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BEE REE EB EEE EEE EEE | LA CASA DE ADAN EN EL PARAISO LA CASA DE | ADAN EN EL PARAISO JOSEPH RYKWERT Titulo original (On Adam's House in Paraaise. . , The idea of the primitive hut in architectural history Versién castellana de Justo G. Beramendi Disento de Ia cublerta: Estudi Coma NAZOS/R9S 1999 nn 0 A 1.8 edicidn 1974, Col. “Arquitectura y Critica” 2. adicién 1999, Col. "GG Roprints” Ninguna parte de esta publioacién, incluido el disefio de la Cubjerta, suede reproducirse, elmacanarse o transmits de ninguna forma, nl por ningun medio, sea éste eléctrico, Quimica, mesénico, éptico, de grabacién o de fotocopia, sin la previa autorizacion escrita por parte dela Editorial. La Ecitorial no se pronuncia, ni expresa ri implitamente, respecto a la ‘xactitud de lainformacién contenida en este bro, razon por la cual no puede asumir ningtin tipo de responsabilidad en 250 do error u omision, Joseph Rykwort, 1974 ¥ para la edicién Castellana Ecitorial Gustavo Gil, SA, Barcelona, 1974, 1999 Printed in Spain ISBN: 84-252-1797-0 Depésito legal: 8. 30.006-1999 Impresién: Graficas 92, 8A - Rubi @arcelona) Indice | 1. Pensar y hacer 2. Necesided y convencion 3. Lo positive y lo arbitrario 4, Naturaleza y razon Excursus gotico 5. Razon y gracia 8. Los ritos 7. Una casa para el alma Bibliograia 1" 51 93 415 129 173 207 2 MA 205 R43 1944 MPI ~ (3663 Agradecimiento Este ensayo fue concebido en una conver. ‘sacién con Roberto Czlesso y le debe mucho, tanto en su contenido como en su forma, Michael Ayrton y Frank E. Brown discutie. ron el tema conmigo en varias ocasiones; ademas, han leido el texto y han hecho numeroses sugerencias. George Baird, Frangoise Choay, Christopher Corntord, Eric John, Alasdair Macintyre y Dalibor Vezely han dis: cutido la cuestin conmigo en diversos momentos. Va- rios amigos y colegas han hecho sugerencias concrelas ‘que he aceptado: Giinther Nitschko, Michael Podro, Tony Vidier y Dudley Young. Agradezco a Richard Miranda, Giinther Nitschke y Ludwig Glaeser la ayuda que me hen prastado con las llustraciones. El personal de varies bi bliotecas ha eguantado pacientemente mis preguntas, especialmente el de Ia American Academy de Roma. la London Library y la Marquand Library de la Universided de Princeton. Tengo una gran deuda de gratitud con mis amigos del Museo of Modern Art de Nueva York por hacerse cargo de esta publicacién y por la paciencia que han demostrado al guiarme en las tareas editoriales, ‘asi como con |a Graham Foundation for Advanced Studies in The Fine Arts por su ayuda financiera, Maureen Reid hha suftido lo suyo preparando el manuscrito JR. Pour en revenir eux sources, (on devait aller on gone inverse René Daumal, Le Mont analogue Bi | 4. Pensar y hacer Dios eres a Addn «...a imagen suys, a Ima gon de Dios lo eres...» al sexto dia de su «aren obra $ipp ered macho y hembra, 20 nos diea ademas, Dios fizo a Adin y Eva de tal manera que pudieran mantener te uno en comparia del otro, que pudieran comunicarse Shure si y también con él, cuando El «paseaba por ef Jaedin al fresco del dia». El Creador habja plantado EI mismo este Jardin «con toda clase do érboles hermosos a la vista ¥y sabrosos al paladare. El Edén no era una selva virgen. Yn huerto pensado para «vestir y mantener» al hombre prosupone una digposicion ordenade de plantas en piezas } bencales. Entre las hileras de érboles y los macizos Ye flores seguramente habria lugares para pascar, pare Sentarse y cherlar. Quizé los frutos de los arboles eran Ip bestante diversos para satisfacer el deseo humano le varieded, 0 en todo caso el deseo adamita; y tal vez fa fermentacién del mosto no era una de las habilidades do Addn; pero si en el jardin se tomaba algo parecido SI vino, esto implicaria jarres y vasos. y éstos, @ Su vez, alzcenasy apatadores, y por tanto habitaclones, des- pensaa y todo eso: en suma, una casa, Un fuerto sin fina case es como un carro sin caballo. Y sin emberao, lee Eeerituras, tan minuciosas que hasta hablan del dic encontrado carea del Paraiso. no dicen nada do esta ceasa Implicita que yo +leo> en el texto. " Gen. Ibid, 2:9. 4 aa ame eee BSB Seeees Se han hecho innumerables intorpretaciones del Libro Santo, y especialmente de su primera parte, Y espero que mi modesta inferencia sea irreprochable, La hago convencido de que la sombra 0 el perfil de esta casa inferida ha acosado Ia imaginacién de muchos cons. tructores y arquitectos, del mismo modo que el trazado enigmaticamente doscrito dol jardin, con sus cuatro rios, hha inspirado a numerosos decoradores, tejedores, tapi ceros y, naturalmente, Jardinoros. Todos ellos han dejado girar su fantasia en torno a la estructure de ese trazado Perdido, pues, como sefial6 Proust con gran agudeza, todo pareiso ha de ser necesarlamente un paraiso por ido. ¥ esto implica, en primer luger, que no seré capaz de ofrecer @ mis lectores una descripcién detaliada do esta primera casa. Sin ombargo, y puesto que le vision parece haber acosado a cuantos participan en la cons ‘ruccién (mucho antes de que la arquitectura se separara de la construccién), me gustaria trazar el camino reco. rrido por clertas versiones de este tipo en diferentes contextos, y sacar de la insistente persistencia de esa vision algunas conclusiones acerca de le naturaleze de la primera casa. En consecuencia, me propongo investigar Primero loo argumentoe do algunos arquitectos que suit ‘casi contempordneos nuestros, aunque estén lo suficion- ‘temente alejados on el tiempo como para constituir figu- Abajo y derecha: Templo prl- imitive:’ el Tabernéculo judio gn el deslerto, segin Le Cor. 12s hist6rieas, a fin de mostrar cémo invocaban la nocién una primera casa (nocién juste precisamente por ser mora) como justificacién, como principio primero de ths reformas radicales. A continuecién intentaré mostrar {ue esta nocion —posiblemente no agotada por entero Gin— tenia una prolongade historia y, de hecho, era tan intigua como la teoria arquitecténica. Teoria cuyo co- mnienzo puede situarse en Vitrubio, aunque sélo sea por- {u2 no Nos ha llegado ningUn documento escrito anterior. Yeomo deseo rastrear una nocidn, ¥ no une cosa, core- catia do sontido rocurrir 2 las pruebas arqueolégicas ara Investigar sus origenes y su prchistoria. No puedo faber existido una primera casa cuya autenticidad pue- dan certificar los arquedlogos. Ni siquiere podrian indi- ‘ar su omplazamiento mas probable, Como ya he suge- rido, esto equivaldria a encontrar el Jardin del Edén, No cbstante, dispongo de otra fuente, aparte de la teorla: fates de que la Idea de una «primera» casa formase parte del aparato concoptual, se intents rememorar su forma y su naturaleza mediante ceremonies y ritos de juoblos quo llamemos todavia primitives, La naturaleza el tema me fuerza, pues, a la paradoja, ya que el primer tbjeto de mi investigecién ha de ser el recuerdo de algo recesariamente perdido. Un objeto que ha estado siempre perdido no puede ser recordado (en ninguna de las acepeiones (p4 ‘TEMPLE PALMITIF Le Corbusier (1526), pp. 53 ordinarias del término). Sin embargo, el recuerdo a que nos roferimos no es en ebsoluto ef de un objeto, sino tl de un estado, ef recuerdo de algo que fue, de leo que se hizo: de una accién. Es un recuerdo colectivo que se mantiene vive en el seno de lap colectividades Gracias a las leyendas y Ios ritos. Pero parece ser que Spareci6 también en circunstencies on las que no es poeiblo recurrir 2 la transmisién histérica normal para Cxplicar su comunicecion y su supervivencta. Casi da fa impresién de que estamos onto una conexién inheren- te 2-la vision que tlane el hombre de sus obras, y on particular de su olojamionto, Pero antes de intenter ex Plicacion general alguna, debo ilustrar mi toma. EI hombre primitive —cice Le Corbusier al presentarnos su salvaje ideal— he detenido eu carro: hha decidido que aquél es un buen lugar para su case. Ellje un claro del bosque y corta arboles que epila en él allana el terreno; abre un sendero hasta el arroyo hasta ol asentamiento de sus compaferos de la tribu ‘que acaba de dejar... Este sendero es tan recto como Sus horramientas, sus menos y su tiempo le permiten, Las estaquillas do eu tienda describen un cuadraco. un hexégono 0 un octégano; la empalizada [del asentamien- to] forma un recténgulo cuyos cuatro éngulos son igus. les... La puerta de lo cabana ce abre sabre al eje del recinto, y la puerta del recinto est alineada con Ia en- trada de la cabeha.» Recurriendo a una analogia, Le Corbusier describe la conetruccién del templo, y con cluyo: «Miren un dibujo de tal cebafia en un libro 6o arqueologia: ahi tienen ol plano de una casa, e! plano de un templo, Es exactamente la misma actitud que en. cuentran en una casa pompeyana o en un templo de tuxor... No existe 280 que lamames hombre primitivo: hay Unicamente medios primitivos. La idea es constante y poderosa desde el principio mismo.» Estos primitives que conducen carros y eS ‘grimen hachas no son tan primitives como todo es; son Mas bérberos que salvejes, sogiin la pedante discrimins- ion terminoldgica de la moderna jerga arqueolégica, ¥ Pertenecen a las sociedades de la Baja Edad del Bronco © la Alta Edad del Hierro a juzgar por los equipos y 10s procedimiontos que describe Le Corbusier. Pero no dobo Fmportarnos mucho su situscicn exacta en ta Prehist En este contexta son os «primeros> hombres, pues a¢- inados por una razén y un Instinte 1ncorruptos tian a eapocos do emplear un ertificio eparent- Y por Ory complejo ls faces regulates, 0 gute nt, ma permiten a claeiedor consegur une geome geombrica mdtante el uso d0 rach. espe nr, rtf ae, soa Le Corbusis, eben os gos tna argetes coo sprotecsin conta le srbitrario~ Dado que actuaba guiado por un insti teal quo slo ayulabe 1a raz6n, el constructor primitive wa SGorbusior posia apelar directamente @ los mismo ae ios sofisticedos quo se le negabn el arquitecto del ete XX, etya menialidad estaba encedenada por 'o oF solcoao y diatarsionada por los projuicion. Los tracts vrejateurs estén, pues, justiticades: se basan directs raaite on los princpios primeros, con un producto de Ta razon no adultorods. El tipo de argumentacién que emplea aqui Le Corbusier no es nuevo ni mucho menas. Su hombre priewtivo es uno més de fa serie do figuras hereicat Y Prietipicas cuyos prototipes sitimos pueblan todos 1o8 save. cEn un principio» estes figuras deban expresién resitata a su naturoloza interlor, la cual, no eontaming- remarchaba al unisono con las leyes fundamentales do da, nersacion, Por tanto, eran capacoe do icoar tas hable ities esenciales, y ta imitacién corstente de ostas Temeree aociones desembocd en todas las realizaciones Pilmones béaices. ¥ asi, Prometeo invent6 lo manera de hacer fuego: Dédalo, la sierra... y la escultura; Peléme Teer el alfabeto y el juego de dados; Jubal, 'a musica. y JubalCain, todo tipo de trabajo con meteles. En el mito, los inventoreshéroes no son principtantes toscos y oscures, sino trabajadores fore oe y brillantes. Aunque Dédelo fue el primero en hacer £8 Y lado do bronce, consiguié el famoso panal con lbejas, eansiderado uno de los logros técnicos més gran- es, dsl mundo antigua, Como ol constructor primitive ide Le Corbusier, Dédalo dominaba ya su método haste ta perfeccidn: los perfeccionamientos técnicos posterio esse limitaron @ introducir nuevos refinamientos en Una habilided esencial ya madura. El primitivo do Le Corbusier también habia alcanzado una maestria, com. pleta en un método que los arquitectos del siglo XX =SBBeBRBRBRBBeEeBe ee Fz oid, p. 5 A. Lugart, Architecture, pp. 39. habian ignorado obstinadamente 0 habian interpretado imal por completo, «Ellos habien olvidado —dice Le Cor. busier en a misma obra— que la gran arquitectura esté en les origenes mismos de la humanidad y que es el producto inmediato del Instinto humeno.» Le Corbusier Invoca al comienzo de su libro mas famoso, Vers une architecture, esto «producto Inmediato del instinto hu- mano, Los constructores primitives habjan sido capaces de cumplir las dos condiciones esencisles de la gran arquitectura: primera, al medir con unidedes derivedas, de su propio cuerpo (la pulgada, el pie, etc.), el hombre hacia sus edificics «a la medida del hombre, @ escala humana, en atmonia con el hombre»; y segunda, que, eal dlejarse llevar por el instinto hasta el uso de éngulos rec- tos, do ejes, del cuadrado y el circulo... fel hombre pri. imitivo] no podia crear de otro modo que demostréndose ai mismo que habia creado. Pues ejes, circulos y angu- los rectos son verdades de la geometria, son las verde- dee quo midon nuestros ojos... La geometria es el len- guaje de la mente», Los constructores primitivos no eren los nicos ejemplares arcaicos de 10s aftos veinte y treinte, Dos 0 tres estrellas de cine hicieron carrera encarnando ‘al noble salvaje: ‘arzan es unicamente el mas conocido. EI antecedente directo del «constructor primitivo» de Le Corbusier, do Tarzan y hasta del Mowgli de Kipling es el noble salvaje de los philosophes del siglo XVIII. Pero el cuadro es mas complicado de lo que al lector quizé ‘suponga por tan simple geneelogia. Ni siquiera en la moderna literatura erqui- tecténica le apolacién de Le Corbusier al hombre pr- mitiva es un caso aislado. En su breve y polémico libro Architecture, publicado unos afios después que Vers une architecture, André Lurgat recurre a las construc- nes sobre ostacas de la Baja Edad de Piedra para justificar esos pilotis tan queridos de los arquitectos de los afos treinta como medio de liberar el congestionado suelo urbano. Y cuando comenta la produccién en serie, Lurgat 80 rofiere de nuevo a los alojamientos de los strogloditas» y a los templos griegos. En general, se re curria con bastante ligereza a estos =primitivos» en un momento en que, como sefiala el propio Lurgat, «todo [debe sor] rochazado a priori, y después rocompuosto ¥ creado de nuevo». 18 En Estados Unidos, la cuestién era incluso més inmediata. El hombre «primitivo» no era allf ni un fésil ni un remoto salvaje. Los indios do las llanures habfan sido encerrados en sus reservas tras casi un siglo de fieras campafias. Cuando Frank Lloyd Wright lleg6 @ Chicago, las guerras con los Indios estaban sélo a una 0 dos generaciones de distancia. Pero él traia consigo de la costa oriental ideas muy diferentes sobre el vivir do los primitives: sus padres procedian do ese medio trascendenialista que desprecia la cultura urbana y exal te las virtudos de Ia vide en una pequefie cabafa en medio de los bosques. Cualquiera que fuese la imagen urbana que inspirera a Whitman, la ermita de Walden era un lugar de peregrinacién para el decidido hijo de Nueva Inglaterra, Para Thoreau, para Emerson y para Hawthor- ne, la pequefia cabafia de los bosques, y la defensa de la agricultura de subsistencia, equivalia a reducir a su esen- cla la gran tradicion utdpica. Y Wright reserveba su pri- mera y més sdlida lealtad a esta tradicién patricia, con Independencia de lo que pudo adquirir de Louis Sullivan, ‘su maestro de Chicago. Inevitablements, los dos «mundos- de ideas, la propia posicién de Wright. el ~caballero-ertiste-arqui- {ectos que vivia entre los magnates comerciales de Oak Perk, tenian que entrar en conflicto, un conflicto que Wright proyects @ una prehistoria de fébula: «Retroc fiendo lo bastante en el tiempo —dice en The Living City, libro publicado por vez primera en 1945— la hume- nidad estaba dividida en moradores de cavernas, agricul tores y tribus némadas de cazadores.guerreros; y podria- mos encontrar al némada saltando de rama en rama, en la frondosa enramada del drbol, sujeténdose con el on- roscado extremo de su cola, mientras el estélido amante del muro buscaba su seguridad escondiéndose on algtin agujero del terreno 0 en una cueva: gel mono?... El habitante de las cuovas 0 convirtio on el hombre do las cavernes. Empez6 a construir ciudedes... Su Dios era_un maligno asesino... Erigié su Dios dentro de un misterioso pacto. Cuando pudo, hizo a su Dios de oro, Y aun lo hace. »Pero su hermano, més andarin y visjero, Ingenié un alojamiento mas adaptable y esquivo: la tlen- da plogable... Era el Aventurero. Y su Dios un espiritu tan devastador o tan benéfica como él mismo.» 7 Fr, L, Weight, The Living City, pp. 23.24. Wreigth, The Future of Archi Y continia en esta vena, Los buenos y Io rmaios no permanecieron separedas; Las conflictivas ‘aturalezas humanas han conquistado, han sido vereicae, 30 hen eateds y vuelto @ casar, han producido otras na. turalezas: fusidn en unos cos0s. confusidn en otros Como ei lector habra comprendido ya a estas alturas, aa estas alturae, Wright presenta al némeda como prototipo de demécra. ta, mientras que el agricultor cavernicola es la encama. cidn do la entidemocracia. Wright pensaba que «en cues. tién de cultura, la. sombra-sobrea-pared he parecido hasta ahora predominantes a causa de las torpes tecno. logies y le violoncia siempre presente de las Viejas so- ciedades. Peto los recientes progreses, tanto sociales como técnicos, han creado nuevas condiciones, «Por eo eats omorgiondo un tipo humano capez de cambiar ré pidamence et entorno 8 ly mela de sus deseos, am. pligmante eapaz de compensar la. gran ciudad de: ho Y, femenente del antiguo gran “muro” En la capacided de Cambiar tenemos el nuevo tipo de cidade, Lo la femos doméerata.» Este nuove ontorno se perfila en la Broadacre City de Wright. tema del que no puedo ocuparme aqui. Pero me pregunto hasta qué punto este divisida de la humanidad en males terricolas y buenos y espirituales consiructores de tlendes —que no es en rea iided sino una variante del retato biblico do Gain y Abel — no se refleja on Ia constante y ecusada distincion que exliber siempre is euificius de Wright entre fos planos do una cubierta sliberada~ y aparontomente sin apoyos, y, os muros dolberedamente pesados, mares que se identifican formaimente con la terra, de la menudo parecen cvecar, —_— Wright, que diviia 2 toe hombres en bus noe y maioa on su viién del pasado, en cierto senico Intent reintegrar estos contrarios en ta igura de eses casas que con tanta frecuencia construyé pee peroora® duo, en 20 opinidn, tonfan soguramente une fuse dosis doesn naturales’ do ssombrasobre te parede. Ho ico probablementa el unica tecreo do lo ereuitacra cue he sto la naturales humana come la sen Uo Gos jendancias pestas cue existioron separadamonto en nuestros antepasados mas remotos. si Naturaimente, el recurso a lo «primitives diferia de un medio a otro. Fue fascinente aunque ame- nazador en Estados Unidos; on cambio, en Alemania tuvo lun tractive «conceptual» mucho menos evidente, En 18 licht, la revista exprosionista que dirigieron fos her~ Frdhlict ton los afios Veinte, encontrariamos pocas re- 0s yee is de eto po: To isi ooure con 6, emo etria de todas las publicaciones Sachlich. Ludwig Mies sob for Rohe, tal vez e] colaboredor mée destacedo de iitume, se hoce eco débilmente de tal idea en una cota «deciaraciGn» americana: -Gulemos ¢ los estudian- taravor el camino ce 12 disciplina de los meteriales, a tes ge do la funcién, hasta ol mundo de la creacidn, Lle- tpMoslos al saludable mundo de los métodos primitivos vworgrstruccion, donde habia un significado en todo gol me hacha, una expresién en todo rordisco del cin- é we, ©° otamos naturalmente ante la pootura do uno de cet ecursores do Saohlichkelt, de un hombre que habia Pejado en sus primeros escrites por lo que podriamos fiamar la dosacralizacion de la arquitecture, que habia Gotendido la idea de quo toda la gran arquitectura es el rodueto automatico de un programa quo se encarn en I prostruccién del edificio: «Crear a partir de la naturaleza ge nuestra tarea y con los métodos de nuestro tiempo: Geto of nuestra misiéns, pues +la Arquitectura e la Neluntad de una 6poca traducida al espacio: vivir, cam bior, renovare, Los pronunciamientos oraculeres de Mies yan der Rohe son poces y tersos: rara vez descienden Gol bearifica nivel de les generalidades. Erich Mendel- Sohn, un contemporanaa, era mas prodige con ous pala~ bras y mas explicito con las Idezs. Aunque muy aficiona do a los paraielismos hist6ricos, para 6! 1a imagen «tl- fina, «naturel, no era la del primer hogar del hombre primitiva, Situéndose casi en el extremo contrarla, ape faba ¢ modelos tomados del reino animal; Io ciudad, afit~ aba, tenia quo rospetar las mismas leyes que una col- ‘mena 0 un hormiguero. Muchos han comparado los prl- meres proyectos de Mendelsohn —edificies fantésticos, Sin un plen definido, dibujados con bravura expresionis~ ta con las fentasias futuristes de Antonio Sant tla Pero Ia neturaleza entraba de meneta diferente on los manifiestos futuristas: su misién era ofrecer Imégenes e Ia gran vitalidad de los nuevos rasgoe de la cluded mecanizada, «Los ascansores no deben oculterse, oplas: tados como tenias, en la caja de la escalera; las esca- leras, que ahora son indtiles, ceben ser abolidas y los ‘ascensores clevaree hasta el rostro del edificio como serplentes de acero y dice Sant'Elia, Los fut tistas, on su afén por desemberazarse de la herencia Git, in. Philip C. Johnson (1960), pp. 197-186. 4, SantElia, en Controxpazio (abrikimayo'1971), p. 18. A kefeure (1880), p. 14 positivista, reemplazaron el modelo natural de la casa por la méquine «dindmicae; pose a ollo, [a visiin evo- lutiva que esto indica, visién que condiciona el nuevo estilo, esta basada en una interpretacién positivista de la socieded y 1a noturaleza. Mendoleohn aprovecha de modo mucho més directo la herencia positivista. Pero como trabajaba en ta Alemania de Weimar, la razdn del hombre primitivo no podia constituir por si sola un ar- ‘quetipo digno de confianza: los modelos que centraron su atencién estan doscritos en las actividades mas ole- mentales de los animales, y en particular, de los anima- fes sociales. Los libros sobre 1a arquitectura de tos ant- males (y, por una curiosa metonimia, también Is de las plantas) habfan estado muy en boga en la segunda mitad del siglo XIX. El reverendo J.G. Wood, naturalista y d- vulgador, habia dedicado en 1875 un’ libro ospléndido ilustrado’ con profusién precisamente @ esta idea. Su titulo ye es interesante: Homes without Hands, Being 3 Description of the Hobitations of Animals, Classed Ac: cording 10 Thelr Principles of Constructfon [Hogeres sin ‘mange, una deseripcién de las habitaciones de animales, clasificades sean sus principics constructivos], y ob servese que Ia clasificacién no se hace en funcién del modo de vide de cus habitantos ni do sus alianzas gene. ticas, de tal modo que las guaridas de peces entran en fel mismo seca qua riertns nirios ep pajaene ennstricins manera similar. La idea inhorente a osta aproxima cién se formula explicitamente en otro manual popu far, en este caso de Arquitectura, Les Merveilies de Ferchitecture, publicado en 1830 por André Lefévre, poeta y escritor de temas mitolégicos y filoséficos (y traductor do Lucrecio), en la coleccion Bibliotheque des Merveilles. Lefevre empieza asi: «Le arquitectura no es desconocida a los animales; el agujero del gusano, la galeria do la hormiga, la colmena do la aboja... Ia choze del gorila, la case, la torre del castillo, el templo y el pelacio satisfacen todos la misma necesidad, infinita- mente diversa. De ellos podomos deducir una ley gene ral, la ley de la adapteciOn. La utllidad es el fundamento e cualquier estética arquitecténica... Los alojamiontos ‘iduales con que 89 viste... pare defendarse de le wlemencia y la hostilidad que le rodean...», etoétera. Dentro de esta corriente general dol pens miento decimonsnico, el lector puede encontrer refute clones directas de estas especulaciones, eNo existe casa parocida @ una arquitectura animals, dico un historiador 20 Nido del tejedor efrieano, 80+ sain J. G. Wood. an 8 Fletcher: 6, F. Flecher (996). pagina 1. A. kgroi = Gournan (1984), 1h ‘pp. 128-140, positivista que desea Identificar el concepto de arquitec- {ura con la nocién de duracion permanente, con la monu- mentalidad. Aunque en realidad esto ee elborotarse por Cueeticnes de nomenclatura, lo clerto es que debe esta- blecerse claramento —inoluso en Ia teorla positivista— la distincion, entre una arquitectura susceptible de cla- sificarse en funcion de los materiales 0 10s métodos de onstruccidn, como los nidos de tas golondrinas y tas jquaridas de ciertos paces, y una arquitectura que 90 od fica con intenciones monumentales, que se edifice pare la permanencia, Esta distincién sugiere otra polarizacion que, a posar de la superficialidad aparente del punto de partida, es mucho més interesante. Generalmente se sostiene que la primera habitacién del hombre fue un conjunto de apoyos prov sionales colocados contra alguna superficie rocosa quo Tos primeros hombres ingoniaron para protegerse contra las inelemencias del tiempo y sus diversos enemigos. La erquitectura... debe haber tenido un origen simple fn el esfuerzo primitive de Ia humanidad por lograr una proteccion contra las inclemencies del tiempo, laa bos: ties salvajos y los enemigos humenos...» Asi comienza Banister Fletcher su A History of Architacture, de donde han extraido sus leeciones sobre esta clsciplina verias generaciones de arquitectos do habia inglesa. Y esta Seria a opinidn sustentada ace por la goneralidad. -Es curioso —comenta el gran prehistoriador francés André Leroi-Gourhan al tratar esto mismo punto— que 10s pri moros edificlos supervivientes sean contemporéneos do {a aparicién de las primeras marcas ritmicas... aunque] la base del confort fisico y moral del hombro es Ia per copcién totalmente animal del perimetro de segurided, del refugio cerrado, 0 de los ritmos de soclalizeciGn: [por eso} na tiene sentido buscar una esciaién entre 10 enimal y lo humano para explicer nuestros sentimientos de adhesién a los ritmos sociales y al eepacio habitado. [sin embargo] lo poco que se sabe [de las habitectones del preHomo sapiens) basta para demostrar que se produjo un profundo cambio hacia el momento que co: rresponde si desatrolls de los sectores de contro! del Cerebro en lee estiepce rolacionadas con el Homo sa: piens... Tal evidencia arqueolégica parece justificar la hipétesic de que, desce ol paleoiitico superior en ade lente, hubo un intente de controlar todo el fenémeno espacio-temporal por redios simbélicos, de fos que ol lenguaje fue el principe’. Estos medios implican un autén- a tics “hacerse cargo” del espacio y el tiempo a través, de la mediacién de los simbolos: una domesticacion de Tos mismos en sentido estricto, pues entrafa, dentro ¥ alrededor de la casa, un espacio y un tlempo contra- lables.» El lector habra notado Ia contradiceién. Por un lado, la opinién cominmente aceptada —Ia aostenida por Mies, Mendelsohn, Choisy, etc—, de un hombre que ‘80 adapta con lentitud a las divereas disposiciones pro- vislonales que la Inclemencia del tiempo le impone (en realidad, el gran historiador positivista de la arquitectura, ‘Auguste Choisy ponsabs quo fue ol comienzo de fa era glaciar la que obligé 2 los hombres a meterse en alber- ‘ques y cavernas); y por otro lado, la insistencia cel Paleontélogo en la diferencia, més conceptual que fisi re les habltacionas humenas y las animales. Lo que distingue los primeros intontos del hombre en esta di- reccién de los de las bestias guiadas por el instinto es fa diferencia de concepeidn, el dar un sentido a su tarea. Y eota segunda opinién paroce sorprendentemente simi- lar a la expresada por Le Corbusier en Vers une archi tecture, Existe otra reconstruccién de Ia casa primitiva en. tun contexto arcuitecténicamente més inmediato. La pale- [ca Te A. Choisy (1899). 1. p. 2. Gropius: feld. Ber Blockhaus Sommer- eat wt bra «primitivo> eparece hoy dia on buen numero de con. textos. La tesis filogenética, por tomar un ejemplo, oy. gicre que el escoler sufre un desarrollo paralelo al de la fase paleolitica de la prehistoria, de modo muy similar 2 como cl feto condensa en los nueve meses de gesta. cién toda la evolucién tercieria y cuaternaria. Andloga. mente, el nivel tecnolégico de algunas sociedades exo. ticas hace que entropélogos incautos ealifiquen de «pa. looliticas a ciertas tribus del bush australieno o de Nueva Guinea. Del mismo modo, hasta fines del si. alo XIX se consideraba que el trabojador agricola era tuna especie de hombre «primitivos, y ademas un «pri. mitivo» cuyas humildes maneres, cuyo dierio contacto con el suelo y los animales le garantizaban una visién de las cosas més instintiva y “més auténtica’. Esta vi sién domina los escritos de héroes nacionalistas como Wyspianski, esi como las investigaciones musicales de Bartok y Kodély y os primeros cuadros de un artista tan cosmopolita como Kandinsky. Llamo la atencién sobre este clima de opinién para «situar» més convineantomon. te Ia curiose casa que Walter Gropius y Adolf Mayer disefiaron para un prospero comerciante en maderas lla mado Sommerfeld, en Dehlem, un suburbio de Berlin Ha recibido siempre el nombre de Blockhaus Sommerfeld {utilizando el término alemén). lo cual ha inducido a la gente a olvidar que »Blockhaus+ significa casa de tron 603 0 incluso cabaiia de troncos. En cierto modo, la eleccién del material estuvo dictada por la profesién del cliente, pese a lo cual fa casa ha inspirado siempre unos alegatos muy especiales. Los detalles «aldeanos» —por ‘ejemplo, los extremos tallados de las vigas— as! como el uso de un método constructive toseo, completamente distinto @ cualquier otro de la obra de Gropius, invitan a tun examen mas atento, Hay algo en esta casa que recuerda ciertas ‘obras emericanes anteriores. perticularmente de Sullivan © Elmsile. Pero Walter Groplus estaba familicrizado con ‘otros muchos aspectos de la escuela de Chicago. y hacia la fecha en que se termind ia casa Sommerfeld, Gropius y Mayer estaban trabejando ya en el proyecto que pre sentarian al concurso de la Chicago Tribune Tower, pro yecto que fue el més sofisticademente fiel a la obra an terior de la escuela de Chicago de todos los pracentados. Esta delibereda muestra de construccién extravagante mente burda, casi aldeana, nos trae a fa memoria una nota a pie de pagina del libro de Semper: elncluso hoy. 2 Jos supercivilizados hijos de Europa se construyen caba- fes de troncos cuando ponen el ple en los bosques yigenes de América.» El espiritu precursor de este co- nentarlo cusdra perfectamente con la atméstera general ge renovacién que provelecia en los primoros tiempos de la democracia social alemane. Es posible también que fl confiado negociante-cliente olfeteara slgunos ofluvios Gel gran mito americano «desde la cabaiia a la Casa Blanca», el mito del éxito social e pesar del mas humilde Ge los origenes; ya era muy popular antes de le guerra de 1914-1918. Con todo, la casa ocupa un curloso lugar en la oeuvre de Gropius. Aunque aparece ilustrada on of fibro conmemorativo de la Bauhaus, no se la menciona para nada en la monografia «oficial» de Siegfried Giedion sobre Gropius. Y sin embargo, consideraciones mias gparte, la casa fue muy importante como primer eefuer- 20 colectivo de la Bauhaus, como primer edificio que ejemplificaba el entusiasta stogen de la frase final del manifiosto do la Bauhaus: «Juntos concebiremos y crez- tenos el nuevo edificio que abarcaré arquitectura y es- cultura y pintura en una unided y se alzara algun dfa hacia Diockheus Gemmarfeld, Invi ign para la fiesta de inaugu- facién de la casa, Litogratia, [Archive ée a Bauhaus. abafia carte. segin Semper. G. Semper (1851-63), Ml, p. 298, nota 2. Hans M. Wingler, Das Bou. haus, p. 39. Conetruccién do troncos en Biolorrusia, segin Straygowsk'

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