecha para indicar que algo tiende a un limite; se pone por
ejemplo x tiende a 0, anotándolo x ) 0. En este caso no tiene evidentemen­
te el sentido de que x produzca 0.
evidente que significa que como consecuencia de una operación se pro­
duce algo.
Tomemos ahora un ejemplo de metáfora que da Lacan en las
"Form aciones del Inconsciente". En el cap. 11 del trabajo de Freud sobre
el chiste —aquél en que Freud plantea la técnica del chiste— se halla la
afirmación: " y tan cierto como que Dios debe velar por mi bien, doctor,
yo estaba sentado junto a Salomón Rothschild y él me trató como a un
igual, muy famillionariamente". O sea, que aparece la palabra famillio-
nario que sustituye en el discurso manifiesto a fam iliar y a millonario.
Supóngase que se hubiera dicho: "me trató de una manera fam iliar",
hubiera sido un sentido de la frase; "me trató de una manera millona-
ría ", hubiera sido un otro sentjdo de la frase. Pero con ambos signifi­
cantes (fam iliar y millonario), por la condensación»"famillonariamerite",
surge un nuevo sentido que no estaba ni en fanryliar ni en millonario.
O sea me trató tan famillonariamente significa: como un millonario
puede tratar. No dice que lo trató como un millonario ni como un fami­
liar, aparece la ironía de que cuando un millonario trata de manera
fam iliar ésta no deja de reflejar la existencia del millonario. O sea que
lo importante de acá es que como consecuencia de la sustitución de
un significante por otro se produce algo nuevo que no estaba previa­
mente. Esto ess|p que se quiere señalar con la fórmula de ia metáfora:
por la sustitución de este significante S ’ por el significante S, eri el
segundo término de la fórmula de la metáfora aparece algo que es un
significado que no estaba previamente.
Ahora veamos cuál es el sentido que tiene el término metáfora ha­
bitualmente. Tomemos primero antes que una definición un ejemplo
de metáfora, por ¡ejemplo "el barco surca las aguas". Es evidente que
ésto está queriendo decir que así como tfn arado atraviesa la tierra
dejando un surco, de igual manera el barco al atravesar las aguas deja
una estela que parece un surco. Por eso se ha dicho que la metáfora ,
es en realidad una analogía implícita y se diferencia del símil en el que
la analogía sería explícita; ejemplo de simil será "el barco atraviesa el
agua dejando una estela como el arado atraviesa la tierra produciendo
el surco".
Vayamos a las definiciones de metáfora que dan distintos dicciona­
rios. El Robert da- como definición: "Procedimiento de lenguaje que
consiste en una transferencia de sentido por sustitución analógica".
¿Por qué habla de transferencia de sentido? Porque cuando se dice:
"el barco surca las aguas" gracias a la palabra "surca" se transfiere al
movimiento del barco los caracteres del movimiento del arado.
El Webster dice: "U na figura de lenguaje usando una clase de objeto
o idea en lugar de o tra ". E l Diccionario de la Real Academia dice:
“ Tropo (figura de retórica) que consiste en trasladar el sentido recto
de las voces en otro figurado en virtud de una comparación tácita".
Los ejemplos que da son: ¡as perlas del rocío, la primavera de la vida,
refrenar las pasiones.
En estas definiciones aparecen dos aspectos a destacar: algo sustitu­
ye a otra cosa (surca en vez de navegar), y segundo, existe una transfe­
rencia de sentido, se pasa sentido de uno a otro. Tomemos los ejemplos
que plantea la Real Academia: "las perlas del ro c ío ". Fíjense que perlas
¡a imagen que sugiere es ia de ser redondas, bellas, brillantes, etc., o
sea el conjunto de notas características que les permiten a Uds. dar la
connotación de perlas. R o cío también sugiere la idea de algo que es una
gota, redondeada, que es brillante, etc. Existe una cierta similitud entre
perlas- y rocío, pero no son exactamente iguales; gracias a que se
dice las perlas del rocío, a rocío se le transfiere el sentido que tiene
perlas y por eso introduce algo más, por ejemplo que son bellas, que son
valoradas, etc.; se introduce un cierto criterio estético con respecto
al rocío que si no sería una mera descripción de esas gotas redondeadas
de agua. Pero esto aparece gracias a una transferencia de sentido y a una
cierta similitud existente entre ambos elementos. Fíjense en ia otra
metáfora que da el Diccionario de la Real Academia, "la primavera da
la vida"; acá hay una comparación im plícita: la primavera es una época
del año, es una época de esplendor, de vigor, de rebrote, todas las cosas
que Uds. quieran dar como notas características del concepto de prima­
vera. 0 sea que él año tiene estaciones, tiene períodos; la vida también
tiene períodos mejores o peores. De modo que al mejor período de la
vida se lo llama primavera de la vida. La primavera es a las estaciones
del año como el mejor período de ia vida es a la vida en totalidad. En ­
tonces cuando se dice "primavera de ia vida" se está diciendo el mejor
período de ia vida; pero lo que yo quiero señalar es que hay una
analogía existente antes de que se produzca la metáfora: la primavera es
una estación del año, así como la vida tiene períodos. Por lo tanto de­
cir "la primavera de la vid a" se basa en una analogía existente, la
posibilidad de que el año y la vida se dividan en períodos algunos de los
cuales son mejores o no tienen características que son consideradas
mejores que las de otros períodos. O sea sobre la base de una analogía
previa se produce una traslación y una creación de sentido.
Comparemos ésto con lo que plantea Lacan. En Lacan no hay una
analogía previa entre los objetos o entre los conceptos, no hay sim ilitud
de sentido que sirva de base a la metáfora. Por ejemplo entre familiar
y millonario no existe ninguna analogía de sentido. Si existe una analo­
gía es entre los significantes y no entre los significados que tienen. O
sea familiar y millonario no tienen ninguna relación de sentido entre s í;
cuando en vez de ambos aparece "m e trató de una manera familiiona-
ria ", surge un nuevo sentido.
Y lo importante entonces es esta creación de seatido^ue se pro­
duce por la combinación del significante, porque de eso se trata: de una
particular combinación. Como consecuencia de que se combinan de una
manera determinada —se combinan fam iliar y millonario— se produce un
nuevo sentido. Por ello se entiende qué es lo que quiere decir Lacan
cuando plantea qu? ei significante no es el registro de un sentido previa­
mente existente, o sea que en un significante simplemente se inscriba un
sentido como podría aparecer en la teoría del signo saussuriano en que
hay un significante y hay un significado, y que éste se inscribe en el
primero —teoría de la doble cara del signo— sino que el significante es
un creador de sentido en su combinación. Y que esta creación de sentido
se produce específicamente por la combinación del significante en base
a propiedades de éste.
Acá hay un punto que valdría la pena discutir y que lo dejo para
los trabajos prácticos para no recargar la exposición, cómo queda intro­
ducido el significado en todo esto y si en realidad más que una combi­
nación de significantes no se trata de una combinación de signos polisé-
micos que son los que permiten la constitución de una nueva significa­
ción. Apunto a lo que a mi juicio no está suficientemente aclarado
en la teoría del significante lacaniano, aún cuando quede insinuado
con los llamados puntos de almohadillado o de "cap itó n", que es el
nombre que utiliza Lacan para abrochamiento del sentido y del signi­
ficante.
Ahora bien, qué es lo que retiene entonces Lacan del concepto de
metáfora: que algo sustituye a otra cosa; pero en lo que hace hincapié
es que en esa sustitución se produce una significación que previamente
no existía. Lo notable es que en las definiciones de ios diccionarios
no está, esta segunda parte en la cual hace énfasis Lacan. En las defini­
ciones se habla de una figura de lenguaje usando una dase de objeto o
idea en lugar de otra para sugerir una similitud o analogía entre ambos.
O si no dice "procedimiento de lenguaje que consiste en una transferen-
cía de sentido por sustitución analógica" o si no en ei Diccionario, de la
Academia "tropos que consiste en trasladar el sentido recto de las voces
en otro figurado en virtud de una comparación tácita". O sea, que lo que
se acentúa es la analogía existente, no el producto que aparece en el
segundo término de la metáfora. Esto no significa que no se haya visto,
a tal punto que en todas fas ejemplificaciones queda muy claro que hay
una producción de sentido. A io que me refiero es que en las definicio­
nes explícitas de los diccionarios no se toma en cuenta aquéllo que sí
Lacan enfatiza, y que pone en primer plano un aspecto esencial del
descubrimiento freudiano.
Ahora bien, planteado así el concepto de metáfora en Lacan, éste
lo utiliza para hablar de la metáfora paterna, que ia escribe de la siguien­
te manera:

N o m b r e — d e l— Padre D e se o d a la m ad re f A %
------ “ * ~— “ Z ! 1 Nombre—del—Padre ( _ J
D e se o de la m ad re S ig n ific a d o al su je to F a lo '

O sea, que cuando el deseo de la madre, que dominaba totalmente al


chico, es sustituido por ei Nombre—del—padre en la subjetividad del
chico aparece la significación fálica.
Veamos cada elemento de la metáfora: Nombre—del—Padre fue ca­
racterizado en la clase anterior. Deseo de la madre, quiere decir que el
chico no desea de por sí sino que su deseo le viene de aquélla. La A
simboliza al Otro (Autre en francés), es decir al código. Falo es aquél
que se puede perder, intercambiar por un hijo. El hecho de que falo está
bajo A es porque la significación fálica depende del código compartido.
Significado al sujeto (Signifié au sujet), no conocemos ningún lugar
en !a obra escrita de Lacan en que quede aclarado. Se podría entender
la expresión de la siguiente manera: que el deseo de la madre deje
significado al sujeto en el sentido de que aquéllo que el sujeto significa
—es—resulta producido por el deseo de la madre. Además el ''significado
al sujeto" que ocupa el mismo lugar que la " x " —significación descono­
cida— de la fórmula general de la metáfora dada al comienzo de la
clase, indicaría que antes que el individuo se libere dei deseo todopode­
roso, y capaz de crear de pór s í la significación de lo que aquél es, no
se podría hablar de sujeto. Antes de la metáfora paterna ei individuo no
sería sujetó, sino que tmergería como consecuencia de ella.
Como Consecuencia del reemplazo que realiza el significante Nom­
bre—del—Padre del Deseo de la madre se produce en el segundo térmi­
no la significación fálica.
Por lo tanto metáfora paterna es pues la operación de sustitución en
el código del peseo de la madre por el Nombre—del—Padre, lo que
induce la significación fálica.
Veamos ahora el tercer tiempo del Edipo: nuevamente no voy a
tratar hoy de hacer toda una exposición detallada del tercer tiempo del
Edipo sino me voy a detener en aquellos aspectos que pueden ofrecer
una cierta dificultad. En primer lugar, producida la castración simbólica
el hijo deja de ser el falo, tampoco lo es el padre como lo era en el se­
gundo tiempo; la madre deja de ser la ley, tampoco lo es el padre. E l
falo pasa a ser algo que se podrá tener o carecer de él pero que no se
es ; la ley pasa a ser una instancia en cuya representación un personaje
pueda actuar pero no lo será. 0 sea que en el tercer tiempo del Edipo
quedan instauradas la ley y el falo como instancias que están más allá
de cualquier personaje.
Segundo, al no ser el chico el falo deja de estar identificado con
el Y o Ideal y se identificará con el Ideal de! Y o . Recuerden que Lacan
plantea que en el tercer tiempo se produce la identificación con el
Ideal del Y o . Recordemos entonces las diferencias entre Y o Ideal e
Ideal del Y o en la teoría lacaniana y vamos a entrar en una precisión
que no habíamos dado el año pasado porque entonces nos habíamos
aproximado desde el punto de vista básicamente de Lagache. E l Y o
Ideal es ia imagen de perfección narcisista, representa a un personaje
dotado de atributos, de perfección, completud, omnipotencia. El Ideal
del Y o , en cambio, es para Lacan ("Observación sobre el informe de
Daniel Lagache") una constelación de insignias. Esta es la frase en la
que vale la pena detenerse: el Ideal de! Y o es una constelación de
insignias, y la palabra clave es insignia. Las insignias son un distintivo
que lleva alguien para señalar que está ocupando un lugar, desempeñan­
do una función, teniendo un papel, que queda indicado a través de las
mismas. O sea la insignia es un testimonio, un símbolo de que alguien
ocupa un lugar determinado. Fíjense en lo que dice el Robert de la
palabra insignia: "marca exterior y distintiva de una dignidad, de una
funcipn, de un grado...". ¿Qué es lo que señala con marca exterior y
distintiva? Que es un emblema, un símbolo, de la misma manera que
los galones que utiliza un militar son la marca exterior y distintiva de
una determinada dignidad; si él tiene los galones significa que no es en
s í mismo el grado que aquéllos marcan sino que es aquél que participa
de los atributos de una clase determinada de BgM#«aiefeJ|Qtpnces ia
rnsígmá es un elemento materia! significante que ubica al que la posee.
Se entiende la cita de Lacan en "L a s formaciones del Inconsciente"
cuando dice: " L a identificación que produce el Ideal del Y o es una
puesta en relación del sujeto no con la persona del padre sino con cier­
tos elementos significantes de los que es el soporte, digamos las in­
signias del padre. El sujeto se presentará pues bajo la máscara, bajo las
insignias de la masculinidad". Veamos las partes de esta cita: el sujeto
se relaciona, se ubica en relación a, no a la persona total del padre como
sí fuera un Yo Ideal con el cual se identifica y él sería ese Y o ideal,
sino con ciertos elementos significantes de los que el padre es soporte.
E l padre no es ese Yo Ideal, el padre real simplemente actúa como un
soporte, de la misma manera que el que está adentro de un uniforme es
soporte de una determinada investidura. ¿Qué significa: se presentará
bajo la máscara? La idea es la del teatro griego donde una persona
—el actor— revistiéndose con determinada máscara pasa a ocupar el
tugar del personaje; lo permanente es el personaje, mientras el sujeto
que ocupa ese personaje es contingente, es simplemente el soporte de
una determinada función.
Ahora lo que nos podemos preguntar es: ¿pero acaso el Y o Ideal no
se presenta también bajo'la forma de determinados rasgos que hacen
que aquél que los posea lo sea, sea el Y o Ideal? ¿Acaso no es un elemen­
to particular inclusive material, visible, una marca lo que constituyen
los bucles, el color de los ojos, o cualquier otra característica que
sirve para convertir a un chico en el falo de la madre y por lo tanto
en el Y o Ideal? ¿Cuál es entonces la diferencia entre un rasgo que va a
producir la imagen del Y o Ideal y el rasgo cuya identificación va a pro­
ducir el Ideal del Y o ? , porque en ambos casos son rasgos ios que son to­
mados para que alguien sea el Yo Ideal y el Ideal del Yo. La diferencia
no eitá^sirnplemente en que uno —el Yo Ideal— sería una imagen total,
porriúe sttynpre es un rasgo particular el que convierte a alguien en un
Y o Ideal.
Un intento de respuesta para diferenciar entre los -íipos de rasgos
cuya identificación dará lugar al Y o Ideal o al Ideal del Y o sería
decir que la diferencia radica en el tipo de rasgo, en su naturaleza;
si es del orden de lo sexual, de marcar la diferencia anatómica de
los sexos ese rasgo sería por esencia algo que va a constituir el ideal
del Y o . En ese sentido uno podría leer —bajo esta perspectiva— la
cita de Lacan cuando habla del Ideal del Yo como lo que "está orientado
hacia lo que en el deseo del sujeto representa un papel tipificante,
el hecho de asumir la mascuHnidad o la fem inidad", y se podría pensar
que aquellos rasgos que hacen asumir la masculinidad o ia feminidad
son por su esencia, por sus características, por su temática, por su
contenido, ¡o que define al Ideal del Y o , y se diferencia de otros
rasgos que serían Y o ideal, como por ejemplo !a fuerza, la belleza, la
inteligencia, ate. Pero ésto no fs así. De igual modo que la diferencia
entre lo imaginario y lo simbólico no dependa de la naturaleza en s í del
elemento en cuestión, sino dei tipo de articulación con ios otros ele­
mentos. De la misma manera un elemento —pongamos por ejemplo la
conducta sexual hacia la mujer en al hombre— podrá servir para que esa
individuo se identifique al Yo ideal, o por el contrario ser una insignia
de que pertenece a la ciase de los hombres y no de las mujeres, por lo
tanto constituir un ideal del Y o . Veamos uno y otro caso. Si su con­
ducta sexual hapia las majares lo hace sentir que él es el supermacho,
ie produce la safisfgeción narcisista de sentirse perfecto, si gracias a s$a
conducta se ve como ia imagen dei hombre por antonomasia, si $e
siente ser el falo, entonces esa conducta en particular, ase rasgo, seré sí
rasgo distintivo de! Y o Ideal. 8¡ por el contrario su conducta sexual
hacia la mujer rasura de que al ubicarse él como hombre y al ser lo
propio de éste el actuar de esa manera él termina identificándose con esa
conducta, que es la de su sexo por pertenecer a la clase da los hombre^
ese elemento será parte dei Ideal del Y o . O sea por ser un miembro 4a
ase conjunto y no él el conjunto en sí mismo, su conducta sexual será
una consecuencia y una insignia de su pertenencia. Como consecuencia
de tener esa insignia —la conducta sexual— él pasará a constituir un
miembro más de la cíase de los hombres. Es la diferencia entre tener el
falo y serlo.
Por aso Lacan dice en "L a s formaciones de! inconsciente" (pág. 103}
que ál ideal del Y o está orientado hacia lo que en si deseo del sujeto
representa un papel tipificante, el hecho de asumir la masculinidad o la
feminidad. ¿Qué quiere decir tipificante? Esta es la palabra central en
la cita. Tipificar algo significa ubicar dentro de un tipo, es decir en
un conjunto. Significa clasificar como perteneciente a una ciase de
objetos, en este caso Ja de Sos hombres o la de las mujeres. Por lo
tanto ¿I ideal dei Yo está orientado hacia lo que en el deseo dei sujeto
representa un papel tipificante, o sea es ia insignia que ie permite que
el sujeto poseyéndolo quede tipificado como siendo hombre, como per­
teneciendo a ia ciase de los hombres. De modo qus se el Yo ¡daal
pero m tiene un rasgo, que a modo de insignia, de galorses, lo ubican
como perteneciendo a un grupo; esta eoroteiación de rasgos-es ei
ideal det Yo.
Tercero, derivado de lo anterior, se desprenden dos consecuencias
que se producen en ei tercer tiempo del Edipo: a) la aceptación de
la ley. A l aceptar la ley, la ley que se acepta por antonomasia es la ley
del incesto, que no sólo prohíbe la relación sexual con ia madre sino
que la posibilita con otras mujeres. Por eso tacan dice que en el tercer
tiempo el padre aparece como permisivo y donador, o sea que el padre
posibilita. Mientras que aparecía como prohibidor y terrible en el se­
gundo tiempo, en el tercer tiempo realizada la castración simbólica la
ley es "no te acostarás con tu madre pero sí con cualquier otra m ujer".
El padre aparece como aquél que otorga ei derecho a ¡a sexualidad y
como consecuencia se produce la asunción de ia identidad de ser
sexuado, identidad acorde con la naturaleza anatómica de cada uno.
Fíjense que hay que asumir la identidad sexual acorde con la natura­
leza anatómica de cada uno. Por eso se habla de una normativización
del Edipo, no de una normalización dei Edipo. Lá palabra a io que
quiere hacer referencia es a que trata de que el sujeto entre en una nor­
ma, en una ley, se inscribe, en ei tfercer tiempo del Edipo, en una de­
terminada norma de regulación de loá intercambios sexuales.
Lo central de todo ésto es que Ib, identidad no es algo que derive
de por sí, de la observación de la propia anatomía, fino que se llega a
ser aquéllo que se es. O sea lo que trata de plantear ei Edipo lacaniano
es que a través de la evolución deí Edipo se llega a tener como identidad
sexual aquéllo que anltómicamente se es. Entonces la normativización
es la inscripción del sujeto en una norma de ia cultura.
Ahora bien, lo anterior daría para discutir muchos aspectos poco
claros y otros cuestionables. Sería útil fetrabajar en las reuniones de las
comisiones, la idea de que el Edipo lacaniano no es una simple
retraducción a otro léngüaje del Edipo freudiano; el Edipo lacaniano
se puede decir —utilizando la expresión de Lacan— que es una metáfora
del freudiano, en el sentido de que es una sustitución de algo con una
producción de nuevas significaciones, se crea sentido. Lo que resultaría
interesante discutir es qué es lo que se conserva y qué es io que se crea,
que previamente no estaba incluido en el Edipo freudiano. Acá tenemos
nuevamente todo el concepto de derivación que nosotros habíamos
introducido para hablar del falo cuando dijimos que el falo lacaniano
era una derivación dei concepto de falo freudiano pero que al mismo
tiempo sé creaba algo nuevo que no estaba incluido. Recuerden que
habíamos hecho la observación de que por un lado la derivación impli­
caba un beneficio en el sentido de que era producción de conocimiento,
pero que por otro lado al conservar la misma denominación para la
teoría derivada que para la teoría origina! se prestaba a la confusión.
El últim o aspecto que me gustaría plantear hoy es si el Edipo
lacaniano es o no una estructura que deba entenderse como dando
cuenta genéticamente de la evolución de! chico.
En Lacan los tiempos del Edipo aparecen planteados por un lado co­
mo describiendo en su sucesión la evolución que sufre el chico, como
si éste fuera pasando de una etapa a otra en el curso de un desarrollo.
Pese a los reclamos de la escuela lacaniana y a su indudable esfuerzo en
desprenderse de todo enfoque genético—evolutivo, de los textos lacania-
nos se desprenden citas, como aquélla en que Lacan dice "que para
cuando el chico hace ia experiencia de que a su m adre..." que dejan
deslizar una diacronía concreta, correlacionada con determinados pro­
gresos evolutivos, inclusive fechables (por ejemplo la fase del espejo
entre los seis y los dieciocho meses).
Creemos que ei Edipo lacaniano merece reservas si se lo pretendiera
ver como una sucesión de etapas a cumplir por el chico. Más aún,
la psicología evolutiva requiere de estudios especializados y no se so­
lucionan con interpolaciones a partir del adulto. Se plantea aquí una
situación bastante sim ilar a ia que encontramos en la teoría kleiniana
de las posiciones. Uno puede tomar la descripción de la posición
esquizoparanoide y de !a posición depresiva como dando cuenta de la
evolución dei lactante en el primer año de vida, y ésto parece bastante
objetable; pero uno ¡a puede tomar como haciendo una descripción
estructural de determinadas constelaciones, más allá de que eso ocurra
o no a nivel de tai o cual período, y como algo que sirve para caracteri­
zar a determinada configuración de ansiedades, de relaciones de objeto,
de defensas, etc.
Creemos que éste es el caso con el Edipo lacaniano. Puede ser bas­
tante objetable el tratar de darle un carácter de validez genética y
sumirnos en contradicciones sin salida, y sin embargo nos puede pro­
veer —en cambio— de un valioso instrumento que permita describir de­
terminadas configuraciones intersubjetivas en relación a la ley, al narci­
sismo, la ubicación del deseo, es decir todos esos articuladores teóricos
que hemos estado trabajando.
Otra cuestión sobre la cual quisiéramos alertar es sobre el in­
tento lacaniano de correlacionar los diferentes tiempos del Edipo
con los cuadros psicopatológicos. Se dice ya como una especie de
dictamen que la forciusión del Nombre—dei —Padre es la causa de la
psicosis, etc., etc. Creemos que la relación entre la descripción lacaniana
del Edipo y ios cuadros psicopatológicos es no sóio trochísim o más
compleja y menos resuelto que lo que aparece en los trabajó* lacanianos,
sino que éstos padecen a nuestro juicio de un error básico de enfoque,
aún cuando la aseveración pueda parecer poco cauta. Para ser- más cia­
ros: no es que pensemos que io que falta es desarrollar, trabajar, pro­
fundizar la correlación entre el Edipo lacaniano y los cuaóroé psicopato­
lógicos sino que dudamos que a partir del primero se puedan justificar
los segundos. Los cuadros psicopatológicos son estructuras fcomplejas,
aún no definidas en cuanto a la articulación de sus elementos. Pro­
vienen de un agrupamiento descriptivo, agrupamiento de síntomas cuya
lógica interna es débil. De acuerdo a ios articuladores teóricos que se
empleen se podrían inclusive reagrupar los síntomas de manera diferen­
te, formando otras unidades diagnósticas. Es una recaída en el empiris­
mo más elemental el pensar que se puede aceptar la nosología de las
unidades tal como nos la presenta la psiquiatría dejándolas tal cual y
que la función de nosotros, analistas, sería ia de explicar 1a causa de esas
unidades. Un paso previo es el de ver si desde los articulados teóricos
del Psicoanálisis forman en verdad esas unidades o si por el contrario es
necesario redefinirlos desdé aquéllos. En este sentido nos parece una
empresa epistemológicamente mejor orientada tomar el Edipo lacaniano
—los artiduladores teóricos que en él co n flu ye n - y tratar de delimitar
entidades que se caracterizan, por ia ubicación frente a ia ley, al narci­
sismo, a la castración, a la identificación especular, etc.
E i. FETIC H IS M O (Introducción)
El fetichismo constituye una oportunidad excepcional para examinar
una serie de problemas centrales dé ¡a teoría psicoanal ítica que trascien­
den ia importancia de esta perversión. Iremos indicándolos a medida
que progresemos en el tratamiento del tema.
E n "Tres ensayos para una teoría sexual" Freud diferencia entre
condición fetichista y fetichismo. Ésta distinción nos servirá de guía
para una serie de reflexiones. La condición fetichista es el irequisíto
que debe cumplir ei objeto sexual a fin de que tenga ese carácter para
ei sujeto, para que pueda devenir en objeto de su deseo. Esto nos señala
ya que el objeto sexual no lo es de por sí, por su simple naturaleza, si­
no en la medida en que posea determinados atributos que sean significa­
tivos para ese individuo en particular. Se trata entonces de examinar
cuáles son las circunstancias, pero sobre todo los mecanismos que con­
ducen a que un rasgo se convierta en condición del amor (recuérdese
el Hombre de los Lobos y su fijación al trasero de la mujer).
Por otra parte no es casual que en ese mismo texto, en que Freud
habla de la condición fetichista, recuerde a Binet, quien ya en 1887 ha­
bía sostenido que: "todo el mundo es más o menos fetichista en el
amor, y que hay una dosis constante de fetichismo en el amor más nor­
m al". *
Tenemos entonces que en la "condición fetichista" —que está á mi­
tad de camino entre el amor normal y el fetichismo— se conserva lo que
Freud llama ei fin sexual normal: "el acopiamiento de ios genitales en
el acto conocido como copulación" **. E l hecho a explicar aquí es
cómo sobre un atributo no esencial al acto mismo de la copulación pue­
de recaer ia sobrevaloración que sería propia del objeto sexual. Freud

• Tomado b partir éa J.B . Pontai ís, en su trabajo da presentación ai número


sobre Objetos daf Fetichismo, Gallimard, 1970.
* * "T ras Ensayos para una teoría sexual", St. Ed„ pág. 149.
dice, en ese mismo trabajo: " . . . e! punto de contacto (del fetichismo)
con lo normal está provisto por la esencial sobrevaloración psicológica
del objeto sexual que inevitablemente se extiende a todo lo que está
asociado con é l" *. Con lo de inevitablemente está indicando que no se
trata de algo ocasional, sino que es una forma esencia! del funcionamien­
to psíquico: el fenómeno del desplazamiento, del valor o del interés que
se produce con todo lo que asociativamente esté ligado con aquéllo que
es significativo para ei sujeto, desplazamiento que no se produce sola­
mente con el objeto de deseo sino también con lo displacentero, como
el caso de las fobias lo ilustra suficientemente.
Pero el punto a destacar en el caso de la "condición fetichista"
o del amor normal es que el desplazamiento no tiene un carácter defen­
sivo: no por ser estimulante el rasgo que ha devenido en "condición" el
sujeto deja dé ser estimulado por el genital. El fin sexual normal se con­
serva, 1$ copulación no es evitada. Por algo Freud utiliza la expresión
"se extiende", es decir utiliza un término que tiene la connotación de
que algo, sin abandonar su posición anterior, abarca nuevas áreas.**
Es que el desplazamiento en Freud no sólo es un fenómeno al servicio
de la defensa sino algo que caracteriza al funcionamiento psíquico, tanto
al Proceso Primario —en que hay libre desplazamiento de cargas— como
al Proceso Secundario en que el desplazamiento es de pequeñas cargas,
pero desplazamiento al fin.
A diferencia de este tipo de desplazamiento, en el caso del fetichismo
se produce un fenómeno m uy singular: "el fetiche se separa de una per­
sona en particular y deviene el sólo objeto sexual" ***. El fetiche está
entonces en una relación inversa con respecto al genital: si uno es esti­
mulante entonces no el otro. E l fetiche es excitante, sóbrevalorado,
en reemplazo del genital.

* "Tres ensayos para una teoría sexual” , St. Ed., pág. 154
* * No se puede manos de ha car notar ia similitud que existe entre este tipo de
desplazamiento no defensivo, en que ai afecto que "produce una idea puede ser
causado por otra con ella asociada y el fen&meno del condicionamiento
pavloviano: la campana que por contigüidad temporal produce el efecto de la
comida. También similitud con lo que en la Teoría del Aprendizaje se llama
“ generalización dei estim ulo". Esta similitud no es casual tino que deriva de ia
Psicología Asociaciónista en ia que evidentemente abrevaron tanto Freud co­
mo Pavlov.
* * * "Tres Ensayos", St. Ed., p¿$. 154.
Que el genital pase a ser indiferente para la conciencia del sujeto,
o que le inspire horror como plantea Freud no es lo esencial, sino que
sea sustituido. La noción de sustituto que aparece así en juego en el
caso di*i fetiche lejos de ser privativa de esta anomalía, es capital en toda :
la Psícopatología freudiana: el síntoma histérico es sustituto de otra
cosa que permanece por fuera de la conciencia, igual con la fobia, con;
la obsesión, con el recuerdo encubridor, con el contenido manifiesto
del sueño en vez del contenido latente. En todos estos casos e! sustituto
permite que algo no sea sabido por el sujeto: función defensiva de
desconocimiento.
Pero volvamos ahora al fetichismo' trá’t la digresión que intentaba
señala^ que su conceptualización es en la obra freudiana el resultado de
la aplicación de un modelo psicopatológico básico. El fetiche aparece
ya en "Tres Ensayos" cumpliendo la finalidad de evitar el desarrollo
de angustia. Aún cuando no está desarrollado el concepto de castración
Freud dice, en la nota agregada en 1915: " E l Psicoanálisis ha demostra­
do que el fenómeno puede ser también accidentalmente determinado
por la ocurrencia de una temprana disuación de la actividad sexual debi­
da al temor, que puede apartar al sujeto del fin sexual normal y alentar­
lo a buscar un sustituto para el mismo".
Pero la evitación del desarrollo de angustia mediante el uso del fetiche
no es totalmente equiparable a la evitación fóbica, como por ejemplo el
adolescente que se masturba por temor a iniciar el contacto con el obje­
to sexual, pero que lo hace con la conservación de la imagen y del deseo
de ese. objeto sexual. La foto del desnudo que puede actuar como estí­
mulo en la masturbación, aún cuando se la disponga a total voluntad
(control omnipotente), como también sucede con el fetiche, se diferen­
cia sin embargo claramente de éste: el fetichista ha hecho una modifica­
ción en el objeto de su deseo, gracias a que algo está sobrevalorado, el
genital deja de estarlo. *
Para aclarar más aún el carácter defensivo del fetiche vayamos ahora

* Esto nos está ya indicando que posa a que el control -omnipotente es un


elemento en la constitución del objeto fetiche no es definitorio. Ya volveremos
m is adelanta sobre ei problema de la articulación de condiciones necesarias
para la producción d » una estructura psicopatológica. Aquí, simplemente,
queríamos destacar una vez más que un rasgo de una estructura psicopatológi-
ca, por más prominente que aparezca en ésta, no te lo pueda considerar especí­
fico en su génesis si también existe en otras;
sí artículo def "Fetichism o" de 1927. En él Freud propone la tesis de
que el fetiche es el sustituto del pene de la madre. Dejemos de lado
ahora la adhesión o no que debamos prestar a este enunciado. En ese
artículo el propósito del fetiche es permitir !a renegación de la cas­
tración, es la prueba de triunfo sobre ella (así como su afirmación). El
fetiche, sustituto del pene materno -p o r contigüidad témporo—espacia!
o por analogía— permite seguir creyendo que aqué! existe y por lo tanto
que la castración no es una eventualidad que pueda ocurrirle ai sujeto.
Veamos un poco más en detalle una de las posibilidades que Freud
entrevee como capaz de contribuir a la constitución dei objeto fetiche:
el chico espiando desde abajo el genital femenino en el momento en que
la mujer se desnuda elige como fetiche a! pie, ia ropa interior, o ef vello
pubiano, porque ahí se "cristaliza" el último momento en que la mujer
podía ser considerada como fálica. Se ha producido entonces un despla­
zamiento del falo prejuzgado como existente hacia algo que está conti­
guo témporo—espacialmente. Pero el desplazamiento no es en s í lo que
crea el fetiche, sólo relaciona el falo con lo contiguo. Se requerirá por lo
menos una operación adicional para que lo contiguo devenga en fetiche:
el mecanismo de la renegación.
Comparemos ésto con lo que pasa en e! recuerdo encubridor: el des­
plazamiento posibilita la relación entre aquéllo que tiene carácter trau­
mático y aquéllo que quedará en la conciencia como recuerdo encubri­
dor. Pero si hubiera sólo desplazamiento se recordaría tanto al suceso
traumático como aquel acontecimiento que por antecederle o sucederle
pasa a cargarse del mismo valor psíquico. En el recuerdo encubridor se
olvida, se reprime —en el sentido restringido del término— uno de los
elementos, el que de por s í tiene carácter traumático, y el cargado por
desplazamiento es el que queda en la conciencia*. Si tiene algún sentido
mantener la diferencia entre renegación y represión, entonces el despla­
zamiento no es de por sí defensivo, sino en la medida en que se articula
con otros mecanismos. **

* Este cumple el papel de contracetexis con respecto al suceso reprimido, m &


acepción que tiene contracetexis en el artículo cobra ia represión.
* * Otra opción sería por supuesto llamar desplazamiento a Sa articulación entre el
fenómeno de te extensión y el proceso defensivo m omo, pero como i o* proce­
sos defensivos serían distintos —represión, renegación, efe.—, habría que postu­
lar entonces diferentes tipos de desplazamiento. No noa paraca ofracar ninguna
ventaja el englobar bajo un término a estructuras complejas que tienen eompo-
Pero sería un error el ver que el carácter defensivo del sustituto con­
siste solamente en que mantiene algo por fuera de la conciencia. Si sim­
plemente se excluyera el conocimiento de la castración de la conciencia,
pero ésta quedase afirmada en el inconsciente, el sujeto tendría angustia
aunque no supiera por qué. Sería la angustia sin objeto, angustia flo­
tante, que terminaría al fin uniéndose a un objeto en la conciencia para
convertirse en miedo, tal cpmo lo plantea Freud en "Inhibición, síntoma
y angustia". El objeto al que se uniría cum pliría el mismo papel que en
ia racionalización ejerce ei argumento racionalizador que permite ju stifi­
car un existente.
En ia constitución del fetiche interviene además del ocultamiento a
la conciencia la realización de deseos, como Freud se preocupara insis­
tentemente en mostrar su participación tanto en los fenómenos norma­
les como patológicos. Para ir viendo este segundo factor comencemos
por el sueño.' Si el contenido manifiesto fuera simplemente el resultado
del ocultamiento a la conciencia de un contenido penoso reprimido, si
sólo se tratase de un efecto de la censura, habría una angustia que apa­
recería como inapropiada para el contenido manifiesto pero cuya exis­
tencia estaría asegurada por el significado de los pensamientos latentes
del sueño. En el sueño hay además un verdadero trabajo de transforma­
ción de la condición angustiante que constituye su motor, transforma­
ción efectuada por la realización de deseos. * En el sueño algo es
transformado, modificado con respecto a una primera condición displa­
centera. Se contrarresta el displacer con un contenido a través de darse
como realizado el deseo. Tomemos el sueño de la inyección de Irm a,
inclusive en el nivel preconsciente en el que transcurre el análisis que

m iM que n diferencian entre tí, y que por lo tanto luego obligan a una
clasificad6n también diferencial de esas estructuras.
* De paso digamos que en alguna oportunidad se intentó crear una falsa oposi­
ción entra la tests de que el sueffo es una realización de dáseos y la de que
constituye ia elaboración de una situación traumática. En Freud el deseo surge
a punir de un astado de tansión y cuando ei deseo se realiza as precisamente
en ia anulación d» esa tensión. Por lo tanto realización de dáseos y elaboración
ds la situación traumática constituyen dos formas de expresar lo mismo: la
superación dei «crem ento de tansión psíquica. Recuérdese ti respecto que
Freud define en ai cap. Vil la realización de deseos como ei movimiento que
va del polo de! displacer al del placer. (Por ej. d s la “ tensión de oo casd ad " a
la “ experiencia da satisfacción**}.
Freud hace de él. Si en lo único en que consistiría el sueño sería en no
dejar saber a la conciencia que Freud se siente afectado en su narcisismo
por las imputaciones que supone le hizo su amigo Otto, o si lo ocultado
a la conciencia fuera su culpabilidad por la imprudencia profesional en
el empleo de la cocaína, entonces el contenido manifiesto se lim itaría a
no tener incluidos esos temas, a no saber nada de ellos. Pero si Freud
concluye su análisis diciendo que el sueño nos muestra un deseo realiza­
do, es porque en él se ha producido algo que va más allá de la mera
ausencia, del ocultamiento. Otto es el culpable, el irresponsable, no
Freud. El deseo realizado implica esa transformación. Y aún más, si
apelamos a ia bella interpretación que hace Erikson dei sueño de Freud *
éste realiza el deseo de poseer sexualmente a Irma. Lo digno a ser reteni­
do aquí es que la realización de este deseo sexual es totalmente in­
consciente, reprimido,' para Freud, como lo corrobora el hecho de que
se escape a su propio autoanálisis, quedando indicada la labor de la cen­
sura en la alusión a que en determinados puntos no desea continuar el
análisis.
En " L a interpretación de los sueños" realización de deseos y oculta­
miento por la censura están articulados. Se realiza un deseo, pero como
éste es rechazado por "las tendencias dominantes en la vida anímica del
sujeto" la conciencia no debe entecarse de aquéllo. El ocultamiento sur­
ge para desconocer ei deseo no aceptado, evitando así la producción.de
angustia que implicaría su percatación. Pero que la realización de deseos
y ocultamiento a ia conciencia estén articulados, no nos debe hacer con­
fundir sobre los alcances de una y otra: en el caso del ocultamiento la
única angustia que se evita es la que surge por el conocimiento conscien­
te; la realización de deseos, en cambio, es capaz de transformar el signifi­
cado inconsciente de una situación. En este sentido la realización de
deseos constituye una modificación de la economía psíquica, yaque es
capaz de intervénir en la supresión del desarrollo de angustia. Ei oculta­
miento defensivo, lo más que puede hacer es que la conciencia desco­
nozca la representación que ocasiona el desarrollo de angustia, es decir
en él caso de que se percate de la existencia de la angustia no sepa a qué
adscribírsela. **

• "Pskjuiatría Pticoanailtica" de H.P. Knight, Cap. "P sica m a litit da lo* sueño*”,
de Erikson, sd/Hormé.
** Oaem o» qua mi la discusión acarea da si los afectos son únicaroants consejan­
tes o también puedan existir como ¡neorucian tas sa podría colocar la discusión
Volvamos ahora al caso del fetichismo. S í en éste el fenómeno se
circunscribiera a excluir, de la conciencia el conocimiento de que la
ausencia de pene en la mujer —que sí acepta en la conciencia *—, es el
resultado de la castración, y que él por lo t^nto está expuesto a ella,
se encontraría en la siguiente situación: en la conciencia los hombres
tienen pene —él incluido—, las mujeres no. Corpo ideas reprimidas, en
cambio: la falta de pene en la mujer indica q|ue la ¡castración es una
amenaza que pende sobre él. Este saber inconsciente lo tendría constan­
temente en un estado de angustia flotante, angustia sin objeto conocido.
Pero en el fetichista ha tenido lugar además de la defensa frentf al saber
consciente una verdadera transformación: mediante la ecuación fe­
tiche = falo, ecuación inconsciente, se afirma en el inconsciente que la
madre tiene falo, que la castración no existe. Esto permite "renegar"
—verieugnung— de la castración. Pero, ¿dónde es la renegación? : en el
inconsciente. Si la ecuación fetiche = falo es inconsciente, resulta obvio
entonces que la creencia que hay falo es en el inconsciente reprimido.
A l que "se engaña" no es a la conqiencia, ya que en ella sí se reconoce
que la mujer no tiene pene.
Lo anterior plantea algo muy singular: la renegación de la castración**
tal como aparece descripta en el caso particular del fetichismo, se pro­
duce en el inconsciente. La escisión no es entre el Consciente y el In­
consciente. Basta como evidencia de ello el siguiente párrafo del artícu­
lo del Fetichismo: "en muy sutiles ejemplos tanto la renegación como
la afirmación de la castración han intervenido en la constitución del
fetiche en sí mismo. Este era el caso de un hombre cuyo fetiche era un
suspensor anatómico que podía ser usado como pantaloncito de baño.
Este trozo de vestimenta cubría enteramente los genitales y ocultaba la
distinción entre ellos. El análisis mostró que significaba que las mujeres
estaban castradas y no lo estaban". Es decir el fetiche tenía un doble
significado inconsciente: renegaba y afirmaba la castración, la escisión

<m mejores términos (i sistemáticamente se distinguiera entre el afecto como


estado, como procaso de descarga, tal como lo caracteriza Freud, y la repre-
•intación jdeativa de ese afecto.
* Púas al fetichista no cree obviamente que la mujer no tenga pene sino que
conscientemente reconoce la diferencia anatómica de sexos.
* * Insistimos en que es de ia castración y no sólo de ia falta de pene, pues la ca­
rencia de éste tiene que ser fanegada en tanto implica aquélla, o sea que el
verdadero motivo as al de ia primara.
del Y o como dos corrientes que persistían una junto a fá otra pero sin
influenciarse. * Esta escisión es diferente, pese a ta- ftomonimia con
aquélla que Freud introdujera en " E l mecanismo psíquico dé los fenó­
menos histéricos" <1893). En este artículo ia escisión era entre un grupo
de ideas que quedaban excluidas y las ideas conscientes.
El fetiche al significar inconscientemente que no existe la castración
guarda una similitud con aquellas otras fantasías inconscientes que
contrarrestan a otras fantasías también inconscientes. Por ejemplo ei
sentido de las fantasías megalómanas inconscientes es precisamente el
compensar a otros pensamientos también fantásticos, aterrorizantes.
Las descripciones kleinianas de las fantasías inconscientes nos ofrecen
un mar de ejemplos de fantasías que actúan como defensas frente a
otras fantasías. V aquí se abre un nuevo punto para la reflexión:
cuando se dice que una fantasía inconsciente "defiende" frente a otra
que es aterrorizante ¿no sería necesario diferenciar entre este "defender­
se" y el de los mecanismos de defensa que mantienen algo por fuera de
la conciencia? ¿No se habrá producido un "desplazamiento" con­
ceptual, una extensión del término "defensa", que primitivamente Freud
lo introdujo para referirse específicamente a la evitación del conoci­
miento consciente de algo que provocaría ta angustia, hacia cualquier
formación que tiende a impedir ia producción de angustia? ¿No será
que como la defensa —en el sentido de exclusión de la consciencia—

* En otros caso* la escisión da! Yo puede estar entra dos conjuntos da ¡«tees
conscientes ¡que ambas son afirmadas, pese a la contradicción qu» existiría en­
tre ellas sin que ss anulen. Este es por ejemplo ei caso de un pecienta delirante
que en una oportunidad me llamó por teléfono y me dijo; "-Doctor, tengo de
nuevo las ideas delirantes, creo qua me quieran matar, ¿tomo Stalazine? " .
En su conciencia creía en e) delirio, pero al mismo tiempo me llamaba a mí en
tanto psiquiatra y no a la policía, y pensaba que se tenía que tratar mediante
medicamentos. Sin embargo este conocimiento de que eran ideas delirantes no
les quitaba la fuerza de Convicción que tenían para él. Otro ejemplo da escisión
del Yo concients nos io muestra Freud sn el caso del Hombre da las Ratas:
sabía de la muerta del padre, se lo relata él mismo a Freud, y sin embargo a
media noche se ubicaba frente al espejo esperando concien temen te que al pa­
dre muerto retorna» eomo si no lo estuviera. Todo ésto nos muestra que la
escisión del Yo no tieiW al mismo status qué la represión par *j., u otros meca­
nismos defensivos (la proyección, por ej.) én que algo queda «xd uído de la
conciencia. Retomaremos asta problema en otra oportunidad.
tiene por fin impedir el desarrollo de afectos penosos, y la realización
de deseos también tiene pof objeto esto últim o, se tiende a englobarlas
en tina única categoría por tener un punto en común, precisamente la
evitación de la producción de angustia?
Volvamos nuevamente al objeto fetiche. En su constitución ha habi­
do entonces: a) un desplazamiento, algo se ha conectado asociativa­
mente con el genital, y se ha extendido a ese algo la sobrevaloración.
b) la castración, ha quedado renegada y afirmada, el yo está escindido.
c) Relacionado con lo anterior se ha producido una transformación,
-realización de deseos: lo que era una ausencia —el falo— ha quedado
transformado en una presencia, el fetiche. Se ha realizado un deseo
que no es la alucinación del falo como sucede en el modelo paradigmá­
tico de la realización alucinatoria de deseos, pero que guarda con ésta
un punto en común: una presencia fantástica viene a Henar una ausencia.'
La diferencia es que la ausencia en la realización alucinatoria de deseos
es de un objeto real, en el caso del fetichismo es una ausencia vivida
sobre la base de una presencia ilusoria.
Vemos pues que el fetichismo nos ha introducido hoy a una serie de
pi oblemas que lejos, de estar solucionados ofrecen múltiples facetas
para ia discusión. Consignémoslos a títu lo de inventario: a) constitu­
ción del objeto sexual; b) desplazamiento; c) renegación, especificidad o
no de ésta en relación a las estructuras psicopatológicas, su comparación
con la represión; d) relación entre renegación y escisión; e) campo de
la ilusión.
Además en la discusión del fetichismo debemos retomar conceptos
trabajados en la primera mitad del curso: la ley, la transgresión, la
constitución del Ideal, la castración simbólica y el concepto de falo, y
no por ser mencionada en último término de importancia secundaria
(a cuestión de si e! fetiche es el sustituto del pene reai o del falo
simbólico.
Presentaremos aquí' algunas ideas tendientes a diferenciar la renega­
ción de la represión, lo que nos llevará a tener que abordar el problema
de la escisión, con el que aquéllas están directamente relacionadas.
La represión es en Freud el proceso de exclusión de la conciencia
que sufre una determinada idea. A s í lo dice explícitamente en el trabajo
del 15 sobre la Represión; afirma en él: "S u esencia consiste exclusiva­
mente en rechazar y mantener alejados de la conciencia a determinados
elementos". De modo que el concepto de represión es solidario y sólo
se puede entender en relación a la separación entre inconsciente y
conciencia. El núcleo teórico al que pertenece la represión es por lo
tanto el de la primera tópica, y en este caso s í tiene valor el correlacio­
nar cronológicamente la época en que se desarrollan el concepto de
represión y la primera tópica; el período que va desde 1893 con $1
"Mecanismo psíquico de los fenómenos histéricos", hasta I923 con
*'El Y o y el E llo " . A q u í la contemporaneidad concierne a una corres­
pondencia conceptual.
Veamos ahora lo que sucede con la renegación. Seguiremos un do­
ble camino para el desarrollo de'la connotación que tiene este término
¿n Freud: en primer lugar los pasajes en que explícitamente trata de
diferenciarla de la represión, y en segundo lugar recorreremos los ejem­
plos que Freud ofrece de renegación y en los que funda la presentación
del concepto. En el artículo del Fetichismo (1927), afirm a: " S i quere­
mos diferenciar más claramente entre la vicisitud de ia idea como distin­
ta de la del afecto y reservamos la palabra represión para el afecto,
entonces la correcta palabra alemana para la vicisitud de la idea sería
renegación''. El párrafo es sorprendente, pues está en tota! contra­
dicción con ei concepto de represión que Freud expusiera a todo lo
largo de su obra, en que sostenía que lo que se reprime es siempre la
idea; recuerden el artículo del Inconsciente en qu^^eTBnrfmemS’ teaatig-
ne que las ¡deas se reprimen y los afectos ( 1>se sdprimen, o en el trífeajo'
mismo sobre la represión, al que antes nos referimos. Freud fue sin
embargo el primero, y sin lugar á dudas, en captar como inadecuada la
diferenciación entre represión y renegación que presentaba en el feti­
chismo, como lo demuestra que la abandonase posteriormente, no apa­
reciendo en los trabajos siguientes, y por el contrario la modificara en el
cap. V IH del "Esquema de Psicoanálisis" de 1938. En ese trabajo re­
cuerden que Freud propone el siguiente criterio diferencial; " E l Y o
infantil se libera de las indeseadas demandas pulsionates por medio de
la represión" y agrega: "Complementaremos ésto al afirmar además que
durante el mismo período de la vida el Y o se encuentra a menudo en la.
posición de eliminar algunas demandas de! mundo exterior que siente
perturbadoras y ésto es efectuado por medio de la renegación de la
percepción que trae al conocimiento esta demanda de la realidad" (2).
La diferencia entre la represión y la renegación sería entonces que lá
primera actúa contra la demanda pulsional y la segunda contra la
percepción que hace conocer una demanda de la realidad.
Comparemos ahora la formulación del Fetichismo con aquélla que
acabamos de referirnos tomada del Esquema de Psicoanálisis. Más allá
de lo que aparecen como diferencias tienen algo esencial en común: la
discriminación entre represión y renegación se trata de fundar en la na*
turaleza del material, el contenido' sobre el que actúan uno y otro me­
canismo. E n el trabajo sobre el Fetichismo serán los afectos por un
lado y la idea por el otro, en el Esquema de Psicoanálisis la demanda
pulsional y la percepción de algo que informa de una demanda de la
realidad. La separador} conceptual, entonces, entre la renegación y la
represión aparecería así colocada sobre un mismo plano; el contenido
del cual el sujeto trata de liberarse.
La pregunta que uno se puede formular aq uí es; ¿esta formulación
efe la diferencia es suficiente? O más explícitam ente: ¿se puede asentar
exclusivamente la separación conceptual de los que se proponen como
dos mecanismos sobre la base del contenido sobre el que operan?
Para encarar una aproximación a la respuesta de este interrogante
iniciaremos el segundo dé los caminos que proponíamos hace un mo­
mento, las oportunidades en que Freud hace uso del término de renegó
ción. Este aparece en la "Organización genital in fan til" (1923). Dica
a llí: "Nosotros sabemos como los chicos reaccionan a sus primeras im­
presiones de la ausencia deíipene, ellos reniegan (la palabra es leugnung,
que después va a ser en lo* trabajos ulteriores como verieugnung), y
creen qué con todo sí ven un pene", y a continuación agrega;
"E llo s disimulan la contradicción entre la observación y la pre-con-
cepción diciéndose a s í mismos que el pene es aún pequeño y crecerá".
Las dos partes de esta cita implican dos cosas totalmente diferentes, y a
ambas se aplica el concepto de renegación. En ia primera Freud dice:
"ellos reniegan el hecho y creen que con todo ven un pene"; destaque­
mos que Freud no dice ven un pené, con lo que el fenómeno estaría
colocado en el orden puramente de ia percepción y se trataría por lo
tanto de una alucinación; la palabra creen señala que no es un trastorno
de ia percepción sino de la creencia. Más aún, en el trabajo del Fetichis­
mo Freud rechaza el uso del término escotomización propuesto por
Lafforgue diciendo: "Escotomización me parece particularmente inapro­
piado porque sugiere que la percepción es enteramente eliminada, de
modo que el resultado es el mismo que cuando una impresión cae en el
punto ciego de ia retina. En la situación que nosotros estamos conside­
rando, por el contrario, la percepción ha persistido y una muy enérgica
reacción ha sido realizada para mantener la renegación. No es cierto que
después de que un chico ha hecho su observación de la mujer él ha
preservado inalterada su creencia de que una mujer tiene un falo. & -ha
retenido esta creencia pero también la ha abandonado" (subrayado
nuestro).
Voívamos a la cita tomada de " L a organización genital infan til", en
la parte en que Freud dice: "ellos reniegan eí hecho y creen que con
todo sí ven un pene". Como vimos no se trata de algo que ocurra a nivel
de una percepción, aunque sí tiene que ver con una percepción. Aclare­
mos esto: ese rechazo de creer en una percepción, se puede entender
mejor si apelamos a ia diferencia que Freud hiciera entre la percepción
y la huella mnémica de ésta. La re negación no actúa sobre el dato per­
ceptivo en sí sino sobre ia huella mnémica del mismo;el dato perceptivo
queda registrado en el psiquismo como Freud se ocupa de aclararlo en la
cita en que no acepta el término escotomización. Agreguemos además
que ia diferencia que tratamos de hacer no es entre la tesis de que la
percepción implica elementos conceptuales que organizan el dato senso­
rial y aquella otra tesis insostenible en que el dato sensorial sería algo
de por sí. Partimos del hecho de que el chico al observar los genitales lo
hace utilizando sistemas conceptuales de referencia que permiten ubicar
una forma como siendo el pene u otra cosa como no siéndolo. Lo que
queremos subrayar más bien es que la falsificación de 1a renegación no
es sobre la percepción en s í, no es que el chico ai tener el preconcepto
de que todos tienen pene —la premisa universal— cuando observan un
ser sin pene por rigidez perceptual continúe viendo un pene donde no lo
hay. No es equivalente ai fenómeno de que alguien no descubra un error
tipográfico en un texto pues al tener una gestalt de las palabras, aún
cuando en éstas exista un error, los elementos presentes que constituyen
las notas características de las palabras son suficientes para reproducir
la gestalt , como si en el texto no hubiera cambiado nada. Si se habla
de renegación es porque el chico percibió la diferencia, sacó la conclu­
sión de que entonces a él puede faltarle el pene —angustia de cas­
tración— y recién entonces sustituyó la huella mnésica del genital sin
pene por ¡a dei que ¡o posee. La renegación presupone haber percibido
algo, lo que es equivalente a la afirmación primordial que Freud descri­
biera en el mecanismo de la negación cuando viera a la negación como
un mecanismo frente al retorno de lo reprimido. A sí como la negación
supone una afirmación primordial, de igual manera la renegación supo­
ne una afirmación primordial. Por ello podemos decir que el contenido
renegado es el de una percepción aunque la operación de la renegación
no ocurra en ei acto perceptivo propiamente dicho sino en ia manipula­
ción de la huella mnémica que es producto de aquél.
Volvamos luego de esta digresión que nos permite ir cerniendo el
concepto a la segunda parte de la cita, aquélla en que Freud dice:
"ellos disimulan ia contradicción entre la observación y ¡a percepción,
diciéndose a sí mismos que el pene es aún pequeño y crecerá". A q uí ya
hay una diferencia sustancial con el caso anterior: se acepta el dato
perceptual, desde el momento que se dice "es aún pequeño pero crece­
rá", pero se apela a una teoría que permita rechazar a la amenaza de
castración. Las dos partes de la cita ejemplifican renegaciones, y guardan
una cierta similitud con los diferentes tipos de renegacíón frente a la
muerte: se puede rechazar el dato de que el muerto está inmóvil y no
respira y tener en un determinado momento la convicción, no tan infre­
cuente en muchos duelos, de que hizo un movimiento o de que respiró,
pero también puede aceptarse de que está muerto —digamos aceptación
del dato perceptivo— y hacerse la teoría de la reencarnación que encon­
tramos en ciertas religiones, o de la vida en ei más allá de las religiones
judeo—cristianas. Se contrarresta la angustia por la muerte de un ser
querido mediante la idea de un después que anula el ahora. Corno vemos
la teoría infantil de "después crecerá ei pene" y la del aduito de que
"después lo reencontraré en el más allá" transcurren en el seno de un
mismo tipo de operación 13).
Pero con lo anterior nos hemos desviado de nuestro propósito
centrado en ¡r siguiendo a Freud en las ejemplificaciones de la renega­
d o r Volvam os pues a los textos. En él trabajo " L a pérdida de la reali-
jdad^n la neurosis y la psicosis" Freud tratando de precisar la diferencia
éntre neurosis y psicosis dice: "Nuevamente expresado aún de otra ma­
ce ra , la nteurosís no reniega de ia realidad, solamente la ignore; ia psico­
sis ia reniega y trata de reemplazarla" {subrayado nuestro). Esta cita la
consideramos muy importante porque nos conduce a la siguiente re­
flexión: Freud hace la diferencia entre ignorar la realidad y renegarla,
de modo pues que no toda alteración de la realidad a favor de ia realiza­
ción de un deseo es equival ente a lá renegación; el histérico olvida
un sucéstr-traamétíco —está alterando el recuerdo de la realidad— y
la amnesia histéric&japarece en Freud directamente vinculada a l olvido
de un acontecimiento ocurrido en la realidad. Toda la historia del
concepto de represión eri Freud se constituyó alrededor de la amnesia
de acontecimientos no sólo de la fantasía sino ocurridos en la realidad
misma. Este corvqtífito del olvido por represión de sucesos reales lo man­
tiene Freud nó sólo en los historiales de la primera época sobre la his­
teria sino én todos los trabajos ulteriores. De a h í que el objetivo de
rescatar de la represión, el recuperar del olvido los sucesos ¡:ifanti!es
realmente vividos y reprimidos, sk mantenga aún hoy, como una de las
tareas —aún cuando no sea la únicá— en el proceso analítico.
Después de lo que dijimos nos encontramos a esta altura de la clase
de hoy en una situación muy singular: resulta que Freud afirma en
e! 24, cuando ya ha desarrollado el concepto de renegación, que se
reprime la escena traumática y se la confina a la amnesia, pareciera
que perderíamos el único punto de reparo, el de que la renegación
se ejercería sobre la realidad, para poder diferenciar entre represión
y renegación. De nada nos sirve acá intentar un golpe de fuerza y
decir que el ignorar la realidad, hecho por la represión, es a consecuen­
cia de la demanda pulsional y que en cambio la renegación lo sería
por una demanda eri sí de la realidad, porque cuando Freud trata de
diferenciar uno y otro mecanismo no hace hincapié como elemento di-
ferenciador en la causa que inicia el proceso —en ambos es la amenaza de
castración— sino en aquéllo sobre el que recae el mismo, lo que hemos
llamado el contenido sobre el que opera el mecanismo. Pero, ¿se trata
del mismo tipo de operación, en cuanto a la realidad, en el caso de la
represión en que se olvida a aquélla relegándola al inconsciente, que
en el de la renegación en que se sustituye la falta de pene por ia
presencia, se reemplaza el conocimiento de la muerte del ser querido
por la creencia de qué vive? Veamos la diferencia entre un tipo y otro
tipo de modificación de la realidad.
En la represión: la representación de la realidad en tanto representa­
ción reprimida se halla en el inconsciente, en la conciencia el sustituto
aparece en forma de resto metonímico de aquéi, o de elemento que
lo representa simbólicamente (véase el historial de Lucy R. cuando ella
relega al olvido, por represión, la escena en que recibió la carta, escena
en la que estaba presente el olor a la harina quemada. Luego lo reprimi­
do reaparece a través del síntoma de la alucinación olfatoria que es un
resto metonímico). Entonces, en el caso de la represión et inconsciente
sabe de ia realidad, ia conciencia no, y ésta sólo conoce elementos que
se le aparecen como desprovistos de sentido.
En el caso de la renegación cuando el chico afirma que la mujer
tiene pene, o cuando se afirma que el ser querido vive, una creencia
es reemplazada por otra creencia que es la contrapartida exacta de
aquélla, su imagen en negativo. Donde no hay algo, se cree que está,
ya sea el pene o la vida en el ser querido. Es ei reemplazo q<j una reali­
dad por otra, pero "esta otra no es cualquiera, es la recíproca. Este
sustituto recíproco sin embargo no tiene cualidad sensorial, no es una
alucinación, sigue estando a nivel de la creencia. Tenemos así una
primera base para ir aproximándonos a una diferenciación entre la re­
presión y la renegación: aún cuando la represión se ejerza sobre la re­
presentación de la realidad, nunca obviamente sobre ia realidad misma
sino sobre su representación {olvido del recuerdo de una escena), la
operación consiste en su exclusión de la conciencia; el retorno de Jo
reprimido hará reaparecer a éste como sustituto deformado para la con­
ciencia. En el caso de la renegación no queda un simple agujero en la
conciencia, el hueco de la represión. La renegación consiste en el
rechazo de una representación a través de la afirmación de la opuesta.
No se trata de un rechazo de la percepción y luego el suplantarla por
otra. E l fenómeno mismo del reemplazo, eso es la renegación. La presen­
cia de una creencia implicaría la renegación de la otra. Fíjense ia
situación diferente de la renegación con respecto a la represión. En
ésta queda un agujero en la conciencia y después el retorno de lo re­
primido originará un resto o un sustituto simbólico, pero ya no
simplemente una realidad que se contraponga a la anterior. E l sustituto
del segundo tiempo de la represión —el retorno de lo reprimido— con­
tiene a lo reprimido disfrazado. No lo contrarresta, no tiene el sentido
, contrario. Inclusive si Freud dice que el sustituto actúa como contra-
catexis es en cuanto permite mantener excluido de la conciencia al
elemento reprimido, no porque signifique lo contrario de éste.

N O TAS

{1 j En la traducción de López Ballesteros no se ha incluido esta dife


rencia que es clara en el original alemán y en la traducción de
Strachey. Donde en la traducción de L .B . dice "represión de
afectos", debe leerse "supresión de afectos".

(2) No podemos menos que pensar hasta con cierto placer un ejemplo
que muestra las dificultades de diferenciar la represión de la rene­
gación por la separación entre demanda pulsional y percepción de
la realidad. En el caso de un individuo que en medio de una reu­
nión social va comprobando con horror que ia zona de su pantalón
que cubre su genital comienza a elevarse, y rechaza, el reconoci­
miento de. su erección, ¿nos encontramos ante una represión o
una renegación? Trata de no enterarse de algo que no cabría sino
considerar como demanda pulsional, por lo que tendríamos que
ubicar la contingencia en el terreno de la represión; pero al mismo
tiempo ve el,bulto no tolerado y lo siente: sería así el rechazo de
una percepción, luego una renegación.

(3) De paso aprovechemos la oportunidad para señalar en base a es­


tos ejemplos cómo las creencias infantiles no son productos que
surgen en la mente del chico por el sólo juego de su imaginación,
por operaciones cognitivas surgidas a partir de un psiquismo in­
suficientemente desarrollado, sino que en esas creencias se uti­
lizan modelos cognitivos que la cultura le ofrece mediada por
sus padres. Cuántas afirmaciones de los padres del tipo "Después
nene te compro ésto", "Después nene cuando lleguemos a casa",
afirmaciones qué uno y otro saben que son un engaño tendiente a
paliar el sufrimiento del ahora favorecen el desarrollo y la con­
solidación de la renegación a través del "después". E l chico
que dice que después le crecerá el pene ante la visión de la nena,
visión que le produce angustia por hacerle factible ia castración,
en realidad reedita en su mundo circunscripto de intereses los
mitos del "después", del cual el de! Paraíso no es sólo una versión
expandida, sino también un modelo. Más allá de los ejemplos
simplificantes del "después" que damos» lo que nos interesa
aquí es señalar una línea para el estudio de la génesis de los
mecanismos defensivos, en que se vean a éstos no como invencio­
nes de! psiquismo individual sino como el resultado de que el
psiquismo se construye tomando como modelo el funcionamien­
to del otro significativo. A sí como se aprende el lenguaje tam­
bién los mecanismos defensivos se adquieren por identificación,
y aún cuando no pensemos en una mera copia —el psiquismo no es
la hoja de una Xerox duplicadora de los mecanismos de los pa­
dres— y el desarrollo de las operaciones son un proceso complejo,
no cabe duda, que la identificación juega un papel esencial en él.
L A R EN EG A CIO N
L A D E FE N S A F R E N T E A L A A N G U S T IA Y L A R E P R E S IO N (II)
Pero en vez de intenta.' sacar todavía una conclusión definitiva tome­
mos ésto como una primera aproximación y sigamos examinando 1os
textos freudianos. En el Fetichismo la renegacióri es ejemplificada por"
ei rechazo del reconocimiento de la fglta de pene en la mujer, pero
también por los dos casos de neurosis consignadas por Freud en que la
muerte del padre a los dos y a los diez años había sido renegada. Ya ve­
remos la importancia que le asignamos a este tipo de renegación, pero lo
que queremos remarcar sobre todo en este texto es algo que a nuestro
juicio resulta notable, y que coloca la caracterización de la renegación
sobre bases diferentes: el fetiche que para la conciencia es un objeto de
placer, de amor —sin que se sepa por qué— para el inconsciente repre­
senta al falo; o sea en el inconsciente la ecuación fetiche—falo permite
mantener la creencia de que la madre tiene falo y renegar así de la cas­
tración, en el inconsciente ia castración existe y simultáneamente no.
Veamos más cuidadosamente cómo son las cosas. En la conciencia el
sujeto reconoce que la mujer no tiene pene, y sin embargo no tiene an­
gustia de castración conciente, no piensa concientemente en la castra­
ción; en el inconsciente en cambio cree en la castración y a! mismo
tiempo ia reniega mediante la ecuación fetiche—falo. Eí fetiche—falo
contrarresta a la representación de la falta de pene. El calificativo de
notable que hemos utilizado está dado por el hecho de que, a diferencia
del chico en que la renegadón consiste en rechazar en la conciencia eí
dato de la falta de pene en la mujer, pero su afirmación en el inconscien­
te como castración, en el fetichista ocurre al revés: hay aceptación en la
conciencia del dato pero su renegación es a nivel dei inconsciente. La
defensa no consiste aquí en el ocultamiento a la conciencia dei dato.'
La conciencia sabe del dato pero no de la significación dei mismo, signi­
ficación que es la de que la castración es posible, de ahí que el fetichista
no se encuentre preocupado concientemente por la posibilidad de su
castración. La oposición es entonces entre ei no saber de la.amenaza de
castración en la conciencia y el sí saberlo a nivel del inconsciente. Se
puede decir entonces con propiedad que la amenaza de castración está
reprimida (4) en el fetichista -^reprimida en el sentido que está excluida
de la conciencia— pero m tanto reprimida promueve la construcción de
la ecuación fetiche—falo que reniega de la castración pues tiende a
contrarrestarla. Digámoslo una vez más a riesgo de redundar: renegación
en el inconsciente a través de la construcción de una representación
contraria. En e! fetichismo tenemos así una escisión entre conciente e
inconsciente —el dato de que la mujer no tiene pene por un lado y su
significación en tanto hace pensable como factible a la castración-
pero tenemos otra escisión en el seno mismo de io reprimido: cree y no
cree en la castración, el no creer es la renegación de la creencia provo­
cadora de angustia.
Freud dice que ambas creencias coexisten una junto a la otra pero
sin influenciarse mutuamente, como corresponde a las leyes del proce­
so prim ario. Acá surge una complicación, ¿cómo se debe entender que
no se influencian mutuamente? Por de pronto no en el sentido que .
y otra no tengan nada que ver entre s í; debido a la creencia en la cas­
tración se construye el fetiche; la creencia en la castración es el pre-
requisito y la causa del fetiche ya que éste tiene por finalidad con­
trarrestar la amenaza de castración. Dice Freud en "Esquema de Psico­
análisis'': "la creencia en el fetiche fue debida a una intención de des­
truir la evidencia de la posibilidad de castración, de modo que el temor
de la castración pueda ser evitado". Por ello resulta que mal se podría
sostener que no tiene nada que ver, cuando una es la condición de !a
otra, y ésta última el fetiche por ejemplo tiende a paliar el efecto de la
primera. Por lo tanto que ambas corrientes coexisten mutuamente una
junto a la otra sin influenciarse mutuamente solamente puede entender­
se en el sentido de que ninguna puede anular totalmente la existencia
de la otra.
Resumiendo: ¿qué es lo que esencialmente aporta de nuevo el texto
del Fetichismo? Algo a nuestro modo central: 1°) que la renegación no
tiene lugar como una escisión entre ia conciencia y lo reprimido sino en
el seno mismo de este últim o. 2°) Que la defensa consiste en la creación
de una realidad psíquica contraria a la que resulta intolerable.
La escisión en el seno de io reprimido no es exclusiva sin embargo
del fetichismo. Todos aquellos ejemplos de fantasías inconscientes que
contrarrestan a otras fantasías también inconscientes nos io señalan.
Para tomar un solo ejemplo, aún cuando podríamos multiplicarlos hasta
et infinito, o podríamos encontrarlos en los innumerables análisis klei-
nianos, el caso bastante frecuente de la persona que frente a un peligro
externo real se comporta como si éste no existiera, gracias a que tiene
la fantasía de que es inmortal o invulnerable por ejemplo. ¿Acaso esta
creencia, de la que el sujeto nada sabe, no Interviene en la renegación
misma del peligro? Acaso no es una creencia inconsciente, por ejemplo
este tipo de fantasía la que permite renegar de otra creencia in­
consciente.
Se va planteando entonces por el desarrollo anterior que la renega-
ción se podría caracterizar por el tipo de escisión que es diferente con
respecto a la de la represión.
Pero sigamos en la recorrida de 1os textos de Freud para ver qué
podemos decir sobre ésto. En el artícülo 'HJna perturbación de la me­
moria en el A crópolis", aquel artículo cuyo primer párrafo emociona
hasta las lágrimas, Freud analiza el fenómeno de la desrealización, al que
considera como estando al servicio de Ia defensa, como una renegación;
también recuerda el famoso lamento del rey Boabdil al recibir la noticia
de la caída aeTa Alhambra cuan<Jp dice: "Cartas le fueron venidas que
Alhambra era ijanada. Las cartas echó a! fuego y al mensajero m atara".
En el lenguaje del poema épico no es que Boabdil quiera simplemente
olvidarse de la pérdida de ia Alhambra, quiere hacer como si no se
hubiera enterado, como si a él no hubiera arribado la noticia —esa es la
expresión que utiliza Freud "non arrivé"— ia carta o la existencia misma
del mensajero, por eso tra é io de ¡a renegación. La renegación aquí no
es una pura represión^5hueco en.la memoria; hay una creencia que se
quiere mantener que es 1a de que su poder sigue incólume y no peligra,
y para ello desea eliminar la percepción que contraría la creencia.
Pero todavía podemos ser más precisos sobre el pensamiento de
Freud y no apelar a la interpretación de los versos del poema citado.
Recordemos que Freud habla de renegación para referirse al rechazo de
la aceptación de la muerte de! padre en el caso de sus dos pacientes;
recordemos también el caso del Hombre de las Ratas quien sorprendió a
Freud cuandó le comunicó que el padre había muerto y simultáneamen­
te renegaba (5) de la muerte del mismo a través de tener miedo que algo
le ocurriera a éste, o mediante el esperar, al filo de la medianoche, su
llegada; o el pensar cuando escuchaba un chiste que se lo iba a contar
a aquél.
En todos estos casos una creencia contrarresta a otra. Dejando ahora
a Freud tomemos los innumerables ejemplos de renegación que da
Octave Mannoni en su articulo "Y a lo sé, pero aún así". En ellos eí su­
jeto tiene una creencia que reniega de otra, como por ejemplo en la
doble actitud concierne que se tiene frente a la superstición. No se cree
y a! mismo tiempo existen ideas concientes de que algo temido en
realidad puede acaecer.
Yendo ahora a otro ejemplo: ¿acaso con él ateo y el creyente no
pasa algo similar? ¿No es acaso frecuente que en él coexistan simultá­
neamente en su pensamiento con cíente creencias opuestas a la religión
(El no cree en Dios pero por las dudas...)? ¿No sucede en muchos casos
que el ateo desde su posición de tal reniega de sus pensamientos reli­
giosos y el creyente de su descreimiento?
El momento de la duda es aquél que se nos aparece como propicio
para poner al descubierto el mecanismo de la renegación y en él nos
detendremos. En el momento de la duda religiosa las dos creencias están
simultáneamente en la conciencia. Su oscilar de una a otra, aportando
los argumentos que inclinen la balanza hacia una u otra posición,
son intentos de salir de la angustia que ocasiona el no creer en lo que
sí se debería a través de la renegación de la posición opuesta.
Tomemos para afinar el análisis el caso deí creyente en e¡ momanto
mismo que transita al ateísmo, experiencia que sin lugar a dudas encon­
trará resonancia en muchos. Hasta ese momento cresa, luego surgen las
dudas, aparecen éstas en su conciencia, aparecen ¡as objeciones a su
creenciartrata entonces de mantener la firmeza de su fe a través de ar­
gumentos —teorías que le permiten rechazar sus dudas— es decir, otras
creencias; unas y otras creencias sin embargo no quedan en el in­
consciente reprimido, sino que coexisten en la conciencia. El reforza­
miento de ias creencias religiosas con todos los argumentos que pueda
darse, permite la renegación de las otras. En el acto de ¡a afirmación de
ia fe a través de la argumentación se reniega simultáneamente de las
ideas que la contradicen. La afirmación de una creencia actúa, como
dijimos antes, posibilitando la renegación de las otras. Pero si el proceso
concluye con la victoria de ia conversión a! ateísmo, y el sujeto se asien­
ta en esa posición, se podrá producir una situación inversa a la de la
etapa anterior. Cada vez que le asaltan su$ creencias religiosas para
poder concordar con su nuevo ideal tendrá Cjue renegar de aquéllas a
través de una reafirmación en sus nuevas creencias. Las cavilaciones
concientes del Hombre de las Ratas constituyen una ilustración ejem­
plar de ¡deas que reniegan a otras en la conciencia. De to anterior se
desprende que unas ideas concientés pueden renegar a otras.
Damos más ejemplos que nos señalen cómo se puede renegar de algo
conciente a través de otra ¡dea conciente. A s í tenemos los sueños diur-
nos en que un individuo construye una realidad en la c u a l cree y af
mismo tiempo no cree, y que siempre sobrevienen en circunstancias en
que existe una realidad displacentera. A través del sueño diurno se re^
niega de otra creencia que en ese momento sigue estando en la con*
ciencia, aunque disminuyéndola en su valor gracias al sueño diurno {6).
Tanto en el caso de la renegación de la muerte —los pacientes!
consignados por Freud— en el caso de la renegación de las creencias
supersticiosas, en el caso de renegación de creencias religiosas, o por
el contrario de la renegación de las objeciones a la fe, o en el caso de
los sueños diurnos, en todos estos casos la escisión no es entre concien­
te e inconsciente, o como en el caso del fetichismo entre la afirmación
inconsciente de la castración y su renegación también inconsciente. La
escisión en todos estos casos es entre ideas conciernes, aún cu ando ésto
nú quiera decir que ei mecanismo de la renegación y las causas que io
impulsan sean conciernes para el sujeto. Hay que diferenciar qntre el me­
canismo de-la renegación que siempre es inconsciente y las creencias re­
negadas que pueden en cambio ser conciernes y seguir permaneciendo en
la conciencia, carácter que también pueden tener las creencias que ínter*
vienen en la renegación de aquéllas (7 ).
Pero con todo caben algunas inquietudes cuando afirmamos que
la idea conciente de que el padre estaba vivo, en los casos consignados
por Freud, reniega a otra idea conciente, la de que estaba muerto. En
primer fugar, ¿en el momento mismo de la renegación no se podría afir­
mar que la idea del padre en tanto muerto está reprimida? ¿Q en todo
caso cuál es el status en relación a las tópicas freudianas de esta idea det
padre muerto en el- momento mismo de la renegación? La idea del pa­
dre muerto- no desaparece de la conciencié simultáneamente con la
creencia de que el padre vive se sabe y se actúa en base a la convicción
de que está muerto. No se trata por lo tanto ^e un oscilar veloz entre la'
represión y el levantamiento de ia misma, ya que resultaría poco concor­
dante con el concepto de reprimido —como io incapaz de conciencia—
el ubicar a la idea que es el objeto de la renegación como teniendo tai
carácter (8). La escisión no es como ya lo hemos observado frecuente­
mente entre la conciencia- y el inconsciente.
Bien, $i como venimos viendo ¡a renegación puede tener lugar sobré
una creencia inconsciente -caso del fetichismo, o de 1a fantasía in­
consciente— o sobre una creencia conciente, llegamos así a un momento
clave de la diferenciación que estamos tratando de hacer entre la repre­
sión y la renegación, y que en parte ya habíamos adelantado al co­
mienzo. Mientras que el concepto de represión es dependiente de la
primera tópica, el de renegación lo es de la segunda y solidaria de la
escisión del Y o . Por algo la renegación se desarrolla en Freud simultá­
neamente con la segunda tópica. No hay represión ni renegación sin
escisión: lo que cambia es entonces entre qué' y qué se produce esa
escisión; en ese sentido nos parece poco sostenible lo que plantea
Mannoni en el art. citado cuando dice: " L a noción de escisión no nos
parece tener mucha utilidad, en todo caso no es indispensable, proba­
blemente porque no concebimos al Yo como un aparato de síntesis" (9 ).
Resumamos hasta acá lo que creemos haber avanzado en este inten­
to de separación entre la renegación y la represión que nos deja lejos
de estar satisfechos. La renegación aparece en Freud doblemente deli­
mitada: en primer lugar por el contenido sobre el que opera (per­
cepción que contraría una creencia), pero en segundo lugar, y esto es lo
que queremos enfatizar, por el descuido que a nuestro juicio se ha he­
cho de ello, la renegación implica una escisión que no se define por ser
exclusivamente entre conciente e inconsciente sino que puede serlo
entre ideas inconscientes o entre ideas concientes. Esta escisión implica
el otro elemento característico de la renegación: se afirma una creencia
que contrarresta a la rechazada.
Si tuviéramos que exigimos una definición de la renegación diríamos
que es la operación defensiva (tendiente a evitar el desarrollo de angus­
tia) mediante la cual se rechaza una creencia, estando en ésta involu­
crada o no una percepción, rechazo realizado a través de oponer a la
creencia no tolerada una otra creencia que tiende a contrarrestarla. La
operación es inconsciente para el sujeto, aunque las creencias que se
oponen puedan ser ya sea reprimidas o concientes.
¿Qué relación guarda la renegación con la psicosis y la forclusión?
Aún cuando se admitiera la importancia del mecanismo de ia verwerfung
traducido como forclusión por Lacan para caracterizar e! hecho psicóti-
co, ia forclusión no nos permite desprendemos del concepto de la rene­
gación en la psicosis. Son mecanismos diferentes. En efecto, la for­
clusión es en la teoría lacaniana de un significante básico, el Nombre—
del-Padre, y su no inclusión en ei orden simbólico «orno ya lo hemos
visto en ia primera parte de! curso, y no de tai o cual percepción con­
creta; más aún la forclusión está en el origen —para Lacan— del hecho
psicótico y el síntoma psicótico sería un retorno desde lo real de io
"fo rd u td o ". Cuando un psicótico sostiene determinada creencia: por
ejemplo que ei ser querido muerto está vivo, o el psicótico sigue soste­
niendo que tiene el miembro que te han amputado, los lacanianos ño
dirían que está “ forcluyendo" la muerte del ser querido o la pérdida del
miembro. Además sí hemos elegido estos casos en que se rechaza el re­
conocimiento de unapercepción;es porque en no todo psicótico ocurre
este fenómeno, de modo que aún en ía teoría lacaniana habría que
reconocer como mecanismo universal para la psicosis a ta forclusión, y
un otro mecanismo 'que se da en algunos otros casos con respecto a
experiencias concretas, y para este último caso continuaría siendo válido
el uso del concepto de renegación, como por otra parte lo hace Freud
también en la psicosis.
De los ejemplos consignados a lo largo de este presentación se des­
prende que la renegación se puede encontrar en la neurosis, en la per­
versión y en la psicosis. La renegación aparece así como una serie de
mecanismos, no un mecanismo único, que tienen los elementos en co­
mún que hemos señalado y que permiten delimitarlos como clase. Lo
que nos resulta d ifícil es entrever en qué puede radicar la diferencia de
la renegación en esos cuadros o aún más saber si la renegación en s í es
diferente en estos distintos cuadros, o esta distinción aparece debido a
su articuíación con mecanismos que serían tos propios de cada una de
las estructuras.
Bien, a esta altura resulta necesario interrogarnos por qué hemos
dedicado tanta atención al problema de la renegación. En realidad
nuestro interés no reside en tratar de precisar un mecanismo de defensa
más, en definirlo con mayor rigor, sino que intentaremos servirnos de la
diferenciación entre represión y renegación para abordar una problemá­
tica más general: la no equivalencia entre "defensa frente a la angustia"
en general, y el sector más restringido de "defensas frente al saber de la
conciencia", que hallan su expresión teórica en el concepto de represión.
Expliquemos lo que a! enunciarlo así aparece como enigmático. En toda
la primera época de Freud la angustia podía ser provocada por dos gran­
des causas: por la libido impedida de descarga -recordemos el papel
atribuido al coito interruptus, a la masturbación, o a la misma abstinen­
cia sexual— o porque determinadas representaciones resultaban reproba­
bles paradla instancia de la conciencia. Surgía en estos casos el conflicto
entre ei deseo del inconsciente y la conciencia, y la representación
intolerable era rechazada al inconsciente. La "defensq", la censura oní­
rica, o la resistencia tenían por objeto que no llegase a la conciencia.
La "defensa endopsíquica" era contra el saber de la conciencia: .el re­
cuerdo encubridor, !a laguna mnésica, la represión —tanto en sentido
amplio o en el restringido— eran estrategias del psiquismo para que la
conciencia no supiera. El síntoma, ei sueño eran realización encubierta
de deseos, palabra que señala bien a las claras que el problema era
ocultar algo a la conciencia.
Pero e! no saber de la conciencia no protege frente a la angustia.
Juanito, por ejemplo, tiene angustia y no sabe de qué, recién después
se establecerá el miedo, en el que la angustia queda ligada a un objeto
en la conciencia. Hay otras veces, en cambio, que la angustia no aparece:
la "belle indifference" de la histeria. O sea que la conciencia no sepa
én unos casos no impide el desarrollo de angustia y en otros sí. Freud
dirá que en un caso la represión fue exitosa y en otro no. ¿Pero, qué
quiere decir que es exitosa, y en qué consiste que io sea? La diferencia
no pasa por el hecho del no saber de la conciencia ya que en ambos ca­
sos esto se cumple. Ni tampoco en la formación de sustitutos en sí mis­
mos pues en la conversión histérica o en el síntoma obsesivo los hay, y
la primera "en relación con la cuota de afecto, sin embargo, que es la
verdadera tarea de la represión, generalmente significa un éxito total"
( 1 0 ) ,mientras que en el síntoma obsesivo domina la angustia.
Si la angustia está Ausente no es pues debido a la represión en sí
misma. Volvamos al caso del fetichista: si éste no siente angustia flo­
tante no es porque (a amenaza de castración esté sustraída a la con­
ciencia reprimida, sinó porque la ecuación inconsciente "fetiche =
fa lo " Ha contrarresta. O en el caso de la histeria de conversión cuando
caminjbr significa inconscientemente "pisar = tener relación sexual con
la maÁre tierra" (11), la parálisis significa para el inconsciente que no
lo esta haciendo, una modificación de una fantasía inconsciente. La
inhibición aquí es una defensa contra la angustia, angustia que lejos de
ser impedida por el significado reprimido de caminar ha originado
a éste.
Si a estas ejemplificaciones le agregamos las que mencionamos en
la primera parte de esta presentación: "fantasías maníacas inconscientes
que contrarrestan a otras, sueños diurnos, teorías que reniegan a otras,
se hace evidente que el no saber de la conciencia, la represión, es
sólo uno de los métodos de defensa frente a la angustia, e inclusive
no el más efectivo.
.Freud en el trabajo de la Represión observó que la represión sólo es
posible cuando ya hay una neta diferenciación entre conciente e in­
consciente, y que antes que ello ocurra ya operan otras defensas: trans­
formación en lo contrario y vuelta contra el propio sujeto. Con esto
señalaba una restricción al entender a la represión como equivalente 3
defensa. La defensa frente a la angustia constituye una clase más abarca-
tiva que incluye a los mecanismos de defensa contra el saber de la con­
ciencia, que operarían en el sector restringido de la angustia producida
por este saber. (12)

N O TAS

(4) Se entiende la razón de por qué en el artículo del fetichismo cuyo


centro es precisamente la renegación Freud dice: "Más aún, una
aversión, que no esté nunca ausente en todo fetichista, al genital
femenino queda como estigma indeleble de la represión que ha
tenido lugar". No se trata de un error, de que en lugar de represión
debiera haber dicho renegación. El fetichista reprime la represen­
tación de la castración. La aversión al genital femenino es el re­
torno de lo reprimido. En ei fetichista se articula la represión con
la renegación.

(55 La expresión V E R L E U G N U N G no se halla en el historial aunque


conceptualmente es una renegación.

(6) No se debe pensar que la creencia renegada es .siempre una que co­
rresponde a la realidad, y que es la fantasía la que actúa como po­
sibilitando la renegación de aquélla. A veces se apela a la realidad
para renegar de una creencia que es pura fantasía: el delirante
paranoico que cree que lo persiguen, en el momento que se da
argumentos tomados de los datos de la realidad tendiente a con­
vencerse de que no corre peligro está en verdad utilizando las per­
cepciones de la realidad para renegar una creencia que en él tiene
fuerza de convicción. Apela a una "percepción" para rechazar una
creencia fantasmal. Este caso no se podría encuadrar para nada di­
ciendo que "reprim e" la fantasía, pues inclusive ésta continúa en
la conciencia. Tiene en cambio toda la estructura de la operación
de la renegación. Valga también este ejemplo para mostrar lo in­
adecuado de definir a la renegación como el rechazo de una per­
cepción de la realidad que contraría una creencia deseada, la que
sería en sí misma la "falsa", la "equivocada", mientras que !a per­
cepción renegadcl sería la "correcta". La renegación es siempre el
rechazo de una creencia angustiante sea ésta o no la que mejor
representa a la realidad convalidada intersubjetivamente.

(7) Es similar a lo que ocurre con la represión en que hay que distin­
guir entre mecanismo, siempre inconsciente, y los contenidos que
.concientes primero, luego devienen en inconscientes.

(8) Edith Jacobson plantea que ia idea renegada queda en el pre-con-


¿iente. En este caso particular de renegación concordaríamos con
ella, aún cuando no valga para todo tipo de renegación. Queremos
recomendar la lectura de este trabajo (Revista de Psicoanálisis,
vol. No. 3, 1967). En él se plantean tesis que guardan similitud
Son fas aquí expuestas, como por ejemplo: " E n eí caso de ía ¡«ne­
gación se utiliza una fantasía original de deseos en el ello que
tiende a distorsiÓnar la realidad como una defensa contra una
¡dea opuesta y atemorizante que también distorsione la realidad"
(pág. 562, subrayado nuestro). O también: " ... podemos hablar de
una idea reprimida que reniega otra idea opuesta e indeseable,
igualmente reprimida" (pág. 563. subrayado nuestro).
También quisiéramos remitir a los cap. V I y V ií del libro de
Ana Freud " E i Y& y los mecanismos de defensa", en donde trata
de la renegación mediante la fantasía, o mediante los actos y pala­
d a s (Laplanche y Pontaiis hacen notar que el término que utiliza
Ana Freud es V E R L E U G N U N G y no negación, que es como apa­
rece en la traducción inglesa y castellana de su libro). Véase en
especial la renefcación de Juanito don la fantasía del plomero
{cap. V I).

(9) Creemos que está afirmación resulta de un profundo equívoco de


Ja escuela lacaniana respecto al concepto de Y o . Concordamos con
ellos cuando hacen dei Y o el lugar del desconocimiento, pero con­
sideramos mutilante con respecto al planteo freudiana e! equiparar
el concepto de Y o con el de " Y o —representación" y de dejar de
lado totalmente el " Y o función". En Freud el Y o designa tanto a
uno como a otro. Que el sujeto tenga un " Y o —representación"
que lo engañe respéeto a quién es él, que la representación oficial
de sí suponga una alienación básica cbn respecto a su ser, que en
consecuencia el término Y o resulte connotado negativamente, que
sea mata palabra, no nos debe hacer desplazar esa valoración nega­
tiva a fas funciones del Yo y no querer saber nada de su estudio.
Solamente el funcionamiento del proceso primario determina que
si das entidades tienen algo en común se les trate como idénticas,
es decir que si el " Y o —representación" y el " Y o —función" tienen
de común que ambas se designen corno Y o , entonces traslademos
el valor de uno a otro. En la teoría, por el contrario, poco es lo
que tienen de idénticos el " Y o —representación" y el " Y o —fun­
ción", en todo caso el primero podría ser uno de los productos del
funcionar del segundo.
Yendo ahora $1 problema más específico de fa escisión del Y o
tampoco nos parece válido el plantear que el Yo no se escinde por
3l hecho de que constitutivamente ya está escindido. Concorda­
mos con la posición lacaniana de una escisión constitutiva, origi­
nal, que no hay nada comparable a una unidad inicial, pero ello
no implica que en ei proceso defensivo se den otras escisiones,
qqe son de distinta naturaleza que la constitutiva. A nuestro juicio
el error aquí de Mannoni radica en que la homonimia, le dificulta
ver igs diferencias y trata la escisión como si fuera una categoría
homogénea.
Y a tendremos ocasión de volver al trabajo de Mannoni para
destacar toaos sus méritos —de ¡os cuales el haber llamado la
atención sobre el problema de la creencia merece nuestro recono­
cimiento— cuando ri£s dediquemos más especialmente al proble­
ma de la escisión, pero queríamos desde ya adelantar la idea de
que la renegación es solidaria conceptualmente de la escisión; no
se puede concebir aquélla sin ésta, aunque la recíproca sea cierta,
es posible escisión sin renegación.

(10) La Represión, St. E d ., Vol X I V , p. 156.

111) Inhibición, síntoma y angustia, S t. E d ., V ol. X X , p. 90.

(12) De acuerdo a esto sería conveniente denominar "defensa" a todo


procedimiento que tenga por objeto ei disminuir la angustia, cual­
quiera sea ei origen de ésta, y "mecanismos de ocultamiento a
la conciencia" a aquellos otros que protegen contra la angustia
emergente del saber de la conciencia. En esta última sub-clase
entrarían (a represión, proyección, etc. Que hay procedimientos
de protección en contra de la angustia que no consisten en el
ocultamiento a la conciencia nos lo muestran el caso de la regre­
sión o el de la evitación ante un peligro real.
IN D ICE

Presentación 5

El complejo de Edipo y el Edipo estructural


(Introducción) 7

El Edipo en Lacan — I 21

El Edipo en Lacan - II 35

El concepto de falo enFreud y Lacan 45

El Edipo en Lacan: 2° tiempo 63

El Edipo en Lacan: 3o tiempo 77

El fetichismo (Introducción) 9Í

La renegación. La defensa frente a la angustia


y la represión (i) 103

La renégación. La defensa frente a ia angustia


y la represión (li) 113

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