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Esta semana, las señoras magistradas del Segundo Juzgado Penal Colegiado
Transitorio de Lima Norte, condenaron a cadena perpetua a dos sujetos por el
delito de robo agravado en agravio de una pareja de enamorados, y con
subsecuente muerte en agravio de uno de ellos, en la modalidad de falso taxi.
Antes de dar respuesta a la pregunta planteada, hay que precisar que la pena de
muerte propiamente dicha está regulada en el artículo 140 de la Constitución
Política del Perú. Tal dispositivo precisa que: “la pena de muerte sólo puede
aplicarse por el delito de traición a la Patria en caso de guerra, y el de terrorismo,
conforme a las leyes y a los tratados de los que el Perú es parte obligada”.
Asimismo, debe tenerse presente también que el Código Penal recoge en su
artículo 28 solo las siguientes penas: “la privativa y restrictiva de libertad, las
limitativas de derechos y la de multa”. Y que respecto a la pena privativa de
libertad, el artículo 29 de la misma norma ha señalado que: “puede ser temporal
(con una duración mínima de dos días y una máxima de treinta y cinco años), o de
cadena perpetua”.
En ese sentido, se entiende que para los delitos comunes (los no consignados en el
artículo 140 citado) la máxima pena es la de 35 años o la de cadena perpetua,
dependiendo del delito cometido.
Sin embargo, a criterio personal, condenar a una persona a una pena de cadena
perpetua es sometérsele a una pena de muerte, pero, de cumplimiento progresivo.
La cadena perpetua es una pena inhumana, cruel y degradante que no se condice
con el fin de la misma que es: la rehabilitación, reinserción, reeducación y
resocialización del delincuente a la sociedad.